EDO, P. M., Evangelios sinópticos y Hechos de los Apóstoles, 2016

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Manuales ISCR Instituto Superior de Ciencias Religiosas Universidad de Navarra

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© 2016. Pablo M. Edo Ediciones Universidad de Navarra, S.A. (EUNSA) Campus Universitario • Universidad de Navarra • 31009 Pamplona • España Teléfono: +34 948 25 68 50 • www.eunsa.es • [email protected] ISBN: 978-84-313-3161-0 | Depósito legal: NA 1943-2016 Diseño cubierta: Pablo Cerezo Marín Imprime: Graphy Cems, Pol. Ind. San Miguel, 31132 Villatuerta (Navarra) Printed in Spain – Impreso en España

PABLO M. EDO

EVANGELIOS SINÓPTICOS Y HECHOS DE LOS APÓSTOLES

EDICIONES UNIVERSIDAD DE NAVARRA, S.A. PAMPLONA

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Colección Manuales del Instituto Superior de Ciencias Religiosas 1. Cada vez más personas se interesan por adquirir una formación filosófica y teológica seria y profunda que enriquezca la propia vida cristiana y ayude a vivir con coherencia la fe. Esta formación es la base para desarrollar un apostolado intenso y una amplia labor de evangelización en la cultura actual. Los intereses y motivaciones para estudiar la doctrina cristiana son variados: • Padres y madres que quieren enriquecer su propia vida cristiana y la de su familia, cuidando la formación cristiana de sus hijos. • Catequistas y formadores que quieren adquirir una buena preparación teológica para transmitirla a otros. • Futuros profesores de religión en la enseñanza escolar. • Profesionales de los más variados ámbitos (comunicación, economía, salud, empresa, educación, etc.) que necesitan una formación adecuada para dar respuesta cristiana a los problemas planteados en su propia vida laboral, social, familiar… o simplemente quienes sienten la necesidad de mejorar la propia formación cristiana con unos estudios profundos. 2. Existe una demanda cada vez mayor de material escrito para el estudio de disciplinas teológicas y filosóficas. En muchos casos la necesidad procede de personas que no pueden acudir a clases presenciales, y buscan un método de aprendizaje autónomo, o con la guía de un profesor. Estas personas requieren un material valioso por su contenido doctrinal y que, al mismo tiempo, esté bien preparado desde el punto de vista didáctico (en muchos casos para un estudio personal). Con el respaldo académico de la Universidad de Navarra, especialmente de sus Facultades Eclesiásticas (Teología, Filosofía y Derecho Canónico), la Facultad de Filosofía y Letras y la Facultad de Educación y Psicología, esta colección de manuales de estudio pretende

responder a esa necesidad de formación cristiana con alta calidad profesional. 3. Las características de esta colección son: • Claridad doctrinal, siguiendo las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia católica. • Exposición sistemática y profesional de las materias teológicas, filosóficas (y de otras ciencias). • Formato didáctico tratando de hacer asequible el estudio, muchas veces por cuenta propia, de los contenidos fundamentales de las materias. En esta línea aparecen en los textos algunos elementos didácticos tales como esquemas, introducciones, subrayados, clasificaciones, distinción entre contenidos fundamentales y ampliación, bibliografía adecuada, guía de estudio al final de cada tema, etc. José Manuel Fidalgo Alaiz José Luis Pastor Directores de la colección

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Formato didáctico Los manuales tienen un formato didáctico básico para facilitar tanto el eventual estudio del alumno por su cuenta, el autoestudio con preceptor / tutor, o la combinación de clases presenciales con profesor y estudio personal. Estas características didácticas son: 1. Se ha procurado simplificar los contenidos de la materia sin perder la calidad académica de los mismos. 2. Se simplifican los modos de expresión, buscando la claridad y la sencillez, pero sin perder la terminología teológica. Nos parece importante, desde un punto de vista formativo, adquirir el uso adecuado de los términos teológicos principales. 3. En el cuerpo del texto aparecen dos tipos de letra en función de la relevancia del contenido. Mientras que la letra grande significa contenidos básicos de la materia, la letra pequeña significa un contenido más explicativo de las ideas principales, más particular o más técnico. 4. El texto contiene términos o expresiones en formato negrita. Se pretende llamar la atención sobre un concepto clave a la hora del estudio personal. 5. Las enumeraciones y clasificaciones aparecen tipográficamente destacadas para facilitar la visualización rápida de los conceptos, su estudio y memorización. 6. Al principio de cada tema, inmediatamente después del título, aparece una síntesis de la idea principal a modo de presentación. 7. En cada tema se presentan varios recursos didácticos: • Un esquema o sumario de la lección (sirve de guion de estudio y memorización). • Un vocabulario de palabras y expresiones usadas en el desarrollo del tema. Sirve para enriquecer el propio bagaje de términos aca-

démicos y sirve también de autoexamen de la comprensión de los textos. • Una guía de estudio. Se trata de un conjunto de preguntas. El conocimiento de las respuestas garantiza una asimilación válida de los principales contenidos. • Textos para comentar. Pueden dar pie a lecturas formativas o a ejercicios (guiados por un profesor). 8. Se dispone al final de una bibliografía básica y sencilla de los principales documentos que pueden servir para ampliar el contenido de la materia.

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PRESENTACIÓN

Se conocen como evangelios sinópticos los que se atribuyen a Mateo, Marcos y Lucas. El término castellano «sinóptico» tiene su origen en la palabra griega sinopsis, que literalmente significa «visión de conjunto». Si ponemos en columnas paralelas los tres evangelios, con un golpe de vista o una visión de conjunto podemos ir descubriendo una estrecha relación entre los relatos, con numerosas semejanzas, a veces incluso literales. Además, los tres evangelios siguen un esquema narrativo muy similar y con mucha frecuencia cuentan los mismos episodios, con ciertas variaciones o matices. El evangelio según Juan, llamado también cuarto evangelio, cuenta muchos episodios que no relatan los otros tres y emplea con frecuencia un lenguaje diverso. Por eso suele estudiarse en una asignatura aparte. También estudiamos en esta asignatura el libro de los Hechos de los Apóstoles. Esto es así porque, como el prólogo de la obra indica, el evangelio de Lucas y Hechos tienen un mismo autor y forman cierta unidad literaria y temática querida por él. Este curso se divide en dos grandes bloques temáticos. Primero haremos una visión panorámica de introducción general a los libros (temas 1-5), donde repasaremos cómo se leen e interpretan los evangelios en la Iglesia; cuáles son los textos magisteriales más importantes sobre estos libros; cómo se formaron y se transmitieron los evangelios; en qué consiste la investigación crítica de los evangelios y qué métodos existen para su análisis científico; el marco histórico y literario de la vida de Jesús y en el que surgieron los evangelios; y las notas fundamentales que caracterizan cada escrito: autor, fecha, datación, destinatarios, aportaciones particulares. En un segundo momento, haremos un estudio

sistemático de los contenidos de los libros (temas 6-11). Estos otros temas han sido concebidos en gran parte como guías de lectura que ayuden al alumno a comprender mejor los libros. Los evangelios son probablemente los libros más investigados de la humanidad. Por eso el propósito principal de este curso es modesto: facilitar a los alumnos los conocimientos exegéticos básicos para continuar en el futuro el estudio y la meditación personal de los evangelios y del libro de los Hechos. El mejor consejo que se puede dar para abordar con éxito este curso es tener siempre a mano una buena edición católica del Nuevo Testamento y leer detenidamente cada uno de los libros que estudiamos. Todas las citas bíblicas que seguiremos en este curso están extraídas de la Sagrada Biblia editada por EUNSA y preparada por profesores de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra. Este manual se dedica especialmente a la memoria del profesor D. Gonzalo Aranda, sacerdote y maestro biblista prestigioso, que ha fallecido recientemente.

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LOS EVANGELIOS EN LA IGLESIA

TEMA

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«Entre todas las Escrituras, incluso del Nuevo Testamento, los Evangelios ocupan, con razón, el lugar preeminente, puesto que son el testimonio principal de la vida y doctrina del Verbo Encarnado, nuestro Salvador» como explica el Concilio Vaticano II (Dei Verbum, n. 18). No es extraño pues que durante dos mil años la Iglesia haya transmitido y ha estudiado con especial veneración los evangelios de los que es depositaria. Por eso en este primer tema vamos a repasar algunas ideas importantes del Magisterio de la Iglesia sobre los evangelios, sobre su excelencia dentro de la Biblia y sus características principales. También abordaremos cómo han sido recibidos los evangelios en la Tradición y, por contraste, por qué los llamados apócrifos quedaron fuera de la lista de libros sagrados. Por otro lado, explicaremos qué tipo de libros son los evangelios desde el punto de vista literario y cómo han de ser leídos e interpretados.

SUMARIO 1. EXCELENCIA DEL NUEVO TESTAMENTO Y DE LOS EVANGELIOS  •  2.  EVANGELIOS CANÓNICOS Y EVANGELIOS APÓCRIFOS  •  3.  NOTAS FUNDAMENTALES Y DISTINTIVAS DE LOS CUATRO EVANGELIOS  •  Origen apostólico • Recta doctrina • Aceptación en las iglesias • 4.  GÉNERO LITERARIO DE LOS CUATRO EVANGELIOS  •  El término «evangelio» • El género evangelio • Una definición sintética • 5.  CARACTERÍSTICAS DE LA INTERPRETACIÓN DE LOS EVANGELIOS EN LA IGLESIA  •  Confianza en las fuentes • Lectura y veneración litúrgica • Interpretación eclesial

1.  Excelencia del Nuevo Testamento y de los evangelios Como dice el Catecismo de la Iglesia Católica, n. 124, «la palabra de Dios, que es fuerza de Dios para la salvación del que cree, se encuentra y despliega su fuerza de modo privilegiado en el Nuevo Testamento (Dei Verbum, n. 17)». Los escritos del Nuevo Testamento nos ofrecen la verdad definitiva de la Revelación divina porque su objeto central es Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, sus obras, sus enseñanzas, su pasión y su glorificación, así como los comienzos de su Iglesia bajo la acción del Espíritu Santo (cf. Dei Verbum, n. 20). Por eso «el Evangelio cuadriforme ocupa en la Iglesia un lugar único; de ello dan testimonio la veneración de que lo rodea la liturgia y el atractivo incomparable que ha ejercido en todo tiempo sobre los santos» (CEC, n. 127).

2.  Evangelios canónicos y evangelios apócrifos La Iglesia llama evangelios canónicos a aquellos que transmiten auténticamente la tradición apostólica sobre la vida y la enseñanza de Jesús y además han entrado en el canon o lista de libros inspirados por Dios. Los evangelios canónicos son cuatro y solo cuatro: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Parece que al menos desde finales del siglo ii (Ireneo de Lyon, Adv. Haer. 3.11.8-9) la Iglesia tuvo por canónicos de forma cada vez más generalizada estos cuatro evangelios y así lo propuso como dogma de fe cuando definió la lista definitiva de libros inspirados y canónicos en el Concilio de Trento (1545-1563 d. C.). Los evangelios apócrifos son los que la Iglesia no aceptó como auténtica tradición apostólica y no entraron en el canon. El término apo-criphus quiere decir en griego oculto o secreto. Un libro apócrifo era el reservado a un grupo que lo conocía y podría entenderlo. Con frecuencia estos libros secretos o apócrifos resultaban ser inauténticos, es decir, atribuidos falsamente a algún apóstol, e incluso podían ser heréticos. Los apócrifos no suelen tener el mismo esquema que los evangelios canónicos, sino que suelen llenar huecos narrativos que han dejado estos, o desarrollan partes concretas de la tradición canónica. Un dato interesante es que, si empezó a haber evangelios llamados secretos, es porque había evangelios públicos antes. Orígenes decía a mediados del siglo iii que la Iglesia tenía cuatro evangelios pero «los herejes, muchos» (Hom. in Luc. 1, 2).

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3.  Notas fundamentales y distintivas de los cuatro evangelios La Iglesia afirma que su decisión de aceptar los cuatro evangelios canónicos y rechazar los demás no fue arbitraria. Los cuatro evangelios coincidían en tres notas fundamentales que solo ellos poseían: 3.1.  Origen apostólico «La Iglesia siempre ha defendido y defiende que los cuatro Evangelios tienen origen apostólico» (Dei Verbum, n. 19), es decir, que los cuatro evangelios contienen la predicación apostólica y autorizada sobre Jesús. Dicho de otro modo, a pesar del complejo proceso de formación de los evangelios y las distintas etapas de formación (cf. Tema 2.1 y 2.2), para la Iglesia era y es fundamental la continuidad entre el mensaje de Jesús y el mensaje apostólico, y entre el mensaje apostólico y el mensaje de los evangelios. La importancia que tiene el origen apostólico de los evangelios se verifica también por el hecho de que los movimientos heterodoxos a partir de finales del siglo ii trataron de prestigiar sus escritos dándoles precisamente un supuesto origen apostólico. Esto es así porque dicho origen apostólico es lo que hacía que los evangelios se valorasen y transmitiesen. Así por ejemplo el Evangelio de Pedro, que circuló en Rosos (Antioquía, Siria) a finales del siglo ii, fue rechazado por el obispo Serapión porque estaba atribuido a Pedro de forma ilegítima, y además porque contenía añadidos a la recta doctrina (cf. Eusebio, Historia eclesiástica 6, 12). 3.2.  Recta doctrina Otra nota común a los cuatro evangelios era el de la recta doctrina, acorde con el sensus fidelium: es decir, que el escrito no contenía nada contrario a la fe ortodoxa, sobre todo en lo concerniente a la Encarnación, la Pasión y la Resurrección. Los cuatro evangelios fueron intentos acertados y adecuados de ordenar la narración de los dichos y hechos de Jesús tal como fueron transmitidos por los apóstoles que fueron sus testigos elegidos por Jesús. 3.3.  Aceptación en las iglesias Los escritos de origen apostólico y recta doctrina eran aceptados y leídos sistemáticamente en todas las iglesias. Tenían un germen universal. El origen

apostólico y la dimensión universal eran tan importantes que la Iglesia aceptó incluso el cuarto evangelio, un escrito muy distinto a los otros tres, porque se sabía que provenía del discípulo amado.

4.  Género literario de los cuatro evangelios Desde el punto de vista literario, ¿cuál sería la definición más adecuada para los evangelios? La cuestión es importante porque definir el género literario de los evangelios determina cómo hay que leerlos e interpretarlos. 4.1.  El término «evangelio» Un primer paso es definir la palabra griega que se empleó, al menos desde el siglo ii, para referirse a los cuatro libros canónicos. En el griego antiguo, el sustantivo singular euaggelion significaba el premio concedido al mensajero que portaba buenas noticias (euaggelia), sobre todo en el ámbito militar. Con frecuencia estas buenas noticias adquirían un tinte religioso y se relacionaban con una salvación peculiar, que viene de lo alto, personificada en el emperador o el rey: su nacimiento, sus victorias y su presencia debían celebrarse como una buena nueva (euaggelion) para todos (cf. Tema 4.6). La versión hebrea de la Biblia (TM: texto masorético) usa el verbo bisher, con el sentido de «anunciar buenas noticias». Y la versión griega de la Biblia (LXX: traducción de los Setenta) empleó la forma verbal «evangelizar» para traducir el verbo hebreo bisher. En el Antiguo Testamento, sobre todo se evangeliza el mensaje de salvación de Dios: Sal 96, 2; 68, 12; Jl 3, 5. Las buenas noticias (euaggelia) en estos textos se relacionan con la acción de Dios que permite una victoria (2 S 18, 27 ss.), con su poder (Is 40, 9), su salvación y reinado (Is 52, 7). En el Nuevo Testamento, el término euaggelion aparece más de 75 veces, la mayoría en Pablo. En los evangelios, el mensajero de buenas noticias es Jesús, que se convierte además en el contenido mismo del mensaje: la salvación para el pueblo, la que buscan todos los pueblos, es Cristo. De aquí que existiera el evangelio que anunciaba Jesús y a la vez el evangelio sobre Jesús. El mensaje de salvación se vincula, por tanto, a Jesús mismo, a lo que él hizo y dijo. Por eso Marcos 1, 1 inicia su libro diciendo: «Comienzo del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios». Es decir, comienzo del evangelio sobre Jesús y anunciado por Él mismo.

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4.2.  El género evangelio Definir adecuadamente a los evangelios no es fácil. Los cuatro evangelios tienen un rasgo literario común: son relatos, narraciones (diégesis en griego; así es como Lucas 1, 1 llama a su escrito). Estas cuatro narraciones comparten un esquema similar de relato, resumido en el discurso de Pedro en Hechos 10, 37-43: ministerio en Galilea con numerosos dichos y hechos de Jesús, viaje final a Jerusalén, y un largo relato de la pasión, resurrección, apariciones y envío misionero. A pesar de estas notas comunes, la Iglesia primitiva no llamó a estos escritos «relatos». Por otro lado, los evangelios cuentan la vida de Jesús con elementos literarios de la época, pero no son meras crónicas, ni se ajustan del todo al patrón de las biografías antiguas. Los evangelios contienen también parábolas, como la del buen samaritano o el hijo pródigo; pero no son novelas o fábulas morales. Además, los cuatro evangelios conservan un sustrato de proclamación oral cristalizada en pequeñas formas literarias dispuestas con orden. Pero tampoco son manuales de predicación o meras antologías de dichos. Los evangelios también aglutinan tradiciones sobre Jesús. Algunos Padres de la Iglesia hablan de «memorias» o «recuerdos» de los apóstoles (así Justino, Apol. 1, 67). Esto revela el carácter de testimonio que tenían los evangelios para la Iglesia. Pero en esta labor de transmisión, cada evangelista ha dispuesto el testimonio apostólico de una forma propia, subrayando algunos rasgos teológicos. 4.3.  Una definición sintética Como se ve, no es fácil determinar el género literario de los evangelios, porque estos libros son muchas cosas a la vez. En resumen, puede decirse que los evangelios son transmisiones autorizadas y fiables del único Evangelio de Jesucristo. Desde el inicio del cristianismo, los cuatro escritos canónicos fueron llamados «evangelios» porque contenían fielmente el mensaje de Jesús y sobre Jesús: el Evangelio.

5.  Características de la interpretación de los evangelios en la Iglesia Desde los primeros siglos del cristianismo, la interpretación de los evangelios tiene varias características permanentes: 5.1.  Confianza en las fuentes Para la primitiva Iglesia era autoritativo y normativo el único Evangelio de Jesucristo: sus dichos y hechos. Los evangelios pasaron a ser también autoritativos y normativos porque transmitían fielmente lo que Jesús dijo e hizo, en las cuatro versiones que tenían auténtico origen apostólico y recta doctrina. Esta confianza es la que expresa Dei Verbum, n. 19: «La Santa Madre Iglesia firme y constantemente ha mantenido y mantiene que los cuatro referidos Evangelios, cuya historicidad afirma sin vacilar, comunican fielmente lo que Jesús Hijo de Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó realmente para la salvación de ellos».

En definitiva, y como ya hemos señalado en este tema, la Iglesia tenía confianza en los evangelios: estos proporcionaban auténtico acceso a Jesús, aunque fuera un acceso parcial debido a las limitaciones propias del lenguaje humano escrito y necesitado de interpretación. Por eso, la Iglesia explica al mismo tiempo que no se puede tratar el texto como «si hubiera sido dictado palabra por palabra por el Espíritu, sin llegar a «reconocer que la Palabra de Dios ha sido formulada en un lenguaje y en una fraseología condicionadas por una u otra época determinada», y «sin ignorar por tanto, la mediación humana del texto inspirado y sus géneros literarios» (Exhortación Verbum Domini, n. 44), que conviene estudiar y conocer bien (cf. Tema 3.3). Por tanto, como expresa la Verbum Domini, n. 54, «la íntima unidad entre Palabra y Eucaristía está arraigada en el testimonio bíblico (cf. Jn 6; Lc 24), confirmada por los Padres de la Iglesia y reafirmada por el Concilio Vaticano II». 5.2.  Lectura y veneración litúrgica Justino testimoniaba una práctica habitual en la Iglesia desde sus orígenes: la lectura litúrgica de los evangelios precisamente durante la celebración eucarística:

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«El día que se llama del sol [el domingo] se celebra una reunión de todos los que habitan en la ciudad y en los campos, y allí se leen, en cuanto el tiempo lo permite, los recuerdos de los apóstoles o los escritos de los profetas» (Apol. 1, 67). Un poco antes, Justino identifica los recuerdos con los evangelios: «los apóstoles, en los recuerdos por ellos escritos, que se llaman evangelios, nos transmitieron…» (Apol. 1, 65).

Por tanto, «la Iglesia siempre ha sido consciente de que, en el acto litúrgico, la Palabra de Dios va acompañada por la íntima acción del Espíritu Santo, que la hace operante en el corazón de los fieles» (Verbum Domini, n. 52). La Eucaristía consta de dos partes: liturgia de la palabra y liturgia eucarística. En ambas los evangelios ocupan un lugar preeminente. Por tanto, como expresa la Verbum Domini, n. 54, «la íntima unidad entre Palabra y Eucaristía está arraigada en el testimonio bíblico (cf. Jn 6; Lc 24), confirmada por los Padres de la Iglesia y reafirmada por el Concilio Vaticano II». Por otro lado, toda la Tradición de la Iglesia ha comprendido la necesidad de la lectura y la meditación de la Sagrada Escritura y, en especial, de los evangelios. Hasta el punto de que «la Iglesia ha venerado siempre las divinas Escrituras como venera también el Cuerpo del Señor. No cesa de presentar a los fieles el Pan de vida que se distribuye en la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo (cf. DV 21)» (CEC, n. 103). Como decía Jerónimo, «desconocer la Escrituras es desconocer a Cristo» (Comentario a Isaías, Prólogo). 5.3.  Interpretación eclesial Como explica el Concilio Vaticano II en la Constitución dogmática Dei Verbum en los números 7-10: «Cristo nuestro Señor, plenitud de la revelación, mandó a los Apóstoles predicar a todos los hombres el Evangelio como fuente de toda verdad salvadora y de toda norma de conducta, comunicándoles así los bienes divinos: el Evangelio prometido por los profetas, que Él mismo cumplió y promulgó con su boca». Y «para que del Evangelio se conservara constantemente íntegro y vivo en la Iglesia, los Apóstoles dejaron como sucesores suyos a los Obispos». «Así, pues, la predicación apostólica, que está expuesta de un modo especial en los libros inspirados, debía conservarse hasta el fin de los tiempos por una sucesión continua» […]. «Lo que enseñaron los Apóstoles encierra todo lo necesario para que el Pueblo de Dios viva santamente y aumente su fe, y de esta forma la Iglesia, en su doctrina,

en su vida y en su culto perpetúa y transmite a todas las generaciones todo lo que ella es, todo lo que cree». «A esto es a lo que el Concilio llama Tradición. Esta Tradición, que deriva de los Apóstoles, progresa en la Iglesia con la asistencia del Espíritu Santo».

Sin alguien que reciba el anuncio, no habría Revelación. Y como la Iglesia es el sujeto primordial al que se dirige la Revelación, por eso la interpretación auténtica de la Escritura corresponde al Magisterio, que no está por encima de la palabra de Dios sino a su servicio. Tradición, Escritura y Magisterio son tres realidades que están íntimamente ligadas entre sí; no puede subsistir la una sin las otras. Y mediante ellas se transmite la Revelación divina. Utilizando un símil informático, si los evangelios fueran archivos, lo más conveniente para su correcta lectura sería abrirlos con el programa que los creó. Como los evangelios surgen en la tradición oral de la Iglesia, es lógico leerlos e interpretarlos en la Iglesia.

Ejercicio 1.  Vocabulario Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas: •  Canónico

•  Historicidad

•  Apócrifo

•  Interpretación eclesial

•  Sensus fidelium

•  Revelación

•  Evangelion

Ejercicio 2.  Guía de estudio Contesta a las siguientes preguntas: 1. ¿La Iglesia tiene cuatro evangelios o uno? 2. ¿Qué significa que los evangelios tienen origen apostólico? 3. ¿Qué quiere decir que la Iglesia tiene confianza en los evangelios?

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Ejercicio 3.  Comentario de texto Lee el siguiente texto y haz un comentario personal utilizando los contenidos aprendidos: Si la exégesis quiere ser también teología, debe reconocer que la fe de la Iglesia es esa forma de «sim-patía» sin la cual la Biblia permanece como un libro sellado: la Tradición no cierra el acceso a la Escritura, sino que más bien lo abre; por otro lado, corresponde a la Iglesia, en sus organismos institucionales, la palabra decisiva en la interpretación de la Escritura. Es la Iglesia, de hecho, a quien se le ha confiado el oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios escrita y transmitida, ejerciendo su autoridad en el nombre de Jesucristo. Benedicto XVI, Discurso a los profesores, estudiantes y personal del Pontificio Instituto Bíblico, en el centenario de su fundación, Ciudad del Vaticano, 26 de octubre de 2009.

LA FORMACIÓN Y TRANSMISIÓN DE LOS EVANGELIOS

TEMA

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Nos dice el Concilio Vaticano II que «lo que los Apóstoles predicaron por mandato de Cristo, luego, bajo la inspiración del Espíritu Santo, ellos y los varones apostólicos nos lo transmitieron por escrito» (Dei Verbum, n. 18). También el Catecismo de la Iglesia Católica, n. 96 señala que «lo que Cristo confió a los Apóstoles, éstos lo transmitieron por su predicación y por escrito, bajo la inspiración del Espíritu Santo, a todas las generaciones hasta el retorno glorioso de Cristo». En este tema abordamos precisamente la importante cuestión de cómo se llevó a cabo la puesta por escrito de los evangelios y cómo se transmitieron desde los orígenes del cristianismo a todas las gentes. Conocer mejor este proceso es importante para comprender adecuadamente el mensaje de los evangelios.

SUMARIO 1. LAS TRES FASES DE COMPOSICIÓN DE LOS EVANGELIOS  •  2. LA CUESTIÓN SINÓPTICA  •  Diferencias • Semejanzas • Prioridad de Marcos • Tipos de material en los evangelios sinópticos • La Fuente Q • Multiplicidad de hipótesis • Conclusión • 3.  LA TRANSMISIÓN DE LOS EVANGELIOS EN LOS INICIOS DEL CRISTIANISMO  •  Evangelio según… • Los dichos y hechos de Jesús • Transmisión muy cuidada • Primeras citas de los evangelios

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1.  Las tres fases de composición de los evangelios El proceso de formación de los evangelios duró décadas y fue complejo. Así se deduce, por ejemplo, del prólogo de Lucas a su evangelio: «… muchos han intentado poner en orden la narración de las cosas que se han cumplido entre nosotros, conforme nos las transmitieron quienes desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra» (Lc 1, 1-2). El Catecismo de la Iglesia Católica, n. 126 explica que en la formación de los evangelios se pueden distinguir tres etapas, tal como señaló la Constitución dogmática Dei Verbum, n. 19: 1. La vida y la enseñanza de Jesús. La Iglesia mantiene firmemente que los cuatro evangelios, «cuya historicidad afirma sin vacilar, comunican fielmente lo que Jesús, Hijo de Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó realmente para la salvación de ellos, hasta el día en que fue levantado al cielo». 2. La tradición oral. «Los apóstoles ciertamente después de la ascensión del Señor predicaron a sus oyentes lo que Él había dicho y obrado, con aquella crecida inteligencia de que ellos gozaban, instruidos y guiados por los acontecimientos gloriosos de Cristo y por la luz del Espíritu de verdad». 3. Los evangelios escritos. «Los autores sagrados escribieron los cuatro evangelios escogiendo algunas cosas de las muchas que ya se transmitían de palabra o por escrito, sintetizando otras, o explicándolas atendiendo a la situación de las Iglesias, conservando por fin la forma de proclamación, de manera que siempre nos comunicaban la verdad sincera acerca de Jesús». Estas tres fases de composición no se deben confundir o solapar: • en primer lugar, la vida de Jesús debió de estar llena de encuentros y diálogos con muchos personajes, así como numerosos discursos pronunciados en distintos lugares, con previsibles repeticiones, variaciones y acentos, hasta el punto de que su vida se hizo inabarcable en un solo relato, como dan a entender los mismos evangelistas (Mt 4, 23; Mc 9, 35; Lc 13, 22; Jn 20, 30; 21, 25); • en segundo lugar, de acuerdo al mandato misionero de Jesús «id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda criatura» (Mc 16, 15), también la predicación oral de los apóstoles pudo ser muy variada y rica, pronunciada en numerosos lugares, para muchos tipos de personas y ambientes como refleja sobre todo el libro de los Hechos. Este fenómeno dio lugar a mane-

ras apostólicas de decir y narrar que cristalizaban con autoridad en formas de predicación que después se transmitían. Lo que Jesús dijo e hizo no era fácil de interpretar: «Lo que yo hago no lo entiendes ahora –respondió Jesús–. Lo comprenderás más tarde» (Jn 13, 7). Después de la resurrección y del día de Pentecostés empezó la predicación apostólica autorizada e inspirada de los hechos y dichos de Jesús; • por último, en la puesta por escrito destacan tres acciones de los autores:

– «Escoger»: antes de la redacción de los evangelios existían fuentes previas de «palabra o por escrito»; por eso los evangelios recogen solo «algunas cosas de las muchas que ya se trasmitían».



– «Sintetizar»: algunos sucesos y dichos de la vida de Jesús que se transmitían serían muy extensos de contar por escrito o muy similares entre sí; por eso se resumieron o sintetizaron; quizá por temas o localización geográfica o temporal: lo que Jesús dijo sobre la familia, en este lugar, en la última semana, etc.



– «Explicar»: a medida que la predicación se extiende a nuevos lugares y se abre al mundo gentil, sería necesario explicar cosas importantes de la vida de Jesús «según la condición de las Iglesias», para que fuera comprendido por todos. El mensaje del evangelio se desprendió de los elementos más locales y adoptó los más universales.

• En resumen, los autores sagrados transformaron en soporte escrito la variadísima predicación oral apostólica de los numerosos hechos y dichos de Jesús. • El párrafo de la Dei Verbum distingue también dos tipos de autores cuando describe el origen apostólico de lo que escribieron:

– Autor testigo: «… sacándolo de su memoria o recuerdos» (Mateo y Juan).



– Autor intérprete autorizado de un testigo: «… sacándolo del testimonio de los que fueron desde el principio testigos y ministros de la palabra» (Marcos y Lucas).

• También se aclara que la labor redaccional de los cuatro evangelios tenía dos características fundamentales:

– mantenía «la forma de proclamación», es decir, que se recogían los dichos y hechos de Jesús manteniendo las formas apostólicas de predicarlos;



– «siempre» comunicaban «la verdad sincera acerca de Jesús».

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• Esta última característica requiere un análisis detenido. La Iglesia «afirma sin vacilar» la historicidad de los evangelios. Para subrayar dicha historicidad, el párrafo conciliar es insistente cuando defiende una continuidad entre el Jesús real y el Jesús de los evangelios:

– los evangelios «transmiten fielmente» lo que hizo y dijo Jesús;



– los evangelios comunican «la verdad sincera acerca de Jesús»;



– los evangelios se escribieron «para que conozcamos la verdad de las palabras que nos enseñan»;



– esto es lo que la «Iglesia firme y constantemente ha mantenido y mantiene».

2.  La cuestión sinóptica Para entender el proceso de formación de los evangelios es importante también conocer a fondo la llamada cuestión sinóptica o problema sinóptico que está en el trasfondo del número 19 de la Dei Verbum que hemos estudiado en el punto anterior. Como decíamos en la presentación de la asignatura, en el mundo de la exégesis bíblica se llama sinópticos a los evangelios según Mateo, Marcos y Lucas. Si ponemos en tres columnas el texto de los tres evangelios, con una «visión de conjunto» (synopsis) podemos descubrir un fuerte paralelismo entre los relatos, con numerosas semejanzas, a veces incluso literales. Al mismo tiempo, podemos evidenciar ciertas variaciones o claras diferencias (ver Cuadro). En el cuadro se señala en tonos distintos lo que es propio de cada evangelista o es común a todos. Como se puede ver, entre Mateo, Marcos y Lucas hay unas semejanzas y unas diferencias que suponen una relación particular entre ellos. La cuestión es aclarar cuál es esa relación particular. Esta es pues la cuestión sinóptica: el estudio del tipo de relación que existe entre los evangelios según Mateo, Marcos y Lucas. Como ya hemos señalado en la presentación, el cuarto evangelio o evangelio según Juan cuenta muchos episodios que no relatan los otros tres y emplea con frecuencia un lenguaje diverso. Por eso suele estudiarse aparte.

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EJEMPLO SINÓPTICO EL BAUTISMO DE JESÚS EN EL JORDÁN Mt 3, 13-17

Mc 1, 9-11

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Entonces vino Jesús al Jordán desde Galilea, para ser bautizado por Juan.

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y fue bautizado por Juan en el 10 Jordán. Y nada más salir del agua vio los cielos abiertos y al Espíritu que, en forma de palo11 ma, descendía sobre él; y se oyó una voz desde los cielos: «Tú eres mi Hijo, el amado, en ti me he complacido».

Pero éste se resistía diciendo: «Soy yo quien necesita ser bautizado 15 por ti, ¿y vienes tú a mí?» Jesús le respondió: «Déjame ahora, así es como debemos cumplir nosotros toda justicia». Entonces Juan se lo permitió. 16

Inmediatamente después de ser bautizado, Jesús salió del agua; y entonces se le abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios que descendía en forma de paloma y ve17 nía sobre él. Y una voz desde los cielos dijo: «Éste es mi Hijo, el amado, en quien me he complacido».

Y sucedió que en aquellos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea,

Lc 3, 21-22 21

Se estaba bautizando todo el pueblo.

Y cuando Jesús fue bautizado, mientras estaba en oración, se 22 abrió el cielo y bajó el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como una paloma. Y se oyó una voz que venía del cielo: «Tú eres mi Hijo, el Amado, en ti me he complacido».

2.1. Diferencias La cuestión sinóptica estudia entre otras cosas las diferencias entre los evangelios. En efecto, cuando se comparan entre sí, los tres sinópticos presentan numerosas divergencias. • Por ejemplo:

– material colocado en otro orden: Lc 4, 16-20; Mt 13, 53-58; Mc 6, 1-6;



– material formulado de otra manera: Mt 25, 14-30 y Lc 19, 11-27;



– material propio que no tienen los otros evangelios: Mc 7, 32-35; Mt 25; Lc 15.

También se detectan entre los tres evangelios aparentes discordancias: • P  or ejemplo, cuando los discípulos preguntan por qué no han podido expulsar un demonio:

24



– en Mateo 17, 20 Jesús responde: «Por vuestra poca fe»,



– pero en Marcos 9, 29 dice: «Esta raza no puede ser expulsada por ningún medio, sino con la oración».



– Lucas simplemente omite el diálogo.

• Otro ejemplo es el diálogo de Jesús con un escriba:

– en Marcos 12, 28-34, es un hombre sensato;



– pero en Mateo 22, 34-40 busca tentar a Jesús;



– en Lucas 10, 25-37 la conversación cambia de contexto y Jesús narra la parábola del buen samaritano.

Las aparentes divergencias son tan claras que ya san Agustín escribió su obra De consensu evangelistarum (circa 402 d. C.) con el propósito de resolverlas. Como ya hemos señalado, los evangelios recogen la predicación de la vida de Jesús. Ambos estadios, vida y predicación, debieron de ser muy variados y con muchos casos muy parecidos entre sí. Además, para poner por escrito la predicación de los episodios cada evangelista subrayó algunos aspectos y omitió otros. Este proceso de formación podría explicar muchas de las divergencias entre los evangelios. Por ejemplo, es lógico suponer que más de un escriba acudió a Jesús para preguntarle algo y que luego los apóstoles predicaron estos diálogos sin rigor cronológico o de identidad de cada personaje. 2.2. Semejanzas A pesar de las diferencias existentes, las semejanzas y coincidencias entre Mateo, Marcos y Lucas son muy abundantes también. Por ejemplo: • Los tres relatos comparten el mismo esquema narrativo general:

– Bautismo y tentaciones: Mc 1, 1-13; Mt 3, 1-4, 11; Lc 3, 1-4, 13.



– Ministerio en Galilea: Mc 1, 14-9, 50; Mt 4, 12-18, 35; Lc 4, 14-9, 50.



– Camino a Jerusalén: Mc 10, 1-56; Mt 19, 1-20, 34; Lc 9, 51-18, 43.



– Pasión y Resurrección: Mc 11-16; Mt 21-28; Lc 19-24.

• T  ambién los tres evangelios encadenan igual la secuencia de muchos episodios: por ejemplo, Mc 2, 1-22; Mt 9, 1-17; Lc 5, 17-39: paralítico, recaudador, banquete y cuestión del ayuno.

• L  os tres comparten muchas expresiones e incluso frases enteras (Mt 9, 2; Mc 2, 5; Lc 5, 20); • L  os tres usan términos griegos poco habituales como remiendo, migaja, pececillo (cf. Mc 2, 21; 7, 28; 8, 7 y paralelos). Las numerosas semejanzas entre los tres evangelios nos llevan a plantearnos qué tradiciones tenían en común; si cada evangelista conocía la obra de los otros; si alguno copió a los otros o influyó en ellos. 2.3.  Prioridad de Marcos Cuando se comparan los tres evangelios completos en una sinopsis por columnas hay un hecho que salta a la vista con facilidad: Mateo y Lucas tienen casi todo el material de Marcos, que es un evangelio mucho más breve. Algunos autores desde san Agustín piensan que Marcos fue una síntesis: bien una síntesis de Mateo que luego Lucas usó, o bien una síntesis más breve y sencilla de Mateo y Lucas a la vez. Esta última es la opinión de J. J. Griesbach (1745-1812) o W. R. Farmer (1921-2000). Sin embargo, contra esta hipótesis se verifica con frecuencia que Mateo y Lucas parecen conocer Marcos, pero no al revés. Por eso muchos autores postulan la hipótesis de la prioridad de Marcos. Veamos un ejemplo paradigmático: la descripción del endemoniado de Gerasa. • Marcos 5, 1-5 inicia su relato así: «… vino a su encuentro desde los sepulcros un hombre poseído por un espíritu impuro, que vivía en los sepulcros y nadie podía tenerlo sujeto ni siquiera con cadenas; porque había estado muchas veces atado con grilletes y cadenas, y había roto las cadenas y deshecho los grilletes, y nadie podía dominarlo. Y se pasaba las noches enteras y los días por los sepulcros y por los montes, gritando e hiriéndose con piedras».

• S i nos fijamos en los términos subrayados, se evidencia que el relato de Marcos es tan espontáneo y vivo como precipitado y redundante: en una breve introducción al episodio de la expulsión del demonio, Marcos se refiere dos veces a los grilletes y hasta tres veces a las cadenas y a los sepulcros. Desde el punto de vista literario, la descripción del endemoniado podía ser de mejor calidad y más sintética.

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• E  so es precisamente lo que encontramos en Lucas 8, 26 ss., que con muchas menos palabras (53 frente a 72), resume lo que dice Marcos e incluso añade más información: «… vino a su encuentro un hombre de la ciudad endemoniado. Desde hacía mucho tiempo no llevaba ropa, ni habitaba en casas sino en los sepulcros; muchas veces se apoderaba de él, y aunque le sujetaban con cadenas y le ponían grillos para custodiarle, rotas las ataduras, era impulsado por el demonio al desierto».

• M  ateo 8, 28 por su parte abrevia hasta el extremo el relato y habla de dos endemoniados en vez de uno: «… vinieron a su encuentro dos endemoniados, que salían de los sepulcros, tan furiosos que nadie podía transitar por aquel camino».

• E  n resumen: parece que el relato de Marcos recoge un recuerdo oral, pues contiene una narración que mantiene el registro propio del discurso hablado (según la tradición, Marcos fue intérprete de Pedro: cf. Tema 5.1). En cambio, todo hace pensar que Lucas y Mateo arreglan literariamente un escrito previo: eventualmente el de Marcos. Esta probable prioridad de Marcos corregido por Mateo y Lucas se verifica con frecuencia al comparar pasajes comunes. • P  or ejemplo, en Marcos 1, 32 se emplean dos expresiones temporales que dicen lo mismo: «Al atardecer, cuando se había puesto el sol, comenzaron a llevarle a todos los enfermos y a los endemoniados…».

• Mateo suprime una de las indicaciones temporales: «Al atardecer, le trajeron muchos endemoniados…» (8, 16).

• Mientras tanto, Lucas 4, 40 usa la otra expresión que aparecía en Marcos: «Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos…».

Mateo y Lucas han sintetizado y mejorado la redacción de Marcos. Pero cada evangelista lo ha hecho a su manera y por razones que veremos al estudiarlos (cf. Tema 5). 2.4.  Tipos de material en los evangelios sinópticos Para comprender mejor la relación entre los evangelios sinópticos puede verse el siguiente cuadro con un esquema aproximativo basado en el que elaboró A. M. Honoré, en 1968.

Como se ve en el Cuadro, casi todo Marcos (608 versículos de 661) ha quedado incluido entre Mateo y Lucas, que casi le doblan en extensión (Mt: 1068 versícu­los y Lc: 1149). • Se llama material de triple tradición al que se encuentra en los tres evangelios. Todas las fiestas litúrgicas del Misal Romano que tienen evangelio propio según ciclo A, B o C, emplean siempre material de triple tradición: el bautismo de Jesús en el Jordán, la Transfiguración, la confesión de Pedro, numerosos relatos de milagros, etc. • Suele llamarse material de doble tradición al que tienen en común Mateo y Lucas y que no está en Marcos (ver punto 2.5: «La Fuente Q»). ESQUEMA DE LA RELACIÓN ENTRE LOS EVANGELIOS SINÓPTICOS

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También existe material propio de cada evangelista que no se encuentra en ningún otro. El material propio de Marcos es muy escaso. Esto también favorece la hipótesis de que Mateo y Lucas conocieron Marcos y lo incorporaron todo a sus propios evangelios. El poco material de Marcos que Mateo y Lucas excluyeron suele ser el que parece chocante para el lector: por ejemplo, la mención a los parientes de Jesús que se lo quieren llevar por loco (Mc 3, 20-21), la curación del sordomudo en la que Jesús emplea saliva (Mc 7, 31-37) o el joven que escapa desnudo en Getsemaní (Mc 14, 51-52). Por su parte, Mateo y Lucas tienen mucho material propio. En Mateo, por ejemplo, el relato de la infancia (1-2), la parábola de las diez vírgenes (25, 1-13), el discurso del juicio final (25, 31-46), la muerte de Judas (27, 3-10). En el caso de Lucas: el relato de la infancia (1-2), el largo pasaje de las parábolas de la misericordia y otras enseñanzas (15, 8-16, 15), etc.

Basado en R. C. Newman, IBRI.

2.5. La Fuente Q Mateo y Lucas contienen muchos dichos de Jesús que no están en Marcos y que coinciden literalmente en ambos evangelios. Pero, a la vez, hay mucho material propio de Mateo que Lucas no añade y al revés, como si ambos evangelistas no hubiesen conocido la obra del otro. Por eso se piensa que pudo

existir una colección de dichos de Jesús a la que Mateo y Lucas tuvieron acceso por su cuenta. En 1890, J. Weiss llamó a esta posible colección Q, por la primera letra del término alemán Quelle, «fuente». Muchos autores piensan que esta posible Fuente Q con dichos de Jesús estaría escrita en griego, porque cuando estos dichos aparecen en Mateo y Lucas lo hacen con frecuencia literalmente igual, como si ambos evangelistas se limitaran a copiar un texto previo. Ninguno de estos dichos aparece en Marcos. La Fuente Q es una hipótesis plausible y razonable. No obstante, la fuente como tal nunca se ha encontrado y hay que deducirla de los propios evangelios de Mateo y Lucas. Es posible, de hecho, que uno de los evangelistas copiara al otro solo los dichos de Jesús pero por alguna razón no incorporara el resto del material. Quizá la Fuente Q no era otra cosa que el evangelio de Mateo en hebreo del que habla la tradición (cf. Tema 5.2). 2.6.  Multiplicidad de hipótesis Como se ve, el problema sinóptico no es fácil de resolver y ha dado lugar a numerosas hipótesis sobre la formación de cada evangelio y la eventual influencia mutua. • M  uchos autores consideran posibles estadios intermedios del material empleado por los evangelistas. La hipótesis más sencilla sería la de la Doble Fuente: a partir de dos escritos primigenios, es decir, Marcos y Q, se construyeron Mateo y Lucas. • S in embargo, como Mateo y Lucas tienen material propio, debieron de tener acceso exclusivo a otras fuentes cuyo origen se intenta descubrir. • P  or otro lado, parte del material común a Mateo y Lucas presenta variaciones significativas (cf. p. ej., Las bienaventuranzas: Mt 5, 3-12 y Lc 6, 20-26; o la llamada a dos discípulos en Mt 8, 18-22 que en Lc 9, 57-62 son tres). Quizá había copias distintas de este material y Mateo y Lucas tuvieron acceso propio a distintas versiones. • E  s posible que Lucas conociera Marcos y Mateo e hiciera una nueva versión para gentiles. • A  lgunos postulan diversas hipótesis sobre materiales previos a Lucas y Mateo: protolucas, protomateo, etc. o capas redaccionales anteriores a la versión final de cada evangelio.

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2.7. Conclusión Las respuestas e hipótesis para explicar de manera pormenorizada cómo se formaron los evangelios se multiplican y ninguna parece desbancar definitivamente a las demás. Por eso, a pesar del interés evidente que tiene la cuestión sinóptica y el intento de esclarecer el proceso de formación e influencia mutua de los evangelios para comprenderlos mejor, conviene señalar también que la Iglesia los leyó y los transmitió «terminados» y no en proceso o por capas. Es la versión final de los libros, la misma que nos ha llegado a nosotros, la que entró en el canon de libros inspirados del Nuevo Testamento.

3.  La transmisión de los evangelios en los inicios del cristianismo 3.1.  Evangelio según… La Iglesia empezó a titular muy pronto los evangelios con la expresión griega Euaggelion kata… «Evangelio según…» Mateo, Marcos, Lucas o Juan. De este hecho se deducen dos cosas: • P  rimero, la expresión «evangelio según» significa que la buena noticia predicada es una, es el único evangelio sobre Jesús Mesías e Hijo de Dios (cf. Mc 1, 1). Por eso Pablo acude a Jerusalén para contrastar con los apóstoles el evangelio que él anuncia y recibir su aprobación (cf. Ga 2, 6 ss.). Como los libros contenían el Evangelio de Jesucristo, por metonimia, pronto se empezaron a llamar evangelios; al menos desde san Justino (cf. p. ej., Apol. 1, 66,3). • S egundo, la expresión «evangelio según» y no «evangelio de» también sirve para matizar el concepto de autor.

– Por ejemplo, el cuarto evangelio es según Juan. Pero el mismo epílogo del libro demuestra que intervinieron varias manos en la redacción, ya que se refiere al discípulo amado «que da testimonio de estas cosas y las ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero» (Jn 21, 24).



– En la carta a los Romanos leemos: «Os saludo yo, Tercio, que he escrito esta carta en el Señor» (Rm 16, 22). Otras veces encontramos la expresión de Pablo «el saludo es de mi mano», dando a entender que el resto no (1Co 16, 21; Col 4, 18; 2Tes 3, 17).



– En el prefacio a una obra suya, Jerónimo se refiere al «tiempo que lleva el dictado, la transcripción, las correcciones, el perfeccionamiento» (Com. in. Matt.).

Antiguamente, el término «autor» significaba autoridad bajo la cual un texto era publicado. Muchos autores publicaban obras con la ayuda de algún escribano contratado, que tenía los utensilios, la caligrafía y la técnica literaria necesarios para publicar textos. Lo importante era transmitir con fidelidad lo que quería decir un apóstol, lo que en ocasiones le dictaba al escriba, aunque este lo expresara literariamente mejor. 3.2.  Los dichos y hechos de Jesús Para la primitiva Iglesia los dichos de Jesús eran el origen de la autoridad y norma de conducta. Señalamos varios ejemplos: • P  ablo muestra la manera de escuchar y transmitir de la primitiva Iglesia cuando les dice a los corintios «yo recibí del Señor lo que también os transmití» y acto seguido incluye la narración de la institución de la Eucaristía por parte de Jesús (1Co 11, 23 ss.). En su contenido esencial este relato es el mismo que se encuentra en Mateo, Marcos y Lucas (cf. Tema 8.8). Por tanto, lo que Pablo ha recibido del Señor es esencialmente lo mismo que se contiene en los evangelios canónicos. • E  n la primera carta a los Corintios 7, 10 Pablo dice: «… a los casados, les mando, no yo sino el Señor: que la mujer no se separe del marido». Este mandato recuerda al dicho de Jesús en Marcos 10, 12: «… si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio». • E  n la primera epístola de san Juan 1, 3 se dice: «lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos». • Y  Justino afirma en su Apología 1, 67 que «Jesús aparecido a sus apóstoles y discípulos, nos enseñó estas mismas doctrinas que nosotros os exponemos». 3.3.  Transmisión muy cuidada La preeminencia de los cuatro evangelios frente a muchos otros textos cristianos de la Antigüedad se verifica también en los manuscritos más antiguos que conocemos, porque transmiten el texto evangélico ininterrumpidamente, con bastante fidelidad y cuidada caligrafía (cf. Tema 3.3.2). En cambio, otros tex-

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tos de estilo evangélico se transmitieron con numerosos añadidos y cambios posteriores.

– Así sucede, por ejemplo, con el mencionado Evangelio de Tomás: una colección de dichos atribuidos a Jesús. Algunos de los dichos son muy tempranos, e incluso aparecen en los evangelios canónicos; en cambio otros dichos son añadidos gnósticos del siglo ii en adelante.

Por otro lado, los manuscritos que contenían los evangelios canónicos otorgaban un carácter sagrado al texto porque empleaban nomina sacra, es decir, abreviaturas de nombres sagrados como el nombre de «Dios», «Señor», «Jesús», etc. Sabemos con certeza que los cuatro evangelios se transmitieron juntos al menos desde el siglo iii (en el códice P45). Pero probablemente desde mucho antes: a finales del siglo ii, como testimonian el Diatessaron o Ireneo. 3.4.  Primeras citas de los evangelios No es extraño, por tanto, que los primeros escritos cristianos incluyan muchas citas que se encuentran literalmente en los evangelios (ver Cuadro). ALGUNAS CITAS TEMPRANAS DE LOS EVANGELIOS Autor

Fecha d. C.

Evangelio

Ejemplo

Ignacio de Antioquía

circa 100

Mt, Jn

Jn 3, 8 en Phil., 7, 1

1Clemente

circa 100

Mt, Lc

1Cle 46, 7: Mt 26, 24

Bernabé

circa 100

Mt

Bernabé 5, 14: Mt 22, 14

Policarpo

circa 107

Mt, Lc, Mc

Phil. 2, 2: Lc 7, 36-38; 7, 2: Mt 26, 41, Mc 14, 38

Atenágoras

circa 150

Mt

Súplica 33: Mt 19, 9

Justino

circa 150

Mt, Lc, Jn

Apol. 1, 61,4: Jn 3, 3-4

Taciano

circa 170

Mt, Mc, Lc, Jn

Diatessaron: armonía de los 4

Ireneo

circa 180

Mt, Mc, Lc, Jn

Adv. Haer. 3, 11,8: «evangelio cuadriforme»

Varias cosas refleja este cuadro: • Llama la atención la preeminencia de Mateo en la primitiva cristiandad: es el más citado por todos los autores (cf. Tema 5.2).

• Al comienzo, las iglesias emplearían un evangelio, el que conocían. Pero en la historia de la transmisión se verifica que pronto los cuatro evangelios fueron paulatinamente reconocidos como escritura sagrada y con valor autoritativo en todas las iglesias. En cambio, los primeros herejes solían caracterizarse por una mentalidad excluyente y por seguir usando una única versión, que interpretaban e incluso cambiaban a su gusto: los ebionitas preferían el Mateo hebreo; los primeros docetas usaban exclusivamente Marcos; Marción empleó solo una recensión propia de Lucas; Valentín, otra de Juan (cf. Ireneo, Adv. Haer. 3, 11,7). • P  or otro lado, también parece ser una iniciativa heterodoxa la mezcla de evangelios en armonías. Eso fue el Diatessaron de Taciano o armonía de los cuatro evangelios, que cayó en el encratismo (cf. Ireneo, Adv. Haer. 1, 28) y que tuvo éxito hasta el siglo IV, en Siria al menos. El Diatessaron, basado esencialmente en Mateo, Marcos, Lucas y Juan y no en otros, demuestra que a finales del siglo ii los cuatro tenían ya gran reconocimiento general. A pesar del cierto éxito de las armonías de evangelios, la Iglesia respetó y transmitió cada versión del evangelio tal cual era. Y lo hizo precisamente porque los evangelios no eran meras recopilaciones de dichos de Jesús (al estilo del Evangelio de Tomás), sino escritos de origen apostólico, que recogían la predicación de apóstoles concretos con autoridad propia: Mateo, Pedro (Mc), Pablo (Lc) y Juan. • E  l único «evangelio de nuestro Señor Jesús» (2Tes 1, 8) predicado a judíos o a gentiles y según las circunstancias y necesidades, se hizo a la vez cuadriforme, decía san Ireneo (Adv. Haer. 3, 11, 8), es decir, son «cuatro libros del único evangelio» (san Agustín, In Johannem 36, 1). Por tanto, se transmitieron por escrito cuatro versiones oficiales y autorizadas del único evangelio según cada evangelista.

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Ejercicio 1.  Vocabulario Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas: •  Formas

•  Sinóptico

•  Armonía

•  Fuente Q

•  Nomina sacra

•  Triple tradición

Ejercicio 2.  Guía de estudio Contesta a las siguientes preguntas: 1. ¿Qué significa que las etapas de formación de los evangelios no deben confundirse? 2. ¿Dónde se encuentra la llamada Fuente Q? 3. ¿Qué diferencia hay entre la transmisión escrita de los evangelios canónicos y la de otros escritos de la época? 4. ¿En qué se basa la hipótesis de la prioridad de Marcos? 5. ¿Qué es la teoría de las dos fuentes?

Ejercicio 3.  Comentario de texto Lee el siguiente texto y haz un comentario personal utilizando los contenidos aprendidos: Hace falta examinar con cuidado el testimonio de los evangelios. Estos provienen de los discípulos que han vivido la experiencia de sus palabras y de sus gestos (Ac 1, 1), y que nos la han transmitido con la autoridad del Espíritu Santo (2Tim 3, 16; cf. Jn 16, 3). La acción del Espíritu Santo no ha consistido simplemente en asegurar una transmisión materialmente fiel; sino que más bien ha fecundado una reflexión que ha producido, con el tiempo, una expresión cada vez más rica, cada vez más desarrollada, de la historia y de los hechos relativos a Jesús. De ahí las diferencias de tono, de concepción, de vocabulario, que se observan, por ejemplo, entre los Sinópticos y el IV evangelio. Pero la seguridad de que esta maduración del recuerdo y de la reflexión, en el seno de la primera comunidad cristiana, ha sido conocida por el Espíritu de Dios, autoriza al cristiano, que recibe estas presentaciones de Jesús y de su mensaje en diversos niveles de desarrollo, para acogerlos con la misma fe como auténtica Palabra de Dios garantizada por la Iglesia. Pontificia Comisión Bíblica, Biblia y cristología 1984, 2.2.1.1.

INVESTIGACIÓN CRÍTICA DE JESÚS Y LOS EVANGELIOS

TEMA

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En este tema se repasa brevemente la historia de la interpretación de los evangelios y se analizan y valoran las diversas metodologías que se han empleado para investigar los textos. Como señala la Exhortación apostólica Verbum Domini, n. 32, «es necesario reconocer el beneficio aportado por la exegesis histórico-crítica a la vida de la Iglesia, así como otros métodos de análisis del texto desarrollados recientemente. Para la visión católica de la Sagrada Escritura, la atención a estos métodos es imprescindible y va unida al realismo de la encarnación. Esta necesidad es la consecuencia del principio cristiano formulado en el Evangelio de san Juan: “Verbum caro factum est” (Jn 1, 14). El hecho histórico es una dimensión constitutiva de la fe cristiana. La historia de la salvación no es una mitología, sino una verdadera historia y, por tanto, hay que estudiarla con los métodos de la investigación histórica seria. Así pues, el estudio de la Biblia exige el conocimiento y el uso apropiado de estos métodos de investigación».

SUMARIO 1.  ANTECEDENTES DE LA INVESTIGACIÓN CRÍTICA  •  Introducción • Postulados de la investigación crítica • 2.  ETAPAS DE LA INVESTIGACIÓN CRÍTICA DE JESÚS Y LOS EVANGELIOS  •  La antigua búsqueda (Old Quest) • La No búsqueda (No Quest) • Nueva búsqueda (New Quest) • Tercera búsqueda (Third Quest) • 3.  LOS MÉTODOS EN LA INVESTIGACIÓN DE LOS EVANGELIOS • Introducción • La crítica textual • Los métodos diacrónicos • Los métodos sincrónicos • 4.  CONCLUSIÓN: EL MÉTODO HISTÓRICO Y EL MÉTODO TEOLÓGICO

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1.  Antecedentes de la investigación crítica 1.1.  Postulados de la investigación crítica Las notas que caracterizaron la interpretación de los evangelios en la Iglesia en los primeros siglos (cf. Tema 1.5) se mantuvieron hasta los siglos xvi y xvii. En cierto sentido, la «investigación crítica» de los evangelios se inició cuando se empezó a sospechar de ellos. El origen de la «investigación crítica» de los evangelios y la «búsqueda del Jesús histórico» coincidió históricamente con la ilustración. 1.2.  Postulados de la investigación crítica Entre los siglos xvi-xix surgieron varios postulados habituales de la investigación crítica de los evangelios y de la vida de Jesús: • Sospecha inicial de los contenidos de los evangelios: lo que se cuenta no es lo que pasó. • P  rejuicio antisobrenatural: solo puede suceder lo que habitualmente sucede y es empíricamente comprobable. • B  úsqueda del Jesús histórico: elaboración de una vida de Jesús según la ciencia histórica moderna.

2.  Etapas de la investigación crítica de Jesús y los evangelios A medida que la investigación de los evangelios se fue haciendo más profunda, en ciertos ámbitos también creció la sospecha hacia la imagen de Jesús que transmiten. A partir del siglo xviii, algunos investigadores se apartarán del género de las piadosas Vidas de Jesús, que se basaban en la lectura tradicional de los relatos evangélicos, y empezarán lo que se ha llamado la Búsqueda del Jesús histórico y las Vidas críticas de Jesús (cf. Cuadro: «¿Qué es el “Jesús histórico”?»). Esta búsqueda se puede dividir en varias etapas. 2.1.  La antigua búsqueda (Old Quest) En esta etapa, dominada por un gran optimismo racionalista, se estudiaron los evangelios con la intención de ofrecer una explicación científica y depurada de todos sus contenidos. En la práctica, los evangelios fueron tratados

como una palabra del pasado que cada uno intentó traer al presente a su manera, con frecuentes visiones del cristianismo estrafalarias y contrapuestas. • En el año 1778 Gotthold E. Lessing publicaba un controvertido estudio sobre Jesús escrito por Herman S. Reimarus, profesor de Lenguas Orientales en Hamburgo y fallecido unos años antes. Este libro explicaba el origen del cristianismo desde la perspectiva de la teoría del engaño consciente: el Cristo de los evangelios nunca existió; sus discípulos robaron el cuerpo e inventaron la resurrección. • Otros autores postularon más bien la teoría del engaño inconsciente: la figura de Jesús conmovió tanto que tras su muerte fue revivido en un acto de fe colectivo. Heinrich E. G. Paulus publicó en 1828 un Comentario a los tres primeros evangelios en el que afirma que Jesús revivió en el sepulcro y todos pensaron que resucitó. Para David Friedrich Strauss (Vida de Jesús, 1836), los primeros cristianos revistieron de mitos al Jesús palestino. • Ferdinand Christian Baur (1792-1860), profesor en Tubinga, aplicaría a los orígenes del cristianismo el esquema hegeliano para explicar la Historia: una tesis petrina judaizante chocó contra la antítesis paulina helenística. De la dialéctica entre ambas surgió la síntesis católica representada por Marcos y Juan. • Heinrich J. Holtzmann (Evangelios sinópticos, 1863) defendió la teoría de las dos fuentes: es decir, la prioridad de Marcos y de Q, que contenían el cristianismo más original y fidedigno. • Sobre esta hipótesis, Ernest Renan escribía su Vida de Jesús (París, 1863), en cuya introducción afirmaba que los milagros no existen porque nadie ha visto nunca uno. Por tanto, todo lo que en los evangelios aparece como sobrenatural es irreal. Renan ofreció un retrato psicológico de Jesús al que llamó «el dulce soñador de Galilea». • Martin Kähler, estableció la ruptura formal entre El así llamado Jesús histórico y el auténtico Cristo bíblico (1892). A diferencia de los anteriores autores, Kähler tachó de irrelevante al primero y reivindicó el Cristo predicado como el único importante para la fe. • Por último, en 1901 Wilhelm Wrede escribió El secreto mesiánico en los evangelios, sometiendo a sospecha incluso a Marcos, al que tacha de tendencioso (cf. Tema 5.1.10). En realidad, cada autor ofreció una imagen distinta de Jesús, basada en el arbitrio de sus propios presupuestos y de lo que a su juicio era histórico o no. En 1913, Albert Schweitzer publicaba su revisada Investigación sobre la vida de

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Jesús y concluía que los estudios de la antigua búsqueda habían sido más bien retratos de los autores y sus ideas y no tanto del Jesús del siglo i. Empezaba así en algunos ámbitos bíblicos una etapa de pesimismo investigador: no es posible acceder a Jesús a través de los evangelios. 2.2.  La No búsqueda (No Quest) Si la primera búsqueda se basaba en el optimismo historicista, en la primera mitad del siglo xx surgió una segunda etapa que se caracterizó por el fideísmo ahistórico: como no era posible rescatar al Jesús del siglo i, había que quedarse con el Cristo de la fe de los evangelios. El máximo exponente de la llamada No Quest fue sin duda Rudolf Bultmann. Este influyente teólogo protestante y otros autores como Karl Ludwig Schmidt y Martin Dibelius, demostraron literariamente el fuerte sustrato oral que tienen los evangelios, compuestos de numerosas y pequeñas formas que se habrían empleado con frecuencia para predicar a Jesús. Bultmann utilizó el método de las formas evangélicas para exponer su hipótesis de la Historia de la tradición sinóptica (1921): el sustrato oral de los evangelios demostraría que el Cristo de la fe que presentan fue una creación de las comunidades cristianas del mundo griego. La predicación oral de las comunidades anónimas y populares habría tomado la figura palestina de Jesús para concentrar y depurar en ella diversos rasgos mitológicos del politeísmo helenístico. Este proceso habría dado lugar a una síntesis muy eficaz para la predicación. Este proceso de formación de la figura del Cristo de la fe requeriría bastante tiempo. Por eso Bultmann necesitaba fechar muy tarde la composición de los evangelios. Bultmann funcionó con dos postulados básicos: • lo simple es anterior y más genuino que lo sofisticado, • hay una discontinuidad irremediable entre el Jesús originario y el Cristo de los evangelios. Su hipótesis suponía que el kerygma primitivo de la Iglesia, es decir, la predicación o proclamación, había dado lugar a un Cristo distinto de Jesús. Por eso Bultmann pensaba que la Iglesia primitiva no se preocupaba de la historicidad de los evangelios ni de la figura terrena de Jesús, sino solo del Cristo de la fe. Lo importante era desmitologizar el Cristo de la fe y ponerle nuevos ropajes modernos que sirvieran para la fe actual, como sirvió el Cristo de la fe para las creencias de aquella época.

Esta visión de los orígenes del cristianismo pronto fue contestada. Un Cristo y un cristianismo como los que planteaba Bultmann, sin fundamento histórico más allá de la predicación colectiva y anónima de las comunidades, resultaban inaceptables, incluso para los discípulos del propio Bultmann. 2.3.  Nueva búsqueda (New Quest) En 1953, Ernst Käsemann, discípulo de Bultmann, pronunció la conferencia titulada El problema del Jesús histórico que daba origen a una nueva etapa de la investigación, comprendida entre los años cincuenta y ochenta del siglo xx. En su conferencia, Käsemann estableció tres principios para la Nueva Búsqueda: • la fe cristiana se vincula con el Jesús terreno; no puede caer en un kerygma ahistórico y mítico como el de Bultmann, • los discípulos estaban convencidos de que predicaban al Jesús terreno con el que habían convivido y la Iglesia estaba interesada en el Jesús terreno, • hay que establecer criterios ciertos para juzgar la autenticidad de un hecho o dicho evangélico y su vínculo con Jesús. El método fundamental que se creó para verificar datos históricos de los evangelios fue el llamado criterio de originalidad (o discontinuidad): es decir, se ha de aceptar como genuino de Jesús aquello que supone una ruptura con el ambiente judío y que no tiene continuidad en la Iglesia posterior. • Por ejemplo, los evangelios dicen que Jesús llamaba a Dios «Abbá», Papá. Se trata de un detalle muy novedoso y original en el judaísmo y también en el mundo helenístico. Este gesto tuvo que provenir del mismo Jesús. • Con el criterio de originalidad trabajaron autores como Günther Bornkamm (1905-1990) y James M. Robinson (1924-2016). Destacan también los minuciosos estudios de Joachim Jeremias (1900-1979) para establecer las ipsissima verba Iesu, las mismísimas palabras que pronunció Jesús. A pesar del cambio significativo que supuso esta nueva etapa frente a la No Quest, esta fase de la búsqueda del Jesús histórico y su famoso criterio de originalidad o discontinuidad adolecen de dos problemas importantes: 1. Se mantiene el pesimismo metodológico, porque se sigue suponiendo con Bult­mann que muchas cosas importantes en los evangelios no son atribuibles a Jesús sino a las comunidades posteriores.

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2. Si en los evangelios solo se demuestra como histórico lo que no es judío ni helenístico, se cae además en el minimalismo metodológico: es imposible ofrecer una figura de Jesús históricamente convincente ya que fue un judío que vivió en una Palestina que llevaba siglos helenizada. 2.4.  Tercera búsqueda (Third Quest) La expresión Tercera búsqueda, acuñada por uno de sus representantes, N. T. Wright, engloba actualmente a todos los estudios sobre Jesús desde 1980 aproximadamente. Esta etapa se caracteriza por un conocimiento mucho más exhaustivo del judaísmo del siglo i, gracias a los numerosos descubrimientos y estudios: • los manuscritos de Qumrán (Mar Muerto, 1946-1956), • la obra de Flavio Josefo, • la literatura intertestamentaria (es decir, libros apócrifos del Antiguo Testamento), • la literatura rabínica: Misná, Talmud, los Targumim, las técnicas de interpretación rabínica, etc. • nuevas vías de investigación como las desarrolladas por la exégesis escandinava con sus estudios de la tradición oral judía y sus formas de transmisión, • o los estudios sobre Jesús realizados por investigadores judíos. Numerosas publicaciones de esta etapa acentúan el carácter judío de la persona de Jesús. Destacan exegetas como Geza Vermes, Ben Witherington, N. Thomas Wright, John P. Meier. En este periodo aparecen Vidas de Jesús mucho más rigurosas que las de otras etapas, como son las de Richard Bauckham, Joachim Gnilka, Gerhard Lohfink o Armand Puig. También existe un mayor conocimiento del mundo mediterráneo del siglo  i, su religiosidad popular, su ambiente social y cultural, gracias a numerosos hallazgos arqueológicos y literarios. Por otro lado, esta etapa reúne numerosos estudios sobre textos no canónicos, como los apócrifos del Nuevo Testamento y en especial los códices de NagHammadi (biblioteca gnóstica descubierta en Egipto en 1945).

También se han desarrollado más criterios para determinar la historicidad de los evangelios y de la figura de Jesús (ver Cuadro: ¿Qué es el «Jesús histórico»?). Se conocen bastantes menciones fiables de la persona de Jesús en fuentes griegas, romanas o judías: • La Carta de Plinio el Joven a Trajano, escrita a comienzos del siglo ii y que dice: «… los cristianos se reúnen un día determinado antes de romper el alba y entonan un himno a Cristo como a un dios» (X, 96). • La cita del historiador latino Suetonio, quien hacia el año 120 refiere en su Vida de Claudio 25, 4 que el emperador «expulsó de Roma a los judíos por promover incesantes alborotos a instigación de un tal Cristo». • La cita del historiador judío Flavio Josefo, quien cuenta a finales del siglo i en sus Antigüedades judías XX, 9, 1 que el sumo sacerdote Anás «instituyó un consejo de jueces, y tras presentar ante él al hermano de Jesús el llamado Cristo, de nombre Santiago, y a algunos otros, elevó contra ellos la acusación de que habían transgredido la Ley y, así, los entregó a la plebe para que fueran lapidados». De Josefo es también el llamado Testimonium flavianum, un párrafo que se refiere a los cristianos y a Jesús, sus milagros y su resurrección (Antigüedades judías XVIII, 3, 3). La autenticidad parcial o completa de este testimonio se pone en duda. • O la cita rabínica del Talmud, tratado Sanedrín 43a, donde se dice que «Ieshú, fue colgado en la víspera de la Pascua»; también se menciona que hizo actos de brujería.

¿QUÉ ES EL «JESÚS HISTÓRICO»? • El «Jesús histórico» y la «búsqueda del Jesús histórico» son conceptos modernos. La expresión «Jesús histórico» no hace referencia al Jesús real, sino al retrato de Jesús que se puede reconstruir ahora, usando los medios científicos de la investigación histórica, sobre todo con el uso de los criterios de historicidad. Aunque la búsqueda parte de cierta sospecha hacia los evangelios y es un método limitado, permite establecer datos de la vida de Jesús científicamente aceptables para toda la comunidad internacional. • Los criterios de historicidad más empleados por la investigación son:

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1. Criterio de discontinuidad: son históricos dichos o hechos de Jesús que no son continuación del judaísmo o no son atribuibles a las comunidades primitivas.



2. Criterio de testimonio múltiple: según la fórmula clásica: testis unus, testis nullus, un solo texto no sirve, son auténticos los dichos o hechos de Jesús atestiguados en varias fuentes literarias antiguas independientes.



3. Criterio de dificultad: hechos o dichos de Jesús que resultaron embarazosos de explicar para la Iglesia primitiva tienen alto grado de historicidad.



4. Criterio lingüístico: dichos de Jesús que presentan huellas arameas en la versión griega pueden ser genuinos de Jesús ya que debió de predicar en esa lengua.



5. Criterio de coherencia: es histórico lo que es coherente con otra información demostrada con los otros criterios.

Gracias a la aplicación rigurosa de estos criterios, actualmente todos los investigadores de los evangelios aceptan estos datos de Jesús como históricos y bastante indudables: • Jesús nació en torno al año 4 a. C.; • p  asó su infancia y los primeros años de su edad adulta en Nazaret, una aldea de Galilea; • fue bautizado por Juan el Bautista; • tuvo discípulos y él mismo los llamó; • e nseñó en los pueblos, aldeas y campos de Galilea y predicó el llamado «Reino de Dios»; • Y hacia el año 30: – fue a Jerusalén con motivo de la Pascua, – provocó un alboroto en la zona del Templo, – celebró una última comida con sus discípulos, –  fue detenido e interrogado por las autoridades judías y el sumo sacerdote. – y fue ejecutado por orden del prefecto romano, Poncio Pilato.

La búsqueda del Jesús histórico puede ofrecer fragmentos ciertos, datos objetivos demostrados históricamente y que todos pueden aceptar como hechos reales que sucedieron. Sin embargo, la fe cristiana mantiene que no se puede llegar a la figura completa del Jesús real que vivió en el siglo i si no se acepta al Jesús que los evangelios presentan y tal como lo presentan: como el Mesías e Hijo de Dios que resucitó y fundó la Iglesia y se quedó en la Eucaristía.

3.  Los métodos en la investigación de los evangelios 3.1. Introducción Los evangelios son sagrados y canónicos, pero son también escritos humanos y antiguos. Por tanto, son susceptibles de una investigación literaria y científica. Por eso el Concilio Vaticano II señala la importancia de «que el intérprete investigue el sentido que intentó expresar y expresó el hagiógrafo en cada circunstancia, según la condición de su tiempo y de su cultura, según los géneros literarios usados en su época» (Dei Verbum, n. 12). Esta es la labor de los métodos exegéticos (exégesis: explicación, interpretación). En este sentido, los evangelios son los textos de la Antigüedad más investigados que existen. Podemos llamar método histórico-crítico al estudio científico de textos antiguos a fin de esclarecer su interpretación. • Se llama histórico porque estudia cómo se enmarcan los textos en la historia y, a la vez, investiga la historia de la formación de los textos. • Se llama crítico porque pretende ofrecer datos lo más seguros y verificables posibles. El método histórico-crítico tiene tres elementos fundamentales que se irán comprendiendo con el estudio de esta lección: • la atención a los géneros literarios, • la investigación del contexto histórico (cultural, religioso, etc.), • y la búsqueda del «Sitz im Leben» (el contexto vital particular donde surgió un texto). Como explica Benedicto XVI, «la historia, lo fáctico, forma parte esencial de la fe cristiana», por eso «ésta debe afrontar el método histórico» para el análisis

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de los textos (Jesús de Nazaret I, 11). Se trata de un método muy antiguo que ya aplicaban a los evangelios Jerónimo o Agustín, por ejemplo. Actualmente el método está muy desarrollado y se han alcanzado importantes certezas y avances sobre los evangelios que es necesario conocer. Sin embargo, algunas herramientas del método histórico-crítico se han creado a partir de la sospecha y de un prejuicio antisobrenatural. Y algunas hipótesis se han planteado como certezas indudables. El método debe reconocer sus límites: no agota la interpretación, porque los evangelios son algo más que textos religiosos antiguos. A la vez, esto no debe suponer un rechazo sistemático de las herramientas y sus logros. Por eso, es muy importante distinguir entre los presupuestos de los investigadores y las herramientas de investigación.

PRINCIPALES MÉTODOS DE INVESTIGACIÓN •

La crítica textual: estudia las copias de un texto para ofrecer la versión más fiable.



Los métodos diacrónicos: estudian la historia y formación de un texto.



–  Historia de las fuentes.



–  Historia de las formas.



–  Historia de la redacción.



–  Historia de las tradiciones.



Los métodos sincrónicos: estudian el texto tal como se presenta.



–  Análisis narrativo.



–  Análisis retórico. –  Análisis semiótico.

3.2.  La crítica textual Por lo general, no se conservan los textos originales de las obras antiguas, sino solo copias posteriores. En este sentido, los textos de los evangelios se transmitieron en dos tipos de soportes: • el papiro (hoja vegetal) • y el pergamino (piel de animal).

En el cristianismo surgió pronto el códice o cuaderno que sustituyó al rollo. Como las copias de los textos que hoy conservamos se hicieron a mano, con mucha frecuencia presentan variantes entre sí, debido a omisiones de palabras o líneas, cambios de expresión, malentendidos por dificultades de lectura, añadidos explicativos o arbitrarios, acomodaciones, etc. La crítica textual es la ciencia que estudia las copias y variantes de un texto antiguo para ofrecer la versión más cercana al original. Esta ciencia conoció un gran desarrollo en el Renacimiento, cuando hubo un crecido interés por fijar los textos de los clásicos grecorromanos. Se crearon así criterios internos al texto y criterios externos para fijarlo. Este interés afectó también a los evangelios. Actualmente existen importantes «ediciones críticas» del Nuevo Testamento. Es decir, ediciones que contienen el texto reconstruido que más se acercaría al original, acompañado de un amplio «aparato crítico», que incluye todas las otras variantes del texto y en qué testimonios se encuentran (ver la edición número 28 de Nestle-Aland: Novum Testamentum Graece). La crítica textual para textos antiguos es muy importante porque entre los textos originales y las copias más tempranas que se conocen hay normalmente una distancia multisecular. Por ejemplo, Flavio Josefo fue un escritor judío del siglo i, contemporáneo de los evangelistas. La copia más antigua que se conserva de sus obras es del siglo xi d. C.: más de mil años después. La crítica textual ha verificado que los evangelios son los textos antiguos mejor conservados, transmitidos y testimoniados que existen. • El texto evangélico más antiguo que se conoce hasta la fecha parece ser el Papiro Rylands o P52, que contiene un fragmento de Jn 18 y se suele datar en torno al año 125 d. C., es decir, tan solo unas décadas después de la composición del original. • Disponemos además de unos 5.700 manuscritos con texto evangélico. • y entre ellos, más de 50 códices con los evangelios enteros, • junto a numerosas citas en los Padres de la Iglesia. • Por otro lado, de las cerca de 400.000 variantes que existen entre todas las copias manuscritas de los evangelios que se conocen, solo unas 200 influyen de manera significativa en el sentido del texto.

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3.3.  Los métodos diacrónicos Los métodos diacrónicos son los que estudian el proceso de formación de los textos «a través del tiempo» (dia + cronos). Estos métodos determinan las eventuales fuentes previas, orales o escritas, las capas redaccionales, las distintas manos que han intervenido en el texto, etc. «Un presupuesto fundamental de la diacronía es que comprender un texto equivale a reconstruir su origen y reconocer las distintas fases de su formación» (V. Balaguer [ed.], Comprender los evangelios, 73). • Por ejemplo, el epílogo del evangelio según Juan dice: «Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas y las ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero. Hay, además, otras muchas cosas que hizo Jesús y que, si se escribieran una por una, pienso que ni aun el mundo podría contener los libros que se tendrían que escribir» (Jn 21, 24 s.).

• Se deduce que hay un grupo («sabemos») que ha recibido el texto del discípulo amado, pero con autoridad para añadir algo. Y hay una persona concreta («pienso que…») con autoridad para escribir en nombre de ese grupo. • Gracias a este epílogo podemos afirmar que en el evangelio según Juan intervino más de una mano y tuvo varios estadios redaccionales, como mínimo dos: lo que escribió el discípulo amado y el epílogo, escrito por alguien que se refiere a él. No es extraño que los métodos diacrónicos hayan tenido un desarrollo muy grande en el estudio del Antiguo Testamento: cuanto más antiguo es un texto, más procesos redaccionales ha podido sufrir, y por tanto, más compleja es su comprensión porque más compleja ha sido su transmisión. Estos métodos también se han empleado mucho para el estudio del Nuevo Testamento y de los evangelios en particular. Veamos a continuación los métodos diacrónicos más importantes. a)  La historia de las fuentes La historia de las fuentes estudia los eventuales materiales previos que ha empleado un autor para componer un escrito. La historia de las fuentes pretende esclarecer la comprensión de un escrito detectando los añadidos y cambios que ha sufrido, y el motivo y las circunstancias de esos cambios. El método adquiere especial interés y valor cuando se trata de investigar textos antiguos que han tenido una historia de transmisión larga o compleja. Por

ejemplo, cuando unos textos influyeron o fueron incorporados en la formación de otros. Esto es lo que parece suceder con los evangelios (cf. Tema 2.2). Sin embargo, este método debe ser muy riguroso y cauto, sobre todo para textos antiguos: dado que casi nunca se poseen las fuentes previas, el método necesita deducirlas del texto mismo que investiga. Y los criterios que se emplean para detectar esas fuentes previas ofrecen con frecuencia solo hipótesis más o menos plausibles que hay que revisar, sin confundir explicaciones con pruebas. Este método ha delimitado varias fuentes hipotéticas en la formación de los evangelios: una posible colección de dichos de Jesús; la llamada Fuente Q, compartida por Mateo y Lucas; un supuesto antiguo relato premarquiano de la pasión; la llamada fuente de los signos para el evangelio según Juan. b)  La historia de las formas En el siglo xix se desarrolló en Europa el gusto romántico por el folclore y las formas orales populares. En Alemania, por ejemplo, se hizo especialmente famosa la antología de Cuentos de hadas de los hermanos Grimm (1857). Este interés romántico por las formas populares de transmisión oral pasó también a los estudios bíblicos. Los libros de la Biblia contendrían numerosas formas de transmisión oral fijadas en textos que se podían delimitar e interpretar. Entre los investigadores de textos del Antiguo Testamento sobresale Hermann Gunkel (1862-1932) quien llamó: • forma (Gattung) a las unidades literarias previas a los libros bíblicos, • situación ambiental (Sitz im Leben) al marco vital de Israel que dio lugar a cada forma. El método de la historia de las formas, bautizado como Formsgeschichte, dio brillantes resultados sobre todo en la formación de los Salmos. El método se aplicó después a los evangelios. Aquí destacan Martin Dibelius (1883-1947), Karl Ludwig Schmidt (1891-1956) y Rudolf Bultmann (1884-1976). La historia de las formas demostró con claridad que los evangelios están compuestos de pequeñas formas literarias surgidas de la predicación oral sobre Jesús. Los evangelios testimonian un proceso de transmisión oral anterior a la puesta en orden y por escrito de esa predicación. Bultmann hizo así famosa la paráfrasis de Jn 1, 1 En el principio era el kerygma, es decir, la predicación.

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Los dichos y hechos de Jesús debieron de predicarse muchas veces y en contextos muy diferentes, generándose formas fijas de transmitirlos. Luego los evangelistas recopilaron dichas formas fuera de su contexto original, distribuidas por temas o grandes discursos y adaptadas a un destinatario universal de los evangelios para que las pudiera comprender. El método de la historia de las formas proporcionó evidentes logros y demostraciones acerca del proceso de formación de los evangelios y el sustrato oral en el que surgieron. Sin embargo, en el método se detecta un prejuicio antisobrenatural y algunos presupuestos literarios y teológicos sesgados (cf. Tema 3.4). Bultmann consideraba a los evangelistas como meros recopiladores de formas; exageró el papel de la transmisión oral hasta el punto de imaginar que fueron comunidades anónimas, sobre todo de ámbito helenístico, las que crearon la figura cristiana del Cristo de la fe, a partir del personaje histórico Jesús, el cual era ya imposible de detectar en los textos finales. Según este autor, el Cristo de la fe no tenía puntos de unión con el Jesús histórico y la Iglesia primitiva no se preocupó de tal fundamento. Estas hipótesis pronto serían contestadas, incluso por los mismos discípulos de Bultmann, como ya hemos señalado (cf. Tema 3.2.2). c)  La historia de la redacción Este método surge a mediados del siglo xx como respuesta y complemento a la historia de las formas. El nuevo método, bautizado como Redaktionsgeschichte, trabajó sobre un presupuesto: los evangelistas no fueron meros antologistas o recopiladores de formas de predicación oral, sino teólogos con una versión propia de la figura de Jesús, escrita para unos lectores concretos. La historia de la redacción se propone detectar y explicar la contribución particular de cada redactor evangelista. Surgen así estudios con títulos elocuentes: • En 1954: H. Conzelmann, El centro del tiempo. Estudio de la teología de Lucas. • En 1956: W. Marxsen, El evangelista Marcos. Estudios para una historia de la redacción del Evangelio. • En 1959: W. Trilling, El verdadero Israel. Estudios para una teología del Evangelio de Mateo. La historia de la redacción muestra algunas notas propias de cada evangelista: • Mateo escribe para judíos y presenta a Jesús como maestro y nuevo Moisés que lleva a plenitud la Ley;

• Marcos escribe para gentiles del Imperio y presenta a Jesús como la verdadera buena noticia para los hombres; • Lucas, escribe para gentiles conversos y presenta a Jesús como la encarnación de la misericordia (cf. Tema 4.3). A pesar de sus logros innegables, este método ha planteado hipótesis bastante dudosas. Por ejemplo, Conzelmann o Marxen dan tanta importancia a las aportaciones de Lucas o Marcos que, en cierto sentido, los presentan como los creadores del cristianismo y de la figura de Jesús. d)  La historia de las tradiciones Estrechamente relacionada con los métodos precedentes, surgió también en el siglo xx la llamada historia de las tradiciones. Tuvo su origen entre los investigadores del Antiguo Testamento. Destacan Gerhard Von Rad y Martin Noth. La historia de las tradiciones trata de poner de relieve la corriente de tradición de un texto hasta que cristaliza en la versión final de un libro bíblico. Por ejemplo, si comparamos los cuatro relatos de la institución de la Eucaristía, se detectan semejanzas y diferencias que despiertan el interés: 1Co 11, 23-25: «Porque yo recibí del Señor lo que también os transmití: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y dando gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi cuerpo, que se da por vosotros; haced esto en memoria mía”. Y de la misma manera, después de cenar, tomó el cáliz, diciendo: “Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; cuantas veces lo bebáis, hacedlo en memoria mía”». Lc 22, 19-20: «Y tomando pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: “Esto es mi cuerpo, que es entregado por vosotros. Haced esto en memoria mía”. Y del mismo modo el cáliz, después de haber cenado, diciendo: “Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros”». Mc 14, 22-24: «Mientras cenaban, tomó pan y, después de pronunciar la bendición, lo partió, se lo dio a ellos y dijo: “Tomad, esto es mi cuerpo”. Y tomando el cáliz, habiendo dado gracias, se lo dio y todos bebieron de él. Y les dijo: “Ésta es mi sangre de la nueva alianza, que es derramada por muchos”». Mt 26, 26-28: «Mientras cenaban, Jesús tomó pan y, después de pronunciar la bendición, lo partió, se lo dio a sus discípulos y dijo: “Tomad y comed, esto es mi cuerpo”. Y tomando el cáliz y habiendo dado gracias, se lo dio diciendo: “Bebed todos de él; porque ésta es mi sangre de la nueva alianza, que es derramada por muchos para remisión de los pecados”».

Si nos fijamos en las partes subrayadas, se descubre que la transmisión de palabras es parecida en 1 Corintios y Lucas, por un lado, y en Marcos y Mateo,

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por otro. Son dos modelos de la tradición que muestran dos acentos teológicos del mismo acontecimiento (cf. Tema 8.8). 3.4.  Los métodos sincrónicos Si diacronía significaba progresión en el tiempo, sincronía significa el tiempo en un momento dado. Por tanto, así como los métodos diacrónicos estudian la historia de un texto para comprenderlo, los métodos sincrónicos estudian la versión de un texto tal como se presenta al lector, con independencia de su historia. Si un texto fuera un cuadro, los métodos diacrónicos estudiarían el proceso y las capas de pintura que se han aplicado al lienzo, mientras los métodos sincrónicos estudiarían la versión final resultante y que se nos presenta a la vista. Los análisis más característicos del método sincrónico son: • el análisis narrativo: que estudia los elementos literarios que configuran un relato, • el análisis retórico: que estudia los mecanismos de influencia de un escrito, • el análisis semiótico: que estudia las relaciones de sentido que genera un es­crito. a)  Análisis narrativo Como su nombre indica, el análisis narrativo investiga narraciones. Los sucesos y las historias se pueden contar de muchas maneras. Y además, todo relato selecciona unos elementos y descarta otros al narrar. Por eso el análisis narrativo detecta los elementos que se han elegido para contar una historia y cómo se han distribuido. En un relato se pueden analizar numerosos elementos: la voz del narrador, personajes protagonistas y antagonistas, diálogos, objetos, elementos temporales o espaciales y, sobre todo, acciones. Todo relato cuenta algo que sucede; si no, sería una descripción o un ensayo. El análisis narrativo aclara cómo se ha contado una historia y por qué. En el siglo xx los estudios narrativos han evolucionado mucho, influidos también por el gran desarrollo del cine, y se han creado muchos conceptos para explicar herramientas narrativas: elipsis, transiciones, enlaces, flashback, anticipaciones, tempo, voz omnisciente, ojo de cámara, etc.

También los relatos de los evangelios han sido objeto habitual de estudios narrativos contemporáneos con valiosas aportaciones. Se han estudiado así las estructuras de cada evangelio, los grandes bloques narrativos, la transición entre escenas y lugares, la perspectiva narrativa, etc. (cf. Tema 5). b)  Análisis retórico Con una definición breve, puede decirse que la retórica es la disciplina que hace un mensaje verbal eficaz. Por tanto, el análisis retórico estudia los elementos que se han empleado en un discurso para influir en el destinatario. Ya los grecorromanos crearon numerosas figuras retóricas y desarrollaron y sistematizaron esta disciplina. La retórica se emplea mucho en algunos campos como el debate y la política. En la narrativa, la retórica buscaría causar efecto en el destinatario, generar emociones o reflexiones. Los evangelios relatan los dichos y hechos de Jesús con la intención de despertar la fe de los destinatarios. Como dice Lucas en su prólogo a Teófilo, «… me pareció también a mí escribírtelo de forma ordenada para que conozcas la indudable certeza de las enseñanzas que has recibido» (Lc 1, 4). Aunque los evangelios han demostrado tener una dimensión y alcance universales, cada autor escribe en unas circunstancias particulares y para grupos concretos. Por eso los evangelios son susceptibles de un análisis retórico. • Por ejemplo, en Mateo 14, 36 los fariseos preguntan a Jesús por qué sus discípulos «cuando comen pan, no se lavan las manos». Como Mateo escribe para judíos, la frase no trae consigo ninguna explicación. En cambio, cuando Marcos relata el mismo pasaje, incluye una amplísima explicación pensada para no judíos: «Porque los fariseos y todos los judíos nunca comen si no se lavan las manos muchas veces, observando la tradición de los mayores; y cuando llegan de la plaza no comen, si no se purifican; y hay otras muchas cosas que guardan por tradición: purificaciones de las copas y de las jarras, de las vasijas de cobre y de los lechos» (Mc 7, 2-4).

• Otro ejemplo: Marcos describe así a la hemorroísa que quiere tocar a Jesús para curarse: «… tenía un flujo de sangre desde hacía doce años, y había sufrido mucho a manos de muchos médicos y se había gastado todos sus bienes sin aprovecharle de nada, sino que iba de mal en peor» (Mc 5, 25 s.).

El comentario de Marcos insiste en la situación desesperada de la mujer y, por contraste, en la misericordia de Jesús ante su fe confiada. Cuando Lucas, que

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según la tradición era médico, relata el mismo suceso, dulcifica un poco la descripción, sin insistir en la ineficacia de los médicos: «… una mujer que tenía un flujo de sangre desde hacía doce años y que había gastado toda su hacienda en médicos sin que ninguno hubiese podido curarla» (Lc 8, 43).

• También sucede que en pasajes donde Mateo se refiere al mal ejemplo de paganos o gentiles, Lucas no incluye el dicho o lo cambia. • Por ejemplo, Lucas no incluye el dicho de Mateo 6, 7: «… al orar no empleéis muchas palabras como los gentiles». • Y el dicho de Mateo 5, 47: «… si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen eso también los paganos?» tiene un par similar en Lucas 6, 33 que dice en cambio: «… si hacéis el bien a quienes os hacen el bien, ¿qué mérito tendréis?, pues también los pecadores hacen lo mismo». Como se ve, los evangelios son susceptibles de un análisis retórico que determine los mecanismos literarios que buscan incidir en el lector y de qué manera lo hacen; o por qué se omiten algunos detalles y se enfatizan otros. c)  Análisis semiótico Se puede definir la semiótica como el estudio del signo y la producción de sentido o significado. El análisis semiótico aplicado a relatos investiga cómo se producen sentidos con las palabras y los textos. Un método habitual de la semiótica para clarificar mejor un texto es la generación de parejas de contrarios: dentro/fuera, arriba/abajo, campo/ciudad, etc., donde se engloban verbos, sustantivos, adjetivos, etc. Por ejemplo, las bienaventuranzas y ayes en Lucas 6, 20-26 pueden clasificarse con el binomio dicha/desdicha: Dicha

Desdicha

Pobres

Ricos

Hambrientos

Los hartos

Los que lloran

Los que ríen

Los odiados e insultados

Los alabados

• El discurso de las bienaventuranzas en Lucas genera un mundo de sentido que por medio de paradojas subraya un mensaje similar al que presenta la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro (Lc 16, 19-31), y que sintetiza

por ejemplo Romanos 8, 18: «… los padecimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria futura». El análisis semiótico puede iluminar algunas dimensiones del texto que de otra manera no se perciben con tanta claridad. Este tipo de análisis puede ser útil para comprender mejor lo que quiso decir el autor y cómo lo transmitió a sus lectores. d)  Otros métodos y acercamientos Los métodos diacrónicos y sincrónicos se completan con otras herramientas de trabajo, como por ejemplo: • el acercamiento canónico: que interpreta cada texto bíblico a la luz del Canon de las Escrituras y del conjunto de la Biblia; • el recurso a las tradiciones judías de interpretación: este acercamiento ha dado muchos resultados interesantes. Conviene no olvidar que los evangelios tienen una matriz semítica y no occidental. Numerosos aspectos del texto se vislumbran conociendo bien la mente judía y sus mecanismos de interpretación; • la historia de los efectos del texto: que investiga cómo se ha interpretado un texto a lo largo del tiempo, enriqueciéndose su lectura y comprensión.

4.  Conclusión: el método histórico y el método teológico Como resumen de este capítulo, podemos decir que el método histórico-crítico es legítimo e incluso indispensable para el estudio de la Sagrada Escritura y, en concreto, de los evangelios. Esto es así porque la fe bíblica se basa en hechos históricos, en acontecimientos susceptibles de un análisis histórico (cf. Verbum Domini, n. 32). En la base del método histórico-crítico está el esfuerzo por alcanzar, en el ámbito de la historia, un grado de precisión metodológica y, por tanto, de certeza en los resultados, semejante al que se encuentra en las ciencias de la naturaleza. La exégesis bíblica ha alcanzado unas cotas muy brillantes y seguras de sofisticación del método. El acceso a Jesús por medio de los evangelios es hoy más fiable. Pero el método histórico-crítico, por muy riguroso y perfeccionado que esté, siempre ofrecerá un Jesús literario, del pasado y limitado, que necesita de otros métodos complementarios.

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Por eso, el método histórico-crítico no agota la interpretación de los textos bíblicos. Y esto por dos razones principales: • porque los textos no son meros fenómenos naturales, sino palabras humanas abiertas a lo trascendente, • y porque no son solo textos religiosos antiguos, sino el testimonio de un diálogo de Revelación entre Dios y los hombres. En efecto, lo que los evangelistas tratan de reflejar en sus escritos es el testimonio autorizado de un acontecimiento insólito y único en la historia: la convivencia de Dios encarnado entre los hombres. Necesariamente los eventos tenían que ser históricos y teológicos a la vez, tenían que ser eficaces para la predicación y difíciles de entender. Como tales eventos, eran testimoniados oralmente y consignados por escrito. Además, cada autor de un libro formaba parte de una comunidad más amplia: el pueblo elegido, que era conducido y guiado en su historia, sus instituciones y sus escritos por la pedagogía divina y en diálogo con ella, de manera progresiva y cada vez más perfeccionada; hasta que se produjo la Encarnación y el nacimiento de la Iglesia. Toda esta dimensión esencial en el origen y desarrollo de la Escritura, dentro de una Tradición que sigue viva, de un sujeto receptor de la Revelación y que es ahora la Iglesia fundada por Jesús, excede al método de análisis de textos antiguos. El mismo objeto de estudio exige que el método histórico se compenetre con el método teológico. Como explica el Concilio Vaticano II en el número 12 de la Dei Verbum hay tres principios esenciales en la interpretación adecuada de la Escritura: • atender al contenido y a la unidad de toda la Sagrada Escritura, • teniendo en cuenta la Tradición viva de toda la Iglesia, • y la analogía de la fe, es decir, la comprensión de cada unidad textual a partir de la totalidad. Por otro lado, la Tradición no impide el acceso a la Escritura sino al contrario, porque fue la Tradición la que generó la Escritura. Por eso también corresponde a la Iglesia la palabra decisiva en la interpretación de la Escritura, por ser la tradición viva desde los orígenes. Como explica la Exhortación apostólica Verbum Domini, n. 34, «… la exegesis académica actual, también la católica, trabaja a un gran nivel en cuanto se re-

fiere a la metodología histórico-crítica, también con sus más recientes integraciones», pero «es preciso exigir un estudio análogo de la dimensión teológica de los textos bíblicos, con el fin de que progrese la profundización, de acuerdo a los tres elementos indicados por la Constitución dogmática Dei Verbum».

Ejercicio 1.  Vocabulario Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas: •  Método histórico-crítico  • Edición crítica

 • Sitz im Leben

•  Ipsissima verba Iesu



 • Kerygma

•  Jesús histórico

 • Diacrónico

•  Sincrónico

Ejercicio 2.  Guía de estudio Contesta a las siguientes preguntas: 1. ¿Qué supuso para la exégesis bíblica la teología de Martín Lutero? 2. ¿Por qué se inició la llamada búsqueda del Jesús histórico? 3. ¿Se puede hacer interpretación católica de los evangelios sin usar métodos histórico-críticos?

Ejercicio 3.  Comentario de texto Lee el siguiente texto y haz un comentario personal utilizando los contenidos aprendidos: La exégesis católica no procura distinguirse por un método científico particular. Ella reconoce que uno de los aspectos de los textos bíblicos es ser obra de autores humanos, que se han servido de sus propias capacidades de expresión y de medios que su tiempo y su medio social ponían a su disposición. En consecuencia, utiliza sin segundas intenciones, todos los métodos y acercamientos científicos que permiten captar mejor el sentido de los textos en su contexto lingüístico, literario, socio-cultural, religioso e histórico, iluminándolos también por el estudio de sus fuentes y teniendo en cuenta la personalidad de cada autor (cf. Divino afflante Spiritu, Enchiridion Biblicum, 557). La exégesis católica contribuye así activamente al desarrollo de los métodos y al progreso de la investigación. Pontificia Comisión Bíblica, Interpretación de la Biblia en la Iglesia, 1993, 3.

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MARCO HISTÓRICOLITERARIO DE LOS EVANGELIOS

TEMA

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El cristianismo no es una ética, un ideal o una doctrina atemporal y espiritualista, sino que tiene su fundamento en hechos concretos sucedidos en un marco histórico, cultural y literario que se puede investigar y conocer. «Nosotros creemos y confesamos que Jesús de Nazaret, nacido judío de una hija de Israel, en Belén en el tiempo del rey Herodes el Grande y del emperador César Augusto I; de oficio carpintero, muerto crucificado en Jerusalén, bajo el procurador Poncio Pilato, durante el reinado del emperador Tiberio, es el Hijo eterno de Dios hecho hombre, que ha “salido de Dios” (Jn 13, 3), “bajó del cielo” (Jn 3, 13; 6, 33), “ha venido en carne” (1 Jn 4, 2), porque “la Palabra se hizo carne, y puso su morada entre nosotros, y hemos visto su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad […] Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia” (Jn 1, 14. 16)» (CEC, n. 423). Por eso en este tema repasamos algunos elementos fundamentales del marco histórico-literario en el que se desarrolló la vida de Jesús y los hechos que narran los evangelios. Sin duda, conocer este marco ayudará a comprender e interpretar mejor los contenidos de los libros.

SUMARIO 1.  PALESTINA: UNA REGIÓN JUDÍA, GRIEGA Y ROMANA  •  2.  LA DINASTÍA DE HERODES  •  3.  PONCIO PILATO  •  4.  GRUPOS RELIGIOSOS EN LA PALESTINA DEL SIGLO I  •  5.  LA SINAGOGA  •  6.  EXPECTACIÓN MESIÁNICA EN EL SIGLO I D. C.  •  7.  EL HIJO DEL HOMBRE: TÍTULO PREFERIDO DE JESÚS

1.  Palestina: una región judía, griega y romana En el siglo i a. C. existía una fuerte decadencia moral y política de la República de Roma, atravesada por guerras civiles. En el año 44 a. C. fue asesinado Julio César; en el año 31 a. C. se produjo la victoria de Octavio sobre Marco Antonio en la batalla de Actium y el año 27 a. C. Octavio se autoproclamó Augusto y declaró la llamada Pax Romana. Se iniciaba así una etapa de grandes reformas políticas y sociales en el Imperio. Durante el mandato de Octavio Augusto (27 a. C.-14 d. C.) nació Jesús, en Belén. El sucesor de Octavio será Tiberio (14-37 d. C.), el emperador bajo cuyo gobierno Jesús desempeñó toda su actividad pública, sufrió la Pasión y resucitó. En tiempos de Jesús, Roma tenía tres tipos de provincias: • Provincias senatoriales: pacificadas y bajo gobierno de los senadores de Roma. En cada una existía un procónsul que obedecía al Senado de Roma. • Provincias imperiales: bajo dominio directo de Augusto. Estas provincias tenían legiones estacionadas. En cada una gobernaba un legado de Augusto propretor. • Provincias conflictivas: también bajo dominio de Augusto. Cada una estaba encomendada a un prefecto o procurador. Palestina era provincia conflictiva. En tiempos de Jesús Palestina estaba muy helenizada, sobre todo en las grandes ciudades, con numerosas construcciones y costumbres de tipo helenístico. Por ejemplo, en amplias zonas de Galilea la cultura y la lengua eran hele­nistas: • toda la región de la Decápolis (con Hipos y Gadara), • el distrito de Fenicia a orillas del Mediterráneo (Ptolemaida, Tiro y Sidón), • en el interior (Cesarea, Betsaida, Séforis y Tiberíades). En las ciudades gentiles de Galilea se celebraban cultos paganos. Se entiende, por tanto, la expresión del profeta Isaías «Galilea de los gentiles» que cita Mateo 4, 13. Las zonas más judías eran rurales y en torno al mar de Galilea: Cafarnaún, Caná, Nazaret, Magdala, Genesaret. En el sur y en Jerusalén era habitual referirse a los de Galilea con el término «aldeanos». Los galileos tendrían además un acento característico, que delata a Pedro en casa de Caifás (Mt 26, 63).

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En cuanto a las lenguas habladas en Palestina en tiempos de Jesús, según el evangelista Juan, el título de la cruz de Jesús estaba escrito «en hebreo, en latín y en griego» para dar a su ejecución el mayor carácter público posible (Jn 19, 20). • Parece ser que los judíos del siglo i hablaban normalmente el arameo, que se había convertido en lingua franca del Próximo Oriente. El hebreo era sobre todo lengua litúrgica, pero al menos las clases cultas la conocerían bien. • Debido a la fuerte helenización de Palestina, el griego sería una lengua muy empleada en la zona, sobre todo para el comercio. Era la lengua koiné (común) de amplias zonas del Imperio Romano, Grecia, Asia Menor, Siria y Egipto. • Desde el siglo i a. C. el latín también habría empezado a introducirse en la región, al menos en las instituciones.

2.  La dinastía de Herodes Desde el año 63 a. C. Siria se había convertido en provincia romana y Jerusalén pasó a depender del gobernador de la provincia. Años después, los judíos de Palestina, liderados por Hircano II y el idumeo Antípatro, apoyaron a Julio César en su campaña en Egipto. Por eso César otorgó privilegios a los judíos y nombró a Antípatro gobernador de Palestina. En el 39 a. C., uno de los hijos de Antípatro, Herodes el Grande, de origen árabe y estilo helenista, vuelve de Roma con el título de rey de Palestina. Buscará contentar tanto a Roma como a los judíos. Herodes se caracteriza por el gusto hacia las edificaciones, sobre todo militares: construye las fortalezas de Maqueronte, Masada, Antonia, la ciudad comercial y portuaria de Cesarea Marítima, Sebaste en Samaria, etc. También reconstruye con mucho esplendor el Templo de Jerusalén. Herodes el Grande es célebre por su crueldad. El año 25 a. C. reprime con dureza una revuelta farisea. Mandó matar a muchos de sus familiares y allegados, incluidos mujeres e hijos. Herodes es quien recibe a los magos en el pasaje de Mateo (Mt 2, 1 ss.) y quien ordena la matanza de los niños de Belén. A su muerte en el 4 a. C., Herodes el Grande deja su reino dividido entre varios de sus hijos: • Herodes Antipas (4 a. C.- 39 d. C.): que será tetrarca de Perea y Galilea.

• Herodes Filipo (4 a. C.- 34 d. C.): tetrarca de Iturea, Traconítide, Abilinia y Panias. • Herodes Arquelao (4 a. C.- 6 d. C.): etnarca de Judea, Samaria e Idumea. Además, Herodes cedió a su hermana Salomé los enclaves de Yammia y Azoto en la costa mediterránea y la ciudad de Fasael en el valle del Jordán. Herodes Antipas será el gobernador de Galilea durante la infancia y madurez de Jesús. Es quien encierra y decapita a Juan Bautista en Maqueronte (Mc 6, 14 ss.). Jesús pone en guardia a sus discípulos frente a este Herodes (Mc 8, 15) a quien llama «zorro» (Lc 13, 32). Es el mismo que interroga a Jesús durante el proceso romano y espera verle hacer algún milagro (Lc 23, 7-12). La mujer de Cusa, administrador de Herodes, era Juana, una de las que seguían a Jesús (Lc 8, 3).

3.  Poncio Pilato Cuando la Sagrada Familia vuelve de Egipto, Herodes Arquelao había sustituido al difunto Herodes el Grande como rey de Judea. Arquelao fue cruel como su padre. Por eso la Sagrada Familia se traslada a vivir a Nazaret, donde gobierna Antipas. Cuando Jesús viviría ya en Nazaret (año 6 d. C.) Arquelao fue depuesto, Roma anexionó Judea a la provincia de Siria y nombró un praefectus romano para gobernarla. El primer prefecto de Judea será Coponio (6-9 d. C.). Su cuarto sucesor será Poncio Pilato (26-36 d. C.). Pilato trató de romanizar Judea a su manera, sin contar con el parecer y la sensibilidad de los judíos; varios documentos de la época señalan que los despreció y tuvo muchas disensiones con ellos (Tácito, Anales 15, 44; Filón, Gayo 302; Flavio Josefo, Antigüedades judías 18, 3; Guerra de los judíos 2, 9): • Filón y Josefo narran cómo Pilato introdujo en Jerusalén unas insignias de Tiberio provocando una fuerte protesta del pueblo hasta que las retiró. • Josefo relata también que utilizó los fondos sagrados del Templo para construir un acueducto. La decisión originó una revuelta que fue reprimida de forma sangrienta. Quizá este evento se relacione con Lc 13, 1: «Estaban presentes en aquel momento unos que le contaban lo de los galileos, cuya sangre mezcló Pilato con la de sus sacrificios». • En el año 35 llevó a cabo una violenta represión de samaritanos en el monte Garizim, y estos se quejaron a Vitelio, gobernador de Siria, que destituyó a Pilato.

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En definitiva, por culpa de estos enfrentamientos, Pilato no era del mismo agrado para Roma que Herodes Antipas, confidente de Tiberio. De aquí la posible enemistad entre Herodes y Pilato, hasta el momento en que el prefecto envía a Jesús ante Herodes (cf. Lc 23, 12). Cuando los evangelistas narran el proceso de Jesús ante Pilato, dejan entrever en sus relatos una historia de disensiones entre el prefecto Pilato y las autoridades judías que palpita durante el proceso. En los evangelios Pilato no quiere aparecer como un mero ejecutor de decisiones del Sanedrín; menos si cabe cuando no opina igual que ellos sobre el acusado. Pilato quiere dejar claro que Judea era una provincia bajo el yugo de Roma. Al mismo tiempo, no desea generar una revuelta judía que acabaría con su mandato (cf. Tema 9.6).

4.  Grupos religiosos en la Palestina del siglo i En torno al siglo i d. C. el judaísmo estaba diversificado en varios grupos religiosos. Por una parte: • El grupo de los fariseos puede tener su origen en los judíos llamados hasidim, término que significa literalmente «piadosos». Se trataba de judíos celosos de la Ley que se unieron a la revuelta macabea del siglo ii a. C. (1M 2, 42). Los fariseos del siglo i d. C. eran judíos no sacerdotes y de clase media. Eran el referente espiritual del pueblo. Defendían y promovían la estricta observancia de la Ley de Moisés contenida en la Torá, es decir, el Pentateuco o primeros cinco libros de la Biblia. Junto a la Torá Escrita, defendían también el valor sagrado de la Torá Oral. Como defensores de la tradición oral, habían creado una compleja red de preceptos y casuísticas difíciles de cumplir. • Los saduceos deben su nombre a Sadoc, el sacerdote de la tribu de Leví (Ez 40, 46). Después del destierro en Babilonia (siglo vi a. C.) los sadoquitas tuvieron un papel importante en la restauración del Templo y de la ciudad. Pasaron entonces a ser poco a poco el grupo aristocrático rico y con gran influencia social y política. Cuidaban todo lo referente a los sacrificios en el Templo. Solo admitían el Pentateuco, rechazaban la tradición oral y según Hechos 23, 8: «… los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángeles ni espíritus» (ver también Mc 12, 18-27). En tiempos de Jesús «el sumo sacerdote y todos los que le acompañaban, eran de la secta de los saduceos» (Hch 5, 17). De hecho, todos los sumos sacerdotes habían sido saduceos desde comienzos del siglo i.

• Los herodianos formaban el grupo político partidario de la dinastía de Herodes: eran afines al poder imperial romano y aceptaban el impuesto para Roma. Por eso acuden con los fariseos cuando preguntan a Jesús sobre el tributo al César (Mc 12, 13). • Los zelotes formaban un grupo revolucionario que no aceptaba el poder romano y buscaba la forma de vencerlo por la fuerza. Modelos zelotes serían Pinjás, porque atravesó con una lanza a un judío unido con una pagana que adoraba a Baal-Peor (Nm 25, 7 s.) y sobre todo Matatías el macabeo, que se opuso a la idolatría helenística en Jerusalén matando a un hombre (1M 2, 22). El término griego para designar al zelote es el equivalente al hebreo kanai. Por eso quizá entre los doce apóstoles Simón el Cananeo (Mc 10, 4) es llamado también Zelotes (Lc 6, 15). • Los esenios eran judíos ascetas que se oponían a la corriente religiosa saducea del Templo de Jerusalén, aunque enviaban ofrendas. Según Flavio Josefo (Guerra de los judíos 2, 119-161; Antigüedades judías 18, 11-25) había más de una secta esenia, pero en general todos vivían en comunidades propias, compartían sus bienes, tenían un elevado ascetismo, vestían de blanco, estaban dedicados a las tareas del campo y practicaban baños rituales. • Los samaritanos tenían su origen en los grupos israelitas que permanecieron en Samaría cuando fue conquistada en el 721 a. C. Estos grupos se mezclaron con la población mesopotámica trasladada allí por los asirios. En esta mezcla, asumieron con sincretismo elementos de otras religiones. Tenían su propio Pentateuco y no aceptaban otros libros como sagrados. También construyeron en el monte Garizim un templo opuesto al de Jerusalén. Parece que Juan Hircano, rey y sucesor de Simón Macabeo lo destruyó a finales del siglo ii a. C. Por estas y otras razones, los samaritanos y los judíos estaban muy enemistados entre sí, como reflejan los evangelios en varias ocasiones (por ejemplo, Lc 9, 52 ss. y Jn 4, 1 ss.). Por otra parte: • El Sanedrín (del griego synedrion, concilio), era el consejo aristocrático de Jerusalén que juzgaba las cuestiones religiosas y políticas. Estaba formado por setenta miembros presididos por el sumo sacerdote en funciones. Había tres grupos: los príncipes de los sacerdotes, los ancianos del pueblo y los escribas. • El sumo sacerdote era la máxima autoridad del judaísmo y estaba investido de una especial potestad y ayuda de Dios. Por eso Juan 11, 51 menciona que pudo profetizar el destino de Jesús, y por eso el mismo Jesús señala

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ante Pilato el mayor pecado del sumo sacerdote por entregarle al prefecto (Jn 19, 11). • Los príncipes de los sacerdotes son mencionados muchas veces en los evangelios, siempre en relación con Jerusalén y el Templo. La expresión haría referencia a los líderes más importantes de la casta sacerdotal de Jerusalén: el sumo sacerdote en funciones, los sumos sacerdotes retirados y los miembros de las familias sacerdotales. • Los ancianos del pueblo son mencionados con frecuencia en los evangelios. La expresión haría referencia a los miembros del Sanedrín de familias pudientes no sacerdotales. • Los escribas eran en tiempos de Jesús todos aquellos que se habían especializado en el estudio de la Ley y en su enseñanza: los grammateis. A este grupo Lucas lo suele llamar «doctores de la Ley». Se dedicaban profesionalmente a la escribanía, la copia de textos y su interpretación. Los evangelios mencionan con frecuencia a «los escribas y fariseos» como dos grupos emparentados (Mt 22, 13-33). Pero en tres ocasiones se emplea la expresión «escribas de los fariseos» (Mc 2, 16; Lc 5, 30; Hch 23, 9). Parece que tanto los fariseos como los saduceos (Mt 26, 57) contaban con un grupo de escribas entre ellos, pero la mayoría de los escribas eran fariseos. Formaban el tercer grupo de miembros del Sanedrín en Jerusalén.

5.  La sinagoga Elemento esencial del pueblo judío era la sinagoga. Había al menos una sinagoga en todas las ciudades y pueblos donde habitaban judíos, también en la diáspora. En la sinagoga solía encontrarse a su vez la escuela para enseñar a los niños a leer, escribir y conocer la Escritura. Todos los sábados el pueblo acudía para la ceremonia religiosa. El esquema de las ceremonias de los sábados era el siguiente: • Una Tefilá inicial: recitación de algunas plegarias, como el Shemá (Dt 6, 4-9; 11, 13-21). • Paraše: lectura de un pasaje de la Torá. • Haftare: lectura de un pasaje de los Profetas, quizá relacionado con el de la Torá. • El Targum: si era necesario, se leía una traducción al arameo. • Comentario.

Algunos elementos de este esquema se deducen en la narración lucana: «Llegó Jesús a Nazaret, donde se había criado, y según su costumbre entró en la sinagoga el sábado y se levantó para leer. Entonces le entregaron el libro del profeta Isaías y, abriendo el libro, encontró el lugar donde estaba escrito […] Y enrollando el libro se lo devolvió al ministro y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Y comenzó a decirles…» (Lc 4, 16 s.).

6.  Expectación mesiánica en el siglo i d. C. Existen bastantes indicios para afirmar que en tiempos de Jesús latía en ámbito judío, e incluso de alguna manera en el mundo grecorromano, una fuerte expectación mesiánica y la esperanza en un liberador, aunque existieran diversas corrientes. El Catecismo de la Iglesia Católica, n. 522 lo expresa así: «La venida del Hijo de Dios a la tierra es un acontecimiento tan inmenso que Dios quiso prepararlo durante siglos. Ritos y sacrificios, figuras y símbolos de la “Primera Alianza” (Hb 9, 15), todo lo hace converger hacia Cristo; anuncia esta venida por boca de los profetas que se suceden en Israel. Además, despierta en el corazón de los paganos una espera, aún confusa, de esta venida».

En líneas generales, el Mesías sería descendiente de David, enviado por Dios, daría numerosos bienes al pueblo, restauraría a Jerusalén y su Templo, reuniría a las tribus dispersas del judaísmo, sería libertador, juez y protector del pueblo. La espera mesiánica también adquiría un tono escatológico y apocalíptico que anhelaba un mundo venidero y definitivo. Esta expectación mesiánica se apoyaba en numerosos pasajes bíblicos (como Gn 49, 10-12; Nm 24, 2S 7, Is 11 y Dan 7). También los escritos judíos no bíblicos en torno al siglo i se refieren con frecuencia a la llegada del Mesías (Oráculos Sibilinos, IV Esdras, Ap Baruch, Qumrán, Salmos de Salomón, etc.). Como en tiempos de Jesús Palestina estaba bajo dominio romano, el mesianismo solía transformarse en una expectación religiosa con tintes políticos e incluso violentos. • Por ejemplo, en el libro de los Hechos, Gamaliel cuenta: «… hace poco se levantó Teúdas, que decía ser alguien, y se le unieron unos cuatrocientos hombres […]. Después de él se levantó Judas el Galileo en los días del empadronamiento, y arrastró al pueblo tras de sí» (Hch 5, 36 s.).

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• Por su parte, Flavio Josefo dice: «… la Judea estaba llena de latrocinios y, apenas se congregaba una banda de revoltosos en torno a uno, éste quería hacerse rey para ruina de toda la nación. Hacían poco daño y a pocos romanos y sin embargo producían grandes estragos entre connacionales» (Antigüedades judías 17, 10, 8).

Este ambiente puede explicar la reticencia de Jesús a aceptar habitualmente el título de rey o una eventual coronación (Jn 6, 15). Sería precisamente su pretensión de realeza mesiánica el eje central de su proceso civil ante Pilato: «¿Eres tú el rey de los judíos?», y de su ejecución como tal, porque «todo el que se hace rey va contra el César» (Jn 19, 12). Probablemente para evitar confusiones políticas y temporales Jesús empleaba otro título más sobrenatural para hablar de sí mismo (cf. Tema 4.7). La expectación de un liberador o salvador también se cernía sobre el mundo pagano, quizá por influencia judía. En el siglo xix, arqueólogos alemanes encontraron en el antiguo mercado de Priene (cerca de Mileto, Asia Menor) una inscripción datada el año 9 a. C. La estela en griego se refiere al nacimiento del emperador Octavio Augusto. Y dice entre otras cosas: «Todos pueden considerar con razón este acontecimiento como el origen de su vida y de su existencia, como el tiempo a partir del cual no tiene que lamentar haber nacido. La providencia ha bendecido y adornado maravillosamente a la vida humana dándonos a Augusto, el colmo de las virtudes, para hacer de él el bienhechor de los hombres, nuestro salvador para nosotros y para los que vengan detrás, a fin de que cese la guerra y se establezca el orden por doquier. El día del nacimiento del dios ha sido para el mundo el comienzo de las buenas noticias recibidas por mediación suya».

• Poco antes de nacer Jesús en Belén, Octavio Augusto, el hombre más poderoso de la tierra, se declaraba a sí mismo hijo de Dios, dechado de virtudes y salvador de todos; cuyo nacimiento debía celebrarse como una buena nueva: euaggelion. Por eso resulta audaz y significativo el inicio del evangelio según Marcos, escrito probablemente en Roma: «Comienzo del evangelio de Jesús Cristo, Hijo de Dios» (1, 1).

7.  El Hijo del Hombre: título preferido de Jesús En los evangelios se llama de muchas maneras a Jesús: «Maestro», «Hijo de David», «Profeta», «Rey de los judíos», «Mesías», «Señor», «Hijo de Dios», «Cordero de Dios». Pero el título que Jesús escogió para hablar de sí mismo fue el de «el Hijo del Hombre». Jesús es el único que emplea la expresión con

el artículo determinante. Para todo israelita piadoso el título remitía a la misteriosa visión apocalíptica de Dn 7, 13-14: «Seguí mirando en mi visión nocturna y he aquí que con las nubes del cielo venía como un hijo de hombre. Avanzó hasta el anciano venerable y fue llevado ante él. A él se le dio dominio, honor y reino. Y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su dominio es un dominio eterno que no pasará; y su reino no será destruido».

Varios aspectos se pueden señalar en esta visión del Hijo del Hombre que se verificarán en Jesús: • Su condición humana: la expresión «hijo de hombre» es equivalente a hombre, ser humano. Este personaje parece humano y no un ángel o un ser celeste más. • El carácter trascendente: sin embargo, este hijo de hombre viene con las nubes del cielo o sobre ellas, lo cual es una prerrogativa divina. • La entrega del reino eterno: el hombre recibe del anciano dominio, honor y reino universales y eternos. Es un reinado por encima de las categorías terrenas. En Juan 1, 51, Jesús une la imagen del Hijo del Hombre con la imagen de la escala de Jacob (Gn 28, 10-22): «… veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre». Jesús asume la imagen del Hijo del Hombre cuando declara solemnemente ante el sumo sacerdote: «Os digo que en adelante veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo» (Mt 27, 63 s.). Por su parte, los autores del Nuevo Testamento hablarán de Jesús no tanto como Hijo del hombre sino sobre todo como «Cristo» y como «Señor». La comprensión del título el Hijo del Hombre se completará en los evangelios con la misión del Siervo Sufriente del Señor, un personaje indeterminado que aparece en los llamados «cantos del Siervo» de la segunda parte de Isaías: Is 42, 1-4; 49, 1-6; 50, 4-9; 52, 13-53, 12. Se trata de un maestro y predicador, que es luz de salvación para las gentes y que sufre terriblemente en propiciación por los pecadores: es un mediador de salvación. Hechos 8, 26-38 atribuye a Jesús uno de los «cantos del Siervo», el que sirve al apóstol Felipe para evangelizar al eunuco. En la literatura apocalíptica de la época se anunciaba también un libertador venido de lo alto y que vivía con Dios desde siempre (Henoc 61, 8; 4 Esdras 13, 3; Ascensión de Moisés 10, 3). En Henoc 48, 10 se dice que era un Hijo del Hombre, que juzgaría a todos.

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Ejercicio 1.  Vocabulario Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas: •  Pax Romana •  Provincia senatorial •  Lengua koiné

•  Hasidim •  Zelote •  Targum

Ejercicio 2.  Guía de estudio Contesta a las siguientes preguntas: 1. ¿Por qué es importante para una persona católica conocer los detalles históricos del siglo i? 2. ¿Sabrías distinguir a los seis Herodes que se mencionan en el Nuevo Testamento? 3. ¿Quiénes eran los esenios y quién habla mucho de ellos? 4. ¿Qué características tiene el Hijo del Hombre en la visión de Daniel 7, 14?

Ejercicio 3.  Comentario de texto Lee el siguiente texto y haz un comentario personal utilizando los contenidos aprendidos: La verdadera fe es la fe en Jesucristo, Hijo de Dios, que ha venido en carne (1 Jn 4, 2), que ha revelado a los hombres el nombre del Padre (Jn 17, 6), que se ha entregado a sí mismo como rescate por todos (1 Tm 2, 6; Cf. Mc 10, 45 y paralelos), que ha resucitado al tercer día (1 Co 15, 4), que ha sido llevado a la gloria (1 Tm 3, 16), que está sentado a la derecha de Dios (1 P 3, 22) y cuya manifestación gloriosa se espera al fin de los tiempos (Tt 2, 13). Una cristología que no profesara todo esto se apartaría del testimonio de la tradición apostólica, regla última de la fe según San Ireneo (Demostración apostólica, N2 3), “regla de la verdad”, guardada en todas las Iglesias gracias a la sucesión de los apóstoles (Adversus Haer. 3, 1,2) Y recibida por todo cristiano al ser bautizado (ibídem, 1, 9,4). Pontificia Comisión Bíblica, Biblia y cristología, 1984, 2.2.3.1.

CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LOS EVANGELIOS SINÓPTICOS

TEMA

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El Concilio Vaticano II explica que «en la composición de los libros sagrados, Dios se valió de hombres elegidos, que usaban de todas sus facultades y talentos» (Dei Verbum, n. 11). Por eso es importante conocer todo lo posible sobre los autores de los evangelios, cuándo y dónde fueron compuestos los relatos y el acento particular de estilo y teología que le otorgó cada evangelista. Es lo que abordamos en este tema.

SUMARIO 1.  EVANGELIO SEGÚN MARCOS  •  Autor • Fecha • Lugar de composición y destinatarios • Características literarias • Estructura general • Esquema teológico • El final breve y el final largo de Marcos • La figura de Jesús en Marcos • Estupor de los personajes • El llamado secreto mesiánico en Marcos • 2.  EVANGELIO SEGÚN MATEO  •  Autor y fecha • Lugar de composición y destinatarios • Una estructura elocuente • Las citas de cumplimiento • El evangelio del Reino • Inminencia del Reino • Para entrar en el Reino • Posesión del Reino • Un Reino misterioso anunciado en parábolas • El evangelio eclesiástico • 3. EVANGELIO SEGÚN LUCAS  •  Autor • Fecha • Lugar de composición y destinatarios • El prólogo de Lucas • Historia y teología en Lucas • Fidelidad a las fuentes • Estructura focalizada • El evangelio para todas las gentes • Evangelio de la alegría • Los discursos lucanos • Importancia de la oración

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1.  Evangelio según Marcos

68 1.1. Autor

La Tradición atribuye invariablemente el segundo evangelio a Marcos, el intérprete de Pedro. • Por ejemplo, Papías de Hierápolis (circa 100 d. C.) dice: «Marcos, que fue intérprete de Pedro, puso cuidadosamente por escrito, aunque sin orden, lo que recordaba de lo que el Señor había dicho y hecho. Porque él no había oído al Señor ni lo había seguido, sino que, como dije, [siguió] a Pedro más tarde, el cual impartía sus enseñanzas según las necesidades y no como quien hace una composición de las sentencias del Señor; pero de suerte que Marcos en nada se equivocó al escribir algunas cosas tal como las recordaba» (citado por Eusebio de Cesarea, Historia eclesiástica, 3, 39, 14-15).

• En términos parecidos se expresan san Ireneo, Adversus Haereses 3, 1, 1 (circa 180 d. C.); Clemente de Alejandría, Hypotypôseis 6 (circa 200 d. C., recogido en Historia eclesiástica 6, 14); San Jerónimo, De viris illustribus 8 (circa 393 d. C.) o san Agustín, De Consensu evangelistarum 1, 1-2 (circa 405 d. C.). • El manuscrito que incluye el Prólogo Antimarcionita al evangelio de Marcos (circa 170 d. C.) ofrece un dato curioso: «Marcos era llamado Colobodáctilo, porque tenía dedos muy pequeños en proporción con el resto del cuerpo». Este Marcos puede ser el que aparece varias veces en el Nuevo Testamento: • la carta a los Colosenses lo llama «primo de Bernabé» (4, 10), quien lo habría llevado en su misión a Chipre después de otra misión con Pablo (cf. Hch 12, 25; 15, 36-39). • Lucas dice que se llamaba «Juan Marcos» y que era «hijo de María», la que recibió en su casa a Pedro cuando fue liberado de la cárcel por un ángel (Hch 12, 12). • La primera carta de Pedro 5, 13 menciona a «Marcos, mi hijo». La proximidad de Marcos con Pedro otorgaba mucha autoridad al escrito. Por eso fue reconocido paulatinamente en todas las iglesias (cf. también 2Tm 4, 11; Flm 24). • Eusebio de Cesarea escribe en su Historia eclesiástica, 2, 15: «La luz de la religión de Pedro resplandeció de tal modo en la mente de sus oyentes, que no se contentaban con escucharle una sola vez, ni con la enseñanza oral

de la predicación divina, sino que suplicaban de todas las maneras posibles a Marcos (quien se cree que escribió el Evangelio y era compañero de Pedro), e insistían para que por escrito les dejara un recuerdo de la enseñanza que habían recibido de palabra, y no le dejaron tranquilo hasta que hubo terminado; por ello vinieron a ser los responsables del texto llamado “Evangelio según Marcos”. Se dice que también este apóstol (Marcos), cuando por revelación del Espíritu tuvo consciencia de lo que había llevado a cabo, comprendió el ardor de ellos y estableció el texto para el uso en las iglesias. Clemente, en el libro VI de sus Hypotyposeis, refiere este hecho, y el obispo de Hierápolis, llamado Papías, lo confirma con su testimonio».

1.2. Fecha Según varios Padres de la Iglesia como Eusebio, Clemente de Alejandría o Ireneo, el evangelio de Marcos fue compuesto poco después de la muerte de Pedro: «Después de su partida [muerte], Marcos, discípulo e intérprete de Pedro, nos transmitió por escrito lo que Pedro había predicado» (Adv Haer. 3, 1, 1). Pedro debió de morir en la persecución del año 65, por lo que la fecha probable de composición sería la segunda mitad de la década de los sesenta. 1.3.  Lugar de composición y destinatarios Por otro lado, la Tradición indica siempre Roma como lugar de composición del evangelio según Marcos (cf. Prólogo Antimarcionita; Eusebio, Historia eclesiástica 2, 15, 2). En efecto, el texto parece escrito para gente del Imperio que no conoce bien Palestina ni las tradiciones judías o su lengua. Es decir, que Marcos escribió su evangelio en especial para cristianos gentiles de Roma. • En efecto, el narrador tiene que explicar costumbres judías que resultarían desconocidas para sus lectores (Mc 7, 2-4; 14, 12; 15, 42, etc.). • Traduce expresiones arameas como «Boanerges, es decir, hijos del trueno» (Mc 3, 17), «Talitha qum, que significa: niña, a ti te digo, levántate» (Mc 5, 41). • En cambio, cuando utiliza términos latinos, los da por sabidos y conocidos y usa el horario romano (cf. Mc 6, 48; 13, 35). • Se refiere a personajes conocidos en Roma, como los hijos de Simón de Cirene (cf. Rm 16, 13).

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1.4.  Características literarias Como resume algún exégeta, Marcos «es un escritor de estilo imperfecto, pero es un hábil narrador» [V. Balaguer (ed.), Comprender los evangelios, 119]. Basta leer un fragmento para verificarlo: «Y les dijo a sus discípulos que le tuviesen dispuesta una pequeña barca, por causa de la muchedumbre, para que no le aplastasen; porque sanaba a tantos, que todos los que tenían enfermedades se le echaban encima para tocarle. Y los espíritus impuros, cuando lo veían, se arrojaban a sus pies y gritaban diciendo: “¡Tú eres el Hijo de Dios!”. Y les ordenaba con mucha fuerza que no le descubriesen. Y subiendo al monte llamó a los que él quiso, y fueron donde él estaba. Y constituyó a doce, para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar (Mc 3, 9-14)».

• La narración es ágil y suceden muchas cosas en poco tiempo. • La forma de narrar es espontánea, vivaz, pero también redundante y poco concisa: «… sus vestidos se volvieron deslumbrantes y muy blancos; tanto, que ningún batanero en la tierra puede dejarlos así de blancos» (Mc 9, 3).

• En Marcos no hay largos discursos de Jesús (solo Mc 4, 1-34 y 13, 1-37) y se cuentan, en cambio, numerosos milagros. • El relato también presenta un vocabulario reducido. Parece que el griego no es la lengua materna del autor. • En cuanto a la sintaxis, el enlace de las frases suele ser muy básico, con el uso muy frecuente de la conjunción «y», la preposición «pues», o el adverbio «enseguida». • Usa mucho el presente histórico: «y le dice», «le despiertan», «salen». • Con frecuencia acude al discurso directo y diálogos de los personajes. • A veces hay un salto en los tiempos verbales dentro del mismo relato. • Siempre emplea el punto de vista y el tono apreciativo de los discípulos, entre los que destaca Pedro. Donde otros evangelistas hablan de Jesús que va, sale o viene, en Marcos lo hace todo el grupo. 1.5.  Estructura general En líneas generales, las características que se descubren en el texto verifican lo que la Tradición afirma sobre este evangelio: que Marcos «puso cuidadosamente por escrito, aunque sin orden, lo que Pedro recordaba de lo que el

Señor había dicho y hecho», según las necesidades de cada momento (Papías, en Historia eclesiástica 3, 39,14-15). Sin embargo, esta característica del relato no excluye un esquema teológico general que llama la atención. Todo el relato puede dividirse en dos grandes bloques narrativos: • Ministerio de Jesús en Galilea (Mc 1, 14-8, 30): –  Jesús se dirige a todo el pueblo, y manifiesta con obras y palabras su condición. –  Las gentes se preguntan sobre la condición de Jesús («¿Quién es éste?»: cf. Mc 1, 27; 2, 7.12; 3, 32; 4, 41; 6, 2.14-16.40; 8, 27-28), sin descubrirlo, hasta que Pedro le confiesa como Mesías (Mc 8, 29). • Ministerio camino de Jerusalén y en Jerusalén (Mc 8, 31-16, 20): –  Jesús se dirige principalmente a sus discípulos con enseñanzas sobre su condición de Siervo del Señor que da la vida por los hombres. –  Tras el cumplimento de esas enseñanzas, el relato concluye con la confesión del centurión como Hijo de Dios (Mc 15, 39) y con la resurrección de Jesús. 1.6.  Esquema teológico

Esta estructura general tiene tres momentos teológicos muy significativos: 1. Marcos empieza su escrito así (Mc 1, 1): «Comienzo del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios».

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2. Justo a mitad del relato (Mc 8, 29) se sitúa la escena de Cesarea de Filipo: «Entonces él les pregunta: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Le responde Pedro: “Tú eres el Cristo”». 3. Y casi al final del evangelio (Mc 15, 39) leemos esta confesión: «El centurión, que estaba enfrente de él, al ver cómo había expirado, dijo: “En verdad este hombre era Hijo de Dios”». Los dos títulos que empleaba el evangelista al inicio de su obra, son confesados a mitad y al final del relato: • primero por un judío que ha creído en Jesús: Pedro, • y luego por un centurión pagano que se ha convertido: el centurión. Este esquema es significativo: el evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios, está destinado a todas las gentes, judíos y gentiles. 1.7. El final breve y el final largo de Marcos Los exégetas llaman final largo al pasaje de Marcos 16, 9-20. Este fragmento al final del libro consiste en un apretado sumario de apariciones, el mandato misionero y la ascensión. El relato presenta un estilo distinto al resto del evangelio y no aparece en algunos códices antiguos. Por eso se piensa que pudo ser añadido después de Marcos 16, 8 que sería el final breve, algo abrupto y desconcertante porque menciona el miedo de las mujeres que no cuentan nada a nadie. Ciertamente, lo que se llama final largo de Marcos recoge con maestría tradiciones dispersas en los otros relatos canónicos: aparición a María Magdalena (Jn), a los discípulos de Emaús (Lc), a los Once (Mt); el mandato misionero (Mt, Lc) y la ascensión (Lc-Hch). En cualquier caso, tanto si alguien autorizado añadió el final largo, como si lo hizo el propio Marcos, la Iglesia lo recibió como canónico e inspirado. 1.8.  La figura de Jesús en Marcos Este evangelio destaca por presentar a un Jesús muy humano y cercano, con numerosas manifestaciones: • cansancio: se duerme en el cabezal de la barca (Mc 4, 36), • tristeza: por la falta de fe de sus paisanos de Nazaret (Mc 6, 6), • estremecimiento (Mc 8, 12),

• compasión: ante un leproso, por ejemplo (Mc 1, 41); ante los niños (Mc 10, 13-16), • enfado: por ejemplo, con sus discípulos (Mc 10, 3), • aflicción y angustia: en la oración en el huerto (Mc 14, 36), • y «un verdadero elenco de las miradas del Señor» [V. Balaguer (ed.), Comprender los evangelios, 133]. Junto a estas notas de humanidad de Jesús, el lector también percibe desde el primer capítulo muchos rasgos de su naturaleza divina: • los ángeles le sirven (Mc 1, 13), • tiene poder sobre los demonios (Mc 1, 27), • obra numerosos milagros y curaciones (Mc 1, 34), • somete a los elementos de la naturaleza (Mc 4, 39), etc. 1.9.  Estupor de los personajes Jesús es tan humano y tiene tanta autoridad a la vez que continuamente los personajes se sorprenden y se equivocan acerca de su identidad. • Los suyos se escandalizan de él (Mc 6, 3). • Herodes (Mc 6, 14) y las gentes piensan que es Juan el Bautista, Elías, o un profeta (Mc 8, 28). • Los fariseos (Mc 12, 17) o Pilato se admiran ante Él (Mc 15, 6). • Los mismos discípulos se llenan «de gran temor» (Mc 4, 41). Por contraste, el lector sabe desde el prólogo la identidad de Jesús, anunciada de forma solemne aunque velada, por la voz del cielo en el Bautismo (Mc 1, 11) y la Transfiguración (Mc 9, 7). Cuando el propio Jesús revele abiertamente quién es, será condenado a muerte: «De nuevo el sumo sacerdote le pregunta. Y le dice: “¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Bendito?”. “Yo soy –respondió Jesús–, y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo”» (Mc 14, 61-62).

1.10.  El llamado secreto mesiánico en Marcos La identidad de Jesús enlaza con otro tema habitual en los estudios sobre Marcos: el llamado secreto mesiánico. En repetidas ocasiones a lo largo del relato Jesús ordena a los personajes guardar silencio sobre lo que ven:

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• «No digáis nada hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos» (Mc 9, 9). • Órdenes de silencio después de curaciones: Mc 1, 44; 5, 43; 8, 26. • Órdenes de silencio después de confesiones: Mc 1, 34; 3, 12; 8, 30. • El silencio de las mujeres: Mc 16, 8b. En 1901 Wilhelm Wrede daba una articulada explicación de estos silencios en su obra El secreto mesiánico en los evangelios. Según este autor, el evangelista estaría creando una figura literaria y teológica de Jesús como taumaturgo y hacedor de milagros que no existió. En definitiva, Marcos sería un escritor tendencioso que con ingenio hizo de Jesús el mesías que no era ni quiso ser. Los numerosos mandatos de silencio explicarían por qué la gente no habría sabido nada de Jesús como mesías, y por qué los apóstoles tendrían que predicarlo. El argumento es complicado y difícil de aceptar: • primero porque Jesús murió crucificado precisamente por declararse Mesías; • además, si fueran falsos los milagros que los discípulos predicaban sobre Jesús, algunos de ellos realizados ante multitudes, las mismas gentes habrían desacreditado la predicación. Por tanto, si Jesús manda guardar silencio es porque hasta que el Hijo del Hombre no resucitara de entre los muertos, la comprensión de su figura y mensaje era necesariamente incompleta y equivocada: debe pasar primero por la pasión y la cruz. Por eso solo dan publicidad de la identidad de Jesús los demonios y quienes desobedecen a Jesús. También por eso Jesús llama «Satanás» a Pedro cuando intenta oponerse al plan de Dios y a la pasión, que Jesús debía sufrir para revelar su identidad a todos posteriormente (Mc 8, 33).

2.  Evangelio según Mateo 2.1.  Autor y fecha Papías de Hierápolis decía en torno al año 100 d. C.: «… así pues, Mateo en el dialecto de los hebreos puso en orden los discursos, y cada uno los interpretó como pudo» (en Eusebio, Historia eclesiástica, III, 39, 16). Hacia el año 180, Ireneo amplía la información: «Mateo publicó también entre los hebreos, en su propia lengua, un evangelio escrito, cuando Pedro y Pablo estaban evangelizando en Roma» (Adv. Haer. 3, 1, 1).

Este Mateo sería el que aparece en las listas de los Doce (Mc 3, 18; Mt 10, 3; Lc 6, 15; Hch 1, 13); el publicano también apodado Leví, el de Alfeo, a quien Jesús llama cuando está sentado al telonio (Mc 2, 14; Mt 9, 9; Lc 5, 27). Es decir que, teniendo en cuenta los datos de otros evangelios, en torno a la década de los sesenta Mateo habría sido el primero en escribir un evangelio, en hebreo o arameo. Precisamente, el evangelio según Mateo gozó de mucha estima desde los inicios del cristianismo. Es el libro del Nuevo Testamento más citado por los Padres de la Iglesia y siempre aparece el primero en las listas de los códices antiguos (cf. Tema 2.3.4). Sin embargo, hay dos problemas de interpretación: • el evangelio según Mateo que citan los Padres y que transmitió la Iglesia está en griego, no en hebreo; • los estudios exegéticos demuestran que el actual evangelio según Mateo conoció y utilizó el material del evangelio según Marcos (cf. Tema 2.2). Se han ofrecido varias respuestas a este problema. • Si hubo un evangelio hebreo de Mateo, actualmente perdido, debió de ser traducido al griego después de publicarse Marcos y necesariamente antes del año 100, pues ya hay citas de Mateo en autores muy tempranos que escriben en torno a esa fecha: por ejemplo Clemente Romano (Co 27, 5: Mt 5, 18) o Ignacio de Antioquía (Phil. 2, 1: Mt 7, 15). • Por otro lado, Ireneo recoge esta tradición: «Mateo, que en primer lugar predicó a los hebreos cuando ya estaba por dedicarse también a otros, expuso por escrito su Evangelio en su lengua materna, sustituyendo de este modo por escrito la falta de su presencia en medio de aquellos de los que se alejaba» (Adv. Haer. 3, 24, 6).

• Ireneo dice que Mateo predicó a hebreos y luego les escribió en su lengua materna el evangelio. Se explicaría así que los hebreos tuvieran un Evangelio de los Hebreos. Jerónimo afirma que él mismo tradujo del hebreo al griego «el evangelio que usan los nazarenos y los ebionitas» y que es «llamado generalmente evangelio auténtico de Mateo» (Com. in. Matt. 12, 13). • Pero Ireneo también afirma que luego Mateo «estaba por dedicarse también a otros», es decir, a gentiles. Pudo suceder que el propio Mateo editara una versión final de su evangelio en griego.

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• No obstante, algunos autores defienden la hipótesis de una escuela o grupo de discípulos de Mateo, que habría editado el evangelio en griego que conocemos. En cualquier caso, la versión griega es la que la Iglesia muy pronto usó como texto autoritativo y canónico bajo el título Evangelio según Mateo. 2.2.  Lugar de composición y destinatarios Según la cita anterior de Ireneo, el evangelio según Mateo estaría dirigido principalmente a judíos (cf. también Eusebio, Historia eclesiástica 6, 25). En efecto, el actual evangelio: • contiene expresiones típicamente hebreas como raka, gehenna, casa de Israel (Mt 5, 22; 23, 15; 10, 6); • alude a costumbres judías sin explicarlas (cf. Mt 15, 2 frente a Mc 7, 2 ss.); • cita con frecuencia las Escrituras (cf., p. ej., Mt 1-2). Por otro lado, Jerónimo afirma que este evangelio se publicó en Judea (De viris illustribus 3). Muchos autores piensan que pudo ser más en concreto en Antioquía de Siria. 2.3.  Una estructura elocuente Los exégetas constatan la dificultad que presenta el relato de Mateo para ajustarse a una estructura general, debido a la cantidad de material que contiene y a su riqueza narrativa. No obstante, se pueden señalar algunas notas características. Después de unos capítulos dedicados a la infancia y la preparación del ministerio de Jesús (1-4), Mateo parece seguir un esquema reiterado que incluye cinco grandes bloques de dichos y hechos (ver Cuadro). Los cinco bloques de discursos terminan con una expresión similar: «… y sucedió cuando terminó Jesús estas palabras…» (7, 28; 11, 1; 13, 53; 19, 1; 26, 1). La expresión del último bloque tiene un matiz: «… cuando terminó Jesús todas estas palabras», que en cierto sentido engloba todos los discursos, pues a reglón seguido empieza el relato de la Pasión. Llama la atención el parecido entre la frase mateana y la que emplea Deuteronomio 31, 1: «… y acabó Moisés de pronunciar todas estas palabras…» (cf. L. Sánchez-Navarro, Testimonios del Reino, 179).

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Con los cinco grandes bloques de enseñanza, a manera de pentateuco, Jesús es presentado por Mateo como un nuevo Moisés, que no ha venido «a abolir la Ley y los Profetas […] sino a darles su plenitud» (Mt 5, 17). Hay también otra característica destacada en el relato. Solo en tres ocasiones Mateo emplea la expresión temporal «desde entonces»: • Mt 4, 17: «Desde entonces comenzó Jesús a predicar y a decir…». • Mt 16, 21: «Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y padecer…». • Mt 26, 16: «Desde entonces [Judas] buscaba la ocasión propicia para entregárselo…». La expresión introduce a grandes rasgos tres secciones narrativas importantes: el ministerio en Galilea, el ministerio de Jerusalén y la Pasión y Resurrección. 2.4.  Las citas de cumplimiento Como hemos señalado ya, el relato mateano se caracteriza por la frecuente inserción de citas del Antiguo Testamento. Los hechos suceden «para que se cumplieran» distintos pasajes veterotestamentarios, especialmente Isaías. El relato de la infancia es paradigmático ya que contiene la mitad de todas las citas explícitas incluidas en el evangelio (cf. Tema 5.3). En el resto del evangelio: • Mt 4, 14-16 cita Is 8, 23-9, 1: se cumple la predicación de Jesús en algunos lugares.

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• Mt 8, 17 cita Is 53, 4: Jesús toma las enfermedades y dolores como siervo sufriente. • Mt 12, 17-21 cita Is 42, 1-4: Jesús es el siervo al que Dios elige y en el que se complace. • Mt 13, 35 cita Sal 78, 2: se cumple la predicación en parábolas. • Mt 21, 4-5 cita Is 62, 11 y Za 9, 9: se cumple la entrada en Jerusalén sobre un borrico. • Mt 27, 9 cita Za 11, 13: Jesús es tasado en 30 monedas. Estas citas muestran cómo los sucesos de la vida de Jesús estaban anunciados y se cumplían en él. Se trata de un recurso esencial del cristianismo primitivo. El núcleo de la predicación apostólica emplea ya la expresión «según las Escrituras» (1Co 15, 3-4). Jesús resucitado «interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él» (Lc 24, 27). En el evangelio según Juan, Jesús mismo anima a los judíos: «… examinad las Escrituras […] ellas son las que dan testimonio de mí» (Jn 5, 39). 2.5.  El evangelio del Reino Todos los evangelios mencionan el Reino. Pero entre ellos destaca Mateo, el libro de la Biblia que más emplea este término (54 veces). Mateo utiliza varias expresiones: el «reino de Dios» o su equivalente «reino de los cielos»; «evangelio del reino» o su equivalente «la palabra del reino»: siempre en relación con la idea de la predicación y la escucha (Mt 4, 23; 9, 35; 24, 14); «los hijos del reino» (Mt 8, 12) frente a los «hijos del Maligno» (Mt 13, 38), porque hay también «un reino de Satanás» (Mt 12, 26) que sucumbirá ante el reino del Hijo del Hombre (Mt 13, 41) y de su Padre (Mt 13, 43). 2.6.  Inminencia del Reino El reino que se anuncia tiene un carácter inminente: • «Id y predicad, “El Reino de los Cielos está al llegar”» (Mt 10, 7); «el Reino de Dios ha llegado a vosotros» (Mt 12, 28). • La inminencia del Reino es el núcleo de la predicación del Bautista: «En aquellos días apareció Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea y diciendo, “Convertíos, porque está al llegar el Reino de los Cielos”» (Mt 3, 1 s.).

El Reino exige conversión, un cambio radical de conducta y mentalidad (metanoia en griego, paenitentia en latín). Nótese cómo Mateo hace coincidir el mensaje del Bautista con el de Jesús (cf. Mt 4, 17). Este mensaje se centra en el «hacer» y no en el «decir», porque «No todo el que me dice, “Señor, Señor”, entrará […], sino el que hace la voluntad de mi Padre» (Mt 7, 21). Se debe evitar la actitud de los fariseos «que dicen pero no hacen» (Mt 23, 3). Jesús pide rezar al Padre para que este Reino, «preparado para vosotros desde la creación del mundo» (Mt 25, 34), «venga a nosotros» (Mt 6, 10). 2.7.  Para entrar en el Reino Otro tema recurrente es el acceso al Reino. Este presenta condiciones exigentes, que no deben darse por supuestas: • «… si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos» (Mt 5, 20) y «… si no os convertís y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos» (Mt 18, 3); • «… difícilmente entrará un rico» (Mt 19, 23); • más fácil le será «a un camello pasar por el ojo de una aguja» (Mt 19, 24); • Jesús se queja de los escribas y fariseos: «… que cerráis el Reino de los Cielos a los hombres» (Mt 23, 13); • y advierte de «que muchos de oriente y occidente vendrán y se sentarán a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el Reino de los Cielos» mientras otros quedarán fuera (Mt 8, 11 s.). En Cesarea de Filipo Jesús anuncia con solemnidad la entrega a Pedro de «las llaves del Reino de los Cielos; y todo lo que ates sobre la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desates sobre la tierra quedará desatado en los cielos» (Mt 16, 19). 2.8.  Posesión del Reino El Reino no solo es presentado como un lugar al que se debe acceder, sino también como algo que se posee. En primer lugar, el Reino es del «Padre» (Mt 26, 29; 13, 43) y se debe pedir que llegue a los hombres (Padrenuestro: Mt 6, 9 s.).

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• También se dice que el Reino es del «Hijo del Hombre» (Mt 16, 28; 13, 41; 20, 21). • Junto al Padre y al Hijo del Hombre, muchos poseerán el Reino: –  «los pobres de espíritu» (Mt 5, 3); –  «los que padecen persecución por causa de la justicia» (Mt 5, 10); –  «los esforzados» (Mt 11, 12); –  «el que se humille como este niño» (Mt 18, 4) y «los que son como ellos» (Mt 19, 14); –  el «pueblo que rinda sus frutos» (Mt 21, 43). Será un Reino donde sorprendentemente «los publicanos y las meretrices van a estar por delante de vosotros» (Mt 21, 31); allí será grande «el que cumpla y enseñe [los mandamientos] (Mt 5, 19). Y «dirá el Rey a los que estén a su derecha, “Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo”» (Mt 25, 34). 2.9.  Un Reino misterioso anunciado en parábolas El Reino de los Cielos es misterioso y difícil de comprender, por eso Jesús siempre emplea parábolas y comparaciones para explicarlo. Dice que es como: • «un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras dormían los hombres, vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue» (Mt 13, 24 s.); • «un grano de mostaza», minúsculo pero que luego crece mucho (Mt 13, 31 s.); • «la levadura con tres medidas de harina hasta que fermentó todo» (Mt 13, 33); • «un tesoro escondido en el campo» (Mt 13, 44); • «un comerciante que busca perlas finas» (Mt 13, 45 s.); • «una red barredera» (Mt 13, 47); • «un rey que quiso arreglar cuentas con sus siervos» (Mt 18, 23); • «un hombre, dueño de una propiedad, que salió al amanecer a contratar obreros para su viña» (Mt 20, 1); • «un rey que celebró las bodas de su hijo» (Mt 22, 2 s.);

• «diez vírgenes, que tomaron sus lámparas y salieron a recibir al esposo» (Mt 25, 1). En realidad, el misterio del Reino consiste en que Jesús es el mensajero y el mensaje. Jesús es el Reino. Como desarrollarán las cartas del Nuevo Testamento, en el Cuerpo Místico de Cristo, en autō, en él, se da y manifiesta el Reino (cf. p. ej., 1Co 1, 5; 2Co 5, 21; Ef 1, 4; Col 2, 15). «Lo que Jesús llama el reino de Dios, es sumamente complejo y solo aceptando todo el conjunto podemos acercarnos a su mensaje y dejarnos guiar por él» (J. Ratzinger/Benedicto XVI, Jesús de Nazaret I, 90). 2.10.  El evangelio eclesiástico Mateo es el único evangelista que emplea el término griego ekklesía, iglesia: lo hace en dos lugares y siempre en boca de Jesús (Mt 16, 18; 18, 17) para referirse a su iglesia, la que Él funda. Al inicio de su evangelio (1, 22 s.) Mateo dice con palabras de Isaías que Jesús es el Emmanuel, «el Dios con nosotros» y al final del evangelio Jesús anuncia «yo estoy con vosotros todos los días» (Mt 28, 20). Jesús es «Dios con nosotros» precisamente en su Iglesia, la gran fraternidad de los discípulos de Jesús. Estos son enviados por Jesús a bautizar por el mundo «enseñándoles a guardar todo cuanto os he mandado» (Mt 28, 20). En los inicios del cristianismo el evangelio según Mateo fue el más usado en la Iglesia, porque contenía precisamente lo que Jesús había mandado guardar, sus enseñanzas. Por eso fue el primero en extenderse con carácter autoritativo en las iglesias y es llamado evangelio eclesiástico y catequético, donde Jesús es el modelo de catequista.

3.  Evangelio según Lucas 3.1. Autor Entre los papiros antiguos que recogen porciones del tercer evangelio, destaca el Papiro Bodmer XIV o P75 (circa 200 d. C.). Es el testimonio más temprano que se conoce del título evangelio según Lucas. A partir del siglo ii, hay bastantes testimonios patrísticos sobre el tercer evangelio y sobre su atribución a Lucas.

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• Una breve biografía de Lucas la encontramos en el manuscrito que incluye el Prólogo Antimarcionita a su evangelio (circa 170 d. C.) y que dice: «Lucas fue un sirio antioqueno, doctor de profesión, discípulo de los apóstoles: aunque después siguió a Pablo hasta su martirio, sirviendo al Señor con rectitud. Nunca tuvo mujer ni hijos y murió a la edad de 84 años, lleno del Espíritu Santo, en Boecia». • El Canon de Muratori (circa 170 d. C.) añade «que Pablo lo tomó consigo por sus conocimientos de derecho, y escribió con su consentimiento lo que juzgó bueno» (ver también Tertuliano, Adv. Marcionem 4.2.2; Clemente de Alejandría, Paedagogus 2.1.15 y Stromata 5.12.82). • También Ireneo (circa 180 d. C.) dice que «Lucas, seguidor de Pablo, consignó en un libro “el Evangelio que éste predicaba”» (Adv. Haer. 3, 1, 1). • San Jerónimo (circa 400 d. C.) añade que Lucas era «muy versado en la lengua griega» (Epist. Ad Damasum, 20, 4, 4). Tres veces menciona el Nuevo Testamento a Lucas: • Colosenses 4, 14, la carta a Filemón versículo 24 y la segunda carta a Timoteo 4, 11. • Lucas es uno de los colaboradores de Pablo, es médico y de origen gentil y no judío. • Estas señas de identidad pueden deducirse del autor del tercer evangelio y Hechos de los Apóstoles: una persona culta, que no es de origen palestino, con ideas teológicas similares a las de las cartas paulinas, que conoce muy bien la comunidad cristiana de Antioquía, y de segunda generación. 3.2. Fecha En torno al año 180 d. C., Ireneo en Adversus Haereses 3, 31, 5 cita Hechos 21, 8 y afirma que el hereje Marción «recortó el Evangelio según Lucas quitándole todas las cosas escritas sobre la generación del Señor, y arrancando, de la doctrina que el Señor predicó, muchas partes» (Adv. Haer. 1, 27, 2). Esto debió de suceder hacia el 150 d. C. Necesariamente Lucas publicó antes. De hecho, parece que hacia el año 100 tanto Clemente Romano (1Cle 48, 4: Lc 1, 75) como Ignacio de Antioquía ya conocen el evangelio según Lucas. Por ejemplo, Ignacio dice: «… aquel a quien el Señor de la casa envía para administrar su casa, debemos recibirlo como aquel mismo que lo ha enviado» (Ef 6, 1).

El texto parece conocer Lc 12, 42: «¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien el amo pondrá al frente de la casa?».

Cotejando todos los datos que existen, muchos investigadores sitúan la composición de Lucas en torno al año 80 d. C. Un argumento recurrente aunque no concluyente es que, como Lucas 21, 20 recoge el anuncio escatológico de la caída de Jerusalén (70 d. C.), su evangelio tendría que ser posterior a esta. 3.3.  Lugar de composición y destinatarios Todo en el tercer evangelio indica que Lucas escribió primordialmente para gentiles convertidos al cristianismo (para esta cuestión cf. Tema 3.8): • El propio Lucas dedica su evangelio y Hechos al «distinguido Teófilo» (Lc 1, 3; Hch 1, 1), que parece un cristiano gentil. • El Prólogo Antimarcionita (circa 170 d. C.) afirma que Lucas escribió «a los fieles de origen griego». • De hecho, todo el evangelio evidencia que el autor se dirige a lectores helenísticos que no conocen Palestina (compárese, p. ej., Mc 2, 4; 9, 5 y 14, 36 con Lc 5, 19; 9, 33; 22, 42). Sobre el lugar de composición, el Prólogo Antimarcionita dice que Lucas escribió su evangelio «en alguna parte de la región de Acaya». Jerónimo añade que fue «en Acaya y Boecia» (Com. in Matt., Prefacio). 3.4.  El prólogo de Lucas Lucas es el único evangelista que introduce su obra e incluye destinatario. Lo hace con un prólogo de gran calidad literaria que ratifica el elogio a Lucas de san Jerónimo: «muy erudito en la lengua griega» (Epist. 19). Con una sintaxis larga y estructurada, el evangelista presenta al estilo helenista información muy valiosa sobre su obra: • El argumento: «las cosas que se han cumplido entre nosotros». • Las fuentes empleadas: «testigos oculares y ministros de la palabra». • El método: «después de haberme informado con exactitud de todo desde los comienzos», «escribírtelo de forma ordenada». • La justificación: «ya que muchos han intentado poner en orden la narración», «también me (lo) pareció a mí».

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• La finalidad: «para que conozcas la indudable certeza (asphaleia) de las enseñanzas que has recibido». Lucas es también el autor del libro de los Hechos, obra a su vez prologada. En este caso se refiere de nuevo a su primer libro y ofrece un nuevo resumen del argumento: «Escribí el primer libro, Teófilo, sobre todo lo que Jesús comenzó a hacer y enseñar hasta el día en que, después de haber dado instrucciones por el Espíritu Santo a los apóstoles que él había elegido, fue elevado al cielo». 3.5.  Historia y teología en Lucas Lucas se presenta con una mentalidad de historiador: considera su obra como una «narración» (en griego diegésis), inscribiéndola en el género histórico. Por eso establece un orden y ofrece numerosas referencias a la historia profana que encuadran su relato. Pero Lucas es también teólogo porque en un marco histórico pormenorizado narra sucesos teológicos. Lucas pone en orden testimonios de fe, acerca de cosas que no solo han sucedido, sino que «se han cumplido», porque estaban anunciadas en las Escrituras de Israel (cf. el discurso inaugural de Jesús: 4, 16-30) y la catequesis de Emaús: 24, 13-35). • Esta simbiosis lucana entre historia y teología tiene en el inicio de la actividad del Bautista un ejemplo paradigmático: «El año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Filipo tetrarca de Iturea y de la región de Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene, bajo el sumo sacerdote Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, el hijo de Zacarías, en el desierto» (3, 1-2).

• Datos históricos: –  El año decimoquinto del imperio de Tiberio César se sitúa entre el 27-29 d. C. –  Pilato fue praefectus de Judea desde el año 26 al 36. –  El Herodes mencionado es Antipas, que murió el año 39. –  Filipo, su hermanastro y marido legítimo de Herodías, fue tetrarca hasta el año 33/34. –  Caifás ejerció su pontificado desde el año 18 al 36.

–  Anás, su suegro, había sido depuesto el año 15 por la autoridad romana, pero conservaba mucha influencia en la política y la religión judías (cf. Jn 18, 13; Hch 4, 6). • Suceso teológico: –  «Vino la palabra de Dios sobre Juan». Esta expresión es frecuente en el inicio de muchos libros proféticos (Ez 1, 3; cf. Os 1, 1; Mi 1, 1; So 1, 1; etc.). 3.6.  Fidelidad a las fuentes Este sentido histórico y teológico queda establecido desde el prólogo, donde destacaba la expresión «indudable certeza» (en griego: ἀσφάλειαν, asphaleian). Lucas quiere ofrecer a Teófilo, cristiano de tercera generación, «una garantía de que la enseñanza y la práctica de la Iglesia contemporánea estaba enraizada en el propio tiempo de Jesús» (J. Fitzmyer, El evangelio según san Lucas, Cristiandad, Madrid, 1986, 1, 30-34). Por eso Lucas demuestra fidelidad a las fuentes que maneja y a lo que han transmitido los testigos de los hechos. «Lucas refleja la fe de la Tradición anterior que está basada en unos hechos reales» [V. Balaguer (ed.), Comprender los evangelios, 144]. Esta actitud del autor se verifica incluso en su estilo literario: aunque Lucas maneja muy bien el griego, el tinte hebreo y menos cuidado de algunos pasajes deja entrever el respeto a la fuente previa, sobre todo cuando son palabras de Jesús (cf. p. ej., 9, 28-39, un pasaje más semítico que el mateano). 3.7.  Estructura focalizada El evangelio de Lucas puede dividirse en grandes secciones similares a los otros evangelistas: • Relatos de la infancia: 1-2. • Ministerio en Galilea: 3, 1-9, 50. • Camino a Jerusalén: 9, 51-19, 27. • Pasión, Resurrección y apariciones 19, 28-24, 53. Sin embargo, Lucas destaca por ofrecer una historia focalizada y en cierto sentido circular, donde todo converge en la Ciudad Santa y el Templo: • El relato se inicia con Zacarías en Jerusalén y en el Templo (Lc 1, 5-9).

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• Jesús recién nacido es llevado a Jerusalén para ser presentado en el Templo (Lc 2, 22), donde es recibido por Simeón y la profetisa Ana, que no se apartaba del Templo (2, 37). • Jesús es hallado en el Templo por María y José cuando tenía doce años (Lc 2, 46). • Las tentaciones de Jesús culminan en el Templo (Lc 4, 9; en cambio cf. Mt 4, 8-11). • Jesús decide firmemente a partir de Lc 9, 51 marchar hacia Jerusalén y se inicia un largo itinerario (un tercio del evangelio) que culmina en la Ciudad Santa con la Pasión y la Resurrección. • Jesús resucitado va en busca de los de Emaús para que vuelvan a Jerusalén (Lc 24, 33). • Jesús también anuncia a los discípulos la evangelización «comenzando desde Jerusalén», donde les pide que permanezcan hasta que fueran «revestidos con la fuerza de lo alto» (Lc 24, 49). • Y el último versículo del evangelio cuenta que los discípulos «regresaron a Jerusalén con gran alegría. Y estaban continuamente en el Templo bendiciendo a Dios» (Lc 24, 53 s.). 3.8.  El evangelio para todas las gentes Numerosos rasgos del evangelio según Lucas demuestran su intención de escribir para gentiles y señalar la universalidad de la salvación. Citamos algunos: • Genealogía: Mateo 1, 1 empieza su evangelio con la genealogía de Jesús como «hijo de David, hijo de Abrahán». En cambio, Lucas la universaliza y se remonta hasta Adán (Lc 3, 28), para incluir en el parentesco de Jesús no solo a Israel sino a todos los hombres. • Canto de Simeón en Lucas 2, 29-32: que augura la salvación para todos los pueblos y declara a Jesús luz para los gentiles. • Profecía de Isaías sobre el Bautista: Lucas amplía la cita de Isaías 40 que hacen los otros evangelios e incluye estas palabras: «y todo hombre verá la salvación de Dios» (Lc 3, 6).

• Dichos de Jesús: algunos discursos de Jesús que en Mateo se dirigen a judíos se cambian en Lucas para ser acogidos también por gentiles: –  por ejemplo, donde Mt 5, 46 dice: «¿No hacen eso también los paganos?», Lc 6, 32 dice: «los pecadores»; –  Lucas suprime la orden de Jesús: «no vayáis a tierra de gentiles» (Mt 10, 5); –  solo un samaritano vuelve a darle gracias al ser curado y Jesús se lamenta de los judíos que no han acudido (Lc 17, 16), etc. • Material propio: Lucas incluye bastante material exclusivo que refleja la misericordia de Dios hacia todos los hombres y pecadores: –  por ejemplo, la parábola del buen samaritano (10, 30-37); –  la dracma perdida (15, 8-10); –  el hijo pródigo (15, 11-32). –  La misericordia es tan importante que es sinónimo de perfección. Por eso donde Mateo 5, 48 dice «sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto», Lucas dice «sed misericordiosos» (Lc 6, 36). 3.9.  Evangelio de la alegría Como consecuencia de la universalidad de la salvación, Lucas subraya muchas veces la alegría y el asombro que causa el advenimiento del Hijo de Dios: • gran alegría para todos (2, 10); • para María e Isabel (1, 47); • alegría de los pastores y las gentes (2, 18); • asombro de la multitud (5, 26; 11, 14; 19, 37); • alegría de los discípulos (10, 17; 24, 52); • alegría de Zaqueo (19, 6); • alegría de los ángeles (15, 10); • se alegra el cielo (15, 7); • el propio Jesús invita a la alegría (6, 23).

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3.10.  Los discursos lucanos El relato de Lucas se caracteriza también por la inclusión de bastantes discursos y cantos que pronuncian distintos personajes: • el anuncio del Ángel a Zacarías (1, 13-17); • el anuncio del Ángel a María (1, 30-33); • el Magníficat de María (1, 46-55); • el Benedictus de Zacarías (1, 68-79); • el Gloria de los Ángeles (2, 14); • el Nunc Dimittis de Simeón (2, 29-32); • el discurso de Jesús a las Hijas de Jerusalén (23, 28-31). Estos discursos anuncian distintos aspectos de la salvación y ofrecen muchos datos reveladores sobre la identidad de Jesús. También expresan la reacción interior de los personajes ante las acciones de Dios en favor de los hombres. Los discursos lucanos suelen tener un esquema similar: Lc

afirmación

partícula

motivo

anuncio

ya que

tu oración ha sido escuchada,

dará a luz, será, no beberá, etc.

pues

has hallado gracia delante de Dios

concebirás, le pondrás, será, etc.

1, 13 s.

No temas, Zacarías,

1, 30 s.

No temas, María,

1, 46 s.

Proclama mi alma las grandezas del Señor, y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador:

porque

ha puesto los ojos en la humildad de su esclava

me llamarán…

1, 68 s.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,

porque

ha visitado y redimido a su pueblo

serás llamado, irás delante, etc.

2, 29 s.

Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz, según tu palabra:

porque

mis ojos han visto tu salvación

la traspasará…

23, 28 s.

Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad más bien por vosotras mismas y por vuestros hijos,

porque

mirad que vienen días

se dirá, comenzarán, qué harán, etc.

Parece que en ocasiones señaladas del relato y de acuerdo con el estilo helenístico de su época, Lucas expresa el mensaje de los personajes con un lenguaje griego más elegante y poético que subraya la importancia de lo que dicen y sienten. 3.11.  Importancia de la oración El evangelio según Lucas destaca por su insistencia en la importancia de la oración. En este sentido, Jesús es el modelo de oración para todo discípulo: • El Espíritu desciende sobre Jesús «cuando estaba en oración» (Lc 3, 21). • Jesús acude a la oración antes de empezar el ministerio (Lc 4, 42 y 5, 15-16). • Antes de elegir a los Doce «pasó toda la noche en oración» (Lc 6, 12). • Antes de la confesión de Pedro, Jesús estaba haciendo oración (Lc 9, 18). • Cuando los discípulos le piden que les enseñe a orar es después de que Jesús acabara su oración (Lc 11, 1). • En Getsemaní, ora por los discípulos (Lc 22, 40). • La última palabra en la cruz es una oración (Lc 22, 34.46).

Ejercicio 1.  Vocabulario Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas: •  Cita de cumplimiento

•  Diegesis

•  Secreto mesiánico

•  Papiro Bodmer

•  Papías

•  Final largo

Ejercicio 2.  Guía de estudio Contesta a las siguientes preguntas: 1. ¿En qué consiste la hipótesis de Wrede y qué se puede responder? 2. ¿Conserva la Iglesia el evangelio hebreo de Mateo? ¿Fue un texto inspirado? 3. ¿Qué significa la expresión «evangelio eclesiástico» atribuida a Mateo? 4. ¿Cuál es la relación entre historia y teología en los escritos de Lucas?

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Ejercicio 3.  Comentario de texto Lee el siguiente texto y haz un comentario personal utilizando los contenidos aprendidos: También puede decirse que San Mateo se figura por el león, porque puso de relieve la estirpe real de Jesucristo. San Lucas por el becerro, víctima del Sacerdote. San Marcos, que no se propuso narrar ni la estirpe regia ni la sacerdotal, sino que se ocupa de lo humano de Jesucristo, se designa por la figura del hombre. Estos tres seres, el león, el hombre y el becerro, andan por la tierra, por lo que los otros tres evangelistas trataron principalmente de lo que obró Jesucristo como hombre. Pero San Juan tiene el vuelo del águila, y contempla con la penetrante mirada de su espíritu la luz del Ser inmutable. De esto se desprende que los tres primeros evangelistas no se ocuparon sino de la vida activa, y San Juan de la contemplativa. San Agustín, De consensu evangelistarum, 1, 6.

LOS RELATOS DE LA INFANCIA

TEMA

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Después de unos temas de introducción general a los evangelios, en los siguientes estudiamos los contenidos de estas obras. Las próximas lecciones son en realidad guías de lectura que sirven para aprender a interpretar y profundizar en los pasajes, también desde una perspectiva canónica que se apoya constantemente en el Antiguo Testamento y el resto del Nuevo para comprender lo que se narra y cómo se narra. En efecto, «el Nuevo Testamento exige ser leído también a la luz del Antiguo» (CEC, n. 129). Comenzamos por un capítulo dedicado a los relatos de la infancia de Jesús (Mt 1-2 y Lc 1-2). Como dice el Catecismo de la Iglesia Católica, «nuestro Señor, al haberse hecho hombre para cumplir la voluntad del Padre (cf. Hb 10, 5-7), nos “manifestó el amor que nos tiene” (1 Jn 4, 9) con los rasgos más sencillos de sus misterios» (n. 516). Precisamente los relatos de la infancia narran adecuadamente y según su naturaleza los principales misterios del nacimiento y de la infancia de Jesús.

SUMARIO 1. INTRODUCCIÓN  •  El origen de Jesús • Los relatos de la infancia: un derash de cumplimiento • Diferencias y semejanzas entre Mateo y Lucas • Historicidad de los relatos de la infancia • 2.  LAS GENEALOGÍAS DE JESÚS  •  Genealogía de Mateo • Genealogía de Lucas • 3.  EL RELATO DE MATEO  •  Introducción • Concepción y decisión inicial de José • El aviso angélico • Nacimiento en Belén • La adoración de los magos y la estrella • Huida a Egipto y matanza de los niños • 4.  EL RELATO DE LUCAS  •  Introducción • Anunciación y concepción • La visitación • El censo de Quirino y el nacimiento en Belén • La adoración de los pastores • Algunos episodios de la infancia

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1. Introducción

92 1.1.  El origen de Jesús

Suele llamarse a Mateo 1-2 y Lucas 1-2 evangelios de la infancia porque explican el origen de Jesús y su misión. En cierto sentido son como un evangelio completo «en miniatura». El evangelio según Marcos no narra la infancia de Jesús. El relato empieza directamente con la predicación del Bautista a orillas del Jordán. Jesús acude allí enseguida para ser bautizado e iniciar su vida pública. Sin embargo, el relato de Marcos remite bastantes veces a la vida de Jesús anterior al Bautismo. • Por ejemplo, dice que llega al Jordán «desde Nazaret de Galilea» (Mc 1, 9); • y los demonios le llaman «Nazareno» (Mc 1, 24); • Marcos menciona a «sus parientes» en general (Mc 3, 21); • o más en concreto, a «su madre» y «sus hermanos y hermanas» (Mc 3, 32); • también dice que en una ocasión «marchó a su ciudad» (Mc 6, 1); • donde los lugareños se preguntan «¿no es éste el artesano»? (Mc 6, 3). Mateo y Lucas son los evangelistas que han recogido algunos episodios del misterio del nacimiento y la infancia de Jesús que Marcos da por supuestos tantas veces. • Quizá lo hicieron debido a algunas circunstancias de la primera evangelización que requerían aclarar el origen de Jesús y narrar explícitamente episodios sobre su infancia. • De hecho, una de las herejías más tempranas (la de los ebionitas), afirmaba que Jesús era solo un hombre común, que recibió una misión especial en el Jordán; y los docetas decían que su nacimiento y su pasión fueron solo aparentes. En cualquier caso, tanto Mateo como Lucas subrayan que Jesús es verdadero hombre y a la vez verdadero Dios, con un nacimiento milagroso sin concurso de varón y con una misión redentora para la humanidad. Aunque el resto del Nuevo Testamento no tenga alusiones explícitas a la infancia de Jesús y su Encarnación, tampoco la niega, y más bien la refuerza. En efecto, diversos textos neotestamentarios se subraya la preexistencia de Jesús, su filiación divina, su ascendencia israelita, y se menciona muchas veces a María madre de Jesús mientras se produce un silencio en torno a una posible paternidad humana.

1.2.  Los relatos de la infancia: un derash de cumplimiento Los relatos de la infancia están recargados de referencias al Antiguo Testamento. Incluso tienen cierta dependencia literaria. Por eso se dice que son como un derash cristiano, es decir, una lectura de textos veterotestamentarios que busca su sentido pleno y su actualización. Los relatos de la infancia serían en todo caso un derash de cumplimiento: los evangelistas no crean escenas a partir del Antiguo Testamento sino que parten de los hechos de la infancia de Jesús y luego los narran en estilo deráshico, señalando con citas o alusiones cómo estaban anunciados y cómo se confirman con semejanzas y paralelos del Antiguo Testamento. 1.3.  Diferencias y semejanzas entre Mateo y Lucas Una nota peculiar en los relatos de la infancia de Mateo y Lucas es que no narran los mismos episodios, sino que cada uno relata sucesos que el otro narrador parece desconocer. El siguiente cuadro resume ambos relatos: Mateo

Lucas

Genealogía abrahámica (1, 1-17)

[Genealogía adámica (3, 23-38)]

Concepción de Jesús y dudas de José (1, 18-24)

Episodios sobre Juan Bautista (1, 5-25; 57-80)

Adoración de los magos (2, 1-12)

Episodios sobre Jesús (1, 26-56; 2, 1-51)

Huida a Egipto y muerte de los inocentes (2, 13-18)

Anunciación.

Retorno a Nazaret (2, 19-23)

Visitación.

Adoración de los pastores.



Circuncisión y episodio de Simeón.



El Niño en el Templo.

Además, cada evangelista narra los sucesos con un tono particular: Mateo

Lucas

Relato dramático, con sobresaltos.

Relato alegre, con gozo.

Narración desde el punto de vista de José.

Narración desde el punto de vista de María.

Incluye citas explícitas del Antiguo Testamento.

Citas del Antiguo Testamento implícitas.

Detrás de estas diferencias se puede descubrir el acento teológico que cada evangelista establece para su presentación general sobre la figura de Jesús. A pesar de estas diferencias y de que Mateo y Lucas narren episodios distintos, llama la atención un hecho importante: ambos evangelistas transmiten los

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mismos hechos esenciales referidos a Jesús y coinciden en todos los puntos doctrinales: • María concibe sin concurso de varón.

Mt 1, 20.23.25

Lc 1, 34

• La concepción es por obra del Espíritu Santo.

Mt 1, 18.20

Lc 1, 35

• José desciende de David.

Mt 1, 16.20

Lc 1, 27.32

• El nacimiento de Jesús tuvo lugar en Belén.

Mt 2, 1

Lc 2, 4-6

• El Niño se cría en Nazaret.

Mt 2, 23

Lc 2, 39

• El ángel dice que el Niño es el Salvador.

Mt 1, 21

Lc 2, 11

Parece evidente que los relatos de Mateo y Lucas son independientes entre sí. Pero a la vez se asemejan en lo más importante de la temática que tratan, en especial el origen divino de Jesús, la concepción virginal y su misión. Los relatos coinciden también en algunos términos e incluso en el empleo del mismo pasaje del Antiguo Testamento para iluminar alguna verdad. 1.4.  Historicidad de los relatos de la infancia Muchos investigadores se han preguntado qué grado de historicidad tienen los relatos de la infancia en Mateo y Lucas y hasta qué punto las cosas sucedieron tal como ellos las cuentan. Algunos factores contribuyen a la reflexión, como por ejemplo: • un relativo silencio en Marcos y Juan y en el resto del Nuevo Testamento acerca de lo que narran estos relatos; • una fuerte carga teológica basada en citas o alusiones al Antiguo Testamento que transmiten con eficacia las verdades de fe; • una clara diferencia en los episodios narrados y el estilo empleado, hasta el punto de que ambos relatos parecen ignorarse. Algunos autores consideran que los relatos de la infancia serían meras creaciones literarias tardías con fines teológicos y catequéticos para resaltar el origen o el mesianismo de Jesús. Sin embargo, el estudio detenido de los relatos y los factores planteados llega a otras conclusiones: • el mensaje teológico de los relatos de la infancia conecta armónicamente con la más primitiva presentación del mensaje cristiano sobre el origen

y la misión de Jesús. Por ejemplo, el texto que se cree más antiguo del Nuevo Testamento, 1Ts 1, 10 (circa 50 d. C.) ya llama a Jesús Hijo de Dios; • los relatos de la infancia tienen un fuerte contenido teológico, pero este no desvirtúa su veracidad histórica, sino que la presupone y la explica. Los relatos de la infancia narran misterios de la vida del Hijo de Dios de acuerdo con su naturaleza: como hechos históricos y teológicos a la vez; • las notas teológicas y literarias propias de los relatos de la infancia en Mt y Lucas se verifican en el resto de ambos evangelios. Esto no sucede con otros relatos de la infancia apócrifos que sí parecen recreaciones tardías; • el escollo principal para aceptar la historicidad de los relatos de la infancia no es científico sino subjetivo: consiste en aceptar lo sobrenatural y la intervención de Dios en la Historia.

2.  Las genealogías de Jesús Mateo y Lucas recogen cada uno un árbol genealógico de la familia de Jesús. Las genealogías no son exhaustivas: omiten eslabones intermedios y los nombres podrían hacer referencia a clanes o a tribus y no solo a individuos. En cualquier caso, cumplen la función de explicar el origen, la etnia y la posición social de Jesús. Ambas genealogías destacan que Jesús es verdadero hombre y es israelita. 2.1.  Genealogía de Mateo Mateo sitúa su genealogía como pórtico para todo el evangelio. Con su genealogía abrahámica y descendente, subraya que el personaje que baja al mundo es judío israelita, de la dinastía davídica y que en Él se cumplen las promesas que Dios hizo a Abraham (cf. p. ej., Gn 17, 4-5). Mateo distribuye la genealogía en tres secciones de catorce generaciones. Quizá sea este un recurso a la gematría o simbolismo de los números: • El valor numérico de las consonantes de la palabra «David» suma catorce en hebreo: (D = 4) + (V = 6) + (D = 4). Este detalle y las posteriores citas del Antiguo Testamento (Mt 1, 23; 2, 6.15.18.23) muestran que Jesús es el descendiente de David y Rey Mesías prometido (2S 7, 14). Es el tres veces rey: el Rey por excelencia.

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• Además, Mateo recoge seis generaciones de siete miembros; Jesús inaugura la séptima generación, cifra que simboliza la perfección en el lenguaje bíblico junto al número tres en que se dividen los grupos de generaciones. • Por último, hay un total de 40 nombres en la genealogía de Mateo. El 40 es un número de fuerte simbolismo bíblico: en especial, los 40 años de peregrinación que pasó Israel hasta alcanzar la tierra prometida. Con Cristo acaba el peregrinar de la genealogía. Un dato llamativo es que, después de repetir con estilo semítico el mismo esquema de la genealogía: «Abrahán engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá, etc.», Mateo cambia drásticamente el enunciado del último eslabón. Por tanto, el nombre de José no se incluye como el de aquel que «engendró» a Jesús, sino como quien era «el esposo de María, de la cual fue engendrado Jesús» (Mt 1, 16). Por tanto, el salto abrupto en la genealogía de Mateo subraya la concepción excepcional de Jesús sin concurso de varón. Junto a María, se nombran otras cuatro mujeres en la genealogía mateana: Tamar (Gn 38, 1-30), Rahab (Jos 2, 1-21; 6, 17), Betsabé (mujer de Urías: 2S 11, 2-27; 12, 24), y Rut (Rt 1, 1-4, 22). Estas mujeres tienen varias notas comunes: las cuatro eran extranjeras y se incorporaron a la historia de Israel de modo sorprendente. También el mundo gentil forma parte, a su manera, de la estirpe de Jesús y de la promesa. 2.2.  Genealogía de Lucas Lucas ofrece una genealogía adámica y en orden ascendente. Va más allá de Abraham y se remonta pasando por Adán, hasta Dios. Este hecho puede subrayar la universalidad de la Salvación abierta a los gentiles y a todos los hombres. De hecho, Lucas sitúa la genealogía al comienzo de la vida pública de Jesús (Lc 3, 23-38), cuando el Bautista va a anunciar al que quita los pecados de todo el mundo. Lucas afirma que «Jesús tendría unos treinta años» cuando empezó su ministerio. También «David tenía treinta años cuando comenzó a reinar» (2S 5, 4). Casi todos los nombres de la genealogía de Lucas son distintos a los de Mateo. • Algunas diferencias entre ambas genealogías se pueden explicar acudiendo a la ley del levirato.

• Por ejemplo, Lucas dice que el padre de san José era Helí (Lc 3, 23) y no Jacob (Mt 1, 16). Esto puede deberse a que uno sea el padre natural y el otro el padre civil: cuando falleció Helí, su hermano Jacob habría cumplido la ley del levirato casándose con la viuda, y luego habría nacido José. • Lucas pudo elaborar su genealogía mencionando siempre a los padres legales y no a los naturales. • Por otro lado, los judíos elaboraban sus genealogías de forma algo artificial y simbólica suprimiendo o repitiendo algunos nombres. • Muchos autores postulan que una genealogía provendría de la familia de José, mientras que la otra incluiría a los antepasados de María.

3.  El relato de Mateo 3.1. Introducción En el relato mateano de la infancia se subrayan algunos rasgos teológicos importantes: • Jesús es considerado el Mesías davídico en quien se cumplen las Escrituras; • es el nuevo Moisés que libera a su pueblo de la esclavitud; • es el nuevo Jacob-Israel heredero de la promesa y en el que entran a formar parte también los gentiles; • Jesús es proclamado como el verdadero y único Hijo de Dios en sentido propio. 3.2.  Concepción y decisión inicial de José Mateo narra en pocas palabras la concepción milagrosa de Jesús, sin concurso de varón: «… la generación de Jesucristo fue así: María, su madre, estaba desposada con José, y antes de que conviviesen se encontró con que había concebido en su seno por obra del Espíritu Santo».

Mateo menciona los desposorios (qiddûshîn) entre María y José: se trataba de un compromiso de unión matrimonial, con los efectos jurídicos y morales del verdadero matrimonio (cf. Dt 20, 7).

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Al cabo de un año, o más, se celebraba el matrimonio (nissûîn) con la conducción de la esposa a la casa del esposo. Durante ese período intermedio es cuando tiene lugar la concepción milagrosa. Según el Deuteronomio (22, 23-24), el adulterio de la desposada debía denunciarse públicamente por el esposo y castigarse con la lapidación; incluso si aún los esposos no convivían. José «que era justo» entiende que la Ley no era aplicable al caso de María y por eso «no quería exponerla a infamia». Por tanto, pensó entregar a María el acta de repudio firmada por él y que la declaraba oficialmente libre del desposorio. La entrega «en secreto» servía para no revelar desde cuándo María tenía el libelo. Así ella podría presentar el documento cuando se verificara que el hijo que esperaba no era de José; de este modo María se vería libre de una eventual acusación de adulterio. Muchos autores interpretan el gesto de José también como señal de su intuición de una acción de Dios en María, a quien se siente incapaz de denunciar. 3.3.  El aviso angélico Según Mateo, José «estaba considerando en su interior» qué hacer ante el hecho, cuando «un ángel del Señor» le anuncia en sueños el plan de Dios (Mt 1, 20). La revelación por medio de sueños era habitual en el Antiguo Testamento y su interpretación constituía un don profético (cf. p. ej., Gn 28, 11-26; 31, 11; Jr 31, 26; Dn 4, 1 ss.; Za 4, 1 ss.). A diferencia de lo que Dios pidió en sueños a Abimelec (Gn 20, 3-7), ahora manda a José aceptar a María como esposa y al niño como a su propio hijo, porque deberá ponerle el nombre. José, con extremada finura profética para discernir la voluntad divina, acata el plan de Dios. José recuerda así al patriarca con su mismo nombre, capaz de interpretar el querer de Dios revelado a través de los sueños (Gn 40, 8 ss.). El nombre del niño Jesua o Yehosúa, es decir, salvación de Dios, Dios salva, implica su misión redentora, como explica el ángel: «… salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1, 21). El encargo de poner el nombre incluye la idea de asumir la paternidad legal del niño por parte de José. Para la legislación judía, José es, por tanto, padre de Jesús a todos los efectos.

En el relato de Mateo interesa especialmente la cita de cumplimiento acerca del nacimiento de Jesús. «Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio del Profeta: “Mirad, la virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán por nombre Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros”» (Mt 1, 22-23).

• El evangelio cita Is 7, 14, que anuncia el signo que Dios da a Ajaz. • La versión hebrea del libro de Isaías emplea el término almáh, cuyo sentido básico es chica joven, que se supone virgen. • Aunque en hebreo el término técnico para designar a una virgen es betuláh. • Por otro lado, la versión griega de los LXX traduce el pasaje de Isaías con el término parthenos, que significa virgen. • No es claro a quién podría referirse Isaías en su época (siglo viii a. C.). Pero para Mateo el texto predice sin duda el nacimiento virginal de Jesús. Con la expresión «la recibió en su casa», Mateo da a entender que José celebró con María el matrimonio propiamente dicho: es decir, los nissûîn, en los que la esposa era conducida ceremonialmente a casa del esposo. Cuando José recibe a María en su casa, Mateo dice literalmente «y no la conocía hasta que dio ella a luz un hijo» (1, 25). El término griego heo-s, «hasta que» o «mientras» no significa necesariamente que luego sí la conociera. Lo que interesa a Mateo es señalar que José no intervino en el nacimiento de Jesús y que fue, por tanto, milagroso (cf. Jerónimo, La perpetua virginidad de María). 3.4.  Nacimiento en Belén Mateo y Lucas coinciden en que Jesús nació en Belén en tiempos del rey Herodes (Mt 2, 1 y Lc 2, 4-6). Como Herodes murió el 4 a. C. Jesús hubo de nacer antes. Según el error de cálculo de unos 4 años que hizo Dionisio el Exiguo cuando adaptó el calendario romano al cristiano, Jesús pudo nacer en torno al 6-4 a. C. El hecho de que el nacimiento sea en Belén tiene gran trascendencia: • como explican a Herodes «los príncipes de los sacerdotes y escribas del pueblo», el Mesías debía nacer «en Belén de Judá» (Mt 2, 4-6). • Además, Dios había prometido a Jacob que «no se apartará de Judá el cetro ni el bastón de mando de entre sus pies, hasta que venga aquel, a quien le pertenece, y a quien deben obediencia las naciones» (Gn 49, 10).

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3.5.  La adoración de los magos y la estrella Si Lucas relata una adoración de pastores avisados por un ángel (Lc 2, 8-20), Mateo cuenta una adoración de magos avisados por una estrella (Mt 2, 1-12). El término griego que emplea Mateo para hablar de los personajes es magoi, que suele traducirse por «magos» y que puede significar un grupo de sabios religiosos y filosóficos que solía haber en cada corte o casa real y que tendrían conocimientos de astronomía (Ex 7, 11; Jr 39, 13). El libro de Daniel refiere que Nabucodonosor «mandó llamar a los magos, astrólogos, adivinos y caldeos para que explicaran al rey sus sueños» (Dn 2, 2). En el relato de Mateo, los magos tienen pericia, porque aciertan en su interpretación y tienen piedad porque acuden para adorar. Serán aptos para el don profético porque recibirán un mensaje en sueños y sabrán interpretarlo (Mt 2, 12), como el patriarca José, hijo de Jacob (Gn 37, 5 ss.) y como José, hijo de Jacob y esposo de María (Mt 2). Mateo dice que estos magos «llegaron de Oriente», y «luego regresaron a su país»; pero no especifica más. Justino afirma que los magos venían de Arabia (Dial. 106). Quizá procedían de Babilonia, donde el pueblo judío pasó el tiempo de la deportación y donde hubo una escuela de astrónomos. Existía una intensa relación entre Jerusalén y Mesopotamia en la época. El evangelio apócrifo armeno dice que los magos eran tres reyes, hermanos, originarios de Persia, llamados Melchor, Gaspar y Baltasar. Baltasar es el nombre del profeta Daniel en Babilonia (Dn 5, 12). La mención de la estrella remite al oráculo del pagano Balaán: «… una estrella avanza desde Jacob y un cetro sale de Israel» (Nm 24, 17). Jerónimo dice que precisamente los magos eran «descendientes de Balaám» (Com. in Matt. 2). Se ha intentado determinar el fenómeno de la estrella. Por su peculiar comportamiento en el cielo, Juan Crisóstomo decía: «Es evidente que aquélla no debió ser una estrella ordinaria» (In Mat. 6). • Se postula que fuera un cometa, la explosión de una supernova que podría durar meses o una conjunción planetaria. Hacia el 7 o 6 a. C. se registró una conjunción de Saturno y Júpiter. Jesús pudo nacer en torno al 6-4 a. C., cuando se produjo dicha conjunción. • También pudo darse una mezcla de varios fenómenos o un evento del todo sobrenatural y único.

En cualquier caso, los magos interpretan el hecho de la estrella como el anuncio de un nacimiento, de un rey, que es judío y que debe ser adorado. En su itinerario de reconocimiento, que lleva incluso hasta dos años (Mt 2, 16), los magos necesitan consultar al pueblo de Israel: así pasan de la revelación en la naturaleza a la revelación en las Escrituras. Los judíos reconocen que el rey de los judíos nacería en Belén, como dice el pasaje de Miqueas 5, 1. Sorprende el escaso interés de Jerusalén por acudir a ver al niño. En cambio, el hallazgo supone para los magos «una inmensa alegría» (2, 10). Los magos no tienen reparo en postrarse y adorar «al rey de los judíos», abrir «sus cofres» y ofrecerle «presentes: oro, incienso y mirra» (2, 11). Los dones tienen una fuerte simbología. San Agustín (In Epi.) la explica así: «… se le ofrece el oro como a un gran rey, se quema el incienso en su presencia como delante de Dios, y se le ofrece la mirra como a aquel que había de morir por la salvación de todos».

El gesto de adoración de los magos evoca algunos pasajes de las Escrituras: • por ejemplo, Isaías 49, 22 s. recoge esta profecía: «Así dice el Señor Dios: “Mira: Yo tenderé mi mano a las naciones y alzaré mi enseña a los pueblos […] se postrarán ante ti rostro en tierra”».

Y en Is 60, 5s: «… llegará a ti la riqueza de las naciones […] vendrán de Sabá cargados de oro e incienso» (60, 5 s.).

Y el Sal 72, 10 s. dice: «… que le traigan presentes los reyes […] y que se prosternen ante él».

3.6.  Huida a Egipto y matanza de los niños Herodes el Grande era padre de Herodes Antipas (Mt 14, 1-12), abuelo de Herodes Agripa I (Hch 12, 1-23) y bisabuelo de Herodes Agripa II (Hch 25, 13-26, 32). No era judío sino idumeo. Consiguió en Roma el título de monarca. Es famoso por sus muchas obras públicas. También es conocido por su crueldad y por sufrir manía persecutoria contra su reinado: mató a varias de sus mujeres e hijos y a bastantes personajes influyentes (cf. Tema 4.2). Esta fama de crueldad de Herodes concuerda con el episodio de la matanza de niños de Belén y alrededores que relata Mateo.

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Una vez más, se cumplen así las Escrituras (Jr 31, 15): «Una voz se oyó en Ramá, llanto y lamento grande: es Raquel que llora por sus hijos, y no admite consuelo, porque ya no existen». La mención de Raquel puede estar justificada porque estaba enterrada en los confines de Belén. Destaca la inmediata obediencia de José y María al anuncio del ángel ya que José «tomó de noche al niño y a su madre y huyó a Egipto» (Mt 2, 14). La visita de los magos y la huida se produjo eventualmente después de la circuncisión (cf. Lc 2, 21). Para Mateo se cumple así un oráculo «de Egipto llamé a mi hijo» (Os 11, 1). También Balaán predijo: «… su rey será ensalzado más que Agag, su reino será exaltado. El Dios, que lo saca de Egipto, es para él como el cuerno del búfalo» (Nm 24, 7-8). Por último, Mateo menciona el retorno a Nazaret cuando Arquelao reina aún en Judea (Mt 2, 22), es decir, antes del 6 d. C. Mateo señala que así se cumple de nuevo la Escritura: «Será llamado nazareno» (2, 23). Al no mencionar a ningún escritor concreto, puede entenderse que Mateo toma el sentido general. Quizá se refiera a Is 11, 1: «… saldrá un vástago (nezer) de la cepa de Jesé, y de sus raíces florecerá un retoño»; o Jc 13, 5: «… el muchacho será nazareo de Dios desde el vientre materno». Jesús sería el retoño de Jesé consagrado.

4.  El relato de Lucas 4.1. Introducción En el relato lucano de la infancia se encuentran los temas dominantes del tercer Evangelio: la historia de la salvación; la importancia de Jerusalén; la figura de Jesús, profeta y salvador; la universalidad del Evangelio; la alegría, etc. 4.2.  Anunciación y concepción Lucas se detiene más que Mateo para narrar el nacimiento de Jesús. Y un dato característico del relato lucano es que entrecruza la infancia de Jesús con la infancia de Juan en episodios claramente simétricos. Para Lucas, comprender el origen y la misión de Jesús pasa por comprender el origen y la misión del Bautista:

Juan: el Precursor

Jesús: el Mesías

Anunciación y concepción de Juan (1, 5-25)

Anunciación y concepción de Jesús (1, 26-38)

Visita de María a Isabel (1, 39-56) Nacimiento de Juan (1, 57-58)

Nacimiento de Jesús (2, 1-7) Adoración de los pastores (2, 8-20)

Circuncisión de Juan (1, 59-79)

Circuncisión de Jesús (2, 21-50)

Sumario de la infancia de Juan (1, 80)

Sumario de la infancia de Jesús (2, 51)

En cuanto a la anunciación de Jesús, María es para Dios la «llena de gracia» (Lc 1, 28). Este alto grado de su condición contrasta con la humildad de María que se turba ante el saludo angélico y se llama a sí misma la «esclava del Señor» (Lc 1, 38). Mientras Zacarías pedía con recelo una seguridad, María, con un verbo afirmativo de futuro (estein), manifiesta aceptación: literalmente pregunta «¿Cómo tendré el niño? (que ya acepto)». Esta pregunta formulada por una chica joven recién desposada es muy singular. El sentido queda en el misterio de su corazón: allí María parece albergar la convicción previa de que siempre sería virgen. De hecho, la expresión en tiempo presente «no conozco varón», no se refiere a José ni a otro hombre en concreto, sino que expresa en griego un estado habitual, similar a la expresión castellana «no conduzco» o «no bebo». En el caso de María señala su condición de virginidad permanente, como si dijera: «¿de qué manera tendré al niño siendo virgen?» (cf. Gn 24). Quedaría por dilucidar qué sentido tendría que María hubiese querido permanecer virgen y a la vez estar desposada. Hay que notar que no existía el estado civil de soltera en el judaísmo antiguo. El ángel explica que será la acción del Espíritu Santo la que causará en Ella la concepción. El pasaje de la anunciación contiene revelaciones importantes sobre Jesús: frases como «el trono de David, su padre» (v. 32; cf. Is 9, 6), «reinará sobre la casa de Jacob» (v. 33; cf. Nm 24, 17) y «su Reino no tendrá fin» (v. 33, cf. 2 S 7, 16; Dn 7, 14; Mi 4, 7), anuncian a un rey judío y davídico, pero con tintes escatológicos, porque su reino no acabará. El texto vas más allá, porque también anuncia al niño como «Santo e Hijo de Dios» (v. 35). Por tanto, Jesús es presentado por el ángel Gabriel con los títulos fundamentales de su identidad: es el Mesías davídico, es el Hijo del Hombre escatológico

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y es Hijo de Dios. El relato de Simeón anunciando a Jesús como signo de contradicción insinúa su último título fundamental: el de Siervo Sufriente. 4.3.  La visitación María acude a casa de Isabel para asistirla en su alumbramiento. En efecto, Lucas dice que María permaneció «unos tres meses» y «entretanto le llegó a Isabel el tiempo del parto» (Lc 1, 56 s.). No es claro por qué Lucas omite el nombre de «la ciudad de Judá» «en la montaña» donde vive Isabel. La distancia recorrida sería de unos 130 km. La ciudad debía estar cerca de Jerusalén, pues Zacarías formaba parte de la casta sacerdotal del Templo (Lc 1, 5). Quizá se trate de la actual ‘Ayn-Karîm, a 8 km de Jerusalén. La presencia del Hijo de Dios en el seno de María desde el primer instante de la concepción se evidencia en el texto con la voz del narrador: «Por aquellos días […] María marchó deprisa a la montaña» (Lc 1, 39). También se evidencia que María ya ha concebido por lo que dicen los personajes: «bendito el fruto de tu vientre» (v. 42), «la madre de mi Señor» (v. 43). El pasaje de la visitación constituye un auténtico evangelio de la vida: en medio de la alegría de las madres, el Bautista salta en el vientre de Isabel anunciando la llegada del Mesías recién concebido en el seno de María. El canto del Magníficat evoca algunos pasajes del Antiguo Testamento como por ejemplo 1 Samuel 2, 1-10. María alaba con gozo a Dios misericordioso y reconoce su acción en Ella. María es modelo de oración y su canto revela que la santidad consiste principalmente en dejar obrar a Dios. 4.4.  El censo de Quirino y el nacimiento en Belén Lucas narra la circunstancia propicia para el traslado a Belén de la Sagrada Familia: «… se promulgó un edicto de César Augusto, para que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento se hizo cuando Quirino era gobernador de Siria» (Lc 2, 1-2). • Este dato se ha estudiado mucho porque encierra una aparente contradicción: lo que se sabe por los datos históricos es que Quirino gobernó Siria desde el año 6 d. C. y elaboró un censo célebre, cuando fue depuesto Arquelao (cf. Josefo, Antigüedades judías, 18, 1 ss.). Por entonces la Sagrada

Familia ya habría vuelto de Egipto y viviría en Nazaret. El niño tendría casi diez años. • Como solución a este problema, algunos postulan un error de Lucas; otros, de algún copista; otros proponen traducir la expresión «primer empadronamiento» por «empadronamiento anterior» al de Quirino. Se sabe que Quirino estaba en el norte de Siria desde el 6 a. C. Es posible que Quirino gobernara más de una vez en Siria, quizá en un gobierno compartido. • En cualquier caso, la expresión lucana «primer empadronamiento» significa que hubo más censos después. Con motivo del primero, José acude a Belén con su familia para inscribirse. Del relato lucano se infiere la docilidad inteligente y fuerte de María y José: • son dóciles a la ley humana del censo; • también a la Ley del Señor, como señala repetidamente Lucas (Lc 2, 22, 24, 27, 39); • acuden además a Belén para que Jesús nazca en la tierra del antepasado David; • obedecen al ángel al poner el nombre al niño y al huir de noche a Egipto (Mt 1, 21; 2, 13 s.); Lucas dice que estando en Belén, María «dio a luz a su hijo primogénito» (2, 7). El que ha sido llamado «Santo» e «Hijo de Dios» (Lc 1, 35) es también «hijo» de María. Por eso la Iglesia llama a la Virgen Theotokos, Madre de Dios (cf. Concilio de Éfeso, 431 d. C.). Con el término «primogénito» se entiende siempre el primero, aunque no haya luego más. Lucas describe algunas acciones de María tras el parto: • Emplea el verbo sparganoo que significa literalmente «envolver en pañales» (2, 8). Lógicamente María habría preparado antes los lienzos. • Lucas dice también que «lo recostó en un pesebre». La literatura apócrifa incluirá una partera en la escena. Pero Lucas dice que es María quien realiza estas acciones. • La Sagrada Familia no tendría familiares en Belén porque acuden a un «aposento». Literalmente, katályma designa una habitación amplia, como

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la de la Última Cena (Mc 14, 14 y Lc 22, 11) y que podría usarse como albergue para peregrinos. • Cuando el relato dice que en esta sala «no había lugar para ellos», quizá sea por estar muy concurrido el sitio o también por no disponer de las condiciones de intimidad necesarias. • Lucas dice que María «recostó en un pesebre» al niño (2, 8), es decir, en un comedero para animales; se sobreentiende que el nacimiento tuvo lugar en un establo y que habría animales. Como en tantos otros lugares, en Palestina se empleaban las cuevas y grutas para este fin. • Sorprende que el relato no omita el dato del nacimiento en una gruta para animales cuando poco antes preconizaba un origen y condición del niño excelsos: «… será grande y se será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre…» (Lc 1, 30). 4.5.  La adoración de los pastores Según la mentalidad bíblica, el episodio de los pastores es elocuente. En 1S 16, 1 se narra la elección del rey David, el pequeño hijo pastor de Jesé, que fue llamado cuando cuidaba un rebaño. Nada más nacer Jesús, el hijo de David que «reinará eternamente» (Lc 1, 32-33), Lucas relata la adoración de aquellos que guardan rebaños. La figura del pastor tiene fuerte significado bíblico: el justo Abel «fue pastor» (Gn 4, 2); Moisés es llamado por Dios desde la zarza mientras cuida el rebaño de su suegro Jetró (Ex 3, 1 ss.); Josué será un pastor para el pueblo (Nm 27, 17 s.) y también David y sus descendientes. Y a Dios se le atribuye la figura del pastor (Is 40, 11; Ez 34, 5; Si 18, 13): «Dios ha sido mi pastor» dirá Jacob (Gn 49, 15) y el propio David: «El Señor es mi pastor, nada me falta» (Sal 23, 1). Desde esta perspectiva bíblica, no es extraño que el Hijo de Dios, «el Pastor Supremo» (1P 5, 4) tenga pastores vigilantes como primeros adoradores: «… de la boca de los pequeños has preparado alabanza» (Sal 8, 3; Mt 21, 16). El relato dice que los pastores «dormían al raso» para vigilar «por turno el rebaño durante la noche» (Lc 2, 8). Tanto esta escena como el viaje de María y José a Belén son difíciles de encuadrar en invierno. La actual celebración de la Navidad el 25 de diciembre pudo adoptar la fecha de la celebración del Sol en el Imperio romano. Un ángel anuncia a los pastores la identidad del Niño: «… el Salvador, que es el Cristo, el Señor» (Lc 2, 11). Si la petición desconfiada de Zacarías recibió

una señal en forma de castigo (la mudez), la discreción de los pastores obtiene una confirmación divina en forma de regalo: «… esto os servirá de señal: encontraréis a un niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre». De esta señal se deduce que la aparición del ángel es inmediata al nacimiento del niño, pues acaba de ser puesto en el pesebre por María. Distinta será la situación en la escena de los magos, porque estos «entraron en la casa» para adorar al niño (Mt 2, 11). En cuanto a la traducción del canto de los ángeles, hay cierta discusión: sobre todo para la última expresión griega «paz a los hombres de buena voluntad» o «a los hombres en los que Él (Dios) se complace». 4.6.  Algunos episodios de la infancia El tercer evangelio narra algunos detalles más de la infancia de Jesús relacionados con el Templo, elemento narrativo y teológico esencial: allí empieza el evangelio (Lc 1, 6-25) y allí acabará (Lc 24, 53). Se expresa así la continuidad entre la salvación prometida a Israel y la obrada en Jesucristo. Lucas dice que «cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarlo le pusieron por nombre Jesús» (2, 21). Esta circuncisión no debió de ser en el Templo porque Lv 12, 4 estipula que la madre que ha dado a luz «no tocará nada santo ni entrará en el Santuario hasta que se cumplan los días de su purificación», es decir, cuarenta días después del nacimiento. Después, «cumplidos los días de su purificación» (Lc 2, 22), María sube con José a Jerusalén para cumplir dos prescripciones de la Ley de Moisés: la presentación del hijo primogénito (Ex 13, 2-13) y ofrecer el sacrificio de purificación de la madre que ha dado a luz (Lv 12, 2-8). José y María ofrecieron la ofrenda de los pobres: «dos tórtolas» (Lv 12, 8). Si en todos los discursos lucanos destaca una nota de alegría, en el discurso de Simeón se anuncia, junto al gozo de la salvación universal, también el dolor, porque el niño será «signo de contradicción»; literalmente: «será contradicho» o «recibirá oposición». Con el vaticinio a María: «… y a tu misma alma la traspasará una espada» (Lc 2, 35) se revela un profundo misterio que incluye la participación de la Mujer en la redención obrada por el Hijo. El anuncio tiene eco en el vaticinio del profeta Zacarías: «… para que fijen en Mí la mirada, por el que traspasaron, por él harán duelo con el llanto que se tiene por la muerte del hijo único; se afligirán amargamente por él con el dolor que se siente por el primogénito fallecido» (Za 12, 10).

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La profetisa Ana recuerda en sus hábitos de ayuno y oración a la famosa viuda Judit (Jdt 8, 4-8). Ya en Éxodo 15, 20 aparece una mujer profetisa: María, que acompaña a Moisés y a Aarón. También eran profetisas Débora (Jc 4, 4) y Juldá (2Re 22, 14). Lucas señala que Ana es la primera anunciadora de Jesús a las gentes porque «hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén». La Virgen y san José se admiraban (v. 33) al descubrir nuevos aspectos del misterio de su Hijo. En un típico sumario lucano de la infancia, se nos dice que «el niño iba creciendo y fortaleciéndose lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba en él» (Lc 2, 40). Detrás de un dato en principio obvio como es que un niño crece, se sugiere el testimonio de una madre cargado de recuerdos. El sumario se repite al final del relato con otro matiz: «Y Jesús crecía en sabiduría, en edad y en gracia delante de Dios y de los hombres» (Lc 2, 52). El texto recuerda a Samuel que «iba creciendo en edad y en bondad ante el Señor y ante los hombres» (1S 2, 26). En el episodio del Niño hallado en el Templo se revelan algunos aspectos del misterio de Jesús. En primer lugar el lector deduce que Jesús tuvo una educación piadosa y observante: en efecto, sus padres cumplían todo lo previsto en la Ley del Señor y también vivían la prescripción de peregrinar a Jerusalén por Pascua (Ex 23, 17; Dt 16, 16). El Niño tiene «doce años», es decir, está en los albores de su madurez ante la Ley. Ya puede peregrinar como miembro del pueblo elegido para celebrar en la Ciudad Santa el Pesaj Adonai, el Paso del Señor: es decir, la Pascua. En el contexto de esta fiesta, María y José pierden al Niño durante tres días y sufren la angustia de su ausencia. Se prefigura así el sufrimiento por la muerte en la cruz y la ausencia de Jesús durante tres días. También se prefigura la Pascua definitiva que se realizará en el Templo de su Cuerpo con la resurrección al tercer día.

Ejercicio 1.  Vocabulario Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas: •  Ebionita

•  Gematría

•  Qiddûshîn y nissûîn

•  Derash

•  Ley del levirato

•  Balaán

Ejercicio 2.  Guía de estudio Contesta a las siguientes preguntas: 1. ¿Cuál es la diferencia entre los términos almáh, betuláh y parthenos en relación con Isaías 7, 14 y María? 2. ¿Por qué se llama a los relatos de la infancia evangelios? 3. ¿Qué problema plantea para la exégesis la mención lucana del censo de Qui­ rino? 4. ¿Cuál es el mensaje teológico del episodio lucano del Niño encontrado en el Templo?

Ejercicio 3.  Comentario de texto Lee el siguiente texto y haz un comentario personal utilizando los contenidos aprendidos: Por otra parte, estos capítulos se caracterizan por ser como una introducción a los respectivos Evangelios de Mateo y Lucas. No son un prólogo al estilo del de San Juan que, recapitula en una elevadísima consideración teológica la obra del Verbo encarnado. Los relatos del Evangelio de la Infancia presentan, con algunos datos cronológicos y topográficos, los acontecimientos ocurridos en torno al nacimiento de Jesús. Pero no consisten tampoco en una mera exposición objetiva y fría de los hechos a modo de una crónica; sino que, con mayor énfasis aún que en el resto de las narraciones evangélicas, aparece reflejado en ellos un marcado interés teológico. Los Evangelistas ponen de manifiesto, sobre todo, la Persona y la obra de Jesús tal como cada uno de ellos ha querido presentarlas, bajo el carisma de la inspiración divina, en su escrito. Más aún, al narrar algo tan importante como el nacimiento de Jesús, expresan ya en torno a este hecho toda su peculiar presentación de la figura de Jesucristo, con la claridad e intensidad que requiere la importancia del suceso. G. Aranda, «Los Evangelios de la infancia de Jesús», ScTh 10 (1978), 793-848, 794.

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LA VIDA PÚBLICA DE JESÚS

TEMA

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En este tema repasamos los hitos más importantes de la vida pública de Jesús. Todos los evangelistas comienzan el relato de la vida pública de Jesús con el Bautismo y las tentaciones, que tienen un significado teológico profundo e importante, como veremos. Después nos dicen que Jesús «pasaba por ciudades y aldeas predicando y anunciando el Evangelio del Reino de Dios» (Lc 8, 1). «Desde el comienzo de su vida pública Jesús eligió unos hombres en número de doce para estar con Él y participar en su misión (cf. Mc 3, 13-19)» (CEC, n. 551). Además «Jesús acompaña sus palabras con numerosos “milagros, prodigios y signos” (Hch 2, 22) que manifiestan que el Reino está presente en Él» (n. 547). Por último, si «en el umbral de la vida pública se sitúa el Bautismo; en el de la Pascua, la Transfiguración» (n. 556).

SUMARIO 1. BAUTISMO Y TENTACIONES  •  El Precursor • La teofanía • Tentaciones • 2.  INICIO DE LA VIDA PÚBLICA  •  3.  EL DISCIPULADO  •  Fenómeno de adhesión a la persona de Jesús • Tipos de discípulos • Singularidad del Maestro Jesús • El primado de Pedro • 4.  LA ENSEÑANZA DE JESÚS • Características principales • Sermón de la Montaña • Las parábolas • 5.  LOS MILAGROS  •  Tipos de milagros • Historicidad de los milagros • Función de los milagros • 6.  LA TRANSFIGURACIÓN

1.  Bautismo y tentaciones 1.1.  El Precursor Para todos los evangelistas y en especial para Lucas, es imprescindible conocer la identidad y misión de Juan Bautista para entender la identidad y misión de Cristo. El ministerio de Jesús debía empezar en el marco del ministerio del Precursor. De hecho, el esquema con el que todos los relatos empiezan la vida pública de Jesús es muy similar: • Presentación de Juan Bautista. La identidad de Juan se revela sobre todo por las Escrituras: –  Juan es la «Voz en el desierto» anunciada por Isaías, que pide preparación para la venida del Señor y de su salvación (Is 40, 3 ss.). –  También según las Escrituras, Juan revela su identidad en su aspecto e indumentaria, porque viste como los profetas (Za 13, 4: «En aquel día los profetas […] no se vestirán el manto de pelo»); y se alimenta de langostas y miel silvestre, según Deuteronomio 32, 13: «… o nutre con los frutos del campo. Le da a gustar la miel de la peña» y Levítico 11, 22: –  Por otra parte, Juan es el último profeta, como dirá el propio Jesús: «la Ley y los Profetas llegan hasta Juan» (Lc 16, 16). «De éstos podréis comer: la langosta de cualquier especie, el saltamontes, el grillo y la cigarra, sean de la especie que sean»). • Resumen de la misión y predicación del Bautista: que excede a la de los profetas porque bautiza para la conversión y es el primero de los testigos de Cristo («os aseguro, es más que un profeta», Mt 11, 9). –  Juan pide una metanoia: es decir, un cambio de mente y de vida, con frutos dignos, como preparación personal ante la inminencia del reino, de su ungido y su juicio. –  De la predicación de Juan («… no os justifiquéis interiormente pensando: “Tenemos por padre a Abrahán”» Mt 3, 9) se desprende que quien se justifica por su cuenta se autoexcluye del perdón que viene de Dios. • Testimonio del Bautista con respecto a Jesús: Juan subraya la superioridad de Jesús: –  Juan anuncia al «que es más fuerte» (Mc 1, 7, Mt 3, 11), «más poderoso» (Lc 3, 16).

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–  Según Marcos, Juan dice: «no soy digno de inclinarme para desatarle la correa de las sandalias». Lucas dice también: «desatarle la correa de las sandalias», pero Mateo suaviza la frase: «digno de llevarle las sandalias». –  Juan quiere subrayar su indignidad ante Jesús, porque quitar el calzado a otro era una acción propia de esclavos. –  Pero en el evangelio según Juan el dato va en singular y puede estar relacionado con la ceremonia judía de la halizah en la que alguien permitía que le desataran la sandalia para romper un contrato, ya fuera esponsal u otro (cf. Rt 4, 7 y Dt 25, 5-9). En este sentido, Juan se presenta como «amigo del Esposo» (Jn 3, 29) pero no como quien le quita la Esposa. Juan subraya además que su bautismo es de agua pero el de Jesús será en el Espíritu Santo y fuego. 1.2.  La teofanía En el pasaje del Bautismo de Jesús hay cuatro elementos: el bautismo propiamente dicho, los cielos que se abren, el descenso del Espíritu Santo y la voz del Padre. • El Bautismo de Jesús: –  Mateo señala la oposición inicial de Juan para bautizar a Jesús (Mt 3, 14); este gesto subraya su santidad. El Bautismo de Jesús hay que entenderlo por tanto como un acto solidario con los hombres, por parte del verdadero Justo prefigurado por otros: «aquí estamos [Señor] en tu presencia reconociendo nuestra culpa» (Esdras 9, 15). –  El Bautismo de Jesús representa «la aceptación y la inauguración de su misión de Siervo doliente» (CEC, n. 536), anunciada por el profeta Isaías 53, 6: «el Señor cargaba sobre él la culpa de todos nosotros». –  El Bautismo en el Jordán también prefigura la muerte en la cruz, para la remisión de los pecados, que es el Bautismo del Espíritu (Mc 10, 38). Las aguas representan su muerte, sepultura y descenso a los infiernos, mientras que la salida representa su resurrección. Así como Moisés es un hijo de los hebreos rescatado de las aguas para salvar al pueblo (Ex 2, 10), Jesús emerge de las aguas como nuevo Moisés que trae la salvación para el pueblo.

• La apertura de los cielos: –  Este fenómeno sobrenatural evoca el cumplimiento del deseo de restauración definitiva que tenía el pueblo, cuando le pedía a Dios: «¡Ojalá abrieras los cielos y bajases!» (Is 63, 19) y prefigurada en el sueño de la escala de Jacob que unía el cielo y la tierra (Gn 28, 10-22). • El descenso del Espíritu: –  El descenso sobre las aguas en forma de paloma recuerda al Espíritu que sobrevolaba la faz de las aguas en la creación (Gn 1, 2) como preludio de la nueva creación (Ap 21, 5). El descenso sobre Jesucristo remite también a Is 42, 1 y preconiza su misión: «Mira mi siervo a quien sostengo, mi elegido, en quien se complace mi alma. He puesto mi Espíritu sobre Él; llevará el derecho a las naciones». –  También se santifican así las aguas que servirán para el bautismo. El sacrificio de Cristo obtendrá el don del Espíritu para los hombres: «Derramaré agua sobre la tierra sedienta, y torrentes sobre el suelo seco; infundiré mi Espíritu sobre tu descendencia» (Is 44, 3). Por eso en el libro de los Hechos el Espíritu descenderá sobre los discípulos (Hch 1) y también sobre los gentiles (Hch 10-11). Esto explicaría que Lucas continúe la escena del Bautismo de Jesús con una genealogía que se remonta hasta Adán porque su salvación llegará a todos (cf. Tema 6.2). • La voz desde el cielo: –  Declara el ser íntimo de Jesús y revela a la vez la identidad del Revelador: Jesús es el «Hijo amado» del Padre que se complace en él. En cuanto al valor histórico de estos acontecimientos, el Bautismo de Jesús en el Jordán ofrece pocos reparos a los exégetas: la actividad y fama del Bautista según los evangelios tiene también fuentes extrabíblicas (Josefo, Antigüedades judías, 18, 5). En cuanto a los fenómenos sobrenaturales, una lectura atenta de los relatos descubre que describen una experiencia íntima de Jesús, sobre todo en Marcos; quizá también la experimenta el Bautista. De todas formas, todos los evangelistas coinciden en señalar que la voz del cielo se dirigía a los presentes: «este es mi Hijo» (Mt 3, 17) y pudo ser escuchada por ellos porque «se oyó» (Mc 1, 11; Lc 3, 22).

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1.3. Tentaciones Los sinópticos coinciden en señalar que después de ser bautizado, Jesús va al desierto por impulso del Espíritu (Mc 1, 12; Mt 4, 1; Lc 4, 1). Marcos resume el episodio así: «Y estuvo en el desierto cuarenta días mientras era tentado por Satanás. Estaba con los animales, y los ángeles le servían» (1, 13). La tentación, el lugar desértico y el número 40 remiten al Antiguo Testamento: • «Cuarenta días duró el diluvio sobre la tierra» (Gn 7, 17) hasta que «abrió Noé la ventana que había hecho en el arca» (8, 6); • el pueblo de Israel fue probado en el desierto cuarenta años antes de llegar a la tierra prometida (cf. Dt 2, 7) como castigo por los cuarenta días de exploración y desconfianza en Dios (Nm 14, 34); • Moisés estuvo «cuarenta días y cuarenta noches» en el Horeb y «no comió pan ni bebió agua» antes de recibir el decálogo de la alianza (Dt 9, 7-29; Ex 34, 28); • Elías «caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb» antes de encontrarse con Dios (1R 19, 8); • en su peregrinar durante cuarenta años por el desierto, los israelitas murmuraron contra Dios al sentir hambre (Ex 16, 1 ss.), exigieron un milagro cuando les faltó agua (Ex 17, 1-7), adoraron al becerro de oro (Ex 32). Jesús, en cambio, vence la tentación y, al vencerla, manifiesta la manera que tiene de ser Mesías: con el cumplimiento abnegado de la voluntad de Dios manifestada en las Escrituras. En el Antiguo Testamento la tentación (peirasmos) es una «prueba» que puede sufrir incluso el justo. De hecho, Adán y Eva fueron tentados cuando gozaban de estado de unión con Dios (cf. Gn 1, 31; 3, 1 s.). También Jesús es probado. El pasaje enseña la verdadera Humanidad de Jesucristo y su solidaridad con el hombre: «No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino que, de manera semejante a nosotros, ha sido probado en todo, excepto en el pecado» (Hb 4, 15). Jesús vence la prueba con ayuno, oración y conocimiento profundo de la Escritura. Tanto Marcos 1, 13 como Mateo 4, 11 incluyen un dato relevante al final de las tentaciones: «y los ángeles vinieron y le servían». La aparente gloria que el tentador incitaba a reclamar antes: «di que estas piedras se conviertan en panes», «tírate y que los ángeles te recojan», «te daré todos estos reinos», es la gloria cierta entregada justamente cuando el diablo se retira.

2.  Inicio de la vida pública Después del bautismo y las tentaciones, se inicia la actividad docente y curativa de Jesús por Galilea y por las regiones vecinas. Lucas incluye una escena inaugural en la sinagoga de Nazaret. Allí Jesús lee el pasaje de Isaías 61, 1-2 que anuncia la llegada salvadora del Señor: «El Espíritu del Señor está sobre mí, por lo cual me ha ungido para evangelizar a los pobres, me ha enviado para anunciar la redención a los cautivos y devolver la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos y para promulgar el año de gracia del Señor».

El «hoy» de la salvación que anuncia Jesús se cumple con sus curaciones, el perdón de los pecados, con su acción misericordiosa sobre los hombres (Lc 7, 13; 9, 11), etc. Con sus «hechos y palabras, Cristo hace presente al Padre entre los hombres» (Juan Pablo II, Dives in misericordia, n. 3). Las gentes, los discípulos, los fariseos, Herodes, etc. se preguntan quién es Jesús (cf. Mc 1, 27; 2, 7.12; 4, 41; 6, 2.14-16, etc.) y no aciertan a descubrirlo. Pedro recibe un don de lo alto para confesarlo (Mc 8, 29). Pero, aun entonces, Jesús pide a sus discípulos que no lo proclamen, porque su mesianismo debe pasar por la cruz para ser comprendido, pues no es político ni temporal (cf. Tema 5.1.10).

3.  El discipulado 3.1.  Fenómeno de adhesión a la persona de Jesús De acuerdo a todos los evangelios, Jesús fue célebre y despertó un fuerte fenómeno de adhesión durante su actividad pública. • El nombre de Jesús «se había hecho famoso» (Mc 6, 13) y su fama «corrió pronto por todas partes, en toda la región de Galilea» (Mc 1, 28) «por toda Siria» (Mt 4, 24) y «cada vez más» (Lc 5, 15). • Con frecuencia, «una gran muchedumbre» (Mt 15, 33) «le buscaba» (Lc 4, 42), «se agolpaba a su alrededor» (Lc 5, 1), «le escuchaba con gusto» (Mc 12, 37), «admirada de su enseñanza» (Mt 22, 33) e incluso «le apretujaba» (Mc 5, 24) e «intentaba tocarle porque salía de él una fuerza que sanaba a todos» (Lc 6, 19).

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• Y Jesús recorría los lugares «enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia del pueblo» (Mt 4, 23). • En ocasiones, la multitud acompaña a Jesús, incluso durante días (Mc 8, 2). 3.2.  Tipos de discípulos Todos los evangelistas distinguen netamente entre la multitud en general, a la que despide para que vuelva a su hogar (Mc 6, 45) y los discípulos en particular (Mt 15, 36; Mc 10, 46; Lc 6, 17). Jesús tuvo un gran número de discípulos que le siguieron con una adhesión explícita. Al final de la vida pública, como Jesús había anunciado, «todos los discípulos lo abandonaron y huyeron» (Mt 26, 56). Al pie de la cruz se encuentran sin embargo María, la madre de Jesús, algunas mujeres y el discípulo amado. Se podrían ofrecer varias clasificaciones de los seguidores de Jesús: hombres y mujeres, de Galilea y de Judea, ricos y pobres, cultos y analfabetos, etc. Destacan especialmente dos tipos de discípulos: • Discípulos itinerantes: siguen a Jesús habitualmente en su misión evangelizadora. –  Son sobre todo «los Doce» (Mt 10, 1; Mc 4, 10; Lc 6, 13), –  pero también «otros 72» (Lc 10, 1), –  incluso una «multitud de discípulos» (Lc 6, 17). –  Todos los evangelistas destacan además a un grupo de mujeres «que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle» (Mt 27, 55), «y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén» (Mc 15, 51) y «que habían sido libradas de espíritus malignos y de enfermedades» (Lc 8, 1) y «le asistían con sus bienes» (Lc 8, 3). –  De entre estas mujeres destacan varias: María Magdalena «de la que habían salido siete demonios» y la primera en ver al Resucitado (Mc 16, 9; Mt 28, 9; Jn 20, 18); María de Cleofás (hermana de la Virgen y madre de Santiago el Menor y de José), Salomé (la madre de los hijos de Zebedeo), Juana (mujer de Cusa, administrador de Herodes) y Susana. –  Los evangelistas señalan que había «otras muchas» (Mt 27, 55-56; Mc 15, 40-41; Lc 8, 1-3; Jn 19, 25).

–  Será este grupo de mujeres el que permanezca fiel a Jesús hasta el final junto a la Virgen y el discípulo amado. Si bien, Lucas añade que «todos los conocidos de Jesús […] estaban observando de lejos» los sucesos del Calvario (Lc 23, 49). • Discípulos sedentarios: los que se han adherido a Jesús desde su propio hogar. • Entre ellos destacan: –  Nicodemo (Jn 3, 1), –  el endemoniado de Gerasa (Mc 5, 18 s.), –  el centurión de Cafarnaúm (Mt 8, 13), –  Zaqueo (Lc 19, 9), –  Marta, María y Lázaro (Jn 11, 1), –  el dueño del Cenáculo (Mc 14, 14), –  José de Arimatea (Mt 27, 57), etc. 3.3.  Singularidad del Maestro Jesús En tiempos de Jesús era habitual que un maestro congregara en torno a sí a un grupo de discípulos. El tratado rabínico Pirkei Avot recoge esta máxima de Gamaliel: «Elígete un maestro y sal de dudas» (Misná 16). El maestro era el rab. Cuando una persona decidía a qué rab iba a seguir, lo llamaba entonces rabbí o rabbuní, es decir, «mi grande» «mi maestro». Así es llamado Jesús con mucha frecuencia en los evangelios. Sin embargo, a diferencia de la práctica habitual de la época, Jesús eligió personalmente a sus discípulos más íntimos: «… llamó a los que él quiso, y fueron donde él estaba» (Mc 3, 13). Los evangelios recogen varios relatos de seguimiento personales, que tienen un esquema muy similar (Mt 4, 18-25; Mc 1, 16-20; Lc 5, 1-11; Jn 1, 31-51): • Iniciativa de Jesús: «vio a Simón y a Andrés, el hermano de Simón» (Mc 1, 16); «vio a Santiago el de Zebedeo y a Juan, su hermano» (Mc 1, 19); «vio a un hombre sentado al telonio, que se llamaba Mateo» (Mt 9, 9); «encontró a Felipe» (Jn 1, 43), etc. • Invitación imperativa: «Y le dijo: “Sígueme”».

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• Radicalidad: Jesús advierte de que el seguimiento es exigente: «el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza» (Mt 8, 20); supone renuncia: «vende todo lo que tienes […] y luego sígueme» (Mc 10, 21); tiene un tono definitivo: «Nadie que pone su mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios» (Lc 9, 62); y es radical: «Quien ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí» (Mt 10, 37; Lc 14, 26-27); «Si alguno quiere venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me siga» (Mc 8, 34). • Respuesta libre: que puede ser de aceptación inmediata: «Y dejando todo le siguió»; en proceso: «permíteme ir primero a enterrar a mi padre» (Mt 8, 21); de duda: «permíteme despedirme de los de mi casa» (Lc 9, 61), o bien de rechazo: «se marchó triste, porque tenía muchas posesiones» (Mc 10, 22). Además de estas llamadas personales a discípulos, los evangelios relatan un momento institucional para doce de ellos. • En efecto, en una ocasión, después de pasar toda la noche en oración en un monte (Lc 6, 12) Jesús «constituyó a doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar» (Mc 3, 14), «con potestad de expulsar demonios» (Mc 3, 15) y «a los que denominó apóstoles» (Lc 6, 13). • Con ligeras variantes en los apelativos, por lo demás muy habituales en la época, los evangelistas dan la lista de estos doce íntimos de Jesús: «… a Simón, a quien le dio el nombre de Pedro; a Santiago el de Zebedeo y a Juan, el hermano de Santiago, a quienes les dio el nombre de Boanerges, es decir, “hijos del trueno”; a Andrés, a Felipe, a Bartolomé, a Mateo, a Tomás, a Santiago el de Alfeo, a Tadeo, a Simón el Cananeo y a Judas Iscariote, el que le entregó» (Mc 3, 16-19). En el número 12 hay un profundo simbolismo. Doce son los hijos de Jacob y doce las tribus de Israel que reciben de Josué (Jesús) la tierra prometida: Judá, Simeón, Benjamín, Dan, Efraín, Manasés, Isacar, Zabulón, Aser, Neftalí, Rubén y Gad. Jesús anuncia con solemnidad a los doce: «…cuando el Hijo del Hombre se siente en su trono de gloria, vosotros, los que me habéis seguido, también os sentaréis sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel» (Mt 19, 28). 3.4.  El primado de Pedro Entre los Doce discípulos destaca en todos los evangelios Simón Pedro. • Es el primero en todas las listas (Mc 3, 16-19; Mt 10, 1-4; Lc 6, 12-16).

• Pedro suele ocupar un lugar preminente en el grupo (Lc 22, 31), • habla con Jesús en nombre del resto (Mc 8, 29; Lc 17, 3-4; Mt 19, 27), • y es a quien Jesús entrega el Primado: «Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella» (Mt 16, 18). • También Jesús le entrega «las llaves del Reino» (Mt 16, 19). • El papel primado de Pedro queda refrendado especialmente en el libro de los Hechos donde aparece siempre presidiendo la Iglesia. • En los relatos de la resurrección también destaca la preeminencia de Pedro entre todo el grupo de discípulos (cf. Tema 10.3).

4.  La enseñanza de Jesús Los evangelios han recogido numerosos discursos y diálogos de Jesús. Todos los evangelistas coinciden en afirmar que «la muchedumbre, al oírlo, quedaba admirada de su enseñanza» (Mc 11, 18; Mt 22, 33) «porque su palabra iba acompañada de potestad» (Lc 4, 32). Jesús hablaba como «jamás habló hombre alguno» (Jn 7, 45). En efecto, quien lee las palabras atribuidas a Jesús en los evangelios no puede menos que asombrarse de su calidad y sabiduría. En sus logia (plural griego del término logion, que significa dicho o discurso), se desprende una enseñanza de mucha trascendencia y con un alcance universal. En tiempos de Jesús había muchos predicadores y maestros: cínicos, estoicos, epicúreos, escribas, fariseos, doctores de la ley, etc. Eran maestros itinerantes o afincados en escuelas y academias, que reunían en torno a sí a discípulos a los que instruían y comunicaban el saber. Sin embargo, ninguna de estas categorías responde a la persona y enseñanza de Jesús. La identidad a la que más recuerda Jesús con su obrar y su predicación es la del profeta bíblico. Pero tampoco esta figura es suficiente. La identidad de Jesús es misteriosa para los personajes. El propio Jesús lo hará notar: «… aquí hay uno que es más que Salomón» (Mt 12, 42); es alguien que se presenta con autoridad para completar la Ley: «Habéis oído que se dijo […], pero yo os digo» (Mt 5, 21).

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4.1.  Características principales La predicación de Jesús tiene algunas notas características: • empleo de algunas figuras literarias: la hipérbole (Mc 10, 25; Mt 7, 3-5), la ironía (Mc 4, 11-12), la comparación (Lc 13, 18-21) y la parábola (cf. Tema 7.4.3); la alegoría (Mt 13, 24-43); la paradoja (Lc 9, 24); el paralelismo antitético (Mt 11, 18-19); el relato instructivo (como el hijo pródigo: Lc 15, 11-32 o los obreros de la viña: Mt 20, 1-16); • uso de la pasiva divina: para evitar el nombre de Dios; por ejemplo: «Tus pecados te son perdonados» (Mc 2, 5); • uso frecuente de la expresión «en verdad, en verdad os digo…»; • lenguaje sencillo de significado profundo: «donde está tu tesoro allí estará tu corazón» (Mt 6, 21); «vosotros sois la sal de la tierra» (Mt 5, 13); «sed perfectos como vuestro Padre celestial» (Mt 5, 48); • gran ingenio al resolver dilemas: «Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios» (Mt 22, 16-22); «Decidme: el bautismo de Juan ¿era del cielo o de los hombres?» Lc 20, 1-8); • destaca la centralidad del tema del Reino de Dios: (Mt: 49 veces; Lc: 39; Mc: 15), que vertebra el relato y en torno al cual se estructuran numerosos discursos y parábolas (cf. Tema 5.2.5). 4.2.  Sermón de la Montaña En la predicación de Jesús destaca el Sermón de la Montaña, primero de los cinco grandes discursos de Mateo (5-7). Es un discurso programático y en cierto sentido inaugural, dirigido sobre todo a los discípulos y con un contenido ético. Mateo sitúa a Jesús en los alto del monte, como nuevo Moisés; Lucas en un llano, como legislador cercano y misericordioso (6, 17-7, 1). • Las bienaventuranzas (Mt 5, 1-12; Lc 6, 20-26): –  Entre las secciones del sermón destacan las llamadas bienaventuranzas o macarismos por el término griego. Estas expresan el doble deseo que Dios ha inscrito en el corazón: buscar la verdadera felicidad en la tierra y conseguir la bienaventuranza eterna. –  «Las bienaventuranzas dibujan el rostro de Jesucristo y describen su caridad» (CEC, n. 1717). También señalan el modelo paradójico que debe imitar el cristiano. En Mateo son nueve y describen estados del

alma; en Lucas son cuatro, reforzadas negativamente por cuatro ¡ayes!, y describen necesidades materiales. • Las seis antítesis (Mt 5, 21-47): –  Las antítesis son presentadas por Jesús con autoridad suprema: «Habéis oído que se dijo… pero yo os digo…». Las cuestiones planteadas son: ■  sobre el homicidio (Mt 5, 21-26; Ex 20, 13; Dt 5, 17); ■  el adulterio (Mt 5, 27-30; Ex 20, 14; Dt 5, 18); ■  el divorcio (Mt 5, 31-32; cf. Dt 24, 1 ss.); ■  el juramento (Mt 5, 33-37; cf. Lv 19, 12; Nm 10, 3; Dt 23, 22); ■  la ley del talión (Mt 5, 38-42; Ex 21, 24; Lv 24, 20; Dt 19, 21); ■  el amor a los enemigos (Mt 5, 43-47; Lv 19, 18). –  Todas las antítesis quedan resumidas en el mandato final que no pretende abolir la Ley sino sublimarla: «sed perfectos (Lc: misericordiosos) como vuestro Padre celestial» (Mt 5, 28). –  El fin del cumplimiento de la Ley es llegar a la santidad de Dios imitando a Jesucristo. El mandato queda corroborado por la Ley, que no se abroga sino que se lleva a plenitud: «Sed santos, porque yo soy santo» (Lv 11, 44). • Ayuno, limosna y oración (Mt 6, 1-21): –  Jesús presenta también unas enseñanzas sobre las prácticas del ayuno, la limosna y la oración, ya establecidas en el judaísmo. –  Pero el Sermón invita a realizarlas cara a Dios y no cara a los hombres, con rectitud interior y discreción, como señas de autenticidad. Hechas así serán recompensadas de verdad por el que ve en lo oculto. Quien busca gloria humana, con esa se quedará, pero quien busca la gloria de Dios, la obtendrá. • El Padrenuestro (Mt 6, 9-15; Lc 11, 1-4): –  Dentro de su predicación sobre la oración, Jesús enseña a rezar de una forma distinta a la de los hipócritas que rezan engreídos, y los paganos que fingen largas oraciones: la oración del cristiano debe ser filial, sencilla y confiada, como evidencia el Padrenuestro. Mateo incluye esta plegaria en el Sermón de la Montaña. Lucas durante un diálogo de Jesús y los suyos, que le piden: «enséñanos a orar» (Lc 11, 1).

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–  El Padrenuestro es una oración de gran novedad y solo atribuible a Jesús. Los Padres de la Iglesia señalan que es una oración «perfectísima» en la que «no solo se piden las cosas lícitamente deseables, sino […] según el orden en que debemos desearlas» (Sto. Tomás de Aquino, Summa Theologiae 2-2, 83, 9). «Es, en verdad, el resumen de todo el Evangelio» (Tertuliano, De oratione 1). 4.3.  Las parábolas Un rasgo habitual de la predicación de Jesús es el uso de parábolas y comparaciones para explicar los misterios por medio de imágenes conocidas. En parte las imágenes desvelan los misterios del Reino; en parte, mantienen el enigma. Como dicen los mismos evangelistas «con muchas parábolas semejantes les anunciaba la palabra, conforme a lo que podían entender; y no les solía hablar nada sin parábolas. Pero a solas, les explicaba todo a sus discípulos» (Mc 4, 33-34). Podemos distribuir las parábolas en tres grupos: a) parábolas del reino: Mt 13, 1-52; Mc 4, 1-34; Lc 8, 4-18; b) parábolas de la misericordia: Lc 15, 1-32; c) parábolas escatológicas: Mt 24 y 25. Algunos autores señalan que, en general, se descubre en la predicación de Jesús un pensamiento poético que le permite hablar sobre misterios muy grandes a sus destinatarios inmediatos que no tenían la luz pascual de la resurrección para comprender el anuncio y, a la vez, a gentes de toda condición y época. Detrás de las parábolas se intuye un tema principal que suele relacionarse con una virtud (ver Cuadro). PARÁBOLAS Y COMPARACIONES DE JESÚS Parábola

Mt

Mc

Lc

Jn

Tema

4, 21-22

8, 16;11, 33

Valentía

6, 47-49

Prudencia

La lámpara bajo el celemín

5, 14-15

Las casas sobre roca y arena

7, 24-27

El paño nuevo y el manto viejo

9, 16

2, 21

5, 36

Rectitud de intención

El vino nuevo y los odres viejos

9, 17

2, 22

5, 37-38

Rectitud de intención

El sembrador

13, 3-8

4, 3-8

8, 5-8

Generosidad y fidelidad

La semilla de mostaza

13, 31-32 4, 30-32

13, 18-19

Paciencia

Parábola

Mt

Mc

Lc

Jn

Tema

El trigo y la cizaña

13, 24-30

El sentido del mal

La levadura

13, 33

El tesoro escondido

13, 44

La entrega completa

La perla de gran valor

13, 45-46

La entrega completa

La red barredera

13, 47-48

El juicio final

La oveja perdida

18, 12-13

13, 20-21

15, 4-5

Humildad y paciencia

La misericordia divina

Los dos deudores y siervo impla18, 23-24 cable

Clemencia

Los jornaleros de la viña

20, 1-16

Envidia

Los dos hijos

21, 28-31

Sinceridad en la entrega

Los viñadores asesinos

21, 33-41 12, 1-9

20, 9-16

Rechazo del señor

El banquete de bodas

22, 2-14

14, 16-24

Responder generosamente

Los brotes de la higuera

24, 32-33 13, 28-29 21, 29-32

Sabiduría

Las vírgenes y el esposo

25, 1-13

Prudencia de la fe

Los talentos o minas

25, 14-30

Las ovejas y los cabritos

25, 31-36

La siembra y la recolección

19, 12-27

Diligencia e iniciativa Juicio final

4, 26-29

Eficacia divina

Los acreedores y deudores

7, 41-43

Valor de la contrición

El buen samaritano

10, 30-37

Misericordia

Un amigo en la necesidad

11, 5-8

Confianza en la petición

El rico necio

12, 16, 21

Desprendimiento

Los criados vigilantes

12, 35-40

Fidelidad

El administrador fiel

12, 42-48

Premio al fiel

La higuera estéril

13, 6-9

Fe con obras

Los puestos en la boda

14, 7-14

Olvido de sí

El cálculo de gastos

14, 28-33

Prudencia

La moneda perdida

15, 8-10

Alegría de la conversión

El hijo pródigo

15, 11-32

Misericordia

El administrador infiel

16, 1-8

La recta sagacidad

Epulón y Lázaro

16, 19-31

Retribución final

123

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Parábola

Mt

Mc

Lc

Jn

Tema

El dueño y su criado

17, 7-10

Servicio desinteresado

La viuda y el juez

18, 2-5

Perseverar en la oración

El fariseo y el publicano

18, 10-14

Valor de la contrición

La siega de los campos

4, 35-38

Afán apostólico

El pastor y las ovejas

10, 1-5

Intimidad con Jesús

La puerta del redil

10, 7-9

Confianza con Jesús

El buen pastor

10, 10-18 El amor de Jesús

El grano de trigo

12, 24-25 Entrega

La luz del día y las tinieblas

12, 35-36 Diligencia

La vid y los sarmientos

15, 1-8

Unión con Cristo

La mujer que da a luz

16, 21

Mortificación y alegría

5.  Los milagros Los evangelistas subrayan con relatos y ejemplos que la actividad de Jesús estaba acompañada de numerosos milagros. La fama de Jesús como taumaturgo se extendió pronto. Los evangelios narran con detalle al menos seis exorcismos, diecisiete curaciones y ocho milagros sobre la naturaleza. Pero afirman con frecuencia que Jesús hizo muchos otros milagros. En el discurso de Hechos 2, 22-23, Pedro usa tres términos para referirse a los milagros mediante los cuales Jesús fue acreditado por Dios ante los hombres: «poderes», «prodigios» y «signos». En griego: dynameis, térata, semeia. Algunas fuentes mencionan ciertos milagros hechos por contemporáneos de Jesús. Por ejemplo, Honí, el Trazador de círculos; Hanina ben Dosa; Apolonio de Tiana. Jesús se diferencia de estos ejemplos: en que Él realiza numerosos milagros, por su propio poder y no invocando el poder divino, y además transmite esta potestad a otros: «… y les dio poder y potestad sobre todos los demonios, y para curar enfermedades» (Lc 9, 1); incluso parece que le transmite la potestad a personajes anónimos (Mc 9, 38).

5.1.  Tipos de milagros Jesús hizo muchos tipos de milagros. Podemos clasificarlos así: • Curaciones: de ciegos, cojos, mudos, sordomudos, leprosos y varias resurrecciones. Los evangelios dan a entender que Jesús hizo muchas otras curaciones de todo tipo. • Milagros sobre la naturaleza: multiplicación de los panes y los peces, la tempestad calmada, caminar sobre las aguas, convertir el agua en vino, etc. • Exorcismos: que no son meras curaciones de dolores o epilepsias atribuidos a demonios. En estos exorcismos los demonios hablan con Jesús y le obedecen (cf. p. ej., Lc 4, 33 ss.). • Además podemos añadir que Jesús manifiesta un conocimiento milagroso del pasado, presente y futuro, y del interior de los hombres: «Conociendo Jesús sus pensamientos, dijo…» (Mt 9, 4); «Jesús, conociendo los pensamientos de sus corazones, acercó a un niño…» (Lc 9, 47); «No quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derruida» (Mc 13, 2; ver Cuadro). 5.2.  Historicidad de los milagros Sobre todo desde la Ilustración, se ha venido negando la historicidad de los relatos de milagros en los evangelios. El célebre exégeta francés Ernest Renan condensaba en la introducción a su Vida de Jesús (1863) el razonamiento habitual: Jesús no pudo hacer milagros porque nadie los hace ni ha visto uno. Este prejuicio antisobrenatual llevó a muchos investigadores a intentar explicar de forma natural y científica cada milagro relatado en los evangelios. Sin embargo, no puede hablarse de un Jesús sin milagros. Si Jesús no hubiese hecho milagros, la predicación apostólica habría sido desmentida enseguida por sus oyentes. En cambio, ningún contemporáneo de Jesús negó que hiciera milagros; los enemigos de Jesús en los evangelios y las fuentes antiguas beligerantes hacia su figura, no ponen en tela de juicio la veracidad de los milagros sino el origen de su poder, el cual se juzga ilegítimo e impuro (Mt 9, 34; 12, 24; Mc 3, 22; Lc 11, 15; Talmud de Babilonia, Sanedrín 43a; 107b). Como explica Benedicto XVI: «… solo si ocurrió algo realmente extraordinario, si la figura y las palabras de Jesús superaban radicalmente todas las esperanzas y expectativas de la época, se explica su crucifixión y su eficacia» (Jesús de Nazaret I, 8).

125

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5.3.  Función de los milagros En términos generales, los milagros revelan la persona y la misión de Jesús. De alguna forma podemos clasificar la finalidad de los milagros así: • función profética: los milagros testimonian que Jesús era el que tenía que venir (Mt 11, 3; Lc 7, 22). Jesús cita textos de Isaías que lo anunciaban (Is 26, 19; 29, 18; 35, 5 s.; 61, 1); • función mesiánica: los milagros anuncian la llegada del Mesías y del Reino de Dios. El mismo Jesús dice: «Si yo expulso los demonios por el Espíritu de Dios, es que el Reino de Dios ha llegado a vosotros» (Mt 12, 28; Lc 11, 20); • función reveladora: Los milagros revelan el poder de Jesús sobre el mal, el pecado, los demonios y la muerte (p. ej., Mt 9, 6); también revelan su compasión y misericordia (Lc 7, 13; Mt 15, 32); • función penitencial: Jesús se queja de las ciudades que han visto sus milagros y no se han convertido (Mt 11, 21; Lc 10, 13); en cambio, Pedro se postra contrito ante Jesús tras la pesca milagrosa: «apártate de mí que soy un pecador» (Lc 5, 8); • función didáctica: Jesús se niega a hacer signos (Mc 8, 11) u obrar milagros (Lc 23, 8) como prueba y condición para creer en él. Más bien es la fe e insistencia de los hombres la que pide y consigue milagros de Jesús: «¡Oh mujer, grande es tu fe! Hágase como quieres» (Mt 15, 28). La incredulidad frena y evita los milagros (Mc 6, 5 s.). • función escatológica: la señala algún Padre de la Iglesia: «Él hacía esas obras para persuadir al que había de creer en Él que […] le resucitará íntegro en su segunda venida, y además le hará inmortal, incorruptible e impasible» (Justino, Diálogo con Trifón 69). LOS MILAGROS O SIGNOS DE JESÚS Mt

Mc 1, 40-42

Lc

Leproso

8, 2-3

5, 12-13

Criado de un centurión

8, 5-13

Suegra de Pedro

8, 14-15

1, 30-31

4, 38-39

Endemoniados de Gerasa

8, 28-34

5, 1-15

8, 27-35

Un paralítico

9, 2-7

2, 3-12

5, 18-25

7, 1-10

Jn

Mt

Mc

Lc

La hemorroísa

9, 20-22

5, 25-29

8, 43-48

Dos ciegos

9, 27-31

El mudo y poseso

9, 32-33

El hombre de la mano seca

12, 10, 13

3, 1-5

6, 6-10

Un ciego, sordo y poseso

12, 22

La hija de la cananea

15, 21-28

7, 24-30

El niño epiléptico

17, 14-18

9, 17-29

9, 38-42

Bartimeo (y otro ciego)

20, 29-34

10, 46-52

18, 35-43

Jn

11, 14

Tartamudo sordo

7, 31-37

Poseso en la sinagoga

1, 23-26

El ciego de Betsaida

8, 22-26

4, 33-35

La mujer encorvada

13, 11-13

Un hidrópico

14, 1-4

Los diez leprosos

17, 11-19

Oreja de Malco

22, 50-51

El agua convertida en vino

2, 1-11

El hijo de un funcionario en Cafarnaún

4, 46-54

El paralítico de la piscina de Betesda

5, 1-9

La tempestad calmada

8, 23-27

4, 37-41

Jesús camina sobre las aguas

14, 25

6, 48-51

Multiplicación de los panes y los peces

14, 15-21

6, 35-44

Segunda multiplicación

15, 32-38

8, 1-9

Moneda en la boca de un pez

17, 24-27

La higuera seca

21, 18, 22

8, 22-25 6, 19-21 9, 12-17

6, 5-13

11, 12-26

La pesca milagrosa

5, 1-11

El ciego de nacimiento

Cap. 9

Lázaro

11, 1-44

Hija de Jairo Hijo de la viuda de Naín Otra pesca milagrosa

5, 22-42

8, 41-56 7, 11-15 21, 1-11

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6.  La Transfiguración Uno de los eventos más trascendentes de la vida pública de Jesús es su Transfiguración en presencia tan solo de tres discípulos, en lo alto de un monte y quizá de noche (según se entienda Lc 9, 32-37). La segunda carta de Pedro 1, 16-19 lo relata así: «… hemos sido testigos oculares de su majestad. En efecto, él fue honrado y glorificado por Dios Padre, cuando la suprema gloria le dirigió esta voz: “Éste es mi Hijo, el Amado, en quien tengo mis complacencias”. Y esta voz venida del cielo la oímos nosotros estando con él en el monte santo».

Este fenómeno se ha llamado comúnmente transfiguración, porque los evangelios describen un cambio en el aspecto de Jesús. Sin embargo, el propio Jesús da otro nombre al evento cuando les dice a los discípulos que no cuenten «a nadie la visión hasta que el Hijo del Hombre haya resucitado de entre los muertos» (Mt 17, 9). Los tres sinópticos relatan esta visión o evento revelador con el mismo esquema: • Primero incluyen una profecía solemne pronunciada por Jesús: –  «En verdad os digo que hay algunos de los aquí presentes que no sufrirán la muerte hasta que vean el Reino de Dios» (Lc 9, 27). –  Marcos incluye un matiz: «que ha llegado con poder» (Mc 9, 1). –  Mateo varía un poco la frase: «hasta que vean al Hijo del Hombre venir en su Reino» (Mt 16, 28). –  Por encima de estas variantes, se transmite un mismo mensaje: Jesús declara que algunos discípulos verían en vida el misterio del Reino de Dios que estaba predicando e inaugurando. • En segundo lugar, los sinópticos ofrecen una indicación temporal y teológica: –  «Seis días después» (Mt, Mc) o «unos ocho días después» (Lc). –  Este vínculo es temporal y a la vez teológico: permite relacionar la visión del Reino que anuncia Jesús con el evento de la Transfiguración. –  En otras palabras, ver la Transfiguración era ver al Hijo del Hombre llegado con poder en el Reino de Dios. • En tercer lugar, se describe el evento con muchos elementos significativos:

–  Jesús lleva consigo a los tres más íntimos, Pedro, Santiago y Juan: los mismos que ahora presencian su majestad presenciarán también su agonía en Getsemaní (Mt 26, 37; Mc 14, 33). –  Suben a un monte alto: esta subida recuerda a las subidas de Moisés al Sinaí para hablar con el Señor (cf. p. ej., Ex 19, 3 ss.) o de Elías al Carmelo (1R 18, 43). Con su acento particular, Lucas precisa que subían «para orar» y que el evento se produce «mientras él oraba» (Lc 9, 28-29). –  Fenómeno de la Transfiguración: Mateo y Marcos dicen literalmente que Jesús «se metamorfoseó ante ellos». Pero ¿en qué consiste el cambio? ■ Marcos 9, 3, con pocos recursos literarios, describe el fenómeno así: «… sus vestidos se volvieron deslumbrantes y muy blancos; tanto, que ningún batanero en la tierra puede dejarlos así de blancos». ■ Lucas y Mateo se refieren, como Marcos, a las ropas de Jesús: «y su vestido se volvió blanco y muy brillante». Pero añaden que también «cambió el aspecto de su rostro» (Lc 9, 29) porque «se iluminó como el sol» (Mt 17, 2). • Además, el evento incluye apariciones: –  Mateo y Marcos dicen que «se les aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús». Elías y Moisés, personajes eminentes, representan la Ley y los profetas. –  Lucas 9, 30 s. precisa bastante el dato y dice que «dos hombres comenzaron a hablar con él: eran Moisés y Elías que, aparecidos en forma gloriosa, hablaban de la salida de Jesús que iba a cumplirse en Jerusalén». –  También Lucas dice que «al despertar, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban a su lado». En el Antiguo Testamento la gloria (doxa en griego y kabbot en hebreo) es el esplendor de la santidad divina. • La nube y la voz: ■  La Transfiguración constituye una Teofanía porque: ■ se revela la gloria del «Hijo amado» a través de su humanidad aún pasible, ■ se denota la presencia del Espíritu en la nube, ■ y la presencia del Padre en la voz. ■ Las palabras que vienen desde la nube, semejantes al comienzo del primer canto del Siervo del Señor (Is 42, 1) y a las del Bautismo de

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Jesús (1, 11; Mt 3, 17; Lc 3, 22), señalan que Jesús es el Hijo de Dios que cumple la misión salvadora del Siervo del Señor. ■ El mandato «escuchadle», proclama la autoridad de sus enseñanzas y preceptos, que tienen la potestad del mismo Dios. La Transfiguración constituye un acto revelador trinitario fuerte y singular en la historia de la salvación. El Catecismo de la Iglesia Católica, n. 555 explica el misterio de la Transfiguración así: «Jesús muestra su gloria divina, confirmando así la confesión de Pedro. […] Moisés y Elías habían visto la gloria de Dios en la Montaña; la Ley y los profetas habían anunciado los sufrimientos del Mesías. La Pasión de Jesús es la voluntad por excelencia del Padre: el Hijo actúa como Siervo de Dios. La nube indica la presencia del Espíritu Santo: “Apareció toda la Trinidad: el Padre en la voz, el Hijo en el hombre, el Espíritu en la nube luminosa” (Sto. Tomás de Aquino, S. Th. 3, 45, 4 ad 2)».

En Éxodo 24, 15-16 se narra que «cuando Moisés subió a la montaña, la nube la cubrió y la gloria del Señor se posó sobre el monte Sinaí. La nube lo cubrió durante seis días; al séptimo el Señor llamó a Moisés de en medio de la nube». De las palabras de Pedro: «¡Qué bien se está aquí! Hagamos tres tiendas» podría interpretarse que anuncian el tiempo mesiánico, en el que los justos vivirían por siempre en las tiendas o moradas divinas que el Mesías iba a restablecer (Lc 16, 9). Estas moradas definitivas se simbolizaban en la fiesta de las Tiendas o de los Tabernáculos (Sukkot, en hebreo) dentro de la cual se produjo precisamente la Transfiguración, y que dan más contexto a la ocurrencia de Pedro.

Ejercicio 1.  Vocabulario Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas: •  Metanoia

•  La salida de Jesús

•  Macarismo

•  Visión

•  Logion

•  Doxa y kabbot

•  Poder, prodigio y signo

•  Tabernáculos

Ejercicio 2.  Guía de estudio Contesta a las siguientes preguntas: 1. ¿Por qué Jesús se bautiza en el Jordán? 2. ¿Por qué Jesús pasa 40 días en el desierto? 3. ¿Cuál es el mensaje teológico de las Bienaventuranzas? 4. ¿Cuál es la razón por la que Jesús predicó en parábolas? 5. ¿Qué relación tiene el evento de la Transfiguración y la Pasión?

Ejercicio 3.  Comentario de texto Lee el siguiente texto y haz un comentario personal utilizando los contenidos aprendidos: Cristo es hoy iluminado, dejemos que esta luz divina nos penetre también a nosotros; Cristo es bautizado, bajemos con él al agua, para luego subir también con él. Juan está bautizando, y Jesús acude a él; posiblemente para santificar al mismo que lo bautiza; con toda seguridad para sepultar en el agua a todo el viejo Adán; antes de nosotros y por nosotros, el que era espíritu y carne santifica el Jordán, para así iniciarnos por el Espíritu y el agua en los sagrados misterios. El Bautista se resiste, Jesús insiste. Soy yo quien debo ser bautizado por ti, le dice la lámpara al Sol, la voz a la Palabra, el amigo al Esposo, el más grande entre los nacidos de mujer al Primogénito de toda creatura, el que había saltado de gozo ya en el seno materno al que había sido adorado también en el seno de su madre, el que lo había precedido y lo precederá al que se había manifestado y se manifestará. Soy yo quien debo ser bautizado por ti; podía haber añadido: «Y por causa de ti». Él, en efecto, sabía con certeza que recibiría más tarde el bautismo del martirio y que, como a Pedro, le serían lavados no solo los pies, sino todo su cuerpo. Pero, además, Jesús sube del agua; lo cual nos recuerda que hizo subir al mundo con él hacia lo alto, porque en aquel momento ve también cómo el cielo se rasga y se abre, aquel cielo que Adán había cerrado para sí y para su posteridad, como había hecho que se le cerrase la entrada al paraíso con una espada de fuego. El Espíritu atestigua la divinidad de Cristo, acudiendo a él como a su igual; y una voz bajó del cielo, ya que del cielo procedía aquel de quien testificaba esta voz; y el Espíritu se apareció en forma corporal de una paloma, para honrar así el cuerpo de Cristo, que es también divino por su excepcional unión con Dios. Muchos siglos atrás fue asimismo una paloma la que anunció el fin del diluvio. San Gregorio de Nacianzo, Disertación 39, En las santas Luminarias, 14-16. 20.

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ACONTECIMIENTOS DE LA ÚLTIMA SEMANA

TEMA

8

Todos los evangelistas se detienen especialmente en algunos episodios de los últimos días de la vida de Jesús antes de su Pasión. «La entrada de Jesús en Jerusalén manifiesta la venida del Reino que el Rey-Mesías llevará a cabo mediante la Pascua de su Muerte y de su Resurrección» (CEC, n. 560). El Templo era para Jesús «la casa de su Padre, una casa de oración, y se indigna porque el atrio exterior se haya convertido en un mercado (Mt 21, 13)» (n. 584). La maldición de la higuera es un gesto profético y a la vez alentador de la fe de los discípulos. El discurso escatológico preconiza las dificultades que encontrarán los discípulos y anuncia la segunda venida de Jesús y el Juicio Final, cuando «será puesta al desnudo definitivamente la verdad de la relación de cada hombre con Dios (cf. Jn 12, 49)». «Jesús expresó de forma suprema la ofrenda libre de sí mismo en la cena tomada con los doce Apóstoles (cf. Mt 26, 20), en “la noche en que fue entregado” (1 Co 11, 23)» (n. 610).

SUMARIO 1. INTRODUCCIÓN • 2. LA ENTRADA TRIUNFAL EN JERUSALÉN • 3. EXPULSIÓN DE LOS VENDEDORES  •  4. MALDICIÓN DE LA HIGUERA • 5. CONTROVERSIAS • 6. EL DISCURSO ESCATOLÓGICO • 7. UNCIÓN EN BETANIA  •  8.  RELATOS DE LA ÚLTIMA CENA  •  La fecha de la Última Cena • Preparación de la cena • Ceremonia • Relatos de la institución de la Eucaristía • Significado de la Última Cena

1. Introducción Los evangelios narran la vida pública de Jesús con una técnica parecida y que consiste en ir trenzando episodios narrativos, como retazos de un tapiz sacados de una colección de recuerdos y distribuidos con cierta conexión temática. De alguna manera se trata de episodios cerrados que podrían empezar siempre por la expresión «en aquel tiempo…». Estas formas literarias, llamadas perícopas, no cuentan ni exhaustiva ni linealmente toda la vida de Jesús, sino solo algunas escenas importantes. En cambio, todos los evangelios cambian el estilo literario cuando cuentan la última semana de la vida de Jesús, otorgándole especial importancia temática en el conjunto del relato. En efecto: • El tempo narrativo se detiene y se hace exhaustivo: si hasta entonces se habían narrado más de 30 años de la vida de Jesús, ahora se dedica cerca de un tercio de cada evangelio a relatar unos pocos días y especialmente las últimas horas. • La secuencia narrativa es casi lineal: primero día a día y después hora a hora, donde un suceso trae consigo el siguiente. • Se incluyen numerosas indicaciones temporales, topográficas y de personajes que pormenorizan el relato a modo de crónica. Cuando los evangelios narran la última semana seleccionan prácticamente los mismos episodios que van a componer el relato basándose en una secuencia de eventos similar.

2.  La entrada triunfal en Jerusalén A lo largo del evangelio, Jesús declina la aclamación pública como rey de los judíos. En cambio, al final de su vida, asume abiertamente el título y este cuelga de la cruz de su ejecución. Por eso la entrada triunfal en la Ciudad Santa encierra un fuerte simbolismo querido por Jesús y expresa su voluntaria manifestación como Rey Mesías (Mt 21, 1-11; Mc 11, 1-11; Lc 19, 28-40). Jesús no se presenta con aparato ni actitud belicosa, como los falsos mesías (Josefo, Antigüedades judías 17, 10,8), sino a lomos de un burro y aclamado por gente sencilla y pacífica. El asno tiene un significado notable: era la montura de los príncipes antiguos (Gn 22, 3; 49, 11; Ex 4, 20; Nm 22, 21; Jc 5, 10) y, a la vez, era símbolo de las tareas pacíficas y no de la guerra, como podían serlo los caballos.

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Los relatos dicen que el burro no había sido utilizado por nadie: Jesús lo reclama ejerciendo el derecho de montura propio de un monarca; aunque promete al dueño devolverlo después. Con el asno, el pasaje muestra a Jesús como un rey de paz que triunfa, no con armas ni violencia, sino con humildad y mansedumbre. Si Jesús hubiese querido una entrada triunfal de guerra «mi Padre al instante pondría a mi disposición más de doce legiones de ángeles» (Mt 26, 53). Mateo cita un vaticinio de Zacarías que se está cumpliendo durante la entrada triunfal. El texto profético dice: «Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, hija de Jerusalén, mira, tu rey viene hacia ti, es justo y victorioso, montado sobre un asno, sobre un borrico, cría de asna» (Za 9, 9-10). Para Mateo, la Escritura se cumple al pie de la letra porque menciona a «un asna atada, con un borrico al lado» y no solo a un burro como los otros evangelistas. La palabra hebrea Hosanna! tuvo un sentido de súplica dirigida a Dios: «¡Sálvanos!». Luego fue empleada como grito de júbilo para aclamar a alguien, similar al castellano «¡Viva!». Según Mateo, lo exclaman «las multitudes» al entrar en la ciudad y «los niños» en el Templo (Mt 21, 9 y 15). Marcos dice que «muchos extendieron sus mantos en el camino, otros el ramaje que cortaban de los campos» (Mc 11, 8). Los circunstantes honran a Jesús con palabras del salmo 118, de entronización del Mesías, que tiene pasajes de clara conexión con la escena y que el propio Jesús empleó para dirigirse a sus enemigos (Mt 21, 42; Mc 12, 10; Lc 20, 17): «Abridme las puertas de la justicia: entraré por ellas y daré gracias al Señor. Ésta es la puerta del Señor: los justos entrarán por ella. Te doy gracias, porque me has escuchado, y has sido mi salvación. La piedra que desecharon los constructores ésta ha llegado a ser la piedra angular. Es el Señor quien ha hecho esto y es admirable a nuestros ojos. Éste es el día que hizo el Señor, exultemos y alegrémonos en él. ¡Señor, dame la salvación! ¡Señor, dame prosperidad! Bendito el que viene en Nombre del Señor. Os bendecimos desde la Casa del Señor. El Señor es Dios, Él nos ilumina. Disponed ceremonia solemne con ramos frondosos hasta los ángulos del altar. Tú eres mi Dios, te doy gracias, Dios mío, yo te ensalzo» (Sal 118, 19-28).

Así como Herodes y toda Jerusalén se sorprendieron con la noticia del nacimiento del rey de los judíos (Mt 2, 3) ahora también se conmueve toda la ciudad al presenciar su entrada mesiánica (Mt 21, 10). Por su parte, Juan 12, 17-18 explica el éxito de la entrada añadiendo que «la gente que estaba con él cuando llamó a Lázaro del sepulcro y le resucitó de entre los muertos, daba testimonio. Por eso las muchedumbres le salieron al encuentro, porque oyeron que Jesús había hecho este signo».

Solo Lucas recoge el llanto de Jesús por Jerusalén (Lc 19, 41-44). El llanto es paternal y profético: expresa la tristeza de Jesús ante una ciudad que ha visto muchos signos de la llegada del Mesías pero no ha querido reconocerlo, y por eso atrae para sí el castigo: la futura destrucción a cargo de las legiones romanas bajo el mando de Tito, en el año 70. El llanto de Jesús se relaciona estrechamente con la expulsión de los vendedores del Templo, la maldición de la higuera y los discursos escatológicos. El llanto por Jerusalén y el vaticinio de su ruina tiene un precedente en Lucas 13, 34-35, con un paralelo en Mateo 23, 37-39: «¡Jerusalén, Jerusalén!, que matas a los profetas y lapidas a los que te son enviados. Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina a sus polluelos bajo las alas, y no quisiste. Mirad que vuestra casa se os va a quedar desierta. Os aseguro que no me veréis hasta que llegue el día en que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor».

Con la imagen de la protección bajo las alas, frecuente en el Antiguo Testamento, Jesús asume en primera persona el amor y protección de Dios hacia su pueblo (cf. Dt 32, 11; Sal 17, 8; 36, 8; 57, 2; 61, 5; 63, 8).

3.  Expulsión de los vendedores Todos los evangelistas narran la sorprendente escena de la expulsión de los vendedores (Mt 21, 12-17; Mc 11, 12-25; Lc 19, 45-48; Jn 2, 14-22). Después de entrar en Jerusalén, Jesús se dirige al Templo. De acuerdo con Marcos, ese mismo día Jesús observa todo atentamente y marcha a Betania. Será al día siguiente cuando, de vuelta al Templo, proceda a la expulsión de los vendedores. En Mateo y Lucas la expulsión se produce el mismo día de la entrada mesiánica, y al día siguiente Jesús es instigado por las autoridades. En cualquier caso, lo que se desprende de los relatos es que Jesús «enseñaba en el Templo todos los días» (Lc 19, 47). Juan se distancia de los sinópticos situando la expulsión años antes, cuando no había sido apresado el Bautista y en torno a una fiesta de Pascua: «Pronto iba a ser la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén» (Jn 2, 13). Juan añade al episodio un diálogo de Jesús con las autoridades no mencionado por los sinópticos: estas le piden un signo y Jesús vaticina veladamente su resurrección; su respuesta se refiere al verdadero y definitivo Templo, «al Templo de su Cuerpo» (Jn 2, 21). Quizá Juan sigue otra tradición sobre la ex-

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pulsión; o tal vez Jesús la llevó a cabo en más de una ocasión con varios años por medio. Marcos describe la expulsión o purificación así: «Y, entrando en el Templo, comenzó a expulsar a los que vendían y a los que compraban en el Templo, y volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas. Y no permitía que nadie transportase cosas por el Templo Y les enseñaba diciendo: “¿No está escrito: Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones? Vosotros, en cambio, la habéis convertido en una cueva de ladrones”» (11, 15-17).

Mateo añade que después del episodio, «mientras estaba en el Templo, se acercaron a él ciegos y cojos y los curó» (Mt 21, 14). Las curaciones son también un signo mesiánico (cf. Tema 7.5.3). Con el gesto de la expulsión, Jesús realiza un acto de autoridad en el lugar santo de Israel. Parece que ante la multitud y las mismas autoridades, la expulsión no tenía reproche: Jesús defendía con energía la santidad del Templo y la adoración debida a Dios. Por eso cuando las autoridades del Templo presencian la expulsión obrada por Jesús, no cuestionan el motivo de su acción sino la autoridad con la que lo hace. De hecho, en ninguno de los relatos del proceso religioso o civil contra Jesús se menciona la expulsión para acusarle de algo. Echando a los vendedores corruptos Jesús realiza también un gesto simbólico de tipo profético. La profanación del Templo trae consigo castigo: «… porque has profanado mi santuario […] no se apiadarán mis ojos ni tendré compasión […] sabrán que Yo, el Señor, he hablado con celo. Cuando dicte sentencia contra ti con ira y furor y con castigos furibundos, serás oprobio y afrenta, castigo y destrucción para las naciones que están a tu alrededor. Yo, el Señor, he hablado» (Ez 5, 11-15).

La purificación del Templo profanado estaba por lo demás vaticinada por los profetas: «… aquel día no habrá más traficantes en el Templo del Señor de los ejércitos» (Za 14, 21); «les daré alegría en mi casa de oración: sus holocaustos y sus sacrificios me serán gratos sobre mi altar, porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos» (Is 56, 7); «… enseguida llegará a su Templo el Dueño, a quien buscáis […]. Ved que ya llega –dice el Señor de los ejércitos–. ¿Quién podrá resistir el día de su venida? ¿Quién se sostendrá en pie cuando aparezca? Porque es como fuego de fundidor, como

lejía de lavanderos. Se pondrá a fundir y a purificar la plata; purificará a los hijos de Leví, los acrisolará como oro y plata: así podrán ofrecer al Señor una oblación en justicia. Entonces será grata al Señor la oblación de Judá y de Jerusalén como en los días de antaño, como en los años que pasaron» (Ml 3, 1-4).

4.  Maldición de la higuera En estrecha relación con el episodio de la expulsión, Mateo y Marcos cuentan la anécdota de la maldición de la higuera (Mt 21, 19-22; Mc 11, 12-14; 20-26). Los relatos de Mateo y Marcos narran que Jesús no encuentra fruto en ella y por eso la maldice. Por su parte, Lucas narra la parábola de la higuera que no da fruto y el viñador le dice al amo: «Señor, déjala también este año hasta que cave a su alrededor y eche estiércol, por si produce fruto; si no, ya la cortarás» (13, 6-9). El simbolismo para la ciudad de Jerusalén es claro: Jesús acude a buscar fruto y no lo encuentra (Jr 19, 1-13; Ez 4, 1-3; 5, 1-6). Los discípulos se sorprenden de que la higuera se seque. Jesús les hace ver que quien tiene fe no solo obra milagros, sino que sobre todo da los frutos previstos cuando Dios los demanda.

5. Controversias Después de la expulsión de los vendedores, los evangelistas narran algunas discusiones de Jesús con los fariseos y saduceos y los últimos discursos: • la diatriba sobre la autoridad de Jesús (Mc 11, 27 ss.; Mt 21, 23 ss.; Lc 20, 1 ss.); • la parábola de la viña y los viñadores homicidas que rechazan y matan al hijo heredero (Mc 12, 1-12; Mt 21, 33-40; Lc 20, 9-19); • las cuestiones capciosas sobre el tributo al César, la resurrección de los muertos y el primer mandamiento, que Jesús resuelve con el asombro de las gentes (Mc 12, 13-34; Mt 22, 15-40; Lc 20, 20-40 y 10, 25-28); • las censuras de Jesús: a los escribas en el Templo, que en Mateo son mucho más extensas y duras e incluyen a los fariseos y por último a Jerusalén (Mc 12, 37 ss.; Mt 23, 1 ss.; Lc 20, 45 ss.).

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6.  El discurso escatológico Herodes el Grande, conocido por sus grandes reformas arquitectónicas, empezó a partir del año 20 a. C. una obra de embellecimiento del Templo, como describe Flavio Josefo, Guerra de los judíos, 184-237; Antigüedades judías 15, 11. En una ocasión los discípulos invitaron a Jesús a admirar la belleza de la construcción. Con este motivo, el Maestro inicia un discurso inquietante, lleno de vaticinios y de difícil interpretación, que tiene lugar sobre todo en el monte de los Olivos. Se le ha llamado discurso escatológico porque se refiere a los últimos días del mundo. También tiene un tinte apocalíptico porque revela misterios y porque incluye, junto a la descripción terrible de acontecimientos, una llamada a la esperanza. Los sufrimientos que Jesús predice para Jerusalén se desdoblan simbólicamente para anunciar a su vez los sucesos del fin del mundo y la venida del Hijo del Hombre. También se vaticinan los sufrimientos de la Iglesia peregrina y de los peligros que van a padecer los discípulos por causa de Jesús. Pero es necesario confiar, porque Dios no abandonará a los suyos y los asistirá, incluso sugiriendo lo que habrán de decir ante los tribunales que los persigan. El que vele y persevere se salvará, como recuerda Jesús con las parábolas del siervo fiel, las vírgenes necias y prudentes y la parábola de los talentos (Mt 25, 1-13). En el discurso se emplea una expresión enigmática: «abominación de la desolación» (Mt 24, 15; Mc 13, 14). Esta expresión se contiene en el libro de Daniel 9, 27, donde significa quizá la profanación del Templo llevada a cabo por Antíoco IV Epífanes, quien erigió estatuas de dioses en el altar de los holocaustos (1Mac 1, 54). Cuarenta años después del discurso de Jesús, con la invasión romana de Jerusalén, el Templo sería precisamente profanado y unas décadas más tarde el emperador Adriano mandó erigir en el área del Templo un monumento dedicado a Júpiter. Durante su exposición, Jesús habla dos veces del retorno triunfal del Hijo del Hombre, según lo anunciado por Daniel 7, 1-28. En este pasaje, el Hijo del Hombre tiene un origen y un destino enigmáticos como sucede con Jesús. El personaje recibe dominio, honor y reino universales. Este Hijo del Hombre es Jesús mismo (cf. Tema 4.7) ya que al final del discurso le dice a sus discípulos: «Sabéis que dentro de dos días será la Pascua, y el Hijo del Hombre será entregado para que lo crucifiquen» (Mt 26, 1).

El discurso escatológico concluye con la parábola del Juicio Final. Se trata de un pasaje con una larga historia de exégesis y multitud de interpretaciones. El relato presenta al Hijo del Hombre como un juez que separará a los hombres igual que un pastor separa ovejas de cabritos, poniendo a unas a su derecha y a los otros a su izquierda (Mt 25, 32-33). Después empieza un diálogo con repeticiones de carácter didáctico que explica quiénes son justos y quiénes no. A lo largo del evangelio según Mateo se descubre todo un elenco de virtudes que se deben vivir y vicios y pecados que se deben evitar para entrar en el Reino. En este pasaje del Juicio Final toda la humanidad es juzgada por las obras de misericordia. El Hijo del Hombre se identifica voluntariamente con el que sufre: el hambriento, el sediento, el desnudo, el peregrino, el enfermo y el apresado. El mensaje del pasaje del Juicio Final parece claro: el amor a Dios se identifica con el amor al prójimo.

7.  Unción en Betania La unción en Betania es un episodio narrativo importante que todos los evangelios mencionan. Quizá porque desencadena la traición de Judas (Mc 14, 3-9; Mt 26, 6-13; Jn 12, 1-8; cf. Lc 7, 36-50). En efecto, después de revelar su verdadera disposición hacia Jesús y haber quedado humillado en público, el Iscariote acude en secreto «a los príncipes de los sacerdotes para entregárselo» (Mc 14, 10) y le prometen darle «treinta monedas de plata» (Mt 26, 15). Betania estaba cerca de Jerusalén. Era la localidad donde residían Marta, María y Lázaro (Jn 12, 1); era distinta de otra Betania, cerca de la cual Juan bautizaba (Jn 1, 28). Jesús es invitado a una cena, «en casa de Simón el leproso», a quien eventualmente habría curado. Allí una mujer se acerca con «un frasco de alabastro con perfume de nardo puro, de mucho precio» (Mc 14, 3). Según Juan 12, 5 la cantidad era de «una libra» (unos 33 cl) y costaría «cerca de 300 denarios» (el salario de un obrero durante todo un año). • Según Mateo 26, 7 y Marcos 14, 4, la mujer derrama el perfume sobre la cabeza de Jesús; • Según Lucas 7, 38 y Juan 12, 2, unge los pies de Jesús y los seca con sus cabellos. Las dos acciones no parecen excluyentes. • Lucas afirma que la mujer era una pecadora y que derramó lágrimas sobre los pies de Jesús y los besó. Además no sitúa la escena al final de la vida

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pública ni tiene un desarrollo similar al de los otros evangelios. En Lucas la acción de esta mujer parece un gesto de arrepentimiento por sus pecados. Jesús dialoga con Simón echándole en cara su falta de cariño y despide a la mujer perdonada. • En los otros evangelios, se subraya el agradecimiento de la mujer, sobre todo en Juan, quien sitúa la escena en Betania y dice que la mujer era María, hermana de Lázaro, también invitado después de su resurrección. Los evangelios presentan distintos elementos narrativos difíciles de armonizar a falta de más información. Es posible que en la vida de Jesús más de una mujer quisiera lavarle los pies. En cualquier caso, la acción de la mujer es malinterpretada: para alguno es un escándalo (Lc 7, 39); otros «que allí estaban, indignados», lo consideran un derroche (Mc 14, 4). En Mateo 26, 8 se aclara que los que dicen esto eran discípulos. Juan 12, 4 matiza que lo dijo en concreto «Judas Iscariote, el que le iba a entregar», el cual añadió que los 300 denarios «se podrían haber dado a los pobres». El evangelista hace entonces una confidencia: «esto no lo dijo porque se preocupara de los pobres, sino porque era ladrón y, como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella» (Jn 12, 6). Jesús reprocha a los que critican, y aprueba el gesto de la mujer. Pero lo interpreta de forma singular: como un anticipo de su sepultura. Además vaticina que «lo que ella ha hecho se contará en memoria suya» (Mc 14, 9), como así ha sucedido a lo largo de la historia.

8.  Relatos de la Última Cena Los pasajes evangélicos que narran la Última Cena son cuatro: • Mt 26, 17-30; Mc 14, 12-26; Lc 22, 7-39 y Jn 13-18, 1. Además aluden a este acontecimiento algunos textos del Nuevo Testamento como: • 1Co 11, 23-26 (que narra la institución de la Eucaristía), • el Discurso del Pan de Vida (Jn 6); • 1Co 10, 14-22 (que se refiere a la Comunión) • y Hb 13, 10-15 (que explica el sacrificio cruento de Cristo). La Última Cena es un episodio nuclear en los relatos evangélicos: todos lo describen siguiendo la misma secuencia narrativa:

• mención del primer día de los ácimos (Mt 26, 17 s.; Mc 14, 12 s.; Lc 22, 7 s.); • preparación de la Pascua (ídem); • celebración de la cena e institución de la Eucaristía (Mt 26, 26-28, Mc 14, 22-24, Lc 22, 19-20); • discursos de Jesús (Mt 26, 31-36; Mc 14, 20-25; Lc 22, 21-38); • salida hacia el monte de los Olivos (Mt 26, 30; Mc 14, 26; Lc 22, 39). 8.1.  La fecha de la Última Cena Los cuatro evangelios coinciden claramente en que la Última Cena de Jesús fue un jueves, Jesús murió un viernes y fue enterrado al caer el sábado (cf. Mt 27, 62; Mc 15, 42; Lc 23, 54; Jn 19, 31). Sin embargo, debido a algunas expresiones del relato de Juan, parece que no existe la misma coincidencia sobre el día de la semana en que cayó la fiesta de Pascua aquel año (15 de Nisán). Muchos investigadores entienden que Juan sitúa la Pascua el sábado, mientras que los sinópticos la sitúan el viernes. De esta posible contradicción han surgido gran cantidad de hipótesis. En general, hay 4 vías de interpretación: 1. Jesús habría celebrado la Pascua el jueves 13 de Nisán, un día antes de lo previsto oficialmente (siguiendo quizá algún privilegio para peregrinos no habitantes de Jerusalén); 2. Jesús celebró la Pascua la noche del jueves 14 de Nisán, siguiendo el calendario fariseo. Pero Juan haría mención a la tradición saducea que habría retrasado la Pascua a la noche del viernes. 3. Jesús celebró oficialmente la Pascua el jueves 14, pero Juan modificó el dato para presentar teológicamente a Jesús como Cordero Pascual que muere al mismo tiempo que se sacrificaban los corderos en el Templo; 4. Jesús no habría celebrado una cena pascual. Es difícil aclarar la cuestión por varias razones: • las expresiones joánicas no parecen unívocas y es posible que se hayan entendido mal; • no se conoce la fecha exacta de la muerte de Jesús (29-33 (?)); • en el siglo i se usaban varios calendarios litúrgicos distintos: fariseos, saduceos, esenios;

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• quizá existía además algún privilegio para peregrinos galileos o de la diáspora. 8.2.  Preparación de la cena Los sinópticos señalan que «el primer día de los Ácimos» (Mt 26, 17), «cuando sacrificaban el cordero pascual» (Mc 14, 12), Jesús «envió a Pedro y a Juan, diciéndoles: “Id a prepararnos la cena de Pascua”» (Lc 22, 7), y les dio indicaciones singulares e inconcretas sobre el lugar, como si no quisiera revelar su ubicación exacta (a Judas u otros). El sitio debía de ser no obstante dentro de las murallas de Jerusalén. Ellos fueron y encontraron una sala amplia y dispuesta en un piso alto y allí prepararon todo. • La preparación remota de la cena empezaba en realidad el 10 de Nisán separando el cordero que serviría para la celebración. • El 13 de Nisán se hacía la ceremonia de la bediqah, la «búsqueda» de todo el pan fermentado que hubiera en la casa y que debía quemarse; en Pascua solo se empleaba pan ácimo. • El 14 de Nisán «entre dos luces», o sea a partir de mediodía, se inmolaba el cordero pascual en el Templo según Éxodo 12, 6. • El 14 de Nisán por la noche, es decir, ya empezado el 15 de Nisán, «se comía la Pascua»: el cordero que se había asado entero, sin quebrarle ningún hueso; se comía de pie y con las cinturas ceñidas para recordar la premura de la huida de Egipto. Debían ser al menos diez convidados (cf. Ex 12, 1 ss.). • Para la cena se preparaba: –  el vino tinto para las cuatro copas prescritas, –  las hierbas amargas (apio, escarola, rábanos y pepinos) que recordaban la amargura de la esclavitud en Egipto. –  se podía acompañar esto con salsa de mostaza, caldo de pescado, agua con sal y vinagre y pan ácimo; –  se aliñaba con jugo de higos, dátiles, almendras o vino, y canela, con aceite; –  se incluía el haróseth, una mezcla de varios ingredientes como manzanas y nueces picadas, miel, canela y vino rosado, cuyo color recordaba quizá al adobe que trabajó Israel en Egipto. • También se preparaban utensilios para hacer lavatorios rituales.

8.3. Ceremonia La cena pascual judía seguía un esquema similar al siguiente cuadro: POSIBLE ESQUEMA DE LA CENA PASCUAL JUDÍA 1)  Ritos introductorios: Bendición sobre la copa y sobre la fiesta Se llena la primera copa Se bebe la copa Lavatorio de manos Bendición sobre las hierbas amargas y distribución para comerlas Se lleva el cordero pascual 2)  Liturgia pascual y cena: Se llena la segunda copa Haggadá pascual: se hace memoria de la salida de Egipto y el paso del ángel del Señor Primera parte del Hallel (Sal 113-118) Se bebe la segunda copa Lavatorio de manos Bendición sobre el pan y distribución para comerlo Bendición sobre el cordero Comida del cordero pascual, con panes ácimos, hierbas amargas, haróseth y vino 3)  Bendición después de la cena: Se llena la tercera copa Acción de gracias Bendición sobre el vino Se bebe la tercera copa 4)  Rito de conclusión: Se sirve la cuarta copa Segunda parte del Hallel Oración de alabanza sobre la copa Se bebe la cuarta copa

8.4.  Relatos de la institución de la Eucaristía Los relatos de la institución de la Eucaristía en el Nuevo Testamento son cuatro: • Mt 26, 26-28, Mc 14, 22-24, Lc 22, 19-20 y 1Co 11, 23-26. El relato más antiguo sería el de Pablo (circa 57 d. C.) y en él afirma que transmite una tradición que procede del Señor. En efecto, el pasaje de 1Co 11, 23-26 contiene semitismos, es decir, rasgos literarios no griegos sino de carácter semita o hebreo, y vocabulario no paulino, que favorecen la idea de una tradición transmitida.

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Los cuatro relatos difieren en los detalles y las palabras concretas. • En este sentido se pueden agrupar, por un lado, la primera Carta a los Corintios y Lucas y, por otro, Mateo y Marcos. • El primer grupo incluye en el relato dos frases importantes que no recogen Mateo y Marcos: «haced esto en memoria mía» y «que es entregado por vosotros» (cf. Tema 3.3.3.d). Sin embargo, todos los relatos coinciden en el mensaje esencial: el gesto de tomar el pan y el cáliz, la acción de gracias sobre ellos, la distribución y las palabras «esto es mi cuerpo» y «esta es mi sangre». 8.5.  Significado de la Última Cena En los relatos de la Última Cena los evangelistas otorgan un sentido sacrificial a los gestos y palabras de Jesús: estos anticipan, de modo incruento, el sacrificio de la cruz. La expresión «que es derramada por muchos…» recuerda el carácter de expiación por los pecados que tendrá la Pasión y da a entender que se «cumple, en particular, la profecía del Siervo doliente» (CEC, n. 601), es decir, Isaías 53: «por sus llagas hemos sido curados» (v. 5); «mi siervo, justificará a muchos y cargará con sus culpas…» (v. 11). Pascua se dice en hebreo Pesaj (literalmente: paso) y conmemora el paso del ángel del Señor como cuenta el Éxodo. Con el derramamiento de su sangre, Jesús constituye una nueva alianza que recuerda a la primera (Ex 24, 6-11) en el marco de la nueva Pascua: es el Paso definitivo del Señor. Las palabras de Jesús «esto es mi cuerpo», «esta es mi sangre» excluyen cualquier lectura metafórica; como explica Pablo: «… quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor» (1Co 11, 27). Jesús dice «en memoria mía»: es propio de la Pascua judía el carácter de «memorial» para hacer presente y actualizar la liberación de Israel por parte de Dios. Jesús mantiene y refuerza el memorial para la nueva Pascua: «Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, hace memoria de la Pascua de Cristo y ésta se hace presente: el sacrificio que Cristo ofreció de una vez para siempre en la cruz, permanece siempre actual» (CEC, n. 1364). Tras esto, Jesús predice el abandono de sus discípulos, aunque les reconforta con el anuncio de la resurrección y el nuevo comienzo de la misión en Galilea. El detalle de los dos cantos del gallo (14, 30) y la doble insistencia de Pedro (14, 29.31), solo los recoge Marcos.

Ejercicio 1.  Vocabulario Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas: •  Perícopa •  Hosanna •  Discurso escatológico

•  El 14 de Nisán •  Bediqáh •  Ácimos

•  Semitismo •  Pesaj

Ejercicio 2.  Guía de estudio Contesta a las siguientes preguntas: 1. ¿En qué se diferencian literariamente los relatos de la Pasión del resto de relato en cada evangelio? 2. ¿Cuál es el simbolismo bíblico del burro en la entrada de Jesús en Jerusalén? 3. ¿Cuál es el significado de la expulsión de los vendedores del Templo? ¿Incluyen los enemigos de Jesús este gesto entre sus acusaciones? 4. ¿Qué sentido tiene la unción en Betania? 5. ¿Qué problema exegético plantea la fecha de la Última Cena? 6. ¿Tuvo la Última Cena un sentido sacrificial? ¿Por qué?

Ejercicio 3.  Comentario de texto Lee el siguiente texto y haz un comentario personal utilizando los contenidos aprendidos: La Iglesia vive de la Eucaristía. Esta verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe, sino que encierra en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia. Ésta experimenta con alegría cómo se realiza continuamente, en múltiples formas, la promesa del Señor: «He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20); en la sagrada Eucaristía, por la transformación del pan y el vino en el cuerpo y en la sangre del Señor, se alegra de esta presencia con una intensidad única. Desde que, en Pentecostés, la Iglesia, Pueblo de la Nueva Alianza, ha empezado su peregrinación hacia la patria celeste, este divino Sacramento ha marcado sus días, llenándolos de confiada esperanza. Con razón ha proclamado el Concilio Vaticano II que el Sacrificio eucarístico es «fuente y cima de toda la vida cristiana» (LG 11). «La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de Vida, que da la vida a los hombres por medio del Espíritu Santo» (PO 5). Por tanto la mirada de la Iglesia se dirige continuamente a su Señor, presente en el Sacramento del altar, en el cual descubre la plena manifestación de su inmenso amor. San Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia, 2003, Prólogo.

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LOS RELATOS DE LA PASIÓN DE JESÚS

TEMA

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La primera carta a los Corintios 15, 3 resume así una verdad fundamental del credo cristiano: «Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras». Esta verdad de fe fundamental es el pilar sobre el que se han construido los diversos relatos de la Pasión. En ellos se nos revela uno de los títulos fundamentales de Jesús, el de Siervo Sufriente: «… por su obediencia amorosa a su Padre, “hasta la muerte […] de cruz” (Flp 2, 8), Jesús cumplió la misión expiatoria (cf. Is 53, 10) del Siervo doliente que “justifica a muchos cargando con las culpas de ellos” (Is 53, 11; cf. Rm 5, 19)» (CEC, n. 623).

SUMARIO 1. INTRODUCCIÓN  •  Rasgos comunes • Rasgos diferenciadores • 2. GETSEMANÍ • 3. PRENDIMIENTO • 4. JESÚS ANTE EL SANEDRÍN • 5. LAS NEGACIONES DE PEDRO  •  6.  JESÚS ANTE PILATO  •  7.  JESÚS ANTE HERODES  •  8.  EL INDULTO DE PASCUA  •  9.  FLAGELACIÓN Y CORONACIÓN DE ESPINAS  •  10. CAMINO DEL CALVARIO • 11. CRUCIFIXIÓN Y MUERTE • 12.  SEPULTURA

1. Introducción Desde los comienzos de la actividad pública de Jesús (Mc 2, 6 ss.) los evangelistas narran no solo el éxito de su predicación con autoridad y la fama de sus milagros, sino también la existencia de un principio de oposición a su persona y a su mensaje por parte de algunas autoridades civiles y religiosas. Desde muy pronto «los fariseos con los herodianos llegaron a un acuerdo contra él, para ver cómo perderle» (Mc 3, 6). A medida que avanzan los relatos, la decisión se hace más explícita y persistente (Mc 11, 18; 12, 12). También desde muy temprano «comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y padecer mucho por causa de los ancianos, de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas, y ser llevado a la muerte y resucitar al tercer día» (Mt 16, 21; Mc 8, 31; Lc 9, 22). Jesús predice hasta tres veces su pasión. Los relatos dan a entender que la predicción de Jesús de su muerte y resurrección era conocida y pública (Mt 27, 63: «… nos hemos acordado de que ese impostor dijo en vida: “Al tercer día resucitaré”»). Este conocimiento previo de los hechos se traducirá durante la pasión en la majestad de Jesús, dueño de los acontecimientos, porque «la muerte violenta de Jesús no fue fruto del azar en una desgraciada constelación de circunstancias. Pertenece al misterio del designio de Dios» (CEC, n. 599). 1.1.  Rasgos comunes a)  Esquema similar En su esquema narrativo general, los evangelios sinópticos son bastante similares. El relato de la Pasión de Mateo sigue muy de cerca el esquema de Marcos. De hecho, desde la predicción del abandono de los discípulos hasta la conducción de Jesús ante Pilato, la narración es prácticamente idéntica en ambos. Mateo seguiría a Marcos y no al revés porque el primero parece explicar datos del segundo: • Así por ejemplo, donde Marcos 14, 65 recoge esta expresión de los enemigos de Jesús: «¡Profetiza!», Mateo 26, 67 la desarrolla para que se comprenda mejor: «¡Profetízanos, Cristo! ¿Quién es el que te ha pegado?». • O por ejemplo, durante la coronación de espinas, Marcos dice que «le golpeaban en la cabeza con una caña» (Mc 15, 19); en cambio, Mateo 27, 28 explica el origen de la caña: «se la habían puesto en la mano derecha», a

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modo de cetro burlesco. Por eso luego «le golpeaban en la cabeza» con esa misma caña. Los evangelios también comparten la misma sucesión de acontecimientos: agonía en Getsemaní, prendimiento, interrogatorio religioso, negaciones de Pedro, Jesús ante Pilato, flagelación y coronación de espinas, crucifixión, muerte, sepultura. Los relatos presentan los mismos protagonistas y las escenas se suceden en los mismos lugares. b)  Sobriedad de los relatos Los evangelios comparten una característica que no deja de llamar la atención: los relatos son de una sorprendente sobriedad. • Jesús sufre traiciones, afrentas, dolores y ultrajes insoportables, que incluyen una noche de angustia y agonía, soledad y abandono, tristeza, desprecio e injusticia, una flagelación al estilo romano sin límite de golpes, la corona de espinas y la crucifixión. • Sin embargo, a pesar de estas atrocidades, los evangelios en ningún momento abundan en detalles, lamentos de los protagonistas, juicios de valor sobre los personajes y sus actuaciones, etc. • Es elocuente, por ejemplo, la frase de Marcos, que resume de pasada todo el tormento de la flagelación: «… a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó» (Mc 15, 15). c)  «Según las Escrituras» Otra nota común a los relatos de la Pasión es que todo se narra con las Escrituras como telón de fondo. De hecho, algunos pasajes del Antiguo Testamento se citan explícitamente porque se cumplen durante la Pasión de Jesús. Algunos textos bíblicos estrechamente relacionados con este episodio son: • Salmo 22: cuenta la historia de un justo perseguido que, sin embargo, triunfará: conseguirá con sus sufrimientos que el Señor sea alabado en toda la tierra (v. 31) y que se anuncie la justicia en el pueblo que está por nacer (vv. 28-32). Jesús mismo recita el primer verso del salmo desde la cruz: «“Eloí, Eloí, ¿lemá sabacthaní?” –que significa– “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”» (Mc 15, 34). Entre los oprobios que sufren el justo perseguido y Jesús están: el escarnio de la gente (Sal 22, 8; Mc 15, 29), la burla por invocar a Dios (Sal 22, 9; Mc 15, 31-32.36), el reparto de las vestiduras (Sal 22, 19; Mc 15, 24) y ambos pueden exclamar «Han

taladrado mis manos y mis pies y puedo contar todos mis huesos» (Sal 22, 17; Mc 15, 24). • Salmo 69: recoge clamores del justo, como este: «Me daban hiel por comida, cuando tenía sed me escanciaban vinagre» (v. 22). • Éxodo 12: da indicaciones precisas sobre el cordero pascual sacrificado y al que no se le quebrará ni un hueso. • Éxodo 24: describe la alianza del Sinaí con la aspersión de la sangre sobre el pueblo. • Isaías 53: contiene las profecías del Siervo del Señor: «No hay en él parecer, no hay hermosura que atraiga nuestra mirada, ni belleza que nos agrade en él. Despreciado y rechazado de los hombres, varón de dolores y experimentado en el sufrimiento; como de quien se oculta el rostro, despreciado, ni le tuvimos en cuenta» (vv. 2-3); «Fue maltratado, y él se dejó humillar, y no abrió su boca; como cordero llevado al matadero, y, como oveja muda ante sus esquiladores, no abrió su boca.» (v. 7); «Ofreció su vida a la muerte, y fue contado entre los pecadores, llevó los pecados de las muchedumbres e intercede por los pecadores» (v. 12).

• Sabiduría 2: describe el discurrir de los enemigos del justo: «Preparemos trampas para el justo, pues nos es molesto: se opone a nuestros actos, nos echa en cara pecados contra la Ley, nos denuncia de faltas contra la educación que recibimos. Declara que conoce a Dios y se llama a sí mismo hijo de Dios. Es un reproche de nuestros pensamientos, solo el verle nos resulta una carga, pues lleva una vida distinta de los demás, y sus sendas son diferentes. Nos considera como escoria, y se separa de nuestros caminos como de la impureza; proclama dichoso el fin de los justos y se ufana de tener a Dios por padre» (vv. 12-17).

• No es posible explicar aquí cómo cada pasaje de la Escritura confluye en el momento supremo de la cruz, desde el relato del Génesis hasta el último profeta. Podría hacerse un largo recorrido por las Escrituras para verificar que Jesús es la promesa de salvación anunciada por Dios (Gn 3, 14), es el arca que salva (Gn 7), el verdadero Isaac que carga con la leña y el cordero que quita los pecados y muere en lo alto (Gn 22), es el nuevo Moisés que libera de la esclavitud y conduce al pueblo a la tierra prometida (Ex 3, 8), es «la serpiente de bronce» en alto que cura a los dañados (Nm 21, 9), «la roca» que da agua viva (Ex 17, 6), «el maná» que baja del cielo (Ex 16, 15), «el amado que tenía una viña en una loma fértil» (Is 5, 1), etc.

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• Numerosas visiones de profetas y anuncios de esperanza y salvación veterotestamentarios se cumplen en el sacrificio de la cruz. Así como en el árbol del conocimiento la serpiente vence a Adán y Eva incitándoles a la desobediencia a Dios y a aferrar para sí, en la cruz el nuevo Adán, por la obediencia, junto a la nueva Eva, vence en el don y la entrega de sí mismo. Así como del costado dormido de Adán nació la madre de todos los hombres, del costado abierto de Cristo nace la Iglesia. 1.2.  Rasgos diferenciadores Junto a las notas comunes a los evangelios, hay algunos rasgos que los distinguen y donde se verifica el acento particular de cada evangelista, en especial en Mateo y Lucas, porque cada uno incorpora el esquema de Marcos pero añade episodios propios. Desde el juicio ante Pilato, Mateo empieza a intercalar episodios nuevos en el esquema de Marcos: • el relato de la muerte violenta de Judas (Mt 27, 3-10), • el comentario de la mujer de Pilato (Mt 27, 19), • el lavatorio de manos de Pilato (Mt 27, 24-25), • los fenómenos sobrenaturales tras la muerte de Jesús (Mt 27, 51-53), • la petición de la guardia por parte de los príncipes y fariseos (Mt 27, 62-66). Por su parte, Lucas también sigue el esquema de Marcos, pero de modo más personal. Ignora todos los episodios intercalados por Mateo, pero incluye otros: • la instrucción de Jesús a propósito de una discusión entre los discípulos (Lc 22, 24-28), • la mención del mandato misionero y las dos espadas (Lc 22, 35-38), • la aparición del ángel (Lc 22, 43) y el sudor de sangre en el Huerto (Lc 22, 44), • la mirada de Jesús a Pedro tras las negaciones (Lc 22, 61), • la entrevista con Herodes (Lc 23, 6-12), • el discurso a las santas mujeres (Lc 23, 27-30), • la petición de perdón al Padre (Lc 23, 34), • el episodio del buen ladrón (Lc 23, 40-43).

En algunas ocasiones Lucas formula de otra manera el material común a Mateo y Marcos. • Por ejemplo, Lucas narra un proceso religioso al amanecer, no de noche (66-71) y varía algunas expresiones del mismo. • También modifica ligeramente los datos y diálogos del proceso ante Pilato (23, 1-5; 13-25). • Es llamativo el cambio de contenido en la confesión del centurión: «verdaderamente este hombre era justo» (Lc 23, 47) en vez de la expresión de Mateo y Marcos: «en verdad este era Hijo de Dios». En gran medida, los relatos de la pasión evidencian la peculiar relación general que se deduce de los tres sinópticos; es decir, que Mateo y Lucas siguen y asumen Marcos e incluyen material propio que el otro evangelista ignora (cf. Tema 2.2). El único dato de la pasión de Marcos que no recogen Mateo y Lucas es el detalle del joven que escapó desnudo (Mc 14, 51-52).

2. Getsemaní Después de la cena y recitada la última parte del himno Hallel, Jesús se dirige al monte de los Olivos (Mt 26, 30; Mc 14, 26; Lc 22, 39), «al otro lado del torrente Cedrón» (Jn 18, 1). En la ladera del monte, existía una prensa de aceite (en hebreo geth semaní) que daba nombre a una finca o huerto de olivos: «Getsemaní». Jesús pasa su última noche en la tierra en vigilia y orando en el monte de los Olivos. Los evangelios dan a entender que Jesús oraba por la noche con frecuencia (cf. p. ej., Mc 1, 35; Mt 14, 23; Lc 6, 12). También explican los evangelios que Jesús frecuentaba Getsemaní. • En efecto, Lucas resume las últimas jornadas de Jesús así: «Durante el día enseñaba en el Templo, y salía a pasar la noche en el monte llamado de los Olivos» (Lc 21, 37). • Y después de la cena dice que Jesús «como de costumbre fue al monte de los Olivos» (Lc 22, 39). • Por su parte, Juan comenta que «Judas, el que le iba a entregar, conocía el lugar, porque Jesús se reunía frecuentemente allí con sus discípulos» (18, 2). Marcos y Mateo explican que al llegar al sitio Jesús «comenzó a afligirse y a sentir angustia» y que le dijo a sus discípulos: «Mi alma está triste hasta la

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muerte. Quedaos aquí y velad». Después «adelantándose un poco, se postró en tierra y rogaba que a ser posible se alejase de él aquella hora» (Mc 14, 32 s.; Mt 26, 37 s.). Lucas es más prolijo y dice que Jesús se apartó de sus discípulos «como a un tiro de piedra» y oraba «de rodillas» (Lc 22, 41). Mateo y Marcos dan a entender que la oración y la agonía debieron de prolongarse durante bastante tiempo: en efecto, dividen en tres fases la plegaria de Jesús (Mt 26, 44; Mc 14, 41) y mencionan el sueño de los discípulos (Mt 26, 40.43.45; Mc 14, 37.40.41). Jesús pregunta a los suyos tras la primera fase de plegaria: «¿Ni siquiera habéis sido capaces de velar una hora conmigo?» (Mt 26, 40). Por su parte, Lucas concentra el relato de la oración en un episodio continuo, e incluye dos datos sorprendentes: el ángel que se le aparece y le conforta, y el sudor de sangre. Después del Bautismo de Jesús, también en un marco de soledad y tentación en el desierto, «los ángeles vinieron y le servían» (Mt 4, 11; Mc 1, 13). Si entonces Lucas no menciona este ministerio angélico, ahora es el único que lo introduce. También señala Lucas que Jesús empezó a sufrir e incluso «entrar en agonía» hasta que le «sobrevino un sudor como de gotas de sangre que caían hasta el suelo» (22, 43 s.). En cuanto al sudor de sangre, puede tratarse de un fenómeno de hematidrosis causado por un estrés y angustia muy extremos. Los relatos resumen la oración de Jesús de aquella noche con la frase: «Abbá, Padre! Todo te es posible, aparta de mí este cáliz; pero que no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú» (Mc 14, 36). Es una frase cargada de misterio: • Por boca del profeta Ezequiel, Dios anunciaba un castigo a Jerusalén por su tremenda infidelidad que consistía en un cáliz de enorme amargura: «Beberás el cáliz […] profundo y ancho; serás motivo de escarnio y desprecio: es cáliz de gran cabida […] es cáliz de miedo y de horror […], lo beberás y apurarás hasta las heces» (Ez 23, 31-34). • El «cáliz de la ira de Dios» (Ap 14, 10) reservado para el pecador más infiel, se le presenta a Jesús en Getsemaní. Jesús es ahora aquel que debe beberlo (cf. Mc 10, 38). Está sucediendo lo que describe 2Co 5, 21: «A él, que no conoció pecado, lo hizo pecado por nosotros, para que llegásemos a ser en él justicia de Dios». • En el misterio de su Persona, Jesús se opone como verdadero hombre a beber un cáliz tan amargo e inmerecido; y se refugia en su confianza filial con la intención de invocar el infinito poder del Padre para que lo aparte.

• Pero en un segundo momento, haciéndose violencia hasta sudar sangre, Jesús, como Hijo muy amado, somete voluntariamente su querer humano al del Padre y logra como Hijo que su humanidad cumpla lo que no puede por sí sola. • El sufrimiento de Getsemaní no consiste solo en el natural miedo al sufrimiento y a la certeza de una muerte atroz. Es una angustia mucho más radical y mística que los santos han atisbado en lo que llaman la «noche oscura del alma» (Juan Pablo II, Novo millennio ineunte, nn. 26-27). Todo el misterio de Getsemaní y de la pasión es descrito por la carta a los Hebreos en estos términos: «… en los días de su vida en la tierra, ofreció con gran clamor y lágrimas oraciones y súplicas al que podía salvarle de la muerte, y fue escuchado por su piedad filial, y, aun siendo Hijo, aprendió por los padecimientos la obediencia. Y, llegado a la perfección, se ha hecho causa de salvación eterna para todos los que le obedecen, ya que fue proclamado por Dios Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec» (5, 7-10).

3. Prendimiento El sobrio relato del prendimiento (Mt 26, 47-56; Mc 14, 43-52; Lc 22, 47-53) parece indicar en todos los evangelios que Jesús lo había esperado y por eso no ofrece resistencia. Por encima de la traición de Judas y de la doblez de quienes van a prenderle de noche, Jesús ve en esos gestos el cumplimiento de las Escrituras que él mismo cita. Por ejemplo: • «Incluso mi amigo, en quien yo confiaba, el que compartía mi pan, ha levantado contra mí el calcañar» (Sal 41, 10). • «Y si le dicen: “¿Qué son esos cortes en tus brazos?”, responderá: “Fui herido en casa de mis amigos”. “¡Álzate, espada, contra mi pastor, contra el hombre amigo mío –oráculo del Señor de los ejércitos–. Hiere al pastor y se dispersarán las ovejas» (Za 13, 6 s.). • «Como cordero llevado al matadero, y, como oveja muda ante sus esquiladores, no abrió su boca. Por arresto y juicio fue arrebatado» (Is 53, 7 s.). En este pasaje del prendimiento cada evangelista ofrece también algunos matices propios: • Ninguno de los sinópticos revela quién corta la oreja derecha al criado del sumo sacerdote; lo dirá Juan (cf. Jn 18, 10). Pero Lucas añade que Jesús cura la oreja después (Lc 22, 51).

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• El relato de Marcos es más breve y confuso que el de Mateo. • Lucas se aparta más del esquema de Marcos e incluso aclara Mateo. Por ejemplo: – Marcos no consigna ninguna respuesta de Jesús al beso de Judas, –  y Mateo 26, 47 incluye una frase un tanto misteriosa: «Amigo, ¡haz lo que has venido hacer!». • En cambio, Lucas 22, 48 le otorga un sentido más coherente o claro: «Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?». Después, Jesús dirige una frase de reproche a los que venían contra él. Cada evangelista ofrece una versión literaria del prendimiento: • Marcos dice: «¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y palos a prenderme? Todos los días estaba entre vosotros en el Templo enseñando, y no me prendisteis. Pero que se cumplan las Escrituras» (Mc 14, 48 s.). • Mateo transforma la frase en un comentario del narrador: «Todo esto sucedió para que se cumplieran las Escrituras de los Profetas» (Mt 27, 56). • Lucas por su parte incluye una frase que da un tono más dramático al pasaje: «Pero esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas» (Lc 23, 53). Mateo y Marcos coinciden cuando dicen que «todos los discípulos lo abandonaron y huyeron» (Mt 26, 56; Mc 14, 50).

4.  Jesús ante el Sanedrín De los relatos sinópticos se deduce que el Sanedrín se reunió dos veces antes de conducir a Jesús ante Pilato: una por la noche y otra por la mañana. Mateo y Marcos narran la reunión de la noche, Lucas la de la mañana. Ningún evangelista hace referencia a ambas reuniones, pero el contenido debió de ser muy similar. • Marcos dice que por la noche, cuando conducen a Jesús a la casa del sumo Sacerdote, «se reunieron todos los príncipes de los sacerdotes, los ancianos y los escribas» (Mc 14, 53). Más adelante, añade: «Y de mañana, enseguida, se reunieron en consejo los príncipes de los sacerdotes con los ancianos y los escribas y todo el Sanedrín» (Mc 15, 1). • Mateo sigue bastante a Marcos en su relato (cf. Mt 26, 57-75). La presentación de supuestos testigos contra Jesús y el episodio del sumo sacerdote rasgando sus vestiduras suceden de noche.

• Lucas sitúa la reunión por la mañana (Lc 22, 54-71) y parece un proceso formal y similar al de la noche, celebrado para dar legalidad a la acusación. En cualquier caso, todos los relatos transmiten un punto esencial del interrogatorio: el intento del Sanedrín por obtener de Jesús la confesión pública de su mesianismo y su filiación divina, y así poder acusarlo formalmente de blasfemo y reo de muerte. Para esta cuestión trascendental interviene la máxima autoridad en Israel: el sumo sacerdote. • La pregunta de Caifás según Marcos fue esta «¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Bendito?», y la respuesta de Jesús: «Yo soy, y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo» (Mc 14, 61 s.). • Tanto la pregunta como la respuesta evitan pronunciar el nombre de Dios y usan otras expresiones: «el Bendito», «la diestra del Poder». Es un rasgo semítico que otorga verosimilitud al interrogatorio y del que prescinden Mateo y Lucas. • La respuesta de Jesús usa elementos de la visión de Daniel 7, 14 y recuerda al anuncio que hace a los discípulos en Juan 1, 51. La reacción del Sanedrín es de indignación primero y desprecio después. En el Antiguo Testamento, rasgar las vestiduras era primordialmente un gesto de profunda pena, como la causada por la noticia de la muerte de un ser querido (Gn 37, 34; 2S 1, 11-12). Por extensión, simbolizaba la profunda pena e indignación que producía escuchar una blasfemia. A la acusación de blasfemo sigue una desconcertante reacción de desprecio, de burla y violencia contra Jesús, completamente fuera de toda legalidad y de la que participan hasta los criados y quienes le custodian hasta el amanecer.

5.  Las negaciones de Pedro Mientras el sumo sacerdote interroga a Jesús por su identidad mesiánica y su filiación divina, quien será el primer sumo pontífice, Pedro, que había recibido de lo alto el don de confesar la verdadera identidad de Jesús en Cesarea de Filipo (Mc 8, 29), ahora pone a Dios por testigo, hasta tres veces, de que no conoce a Jesús. Esta triple negación estaba anunciada por Jesús y será por Él restablecida (Jn 21, 15-19).

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• Marcos es el único que ofrece la profecía de Jesús al detalle: «… esta misma noche, antes de que cante el gallo dos veces, me habrás negado tres» (Mc 14, 30). Marcos señala que Pedro recordó la profecía y lloró (Mc 14, 72). • Mateo y Lucas añaden que «salió fuera» y que lloró «amargamente». Lucas recoge el detalle dramático de la mirada de Jesús a Pedro (Lc 22, 61). También es Lucas el único que refiere las palabras de Jesús dirigidas a Pedro al terminar la Última Cena: «… yo he rogado por ti para que tu fe no desfallezca; y tú, cuando te conviertas, confirma a tus hermanos» (Lc 22, 32).

6.  Jesús ante Pilato Los evangelios cuentan que después de la reunión matutina, Jesús es llevado ante Pilato (Mt 27, 1 ss.; Mc 15, 1 ss.; Lc 23, 1 ss.). • Mateo y Marcos señalan que Jesús va «atado». • Ningún sinóptico dice dónde se encuentra Pilato. • Juan aclara que está en el «pretorio», que significa literalmente, la tienda del comandante (praetor), y por extensión, su palacio en ámbito urbano. En tiempos de Jesús se encontraba junto al Templo. Para entender el proceso romano de Jesús conviene tener en cuenta que en todo momento Pilato se enfrenta con una decisión de condena tomada ya por el tribunal del Sanedrín. Pilato debía ejecutar a quien otros ya habían declarado reo de muerte. Al procurador no le interesa administrar justicia al margen de esta decisión previa, tomada por una autoridad religiosa que Roma reconocía y toleraba. Por eso Pilato intenta varios recursos legales que parten de la base de que Jesús es culpable, aunque se dé la paradoja de que él lo considere inocente. En vez de seguir el dictado de su conciencia (y la de su mujer: Mt 27, 19), el prefecto buscó formas legales que le permitieran contentar a todos. Y fracasó en el intento. • Marcos y Mateo introducen abruptamente la pregunta de Pilato, «¿Eres tú el rey de los judíos?». La pregunta presupone un episodio de acusación previa por parte del Sanedrín que Mateo y Marcos obvian. • Lucas suaviza la transición narrativa añadiendo que antes «empezaron a acusarle» de soliviantar a la gente, prohibir dar el tributo al César y autoproclamarse Mesías, el rey (Lc 23, 2).

Tanto estas acusaciones como la pregunta de Pilato manifiestan un cambio en la perspectiva del proceso. La pregunta del sumo sacerdote: «¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Bendito?» (Mc 14, 61), de contenido esencialmente religioso, se ha transformado en términos civiles de cara a Pilato y al Imperio: «¿Eres tú el rey de los judíos?» (Mc 15, 2). Ante Pilato debía demostrarse que Jesús era un revolucionario hostil a Roma; así sería posible condenarlo a muerte. Era evidente para Pilato que Jesús no era un revolucionario político. • Marcos y Mateo reflejan la sorpresa que causa a Pilato el silencio de Jesús ante las acusaciones (Mc 15, 5; Mt 27, 14). • Lucas incluye una declaración explícita: «No encuentro ningún delito en este hombre» (Lc 23, 4). Pilato llega a la conclusión de «que se lo habían entregado por envidia» (Mc 15, 10).

7.  Jesús ante Herodes Solo Lucas (23, 8-12) incluye un primer recurso legal de Pilato para no chocar con la decisión del Sanedrín: al enterarse de que Jesús era galileo, «de la jurisdicción de Herodes, lo remitió a Herodes, que estaba también aquellos días en Jerusalén» (Lc 23, 7). De esta forma, Pilato quedaba bien ante otra autoridad en pugna en la región, junto a la suya y la del Sanedrín. La escena es grotesca: Herodes «esperaba verle hacer algún milagro» (v. 8) y «le preguntaba con mucha locuacidad» (v. 9), mientras los príncipes de los sacerdotes y los escribas estaban «acusándole con vehemencia» (v. 10). Ante el silencio de Jesús, «Herodes, junto con sus soldados, lo despreció, se burló de él poniéndole un vestido blanco y se lo remitió a Pilato» (v. 11). No queda claro por qué un «vestido blanco» sirve para burlarse de Jesús: esthe-s designa en griego un vestido de gran calidad y lampra significa literalmente «brillante». Podría ser un vestido que simbolizara pureza. O también un vestido caro y propio de reyes que contrastara con las ropas sencillas de Jesús y su aspecto cansado y sufrido. Herodes interpretaba como inofensiva su pretensión de realeza y en esto coincidía con Pilato, a quien le devuelve el acusado reafirmando la decisión del procurador.

8.  El indulto de Pascua Otra vía legal de Pilato para no enfrentarse a la decisión del Sanedrín fue el recurso a la tradición de conceder el indulto de un preso por Pascua: si Pilato

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lograba que la gente pidiera el indulto de Jesús, no comprometía la acusación del Sanedrín y a la vez hacía prevalecer la propia. Presentar a Barrabás junto a Jesús quizá era una exigencia legal de la fórmula del indulto, para que el pueblo pudiera elegir entre varios encarcelados. Parece que Pilato selecciona adrede a Barrabás para asegurarse el éxito, pues era «un preso famoso» (Mt 27, 16), «apresado con otros sediciosos, que en una revuelta habían cometido un homicidio» (Mc 15, 7). Es decir, Barrabás era indudablemente aquello de lo que acusaban a Jesús sin motivo: Barrabás era un revolucionario hostil a Roma. Entre Barrabás y Jesús cualquiera diría Jesús. Sin embargo, el recurso de Pilato no funcionó. Marcos dice que «los príncipes de los sacerdotes incitaron a la gente, para que les soltase más bien a Barrabás» (Mc 15, 11). Unos y otros piden también la crucifixión de Jesús. Ratzinger explica este giro de acontecimientos así: «En muchos manuscritos de los Evangelios hasta el siglo iii el hombre en cuestión se llamaba “Jesús Barrabás”, Jesús hijo del padre. Se manifiesta como una especie de doble de Jesús, que reivindica la misma misión, pero de una manera muy diferente. Así, la elección se establece entre un Mesías que acaudilla una lucha, que promete libertad y su propio reino, y este misterioso Jesús que anuncia la negación de sí mismo como camino hacia la vida. ¿Cabe sorprenderse de que las masas prefieran a Barrabás?» (J. Ratzinger/Benedicto XVI, Jesús de Nazaret I, 66).

El gesto de Pilato salió mal, y además tuvo otra consecuencia: Jesús ya había quedado expuesto públicamente como culpable. • Durante este diálogo, el procurador llama a Jesús varias veces «el Rey de los judíos» en el relato de Marcos 15, 9.12. • En Mateo dice más bien «Jesús, el llamado Cristo» (27, 17.22). • En Lucas las referencias son siempre genéricas: «aquel hombre» «este hombre», «éste» (23, 6.14.22), rasgo lucano para subrayar la perspectiva indiferente del procurador. Según los sinópticos, Pilato termina cediendo y condena a muerte a Jesús. • Marcos dice que Pilato quiso «contentar a la muchedumbre» (Mc 15, 15). • Mateo señala que «no adelantaba nada, sino que el tumulto iba a más» (Mt 27, 24). • Lucas manifiesta que «insistían a grandes voces pidiendo que lo crucificaran, y sus gritos eran cada vez más fuertes» (Lc 23, 23). Mateo incluye entonces el lavatorio de manos y la frase del pueblo «¡Caiga su sangre sobre nosotros y nuestros hijos!» (Mt 27, 25). Esta sangre de Jesús «no

clama venganza y castigo, sino que es reconciliación. No se derrama contra alguien, sino que es sangre derramada por muchos, por todos» (J. Ratzinger/ Benedicto XVI, Jesús de Nazaret II, 220). Todos los evangelistas coinciden en que Pilato «entrega» a Jesús a sus acusadores (Mc 15, 15; Mt 27, 26; Lc 23, 24). Lucas dice más concretamente que Pilato «decidió que se cumpliera su petición» y que «lo entregó al arbitrio de ellos».

9.  Flagelación y coronación de espinas La flagelación al estilo romano era la verberatio, en la que se empleaba el llamado flagrum taxillatum, un látigo hecho con tiras de cuero rematadas con trozos de hierro. La verberatio era un tormento romano sin límite de golpes y que en muchas ocasiones causaba la muerte. • En Marcos y Mateo la flagelación parece un mero trámite incluido en la decisión final de crucificar a Jesús (Mc 15, 15; Mt 27, 26). • En cambio, en el relato de Lucas, Pilato anuncia al pueblo su intención: «… después de castigarle, lo soltaré» (Lc 23, 22). • En el evangelio según Juan la flagelación se narra precisamente como la piensa Pilato en el relato de Lucas: es decir, como una medida disuasoria que mueva a clemencia a la gente, después de ver el estado lamentable en que quedaba Jesús (Jn 19, 5). Según Juan, la flagelación debió ser por eso especialmente cruel. Todos los evangelistas coinciden en que la flagelación incluyó además una burla atroz y pública de las pretensiones mesiánicas de Jesús: «… ante toda la cohorte […] lo vistieron de púrpura y le pusieron una corona de espinas que habían trenzado. Y comenzaron a saludarle: «¡Salve, rey de los judíos!». Y le golpeaban en la cabeza con una caña, le escupían e hincando las rodillas se postraban ante él» (Mc 15, 17-19).

La coronación era una evidente burla de su pretensión de realeza: las espinas como corona, la caña por cetro, la clamis de soldado (Mt 27, 28) como púrpura de monarca (Mc 15, 17; Jn 19, 2), el asiento como trono en el que le colocan, los fingidos saludos regios. Pero la burla adquiere un matiz religioso fuerte, que incluye un desprecio del supuesto origen divino de la realeza de Jesús. La numismática de la época ofrece algo de luz al pasaje pues la efigie de los emperadores solía llevar una

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corona radians, con puntas de luz, que representaba el carácter divino del personaje. Esto explicaría que los soldados también se pongan de rodillas y se postren ante Jesús. Lucas, por su parte, suprime en su relato la flagelación y la coronación de espinas.

10.  Camino del Calvario Después del tormento de la flagelación y de las burlas de los soldados, Jesús es llevado a crucificar. • Lucas tan solo dice que «lo llevaban» (Lc 23, 26). • Marcos dice que «lo sacaron para crucificarlo» (Mc 15, 20); • Mateo dice que «lo llevaron a crucificar», pero acto seguido añade «cuando salían…» (Mt 27, 31 s.). De Mateo y Marcos se deduce una mentalidad espacial que distingue el interior y el exterior en Jerusalén (como en Jn 19, 17). Este «salir» habría que entenderlo con respecto a la ciudad y no tanto al pretorio. Es decir, Jesús es sacado fuera de la muralla de la ciudad, o como precisa Hebreos 13, 12: «fuera de la puerta». • Que el reo llevara su propio instrumento de suplicio hasta el lugar de la ejecución era una práctica habitual bien atestiguada en fuentes de la época. • La imagen de Jesús cargando exclusivamente el travesaño horizontal, atado a sus brazos, no deja de ser una recreación moderna basada en algún caso documentado, más que en los mismos relatos. En efecto, todos los evangelistas afirman que el instrumento que Jesús lleva era una «cruz» (en griego stauros) y no un patibulum que sería el palo horizontal. Los sinópticos mencionan entonces a Simón de Cirene, el personaje que ayuda a Jesús a llevar la cruz. • Mateo dice que «cuando salían […] a uno que pasaba por allí […] le forzaron a que le llevara la cruz» (Mt 27, 32). • Marcos es quien ofrece más información sobre este personaje: «venía del campo» y era «Simón Cireneo, el padre de Alejandro y de Rufo» (Mc 15, 21). • Cirene era la capital de Cirenaica, en el norte de África. No es claro si Simón era judío o no. En Jerusalén existía una sinagoga cirenaica (Hch 6, 9). El dato de que viene del campo no es concluyente, aunque se entienda que vuelve a mediodía de trabajar. Obviamente los hijos de Simón serían

conocidos del narrador y de sus destinatarios inmediatos (cf. Rm 16, 13). Sus nombres son grecorromanos. • Mateo y Marcos dicen que la ayuda de Simón consistió en que «le llevaba» la cruz a Jesús. Lucas menciona que la llevaba «detrás de Jesús». Ningún evangelista señala la causa de esta ayuda forzada. Se deduce que Jesús ya no sería capaz. Solo Lucas recoge unas palabras de Jesús dirigidas a las mujeres que le seguían y «lloraban y se lamentaban por él» (Lc 23, 27). • El relato dice que Jesús «se volvió hacia ellas», en un gesto muy lucano (hasta 7 veces en el evangelio). • «Hijas de Jerusalén» es una expresión bíblica (Ct 2, 7): el profundo tono poético del discurso las constituye en representantes de la Ciudad Santa y su prosperidad. Si el duelo de las mujeres es por Jesús (el leño verde), el de Jesús es por Jerusalén (el leño seco). • La frase recuerda a Ezequiel 17, 24: «… he secado el leño verde y hecho florecer al seco. Yo, el Señor, lo digo y lo hago». • Entonces Jesús anuncia de nuevo la caída de la ciudad (cf. Tema 5.3.10).

11.  Crucifixión y muerte Como recogen las fuentes antiguas, la muerte por crucifixión era la condena más severa y humillante que existía en tiempos de Jesús: • según Cicerón, la crucifixión era «la muerte más cruel y terrible» que existe (Pro Rabirio 5, 16); • «la más deplorable de las muertes», escribe Josefo (De Bello 7, 6,4), sobre todo si se empleaban clavos y no cuerdas para colgar al reo; • Séneca se refiere a la cruz como el «árbol infame» (Epíst., 101, 14); • y en el Deuteronomio se dice «el que cuelga de un madero es una maldición de Dios» (Dt 21, 23). • En este tormento de origen persa y muy empleado por los romanos, los ejecutados se debatían entre el dolor más extremo provocado por los clavos atravesados, y la asfixia por la extensión continuada de los brazos. • La tortura podía alargarse durante días. Por eso, con frecuencia, se aceleraba el proceso encendiendo una hoguera que asfixiara al reo o quebrándole

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las piernas con el propósito de que no pudiera alzarse sobre ellas para coger aire. Sorprende la sobriedad de los relatos cuando narran el terrible tormento de la crucifixión. • Marcos solo emplea tres palabras: «y le crucificaron» (15, 24). De hecho, en el episodio completo de la crucifixión de Jesús el relato de Marcos se vuelve casi telegráfico: –  «Le condujeron al lugar del Gólgota, que significa lugar de la Calavera». –  «Le daban a beber vino con mirra, pero él no lo aceptó». –  «Le crucificaron y se repartieron sus ropas, echando suertes sobre ellas para ver qué se llevaba cada uno».

– «Era la hora tercia cuando lo crucificaron».



– «Y tenía escrita la inscripción con la causa de su condena: “El rey de los Judíos”».



– «También crucificaron con él a dos ladrones: uno a su derecha y otro a su izquierda» (Mc 15, 22-27).

• Solo Marcos detalla que era la hora tercia (9-12 de la mañana), cuando crucificaron a Jesús (Mc 15, 25). «Gólgota» es la forma semítica del griego Kranion. Según las crónicas de peregrinación, el Kranion o Calvario era un montículo con forma de cráneo a las afueras de la muralla norte, cerca de la llamada Puerta del Jardín. La arqueología muestra que el lugar era una cantera agostada y reutilizada como huerto y cementerio, con tumbas excavadas en la roca. Marcos dice que antes de la crucifixión «le daban a beber» a Jesús «vino con mirra» (Mc 15, 23). Literalmente la expresión griega dice vino amirrado. • Plinio el Viejo opina que «el mejor vino era el aromatizado con mirra» (Historia Natural, 14, 15). • Lo más probable es que la mezcla fuera fuerte y tuviera una finalidad narcótica para embotar el sentido. En Proverbios 36, 1 se lee «dad licor al que está sufriendo dolor y vino al que tiene el alma amargada». Por su parte, Mateo dice que a Jesús le dan «vino mezclado con hiel» (Mt 27, 34). • Esta mezcla está atestiguada en la Antigüedad y, por lo demás, la mezcla de la que habla Marcos también tenía cierto amargor.

• Quizá Mateo tiene en mente el cumplimiento de la Escritura, en concreto del Salmo 69, 22: «Me daban hiel por comida, cuando tenía sed me escanciaban vinagre», como si el salmo se cumpliera al pie de la letra. Tanto si esta bebida tenía una finalidad piadosa como si era una burla, lo que dicen los evangelistas es que «sin embargo, Jesús no lo aceptó» (Mc 15, 23). Quizá para no ahorrarse sufrimientos en su sacrificio. • Números 6, 3 prescribe para el que ha hecho voto de nazareo, que no se cortará el pelo y «se abstendrá de vino y licor, no beberá vinagre de vino, ni de licor, no beberá ningún mosto, y no comerá uvas frescas ni pasas» (cf. también las prescripciones de Jc 13). Una vez en la cruz, cuando Jesús está a punto de morir, «uno» de los soldados le ofrece «vinagre» con una esponja y una caña (Mc 15, 36). Juan detalla que Jesús había dicho, justo antes, «tengo sed» (Jn 19, 28). Lucas solo menciona este ofrecimiento de una bebida a Jesús, pero no el que Mt y Mc narran antes de la crucifixión (Lc 23, 36). No es claro si se trata de un gesto de burla. Un dato común a todos los evangelistas es el reparto de las ropas de Jesús «echando suertes» (Mc 15, 24). • Quedarse con las pertenencias del reo era un privilegio prescrito para los verdugos romanos. • Lógicamente los evangelios mencionan el dato porque se cumplía al pie de la letra un pasaje del salmo 22, 17-19: «Han taladrado mis manos y mis pies. Puedo contar todos mis huesos. Ellos miran, me observan, se reparten mis ropas y echan a suertes mi túnica». El propio Jesús pronuncia en hebreo el primer verso de este salmo antes de morir: «Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?».

• Es Juan quien alude a «la túnica sin costuras» que los soldados echan a suertes (Jn 19, 23). Todos los evangelistas mencionan también la inscripción o letrero de Jesús. • El título con la causa de la condena era muy habitual en las ejecuciones: servía para notificar públicamente la identidad del reo y el delito cometido, para lograr un efecto disuasorio en la población: (Suetonio, Calígula 32, 2; Eusebio, HE 5, 1,44). A veces se escribía sobre un fondo blanco para que se viera mejor. • Mateo completa a Marcos y dice que estaba «sobre su cabeza» y ponía «Éste es Jesús, el rey de los judíos» (Mt 27, 37).

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• Juan indica que estaba escrito «en hebreo, en latín y en griego» y por eso lo leyeron muchos (Jn 19, 20). Marcos dice que también crucificaron con él «a dos ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda» (Mc 15, 27). Mateo señala que los crucificaron «después» de Jesús (Mt 27, 38). Lucas llama a estos ladrones «malhechores» (Lc 23, 32). Se cumple de nuevo la Escritura: «… fue contado entre los malhechores» (Is 53, 12). Todos los evangelistas mencionan las injurias contra Jesús por parte de «los que pasaban», «los príncipes de los sacerdotes», «a una con los escribas». • Según Mateo y Marcos, «incluso los que estaban crucificados con él le injuriaban» (Mc 15, 32; Mt 27, 44). • El contenido de la burla varía en los relatos, pero el núcleo es el mismo: tentar a Jesús para que baje de la cruz, se salve de la muerte y aquello sirva como signo para creer en él. • Se cumple aquí el pasaje de Sabiduría 2, 18-20: «Si el justo es de verdad hijo de Dios, Él le amparará y le librará de manos de los adversarios. Sometámosle a prueba con ultraje y tortura para cerciorarnos de su rectitud y comprobar su paciencia. Condenémosle a muerte ignominiosa, pues, según sus palabras, Dios le asistirá».

• Solo Lucas distingue entre el malhechor que insultaba a Jesús y el que amonesta al ladrón y le pide a Jesús que se acuerde de él cuando esté en su reino. Jesús le asegura «hoy estarás conmigo en el Paraíso» (Lc 23, 44). Frase que encierra no solo un mensaje de esperanza propio de Lucas, sino también gran misterio escatológico: en efecto, en el hoy de Jesús ya se produce la victoria definitiva en el Paraíso. • También es Lucas el único que menciona la oración de intercesión de Jesús por sus verdugos: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen» (Lc 23, 34). En la narración de los últimos momentos de Jesús en la cruz hay varios datos comunes a los tres evangelistas, otros que comparten solo dos y también datos propios de cada uno: Es común a todos los relatos que a la hora sexta «toda la tierra se cubrió de tinieblas hasta la hora nona» (Mc 15, 33). Lucas añade que «se oscureció el sol» (Lc 23, 45). • Se trata de un fenómeno sobrenatural y no un simple eclipse, ya que las tinieblas duraron varias horas.

• Las tinieblas pueden tener un sentido negativo, como la fuerza del mal que se extiende ante la inminente muerte de Jesús: «… esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas» (Lc 22, 53). • También pueden simbolizar la ira divina que cubre, no la región, sino «toda la tierra», según Sofonías 1, 5: «… un día de ira […] un día de oscuridad y desolación»; (ver también Amós 8, 9 s.). • Por otro lado, la oscuridad puede albergar un sentido positivo: la creación de la luz (Gn 1, 2-3) y la liberación de Egipto (Ex 10, 21-23) estuvieron precedidas por la tiniebla. También todos los relatos mencionan el dato del velo del Templo que «se rasgó en dos de arriba a abajo» (Mc 15, 38). • La forma verbal empleada por los evangelistas está en pasiva: literalmente el velo «fue rasgado». • Quizá por efecto del terremoto que menciona Mateo (27, 51). • El uso de la pasiva puede hacer referencia a una acción divina. • La rasgadura del velo puede ser una señal de ira divina o también del abandono del Santo de los Santos por parte de la Presencia Divina, o también como signo de la Nueva Alianza donde lo profano y lo santo dejarían de estar separados, según Hebreos 6, 19-20: «… más allá del velo, donde como precursor nuestro entró Jesús, constituido para siempre Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec». Después del episodio del velo, los tres relatos aportan distinta información: la confesión del centurión: «… en verdad este hombre era hijo de Dios» (Mc 15, 39; Lc 23, 47: era justo); la entrega a Jesús del «vinagre» (Mc 15, 36) cuando ya está en la cruz; la gran voz de Jesús antes de expirar (Mc 15, 37) y la presencia de las mujeres «de lejos» (Mc 15, 40). Marcos y Mateo ofrecen algunos datos comunes: • los dos evangelisstas mencionan la acusación a Jesús de destruir el Templo y edificarlo en tres días; • en ambos relatos Jesús sorbe el vinagre con una esponja que le acercan por medio de una caña. • También coinciden Marcos y Mateo en las palabras hebreas del salmo 22, pronunciadas por Jesús a la hora nona: «Eloí/Elí, Eloí/Elí, ¿lema sabacthani» y la traducción añadida: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».

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• Asimismo ambos narran la confusión de los circunstantes que piensan que Jesús llamaba a Elías. Solo Mateo añade algunos portentos tras la muerte de Jesús: • por un lado, el temblor de tierra y la rotura de las piedras. En el Antiguo Testamento el temblor es signo de la ira divina: Jr 4, 23-24; Is 5, 25; Ez 38, 19; Jue 5, 4. La actual roca del Calvario en la basílica del Santo Sepulcro aparece hendida por medio; • por otro, la apertura de sepulcros y la resurrección y aparición «de muchos cuerpos de santos» (Mt 27, 51-53). Sin duda, el relato de Mateo recuerda al pasaje de la resurrección de muertos en Ez 37, 13: «Y sabréis que Yo soy el Señor cuando abra vuestros sepulcros y os haga salir de vuestros sepulcros, ¡pueblo mío!». Por su parte, solo Lucas alude a: • la frase de Jesús dirigida al «Padre» (Lc 23, 46) antes de morir y que corresponde con la primera parte del salmo 31, 6: «… en tus manos encomiendo mi espíritu: Tú, Señor, Dios fiel, me has rescatado»; • el arrepentimiento de la multitud, que «al contemplar lo ocurrido, regresaba golpeándose el pecho» (Lc 23, 48); • los «conocidos de Jesús» allí presentes junto a las mujeres (Lc 23, 49).

12. Sepultura Los relatos de la sepultura son muy similares en todos los evangelios. • En primer lugar, todos coinciden en afirmar que se produjo al atardecer (Mt 27, 57; Mc 15, 42; Lc 23, 54). • De los textos se infiere que la sepultura se llevó a cabo con cierta premura pues todos mencionan que era la Parasceve (Mt 27, 62; Mc 15, 42; Lc 23, 54), es decir, el día de la preparación del sábado y que esa tarde entraba ya en vigor el precepto del descanso. • Por eso también la colocación del cuerpo de Jesús fue lo más cerca posible del Gólgota. • También todos afirman que las mujeres compran aromas para hacer duelo en otro momento. José de Arimatea era según Marcos «miembro ilustre del Consejo, que también esperaba el Reino de Dios» (Mc 15, 43). Mateo añade que era «hombre

rico» (Mt 27, 57) y Lucas que era un «varón bueno y justo» que «no estaba de acuerdo con la decisión y las acciones del Consejo» (Lc 23, 50 s.). José de Arimatea acude a Pilato y «con audacia» (Mc 15, 43) le pide el cuerpo de Jesús. La audacia puede venir de que José pide el cuerpo de un reo, por tanto era significarse ante el procurador. Pedir el cuerpo de Jesús era además una forma de manifestar desaprobación pública ante el Consejo y sus decisiones. Además, José incurría en impureza ritual para toda la semana de Pascua o de los Ácimos por entrar en contacto con un cadáver, condenado a muerte ignominiosa (cf. Dt 21, 23). Se trataba, por tanto, de un gesto de valentía, clemencia y piedad; José evitaba además que Jesús fuera echado a una fosa común. Solo Marcos señala la sorpresa de Pilato ante la pronta noticia de la muerte de Jesús y la verificación por medio del centurión. Según Lucas, Pilato «ordenó que se lo entregaran» (Lc 23, 58). Y José de Arimatea, «después de comprar una sábana, lo descolgó, lo envolvió en ella, lo depositó en un sepulcro que estaba excavado en una roca e hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro» (Mc 15, 46). José entierra a Jesús según la costumbre judía, es decir, envolviendo el cuerpo con lienzos. Probablemente el procedimiento consistía en lavar el cuerpo (Hch 9, 37) y aplicarle aromas y ungüentos (Jn 19, 40); podía emplearse una sábana grande (síndon), atada con vendas y un sudario envolviendo la cabeza (Jn 11, 44). • Normalmente el cuerpo del difunto se velaba durante un tiempo antes de ser enterrado. Una tradición rabínica dice: «Bar Kappara enseñó: hasta tres días después de la muerte el alma sigue volviendo a la tumba, pensando que vuelve [al cuerpo], pero cuando ve que los rasgos faciales se han desfigurado, se aparta y lo abandona» (Gn Rabbá 100, 7). • Es decir que al cuarto día, sin lugar a dudas, el cuerpo había experimentado la corrupción (Jn 11, 39). Jesús, en cambio, resucita al tercer día: «… no dejarás a tu santo ver la corrupción» (Sal 16, 10); «Tú has librado mi vida de la fosa de la corrupción» (Is 38, 17). • El relato de Juan añade la presencia de Nicodemo y el empleo de «una confección de mirra y áloe» (cerca de 32 kilos) para la sepultura. También es Juan quien añade que «en el lugar donde fue crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo en el que todavía no había sido colocado nadie» y que «el sepulcro estaba cerca» (Jn 19, 41 s.). Solo Mateo relata el episodio de la custodia del sepulcro. Se produce el sábado por la tarde, cuando ya había terminado la prescripción del descanso y

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cuando las mujeres aprovecharon para comprar aromas según Marcos 16, 1. Entonces los príncipes de los sacerdotes y los fariseos se reúnen ante Pilato y le piden una guardia para custodiar el sepulcro. Mencionan un logion (dicho) de Jesús: «Al tercer día resucitaré» (Mt 27, 63). El relato señala el temor de que los discípulos robasen el cuerpo y dijeran que había resucitado. Mateo señala que «fueron a asegurar el sepulcro sellando la piedra y poniendo la guardia» (Mt 27, 66). Lógicamente los príncipes de los sacerdotes y los fariseos se cerciorarían de que el cuerpo estaba aún en el sepulcro antes de poner la cera para sellar la piedra.

Ejercicio 1.  Vocabulario Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas: •  Siervo del Señor •  Hematidrosis •  Noche oscura

•  Sanedrín •  Rasgar las vestiduras •  Pretorio

•  Lampra •  Flagrum taxillatum •  Nazareo

Ejercicio 2.  Guía de estudio Contesta a las siguientes preguntas: 1. ¿Qué importancia tienen las Escrituras en los relatos de la Pasión? 2. ¿En qué relatos se narra el interrogatorio ante Herodes, el lavatorio de manos, el diálogo con el buen ladrón o la petición del cuerpo de Jesús? 3. ¿Qué razón se desprende de cada evangelio para la flagelación de Jesús? 4. ¿El proceso de Jesús ante Pilato fue religioso o civil? Razona tu respuesta. 5. ¿Qué sustancias prueba o sorbe Jesús en el Gólgota según los evangelistas y por qué le son ofrecidas?

Ejercicio 3.  Comentario de texto Lee el siguiente texto y haz un comentario personal utilizando los contenidos aprendidos: Ante la actual evolución del mundo, son cada día más numerosos los que se plantean o los que acometen con nueva penetración las cuestiones más fundamentales: ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido del dolor, del mal, de la muerte, que, a pesar de tantos progresos hechos, subsisten todavía? ¿Qué valor tienen las victorias logradas a tan caro

precio? ¿Qué puede dar el hombre a la sociedad? ¿Qué puede esperar de ella? ¿Qué hay después de esta vida temporal? Cree la Iglesia que Cristo, muerto y resucitado por todos, da al hombre su luz y su fuerza por el Espíritu Santo a fin de que pueda responder a su máxima vocación y que no ha sido dado bajo el cielo a la humanidad otro nombre en el que sea necesario salvarse. Igualmente cree que la clave, el centro y el fin de toda la historia humana se halla en su Señor y Maestro. Afirma además la Iglesia que bajo la superficie de lo cambiante hay muchas cosas permanentes, que tienen su último fundamento en Cristo, quien existe ayer, hoy y para siempre. Bajo la luz de Cristo, imagen de Dios invisible, primogénito de toda la creación, el Concilio habla a todos para esclarecer el misterio del hombre y para cooperar en el hallazgo de soluciones que respondan a los principales problemas de nuestra época. Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, n. 10.

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RELATOS DE LA RESURRECCIÓN Y LA ASCENSIÓN

TEMA

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«La Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, creída y vivida por la primera comunidad cristiana como verdad central, transmitida como fundamental por la Tradición, establecida en los documentos del Nuevo Testamento, predicada como parte esencial del Misterio Pascual al mismo tiempo que la Cruz» (CEC, n. 638). «La Resurrección de Cristo es objeto de fe en cuanto es una intervención transcendente de Dios mismo en la creación y en la historia. En ella, las tres Personas divinas actúan juntas a la vez y manifiestan su propia originalidad» (n. 648). Por otro lado, la Ascensión de Jesucristo marca la entrada definitiva de la humanidad de Jesús en el dominio celeste de Dios de donde ha de volver (cf. Hch 1, 11), aunque mientras tanto lo esconde a los ojos de los hombres (cf. Col 3, 3)» (CEC, n. 665).

SUMARIO 1. INTRODUCCIÓN • 2. LA RESURRECCIÓN: TEXTOS DOCTRINALES • Fe primitiva de la Iglesia • «Según las Escrituras» • Un testimonio múltiple • 3. LA RESURRECCIÓN: TEXTOS NARRATIVOS  •  El sepulcro vacío • El testimonio angélico • Apariciones de Jesús • 4.  LA ASCENSIÓN

1. Introducción Los evangelios narran varias resurrecciones obradas por Jesús: la hija de Jairo (Mc 5, 42), el hijo de la viuda de Naín (Lc 7, 15), la de Lázaro, después de cuatro días enterrado (Jn 11, 44). Sin embargo, estos personajes no resucitan stricto sensu, sino que más bien reviven o vuelven a la vida mortal. Solo en el caso de Jesús se produce una verdadera resurrección a un estado nuevo y definitivo, donde «la materia misma es transformada en un nuevo género de realidad. El hombre Jesús, con su mismo cuerpo, pertenece ahora totalmente a la esfera de lo divino y eterno» (J. Ratzinger/Benedicto XVI, Jesús de Nazaret II, 318). Este es el gran triunfo de Cristo que él mismo había anunciado tres veces: «El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán, y después de muerto resucitará a los tres días» (Mc 9, 9; 9, 31; 10, 33), y que ya resucitado les recuerda: «… esto es lo que os decía cuando estaba con vosotros» (Lc 24, 44). En torno a la Resurrección de Jesús hay dos tipos de textos en el Nuevo Testamento que pueden servir para desarrollar esta lección: • confesiones de fe en textos doctrinales. • y relatos en textos narrativos.

2.  La Resurrección: textos doctrinales 2.1.  Fe primitiva de la Iglesia Lucas recoge la confesión de fe más sencilla y breve del cristianismo: «Y decían: “¡El Señor ha resucitado realmente!”» (Lc 24, 34). Es la misma confesión a la que exhorta la carta a los Romanos: «Porque si confiesas con tu boca: “Jesús es Señor”, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, te salvarás» (Rm 10, 9). Quizá el texto doctrinal más antiguo y que sintetiza la primitiva predicación apostólica sea el pasaje de la primera carta a los Corintios 15, 3-8, que suele datarse en torno al año 54 d. C., apenas 20 años después de los acontecimientos: «Porque os transmití en primer lugar lo mismo que yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas, y después a los doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, la mayoría de los

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cuales vive todavía y algunos ya han muerto. Luego se apareció a Santiago, y después a todos los apóstoles. Y en último lugar, como a un abortivo, se me apareció también a mí».

Los investigadores señalan que el original griego de este pasaje no tiene estilo paulino y, en cambio, presenta fuertes rasgos semitas. Este hecho favorece la hipótesis de una tradición previa que Pablo transmitiría. En cualquier caso, para Pablo y los autores neotestamentarios, la resurrección es la base de toda la fe cristiana: «… si Cristo no ha resucitado, vana es vuestra fe» (1Co 15, 17; cf. también Ef 1, 20-22; Col 2, 12-15; 1P 3, 18-22). El pasaje de la primera carta a los Corintios 15, 3-8 añade dos matices importantes al kerygma primitivo sobre la resurrección: • todo sucedió kata tas graphas, es decir, «según las Escrituras»; • hubo numerosos testigos que avalan la confesión («se apareció a más de quinientos hermanos a la vez» 1Co 15, 6). 2.2.  «Según las Escrituras» Que la pasión y la resurrección de Jesús sucedieron según las Escrituras es un elemento fundamental de la predicación cristiana (del kerygma). Todo debía suceder como sucedió porque estaba anunciado en las Escrituras y estas se debían cumplir. Cuando Pedro desenvaina su espada e intenta oponerse a los enemigos, Jesús le detiene y le dice: «… ¿cómo se van a cumplir entonces las Escrituras, según las cuales tiene que suceder así?» (Mt 26, 54). También las Escrituras ofrecen la interpretación de los sucesos. El pasaje lucano de Emaús describe la explicación errónea de los discípulos sobre lo que había sucedido en Jerusalén. Después dice que el resucitado, «comenzando por Moisés y por todos los Profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él» (Lc 24, 27). Por tanto, el recurso a las Escrituras para entender los acontecimientos pascuales proviene del propio Jesús, está en el núcleo de la fe cristiana sintetizado por Pablo en la primera carta a los Corintios 15 y vertebra los relatos evangélicos de la Pasión y la Resurrección. El discurso de Pedro en Hechos 2, 24 ss. menciona algunos pasajes concretos de la Escritura que se refieren a la resurrección: • Salmo 16, 10: «Porque no abandonarás mi alma en el Seol, ni dejarás a tu fiel ver la corrupción». Como hemos visto en la lección anterior, según

alguna creencia judía antigua, a partir del cuarto día el difunto experimentaba la corrupción (Gn Rabbá 100, 7), como sucede con Lázaro (Jn 11, 39). En cambio, Jesús resucita al tercer día. • Sal 132, 11: «El Señor juró a David una promesa firme de la que no se retractará: “Un fruto de tus entrañas pondré sobre tu trono”» (2S 7, 12-13). • Sal 110, 1: «Oráculo del Señor a mi señor: “Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos como estrado de tus pies”». Se pueden aportar más textos concretos del Antiguo Testamento y también numerosas prefiguraciones bíblicas de los acontecimientos de la Pasión y la Resurrección. Sin embargo, conviene también señalar que es el conjunto de las Escrituras el que anuncia dichos acontecimientos. 2.3.  Un testimonio múltiple Por otro lado, la predicación primitiva acerca de la Resurrección de Jesús no se presentaba como una idea o un mensaje teológico sino en forma de testimonio: • según Pablo, más de 500 personas presenciaron alguna aparición del resucitado (1Co 15, 6) y no podían dejar de anunciarlo; • la primera carta de Juan lo explica así: «… lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y han palpado nuestras manos […] os lo anunciamos» (Jn 1, 1 ss.); • en el libro de los Hechos, Pedro y Juan responden al Sanedrín: «… no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído» (Hch 4, 20).

3.  La Resurrección: textos narrativos Además de los textos doctrinales que recogen confesiones de fe, en el Nuevo Testamento hay textos narrativos que se refieren a la resurrección. En estos relatos subyacen tradiciones distintas: maneras no exhaustivas de contar, que se fijan en unos aspectos y omiten otros y que cristalizaron y se transmitieron. Los mismos textos dejan entrever una complejidad de sucesos en torno al sepulcro, con varias idas y venidas de distintos personajes, incluso de varios grupos de mujeres de las muchas que seguían a Jesús. Los textos también relatan diversas apariciones, tanto en Jerusalén como en Galilea.

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Con relación a la Resurrección de Jesús, conviene señalar que, en realidad, ningún evangelio canónico la narra explícitamente, porque no se conoce que hubiera testigos dentro del sepulcro. Los evangelios canónicos describen más bien tres cosas: • el sepulcro vacío, • el testimonio angélico, • los relatos de apariciones. 3.1.  El sepulcro vacío Todos los evangelios coinciden en que varias mujeres fueron la mañana del domingo con ungüentos y aromas al sepulcro donde había sido colocado Jesús (Mt 28, 1; Mc 16, 1; Lc 24, 1; también Jn 20, 1). • Sobre los ungüentos, según Lucas las mujeres los «habían preparado» antes (Lc 24, 1). Marcos dice que fue «pasado el sábado» cuando «compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús» (Mc 16, 1), es decir, el mismo sábado por la tarde, cuando ya había terminado el descanso sabático. • Sobre la identidad de estas mujeres, Mateo 28, 1 concreta: «María Magdalena y la otra María»; Marcos 16, 1 amplía la información: «María Magdalena y María la de Santiago y Salomé». Por su parte, Lucas 24, 10 dice que «eran María Magdalena, Juana y María la de Santiago» y añade que había «otras que estaban con ellas», que serían algunas de las «que habían venido con él desde Galilea» (Lc 23, 55). Juan 20, 1 se refiere explícitamente a María Magdalena, pero esta habla en nombre de un grupo: «… no sabemos dónde lo han puesto» (v. 2). De los relatos del sepulcro vacío se pueden destacar tres elementos: • La piedra quitada: cuando las mujeres llegan al sepulcro muy de mañana se encuentran la piedra quitada (Mc16, 1 ss.; Lc 24, 1 ss.; Jn 20, 1 ss.), «a pesar de que era muy grande» (Mc 16, 4). Mateo 28, 2 explica por qué: «… se produjo un gran terremoto, porque un ángel del Señor descendió del cielo, se acercó, removió la piedra y se sentó sobre ella». • Ausencia del cuerpo: Lucas dice que las mujeres, «al entrar, no encontraron el cuerpo del Señor Jesús» (Lc 24, 3); y añade que algunos discípulos «fueron […] y lo hallaron tal como dijeron las mujeres» (v. 24) (cf. también Mt 28, 6; Mc 16, 6 y Jn 20, 2.13).

• Presencia de los lienzos: Mateo y Marcos no hablan de los lienzos. Sin embargo, Lucas dice que «Pedro […] al inclinarse vio solo los lienzos» (24, 12). Juan coincide en la noticia lucana pero la amplía: a Pedro lo acompaña el discípulo amado (Jn 20, 3 ss.) y además ofrece una descripción pormenorizada de la sorprendente disposición de los lienzos: como plegados y extendidos en su sitio y el sudario destacado del resto, como aparte, en un sitio (Jn 20, 5-8). Estos elementos no son pruebas de la resurrección pero sí son indicios razonables. A estos indicios se unen los testimonios angélicos y los del propio Jesús. 3.2.  El testimonio angélico De los relatos de apariciones angélicas se pueden señalar tres puntos: • El número de ángeles: Mateo 28, 5 y Marcos 16, 5 mencionan «un ángel» o «joven» cuyo aspecto era «como de un relámpago, y su vestidura blanca como la nieve». Lucas y Juan mencionan a dos: el primero, dice en concreto que había: «dos varones con vestidura refulgente» (24, 4) y el segundo afirma que estaban «sentados uno a la cabecera y otro a los pies, donde había sido colocado el cuerpo de Jesús» (20, 12). Esta diferencia de número podría explicarse quizá por la necesidad de agacharse para ver el interior del sepulcro (cf. Jn 20, 5.11) o porque se trata de apariciones diversas a distintos grupos de testigos. • El mensaje angélico: los sinópticos coinciden en el mensaje central de los ángeles: «… el crucificado es el resucitado» (Mt 28, 5 s.; Mc 16, 6; Lc 24, 5 s.). se trata de un elemento fundamental del credo cristiano (cf. CEC, n. 645). • Mandato explícito: las mujeres son enviadas a anunciar el hecho. De esta forma, los mensajeros celestes entran a formar parte del mensaje, en calidad de prueba testimonial: por eso la tradición los llama angelicos testes (testigos angélicos). 3.3.  Apariciones de Jesús Los evangelios relatan también varias apariciones de Jesús (Mt 28, 9-10; Mc 16, 8-20; Lc 24, 13-43; Jn 20 y 21). Hechos 1, 3 da a entender que estas apariciones fueron numerosas: «… después de su Pasión, él se presentó vivo ante ellos con muchas pruebas: se les apareció durante cuarenta días y les habló de lo referente al Reino de Dios».

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De estos relatos de aparición de Jesús se pueden señalar algunas notas: • Jesús se aparece en primer lugar a las mujeres (entre las que destaca María Magdalena). Ellas son ejemplo de fidelidad y constancia recompensadas (Mt 28, 9-10; Mc 16, 9; Jn 20, 14-17). • En los diversos relatos, Simón mantiene un lugar preeminente (Mc 16, 7; Lc 24, 12; Jn 20, 2-10). • Destaca la reticencia de los discípulos para admitir el hecho de la resurrección y reconocer al resucitado (Mt 28, 17; Mc 16, 10-14; Lc 24, 16.37-41). • Las apariciones tienen una doble tradición geográfica: Jerusalén y Galilea. Después de la semana de Pascua (Pesaj) los discípulos galileos volverían a sus hogares hasta la peregrinación de Pentecostés o Fiesta de las Semanas (Shavuot), siete semanas o cincuenta días después. En cierto sentido, hay dos tipos de apariciones de Jesús: de reconocimiento y de misión. • Apariciones de reconocimiento (Lc 24, 13-35; Jn 20, 11-18; 20, 19,23; 20, 24-29; 21, 1 ss.). Estos relatos siguen un esquema similar: –  los discípulos están reunidos; –  el resucitado se aparece por propia iniciativa; –  los discípulos reconocen a Jesús por sus gestos o por sus palabras; –  separación de Jesús del grupo. • Es paradigmática la aparición a los discípulos de Emaús: Lc 24, 13-35. –  El relato no tiene un interés apologético para verificar la Resurrección de Jesús. Tiene un interés de reconocimiento y cambio personal. –  Esta aparición podría representar al tercer grupo de los discípulos mencionados en Hechos 1, 14: los apóstoles, las mujeres y los parientes de Jesús. –  Es importante la función de los ojos en el reconocimiento del resucitado (vv. 16 y 31); si bien la causa del reconocimiento está en las palabras (v. 19). –  Se dan dos actos de revelación por parte del resucitado: interpretación cristológica de las Escrituras (v. 27) y fracción del pan (v. 30), con un claro sabor litúrgico: frecuentando el pan y la palabra se reconoce al

resucitado y se inicia la conversión y la alegría dinámica del anuncio a los demás (v. 32 s.). • Apariciones de misión: (Mt 28, 16-20; Mc 16, 14-18; Lc 24, 37-53). –  En estos relatos Jesús envía a sus discípulos a evangelizar y bautizar; a llevar a cabo la labor misionera como relata el libro de los Hechos de los Apóstoles. –  En estos relatos se subraya la exaltación del resucitado ya que los discípulos lo adoran. –  Se recuerda también el papel de Jesús como Enmanuel (Is 7, 14), es decir, como «Dios con nosotros» (Mt 1, 23): «… sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20).

4.  La Ascensión El dato de la Ascensión de Jesús a los cielos es esencialmente lucano: Lc 24, 50-53 y Hch 1, 6-11. Aunque también lo menciona Marcos 16, 19 en su apretado sumario final (para este final de Marcos, cf. Tema 5.1.7). El relato de la Ascensión en el libro de los Hechos 1, 6-12 es el más extenso: • la sitúa en el monte de los Olivos (v. 12); • queda simbolizada por la nube que cubre a Jesús (vv. 9-11); • los dos ángeles anuncian su regreso (v. 11 s.); • el momento de la vuelta de Jesús es desconocido, pero se subraya la certeza del acontecimiento (v. 12). Aunque es Lucas el que narra la Ascensión, Marcos afirma que Jesús «está sentado a la derecha del Padre» (Mc 16, 19) y Mateo señala que se le ha dado «todo poder en el cielo y en la tierra» (Mt 28, 18). Jesús, «habiendo cumplido así su misión, permanece en la tierra en su Iglesia» (CEC, n. 668 s.) y además volverá «de la misma manera» (v. 11). Por su parte, el texto de Lucas 24, 50-53 destaca dos notas: • el gesto esperanzador del resucitado, que se marcha bendiciendo al mundo, • y la alegría de los discípulos que quedan bendiciendo a Dios. Ambas notas sugieren la economía de la salvación inaugurada: perfecta glorificación de Dios y santificación de los hombres (cf. SC, n. 7).

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Ejercicio 1.  Vocabulario Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas: •  Revivir

•  El resucitado

•  Resucitar

•  Angelicos testes

•  Kerygma

•  Shavuot

•  El crucificado

Ejercicio 2.  Guía de estudio Contesta a las siguientes preguntas: 1. ¿En qué consiste la Resurrección de Jesús según la fe de la Iglesia? 2. ¿Qué significa que Jesús resucitó según las Escrituras? ¿Se trata de algún pasaje concreto? Razone su respuesta. 3. ¿Qué evangelio narra estrictamente la Resurrección? ¿Por qué? 4. ¿Qué son las apariciones de reconocimiento y las de misión?

Ejercicio 3.  Comentario de texto Lee el siguiente texto y haz un comentario personal utilizando los contenidos aprendidos: La Resurrección de Cristo es objeto de fe en cuanto es una intervención transcendente de Dios mismo en la creación y en la historia. En ella, las tres Personas divinas actúan juntas a la vez y manifiestan su propia originalidad. Se realiza por el poder del Padre que «ha resucitado» (Hch  2, 24) a Cristo, su Hijo, y de este modo ha introducido de manera perfecta su humanidad –con su cuerpo– en la Trinidad. Jesús se revela definitivamente «Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos» (Rm1, 3-4). San Pablo insiste en la manifestación del poder de Dios (cf. Rm 6, 4; 2 Co 13, 4; Flp 3, 10; Ef 1, 19-22; Hb 7, 16) por la acción del Espíritu que ha vivificado la humanidad muerta de Jesús y la ha llamado al estado glorioso de Señor. CEC, n. 648.

HECHOS DE LOS APÓSTOLES

TEMA

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En esta última lección estudiamos la segunda obra de Lucas, que fue publicada después del evangelio y que pronto se transmitió con el título de los Hechos de los Apóstoles. Como explica el Catecismo de la Iglesia Católica, n. 767, «“Cuando el Hijo terminó la obra que el Padre le encargó realizar en la tierra, fue enviado el Espíritu Santo el día de Pentecostés para que santificara continuamente a la Iglesia” (LG 4). Es entonces cuando “la Iglesia se manifestó públicamente ante la multitud; se inició la difusión del Evangelio entre los pueblos mediante la predicación” (AG 4)». Este inicio de la Iglesia es el que narra el libro de los Hechos.

SUMARIO 1. LUCAS Y HECHOS  •  2. VALORACIÓN DE HECHOS EN LA PRIMITIVA IGLESIA  •  3.  TÍTULO Y PROPÓSITO DEL LIBRO  •  4.  FECHA DE COMPOSICIÓN  •  5.  TRANSMISIÓN DEL LIBRO DE LOS HECHOS  •  6.  DESTINATARIOS DE HECHOS • 7. ESTRUCTURA Y CONTENIDO • 8. DIVERSOS MATERIALES LITERARIOS EN HECHOS  •  Narraciones • Sumarios • Discursos • Secciones «nosotros» • 9. HECHOS COMO FUENTE HISTÓRICA  •  10.  EL PAPEL DEL ESPÍRITU SANTO  •  11.  JESÚS, PEDRO Y PABLO EN LUCAS Y HECHOS

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1.  Lucas y Hechos El libro de los Hechos de los Apóstoles guarda una estrecha relación con el tercer evangelio. Esto se puede verificar primero con elementos internos al libro y también con menciones externas: En cuanto a los elementos internos, podemos señalar varios datos: • Gracias al prólogo de Hechos, de estilo helenístico muy similar al de Lucas 1, 1-4, sabemos que ambas obras han sido escritas por el mismo autor, que el evangelio precede a Hechos y que forman parte de un proyecto teológico común: «Escribí el primer libro, Oh Teófilo, sobre todo lo que Jesús comenzó a hacer y enseñar hasta el día en que, después de haber dado instrucciones por el Espíritu Santo a los apóstoles que él había elegido, fue elevado al cielo».

• El libro de los Hechos y el tercer evangelio se dirigen con deferencia al mismo destinatario inmediato: «Teófilo», que literalmente significa el «amigo de Dios», y que puede ser un cristiano concreto y de buena posición social o también una figura literaria de carácter universal. • Hechos comienza precisamente donde acaba Lucas: «… los sacó hasta cerca de Betania y levantando sus manos los bendijo. Y mientras los bendecía, se alejó de ellos y comenzó a elevarse al cielo. Y ellos le adoraron y regresaron a Jerusalén con gran alegría. Y estaban continuamente en el Templo bendiciendo a Dios» (Lc 24, 50-53).

• Tanto el estilo como el vocabulario y la sensibilidad histórica y teológica que caracterizan al libro de los Hechos recuerdan también a la redacción del evangelio atribuido a Lucas. En cuanto a los elementos externos: • La Tradición también es unánime al atribuir el tercer evangelio y el libro de los Hechos a Lucas: • Por ejemplo, así lo afirma el Canon de Muratori (circa 170 d. C.): «Los hechos de todos los apóstoles han sido escritos en un libro. Dirigiéndose al excelentísimo Teófilo, Lucas incluye una por una las cosas que fueron hechas delante de su propios ojos, lo que él muestra claramente al omitir la pasión de Pedro, y también la salida de Pablo al partir de la Ciudad para España».

o el Prólogo antimarcionita (circa 170 d. C.): «Lucas, antioqueno de Siria, médico de profesión, fue discípulo de los apóstoles. En fecha posterior acompañó a Pablo hasta que éste sufrió el martirio. Sirvió al Señor en forma irreprensible. Sin tener esposa ni hijos, durmió a la edad de ochenta y cuatro años en Beocia lleno del Espíritu Santo. Aunque ya existían algunos Evangelios—según Mateo escrito en Judea y el de Marcos en Italia— Lucas, impulsado por el Espíritu Santo, compuso todo su Evangelio estando en la región de Acaya […]. Y después, este mismo Lucas escribió los Hechos de los apóstoles».

• Desde el siglo iii las noticias sobre el libro de los Hechos y su autoría lucana son frecuentes: por ejemplo, Eusebio de Cesarea (Historia Ecclesiastica III, 4, 6) y San Jerónimo (Comm. in Matth. Prefacio); y en Clemente de Alejandría, Orígenes, Tertuliano, Cirilo de Jerusalén, etc.

2.  Valoración de Hechos en la primitiva Iglesia A pesar de la continuidad literaria y teológica entre el Evangelio según Lucas y el libro de los Hechos, conviene tener presente que la Iglesia siempre recibió, leyó y transmitió Lucas y Hechos de forma separada. De hecho, en las listas y códices más antiguos que contienen los libros del Nuevo Testamento, Hechos no aparece a continuación de Lucas sino después de los cuatro evangelios, o después de las cartas católicas o incluso después del Apocalipsis. La autoridad del libro de los Hechos en la primitiva Iglesia es grande, aunque entró en el canon más tarde que el evangelio según Lucas. • Hay bastantes citas y referencias a Hechos desde el siglo ii (ver Cuadro) y a partir del siglo iii son muy abundantes. • La literatura apócrifa de finales del siglo ii y del siglo iii también testimonia la difusión de Hechos. En efecto, hay bastantes libros apócrifos titulados también «Hechos»: de Pablo, de Juan, de Pedro, de los Doce Apóstoles, etc.

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ALGUNOS EJEMPLOS DE CITAS Y REFERENCIAS A HECHOS EN EL SIGLO II Clemente

1Cle 59, 1-2

Hch 26, 18

circa 96 d.C.

Ignacio

Ad Smyrneos 3, 3

Hch 10, 41

circa 100 d.C.

Papías

Explanationes 134, 21 (en HE 3, 39)

Hch 1, 13

circa 130 d.C.

Policarpo

Ad Philipenses 12, 2

Hch 2, 5

circa 130 d.C.

Justino

1 Apología 50, 12

Hch 1, 8

circa 155 d.C.

Justino

Diálogo con Trifón 108, 2

Hch 1, 9-11

circa 160 d.C.

Melitón

Peri Pascha 104

Hch 1, 9

circa 170 d.C.

Ireneo

Adversus Haereses 1, 30,14

Hch 1, 3

circa 180 d.C.

Teófilo

Fragmenta 31, 1 (en Jerónimo, Epistola 121)

Hch 8, 3

circa 180 d.C.

Arístides

Apología 9, 26

Hch 1, 9-11

circa 190 d.C.

Teodoto

Fragmenta (en Epifanio, Panarion 54, 5, 9)

Hch 2, 22

circa 190 d.C.

3. Título y propósito del libro En los manuscritos más antiguos que se conocen, la segunda obra de Lucas se transmitía con el título de Praxéis Apostolón, es decir, Hechos de los Apóstoles. En otros manuscritos se titula como Hechos de los Santos Apóstoles o simplemente Hechos. Cuando se atiende al contenido, se verifica que el título de Hechos de los Apóstoles no es exhaustivo. En efecto, el libro no ofrece una historia pormenorizada de la vida y misión de cada uno de los Doce Apóstoles. Más bien narra varios acontecimientos de la vida de la primitiva Iglesia, determinados episodios de la misión de Pedro, alguna anécdota de Felipe y sobre todo (más de la mitad de la narración) la misión de Pablo. Así como disponemos de un doble resumen lucano sobre el propósito del primer evangelio (Lc 1, 1 ss. y Hch 1, 1), no disponemos de una explicación similar sobre el propósito de Hechos. Sin embargo, puede decirse que: • si el evangelio versaba «sobre todo lo que Jesús comenzó a hacer y enseñar» en Israel (Hch 1, 1), Hechos narra la predicación apostólica del evangelio de Jesús a todas las gentes «hasta los confines de la tierra» (Hch 1, 8); • en Lucas, Jesucristo enviado por el Padre es proclamador del reino a sus discípulos y a Israel; en Hechos, Jesucristo envía a sus discípulos a pro-

clamar el evangelio a todas las gentes. El proclamador en el evangelio de Lucas es en el libro de los Hechos proclamado.

4.  Fecha de composición Si autores de finales del siglo i como Clemente Romano (1Cle 59, 1-2) e Ignacio de Antioquía (Ad Smyrneos 3, 3) conocen ya el libro de los Hechos, éste tuvo que ser compuesto antes. El mismo prólogo de Hechos afirma que el tercer evangelio ya había sido publicado. Como el evangelio según Lucas se suele datar en torno al 80, una fecha aproximada para Hechos podría ser entre el año 80 y el 90. Hechos termina de forma algo abrupta con una escueta descripción de la estancia de Pablo en Roma durante dos años. El libro no relata el martirio del apóstol, acaecido en torno al año 65. Por eso, algunos autores piensan que el libro tuvo que escribirse antes de la fecha de la muerte de Pablo, es decir, en torno al año 60. Sin embargo, el libro de los Hechos no es una biografía del apóstol Pablo, sino un relato de los comienzos de la Iglesia y de la expansión del cristianismo. Para Lucas, la llegada de Pablo a la capital del Imperio podía tener un valor simbólico final, que confirmaba la efectiva expansión del mensaje cristiano a todas las gentes. Es decir, que el hecho de que no narre la muerte del apóstol no es determinante para la fecha de composición del libro.

5.  Transmisión del libro de los Hechos La historia de la transmisión del libro de los Hechos ha dado lugar a un fenómeno singular: la coexistencia de dos versiones diferentes de la obra. A saber, el llamado texto alejandrino u oriental y el texto occidental: • El texto alejandrino es el que se ha transmitido en el papiro P45 (datado en el siglo iii) y a través de los códices más importantes, como por ejemplo el Sinaítico, el Alejandrino o el Vaticano. El texto alejandrino es el que recogen las ediciones del Nuevo Testamento. • El texto occidental aparece en papiros antiguos datados en el siglo iii, como el P29, el P38 y el P48, en el Códice Beza y en algunas versiones latinas y de Siria. Es una versión más larga que la alejandrina (1/10 más). También su lectura es más clara: es decir, algunos pasajes un tanto oscuros del texto alejandrino, en el occidental se explican mejor.

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Algunos autores piensan que el propio Lucas pudo reeditar su obra en una versión más larga (texto occidental) que aclaraba ciertos pasajes de la versión oriental (texto alejandrino); o, al contrario, resumiendo el texto occidental en la versión alejandrina. También es posible que, debido a que Hechos tardó un poco en ser tratado como libro canónico, algún copista de la obra pudo realizar con cierta libertad varias interpolaciones, para facilitar la lectura de pasajes difíciles. Las interpolaciones parecen tener un estilo un poco diferente al resto del libro y subrayan el rechazo judío del mesianismo de Jesús y la presencia y acción del Espíritu Santo. En cualquier caso, en cuanto Hechos fue considerado como libro canónico, comenzó a fijarse y transmitirse la versión del texto alejandrino u oriental, que es la que entró en el canon neotestamentario.

6.  Destinatarios de Hechos Al igual que su evangelio, Lucas dirige el libro de los Hechos a Teófilo que, como hemos señalado, podría ser un personaje concreto e ilustre, o también un destinatario ficticio y universal. Además de este destinatario explícito, de la lectura del libro se deduce que los destinatarios generales son los lectores del tercer evangelio: cristianos de tercera generación, de cultura helenística y en su mayoría gentiles convertidos al cristianismo.

7.  Estructura y contenido No es fácil ofrecer una estructura breve del libro de los Hechos porque narra muchos acontecimientos, en los que intervienen numerosos personajes y en lugares muy diversos. Sin embargo, si atendemos a las palabras pronunciadas por Jesús al inicio del relato, podemos obtener una estructura tripartita que respondería al contenido del libro: «… seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra» (Hch 1, 8). A grandes rasgos, Hechos narra: • el evento de Pentecostés (1, 1-11) • la misión en Jerusalén (1, 12-7, 60),

• la misión en Samaría y otros lugares (8, 1-12, 25) • y la misión a todas las gentes (13-28).

8.  Diversos materiales literarios en Hechos Todo el libro de los Hechos puede calificarse como una narración de acontecimientos. Pero a lo largo del texto se detectan varios géneros literarios o formas de composición que Lucas ha empleado para elaborar su relato. 8.1. Narraciones Evidentemente, el libro de los Hechos contiene numerosas narraciones de acontecimientos. Son episodios muy diversos entre sí que el autor ensambla bajo algún aspecto englobante: sucesos en Jerusalén, en torno al Templo, anécdotas de la misión de Pedro, de Felipe, de Pablo, predicación en Samaría, en Antioquía, en Asia, relatos del primer viaje de Pablo, del segundo o del tercero, etc. 8.2. Sumarios A lo largo del relato, el narrador intercala algunos pasajes que sirven como transición entre episodios y que resumen la actividad de la naciente Iglesia. Por ejemplo, en Hechos 1, 14 dice: «… todos ellos perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y con María, la madre de Jesús, y sus hermanos».

Se trata de pequeños resúmenes o sumarios que ofrecen una visión panorámica de la vida de la primera comunidad. Estos sumarios destacan los puntos fundamentales de la doctrina y la misión, y reflejan la vitalidad espiritual de la Iglesia. Todos dan a entender al lector que solo se seleccionan algunos acontecimientos de los muchos que podrían contarse. Entre los sumarios, destacan tres por su longitud y contenido: Hechos 2, 42-46: «Perseveraban asiduamente en la doctrina de los apóstoles y en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones. El temor sobrecogía a todos, y por medio de los apóstoles se realizaban muchos prodigios y señales. Todos los creyentes estaban unidos y tenían todas las cosas en común. Vendían

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las posesiones y los bienes y los repartían entre todos, según las necesidades de cada uno. Todos los días acudían al Templo con un mismo espíritu, partían el pan en las casas y comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios y gozando del favor de todo el pueblo. Todos los días el Señor incorporaba a los que habían de salvarse». Hechos 4, 32-35: «La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma, y nadie consideraba como suyo lo que poseía, sino que compartían todas las cosas. Con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús; y en todos ellos había abundancia de gracia. No había entre ellos ningún necesitado, porque los que eran dueños de campos o casas los vendían, llevaban el precio de la venta y lo ponían a los pies de los apóstoles; luego se repartía a cada uno según sus necesidades». Hechos 5, 12-16: «Por mano de los apóstoles se obraban muchos milagros y prodigios entre el pueblo. Se reunían todos con un mismo espíritu en el pórtico de Salomón; pero ninguno de los demás se atrevía a unirse a ellos, aunque el pueblo los alababa. Se adherían cada vez más creyentes en el Señor, multitud de hombres y de mujeres, hasta el punto de que sacaban los enfermos a las plazas y los ponían en lechos y camillas para que, al pasar Pedro, al menos su sombra alcanzase a alguno de ellos. Acudía también mucha gente de las ciudades vecinas a Jerusalén, traían enfermos y poseídos por espíritus impuros, y todos ellos eran curados».

8.3. Discursos Hechos contiene también muchos discursos; algunos de ellos muy extensos. Los discursos constituyen casi la tercera parte del libro, lo que manifiesta la importancia que tienen para el narrador. En el siglo i los historiadores empleaban mucho los discursos para caracterizar a los personajes ante el lector y para orientar el hilo narrativo del relato. En el libro de los Hechos, Lucas narra la primera expansión del evangelio. Es lógico, por tanto, que recoja muchos discursos que contienen esa evangelización. También se explica que el contenido de los discursos sea, a grandes rasgos, muy similar: el cumplimiento de la promesa divina de la Salvación para todas las gentes. Si se comparan los discursos de Lucas con los que escriben otros historiadores de la época, se puede llegar a la conclusión de que, aunque se aprecie claramente la pluma y el estilo del autor, esto no es motivo para dudar de que los discursos se pronunciaron y del contenido general de los mismos. En estos discursos suele intervenir uno de los protagonistas: • Jesús: Hch 1, 4-5; 7-8;

• Gamaliel: Hch 5, 35b-39; • Esteban: Hch 7, 2-53; • Pedro: 8 discursos en total; • Pablo: 10 discursos en total; • Otros discursos: Demetrio; Galión, Santiago, Tértulo, Festo. 8.4.  Secciones «nosotros» Algunos pasajes del libro de los Hechos tienen la peculiaridad de que, de pronto, la voz del narrador cambia de la tercera persona («Pablo llegó», «intentaron ir a Bitinia», etc.) a la primera persona del plural («intentamos pasar a Macedonia», «fuimos derechos a Samotracia», «mientras íbamos a la oración», etc.). Las secciones «nosotros» son: • Hch 16, 10-17: que narra el viaje y estancia en Macedonia; • Hch 20, 5-16: nuevo viaje y estancia en Macedonia y viaje por Asia; • Hch 21, 1-18: viaje desde Asia hasta Jerusalén; • Hch 27, 1-28, 16: viaje a Roma; Para algunos autores estas secciones demostrarían que Lucas podría ser testigo ocular de los acontecimientos. Al menos de aquellos que narra en primera persona del plural. Otros autores piensan que Lucas no fue testigo pero introduce estos pasajes para dar verosimilitud a su relato. Pero si se estudian todas las secciones «nosotros» en conjunto se detecta una característica común: que el relato pasa a la primera persona del plural justo cuando se realizan viajes marítimos. Detrás de las secciones «nosotros» es posible deducir el uso de un género literario distinto: el de un diario de a bordo. El uso de la primera persona del plural en relatos de viajes marítimos, sobre todo los dirigidos a una persona ilustre, era muy común en la época. Se trataba del género de los periplos como, por ejemplo, el de Arriano de Nicomedia, Periplo del Ponto Euxino (primera mitad siglo ii), dirigido al emperador Adriano, con frecuentes expresiones en plural, incluso similares a las lucanas, como la habitual «nos hicimos a la mar» (Hch 20, 15; 21, 1; 27, 2; 28, 11).

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9.  Hechos como fuente histórica Sobre todo a partir del siglo xix, se puso en duda la veracidad histórica del libro de los Hechos. Lucas podría haber recreado situaciones, episodios y discursos para dar mayor eficacia apologética a su obra. Algunos autores piensan que Hechos es más una novela alejandrina que una crónica histórica y que, por tanto, no es una fuente fiable para el estudio de los orígenes del cristianismo y de la vida de Pablo. Sin embargo, un análisis atento del relato permite llegar a otra conclusión. • Los historiadores antiguos elaboraban sus crónicas a partir de tres criterios: – uso de fuentes fiables, –  encuadre histórico de los hechos relatados, – engarce causal de esos hechos. En este sentido, Lucas desea cumplir los requisitos de la crónica histórica de su tiempo: • se remite a unas fuentes (cf. prólogo al Evangelio y prólogo a Hechos), • encuadra con frecuencia los episodios en la cronología del Imperio ro­ mano, • y desarrolla su relato con un hilo conductor continuado y claro, repleto de menciones a elementos contemporáneos, que de ser recreación del autor podrían haber sido desmentidos al publicarse el libro. Es cierto que el tono general del relato es positivo y entusiasta, y que todo se narra desde una mirada de fe. Pero Lucas procura ser riguroso en el uso de fuentes y en la mención continuada de lugares y personajes. Además, detrás de su visión optimista de la expansión cristiana deja entrever las evidentes dificultades y problemáticas. De hecho, en el relato sobresale la presencia constante de la contradicción. Lucas señala que lejos de interrumpir la expansión del cristianismo, la oposición al plan de Dios se convierte en un medio providencial para santificar al fiel cristiano y otorgar mayor eficacia a su misión.

10.  El papel del Espíritu Santo Con razón se ha dicho que Hechos es como el Evangelio del Espíritu Santo, ya que desde los comienzos del relato su protagonismo es evidente: • En efecto, en el relato de Hechos, los orígenes y la primera expansión del cristianismo siempre se llevan a cabo con la fuerza del Espíritu Santo, cuyo envío había prometido Jesús (Lc 24, 49); • desde el inicio del libro de los Hechos, el Espíritu Santo aparece como protagonista central y necesario del relato: Jesús da «instrucciones por el Espíritu Santo» (Hch 1, 2) y manda a los suyos permanecer en Jerusalén «para ser bautizados en el Espíritu Santo» (v. 5); • el Espíritu Santo habla a través de las Escrituras y estas se cumplen (Hch 1, 16); • es el Espíritu Santo el que provoca el inicio de la predicación a las gentes en todas las lenguas el día de Pentecostés (2, 1 ss.); • y volverá a descender en un segunda Pentecostés también sobre los paganos en casa de Cornelio (10, 44-48); • el Espíritu Santo es quien anima la predicación (Hch 4, 8) y la dirige (Hch 8, 39); • es a quien se ofende cuando se tergiversa el don de Dios (Hch 5, 3; 8, 18-24); • es quien preside las reuniones de los Apóstoles (Hch 6, 1-7; 13, 1-3; 15, 28); etc.

11.  Jesús, Pedro y Pablo en Lucas y Hechos Como ya se ha comentado, cerca de la mitad del libro de los Hechos se dedica a la actividad misionera de Pablo. De aquí se deduce una enseñanza perenne: lo que autoriza y da vigor a la acción misionera no es estrictamente la convivencia terrena con Jesús sino la convivencia con el Espíritu Santo prometido por Él. De hecho, lo primero que necesitará Saulo tras el suceso de Damasco será llenarse del Espíritu Santo (Hch 9, 17). Y es el Bautismo en el Espíritu lo que los apóstoles deben extender hasta los confines de la tierra. El final del relato de Hechos queda abierto a propósito: la labor de la Iglesia en el mundo ha llegado a la capital del Imperio y continuará eficazmente «hasta los confines de la tierra», como lo han hecho la misión de Pedro y Pablo, los dos apóstoles más destacados.

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El libro de los Hechos establece cierto paralelismo entre Pablo y Pedro: Pedro en Hechos

Pablo en Hechos

Pedro cura al paralítico: Hch 3, 1-10.

Pablo cura al paralítico: Hch 14, 8-11.

Resucita a la niña: Hch 9, 36-40.

Resucita a la niña: Hch 20, 7-12.

Se enfrenta al mago Simón: Hch 8, 9-13.

Se enfrenta al mago Simón: Hch 19, 13-19.

Escapa milagrosamente: Hch 12, 6-17.

Escapa milagrosamente: Hch 16, 25-34.

También se detecta un paralelismo entre Jesús y Pablo: Jesús en Lucas

Pablo en Hechos

9, 51: Jesús decide ir a Jerusalén.

19, 21: Pablo decide ir a Jerusalén.

13, 22: Mención del camino a Jerusalén.

20, 22: Voy a Jerusalén.

19, 45: Jesús entra en el Templo.

21, 26: Pablo entra en el Templo.

22, 54: Una multitud se apodera de Jesús.

21, 30: Una multitud se apodera de Pablo.

22-23: Proceso de Jesús.

21-26: Proceso de Pablo.

23: Tres declaraciones de inocencia.

23-26: Tres declaraciones de inocencia.

23, 6-22: Comparecencia ante Herodes.

25: Comparecencia ante Herodes.

Ejercicio 1.  Vocabulario. Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas: •  Datos internos y externos

•  Periplo

•  Canon de Muratori

•  Evangelio del Espíritu

•  Texto alejandrino y texto occidental

•  Segunda Pentecostés

•  Pasajes «nosotros»

Ejercicio 2.  Guía de estudio Contesta a las siguientes preguntas: 1. ¿Cómo valoró la primitiva Iglesia el libro de los Hechos? 2. ¿Cuántas versiones del libro de los Hechos hay? ¿A qué responde este fenómeno? 3. ¿Qué grado de historicidad tiene el libro de los Hechos? ¿Se ha puesto en duda alguna vez? 4. ¿Qué relación establece Lucas entre Pedro y Pablo? ¿Y la de ambos con Jesús?

Ejercicio 3.  Comentario de texto Lee el siguiente texto y haz un comentario personal utilizando los contenidos aprendidos: La palabra divina que es poder de Dios para la salvación de todo el que cree, se presenta y manifiesta su vigor de manera especial en los escritos del Nuevo Testamento. Pues al llegar la plenitud de los tiempos el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros lleno de gracia y de verdad. Cristo instauró el Reino de Dios en la tierra, manifestó a su Padre y a Sí mismo con obras y palabras y completó su obra con la muerte, resurrección y gloriosa ascensión, y con la misión del Espíritu Santo. Levantado de la tierra, atrae a

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todos a Sí mismo, Él, el único que tiene palabras de vida eterna. Pero este misterio no fue descubierto a otras generaciones, como es revelado ahora a sus santos Apóstoles y Profetas en el Espíritu Santo, para que predicaran el Evangelio, suscitaran la fe en Jesús, Cristo y Señor, y congregaran la Iglesia. De todo lo cual los escritos del Nuevo Testamento son un testimonio perenne y divino. Concilio Vaticano II, Dei Verbum, n. 17.

ANEXOS

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1.  Esquema básico de los contenidos de cada libro Presentación (1,1-4,11). Mateo

Primera Parte: Ministerio de Jesús en Galilea (4,12-16,20). Segunda parte: Ministerio camino de Jerusalén (16,21-20,34). Tercera parte: Ministerio de Jesús en Jerusalén (21,1-28,20). Presentación (1,1-13).

Marcos

Primera parte: Ministerio de Jesús en Galilea (1,14-8,30). Segunda parte: Ministerio camino de Jerusalén (8,31-10,52). Tercera Parte: Ministerio en Jerusalén (11,1-16,20). Presentación (1,1-4,13).

Lucas

Primera parte: Ministerio de Jesús en Galilea (4,14-9,50). Segunda Parte: Ministerio en la subida a Jerusalén (9,51-19,27). Tercera Parte: Ministerio en Jerusalén (19,28-24,53). Primera parte: La Iglesia en Jerusalén (1,12-7,60). Segunda Parte: Expansión de la Iglesia fuera de Jerusalén (8,1-

Hechos

12,25). Tercera parte: Difusión de la Iglesia entre los gentiles. Viajes misioneros de San Pablo. (13,1-20,38). Cuarta parte: San Pablo, prisionero y testigo de Cristo (21,1-28,31).

Gaz

Sarepta

2. Mapas

SIRIA ITUREA

Tiro

MAR MEDITERRÁNEO

Cesarea de Filipo

FENICIA GAULANÍTIDE TRACONÍTIDE GALILEA

Mar de

Magdala Genesaret Tiberias

Caná Séforis Nazaret

Monte Carmelo

AURANÍTIDE

Monte Tabor

Gadara

Naín Cesarea Marítima

DECÁPOLIS

Escitópolis

SAMARÍA

Salim

Ainón

Siquén

Monte Ebal

Monte Garizín

Sicar

PEREA

Antípatris Jope

Filadelfia

Arimatea Lida Yamnia Azoto Ascalón Gaza

Gerasa

Río Jordán

Sebaste

BATANEA

Corazín Betsaida Cafarnaún

Tolemaida

JUDEA Emaús (?)

Efraím Jericó

JERUSALÉN Betania Qumrán Belén

Hebrón

Maqueronte

MAR MUERTO

Bajo el nivel del mar 0 - 300 m.

IDUMEA

300 - 600 m.

NABATEA

600 - 900 m.

PALESTINA EN TIEMPOS DE N.S. JESUCRISTO

900 - 1200 m. Más de 1200 m. 0 Km.

50 Km.

196

BIBLIOGRAFÍA Textos principales: Sagrada Biblia, Facultad de Teología Universidad de Navarra, 5 vols., EUNSA, Pamplona, 2010. Biblia de Jerusalén, Descleé de Brower, París 2009. Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Dei Verbum sobre la Divina Revelación, 1965. Catecismo de la Iglesia Católica, Editores del Catecismo, Madrid, 2005. Benedicto XVI, Exhortación apostólica postsinodal sobre la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia Verbum Domini, 2010. Pontificia Comisión Bíblica (PCB), Interpretación de la Biblia en la Iglesia, 1993.

Otros textos: R. Aguirre y A. Rodríguez Carmona, Evangelios sinópticos y Hechos de los Apóstoles, Verbo Divino, Estella, 1994. V. Balaguer (ed.), Comprender los evangelios, EUNSA, Pamplona, 2005. J. M. Casciaro, Jesús de Nazaret, Alga Editores, Murcia, 1994. P. M. Edo, El evangelio a cuatro voces, EUNSA, Pamplona, 2011. J. González Echegaray, Jesús en Galilea. Aproximación desde la arqueología, Verbo Divino, Estella, 2000. S. Guijarro, Los cuatro evangelios, Sígueme, Salamanca, 2010. B. Marconcini, Los sinópticos. Formación, redacción, teología, San Pablo, Madrid, 1998. J. Ratzinger/Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, 2 vols., Esfera de los libros/Encuentro, Madrid, 2007/2011. J. Ratzinger/Benedicto XVI, La infancia de Jesús, Planeta, Madrid, 2012. L. Sánchez Navarro, Testimonios de Reino. Evangelios Sinópticos y Hechos de los Apóstoles, Palabra, Madrid, 2010. F. Varo, Rabbí Jesús de Nazaret, BAC, Madrid, 2005.

ÍNDICE

PRESENTACIÓN ............................................................................................................. 8 Tema 1.  LOS EVANGELIOS EN LA IGLESIA ............................................................ 10 1. 2. 3. 4. 5.

Excelencia del Nuevo Testamento y de los evangelios ................................. 11 Evangelios canónicos y evangelios apócrifos .................................................. 11 Notas fundamentales y distintivas de los cuatro evangelios ....................... 12 3.1. Origen apostólico ........................................................................................ 12 3.2. Recta doctrina .............................................................................................. 12 3.3. Aceptación en las iglesias ......................................................................... 12 Género literario de los cuatro evangelios ......................................................... 13 4.1. El término «evangelio» .............................................................................. 13 4.2. El género evangelio .................................................................................... 14 4.3. Una definición sintética ............................................................................. 14 Características de la interpretación de los evangelios en la Iglesia ............ 15 5.1. Confianza en las fuentes ........................................................................... 15 5.2. Lectura y veneración litúrgica ................................................................. 16

5.3. Interpretación eclesial ................................................................................ 17 Ejercicios ............................................................................................................................ 17

Tema 2.  LA FORMACIÓN Y TRANSMISIÓN DE LOS EVANGELIOS .................. 19 1. 2.

Las tres fases de composición de los evangelios ............................................. 20 La cuestión sinóptica ............................................................................................. 22 2.1. Diferencias .................................................................................................... 23 2.2. Semejanzas ................................................................................................... 24 2.3. Prioridad de Marcos ................................................................................... 25 2.4. Tipos de material en los evangelios sinópticos .................................... 26 2.5. La Fuente Q ................................................................................................... 28 2.6. Multiplicidad de hipótesis ........................................................................ 29 2.7. Conclusión .................................................................................................... 30

197

198

3. La transmisión de los evangelios en los inicios del cristianismo ................ 30

3.1. Evangelio según… ...................................................................................... 30



3.2. Los dichos y hechos de Jesús ................................................................... 31



3.3. Transmisión muy cuidada ........................................................................ 31



3.4. Primeras citas de los evangelios .............................................................. 32

Ejercicios ............................................................................................................................ 34

Tema 3.  INVESTIGACIÓN CRÍTICA DE JESÚS Y LOS EVANGELIOS ................ 35 1. Antecedentes de la investigación crítica ........................................................... 36

1.1. Postulados de la investigación crítica .................................................... 36

2. Etapas de la investigación crítica de Jesús y los evangelios ......................... 36

2.1. La antigua búsqueda (Old Quest) ............................................................... 36



2.2. La No búsqueda (No Quest) ...................................................................... 38



2.3. Nueva búsqueda (New Quest) .................................................................. 39



2.4. Tercera búsqueda (Third Quest) ............................................................... 40

3. Los métodos en la investigación de los evangelios ........................................ 43 3.1. Introducción ................................................................................................. 43

3.2. La crítica textual .......................................................................................... 44



3.3. Los métodos diacrónicos ........................................................................... 46



3.4. Los métodos sincrónicos ........................................................................... 50

4. Conclusión: el método histórico y el método teológico ................................ 53 Ejercicios ............................................................................................................................ 55

Tema 4.  MARCO HISTÓRICO-LITERARIO DE LOS EVANGELIOS ..................... 56 1. Palestina: una región judía, griega y romana .................................................. 57 2. La dinastía de Herodes ......................................................................................... 58 3. Poncio Pilato ............................................................................................................ 59 4. Grupos religiosos en la Palestina del siglo i ..................................................... 60 5. La sinagoga .............................................................................................................. 62 6. Expectación mesiánica en el siglo i d. C. .......................................................... 63 7. El Hijo del Hombre: título preferido de Jesús ................................................. 64 Ejercicios ............................................................................................................................ 66

Tema 5.  CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LOS EVANGELIOS SINÓPTICOS .. 67 1. Evangelio según Marcos ....................................................................................... 68 1.1. Autor .............................................................................................................. 68 1.2. Fecha .............................................................................................................. 69

1.3. Lugar de composición y destinatarios ................................................... 69



1.4. Características literarias ............................................................................ 70



1.5. Estructura general ...................................................................................... 70



1.6. Esquema teológico ...................................................................................... 71

1.7. El final breve y el final largo de Marcos .................................................... 72

1.8. La figura de Jesús en Marcos ................................................................... 72



1.9. Estupor de los personajes ......................................................................... 73



1.10. El llamado secreto mesiánico en Marcos .................................................. 73

2. Evangelio según Mateo ......................................................................................... 74 2.1. Autor y fecha ........................................................................................................... 74

2.2. Lugar de composición y destinatarios ................................................... 76



2.3. Una estructura elocuente .......................................................................... 76



2.4. Las citas de cumplimiento ........................................................................ 77



2.5. El evangelio del Reino ............................................................................... 78



2.6. Inminencia del Reino ................................................................................. 78



2.7. Para entrar en el Reino .............................................................................. 79



2.8. Posesión del Reino ...................................................................................... 79



2.9. Un Reino misterioso anunciado en parábolas ..................................... 80



2.10. El evangelio eclesiástico ............................................................................ 81

3. Evangelio según Lucas ......................................................................................... 81 3.1. Autor .............................................................................................................. 81 3.2. Fecha .............................................................................................................. 82

3.3. Lugar de composición y destinatarios ................................................... 83



3.4. El prólogo de Lucas .................................................................................... 83



3.5. Historia y teología en Lucas ..................................................................... 84



3.6. Fidelidad a las fuentes ............................................................................... 85



3.7. Estructura focalizada ................................................................................. 85



3.8. El evangelio para todas las gentes .......................................................... 86



3.9. Evangelio de la alegría .............................................................................. 87



3.10. Los discursos lucanos ................................................................................ 88



3.11. Importancia de la oración ......................................................................... 89

Ejercicios ............................................................................................................................ 90

Tema 6.  LOS RELATOS DE LA INFANCIA ................................................................ 91 1. Introducción ............................................................................................................ 92

1.1. El origen de Jesús ........................................................................................ 92



1.2. Los relatos de la infancia: un derash de cumplimiento ....................... 93



1.3. Diferencias y semejanzas entre Mateo y Lucas .................................... 93



1.4. Historicidad de los relatos de la infancia .............................................. 94

199

200

2. Las genealogías de Jesús ....................................................................................... 95

2.1. Genealogía de Mateo ................................................................................. 95



2.2. Genealogía de Lucas .................................................................................. 96

3. El relato de Mateo .................................................................................................. 97 3.1. Introducción ................................................................................................. 97

3.2. Concepción y decisión inicial de José .................................................... 97



3.3. El aviso angélico ......................................................................................... 98



3.4. Nacimiento en Belén .................................................................................. 99



3.5. La adoración de los magos y la estrella ................................................. 100



3.6. Huida a Egipto y matanza de los niños ................................................. 101

4. El relato de Lucas ................................................................................................... 102 4.1. Introducción ................................................................................................. 102

4.2. Anunciación y concepción ........................................................................ 102



4.3. La visitación ................................................................................................. 104



4.4. El censo de Quirino y el nacimiento en Belén ...................................... 104



4.5. La adoración de los pastores .................................................................... 106



4.6. Algunos episodios de la infancia ............................................................ 107

Ejercicios ............................................................................................................................ 109

Tema 7.  LA VIDA PÚBLICA DE JESÚS ...................................................................... 110 1. Bautismo y tentaciones ......................................................................................... 111

1.1. El Precursor .................................................................................................. 111



1.2. La teofanía .................................................................................................... 112

1.3. Tentaciones ................................................................................................... 114 2. Inicio de la vida pública ....................................................................................... 115 3. El discipulado ......................................................................................................... 115

3.1. Fenómeno de adhesión a la persona de Jesús ...................................... 115



3.2. Tipos de discípulos ..................................................................................... 116



3.3. Singularidad del Maestro Jesús ............................................................... 117



3.4. El primado de Pedro .................................................................................. 118

4. La enseñanza de Jesús ........................................................................................... 119

4.1. Características principales ........................................................................ 120



4.2. Sermón de la Montaña ............................................................................... 120



4.3. Las parábolas ............................................................................................... 122

5. Los milagros ............................................................................................................ 124

5.1. Tipos de milagros ........................................................................................ 125

5.2. Historicidad de los milagros .................................................................... 125 5.3. Función de los milagros ............................................................................ 126 6. La Transfiguración ................................................................................................. 128 Ejercicios ............................................................................................................................ 130

Tema 8.  ACONTECIMIENTOS DE LA ÚLTIMA SEMANA ..................................... 132 1. Introducción ............................................................................................................ 133 2. La entrada triunfal en Jerusalén ......................................................................... 133 3. Expulsión de los vendedores ............................................................................... 135 4. Maldición de la higuera ........................................................................................ 137 5. Controversias .......................................................................................................... 137 6. El discurso escatológico ........................................................................................ 138 7. Unción en Betania .................................................................................................. 139 8. Relatos de la Última Cena .................................................................................... 140 8.1. La fecha de la Última Cena ....................................................................... 141 8.2. Preparación de la cena ............................................................................... 142 8.3. Ceremonia .................................................................................................... 143 8.4. Relatos de la institución de la Eucaristía ............................................... 143 8.5. Significado de la Última Cena ................................................................. 144 Ejercicios ............................................................................................................................ 145

Tema 9.  LOS RELATOS DE LA PASIÓN DE JESÚS ................................................. 156 1. Introducción ............................................................................................................ 147 1.1. Rasgos comunes .......................................................................................... 147 1.2. Rasgos diferenciadores .............................................................................. 150 2. Getsemaní ................................................................................................................ 151 3. Prendimiento ........................................................................................................... 153 4. Jesús ante el Sanedrín ............................................................................................ 154 5. Las negaciones de Pedro ...................................................................................... 155 6. Jesús ante Pilato ...................................................................................................... 156 7. Jesús ante Herodes ................................................................................................. 157 8. El indulto de Pascua .............................................................................................. 157 9. Flagelación y coronación de espinas ................................................................. 159 10. Camino del Calvario ............................................................................................. 160 11. Crucifixión y muerte ............................................................................................. 161 12. Sepultura .................................................................................................................. 166 Ejercicios ............................................................................................................................ 168

201

202

Tema 10.  RELATOS DE LA RESURRECCIÓN Y LA ASCENSIÓN ......................... 170 1. Introducción ............................................................................................................ 171 2. La Resurrección: textos doctrinales .................................................................... 171

2.1. Fe primitiva de la Iglesia ........................................................................... 171



2.2. «Según las Escrituras» ............................................................................... 172



2.3. Un testimonio múltiple ............................................................................. 173

3. La Resurrección: textos narrativos ..................................................................... 173

3.1. El sepulcro vacío ......................................................................................... 174



3.2. El testimonio angélico ................................................................................ 175



3.3. Apariciones de Jesús .................................................................................. 175

4.

La Ascensión ........................................................................................................... 177

Ejercicios ............................................................................................................................ 178

Tema 11.  HECHOS DE LOS APÓSTOLES ................................................................. 179 1. Lucas y Hechos ....................................................................................................... 180 2. Valoración de Hechos en la primitiva Iglesia ................................................. 181 3. Título y propósito del libro .................................................................................. 182 4. Fecha de composición ........................................................................................... 183 5. Transmisión del libro de los Hechos .................................................................. 183 6. Destinatarios de Hechos ....................................................................................... 184 7. Estructura y contenido .......................................................................................... 184 8. Diversos materiales literarios en Hechos ......................................................... 185 8.1. Narraciones .................................................................................................. 185 8.2. Sumarios ....................................................................................................... 185 8.3. Discursos ....................................................................................................... 186

8.4. Secciones «nosotros» .................................................................................. 187

9. Hechos como fuente histórica ............................................................................... 188 10. El papel del Espíritu Santo ................................................................................... 189 11. Jesús, Pedro y Pablo en Lucas y Hechos ........................................................... 189 Ejercicios ............................................................................................................................ 191

ANEXOS ............................................................................................................................ 193   1. Esquema básico de los contenidos de cada libro ............................................. 

194

  2. Mapas ........................................................................................................................ 

195

BIBLIOGRAFÍA ............................................................................................................... 196
EDO, P. M., Evangelios sinópticos y Hechos de los Apóstoles, 2016

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