DB9- Comprensión de los elementos de los cuentos de terror

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Grado 6 Lenguaje Explora nuevas sensaciones por medio de la literatura.

Clase:

TEMA: COMPRENSIÓN DE LOS ELEMENTOS DE LOS CUENTOS DE TERROR

Nombre:

Actividad Introductoria: ¡Qué miedo! Luego de observar la animación en clase, responde: ¿Te gustan las historias de terror? ¿Por qué? ¿Qué experimentas cuando tienes miedo?

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OBJETIVOS DE LA CLASE • Conocer las características de los cuentos de terror. • Comprender la trama del cuento de terror. • Comprender el propósito comunicativo del cuento de terror.

Actividad 1: El cuento de terror Observa el recurso presentado por tu profesor y anota la información importante para su posterior estudio.

El cuento: características y estructura El cuento es un relato perteneciente al género narrativo, caracterizado por ser breve, en prosa, oral o escrito, de carácter ficcional con una sola sucesión de hechos. Características: las características más destacadas del cuento son: • • • • •

Narración corta. Hechos ficticios. Se centra en un solo hecho. Pocos personajes con un personaje principal Escrito en prosa.

La superestructura corresponde al esqueleto del cuento, el cual se compone de tres partes: introducción o planteamiento, desarrollo o nudo y desenlace o final. Los cuentos se desarrollan en un espacio y un tiempo definido. Cuenta con personajes y un narrador. La introducción es el inicio del cuento, se presentan los personajes en un tiempo y un espacio determinados. El nudo es donde se presenta el conflicto y los hechos que se alteran de la introducción. El desenlace es la solución al conflicto del nudo. Puede ser un final feliz o trágico.

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Clases de cuentos y sus temáticas Existen cuentos de diferentes clases que abordan temáticas diferentes y que pueden referirse a hechos reales o imaginarios. El autor define las temáticas los personajes en un tiempo y lugar determinados. Se destacan las siguientes clases de cuentos: • Los cuentos populares: narra historias de lugares, personajes típicos o costumbres populares. Se caracterizan por ser de la cultura popular se transmite usualmente de forma oral; tienen un argumento sencillo, con personajes poco complejos. • Los cuentos fantásticos: muestran situaciones sobrenaturales dentro de la realidad, con personajes buenos o malos alrededor del personaje principal. • Los cuentos de ciencia ficción: generalmente relatan hechos del futuro con relación a la tecnología y/o ciencia; realidades poco probables con relación al futuro, los avances y cómo afecta al curso normal del mundo. • Cuentos policiales: investigan y/o resuelven casos de misterio dentro del mundo policial, en los cuales se habla de la delincuencia, y los crímenes, así como de detectives y la ley. • Cuentos de terror: muestran historias de suspenso con relación a diferentes temas, tales como: la muerte, catástrofes, seres o situaciones que causan horror. Estos cuentos también son llamados de suspenso, miedo, horror. La idea de esta clase de cuentos es que el lector esté a la expectativa de los sucesos y que se involucre en el relato experimentando sentimientos de ansiedad, miedo, alarma, asombro, tensión, espanto, etc. Los personajes de este tipo de cuentos se crean de acuerdo a las intenciones del autor, desde animales salvajes, seres ficticios inexistentes, zombis, lugares o cosas embrujadas o poseídas, monstruos, entre otros, que se salen de lo convencional en la imaginación del lector o televidente para causar miedo.

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Elementos de los cuentos de terror Cuatro elementos básicos y generales con los que se construyen las historias de terror son: 1. La transgresión de lo cotidiano

2. Lo desconocido

3. El ente sobrenatural

4. Nuestra finitud

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Actividad 2: Leyendo con terror… En la sección de anexos (Anexo A), lee el cuento “El corazón delator” y completa la información requerida en el siguiente cuadro: Título del cuento

Autor

¿De qué se trata el cuento? Escribe un corto resumen

Personajes

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Personajes

¿En qué espacios se desarrolló el cuento?

¿Te causó miedo? ¿Qué elementos lo causaron?

¿Qué relaciones encuentras entre el cuento y la realidad?

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Notas adicionales del estudiante

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Resumen Responde a las siguientes preguntas, teniendo en cuenta lo estudiado en la clase con relación al cuento de terror. 1. El cuento de terror pertenece al género: a) Dramático. b) Lírico. c) Narrativo. d) Ninguna de las anteriores. 2. La estructura de un cuento de terror tiene que ver con: a) Las bases de la temática. b) Planteamiento, nudo y desenlace. c) Los personajes de la obra. d) Ninguna de las anteriores. 3. Un cuento de terror tiene temáticas con contenido de: a) Humor. b) Suspenso. c) Amor. d) Ninguna de las anteriores. 4. El cuento de terror narra historias: a) Imaginarias, de ficción. b) Reales, de personas de un pueblo. c) Con personajes terroríficos y trastornados. d) Todas las anteriores. 5. Uno de los elementos de los cuentos de terror es: a) El nudo o desarrollo. b) Los animales salvajes que asustan. c) Lo desconocido, la incertidumbre. d) Ninguna de las anteriores.

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Tarea Busca y lee un cuento de terror; luego de la lectura, completa la información del cuadro y comparte tus opiniones con los compañeros y docente. Título del cuento

Autor

¿De qué se trata el cuento? Escribe un corto resumen

Personajes

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Personajes

¿En qué espacios se desarrolló el cuento?

¿Te causó miedo? ¿Qué elementos lo causaron?

¿Qué relaciones encuentras entre el cuento y la realidad?

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ANEXOS Anexo A: El corazón delator Por: Edgar Allan Poe ¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen... y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia. Me es imposible decir cómo aquella idea me entró en la cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche y día. Yo no perseguía ningún propósito. Ni tampoco estaba colérico. Quería mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó. Su dinero no me interesaba. Me parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojo semejante al de un buitre... Un ojo celeste, y velado por una tela. Cada vez que lo clavaba en mí se me helaba la sangre. Y así, poco a poco, muy gradualmente, me fui decidiendo a matar al viejo y librarme de aquel ojo para siempre. Presten atención ahora. Ustedes me toman por loco. Pero los locos no saben nada. En cambio... ¡Si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver con qué habilidad procedí! ¡Con qué cuidado... con qué previsión... con qué disimulo me puse a la obra! Jamás fui más amable con el viejo que la semana antes de matarlo. Todas las noches, hacia las doce, hacía yo girar el picaporte de su puerta y la abría... ¡oh, tan suavemente! Y entonces, cuando la abertura era lo bastante grande para pasar la cabeza, levantaba una linterna sorda, cerrada, completamente cerrada, de manera que no se viera ninguna luz, y tras ella pasaba la cabeza. ¡Oh, ustedes se hubieran reído al ver cuán astutamente pasaba la cabeza! La movía lentamente... muy, muy lentamente, a fin de no perturbar el sueño del viejo. Me llevaba una hora entera introducir completamente la cabeza por la abertura de la puerta, hasta verlo tendido en su cama. ¿Eh? ¿Es que un loco hubiera sido tan prudente como yo? Y entonces, cuando tenía la cabeza completamente dentro del cuarto, abría la linterna cautelosamente... ¡oh, tan cautelosamente! Sí, cautelosamente iba abriendo la linterna (pues crujían las bisagras), la iba abriendo lo suficiente para que un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de buitre. Y esto lo hice durante siete largas noches... cada noche, a las doce... pero siempre encontré el ojo cerrado, y por eso me era imposible cumplir mi obra, porque no era el viejo quien me irritaba, sino el mal de ojo.

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Y por la mañana, apenas iniciado el día, entraba sin miedo en su habitación y le hablaba resueltamente, llamándolo por su nombre con voz cordial y preguntándole cómo había pasado la noche. Ya ven ustedes que tendría que haber sido un viejo muy astuto para sospechar que todas las noches, justamente a las doce, iba yo a mirarlo mientras dormía. Al llegar la octava noche, procedí con mayor cautela que de costumbre al abrir la puerta. El minutero de un reloj se mueve con más rapidez de lo que se movía mi mano. Jamás, antes de aquella noche, había sentido el alcance de mis facultades, de mi sagacidad. Apenas lograba contener mi impresión de triunfo. ¡Pensar que estaba ahí, abriendo poco a poco la puerta, y que él ni siquiera soñaba con mis secretas intenciones o pensamientos! Me reí entre dientes ante esta idea, y quizá me oyó, porque lo sentí moverse repentinamente en la cama, como si se sobresaltara. Ustedes pensarán que me eché hacia atrás... pero no. Su cuarto estaba tan negro como la pez, ya que el viejo cerraba completamente las persianas por miedo a los ladrones; yo sabía que le era imposible distinguir la abertura de la puerta, y seguí empujando suavemente, suavemente. Había ya pasado la cabeza y me disponía a abrir la linterna, cuando mi pulgar resbaló en el cierre metálico y el viejo se enderezó en el lecho, gritando: -¿Quién está ahí? Permanecí inmóvil, sin decir palabra. Durante una hora entera no moví un solo músculo, y en todo ese tiempo no oí que volviera a tenderse en la cama. Seguía sentado, escuchando... tal como yo lo había hecho, noche tras noche, mientras escuchaba en la pared los taladros cuyo sonido anuncia la muerte. Oí de pronto un leve quejido, y supe que era el quejido que nace del terror. No expresaba dolor o pena... ¡oh, no! Era el ahogado sonido que brota del fondo del alma cuando el espanto la sobrecoge. Bien conocía yo ese sonido. Muchas noches, justamente a las doce, cuando el mundo entero dormía, surgió de mi pecho, ahondando con su espantoso eco los terrores que me enloquecían. Repito que lo conocía bien. . Comprendí lo que estaba sintiendo el viejo y le tuve lástima, aunque me reía en el fondo de mi corazón. Comprendí que había estado despierto desde el primer leve ruido, cuando se movió en la cama. Había tratado de decirse que aquel ruido no era nada, pero sin conseguirlo. Pensaba: “No es más que el viento en la chimenea... o un grillo que chirrió una sola vez”. Sí, había tratado de darse ánimo con esas suposiciones, pero todo era en vano. Todo era en vano, porque la Muerte se había aproximado a él, deslizándose furtiva, y envolvía a su víctima. Y la fúnebre influencia de aquella sombra imperceptible era la que lo movía

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a sentir -aunque no podía verla ni oírla-, a sentir la presencia de mi cabeza dentro de la habitación. Después de haber esperado largo tiempo, con toda paciencia, sin oír que volviera a acostarse, resolví abrir una pequeña, una pequeñísima ranura en la linterna. Así lo hice -no pueden imaginarse ustedes con qué cuidado, con qué inmenso cuidado-, hasta que un fino rayo de luz, semejante al hilo de la araña, brotó de la ranura y cayó de lleno sobre el ojo de buitre. Estaba abierto, abierto de par en par... y yo empecé a enfurecerme mientras lo miraba. Lo vi con toda claridad, de un azul apagado y con aquella horrible tela que me helaba hasta el tuétano. Pero no podía ver nada de la cara o del cuerpo del viejo, pues, como movido por un instinto, había orientado el haz de luz exactamente hacia el punto maldito. ¿No les he dicho ya que lo que toman erradamente por locura es sólo una excesiva agudeza de los sentidos? En aquel momento llegó a mis oídos un resonar apagado y presuroso, como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Aquel sonido también me era familiar. Era el latir del corazón del viejo. Aumentó aún más mi furia, tal como el redoblar de un tambor estimula el coraje de un soldado. Pero, incluso entonces, me contuve y seguí callado. Apenas si respiraba. Sostenía la linterna de modo que no se moviera, tratando de mantener con toda la firmeza posible el haz de luz sobre el ojo. Entretanto, el infernal latir del corazón iba en aumento. Se hacía cada vez más rápido, cada vez más fuerte, momento a momento. El espanto del viejo tenía que ser terrible. ¡Cada vez más fuerte, más fuerte! ¿Me siguen ustedes con atención? Les he dicho que soy nervioso. Sí, lo soy. Y ahora, a medianoche, en el terrible silencio de aquella antigua casa, un resonar tan extraño como aquél me llenó de un horror incontrolable. Sin embargo, me contuve todavía algunos minutos y permanecí inmóvil. ¡Pero el latido crecía cada vez más fuerte, más fuerte! Me pareció que aquel corazón iba a estallar. Y una nueva ansiedad se apoderó de mí... ¡Algún vecino podía escuchar aquel sonido! ¡La hora del viejo había sonado! Lanzando un alarido, abrí del todo la linterna y me precipité en la habitación. El viejo clamó una vez... nada más que una vez. Me bastó un segundo para arrojarlo al suelo y echarle encima el pesado colchón. Sonreí alegremente al ver lo fácil que me había resultado todo. Pero, durante varios minutos, el corazón siguió latiendo con un sonido ahogado. Claro que no me preocupaba, pues nadie podría escucharlo a través de las paredes. Cesó, por fin, de latir. El viejo había muerto. Levanté el colchón y examiné el cadáver. Sí, estaba muerto, completamente muerto. Apoyé la mano sobre el corazón y la mantuve así largo tiempo. No se sentía el menor latido. El viejo estaba bien muerto. Su ojo no volvería a molestarme.

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Si ustedes continúan tomándome por loco dejarán de hacerlo cuando les describa las astutas precauciones que adopté para esconder el cadáver. La noche avanzaba, mientras yo cumplía mi trabajo con rapidez, pero en silencio. Ante todo descuarticé el cadáver. Le corté la cabeza, brazos y piernas. Levanté luego tres planchas del piso de la habitación y escondí los restos en el hueco. Volví a colocar los tablones con tanta habilidad que ningún ojo humano -ni siquiera el suyo- hubiera podido advertir la menor diferencia. No había nada que lavar... ninguna mancha... ningún rastro de sangre. Yo era demasiado precavido para eso. Una cuba había recogido todo... ¡ja, ja! Cuando hube terminado mi tarea eran las cuatro de la madrugada, pero seguía tan oscuro como a medianoche. En momentos en que se oían las campanadas de la hora, golpearon a la puerta de la calle. Acudí a abrir con toda tranquilidad, pues ¿qué podía temer ahora? Hallé a tres caballeros, que se presentaron muy civilmente como oficiales de policía. Durante la noche, un vecino había escuchado un alarido, por lo cual se sospechaba la posibilidad de algún atentado. Al recibir este informe en el puesto de policía, habían comisionado a los tres agentes para que registraran el lugar. Sonreí, pues... ¿qué tenía que temer? Di la bienvenida a los oficiales y les expliqué que yo había lanzado aquel grito durante una pesadilla. Les hice saber que el viejo se había ausentado a la campaña. Llevé a los visitantes a recorrer la casa y los invité a que revisaran, a que revisaran bien. Finalmente, acabé conduciéndolos a la habitación del muerto. Les mostré sus caudales intactos y cómo cada cosa se hallaba en su lugar. En el entusiasmo de mis confidencias traje sillas a la habitación y pedí a los tres caballeros que descansaran allí de su fatiga, mientras yo mismo, con la audacia de mi perfecto triunfo, colocaba mi silla en el exacto punto bajo el cual reposaba el cadáver de mi víctima. Los oficiales se sentían satisfechos. Mis modales los habían convencido. Por mi parte, me hallaba perfectamente cómodo. Sentáronse y hablaron de cosas comunes, mientras yo les contestaba con animación. Mas, al cabo de un rato, empecé a notar que me ponía pálido y deseé que se marcharan. Me dolía la cabeza y creía percibir un zumbido en los oídos; pero los policías continuaban sentados y charlando. El zumbido se hizo más intenso; seguía resonando y era cada vez más intenso. Hablé en voz muy alta para librarme de esa sensación, pero continuaba lo mismo y se iba haciendo cada vez más clara... hasta que, al fin, me di cuenta de que aquel sonido no se producía dentro de mis oídos.

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Sin duda, debí de ponerme muy pálido, pero seguí hablando con creciente soltura y levantando mucho la voz. Empero, el sonido aumentaba... ¿y que podía hacer yo? Era un resonar apagado y presuroso..., un sonido como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Yo jadeaba, tratando de recobrar el aliento, y, sin embargo, los policías no habían oído nada. Hablé con mayor rapidez, con vehemencia, pero el sonido crecía continuamente. Me puse en pie y discutí sobre insignificancias en voz muy alta y con violentas gesticulaciones; pero el sonido crecía continuamente. ¿Por qué no se iban? Anduve de un lado a otro, a grandes pasos, como si las observaciones de aquellos hombres me enfurecieran; pero el sonido crecía continuamente. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer yo? Lancé espumarajos de rabia... maldije... juré... Balanceando la silla sobre la cual me había sentado, raspé con ella las tablas del piso, pero el sonido sobrepujaba todos los otros y crecía sin cesar. ¡Más alto... más alto... más alto! Y entretanto los hombres seguían charlando plácidamente y sonriendo. ¿Era posible que no oyeran? ¡Santo Dios! ¡No, no! ¡Claro que oían y que sospechaban! ¡Sabían... y se estaban burlando de mi horror! ¡Sí, así lo pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero cualquier cosa era preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa sería más tolerable que aquel escarnio! ¡No podía soportar más tiempo sus sonrisas hipócritas! ¡Sentí que tenía que gritar o morir, y entonces... otra vez... escuchen... más fuerte... más fuerte... más fuerte... más fuerte! -¡Basta ya de fingir, malvados! -aullé-. ¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí... ahí!¡Donde está latiendo su horrible corazón! FIN (Poe, 1843)

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Referencias Poe, E. A. (Enero de 1843). El corazón delator. Recuperado el 14 de Mayo de 2015, de Ciudad Seva: http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/poe/el_corazon_delator.htm Ponce, F. (20 de Abril de 2009). 4 elementos básicos en las historias de Terror. Recuperado el 13 de Mayo de 2015, de faustoponce.com: http://www.faustoponce.com/4-elementos-basicos-historias-de-terror/

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