Cuando la muerte se enamora

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Cuando la muerte se enamora El ser humano, con el pasó de los años ha engendrado odio, ambición y violencia, con esto se creó, en lo más profundo y oscuro de la tierra un ser maligno que sólo busca acabar los malos hábitos que los humanos se dan mutuamente, o eso era en un principio, después de muchos siglos se dio cuenta que nunca acabaría la autodestrucción entre los mundanos y se dio a la tarea de el mismo acabar con el problema desde raíz y acabar con la vida humana como la conocemos. Así decidió subir a la tierra para llevar a cabo su plan, con un solo toque de la muerte te puede mandar al sueño eterno, cuando la muerte subió tomaba el cuerpo de una dama muy elegante con un cuerpo envidiable y usaba un vestido ajustado negro con tacones altos, todo los hombres y mujeres quedaba cautivados con la belleza que tentaba al pecado a hombres y envidia a las mujeres, primero les llamaba la atención, los atraía a las redes de sus encantos para después matarlos y mandarlos al infierno, esta era su rutina de todos los días, ir saciando su sed de muerte, ya que para eso fue creado, tan sólo matar era su objetivo, de ahí su nombre, La muerte. Un día, mientras iba caminando por una discoteca a la cual le gustaba ir para cumplir su tarea miro a un hombre de ojos color miel que le llamó su atención más de lo normal, era un hombre común y corriente pero tenía algo que lo atraía hacia él, y así pasó, fue tras el para llevar a cabo su plan de matar a los humanos, lo seguía desde las sombras para que no se diera cuenta, el hombre era alto, llevaba pantalones negros y camisa blanca, no era nada formal, lo siguiente hasta una cafetería donde al parecer él trabajaba porque al entrar saludo a todos deseándoles un buen día y después se puso un delantal con el nombre del local, la muerte algo desconcertada del porque aún lo dejaba con vida decidió sentarse para verlo observar por qué le parecía tan peculiar a su atención aquel hombre. El hombre se acercó a la mesa de la chica que acababa de entrar, a el le pareció un mujer con una gran belleza, quiso ser amable con ella por dos razones; era su trabajo y quería dar una buena impresión -Buenos días bella dama, ¿que quisiera ordenar?- dijo el hombre con una gran sonrisa en el rostro mostrando sus blancos dientes. -Un café- contestó fría la muerte. -Está bien señorita, en un segundo se lo traigo. Cuando el hombre entró por la puerta de la cocina la muerte salió por la puerta, esta de convirtió en su rutina, seguir al hombre en las sombras, la muerte no sabía porque pero

él le llamaba mucho la atención, no era lo normal en los demás víctimas a las que era atraída por sus grandes delitos o pecados que cometían y en ese mismo momento los mataba, él era un alma bondadosa que no mataba ni una mosca, le deseaba buen día a todo el que se le cruzaba, era dedicado en su trabajo y además en todas las tardes sin falta iba a leerle un libro a su madre que estaba al borde de la muerte por una enfermedad. La muerte estaba tan concentrada en aquel hombre que descuido su principal objetivo de castigar a la humanidad, primero sólo mataba a unos cuantos humanos al días hasta que después dejo a un lado su tarea y ya no mataba a nadie y todo desde que aquel hombre se cruzó en su camino, aquel hombre de ojos color miel que con el tiempo de volvió en su rutina diaria. La muerte decidió hacerle frente a al hombre para al fin matarlo ya que no podía descuidar su tarea por un siempre hombre que no tenía nada importante para ella, era solo un humano más, ese día entró a la cafetería para hablar con él, seducirlo y después, por fin, después de un años entero, matarlo, se sentó en la mesa de la primera vez que entro ahí y espero a que el la atendiera. El hombre algo sorprendido por ver a la chica que lo cautivo hace un año de quedo estático, en un principio dudó que fuera ella pero simplemente era imposible confundirla con otra persona y olvidarse de ella, a su parecer era un chica muy bella pero era algo fría, las únicas palabras que le dijo fue con tanta indiferencia que le sorprendió que una mujer pudiera llegar a ser tan distante con un desconocido, era como si estuviera peleada con la vida, portaba un semblante indiferente que causaba miedo, pero el vio algo más en ella, y lo volvió a ver hoy, era algo más notorio que la primera vez aunque en realidad no sabía que era lo que veía, después de un rato en sus ensoñaciones y recuerdos de la primera vez que la vio, de acercó a la mesa, y estaba decidido, como la primera vez, a ser amable con ella. -Un gusto verla de nuevo bella dama- dijo con una sonrisa encantadora. -¿Me recuerdas?- pregunto intrigada. -¿Cómo olvidar a la bella mujer que sólo me pidió un café y se fue?- contestó con gracia. -Tenía algo de prisa. -Está bien, no me he presentado, mi nombre es Ares. -Un gusto, mi nombre es Azul. - Muy bien señorita Azul, ¿Que desea ordenar hoy? -Un late estaría bien.

Ares hizo una reverencia a la muerte y se fue a la cocina, con el café en mano llegó a la mesa y se sentó a hablar con ella, los dos estaba tan centrados el uno en el otro que se les fue el tiempo, y cuando por fin era hora de irse Ares acompañó a la muerte a la salida y cuando ella por fi lo iba a matar no pudo, se dio cuenta que el en verdad era una buena persona y que no por unos malos actos que hagan ciertos humanos va a acabar con todos, y en ese preciso momento se dio cuenta que estaba tan interesado en por qué cambio sus expectativas de un momento para otro, sólo fue cuestión de mirarlo para darse cuenta que él era distinto, lastimosamente le llamó tanto la atención que quedó perdidamente enamorada de él, enamorada de sus hermosos ojos y de sus bellos modales con ella y con los demás, ya no había vuelta atrás y ella lo sabía desde el primer momento pero ella quedó tan cegada que sólo se dio cuenta cuando piso fondo. Y así sin más ella se fue, dejándolo con vida para seguir enamorándose de el día a día, después de ese despedía se volvió muy cercana a él y visitaba el café con frecuencia, cada momento que pasaban juntos sus sentimientos eran más fuertes y eso solo la hacía sentirse mal porque ella deseaba poder tan sólo tocarlo, mucha veces él quería abrazarla o besarla pero ella se negaba ya que no lo quería perder, no quería asumir el hecho verlo morir por su culpa. Una noche mientras estaban en el parque en los columpios Ares decidió decirle sus sentimientos hacia ella, ya no podía más, quería decirle que la amaba y besarla y así lo hizo. -Oye. -¿Qué pasa? -Ya no aguanto más- la miro a los ojos y después a los labios, se acercó a ella - te amo Azul, en Cerio te amo- y la beso. Ella lo quiso separar rápido pero ya era tarde, en cuanto sus labios se tocaron el callo, la muerte devastada lloro por la pérdida de su amado, pero todo fue su culpa por dejarlo entrar sabiendo que ella siempre causa sufrimiento, y así se sigue lamentando por la muerte de su amado.

FIN
Cuando la muerte se enamora

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