Comentario Bíblico de William McDonald - Marcos

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COMENTARIO BÍBLICO DE WILLIAM MacDONALD Editorial CLIE

MARCOS William MacDonald Título original en inglés: Believer’s Bible Commentary Algunos de los materiales de esta obra fueron editados previamente por Harold Shaw Publishers y Walterick Publishers, y han sido empleados con su permiso. No obstante, han sido revisados, expandidos y editados considerablemente. Publicado originalmente en dos tomos, Antiguo y Nuevo Testamento. Traductores de la versión española del Antiguo Testamento: Neria Díez, Donald Harris, Carlos Tomás Knott, José Antonio Septién. Editor y revisor de traducciones: Carlos Tomás Knott. Traductor de la versión española del Nuevo Testamento: Santiago Escuain. Copyright © 2004 por CLIE para esta edición completa en español. Este comentario se basa en la traducción Reina Valera, revisión de 1960. Copyright © 1960 Sociedades Bíblicas Unidas. Todas las citas bíblicas, a menos que se indique lo contrario, están tomadas de esta versión. «BAS » indica que la cita es de la versión Biblia de las Américas, Copyright © 1986 The Lockman Foundation. Los esquemas y otros gráficos son propiedad de William MacDonald. Depósito Legal: ISBN: 978-84-8267-410-0 Clasifíquese: 98 HERMENÉUTICA: Comentarios completos de toda la Biblia C.T.C. 01-02-0098-04 Referencia: 22.45.73

Prefacio del autor El propósito del Comentario Bíblico de William MacDonald es darle al lector cristiano medio un conocimiento básico del mensaje de la Sagrada Biblia. También tiene como propósito estimular un amor y apetito por la Biblia de modo que el creyente deseará profundizar más en sus tesoros inagotables. Confío en que los eruditos encuentren alimento para sus almas, pero deberán tener en consideración y comprender que el libro no fue escrito primariamente para ellos. Todos los libros han sido complementados con introducciones, notas y bibliografías. A excepción de Salmos, Proverbios y Eclesiastés, la exposición del Antiguo Testamento se presenta principalmente de párrafo en párrafo en lugar de versículo por versículo. Los comentarios sobre el texto son aumentados por aplicaciones prácticas de las verdades espirituales, y por un estudio sobre tipos y figuras cuando es apropiado. Los pasajes que señalan al Redentor venidero reciben trato especial y se comentan con más detalle. El trato de los libros de Salmos, Proverbios y Eclesiastés es versículo por versículo, porque no se prestan a condensación, o bien porque la mayoría de los creyentes desea estudiarlos con más detalle. Hemos intentado enfrentar los textos problemáticos y cuando es posible dar explicaciones alternativas. Muchos de estos pasajes ocasionan desesperación en los comentaristas, y debemos confesar que en tales textos todavía «vemos por espejo, oscuramente». Pero la misma Palabra de Dios, iluminada por el Espíritu Santo de Dios, es más importante que cualquier comentario sobre ella. Sin ella no hay vida, crecimiento, santidad ni servicio aceptable. Debemos leerla, estudiarla, memorizarla, meditar sobre ella y sobre todo obedecerla. Como alguien bien ha dicho: «La obediencia es el órgano del conocimiento espiritual». Willian McDonald

Introducción del editor «No menospreciéis los comentarios». Éste fue el consejo de un profesor de la Biblia a sus alumnos en Emmaus Bible School (Escuela Bíblica Emaús) en la década de los 50. Al menos un alumno se ha acordado de estas palabras a lo largo de los años posteriores. El profesor era William MacDonald, autor del Comentario Bíblico. El alumno era el editor de la versión original del Comentario en inglés, Arthur Farstad, quien en aquel entonces estaba en su primer año de estudios. Sólo había leído un comentario en su vida: En los Lugares Celestiales (Efesios) por H. A. Ironside. Cuando era joven leía ese comentario cada noche durante un verano, y así Farstad descubrió qué es un comentario.

¿Qué es un comentario? ¿Qué es exactamente un comentario y por qué no debemos menospreciarlo? Un editor cristiano hizo una lista de quince tipos de libros relacionados con la Biblia. No debería extrañar, entonces, si algunas personas no saben describir la diferencia entre un comentario,

una Biblia de estudio, una concordancia, un atlas, un interlineal y un diccionario bíblico, nombrando sólo cinco categorías. Aunque sea una perogrullada, un comentario comenta, es decir, hace un comentario que ayuda a entender el texto, versículo por versículo o de párrafo en párrafo. Algunos cristianos desprecian los comentarios y dicen: «sólo quiero leer la Biblia misma y escuchar una predicación». Suena a piadoso, pero no lo es. Un comentario meramente pone por impreso la mejor (y más difícil) clase de exposición bíblica: la enseñanza y predicación de la Palabra de Dios versículo por versículo. Algunos comentarios (por ejemplo, los de Ironside) son literalmente sermones impresos. Además, las más grandes exposiciones de la Biblia de todas las edades y lenguas están disponibles en forma de libro en inglés (tarea que todavía nos incumbe en castellano). Desafortunadamente, muchos son tan largos, tan antiguos y difíciles que el lector cristiano corriente se desanima y no saca mucho provecho. Y ésta es una de las razones de ser del Comentario Bíblico de William MacDonald.

Tipos de comentarios Teóricamente, cualquier persona interesada en la Biblia podría escribir un comentario. Por esta razón, hay toda una gama de comentarios desde lo muy liberal hasta lo muy conservador, con todos los matices de pensamientos en el intermedio. El Comentario Bíblico de William MacDonald es un comentario muy conservador, que acepta la Biblia como la Palabra de Dios inspirada e inerrante, y totalmente suficiente para la fe y la práctica. Un comentario podría ser muy técnico (con detalles menudos de la sintaxis del griego y hebreo), o tan sencillo como una reseña. Este comentario está entre estos dos extremos. Cuando hacen falta comentarios técnicos, se hallan en las notas al final de cada libro. El escritor comenta seriamente los detalles del texto sin evadir las partes difíciles y las aplicaciones convincentes. El hermano MacDonald escribe con una riqueza de exposición. La meta no es producir una clase de cristianos nominales con comprensión mínima y sin mucho compromiso, sino más bien discípulos. Los comentarios también suelen distinguirse según su «escuela teológica»: conservadora o liberal, protestante o católico romano, premilenial o amilenial. Este comentario es conservador, protestante y premilenial.

Cómo emplear este libro Hay varias formas de acercarse al Comentario Bíblico de William MacDonald. Sugerimos el siguiente orden como provechoso: Hojear: Si le gusta la Biblia o la ama, le gustará hojear este libro, leyendo un poco en diferentes lugares y disfrutándolo así de forma rápida, apreciando el sentido general de la obra. Un Pasaje específico: Puede que tengas una duda o pregunta acerca de un versículo o párrafo, y que necesites ayuda sobre este punto. Búscalo en el lugar apropiado en el contexto y seguramente hallarás material bueno. Una doctrina: Si estudia la creación, el día de reposo, los pactos, las dispensaciones, o el ángel de JEHOVÁ, busque los pasajes que tratan estos temas. El índice indica los ensayos que hay sobre esta clase de tema. En el caso de algo que no aparezca en el índice, use una

concordancia para localizar las palabras claves que le guiarán a los pasajes centrales que tratan el punto en cuestión. Un libro de la Biblia: Quizá en su congregación estudian un libro del Antiguo Testamento. Será grandemente enriquecido en sus estudios (y tendrá algo que contribuir si hay oportunidad) si durante la semana antes de cada estudio lee la porción correspondiente en el comentario. Toda la Biblia: Tarde o temprano cada cristiano debe leer toda la Biblia, comenzando en el principio y continuando hasta el final, sin saltar pasajes. A lo largo de la lectura se encontrarán textos difíciles. Un comentario cuidadoso y conservador como éste puede ser de mucha ayuda. El estudio de la Biblia puede parecerle al principio como «trigo molido», es decir: nutritivo pero seco, pero si persevera y progresa, ¡vendrá a ser como «tarta de chocolate»! El consejo del hermano MacDonald, dado hace tantos años: «no menospreciéis los comentarios», todavía es válido. Habiendo estudiado cuidadosamente sus comentarios sobre el Antiguo y el Nuevo Testamento, puedo decir lo siguiente: «¡disfrútelo!».

Abreviaturas Abreviaturas de libros de la Biblia Libros del Antiguo Testamento Gn. Éx. Lv. Nm. Dt. Jos. Jue. Rt. 1 S. 2 S. 1 R. 2 R. 1 Cr. 2 Cr. Esd. Neh. Est. Job Sal. Pr. Ec. Cnt. Is. Jer.

Génesis Éxodo Levítico Números Deuteronomio Josué Jueces Rut 1 Samuel 2 Samuel 1 Reyes 2 Reyes 1 Crónicas 2 Crónicas Esdras Nehemías Ester Job Salmos Proverbios Eclesiastés Cantares Isaías Jeremías

Lm. Ez. Dn. Os. Jl. Am. Abd. Jon. Mi. Nah. Hab. Sof. Hag. Zac. Mal.

Lamentaciones Ezequiel Daniel Oseas Joel Amós Abdías Jonás Miqueas Nahúm Habacuc Sofonías Hageo Zacarías Malaquías Libros del Nuevo Testamento

Mt. Mr. Lc. Jn. Hch. Ro. 1 Co. 2 Co. Gá. Ef. Fil. Col. 1 Ts. 2 Ts. 1 Ti. 2 Ti. Tit. Flm. He. Stg. 1 P. 2 P. 1 Jn. 2 Jn. 3 Jn. Jud. Ap.

Mateo Marcos Lucas Juan Hechos Romanos 1 Corintios 2 Corintios Gálatas Efesios Filipenses Colosenses 1 Tesalonicenses 2 Tesalonicenses 1 Timoteo 2 Timoteo Tito Filemón Hebreos Santiago 1 Pedro 2 Pedro 1 Juan 2 Juan 3 Juan Judas Apocalipsis

Abreviaturas de versiones de la Biblia, traducciones y paráfrasis ASV BAS FWG JBP JND KJV KSW LB La Biblia al Día) NASB NEB NIV NKJV R.V. RSV RV RVR RVR77 V.M.

American Standard Version Biblia de las Américas Biblia Numérica de F. W. Grant Paráfrasis de J. B. Phillips New Translation de John Nelson Darby King James Version An Expanded Translation de Kenneth S. Wuest Living Bible (paráfrasis de la Biblia, que existe en castellano como New American Standard Bible New English Bible New International Version New King James Version Revised Version (Inglaterra) Revised Standard Version Reina-Valera, revisión de 1909 Reina-Valera, revisión de 1960 Reina-Valera, revisión de 1977 Versión Moderna de H. B. Pratt

Otras abreviaturas a.C. Aram. AT c. cap. caps. CBC cf. d.C. e.g. ed. eds. et al. fem. Gr. i.e. ibid. ICC lit. LXX

Antes de Cristo Arameo Antiguo Testamento circa, alrededor capítulo capítulos Comentario Bíblico confer, comparar después de Cristo exempli gratia, por ejemplo editado, edición, editor editores et allii, aliæ, alia, y otros femenino griego id. est, esto es ibidem, en el mismo lugar International Critical Commentary literalmente Septuaginta (antigua versión gr. del AT)

M marg. masc. ms., mss., MT NCI NT NU p.ej. pág., págs. s.e. s.f. TBC Trad. v., vv. vol(s). vs.

Texto Mayoritario margen, lectura marginal masculino manuscrito(s) Texto Masorético Nuevo Comentario Internacional Nuevo Testamento NT griego de Nestle-Aland/S. Bíblicas Unidas por ejemplo página(s) sin editorial, sin lugar de publicación sin fecha Tyndale Bible Commentary Traducido, traductor versículo(s) volumen, volúmenes versus, frente a

Transliteración de palabras hebreas El Comentario al Antiguo Testamento, habiendo sido hecho para el cristiano medio que no ha estudiado el hebreo, emplea sólo unas pocas palabras hebreas en el texto y unas cuantas más en las notas finales.

El Alfabeto Hebreo Letra hebrea

Nombre

Equivalente en inglés

Álef

´

Bet

b (v)

Guímel

g

Dálet

d

He

h

Vau

w

Zain

z

Chet

h

Tet

t

Yod

y

Caf

k (kh con la h aspirada)

Lámed

l

Mem

m

Nun

n

Sámec

s

Ayín

´

Pe

p (ph)

Tsade

ts

Cof

q

Resh

r

Sin

s

Shin

sh (con la h aspirada)

Tau

t (th)

El hebreo del Antiguo Testamento tiene veintidós letras, todas consonantes; los rollos bíblicos más viejos no tenían vocales. Estos «puntos vocales», como se les llama, fueron inventados y colocados durante el siglo VII d.C. El hebreo se escribe de derecha a izquierda, lo opuesto a idiomas occidentales tales como español e inglés. Hemos empleado un sistema simplificado de transliteración (similar al que usan en el estado de Israel en tiempos modernos y las transliteraciones populares). Por ejemplo, cuando «bet» es pronunciado como la «v» en inglés, ponemos una «v» en la transliteración.

Transliteración de palabras griegas Nombre griego

Letra griega

Equivalente en inglés

alfa

α

a

beta

β

b

gamma

γ

g, ng

delta

δ

d

épsilon

ε

e (corta)

tseta

ζ

ts

eta

η

e (larga)

zeta

θ

z

iota

ι

i

kappa

κ

k

lambda

λ

l

mu

μ

m

nu

ν

n

xi

ξ

x

ómicron

ο

o

pi

π

p

rho

π

r

sigma

σ

s

tau

τ

t

ípsilon

υ

u, y

fi

φ

f

ji

χ

j

psi

ψ

ps

omega

ω

o (larga)

EL EVANGELIO SEGÚN MARCOS Introducción «Hay una lozanía y vigor en Marcos que atrae poderosamente la atención del lector cristiano, y le hace anhelar servir siguiendo en algo el ejemplo de su bendito Señor.»

August Van Ryn

I. Su singular puesto en el Canon Por cuanto Marcos es el Evangelio más breve y alrededor de un noventa por ciento de su material aparece también en Mateo, Lucas o ambos, ¿qué contribución da de la que no pudiésemos prescindir? En primer lugar, la brevedad y simplicidad periodística de Marcos hacen de su Evangelio una introducción ideal a la fe cristiana. En un nuevo campo misionero, Marcos es frecuentemente el primer libro traducido a un nuevo idioma. Pero no es sólo el estilo directo y activo lo que hace especial el Evangelio de Marcos — especialmente apropiado para los romanos y sus modernos representantes— sino también su contenido. Mientras Marcos narra mayormente los mismos acontecimientos que Mateo y Lucas — y algunos en exclusiva—, da unos ilustrativos detalles que no aparecen en los otros. Por ejemplo, menciona la forma en que Jesús miraba a los discípulos, cómo se indignaba y cómo andaba delante de los demás en el camino a Jerusalén. Es indudable que conoció estas cosas por medio de Pedro, con quien estuvo asociado hacia el fin de la vida de este último. Dice la tradición, y es probable que sea cierto, que el Evangelio de Marcos es esencialmente las reminiscencias de Pedro, lo que explicaría los detalles personales, la acción y el efecto del libro con su impacto de testimonio ocular. Es común la creencia de que Marcos es el joven que huyó desnudo (14:51), y que ésta es su modesta firma del libro (los títulos de los evangelios no fueron originalmente parte de los libros mismos). Por cuanto Juan Marcos vivía en Jerusalén y por supuesto no hay razón para contar este incidente si el joven no está relacionado de alguna manera con el Evangelio, esta tradición es probablemente correcta.

II. Paternidad La mayoría de los autores aceptan la antigua y unánime opinión de la iglesia de que el Segundo Evangelio fue escrito por Juan Marcos. Era hijo de María de Jerusalén, que tenía una casa que los cristianos empleaban como lugar de reunión. La evidencia externa en favor de ello es temprana, fuerte y procede de diversos lugares del imperio. Papías (alrededor del 110 d.C.) cita al Anciano Juan (probablemente el Apóstol Juan, aunque podría tratarse de otro primitivo discípulo) como diciendo que lo escribió Marcos, el compañero de Pedro. Justino Mártir, Ireneo, Tertuliano, Clemente de Alejandría, Orígenes y el Prólogo Antimarcionita de Marcos concuerdan unánimes en ello.

La evidencia interna de paternidad marcana, aunque no es extensa, sí que concuerda con esta tradición universal del cristianismo primitivo. El escritor evidentemente conocía bien Palestina, especialmente Jerusalén. (Los relatos tocantes al Aposento Alto son más detallados que en los otros Evangelios: ¡y no sería sorprendente si se tratase del hogar de su niñez!) Este evangelio muestra un cierto trasfondo arameo (el lenguaje de Palestina), se comprenden las costumbres judías, y la vívida narración sugiere un estrecho vínculo con un testigo ocular. El bosquejo del contenido del libro es paralelo al sermón de Pedro en Hechos 10. La tradición de que Marcos lo escribió en Roma queda ilustrada por el mayor número de términos latinos en su evangelio que en los otros (como centurion, census, denarius, legion y prætorium). Diez veces en el NT nuestro autor es mencionado por su nombre gentil (o latino), Marcos, y tres veces por su nombre combinado judío y gentil, Juan Marcos. Marcos, el «siervo» o ayudante primero de Pablo, luego de su tío Bernabé, y según una fiable tradición, de Pedro antes de su muerte, era una persona ideal para escribir el Evangelio del Siervo Perfecto.

III. Fecha La fecha de Marcos es debatida incluso por los académicos conservadores y creentes bíblicos. Aunque no se puede fijar ninguna fecha con certidumbre, se indica una fecha anterior a la destrucción de Jerusalén. La tradición está dividida acerca de si Marcos escribió la predicación de Pedro acerca de la vida de nuestro Señor antes de la muerte del apóstol (antes del 64–68) o después de ella. De modo especial, si Marcos es el primer Evangelio escrito, como enseñan actualmente la mayoría, es necesaria una fecha temprana para que Lucas hubiese empleado su material. Algunos eruditos datan Marcos a principios de los 50, pero una fecha entre el 57 y 60 parece bastante probable.

IV. Trasfondo y tema En este evangelio tenemos la maravillosa historia del perfecto Siervo de Dios, nuestro Señor Jesucristo. Es la historia de Aquel que dejó de lado la exhibición externa de Su gloria en el cielo y asumió la forma de un Siervo en la tierra (Fil. 2:7). Es la incomparable historia de Aquel que «no vino a ser servido, sino a servir y a dar Su vida como rescate por muchos» (Mr. 10:45). Si recordamos que este Perfecto Siervo no era otro que Dios el Hijo, y que Él se ciñó bien dispuesto el delantal de un esclavo, haciéndose Siervo de hombres, el Evangelio lucirá con un esplendor incesante. Aquí vemos al encarnado Hijo de Dios viviendo como un Hombre dependiente en la tierra. Todo lo que hizo lo hizo con perfecta obediencia a la voluntad de Su Padre, y todas Sus poderosas obras fueron llevadas a cabo en el poder del Espíritu Santo. El autor, Juan Marcos, fue un siervo del Señor que comenzó bien, se eclipsó por un tiempo (Hch. 15:38) y fue finalmente restaurado a la utilidad (2 Ti. 4:11).

El estilo de Marcos es rápido, enérgico y conciso. Destaca los hechos del Señor más que Sus palabras, lo que es evidenciado por el hecho de que registra diecinueve milagros, pero solamente cuatro parábolas. Al estudiar este evangelio, trataremos de descubrir tres cosas: (1) ¿Qué es lo que nos dice? (2) ¿Qué significa? (3) ¿Qué lección encuentro ahí para mí? Este evangelio demostrará ser un valioso manual de servicio para todos los que anhelan ser verdaderos y fieles siervos del Señor.

BOSQUEJO I. LA PREPARACIÓN DEL SIERVO (Cap. 1:1–13) II. EL MIMISTERIO TEMPRANO DEL SIERVO EN GALILEA (Caps. 1:14–3:12) III. EL LLAMAMIENTO E INSTRUCCIÓN DE LOS DISCÍPULOS POR PARTE DEL SIERVO (Caps.3:13–8:38) IV. EL VIAJE DEL SIERVO A JERUSALÉN (Caps. 9, 10) V. EL MINISTERIO DEL SIERVO EN JERUSALÉN (Caps. 11, 12) VI. EL SERMÓN DEL SIERVO EN EL OLIVETE (Cap. 13) VII. LA PASIÓN Y MUERTE DEL SIERVO (Caps. 14, 15) VIII. EL TRIUNFO DEL SIERVO (Cap. 16)

Comentario I. LA PREPARACIÓN DEL SIERVO (Cap. 1:1–13) A.

El precursor del Siervo prepara el camino (1:1–8)

1:1 El tema de Marcos es las buenas nuevas acerca de Jesucristo, Hijo de Dios. Por cuanto su propósito es enfatizar el papel de siervo del Señor Jesús, comienza no con una genealogía, sino con el ministerio público del Salvador. Y esto fue anunciado por Juan el Bautista, el heraldo de las buenas nuevas. 1:2–3 Tanto Malaquías como Isaías predijeron que un mensajero precedería al Mesías, llamando al pueblo a quedar moral y espiritualmente preparado para Su venida (Mal. 3:1; Is. 40:3). Juan el Bautista cumplió estas profecías. Él era el «mensajero… Voz de uno que clama en el desierto». 1:4 Su mensaje era que el pueblo había de arrepentirse (cambiar su forma de pensar y dejar sus pecados) para recibir la remisión de pecados. En caso contrario no estarían en la posición de recibir al Señor. Sólo las personas santas pueden apreciar al Santo Hijo de Dios. 1:5 Cuando sus oyentes se arrepentían, Juan los bautizaba como una expresión eterna de su giro radical. El bautismo los separaba públicamente de la masa nacional de Israel que había dejado al Señor. Los unía a un remanente dispuesto a recibir al Cristo. Por el versículo 5 podría parecer que la respuesta a la predicación de Juan fue universal. No fue así. Puede que hubiese un movimiento inicial de entusiasmo, con multitudes saliendo al desierto para escuchar al encendido predicador, pero la mayoría no confesaron

genuinamente sus pecados ni los dejaron. Esto se hará evidente al ir progresando la narración. 1:6 ¿Qué clase de hombre era Juan? En la actualidad le llamarían un fanático y un asceta. Su hogar era el desierto. Su vestimenta, como la de Elías, estaba hecha con el material más simple y burdo. Su alimento era el suficiente para mantener su vida y sus fuerzas, pero desde luego no era nada de lujo. Era un hombre que subordinaba todas las cosas a la gloriosa tarea de dar a conocer a Cristo. Quizá hubiese podido ser rico, pero escogió ser pobre. De esta manera vino a ser el adecuado heraldo de Aquel que no tuvo donde reposar Su cabeza. Aquí aprendemos que la simplicidad debería ser una característica de todos los siervos del Señor. 1:7 Su mensaje era la superioridad del Señor Jesús. Dijo que Jesús era mayor en poder, excelencia persona y ministerio. Juan no se consideraba digno de desatar… la correa de las sandalias del Salvador —una tarea servil de esclavo—. La predicación dirigida por el Espíritu siempre exalta al Señor Jesús y destrona el yo. 1:8 El bautismo de Juan era con agua. Era un símbolo externo, y no producía ningún cambio en la vida de la persona. Jesús los bautizaría con Espíritu Santo; este bautismo produciría un gran influjo de poder espiritual (Hch. 1:8). También incorporaría a todos los creyentes a la iglesia, el cuerpo de Cristo (1 Co. 12:13).

B.

El Precursor bautiza al Siervo (1:9–11)

1:9 Los denominados treinta años de silencio en Nazaret habían llegado a su fin. El Señor Jesús estaba listo para entrar en Su ministerio público. Primero viajó los aproximadamente cien kilómetros de Nazaret al Jordán cerca de Jericó. Allí fue bautizado por Juan. En Su caso, naturalmente, no hubo arrepentimiento, porque no había pecados que confesar. Para el Señor, el bautismo fue un acto simbólico representando Su bautismo final en muerte en el Calvario y Su resurrección de los muertos. Así, ya al mismo inicio de Su ministerio público, se dio esta vívida prefiguración de una cruz y de un sepulcro vacío. 1:10–11 Tan pronto como subió del agua, vio que se rasgaban los cielos, y al Espíritu como paloma que descendía sobre él. Se dejó oír la voz de Dios Padre, reconociendo a Jesús como Su Hijo amado. Nunca hubo un momento en la vida de nuestro Señor en la que no estuviese lleno del Espíritu Santo. Pero ahora el Espíritu Santo vino sobre él, ungiéndole para el servicio y dotándole de poder. Fue un ministerio especial del Espíritu, de preparación para los tres años de servicio que tenía por delante. El poder del Espíritu Santo es indispensable. Una persona puede ser educada, tener talento y elocuencia, pero sin aquella misteriosa cualidad que llamamos «unción», su servicio carece de vida, es ineficaz. La pregunta es elemental: «¿He tenido una experiencia del Espíritu Santo, dándome energía para el servicio del Señor?

C.

El Siervo, tentado por Satanás (1:12–13)

El Siervo de Jehová fue tentado por Satanás en el desierto durante cuarenta días. El Espíritu de Dios lo condujo a este encuentro: no para ver si Él iba a pecar, sino para demostrar que no podía pecar. Si Jesús hubiese podido pecar como Hombre en la tierra,

¿qué seguridad podíamos tener nosotros de que Él no puede pecar ahora como Hombre en el cielo? ¿Por qué dice Marcos que estuvo con las fieras? ¿Acaso estos animales estaban energizados por Satanás para tratar de destruir al Señor? ¿O eran dóciles en presencia de su Creador? Sólo podemos hacer que preguntas. Los ángeles le sirvieron al final de los cuarenta días (cf. Mt. 4:11); no comió nada durante la tentación (Lc. 4:2). Las pruebas son cosa inevitable para el creyente. Cuanto más de cerca sigue uno al Señor, tanto más intensas serán. Satanás no malgasta su pólvora con los cristianos nominales, sino que descarga sus cañones contra los que están ganando terreno en la guerra espiritual. No es pecado ser tentado. El pecado reside en ceder a la tentación. Con nuestras propias fuerzas, no podemos resistir. Pero el Espíritu Santo, que mora en nosotros, es el poder del creyente para someter las más tenebrosas pasiones.

II. EL MINISTERIO TEMPRANO DEL GALILEA (Caps. 1:14–3:12) A.

SIERVO EN

El Siervo emprende Su ministerio (1:14–15)

Marcos pasa por alto el ministerio judeano del Señor (véase Jn. 1:1–4:54) y comienza con el gran ministerio galileo, un periodo de un año y nueve meses (1:14–9:50). Luego trata brevemente acerca de la última parte del ministerio en Perea (10:1–10:45) antes de pasar a la última semana en Jerusalén. Jesús vino a Galilea predicando las buenas nuevas del reino de Dios. Su mensaje específico era que: 1. El tiempo se había cumplido. Según el calendario profético, había fijada una fecha para la aparición pública del rey. Había ya llegado. 2. El reino de Dios se había acercado; el Rey estaba presente y estaba haciendo un ofrecimiento genuino del reino a la nación de Israel. El reino se había acercado en el sentido de que el Rey había aparecido en escena. 3. Se llamaba a los hombres a arrepentirse y a creer en el evangelio. Para poder entrar en el reino, tenían que dar un giro acerca del pecado, y creer las buenas nuevas acerca del Señor Jesús.

B.

Cuatro Pescadores son llamados (1:16–20)

1:16–18 Mientras pasaba junto a la orilla del mar de Galilea, Jesús vio a Simón y a Andrés pescando. Ya antes se había encontrado con ellos; de hecho, habían llegado a ser Sus discípulos en el mismo inicio de Su ministerio (Jn. 1:40, 41). Ahora los llamó para que estuviesen con Él, prometiendo hacer de ellos pescadores de hombres. Inmediatamente, dejaron su lucrativo negocio de pesca para seguirlo. Su obediencia fue pronta, sacrificial y absoluta.

MILAGRO:

LIBERACIÓN DE:

1.

Curación del hombre con espíritu inmundo (1:23–26).

1.

La impureza del pecado.

2.

Curación de la suegra de Simón (1:29–31).

2.

La febril agitación del pecado.

3.

Curación del leproso (1:40–45).

3.

La inmundicia del pecado.

4.

Curación del paralítico (2:1–12).

4.

La impotencia causada por el pecado.

5.

Curación del hombre con una mano seca (3:1–5).

5.

La inutilidad causada por el pecado.

6.

Liberación (5:1–20).

6.

La miseria, violencia y terror del pecado.

7.

La mujer con el flujo de sangre (5:25–34).

7.

El poder del pecado para eliminar la vitalidad de la vida.

8.

La resurrección de la hija de Jairo (5:21–24; 35–43).

8.

La muerte espiritual causada por el pecado.

9.

Curación de la hija de la mujer siro-fenicia (7:24–30).

9.

El dominio del pecado y de Satanás.

10.

Curación del sordomudo (7:31– 37).

10.

La incapacidad para oír la Palabra de Dios y de hablar de cosas espirituales.

11.

Curación del ciego (8:22–26).

11.

La ceguera a la luz del evangelio.

12.

Curación del muchacho endemoniado (9:14–29).

12.

La crueldad del dominio de Satanás.

13.

Curación del ciego Bartimeo (10:46–52).

13.

del

endemoniado

El estado de ceguera y miseria al que reduce el pecado.

Pescar es un arte, e igual ganar almas. 1. Demanda paciencia. A menudo hay solitarias horas de espera. 2. Demanda habilidad en el empleo del cebo, artes o redes. 3. Demanda discernimiento y sentido común para ir adonde están los peces. 4. Demanda persistencia. Un buen pescador no se desanima tan fácilmente. 5. Demanda discreción. La mejor política es evitar perturbaciones y mantener el yo en segundo término.

Nos hacemos pescadores de hombres siguiendo a Cristo. Cuanto más seamos semejantes a Él, tanto más éxito tendremos en ganar a otros para Él. Nuestra responsabilidad es seguirle: Él ya se cuidará de lo demás. 1:19–20 Un poco más adelante, el Señor Jesús encontró a Jacobo y a Juan, hijos de Zebedeo, que estaban remendando las redes. Tan pronto como los llamó, ellos se despidieron de su padre y se fueron en pos del Señor. Cristo sigue llamando a los hombres a que lo dejen todo y le sigan (Lc. 14:33). No se les debe permitir ni las posesiones ni a los padres que impidan la obediencia.

C.

Un Espíritu Inmundo echado fuera (1:21–28)

Los versículos 21–34 describen un día normal en la vida del Señor. Un milagro seguía a otro al ir el Gran Médico sanando a los endemoniados y a los enfermos. Los milagros de sanidad del Salvador ilustran cómo Él libera a los hombres de los temidos resultados del pecado. Esto queda ilustrado en la tabla adjunta. Aunque el predicador del evangelio no sea llamado en la actualidad a obrar estos actos de sanidad física, está llamado constantemente a hacer frente a sus correspondientes dolencias espirituales. ¿Acaso no son éstas las mayores obras que mencionó el Señor Jesús en Juan 14:12: «El que cree en mí, las obras que yo hago, también él las hará; y aún hará mayores que éstas»? 1:21–22 Pero volvamos ahora a la narración de Marcos. En Capernaúm, Jesús entró en la sinagoga, y comenzó aquel sábado a enseñar. Los concurrentes se apercibieron de que no se trataba de un maestro ordinario. Había un verdadero poder en Sus palabras, a diferencia de los escribas, que iban recitando mecánicamente. Sus sentencias eran saetas del Omnipotente; Sus lecciones impactaban, convencían y desafiaban. Los escribas eran dispensadores de una religión de segunda mano. No había irrealidad en la enseñanza del Señor Jesús. Tenía derecho a decir lo que decía, porque vivía lo que enseñaba. Todo aquel que enseña la Palabra de Dios debería hablar con autoridad o no hablar en absoluto. Dice el Salmista: «Yo creí, por tanto he hablado» (Sal. 116:10, V.M.). Pablo se hizo eco de estas palabras en 2 Corintios 4:13. Su mensaje nacía de una profunda convicción. 1:23 En la sinagoga de ellos había un hombre endemoniado, en quien habitaba un demonio. Este demonio es descrito como un espíritu inmundo. Esto significa probablemente que el espíritu manifestaba su presencia llevando al hombre a la impureza física o moral. Que nadie confunda la posesión demoniaca con varias formas de locura. Ambas cosas son separadas y distintas. Una persona poseída por un demonio es en realidad habitada y controlada por un mal espíritu. Esta persona puede llevar a cabo frecuentemente actos sobrenaturales y a menudo se vuelve violenta o blasfema cuando se la confronta con la Persona y obra del Señor Jesucristo. 1:24 Observemos que el mal espíritu reconoció a Jesús y habló de Él como el nazareno y el Santo de Dios. Observemos también el cambio de pronombre, del plural al singular: «¿Qué tenemos que ver contigo …? ¿Has venido a destruirnos? Sé quien eres…» Al principio, el demonio habla como si fuese unido al hombre; luego habla por sí mismo. 1:25–26 Jesús no estaba dispuesto a aceptar el testimonio de un demonio, ni siquiera si era verdadero. Por esta causa, ordenó al espíritu malo, ¡Cállate!, y a renglón seguido que

saliese del hombre. Tiene que haber sido un extraño espectáculo ver al hombre agitarse convulsivamente y oír el grito horripilante del demonio al abandonar a su víctima. 1:27–28 El milagro causó asombro. Para la gente era cosa nueva y asombrosa que con una mera orden un hombre pudiese sacar un demonio. ¿Era esto —se preguntaban— el comienzo de una nueva escuela de enseñanza religiosa? Las nuevas del milagro se extendieron rápidamente por toda la comarca circunvecina de Galilea. Antes de abandonar esta porción, observemos tres cosas: 1. Evidentemente, la Primera Venida de Cristo suscitó un gran estallido de actividad demoniaca en la tierra. 2. El poder de Cristo sobre todos estos malos espíritus es la figura de Su final triunfo sobre Satanás y todos sus agentes. 3. Allí donde Dios obra, Satanás se opone. Todos los que intenten servir al Señor pueden esperar oposición a cada paso. «Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra dominadores de este mundo de tinieblas, contra huestes de maldad en las regiones celestes» (Ef. 6:12).

D.

La curación de la suegra de Pedro (1:29–31)

«Inmediatamente», o términos sinónimos como «al instante», «en seguida», etc., son una de las palabras características de este Evangelio que pone el énfasis en el carácter de siervo del Señor Jesús. 1:29–30 Desde la sinagoga, nuestro Señor se dirigió a casa de Simón. Inmediatamente que hubo llegado, supo que la suegra de Simón estaba acostada con fiebre. El v. 30 dice que en seguida le hablaron de ella. No perdieron el tiempo para llevar su necesidad a la atención del Médico. 1:31 Sin decir más, Jesús se acercó, y tomándola de la mano, la ayudó a ponerse en pie. Quedó sanada en el acto. Por regla general, una fiebre deja a la persona debilitada. En este caso, el Señor no solamente la sanó de la fiebre, sino que le dio fuerzas inmediatas para servir. Y ella comenzó a servirles. Dice J. R. Miller: Cada persona enferma que es restaurada, sea de una manera ordinaria o extraordinaria, debería apresurarse a consagrar al servicio de Dios la vida que le ha sido devuelta. … Muchas personas están siempre suspirando por oportunidades para servir al Señor, imaginándose algún gran y espléndido servicio que les gustaría dar. Y mientras tanto dejan que se les escurran entre las manos aquellas mismas cosas que Cristo quiere que hagan para servirle. El verdadero servicio a Cristo es hacer ante todo y a conciencia los deberes diarios. Es digno de tener en cuenta que en cada uno de los milagros de sanidad, el Salvador actúa de manera diferente. Esto nos recuerda que no hay dos conversiones exactamente iguales. Cada persona ha de ser tratada sobre una base individual. El hecho de que Pedro tuviese suegra muestra que la idea de un celibato sacerdotal era cosa ajena a aquellos tiempos. Es una tradición de los hombres que no encuentra respaldo en la Palabra de Dios y que suscita una multitud de males.

E.

Sanando al ponerse el Sol (1:32–34)

Durante el día se habían extendido las noticias de la presencia del Salvador. En tanto que fuese sábado, la gente no se atrevía a llevar los necesitados a Él. Pero cuando se puso el sol y había terminado el sábado, hubo un apiñamiento ante la puerta de la casa de Pedro. Allí, los enfermos y endemoniados experimentaron el poder que libera de toda clase y forma de pecado.

F.

Predicando por toda Galilea (1:35–39)

1:35 Jesús se levanto cuando aún estaba muy oscuro, y salió a un lugar donde podría estar libre de distracciones y pasar el tiempo en oración. El Siervo de Jehová abría cada día Su oído para recibir instrucciones para el día de parte de Dios Padre (Is. 50:4, 5). Si el Señor Jesús sentía la necesidad de este tiempo a solas a primera hora de la mañana, ¡cuánto más nosotros! Observemos también que se puso a orar cuando le costaba algo; se había levantado de madrugada, cuando aún estaba muy oscuro. La oración no debería ser cosa de conveniencia personal, sino de autodisciplina y sacrificio. ¿Sirve esto de explicación de que tanto de nuestro servicio sea ineficaz? 1:36–37 Para cuando se levantaron Simón y los demás, la multitud ya estaba reunida delante de la casa. Los discípulos fueron a comunicarle al Señor Su creciente popularidad. 1:38 Sorprendentemente, no volvió entonces a la ciudad, sino que tomó a los discípulos a los pueblos vecinos, explicando que debía predicar también allí. ¿Por qué no volvió a Capernaúm? 1. Ante todo, había estado en oración y había llegado a saber lo que Dios quería que hiciese aquel día. 2. Segundo, se dio cuenta de que el movimiento popular en Capernaúm era superficial. El Salvador nunca fue atraído por grandes multitudes. Miraba más abajo de la superficie para ver lo que había en sus corazones. 3. Conocía el peligro de la popularidad y enseñó a los discípulos, mediante Su ejemplo, a cuidarse cuando todos los hombres hablasen bien de ellos. 4. Evitó constantemente toda demostración superficial o emocional que hubiese puesto la corona por delante de la cruz. 5. Su gran énfasis estaba en la predicación de la Palabra. Los milagros de sanidad, aunque tenían la intención de aliviar la miseria humana, tenían el propósito de centrar la atención en la predicación. 1:39 Así que Jesús salió … a recorrer toda la Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios. Combinaba la predicación y la práctica, el decir y hacer. Es interesante ver con cuánta frecuencia echó demonios en las sinagogas. ¿Se corresponderían las iglesias liberales de la actualidad con las sinagogas?

G.

La Purificación de un Leproso (1:40–45)

El relato acerca de un leproso nos da un ejemplo instructivo de la oración a la que Dios responde:

1. Era ferviente y desesperada —suplicándole. 2. Era reverente —arrodillándose. 3. Era humilde y sumisa —«Si quieres». 4. Era creyente —«puedes». 5. Reconocía su necesidad —«limpiarme». 6. Era específica —no «bendíceme», sino «límpiame». 7. Era personal —«límpiame». 8. Era breve —cinco palabras en el original. ¡Observemos lo que sucedió! Jesús fue movido a compasión. Nunca leamos estas palabras sin un sentimiento de exultación y gratitud. Extendió la mano. ¡Piensa en esto! La mano de Dios extendida en respuesta a una oración humilde y creyente. Le tocó. Bajo la ley, una persona quedaba ceremonialmente impura si tocaba un leproso. Además, había un cierto peligro de contraer la enfermedad. Pero el Santo Hijo de Dios se identificó con las miserias de la humanidad, eliminando las consecuencias del pecado sin quedar contaminado por ellas. Le dijo: Quiero. Está más dispuesto Él a sanar que nosotros a ser sanados. Luego, ¡queda limpio! En un instante la piel del leproso quedó suave y sana. Prohibió publicar el milagro hasta que primero el hombre hubiera aparecido ante el sacerdote y hubiera efectuado el sacrificio requerido (Lv. 14:2ss). Esto era una prueba en primer lugar de la obediencia del hombre. ¿Lo haría tal como le había sido mandado? No, no lo hizo. Publicó su caso, y el resultado fue que estorbó la obra del Señor (v. 45). Era también una prueba del discernimiento del sacerdote. ¿Se daría cuenta de que había llegado el Mesías largamente esperado, obrando maravillosos milagros de sanidad? Si era un típico representante de la nación de Israel, no se daría cuenta. Una vez más, vemos que Jesús se retiró de las multitudes y que ministraba en los lugares despoblados. No medía el éxito mediante los números.

H.

Curación de un Paralítico (2:1–12)

2:1–4 Poco después, el Señor entró… en Capernaúm… y se reunieron muchos delante de la casa donde Él estaba. Había corrido rápidamente la voz, y la gente estaba anhelante para ver al Obrador de Milagros en acción. Siempre que Dios se mueve con poder, la gente se siente atraída. El Salvador les hablaba fielmente la palabra al agolparse ellos frente a la puerta. Detrás de aquella multitud había un paralítico, llevado por cuatro amigos suyos en una improvisada camilla. La muchedumbre impedía que pudiese llegar cerca del Señor Jesús. Generalmente, hay estorbos para llevar a otros a Jesús. Pero la fe está llena de ingenio. Los cuatro camilleros subieron por las escaleras exteriores a la terraza, abrieron un boquete en el techo, y bajaron la camilla al piso de abajo —quizás a un patio central— llevándole cerca del Hijo de Dios. Alguien ha dado a estos cuatro amigos los sobrenombres de Simpatía, Cooperación, Originalidad y Persistencia. Cada uno de nosotros deberíamos esforzarnos en ser un amigo que exhibiese estas cualidades.

2:5 Jesús, impresionado ante la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados. Éstas debieron parecer unas palabras muy extrañas. Era una cuestión de parálisis, y no de pecado, ¿no? Sí, pero Jesús fue más allá de los síntomas, a la causa. No podía sanar el cuerpo y descuidar el alma. No iba a dar remedio a una dolencia temporal y dejar intocada una dolencia eterna. Por eso dijo: Tus pecados te son perdonados. Fue un anuncio maravilloso. Ahora bien, a este hombre le fueron perdonados sus pecados sobre esta tierra —en esta vida—. No tuvo que esperar hasta el Día del Juicio. Tuvo la certidumbre actual del perdón. Y así sucede con todos los que ponen su fe en el Señor Jesús. 2:6–7 Los escribas se dieron cuenta en el acto de las implicaciones de esta declaración. Estaban suficientemente instruidos en la doctrina de la Biblia como para saber que el único que puede perdonar pecados es Dios. Todo aquel que profesase perdonar pecados, por tanto, estaba declarando ser Dios. Hasta este punto, la lógica de ellos era correcta. Pero en lugar de reconocer al Señor Jesús como Dios, le acusaron en sus corazones de decir blasfemias. 2:8–9 Jesús leyó sus pensamientos, lo que por sí es prueba de Su poder sobrenatural. Les hizo esta provocativa pregunta: «¿Qué es más fácil, pronunciar perdonados los pecados de alguien, o curar su parálisis?» En realidad, es tan fácil decir una cosa como la otra. Pero humanamente hablando es igual de imposible hacer tanto lo uno como lo otro. 2:10–12 El Señor ya había pronunciado el perdón de los pecados de aquel hombre. Sí, pero, ¿había ya tenido lugar? Los escribas no podían ver perdonados los pecados de aquel hombre, y por ello no querían creer. Para demostrar que los pecados de aquel hombre ya Nunca antes habían visto nada como aquello. Pero, a pesar de la evidencia más abrumadora habían sido perdonados, el Salvador dio a los escribas algo que sí podrían ver. Le mandó al paralítico que se levantase, que tomase su camilla y que anduviese. Todos se asombraron., los escribas no creyeron. La creencia involucra la voluntad, y ellos no querían creer.

I.

El llamamiento de Leví (2:13–17)

2:13, 14 Fue mientras estaba enseñando a la orilla del mar que Jesús vio a Leví cobrando impuestos. Conocemos a Leví como Mateo, el que posteriormente escribió el primer Evangelio. Era judío, pero su ocupación era muy antijudía, ¡siendo que cobraba tributos para el aborrecido gobierno romano! Estos hombres no se destacaban siempre por su honradez: de hecho, eran menospreciados, lo mismo que las rameras, como lo peor de la sociedad. Pero es para el crédito eterno de Leví que cuando oyó el llamamiento de Cristo, lo dejó todo y le siguió. Que cada uno de nosotros seamos como él en esta obediencia instantánea e incondicional. En aquel momento pudo parecer un gran sacrificio, pero en la eternidad se verá que no fue en absoluto tal sacrificio. Como dijo el mártir misionero Jim Elliot: «No es un insensato aquel que da lo que no puede guardar, para lograr lo que no puede perder». 2:15 Se celebró un banquete en casa de Leví, porque el nuevo discípulo quería presentar sus amigos al Señor Jesús. La mayoría de sus amigos eran como él —cobradores de impuestos y pecadores—. Jesús aceptó la invitación de estar con ellos. 2:16 Los escribas y fariseos pensaron que le habían atrapado en una falta grave. En lugar de ir directamente a Él, fueron a sus discípulos, e intentaron minar la confianza y

lealtad de ellos. ¿Qué era esto, que su Maestro comía y bebía con los cobradores de impuestos y pecadores? 2:17 Al oír esto Jesús, les recordó que los sanos no precisan de médico, sino los enfermos. Los escribas pensaban que ellos estaban sanos, y por ello no reconocían la necesidad que tenían del Gran Sanador. Los cobradores de impuestos y pecadores admitían su culpa y necesidad de ayuda. Jesús vino a llamar a los pecadores como ellos —no a los que pretendían ser justos. Aquí tenemos una lección. No deberíamos encerrarnos en comunidades cristianizadas. Más bien, deberíamos intentar hacer amistad con los impíos para llevarlos a nuestro Señor y Salvador. Al hacer amistad con pecadores, no deberíamos hacer nada que pusiese en compromiso nuestro testimonio, ni dejar que los inconversos nos arrastrasen a su nivel. Deberíamos tomar la iniciativa para conducir la amistad por canales positivos de utilidad espiritual. Sería más fácil aislarnos de un mundo malvado, pero Jesús no lo hizo, y tampoco deberíamos hacerlo nosotros, Sus seguidores. Los escribas pensaron que destruirían la reputación del Señor llamándolo amigo de pecadores. Pero eso que ellos querían designar como una injuria ha venido a ser un tributo de amor. Todos los redimidos lo reconocen dichosos como el amigo de los pecadores, y le amarán eternamente por ello.

J.

Controversia acerca del ayuno (2:18–22)

2:18 Los discípulos de Juan el Bautista y los de los fariseos practicaban el ayuno como rito religioso. En el AT había sido instituido como expresión de profundo dolor. Pero había perdido mucho de su significado y había llegado a ser un ritual rutinario. Se dieron cuenta de que los discípulos de Jesús no ayunaban, y quizá había un sentimiento de envidia y de autocompasión en sus corazones cuando le pidieron explicación al Señor. 2:19–20 En la contestación, el Señor comparó a Sus discípulos a compañeros de un novio. Él mismo era el Novio. Mientras él estuviese con ellos, no había causa para una exhibición externa de dolor. Pero vendrían días cuando el novio les sería quitado, y entonces tendrían ocasión de ayunar. 2:21 Inmediatamente, el Señor añadió dos ilustraciones para anunciar la llegada de una Nueva Era incompatible con la anterior. La primera ilustración involucraba un remiendo nuevo hecho de un paño no encogido. Si se empleaba para arreglar un vestido viejo, inevitablemente encogería y alguna parte tendría que ceder. El vestido, de una tela más vieja, será más débil que el remiendo, y se romperá en cuanto se le ponga el remiendo. Jesús estaba comparando la Antigua Dispensación con el vestido viejo. Dios nunca tuvo la intención de que el cristianismo fuese un remiendo del judaísmo: era un nuevo punto de partida. El dolor de la Vieja Era, expresado en el ayuno, había de dejar el paso al gozo de la Nueva. 2:22 La segunda ilustración involucraba vino nuevo en odres viejos. Los odres de cuero perdían su capacidad de expandirse. Si se ponía vino nuevo en ellos, la presión acumulada debido a la fermentación reventaría los odres. El nuevo vino tipifica el gozo y poder de la fe cristiana. Los odres viejos representan las formas y los ritos del judaísmo. El vino nuevo precisa de odres nuevos. No serviría que los discípulos de Juan y de los fariseos pusiesen a los seguidores del Señor bajo la esclavitud de un ayuno lleno de dolor, como se practicaba. Se debía permitir la expresión del gozo y de la efervescencia de la nueva vida.

El cristianismo siempre ha sufrido por el intento de los hombres de mezclarlo con el legalismo. El Señor Jesús enseñaba que ambas cosas son incompatibles. La Ley y la Gracia son principios opuestos.

K.

Controversia acerca del sábado (2:23–28)

2:23–24 Este incidente ilustra el conflicto que Jesús acababa justo de enseñar entre las tradiciones del judaísmo y la libertad del evangelio. Sucedió que él pasaba por los sembrados en sábado, y sus discípulos recogieron algunas espigas para comer. Esto no violaba ninguna ley de Dios. ¡Pero según las tradiciones meticulosas de los ancianos, los discípulos habían quebrantado el Sábado al «segar» y quizá incluso al «trillar» (al frotar el grano con sus manos para eliminar la cáscara)! 2:25–26 El Señor les respondió empleando un incidente del AT. David, aunque había sido ungido como rey, había sido rechazado, y en lugar de reinar estaba siendo cazado como una perdiz. Un día, cuando se había quedado sin provisiones, fue a la casa de Dios y empleó los panes de la proposición para alimentar a sus hombres y a él mismo. De ordinario, el pan de la proposición estaba prohibido a todos, menos a los sacerdotes, y sin embargo David no fue reprendido por Dios por hacer esto. ¿Por qué? Porque las cosas no estaban bien en Israel. Mientras David no recibiese su lugar legítimo como rey, Dios le permitía hacer lo que de ordinario sería ilegal. Y así era con el Señor Jesús. Aunque ungido, no estaba reinando. El mismo hecho de que Sus discípulos tuviesen que recoger espigas mientras andaban mostraba que las cosas no estaban bien en Israel. Los fariseos mismos debieran haber estado dando hospitalidad a Jesús y a Sus discípulos, en lugar de criticarlos. Si David hubiese realmente quebrantado la ley al comer el pan de la proposición, y no fue reprendido por Dios, mucho más inocentes eran los discípulos que, bajo similares condiciones, no habían quebrantado nada más que las tradiciones de los ancianos. En el versículo 26 podemos ver que David comió los panes de la proposición cuando Abiatar era sumo sacerdote. Según 1 Samuel 21:1, Ahimelec era sacerdote en aquel tiempo. Abiatar era su padre. Puede ser que la lealtad del sumo sacerdote para con David le influyese a permitir esta insólita desviación de la ley. 2:27–28 Nuestro Señor terminó Su discurso recordando a los fariseos que el sábado había sido instituido por Dios para beneficio del hombre, y no para su servidumbre. Y añadió que el Hijo del Hombre es también señor del sábado: Él era quien al principio había promulgado el sábado. Por ello, tenía la autoridad para decidir qué era permisible y qué no era permisible en aquel día. Desde luego, el sábado nunca fue dado con la intención de prohibir actividades de necesidad o actos de misericordia. Los cristianos no están obligados a guardar el sábado. Este día fue dado a la nación de Israel. El día distintivo del cristianismo es el Día del Señor, el primer día de la semana. Sin embargo, no es un día que incorpore una lista legalista de harás y no harás. Más bien se trata de un día de privilegio, en el que, libres de actividades seculares, los cristianos pueden adorar, servir y cuidarse de cultivar sus almas. Para nosotros no se trata de: «¿Está mal hacer esto en el Día del Señor?», sino de: «¿cómo puedo emplear mejor este día para gloria de Dios, para bendición de mi prójimo, y para mi bien espiritual?».

L.

El Siervo sana en Sábado (3:1–6)

3:1–2 Otro caso de prueba surgió durante un sábado. Al entrar Jesús en la sinagoga, se encontró con un hombre que tenía seca una mano. Esto hizo que apareciese la pregunta: «¿Le sanaría Jesús en sábado?» Si lo hacía, los fariseos tendrían de qué acusarle —o esto se pensaban—. Imaginemos esta hipocresía e insinceridad de ellos. No podían hacer nada para ayudar a este hombre, y se resentían de que alguien pudiese. Buscaban alguna razón mediante la que condenar al Señor de la vida. Si sanaba en sábado, se lanzarían sobre Él como una jauría de lobos. 3:3–4 El Señor le dijo al hombre: Levántate y ponte en medio. El ambiente estaba cargado de expectación. Y les dijo a los fariseos: ¿Es lícito en sábado hacer bien, o hacer mal; salvar una vida, o matar? Su pregunta reveló la maldad de los fariseos. Ellos creían que estaba mal para Él hacer un milagro de sanidad en sábado, ¡pero que no estaba mal para ellos planear Su destrucción en día de sábado! 3:5 ¡No es sorprendente que no respondiesen! Después de un apurado silencio, el Salvador mandó a aquel hombre que extendiese la mano. Al hacerlo, le volvió toda su fuerza, la carne se expandió hasta el tamaño normal, y desaparecieron las arrugas. 3:6 Esto era más de lo que podían soportar los fariseos. Salieron y entraron en contacto con los herodianos, sus enemigos tradicionales, a tramar con ellos para ver cómo destruir a Jesús. Seguía siendo sábado. Herodes había ordenado la muerte de Juan el Bautista. Quizá su partido tendría igual éxito en dar muerte a Jesús. Ésta era la esperanza de los fariseos.

M.

Unas Grandes Multitudes se apiñan en torno al Siervo (3:7–12)

3:7–10 Saliendo de la sinagoga, Jesús se retiró al mar de Galilea. En la Biblia, el mar simboliza a menudo a los gentiles. Por ello, Su acción podría representar Su alejamiento de los judíos para ir a los gentiles. Le siguió una gran multitud, no sólo de Galilea, sino también de lugares distantes. La multitud era tan grande que Jesús pidió una barca para poder apartarse de la ribera, para evitar ser aplastado por los que acudían a Él para ser sanados. 3:11–12 Cuando unos espíritus inmundos en la multitud gritaron que Él era el Hijo de Dios, Él les advirtió seriamente que dejasen de decirlo. No quería recibir el testimonio de malos espíritus. Él no negaba que era el Hijo de Dios, pero quería controlar el tiempo y la forma de ser revelado como tal. Jesús tenía poder para sanar. Pero Sus milagros eran llevados a cabo sólo sobre aquellos que acudían en pos de ayuda. Así es con la salvación. Su poder para salvar es suficiente para todos, pero eficiente sólo para aquellos que confían en Él. Del ministerio del Salvador aprendemos que la necesidad no es un llamamiento. Necesidad había en todas partes. Jesús dependía de las instrucciones de Dios Padre acerca de a dónde y cuándo servir. Y así debe ser con nosotros.

III. LLAMAMIENTO E INSTRUCCIÓN DE LOS DISCÍPULOS POR PARTE DEL SIERVO (Caps. 3:13–8:38)

A.

Elección de Doce Discípulos (3:13–19)

3:13–18 Ante la tarea de la evangelización mundial, Jesús designó a doce discípulos. No había nada maravilloso en los hombres mismos; fue su relación con Jesús lo que los hizo grandes. Eran hombres jóvenes. James E. Stewart tiene un espléndido comentario acerca de la juventud de los discípulos: El cristianismo comenzó como un movimiento juvenil. … Desafortunadamente, se trata de un hecho que el arte cristiano y la predicación cristiana han oscurecido demasiadas veces. Pero es cosa bien cierta que el grupo original de discípulos eran jóvenes. No es sorprendente, entonces, que el cristianismo entrase en el mundo como un movimiento juvenil. La mayoría de los apóstoles debían estar aún en sus veinte y tantos años cuando salieron en pos de Jesús. … El mismo Jesús, no deberíamos olvidarlo, salió a su ministerio terrenal con el «rocío de [su] juventud» sobre él (Sal. 110:3 —este salmo fue aplicado a Jesús primero por él mismo, y luego por la iglesia apostólica—). Fue un instinto verdadero el que llevó a los cristianos de un tiempo posterior, cuando dibujaron la semejanza de su maestro en las paredes de las Catacumbas, a representarlo no viejo, fatigado y roto de dolor, sino como un joven pastor en las colinas por la mañana. La versión original del gran himno de Isaac Watts era fiel a este hecho: Al contemplar la maravillosa cruz En la que el joven Rey de la gloria murió… Y nadie jamás ha comprendido tanto y tan bien el corazón joven en su alegría, gallardía y generosidad y esperanza, su repentina soledad y sus sueños insistentes, conflictos ocultos e intensas tentaciones, como Jesús. Y nadie se ha dado cuenta con más claridad que Jesús que los años adolescentes de la vida, cuando se agitan unos extraños pensamientos dormidos y todo el ser comienza a despertar, son la mejor ocasión de Dios con el alma. … Cuando estudiamos la historia de los primeros Doce, lo que estamos estudiando es una aventura de hombres jóvenes. Los vemos siguiendo a su guía a lo desconocido, no sabiendo muy claramente quién es ni adónde podrá llevarlos; pero atraídos de una manera magnética por él, fascinados y adheridos y mantenidos por algo irresistible en el alma de su maestro, ridiculizados por amigos, con enemigos que tramaban contra ellos, con unas dudas surgiendo a veces de manera clamorosa en sus propios corazones, hasta que casi deseaban estar totalmente fuera de aquel asunto; pero a pesar de ello aferrándose a él, pasando a través de las ruinas de sus propias esperanzas a una mejor lealtad y a conseguir de manera triunfante el gran nombre que les da el Te Deum: «La gloriosa compañía de los apóstoles». Vale la pena contemplarles, porque también nosotros podemos quedar contagiados de su espíritu y emprender el camino en pos de Jesús. Detrás del llamamiento de los doce subyacía un triple propósito: (1) para que estuviesen con él; (2) para enviarlos a predicar; y (3) para que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para expulsar demonios.

Primero debían pasar un tiempo de instrucción —de preparación en privado antes de predicar en público—. Aquí tenemos un principio básico del servicio. Hemos de pasar tiempo con Él antes de salir como representantes de Dios. Segundo, fueron enviados a predicar. La proclamación de la Palabra de Dios, su método básico de evangelismo, ha de ser siempre lo central. No se debe permitir que nada quede subordinado a ello. Finalmente, recibieron poder sobrenatural. El acto de expulsar demonios daría testimonio ante los hombres de que Dios estaba hablando por medio de los apóstoles. La Biblia no había sido aún completada. Los milagros eran las credenciales de los mensajeros de Dios. En la actualidad, los hombres tienen acceso a la Palabra de Dios completa; son responsables de creerla sin la prueba de milagros. 3:19 El nombre de Judas Iscariote destaca entre los apóstoles. Hay un misterio conectado con aquel que fue escogido como apóstol y que resultó ser entregador de nuestro Señor. Uno de los mayores dolores en el servicio cristiano es ver a alguien que era brillante, ferviente y aparentemente devoto, darle la espalda después al Salvador y volver al mundo que le ha crucificado. Once de ellos resultaron fieles al Señor, y por medio de ellos volvió el mundo del revés. Se reprodujeron en círculos de proyección cada vez más amplios, y, en un sentido, nosotros somos en la actualidad el fruto continuado del servicio de ellos. No hay manera de calcular el alcance que pueda tener nuestra influencia por Cristo.

B.

El Pecado Imperdonable (3:20–30)

3:20–21 Jesús se volvió del monte donde había llamado a Sus discípulos a un hogar de Galilea. Se reunió tal multitud que Él y Sus apóstoles estaban demasiado ocupados para poder comer. Al oír de Sus actividades, sus parientes pensaron que estaba fuera de sí, y trataron de llevárselo. Indudablemente se sentían apurados por el celo de este fanático religioso de la familia. Comenta J. R. Miller: Sólo podían explicar Su invencible celo con el argumento de que estaba fuera de Sus cabales. Oímos mucha de esta manera de hablar en nuestros tiempos cuando algún consagrado seguidor de Cristo se olvida totalmente del yo por amor a su Maestro. La gente dice: «¡Se habrá vuelto loco!». Creen que está loco todo aquel cuya religión se enciende en una especie de fervor no usual, o que se vuelve más fervoroso que el cristiano promedio en la obra para el Señor. Pues es una buena especie de locura. Es triste que sea tan infrecuente. Si hubiese más de ello, no habría tantas almas perdidas muriendo a la misma sombra de nuestras iglesias; no sería tan difícil conseguir misioneros y dinero para enviar el evangelio a los continentes entenebrecidos; no habría tantos bancos vacíos en nuestras iglesias, ni tantas largas pausas en nuestras reuniones de oración; tan pocos para enseñar en nuestras Escuelas Dominicales. Sería algo glorioso si todos los cristianos estuviesen fuera de sí como lo estaba el Maestro, o como Pablo. Es una locura mucho peor aquella que en este mundo nunca piensa en el otro; que, moviéndose continuamente entre hombres perdidos, nunca los compadece, ni hace ningún esfuerzo por salvarlos. Es fácil mantener una cabeza fría y un corazón más frío, y no preocuparnos por almas que están pereciendo; pero somos los guardianes de

nuestros hermanos, y no puede haber un peor incumplimiento del deber que aquel que no se preocupa de la salvación eterna de ellos. Es siempre cosa cierta que un hombre que esté ardiendo por Dios parece fuera de sí para sus coetáneos. Cuanto más nos asemejemos a Cristo, tanto más experimentaremos el dolor de sentirnos mal comprendidos por parientes y amigos. Si emprendemos la tarea de enriquecernos, los hombres nos alentarán. Si somos fanáticos de Jesucristo, nos escarnecerán. 3:22 Los escribas no creían que estuviese fuera de Sí. Lo acusaron de echar demonios por el poder de Beelzebú, el príncipe de los demonios. El nombre Beelzebú significa «señor de las moscas del muladar» o «señor de la suciedad». ¡Ésta era una acusación grave, vil y blasfema! 3:23 Primero, Jesús la refutó, y luego pronunció sentencia de condenación sobre aquellos que la habían emitido. Si Él estuviese echando demonios por Beelzebú, entonces Satanás estaría trabajando contra sí mismo, frustrando sus propios propósitos. Su objetivo es controlar a los hombres por medio de demonios, no liberarlos de demonios. 3:24–26 Si un reino está dividido contra sí mismo, o una casa está dividida contra sí misma, no pueden permanecer. La supervivencia continuada depende de la cooperación interna, no del antagonismo. 3:27 La acusación de los escribas era por ello mismo absurda. De hecho, el Señor Jesús estaba haciendo precisamente lo opuesto a lo que ellos decían. Sus milagros significaban la caída de Satanás, no su potenciación. A esto se refería el Salvador cuando dijo: Nadie puede entrar en la casa de un hombre forzudo y saquear sus bienes, si primero no ata al forzudo, y entonces podrá saquear su casa. Satanás es el hombre forzudo. La casa es su dominio: él es el dios de este siglo. Sus bienes son aquellas personas sobre las que tiene influencia. Jesús es Aquel que ata a Satanás y saquea su casa. A la Segunda Venida de Cristo, Satanás será atado y echado por mil años al abismo sin fondo. La expulsión de demonios por parte del Salvador durante Su ministerio sobre la tierra fue una premonición de Su final atamiento completo del diablo. 3:28–30 En los versículos 28–30, el Señor pronunció la sentencia de condenación sobre los escribas que se habían hecho culpables de este pecado imperdonable. Al acusar a Jesús de echar demonios por poder demoniaco, cuando era en realidad por el poder del Espíritu Santo, llamaron en efecto demonio al Espíritu Santo. Esto es una blasfemia contra el Espíritu Santo. Y todo tipo de pecado puede ser perdonado, pero este pecado en concreto no tiene perdón. Es un pecado eterno. ¿Puede la gente cometer este pecado en la actualidad? Probablemente no. Fue un pecado cometido cuando Jesús estaba en la tierra haciendo milagros. Ya que Él no está físicamente sobre la tierra en nuestros tiempos, echando demonios, no existe la misma posibilidad de blasfemar contra el Espíritu Santo. Las personas que se inquietan acerca de haber cometido el pecado imperdonable no lo han cometido. El mismo hecho de estar inquietos indica que no son culpables de blasfemia contra el Espíritu Santo.

C. La Verdadera Madre y los Verdaderos Hermanos del Siervo (3:31– 35)

María, la madre de Jesús, vino con sus hermanos para hablar con Él. La multitud impedía que llegasen a donde Él estaba, de modo que le enviaron recado de que estaban esperándole afuera. Cuando el mensajero le dijo que Su madre y Sus hermanos querían verle, Él miró en torno y anunció que Su madre y Sus hermanos son cualquiera que hace la voluntad de Dios. De este pasaje se desprenden varias lecciones para nosotros: 1. Primero de todo, las palabras del Señor Jesús fueron una reprensión a la mariolatría (el culto a María). No la deshonró como madre natural, pero sí que dijo que las relaciones espirituales toman precedencia sobre las naturales. Era para mayor crédito de María hacer la voluntad de Dios que ser Su madre. 2. Segundo, refuta el dogma de que María fue virgen perpetuamente. Jesús tuvo hermanos. Era primogénito de María, pero después le nacieron otros hijos e hijas (véase Mt. 13:55; Mr. 6:3; Jn. 2:12; 7:3, 5, 6, 10; Hch. 1:14; 1 Co. 9:5; Gá. 1:19. Véase también Salmo 69:8). 3. Jesús ponía los intereses de Dios por encima de los vínculos naturales. Y en la actualidad Él sigue diciéndole a Sus seguidores: «Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo» (Lc. 14:26). 4. Este pasaje nos recuerda que los creyentes están unidos por vínculos más fuertes a sus compañeros cristianos que a los parientes carnales no convertidos. 5. Finalmente, enfatiza la importancia que Jesús le da a hacer la voluntad de Dios. ¿Cumplo yo este criterio? ¿Soy yo Su madre o hermano?

D.

La Parábola del Sembrador (4:1–20)

4:1–2 Otra vez comenzó Jesús a enseñar junto al mar. Otra vez la multitud le forzó a emplear una barca como púlpito, situada a poca distancia de la playa. Y de nuevo enseñó lecciones espirituales a partir del mundo de la naturaleza a Su alrededor. Él podía ver verdad espiritual en el mundo natural. Y está ahí para que todos nosotros la veamos. 4:3–4 Esta parábola tiene que ver con el sembrador, la semilla y la tierra. La tierra de junto al camino era demasiado dura para que la semilla penetrase; vinieron las aves y se la comieron. 4:5–6 Sobre los pedregales había una delgada capa de tierra que cubría un fondo rocoso. La poca profundidad de la tierra impidió que la semilla arraigase profundamente. 4:7 La tierra espinosa tenía unos matojos de espinos que impedían que la semilla recibiese nutrientes y luz del sol, con lo que quedó ahogada. 4:8–9 La buena tierra era profunda y fértil, con condiciones favorables para la semilla. La producción fue de treinta, sesenta y hasta ciento por uno. 4:10–12 Cuando los discípulos estuvieron a solas con Él, le preguntaron por qué hablaba en parábolas. Les explicó que sólo a aquellos con corazones receptivos se les permitía conocer el misterio del reino de Dios. Un misterio en el NT es una verdad hasta ahora desconocida y que sólo puede ser sabida mediante una revelación especial. El misterio del reino de Dios es que: 1.

El Señor Jesús fue rechazado cuando se ofreció a Sí mismo como Rey a Israel.

2. Iba a transcurrir un periodo de tiempo antes de que el reino fuese literalmente establecido sobre la tierra. 3. Durante este intervalo, iba a existir en forma espiritual. Todos los que reconociesen a Cristo como Rey estarían en el reino, aunque el Rey mismo estuviese ausente. 4. La Palabra de Dios sería sembrada durante este intervalo con diversos grados de éxito. Algunas personas serían realmente convertidas, pero otras serían sólo creyentes nominales. Todos los cristianos profesantes formarían parte del reino en su forma externa, pero sólo los genuinos entrarían en el reino en su realidad interna. Los versículos 11 y 12 explican por qué esta verdad era presentada en parábolas. Dios revela Sus secretos de familia a aquellos cuyos corazones están abiertos, y son receptivos y obedientes, mientras que deliberadamente oculta la verdad a aquellos que rechazan la luz que les ha sido dada. Éstas son las personas a las que se refiere Jesús como «los que están fuera». Las palabras del versículo 12 podrían parecerle duras e injustas al lector superficial: Para que, por mucho que sigan mirando, vean, pero no perciban; y por mucho que sigan escuchando, oigan, pero no entiendan; no sea que se conviertan, y se les perdone. Pero hemos de recordar el enorme privilegio que estas personas habían tenido. El Hijo de Dios había enseñado en medio de ellos y había llevado a cabo grandes milagros delante de ellos. Y en lugar de reconocerle como el verdadero Mesías, ahora estaban rechazándole. Debido a que habían menospreciado la Luz del mundo, les sería negada la luz de Sus enseñanzas. A partir de entonces verían Sus milagros pero no comprenderían su sentido espiritual; oirían Sus palabras, pero no apreciarían las profundas lecciones que daban. Existe la realidad de que hay una vez que se oye el evangelio. Es posible perder la oportunidad del día de la gracia por el pecado del rechazamiento. Hay gente que rebasa el punto de la redención. Hay hombres y mujeres que han rehusado al Salvador y que nunca jamás volverán a tener la oportunidad de arrepentirse y ser perdonados. Puede que oigan el evangelio, pero cae sobre oídos endurecidos y corazones insensibles. Solemos decir: «Mientras hay vida, hay esperanza», pero la Biblia nos habla de algunos que están vivos, pero más allá de toda esperanza de arrepentimiento (He. 6:4–6, por ejemplo). 4:13 Volviendo a la parábola del sembrador, el Señor Jesús preguntó a los discípulos cómo podían entender parábolas más complejas si no podían comprender ésta tan sencilla. 4:14 El Salvador no identifica al sembrador. Podría tratarse de Él mismo o de aquellos que predican como Sus representantes. La semilla, dijo Él, es la Palabra. 4:15–20 Los varios tipos de tierra representan corazones humanos y su receptividad a la Palabra, de esta manera: La tierra junto al camino (v. 15). Este corazón es duro. La persona, terca y no quebrantada, expresa un «no» rotundo al Salvador. Satanás, representado por las aves, arrebata la Palabra. El pecador queda intocado e inmovido por el mensaje. Es indiferente e insensible al mismo en adelante. Los pedregales (vv. 16–17). Esta persona da una respuesta superficial a la Palabra. Quizá en la emoción de un llamamiento ferviente del evangelio, haga una profesión de fe en Cristo. Pero se trata de un mero asentimiento mental. No hay una verdadera entrega a la persona de Cristo. Recibe la palabra con gozo; sería mejor si la recibiese con profundo arrepentimiento y contrición. Parece ir adelante por un tiempo con éxito, pero cuando viene la tribulación o la persecución por causa de su profesión de fe, decide que el costo

es demasiado elevado, y lo deja todo. Pretende ser cristiano en tanto que sea popular serlo, pero la persecución hace patente su irrealidad. El terreno con espinos (vv. 18–19). Estas personas también comienzan de forma muy prometedora. Por toda la apariencia externa, parecen ser verdaderos creyentes. Pero luego se ensimisman en los negocios, con los afanes del mundo, con la codicia de enriquecer. Pierden el interés en las cosas espirituales, hasta que al final abandonan toda pretensión de ser cristianos. La tierra buena (v. 20). Aquí tenemos una verdadera aceptación de la Palabra, cueste lo que cueste. Estas personas han nacido verdaderamente de nuevo. Son leales súbditos de Cristo, el Rey. Ni el mundo, ni la carne ni el diablo pueden sacudir la confianza que tienen en Él. Incluso entre los oyentes de tierra buena hay varios grados de feracidad. Algunos dan fruto al treinta, al sesenta, y al ciento por uno. ¿Qué determina el grado de productividad? La vida más productiva es aquella que obedece a la palabra con prontitud, de manera implícita, y con gozo.

E.

La Responsabilidad de los que oyen (4:21–25)

4:21 La lámpara representa aquí las verdades que el Señor impartió a Sus discípulos. Aquellas verdades no debían ser puestas debajo del almud, o debajo de la cama. El cesto del almud puede representar los negocios, que si se les permite nos robarán tiempo que debería darse a las cosas del Señor. La cama puede referirse a la comodidad o a la pereza, ambas cosas grandes enemigos del evangelismo. 4:22 Jesús hablaba a las multitudes en parábolas. La verdad subyacente quedaba en oculto. Pero la intención divina era que los discípulos explicasen aquellas verdades ocultas a los corazones bien dispuestos. Pero el versículo 22 podía también significar que los discípulos habían de servir con el constante recuerdo del venidero día de la manifestación, cuando se verá si se dejó que los negocios o la propia comodidad tomasen precedencia sobre el testimonio para el Salvador. 4:23 La gravedad de estas palabras queda indicada por la amonestación de Jesús: El que tiene oídos para oír, que oiga. 4:24 Luego el Salvador añadió otra grave advertencia: Atended a lo que oís. Si oigo algún mandamiento de la Palabra de Dios, pero dejo de obedecerlo, no puedo transmitirlo a otros. Lo que da poder y alcance a la enseñanza es cuando los oyentes ven la verdad en la vida del predicador. Cuál sea nuestra medida en compartir la verdad con otros nos vuelve a nosotros con interés compuesto. Generalmente, al preparar una lección, el maestro aprende más que sus discípulos. Y la futura recompensa será mayor que nuestra pequeña inversión. 4:25 Cada vez que adquirimos nueva verdad y permitimos que se manifieste en nuestras vidas, podemos tener la seguridad de que se nos dará más verdad. En cambio, dejar de responder a verdades conocidas resulta en una pérdida de lo que se había adquirido con anterioridad.

F.

La Parábola de la Semilla en Crecimiento (4:26–29)

Esta parábola se encuentra solamente en Marcos. Puede ser interpretada al menos de dos maneras. El hombre puede representar al Señor Jesús arrojando semilla a la tierra durante Su ministerio público, y luego volviendo al cielo. La semilla comienza a crecer — de forma misteriosa, imperceptible pero victoriosamente—. Desde pequeños comienzos se desarrolla una cosecha de verdaderos creyentes. Cuando el fruto lo admite… la siega tendrá lugar y la cosecha será llevada al granero celestial. O bien, la parábola puede tener la intención de alentar a los discípulos. Su responsabilidad es sembrar la semilla. El discípulo puede que duerma,… se levante de noche y de día, sabiendo que la Palabra de Dios no volverá a Él vacía, sino que cumplirá aquello para lo que fue enviada. Por un proceso misterioso y milagroso, bien aparte de la fuerza y capacidad humanas, la Palabra obra en los corazones humanos, produciendo fruto para Dios. El hombre planta y riega, pero Dios da el crecimiento. La dificultad con esta interpretación reside en el versículo 29. Sólo Dios puede meter la hoz en el tiempo de la siega. Pero en la parábola, el mismo que siembra la semilla es el que luego mete la hoz cuando el grano está maduro.

G.

La Parábola de la Semilla de Mostaza (4:30–34)

4:30–32 Esta parábola exhibe el crecimiento del reino desde un comienzo tan pequeño como un grano de mostaza hasta un árbol o arbusto suficientemente grande para que las aves encuentren cobijo allí. El reino comenzó con una pequeña minoría perseguida. Luego se hizo más popular y fue abrazado por gobiernos como la religión del estado. Este crecimiento fue espectacular pero no sano. Gran parte de la gente que daba culto al Rey de labios, no estaban verdaderamente convertidos. Como dijo Vance Havner: Mientras la iglesia llevaba cicatrices, iba avanzando. Cuando comenzaron a llevar medallas, la causa languideció. Fue un día más glorioso para la iglesia cuando los cristianos eran lanzados a los leones que cuando ellos se compraban billetes para toda la temporada y se sentaban en la tribuna. El arbusto de mostaza representa por tanto a la Cristiandad profesante, que ha llegado a ser cobijo de toda clase de falsos maestros. Es la forma externa del reino tal como subsiste en la actualidad. 4:33–34 Los versículos 33 y 34 nos introducen a un importante principio en la enseñanza. Jesús enseñaba al pueblo conforme a lo que podían oír. Edificaba sobre su conocimiento anterior, dándoles tiempo para que asimilasen una lección antes de darles la siguiente. Consciente de la capacidad de Sus oyentes, no los atiborraba de más instrucción que la que podían absorber (véase también Jn. 16:12; 1 Co. 3:2; He. 5:12). El método empleado por algunos predicadores nos podría hacer pensar que Cristo había dicho: «Apacienta mis jirafas», en lugar de «apacienta mis ovejas». Aunque Su enseñanza general era en parábolas, a sus discípulos sí les explicaba todo en privado. Él da luz a aquellos que sinceramente la desean.

H.

El Viento y las Olas sirven al Siervo (4:35–41)

4:35–37 Al atardecer de aquel mismo día, Jesús y Sus discípulos emprendieron la travesía del Mar de Galilea y hacia la orilla oriental. No habían hecho ningún preparativo de antemano. Había otras barcas que les seguían. Entonces, y repentinamente, se levantó una violenta tempestad de viento. Unas enormes olas amenazaban con hacer zozobrar la barca. 4:38–41 Jesús estaba durmiendo en la popa de la barca. Los aterrorizados discípulos le despiertan, reprendiéndole por Su aparente falta de interés en la seguridad de ellos. El Señor se levantó e increpó al viento y a las olas. Se hizo de inmediato una completa calma. Entonces Jesús reprochó con pocas palabras a Sus discípulos por temer y no confiar. Ellos quedaron atónitos ante aquel milagro. Aunque sabían quién era Jesús, se sintieron de nuevo impresionados por el poder de Aquel que podía controlar los elementos. Este incidente revela la humanidad y deidad del Señor Jesús. Él dormía en la popa de la barca: esto es Su humanidad. Él habló, y el mar se calmó: esto es Su deidad. Se demuestra Su poder sobre la naturaleza, como anteriores milagros mostraron Su poder sobre enfermedades y demonios. Finalmente, esto nos alienta a acudir a Jesús en todas las tormentas de la vida, sabiendo que la barca nunca podría hundirse cuando Él esté en ella. Tú eres el Señor que sobre un cabezal dormía, Tú el Señor que calmó el furioso mar; ¿Qué importan marejada y vendaval, Si tan sólo Tú en nuestra barca estás? Amy Carmichael

I.

La curación del endemoniado gadareno (5:1–20)

5:1–5 La región de los gadarenos estaba en la ribera oriental del Mar de Galilea. Allí Jesús se encontró con un hombre endemoniado inusitadamente violento, que tenía a toda la comarca aterrorizada. Todos los esfuerzos por reprimirle habían fracasado. Vivía entre los sepulcros y en los montes, chillando continuamente y cortándose con piedras aguzadas. 5:6–13 Cuando el endemoniado vio de lejos a Jesús, acudió y primero actuó de manera respetuosa, y luego se quejó amargamente. «Cuán verdadera y terrible es esta imagen —un hombre postrado en adoración, petición y fe, y sin embargo aborreciendo, desafiando y temiendo; una doble personalidad, anhelando la liberación, y sin embargo aferrándose a la pasión» (Notas de la Unión Bíblica). El orden exacto de los acontecimientos no está claro, pero puede haber sido así: 1. El endemoniado efectuó un acto de reverencia ante el Señor Jesús (v. 6). 2. Jesús ordenó al espíritu inmundo que saliese de él (v. 8). 3. El espíritu, hablando a través del hombre, reconoció quién era Jesús, pero desafió Su derecho a interferirse, y rogó a Jesús con juramento a que dejase de atormentarle (v. 7). 4. Jesús le preguntó el nombre al hombre. Era legión, lo que significaba que estaba habitado por muchos demonios (v. 9). Esto aparentemente no contradice el versículo 2, donde dice que tenía un espíritu inmundo (en singular). 5. Quizá fuese el portavoz de los demonios el que pidió permiso para entrar en una piara de cerdos (vv. 10–12).

6. Y recibieron permiso, con el resultado de que unos dos mil cerdos se precipitaron a la carrera por el acantilado al mar, y se ahogaron en el mar (v. 13). Jesús ha sido frecuentemente criticado por causar la destrucción de estos cerdos. Se deberían hacer varias consideraciones: 1. Él no causó esta destrucción; la permitió. Fue el poder destructor de Satanás el que destruyó a los cerdos. 2. No hay registro alguno de que los propietarios encontrasen falta en ello. Quizá se trataba de judíos, a los que les estaba prohibida la crianza de cerdos. 3. El alma de aquel hombre valía más que todos los cerdos del mundo. 4. Si nosotros supiésemos tanto como Jesús, habríamos actuado de la misma manera que Él. 5:14–17 Los que vieron la destrucción de los cerdos volvieron a la carrera a la ciudad para dar las nuevas. Llegó de allí una multitud que se encontró con el que había estado endemoniado, sentado a los pies de Jesús, vestido, y en su sano juicio. Alguien ha dicho: «Tuvieron miedo cuando Él apaciguó la tempestad en el mar, y ahora en un alma humana.» Los testigos contaron toda la historia a los que acababan de llegar. Esto fue demasiado para la muchedumbre; le rogaron a Jesús que se alejara de los confines de ellos. Esto, no la destrucción de los cerdos, es la parte sorprendente del incidente. ¡Cristo era un huésped demasiado costoso! «Incontables multitudes siguen prefiriendo a Cristo bien lejos de ellos, por temor de que Su comunión sea causa de alguna pérdida social, financiera o personal. Tratando de salvar sus posesiones, pierden sus almas» (Seleccionado). 5:18–20 Estando Jesús para partir en la barca, el hombre que había sido sanado le rogaba poder irse con Él. Era una petición digna, evidencia de la nueva vida que tenía; pero Jesús lo envió a su casa como testigo viviente del gran poder y misericordia de Dios. Este hombre obedeció, y llevó las buenas nuevas a Decápolis, una región que incluía diez ciudades. Ésta es una orden que sigue en pie para todos los que hemos experimentado la gracia salvadora de Dios: Vete a tu casa, adonde los tuyos, y cuéntales todo cuanto el Señor ha hecho por ti, y cómo tuvo compasión de ti. ¡El evangelismo comienza en casa!

J.

Curando a los incurables y resucitando a los muertos (5:21–43)

5:21–23 De vuelta a la ribera occidental de la azul Galilea, el Señor Jesús volvió a ser el centro de atención de una gran multitud. Un padre angustiado se le presentó apresuradamente. Era Jairo, uno de los dirigentes de la sinagoga. Su hijita estaba muriendo. ¿Querría Jesús acudir a poner las manos sobre ella para que se cure y viva? 5:24 El Señor respondió afirmativamente y emprendió el camino hacia la casa. Le seguía una gran multitud, que le apretujaban. Es interesante que acto seguido que tenemos la declaración de que la multitud le apretujaban, leemos el relato de la fe que le toca para sanidad.

5:25–29 Una angustiada mujer interceptó a Jesús de camino a la casa de Jairo. Nuestro Señor no se sintió ni enojado ni contrariado por esta aparente interrupción. ¿Cómo reaccionamos nosotros a las interrupciones? Creo que encuentro la mejor ayuda al intentar considerar todas las interrupciones y obstáculos en el trabajo que uno ha planificado por uno mismo como disciplina, como pruebas enviadas por Dios para ayudarnos a no volvernos egoístas acerca de nuestro trabajo. … No es una pérdida de tiempo, como alguien puede sentirse tentado a pensar; es la parte más importante de la tarea de aquel día —la parte que uno puede mejor ofrecer a Dios (Calendario Choice Gleanings). Esta mujer había sufrido de continuas hemorragias desde hacía doce años. Los muchos médicos a los que había recurrido habían aparentemente empleado formas drásticas de tratamiento, habían agotado sus medios económicos, y por la acción de ellos, no había ido a mejor, sino que había empeorado. Cuando había perdido toda esperanza de mejora, alguien le habló acerca de Jesús. No perdió ella el tiempo para hallarle. Abriéndose camino en medio de la muchedumbre, tocó el borde de su manto. Inmediatamente, cesó la hemorragia y se sintió totalmente curada. 5:30 Su plan era irse calladamente, pero el Señor no iba a dejar que se perdiese la bendición de reconocer públicamente a su Salvador. Él se había dado cuenta de una salida de poder divino cuando ella le tocó; le costó algo sanarla. De modo que preguntó: ¿Quién ha tocado mis vestidos? Él ya sabía la respuesta, pero preguntaba a fin de sacarla de en medio de la multitud. 5:31 Sus discípulos pensaron que era una pregunta sin sentido. Mucha gente estaba empujándole de continuo. ¿Para qué preguntar «¿Quién me ha tocado?». Pero hay una diferencia entre el contacto de la proximidad física y el toque de la fe anhelante. Es posible estar muy cerca de Él sin confiar en Él, pero es imposible tocarle con fe sin que Él lo sepa y sin que seamos sanados. 5:32–33 La mujer se presentó entonces, temerosa y temblando; vino y, echándose a sus pies, hizo su primera confesión pública de Jesús. 5:34 Luego Él le habló palabras tranquilizadoras para su alma. La confesión abierta de Cristo es de gran importancia. Sin ella poco crecimiento puede haber en la vida cristiana. Al tomar postura abiertamente por Él, el Señor inunda nuestras almas con una plena certidumbre de fe. Las palabras del Señor Jesús no sólo confirmaron su curación física, sino que sin duda de ninguna clase incluyeron la gran bendición de la salvación del alma. 5:35–38 Para entonces, habían llegado mensajeros con las nuevas de que la hija de Jairo había muerto. No había necesidad de llevar allí al Maestro. El Señor tranquilizó bondadosamente a Jairo, y luego tomó consigo a Pedro, Jacobo y Juan a la casa. Se encontraron con el irrefrenable lloro característico de los hogares orientales en tiempo de duelo, parte del cual es llevado a cabo por plañideras profesionales. 5:39–42 Cuando Jesús les aseguró que la niña no estaba muerta, sino que dormía, las lágrimas de la gente se tornaron en burlas. Sin inmutarse, Él se hizo acompañar de los parientes más inmediatos hasta la niña, y, tomando su mano, le dice en arameo: Muchacha, a ti te digo, levántate. Inmediatamente, la muchacha, que tenía doce años, se levantó y se puso a caminar. Sus familiares se quedaron atónitos, e indudablemente transportados de gozo. 5:43 El Señor prohibió que publicasen el milagro. No estaba interesado en la aclamación popular de las masas. Tenía que dirigirse resueltamente a la cruz.

Si la muchacha había muerto de verdad, entonces este capítulo ilustra el poder de Jesús sobre los demonios, la enfermedad y la muerte. No todos los eruditos bíblicos están de acuerdo en que estuviese muerta. Jesús dijo que no estaba muerta, sino que dormía. Quizá estaba sumida en un coma profundo. Habría podido levantarla de los muertos con la misma facilidad, pero no iba a aceptar el crédito por ello si estaba sólo inconsciente. No deberíamos pasar por alto las palabras con las que concluye este capítulo: Dijo que le dieran a la niña algo de comer. En el ministerio espiritual, esto sería conocido como la «obra de seguimiento». Las almas que han conocido el pálpito de la nueva vida necesitan ser alimentadas. Una manera en la que un discípulo puede manifestar su amor hacia el Salvador es apacentando Sus ovejas.

K.

El Siervo, rechazado en Nazaret (6:1–6)

6:1–3 Jesús volvió a Nazaret con sus discípulos. Éste era su pueblo, donde había trabajado de carpintero. Al llegar el sábado, enseñó en la sinagoga. Los asistentes, asombrados, no podían negar la sabiduría de Sus enseñanzas ni la maravilla de Sus milagros. Pero había un profundo rechazo a reconocerlo como el Hijo de Dios. Pensaban en él como el carpintero, el hijo de María, cuyos hermanos y hermanas estaban aún con ellos. Si hubiese vuelto a Nazaret como un poderoso héroe conquistador, podrían haberle aceptado más bien dispuestos. Pero acudió en sencilla gracia y humildad. Y por esto se escandalizaban. 6:4–6 Fue entonces que Jesús observó que un profeta recibe por lo general una mejor recepción fuera de su casa. Sus parientes y amigos le son demasiado próximos para apreciar su persona o ministerio. «No hay lugar más difícil para servir al Señor que en casa.» Los nazarenos mismos eran gente menospreciada. Una actitud popular se expresaba así: «¿Puede algo bueno venir de Nazaret?». Y sin embargo, estos proscritos sociales tenían en menos al Señor Jesús. ¡Qué comentario es éste acerca de la soberbia e incredulidad del corazón humano! La incredulidad fue el principal estorbo para la obra del Salvador en Nazaret. Sanó allí a unos pocos enfermos, pero esto fue todo. La incredulidad de la gente le asombraba. Nos advierte J. G. Miller: Una incredulidad así tiene consecuencias inmensas para el mal. Cierra los canales de la gracia y de la misericordia, de modo que sólo llega un riachuelo a las vidas humanas necesitadas. Otra vez, Jesús paladeó la soledad de la incomprensión y del menospreció. Muchos de Sus seguidores han compartido este dolor. A menudo, los siervos del Señor se presentan con una apariencia muy humilde. ¿Podemos ver más allá de las apariencias externas y reconocer la verdadera valía espiritual? Sin desalentarse por Su rechazamiento en Nazaret, el Señor se dedicó a recorrer las aldeas, enseñando la Palabra.

L.

El Siervo envía a Sus discípulos (6:7–13)

6:7 Había llegado el momento para que los doce comenzaran su actividad. Habían estado bajo la incomparable instrucción del Salvador; ahora iban a salir como heraldos de

un glorioso mensaje. Los envió de dos en dos. De esta manera, la predicación quedaría confirmada por boca de dos testigos. Habría también fuerza y ayuda mutua al viajar juntos. Finalmente, la presencia de dos podría ser de utilidad en culturas en las que las condiciones morales fuesen pobres. Luego les dio autoridad sobre los espíritus inmundos. Esto es necesario destacarlo. Es una cosa echar demonios; sólo Dios puede conferir este poder a otros. 6:8 Si el reino de nuestro Señor fuese de este mundo, Él nunca habría dado las instrucciones que aparecen en los versículos 8–11. Son precisamente lo contrario a lo que el líder mundano normal ordenaría. Los discípulos habían de salir sin provisiones —ni pan, ni alforja, ni dinero en el cinto—. Habían de confiar en que Él supliría estas necesidades. 6:9 Podían tomar sandalias y un solo bastón, esto último quizá para protección en contra de los animales, y sólo una túnica. ¡Desde luego, nadie iba a envidiar las posesiones de los discípulos, ni se sentiría atraído al cristianismo por la perspectiva de enriquecerse! Y todo poder que pudiesen tener los discípulos, habría de venir de Dios; tenían una total dependencia de Él. Fueron enviados de la manera más frugal, pero como representantes del Hijo de Dios, investidos con Su poder. 6:10 Debían aceptar la hospitalidad de parte de quien se la ofreciese, y debían quedarse allí hasta que saliesen de aquel lugar. Esta instrucción impedía que fuesen cambiando en busca de un alojamiento más cómodo. Su misión era predicar el mensaje de Aquel que no se agradó a Sí mismo, que no buscaba Su propio beneficio. No debían comprometer el mensaje buscando lujos, comodidad o una vida fácil. 6:11 Si un lugar rechazaba a los discípulos y su mensaje, no estaban obligados a quedarse. Esto sería echar perlas delante de los cerdos. Al irse, los discípulos debían sacudir el polvo de la planta de sus pies, simbolizando el rechazamiento de parte de Dios de aquellos que rechazan a Su amado Hijo. Aunque algunas de las instrucciones eran de naturaleza temporal y fueron posteriormente retiradas por el Señor Jesús (Lc. 22:35, 36), sin embargo incorporan principios permanentes para el siervo de Cristo en todo tiempo. 6:12–13 Los discípulos salieron entonces y predicaron el arrepentimiento. También expulsaban muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban. La unción con aceite, creemos, era un gesto simbólico, imagen del poder suavizador y sanador del Espíritu Santo.

M.

El Precursor, decapitado (6:14–29)

6:14–16 Cuando llegaron las nuevas al rey Herodes de que había un obrador de milagros viajando por el país, llegó de inmediato a la conclusión de que se trataba de Juan el Bautista… resucitado de entre los muertos. Otros decían que era Elías o como uno de los profetas, pero Herodes estaba convencido de que el hombre al que él había decapitado había resucitado. Juan el Bautista había sido una voz de parte de Dios. Herodes había silenciado aquella voz. Ahora, unos terribles remordimientos de conciencia acosaban a Herodes por lo que había hecho. Iba a aprender que el camino de los transgresores es duro. 6:17–20 La narración pasa ahora a la época de la ejecución de Juan. El Bautizador había reprendido a Herodes por entrar en un matrimonio ilegítimo con la mujer de Felipe su hermano. Herodías, ahora la mujer de Herodes, se enfureció y juró vengarse. Pero Herodes respetaba a Juan como hombre justo y santo, y frustraba los esfuerzos de ella.

6:21–25 Finalmente, llegó la oportunidad que ella deseaba. Durante la fiesta de cumpleaños de Herodes, con la asistencia de celebridades locales, Herodías dispuso que su hija bailase. Esto agradó tanto a Herodes que prometió darle a la muchacha hasta la mitad de su reino. Movida por su madre, ella pidió en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista. 6:26–28 El rey quedó atrapado. Entonces, contra sus propios deseos y mejor juicio, concedió la petición. El pecado había tejido su red a su alrededor, y este rey vasallo cayó víctima de una mala mujer y de una danza sensual. 6:29 Cuando los fieles discípulos de Juan se enteraron de lo sucedido, reclamaron su cadáver y lo sepultaron, y luego fueron y se lo dijeron a Jesús.

N.

La alimentación de los cinco mil (6:30–44)

6:30 Este milagro, que se encuentra en los cuatro Evangelios, tuvo lugar al comienzo del tercer año de Su ministerio público. Los apóstoles acababan de volver a Capernaúm de su primera misión de predicación (véase vv. 7–13). Quizá se sentían entusiasmados por su éxito, quizá fatigados y molidos de los pies. Reconociendo su necesidad de reposo y quietud, el Señor los llevó en barca a una zona despoblada en la orilla del Mar de Galilea. 6:31–32 A menudo oímos las palabras «Venid vosotros mismos aparte a un lugar solitario y descansad un poco» empleadas para justificar vacaciones lujosas para cristianos. Kelly escribió: Nos iría bien si necesitásemos descansar más; es decir, si nuestras labores fuesen tan abundantes, si nuestros esfuerzos abnegados por la bendición de otros fuesen tan continuos, que pudiésemos estar seguros de que ésta es la palabra del Señor para nosotros. 6:33–34 Una multitud siguió al Señor y a Sus discípulos emprendiendo la ruta por tierra a lo largo de la ribera del lago. Jesús tuvo compasión de la gente. Iban errantes y sin conducción espiritual, hambrientos e indefensos. Y comenzó a enseñarles. 6:35–36 Al llegar a una hora muy avanzada del día, sus discípulos se intranquilizaron por la multitud; tanta gente, y sin nada que comer. Le pidieron al Señor que los dejase marchar. La misma multitud que suscitó la compasión del Salvador hacía enojar a los discípulos. ¿Son la gente una intrusión para nosotros, o son objeto de nuestro amor? 6:37–38 Jesús se volvió a Sus discípulos, y les dijo: Dadles vosotros de comer. Todo aquello parecía absurdo —cinco mil hombres, aparte de mujeres y niños, y nada más que cinco panes y dos peces… y Dios. 6:39–44 En el milagro que siguió, los discípulos vieron una imagen de cómo el Salvador se daría a Sí mismo para ser el pan de vida para un mundo famélico. Su cuerpo sería partido para que otros pudiesen tener vida eterna. De hecho, las palabras empleadas son muy sugerentes de la Cena del Señor que conmemora Su muerte: Tomó,… bendijo,… partió;… dio. Los discípulos aprendieron también unas preciosas lecciones acerca de su servicio para Él:

1. Los discípulos del Señor Jesús no deberían jamás dudar de Su poder para suplir a las necesidades de ellos. Si Él puede alimentar a cinco mil hombres con cinco panes y dos peces, puede proveer también para Sus confiados siervos bajo todas las circunstancias. Pueden trabajar por Él sin preocupaciones en cuanto a de dónde vendrá su comida. Si buscan primero el reino de Dios y Su justicia, toda necesidad quedará cubierta. 2. ¿Cómo puede jamás ser evangelizado este mundo que está pereciendo? Jesús dice: ¡Dadles vosotros de comer! Si le damos a Él lo que tenemos, por trivial que parezca, Él puede multiplicarlo en bendición para las multitudes. 3. Él llevó a cabo la tarea de una forma sistemática, sentando a la muchedumbre en grupos de cien y de cincuenta. 4. Él bendijo y partió los panes y los peces. Sin Su bendición, jamás habrían podido cubrir aquella necesidad. Sin haber sido partidos, habrían sido totalmente insuficientes. «La razón de que no somos dados más libremente a los hombres es que aún no hemos sido apropiadamente quebrantados» (Seleccionado). 5. Jesús no distribuyó el alimento por Sí mismo. Dejó que sus discípulos lo hicieran. Su plan es alimentar el mundo a través de Su pueblo. 6. Hubo suficiente para todos. Si los creyentes de la actualidad pusieran todo lo que tienen aparte de sus necesidades actuales para la obra del Señor, todo el mundo podría oír el evangelio en esta generación. 7. Los trozos que quedaron (doce canastas llenas) eran mucho más que la provisión con la que había comenzado. Dios es un Dador generoso. Pero observemos que nada se desperdició. El sobrante fue recogido. Desperdiciar es pecado. 8. Uno de los más grandes milagros nunca habría sucedido si los discípulos se hubiesen aferrado a su plan de descansar. ¡Y cuán a menudo sucede así con nosotros!

O.

Jesús anda sobre la Mar (6:45–52)

6:45–50 El Salvador puede proveer no sólo para el sustento de Sus siervos, sino también para su protección. Después de enviar a los discípulos de vuelta a la ribera occidental del lago por barca, Jesús subió al monte a orar. En la oscuridad de la noche, los vio que se fatigaban remando contra el viento contrario. Fue entonces en ayuda de ellos, caminando sobre el mar. Al principio, ellos se aterrorizaron, pensando que era un fantasma. Luego habló con ellos para tranquilizarlos, y abordó la barca. Y amainó el viento inmediatamente. 6:51–52 El relato termina con este comentario: Y ellos quedaron sumamente asombrados, pues no habían comprendido lo de los panes, sino que su mente estaba embotada. El punto aquí parece ser que incluso después de haber visto el poder del Señor en el milagro de los panes, seguían sin darse cuenta de que nada era imposible para Él. No debieran haberse sentido sorprendidos por verle andar sobre el agua. No era éste un mayor milagro que el que acababan de experimentar. La falta de fe produjo dureza de corazón y embotamiento de la percepción espiritual. La iglesia ha visto en este milagro una imagen de la era actual y su fin. Jesús en el monte representa a Cristo en Su actual ministerio en el cielo, intercediendo por Su pueblo. Los discípulos representan a Sus siervos, azotados por las tempestades y pruebas de la vida. Pronto volverá el Salvador a por los Suyos, los librará del peligro y angustia y los conducirá a salvo a la costa celestial.

P.

La Curación del Siervo en Genesaret (6:53–56)

De vuelta a la ribera occidental del lago, el Señor se vio rodeado de enfermos. Y dondequiera que iba, la gente llevaba ante Él, en camillas, a los necesitados. Las plazas de mercado se convertían en improvisados hospitales. Tan sólo querían llegar a estar lo suficientemente cerca de Él para tocar siquiera el borde de su manto. Todos los que lo tocaban quedaban sanos.

Q.

La Tradición contra la Palabra de Dios (7:1–23)

7:1 Los fariseos y… escribas eran guías religiosos judíos que habían edificado un inmenso sistema de tradiciones rígidamente impuestas, y tan entretejidas con la ley de Dios que habían adquirido una autoridad casi igual a la de las Escrituras. En ciertos casos en realidad contradecían a las Escrituras o debilitaban la ley de Dios. Los líderes religiosos se deleitaban en imponer las normas y la gente las aceptaba humildemente, satisfechos con un sistema de rituales sin realidad. 7:2–4 Aquí encontramos a los fariseos y escribas criticando a Jesús porque sus discípulos comían el pan con manos… sin lavar. Esto no significa que los discípulos no se lavasen las manos antes de comer, sino que no cumplían el detallado ritual prescrito por la tradición. Por ejemplo, si no se las lavaban hasta los codos, se les consideraba ceremonialmente impuros. Si habían estado en el mercado, se suponía que habían de tomar un baño ceremonial. Este complejo sistema de lavamientos se extendía incluso al lavamiento de copas y jarros. Tocante a los fariseos, escribe E. Stanley Jones: Vinieron desde tan lejos como Jerusalén para encontrarse con Él, y sus actitudes vitales eran tan negativas y criticonas que todo lo que vieron fueron manos no lavadas. No podían ver el mayor movimiento de redención que jamás haya tocado a nuestro planeta —un movimiento que estaba limpiando las mentes y almas y cuerpos de los hombres…—. Sus grandes ojos estaban abiertos de par en par a lo pequeño y marginal, y ciegos a lo grande. De modo que la historia los olvida a ellos, los negativos; los olvida, excepto como trasfondo para este impacto del positivo Cristo. Ellos dejaron una crítica; Él dejó una conversión. Ellos buscaban faltas, Él buscaba seguidores. 7:5–8 Jesús les observó rápidamente la hipocresía de tal conducta. El pueblo eran precisamente como Isaías había profetizado. Ellos profesaban una gran devoción hacia el Señor, pero interiormente estaban corrompidos. Ellos pretendían adorar a Dios mediante complicados rituales, pero habían impuesto sus tradiciones en lugar de las doctrinas de la Biblia. En lugar de reconocer la Palabra de Dios como su única autoridad en todas las cuestiones de fe y conducta, evadían o esquivaban las claras demandas de la Escritura por su tradición. 7:9–10 Jesús particulariza un ejemplo de cómo esa tradición había invalidado la ley de Dios. Uno de los Diez Mandamientos demandaba de los hijos honrar a sus progenitores (lo cual incluía implícitamente el atenderlos y cuidar de ellos en caso de necesidad). La pena aplicable a cualquiera que injuriara o hablara mal de su padre o de su madre era de muerte.

7:11–13 Pero había surgido una tradición judía conocida como corbán, que significaba «dado» o «dedicado». Supongamos que unos ciertos padres judíos estuviesen en gran necesidad. Su hijo tenía dinero para cuidarlos, pero no quería hacerlo. Todo lo que tenía que hacer era decir «corbán», implicando que su dinero estaba dedicado a Dios o al templo. Esto le liberaba de cualquier responsabilidad de cuidar en adelante de sus padres. Podría guardar el dinero indefinidamente y emplearlo en su negocio. El jamás ser entregado al templo carecía de importancia. Kelly observa: Los líderes habían inventado esta táctica para asegurar propiedades para propósitos religiosos y para apaciguar las conciencias de la gente acerca de la Palabra de Dios. … Era Dios quien había ordenado al hombre a que honrase a sus padres y el que denunciaba todo menosprecio contra ellos. ¡Pero aquí había hombres que, bajo la cubierta de la religión, violaban estos dos mandamientos de Dios! Esta tradición de decir «corbán» la trata el Señor no como un mal hecho contra los padres, sino como un acto de rebelión contra el expreso mandamiento de Dios. 7:14–16 Comenzando en el versículo 14, el Señor hizo el revolucionario pronunciamiento de que no es lo que entra en la boca del hombre lo que le contamina (como la comida tomada con manos sin lavar) sino lo que sale del hombre (como las tradiciones que invalidan la Palabra de Dios). 7:17–19 Incluso los discípulos se sintieron confundidos ante esta declaración. Se habían criado bajo las enseñanzas del AT, y siempre habían considerado que ciertos alimentos, como el cerdo, conejo y mariscos eran impuros y los contaminarían. Jesús decía ahora llanamente que el hombre no quedaba contaminado por lo que entrase en él. En cierto sentido, esto marcaba el fin de la dispensación legal. 7:20–23 Es lo que sale del corazón lo que contamina a la persona: las maquinaciones perversas, las fornicaciones, hurtos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, el engaño, la desvergüenza, envidia, maledicencia, arrogancia, estupidez. En el contexto, el pensamiento es que la tradición humana debería encontrarse también aquí. La tradición del corbán era equivalente al asesinato. Los padres podrían morir de hambre en tanto que este malvado voto no podía anularse. Una de las grandes lecciones en este pasaje es que debemos constantemente contrastar toda enseñanza y toda tradición por la Palabra de Dios, obedeciendo lo que es de Dios y rechazando lo que es de los hombres. Al principio, un hombre puede enseñar y predicar un claro mensaje escriturario, y conseguir una amplia aceptación entre los creyentes en la Biblia. Habiendo conseguido la aceptación, añade alguna enseñanza humana. Sus dedicados seguidores, que han llegado a creer que no puede hacer ningún mal, le siguen ciegamente, aún cuando su mensaje embota el acerado filo de la Palabra o diluye su claro sentido. Era así que los escribas y los fariseos habían conseguido autoridad como maestros de la Palabra. Pero ahora estaban invalidando la intención de la Palabra. El Señor Jesús tuvo que advertir a la gente que es la Palabra la que acredita a los hombres, no los hombres los que acreditan la Palabra. La gran piedra de toque ha de ser siempre: «¿Qué dice la Palabra de Dios?».

R.

Una Gentil recibe Bendición por su Fe (7:24–30)

7:24–25 En el anterior incidente Jesús mostró que todos los alimentos son limpios. Aquí demuestra que los gentiles ya no son más comunes o impuros. Jesús se dirigió ahora al noroeste, a las cercanías de Tiro y Sidón, también conocida como Sirofenicia. Intentó entrar en una casa de incógnito, pero Su fama le había precedido, y Su presencia fue pronto conocida. Una mujer gentil acudió ante Él, pidiéndole ayuda para su hija, que estaba endemoniada. 7:26 Hemos de destacar que se trataba de una mujer griega, no judía. Los judíos, el pueblo escogido de Dios, ocupaban un puesto privilegiado ante Dios. Él había hecho unos maravillosos pactos con ellos, les había confiado las Escrituras, y vivió con ellos en el tabernáculo, y luego en el templo. Por contra, los gentiles eran ajenos a la ciudadanía de Israel, extraños a los pactos y a las promesas, sin Cristo, sin esperanza y sin Dios en el mundo (Ef. 2:11, 12). Jesús había venido primariamente a la nación de Israel. Es importante saber esto a fin de comprender Sus tratos con la mujer sirofenicia. Cuando ella le pidió que arrojase de su hija al demonio, Él pareció rechazarla. 7:27 Jesús decía que los hijos (los israelitas) debían saciarse primero, ya que no era apropiado tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos (los gentiles). Puede parecer duro, pero era una prueba de su arrepentimiento y fe. Su ministerio, por entonces, se dirigía a los judíos. Como gentil, ella no tenía ningún derecho ni a Él ni a Sus beneficios. ¿Reconocería ella esta verdad? 7:28 Lo hizo, diciendo: «Cierto, Señor. Soy sólo una perrilla gentil. Pero veo que los cachorrillos comen migajas que los niños dejan caer debajo de la mesa. Esto es todo lo que pido, ¡algunas migajas que queden de tu ministerio a los judíos!». 7:29–30 Esta fe era notable. Jesús la recompensó en el acto sanando a la muchacha a distancia. Cuando llegó a su casa, su hija se había recuperado totalmente.

S.

Un Sordomudo sanado (7:31–37)

7:31–32 Desde la costa del Mediterráneo, nuestro Señor se dirigió a la costa oriental del Mar de Galilea —la zona conocida como Decápolis—. Allí tuvo lugar un incidente que se registra sólo en el Evangelio de Marcos. Unos amigos preocupados le trajeron un sordo que, además, hablaba con dificultad. Quizá este impedimento estaba causado por una deformidad física o por el hecho de que al no haber oído nunca los sones con claridad, no los podía reproducir correctamente. En todo caso, es una figura del pecador, sordo a la voz de Dios y por ello mismo incapaz de poder hablar a otros acerca de Él. 7:33–34 Jesús tomó en primer lugar al hombre a solas, después metió sus dedos en los oídos de él, y escupiendo le tocó la lengua, diciéndole así, mediante una especie de lenguaje por signos, que iba a abrirle los oídos y a desatarle la lengua. Acto seguido Jesús miró al cielo, indicando que Su poder procedía de Dios. Su suspiro expresó Su dolor por el sufrimiento que el pecado ha atraído sobre la humanidad. Finalmente, dijo Efatá, la palabra aramea que significa ábrete. 7:35–36 Este hombre obtuvo de inmediato el oído y habla normales. El Señor pidió a la gente que no difundiesen este milagro, pero ellos desobedecieron Su orden. La desobediencia nunca se puede justificar, por muy bienintencionadas que sean las personas.

7:37 Los espectadores estaban sumamente atónitos por Sus maravillosas obras. Dijeron: Todo lo ha hecho bien; lo mismo hace oír a los sordos que hablar a los mundos. No sabían la verdad de lo que decían. Si hubiesen vivido a este lado del Calvario, lo habrían dicho con una convicción y sentimiento aún mayores. Y desde que nuestras almas Su amor han sabido, Cuántas misericordias nos ha hecho gustar, Misericordias más allá de nuestro alabar; Todo lo ha hecho bien, nuestro Señor. Samuel Medley

T.

La Alimentación de los Cuatro Mil (8:1–10)

8:1–9 Este milagro se parece al de la alimentación de los cinco mil, pero obsérvense las diferencias en la tabla adjunta: Cuanto menos tuvo Jesús con que trabajar, tanto más cumplió y tanto más quedó sobrante. En el capítulo 7 vemos migajas cayendo de la mesa a la mujer gentil. Aquí, una multitud de gentiles es abundantemente alimentada. Erdman comenta: El primer milagro en este periodo indicaba que podrían caer migajas de pan de la mesa para los necesitados gentiles; aquí puede haber una indicación de que Jesús, rechazado por Su propio pueblo, va a dar Su vida por el mundo, y que va a ser el Pan de vida para todas las naciones. Hay el peligro de tratar incidentes como la alimentación de los cuatro mil como una insignificante repetición. Deberíamos aproximarnos al estudio bíblico con la convicción de que cada palabra de la Escritura está repleta de verdad espiritual, aunque no podamos verlo en nuestro actual estado de conocimiento. 8:10 Desde Decápolis, Jesús y sus discípulos atravesaron el Mar de Galilea hacia la costa occidental, a un lugar llamado Dalmanuta (Magdalá en Mt. 15:39). LOS CINCO MIL

LOS CUATRO MIL

1.

La gente eran judíos (véase Jn. 6:14, 15).

1.

La gente eran probablemente gentiles (vivían en Decápolis).

2.

La multitud había estado con Jesús un día entero (6:35).

2.

Esta multitud había estado con Él tres días (8:2).

3.

Jesús empleó cinco panes y dos peces (Mt. 14:17).

3.

Empleó siete panes y unos pocos pececillos (8:5, 7).

4.

Fueron alimentados cinco mil hombres, además de mujeres y niños (Mt. 14:21).

4.

Fueron alimentados cuatro mil hombres, además de mujeres y niños (Mr. 15:38).

5.

El sobrante llenó doce canastas de mano (Mt. 14:20)

5.

El sobrante llenó siete canastas de mimbre o espuertas (8:8)

U.

Los Fariseos buscan señal del Cielo (8:11–13)

8:11 Los fariseos le estaban esperando, para pedirle una señal del cielo. La ceguera y desfachatez eran enormes. Ante ellos tenían la mayor de todas las Señales —el mismo Señor Jesús—. Él era verdaderamente una Señal que había venido del cielo, pero ellos no lo apreciaban. Habían oído Sus palabras incomparables, vieron Sus maravillosos milagros, entraron en contacto con un Hombre absolutamente sin pecado —Dios manifestado en carne— ¡y en su ceguera pedían señal del cielo! 8:12–13 ¡No es sorprendente que el Salvador gimiese en su espíritu! Si ninguna generación en la historia del mundo había sido privilegiada, ésta era aquella generación judía de la que estos fariseos formaban parte. Pero, ciegos a la más clara evidencia de que había aparecido el Mesías, pedían un milagro en el cielo en lugar de en la tierra. Jesús les vino a responder: «No habrá más señales. ¡Habéis tenido vuestra oportunidad!». Y embarcándose de nuevo, … se fue hacia la orilla oriental.

V.

La Levadura de los Fariseos y de Herodes (8:14–21)

8:14–15 Durante el viaje, los discípulos se habían olvidado de proveerse de panes. Pero Jesús estaba todavía pensando en Su encuentro con los fariseos cuando les advirtió en contra de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes. En la Biblia, la levadura es un tipo unívoco de mal, que se extiende lenta y silenciosamente y que afecta a todo lo que toca. La levadura de los fariseos incluye la hipocresía, el ritualismo, la pretensión de rectitud inherente y fanatismo. Los fariseos hacían grandes pretensiones externas de santidad, pero por dentro eran corrompidos e impíos. La levadura de Herodes puede que incluya el escepticismo, la inmoralidad y la mundanalidad. Los herodianos se destacaban por estos pecados. 8:16–21 Los discípulos no captaron en absoluto el significado de las palabras del Señor. Sólo pensaban en la comida. De modo que les hizo nueve rápidas preguntas. Las primeras cinco eran una reprensión por ser tan obtusos. Las últimas cuatro les reprendían por preocuparse acerca de sus necesidades mientras Él estaba con ellos. ¿Acaso no había alimentado a cinco mil con cinco panes, y habían sobrado doce cestas? ¡Sí, así había sido! ¿Acaso no había alimentado a cuatro mil con siete panes, quedando siete canastas llenas? Sí, así había sido. Entonces, ¿por qué no comprendían ellos que Él era abundantemente capaz para suplir las necesidades de un puñado de discípulos en una barca? ¿No se daban cuenta de que el Creador y Sustentador del universo estaba con ellos en la barca?

W.

La Curación del Ciego en Betsaida (8:22–26)

Este milagro, que sólo se registra en Marcos, suscita varias e interesantes cuestiones. Primero, ¿por qué llevó Jesús al hombre fuera de la aldea antes de sanarlo? ¿Por qué no lo sanó simplemente tocándolo? ¿Por qué empleó un medio tan poco convencional como la saliva? ¿Por qué el hombre no recibió la sanidad perfecta en el acto? (Ésta es la única curación en los Evangelios que tuvo lugar por etapas.) Finalmente, ¿por qué le prohibió el Señor al hombre que contara acerca del milagro en la aldea? Nuestro Señor es soberano y no está obligado a darnos cuenta de Sus acciones. Había una razón válida para todo lo que hacía, aunque nosotros podamos no percibirla. Cada caso de curación es diferente, como lo

es cada caso de conversión. Algunos obtienen una notable capacidad de percepción espiritual en el momento en que son convertidos. Otros ven oscuramente al principio, y luego entran en la plena certidumbre de la salvación.

X.

La Magna Confesión de Pedro (8:27–30)

Los dos últimos párrafos de este capítulo nos llevan al punto culminante de la instrucción de los Doce. Los discípulos tenían necesidad de una profunda apreciación personal de la identidad de Jesús antes que pudiese compartir con ellos acerca del camino futuro y de invitarlos a seguirle en una vida de devoción y de sacrificio. Este pasaje nos lleva al corazón del discipulado. Es quizá el área más descuidada en la actualidad en el pensamiento y práctica cristianos. 8:27–28 Jesús salió con sus discípulos buscando la soledad en el lejano norte. De camino a Cesarea de Filipos, inició la conversación sobre el tema, preguntando cuál era la opinión pública acerca de Él. Por lo general, los hombres estaban reconociendo que Él era un gran hombre —igual a Juan el Bautista, Elías u otros profetas—. Pero la honra humana es en realidad deshonra. Si Jesús no es Dios, entonces es un engañador, un loco o una leyenda. No hay ninguna otra posibilidad. 8:29–30 Luego, el Señor preguntó directamente a los discípulos acerca de qué pensaban de Él. En el acto, Pedro declaró que Él era el Cristo, es decir, el Mesías o Ungido. Intelectualmente, Pedro ya lo sabía antes. Pero algo había sucedido en su vida, de modo que ahora había una profunda convicción personal. La vida nunca podría ser igual. Pedro nunca podría quedar satisfecho con una existencia centrada en sí mismo. Si Cristo era el Mesías, debía vivir para Él con un total abandono.

Y.

El Siervo predice Su Muerte y Resurrección (8:31–38)

Hasta aquí hemos contemplado al Siervo de Jehová en una vida de incesante servicio a los demás. Le hemos visto aborrecido por Sus enemigos y mal comprendido por Sus amigos. Hemos visto una vida de poder dinámico, de perfección moral, de amor totalmente entregado y humildad. 8:31 Pero el camino de servicio a Dios conduce al padecimiento y a la muerte. De modo que el Salvador le dijo ahora llanamente a los discípulos que Él debía (1) padecer; (2) ser rechazado; (3) ser condenado a muerte; y (4) resucitar. Para Él, el camino a la gloria habría de conducir primero a la cruz y al sepulcro. «El corazón de servicio se revelaría en sacrificio», tal como lo expresó F. W. Grant. 8:32–33 Pedro no podía aceptar la idea de que Jesús habría de sufrir y morir; esto atentaba a su idea acerca del Mesías; tampoco quería pensar que su Señor y Maestro iba a ser muerto por Sus enemigos; reprendió entonces al Salvador por sugerir tal cosa, y fue entonces que Jesús le dijo a Pedro: ¡Quítate de mi vista, Satanás!, porque no tienes en mente las cosas de Dios, sino las de los hombres. No estaba aquí Jesús acusando a Pedro de ser Satanás, ni de que Satanás estuviese morando en él. Quería decir: «Estás hablando como lo haría Satanás. Él siempre está intentando desalentarnos de obedecer a Dios de manera total. Nos tienta a tomar el camino fácil al trono». Las palabras de Pedro eran satánicas en origen y contenido, y suscitaron la indignación del Señor. Kelly comenta:

¿Qué fue lo que indignó así a nuestro Señor? La misma trampa a la que estamos todos tan expuestos: el deseo de salvar al yo; la preferencia de un camino fácil frente a la cruz. ¿Acaso no es cierto que de natural preferimos escapar a las pruebas, al oprobio y al rechazamiento; que nos sentimos remisos ante el padecimiento que siempre ha de implicar hacer la voluntad de Dios en un mundo como éste; que preferimos tener un camino tranquilo y respetable en la tierra —es decir, lo mejor de ambos mundos—? ¡Qué fácilmente puede uno quedar atrapado en esto? Pedro no podía comprender por qué el Mesías iba a ir por este camino de dolor. Si hubiésemos estado nosotros ahí, podríamos haber dicho o pensado aún peor que él. La reprensión de Pedro al Señor no carecía de un intenso afecto humano. Él amaba también al Señor de todo corazón. Pero, sin saberlo él mismo, ahí estaba sin juzgar el espíritu de este mundo. Jesús primero miró a sus discípulos, y luego reprendió a Pedro, como para decir: «Si no voy a la cruz, ¿cómo pueden estos, mis discípulos, ser salvados?» 8:34 Luego Jesús les dijo, en otras palabras: «Voy a sufrir y a morir para que muchos puedan ser salvos. Si deseáis venir en pos de mí, debéis negar todo impulso egoísta, escoged deliberadamente el camino del oprobio, padecimiento y muerte; si alguno quiere pues seguirme, sígame. Puede que tengáis que abandonar la comodidad personal, los goces sociales, vínculos terrenales, grandes ambiciones, riquezas personales e incluso la vida misma». Palabras como éstas nos llevan a cuestionar cómo podemos realmente creer que esté bien para nosotros vivir vidas de lujo y comodidad. ¿Cómo podemos justificar el materialismo, egoísmo y la frialdad de nuestros corazones? Sus palabras nos llaman a vidas de abnegación, rendición y sacrificio. 8:35 Hay siempre la tentación de salvar nuestra vida —de vivir cómodamente, de proveer para el futuro, de tomar nuestras propias decisiones, con el yo como el centro de todo—. No hay una manera más segura de perder la propia vida. Cristo nos llama a derramar nuestras vidas por Su causa y la del evangelio, a dedicarnos a nosotros mismos a Él en espíritu, alma y cuerpo. Nos pide que nos gastemos y seamos gastados en Su santo servicio, poniendo nuestras vidas, si es necesario, para la evangelización del mundo. Esto es lo que se significa por perder nuestras vidas. No hay una manera más segura de salvarlas. 8:36–37 Incluso si un creyente pudiese ganar todas las riquezas del mundo durante su vida aquí, ¿de qué le serviría? Habría perdido la oportunidad de usar su vida para la gloria de Dios y la salvación de los perdidos. Sería un mal negocio. Nuestras vidas valen más que lo que el mundo pueda ofrecer. ¿Las emplearemos para Cristo o para el yo? 8:38 Nuestro Señor era consciente de que algunos de Sus jóvenes discípulos podrían tropezar en el camino del discipulado por temor al oprobio. Por esto, les recordó que aquellos que intenten evitar el oprobio por causa de Él sufrirán un mayor oprobio cuando Él venga a la tierra con poder. ¡Qué pensamiento! Nuestro Señor pronto volverá a la tierra, y esta vez no en humillación, sino en Su propia gloria personal y en la gloria de Su Padre, con los santos ángeles. Será una escena de un esplendor deslumbrador. Él se avergonzará entonces de aquellos que se avergüenzan ahora de Él. Que estas palabras, quienquiera que se avergüence de mí… en medio de esta generación adúltera nos hablen a nuestro corazón. ¡Cuán incongruente estar avergonzados del Salvador sin pecado en un mundo que está caracterizado por infidelidad y pecaminosidad!

IV. EL VIAJE DEL SIERVO A JERUSALÉN (Caps. 9, 10)

A.

El Siervo, transfigurado (9:1–13)

Habiendo puesto ante los discípulos el camino de vituperio, sufrimiento y muerte que estaba a punto de tomar, y habiéndoles invitado a seguirle en vidas de sacrificio y abnegación, el Señor les da ahora el otro costado de la imagen. Aunque el discipulado les costaría mucho en esta vida, sería recompensado con la gloria en el futuro. 9:1–7 El Señor comenzó diciendo que algunos de los discípulos no probarían la muerte hasta ver el reino de Dios cuando haya venido con poder. Estaba refiriéndose a Pedro, a Jacobo y a Juan. En el Monte de la Transfiguración vieron el reino de Dios con poder. El argumento de este pasaje es que todo lo que padezcamos por causa de Cristo ahora será abundantemente recompensado cuando Él vuelva y Sus siervos aparezcan con Él en gloria. Las condiciones que prevalecían en el Monte son una premonición del Reinado Milenial de Cristo. 1. Jesús se transfiguró —un esplendor deslumbrante irradiaba de Su Persona—. Incluso sus vestiduras se volvieron resplandecientes, más blancas que lo que pudiese hacerlas ningún batanador. Durante Su Primera venida, la gloria de Cristo estuvo velada. Vino en humillación, varón de dolores, experimentado en quebranto. Pero volverá con gloria. Nadie le confundirá entonces. Será de manera visible Rey de reyes y Señor de señores. 2. Elías y Moisés estuvieron allí. Ellos representan (1) santos del AT, o (b) la ley (Moisés) y los profetas (Elías), o (c) los santos que han muerto y los que han sido trasladados. 3. Pedro, Jacobo y Juan estuvieron allí. Ellos pueden representar los santos del NT en general, o aquellos que estarán vivos cuando el reino sea establecido. 4. Jesús era la persona central. La sugerencia de Pedro de hacer tres tabernáculos fue reprendida por la nube y la voz del cielo. En todas las cosas, Cristo ha de tener toda preeminencia. Él será la gloria de la tierra de Emanuel. 5. La nube puede haber sido la Shekinah o nube de gloria que estuvo en el Lugar Santísimo en el tabernáculo y templo en los tiempos del AT. Era la expresión visible de la presencia de Dios. 6. La voz fue la voz de Dios Padre, reconociendo a Cristo como Su Hijo amado. 9:8 Cuando la nube se desvaneció, los discípulos no vieron a nadie, excepto a Jesús solo. Era una imagen del puesto singular, glorioso y preeminente que tendrá cuando el reino venga con poder, y que Él debería tener en el tiempo presente en los corazones de Sus seguidores. 9:9–10 Cuando iban bajando del monte, les ordenó que no dijesen a nadie lo que habían visto, excepto cuando Él se levantara de los muertos. Esto último los dejó perplejos. Quizá todavía no comprendían que Él iba a ser muerto y que después resucitaría. Se interrogaban acerca de la expresión levantarse de los muertos. Como judíos, conocían la verdad de que todos serían resucitados. Pero Jesús se refería a una resurrección selectiva. Él sería levantado de entre los muertos —no todos resucitarían cuando Él se levantase—. Ésta es una verdad que se encuentra sólo en el NT. 9:11 Los discípulos tenían otro problema. Acababan de tener una visión anticipada del reino. Pero, ¿no había predicho Malaquías que Elías debe venir primero como precursor

del Mesías, comenzando la restauración de todas las cosas, y abriendo el camino para el establecimiento de Su reinado universal? (Mal. 4:5) ¿Dónde estaba Elías? ¿Vendría él primero, tal como los escribas decían que debía hacerlo? 9:12–13 Jesús les respondió en este sentido: «Es cierto que Elías viene primero. Pero una cuestión más importante e inmediata es ésta: ¿No predicen las Escrituras del AT que el Hijo del Hombre tiene que sufrir mucho y ser tenido en nada? Por lo que a Elías respecta, Elías ya ha venido (en la persona y ministerio de Juan el Bautista), pero hicieron con él lo que quisieron —como el trato que en el pasado sufrió Elías—. La muerte de Juan el Bautista era una muestra de lo que le harían al Hijo del Hombre. Rechazaron al heraldo: rechazarán al Rey».

B.

Curación de un Muchacho Endemoniado (9:14–29)

9:14–16 A los discípulos no les fue permitido permanecer en la cima de la gloria. En el valle abajo de ellos estaba la gimiente y sollozante humanidad. A sus pies se extendía un mundo de necesidad. Cuando Jesús y los tres discípulos llegaron al pie del monte, estaba en marcha una animada discusión entre los escribas, la multitud y los otros discípulos. Tan pronto apareció el Señor, se acalló la conversación y la multitud se dirigió a Él. «¿Qué estáis discutiendo con mis discípulos», preguntó Él a la gente. 9:17–18 Un angustiado padre le habló agitadamente acerca de su hijo, poseído por un espíritu mudo (RVR77 margen). El demonio lanzaba al muchacho por tierra, le hacía crujir los dientes y echar espumarajos. Estas violentas convulsiones estaban haciendo que el muchacho se estuviese consumiendo (RVR77 margen). El padre había pedido la ayuda de los discípulos, pero no fueron capaces. 9:19 Jesús riñó a los discípulos por su incredulidad. ¿Acaso Él no les había dado poder para echar fuera demonios? ¿Hasta cuándo tendría que estar con ellos para que empleasen la autoridad que Él les había dado? ¿Hasta cuándo tendría que soportar vidas de impotencia y derrota? 9:20–23 Trajeron el muchacho al Señor, y entonces el demonio indujo una convulsión particularmente grave. El Señor preguntó al padre: ¿Cuánto tiempo hace que le viene sucediendo esto? Él le explicó que desde la niñez. Estos espasmos le habían arrojado muchas veces al niño tanto al fuego como a las aguas. Había escapado varias veces por poco a la muerte. Luego el padre le pidió al Señor que hiciese algo si podía —un clamor patético éste, surgido de años de desesperación—. Jesús le dijo que no se trataba de una cuestión de Su capacidad de sanar, sino de la capacidad del padre de creer. La fe en el Dios vivo siempre tiene recompensa. Ningún caso es demasiado difícil para Él. 9:24 El padre expresó la paradoja de la fe e incredulidad experimentada por el pueblo de Dios en todas las edades: «Creo; ayuda mi incredulidad» (RV). Queremos creer, pero nos encontramos llenos de dudas. Aborrecemos esta contradicción interior e irrazonable, pero parece que luchamos en vano. 9:25–27 Cuando Jesús ordenó al espíritu inmundo que dejase al niño, hubo otro terrible espasmo, y luego el pequeño cuerpo se relajó como muerto. El Salvador le levantó y lo restauró a su padre. 9:28–29 Más tarde, cuando nuestro Señor estaba con sus discípulos en casa, ellos le preguntaron en privado por qué ellos no habían podido hacerlo. Él contestó que ciertos milagros demandan oración y ayuno. ¿Quién entre nosotros no se encuentra con ocasiones

en nuestro servicio cristiano con una sensación de derrota y frustración? Hemos trabajado incansablemente y a conciencia y sin embargo no ha habido evidencia de que el Espíritu Santo estuviese obrando con poder. También nosotros oímos las palabras del Salvador que nos recuerdan: Esta clase…, etc.

C.

Jesús vuelve a predecir Su muerte y Resurrección (9:30–32)

9:30 Había llegado a su fin la visita de nuestro Señor a Cesarea de Filipos. Ahora iba pasando a través de Galilea —en un viaje que le iba a llevar a Jerusalén y a la cruz—. Él deseaba viajar de incógnito. Mayormente, Su ministerio público había terminado. Ahora quería pasar tiempo con los discípulos, instruyéndolos y preparándolos para lo que tenían por delante. 9:31–32 Les dijo con llaneza que iba a ser arrestado y muerto, y que después de tres días resucitaría. Por la razón que fuere, no lo comprendieron, y tenían miedo de preguntarle. También nosotros muchas veces tenemos miedo de preguntar, y por eso perdemos una bendición.

D.

La grandeza en el Reino (9:33–37)

9:33–34 Cuando llegaron a la casa en Capernaúm donde iban a quedarse, Jesús les preguntó: ¿Qué discutíais por el camino? Ellos se sentían avergonzados de responder, porque habían estado discutiendo acerca de quién de ellos era mayor. Quizá la Transfiguración había reavivado sus esperanzas de un reino inminente, y se estaban disponiendo a recibir puestos de honor en el mismo. Es descorazonador darse cuenta que en el mismo momento en que Jesús les había estado hablando de Su inminente muerte, ellos se consideraban mejores que otros. Como dijo Jeremías, el corazón del hombre es engañoso y desesperadamente malvado por encima de todo. 9:35–37 Jesús, sabiendo de qué habían estado discutiendo, les dio una lección de humildad. Les dijo que la manera de ser primero era tomar voluntariamente el puesto más humilde de servicio y vivir para otros y no para el yo. Puso delante de ellos a un niño, y, tomándolo en sus brazos, les enfatizó que una bondad mostrada en Su nombre a los menos estimados, a los menos renombrados, era un acto de grandeza. Era como si la bondad fuese hecha al Señor mismo, sí, al mismo Dios Padre. «Oh bendito Señor Jesús, tus enseñanzas sondean y denuncian este carnal corazón mío. Quebranta mi yo y que tu vida se manifieste en mí.»

E.

El Siervo prohíbe el Sectarismo (9:38–42)

Este capítulo parece lleno de fracasos. Pedro habló torpemente en el Monte de la Transfiguración (vv. 5, 6). Los discípulos fracasaron en echar fuera al demonio mudo (v. 18). Discutieron acerca de quién era el mayor entre ellos (v. 34). En los vv. 38–40 los vemos exhibiendo un espíritu sectario. 9:38 Fue Juan el amado el que informó a Jesús que habían visto a uno que estaba expulsando demonios en Su nombre. Los discípulos le mandaron cesar porque no iba con ellos. Aquel hombre no estaba enseñando falsa doctrina ni vivía en pecado. Sencillamente, no se había unido a los discípulos.

Un círculo trazaron que fuera me dejaba; Rebelde, hereje, cosa a evitar; Pero el amor y yo los pudimos ganar; Un círculo trazamos que a ellos los incluyó. 9:39 Jesús dijo: «No le detengáis. Si tiene suficiente fe en mí para usar mi nombre para echar fuera demonios, está de mi lado y obrando contra Satanás. No va a volverse a la ligera para hablar mal de mí ni para tornarse enemigo mío». 9:40 El versículo 40 parece contradecir Mateo 12:30, donde Jesús dice: «El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama». Pero no hay aquí un verdadero conflicto. En Mateo, la cuestión es si Cristo era el Hijo de Dios o un endemoniado. Acerca de una cuestión tan fundamental, cualquiera que no esté con Él está trabajando contra Él. Aquí en Marcos, en cambio, no se trataba de la Persona ni de la obra de Cristo, sino de la cuestión de los compañeros que se tengan en el servicio del Señor. Aquí hemos de mostrar tolerancia y amor. Todo aquel que no esté en contra de nosotros en Su servicio ha de estar en contra de Satanás, y por ello a favor de Cristo. 9:41 Aun la más pequeña bondad hecha en nombre de Cristo (RVR77 margen) tendrá recompensa. Un vaso de agua dado a un discípulo por el hecho de que es de Cristo no pasará sin ser observado. Echar un demonio en Su nombre es espectacular. Dar un vaso de agua es algo muy corriente. Pero ambas cosas son preciosas para Él cuando se hacen para Su gloria. Por el hecho de que sois de Cristo es el vínculo que debería unir a los cristianos entre sí. Estas palabras, si las mantenemos delante de nosotros, nos liberarían de espíritu de partido, de ataques mezquinos y de los celos en el servicio de Cristo. 9:42 El siervo del Señor tiene que considerar constantemente qué efecto tendrán sobre los demás sus palabras y acciones. Es posible causar tropiezo a un compañero creyente, y provocarle así un daño espiritual para largo tiempo. Mejor le sería para el tal que le ataran al cuello una piedra de molino y morir así ahogado antes que hacer que uno de estos pequeños se aparte del camino de la santidad y de la verdad.

F.

Una Autodisciplina implacable (9:43–50)

9:43 Los versículos restantes de este capítulo enfatizan la necesidad de la propia disciplina y renuncia. Los que emprenden el camino del verdadero discipulado han de batallar constantemente contra los deseos y apetitos naturales. Entregarse a ellos lleva a la ruina. Controlarlos asegura la victoria espiritual. El Señor se refiere a la mano, el pie y el ojo, explicando que sería mejor perder uno de estos miembros antes que tropezar a causa de uno de ellos y caer en el infierno. Para llegar a la meta vale la pena cualquier sacrificio. La mano podría sugerir nuestras acciones, el pie nuestro andar, y el ojo las cosas que deseamos. Estos son unos puntos de peligro potencial. A no ser que sean tratados con rigor, pueden conducir a la ruina eterna. ¿Enseña este pasaje que los verdaderos creyentes pueden finalmente perderse y pasar la eternidad en el infierno? Si se toma aislado, podría sugerirlo. Pero si se toma en el contexto de la enseñanza constante del NT, hemos de llegar a la conclusión de que cualquiera que vaya al infierno nunca fue un cristiano genuino. Una persona puede profesar haber renacido

y puede que parezca que va bien por un tiempo. Pero si esta persona da constantemente satisfacción a la carne, es evidente que nunca ha sido salvada. 9:44–48 El Señor habla una y otra vez del infierno como un lugar donde su gusano no se muere, y el fuego no se apaga. Es algo tremendamente solemne. Si lo creyésemos de verdad, no viviríamos para las cosas, sino para las almas inmortales. «¡Dame, Señor, pasión por las almas!». Afortunadamente, nunca es moralmente necesario amputar una mano o pie ni cortar un ojo. Jesús no sugirió que deberíamos practicar tales extremos. Todo lo que dijo fue que sería mejor sacrificar el uso de estos órganos que ser arrastrado al infierno por su abuso. 9:49 Los versículos 49 y 50 son especialmente difíciles. Por ello, los examinaremos cláusula por cláusula. Porque todos serán salados con fuego. Los tres principales problemas son: (1) ¿A qué fuego se hace referencia? (2) ¿Qué se significa por salado? (3) El término todos, ¿se refiere a los salvos, a los inconversos, o a ambos? El fuego puede significar infierno (como en los vv. 44, 46, 48) o juicio de cualquier clase, incluyendo el juicio divino de las obras de un creyente, y el que uno hace de sí mismo. La sal tipifica aquello que preserva, purifica y sazona. En las tierras orientales es también una prenda de lealtad, amistad o fidelidad a una promesa. Si todos se refiere a los inconversos, entonces el pensamiento es que serán preservados en los fuegos del infierno, es decir, que recibirán castigo eterno. Si todos se refiere a los creyentes, el pasaje significa que ellos deben (1) ser purificados por los fuegos de la disciplina de Dios en esta vida; o (2) guardarse de la corrupción practicando la propia disciplina y la abnegación; o (3) ser puestos a prueba ante el Tribunal de Cristo. Y todo sacrificio será salado con sal. Esta cláusula es citada de Levítico 2:13 (véase también Nm. 18:19; 2 Cr. 13:5). La sal, emblema del pacto entre Dios y Su pueblo, había sido dispuesta para recordar al pueblo que el pacto era un tratado solemne que debía ser mantenido inviolado. Al presentar nuestros cuerpos como sacrificio vivo a Dios (Ro. 12:1, 2), deberíamos sazonar el sacrificio con sal haciéndolo así un compromiso irrevocable. 9:50 Buena es la sal. Los cristianos son la sal de la tierra (Mt. 5:13). Dios espera que ellos ejerzan una influencia sana y purificadora. Mientras cumplan su discipulado, son para bendición de todos. Pero si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la sazonaréis? La sal sin salinidad carece de todo valor. Un cristiano que no está cumpliendo su deber como verdadero discípulo es estéril e ineficaz. No es suficiente hacer un buen comienzo en la vida cristiana. Si no hay un juicio constante y radical de uno mismo, el hijo de Dios fracasa en conseguir el propósito para el que Dios le salvó. Tened sal en vosotros mismos. Sé un representante del poder de Dios en el mundo. Ejerce una influencia benéfica para la gloria de Cristo. Sé intolerante de cualquier cosa que en tu vida podría aminorar tu efectividad para Él. Y estad en paz los unos con los otros. Esto, aparentemente, se retrotrae a los versículos 33 y 34, donde los discípulos habían estado discutiendo acerca de quién de ellos era el mayor. Debemos quitar de nosotros la soberbia y poner en su lugar un servicio humilde para todos. Recapitulando, los versículos 49 y 50 parecen dar la imagen de la vida del creyente como sacrificio a Dios. Es salada con fuego, es decir, mezclada con juicio de uno mismo y

abnegación. Es salada con sal, es decir, ofrecida con una prenda de devoción inalterable. Si el creyente se vuelve de sus votos, o fracasa no confrontando de manera drástica sus deseos pecaminosos, entonces su vida será sin sabor, carente de valor y sin objetivo. Por ello, debería erradicar de su vida todo aquello que interfiera con su misión divinamente designada, y mantener relaciones de paz con otros creyentes.

G.

Matrimonio y Divorcio (10:1–12)

10:1 De Galilea, nuestro Señor se dirigió hacia el sur, a Perea, el distrito al lado oriental del Jordán. Su ministerio en Perea se extiende hasta el final de 10:45. 10:2 Pronto le descubrieron los fariseos. Estaban cercándole cada vez más de cerca, como una jauría de lobos. En un esfuerzo por atraparle, le preguntaron si el divorcio era lícito. Él los remitió al Pentateuco. ¿Qué os ordenó Moisés? 10:3–9 Ellos evitaron la pregunta declarando que Moisés permitió. Él permitía que un hombre repudiase a su mujer, siempre y cuando le diese un certificado escrito de divorcio. Pero éste no era el ideal de Dios; fue permitido sólo por la dureza de los corazones de la gente. El plan divino unía a un hombre y una mujer en matrimonio mientras ellos viven. Esto se remonta a la creación de los sexos por Dios. El hombre debe dejar a su padre y a su madre y estar unido en matrimonio de tal manera que él y su mujer son una sola carne. Así unidos por Dios, no deberían ser separados por decreto humano. 10:10 Aparentemente, esto fue difícil de aceptar incluso para sus discípulos. En aquel tiempo, las mujeres no tenían un puesto de honra ni de seguridad. Eran tratadas a menudo con poco más que menosprecio. Un hombre podía repudiar a su mujer si lo desagradaba. Y ella no tenía recurso alguno. En muchos casos, era tratada como una propiedad. 10:11–12 Cuando los discípulos preguntaron más al Señor, dijo llanamente que el nuevo matrimonio tras un divorcio era adulterio, fuese el hombre o la mujer quien obtuviese el divorcio. Tomado por sí mismo, este versículo indicaría que el divorcio queda prohibido bajo todas las circunstancias. Pero en Mateo 19:9 hizo una excepción. Allí donde una parte se ha hecho culpable de inmoralidad, la otra puede conseguir un divorcio y presumiblemente queda libre para volver a contraer matrimonio. También es posible que 1 Corintios 7:15 permita el divorcio cuando un cónyuge incrédulo abandona a un cónyuge cristiano. Desde luego, hay dificultades relacionadas con toda la cuestión del divorcio y nuevo matrimonio. La gente crea enredos matrimoniales tan complejos que se precisa de la sabiduría de Salomón para desenredarlos. El divorcio hace descender una nube y un interrogante sobre las vidas de los implicados. Cuando personas divorciadas buscan la comunión de una iglesia local, los ancianos han de revisar el caso en el temor de Dios. Cada caso es diferente y ha de ser considerado de manera individual. Este párrafo muestra el interés de Cristo no sólo por la santidad del matrimonio, sino también por los derechos de las mujeres. El cristianismo le da a la mujer un puesto de honor que no se encuentra en otras religiones.

H.

La Bendición de los Niños Pequeños (10:13–16)

10:13 Ahora vemos la solicitud del Señor Jesús para con los niños pequeños. Los padres que traían sus niños para ser bendecidos por el Maestro Pastor estaban siendo rechazados por los discípulos. 10:14–16 El Señor, al ver esto, se indignó y explicó que el reino de Dios pertenece a los niños, y a los que tienen fe como la de un niño y su humildad. Los adultos tienen que volverse como niñitos para entrar en el reino. George MacDonald solía decir que no creía en el cristianismo de nadie si nunca se veía a niños y a niñas jugando cerca de su puerta. Desde luego, estos versículos deberían hacer consciente al siervo del Señor acerca de la importancia de alcanzar a los pequeños con la Palabra de Dios. Las mentes de los niños son de lo más plásticas y receptivas. W. Graham Scroggie dijo: «Mostraos en vuestro mejor aspecto y dad lo mejor de vosotros a los niños».

I.

El Joven Rico (10:17–31)

10:17 Un hombre rico interceptó al Señor con una pregunta aparentemente sincera. Dirigiéndose a Jesús como «Maestro bueno», le preguntó qué debía hacer para heredar la vida eterna. 10:18 Jesús puso el énfasis en las palabras «Maestro bueno». No rechazó el título, sino que lo empleó para poner a prueba la fe de aquel hombre. Sólo Dios es bueno. ¿Estaba dispuesto el rico a confesar al Señor Jesús como Dios. Aparentemente, no. 10:19–20 A continuación, el Salvador empleó la ley para producir el conocimiento del pecado. Aquel hombre seguía bajo el engaño de que podría heredar el reino en base del principio de hacer. En tal caso, que obedeciese la ley, que le decía lo que debía hacer. Nuestro Señor citó los cinco mandamientos, que tratan primariamente de nuestras relaciones con nuestros semejantes. Estos cinco mandamientos vienen a decir: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». El hombre profesó haberlos guardado desde su juventud. 10:21–22 Pero, ¿de veras amaba él a su prójimo como a sí mismo? Si así fuere, que lo demostrase vendiendo todas sus propiedades y dando el dinero a los pobres. ¡Ah, ésta era otra historia! Y se marchó apesadumbrado, porque tenía muchas posesiones. El Señor Jesús no estaba diciendo que este hombre podría haberse salvado vendiendo sus posesiones y dando lo conseguido a la caridad. Hay sólo un camino a la salvación, la fe en el Señor. Pero para llegar a la salvación, el hombre ha de reconocer que es pecador, que está bien lejos de satisfacer las santas demandas de Dios. El Señor tomó al hombre de vuelta a los Diez Mandamientos para producir convicción de pecado. La mala disposición del rico para compartir sus posesiones demostraba que no amaba a su próximo como a sí mismo. Debería haber dicho: «Señor, si esto es lo que se precisa, entonces soy pecador. No puedo salvarme a mí mismo por mis propios esfuerzos. Por ello, te pido que me salves por tu gracia». Pero amaba demasiado a su propiedad. Estaba mal dispuesto a abandonarla. Rehusó el quebrantamiento. Cuando Jesús mandó al hombre que lo vendiese todo, no estaba presentando esto como el camino de la salvación. Estaba demostrando a aquel hombre que había quebrantado la ley de Dios y que por ello mismo necesitaba ser salvo. Si hubiese respondido a la instrucción del Salvador, habría llegado a conocer el camino de la salvación. Pero aquí hay un problema. ¿Debemos nosotros los creyentes amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos? ¿Nos dice Jesús a nosotros: «Vende cuanto tienes y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme tomando tu cruz»? Cada uno ha de

responder por sí, pero antes de hacerlo, debería considerar los siguientes e irrefutables datos: 1. Miles de personas mueren a diario por hambre. 2. Más de la mitad del mundo nunca ha oído las buenas nuevas. 3. Nuestras posesiones materiales pueden ser empleadas ahora para aliviar las necesidades espirituales y físicas de los hombres. 4. El ejemplo de Cristo nos enseña que deberíamos hacernos pobres para que otros pudiesen ser hechos ricos (2 Co. 8:9). 5. La brevedad de la vida y la inminencia de la venida del Señor nos enseña a que pongamos nuestro dinero a trabajar ahora para Él. Después que Él venga, será demasiado tarde. 10:23–25 Al ver cómo el rico desaparecía entre la multitud, Jesús hizo un comentario acerca de lo difícil que era para los ricos entrar en el reino de Dios. Los discípulos quedaron asombrados ante esta declaración; ellos vinculaban las riquezas con la bendición de Dios. De modo que Jesús repitió: Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios a los que confían en las riquezas! De hecho, prosiguió, es más fácil que un camello pase a través del ojo de la aguja, que el que un rico entre en el reino de Dios. 10:26–27 Esto llevó a los discípulos a preguntarse: Entonces, ¿quién puede ser salvo? Como judíos que vivían bajo la ley, consideraban correctamente las riquezas como indicación de la bendición de Dios. Bajo el código mosaico, Dios prometía prosperidad a aquellos que le obedeciesen. Los discípulos razonaban que si una persona rica no podía entrar en el reino, que entonces nadie podría. Jesús les respondió que lo que es imposible para los hombres es posible para Dios. ¿Qué debemos entonces concluir en base de la enseñanza de este pasaje? Primero de todo, que salvarse es especialmente difícil para los ricos (v. 23), por cuanto estas personas tienden a amar sus riquezas más que a Dios. Preferirían antes dejar a Dios que su dinero. Ponen la confianza en las riquezas antes que en el Señor. Mientras se den estas condiciones, no pueden ser salvos. Era cierto en el AT que las riquezas eran señal del favor de Dios. Esto ha cambiado ahora. En vez de ser una señal de la bendición del Señor, las riquezas son una prueba de la devoción de una persona. Un camello puede pasar con mayor facilidad a través del ojo de una aguja que un rico puede pasar por la puerta del reino. Humanamente hablando, un rico, simplemente, no puede ser salvo. Alguien puede objetar aquí que humanamente hablando, nadie puede ser salvo. Y es cierto. Pero es aún más cierto en el caso de un rico. Hace frente a obstáculos que un pobre no conoce. El dios Mamón ha de ser echado del trono de su corazón y ha de presentarse delante de Dios como un hombre mísero. Efectuar este cambio es humanamente imposible, sólo Dios puede hacerlo. Los cristianos que acumulan tesoros en la tierra generalmente pagan su desobediencia en las vidas de sus hijos. Muy pocos hijos de tales familias siguen adelante para el Señor. 10:28–30 Pedro comprendió la corriente de la enseñanza del Salvador. Él se dio cuenta de que Jesús estaba diciendo: «Déjalo todo, y sígueme». Jesús confirmó esto prometiendo una recompensa presente y eterna a aquellos que lo dejen todo por Su causa y por causa del evangelio.

1. La recompensa actual es de un beneficio del diez mil por ciento, no en dinero, sino en: a. casas —los hogares de otras personas donde recibe acomodamiento como siervo del Señor. b. hermanos, hermanas, madres, hijos —amigos cristianos cuya comunión enriquece toda la vida. c. campos —países del mundo que ha reclamado para el Rey. d. persecuciones —forman parte de la actual recompensa. Es causa de regocijo ser hallado digno de sufrir por causa de Jesús. 2. La recompensa futura es la vida eterna. Esto no quiere decir que consigamos la vida eterna por dejarlo todo. La vida eterna es un don. Aquí, el pensamiento es que aquellos que lo dejan todo son recompensados con una mayor capacidad para gozar de la vida eterna en el cielo. Todos los creyentes tendrán aquella vida, pero no todos gozarán de ella en el mismo grado. 10:31 A continuación, nuestro Señor añadió una palabra de advertencia: Muchos primeros serán últimos; y los últimos, primeros. No es suficiente con comenzar bien en el camino del discipulado. Lo que cuenta es cómo acabamos. Dijo Ironside: No todo aquel que diese promesa de ser un fiel y devoto seguidor proseguiría en el camino de abnegación por causa del Nombre de Cristo, y algunos de los que parecían remisos y cuya devoción era cuestionable resultarían genuinos y abnegados en la hora de la prueba.

J.

Tercera Predicción de la Pasión del Siervo (10:32–34)

10:32 Había llegado ya el momento de subir a Jerusalén. Para el Señor Jesús ello significaba el dolor y padecimientos de Getsemaní, el oprobio y la agonía de la cruz. ¿Cuáles eran Sus emociones en aquel momento? ¿Acaso no podemos leerlas en las palabras Jesús iba delante de ellos? Había la determinación de hacer la voluntad de Dios, sabiendo plenamente cuál iba a ser el coste. Había soledad —iba separado por delante de Sus discípulos, caminando a solas—. Y había gozo —un gozo profundo, posado, de estar en la voluntad del Padre, la perspectiva gozosa de la gloria venidera, el gozo de redimir para Sí una esposa—. Por el gozo puesto delante de Él, soportó la cruz, menospreciando el oprobio. Al contemplarle andando a solas a la vanguardia, también nosotros nos sentimos atónitos. Nuestro intrépido Guía, el Autor y Consumador de nuestra fe, nuestro glorioso Señor y divino Príncipe. Erdman escribe: ¡Detengámonos a contemplar aquel rostro y forma, el Hijo de Dios, dirigiéndose con pasos firmes hacia la Cruz! ¿No nos despierta esto a un nuevo heroísmo, al seguirle a Él; no suscita en nosotros un nuevo amor al ver cuán voluntaria fue Su muerte por nosotros; y sin embargo, no nos interrogamos ante el significado y misterio de aquella muerte? Aquellos que seguían tenían miedo. Sabían que los guías religiosos en Jerusalén estaban decididos a darle muerte.

10:33–34 Por tercera vez Jesús dio a Sus discípulos un relato detallado de los acontecimientos venideros. Este bosquejo profético demuestra que era más que un mero hombre: 1. Mirad que estamos subiendo a Jerusalén (11:1–13:37). 2. El Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas (14:1, 2, 43–53). 3. Lo condenarán a muerte (14:55–65). 4. Y lo entregarán a traición a los gentiles (15:1). 5. Se burlarán de él, le escupirán, le azotarán y matarán (15:2–38). 6. Y a los tres días resucitará (16:1–11).

K.

La grandeza está en el servicio (10:35–45)

10:35–37 Después de esta conmovedora predicción de Su inminente crucifixión, Jacobo y Juan se acercaron a él con una petición que era a la vez noble e inoportuna. Era noble en tanto que querían estar cerca de Cristo, pero era inoportuno estar buscando grandes cosas para ellos mismos. Dieron evidencia de fe que Jesús iba a establecer Su reino, pero deberían haber estado pensando en Su inminente pasión. 10:38–39 Jesús les preguntó si podrían beber Su copa, refiriéndose a Sus padecimientos, y a compartir Su bautismo, refiriéndose a Su muerte. Ellos afirmaron que podían, y Él les dijo que sí, que así sería. Padecerían por causa de su lealtad a Él, y Jacobo, al menos, murió mártir (Hch. 12:2). 10:40 Pero luego les explicó que las posiciones de honra en el reino no eran concedidas arbitrariamente. Serían ganadas. Es bueno recordar aquí que la admisión al reino es por la gracia por medio de la fe, pero que la posición en el reino quedará determinada por la fidelidad a Cristo. 10:41–44 Los otros diez discípulos se sintieron sumamente indignados por el hecho de que Jacobo y Juan hubiesen intentado avanzarse a ellos. Pero su indignación fue manifestación de que estaban gobernados por el mismo espíritu. Esto dio pie a que el Señor Jesús diera una hermosa y revolucionaria lección acerca de la grandeza. Entre los inconversos, los grandes son aquellos que rigen de manera arbitraria, que son abrumadores y dominantes. Pero en el reino de Cristo la grandeza va marcada por el servicio. Cualquiera que desee… ser primero debería llegar a ser esclavo de todos. 10:45 El Ejemplo Supremo es el Hijo del Hombre mismo. Él no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos. ¡Pensemos en esto! Vino con Su nacimiento milagroso. Sirvió a lo largo de Su vida. Y con Su muerte vicaria dio Su vida. Como ya se ha mencionado antes, el versículo 45 es el versículo clave de todo el Evangelio. Es una teología en miniatura, una viñeta de la más grande Vida que el mundo haya jamás conocido.

L.

La Curación del ciego Bartimeo (10:46–52)

10:46 La escena pasa ahora de Perea a Judea. El Señor y Sus discípulos habían pasado el Jordán y habían venido a Jericó. Allí se encontró con el ciego Bartimeo, un hombre con

una desesperada necesidad, un conocimiento de su necesidad y la determinación de que fuese satisfecha. 10:47 Bartimeo reconoció e interpeló a Jesús como el Hijo de David. ¡Era irónico que mientras que la nación de Israel estaba ciega a la presencia del Mesías, un judío ciego tuviese verdadera visión espiritual! 10:48–52 Sus persistentes ruegos pidiendo compasión no quedaron sin respuesta. Su oración específica pidiendo la vista dio una respuesta específica. Su gratitud se expresó con un agradecido discipulado, siguiendo a Jesús en Su último viaje a Jerusalén. Tiene que haber alentado el corazón del Señor encontrar una fe así en Jericó, mientras seguía Su camino a la cruz. Fue bueno que Bartimeo buscase aquel día al Señor, porque el Salvador nunca volvió a pasar por aquel camino.

V. EL MINISTERIO DEL SIERVO EN JERUSALÉN (Caps. 11, 12) A.

La entrada triunfal (11:1–11)

11:1–3 El registro de la última semana comienza aquí. Jesús se había detenido en la ladera oriental del monte de los Olivos, cerca de Betfagé (la casa de los higos verdes) y Betania (la casa de los pobres, humildes, oprimidos). Había llegado el momento de presentarse abiertamente al pueblo judío como su ReyMesías. Y lo iba a hacer en cumplimiento de la profecía de Zacarías (9:9), montado en un pollino. De modo que envió a dos de sus discípulos desde Betania a Betfagé. Con un perfecto conocimiento y una total autoridad, les dijo que trajesen un pollino no domado que encontrarían atado. Si alguien les interpelaba, debían decir: El Señor lo necesita. La omnisciencia del Señor, tal como se ve aquí, ha llevado a alguien a decir: «Éste no es el Cristo del modernismo, sino el de la historia y del cielo». 11:4–6 Todo sucedió como Jesús había predicho. Encontraron un pollino atado en una encrucijada principal del pueblo. Cuando les interpelaron, los discípulos contestaron tal como Jesús les había mandado. Entonces les dejaron marchar. 11:7–8 Aunque el pollino nunca había sido montado antes, no rehusó llevar a su Creador a Jerusalén. El Señor cabalgó a la ciudad sobre una alfombra de mantos y ramas de palmera, mientras resonaban en Sus oídos las aclamaciones de la muchedumbre. Por un momento, al menos, fue reconocido como Rey. 11:9–10 La gente aclamaba: 1. ¡Hosanná! —lo cual significaba originalmente «Salva, te rogamos», pero que más tarde vino a ser una exclamación de alabanza. Quizá la gente estuviese significando con ello: «¡Salva, te rogamos, de nuestros opresores romanos!» 2. ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! —un claro reconocimiento de que Jesús era el prometido Mesías (Sal. 118:26). 3. ¡Bendito el reino venidero de nuestro padre David! —creían ellos que el reino estaba a punto de ser establecido, con Cristo sentándose en el trono de David. 4. ¡Hosanná en las alturas! —un llamamiento a alabar al Señor en las alturas de los cielos, o petición a Él para que salvase desde las alturas de los cielos.

11:11 Una vez en Jerusalén, Jesús entró en el templo —no dentro del santuario, sino en los atrios del templo—. Se suponía que era la casa de Dios, pero no estaba cómodo en este templo, porque los sacerdotes y el pueblo rehusaban reconocerle Sus derechos. Y después de mirar todo alrededor brevemente, el Salvador salió para Betania con los doce discípulos. Era el domingo, atardeciendo.

B.

La Higuera Estéril (11:12–14)

Este incidente es la interpretación que da el Salvador de la bienvenida tumultuosa que acababa de experimentar en Jerusalén. Vio a la nación de Israel como una higuera estéril —tenía hojas de profesión pero sin fruto—. El clamor de Hosanna pronto se transformaría en el terrible clamor: «¡Crucifícalo!». Hay una aparente dificultad en el hecho que condenó a la higuera porque no tenía fruto, aunque el registro dice de manera clara que no era tiempo de higos. Parece presentar al Salvador como irrazonable e irritable. Sabemos que no es así, pero, ¿cómo podemos explicar esta curiosa circunstancia? Las higueras en las tierras bíblicas producen un fruto comestible antes que aparezcan las hojas, llamado breva. Se trataba de un heraldo de la cosecha normal, descrita aquí como tiempo de higos. Si no aparecían brevas, era señal de que no habría cosecha de higos a su tiempo. Cuando Jesús llegó a la nación de Israel, había hojas, lo que habla de profesión, pero no había fruto para Dios. Había promesa sin cumplimiento, profesión sin realidad. Jesús tenía hambre de fruto de la nación. Debido a que no había fruto temprano, sabía que no habría fruto tardío de aquel pueblo incrédulo. Por eso maldijo la higuera. Esto era una premonición del juicio que iba a caer sobre Israel en el 70 d.C. Sin embargo, este incidente no enseña que Israel fue maldecida a una esterilidad perpetua. El pueblo judío ha sido echado a un lado temporalmente, pero cuando Cristo vuelva a reinar, la nación renacerá y será restaurada a una posición de favor con Dios. Éste es el único milagro en el que Cristo maldijo en lugar de bendecir, en que destruyó vida en lugar de restaurarla. Esto ha sido suscitado como una dificultad. Pero es una objeción que no es válida. El Creador tiene el derecho soberano de destruir un objeto inanimado para enseñar una importante lección espiritual y así salvar a los hombres de la condenación eterna. Aunque la interpretación primaria de este pasaje tiene que ver con la nación de Israel, tiene aplicación para personas de todas las eras que combinan elevadas pretensiones de palabra con un andar indigno.

C.

El Siervo limpia el Templo (11:15–19)

11:15–16 Al comienzo de Su ministerio público, Jesús había expulsado el comercialismo de los aledaños del templo (Jn. 2:13–22). Ahora volvió a entrar en el patio del templo echando a aquellos que sacaban beneficio de las actividades sagradas. Incluso impidió el acarreo de mercancías ordinarias por el templo. 11:17 Combinando citas de Isaías y de Jeremías, condenó la profanación, el exclusivismo y el comercialismo. Dios había querido que el templo fuese casa de oración para todas las naciones (Is. 56:7), no sólo para Israel. Lo habían convertido en un mercado religioso, en un centro de reunión de tramposos y de defraudadores (Jer. 7:11).

11:18 Los principales sacerdotes y los escribas se sintieron profundamente heridos por Sus acusaciones. Querían destruirle, pero no podían hacerlo abiertamente, porque el común del pueblo seguía sintiéndose maravillado ante Su presencia. 11:19 Al caer la tarde, salieron fuera de la ciudad. El tiempo del verbo en el original sugiere que lo hicieron como solían, quizá por motivos de seguridad. Pero Él no tenía miedo por Sí mismo. Hemos de recordar que parte de Su ministerio era preservar a las ovejas, es decir a Sus propios discípulos (Jn. 17:6–19). Además, sería absurdo que Él se entregase a merced de Sus enemigos antes del momento señalado.

D.

La Lección de la Higuera Estéril (11:20–26)

11:20–23 A la mañana siguiente después de haber maldecido la higuera, los discípulos volvieron a pasar junto a ella, camino de Jerusalén. Se había secado desde las raíces. Cuando Pedro lo mencionó al Señor, Él dijo sencillamente: Tened fe en Dios. Pero, ¿qué tienen que ver estas palabras con la higuera? Los siguientes versículos muestran que Jesús estaba alentando la fe como medio para quitar dificultades. Si los discípulos tienen fe en Dios, pueden afrontar los problemas de la ausencia de fruto, y eliminar barreras montañosas. Sin embargo, estos versículos no dan autoridad a nadie para orar pidiendo poderes milagrosos para su propia conveniencia o fama. Cada acto de fe ha de reposar en la promesa de Dios. Si sabemos que es la voluntad de Dios eliminar una determinada dificultad, en tal caso podemos orar con la absoluta confianza de que así se hará. De hecho, podemos orar con confianza acerca de cualquier tema siempre que tengamos confianza en que es conforme a la voluntad de Dios revelada en la Biblia o por el testimonio interno del Espíritu. 11:24 Cuando estamos viviendo realmente en contacto con el Señor y orando en el Espíritu, podemos tener la certidumbre de la respuesta a la oración antes que venga la respuesta en sí. 11:25–26 Pero una de las exigencias prácticas para la respuesta a la oración es un espíritu perdonador. Si abrigamos una actitud dura y vengativa contra otros, no podemos esperar que Dios nos oiga y responda. Hemos de perdonar, o Dios no perdonará nuestras transgresiones. Esto no se refiere al perdón judicial de los pecados en el momento de la conversión, lo cual es estrictamente una cuestión de gracia por medio de la fe. Se refiere más bien a los tratos paternos de Dios con Sus hijos. Un espíritu implacable en un creyente quebranta la comunión con el Padre en el cielo y obstaculiza el fluir de la bendición.

E.

La Autoridad del Siervo, puesta en tela de juicio (11:27–33)

11:27–28 Tan pronto como llegó Él al área del templo, se le acercaron los guías religiosos y desafiaron Su autoridad haciendo dos preguntas: (1) ¿Con cuál autoridad estás haciendo estas cosas? y (2) ¿Quién te dio autoridad para hacer estas cosas? (Es decir, para limpiar el templo, maldecir la higuera, y entrar montado en triunfo en Jerusalén.) Tenían la esperanza de atraparle, contestase lo que contestase. Si afirmaba tener autoridad en Sí mismo como el Hijo de Dios, le acusarían de blasfemia. Si afirmaba tener autoridad de los hombres, le desacreditarían. Si afirmaba haber recibido autoridad de Dios,

desafiarían su afirmación; ellos se consideraban a sí mismos como los guías religiosos designados por Dios para el pueblo. 11:29–32 Pero Jesús les respondió con otra pregunta. Juan el Bautista, ¿había sido comisionado por Dios o no? (El bautismo de Juan hace referencia a todo su ministerio.) No podían responder a esto sin quedar en evidencia. Si el ministerio de Juan provenía de Dios, hubiesen debido atender su llamamiento al arrepentimiento. Si menospreciaban el ministerio de Juan, se arriesgaban a las iras del común del pueblo, que seguían todos considerando a Juan como portavoz de Dios. 11:33 Cuando rehusaron responder, alegando ignorancia, el Señor rehusó tratar acerca de Su autoridad. Mientras no estuviesen dispuestos a reconocer las credenciales del Heraldo, ¡difícilmente estarían dispuestos a reconocer las más elevadas credenciales del Rey mismo!

F.

La Parábola de los Viñadores Malvados (12:1–12)

12:1 El Señor Jesús no había terminado con las autoridades judías, aun cuando había rehusado contestar a sus preguntas. Ahora, en forma de parábolas, pronunció contra ellos una hiriente acusación por su rechazo del Hijo de Dios. Jesús les contó en forma de parábola la historia de un hombre que plantó una viña, la cercó de vallado, cavó un lagar, edificó una torre y la arrendó a unos labradores, y se fue lejos. El hombre que plantó una viña era el mismo Dios. La viña era el puesto de privilegio que entonces ocupaba Israel. La cerca era la Ley de Moisés, que separaba a Israel de los gentiles y los preservaba como pueblo peculiar para el Señor. Los viñadores, o labradores, eran los guías religiosos, como los fariseos, escribas y ancianos. 12:2–5 Una y otra vez, Dios envió a Sus siervos, los profetas, al pueblo de Israel, buscando comunión, santidad y amor. Pero el pueblo persiguió a los profetas, y mataron a algunos de ellos. 12:6–8 Finalmente, Dios envió a Su amado Hijo. De cierto, a él lo respetarían. Pero no fue así. Conspiraron contra Él y finalmente lo mataron. Así, el Señor predijo Su propia muerte y denunció a Sus inicuos asesinos. 12:9 ¿Qué iba a hacer Dios con aquellos malvados? Los destruirá y dará el puesto de privilegio a otros. Los otros aquí puede referirse a los gentiles, o al remanente arrepentido de Israel en los últimos días. 12:10–11 Todo esto era para que se cumpliesen las Escrituras del AT. En el Salmo 118:22, 23, por ejemplo, estaba profetizado que el Mesías sería desechado por los guías judíos en sus planes de edificación. No tenían lugar para esta Piedra. Pero después de Su muerte sería levantado de los muertos y recibiría de parte de Dios toda preeminencia. Sería constituido como la piedra angular del edificio de Dios. 12:12 Los guías judíos comprendieron aquello. Creían que el Salmo 118 hablaba del Mesías. Ahora oyeron al Señor Jesús aplicándoselo a Sí mismo. Procuraban prenderle, pero Su tiempo no había llegado todavía. La multitud se habría puesto de parte de Jesús. De modo que por el momento los guías religiosos le dejaron.

G.

Dando a César y a Dios (12:13–17)

El capítulo 12 contiene ataques contra el Señor de parte de los fariseos y herodianos, y de los saduceos. Es un capítulo de preguntas. (Véase vv. 9, 10, 14, 15, 16, 23, 24, 26, 28, 35, 37.) 12:13–14 Los fariseos y… los herodianos, acerbos enemigos, se unieron ahora en un odio común contra el Salvador. En su desesperación intentaron inducirle a decir algo que pudiesen emplear para acusarle. De modo que le preguntaron si era lícito dar tributo al gobierno romano. A ningún judío le gustaba de manera particular vivir bajo el gobierno romano. Los fariseos lo aborrecían apasionadamente, mientras que los herodianos adoptaban una postura más tolerante. Si Jesús aprobaba públicamente pagar tributo a César, se enajenaría a muchos de los judíos. Si hablaba contra César, sería arrastrado ante las autoridades romanas para ser encarcelado y juzgado como traidor. 12:15–16 Jesús pidió que alguien le trajese un denario. (Evidentemente, Él mismo no tenía uno.) La moneda tenía la imagen de Tiberio César, lo que recordaba a todos los judíos su condición de pueblo conquistado, sometido. ¿Por qué estaban en tal condición? Por su propia infidelidad y pecado. Debían haberse humillado al tener que admitir que las monedas que empleaban llevaban la imagen de un dictador gentil. 12:17 Jesús les dijo: Lo de César, devolvédselo a César; y lo de Dios, a Dios. Su gran fracaso no residía en la primera cuestión, sino en la segunda. Habían pagado los tributos romanos, aunque a regañadientes, pero habían descuidado las demandas de Dios sobre sus propias vidas. La moneda tenía la imagen de César. El hombre tiene sobre sí la imagen de Dios —Dios creó al hombre a Su propia imagen (Gn 1:26, 27)— y por ello pertenece a Dios. El creyente ha de obedecer y apoyar al gobierno bajo el que vive. No ha de hablar mal de sus gobernantes ni trabajar para derribar el gobierno. Debe pagar los impuestos y orar por los que están en autoridad. Si es llamado a hacer cualquier cosa que viole su más elevada lealtad a Cristo, ha de rehusarlo y sobrellevar el castigo. Las demandas de Dios han de tener precedencia sobre todo lo demás. Al mantener estas demandas, el cristiano debería siempre mantener un buen testimonio ante el mundo.

H.

Los Saduceos y su acertijo acerca de la Resurrección (12:18–27)

12:18 Los saduceos eran los liberales o racionalistas de aquella época. Se burlaban de la idea de una resurrección corporal; de modo que se presentaron ante el Señor con una historia absurda, intentando ridiculizar el concepto de la resurrección en su totalidad. 12:19 Le recordaron a Jesús que la Ley de Moisés daba una especial provisión para las viudas en Israel. A fin de preservar el nombre de la familia, la Ley estipulaba que si un hombre moría sin hijos, su hermano debía casarse con la viuda (Dt. 25:5–10). 12:20–23 Aquí presentan un caso imaginario en el que una mujer se casó con siete hermanos, uno tras otro. Por último, ella también murió. ¡Y ahora viene su astuta pregunta! ¿De quién de ellos será mujer en la resurrección? 12:24 Ellos creían que eran inteligentes; el Salvador, en cambio, les dijo que tenían una crasa ignorancia tanto de las Escrituras que enseñan la resurrección como del poder de Dios que levanta a los muertos. 12:25 Primero, habían de saber que la relación de casamiento no continúa en el cielo. Los creyentes se reconocerán entre sí en el cielo, y no perderán sus distinciones como

hombres y mujeres, pero ni ellos se casan, ni ellas son dadas en casamiento. En cuanto a esto son como ángeles en los cielos. 12:26–27 Luego nuestro Señor tomó a los saduceos, que valoraban los libros de Moisés por encima del resto del AT, de vuelta a la narración de Moisés, en lo de la zarza (Éx. 3:6). Allí Dios se designó a Sí mismo como el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob. El Salvador empleó esto para mostrar que Dios no era un Dios de muertos, sino de vivos. Pero, ¿cómo podía ser esto? ¿Acaso no estaban ya muertos Abraham, Isaac y Jacob cuando Dios se apareció a Moisés? Sí, sus cuerpos estaban en la Cueva de Macpela en Hebrón. ¿Cómo es entonces Dios el Dios de los vivos? El argumento parece ser como sigue: 1. Dios había hecho promesas a los patriarcas tocante a la tierra y tocante al Mesías. 2. Estas promesas no fueron cumplidas durante sus vidas. 3. Cuando Dios habló a Moisés desde la zarza ardiente, los cuerpos de estos patriarcas estaban en el sepulcro. 4. Pero Dios se refirió a Sí mismo como el Dios de los vivientes. 5. Él había de cumplir Sus promesas a Abraham, Isaac y Jacob. 6. Por tanto, la resurrección es una necesidad absoluta por lo que conocemos acerca del carácter de Dios. Y de esta manera, las palabras finales del Señor a los saduceos fueron: Andáis muy equivocados.

I.

El Gran Mandamiento (12:28–34)

12:28 Uno de los escribas, impresionado por la destreza de nuestro Señor para responder las preguntas de Sus críticos, preguntó a Jesús cuál mandamiento era el más importante de todos. Era una pregunta honrada, y, en ciertos aspectos, la pregunta más fundamental de la vida. Estaba de verdad pidiendo una declaración concisa del principal objetivo de la existencia del hombre. 12:29 Jesús comenzó citando del Shema, una declaración judía de fe tomada de Deuteronomio 6:4: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es un solo Señor. 12:30 Luego sumarizó la responsabilidad del hombre para con Dios: Amarás al Señor con toda la integridad del propio corazón, alma, mente y fuerza. Dios ha de tener el lugar supremo en la vida del hombre. A ningún otro amor se le puede permitir rivalizar con el amor a Dios. 12:31 La otra mitad de los Diez Mandamientos nos enseña a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Debemos amar a Dios más que a nosotros mismos y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Así que la vida que realmente cuenta se dirige en primer lugar a Dios, y luego a los demás. Las cosas materiales no son citadas aquí. Dios es importante, y las personas son importantes. 12:32–33 El escriba estuvo cordialmente de acuerdo, declarando con una encomiable claridad que amar a Dios y al prójimo era muchísimo más importante que los rituales. Se daba cuenta de que la gente podía celebrar ceremonias religiosas y exhibir piedad en público sin una santidad interior, personal. Reconoció que Dios está interesado en lo que el hombre es en lo interior así como en lo exterior.

12:34 Cuando Jesús oyó esta notable observación, le dijo al escriba que no estaba lejos del reino de Dios. Los verdaderos súbditos del reino no intentan engañar a Dios, a sus semejantes ni a sí mismos con una religión externa. Dándose cuenta de que Dios mira al corazón, acuden a Él para ser purificados del pecado y para recibir poder para vivir de una manera que le sea agradable. Después de esto, nadie se atrevía ya más a intentar atrapar al Señor Jesús con preguntas para incriminarle.

J.

El Hijo de David es el Señor de David (12:35–37)

Los escribas siempre habían enseñado que el Mesías sería descendiente directo de David. Aunque eso era verdad, no era toda la verdad. De modo que el Señor Jesús planteó ahora un problema a los que le rodeaban en el patio del templo. En el Salmo 110:1, David se refiere al Mesías como su Señor. ¿Cómo podía ser eso? ¿Cómo podía el Mesías ser a la vez Hijo de David y a la vez su Señor? Para nosotros, la respuesta es clara. El Mesías iba a ser a la vez Hombre y Dios. Como hijo de David, sería humano. Como Señor de David, sería divino. La gran multitud le escuchaba con gusto. Aparentemente estaban dispuestos a aceptar este hecho, aunque pudieran no comprenderlo de una manera plena. Pero no se dice nada de los escribas y fariseos. Y este silencio de parte de ellos es ominoso.

K.

Advertencia contra los Escribas (12:38–40)

12:38–39 Los escribas eran externamente religiosos. Les encantaba presentarse con amplio ropaje. Se distinguían del común de los mortales y se daban una apariencia de beatos. Les encantaba ser saludados con grandes títulos en los lugares públicos. ¡Esto les ensanchaba el ego! Buscaban los puestos principales en las sinagogas, como si la situación física tuviese algo que ver con la piedad. No sólo querían destacarse en lo religioso, sino también en lo social. Querían los lugares de honor en los banquetes. 12:40 Interiormente, eran codiciosos e hipócritas. Robaban las propiedades y medios de subsistencia de las viudas para enriquecerse, ¡pretendiendo que el dinero era para el Señor! Recitaban largas oraciones —grandes y altisonantes palabras de vanidad—; oraciones compuestas meramente de palabras. En resumen, les encantaba la peculiaridad (amplios ropajes), la popularidad (saludos), la importancia (lugares principales); la prioridad (puestos de honor), las posesiones (casas de las viudas) y la falsa piedad (largas oraciones).

L.

Las dos Blancas de la Viuda (12:41–44)

En acusado contraste con la avaricia de los escribas, tenemos la devoción de la viuda. Ellos devoraban las casas de las viudas; ella dio al Señor todo cuanto poseía. Este incidente muestra la omnisciencia del Señor. Observando a los ricos cómo echaban cantidades considerables en el arca del tesoro, sabía que sus dones no representaban un sacrificio. Daban de lo que les sobra. Sabiendo también que las dos blancas que echó la viuda eran su sustento, anunció que ella había dado más que todos los demás juntos. Por lo que respecta al valor monetario, ella dio muy poco. Pero el Señor estima el don por

nuestros motivos, nuestros medios y por lo que nos queda. Éste es un gran aliento para los que tienen pocas posesiones materiales, pero un gran deseo de darle. ¡Es asombroso cómo podemos aprobar la acción de la viuda y estar de acuerdo con el veredicto del Salvador, pero sin imitar el ejemplo de ella! Si realmente creyésemos lo que decimos que creemos, actuaríamos exactamente como ella. Su don expresó la convicción que tenía de que todo lo que poseía pertenecía al Señor; de que Él era digno de todo y que había de tenerlo todo. Muchos cristianos en la actualidad la criticarían por no guardar para el futuro. ¿Mostró esto una ausencia de previsión y prudencia? Así lo argumentarían los hombres. Pero esta es la vida de la fe —darlo ahora todo para la obra de Dios y confiando en Él para el futuro—. ¿Acaso no ha prometido Él proveer para los que buscan primero el reino de Dios y Su justicia (Mt. 6:33). ¿Radical? ¿Revolucionario? Si no llegamos a darnos cuenta de que las enseñanzas de Cristo son radicales y revolucionarias, nos habremos perdido el énfasis de Su ministerio.

VI. EL SERMÓN DEL SIERVO EN EL OLIVETE (Cap. 13) A.

Jesús predice la Destrucción del Templo (13:1–2)

13:1 Mientras el Señor Jesús salía del área del templo por última vez antes de Su muerte, uno de Sus discípulos intentó suscitar Su entusiasmo acerca de la magnificencia del templo y de la arquitectura alrededor. Los discípulos estaban ocupados con los triunfos arquitectónicos involucrados en levantar aquellas enormes piedras. 13:2 El Salvador replicó que todo esto estaba a punto de ser destruido. No iba a quedar una piedra sobre otra que no fuese totalmente destruida cuando los ejércitos romanos invadiesen Jerusalén en el 70 d.C. ¿Para qué preocuparse por cosas que sólo son efímeras sombras?

B.

El Comienzo de Dolores (13:3–8)

En Su discurso en el monte de los Olivos, el Señor desvió la atención de los discípulos a acontecimientos de mayor importancia. Algunas de las profecías parecen presentar la destrucción de Jerusalén, el 70 d.C.; la mayor parte de ellos evidentemente van más allá de esta fecha al Periodo de la Tribulación y al Regreso personal de Cristo en poder y gloria. Las palabras clave del discurso, que son de aplicación a los creyentes en cada dispensación, son: (1) Mirad o estad sobre aviso, estad atentos (vv. 5, 23, 33); (2) no os alarméis (v. 7); (3) perseverad (v. 13); (4) orad (vv. 18, 33); (5) velad (vv. 9, 33, 35, 37). 13:3–4 El discurso fue suscitado por una pregunta de Pedro, Jacobo, Juan y Andrés. ¿Cuándo iba a ser destruido el templo, y cuál iba a ser la señal que precedería al acontecimiento profetizado? La respuesta del Señor incluyó la destrucción de un templo posterior, que ha de tener lugar durante la Gran Tribulación, antes de Su Segunda Venida. 13:5–6 Primero, debían mirar que nadie les engañase pretendiendo ser el Mesías. Muchos falsos Cristos iban a surgir, como se ve en la aparición de tantas sectas, cada una de ellas claramente con su propio anticristo. 13:7–8 En segundo lugar, no deberían interpretar las guerras y rumores de guerras como señal del fin de los tiempos. A través de todo el periodo intermedio habría conflictos

internacionales. Además, habría grandes cataclismos de la naturaleza —terremotos, hambres y angustias—. Todo esto sería sólo el principio de los dolores de alumbramiento, que introducirían un periodo de angustia sin precedentes.

C.

La Persecución de los Discípulos (13:9–13)

13:9 En tercer lugar, el Señor predijo grandes pruebas personales para aquellos que serían firmes en su testimonio por Él. Serían llevados a juicio ante tribunales religiosos y civiles. Aunque esta sección es aplicable a todos los periodos de testimonio cristiano, parece tener una especial referencia al ministerio de los 144.000 creyentes judíos que llevarán el evangelio del reino a todas las naciones de la tierra antes de la venida de Cristo a reinar. 13:10 El versículo 10 no debería ser empleado para enseñar que debe ser proclamado el evangelio a todas las naciones antes del arrebatamiento como condición para el mismo. Debería ser predicado a escala mundial, y quizá así será, pero imponer esta predicación como condición previa al arrebatamiento es decir algo que la Biblia no afirma. ¡No hay necesidad del cumplimiento de ninguna profecía antes de la venida de Cristo para recoger a Su iglesia: puede venir en cualquier momento! 13:11 El Señor prometió que los creyentes perseguidos y sometidos a juicio por causa de Él recibirían ayuda divina para presentar su defensa. No necesitarían preparar su alegato por adelantado; quizá no habrá ni tiempo para ello. El Espíritu Santo les dará las palabras precisas y necesarias. Esta promesa no debería ser empleada como razón para no preparar en la actualidad los mensajes o sermones, pero sí es una garantía de ayuda sobrenatural en tiempos de crisis. ¡Es una promesa para los mártires, no para los ministros! 13:12–13 Otro rasgo de los días de la tribulación será la extensión de la traición contra los que son leales al Salvador. Los miembros de la propia familia servirán de delatores contra los creyentes. Se abatirá sobre el mundo una gran oleada de sentimiento anticristiano. Se precisará de valor para mantenerse fiel al Señor Jesús, pero el que persevere hasta el final, ése será salvo. No puede significar que recibirán la salvación eterna debido a su perseverancia; sería un falso evangelio. Tampoco puede significar que los creyentes fieles serán salvos de la muerte física durante la tribulación, porque leemos en otros pasajes que muchos certificarán su testimonio con su sangre. Lo que seguramente significa es que la perseverancia hasta el fin dará evidencia de realidad; es decir, que caracterizará a aquellos que son genuinamente salvos.

D.

La Gran Tribulación (13:14–23)

13:14–18 El versículo 14 marca la mitad del Periodo de la Tribulación, el comienzo de la Gran Tribulación. Sabemos esto por la comparación de este pasaje con Daniel 9:27. En aquel tiempo se establecerá un gran y abominable ídolo en el templo en Jerusalén. Los hombres se verán obligados a adorarlo o a ser muertos. Los verdaderos creyentes, naturalmente, se negarán. Esta idolátrica imagen señalará el principio de una gran persecución. Los que lean y crean la Biblia sabrán que ha llegado el momento de huir de Judea. No habrá tiempo ni para recoger las pertenencias personales. Las mujeres encinta y las madres que estén

amamantando se encontrarán con clara desventaja. Si sucede en invierno, esto complicará aún más las cosas. 13:19 Será un tiempo de tribulación mayor que nada de lo sucedido en el pasado o en el futuro. Es la Gran Tribulación. El Señor Jesús no se está refiriendo aquí al tipo general de tribulación como la que han tenido que afrontar los creyentes de todas las edades. Éste es un periodo de angustia único en su intensidad. Observemos que la tribulación es de un carácter primariamente judaico. Leemos acerca del templo (v. 14; cf. Mt. 24:15) y de Judea (v. 14). Es el tiempo de la angustia de Jacob (Jer. 30:7). La iglesia no está a la vista aquí. Ya habrá sido llevada al cielo antes del comienzo del Día del Señor (1 Ts. 4:13–18; cf. 1 Ts. 5:1–3). 13:20 En aquellos días, las copas de la ira de Dios serán derramadas sobre el mundo. Será una época de calamidades, de caos y derramamiento de sangre. De hecho, las matanzas serán de tal magnitud que Dios acortará sobrenaturalmente la duración de la luz diurna; en caso contrario, no sobreviviría ninguna vida. 13:21–22 La Gran Tribulación dará de nuevo testimonio del surgimiento de falsos mesías. La gente se encontrará tan desesperada que se volverán a cualquiera que les prometa seguridad. Pero los creyentes sabrán que Cristo no aparecerá quietamente ni sin anuncio. Aunque estos falsos cristos lleven a cabo maravillas sobrenaturales (y las harán), los elegidos no serán engañados. Se darán cuenta de que estos milagros son de inspiración demoniaca. Los milagros no son necesariamente acciones divinas. Representan desviaciones sobrehumanas de las leyes conocidas de la naturaleza, pero pueden representar la obra de Satanás, de ángeles o de demonios. El Hombre de Pecado recibirá poder satánico para efectuar milagros (2 Ts. 2:9). 13:23 De modo que los creyentes deberían estar sobre aviso y prevenidos.

E.

La Segunda Venida (13:24–27)

13:24–25 Después de aquella tribulación habrá sobrecogedoras perturbaciones en los cielos. La tierra se verá envuelta de tinieblas día y noche. Las estrellas caerán del cielo, y los poderes que hay en los cielos (las fuerzas que mantienen en órbita los cuerpos estelares) serán sacudidos. 13:26–27 Luego los moradores del mundo, asombrados, verán al Hijo del Hombre volviendo a la tierra, no ahora como el humilde nazareno, sino como el glorioso Conquistador. Vendrá en las nubes, escoltado por miríadas de seres angélicos y de santos glorificados. Será una escena de poder abrumador, de un resplandor centelleante. Entonces enviará a Sus ángeles a reunir a sus elegidos, es decir, a los que le habrán reconocido como Señor y Salvador durante el periodo de la Tribulación. Vendrán de un extremo de la tierra al otro —de la China a Colombia— para gozar de los beneficios de Su maravilloso reinado de mil años sobre la tierra. Pero al mismo tiempo, Sus enemigos serán destruidos.

F.

La Parábola de la Higuera (13:28–31)

13:28 La higuera es un símbolo (o tipo) de la nación de Israel. Jesús enseñó aquí que antes de Su Segunda Venida, de la higuera brotarán hojas. En 1948 se constituyó la nación independiente de Israel. En la actualidad, esta nación ejerce una influencia en los asuntos

mundiales más allá de toda proporción con su tamaño. De Israel se puede decir que «brotan las hojas». No hay fruto todavía; de hecho, no habrá fruto hasta que el Mesías vuelva a un pueblo dispuesto a recibirle. 13:29 La formación y crecimiento de la nación de Israel nos dice que el Rey está cerca, a las puertas. Si Su venida a reinar está tan cercana, ¡cuánto más cercana está Su venida para la iglesia! 13:30 El versículo 30 se comprende frecuentemente como que significa que todas las cosas profetizadas en este capítulo tendrán lugar mientras los hombres de la época de Cristo vivían todavía. Pero no puede significar tal cosa simplemente porque muchos de los acontecimientos, especialmente los versículos 24–27, no tuvieron lugar en aquel entonces. Otros lo comprenden como que significa que la generación que vivía cuando la higuera comenzó a brotar y comenzaron a salir hojas, esto es, cuando la nación de Israel fue formada en 1948, sería la generación que vería la Segunda Venida. Nosotros preferimos una tercera alternativa. Esta generación puede significar «esta raza». Creemos que significa «esta raza judía caracterizada por incredulidad y rechazo del Mesías». El testimonio de la historia es que «esta generación» no ha pasado. La nación como un todo no sólo ha sobrevivido como pueblo peculiar, sino que ha proseguido con su profunda y arraigada animosidad contra el Señor Jesús. Jesús predijo que la nación y este rasgo nacional iban a persistir hasta Su Segunda Venida. 13:31 Jesús enfatizó la absoluta certidumbre de cada una de Sus predicciones. Los cielos atmosférico y estelar, así como la tierra misma, pasarán. Los elementos, siendo deshechos se fundirán. Pero cada palabra pronunciada por Él, permanecerá y se cumplirá.

G.

El Día y la Hora, desconocidos (13:32–37)

13:32 Jesús dijo: Pero de aquel día o de aquella hora, nadie sabe, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre. Es bien sabido que este versículo ha sido empleado por los enemigos del evangelio para demostrar que Jesús no era más que un hombre con un conocimiento limitado, como nosotros. También ha sido empleado por creyentes sinceros, pero descaminados, para demostrar que Jesús se vació de los atributos de la deidad cuando vino al mundo como hombre. Ninguna de estas interpretaciones es cierta. Jesús era y es a la vez Dios y Hombre. Tenía todos los atributos de la deidad y todas las características de la perfecta humanidad. Es cierto que Su deidad estaba velada en un cuerpo de carne, pero, con todo, estaba ahí. Nunca hubo un tiempo en que no fuese plenamente Dios. ¿Cómo pues se puede decir de Él que no conoce el tiempo de Su Segunda Venida? Creemos que la clave a la respuesta se encuentra en Juan 15:15: «… el siervo no sabe lo que hace su señor…» Como Siervo perfecto, no le fue dado al Señor Jesús conocer el tiempo de Su Venida. Como Dios, naturalmente, lo conoce. Pero como Siervo no le fue dado conocerlo con el propósito de revelarlo a otros. James H. Brookes lo explica así: No se trata de una negación de la omnisciencia divina de nuestro Señor, sino que es sencillamente una declaración de que en la economía de la redención humana, no le tocaba a Él «conocer los tiempos o las sazones que el Padre puso en su sola potestad», Hechos 1:7. Jesús sabía que Él ha de volver, y se refería frecuentemente a Su segunda venida, pero no tocaba a Su oficio como Hijo determinar la fecha de Su regreso, y por ello podía

mantenerlo delante de Sus seguidores como el objeto de una constante expectativa y anhelo. 13:33–37 Este capítulo termina con una exhortación a velar y orar, en vista del regreso del Señor. El hecho de que no sabemos el tiempo señalado debería mantenernos alerta. Hay una situación similar que es común en la vida diaria. Un hombre se va de su casa para un largo viaje. Deja instrucciones a sus siervos y le dice también al portero que vigile y espere su regreso. Jesús se asemejó a este hombre viajero. Puede volver a cualquier hora de la noche. Su pueblo, sirviendo como vigías nocturnos, no deberían ser hallados durmiendo. Por esto, él ha dejado esta palabra para todo Su pueblo: ¡Velad!

VII. LA PASIÓN Y MUERTE DEL SIERVO (Caps. 14, 15) A.

El Complot para dar Muerte a Jesús (14:1–2)

Era ahora el miércoles de aquella decisiva semana. Al cabo de dos días iba a ser la pascua, que introducía la Fiesta de los Panes sin Levadura, de siete días. Los guías religiosos estaban decididos a acabar con el Señor Jesús, pero no querían hacerlo durante aquellos días de festividades religiosa, porque muchos del pueblo seguían considerando a Jesús como profeta. Aunque los principales sacerdotes y los escribas habían decidido no darle muerte durante la fiesta, la Providencia divina predominó sobre ellos, y el Cordero Pascual de Dios fue muerto precisamente en aquel tiempo (véase Mt. 26:2).

B.

Jesús, Ungido en Betania (14:3–9)

Así como un joyero pone un diamante sobre un paño de terciopelo negro, así el Espíritu Santo y el autor humano por Él dirigido, Marcos, hacen destacar de una manera diestra el resplandeciente amor de una mujer hacia nuestro Señor en medio de las tenebrosas maquinaciones de la jerarquía religiosa y las de Judas. 14:3 Simón el leproso celebró un banquete en honor del Salvador, quizá como muestra de gratitud por haber sido sanado. Una mujer de la que no se da el nombre (probablemente María de Betania, Jn. 12:3) ungió abundantemente la cabeza de Jesús con un perfume de mucho precio. Su amor para Él era grande. 14:4–5 Algunos de los invitados pensaron que se trataba de un enorme desperdicio. La trataron de irreflexiva, de pródiga. ¿Por qué no había vendido el perfume y dado el dinero a los pobres? (trescientos denarios equivalía al salario de un año.) Muchos siguen considerando un desperdicio dar un año de la propia vida al Señor. ¡Cuánto más desperdicio considerarían dar toda la vida al Señor! 14:6–8 Jesús los reprendió por sus murmuraciones. Ella había reconocido su oportunidad dorada para dar su tributo al Salvador. Si sentían tanta inquietud por los pobres, siempre podrían ayudarles, ya que los pobres siempre estarán presentes. Pero el Señor pronto moriría y sería sepultado. Esta mujer quería mostrar esta bondad mientras pudiese. Podría no poder cuidar de Su cuerpo cuando muriese, por eso quería mostrarle su amor mientras aún vivía.

14:9 La fragancia de aquel perfume llega hasta nuestra propia generación. Jesús dijo que ella sería recordada por todo el mundo. Y así ha sido, por los registros evangélicos.

C.

La traición de Judas (14:10, 11)

Esta mujer apreciaba en gran manera al Salvador. En cambio, Judas lo consideraba muy en poco. Aunque había vivido con el Señor Jesús por al menos durante un año, y no había recibido más que bondades de parte de Él, Judas se presentó ahora a escondidas a los principales sacerdotes con la oferta de entregar al Hijo de Dios a traición en manos de ellos. Ellos aprovecharon su oferta bien dispuestos, y se ofrecieron a pagarle por su perfidia. Todo lo que tenía que hacer ahora era ajustar los detalles.

D.

Preparativos para la Pascua (14:12–16)

Aunque la cronología exacta no es segura, probablemente se ha llegado al jueves de la Semana de la Pascua. Los discípulos no eran muy conscientes de que esta pascua sería el cumplimiento y culminación de todas las pascuas que jamás se habían celebrado. Se presentaron al Señor para pedirle instrucciones acerca de dónde celebrar la pascua. Él entonces envió a dos de sus discípulos a Jerusalén con instrucciones para encontrar un hombre que llevaría un cántaro de agua —una rareza, por cuanto solían ser las mujeres las que iban a buscar agua—. Este hombre les conduciría a la casa adecuada. Luego debían pedir al dueño de la casa que les mostrase aquella estancia donde el Maestro podría comer la pascua con Sus discípulos. Es maravilloso ver al Señor escogiendo y mandando de esta manera. Actúa como Soberano Señor de los hombres y de las propiedades. Es también maravilloso ver a corazones prestos, que se ponen a sí mismos y sus posesiones a disposición de Él. ¡Es bueno para nosotros cuando Él tiene un acceso instantáneo y bien dispuesto a cada estancia de nuestras vidas!

E.

Jesús predice que será traicionado (14:17–21)

Aquel mismo día, al atardecer, llega con los doce al aposento alto que había sido preparado. Al reclinarse, y estando comiendo, dijo Jesús que uno de los discípulos le iba a traicionar. Todos reconocieron las malas propensiones de sus propias naturalezas. Con una sana desconfianza de sí mismos, cada uno de ellos preguntó si era él el culpable. Jesús desveló entonces que el traidor era el que mojaba el pan con Él en el plato, es decir, aquel a quien Él le diese el bocado de pan. El Hijo del Hombre, dijo, iba a la muerte tal como estaba predicho, pero la sentencia sobre Su entregador sería dura. De hecho, más le valdría a ese hombre no haber nacido.

F.

La Primera Cena del Señor (14:22–26)

14:22–25 Después de tomar el bocado, Judas salió a la noche de fuera (Jn. 13:30). Jesús luego instituyó lo que nosotros conocemos como la Cena del Señor. Su significado queda hermosamente delineado en estas tres palabras: (1) tomó —la humanidad sobre Sí

mismo—; (2) partió —estaba a punto de ser Él entregado sobre la cruz; (3) dio —Él se dio a Sí mismo por nosotros. El pan significaba Su cuerpo entregado; la copa, Su sangre derramada. Por Su sangre, Él ratificó el Nuevo Pacto. Para Él, no habría ya más festejos gozosos hasta que volviese a la tierra para establecer Su reino. 14:26 Al llegar a este punto, cantaron un himno —probablemente una porción del Gran Hallel—, los Salmos 113–118. Después salieron de Jerusalén, atravesaron el Cedrón, y fueron hacia el monte de los Olivos.

G.

La Confianza de Pedro en sí mismo (14:27–31)

14:27–28 Por el camino, el Salvador advirtió a los discípulos que en las próximas horas todos ellos se sentirían avergonzados y atemorizados de ser conocidos como Sus seguidores. Sería como había predicho Zacarías: el Pastor sería herido, y Sus ovejas serían dispersadas (Zac. 13:7). Pero les aseguró en Su gracia que Él no las desecharía; después de resucitar de los muertos, los esperaría en Galilea. 14:29–30 Pedro reaccionó indignado ante el pensamiento de negar al Señor. Los otros, quizá, ¿pero él? ¡Nunca! Jesús corrigió este «¡Nunca!» a un «Pronto». Antes de que el gallo cantase dos veces, Pedro habría negado tres veces al Salvador. 14:31 «¡Es absurdo!», exclamó Pedro: «Moriré, pero no te negaré!» Pedro no fue el único en lanzarse a esta ruidosa jactancia. Todos emitieron estas precipitadas protestas llenas de confianza propia. Nunca olvidemos esto, porque no somos diferentes. Hemos de aprender la cobardía y la debilidad de nuestros corazones.

H.

La Agonía en Getsemaní (14:32–42)

14:32 Las tinieblas se habían apoderado de la tierra. Era la noche del jueves que terminaba con la mañana del viernes. Entonces llegan a una finca vallada llamada Getsemaní, y el Señor Jesús dejó a ocho de los discípulos cerca de la entrada. 14:33–34 Toma entonces consigo a Pedro, a Jacobo y Juan más adentro del huerto. Allí experimentó una carga abrumadora sobre Su alma santa, al anticipar que iba a ser una ofrenda por el pecado por nosotros. No podemos concebir lo que esto significaba para Él, ser hecho pecado por nosotros. Dejó a los tres discípulos con instrucciones para que permaneciesen allí y se mantuviesen despiertos. Y él se fue un poco más adelante en el huerto —solo—. Así iría a la cruz, solo, llevando sobre Sí el terrible juicio de Dios contra nuestros pecados. 14:35 Llenos de maravilla y asombro, contemplamos al Señor Jesús postrado en tierra, orando a Dios. ¿Estaba acaso pidiendo que se le eximiese de ir a la cruz? No, en absoluto; para este propósito había venido Él al mundo. En primer lugar, comenzó a orar que, si era posible, pasara de él aquella hora. Si había alguna otra forma mediante la que los pecadores pudiesen ser salvados aparte de Su muerte, sepultura y resurrección, que Dios la revelase. Los cielos se mantuvieron en silencio. No había otra forma en la que pudiesen ser redimidos. 14:36 Una vez más, oró: Abbá, Padre; todo es posible para ti; aparta de mí esta copa; pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieras. Observemos que se dirigía a Dios como Su amado Padre para quien todo es posible. Aquí no se trataba tanto

de una posibilidad física como moral. ¿Podía el Padre Omnipotente encontrar ninguna otra base justa sobre la que salvar a impíos pecadores? Los callados cielos indicaban que no había otra manera. ¡El Santo Hijo de Dios había de derramar Su sangre para que los pecadores pudiesen ser liberados del pecado! 14:37–40 Volviendo a los tres discípulos, los encuentra dormidos —un triste comentario acerca de la naturaleza humana caída—. Jesús advirtió a Pedro en contra de estar durmiendo en aquella hora crucial. Sólo poco antes, Pedro se había jactado de su firme lealtad. Ahora no podía ni mantenerse despierto. Si alguien no puede orar ni por una hora, es improbable que pueda resistir a la tentación en el momento de la más extremada presión. No importa cuánto entusiasmo pueda sentir su espíritu, ha de tener en cuenta la fragilidad de su carne. 14:41–42 Tres veces regresó el Señor Jesús, sólo para encontrar dormidos a los discípulos. Luego les dijo: Dormid, pues, y descansad. ¡Ya basta! Ha llegado la hora; mirad, el Hijo del Hombre es entregado en manos de los pecadores. Con esto, se levantaron como para irse. Pero no tuvieron que andar mucho.

I.

Jesús, Traicionado y Arrestado (14:43–52)

14:43 Judas había ya entrado en el huerto a la cabeza de un grupo de gente, armados con espadas y palos, como si fuesen a capturar a un peligroso criminal. 14:44–45 El que le entregaba había dispuesto una señal. Iba a besar a Aquel a quien habían de prender. De modo que se dirigió a Jesús, saludándolo como Rabí, y le besó efusivamente. (La forma enfática en el original sugiere besos repetidos y efusivos.) ¿Por qué traicionó Judas al Señor? ¿Estaba frustrado porque Jesús no hubiese tomado las riendas del gobierno? ¿Se habían hundido sus esperanzas de tener un lugar importante en el reino? ¿Fue vencido por la codicia? Todas estas razones y quizás algunas otras pueden haber contribuido a su infame acción. 14:46–50 Los esbirros armados del traidor se adelantaron y prendieron al Señor. Pedro, presto, sacó la espada, hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja. Ésta fue una reacción natural, no espiritual. Pedro estaba utilizando unas armas carnales para librar una batalla espiritual. El Señor reprendió a Pedro y le restauró milagrosamente la oreja, tal como leemos en Lucas 22:51 y Juan 18:11. Jesús recordó luego a sus captores cuán incongruente era que le prendiesen por la fuerza. Él había estado todos los días frente a ellos enseñando en el templo. ¿Por qué no le habían apresado entonces? Él conocía la respuesta. Fue para que se cumpliesen las Escrituras que profetizaban que iba a ser traicionado (Sal. 41:9), arrestado (Is. 53:7), maltratado (Sal. 22:12) y abandonado (Zac. 13:7). 14:51–52 Marcos es el único evangelista que registra este incidente. Está muy extendida la creencia de que el joven que, en su empuje por huir, dejó su cubierta en manos de los hombres armados, era el mismo Marcos. La sábana no era un vestido normal, sino una pieza de tela que había recogido al salir a modo de improvisada cubierta. Erdman comenta: «Probablemente, este pintoresco incidente se añade para mostrar cuán totalmente fue abandonado Jesús en las horas de Su peligro y dolor. Verdaderamente, Él supo lo que era sufrir a solas».

J.

Jesús ante el Sumo Sacerdote (14:53–54)

El registro del juicio eclesiástico ocupa desde el versículo 53 al 15:1 y se divide en tres partes: (1) El juicio ante el sumo sacerdote (vv. 53, 54); (2) la reunión del Sanedrín a medianoche (vv. 55–65); (3) Reunión del Sanedrín en la mañana (15:1). 14:53 Generalmente, se está de acuerdo en que Marcos registra el juicio ante Caifás. El juicio ante Anás se encuentra en Juan 18:13, 19–24. 14:54 Pedro siguió a Jesús hasta dentro del palacio del sumo sacerdote, manteniendo una distancia a su parecer prudente. Alguien ha bosquejado así su caída: 1. 2. 3.

K.

Primero luchó —entusiasmo errado. Luego huyó —retirada cobarde. Finalmente siguió desde lejos —un discipulado de medias tintas de noche. Estaba sentado con los guardias, calentándose con los enemigos de su Señor.

Jesús ante el Sanedrín (14:55–65)

14:55–59 Aunque no se dice de forma específica, el v. 55 parece comenzar el relato de la reunión del Sanedrín a medianoche. El cuerpo de setenta y un guías religiosos estaba presidido por el sumo sacerdote. En esta noche particular, los fariseos, saduceos, escribas y ancianos que componían el Sanedrín exhibieron un total menosprecio por las normas bajo las que operaban. Se suponía que no podían reunirse de noche ni durante ninguna de las fiestas judías. No podían sobornar testimonios para cometer perjurio. No podía cumplirse una sentencia de pena de muerte hasta que hubiese transcurrido una noche. Y si no se reunían en la Sala de Piedra Labrada, en el área del templo, sus veredictos no eran vinculantes. En su ardor por deshacerse de Jesús, las autoridades religiosas no dudaron en rebajarse a quebrantar sus propias leyes. Sus decididos esfuerzos consiguieron reunir un grupo de falsos testigos pero no pudieron producir un testimonio unido. Algunos citaron distorsionadamente al Señor como amenazando con destruir el templo hecho con mano, para edificar otro no hecho con mano. Lo que Jesús verdaderamente había dicho se encuentra en Juan 2:19. Ellos confundían voluntariosamente el templo en Jerusalén con el templo de Su Cuerpo. 14:60–62 Cuando el sumo sacerdote le interrogó por primera vez, Jesús no respondió. Pero cuando fue interrogado bajo juramento (Mt. 26:63) si era Él el Mesías, el Hijo del Bendito, el Salvador replicó que lo era, actuando así en obediencia a la ley de Levítico 5:1. Luego, como para eliminar toda duda en cuanto a quién afirmaba ser, el Señor Jesús le dijo al sumo sacerdote que aún habría de ver al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder, y viniendo de vuelta a la tierra en las nubes del cielo. Con esto, quería decir que el sumo sacerdote le vería un día abiertamente manifestado como Dios. Durante Su primera venida, la gloria de Su deidad estuvo velada en un cuerpo humano. Pero cuando vuelva en poder y gran gloria, el velo habrá sido quitado y todo el mundo sabrá de manera exacta quién Él es. 14:63–64 El sumo sacerdote comprendió lo que Jesús quería decir. Y reaccionó rasgando sus vestidos como señal de su justa indignación contra esta supuesta blasfemia. El israelita que más dispuesto debiera haber estado a reconocer y recibir al Mesías fue el que más fuerte clamó para condenarle. Pero el sacerdote no estaba solo; todo el Sanedrín

expresó su acuerdo de que Jesús había blasfemado, y todos le condenaron, diciendo que era reo de muerte. 14:65 La escena que siguió fue grotesca hasta el extremo. Algunos miembros del Sanedrín comenzaron a escupir al Hijo de Dios, a cubrirle el rostro y a desafiarle a que diese el nombre de los que le golpeaban. Es casi increíble que el digno Salvador tuviese que soportar tal contradicción de pecadores contra Él. Los guardias (la policía del templo) se unieron al escándalo dándole bofetadas.

L.

Pedro niega a Jesús, y llora amargamente (14:66–72)

14:66–68 Pedro estaba esperando abajo en el patio del palacio. Una de las criadas del sumo sacerdote pasó junto a él. Lo miró atentamente, y luego lo acusó de ser uno de los seguidores del Nazareno, de Jesús. El pobre discípulo pretendió una total ignorancia de lo que decía ella, y luego se dirigió a la entrada, a tiempo para oír el canto de un gallo. Fue un momento turbador. El pecado estaba haciendo sus estragos. 14:69–70 La criada lo vio otra vez y le señaló como discípulo de Jesús. Pedro pronunció otra fría negativa, y probablemente se preguntó por qué la gente no le dejaba en paz. Luego la muchedumbre le dijeron: De seguro que tú eres de ellos, pues de cierto eres galileo, y tu manera de hablar es semejante. 14:71–72 Echando maldiciones y juramentos, Pedro afirmó desafiantemente que no conozco a ese hombre. Tan pronto como salieron las palabras de su boca, cantó un gallo. El mundo de la naturaleza parecía protestar de esta manera contra aquella cobarde mentira. En el acto, Pedro reconoció que se había cumplido la predicción del Señor. Al darse cuenta, comenzó a llorar. Es significativo que los cuatro Evangelios registran la negación de Pedro. Todos hemos de aprender la lección de que la confianza propia lleva a la humillación. Hemos de aprender a desconfiar del yo y apoyarnos totalmente en el poder de Dios.

M.

El Juicio Matutino ante el Sanedrín (15:1)

Este versículo describe una reunión matutina del Sanedrín, quizá convocada para dar validez a la acción ilegal de la noche anterior. Como resultado, Jesús fue atado y entregado a Pilato el gobernador romano de Palestina.

N.

Jesús ante Pilato (15:2–5)

15:2 Hasta este momento, Jesús había estado juzgado ante los guías religiosos bajo acusación de blasfemia. Ahora fue llevado ante el tribunal civil bajo una acusación de traición. El juicio civil tuvo lugar en tres etapas: primero ante Pilato, luego ante Herodes, y finalmente otra vez ante Pilato. Pilato le interrogó, preguntando al Señor Jesús si era el rey de los judíos. Si lo era, presumiblemente sus actividades se dirigían a destronar a César, y era por ello culpable de traición. 15:3–5 Los principales sacerdotes prorrumpieron en un torrente de acusaciones contra Jesús. Pilato no podía sobreponerse ante Su serenidad frente a unas acusaciones tan

abrumadoras. Le preguntó por qué no se defendía, pero Jesús rehusó dar respuesta a Sus críticos.

O.

¿Jesús o Barrabás? (15:6–15)

15:6–8 Era costumbre del gobernador romano soltar a un preso judío en este tiempo de fiesta —una especie de concesión política para el pueblo descontento—. Uno de estos presos que podían ser liberados era Barrabás, culpable de homicidio e insurrección. Cuando Pilato se ofreció a soltar a Jesús, burlándose así de los envidiosos principales sacerdotes, el pueblo fue inducido por ellos para que pidiesen a Barrabás. Aquellos mismos que estaban acusando a Jesús de traición contra César ¡estaban pidiendo la liberación de un hombre que era realmente culpable de este crimen! La posición de los principales sacerdotes era irracional y ridícula —pero el pecado es así. Básicamente, tenían envidia de la popularidad de Jesús. 15:9–14 Pilato preguntó qué debía hacer entonces con Aquel a quien llamaban el Rey de los judíos. La gente comenzó a entonar de manera cruel: «¡Crucifícale!». Pilato demandó una razón para ello, pero no se la daban. La multitud se estaba volviendo histérica. Todo lo que chillaban era, «¡Crucifícale!». 15:15 Y de esta manera este hombre sin nervio, Pilato, hizo lo que le pedían —les soltó a Barrabás, hizo azotar a Jesús, y le entregó para ser crucificado—. Fue un veredicto monstruoso en su injusticia. Sin embargo fue una parábola de nuestra redención: el Inocente entregado a la muerte a fin de que el culpable pudiese salir libre.

P.

Los Soldados se burlan del Siervo de Dios (15:16–21)

15:16–19 Los soldados… llevaron a Jesús adentro del palacio, la residencia del gobernador. Después de reunir a la cohorte entera, celebraron un burlón simulacro de coronación para el Rey de los judíos. ¡Si sólo lo hubiesen sabido! Era el Hijo de Dios aquel a quien vistieron de púrpura. Era a su propio Creador a quien coronaron de espinas. Era el Sustentador del universo aquel de quien se burlaban como Rey de los judíos. Era el Señor de la vida y de la gloria a quien golpeaban en la cabeza. Escupían en el rostro del Príncipe de la paz. Doblaron sus rodillas en son de burla ante el Rey de reyes y Señor de señores. 15:20–21 Cuando terminaron sus burdos escarnios, le pusieron sus propios vestidos y lo sacaron para crucificarle. Marcos hace mención aquí de que los soldados ordenaron a un transeúnte, Simón de Cirene (un territorio en el norte de África), que llevase Su cruz. Puede que fuese negro, pero lo más probable es que fuese un judío helenista. Tenía dos hijos, Alejandro y Rufo, que probablemente eran creyentes (si Rufo es el mismo que se menciona en Ro. 16:13). Al llevar la cruz tras Jesús, nos dio una imagen de lo que debería caracterizarnos a nosotros como discípulos del Salvador.

Q.

La Crucifixión (15:22–32)

El Espíritu de Dios describe la crucifixión de una manera sencilla y nada emocional. No se entretiene en la terrible crueldad de esta forma de ejecución, ni en el terrible sufrimiento que involucraba.

El lugar exacto se desconoce en la actualidad. Aunque el emplazamiento tradicional, en la Iglesia del Santo Sepulcro, se encuentra dentro de las murallas de la ciudad, sus defensores mantienen que en época de Cristo estaba fuera de las murallas. Otro supuesto emplazamiento es el Calvario de Gordon, al norte de las murallas de la ciudad y cerca de un área de huertos. 15:22 Gólgota es un término arameo que significa calavera. Su nombre en latín es Calvario. Quizá esta área tuviese una forma como de calavera, o recibió el nombre porque era un lugar de ejecución. 15:23 Los soldados ofrecieron a Jesús vino mezclado con mirra. Habría actuado como soporífero, embotando sus sentidos. Decidido a llevar los pecados del hombre con toda Su conciencia, no lo tomó. 15:24 Los soldados echaron suertes sobre las ropas de los crucificados. Cuando tomaron las vestiduras de Jesús, se llevaron todas Sus posesiones materiales. 15:25–28 Era a las nueve de la mañana que le crucificaron. Sobre Su cabeza habían puesto el título EL REY DE LOS JUDÍOS. (Marcos no da la inscripción total, sino que se contenta con dar la esencia de la acusación; véase Mt. 27:37; Lc. 23:38; Jn. 19:19.) Junto a Él fueron crucificados dos salteadores; uno a cada lado —tal como había predicho Isaías que sería asociado con criminales en Su muerte (Is. 53:12). 15:29–30 Jesús fue escarnecido por los que pasaban por allí (vv. 29, 30), por los principales sacerdotes y los escribas (vv. 31, 32a), y por los dos salteadores (v. 32b). Los que pasaban eran seguramente judíos que estaban disponiéndose para celebrar la Pascua en la ciudad. Antes de entrar se detenían lo suficiente para lanzar sus insultos contra el Cordero Pascual. Lo citaban falsamente por amenazar con destruir su amado templo y reconstruirlo en tres días. Si era Él tan grande, que se salvase a sí mismo bajando de la cruz. 15:31 Los principales sacerdotes y los escribas se burlaban de Su afirmación de haber venido a salvar a otros, diciendo: A otros salvó; a sí mismo no puede salvarse. Era una burla malignamente cruel, pero sin quererlo decían la verdad. Fue cierto en la vida del Señor y también en la nuestra. No podemos salvar a otros si queremos salvarnos a nosotros mismos. 15:32 Los guías religiosos también le desafiaron a que descendiera de la cruz si era el Mesías, el Rey de Israel. Entonces ellos creerían, y seguían diciendo: Para que veamos y creamos. Pero el orden de Dios es: «Cree, y verás». ¡Hasta los criminales le injuriaban!

R.

Tres Horas de Tinieblas (15:33–41)

15:33 Entre el mediodía y las tres de la tarde, toda la tierra quedó sumida en la oscuridad. Jesús estaba llevando sobre sí todo el juicio de Dios por nuestros pecados. Ninguna mente mortal podrá jamás comprender la agonía que soportó Él cuando Su alma fue sacrificada por el pecado. 15:34 Al terminar Su agonía, Jesús gritó… con fuerte voz (en arameo): ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has desamparado? Dios le había desamparado porque en Su santidad había de mantenerse separado del pecado. Jesús se había identificado con nuestros pecados y estaba pagando la pena de una manera total.

15:35–36 Algunos del cruel populacho sugirieron que estaba llamando a Elías, cuando le oyeron decir «Eloí, Eloí». Como última indignidad, uno de ellos empapó una esponja en vinagre, y le dio de beber, habiéndola fijado al extremo de una caña. 15:37 Jesús lanzó un gran grito con fortaleza y triunfo —y luego expiró—. Su muerte fue un acto de Su voluntad, no un derrumbamiento involuntario. 15:38 En aquel momento, el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo. Fue un acto de Dios indicando que por la muerte de Cristo quedaba abierto el acceso al interior del santuario de Dios como privilegio de todos los creyentes (véase He. 10:19–22). Se había iniciado una grande y nueva era. Sería una era de proximidad a Dios, no de distancia de Él. 15:39 La confesión del centurión, aunque noble, no era necesariamente un reconocimiento de que Jesús era el mismo Dios. El centurión gentil le reconoció como el Hijo de Dios. Es indudable que se dio cuenta de que se estaba haciendo historia. Pero no está claro si su fe era genuina o no. 15:40, 41 Marcos menciona que ciertas mujeres estaban junto a la cruz. Merece citar que las mujeres brillan con intensidad en las narraciones del Evangelio. Consideraciones de seguridad personal llevaron a los hombres a esconderse. La devoción de las mujeres puso el amor a Cristo por encima de su propia seguridad. Fueron las últimas ante la cruz y las primeras ante el sepulcro.

S.

En el Sepulcro de José (15:42–47)

15:42 El sábado comenzaba cuando se ponía el sol el viernes. La víspera del sábado, o de otras fiestas, se conocía como la Preparación. 15:43 La necesidad de actuar con rapidez fue lo que probablemente dio valor a José de Arimatea para pedir permiso a Pilato para sepultar el cuerpo de Jesús. José era un devoto judío y miembro del Sanedrín (cf. Lc. 23:50; véase también Mt. 27:57; Jn. 19:38). 15:44–45 Pilato apenas podía dar crédito a que Jesús ya hubiese muerto. Cuando el centurión confirmó aquel hecho, el gobernador concedió el cadáver a José. (Se emplean dos palabras diferentes en esta sección para designar el cuerpo de Jesús. José pidió el cuerpo del Señor Jesús, y Pilato le concedió el cadáver.) 15:46 Con amante solicitud, José embalsamó (ayudado por Nicodemo —Juan 19:38, 39)— el cuerpo, envolviéndolo en un lienzo, y luego lo colocó en un sepulcro nuevo de su propiedad. El sepulcro era un pequeño habitáculo excavado en la roca. La puerta estaba sellada con una piedra en forma de rueda que podía ser desplazada por una canal tallada en la piedra. 15:47 De nuevo se menciona a las mujeres, es decir, a las dos Marías, presentes allí. Las admiramos por su afecto constante y denodado. Se nos dice que en la actualidad la mayoría de personas en las misiones son mujeres. ¿Dónde están los hombres?

VIII. EL TRIUNFO DEL SIERVO (Cap. 16) A.

Las Mujeres ante el Sepulcro Vacío (16:1–8)

16:1–4 Puesto el sol el sábado, las dos Marías y Salomé compraron especias aromáticas para embalsamar el cuerpo de Jesús con las mismas. Sabían que no sería fácil,

porque se había puesto una enorme piedra para cerrar la entrada del sepulcro. También sabían acerca del sello romano y de la guardia de soldados. Pero el amor salta por encima de montañas de dificultades para alcanzar el objeto de su afecto. Muy de madrugada en la mañana del domingo, se estaban preguntando en voz alta, ¿quién podría hacer rodar la piedra de la entrada del sepulcro? Pero alzando los ojos, ¡vieron que ya estaba hecho! ¡Cuántas veces sucede cuando tenemos el anhelo de honrar al Salvador, que las dificultades quedan eliminadas antes que lleguemos a ellas! 16:5–6 Entrando en el sepulcro, vieron a un ángel con la apariencia de un joven… vestido con una túnica blanca. Rápidamente, él trató de disipar los temores de ellas con el anuncio de que Jesús había resucitado. El sepulcro estaba vacío. 16:7 El ángel las comisionó entonces como heraldos de la resurrección. Ellas debían decir a los discípulos y a Pedro que Jesús se encontraría con ellos en Galilea. Hemos de notar que Pedro, el discípulo que había negado a su Señor, había sido señalado de manera individual. El Redentor resucitado no le había rechazado, sino que seguía amándole y quería volver a verle. Era necesaria una obra especial de restauración. La oveja errante tenía que ser devuelta a la comunión con el Pastor. El extraviado había de volver a la casa del Padre. 16:8 Las mujeres huyeron del sepulcro con una mezcla de temblor y espanto. Tenían demasiado miedo para decir a nadie lo que había sucedido. No es sorprendente. Sí que los es que hubiesen sido tan valientes y devotas hasta ahora. Debido a que dos antiguos manuscritos principales de Marcos carecen de los versículos 9–20, muchos modernos académicos creen que no son genuinos. Sin embargo, hay poderosos argumentos para su inclusión en el texto: 1. Prácticamente todos los otros manuscritos griegos y además muchos padres de la iglesia sí que contienen este pasaje. 2. El versículo 8 es una conclusión muy extraña, especialmente en griego, donde la última palabra es gar (porque). Esta palabra difícilmente se encuentra al final de una oración, y mucho menos aún al final de un libro. 3. Si, como algunos enseñan, el final original de Marcos se ha perdido, y este final actual es sólo una recapitulación, entonces las palabras de nuestro Señor acerca de la preservación (Mt. 24:35) aparentemente no se han cumplido. 4. El contenido del pasaje es ortodoxo. 5. El estilo, y especialmente el vocabulario, están en estrecho paralelismo con el primer capítulo del libro. Esto sería una ilustración de la estructura llamada quiástica, en la que el principio y fin de un libro son paralelos (abcd dcba).

B.

La Aparición a María Magdalena (16:9–11)

16:9 La primera aparición del Salvador fue para María Magdalena. La primera vez que ella se había encontrado con Jesús, Él había arrojado siete demonios de ella. Desde aquel entonces, ella le había servido amantemente con sus posesiones. Estuvo presente en la crucifixión, y vio dónde era puesto Su cuerpo. Por los otros Evangelios sabemos que después de encontrar vacío el sepulcro, corrió y se lo dijo a Pedro y a Juan. Volviendo con ella, ellos vieron el sepulcro vacío, tal como ella

se lo había dicho. Ellos volvieron a casa, pero ella se quedó ante el sepulcro vacío. Allí fue que Jesús se le apareció. 16:10–11 Una vez más, volvió a la ciudad para compartir las buenas nuevas con los entristecidos discípulos. Para ellos, era demasiado bueno para creerlo. Y no lo creyeron.

C.

La Aparición a dos discípulos (16:12, 13)

16:12 El relato pleno de esta aparición se encuentra en Lucas 24:13–31. Aquí leemos que fue manifestado bajo diferente forma a dos de ellos en el camino a Emaús. A María se había aparecido como hortelano. Ahora parecía como un compañero de viaje. Pero era el mismo Jesús en Su cuerpo glorificado. 16:13 Cuando los dos discípulos volvieron a Jerusalén y dieron cuenta de su comunión con el Salvador resucitado, se encontraron con el mismo escepticismo que había encontrado María.

D.

La Aparición a los Once (16:14–18)

16:14 Esta aparición a los once tuvo lugar aquel mismo atardecer de domingo (Lc. 24:36; Jn. 20:19–24; 1 Co. 15:5). Aunque los discípulos son mencionados como los once, sólo había diez de ellos presentes. Tomás se encontraba ausente en esta ocasión. Jesús los reprendió porque rehusaban aceptar los informes de Su resurrección de parte de María y de los otros. 16:15 El versículo 15 registra la comisión que fue dada por el Señor en la víspera de Su Ascensión. Hay así un intervalo entre los versículos 14 y 15. Los discípulos recibieron el mandamiento de proclamar el evangelio a toda la creación. La meta del Salvador era la evangelización del mundo. Se proponía llevarla a cabo con once discípulos que literalmente lo abandonarían todo para seguirle. 16:16 Habría dos resultados de la predicación. Algunos creerían, serían bautizados y se salvarían; algunos no creerían, y serían condenados. El versículo 16 es empleado por algunos para enseñar la necesidad del bautismo de agua para salvación. Sabemos que no puede significar esto por las siguientes razones: 1. El salteador en la cruz no estaba bautizado; sin embargo, se le aseguró que estaría en el Paraíso con Cristo (Lc. 23:43). 2. Los gentiles en Cesarea fueron bautizados después que fueron salvados (Hch. 10:44– 48). 3. El mismo Jesús no bautizaba (Jn. 4:1, 2), lo que sería una extraña omisión si el bautismo fuese necesario para la salvación. 4. Pablo daba gracias a Dios que había bautizado a bien pocos de los corintios (1 Co. 1:14–16) —una acción de gracias imposible si el bautismo fuese esencial para la salvación. 5. Aproximadamente 150 pasajes en el NT declaran que la salvación es sólo por la fe. No se puede usar uno o unos pocos versículos en contradicción a este abrumador testimonio. 6. El bautismo está conectado en el NT con muerte y sepultura, no con nacimiento espiritual.

Entonces, ¿cuál es el significado del versículo 16? Creemos que menciona el bautismo como la expresión externa de creencia. El bautismo no es una condición para la salvación, sino una proclamación externa de que la persona ha sido salvada. 16:17–18 Jesús describe aquí ciertos milagros que acompañarían a aquellos que creen el evangelio. Cuando leemos estos versículos, la pregunta obvia que surge es la siguiente: «¿Existen estas señales en la actualidad?». Creemos que estas señales fueron dispuestas primariamente para la era apostólica, antes que existiese la Biblia completa en forma escrita. La mayor parte de estas señales están en el libro de los Hechos: 1. Echar fuera demonios (Hch. 8:7; 16:18; 19:11–16). 2. Nuevas lenguas (Hch. 2:4–11; 10:46; 19:6). 3. Tomar serpientes (Hch. 28:5). 4. Beber veneno mortífero sin efectos dañinos —no lo registra Hechos, pero Eusebio, historiador de la iglesia, lo atribuye a Juan y a Bernabé. 5. Imposición de las manos sobre los enfermos para sanar (Hch. 3:7; 19:11; 28:8, 9). ¿Cuál fue el propósito de estos milagros? Creemos que la respuesta se encuentra en Hebreos 2:3, 4. Antes de que el NT estuviese disponible en su integridad, los hombres pedirían pruebas a los apóstoles y a otros de que el evangelio era divino. Para confirmar la predicación, Dios daba testimonio con señales, prodigios y diversos repartimientos del Espíritu Santo. La necesidad de estas señales ha desaparecido en la actualidad. Tenemos la Biblia completa. Si los hombres no quieren creerla, tampoco creerán ninguna otra cosa. Marcos no dice que los milagros continuarían. Las palabras «hasta el fin del siglo» no aparecen aquí, en contraste a Mateo 28:18–20. Sin embargo, Martín Lutero sugirió que «las señales de que aquí se habla deben ser empleadas según la necesidad. Cuando surja la necesidad, y el Evangelio esté muy apremiado, entonces debemos desde luego llevar a cabo estas señales, antes que permitir que el Evangelio sea calumniado y echado por tierra».

E.

La Ascensión del Siervo a la diestra de Dios (16:19, 20)

16:19 Cuarenta días después de Su resurrección, nuestro Señor Jesucristo fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios. Éste es el puesto de honor y de poder. 16:20 En obediencia a Su mandamiento, los discípulos salieron como ardientes llamas, predicando el evangelio y ganando hombres para el Salvador. El poder del Señor estaba con ellos. Las señales prometidas acompañaban su predicación, confirmando la palabra que ellos proclamaban. Aquí acaba la narración con Cristo en el cielo, con unos pocos discípulos consagrados en la tierra, con la carga de la evangelización del mundo, y dándose totalmente a esta tarea, y con unos resultados con consecuencias eternas. A nosotros se nos ha confiado la Gran Comisión en nuestra generación. Nuestra tarea es alcanzar a cada persona con el evangelio. Una tercera parte de todas las personas que jamás hayan vivido viven hoy. Hacia el año 2000, la mitad de todas las personas que han vivido estarán viviendo entonces. Al crecer la población de manera vertiginosa, aumenta la tarea.

Pero el método es siempre el mismo: discípulos consagrados con un amor sin límites a Cristo, y que no consideran excesivo ningún sacrificio para Él. La voluntad de Dios es la evangelización del mundo. ¿Qué estamos haciendo para ello?

Bibliografía Alexander, Joseph Addison. The Gospel According to Mark. Edimburgo: The Banner of Truth Trust. 1960. Coates, C. A. An Outline of Mark’s Gospel and other Ministry. Kingstonon-Thames: Stow Hill Bible and Tract Depot, 1964. Cole, Alan. The Gospel According to St. Mark. Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans Publishing Company, 1961. Erdman, Charles R. The Gospel of Mark. Philadelphia: The Westminster Press, 1917. Ironside, Harry A. Expository Notes on the Gospel of Mark. Neptune, N.J.: Loizeaux Brothers Publishers, 1948. Kelly, William. An Exposition of the Gospel of Mark. Londres: C. A. Hammond, 1934. Lenski, R. C. H. The Interpretation of Saint Mark’s Gospel. Minneapolis: Augsburg Publishing House, 1946. Swete, Henry Barclay. The Gospel According to St. Mark. Londres: MacMillan and Company, Limited, 1902. Barclay, W. Comentario al Nuevo Testamento. Vol-. 3. CLIE, Terrassa. Carroll, B. H. Comentario Bíblico Carroll. Vol. 6: Evangelios I. CLIE, Terrassa. ——— Comentario Bíblico Carroll. Vol. 6: Evangelios II. CLIE, Terrassa. Henry, M., Comentario Matthew Henry, vol. 9 —Marcos y Lucas. CLIE, Terrassa. Ryle, J. C. Evangelios Explicados. Vol. 2. CLIE, Terrassa. Sánchez, B. La Biblia y su Mensaje, vol. 11: Marcos. CLIE, Terrassa.
Comentario Bíblico de William McDonald - Marcos

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