Scarlet Blackwell - Y Así es el Amor

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CREDITOS Coordinadores de proyecto Grupo TH Traducción Odie Corrección Isolde Portada y Edición

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Roskyy Epub Nat

¡Y no olvides comprar a los autores, sin ellos no podríamos disfrutar de tan preciosas historias!

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Sinopsis Con una condena de diez años, Dane Faulkner ha sido un hombre solitario durante sus dos primeros años. Cuando Bailey Lewis interrumpe su soledad y se convierte en objetivo para los matones locales, Dane encuentra que la mejor manera de protegerlo es reclamarlo para él. ¿Qué pasa cuando el fingimiento se convierte en algo más?

Capítulo 1 Dane Faulkner se encontraba tumbado en la litera superior con sus brazos por detrás de la cabeza cuando su nuevo compañero apareció. El hombre parecía tener alrededor de los treinta, dos años más joven que Dane y era de altura media con un cuerpo fuerte, bien entonado. Como todos los demás aquí, el recién llegado llevaba una camisa negra con su número en blanco cosido a la izquierda de su pecho y pantalones blancos. Su juvenil pelo era oscuro y corto, de piel blanca, palido, con ojos oscuros. Era muy atractivo. Parecía tan cauteloso y conflictivo como todos los recién llegados. Dane le observó mientras entraba en la celda con su ropa de cama y enseres privados en los brazos y las rejas se deslizaban firmemente cerrándose detrás de él. Dane no estaba interesado en hacer nuevos amigos ni hacer amistades, sino sólo sobrevivir en este infierno. No salía de su zona de confort para molestar a la gente como algunos presidiarios, pero tampoco le importaba los sentimientos de los demás. Se mantenía alejado, mezclándose con algunas personas a las que toleraba lo suficiente como para intercambiar algunas palabras, pero si alguien intentaba joderle, tenía reputación de ser un luchador salvaje y temible. Y no era sorprendente, cuando uno consideraba su físico –metro ochenta y tres de músculo perfilado en el exterior y perfeccionado durante su condena. Su camisa estirada a través de su amplio pecho y sus vaqueros apretados hacían poco para ocultar lo que albergaba. Su cara era aturdidora –una piel perfecta sobre grandes huesos esculpidos y unos alarmantes ojos azules-de apariencia más grandes por su pelo oscuro rapado. Tenía un gran éxito entre los gays y los despreciaba a todos.

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—La cama de abajo es tuya —dijo a su nuevo compañero de celda, con ese tono chulo y firme, avisaba al intruso quien era el que mandaba desde el principio. El forastero observó la litera de abajo y luego observó a Dane, deslizando descaradamente sus ojos al curtido cuerpo hasta su ingle, antes de que una sonrisa sardónica abriera su sensual boca. —Tal y como me gusta. —Se dobló para poner sus cosas sobre la cama. —¿Eres maricón? —exclamó Dane al instante, moviéndose incómodamente hacia su litera después del calor no deseado de esa oscura mirada fija. El hombre se enderezó y le observó otra vez, su expresión estaba peligrosamente cerca de lo irrespetuoso por lo que Dane pudo ver. —Podría ser. ¿Es un problema si lo soy? Dane se sentó. Balanceó sus piernas en la litera y luego saltó hacia abajo, satisfecho de ver a su compañero retroceder dos pasos en el reducido espacio mientras lo hacía. Dane anduvo hacia adelante, acotando el espacio personal del otro hombre, haciéndolo retroceder hasta que Dane le hizo pegarse contra el lavabo, y colocó una mano encima de su cabeza en el espejo. —Bien, déjame ver. —Su voz era baja y amenazadora—. Sería sólo un problema si te agarro mirándome cuando me desnudo o si oigo que te la meneas por la noche o soy testigo cuando le hagas una mamada a alguien en la ducha. Pienso que tú y yo podríamos tener entonces un problema. Si guardas tus pequeñas sucias manos y no te fijas en lo que no te puedes permitir, entonces estoy seguro que marchará todo bien. Hubo un largo silencio durante el cual el hombre de ojos negros miró fijamente de nuevo a los ojos de Dane. Seguro que estaba intimidado, pero también tenía una expresión valiente. —Intentaré por todos los

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medios no metértela cuando te vea inclinándote, —dijo con frialdad, casi rallando el sarcasmo. A Dane no le gustó esto. Agarró a su compañero por la garganta y chocó de golpe su cabeza en el espejo. —Hazlo —escupió con ojos centelleantes. El otro hombre no trató de luchar contra él. Sólo lo fulminó con la mirada de nuevo, quedándose inmóvil y esperando a que Dane lo liberara. Dane lo hizo, volviendo a su litera y girándose para estar frente a la pared, preguntándose si el nuevo estaba mirándole el culo. La gente se volvía muy solitaria, y era un hecho que el tipo más heterosexual se volvía gay si significaba que podían hacerle una mamada o meterla en algún agujero aparte de su mano. Algunos tipos necesitaban el afecto más que cualquier otra cosa y esa comodidad a menudo se tornaba en abrazos afectuosos, besos y una relación permanente. Estos tipos eran ridiculizados cuando se les descubría –ridiculizados más que los tipos que se follaban a otros y no volvían a hablarles máspero había probablemente un elemento de celos en ello. Estos hombres podrían haber estado en la prisión, pero habían encontrado el amor. Dane no se molestaba en denigrar a un homosexual, pero aquellos tipos que se le insinuaban o le ofrecían chuparle la polla por lo general acababan de mala manera. Una vez, tres tipos duros le habían arrinconado en las cocinas y habían tratado de violarlo. Al primero le arrojó agua hirviendo sobre la mano, al segundo le abrió la cabeza y el tercero se escapó después de que Dane le amenazara con meterle un rodillo por el culo. Dane no buscaba amor o sexo –se arreglaba con su propia mano, sin importar cuan frustrante fuera.

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El comedor era ruidoso, con largas mesas atestadas por presidiarios charlando, la cola para la comida de los presidiarios se movía constantemente. Dane estaba sentado con Nicol y Anthony, un par de tipos con los que a menudo jugaba a las cartas y eran los más cercanos a los que podía llamar amigos aquí. Miró a su compañero de celda mientras el tipo caminaba con su propia bandeja y trataba de decidir qué mesa toleraría su presencia sin alboroto alguno. —¿Ese es el nuevo pececito? —Preguntó Nicol, sacudiendo la cabeza y hablando con la boca llena. Era un negro fornido de treinta y siete años. Había sido boxeador fuera, pero su inoportuna inclinación por traficar medicinas de un lado a otro le había proporcionado que lo metieran en prisión. —Sí. —Dane miró fijamente a su compañero y apartó la vista. —¿Vas a invitarle? —preguntó Anthony, levantando una ceja. Anthony era un pazguato con gafas de treinta y cinco años, un profesor de colegio condenado por homicidio sin premeditación mientras conducía borracho. Dane se encogió de hombros, indicando que no le importaba una mierda, por tanto, Anthony lo tomó como un sí para avisar al nuevo. Anthony era un alma generosa, de la cual siempre se aprovechaban e intimidaban. El nuevo llegó a la mesa, rondándola y luego se sentó al frente de Dane con una pequeña sonrisa con la cual Dane pegó un respingo hacia atrás. —Anthony Bateman, —dijo Anthony cortésmente, sosteniendo su mano.

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El compañero de celda de Dane lo saludó con asentimiento. —Bailey Lewis. —Encantado de conocerte, Bailey. Nicol le ofreció su mano también, se presentó el mismo y Bailey lo saludó. Eso incomodó a Dane, pero no se molestó, sólo centró su mirada en la comida y no en la mirada fija oscura frente a él. —Tu compañero es Dane Faulkner —informó Nicol a Bailey—. Es un cabrón antisocial. No le prestes ninguna atención. Dane volvió su cabeza y lo miró con el ceño fruncido, entonces su mirada retrocedió a Bailey cuando Anthony preguntó: — ¿Por qué te metieron aquí? —Asalto con agravantes —contestó Bailey, mirando fijamente a Dane. Dane no pudo resistirse a hacer una mofa. —No me acordaba que los maricas sabían cómo luchar. Bailey enrojeció un poco en cólera. —Le di una paliza por llamarme maricón. —¿Cuánto te ha caído? —Preguntó Nicol. —Cuatro años. —Deberías aprender a poner la otra mejilla —comentó Dane despreocupadamente— o vas a pasar toda tu vida dando palizas a los que te llamen maricón. —Se permitió que una pequeña sonrisa se rizara alrededor de los bordes de su boca.

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Bailey siguió mirándole sin apartar la vista. —Que te jodan. La boca y el puño de Dane se apretaron. Nicol fue el primero en reaccionar, poniendo una mano en el brazo de Dane, a veces era una influencia sorprendentemente tranquila en Dane que era imprudente y se exaltaba a la primera. —Déjalo, tío. Dane se permitió mirar fijamente a Bailey durante algunos segundos y luego se levantó y se llevó su bandeja. Dane llegó primero a la celda antes de que apagaran las luces y estaba bajo las mantas leyendo detenidamente su nueva revista pornográfica cuando Bailey volvió. La puerta se cerró tras él y Bailey se acercó al lavabo para cepillarse los dientes. Los ojos de Dane se dirigieron hacia él. Bailey se enderezó del lavabo y se desnudó de la parte de arriba con la espalda girada. Tenía un tatuaje oscuro en un hombro y otro en su bíceps izquierdo. Pero era el que estaba en la base de su espalda el que interesaba más a Dane. Eran dos símbolos masculinos, ambos entrelazados, uno en rojo y otro en negro. El labio Dane se rizó mofándose. Bailey se volvió de repente. —¿Ves algo que te guste? — preguntó provocativamente. La mandíbula de Dane se apretó. —Si fuera tú, haría todo lo posible para quitarme ese tatuaje, —dijo con frialdad—. Te va a dar muchos problemas cuando estés en las duchas. La mirada de Bailey estaba seria y tranquila. —No me escondo de lo que soy. Eso es problema de los demás.

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—Y restregarlo en las caras de los demás como si nada es cómo va a conseguir meterte en problemas. Bailey sonrió sardónicamente. —Ah, Dane, si no te conociera mejor, juraría que te preocupas por mi bienestar. Sostuvieron una agresiva mirada y luego deliberadamente, Bailey le volvió la espalda, se desabrochó los vaqueros y expuso su culo desnudo a Dane, inclinándose para quitarse los zapatos. Dane gruñó en cólera, volvió la espalda y su compañero se rio suavemente mientras subía en su litera. Para el desayuno, había decidido dar una paliza a Bailey. Sólo unas palmadas deberían ser bastante para calmar su actitud y hacer sus preparativos para una convivencia más armoniosa. Sin dañarle lo suficiente como para causarle un viaje al agujero1 a Dane, ya que no era aficionado a ese lugar, y no demasiado poco como para que Bailey no captara el mensaje.

1 N de C: Celda de castigo, generalmente de aislamiento. Su compañero no se sentó con él en el desayuno. Estaba hablando con uno de los tipos de la celda de al lado, Andrew, un tipo muy atractivo que parecía gay aunque Dane nunca hubiera visto ninguna prueba. Él y Bailey parecían muy cercanos y Dane los observaba con repugnancia, preguntándose si Bailey estaba buscando marcha en su segundo día dentro. Cogió su toalla y el neceser de baño de su celda y se fue a las duchas. Cuando se desnudó y llegó a las duchas, encontró a Bailey ya allí, directamente al final del largo habitáculo, con su pálida y fortalecida

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figura. Mientras Dane le echaba un vistazo, vio a uno de los sospechosos habituales, un tipo llamado a Byron Watson, acercarse a Bailey y pincharle fuerte con un dedo en la base de su espalda. —¿Qué cojones es esto? Bailey se volvió, mostrando un bien esculpido y lampiño pecho, salvo una tira oscura y estrecha que iba hacia abajo desde su liso estómago a un recortado pubis. Su miembro era más que adecuado, sus pelotas pesadas y sin vello por debajo. —¿Perdona? —preguntó Bailey. —¿Dije, qué cojones es este tatuaje? —El tipo le desafió otra vez. Pequeñito y abultado con músculos, rapado como un skinhead y los dos brazos tatuados, Byron Watson era el capo principal en este lugar y uno de los temidos matones. Estaba en prisión de por vida sin la posibilidad de libertad condicional después de torturar y asesinar una lista de miembros de una banda rival, sus métodos no habían cambiado. Aunque hubiera añadido ahora la violación a su repertorio ya que vio cómo podía destrozar eficazmente a un hombre. —¿Estas anunciando que te gusta que te den por culo? —preguntó a Bailey con repugnancia y algo más en su tono. Algo que sugería que iba a ser su nueva presa y estaba excitado. Dane casi sonrió con suficiencia. Iba a salvarse de romperse los nudillos. Alguien más iba a hacerlo para él. —Mis tatuajes son asunto mío, —contestó Bailey arrogantemente—. ¿He hecho algún comentario sobre la pegajosa mujer desnuda que tienes en el brazo y cómo se parece a la abuela de alguien?

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Dane casi admiró al tipo en ese momento, pero estaba demasiado ocupado intentando no reírse. Bailey cayó al suelo con una ráfaga de golpes y fue arrastrado contra los azulejos de la pared, su cabeza dejó una mancha de sangre cuando se cayó otra vez. Su atacante levantó a Bailey una vez más y lo empujó de nuevo contra los azulejos. Entonces presionó su propio cuerpo desnudo lascivamente contra el trasero de Bailey. —Viendo cómo te anuncias, deberías estar agradecido que no te folle, sucio maricón. Golpeó a Bailey en los riñones, sobre el tatuaje, y se marchó de allí con paso majestuoso. Bailey cayó contra la pared y se deslizó al suelo. Nadie en la ducha se movió para ayudarlo. Dane miró un momento y luego agarró sus cosas y se fue.

—Tienes una gran bocaza, Bailey —dijo su compañero cuando se apagaron las luces—. Me sorprende que no hayas meado sangre después de esta mañana. Bailey tiró de la cadena y se apartó, moviéndose al lavabo. —Estoy bien —informó Dane hoscamente—. Y no dejo que la gente me humille. Dane le consideró por encima de su revista. —Hay una diferencia entre esto e incitar deliberadamente al tipo más resistente de este lugar. Estás marcado, amigo. La próxima vez, será un cuchillo en tu espalda, no un puño. Bailey se volvió y lo contempló con aquellos ojos casi morados. —No eres mi amigo —dijo a Dane antes de que subiera a su litera.

Capítulo 2 Bailey era excesivamente aficionado a los libros y se aseguró un trabajo en la biblioteca, por tanto, Dane no lo veía durante varias horas por día, para su alivio. El tatuaje siguió presentando problemas como Dane había previsto. Su compañero de celda estaba atormentado, le trataban de mala manera, pero por lo general devolvía los golpes que le daban. Comenzó a pasar más tiempo con Andrew y Dane se preguntaba si había empezado algo entre ellos. Bailey también hizo amistad con Nicol y Anthony, por lo que le agradó. Cuando Dane estaba alrededor de su compañero, por lo general se sentaba silenciosamente con los brazos cruzados, con la cara avinagrada y no hablaba a Bailey a menos que tuviera necesidad de hacerlo. La presencia de Bailey le molestaba y se sentía incómodo desnudándose y haciendo sus necesidades delante de él. No era como si Bailey mostrara cualquier interés hacia él aparte de unas ostensibles miradas a su ingle cuando Dane andaba en la celda en calzoncillos. Cuando ocurría, Bailey sonreía abiertamente cuando se sentía descubierto y sepultaba la nariz en su libro. Dane nunca pudo averiguar si Bailey permitió que le pillara mirándolo porque quería excitarle o si simplemente admiraba su cuerpo. Tanto lo uno como lo otro, lo enfadaba.

Después de un par de meses, Bailey tuvo un profundo enfrentamiento con Byron y eso le provocó un viaje al hospital.

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La primera noticia que Dane tuvo sobre ello fue cuando Nicol se presentó de improviso en su celda y dijo: —A tu compañero le han dado una paliza en la biblioteca. —Si tú lo dices —Dane fingió desinterés y perezosamente giró la página de su última revista porno, pero estaba lejos de estar desinteresado. —Sí, le vi como se lo llevaban al hospital. Tenía el hueso del brazo por fuera y había sangre en todas partes. —Vergonzoso —Dane comentó mientras se encogía ante el pensamiento de tal brutalidad. —John Sheppard estaba allí. Dice que Byron Watson y sus compañeros lo hicieron. Byron le dijo a Bailey que iba a follárselo hasta matarlo y Bailey dijo: 'Vale. Inténtalo'. Dane miró por encima de su revista y sacudió la cabeza. —No puedo decidir si ese tipo es simplemente idiota o si tiene pelotas como sandías. Nicol se rio. —Para ser maricón, tiene pelotas. No sé por qué eres tan duro con él. Los ojos de Dane se estrecharon. —No jodo como él, colega. —Porque es maricón. —No. —Sí. ¿Te gusto? Dane puso los ojos en blanco, sabiendo a donde iba esto. —Estás bien.

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—¿Por tanto no te disgusto porque soy negro? —Vete a tomar por culo, Nicol. —¿No es esto la misma cosa? ¿Cómo es que lo discriminas, pero no a mí? Dane le consideró un momento. —Si tuvieras a un sarasa en tu celda mirándote cuando estas desnudándote, sería lo mismo, —gritó finalmente. Nicol levantó una ceja. —¿Cree que es atractivo para ti? —Tal vez—dijo Dane, aunque no lo sabía. —Lo que pienso es que tu ego te dice que cada maricón de este lugar quiere follarse tu apretado y pequeño culo blanco, aunque probablemente no lo hagan —cacareó Nicol. —Que te jodan. —Dane lo miró con el ceño fruncido, enrojeciéndose. —Independientemente de eso, si Bailey no te encontrara atractivo, apuesto a que te sentirías devastado. Dane lo miró de forma cruel. No había muchos tipos que se pudieran burlarse de él de esta manera. —¿Por qué no te largas ahora? —sugirió en un tono de voz más dulce. Nicol sonrió. —¿Todo lo que digo es por qué no le das al tipo un puñetero margen? No ha tenido nada salvo las peleas con todos los de aquí desde que llegó. —¡Se lo ha ganado por sí mismo!

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Nicol lo miró un momento, entonces meneó la cabeza y abandonó la celda.

Pasaron dos semanas antes de que Bailey volviera. Llevaba en su brazo izquierdo un cabestrillo y tenía manchas amarillentas a un lado de su cara. Dane estaba abajo en el área principal jugando a las cartas con Anthony y Nicol y varios tipos más cuando vio a Bailey pasar por delante y dirigirse directamente a su celda. Lo miró fijamente un momento, entonces volvió de nuevo a su juego. Bailey dormía cuando Dane volvió justo antes de la comida. Dane seguramente hizo suficiente ruido como para que Bailey abriera los ojos y lo mirara con el ceño fruncido. —¿Me extrañaste? —preguntó Bailey con refinado sarcasmo. —Sí. Como a una plaga de ladillas. —También te eché de menos, cariño —Bailey le respondió con el tono más afeminado que Dane hubiera oído alguna vez. Anduvo con paso majestuoso hacia la litera, con intención de permitir finalmente a su puño entrar en contacto con la cara bonita de Bailey, y luego se paró en seco cuando de repente vio miedo en la expresión de Bailey, el otro hombre preparándose para ser golpeado. De repente, Dane no tenía interés en golpear a su compañero. En cambio, saltó hasta la litera superior y se tendió, escuchando a Bailey respirar tranquilo. Bailey lo siguió abajo al comedor durante la cena y Dane miró por el rabillo del ojo mientras sostenía su bandeja en una mano y le llevó

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varias tentativas coger sus cubiertos de plástico con la mano resentida. Dane resistió al impulso de ayudarlo y volvió la espalda, yéndose a su mesa. Cuando se puso allí y vio que Bailey no lo seguía, se volvió. Bailey estaba frente a frente con Byron mientras este escupía en la comida de Bailey. El matón sonrió con satisfacción y dijo a Bailey: —Ahora cómetelo. Dane se dijo que todas las apuestas estaban echadas y no reconocería a Bailey otra vez si el cobarde hacía lo que le dijeron. Pero ya debería haber conocido a Bailey y sus pelotas un poco mejor. —Jódete —Bailey refunfuñó antes de lanzar su bandeja en la cara de Byron y el pandemónium siguió, con Byron luchando con él en el suelo y los compañeros de Byron insultándole. Dane miró un momento y luego siguió comiendo mientras pudiera antes de que los guardias vinieran y los llevaran a sus celdas.

Bailey estuvo en el agujero durante dos días. Cuando volvió, Dane estaba en la biblioteca, intentando leer el Amante de Lady Chatterley de D.H. Lawrence porque alguien le había dicho que era obsceno. Se preguntaba si podría fingir que era el jardinero y masturbarse más tarde con la idea de atender a la magnífica señora de la casa. Alzó la vista mientras Bailey entraba y saludaba con la cabeza bruscamente a Dane antes de acercarse a las librerías. Su cara estaba nuevamente magullada. Sin duda una herencia de una provechosa golpiza por parte de los guardias y andaba con mucho cuidado como si algo le doliera. Durante un momento, Dane estuvo enfadado con los guardias a causa de su compañero antes de que reaccionara y decirse a sí

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mismo que no era de su incumbencia, como preocuparse de que Bailey no pudiera manejar su plato con una mano en el comedor tampoco lo era. Él se giró para mirar a Bailey pensativo, las delgadas y largas piernas, embutidas en los vaqueros, la camisa moldeando su fibrado torso y se preguntó si podría tener buena relación con su compañero. No sintió la suficiente hostilidad hacia Bailey como debería haber sentido. Ya no tenía ningún particular impulso de golpearle. Había encontrado hasta la celda vacía al no oír la respiración suave que provenía de la litera inferior por la noche. Sus pensamientos le molestaron. Bailey cambió la posición de un libro y sus miradas se encontraron. Su compañero desapareció al otro lado de la biblioteca y se sentó con su espalda girada. Durante la cena estuvo malhumorado y poco comunicativo, escarbando en su comida sentado al lado de Anthony y frente a Dane, sin mirarlo para nada. Dane comenzó a preguntarse si Bailey sostenía alguna clase de rencor contra él y el tratamiento silencioso lo hizo enfadar, para su sorpresa. De vuelta a la celda habló: —¿Hice algo incorrecto? Bailey se volvió de repente, desde el espejo donde había estado examinando las contusiones de su cara. Frunció el ceño. —No. —Ah. Pareces bastante enfadado por algo. Bailey sacudió la cabeza. —No es por ti, colega. Para variar. Los ojos de Dane estrechados en un resplandor y los pelos de Bailey se pusieron de punta en respuesta.

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—¿Qué, no me puedo permitir enfadarme? Estoy en una jodida prisión, colega y en caso de que no lo sepas, acabo de salir de un encierro de dos días sin ropa, libros y sólo con un balde para orinar. Creí que iba a volverme jodidamente loco y tendrían que ponerme una jodida camisa de fuerza. Las picazones de la escayola fueron horribles y no podía rascarme. Perdóname si no hago una fiesta por ello. —Se terminó de asear y estaba casi sin aliento por el discurso. —Sí, sentimos que haya sido así, pero no lo pagues conmigo, —Dane gruñó y se apartó. —Vete a tomar por culo —Bailey le dijo sucintamente. Estaba en el suelo antes de que Dane se diera cuenta que tenía el puño levantado, actuando en piloto automático y finalmente, aplastando a su compañero. Con el deseo de no golpearle más, se estaba mintiendo a sí mismo. Miró abajo a Bailey que sostenía aturdidamente su mandíbula con una mirada envenenada en sus ojos fulminantes y mientras se levantaba, Dane lo apartó y salió de la celda. Dane gastó el resto de su cólera en el gimnasio, golpeando despiadadamente el saco de boxeo hasta que se agotó. Volvió a la celda quince minutos antes de que apagaran las luces y agarró su toalla y neceser para ducharse. Bailey estaba en la cama, encogido mirando a la pared. Su espalda desnuda era un modelo lívido de contusiones oscuras y Dane se paró un momento y miró fijamente antes de apresurarse. Las duchas estaban desiertas y Dane dejó que el agua deliciosamente agradable aliviara el sudor que tenía. Dejó que el agua de la ducha lo empapara sobre su cabeza y apoyó su vigorosa mano sobre la pared, cerrando los ojos. Drenando la tensión de su cuerpo. Estaba relajado y soñoliento y su miembro comenzó a despertarse sorprendentemente a la atención de estar solo de esta manera. El tomar una ducha de esta

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forma era un lujo bastante inalcanzable y su cuerpo le dijo que tenía que tomar la ventaja plena de ello. No se había masturbado desde que llegó Bailey a su celda y sentía una gran frustración. Pensó en el Amante de Lady Chatterley. Se imaginó con ropa de trabajo áspera, sus manos sucias por la labor, espiando a la señora de la casa mientras se paseaba a través de los bosques con su vestido fino de seda. Se vio abordándola, la mujer colocando una mano en su pecho temerosa antes de que la tomara en sus brazos y casi desmayada cuando la besó. Envolvió su mano alrededor de su excitado miembro mientras se veía luchar con ella sobre la tierra. Levantando el vestido de seda alrededor de su cintura, la encontró sin la ropa interior porque esta era su fantasía y en sus fantasías, las mujeres podrían ir sin ropa interior, sin importar la época en que sucediera su fantasía. Sus manos ásperas tocaron sus suaves muslos, acariciándola, y encontrándola húmeda. Se inclinó hacia abajo para besarla otra vez, mientras se masturbaba con fuerza, gruñendo un poco, su boca abriéndose y entrando agua cuando trataba de ver su cara, fijándose en los detalles ya que un hombre nunca era capaz de masturbarse sobre alguien anónimo. Una cara invadió su mente firmemente, pálida con algunas pecas sobre la nariz, ojos imposiblemente oscuros, pelo oscuro y un moratón a un lado de la cara. Sus ojos se abrieron de inmediato y miró fijamente horrorizado a los azulejos, pero era demasiado tarde. Sintió la dureza del cuerpo bajo sus piernas y alrededor de él. Sintió la blandura de la boca bajo la suya y lanzó un grito cuando eyaculó sobre la pared en chorros largos, sacudiendo sus piernas como si se doblaran bajo él. Entró en la celda silenciosamente y se cepilló los dientes. Bailey respiraba suavemente, todavía de cara a la pared y cuando las luces se

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apagaron, Dane se acomodó bajo las sábanas, ese era el sonido familiar que lo calmó fácilmente para dormir.

Capítulo 3 Dane se despertó en el silencio que precede a la llamada de mañana como siempre hacía. Dos años de levantarse siempre a la misma hora conseguía eso, pura rutina y sabía que Bailey también despertaría de un momento a otro. Se quedó tumbado y miró el techo un momento con las sombras jugando sobre él y luego oyó la litera debajo crujir mientras Bailey se despertaba. Bailey hizo lo que siempre hacía nada más levantarse por la mañana hacer pis. Dane miró mientras se levantaba de la litera llevando solo los pantalones de pijama y permaneció de pie dándole la espalda, oyendo como sonaba el urinario. La segunda cosa que Bailey siempre hacía después de lavarse las manos era lavarse la cara con algún caro y perfumado exfoliante que guardaba en su estantería y que hizo a continuación, aclarándose a fondo antes de enderezarse y contemplar a Dane por el espejo. —¿Me estás mirando? —preguntó contenciosamente, alcanzando una toalla. ¿Estaba realmente enfadado por la lucha de la noche anterior? Incluso aunque Dane no lo hubiera golpeado esta vez. —Podría ser —dijo tranquilamente, no cayendo en la trampa. —¿Cómo me ves? —Bailey se volvió para estar enfrente a él. Su tono era tímido, su mirada directa y provocativa. En su mejilla había una contusión de donde Dane lo había golpeado la noche antes. Dane tragó saliva. ¿Estaba realmente haciendo Bailey esto abiertamente, por primera vez desde que había llegado a la prisión? ¿Por qué

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ahora? ¿Por qué había esperado tanto tiempo? —¿Estás flirteando conmigo? —preguntó de una voz baja. Bailey movió su cabeza a un lado con una sonrisa satisfecha. Se apoyó atrás contra el lavabo con ojos perezosamente entrecerrados, empujando la cadera hacia adelante para que Dane viera a través del delgado material de sus pantalones el grueso contorno de su miembro. —Podría ser. La expresión de Dane se oscureció. Se apoyó en un codo, fulminando con la mirada a Bailey. —Creí haberte dicho cuando llegaste lo que te pasaría si intentabas esta mierda conmigo. —Bueno, déjeme ver. —Bailey frotó su trasero sensualmente contra el lavabo, prestando aún más atención a su miembro—. Lo que realmente dijiste era que tendrías un problema conmigo si te contemplaba mientras te desnudabas. El hecho es que eres tú el que me miras. De hecho, no me has pillado masturbándome, chupándosela a nadie, o intentando ponerte mis sucias manos sobre ti, por tanto, no veo cómo puedes tener un problema conmigo. Dane miró fijamente incrédulo a Bailey, asombrado de que recordara cada palabra de su pequeño discurso de bienvenida. —Añade la coquetería a la lista, —dijo fríamente. —Eso apesta —Bailey contraatacó de manera confiada—. El hecho es, Dane, he podido hacer casi de todo aquí y todavía estoy de pie. No lo considero como una amenaza más, porque creo que me habrías matado ya si hubieras querido. De una forma u otra, no me preocupa que lo hagas, así que te lo diré ahora, eres muy atractivo. De hecho, el más atractivo de este lugar. Si quieres que te haga una buena mamada sería un gran placer.

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La boca de Dane se abrió ante la respuesta y enrojeció sin control. Bailey rio de placer, obviamente creyendo que tenía la ventaja en cualquier lucha de voluntades que pudieran tener dos compañeros de celda. En ese momento, la alarma sonó y las luces se encendieron con el sonido de arrastre y crujido de todas las puertas del ala. Dane apartó las sábanas y saltó de su litera. Anduvo con paso majestuoso hacia Bailey que estaba pegado contra el lavabo y agarró a su compañero por la garganta. —¿Dime por qué no debería romper tu jodido cuello ahora mismo? Frente a frente, los dos se contemplaron el uno al otro y Dane observó de cerca la cara de Bailey. Su piel era perfecta -tal vez era la cara lavada- casi translúcida e impecable con una ligera sombra de pecas sobre la nariz que sólo podría ver de cerca. Las pestañas eran de un negro azabache contra la piel blanca y los ojos casi tan negros como las pestañas. La nariz era pequeña como la boca, los labios rosados y comestibles. Mientras Dane lo miraba, Bailey los lamió nerviosamente, dejándolos húmedo y relucientes. —¿Por qué te gusto? —sugirió en un susurro serio, con toda la seriedad posible—. ¿Tal vez un poquito? Y no pasa nada en admitirlo. Hubo silencio entre los dos. Dane trató de hablar, pero no pudo. Sus ojos taladrándole. Era consciente del calor y del musculoso cuerpo presionándose contra el suyo. Un repentino sonido metálico los asustó y se dieron la vuelta para mirar mientras la puerta de su celda se abría. —¿Qué diablos está pasando aquí? —exigió uno de los guardias con recelo—. Apártense los dos ahora mismo. Dane retrocedió con un resplandor de ira tanto en el guardia como en Bailey y se volvió para agarrar alguna ropa.

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Bailey no se sentó con él en el desayuno, pero en cambio eligió a Andrew. Los dos hablaron en voz baja con sus cabezas juntas y echaron frecuentes vistazos a Dane hasta que empezó a hervir de rabia con lo que podría estar hablando. Después de la comida, Bailey fue rápido en desaparecer, pero Dane no le dejó esconderse. Los dos tenían el asunto inconcluso de esa mañana. Pretendía poner a Bailey firmemente en su lugar y pararle los pies al pequeño maricón con su flirteo sobre él. Si eso significaba mutilar a su compañero, que así fuera. Lo buscó por todas partes del ala hasta que finalmente entró en el gimnasio, este estaba por lo general tranquilo después del desayuno y en efecto, encontró que estaba desierto. Casi se volvió atrás hasta que oyó un sonido sofocado al fondo de los vestuarios. Frunciendo el ceño, Dane cruzó el suelo brillante silenciosamente y llegó a la puerta, mirando fijamente a través de la pequeña ventana de cristal. Dentro, Byron y dos de sus amigos retenían a Bailey. Le tenían inclinado sobre una mesa, su cara aplastada contra ella mientras un tipo le sostenía con fuerza por el pelo. La sangre salía de su nariz y boca y blasfemaba asquerosamente. Otro tipo le retenía por las muñecas, su apretón era tan apretado que las manos de Bailey se pusieron moradas con el efecto del torniquete. Los pantalones de Bailey estaban alrededor de sus rodillas y su coqueto culo al aire. Detrás de él estaba Byron, con su sexo erecto en la mano, sonriendo abiertamente cuando se dirigió hacia las expectantes nalgas de su víctima. Dane miró fijamente. Podría haber permanecido inmóvil mientras Byron intimidaba a Bailey antes, pero ahora la injusticia de un hombre

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contra tres le enervaba. Esto era incorrecto y esta vez, no se podía alejar y dejar que violaran a su compañero de celda por cualquier motivo. Dio un puntapié a la puerta abierta. —Dejadle marchar. Cada cabeza de la habitación se giró, incluso Bailey. Por lo que vio tenía un ojo morado y una mejilla magullada entre toda la sangre y sintió que la furia lo alcanzaba. Directamente, podría haber matado con mucho gusto a los tres atacantes de Bailey. Byron le consideró perezosamente, aunque su mirada era cuidadosa. Dane era un hombre al que temer y respetar y los dos raramente se habían enfrentado entre ellos antes. —Simplemente estamos divirtiéndonos un poco con esta buena pieza —arrastró las palabras, dando palmadas a Bailey con fuerza en una mejilla por lo que la firme carne vibró ligeramente ante el toque y se enrojeció—. Te dejaré que lo cates primero si quieres. Tu falo lo hará llorar. Los amigos de Byron se rieron nerviosamente. Dane anduvo hacia adelante, los ojos resplandeciendo como cristales. —Nadie se lo va a follar. Dejadle ir ahora mismo o te partiré tu jodida cara. Byron todavía no hizo ningún movimiento. Su miembro se desinfló muy ligeramente en su apretón. —¿Hay algo que deberíamos saber, Faulkner? ¿Estas manteniendo en secreto a tu pequeña putita? La mandíbula de Dane se apretó. Pero de repente, las insinuaciones de Byron no importaron, porque vio claramente que si pensaban erróneamente que era suyo garantizaría la protección de Bailey. Tuvo que aprovechar esa oportunidad pasara lo que pasara y lo que la gente pensara.

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—Sí —dijo vigorosamente. —¿Sí qué? —Byron preguntó estrechando los ojos. Dane vaciló sólo una fracción de un segundo. —Sí es mío. Tócalo otra vez y te cortaré la polla. ¿Entendiste? Los amigos de Byron de repente parecieron aterrorizados. Dejando libre a Bailey y apartándose, dirigiéndose hacia la puerta en el lado opuesto del vestuario. Byron consideró a Dane con tranquilidad, guardándose el miembro. —Bien, muy bien. Me preguntaba cuanto tiempo tardarías en volverte maricón, Dane. Dane embistió hacia adelante. Golpeó a Byron en la cara y le envió a un montón de esteras del gimnasio. —Más tiempo que tú —gruñó, agarrando al otro hombre por la camisa y golpeándole otra vez mientras reaccionaba—. Pero entonces, contigo, no es sobre el sexo, sino sobre el control, ¿verdad? Byron lo golpeó de nuevo. Los dos agarrados violentamente rodaron sobre las esteras y en el suelo donde Dane golpeó la cabeza de Byron contra la suya furiosamente y Byron trató de meter sus pulgares en los ojos de Dane. Una patada apareció de alguna parte. Se oyó un sonido mientras la mandíbula de Byron se dislocaba y retrocedió gimiendo en agonía. Dane se levantó para ver a Bailey que estaba de pie sobre él con la cara cubierta de sangre. No dijo nada, sólo se dio vuelta y se alejó, mirando hacia atrás para asegurarse que Dane lo seguía. Los dos se escabulleron en silencio hacia los lavabos y Dane miró mudamente como Bailey se lavaba la cara en el lavabo, aplicándose papel contra la nariz y el labio para contener la sangría. Finalmente, se fue y Dane le siguió otra vez, asegurándose que regresaba a la tranquila

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celda. No tenía intención de quedarse allí con él, pero tan pronto como Bailey entró en la celda, se dio la vuelta y se dirigió a Dane con sus ojos destellando furiosamente. —Puedo cuidarme solito. No te necesito rondando detrás de mí como alguna especie de guardaespaldas. Dane frunció el ceño, estrechando los ojos. —Bastardo desagradecido, —escupió, sorprendido ante esa actitud. —Me da igual, —respondió Bailey—. ¿Crees que me hiciste un favor allí? Soy hombre muerto ahora. Y tú, cada uno en esta prisión de mierda va a creer que me estas follando. ¿Orgulloso de ese hecho? Dane le miró con el ceño fruncido, apretando la mandíbula. —Me importa una mierda. Si estoy follándote, nadie más se atreverá a intentarlo. Bailey lo contempló. Había alguna clase de emoción en sus ojos, algo más que Dane había visto alguna vez allí antes. —¿Por qué hiciste… esto por mí? —Su voz era inestable. Dane no tenía una respuesta preparada en sus labios. —¿Tú… me quieres? —La voz de Bailey era baja, su cólera había desaparecido. Echó un vistazo sobre el hombro de Dane y luego se adelantó, su mano buscando la entrepierna de Dane. Dane se echó hacia atrás. —¿Qué coño haces? ¿Jesús, todo lo reduces a esto, maldito maricón? Te eché una mano, por lo tanto ¿debo querer tu culo para mí? ¡Dios, me pones jodidamente enfermo! —¡Vete a tomar por culo! —Bailey empujó a Dane atrás con tanta fuerza que tropezó hacia atrás en la celda—. Maldito gilipollas, nunca

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encontré a nadie que obviamente me quisiera antes. ¡Tarde o temprano, necesitarás esto y te le diré ahora, tendrás que violarme como lo intentó Byron, porque no te voy a tocar ni, aunque me ruegues! Dane embistió hacia adelante ciego de furia, totalmente decidido a matar a Bailey ahora, pero antes de que pudiera, una porra se interpuso entre ambos. —¡Lárgate, Faulkner! —gritó el mismo guardia que les había interrumpido esa mañana—. Deja la celda ahora mismo, o vas al agujero. Es tu opción, tipo resistente. Con ojos ardiendo de crueldad, Dane se alejó de la celda con los puños apretados, fulminando con la mirada a Bailey mientras bajaba la escalera.

Capítulo 4 Dane se aseguró de no volver a la celda el resto del día. Bailey bajó la escalera y desapareció y más tarde Anthony contó a Dane que había estado en el hospital por un problema dental y Bailey había estado allí por una herida encima de su ceja suturada. También había visto a Byron allí para que le volvieran a encajar su mandíbula desencajada. Dane saludó con la cabeza en tono ausente, dobló sus brazos y no dijo nada, los ojos se fijaron sin ver nada en las noticias de televisión, no tenía interés alguno por el mundo exterior. No cuando su mundo entero consistía en estas cuatro paredes y la persona más cercana a él ahora mismo era Bailey. Todavía seguía cabreado con su compañero de celda. ¿Por qué todo se trataba de sexo con él y por qué el resultado de la buena acción de Dane hizo creer a Bailey que lo había hecho por algún oscuro objetivo? Echó un vistazo a su alrededor, notando a los dos amigos de Byron que hablaban en grupo con algunos otros tipos, haciendo gestos a Dane, susurrando. Su nueva sexualidad estaba a la orden del día en la prisión. ¿Qué iba a hacer sobre ello? ¿Iba a negarlo o iba a mantener la boca cerrada y decir a la gente que se mantuvieran al margen y tener una conversación privada con él que tuviera un problema de con quién se follaba? Dirigió una mano sobre su pelo estrechamente rapado, suspiró y luego echó un vistazo a Anthony. —¿Puedo hablar contigo? —Por lo que sabía, cuando quería un oído comprensivo y consejo imparcial, Anthony era su hombre. Anthony saludó con la cabeza ante la sorpresa, porque esto era apenas una solicitud familiar de Dane y se abrió camino a su celda. Anthony sacó galletas cuando llegaron a su celda y dejó a Dane sentarse en su litera mientras elegía la silla de enfrente.

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Dane fue directo al grano. Le dijo a Anthony que habían intentado violar a Bailey en el gimnasio esa mañana y que había terminado por reclamar a su compañero para apartar a Byron. Entonces le habló de la cólera de Bailey y cómo se había comportado con él más tarde en su celda y su casi pelea. Preguntó a Anthony lo que creía que debería hacer ahora que las noticias estaban extendiéndose. Anthony escuchó en silencio y luego sonrió suavemente. —Hiciste una gran cosa por él esta mañana. Dane enrojeció un poco, no lo solía elogiar y no dijo nada. —Yo tomaría su actitud hacia ti después de esto con una pizca de sal. Está manteniendo sus defensas alrededor de ti. No está acostumbrado a tener alguien que haga algo agradable por él y reacciona del único modo que sabe -ofreciéndose tener sexo contigo-. Realmente creo que le gustas y que conste que estaríais geniales juntos. Dane le contempló. —Anthony, nosotros no somos… Anthony sólo sonrió otra vez. —Lo sé, pero tal vez deberías. Necesitamos algo de compañerismo en aquí. —Anthony, no soy así, sabes que no. —Nadie es así cuando viene a prisión. No hablo sólo del sexo. Llevas aquí dos años, Dane, y nunca has hecho un movimiento para ser amigo de alguien. No me digas que no te vas a dormir por la noche y deseas que haya alguien ahí para calentarte las sábanas. Sólo estar al lado de alguien para no sentirte tan solo. Deseamos esto y no es algo diferente. Sé que no lo es. Dane sacudió la cabeza, evitando la mirada fija de Anthony. —Estar solo es la parte del castigo por mi delito, —refunfuñó.

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—Sólo si quieres que sea. Dane levantó su cabeza. —No quise tu opinión sobre si debería follármelo o no. Quiero tu opinión sobre si debería dejar a la gente creer que me lo estoy tirando, —dijo rígidamente. La expresión de Anthony permaneció apacible. —Y no te he dado ninguna opinión sobre si te lo follas. Di una opinión sobre que sea su compañero. Dane suspiró. —Bien, de acuerdo. —Bien —dijo Anthony suavemente—. Entonces sí, si quieres protegerlo, debería dejar a la gente creer que te lo follas. Dane asintió con la cabeza. —Bueno. Gracias por tu ayuda. —Se levantó y dejó la celda. Justo a tiempo para la campana de la comida e hizo su camino hacia el comedor donde deliberadamente se sentó solo, no buscando ninguna compañía, mientras permitía que sus pensamientos pasaran pesadamente en su mente. Bailey entró en el comedor e hizo cola en la línea y Dane lo miró hasta que cruzó con su bandeja y sus ojos se encontraron. Entonces apartó su mirada y esperó hasta que Bailey se marchara. Bailey estaba ya en la cama, tumbado de cara a la pared, cuando Dane volvió a su celda esa noche. Se lavó y se cepilló los dientes, se desnudó antes de subirse a su litera. Las luces se apagaron y Dane cerró sus ojos y trató de ponerse cómodo. Esperó el sonido suave de la respiración de Bailey que le indicaría que podría relajarse y permitir dormirse. Había pasado mucho tiempo y a pesar de los pensamientos que giraban en su cabeza, Dane sintió que comenzaba a ir a la deriva. Un

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sonido le hizo volver a despertarse y agudizó sus oídos en la oscuridad, desorientado y perplejo donde había venido. Y luego lo reconoció. Era el sonido de suaves sollozos sofocados. Dane permaneció allí escuchando. Era muy raro que viera u oyera a hombres llorar aquí, pero pasaba. No había pasado a Dane, porque Dane no lloraba, o al menos eso se decía. Unas semanas atrás podría haber insultado a Bailey y haberle dicho que era una putita y que cerrara la jodida boca. Ahora, no tenía deseo de hacer esto. Se deslizó silenciosamente de su litera al suelo y se puso en cuclillas al lado de la cama de Bailey. Con vacilación, extendió una mano y la puso en el hombro de Bailey, encontrando la piel fría y suave como la seda. —No llores —susurró Dane. Bailey se encogió de hombros apartándose de su toque inmediatamente, arrastrándose tan cerca de la pared como pudo y Dane permaneció de cuclillas allí, indeciso, cada fibra en su cuerpo le gritaba una sola cosa, una cosa completamente extraña -proporcionarle comodidad. Levantó la esquina de la manta, exponiendo la delgada espina dorsal de su compañero de celda y se deslizó en su litera, colocándose cerca de él. Sintió a Bailey tensarse y encogerse otra vez ante el contacto mientras sus cuerpos se tocaban, desnudos el uno al lado del otro, pero Dane sólo se acercó y se presionó directamente contra él colocando el brazo sobre la cintura de Bailey. Los sollozos de Bailey se hicieron intermitentes. Intentando así con fuerza sofocarlos, con la cara sepultada directamente en la almohada. Dane respondió permitiendo que la palma de su mano remontara círculos lentos, suaves en el estómago de Bailey, una y otra vez, como si consolara a un bebé.

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—Está bien —susurró, con su boca casi contra el cuello de Bailey. Los hombros de Bailey se estremecieron. Sus alientos eran tragos suaves de aire. Ahora lloró casi silenciosamente como si estuviera agotado. Dane entendió que el agotamiento era lo mejor. —Ven aquí. —Puso su mano sobre el hombro de Bailey, girándolo firmemente, no tomando un no como respuesta. Bailey se resistió un momento antes de volver su cabeza y Dane vio los restos de lágrimas en su cara con la débil luz proveniente de la garita de los guardias de fuera. Entonces su compañero de celda giró su cuerpo entero, colocándose para estar enfrente de Dane y antes de que lo supiera, Bailey se había insertado con esmero en sus brazos. La cara contra el cuello de Dane dejó la humedad contra su piel y la escayola del brazo de Bailey descansado pesadamente contra su espalda. El cuerpo de Dane se puso rígido con el shock de sostener a un hombre semidesnudo, pero levantó una mano a pesar de todo para acariciar el suave y rebelde pelo de Bailey. La garganta de Bailey seguía enganchada con sollozos y las lágrimas surcaron el cuello del Dane. Sus manos se agarraron a él. —Lo siento —dijo quedamente. —Silencio. —Dane lo sostuvo más cerca. La piel de Bailey olía bien. Era fresca y limpia como el océano. Cerró sus ojos. Las piernas de Bailey se enredaron con las suyas y a pesar de que el cuerpo contra el suyo era pesado y musculoso, tan diferente al de una mujer, la tensión abandonó a Dane. Estaba caliente y cómodo y por primera vez en dos años, se quedó dormido sintiéndose feliz.

Capítulo 5 La sirena siguió a las luces que se encendían sacudiendo a Dane, desvelándole. Durante un momento, quedó aturdió, porque siempre estaba por lo general despierto mucho antes de que sucediera esto, estaba en la litera de abajo con calor y un bulto presionado contra él. Sus ojos se abrieron y miraron fijamente unos ojos oscuros, su nariz casi tocando la de su compañero de celda. Durante un momento, los dos se miraron el uno al otro mientras en el pasillo de fuera, los guardias iban de celda en celda animando a aquellos que eran reacios a despertarse. Estuvieron a punto de ser descubiertos. Dane se deslizó de los brazos de Bailey y de la litera, levantándose y agarrando unos vaqueros para ocultar su excitación matutina. Bailey no habló detrás de él, simplemente se despertó, también, e hizo su rutina matutina -orinar, lavarse la cara y luego ponerse unos vaqueros que moldeaban su coqueto trasero y una camisa negra que enfatizaba sus firmes bíceps y pectorales. La escayola de su brazo estaba pintada ahora; principalmente con insultos y ofensas a los policías, hechas por compañeros presidiarios. Dane anduvo por delante de Bailey sin hacer contacto visual y dejó la celda abierta. Todavía podría oler la piel de su compañero de celda y sentir el peso del cuerpo de Bailey contra el suyo cuando bajó al comedor. —¿Te has vuelto maricón ahora, Faulkner? —se mofó una voz de la mesa más cercana mientras Dane estaba de pie en la fila. Se dio la vuelta con un poco de sorpresa al mirar a Wilfred Walker, un tipo con el que se había peleado más de una vez. Después de la vez pasada, no había esperado que Wilfred lo abucheara de nuevo, pero obviamente, se sentía envalentonado por el número de compañeros en su mesa.

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Dane le consideró un momento. —Sí, lo que quieres es echar un polvo conmigo, tendrás que preguntarle a mi novio amablemente. —Se acercó y envolvió un brazo alrededor de las estrechas caderas de Bailey, atrayéndolo contra su cuerpo. Sintió que su compañero de celda se ponía rígido ante la sorpresa, pero Bailey no dijo nada. Había abucheos por todos los que estaban cerca y habían oído los comentarios y los murmullos de repugnancia al cual mayor, por parte de hombres que no se dirigirían a la cara de Dane. Wilfred lo fulminó con la mirada. —¿Y cómo funciona esto? —dijo asqueado—. ¿Eres el que se lo folla o eres su ramera? —Sacudió su pulgar burlonamente hacia Bailey. Dane tomó el brazo de su compañero de celda. Tenía hambre, pero el pensamiento de perder su desayuno lo dejó en segundo lugar frente a la repentina necesidad de saciar su frustración. Sabía qué clase de frustración era -la necesidad de masturbarse en la ducha la otra noche, lujuria no saciada- y su frustración siempre se manifestaba de una misma forma en esta prisión. De la única manera que sabía. Anduvo con paso majestuoso a través del comedor por lo que Wilfred apresuradamente se levantó de su banco, los dos preparándose para el ataque. —Te voy a enseñar lo que parece ser la hembra de alguien si realmente te interesa, Walker —silbó Dane en la pequeña cara del otro hombre, mirándolo fijamente. Walker le golpeó primero lo cual sólo justificó las acciones de Dane. Se tambaleó hacia atrás, tocó su mandíbula adelantándose a la sorpresa y luego tumbó a Wilfred sobre la mesa con un golpe de los suyos, un movimiento con el que había golpeado a muchos hombres en esta ala antes. Había alboroto en la mesa con desayunos derramados y olor a sangre perfumando el ambiente. Alguien lo agarró por detrás y Dane movió la cabeza hacia atrás rápidamente golpeando al protagonista,

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enviándole volando hacia atrás con una nariz rota. Mientras tanto, detrás de él, Wilfred se levantaba e intentaba suerte otra vez. Dane lo lanzó contra el suelo y le aporreó la cabeza contra el pavimento, con instinto asesino en su mente y una niebla roja envolviéndole todo el pensamiento racional. Un silbato estalló, resonando unos pasos y algo le golpeó por detrás, paralizando su hombro izquierdo, haciéndole gruñir de dolor como un animal herido. Unas manos lo agarraron, apartándole de Wilfred y colocándolo de cara al suelo, unas botas a su lado y porras golpeándole la cabeza. Tiraron dolorosamente de sus brazos hacia su espalda y fue golpeado y arrastrado, alejándose con lo que parecían una docena de oficiales de seguridad. La última cosa que vio fue a Bailey que todavía estaba de pie en la fila, mirándolo con ojos amplios, oscuros llenos del miedo. Miedo de que pudieran matarle mientras Dane no estuviera allí para protegerlo. Dane estaba desnudo en el frío y sucio suelo de la celda de aislamiento, con la cara girada a la pared y unos ojos que miraban fijamente sin expresión. No sabía cuánto tiempo había estado allí, pero su estómago gruñía de necesidad y su boca estaba seca. Estaba magullado por todas partes, sin estar seguro de haber sido por la lucha con Wilfred y si provocadas por los guardias como también el daño en las costillas cuando respiraba. Había sangre seca en su frente y alrededor de su ojo y costras secas en la herida de su cabeza. La lucha no había matado su cólera, sino que sólo le había enfurecido. Una buena lucha por lo general hacía maravillas en su frustración, pero no esta vez. Su mente estaba constantemente sobre los eventos de los dos días anteriores. El salvamento de Bailey de Byron. El masturbarse en la ducha y la vista de aquellos ojos oscuros frente a él. Dormir

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con su compañero de celda entre sus brazos y el maldito sentimiento que conllevó. Su puño se apretó de impotente furia en su estupidez. Mientras estaba en aquí, Bryon tendría a Bailey. Le pegaría y le violaría y haría todo esto para llegar a Dane. Él nunca había tenido un Talón de Aquiles mientras había estado en la prisión, pero ahora cada preso insignificante imaginaría sus posibilidades ahora que sabían la debilidad de Dane. ¿Cómo había permitido que Bailey se hiciera su debilidad? ¿Cómo se había deslizado su compañero de celda de manera tan profunda bajo su piel que era en todo lo que Dane podía pensar mientras permanecía aquí en el agujero? Por Dios, tenía que salir aquí. ¿Y si a Bailey realmente lo mataban mientras estaba en aislamiento? ¿Qué haría Dane cuando saliera y encontrara su celda vacía y la ausencia de respiración de la litera de abajo? ¿Cómo dormiría alguna vez de nuevo? El pánico lo dominó ante el pensamiento y eso le provocó una estrechez en el pecho, un dolor físico que dolía aún más que el dolor de sus costillas rotas. Como si fuera un ataque cardíaco. Era la pérdida, el anhelo y el deseo. Le dolía Bailey como si una parte de él le faltara. Presionó su cara contra la tierra fría y apretó sus ojos cerrándolos, rezando por salir.

Estuvo en el agujero dos días, lo que juzgó por las comidas que vinieron y durante la tercera mañana, le lanzaron ropa y lo acompañaron directamente a las duchas. Se lavó rápidamente, pero a fondo, lavando con champú su pelo y secándose a conciencia para vestirse. Hizo su salida en el área comunal, explorando las caras en las mesas, su

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mirada fija recorriendo a los hombres que jugaban a las cartas, leían, veían la tele o simplemente daban vueltas sin hacer nada. Bailey no estaba entre ellos y las palmas de Dane se humedecieron, temblando de miedo. Debía haber mirado por todos lados porque Anthony saltó a la vista y sacudió su cabeza en dirección a la escalera. Dane levantó la cabeza y allí en el primer pasillo, estando de pie fuera de su celda, estaba Bailey, mirándole. El estómago de Dane dio tumbos con algún sentimiento extraño, indefinible. Sus piernas se sintieron inestables cuando subió la escalera despacio, tratando de parecer ocasional a cualquiera que mirara mientras su corazón golpeaba con tanta fuerza, que estaba seguro que magullaría aún más sus costillas ya doloridas. Bailey se movió antes de que llegara a lo alto de la escalera, desapareciendo en la celda. Dane alcanzó el pasillo y giró para quedar frente a la celda y vio que su compañero de celda lo miraba. La cara de Bailey estaba magullada, con moratones recientes alrededor de su ojo izquierdo y en su mandíbula. Dane vaciló un momento porque su pecho estaba lleno de emoción y sabía que iba a hacer algo estúpido, algo que no debería hacer, que sólo iba a conseguir meterle en problemas, pero su corazón no escuchaba a su juicio. Se adelantó a él e hizo que sus piernas anduvieran deliberadamente a zancadas hacia adelante. Cuando entró en la celda, la expresión en su cara debió haber asustado a Bailey, porque el otro encogió la espalda, levantando las manos en defensa como si Dane fuera a hacerle daño. Dane no hizo caso de esto. Tomó el cuerpo más pequeño con fuerza en sus brazos y besó a Bailey ferozmente. Su compañero de celda jadeó y los brazos de Bailey fueron alrededor de él, uno alrededor de su cuello, el otro ajustándose alrededor de su

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espalda, sosteniéndole apretado. Abrió su boca a Dane como una flor al sol y le besó con sorpresa, necesidad y desesperación. Si Dane hubiera pensado que besar a un hombre sería sobre todo brusquedad, estaba equivocado. Bailey tenía la boca como un ángel. Todo era dulzor suave y ternura. Sus manos sostuvieron a Dane con una posesividad como si fuera un premio apreciado por el cual Bailey había luchado y había ganado. Dane no podía respirar. Separó la boca de Bailey y tragó aire antes de que Bailey agarrara su cabeza e hiciera volver sus labios contra los suyos y Dane con mucho gusto lo besó de nuevo, empujando a su compañero de celda contra la pared, fijándole allí y sosteniendo su cuerpo firmemente contra el suyo. Bailey jadeó y gimió suavemente contra su boca. Extendió sus piernas mientras Dane forzaba un muslo entre ellos y colocaba su pelvis deliberadamente contra él. Dane se liberó del beso cuando sintió la erección contra él. Se lanzó a la silla de la esquina y se sentó allí un momento tratando de recuperar sus sentidos dispersados. Podría haber besado probablemente a Bailey todo el día... hasta que sintió la erección y se dio cuenta que también estaba excitado. Algo sobre esto lo devolvió a la realidad. Podría haber fingido que el beso era inocente sin el hecho de que la erección estropeó la ilusión. Bailey se quedó mirándolo con sus hinchados y deliciosos labios cubiertos de sangre y la obvia hinchazón en sus vaqueros. Y luego corrió y cayó de rodillas entre las piernas de Dane, deslizando sus manos alrededor de su espalda y dejando caer su cara contra su estómago. Dane miró hacia abajo a lo alto de la cabeza oscura de su compañero de celda y acarició el suave pelo suavemente como lo hizo esa noche en

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su litera. Bailey dio un suspiro suave con su cara sepultada y murmuró: —Gracias, Dane. Por esa noche. Dane no dijo nada. Sólo tragó saliva y acarició la cabeza de Bailey tratando de pensar claramente. Bailey levantó su cabeza. Puso sus manos sobre los muslos de Dane y lo miró en silencio. Dane levantó una mano y permitió que las yemas de sus dedos acariciaran las contusiones en la cara de su compañero de celda. —¿Quién hizo esto? ¿Byron? —Sí. —Bailey apartó su mirada mientras que Dane siguió tocando su cara y Dane tuvo un sentimiento horrible en el hoyo de su estómago con sólo el lenguaje corporal de su compañero de celda. —Hizo… —tropezó en las palabras. Los ojos de Bailey se cerraron un momento y apartó su cara. —No te vuelvas loco, Dane. Dane se mantuvo frío. —¿Así que lo hizo? Los ojos de Bailey se abrieron. Brillando como pozos oscuros de agua. Hizo un asentimiento, mordiéndose el labio. Dane se levantó de la silla, pero Bailey lo empujó echándole hacia atrás, empujándole en los hombros. —Escúchame, —dijo seriamente, con las manos deslizándose hasta la cara de Dane y sosteniéndola entre ellas mientras se sentaba a horcajadas sobre el regazo del Dane, encarándose a él—. No vayas a hacer nada de lo que se te está viniendo a la cabeza, no lo hagas. Estoy vivo, ¿verdad? No necesito que te metas en más problemas por mi culpa. Yo no… —y su voz se rompió de repente, sus ojos llenos de lágrimas—. No quiero que te lleven otra vez.

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Un nudo en la garganta de Dane, como una manzana, casi le ahoga. Agarró a Bailey por las caderas y tiró de él hacia si para que el cálido y casi familiar peso, lo envolviera. Sepultó su cara en el pecho de Bailey y se sostuvo contra él como un ahogado.

Capítulo 6 Dane fue al gimnasio una vez que hubo apartado suavemente a Bailey de su regazo e hizo como por lo general hacía, pensar con sus puños. Aporreó el saco de arena como si le fuera la vida en ello y meditó. Su cólera por las acciones de Byron Watson casi abrumó todos sus otros pensamientos, incluso lo que acababa de pasar en la celda entre Bailey y él. ¿Lo había permitido, por tanto, no tenía que pensar demasiado estrechamente en el hecho de que acababa de compartir un beso con otro hombre? Byron. Estaba seguro de que había violado a Bailey para joderlo a él. Era un desafío directo, lo sabía. Ya no era sobre las cuestiones de Byron con la sexualidad de Bailey. No, Byron había movido ficha. ¿Qué iba a hacer Dane al respecto? La respuesta era simple. Iba a cortarle la garganta y deleitarse con ello. Entonces se detuvo un momento con esos pensamientos. Si asesinaba a Byron, estaría aquí el resto de su vida. ¿Era esto lo que quería, aunque apenas pensara sobre el futuro para contemplar su liberación? No, no podía matar a Byron, por tanto ¿qué podría hacer? Mutilarle severamente añadiría más años a su condena, también, pero entonces otra vez, tendrían que demostrar que Dane lo había hecho y ¿qué individuo de ahí realmente se levantaría y hablaría en contra de él? Su mente volvió de mala gana, pero masoquistamente al propio delito. ¿Dónde había violado Byron a Bailey? Quizás fue aquí otra vez, en la despensa donde nadie oiría sus gritos de socorro. Imaginó a los dos compinches de Byron reduciendo a Bailey justo como antes y se preguntó si Byron había usado un condón o se había corrido dentro de Bailey. Visualizó a Bailey quieto y usado sobre la mesa una vez que se

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hubo cometido la violación, con Byron riéndose detrás de él mientras se recomponía la ropa. Golpeó el saco de arena más y más fuerte hasta que sus manos empezaron a dolerle y el sudor empapaba su cara. —Oye —escuchó una suave voz y volvió la cabeza para ver a Nicol—. Me alegra verte de nuevo, colega. Dane saludó con la cabeza fuertemente y siguió golpeando el saco. —Para un minuto. —La mano de Nicol se apoyó ligeramente en el bícep de Dane. Dane lo hizo de muy mala gana, respirando pesadamente, limpiándose el sudor de su frente con el brazo. —Sé lo que pasó mientras estuviste en el agujero. Supongo que esto es por lo que aporreas el jodido saco de arena y finges que es Byron. Dane apretó los dientes. Estaba tan cabreado que cualquier palabra que dijera saldría como un rugido furioso y había presidiarios expectantes alrededor y a la espera de algún jugoso chismorreo. —Espera la revancha. No lo mates, colega, no vale la pena. —Lo sé, —gruñó Dane finalmente—. ¿Saben todos lo que le hizo a Bailey? Nicol afirmó con la cabeza. —Fue en las duchas. Había bastantes testigos. Las duchas. Dane podría haberlo adivinado. El primer lugar donde Byron había amenazado a Bailey. Tuvo una primera visión de la cara

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de Bailey contra los azulejos mientras Byron se enjabonaba toscamente. Se sintió muy enfermo, creía que vomitaría. Retrocedió y se hundió en el banco detrás de él, fulminando con la mirada a dos tipos que estaban cerca mirando y susurrando. —Sí y estoy seguro que ninguno de aquellos testigos intervino, ¿verdad? —Anthony trató de hacer algo, pero Byron tenía cinco o seis de su cuadrilla allí y lo molieron a palos. Ah, ahora era doblemente personal. De todos los individuos de aquí, nadie debería joder con el amanerado profesor que tenía más moralidad que cualquier tipo de mierda de este jodido agujero. —Voy a matarlo, —dijo con tono inestable—. No me preocupa lo que me hagan. —Se levantó. Otro pensamiento lo paró y se volvió atrás—. ¿Se turnaron con Bailey? Nicol pareció dudar. —No lo sé. —No te creo. —En serio. —Nicol evitó la mirada fija de Dane—. No lo sé. Déjalo estar, tío. Era la hora de la comida y Dane hizo su camino hacia el comedor. Allí en la misma mesa que había estado hace tres días estaba Wilfred Walker, sonriendo con obscena satisfacción. —¿Cómo está tu pequeño novio? —preguntó con tono agudo. Dane le consideró y luego pasó el pulgar sobre su hombro en el momento que Bailey entraba por el pasillo. —Pregúntale tú mismo —refunfuñó y empezó a caminar con su bandeja.

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Wilfred esperó hasta que Bailey hubo tomado su bandeja de la ventana y hubiera dejado la fila, y antes de que se marchara. —Oye, cariño. ¿Cómo está tu culo? He oído que Byron Watson te dio el mejor momento de su vida. Dane dejó caer su bandeja en una mesa cercana y se sentó con la mandíbula apretada, agregó mentalmente a Walker a su lista de la gente que quería matar. —Ten por seguro que lo hice —Byron empezó a meter baza dos mesas por detrás antes de que Bailey pudiera contestar—. Esa pequeña zorra gritó por más. Su dulce y pequeño culo estaba muy hambriento y ansiaba más y más. Dane embistió contra la mesa ciego de rabia. —Siéntese, Faulkner, —sonó una voz al instante detrás de él, y una mano fuerte agarrando su brazo—. A menos que quieras volver al agujero. Dane dio vuelta y se encontró con uno de los guardias, uno de los guardias más justos de ese lugar, un tipo llamado Malone. Cuando Byron gritaba sobre su delito para que todos lo oyeran, ¿estaba eludiendo las consecuencias?

Dane trató con Walker primero. Utilizando una pequeña navaja casera que Nicol le había conseguido, sujetó a Wilfred en el banco de pesas que usaba, poniendo el arma directamente en su globo ocular izquierdo y punzándole el párpado ligeramente sólo para hacer que Wilfred sangrara copiosamente y casi se meara en los pantalones.

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—Como se te ocurra respirarle a Bailey otra vez, te dejo ciego, —le dijo a Walker mirándolo directamente a la cara—. ¿Lo captas? Wilfred afirmó con la cabeza como mejor pudo sin que el filo de la navaja se moviera por el ojo y Dane le dejó ir. Fulminó con la mirada a la silenciosa muchedumbre, que se había juntado y abandonaba el gimnasio. Este abandonaría a Byron Watson. La gente hablaba de él en la zona de recreo. Se sentó en una silla y dobló sus brazos, aparentemente mirando la televisión mientras su mente no paraba de maquinar. Alguien tomó el asiento al lado de él, Un grotesco y magullado Anthony. Dane sacudió la cabeza. —Lo siento, colega. —¿Qué es lo que tienes que sentir? —preguntó Anthony ligeramente—. Tú no lo hiciste. —Sí bueno, si me hubiera apartado y no me hubiera compadecido de Bailey, nada de esto habría pasado. —Eres la única persona en este lugar que se preocupa por él. Él está desamparado. Es gay en una prisión llena de homófobos. Imagina cómo se puede sentir, tener a todos contra ti debido a que es contigo con quien quiere dormir. Imagina ser violado sólo debido a tus preferencias sexuales. Dane no habló. —A propósito, lo que quieras hacer a Byron, estoy contigo. —No te alíes conmigo, tío. Estarás fuera de aquí antes que todos nosotros si juegas bien tus cartas.

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Anthony sacudió su cabeza. —No me preocupa. Cualquier cosa que necesites que haga, sólo pídemelo. Bailey necesita ser vengado. Dane le consideró durante un momento largo. ¿Era Anthony gay? ¿Se había fijado en Bailey? Vio una manera de librarse de las atenciones de su compañero de celda durante un momento. Y luego recordó sus propias atenciones hacia Bailey y cómo había sido el que había besado primero a su compañero de celda. Podría afirmar que la atracción de Bailey por él era en un solo sentido nada más. No ahora. —Tengo noticias sobre que Byron empieza a trabajar en la cocina mañana, —murmuró Nicol en el oído de Dane en la cena. No había signo de Bailey esa tarde y Dane se preguntó el motivo de su ausencia—. Hay dos guardias allí a la hora de la comida mientras el resto supervisa el comedor. Podemos crear una distracción. Dos de los compañeros de Byron trabajan allí, también, por tanto, serás tú contra tres. Aunque si todo se va a planear esta tarde, uno de sus compañeros pudiera estar ausente mañana. —Sonrió abiertamente, y aparecieron unos dientes alarmantemente blancos. Dane le echó un vistazo. Había aquí claramente más personas a su lado que Nicol y Anthony. No sabía a quién eran, pero estaba agradecido de todas formas. Asintió fuertemente con la cabeza y se permitió echar un vistazo a través del pasillo hasta donde Byron le sonreía con satisfacción con toda la confianza de un hombre que había caído esplendorosamente. Encontró a Bailey de nuevo en la celda tumbado en su litera, con un libro reposando en su pecho. —¿Estas bien? — Permaneció de pie incómodamente al lado de su cama, recordando la sensación de la boca suave en la suya y el fuerte cuerpo sobre su regazo.

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Bailey saludó con la cabeza. —Tengo dolor de cabeza. Fui al hospital a que me dieran algo para aliviarme. —Te habría traído algo de comida, —se ofreció Dane. Bailey sacudió su cabeza. —No tenía hambre. —Todo su cuerpo estaba tenso en la litera, su cara pálida y desdibujada. Se miraron el uno al otro un momento en un torpe silencio antes de que Bailey estallara: —Te eché mucho de menos, Dane. Dane suspiró. Se movió para apoyarse atrás contra el lavabo como si poner esta distancia entre ellos hiciera alguna diferencia en la tensión que chisporroteaba en la celda. —Bailey… Lo que pasó antes… No estoy seguro… —se calmó inútilmente ante la desilusión en los ojos de Bailey—. Está bien que la gente crea que estamos juntos si esta es la única manera de protegerte de Byron, pero… No creo que debamos seguir con esto más allá de lo que parece. Bailey balanceó sus piernas sobre la litera y se sentó. —Me besaste primero, —indicó en un tono irritado. Dane se mordió el labio. —Estaba aturdido. Dos días en el agujero también te harían lo mismo. —¿Cómo? —preguntó Bailey elegantemente—. ¿Te hace olvidar que te gustan más las chicas que los chicos, verdad? Dane le miró con el ceño fruncido. —No hagas esto más difícil… —Y sabemos lo difícil que fue, ¿verdad? Dane enrojeció sin control.

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Su compañero de celda le dio una satisfecha sonrisa sarcástica y se levantó para acercarse a él. —Estaba seguro que no pensaste en nada más excepto en mí durante esos dos días mientras estabas en el agujero, —dijo con seguridad, arrogantemente—. Al menos, me pareció así cuando prácticamente te echaste sobre mí tan pronto como saliste. Dane sacudió su cabeza. Puso una mano sobre el hombro de Bailey para mantenerlo apartado, pero su compañero de celda no hizo caso. Envolvió un brazo alrededor del cuello de Dane y le presionó atrás contra el lavabo, buscando su boca. Dane giró la cabeza a un lado. Los labios de Bailey apretaron suavemente su cuello, cubriéndolo de besos acalorados. Dane soltó un gemido. —Bailey… —Dijo justo cuando trataba de apartarlo, pero su mano fue alrededor del cuello de Bailey y sostuvo su compañero de celda cerca de él, cerrando los ojos. Los labios contra su cuello le hicieron quemarse. Su piel estalló con los vellos de punta y un peso se instaló en su ingle. Agarró a Bailey por los hombros y le empujó atrás antes de que abandonara la celda. Su mente estaba demasiado ocupada para permitir cualquier sueño esa noche. Dane se movió y se dio vuelta en la litera superior, batallando con unos terribles pensamientos de asesinar a Byron o bajar a la litera de su compañero y devastar a Bailey como si no hubiera un mañana. Se torturó como nunca antes. Nunca en todo el tiempo que llevaba aquí había tenido sentimientos sexuales por otro hombre sin importar lo frustrado que estuviera, entonces, ¿por qué ahora? ¿Era esto sólo la culminación final de su desesperación? ¿Iba a follar con cualquiera ahora mismo y Bailey sólo había sido el primer tipo atractivo que había saltado a la vista?

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Quizás sí conseguía que Bailey le hiciera una mamada, total el tipo que se le había ofrecido ya, entonces, la fascinación por él sería el final, junto con su frustración. ¿Estaba seguro que estos sentimientos no corrían un poco más profundo que la lujuria? Pero estaban de Bailey. Podría haberse ofrecido hacerle una mamada a Dane, pero ahora le decía que le echaba de menos. Esto era preocupante. No quiso que su compañero de celda tuviera alguna fascinación juvenil con él. No quería hacer nada con Bailey, en absoluto, entonces, ¿por qué se sentía constantemente atraído por él como un imán? ¿Por qué había pensado solamente en él durante cada minuto de su aislamiento? Bailey había tenido razón. Conocía claramente los pensamientos de Dane mejor que el mismo. Recordó esa boca contra la suya otra vez y cómo había rechazado deliberadamente su cara esa tarde. Ahora que conocía como sabía el beso de Bailey, ¿cómo lo podría rechazar otra vez? Suspiró en voz alta antes de darse cuenta que lo había hecho en voz alta. —¿Qué está mal? —la voz de Bailey vino de debajo de él en la oscuridad. —Nada. —¿En qué piensas? —En nada. Bailey dio a un gruñido exasperado. —Eres el tipo más frustrante con el que me he encontrado nunca. Eres frío, distante y actúas como si no tuvieras emociones, pero no me engañas ni por un instante. Estás necesitado y desesperado. No es incorrecto admitirlo. —Cierre la jodida boca.

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—No. Ven aquí abajo y hazlo tú. Dane casi aguantó su respiración ante el desafío. Durante un momento, vio la escena. Bajando de su litera, empotrando a Bailey en la cama y tomando lo que necesitaba. Y luego recordó que Byron había hecho exactamente igual y fue bastante para reprimir temporalmente las llamas. —Dane, —dijo Bailey cuándo no contestó y ahora su voz era suave—. Duerme conmigo. Dormí muy bien esa noche cuando me sostuviste entre tus brazos. Dane tragó saliva. La sangre rugió en sus venas. Cuando brincó de la litera, sus piernas se sintieron débiles y no coordinadas. Tan pronto como retiró las sábanas, Bailey le alcanzó, acercándole hacia él y Dane se recostó con la cabeza en el pecho de su compañero de celda, escuchando el latido lento y estable de su corazón. Dejó que el sonido llenara su cabeza mientras permanecían inmóviles en la oscuridad y supo que nunca lo dejaría por el resto de su vida. Bailey acarició su pelo. —¿Dane? —¿Qué? —¿Cuánto tiempo llevas aquí? —Dane se sorprendió por esta pregunta. El hecho de que Bailey nunca le había preguntado esto o algo más sobre su delito sugería que ya sabía los hechos por alguien más, o tal vez no. —Dos años, tres meses. Bailey dio un suspiro suave. —¿Cuantas veces has tenido sexo en este tiempo?

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—Ya te lo he dicho, Bailey, no soy maricón, —dijo a la defensiva Dane. —Esa no era la pregunta, te pregunté cuántas veces. —Ninguna, obviamente. La mano de Bailey levantó su barbilla. —¿Esto significa que soy la primera persona en dos años a la que besas? Dane afirmó con la cabeza incómodamente. Una sonrisa radiante cruzó la cara de Bailey, una sonrisa casi inocente, infantil. —Lo supuse. Sabía que no habías besado en mucho tiempo. Dane se enrojeció, pero no podía parar su traicionera boca de seguir preguntando: —¿Soy la única persona que has besado estando aquí o ha habido alguien más? —No. —Los dedos de Bailey remontaron la curva de su mejilla y encontraron sus labios—. Sólo tú, Dane. Byron tomó mi cuerpo, pero no consiguió mi boca. Sus miradas se encontraron intensamente durante un momento más largo de lo habitual antes de que Dane se deslizara y arrastrara a Bailey entre sus brazos, besándolo. No fue menos increíble la segunda vez. Bailey lo presionó hacia atrás, colocándose encima de él, con una pierna entre la suyas, meciéndose con fuerza contra su cadera y su lengua buscando la de Dane. Dane vio estrellas detrás de sus ojos cerrados cuando se encontró con el aliento de Bailey y lo sintió en su boca, sus manos dominando ligeramente sus muñecas por encima de la cabeza. Esto excitó a Dane más de lo que imaginaba. Dobló sus muñecas y fue recompensado por

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Bailey apretándose contra sus caderas, deslizando su vientre contra el excitado miembro de Dane, provocando una agónica y deliciosa fricción. Soltó un pequeño gemido, traspasando su vergüenza, y Bailey dejó su boca antes de empezar a besar el camino hacia su cuello, dejando el agarre de sus muñecas. Dane sostuvo su aliento mientras Bailey bajaba por su cuerpo sinuosamente, deslizando despacio su torso desnudo hacia su sexo, por lo que Dane creía que acabaría ante la presión contra su dolorido miembro. La boca de Bailey se encontró con un pezón, lo lamió y chupó antes de metérselo en la boca, sorbiéndolo hasta que la espalda de Dane se arqueó irremediablemente y agarró el pelo de Bailey. Su compañero de celda no se paró allí, siguió su tortuoso camino hacia el sur, debajo de la manta. Dane sintió que su miembro goteaba mientras Bailey llegaba a su estómago, presionando besos en la línea de pelo oscuro que bajaba a su ingle antes de que posara ligeramente su boca sobre su excitado miembro donde descansaba contra su vientre a través del fino material de sus boxers. Dane se estremeció y trató de parar las manos de Bailey mientras le quitaba los boxers. Pero su sexo saltó libre, deshaciendo la dolorosa presión y sus protestas fueron desatendidas. Despacio, los labios de Bailey acariciaron el vello de Dane, moviéndose entre sus muslos interiores antes de que una lengua caliente y mojada barriera sobre sus pelotas. Dane se sacudió ante las sensaciones. Agarró la cabeza de Bailey y trató de alejarlo, levantando las sábanas para poder ver su cara. —No lo hagas. —Su voz era inestable.

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—Déjame hacerlo. —Bailey miró hacia arriba con su cara fantasmal en la débil luz, sus ojos eran de un negro azabache. —Déjame chupártela. Por favor, Dane. Esto era su peor pesadilla a punto de realizarse. En sus momentos más oscuros, al comienzo de haber llegado aquí, Dane se había visualizado a si mismo siendo la puta de alguien o haciendo que algún tipo le chupara la polla y se había estremecido y había rezado para tener la suficiente fuerza para no caer tan bajo. Pero ahora, mirando abajo a la cosa más hermosa que había visto en dos largos años, no se vio hundiéndose tan bajo, sólo se vio satisfaciéndose más allá de sus sueños más salvajes y no vio cómo podría resistirse. En ese momento, Bailey lo sostuvo por las pelotas, tanto metafóricamente como físicamente. Se encontró completamente seducido, como masilla en las manos talentosas de su compañero de celda. Trató de hablar, pero no pudo ya que Bailey lo sostenía por la base de su excitado miembro, y Bailey abrió la boca hundiéndose en el sexo de Dane. —Joder… —gimió antes de meterse los nudillos en su boca. Oh Dios, esto era el éxtasis. Era todo lo que recordaba y más. Era el momento más perfecto de su vida. Aquellos labios que se deslizaban humedeciendo de arriba abajo su miembro y la lengua que se arremolinaba alrededor de la cabeza escapándose de ella y chasqueando deliberadamente la lengua sobre su entrada le volvieron loco. Levantó su culo, elevándose con las caderas, casi ahogando a Bailey que le empujaba firmemente echándolo hacia atrás. Dane agarró las sábanas y las removió de un lado al otro en la cama, sofocando sus sonidos con la mano. Bailey aumentó la apuesta inicial ahuecando sus pelotas, haciéndolas rodar en su palma y luego saliendo del miembro de Dane un momento

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para chuparlas, una tras otra por lo que Dane gimió. Abrió las piernas, sosteniendo la cabeza de Bailey sobre su ingle, tratando avariciosamente de tocarse mientras Bailey estaba ocupado con sus pelotas. —Eso es agradable, —susurró Bailey cuando levantó su cabeza y vio a Dane masturbarse—. Es muy excitante. Pero Dane había pasado dos años haciendo esto y por muchas ganas que tenía que Bailey lo mirara, no tuvo la intención de usar su propia mano esta noche. Dirigió la cabeza de Bailey de nuevo a él y su compañero de celda con mucho gusto lo tragó otra vez. Miró a Bailey bombeando de arriba abajo sobre su sexo, los labios estirándose ampliamente, su pelo colgando sobre sus ojos. Su compañero de celda acarició sus pelotas otra vez, acariciándolas suavemente antes de que las yemas de los dedos acariciaran la piel sensible detrás de ellos, haciendo que Dane se sacudiera ante la sorpresa de lo agradable que se sentía. No le iba dejar acercarse a su culo, se dijo a si mismo con la hipocresía típica. Estaba bien que le chupara la polla. Pero no que le tocara el culo o viceversa. Pero Bailey no intentó tocarle allí, sólo se contentó con el perineo de Dane, sus pelotas y la parte interna de los muslos mientras cada húmeda pasada de su boca a lo largo del miembro de Dane le instaba a seguir y excitarlo aún más hasta que sintiera el momento exacto en el cual espontáneamente ardería de placer. Ya no sabía si estaba en la prisión o que un hombre se la estaba chupando. Sólo era consciente del éxtasis abrasador, una ola gigante de calor que consumía su cuerpo entero cuando se sacudió y se estremeció ferozmente en la cama, como si lo electrificaran. Se vino con un torrente en la boca de Bailey, acelerando sin parar hasta que sufrió

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un colapso en la cama que lo dejo casi exhausto, su sexo goteando todavía mientras Bailey se apartaba despacio de él. Sintió que su compañero de celda descansaba la cabeza contra su muslo y acariciaba su cadera y Dane se quedó inmóvil mientras el sueño le vencía.

Capítulo 7 Durmió profundamente hasta que sonó la sirena para que se levantaran y se despertó en los brazos de Bailey otra vez. Una voz bramó a través de los barrotes. —¿Qué diablos estáis haciendo maricones? Dane saltó de la litera, cayéndose al suelo y colocándose sus boxers cuando tropezó con los pies. Odell, uno de los guardias más severos del bloque, los contemplaba al otro lado. Los barrotes se deslizaron abriéndose y Odell anduvo hacia la celda directamente hacia a Dane. —He estado oyendo pequeños rumores sobre vosotros dos, —el guardia, de mediana edad con ojos grises le dijo glacialmente: —Sabes las reglas sobre follar. Dane bajó la mirada, no diciendo nada, sin atreverse a mirar directamente a Bailey a quien podía ver con las sábanas hasta el pecho por el rabillo del ojo. Odell se rio detestablemente. —Gracioso, pero lo había puesto contigo a propósito sabiendo que era maricón y preguntándome si le darías una paliza hasta reventarlo o te lo follarías sin más. Veo que Byron Watson se te adelantó en los dos sentidos. ¿Te gustan las sobras, Faulkner? Dane embistió contra él con la rabia que dominaba cada sentido del instinto de conservación, pero antes de que pudiera hacerlo, chocó firmemente con un cuerpo caliente, familiar. Bailey estaba entre él y el guardia, conteniendo a Dane con cada pulgada de su fuerza.

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Odell se rio disimuladamente con la diversión y se giró para dejar la celda. —Te acabas de librar de una temporadita en el agujero, que conmovedor. ¿Cuándo es la boda, chicos? Bailey se giró para mirarlo mientras Odell se alejaba a zancadas, sonriendo todavía con satisfacción, entonces echó un vistazo atrás, a Dane. —Aléjate de mí. —Dane lo empujó echándole lejos, con la ira todavía consumiéndole, lleno de la vergüenza al ser descubierto de esta manera por Odell, los recuerdos de la noche pasada comiéndole vivo. Se dio prisa al vestirse, evitando a un dolido Bailey, con la mirada confundida. Se recordó que tenía que concentrarse en su misión esa mañana, mientras miraba a Bailey en el comedor. Su compañero de celda estaba sentado con Andrew, asintiendo con la cabeza mientras el otro hablaba, pero sin decir nada, su rostro triste, tomando de forma automática su desayuno. Se suponía que Dane estaría pensando en el tribunal de apelación, pero no podía pensar en otra cosa que no fuera su sexo en la boca de Bailey. Jesús, estaba excitado sólo de recordarlo y el enfado consigo mismo no tenía ningún límite. Estas dos emociones enfrentadas luchaban dentro de él hasta que creyó que se volvería loco. Nicol se inclinó cerca de su oído y murmuró: —Michael McCartney está en el hospital. Dane volvió la cabeza, tratando de enfocar sus pensamientos. McCartney era uno de la cuadrilla de Byron. Nicol se había acercado a él mientras hablaba. —¿Es cierto eso? —Sí. El torpe hijo de puta se cortó su propia garganta afeitándose... por lo que oí.

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Dane hizo clic en su lengua con una sonrisa satisfecha. —No deberían permitir maquinillas de afeitar a algunas personas. —No. Hablando de eso, toma. Una mano se apoyó en el muslo de Dane y un objeto de metal presionó a través de la tela, con el mango forrado. Su mano se deslizó sobre Nicol, transfiriendo el estilete a su palma donde lo deslizó en el cinturón de sus pantalones, debajo de su camisa. —Es agradable hacer negocios contigo, —murmuró alrededor de su taza de café, mirando a Bailey otra vez. ¿Sería hoy la última vez que lo viera? Bailey le había pedido que no buscara venganza. Le había dicho que no quería que Dane se marchara otra vez. Pero Dane adivinó que su lujuria por matar era mayor que su lujuria por Bailey. Era el hombre más tonto que pudiera imaginar. Bailey hizo poco después del desayuno, marchándose a la biblioteca por la cual Dane estuvo agradecido. No quería tratar con lo ocurrido la noche pasada hasta que hubiera apuñalado a Byron de una vez para siempre. Requería toda su energía y concentración si no quería matarse él mismo. Estuvo en el gimnasio hasta casi la hora de la comida y luego fue a la ducha. Volvió al pasillo del comedor con el estilete presionado contra su cintura y su pelo todavía mojado, listo para cometer el acto. Trató de mantener su mente deliberadamente en blanco. No quería que ninguna clase de otros pensamientos le alcanzaran ahora. Había tenido una vez conciencia, antes de que entrara en este lugar, pero esto era lo que la prisión le había hecho. Y era mantener a Bailey o a él seguros de esos malhechores. No había ningún guardia en el pasillo, presidiarios recorriendo el pasillo y alineándose para la comida y mientras Dane echaba un

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vistazo alrededor antes de adentrarse en la cocina, alguien agarró su brazo con fuerza. —¿Qué haces, Dane? —Bailey exigió en un susurro, su cara llena de ansiedad. —No tienes que saberlo. —Dane trató de evitar la mirada oscura y penetrante de Bailey. Pero Bailey le sostuvo. —Por favor no lo hagas. No por mí. —Dane lo tomó por los hombros y lo atrajo hacia la entrada—. Escúchame, —dijo en un murmullo—. Te violó para joderme. Esto es sobre mi venganza, no la tuya, te lo prometo. Bailey sacudió la cabeza. —No quiero que lo hagas, esta no es la respuesta. —En un lugar como este, es la única respuesta. —Dane empujó a Bailey contra la puerta—. Me marcho. Bailey miró de nuevo hacia él con ojos desesperados mientras Dane volvía la espalda, cerrando la puerta de la cocina detrás de él. Como Nicol había prometido, no había guardias a la vista. La primera parte de la enorme habitación estaba vacía salvo por un tipo pelirrojo de unos diecinueve años lavando platos al final. El preso contempló a Dane con inquietud, quizás viendo la intención de su cara. Dane lo fulminó con la mirada en un momento, tratando de impresionar en la mente de este muchacho la necesidad de que no le había visto nunca en este lugar. No importaba, este asesinato no iba a evitarse de ninguna manera. Si Dane se lo proponía, lo hacía. Giró en una esquina, por delante de la despensa entrando en el área principal. Un reo estaba ocupado pasando bandejas a través de la

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ventana ciega del servicio a presidiarios al otro lado, en el comedor. Dos tipos charlaban sobre el amontonamiento de verduras sobrantes en contenedores plásticos, pero ninguno se dio cuenta de él cuando se movió por la parte trasera de la cocina, donde llevaba a las puertas de entrega. Estaba tranquilo aquí. Sentado en un saco de patatas Julien King, la mano derecha de Byron Watson, bostezaba y se rascaba las pelotas. Frente a él, con su espalda girada, estaba Byron Watson. Dane agarró a King desde el saco antes de que supiera lo que le había golpeado, arrastrándole hacia atrás y golpeándole la cabeza contra la mesa de trabajo metálica, dejándole inconsciente. Byron se volvió ante el escándalo. Simplemente sonrió mientras veía a Dane allí de pie. —Bien, muy bien. Has estado esperando tu tiempo, muchacho. Me preguntaba cuanto tardarías. Entiendo por qué estas cabreado. Esa maricona tuya tiene un culo muy agradable, el más apretado en el cual he estado alguna vez. Lo monté como un potro salvaje y llorando cuando me detuve. Dane anduvo hacia adelante, su cara petrificada, retirando el estilete de su cinturón. —Bueno, no estás jugando limpio. —Byron pareció indiferente—. ¿Qué está mal con la parte de compartir? ¿Por qué te preocupas por esa maricona? —Ya te dije que es mío, —dijo Dane entre dientes. ¿Por qué estaba rebajándose a tener realmente una conversación con este tipo? Porque no era fácil analizarse a sí mismo cuando apuñalabas a alguien a sangre fría.

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—Y creo que es irrazonable. Nadie tiene que morir por culpa de un maldito maricón que ofrece sus favores a cualquiera. Menos a ti. —Byron sonrió con satisfacción. Dane embistió adelante y trató de pincharlo con el arma. Byron trastabilló hacia atrás, agarró un cuchillo de la mesa de trabajo detrás de él y blasfemó cuando el cable que lo ataba no pudo llegó a ninguna parte cerca de Dane. Dane levantó una ceja, andando más cerca. Esto iba a ser demasiado fácil, una lucha totalmente injusta. No le gustaba esto. —Oh querido, —dijo Byron—. Tendré que usar esto en cambio. —Alcanzó el calcetín bajo su pantalón. —Cepillo de dientes afilados. —Dane rodó sus ojos—. ¿Es lo mejor que tienes? Pronto sintió lo punzante del arma cuando Byron embistió contra él, apuñalándole en el antebrazo y dibujando el borde terriblemente serrado a través del músculo y la piel. Dane blasfemó, lanzándole un puñetazo, enviando a Byron contra el banco, partiéndole el labio. Se acercó, agarrándole por el cuello de su camisa con la mano izquierda mientras con la otra sostenía el estilete. Su brazo goteaba sangre por todas partes del suelo. Byron luchó como un animal y lucharon el uno contra el otro, atropellando cacharros de cocina que se apilaban en el banco de trabajo, cayéndose al suelo donde rodaron con la sangre de Dane rodeándoles. Ambos perdieron sus armas en la lucha y usaron sus puños. Byron era un adversario fuerte, resistente y también era muy bueno jugando sucio. Agarrando a Dane por las pelotas, riéndose mientras Dane caía de

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espaldas jadeando y luego agarrando la propia pierna de Dane le apuñaló directamente a través del hombro izquierdo. Dane jadeó, varado, casi demasiado impresionado para sentir el dolor. Permaneció tumbado allí un momento alzando la vista a Byron que estaba arrodillado encima de él con el punzón levantado con ambas manos, esperando a clavarlo en el corazón de Dane. La mano derecha de Dane hurgó en el suelo al lado de él y su mano se cerró alrededor del cepillo de dientes afilado. Mientras Byron bajaba el punzón con triunfo en sus ojos, Dane subió su brazo y apuñaló al otro preso en el lado del cuello. Un torrente de sangre inmediatamente salió disparado de la herida y el estilete cayó al suelo de la mano de Byron cuando se agarró el sangrante cuello, contemplando a su asesino horrorizado. Dane estaba bajo él, mirando mientras Byron moría desangrado, enroscándose y dando vuelta y finalmente retrocediendo a través de las piernas de Dane, gorgojando sonidos de su garganta mientras que la herida seguía bombeando sangre. Sonidos de pasos atravesaron la salida del comedor llamando la atención de Dane. —Jesús, joder… —era Nicol y detrás de él estaba Bailey y Anthony. Los tres arrastraron a Byron lejos. Bailey puesto en cuclillas sobre Dane. —Tienes un puto corte, —le reprobó. Dane gruñó y miró hacia atrás al charco de sangre en el suelo y al cadáver mientras Nicol y Bailey le levantaban. Dane hizo todo lo posible por sostenerse mientras Nicol y Bailey lo llevaban hacia el ala del hospital con Anthony detrás. El asesinato había sido un éxito. Defensa propia, con pruebas aquí mismo en su hombro

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y brazo. Ningún tribunal en el país le condenaría cuando era su palabra contra la de un muerto. Su camisa estaba empapada con sangre y la herida en su antebrazo dejaba un rastro de sangre detrás de él. Volvió su cabeza para mirar a Bailey y vio que la cara de su compañero de celda estaba pálida, su mandíbula apretada. —¡Chupa pollas! —refunfuñó Dane sin aliento y Bailey lo miró, sus ojos como el acero, su expresión feroz y Dane comenzó a reírse. Sus piernas se torcieron cuando entraron en el ala hospitalaria y la última cosa que recordó fue que se reía mientras unas ásperas manos le colocaban en una camilla.

Capítulo 8 Se despertó a muchos kilómetros de las cuatro paredes a las que llamaba casa. Una enfermera le comentó que estaba en el Hospital general St. Gregory, y lo conocía porque era el lugar donde los reclusos iban cuando su estado de salud era demasiado grave para el ala hospitalaria de la prisión. Tenía una mascarilla nasal insuflándole oxígeno por la nariz y una vía intravenosa en su brazo. Su hombro izquierdo y brazo derecho se encontraban almohadillados. Estaba esposado a la cama por su muñeca izquierda y Malone sentado en la esquina. Se dio cuenta que Dane se despertaba y le hizo un gesto con la cabeza. —Oye, ¿cómo te sientes? —Bien, —gruñó Dane. Miró el trasero de la enfermera mientras se inclinaba para recuperar algo del suelo. —¿Vas a decirme quien lo hizo? —Malone se levantó y se acercó a la cama. —No sé lo que quiere decir, —contestó Dane despreocupadamente—. Resbalé y me caí sobre un cuchillo. —¿De verdad? ¿Así que no sabes quién mató a Byron Watson tampoco? —¿Watson está muerto? —Replicó Dane—. Ah, qué pena.

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Vio un atisbo de sonrisa en las esquinas de la boca de Malone ante el descaro de Dane antes de marcharse. —Fue de dominio público lo que le hizo a tu compañero de celda. Dane apartó la cabeza con la mandíbula apretada. —Algo se podría haber hecho, si Bailey simplemente hubiera hablado. —La voz de Malone era más suave. —Sí, tiene razón, —refunfuñó Dane. —¿Tú y él, tenéis algo? Algo en el corazón de Dane se oprimió. —No que yo sepa, —contestó sinceramente. Dane se subió por las paredes durante esa semana en el hospital. No tenía visitas. El delito por el cual había sido condenado había sido una culminación de varios roces con la ley y después de un año de visitas, su pobre madre había perdido la voluntad de hacerlo más. Dane había tenido una chica en el exterior, pero duró unos meses antes de que le dijera que había alguien más y dejó de venir. Sus escarceos con Bailey habían sido su primer contacto sexual en más de dos años y no podía dejar de pensar en ellos. No podía separar lo que era lujuria y desesperación de lo que podría haber sido algo más. Seguramente sólo deseaba a Bailey porque estaba allí y dejó claro que Dane podría tener algo con él, si quisiera. No era como si hubiera tenido que mirar dos veces a un hombre en el exterior. No había tenido que hacerlo. Las mujeres siempre habían ido a él. Sin embargo, una vez que hubo entrado en prisión, los hombres se habían más que interesado. Podría haber tenido muchos hombres a su antojo antes de

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Bailey y con todo eso, se había resistido, entonces, ¿por qué ahora? ¿Por qué estaba tan pillado por su compañero de celda? Cuando trató de dormir por la noche con la luz del puesto de enfermeras brillando bajo su puerta, imaginó a Bailey tumbado entre sus piernas bajo las sábanas, su boca alrededor de él. Sintió a Bailey en sus brazos y contra su boca y ardía con la idea prohibida de tenerlo, sólo del modo que él quería. Tener contacto con el de una forma que era totalmente incorrecta. Pensó en Byron, también. A pesar de todo los problemas en los que Dane había estado desde que llegó a la prisión, nunca había asesinado a otro presidiario. De todas formas, siempre había sabido que sería una cuestión de tiempo. Era matar o que le mataran en este lugar. Puede que hubiera ido allí con la intención de matar a Byron, pero hacia el final de la pelea, había estado salvando su propia vida. Fue en defensa propia. Esto era lo que se dijo, porque no deseó obsesionarse con su delito. Su conciencia no se había hundido aún al nivel de algunos otros presidiarios. Él había entrado en este lugar como un asesino casual y lo dejaría como un asesino de sangre fría. Cuando regresó a la prisión, pasó otra semana en el ala hospitalaria antes de que le dieran el alta definitiva. Los libros y su iPod se enviaron a su celda, pero lo que quería sobre todas las cosas no estaba allí. Tenía también miedo de preguntar si Bailey podría venir a verle y sabía que la respuesta podría ser cualquiera. Un guardia vino para hacerle preguntas sobre sus heridas y sobre la muerte de Byron. Stewart Owen era un hombre al que Dane había tenido motivos para encontrarse numerosas veces durante su permanencia en la cárcel. Era firme, pero justo y siempre preparado para escuchar. Dane reiteró lo mismo que le había dicho a Malone y Owen se enfadó y frustró. —¿Duermes con Bailey Lewis?

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Dane lo consideró lacónicamente desde la cama del hospital. —No soy ningún jodido marica. ¿Quién le dijo que lo era? —No pregunté si eres maricón, —respondió Owen—. Pregunté si estas durmiendo con tu compañero de celda. Dane mantuvo la mirada fija en la del guardia. Sabía del poder inquietante de su afilada mirada. —No. —Bien. ¿Por tanto no te opondrás si le traslado de tu celda? —Owen miró la cara de Dane con cuidado esperando una reacción, que Dane no dio, ya que había tenido dos años para afilar la verdad y mentir perfectamente y nunca mostró emociones donde se esperaba que las hubiera. —Me es indiferente, —dijo a Owen, mientras por dentro, aullaba. Cuando fue escoltado del hospital al ala principal, llevando sus posesiones en sus brazos, se había preparado mentalmente de que Bailey ya no estaba, sino que otro hombre dormiría en la litera debajo de él por la noche. La celda estaba vacía y miró alrededor rápidamente, buscando cosas familiares, que le dirían que Bailey todavía estaba. Y allí seguían. El gel de baño de Bailey en el lavabo y su cepillo de dientes morado. Un libro de Dostoievski en su cama. El corazón de Dane se levantó un momento y se tuvo que agarrar a la litera superior cuando el alivio fluyó a través de él. Tenía un indulto. No sabía hasta cuando, pero era un indulto. ¿Había dejado caer Owen la amenaza sobre él para joderle o realmente tenía la intención de realizarla? Los ojos de Dane fueron a parar sobre una camiseta blanca que estaba en la litera de Bailey. Echando un vistazo fuera de su celda, la recogió y la presionó en su cara. Con los ojos cerrados, inhaló el familiar olor de

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la tela de la camisa de su compañero de celda. Jesús, esto era incorrecto, demasiado incorrecto, pero sólo el olor le hizo parecer que estaba en casa. Dejó la camiseta de nuevo sobre la litera. —Hola —sonó una suave voz detrás de él y Dane se volvió con la sangre rugiendo en sus oídos. Bailey estaba de pie detrás de él sonriendo afectuosamente. Anduvo hacia adelante al mismo tiempo que Dane y los dos se abrazaron el uno al otro ferozmente. —Ah Jesús, —dijo Bailey dijo contra su hombro—. Creía que ibas a morir. Dane cerró sus ojos, saboreando la sensación del cuerpo contra el suyo. Su mano ahuecó la cabeza de Bailey casi tiernamente y acarició su pelo. —No deberías haberlo hecho, —refunfuñó Bailey, con su voz amortiguada y sus manos agarrando más fuerte la espalda de Dane. —No quiero hablar de ello, —dijo Dane en respuesta. Por el rabillo del ojo vio al Oficial Odell subir la escalera, con una mirada de pocos amigos. Cuando Bailey bajó en picado a su boca, Dane retrocedió rápidamente provocando la evidente desilusión de su compañero de celda. Odell alcanzó la puerta de la celda. —Si os lo tengo que volver a repetir par de maricones… —comenzó. Dane apartó la vista silenciosamente. Tal vez había matado a la persona equivocada, porque Odell era el candidato con más posibilidades de llevarse el premio. Durante la cena, fue abiertamente contemplado por todos. Los miembros restantes de la cuadrilla de Byron estaban sentados en una mesa, refunfuñando y fulminándole con la mirada. Julien King había tomado

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claramente el cargo y había reunido a sus tropas y habiendo sido casi derrotado por Dane, esto era claramente personal. Miró a Dane, con su mirada fija con cada paso que daba. Dane no se puso a hablar con Bailey hasta que apagaron las luces. Los dos se desnudaron silenciosamente y se metieron en sus respectivas literas. La tensión en la celda era palpable mientras las luces se apagaban y la oscuridad se cernía sobre el ala. Dane se dijo que no iba a meterse en la litera de Bailey. Se dijo que la necesidad de sentir la piel de su compañero de celda contra la suya y su boca era sólo la culminación del valor de los dos años de frustración sexual. Sabía que no podía tener un polvo rápido con Bailey para liberarse porque dudaba que su compañero de celda quisiera tener un encuentro de una sola noche. No podía engañar a Bailey así, por tanto, se tenía que alejar de él totalmente. —¿Estás dormido? —la suave voz de Bailey llegó a través de la oscuridad. —No. —¿Estas bien? —Sí. —¿Vas a venir aquí abajo? —No lo creo. —¿Por qué no? A Dane se tomó un tiempo para formular la respuesta. —Lo que nosotros hicimos… Ese no era yo. Esto no es lo que yo hago. Yo estaba…

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—¿Excitado? —La voz de Bailey era helada. —Sí. —Confesó Dane. —Necesitabas que te chuparan la polla. —No, —dijo Dane con un suspiro. —¿No qué? ¿Y qué fue lo de hoy? —¿Qué? —¡Lo sabes! —La voz de Bailey era un agudo susurro—. Ese abrazo. —Era sólo un abrazo. —Vete a tomar por culo. Tú no abrazas a los otros, Dane. Si crees que puedes engañarme, no lo estás haciendo nada bien. —Realmente no me preocupa lo que pienses, —Dane le dijo con tranquilidad, a la defensiva. —Obviamente, —replicó Bailey. —Ve a dormir. —Vete al diablo. —Deja de ser una reinona. Desde debajo de su litera, Bailey golpeó a Dane a través del colchón y gritó furiosamente. Esto fue seguido de un centelleo inmediato de luz en la celda. —¡Tranquilos por ahí!

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—Cabrón chupapollas, —refunfuñó Bailey. —No, eso es lo que tú eres, colega, —contestó Dane perezosamente y se volvió hacia la pared. —Te odio. Había tenido éxito enfadando a Dane. —Si no te callas, por lo que más quieras, voy a bajar y darte lo que pides. —Oh, ahora también te has vuelto un violador, ¿verdad? —No sería una violación, —se mofó Dane. —Sabes una cosa, Dane, —Bailey estalló y Dane oyó el temblor de su voz—. Aquellas dos noches que dormiste en mi litera, me sentí tan seguro y tan feliz que dormí como nunca. Ambas mañanas cuando me desperté, pensaba para mí, que, si sólo te pudiera tener en mis brazos cada noche por el resto de mi condena, entonces sería la persona más feliz en el mundo. Habría valido la pena el que me encarcelaran. Dane permaneció inmóvil en su litera. Su garganta se sintió apretada y tragó saliva. Una repentina miseria le dominó. Esto era serio. Esto no era sobre que le mamaran la polla. Aquí había algo más en juego y tenía miedo. Oyó que la litera de Bailey crujía mientras se levantaba y un momento después, una mano tocaba la parte trasera del cuello de Dane, unos dedos que lo acariciaban ligeramente. Se volvió mientras Bailey ponía un pie sobre la litera para entrar y agarró a su compañero de celda alrededor de la espalda, arrastrándole dentro y encima de su propio cuerpo, donde lo besó con fuerza.

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Bailey gimió, cayéndose en él, agarrando la cabeza de Dane con las manos mientras se besaban. Dane empujó las sábanas hacia un lado, sosteniéndole cerca, abriéndose de piernas sobre las caderas de Bailey, explorando su boca. Sus lenguas se encontraron en un lento y sensual roce contra la otra antes de que el beso se hiciera febril y desesperado. Los dedos de Dane se engancharon bajo la cinturilla del bóxer de Bailey y tiró de ellos bajándolos, para hacer luego lo mismo con el suyo. Agarró el culo desnudo de Bailey y tiró de él más cerca, sus excitados miembros el uno contra el otro, rozando su pelvis en la de su compañero de celda. Bailey jadeó con el roce besándolo más fuerte y Dane, que nunca había estado así de cerca con un hombre y nunca había creído que lo estaría, sólo sostuvo el culo de Bailey una vez más firmemente y se meció rápidamente bajo él, aumentando el deseo entre ellos. Bailey gimió sin aliento contra la boca de Dane. Usó sus manos colocándolas por encima de los hombros de Dane para propulsar su cuerpo de arriba abajo, deslizándose a lo largo del cuerpo de Dane, sus pollas juntas. Las manos de Dane vagaron de arriba abajo por el musculoso culo de Bailey. De forma tentativa, sus dedos pasaron por entre las piernas de su compañero de celda acariciando sus pelotas y Bailey se retorció con el gesto, abriendo más las piernas, aplastando a Dane aún más fuerte en la cama. Dane se ahogó debajo de su glorioso peso y el grueso miembro apretándose contra el suyo. —Jesús, joder… —Bailey gimió y echó hacia atrás su cabeza, arqueando la espalda. Dane lo agarró por el pelo y lo atrajo para poder besarle el cuello, usando lengua y dientes

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mientras su otra mano apretaba y masajeaba los suaves testículos de Bailey. El miembro de Bailey se deslizó suavemente contra el suyo, lubricado por el fluido de cada uno. La mente de Dane estaba al límite. Tenía muchas ganas de tocar el sexo de Bailey, pero le atemorizaba. Imaginó tomarlo en su mano y masturbar a su compañero de celda, deslizando hacia abajo su cuerpo para que Bailey plantara su cara sobre su sexo y lo tomara con la boca. Y lo peor de todo, fue que el pensamiento le hizo retorcerse con vergonzoso entusiasmo debajo de Bailey, imaginó colocando a Bailey a horcajadas sobre sus caderas, agarrando y extendiendo el apretado culo en sus manos y clavándose en él con una hábil estocada. Dio un gemido estrangulado y mordió a Bailey en el cuello cuando eyaculó. Bailey refunfuñó de placer mientras el semen de Dane salpicaba su miembro y movió sus caderas con fuerza contra Dane antes de terminar y caer encima de él. Dane se quedó inmóvil. El peso de un hombre y no el de una mujer en él se sintió extraño, pero de una manera consoladora. Bailey parecía a un cadáver, pesado y jadeando por aliento, golpeando su corazón con fuerza contra el pecho del Dane. Finalmente se movió, rodando a un lado y se rio suavemente antes de estirarse como un gato. Dane miró al fluido en su estómago. Bailey se inclinó y rozó sus labios contra los de su compañero de celda. —No te preocupes, soy un caballero, —murmuró. —No dejo mi lío para que lo limpie otro.

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Salió de la litera y tomó su manopla del lado del lavabo, aclarándola bajo el agua caliente antes de retroceder a la litera. Dane se quedó inmóvil y miró mientras Bailey limpiaba el semen de su estómago antes de que tomara su medio excitado miembro con la mano y lo limpiara suavemente. Dane se retorció un poco ante la sensibilidad. Se colocó el bóxer mientras Bailey volvía al lavabo, enjuagaba la manopla y se limpiaba su miembro. Entonces volvió a la cama y se subió en la litera del Dane. Dane se movió para hacerle sitio y puso un brazo alrededor de Bailey, acomodándolo contra su cuerpo. Bailey se acomodó. —Mmm, —susurró y su lengua lamió el oído de Dane—. No sabía que hacerlo de esta manera fuera tan excitante. Dane sonrió. Sus dedos repasaron el pelo rebelde de Bailey. —¿Dormirás ahora que has conseguido lo que querías? —preguntó burlonamente. Bailey se rio suavemente contra su cuello. —Sí. Buenas noches. —Buenas noches. —Dane cerró sus ojos y otra vez fue felicidad y alegría lo que sintió estando cerca de Bailey.

Capítulo 9 Se despertó antes de la llamada matinal. Bailey estaba acurrucado contra él, todavía respirando suavemente y durante un momento, Dane miró el rastro de oscuras marcas en sus mejillas pálidas y los labios rosados ligeramente separados. Su mano se deslizó despacio hacia abajo por la espalda de su compañero de celda y lo sostuvo de nuevo. Tenía una erección, que se apretaba rígidamente en el vientre de Bailey. Bailey se movió en sus brazos y sus pestañas gruesas revolotearon. Abrió sus ojos y Dane miró fijamente en aquellos fondos interminables de oscuridad. Una sonrisa dulce iluminó su cara. —Buenos días. —Buenos días, —contestó Dane con voz ronca. Bailey se estiró, deliberadamente empujando su pelvis contra Dane. —¿Tienes algo para mí? —preguntó tímidamente. Dane aguantó su respiración ya que sintió que Bailey comenzaba a ponerse rígido, también. —Adivina lo que tengo. —Bueno, bueno. —Bailey metió la mano entre sus cuerpos y agarró el miembro de Dane, acariciándolo a través de sus boxers—. Tal vez quieras ponerlo en algún sitio más esta vez. La sangre se calentó en las venas de Dane. —¿Cómo dónde? —preguntó con cautela mientras la mano de Bailey se movía dentro de sus boxers y se excitaba cada vez más.

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—Como en mi culo. —Bailey presionó sus labios contra los de su compañero. Dane lo besó de nuevo con la mente disparada. No podía. Bailey podría creer que realmente esto iba en serio si Dane se lo follaba y si lo hacía, se convertiría en maricón. Levantó su brazo de la espalda de Bailey y miró su reloj. —No tenemos tiempo, —susurró. Bailey se enroscó alrededor para agarrar la muñeca de Dane y miró por sí mismo el reloj. —¡Tenemos una hora! —protestó—. ¿Te va a llevar tanto tiempo? Como si fuera a tardar tanto. Dane se enrojeció. Cinco minutos serían probablemente lo más que tardaría. —No quiero hacerlo con prisas. No quiero hacerte daño y además… —¿Qué? —Bailey se apoyó en su brazo, mirando a Dane, sombras jugando sobre su cara. —No hace mucho tiempo de la última vez… —Dane se calló. —Estoy bien ahora —dijo Bailey suavemente—. Ellos no me hicieron demasiado daño. Ellos. Eso confirmaba que más de un hombre había violado a Bailey ese día. Dane encontró difícil de entender cómo Bailey podría querer algo con él cuando algo tan traumático le había pasado sólo unas semanas antes. Sacudió la cabeza. —No puedo. Bailey lo miró un momento antes de que hablara. —Sí —dijo silenciosamente con un tono de resignación—. Lo sé. —Se apartó de los

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brazos de Dane y salió de la litera antes de que Dane lo pudiera detener. Se fue al urinario y comenzó a hacer pis estrepitosamente. Dane suspiró. Esto era lo mejor, se dijo. Podría haber hecho daño a Bailey rechazándole, pero era persistente. Le arrinconó en la biblioteca más tarde ese día, viniendo hacia él con la intención reflejada en su cara y empujando a Dane contra la estantería. —Quiero hacerte una mamada. Dane miró alrededor, tratando de protestar, tratando de quitar los dedos ágiles de Bailey de la cremallera de sus pantalones con sus manos, pero los hombres raramente protestaban demasiado cuando les ofrecían hacer una mamada y Dane no era ninguna excepción. Bailey lo atrajo hacia sí y se hundió de rodillas, Dane sacó su miembro excitado y luego su compañero de celda le sonrió antes de tragársela. Dane blasfemó bajo su aliento y se sostuvo en la estantería para apoyarse. Estaban en la esquina lejana de la biblioteca, pero podía oír voces suaves en pasillo siguiente de libros y un guardia hablando con un preso en la mesa de recepción. Si los agarraban, tendrían problemas y a Bailey probablemente se lo llevarían a la celda de castigo. El pensamiento no fue bastante para pararle y se confesó culpable de que el elemento de peligro le enardecía aún más. La boca de Bailey se deslizó de arriba abajo sobre el miembro, caliente y mojado. Su mirada se clavó en Dane cuando chasqueó la lengua rápidamente sobre su entrada, barriendo el fluido que goteaba de ella. Las piernas de Dane se volvieron débiles y se ahogó en los ojos de su compañero de celda. Esta seducción estaba calculada con mucho tacto. Bailey tenía un objetivo, para conseguir que Dane lo follara. ¿Pero con qué intención? ¿Qué era lo que quería conseguir una vez que Dane se lo hubiera follado? No era como si ellos tuvieran ninguna clase de

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relación. ¿Era esa la idea de Bailey? Estaba inquieto, pero no tan inquieto como para sacar su sexo de la boca que lo chupaba. Bailey estaba jugando una vez más. Su compañero de celda estaba controlando la situación, como había sido desde el momento en que había llegado. De repente Dane se enfadó. Agarró a Bailey por el pelo y los ojos de su compañero de celda se ensancharon ante el choque por el áspero comportamiento. —No creas que puedes jugar conmigo, —susurró Dane de forma áspera—. Puedes estar chupándomela hasta Navidad si quieres. No voy a follarte. Las cejas de Bailey se unieron en un ceño fruncido. Levantó su boca liberándola. —¿Por qué te pones así conmigo? —Sabes por qué. —Dane lo miró con el ceño fruncido—. Termina si vas a continuar... antes de que nos pillen. Bailey vaciló con su boca sobre el miembro de Dane. Entonces se levantó. —Termina tú, —y se marchó silbando con paso majestuoso. Furioso, Dane se arregló la ropa y se apoyó contra la estantería hasta que su excitación se calmó. Bailey estaba con Andrew cuando Dane volvió al área de recreo, todavía enfadado y su compañero de celda le lanzó una mirada desdeñosa cuando pasó por delante. Dane se sentó con Nicol y Anthony y se puso a jugar con ellos a las cartas. Su mirada se extravió a Bailey cuando echó un vistazo a las cartas que le habían dado. Bailey se inclinó hacia Andrew y dijo algo y Andrew sonrió en respuesta. Los estaban sentados uno al lado del otro y Andrew asintió con la cabeza, con los ojos mirando hacia el suelo mientras Bailey hablaba. Cuando Dane miró, pareció que los labios de su compañero de celda rozaban el oído de Andrew y descansaba su mano en el brazo

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desnudo, acariciándole con los dedos. Echó un vistazo a Dane, tenía sus apetecibles labios rosados arqueados en una sonrisa satisfecha. La mano de Dane se apretó en el apoyabrazos de su silla. ¿A qué coño jugaba Bailey? Y más en concreto, ¿por qué le enfadaba con esa facilidad? Puta de mierda. Se levantó y lanzó sus cartas sobre la mesa, entonces anduvo con paso majestuoso hacia Bailey y se inclinó, susurrándole al oído: —Quiero hablar contigo. Ahora. Dio la vuelta y se alejó sin esperar una respuesta. Abriendo el camino arriba a su celda, sintió a Bailey detrás pegado a sus talones. Tan pronto como su compañero de celda hubo entrado detrás de él, Dane le agarró por el hombro y lo empujó de golpe contra la pared. —Ramera de mierda, no me extraña que te violaran. Vio el choque en la cara de Bailey un momento antes de que su compañero de celda lo golpeara. Dane se tambaleó atrás contra el lavabo agarrándose la mandíbula. Cuando fue para devolverle el golpe a Bailey, su compañero de celda arremetió otra vez, esta vez un generoso puñetazo que hizo golpear su cabeza en el espejo. Con sangre como prueba, Dane empujó a Bailey hacia atrás contra las literas y levantó su puño. Bailey bajó la cabeza y corrió hacia él, enganchándose alrededor de la cintura mientras chocaba contra su estómago. Los dos cayeron al suelo en una feroz lucha cuerpo a cuerpo. —¡Hijo de puta! —Bailey lanzó un grito, aporreando a Dane en las costillas con los puños mientras Dane trataba de dominarle. El cuerpo debajo de Dane provocó que se volviera loco con otra cosa aparte de cólera. Agarró a Bailey por las muñecas y lo besó. Bailey se resistió, apartando la cabeza, pero gimiendo abiertamente mientras Dane atacaba su cuello con los labios, su cuerpo retorciéndose debajo de Dane, medio enfrentándose, medio consintiendo.

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La boca de Dane encontró su oído, mordiendo el lóbulo y sintió que Bailey se estremecía bajo él, levantando un muslo entre las piernas de Dane. Dane esperó un rodillazo en las pelotas, pero lo que consiguió fue que Bailey masajeara deliberadamente el excitado sexo contra su muslo. Dane perdió el control. Dejó ir a Bailey y se deslizó hacia abajo sobre su cuerpo, levantándole la camiseta tanto como pudo para poder besar el torso de su compañero de celda, arrastrando sus labios desde el pecho al estómago. —Joder… Oh Dios si… —Bailey gimió, con las manos en su propio cinturón, abriéndolo como pudo con Dane sobre él. —Puedo hacerlo, puedo hacerlo… —Dane le desabotonó los pantalones, sepultando su cara en la entrepierna de Bailey, articulando su excitado miembro a través del fino material de sus bóxers. —Oh por favor… —Bailey sonaba como que su deseo fuera casi doloroso. Agarró en la cabeza de Dane, sacando su miembro a través de la apertura de sus bóxers con su otra mano y Dane abrió su boca y engulló a su compañero de celda. La excitada y ardiente carne en su boca hizo que su sexo se moviera nerviosamente con la necesidad. Dane nunca en su vida habría imaginado que acabaría así en la cárcel. Una voz lanzó un grito dentro de su cabeza en pánico, diciéndole que parara, pero no lo hizo, sólo se abrazó con sus manos a ambos lados de las caderas de Bailey y mamó a su compañero de celda con toda la lujuria que podía. Bailey se retorció bajo él, sosteniendo a Dane por el pelo, gimiendo en voz alta y haciéndole ver la realidad a Dane, que estaban en el suelo de su celda a pleno día donde cualquiera podría pasar por delante en cualquier momento. Pero esto no le paró. Echó mano a sus pantalones y

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los desabrochó, sacando su miembro. Sus manos iban independientemente de su cerebro. Quería estar tan cerca como fuera posible de follarse a Bailey. Levantó su cabeza y agarró a su compañero de celda por las caderas y cuando sus ojos se encontraron, Bailey sabía lo que pasaba por su mente sin palabras. Blasfemó y se puso a cuatro patas, quitándose los bóxers, presentando un apetecible trasero parecido a un melocotón, ante Dane. La sangre parecía como lava fundida en las venas de Dane. Estaba bastante seguro que iba a descargase directamente sobre el culo de Bailey sin llegar a tocarlo. Extendió la mano para agarrarlo con ambas manos, dejando que su sexo se rozara contra él y entonces oyó una voz detrás de ellos. —Qué cojones… Dane se levantó antes de que pudiera sentir una porra a través de su espalda y Bailey hizo lo mismo, apresurándose ambos para recolocarse la ropa. Se dieron la vuelta para estar enfrente del Oficial Malone y Dane sintió un aplastante alivio de que no fuera Odell el que los hubiera pillado. Aunque la cara de Malone no era precisamente amigable. —Faulkner. Ven conmigo. —Hizo gestos con su dedo y Dane echó un desesperado vistazo a Bailey y lo siguió fuera de la celda. Malone condujo a Dane abajo por la escalera y a lo largo del pasillo a su oficina en el otro extremo. Allí le indicó que tomara asiento y se sentó frente a él. Dane lo hizo así, cautelosamente. —Dane, ¿qué hacías con tu compañero de celda? Preguntó Malone. Dane le echó una afilada mirada. —Bueno, Oficial Malone, sabes cómo es —arrastró las palabras despreocupadamente. —No, no lo sé. ¿Por qué no me lo dices?

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Dane permaneció en silencio. —Si algún otro guardia os hubiera pillado, estaríais en el agujero ahora mismo, sabes eso, ¿no? —Ah, podría haber estado dentro del agujero si no hubiera venido —refunfuñó Dane. Malone cerró de golpe su mano contra el escritorio. —Lo digo en serio. Por el amor de Dios, ibas a joderle en el suelo de tu celda a la luz del día. ¿Qué pensabas? Dane dobló los brazos y le fulminó con la mirada. —No toleramos relaciones del mismo sexo en esta prisión —prosiguió Malone— pero si pasan, espero que todo pase de forma oculta, ¿me entiendes? Dane asintió con la cabeza hoscamente. Malone lo miró un momento. —¿Asesinaste por él? —No sé lo que quiere decir. —Por supuesto que no lo sabes. ¿Qué es lo que hay entre tú y él? Mucha gente habla. ¿Es sexo o es algo más? Dane volvió la cara a un lado. —No hay nada entre nosotros. —Así pues, ¿qué era lo que vi? —Eso era… —Dane tanteó las palabras—. Él siendo una ramera y yo necesitado de meterla en algún sitio.

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Malone sonrió ligeramente. —Nunca te he tenido por un buen mentiroso, Dane, aun si los otros lo son. Te conozco desde hace dos años y he visto signos de frustración en ti durante mucho tiempo, bastante. Esperaba que alguien se fijara en ti tarde o temprano. Dane lo miró fijamente. —¿Así que pensó que me volvería maricón con el tiempo? —Esto no es lo que quise decir. No puedo pretender saber por qué pasa, pero, Dane, he visto todo esto antes. Los tipos sólo pueden durar durante cierto tiempo sin necesitar otra cosa que su mano. No serás el primero ni el último. Simplemente… ten cuidado, ¿vale? Dane sostuvo su mirada un momento y luego miró hacia otro lado. —¿Hemos terminado? —preguntó groseramente. Malone se levantó, observándole con irritación. —Regresa a tu celda. Bailey se sentó al lado de él durante la comida, demasiado cerca, sus hombros rozándose tanto que la herida de arma blanca de Dane parecía quemar y palpitar con la presión de Bailey contra él. La mano de Bailey se apoyó en su muslo bajo la mesa y se inclinó hacia el oído de Dane. —Fóllame esta noche. Dane retrocedió. —Cierra la puta boca, Bailey —silbó. —Por favor, Dane. —La mano apretó su pierna—. Te quiero tanto que duele. Dane volvió la cabeza y se encontró los ojos imposiblemente oscuros devolviéndole la mirada. Comenzó a ponerse rígido sin control. —Haré lo que quieras. Lo que sea. Te follaré a cambio de que me lo hagas a mí.

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Dane levantó una ceja. —¿Entonces, ahora soy una puta? —No, yo soy la puta. Me lo dijiste esta tarde. Dane bajó su mirada. —No quise decir eso. Lo siento. Bailey se encogió de hombros. —Es verdad. Merecí lo que Byron me hizo. La mandíbula de Dane se apretó. —Hablaremos de esto más tarde —dijo contemplando su comida y Bailey fue prudente y se calló.

Capítulo 10 Las luces se apagaron rápidamente. Dane fue el primero en meterse en su litera y mientras miraba, Bailey se desnudó delante de él. Se quedó de pie allí durante un momento con su sexo medio excitado y entonces se metió en su cama. Su voz flotó a través de la oscuridad. —¿Vas a follarme, Dane? Dane suspiró a pesar de que su excitación estuviera haciendo una tienda de campaña debajo de la manta. —Escucha, sobre lo de antes. No tienes que comportarte de esa jodida manera. No hables así. —Fuera soy una vulgar ramera, por lo tanto, lo soy aquí —dijo Bailey—. Hoy trataba de ponerte celoso con Andrew y seguiré haciéndolo hasta que seas mío. Dane se quedó en silencio. Estaba tan enfadado como alterado. Oyó a Bailey salir de su litera y dirigirse a un bolso que guardaba en la esquina de la celda. Sacó dos cosas y los sostuvo para que Dane lo pudiera ver -un condón y un tubo de lubricante. ¿Cómo diablos había conseguido esas cosas en la cárcel? Dane no quería ni imaginarlo. —Ahora entonces. ¿Vienes a mi cama o tengo que ir a la tuya? —Jesús. Regresa a tu cama. Haremos menos ruido abajo. Oyó que Bailey se reía suavemente mientras se volvía a meter en su litera y Dane saltó hacia abajo, quitándose los boxers y siguiendo a Bailey a su cama. Hizo callar la voz que le preguntaba si había pensado bien donde se metía y besó a Bailey con toda la desesperación que no había sido saciada esa tarde en el suelo de la celda.

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Bailey se agarró a él, envolviendo sus miembros alrededor de Dane, derribándole, gimiendo suavemente con el deseo a través del beso. Dane estaba poseído. Esto era la cosa más emocionante que le había pasado alguna vez. El cuerpo de Bailey una vez más le intoxicaba al punto de la locura. Pobre Bailey. Dane probablemente iba a durar aproximadamente cinco segundos antes de que sufriera un colapso dejándolo inconsciente y Bailey tendría que terminar solo. La piel que se deslizaba contra la suya le hacía hervir de euforia. Esto era el final -iba a hacer lo que siempre había temido hacer cuando vino aquí. Iba a hacerlo y las cosas nunca serían lo mismo otra vez. Bailey se dio la vuelta para ponerse a cuatro patas. Agarró la mano de Dane y la colocó alrededor de la suya, forzando sus dedos alrededor de su sexo por lo que Dane podía masturbarle mientras lo besaba en el dorso del cuello. Bailey se balanceó contra él, jadeando con el entusiasmo, deliberadamente presionando su culo contra el miembro de Dane. Dane usó su otra mano para tocar su culo, masajeando las firmes nalgas. —Joder… —gimió Bailey—. Por favor, Dane… —empujó el lubricante contra la mano de Dane. Dane lo tomó, se recostó y se dio un golpe en la cabeza con la parte superior de la litera, blasfemando. Echó lubricante en los dedos y extendió a Bailey abriéndolo para él. Bailey jadeó mientras Dane restregaba la fría lubricación sobre su entrada antes de empujar ambos dedos dentro.

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Podría haber sido un poco más suave y haber tomado más tiempo, pero no podía esperar. Si no follaba a Bailey pronto, iba a explotar. Su compañero de celda iba a ser afortunado por ser el primero al que se follaba. Siguió con los dedos, metiéndolos y sacándolos, enroscándolos y escuchando mientras su compañero de celda aguantaba la respiración y agarraba las sábanas de la cama con las manos. Dejó los dedos dentro mientras abría el envoltorio del condón con los dientes y lo hacía rodar con una mano. —¿Así? —preguntó en un susurro cuando restregó un poco de lubricante sobre el condón. —Sí —Bailey respiró, moviéndose deliberadamente hacia atrás contra sus dedos—. Apresúrate, Dane, por favor, te necesito dentro de mí. Dane sonrió. Retiró sus dedos y colocó su miembro entre las rechonchas nalgas de Bailey. Miró mientras sostenía a Bailey por el culo y se frotaba contra su agujero, mirando mientras se estremecía con cada roce. —Joder, vamos… —exigió Bailey, empujando hacia atrás, tratando de empalarse. —Paciencia. —Dane sonrió con satisfacción porque tan desesperado como estaba, este jueguecito era la clase de diversión que lo enardecía aún más. Se acomodó en la entrada de Bailey e introdujo el comienzo de su miembro y Bailey soltó un grito ahogado de éxtasis, y lo sacó otra vez. —¡Hijo de puta! —Bailey silbó, fulminándolo con una mirada sobre su hombro—. ¿Qué coño haces? ¡Fóllame ya! Dane sonrió. —Me pondría una mano en la boca si fuera tú —le aconsejó y luego sostuvo a Bailey con fuerza por las caderas y se deslizó suavemente dentro, directamente hasta el final. Mientras, Bailey dio

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un grito estrangulado que sofocó rápidamente, Dane no podía hacer nada al respecto, pero jadeaba en el placer debido al calor que envolvía su sexo. Joder, esto era demasiado. No era de extrañar que algunos tipos se lanzaran rápidos para abrazar esta forma de saciar sus necesidades tan pronto como entraban en la prisión. Comenzó a moverse despacio, construyendo su ritmo, dando tiempo a Bailey para que se adaptara, esperando hasta que su compañero de celda se moviera con él, gimiendo suavemente. Su cabeza siguió golpeando la parte superior de la litera y se puso a horcajadas sobre su compañero. Se paró y se salió de Bailey mientras este abría la boca para soltar un torrente de injurias, movió a su compañero hasta colocarlo de espaldas y lo fijó al colchón. Entonces se dirigió de nuevo a él. Bailey levantó sus piernas y las envolvió alrededor de la espalda de Dane y Dane se hundió dentro de él. Bailey se arqueó bajo él, echó su cabeza atrás para que Dane pudiera besarle el cuello. Esta posición íntima le hizo volverse loco. Buscó la boca de Bailey y se besaron apasionadamente, ávidamente mientras se movían acompasados. Dane alcanzó el sexo de Bailey entre sus cuerpos y le masturbó mientras le follaba. —Jesús… —Bailey blasfemó en un susurro fuerte—. Oh joder, Dane… No pares… La litera crujió desesperadamente y golpeó contra la pared. Sus lenguas bailaron juntas y el sudor sellaba la piel de ambos. Dane no quería que esto terminara nunca. Estaba ciego a todo, menos a Bailey bajo él. No había prisión, no había crimen ni castigo. No había nada en absoluto excepto este interminable placer con este hombre con el que estaba consumando toda su obsesión.

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El aliento de Bailey llegó con gritos ahogados contra su boca. Sus manos agarraron el culo de Dane, animándole a que fuera más rápido y más fuerte provocando que echara hacia atrás la cabeza y comenzando a estremecerse. Dane sintió que se apretaba con fuerza alrededor de él, apretando los músculos y gimiendo de placer mientras Bailey eyaculaba aceleradamente sobre su mano. Dane escondió su cara contra el cuello de su amante, intentando de la mejor forma posible sofocar los sonidos del éxtasis cuando se vino explosivamente, sintiendo el orgasmo inundarle como un torrente, dejándole completamente vacío. Cayó sobre Bailey, inmóvil, completamente gastado. —¿Estás muerto? —preguntó Bailey suavemente bajo él después de varios minutos. —Casi —contestó Dane contra su cuello. —Ha sido increíble, pero ¿puedes retirarte? Estas aplastándome. Dane resolló y se apartó, cayendo sobre su espalda. —¿Quién dice que no hay romanticismo en esto? —refunfuñó. —Oye, puedo ser muy romántico, ven aquí. —Bailey puso un brazo alrededor de él e hizo entrar a Dane a su lado para que su cara estuviera contra su pecho. Besó la cumbre de su cabeza—. Joder, colega; deberías llevar una advertencia sanitaria emitida por el gobierno. Dane se rio suavemente. —¿Es siempre así? —Sí. Puede causar muerte por orgasmo. —Dane inclinó su cabeza para mirar a Bailey y encontró a su compañero de celda sonriéndole de vuelta. Sonrió abiertamente y presionó unos ligeros besos en el pecho de Bailey. Ahora mismo, se sentía demasiado bien como para cuestionarse lo que había hecho. Sólo quería dormir.

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Permanecieron en agradable silencio durante un rato y Bailey acarició la cabeza de Dane, calmándole para dormir. Iba a la deriva cuando Bailey habló. —¿Dane, qué delito cometiste? Dane alzó la vista sorprendido. —¿quieres decir que no lo sabes? —No. Adivino que fue un asesinato. Pareces un asesino. —Muchísimas gracias —Dane respondió con sequedad—. Sí, soy un asesino. —Lo suponía. ¿A quién asesinaste? —Un tipo al que agarré violando a una mujer, —respondió Dane—. Andaba por delante de un callejón, oí ruidos y me di cuenta que estaba este tipo levantándose y abrochándose los pantalones rápidamente mientras la mujer seguía tumbada en el suelo llorando, con las piernas abiertas y la cabeza sangrando. Lo agarré cuando trató de escaparse. Lo arrastré fuera del callejón y lo tiré contra la acera. Le partí la cabeza contra el hormigón. —Hizo una pausa—. No creo que pensara matarle. Tal vez sí. Me acusaron de homicidio sin premeditación de todos modos. —Jesucristo —protestó Bailey— deberían haberte dado una jodida medalla. Dane se encogió de hombros. —Le quité la vida. —¿Cuánto te cayó?

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—Diez años. No está mal considerando que era la primera vez que me acusaban por algo. Y tienen que pasar cuatro años para la libertad condicional. La condena de Bailey era de cuatro años, por ser su primera vez. Si su compañero de celda no le daban la libertad condicional pronto y a Dane si, saldrían al mismo tiempo. Bailey estaba silencioso. Su mano acariciaba la espalda de Dane. —Sí, pues yo podría estar aquí más tiempo que tú si mi víctima muere. Dane giró su mirada hasta su amante, frunciendo el ceño. —Estaba en coma en el momento de mi juicio. Mi condena cambiará a homicidio sin premeditación si muere. —Joder —dijo Dane suavemente. —C'est la vie —respondió Bailey—. Debería tener aprendido que no debería golpear a tipos que me llaman maricón. Dane no habló. Sólo dejó su cabeza contra el pecho de Bailey y dejó que las yemas de los dedos acariciaran sobre la curva de la clavícula de su compañero de celda. En el silencio, Bailey habló otra vez. —Te amo, Dane. Dane se quedó helado, demasiado atontado para formular una respuesta. Cuando levantó la cabeza, vio una luz moverse sobre el suelo fuera de la celda, viniendo de las escaleras. Se arrojó de la litera, trepando a la suya mientras la linterna eléctrica brillaba dentro y veía la cara de Odell detrás de ella. —¿No duermen, chicos? —preguntó el guardia—. ¿No os habéis cansado mutuamente?

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—Estábamos esperando a que te fueras para ponernos a ello —respondió Dane a través de sus dientes apretados—. A menos que quieras quedarte y mirar. Odell golpeó la linterna en los barrotes de la celda enfadado y se marchó con paso majestuoso. La luz se fue desvaneciendo poco a poco y volvió el silencio de nuevo. —Vuelve abajo —susurró Bailey debajo de él. —Mejor no —contestó Dane quedamente. Se quedó tendido en su litera mirando fijamente sin ver a través de los barrotes con las palabras comiéndole vivo. —¿Estas enfadado conmigo? —No. Vete a dormir. Bailey suspiró y un sentimiento de culpa se alojó en el pecho de Dane. La mano de su compañero de celda apareció sobre el borde de su colchón, con sus delgados y elegantes dedos. Dane miró durante un momento la mano de Bailey sobre las sábanas, buscando la suya y luego puso la suya sobre la de él. Sus dedos se entrelazaron, acariciándose el uno al otro suavemente. Dane se inclinó y presionó sus labios en el dorso de la mano de Bailey. Entonces se tumbó y sostuvo la mano de su compañero de celda en la suya, durmiéndose. La mañana siguiente fue incomoda. Dane recordó el sexo y la declaración que vino después y se sintió avergonzado y aturdido. Solo pronunció monosílabos mientras se vestían para el desayuno y no prestó ninguna atención a sus alrededores hasta que una mano le detuvo mientras llevaba su bandeja a una mesa.

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Miró abajo a la mesa para ver a Julien King interrumpiendo su camino. Por supuesto, pensó, ya que los colegas de Byron no iban a desvanecerse simplemente. —Tienes que responder por Byron, lo sabes, ¿verdad? —exigió el reo. Dane lo miró fijamente, con tranquilidad, sin contestar. —Y espero que vigiles un poco a ese novio tuyo, también. —Julien sonrió abiertamente y el resto de sus cohortes cacarearon. La cara de Dane se puso aún más seria. —Puedes hacerme lo que quieras, —dijo en un tono mortífero—. Si lo tocas, te arrancaré el corazón y me lo comeré. Julien sonrió con satisfacción. —Promesas, promesas. —Apartó la mano para que Dane pudiera pasar. Dane se sentó al lado de Nicol con su bandeja y trató de no mirar a Bailey cuando se sentó frente a él. Esto tenía que parar. Iban a usar a Bailey para sacarlo de su zona de confort y no lo podía aguantar. Tenía que terminar con Bailey y asegurarse que cada uno sabía que habían acabado su relación, que creyeran que Dane no se preocuparía si vivía o no. Tenía que protegerle a toda costa, aun si significaba, además, que le rompería su corazón. Dane eligió la lavandería para comenzar una pelea después de estar evitando a Bailey desde el desayuno. La puerta estaba abierta y fuera en la zona de recreo, Julien y sus amigos estaban sentados jugando a las cartas. Apretó sus ojos cerrándolos y se preparó cuando sintió una mano en su hombro y una voz suave diciendo su nombre. —No lo hagas —dijo, encogiéndose de hombros y apartándose.

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—¿Qué está mal? —La cara de Bailey era de pena, sus cejas se juntaron en un ceño fruncido cuando Dane se volvió para mirarlo. Puso una cuidadosa expresión neutra en su cara y le lanzó a Bailey su ensayado discurso. —Me siento mejor desde que tuvimos lo de anoche. Sólo tenía que soltar la tensión. No quiero que creas que es el principio de algo, porque no lo es. No soy maricón y no te tocaré de nuevo. Los labios de Bailey se unieron en una línea delgada. —¿Cuánto tiempo más vas a continuar negando lo que hay entre nosotros? Cada vez que me tocas, te asalta el maldito sentimiento de culpabilidad y luego regresas a mi cama tan rápido como puedes. No me lo trago. Sé cómo te sientes conmigo. Lo siento en tu cuerpo cuando te beso. Dane sacudió la cabeza. —No doy una mierda por ti. Me gusta esto cuando estas chupándome la polla o cuando tienes las piernas abiertas, pero podría haber sido cualquiera. Me follaría a cualquiera en este momento. Jodería probablemente a Odell si se inclinara para mí. No eres nada especial, no creas que lo eres. La angustia en la cara de Bailey llegó al corazón de Dane. Los ojos de su compañero de celda brillaban a causa de las lágrimas y se puso rojo de furia. —¡Mientes! —gritó, empujando a Dane hacia atrás contra las lavadoras. Sobre su hombro, Julien King y sus amigos habían sido atraídos por las voces de Bailey y miraban ahora atentamente. Haciéndose el duro, Dane apartó a Bailey. —Aparta tus malditas manos de mi —dijo enfurecido—. Ya te lo dije, colega, no me interesa nada de lo que me puedas ofrecer. —Hijo de puta, —escupió Bailey, balanceando su puño. Dane lo esquivó y golpeó con el puño al estómago de Bailey, girándole y haciéndole tambalearse hacia atrás. Siguió agarrando a su compañero de

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celda colocándole el brazo sobre su espalda y golpeándolo en las costillas. Bailey se agitó contra él, golpeándole, alcanzando a Dane en todas partes que podía alcanzar, con rabia intensa detrás de sus golpes. Los dos se estrellaron contra el suelo, siguiendo su lucha allí, antes de que sonaran ruidos de pasos corriendo y dos guardias entraron en la habitación, arrastrando a Dane lejos, uno de ellos golpeándole en la espalda con la porra. De pie, con los brazos fijados a su espalda, lo empujaron hacia la salida. Echó un último vistazo a Bailey que yacía en el suelo con sangre en la boca, y odio en sus ojos. Mientras Dane salía de la habitación, vio que había hecho bien su trabajo y había conseguido la atención de Julien King y de sus amigos. Tal vez, ahora no molestarían a Bailey mientras Dane estaba lejos.

Capítulo 11 Dane tuvo tres días para pensar mientras estuvo en el agujero y se horrorizó cuando pensó en los golpes que le había dado a su amante y en las contusiones, en las despreciables mentiras que le había escupido. Nunca se había odiado más a sí mismo. No estaba tan seguro que Bailey estuviera a salvo después de todo. Este no era el modo que se supuso que sería. Deshacerse de Bailey no significó una ausencia forzada para sí mismo donde no podía proteger a su compañero de celda. Esta jugada había sido inútil. Habría sido mejor ofrecer su vida a Julien King, exigiendo una promesa de que Bailey permanecería ileso. Podría hacer esto cuando regresara. Su vida valía poco aquí. Cada día vivido era un sobresfuerzo en este lugar donde podrías conseguir una puñalada en la espalda en cualquier momento. Llevaba menos de una cuarta parte de su condena y todavía le quedaban cuatro años para una audiencia de su libertad condicional. La posibilidad de una vida fuera de estas cuatro paredes parecía irreal. La única cosa que podía tener sentido en su vida en este momento era Bailey. Tanto como se decía que no era factible o correcto el ser su compañero de celda, pero al final se subía por las paredes sin él. Recordaba su toque, su gusto y estar dentro de él y creyó que se volvería loco con su necesidad. No sabía lo que iba a hacer además del sacrificio de su propia vida por Bailey. Salió del agujero con los nervios destrozados, fulminando con la mirada a cualquiera que se atrevia a mirarlo cuando subió la escalera apresuradamente para llegar a su celda y al hombre que había rechazado cruelmente. Pero Bailey no estaba allí, aunque sus cosas

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todavía estuvieran en la celda. Dane salió y permaneció de pie en la barandilla, mirando en la sala de recreo, buscando a su compañero de celda y no encontrándolo. Anthony subía las escaleras. Sonrió a Dane cuando lo vio y le abrazó para su sorpresa. —¿Dónde está Bailey? —preguntó Dane ansiosamente, retrocediendo. —En el hospital. Dane cerró sus ojos, sus nudillos se volvieron blanco al agarrarse a la barandilla. —¿Qué pasó? —Alguien le atacó en la biblioteca. Apuñalándolo en la espalda. Dane agachó la cabeza, mordiéndose el labio con fuerza. —¿Qué he hecho? —refunfuñó. Se enderezó mientras Julien King andaba abajo, sonriendo con satisfacción. La estratagema de fingir que Bailey no era nada para él había provocado que le saliera el tiro por la culata espectacularmente. Todo que lo había conseguido era que casi mataran a su compañero de celda.

Bailey estuvo lejos de la prisión, en el Hospital General Gregory, durante dos semanas. La solicitud de Dane de visitarle fue rechazada. Esperó su tiempo con Julien King, esperando el momento correcto. Que tuviera que matar al otro hombre era inevitable. Si no lo hacía, Julien terminaría el trabajo matando a Bailey cuando volviera. En primer lugar, intentaría la opción de no violencia. Arrinconó a Julien en la cocina. —Mira. Ya te lo dije, me puedes tener. Sólo déjalo en paz de una puta vez.

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Julien meneó la cabeza, mirándolo con sus ojos verde- grisáceos. —¿Cómo puedes ser mío, Dane? —preguntó dulcemente. —Como quieras —dijo Dane con la mandíbula apretada. Julien sonrió. —¿Entonces me harías una mamada? —Realmente no querrás tener la polla cerca de mi boca. Mis dientes son agudos. Julien hizo clic con la lengua. —Así pues, ¿qué harás para mí? Dane lo consideró. —Quieres que pague por Byron. Hazme pagar, pero sólo a mí. Bailey no tiene nada que ver con esto. Julien cacareó. —Pero es tanta la diversión de hacerle daño a él y luego mirar tu traumatizada cara cuando lo averiguas. Dane embistió contra él y lo golpeó, empezando a sangrar por la nariz rota cuando cayó al suelo. —¡Acaba con él! —gritaron y tres guardias se acercaron corriendo. Era Malone quien escoltaba a Dane de vuelta a su celda, empujándole para que entrara. —¿Qué coño pasa contigo? —exigió—. Acabas de salir del agujero. ¿Quieres volver? —Ese hijo de puta mandó a Bailey al hospital, —gruñó Dane, andando con paso majestuoso a través de la celda golpeando la pared con su puño. —No tenemos pruebas sobre ello.

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—Por supuesto que lo hizo. Acaba de decírmelo y cuando Bailey vuelva, se lo va a cargar. ¿Qué vas a hacer sobre esto, Malone? Malone lo consideró. —Lo pondré en custodia preventiva, —contestó momentos después. Dane se apartó. Bajó la cabeza y se apoyó contra la pared cuando su corazón se estrechó dentro de su pecho, un inmenso dolor irradiaba a través de su cuerpo, partiéndolo en dos, derramando su miseria hacia fuera y envenenando el mismo aire que respiraba. Malone vino a recoger las cosas de Bailey al día siguiente. Recogió toda su ropa, libros y artículos de tocador y desmanteló su litera y luego se volvió para mirar a Dane que estaba sentado en una esquina mirándolo. —Vuelve mañana. Estará en el bloque B. —¿Cuánto tiempo estará allí? Malone suspiró. —No creo que vuelva, Dane. ¿Crees que podría volver? Dane no dijo nada porque Malone tenía razón. Cuando el guardia se hubo ido, se quedó durante bastante tiempo sentado en la silla pensando. Se sentía vacío por dentro, justo como había estado antes de que Bailey hubiera llegado. Había sido durante ese breve tiempo cuando había empezado a recuperar su vida de nuevo. Por lo que nunca se permitiría sentirse así otra vez. Metió la mano bajo su litera y fabricó un arma con las entrañas del colchón. Julien nunca lo vio venir. En un momento cortaba zanahorias en la cocina y al siguiente el afilado artilugio del colchón era introducido en su abdomen hasta la empuñadura. Dane se marchó paseando, sin mucha

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preocupación por si lo agarraban o no. De todas formas, la única gente que lo vieron salir de la cocina eran presos y nadie hablaría en contra de él. Lo arrastraron a la oficina principal y puso en duda todo, negándolo. Estuvo una semana metido en el agujero. Mientras estaba allí, recapacitó por lo sucedido y se horrorizó de lo que había hecho. La sangre de tres hombres manchaba sus manos, dos asesinatos con premeditada frialdad, un tercero que había cometido fuera. ¿Cómo se suponía exactamente que viviría con ese hecho? Se sintió entumecido y vacío y resentido sobre la razón por la que había actuado aquí dentro. Entonces los recuerdos de Bailey le dominaron y lamentó que Julien no le hubiera matado primero para así no tener que saber del dolor de la pérdida que había sufrido y cómo viviría con ello cada día hasta que muriera.

Capítulo 12 Dane nunca había estado enfermo de amor en su vida, pero aquellos meses que pasaron con la salida de Bailey lo convirtieron en un insomne anoréxico, consumiéndose por dentro. Estaba loco de pena y se castigaba constantemente por el manejo de la situación y se culpaba por la pérdida de Bailey. Bailey le había amado. Le había amado. Y Dane lo había rechazado. Había tramado constantemente sobre la forma en que podría entrar en el Bloque B para verlo y entonces rechazaba rápidamente la idea, debido a que no había tenido noticias de Bailey durante todo este tiempo, entonces seguramente Bailey pasaba de él, odiándole por aquellas palabras que había dicho la última vez que se habían visto y Dane no lo podía culpar. Julien estaba muerto y después de una investigación inicial y las amenazas de ser juzgado por asesinato, los cargos se retiraron y una vez más la muerte de un prisionero pasó a segundo plano. La cuadrilla de Julien no era tan intimidante como Byron y él habían pensado por lo que no hubo venganzas inmediatas. Por primera vez en mucho tiempo, Dane estaba tranquilo con eso.

Después de siete meses, se presentó finalmente una oportunidad y Dane, contra su mejor juicio, la aprovechó. Había un trabajo en la biblioteca. Este trabajo implicaba visitar otras alas, ofreciendo libros a los presos del resto de la prisión y el guardián no se pudo negar porque Dane no había tenido ningún problema en meses.

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Era Nochebuena cuando empujó el carro de libros por el Bloque B. Había elegido una mezcla de libros él mismo, la mayor parte de ellos eran novelas antiguas para que fueran desarrollando el intelecto. Escondida dentro de una copia de Cumbres Borrascosas de Emily Brontë a la que nadie solía leer por su densidad, había una carta que había escrito a Bailey. En ella, Dane le pedía perdón y trataba de explicar por qué había sido tan cruel con él y cómo no había querido decir nada sobre ello. Guardaba este libro escondido en el fondo del carro por si otro preso lo quisiera. El ala estaba tranquila. Era después de que la comida y todos los presos estaban encerrados con llave en sus celdas con las luces encendidas. El ala era una de media seguridad, a diferencia del nivel máximo de la de Dane y los privilegios eran mayores. Dane anduvo a lo largo de la línea de celdas, ofreciendo libros, ignorando los descarados comentarios provenientes de algunos presos que le encontraban atractivo. Vio a Bailey cuatro celdas más adelante y su corazón martilló furiosamente, sus palmas empezaron a humedecerse. Bailey está inmóvil en la litera de abajo, su cabeza pegada contra los barrotes por lo que podría alagar el brazo y tocarlo. Dane siguió su camino, pasando libros a presos con manos temblorosas hasta que se paró en la celda de Bailey. La cara de Bailey estaba oculta, presionada en la almohada, sus brazos encima de la cabeza, ya no tenía la escayola, vislumbrándose una cicatriz grande abajo su antebrazo izquierdo. Dane se paró con el carro y luego se inclinó para estar así a nivel con la litera de Bailey, su mano a pocos centímetros de su ex-amante. Su voz era inestable cuando habló: —¿Quieres un libro? —Sus dedos acariciaron a Bailey infinitamente suavemente.

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Bailey se sobresaltó. Contempló a Dane. Parecía diferente. Estaba pálido y había círculos oscuros bajo sus hermosos ojos. Parecía que había perdido peso. Su boca se abrió y en vez de las declaraciones de amor que Dane había fantaseado sobre cuando este momento viniera, la realidad fue todo lo que consiguió. —No, no quiero un jodido libro. Lárgate de una puta vez. —Bailey… —La mano de Dane rodeó una frágil muñeca. Bailey se echó hacia atrás y se sentó, fuera del alcance del Dane. —¡Dije que te largaras de una puta vez! Dane buscó en el fondo del carro y sacó la copia de Cumbres Borrascosas. —Toma éste —susurró—. Lo leí en la escuela. Está muy bien. —No lo quiero. Vete al diablo. —Por favor. —Dane colocó el libro sobre la litera de Bailey antes de marcharse, empujando el carro. —Métete el libro por el culo, —gritó Bailey y Dane oyó un ruido sordo chocando contra el suelo. Se volvió para ver el libro salir volando para caer fuera de la celda de Bailey y allí a cierta distancia había una carta, una hoja blanca arrugada doblada en cuatro. Mientras Dane permanecía inmóvil, vio a un guardia acercarse por el extremo opuesto del pasillo y se asustó que la carta pudiera ser descubierta, Bailey lo vio, también. Dane vio la mirada repentina en sus ojos, la chispa de emoción y un momento después estaba a cuatro patas, empujando con el brazo desesperadamente a través de los barrotes, para alcanzar la carta.

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Dane rápidamente empujó su carro hacia atrás para bloquear la visión de Bailey intentado alcanzarla entre los barrotes al guardia que se aproximaba y luego recogió el libro del suelo y se levantó. Los dedos de Bailey habían recuperado la carta. Metiéndola dentro de sus pantalones en el momento en que el guardia llegaba a su celda. —¿Tirando los libros, Lewis? —Le increpó el guardia a Bailey. —No, señor, se me cayó —respondió Bailey y extendió la mano para coger el libro. Dane alargó el brazo para darselo. Sus dedos se rozaron. Había lágrimas en los ojos de Bailey. Se retiró repentinamente de los barrotes y se sentó, agarrando el libro con él. —Feliz Navidad —murmuró Dane. Dio la vuelta y se alejó, el guardia detrás de él. Cuando echó un vistazo atrás, Bailey estaba leyendo su carta.

Eran las ocho de la noche del día de Nochevieja cuando Dane empujaba el carro a lo largo del Bloque B, con la misma agitación, excitado y temeroso. Bailey estaba en la misma posición, tumbado con la cabeza casi contra los barrotes. Dane echó un vistazo alrededor antes de inclinarse y tocar el pelo de su ex-amante suavemente. La cabeza de Bailey se sacudió. Empujó su brazo a través de los barrotes y alrededor del cuello de Dane. Dane se puso rápidamente de rodillas, sus brazos rodeando la espalda de Bailey, tirándole contra los barrotes. Sus bocas se encontraron torpemente a través del hueco y se

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besaron desesperadamente durante largos segundos antes de que una voz gritara detrás de Dane y una porra golpeara los barrotes. Se apartó de mala gana, abandonando a Bailey que le tendía una mano. Dane la tomó, apretándose los dedos fuertemente durante un momento. —Feliz año nuevo. —Feliz año nuevo, —Bailey contestó con una sonrisa radiante en su cara mientras Dane se daba la vuelta y se alejaba. El vacío de Dane y la desesperación se convirtieron en ansia y fantasía. Bailey todavía le amaba. Podrían estar separados, pero estaban juntos. Ya no podía negar las demandas de su propio corazón. Llegó a la biblioteca corriendo, el guardián le había dicho que le habían hablado sobre Dane para que hiciera de enlace con otros presos. “Preso, singular” dijo Dane hoscamente, apenas ayudando a su caso. De alguna manera, Bailey le pasó de contrabando una carta a él dos semanas más tarde. Escrita desordenadamente con tinta roja en un papel rosado.

Querido Dane Gracias por tu carta. Te odié durante un largo tiempo después de lo que pasó. Me rechazaste e hiciste que me metieran otra vez en el agujero, por lo que casi muero. Cuando volví, me dijeron que me estaban transfiriendo para mi propio bien y creía que lo habías instigado porque no me querías más. Sé ahora que todo lo que hiciste fue por mí y sé que me amas, aunque no espero que lo digas alguna vez.

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He tenido la suerte de encontrar a un hombre como tú en el último lugar que jamás hubiera podido imaginar y quiero que sepas, que te esperare tanto como sea necesario, te lo juro. Te amo. Bailey.

El pecho de Dane estaba apretado cuando terminó la lectura. Dobló la carta y la puso dentro de un libro y luego se tendió en su litera. Escondió su cara en la almohada y lloró por primera vez desde que había sido condenado.

Capítulo 13 El tipo que pasó cartas de contrabando de y para Dane y Bailey en el siguiente año era un pequeño ladrón llamado Simon Easton, condenado a tres años por robo. Trabajaba en el Bloque B en el módulo de confección de ropa y tenía la oportunidad de llegar a Bailey al menos dos veces a la semana. Las cartas de Bailey a menudo no traían noticias importantes. Sólo hablaban sobre sus recuerdos con Dane de la noche que habían pasado juntos y sus proyectos cuando salieran. Dane creyó que Bailey era un soñador. ¿Cómo podrían estar juntos los dos fuera, cuando habían forjado esta relación en la más desesperada de las circunstancias, cuando Dane ni siquiera era gay? ¿Seguiría Bailey queriéndole durante un año o más una vez estuviera fuera y realmente iba a esperarle una vez saliera al mundo exterior de nuevo? No, no lo haría y Dane no iba a hacer lo mismo. Pero era la única cosa a la cual Dane se podía agarrar, las cartas eran la única cosa en su mundo para anclarle y seguir viviendo. Bailey escribió en octubre que el hombre al que había golpeado se había despertado finalmente de su coma y por tanto la amenaza de una condena por homicidio sin premeditación habría desaparecido. Dane estaba en su cama leyendo estas noticias y creyó que, si el hombre hubiera muerto, le habrían caído más años a la condena y tal vez habría significado que saldrían al mismo tiempo en vez de que Bailey saliera primero. Nunca se había odiado a si mismo más en su vida por pensar de esta manera. ¿Qué estaba mal en él? ¿Era esto la naturaleza de su amor por Bailey? ¿Deseaba más tiempo carcelario para no dejarlo solo?

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Se dijo que debía dejar de escribir a Bailey antes de que destruyera su vida. Sería incorrecto para Bailey que estuviera libre y luego que siguiera viniendo a la cárcel para volver a verlo, albergar la esperanza que Dane estuviera libre cuando estuviera fuera. Dane estaría bien jodido con él de todos modos. Dejó de escribir. Las cartas de Bailey se hicieron desesperadas. Preguntaba a Dane que era lo que había hecho incorrecto y si se encontraba bien y le imploraba que le escribiera. Le decía que se moría sin él. Había pasado casi un año desde la última vez que se habían visto, casi dos desde que habían compartido celda los dos juntos. Dane se agarraba a ese sueño, a ese recuerdo. Contestó a Bailey finalmente y le dijo que era imposible que pudieran estar alguna vez juntos y no quiso que Bailey le esperara cuando saliera. Bailey sólo respondió con la inmensa emoción tan característica en él. Escribió, te amaré hasta el día que me muera y te esperaré el resto de mi vida. Después de esta carta, a Simon lo transfirieron a otro módulo de trabajo y las cartas cesaron. Malone fue a ver a Dane una semana más tarde y lo llevó a su oficina. Se posó en el borde del escritorio mientras Dane estaba sentado incómodamente ante él. —Quería hablarte sobre tu depresión y que vamos a hacer sobre ello. Dane enrojeció y miró hacia otro lado. Malone suspiró. —Dane, hice la vista gorda a aquellas cartas mientras pude. Fue Odell quien agarró a Simon Easton. No pude hacer nada sobre ello. Dane volvió su mirada fija hacia él asombrado. —Tú… —comenzó—. No entiendo por qué hiciste…

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Malone se encogió de hombros. —Ni yo tampoco. No creo en ello, Dane, pero no puedo negar lo que vi entre vosotros dos con mis propios ojos. Y es real, lo siento. Dane se concentró en las manos enroscadas en su regazo. Tragó saliva. —Debe doler. Dane alzó la vista. —Duele —afirmó—. No sé lo que voy a hacer sin él. Malone se inclinó y descansó su mano en el hombro del Dane. —¿Por qué no vamos a que te vea el doctor? — preguntó suavemente. El doctor, un hombre de unos cincuenta años, le dio píldoras y Dane había sabido que se las daría. Las píldoras le calmarían, apagarían el dolor y le harían dormir por la noche. No le harían olvidar, aunque era eso lo que deseaba con toda su alma.

Pasó otro mes antes de que Malone entrara en el módulo de recreo y vociferara: —Faulkner, a mi oficina ahora. Dane cerró su libro enfadado y siguió a Malone, preguntándose qué era lo que estaba mal ahora. Malone le condujo por el pasillo hacia su oficina. Frunciendo el ceño, Dane no dijo nada hasta que llegó a las desiertas cocinas. Receló de algo y de todo –tenía que hacerlo cuando estaba en esta prisión y ahora su mente se alarmó-. Malone iba a hacer que le mataran. La mermada cuadrilla de Julien King le iba a hacer justicia.

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Se paró y se sostuvo en el marco de la puerta. —¿Dónde mierda vas joderme? —exigió beligerante, echando un vistazo alrededor, no vio a nadie esperando en las sombras. Malone se volvió atrás para mirarlo. —Tienes que confiar en mí con esto, Dane. Ahora, vuélvete y déjame esposarte. —¿Qué? —exigió Dane bruscamente—. ¿Vas a matarme, Malone? Malone levantó una ceja sarcásticamente. —¿Matarte? Has estado viendo muy seguido la serie carcelaria Oz, tío. Eres un sarcástico hijo de puta, Faulkner, pero nunca tendría el impulso de matarte. Ahora, haz como te digo. Vamos fuera y si te escapas, me meterás en problemas. Dane le contempló. ¿Qué cojones estaba pasando? Se volvió y le ofreció las manos a Malone, permitiendo a Malone esposarlo y luego anduvo delante del guardia mientras lo empujaba. Malone abrió la puerta trasera de golpe. Ahora Dane se perturbó cuando afrontó el mundo exterior, el aparcamiento con los camiones, y ambulancias. Había ido en una de ellas de camino al hospital. Y se fijó en los módulos para visitas conyugales, había oído historias sobre lo que ocurría allí. No era algo que Dane experimentara alguna vez y siempre había estado celoso de los hombres que volvían con sonrisas enormes en sus caras de saberse queridos y sexualmente satisfechos. Salió de la prisión tras el empuje de Malone. El aire de diciembre era frío y caía una nieve ligera. Dane levantó la cara y dejó que los copos acariciaran su cara y le cayeran en la boca. Durante un momento, fue feliz y olvidó. Malone le hizo gestos para que avanzara y cruzaron el

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aparcamiento. La aprehensión devoraba el estómago de Dane y sus palmas sudaban. ¿Iba a asesinarle entre uno de esos camiones? Malone lo dirigió alrededor de una edificación. Malone lo empujó contra unos escalones y hacia una puerta y subió detrás de él. Tomó la llave de su cinturón y abrió las esposas de Dane. Cuando se las quitó, sostuvo las muñecas de Dane en un apretón fuerte antes de que se pudiera volver, hablando en su oído. —Escúchame. Tienes una hora. Esto es algo extraordinario, así que saca el mayor partido posible de él. No pasará otra vez y si tratas de escaparte, vas a estar solo el resto de tu vida. Dane abrió su boca para hablar, pero no pudo. Malone se acercó y abrió la puerta empujando a Dane. Detrás de él, Dane oyó como sonaba la llave de la puerta de nuevo. Permaneció de pie en una pequeña cocina mirando alrededor. Delante de él había otra puerta y despacio, empujó para abrirla. Sentado en un sofá de lo que parecía una sala de estar estaba Bailey. Parecía muy impresionado de ver a Dane. Mudamente saltó del sofá y anduvo a zancadas hasta llegar a Dane, abrazándolo ferozmente. —Oh Jesús —gimió Dane incrédulo antes de que Bailey retrocediera y aplastara su boca apasionadamente con la suya. Los dos se tambalearon hacia el sofá y cayeron sobre él, quitándose la ropa y Bailey se rio jadeando mientras rasgaba los botones de su camisa. Apretó a Dane y devoró su torso desnudo con besos, mientras hacía su camino hacia abajo, desatando su cinturón con dedos ágiles.

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Dane apresuradamente le ayudó a quitarse los pantalones y el bóxer y luego gimió cuando Bailey se hundió entre sus piernas y empezó a chuparlo. Antes, esto podría haber sido bastante, pero no ahora, no cuando sólo tenían esta vez y tenía que hacer que durara. Arrastró a Bailey contra su cuerpo. —Ven aquí —exigió, besándole otra vez, enredando sus lenguas desesperadamente. Apartó los pantalones de Bailey y apretó su excitado miembro, masturbándole. —¿Tienes lubricante? Bailey se retorció. —¿Si tengo lubricante? —replicó—. ¡No sabía que iba a ser follado! Dane volvió su cabeza para mirar alrededor. —Debe de haber algo por aquí. Vamos al dormitorio. Bailey se levantó y ofreció su mano a Dane. Hicieron su camino al dormitorio, cuyas persianas estaban echadas y en el que había una cama de matrimonio y Bailey se quitó el resto de su ropa. —Bingo —dijo Dane, encontrando condones y bolsitas de lubricante en la mesilla de noche y se acostó boca arriba en la cama—. Ahora, ven aquí. —Extendió la mano y arrastró a Bailey encima de él, levantando sus rodillas sobre sus hombros, por lo que Bailey entendió el mensaje y expuso su miembro para que lo mamara. Dane abrió la boca y lo tragó. Bailey blasfemó, arqueando su trasero, agarrando la cabecera de la cama con las manos. Dane pronto encontró que la posición era más fácil si dejaba que Bailey le follara su boca y permaneció así confiando que su compañero no le ahogara mientras se concentraba en la lubricación.

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Con dos dedos, sondó y penetró a Bailey, escuchando los sonidos de la excitación que hacía, enroscándolos dentro de él hasta que presionó un pequeño montículo adivinando lo que podía ser. Bailey casi salió disparado de la cama y casi tirando a Dane al suelo. —Lo siento, lo siento… —Bailey gimió, retrocediendo, con los ojos en blanco, montando con sus caderas los dedos desvergonzadamente—. Fóllame… Dane… La lengua de Dane chasqueó burlonamente sobre la cabeza del sexo de Bailey y miró su hermoso rostro. —¿Estás preparado? —Por favor, hazlo ya. —Bailey agarró el condón de la cama y lo puso tras él, haciéndolo rodar en el excitado miembro de Dane sin ningún miramiento. Entonces atrajo los dedos de Dane y los deslizó hacia abajo. Antes de que Dane pudiera agarrar sus caderas, Bailey se hundió abajo en su sexo, tomándolo entero. Los ojos de Dane se cerraron y dio un gemido bajo de felicidad. Bailey comenzó a montarlo, gimiendo, su cabeza echada hacia atrás y sus manos en el pecho de Dane. Dane lo empujó para tumbarlo, rodeándole la espalda con los brazos para poder besar a su amante. Bailey jadeó en su boca con y cada empuje de Dane sobre él. Deliberadamente frotó su miembro contra el vientre de Dane con cada movimiento, el excitado miembro se quedó atrancado con fuerza entre sus cuerpos. Pareció que esto superaba incluso la primera vez. El orgasmo de Dane se acercaba despiadadamente de forma inmediata y trató desesperadamente de contenerlo. Agarró a Bailey por la cintura y se sentó para que estuvieran cara a cara y boca a boca.

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—Oh Dios, te amo —gimió Bailey mientras estaba sostenido y Dane subía sus caderas despacio en él. Dane escondió su cara contra el cuello de Bailey para que su amante no pudiera ver la emoción en ello. Besó la piel húmeda reverentemente y pasó sus manos por la curva elegante de la espalda de Bailey antes de que una mano se moviera entre ellos y asiera el sexo de Bailey, masturbándole despacio y firmemente, enroscando su mano alrededor de la cabeza, sintiendo como cada movimiento enviaba un estremecimiento a través de su compañero. Bailey jadeaba con fuerza, gritos ahogados y gemidos puntuando cada movimiento. Dane levantó la cabeza, mordiéndole ligeramente en la mandíbula, mirando la cara de Bailey. Bailey cerró sus ojos. Sus brazos estaban apretados alrededor del cuello de Dane y su nombre era derramado de sus labios. Tembló en el regazo de Dane y sus músculos se apretaron con fuerza alrededor de él. Dane gimió cuando comenzó a venirse. Pellizcó el oído de Bailey y luego sepultó su cara en su cuello, soltando un grito ahogado cuando culminó. Las uñas de Bailey se hincaron en sus hombros. Se empujó abajo unas veces más en Dane y luego aceleró entre sus cuerpos en un torrente, jadeando en éxtasis. Los dos se sostuvieron el uno al otro hasta que despacio, Dane retrocedió, tomando a Bailey con él y tumbándose juntos en silencio en la cama. Bailey se desenredó primero y se apartó para hacer uso del cuarto de baño, llevándose el condón de Dane con él.

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Dane alargó el brazo a la mesita de noche y cogió algunos pañuelos para limpiar el semen de su pecho antes de echarlos a la papelera junto con la envoltura del condón y bolsita del lubricante, asegurándose de limpiar todas sus pruebas por si Malone se enfurecía. Se tumbó mientras Bailey volvía. Su amante se acostó sobre su cuerpo y Dane lo sostuvo en sus brazos. Acarició el pelo de Bailey y los dos se besaron mucho tiempo y profundamente. —Esto lo guardaré todo el tiempo del mundo —dijo Bailey suavemente, acariciándole la mejilla con la nariz. Dane le mordió el labio, volviendo a la realidad. —Tenemos que dejarlo aquí. Ya mismo obtendrás la libertad condicional… —Y te esperaré fuera de las puertas cuando salgas. Ya lo veras. Dane se calló. Echó un vistazo al reloj en el lado de la cama y sostuvo a Bailey más cerca. —¿Cuánto tiempo hemos gastado? —Media hora. —¿Crees que puedes repetir? —La sonrisa de Bailey era traviesa. —Ah sí. Ningún problema. Se enroscaron de nuevo en la cama, Bailey con una mano el cuello de Dane, por lo que se podían besar. Dane se movió en Bailey despacio y suavemente, con una mano sobre su erección y sus labios sin apartarse, respirando todo el amor que no podía decir en voz alta en la boca de su compañero.

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Se vinieron al mismo tiempo, siguieron besándose durante largos minutos hasta que Bailey tembló y Dane se dio cuenta que la habitación estaba enfriándose con el sudor secándose en sus cuerpos. Tiró de las mantas del pie de la cama sobre ellos y mantuvo a Bailey en sus brazos, yéndose a una deriva somnolienta. El vano de la puerta externa despertó a Dane. —Jesús —la voz de Malone resonó en la puerta del dormitorio—. Esto no es lo que quiero ver después de mi almuerzo. Levanten esos culos, muchachos, es tiempo de marcharnos. Bailey se sacudió despertándose. Miró a Malone por el hombro, enrojeciéndose. —Lo siento, Oficial Malone —dijo arrepentido y sincero—. Muchas gracias por dejarnos estar juntos. Malone saludó con la cabeza, con una expresión suave. —Os esperaré fuera. —Cerró la puerta detrás de él. Bailey se deslizó de los brazos de Dane y comenzó a ponerse su ropa. La ropa de Dane estaba todavía fuera en la sala de estar. Salió y se vistió tan rápidamente como pudo. Acababa de terminar de atar los cordones de los zapatos cuando Bailey salió del dormitorio totalmente vestido y puso sus brazos alrededor de él. Dane le sostuvo con fuerza, cerrando sus ojos. Esta podría ser la última vez que tocara a Bailey. Sintió que su corazón se hacía pedazos y su alma se desmoronaba. —Vamos, —masculló entumecido, apartándose. Bailey le siguió a la puerta exterior. Dane se volvió para mirarlo y se besaron por última vez. —Adiós. —Adiós, Dane, —dijo Bailey con lágrimas en sus ojos, apretando su mano un momento—. Te veré pronto.

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La garganta de Dane se sintió atascada como si tuviera un alambre de púas. Abrió la puerta y vio fuera a Malone y otro guardia que no reconoció. Él y Bailey giraron sus espaldas, permaneciendo lado a lado para ser esposados y ser llevados a destinos contrarios. Dane miró hacia atrás sobre su hombro para ver a Bailey mirándolo. El dolor en su pecho amenazó con hacerle caer de rodillas. Inclinó la cabeza y lloró como un bebé de vuelta a la prisión.

Capítulo 14 Dane intentó hacer todo lo posible para sacar de su mente a Bailey después de ese día. No tenía duda de que podría ser la última vez que pudiera ver a su amante y se dijo que tenía que ser fuerte y no añorar lo que había perdido. Esto era imposible. El dolor por la pérdida le comería vivo hasta que se fuera a su tumba. Después de unos días, recibió una carta de la calle. Nunca nadie le había escrito y para él esto era un choque y leyó detenidamente la extraña escritura en el sobre ya abierto antes de que deslizara el papel rosado ahora familiar. Envié esto a mi amigo David y te lo ha reenviado. Puedes escribirme a su dirección y me la enviará. Lamento no poder decir todas las cosas que quisiera, pero sabes que no puedo. Todavía pienso en la semana pasada. Me masturbé tres veces pensando en ti cuando regresé y todavía no fue suficiente. El recuerdo de haber estado contigo me mantendrá caliente por siempre. Te amaré siempre, B. En junio, Bailey le había dicho a Dane que su audiencia para la libertad condicional era en diciembre. Dane sostuvo la carta durante mucho tiempo, releyendo aquellas palabras repetidas veces y disponiéndose a dejar atrás a Bailey para siempre. Como había sabido que sucedería, el pequeño anhelo astuto de Bailey de rechazarle invadió su mente y se despreció. Pero no podía aguantar pensar en Bailey en el exterior y él todavía aquí. Podrían estar separados ahora, pero todavía estaban encerrados. En seis meses, Bailey estaría en el mundo

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exterior, con una nueva vida y libre de acostarse con cualquiera que eligiera. La mera idea lo enfermaba. Los meses siguieron y las cartas siguieron mencionando la audiencia de la libertad condicional, impaciente y preocupado por lo que sucedería. Durante la mañana de la libertad condicional de Bailey el catorce de diciembre, Dane recibió otra carta. Cuando leas esto, habré tenido probablemente mi audiencia y sabré si me liberan o no. Voy a decirles lo que quieren oír, sobre cómo siento al respecto y cómo no lo haría otra vez, pero lo sabes, Dane, no sé si lo siento, porque si no lo hubiera hecho, nunca te habría encontrado y si me liberan, ¿cómo voy a continuar sin ti? Dane esperaba que hubiera algún problema por parte del inspector por esta carta, pero nadie dijo nada. Se pasó en su celda todo el día, rasgado entre el deseo de Bailey de conseguir su libertad condicional y vergonzosamente deseando que se lo denegaran. Justo antes de la cena, preguntó a Malone si habría algún modo de poder averiguar el resultado de la audiencia. Malone dijo que vería lo que podría hacer. Después de la cena, Dane permaneció encerrado en su celda con un libro. Durmió en la litera de abajo donde había dormido una vez con Bailey, y hasta ahora, no había tenido un nuevo compañero de celda. Malone se acercó a los barrotes. —Dane, —dijo suavemente—. Lo consiguió. Será durante la Nochebuena. Dane le hizo un gesto con la cabeza. —Gracias, Oficial Malone. —Se tumbó en la litera y giró su cara a la pared.

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Todo había terminado. De aquí en adelante, Dane tenía que hacerse fuerte con respecto a Bailey. No había futuro para ellos y no permitiría que Bailey le alimentara con falsas esperanzas visitándole y guardando las fantasías patéticas de Dane vivas. Bailey se había ido para siempre.

Cuando Dane regresó a su celda después de la comida de Navidad, había un regalo en su litera. Miró fijamente un momento con sospecha al plateado papel de envolver y al llamativo lazo y luego se sentó y lo desenvolvió con cuidado. No había tenido un regalo de ninguna clase desde hacía más de cuatro años y sintió un infantil entusiasmo, aunque esperara alguna broma repugnante de uno de sus compañeros de presidio. Pero no. Dentro de la caja negra había una cadena de plata en la cual reposaba medio corazón quebrado. Dane lo sacó, sosteniendo el delicado metal reverentemente en su mano, sosteniéndolo hasta la luz donde el adorno giraba suavemente en su cadena. Era gay, pensó, tan jodidamente gay que si alguien lo viera llevándolo… Pero diablos, era hermoso y era el último recuerdo de Bailey. Lo sujetó alrededor de su cuello con dedos temblorosos y luego se levantó para verse en el espejo. La cadena era lo suficientemente larga como para esconder el adorno debajo de su camisa. El único tiempo que cualquiera lo podría ver sería en la ducha y Dane noquearía a la primera persona que hiciera un comentario de ello y a cualquiera que lo repitiera. El frío metal pronto se calentó contra su piel y sintió su consolador peso contra él y se calmó.

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Cuando Malone le dijo que tenía un invitado para Año Nuevo, Dane saltó de su litera, a pesar de cómo se había dicho que rechazaría esta visita. Se quitó la camisa porque había derramado la leche sobre ella en el almuerzo y tenía una fea mancha, por lo que se puso una limpia, una que era un poco pequeña para él, de talle ajustado, por lo que le hacía lucir sus grandes brazos y los abultados músculos. Entonces fue al espejo y se alisó el pelo apresuradamente. Lo llevaba un poco más largo de lo habitual y necesitaba un buen corte de pelo. —Vamos, estas fenomenal —dijo Malone con impaciencia y Dane le siguió rápidamente. Bailey estaba sentado en la sala de visitantes cubierto por un grueso abrigo de invierno, todavía llevaba guantes, su nariz estaba un poco roja como si hubiera andado una gran distancia en el frío hasta la prisión. El corazón de Dane se apretó tanto de alegría como de dolor. Quiso dar la vuelta y alejarse, ya que no podría con esto. En cambio, sus temblorosas piernas lo llevaron a la mesa. Bailey alzó la vista, con una sonrisa cruzándole la cara y sus brillantes ojos oscuros. Se puso de pie y puso sus brazos alrededor del cuello de Dane. El toque estaba permitido, Dane recordaba eso de las visitas de su chica hacía tiempo y contuvo a Bailey con manos avaras, presionando al otro cerca de él, lamentando que no pudiera seguir más allá del grueso abrigo y de la ropa que llevaba puesta y tocar su piel suave durante sólo un momento. Cerró sus ojos un momento y dejó que todo el dolor guardado dentro de él lo desbordara, sabiendo que ya no podía continuar este camino, permitiendo abrirse a Bailey a cada instante. De mala gana se apartó de Bailey y se sentó. —¿Qué haces aquí? Bailey frunció el ceño, tomando el asiento enfrente. —He venido a verte.

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Dane vio el destello de plata alrededor de su cuello y adivinó que Bailey llevaba el mismo colgante. Bajó sus ojos y contempló la mesa. —No deberías venir. Estás en libertad condicional, estas libre de este lugar. Volviendo aquí no vas a ayudarte a empezar una nueva vida. —No puedo comenzarla hasta que seas libre, también. —Bailey se quitó un guante y se inclinó a través de la mesa para tocar la mano del Dane. Dane se apartó y se recostó en su silla. —Esto no es bueno para ninguno de nosotros, —dijo, con voz inestable—. No quiero que vengas otra vez. No está bien. Los ojos de Bailey brillaron con lágrimas apenadas. —No me puedo alejar. No me pidas eso. Por favor. Dane sacudió la cabeza. —Esto es así. Es la última vez. —No, —respondió Bailey con voz baja, temblorosa. Agarró en la mano de Dane otra vez. Dane la apretó cruelmente durante un momento. —Mi audiencia para la libertad condicional no es hasta dentro de un año y ¿quién dice que la conseguiré? Otro año, Bailey. No puedo guardar la esperanza y rezar y desear mi vida fuera de aquí. Esto es un adiós. —Apartó a su silla y se levantó. —¡No, no, por favor! —Bailey habló atropelladamente, levantándose de un salto, sin ningún autocontrol. Se lanzó a los brazos de Dane, agarrándose a su cuello y Dane lo empujó despiadadamente lejos. —Contrólate de una puta vez, —dijo salvajemente y se marchó.

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Bailey gritó su nombre detrás de él, intentando seguirle a la puerta, pero fue retenido por una guardia. Dane se marchó a su bloque con las súplicas de su amante resonando en sus oídos.

Capítulo 15 Bailey escribía dos veces a la semana sin falta. Dane nunca contestó a las cartas, pero no era lo bastante fuerte para resistir a leerlas. Bailey le contaba sobre donde vivía, un piso para presos en libertad condicional que no estaba en la parte más agradable de la ciudad. Tenía un trabajo en una tienda de libros de cómics de la cual disfrutaba y le explicaba que su jefe, Gary, era un tipo agradable y flexible con sus horas. Le habló a Dane sobre su vida anterior por primera vez. Había sido ayudante de un médico antes de pasarse a la mala vida y había perdido su casa cuando entró en prisión. Su madre lo había abandonado de pequeño, como a su hermana y que no tenía nadie a donde volver cuando salió, aparte de su íntimo amigo, David, que había conocido en la escuela. Dane estaba irracionalmente celoso tanto de Gary como de David. Sabía que era ridículo, pero también sabía que Bailey estaba vulnerable y solo y que aceptaría el consuelo que le pudieran ofrecer. Bailey habló con frecuencia y con esperanza sobre las posibilidades de Dane de que consiguiera la libertad condicional en el próximo año y habló extensamente de fantasías de los dos yéndose a vivir juntos con sumo detalle, describiéndole específicamente la casa que le gustaría, desde el color de las cortinas al color del gato que tendrían sentados al lado del fuego. Dane alejó muchas cartas con repugnancia y se dijo a si mismo que había hecho la opción correcta dejando que sus sueños se evaporaran. Bailey nunca equivaldría a nada, pensaba con escarnio, era un ex-convicto que vivía en un mundo de fantasía y todavía estaría en su pequeño y patético piso y en su patético trabajo cuando Dane estuviera en la calle.

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Él incluso llegó a escribir esos pensamientos en una carta, pero cuando la leyó de nuevo, se avergonzó de su propia crueldad. Bailey se sentiría mucho peor si la enviara. Nunca se recuperaría probablemente. Terminaría de nuevo en la prisión o en el fondo de un río. Dane sabía que podría garantizarse que Bailey nunca se pondría en contacto con él otra vez escribiendo esta terrible carta, pero no lo podía hacer. Su salvajismo estaba por encima de él. La rompió en pedazos y luego se tendió en su litera y lloró por el hombre en que se había convertido.

Bailey todavía le seguía escribiendo cuando llegó el mes de enero, que era cuando Dane finalmente recibió el aviso que su audiencia de libertad condicional sería en febrero. Las cartas de Bailey eran cada vez más desesperadas y hablaba vagamente de algunos pequeños problemas que había tenido con algunos residentes del piso. Dane se preocupó de qué clase de problema podría tener y se preocupaba que Bailey estuviera de vuelta directamente a la cárcel como había predicho. La audiencia de la libertad condicional surgió sobre él como una sombra oscura. Alegrándolo tanto como aterrorizándole. No sabía lo que querían que dijera y sintió que las sinceras disculpas y las expresiones de pena por su delito caerían como falsas. No sentía el haber golpeado a esa escoria que había violado a la mujer en el callejón y sabía que lo haría otra vez. Sólo sentía que había llegado demasiado lejos como para matarlo y acabar en la cárcel. Esa parte había sido un error. Pero no podía decir esto en su audiencia, tampoco podría pensar en cualquier mamarrachada para describir sus proyectos de vida una vez que estuviera fuera y cómo beneficiaría a la comunidad estando en libertad. No tenía proyectos más allá de estas paredes, porque nunca

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creyó que su liberación vendría. No tenía proyectos más allá de su siguiente comida. El día de su audiencia, se vistió con el traje con el que había sido procesado y condenado que era el que Odell le había llevado, mofándose y empujándole, diciéndole nunca iba a salir para estar con su compañero de cama. Dane se mantuvo callado. Sus palmas empezaron a sudarle cuando se sentó delante del tribunal franqueado por dos hombres y una mujer y alisó su pelo hacia atrás nerviosamente. Lo había dejado que siguiera creciendo, porque creía que le hacía parecer menos agresivo y lo había alisado atrás con fijador. Podría haber llevado también un esmoquin, también, y haber ido con grilletes, pensaba burlonamente cuando miró al tribunal y se preguntó cómo le veían. Preguntándose si verían a un hombre que había matado a un hombre por casualidad en la calle y luego había matado a dos hombres dentro a propósito, a sangre fría, para salvar al hombre que amaba. Preguntándose si verían a un hombre que había pagado su deuda y era adecuado para ser libre. Dane no estaba seguro de que lo pusieran en libertad. No estaba seguro que pudiera ser un miembro valioso de la sociedad. Estuvo de vuelta en su celda después de treinta minutos, se quitó el traje y se tendió en su litera en camiseta y bóxer. El consejo de libertad condicional lo sabía todo, como si hubieran estado al corriente de todo lo sucedido. Sugirieron un problema con su cólera y citaron todas las ocasiones que había estado en el agujero durante sus seis años de encarcelamiento. Mencionaron el cargo de asesinato, por el que se le había acusado y encarcelado, y hasta mencionaron a Bailey. Dane estuvo cortés y serio, mirando a cada miembro del consejo de administración con cuidado a los ojos cuando habló, expresándose a los mamarrachos de una manera tan sincera que hasta se sorprendió él mismo.

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Esperó dos días por el veredicto y le contestaron que había sido rechazado y lo reconsideraría en los próximos seis meses. Bailey había estado pendiente de él. En su siguiente carta le dijo a Dane que había estado escribiendo al tribunal y sabía todo sobre su audiencia por la libertad condicional fracasada. Expresó su pena y desilusión, pero le dijo que seis meses no era mucho tiempo y todavía le esperaría. Dane rompió esta carta en resentimiento e informó a Malone que no le pasara más cartas del exterior. Malone se encogió de hombros. —No haría mi trabajo si no te entregara las cartas —dijo—. Es tu elección si las lees o no. Pero podría decir, que, aunque no entiendo como tu chico todavía se molesta con un gilipollas como tú, después de todo este tiempo, todavía me preocupa. Dane se quedó boquiabierto. Había dado por supuesto la amabilidad de Malone y la generosidad durante años ahora y oír que el guardia le hablaba tan sinceramente le impresionó. — ¡Vete a tomar por culo! —vociferó—. ¿Qué cojones sabrás sobre esto? Los ojos de Malone se estrecharon. Se introdujo en la celda del Dane. —¿Qué sé? Conozco toda esta mierda. Te conozco y él tuvo alguna jodida suerte de empezar un pequeño romance que activamente animé contra mi mejor juicio y luego tan pronto como salió, cuando más te necesitó, le abandonaste, porque eres un celoso y resentido hijo de puta, que sólo mirabas por ti mismo. Hizo bien en apartarse de ti. Dane no podía lo que oía. Golpeó a Malone en la cara, pero el guardia dio tanto como recibió, sacando su porra al instante, cerrándola de golpe en la cabeza de Dane y noqueándole contra la pared donde su visión se emborronó con la sangre. Malone tuvo un respaldo de seguridad inmediatamente y tres pares de manos arrastraron a Dane lejos

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de la celda gritando sobre el abuso, siendo coreado con insultos por los presidiarios de los demás pasillos. —Te has cargado tu segunda audiencia de libertad condicional, Faulkner —vociferó Malone mientras lanzaban desnudo a Dane en el agujero—. ¿Crees que Bailey todavía te esperará ahora?

Dane estaba aturdido y arrepentido cuando salió tres días más tarde. Fue escoltado de nuevo al bloque por Odell que sonreía con satisfacción y cuando vio a Malone en la oficina de los guardias, preguntó si podría hablar a él. Malone se acercó, permaneciendo de pie silenciosamente ante él, con una expresión chulesca. —Me gustaría pedirte perdón por golpearte —dijo Dane, mientras sus ojos se fijaban en la contusión de la mandíbula del guardia—. Tenías razón con todo lo que dijiste la verdad duele. —Sonrió torpemente. Malone saludó con la cabeza bruscamente. —Disculpas aceptadas. —Dio la vuelta y se alejó.

No vinieron más cartas de Bailey. Este cese repentino alarmó a Dane aunque le hubiera dicho a Malone que no quería más cartas de su amante. Nunca había esperado que Bailey se rindiera, aunque no le hubiera contestado en más de un año. ¿Por qué se había rendido de repente Bailey ahora? Aquellas cartas, tanto como se negaba a quererlas, eran la única cosa que tenía, la única cosa a la cual se agarraba y ahora

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no venían. Estaba completamente devastado. Finalmente, después de cuatro años en los que había conocido a Bailey, habían terminado.

Su segunda audiencia de libertad condicional vino y se la rechazaron a Dane una vez más. Esperó a ver si esto traería una carta de Bailey, al menos sabría que el otro hombre todavía vigilaba su progreso, pero no había nada. Esto era realmente lo que había.

Capítulo 16 Dane había cumplido siete años de su condena. La noche antes de su tercera audiencia de la libertad condicional, estaba tendido en su litera. No estaba seguro que más podría pasar esta vez. Podría seguir con el mismo rol como lo había hecho estas veces atrás y el tribunal de libertad condicional haría lo mismo con él. Se sentó allí otra vez con el mismo traje, esta vez con su pelo recortado tan sumamente corto que hacía que sus expresivos ojos azules parecieran enormes. Sentía que él y el tribunal de libertad condicional eran viejos amigos. La mujer de la esquina de la mesa le saludó y le preguntó: —¿Dane, por qué cree que le deberíamos liberar esta vez? Dane la miró un momento y luego habló. —Hace cinco años encontré a otro presidiario llamado Bailey Lewis. Bailey y yo teníamos alguna clase de… relación y me dijo que me amaba. Nos separamos mucho tiempo antes de que fuera liberado, pero incluso con eso, no ha parado de visitarme y escribirme. Hablaba sobre el futuro y como sería cuando estuviéramos juntos. No podía soportar oír eso. Le dije que dejara de visitarme y dejé de escribirle. Bailey perseveró y luego después de mi primera audiencia de libertad condicional, dejó de escribirme. No sé dónde está o si está muerto o vivo. Cada minuto de cada día lamento el modo que terminamos. Pero no lamento el delito por el que estoy aquí. Ese hombre violó a una mujer en un callejón en pleno día y la dejó desangrarse en el suelo. No pensé en llegar tan lejos, pero realmente pensé hacerle daño del mismo modo en el que él había hecho daño a ella. Esa mujer nunca será la misma otra vez. Su vida está arruinada.

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»Nunca habría encontrado a Bailey si no hubiera estado aquí por lo que no puedo lamentar lo sucedido. Puedo decir, sin embargo, que desearía que me dejaran en libertad para no perder el juicio preguntándome lo que le ha pasado a Bailey y si todavía me ama. Ha pasado mucho tiempo para poder compensarle, pero por Dios, si pudiera intentarlo, lo haría. —Dane paró de hablar y bajó la cabeza mientras las lágrimas goteaban silenciosamente por su nariz. Uno de los hombres se aclaró la garganta. —Esto es muy loable, Sr. Faulkner, pero apenas demuestra remordimiento de su delito. —He demostrado remordimiento de mi delito dos veces antes y no he conseguido nada, señor, —contestó Dane—. Así que por lo tanto, demuestro remordimiento por el otro delito que he cometido y albergo la esperanza de que me dé la posibilidad de compensar a mi víctima. Hubo un silencio y el segundo hombre habló. —Puede marcharse ahora, Sr. Faulkner. Dane fue escoltado de nuevo a su celda. Las audiencias eran cada vez más y más cortas, reflexionó. Un día, el consejo ya no le tendría que llamar. Sellarían simplemente su archivo como rechazado cuando llegara el día y se ahorrarían al intermediario. Soñó con Bailey esa noche. Su amante estaba en su regazo y Dane estaba dentro de él, con su cara presionada contra la curva sedosa, húmeda de su cuello y Bailey gemía su amor repetidas veces y juraba que lo esperaría siempre. A veces, Dane ya no podía recordar cada detalle de la cara de Bailey. No podía recordar la curva exacta de sus cejas o la forma de su nariz. No podía imaginar la sombra exacta de aquellos ojos marrones oscuros o sólo como eran los deliciosos labios rosados. Pero creía que recordaba cómo era el cuerpo de Bailey, cómo era su piel suave en la

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superficie, la fuerza musculosa por debajo y cómo se arqueaba y se retorcía de placer cuando Dane lo tocaba, de forma fluida y sensual. También podía recordar la cara de Bailey aquella Nochevieja cuando Dane le había dicho que habían terminado. Había roto la vida de otra persona en pedazos, del mismo modo con el que le habían condenado por su delito anterior. No merecía ser libre, sino al contrario. Las duchas estaban desiertas cuando llegó allí después de la comida al día siguiente, llevando su toalla y su bolsa de aseo. O al menos lo pensó hasta que vio la cabeza de Anthony encima de la medianera y anduvo adelante para saludarle, pero se paró de golpe. Nicol estaba de rodillas haciéndole una mamada a Anthony mientras acariciaba su propia erección. Dane se heló ante la visión. No sintió ninguna repugnancia. La línea entre aquellas personas que suponía que eran gays y aquellos los cuales no imaginaría una vez que entrara en prisión estarían claramente delineados por el mundo exterior cuando saliera de aquí. Pero aquellas reglas no se aplicaban aquí. Tomabas lo que pudieras conseguir y si fueras bastante afortunado de encontrar lo más parecido a un alma dispuesta aquí al que no le importara lo jodidamente bastardo que hubieras sido, entonces lo mantendrías contigo hasta su último aliento. Dane lo supo ahora, pero no había sabido todo esto este tiempo atrás. Tampoco había visto crecer algo entre los dos amigos que había tenido alguna vez en este lugar. A Anthony le darían la libertad condicional el próximo mes y dejaría quizás a un hombre roto detrás de él. Ninguno de los hombres lo había visto y Nicol se enderezó y puso su brazo alrededor del cuello de Anthony. Dane supuso que era una mamada ocasional sin ningún sentimiento detrás de ello antes de que se

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fuera, pero no. Anthony besó a su compañero en el cuello y murmuró: —Te amo —antes de que la mano de Nicol acunara su cabeza contra su hombro y contestó: —Te amo también, colega. Dane se dio la vuelta y se alejó. Rezó porque Anthony y Nicol terminaran mejor que él y Bailey. Dane no se masturbó en esos días. Parecía que había perdido más o menos su apetito sexual ya que había perdido a Bailey y no sentía más que la misma frustración que tenía antes de la llegada de su compañero de celda. Pero tumbado en la litera de abajo esa noche, recordó a Nicol y Anthony en la ducha y se excitó. Pensó en el trato sexual que esta litera había visto todo ese tiempo y su mente vagó atrás a ese tiempo, remolcándole donde él y Bailey habían estado solos durante una hora. Llevó su mano hacia abajo y se quitó los bóxers cogiendo su miembro. Cerró los ojos cuando movió su mano despacio de arriba abajo y evocó imágenes de Bailey desnudo. Pensó en el olor de la piel suave de Bailey y la sensación de él presionado contra él. Abrió la boca, levantando el cuello, imaginando a Bailey sobre él besándolo. Durante un momento pudo sentir la sedosa humedad de la lengua de Bailey en la suya y el terciopelo de sus labios acariciándole. Pudo sentir un torso desnudo deslizándose contra el suyo y que la mano alrededor de su sexo no era la suya. Su espalda se arqueó y un gemido bajó por delante de sus labios. Un gemido que contuvo el nombre de Bailey cuando concluyó sin aliento. Se quedó allí tumbado un momento jadeando en la oscuridad y luego abrió sus ojos para mirar fijamente sin ver nada por delante de los barrotes en la oscuridad y se preguntó si podría seguir masturbándose sobre este hombre por el resto de su vida.

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Dane acababa de volver a su celda después del desayuno al día siguiente cuando Malone apareció. Estaba sentado mirando sin ver nada a la pared, tratando de juntar la energía de ir al gimnasio cuando todo que quería era estar en su litera el resto del día. —Dane, —Malone susurró suavemente desde la puerta. —Sí, sí, no tienes que decirme nada —respondió Dane con sequedad—. Me revisaran dentro de seis meses. —Se levantó de la litera y comenzó a buscar la camiseta con la que siempre se vestía. —No. —¿No? —preguntó Dane. Se rio amargamente—. ¿Más de un año entonces? Hombre de Dios, debo haber estado realmente mal esta vez. Malone sonrió suavemente. —Estas fuera, Dane. El próximo lunes. Dane volvió la cabeza para contemplarle. Frunció el ceño porque su mente no podía asimilar la información. —No, —dijo, dando al guardia la posibilidad de decirle que era alguna clase de broma cruel. —Sí, Dane. —La sonrisa de Malone se ensanchó aún más. —No… entiendo, —tartamudeó Dane. —¿Qué es lo que no entiendes? —El tono de Malone finalmente se hizo exasperado, pero suficientemente afectuoso—. Estas fuera. Ya puedes ir en busca de tu chico. Las palabras atravesaron el corazón del Dane. Se hundió atrás en su litera porque sus piernas no le sostendrían más tiempo. —Gracias, Oficial Malone, —murmuró aturdido.

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—De nada, Dane. —Malone entró en la celda. Puso su mano sobre el hombro de Dane y le apretó un momento. Como Dane no había sentido el toque de otra persona durante años, levantó la mano y la descansó en Malone un momento antes de le que lo dejara marchar. Malone sonrió antes de darse la vuelta y dejar la celda.

Capítulo 17 La apertura de la puerta resonó demasiado fuerte desde el pasillo, el nevado aire hizo que Dane se estremeciera. Examinó el mundo exterior, en toda su extensión, impulsándole al ruidoso camino del fondo y miró hacia atrás a Malone, porque tenía miedo de atravesar el umbral. Cierta gente dentro de la prisión no había tomado las noticias de su liberación inminente demasiado bien. Esperando que fuera saboteada, Dane había sido provocado por unos miembros de la mermada cuadrilla de Byron Watson en su celda y se había apoyado contra la pared donde el nuevo cabecilla blandía una navaja sobre él y le amenazaba que saldría por encima de su cadáver. Dane tuvo que luchar consigo mismo para no arrancarle la cabeza de sus hombros, recordándose que su libertad condicional podría esfumarse si tocaba a cualquiera de estos hombres. La lucha fue disuelta tan pronto como llegaron los guardias y en una hora, Dane consiguió la orden para que lo trasladaran al pabellón de custodia preventiva hasta el lunes. Tuvo un emotivo adiós con Anthony y Nicol. Anthony estuvo triste, abrazándole y prometiéndole que se verían pronto en el exterior para una cerveza. Nicol le abrazó, también, y le dijo: —Espero que vayas a buscar a Bailey. Dane lo miró un momento. Tragó saliva y se marchó. —Vamos, —dijo Malone suavemente en las puertas, poniendo una mano sobre su espalda—. Has hecho el recorrido más difícil. Este es el más fácil. —Lo sé. —Las manos de Dane estaban sudorosas y su corazón acelerado. En su bolsillo, tenía bastante dinero para el billete de autobús

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hasta la casa de acogida donde se quedaría temporalmente y un trozo de papel con direcciones junto con el número de teléfono de su oficial de la libertad condicional. Tenía que comenzar a trabajar en el parque municipal al día siguiente a las nueve y media, ayudando en la jardinería. Llevaba sus pertenencias sobre el hombro en una bolsa de viaje. Su pelo estaba demasiado corto y lo tocó. No se sorprendería si la gente le evitaba en la calle. No había sido un criminal antes de que entrara en la cárcel, pero salía como uno. Su vida estaba marcada. ¿Cómo saldría de esto? —Gracias, Oficial Malone, —dijo, ofreciéndole la mano. Malone lo despidió firmemente, saludando con la cabeza. —No quiero verte atrás aquí otra vez, Dane. —Su tono era severo, pero paternal. Dane sacudió la cabeza. —No volveré. Adiós. —Atravesó el portón de la entrada. —Adiós, Dane y buena suerte, —dijo Malone. Las puertas resonaron cerrándose detrás de él. Dane estuvo de pie fuera de las puertas en la calle. Levantó su cara al cielo blanco y dejó que la nieve cayera sobre ella, degustándola en su boca justo como lo había hecho la última vez que había andado fuera de la prisión. No tenía prisa por hacer algo, aunque supiera que el autobús vendría en diez minutos desde el fondo de la avenida. Y con todo eso, estaba paralizado por el miedo. Pronto, tuvo la impresión que no estaba solo. Volviendo su cabeza despacio, echó un vistazo a lo largo de la calle. Unos cuantos metros más adelante, había alguien inclinándose por causalidad contra la pared carcelaria frente a un destartalado coche rojo, que había visto mejores días.

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La respiración de Dane se bloqueó en su garganta y un dolor de confusión y esperanza se extendió a través de su pecho. Se quedó dónde estaba, congelado hasta el punto, de ser incapaz de hablar o moverse. Bailey sonrió suave y tristemente hacia él. Ambos se quedaron mirándose el uno al otro un rato largo antes de que Bailey echara a andar. Puso sus brazos alrededor del cuello de Dane y lo atrajo cerca. Dane se pegó contra él en un alivio entumecido, sus manos subiendo para agarrarse a su cintura con fuerza, sepultando la cara contra el cuello de Bailey. Bailey apretó su agarre, acariciándole el pelo con una mano. Su cuerpo tembló con emoción contra Dane. Ninguno de ellos habló. Bailey sólo retrocedió después de varios minutos. Tomó a Dane de la mano y lo condujo hacia el coche, abriendo la puerta. Dane subió en el asiento del pasajero y se sentó en silencio, esperando cuando Bailey anduvo alrededor del coche y se subió, arrancando el motor y conduciendo. Dane miró hacia atrás sobre su hombro a la prisión empequeñeciéndose mientras se alejaban. Se inclinó atrás, sintiéndose de repente agotado, cerrando los ojos. Sintió la mano de Bailey en su rodilla y volvió su cabeza para ver los oscurecidos ojos brillar, con la cara encendida en una sonrisa. El corazón de Dane y el estómago se estremecieron. Sonrió respondiéndole inciertamente, con el miedo enroscado en su interior. —¿Es tu coche? —preguntó cuándo Bailey volvió su atención al camino— ¿lo has pillado del desguace? —Sigues siendo tan impresentable —replicó Bailey, apretando su rodilla cruelmente—. Es mejor que tu coche.

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Dane se rio. —Verdad. —Bailey volvió la cabeza y sus miradas se encontraron otra vez—. ¿Dónde vamos? —A mi casa. —Bailey, tengo que estar en mi casa de acogida… — Dane comenzó a decir, pero le excitaba demasiado estar a solas con Bailey. —Relájate. Tu oficial de libertad condicional es mi oficial también. Ella va a venir a verme y le hablaré de ti más tarde, —respondió Bailey tranquilamente. Dane no habló de nuevo. Ni siquiera podía comenzar a poner todas sus justificaciones y todos sus sentimientos en palabras, pero sabía que tendría que hacerlo tarde o temprano. El piso de Bailey estaba en una vecindad de mala muerte y en un bloque del mismo estilo, pero dentro estaba todo limpísimo, amueblado con muebles baratos, pero con esmero, ni pizca de polvo ni suciedad. Se quitó los zapatos en la puerta y Dane hizo lo mismo, avergonzado por el agujero en el dedo del pie de su calcetín, antes de que Bailey cortésmente tomara el abrigo de Dane y le ofreciera sentarse en la sala de estar. Dane hizo lo que le dijo. Temblando de los nervios. —Bailey —dijo ansiosamente tan pronto como el otro el hombre volvió. —No tienes que decir nada, —Bailey era rápido en contestar. —Pero voy a hacerlo. —Dane se levantó—. No merezco que estés aquí para mi. ¿Después de lo que te hice, por qué haces esto? ¿Por qué no me has apartado de tu vida para siempre?

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Bailey se puso frente a él. —Porque todavía te amo. Porque he contado los días hasta que pudiéramos estar juntos otra vez y nunca perdí la esperanza. Nunca más. Dane se atragantó y los ojos se llenaron de lágrimas. —Jesús —dijo, con la voz rota—. Te amo, Bailey. Bailey lanzó sus brazos alrededor del cuello de Dane. Dane lo atrajo y sus bocas se encontraron en un sensible beso, dudoso, que se hizo más profundo rápidamente ante la pasión desesperada. Bailey maniobró a Dane atrás hacia el canapé y se hundieron allí juntos, abrazados. No fueron más allá de toques y besos. Ahora ya no estaban dentro de los límites furtivos de su celda y podrían hacer esto abiertamente, Dane tenía miedo de instigarle. No sólo eso, sino que habían pasado años desde que Bailey y él había sido íntimos. Se quedó tumbado de espaldas y sostuvo a Bailey cerca, la cabeza del otro hombre en su pecho, por lo que así podía Dane pasar los dedos a través de su sedoso pelo oscuro. Sus piernas enredadas, ambos excitados, pero sin hacer nada sobre ello. Dane comenzó a relajarse finalmente, recordando el primer día con Bailey tumbado contra él de esta manera. Presionó un beso en su frente y acarició el pelo quitándoselo de la cara suavemente. Bailey alzó la vista hacia él. —¿Estas bien? Dane asintió con la cabeza. —¿Tienes miedo de ser libre?

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Dane sonrió. —Parece que me conoces muy bien, ¿verdad? —Desde que te vi la primera vez, —confirmó Bailey con una sonrisa—. Y yo también tuve miedo. Salí y lloré en el autobús de camino a casa. Pero esto era principalmente porque te había dejado. Dane no dijo nada. Su mano se movió de arriba abajo por la espalda de Bailey, acariciándolo suavemente. Bailey deslizó su cuerpo, una pierna entre la de Dane, su cara sobre la de Dane. Presionó sus labios sobre el otro. Sus yemas de los dedos tocaron su mejilla. —No puedo creer que estés aquí. —Sus ojos relucieron lacrimosos. Dane tiró de Bailey acercándole más. Disfrutó de la sensación del peso de Bailey encima de él. —¿Estás realmente seguro de esto? —He estado seguro de esto durante cinco años, —dijo Bailey, apoyándose sobre un codo y mirando hacia abajo a Dane con sus intensos ojos oscuros—. No creí que tuviera que ir a la cárcel para encontrar a mi alma gemela, pero allí estabas. Valió la pena. Dane lo contempló con lágrimas surcando sus ojos y el corazón golpeándole con fuerza. —No quisiste decir eso, — dijo asombrado. —Por supuesto que sí. Haría todo esto otra vez. Lo que fuera por ti, Dane. Dane tragó saliva. Cuando habló otra vez, su voz era inestable. —Eres el ser humano más maravilloso que he conocido nunca, Bailey. Nunca habría sobrevivido en la cárcel sin ti.

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Bailey sonrió. Su mano acunó la cabeza de Dane suavemente. —Nos tuvimos el uno al otro allí. Ahora eso ha terminado y simplemente comienza nuestra vida. Un temblor recorrió la espina dorsal de Dane. Una vez había estado sentado en su celda de la cárcel revolcándose en su propia miseria y sus propios pecados, sin darse cuenta que, realmente, era el hombre más afortunado en el mundo. Tumbó a Bailey bajo él, enmarcando su cara con las manos mientras lo besaba. Sus labios se unieron tiernamente y el miedo de Dane se fue drenando despacio, para ser sustituido por la esperanza.

FIN

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Scarlet Blackwell - Y Así es el Amor

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