Angela Castle - Quads of Galfrax 04 - Celestial beauty

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ANGELA CASTLE QUADS OF GALAFRAX 4 CELESTIAL BEAUTY

Sinopsis Forzados a aterrizar su nave recolectora en un planeta remoto, lo último que los Demos Quads Zeb, Raz, Kue y Loc esperan encontrar es, una hembra humana encantadora y luchadora. Celeste ha sobrevivido a una vida de abandono y abuso en la Tierra, siendo secuestrada por crueles extraterrestres, y la nave se estrelló en un extraño planeta. Pero, ¿puede sobrevivir a cuatro hombres alienígenas rojos y sexys, con la intención de rescatarla y hacerla suya? Para ganarse su confianza, los hermanos la hacen parte de su tripulación, ayudando en las reparaciones de su nave. Su amistad florece en una pasión acalorada que Celeste nunca pensó que fuera posible con cuatro hermanos extraterrestres. Cuando su nuevo vínculo se ve amenazado por los mismos extraterrestres que la secuestraron, sus cuatrillizos revelan algunas habilidades ocultas únicas, demostrando cuán capaces son de proteger a la mujer que han llegado a amar, sin importar el costo.

Capítulo Uno ―Maldición,

malditos Hielos de Demons, ¡no otra vez!― Loc se agarró a la barandilla, saltando sobre el borde, cayendo un metro y aterrizando con un golpe en el piso de la sala de máquinas. A pesar del aullido de la sirena de emergencia del motor, el ruido de las pesadas pisadas de su hermano, se sumó a las vibraciones de su vieja y temblorosa nave. Arrebatando la llave inglesa que mantenía cerca del núcleo principal del motor, hizo una mueca cuando el motor resopló y chisporroteó. Los temblores empeoraron por un segundo, amenazando con romper la nave. ―¡Loc!― El bramido de Zeb, su hermano mayor, no hizo nada para calmar los latidos del corazón de Loc mientras se dejaba caer al suelo, usando sus botas para deslizarse entre los paneles del núcleo de poder principal. Ató la llave a la válvula de entrada manual y tiró, usando toda su fuerza. Sus músculos ardieron mientras cerraba lentamente la válvula, justo lo suficiente para hacer que el temblor se detuviera. ―¿Qué es esta vez?― Exigió Zeb. Ese era el problema. Una y otra vez algo salía mal, y estaba empezando a costar más en reparaciones que lo que valía la maldita nave. Un gruñido frustrado vibró desde el pecho de Loc al mismo tiempo que las sirenas de advertencia se detenían, dejando un zumbido en sus oídos. Una patada en su bota le alertó de que Zeb todavía estaba de pie junto a él, esperando la respuesta de Loc, soltó un suspiro de alivio momentáneo. ―¿Además de necesitar una nueva maldita nave?― La voz de Loc estaba medio amortiguada por los motores aún zumbantes. ―¿Qué ocurre en las llanuras de hielo?― La voz de Kue sonó hueca a través del sistema de altavoces de la nave espacial. ―Cada panel en el puente se ha iluminado como una tormenta de fuego en Barrinan. ―Dile que golpee el panel principal con el puño―. Loc salió del metal desgastado. Levantó la vista hacia Zeb, con la cara hacia abajo en uno de sus típicos ceños fruncidos. Raz se encogió de hombros y le ofreció su mano, ayudando a Loc a ponerse de pie. ―Pero no demasiado, las vibraciones del acoplamiento Reisin están desgastados y sin duda ha sacudido todos los malditos circuitos fuera de calibración. Tendré que reparar todo.

―Te escuché―. Un golpe seguido por la maldición de Kue llenó los altavoces. Claramente golpearía el panel más duro que las instrucciones de Loc. ―No es lo único que nos sacudió―. Raz señaló el desastre húmedo de su camisa. ―Esta nave, que es más antigua que nuestro planeta, me hizo derramar mi bebida. Loc puso los ojos en blanco, volviendo a Zeb, centrándose en lo que tenía que hacer. ―Tenemos que establecernos en algún lugar y cerrar toda la nave para reparar esto. Y necesitamos un nuevo acoplamiento Reisin o simplemente vamos a estar a la deriva. Zeb se frotó la frente arrugada. ―Estamos justo en el borde de la Galaxia Hellious, el puerto espacial más cercano está a varios días de Galafrax desde nuestra ubicación actual. Y solo hemos llenado un tercio de nuestra reserva. ―Y si no conseguimos ese acoplamiento, tomará tres años Galafraxianos para llegar a casa, no las pocas semanas usuales a alta velocidad―, señaló Loc. Si es posible, el ceño fruncido de Zeb empeoró. Rescatar era un negocio altamente competitivo, y se habían aventurado hasta aquí más por rumores que por hechos. Había bastantes naves viejas naufragadas que otros consideraban demasiado peligrosas para salvar. Desde que se jubilaron, parecía que corrían más hacia el peligro que durante sus días de soldados. Los hermanos Nova se reían ante el peligro. Altamente entrenados y mortales, habían servido en el ejército de Demos durante mucho tiempo como especialistas, haciendo los trabajos más duros, más peligrosos y a menudo secretos de los Altos Señores y el gobierno de Galafrax. Estaban cansados de recibir órdenes, no solo de los militares, sino también de familiares que trataban de empujarlos a otra unidad de vivienda. Desafiándolos, habían comprado una vieja nave de carga y se habían retirado para entrar en el negocio de rescate de astronaves. ―¿Tiene alguno de los sensores funcionando, Kue? Necesitamos saber si hay algún lugar cercano que podamos aterrizar para hacer las reparaciones. Zeb levantó la cabeza mientras hablaba con el sistema de comunicaciones, sacando a Loc de su introspección. ―Sí, ya estoy buscando el más cercano... mmm... tengo algo. Está a un parsec de nuestra ubicación actual y no está clasificado en nuestros sistemas, ya que oficialmente acabamos de salir de la Galaxia Hellious. Según las lecturas tiene una atmósfera respirable, la gravedad es solo un poco más densa. El agua, la vegetación y algunos signos de vida, pero

están dispersos, por lo que sin duda hay vida silvestre. Oh, un momento, estoy captando una señal débil. ―Vamos al planeta festivo entonces―, dijo Raz. Había captado una de las bromas de Loc y estaba intentando ordenar el desastre desde el inicio. ―¿Eso significa que también tendremos vacaciones? Loc se rio entre dientes. ―Difícilmente, hermano, aquí hay por lo menos una semana de reparaciones. Todas las manos en cubierta para esto. Zeb suspiró, ignorando a Raz. ―Tendremos que hacerlo. Establece el curso, Kue. Loc escondió su sonrisa cuando Kue resopló en el comando. ―Bien, la navegación está fuera de línea, voy a tener que llevarnos manualmente. ―Solo llévanos allí―, gruñó Zeb. Se escuchó un segundo resoplido sobre el comando. La nave crujió cuando los propulsores se dispararon y comenzó a girar. ―Podría dejar este montón de basura encima del Qui-Palace si quisiera. Nadie realmente dudaba de las habilidades de pilotaje de Kue. No había nadie mejor, y había volado casi todos los tipos de naves, incluso de los que no eran de Galafrax. Él los había sacado de situaciones mortales y amenazantes a la vida. Loc puso la llave de nuevo en su soporte de pared. ―Será mejor que aseguremos la carga y todo. Sin la Reisin trabajando a plena capacidad, será un aterrizaje brusco, incluso con Kue al timón.

**** Poco tiempo después, habían terminado de asegurar los restos que habían rescatado e hicieron una caminata por el viejo carguero. Zeb estiró su espalda notando el leve crujido a lo largo de su espina dorsal, haciendo que su frente se hundiera en un ceño fruncido. Maldita sea, necesitaba volver a entrenar seriamente. Dos años lejos del ejército Demos trabajando como salvador de naves espaciales lo habían ablandado.

―Te estás poniendo viejo, hermano. ¿Necesitas una siesta?― Lo pinchó Raz mientras Zeb tomaba su lugar en la silla de comando y miraba a Raz. Desde la esquina de su visión, Zeb vio que Kue negaba con la cabeza, pero sus dedos permanecieron en los controles, trabajándolos con gracia y facilidad. La molestia se alzó en Zeb, y aplastó el impulso de golpear su cara presumida. ―Y necesitas ir a una caminata espacial sin traje. Todavía puedo superarte en una pelea cualquier día. En sus quince años de carrera, no solo pelearon contra sus enemigos sino que luchaban entre sí. Sus niveles de habilidad igualadas, tanto en precisión como en exactitud mortal. Desde que ingresaron por primera vez en la academia militar Demos, habían estado tratando de ganar la delantera en el otro. Nadie realmente ganó sus pequeñas batallas, pero nadie perdió tampoco, cada uno saliendo solo sin aliento, adolorido y más decidido. ―Creo que las Llanuras de Hielo de Galafrax simplemente se derritieron. El poderoso comandante hizo un intento de broma. ―No presiones, Raz―, gruñó Zeb. ―Apenas un intento―, dijo Kue. Raz sonrió, levantando su ceja idéntica desafiante a Zeb, pero no estaba mordiendo esta vez. La puerta del puente se abrió, admitiendo a Loc. La cara de su hermano menor estaba manchada de sudor y suciedad de motor, y se secó la cara y las manos antes de detenerse frente a la silla de mando de Zeb. Se guardó el trapo en el bolsillo con un movimiento de cabeza. ―¿Qué tan lejos estamos de aterrizar? No puedo cerrar la válvula más o perderemos completamente la potencia del motor. ―Diez minutos, entrando en la atmósfera de este planeta en sesenta segundos. Por lo que he podido descifrar con los escáneres que aún no funcionan a plena capacidad, he determinado el mejor punto de aterrizaje, basado en el agua, las tierras planas y la vegetación actual―. Los ojos de Kue permanecieron en la pantalla frente a él. ―También he estado recibiendo lecturas débiles de un Isocore, lo que podría significar... ―Una nave naufraga―, dijeron Zeb y Raz al unísono. Isocore era el mineral refinado que impulsaba más del ochenta y nueve por ciento de las naves a través de la Galaxia Hellious, fácilmente detectable.

―Estas son buenas noticias. ¿Puedes aterrizar cerca de esas lecturas? Esta vez sería bueno regresar a casa con una carga completa. Loc asintió. ―Y hará que el tiempo de reparación valga la pena. ―El lugar de la nave accidentada, no está muy lejos de mi sitio original de aterrizaje planeado. El gran planeta verde-blanco se arremolinaba más cerca de la pantalla. ―Abajo, hermanos. Estamos a punto de golpear la atmósfera. Cada hermano tomó asiento en el puente, tirando de las correas, justo cuando el calor de la entrada de la atmósfera comenzó a sacudir su nave. Zeb se puso sus propias correas y esperó, confiando en la habilidad de su hermano para aterrizar con seguridad.

**** El humo llenó los pulmones de Celeste, haciéndolos arder y toser violentamente. Calor, un calor tan terrible a su alrededor. Gritó, pero no salió ningún sonido sino el rugido terrible, su garganta dolorosamente en carne viva. Cadáveres y cuerpos ensangrentados estaban esparcidos alrededor de sus pies. ¡No, no, no! ¿Qué he hecho? ¡Los asesiné a todos! Celeste gritó, se irguió, su cuerpo temblaba mientras el sudor le cubría la piel. Parpadeó varias veces, tratando de traer el aire que tanto necesitaba. Sus extremidades estaban blandengues, y su pecho se agitó cuando la conciencia volvió a su mente, donde estaba. Otra pesadilla, arrastrándose a través de los restos del naufragio, de la nave de sus captores, descubriendo que solo ella había sobrevivido. El choque. Mi culpa. Una ola de culpa renovada la inundó, haciendo que su estómago se revolviera. ¿Por qué yo?

Su mente volvió al momento en que se despertó, estaba acurrucada contra el motor. Vagamente recordó haber sido arrojada hacia el lugar de dónde provenía el zumbido, la parte luminosa de la nave, antes de desmayarse. El área alrededor del motor debió haber sido la parte más fuerte para acunarla y resistir el impacto del choque. Pronto descubrió los resultados de su ira y desesperación mientras se arrastraba sobre los cuerpos rotos de sus captores y compañeras de cautiverio, descubriendo que estaba varada en este desolado y verde planeta alienígena. Aspiró una bocanada de aire asqueroso, trayéndola de vuelta al presente. Era hora de comenzar otro día, de luchar solo por sobrevivir. Estaba tan cansada, cansada de luchar, cansada de ser fuerte. ¿Cuánto tiempo más podría seguir así antes de rendirse a lo inevitable? Al abrir los ojos, echó un vistazo a su pequeña cueva, el único refugio que había encontrado fuera del pantano. Montones de cosas que ella había arrastrado de los restos día tras día se alineaban en las paredes. Lentamente, su corazón se calmó. Tragó saliva y tomó el recipiente de agua, dando un trago para calmar su garganta reseca. ¡BOOM! Celeste se sacudió, derramando el agua en su frente por el estruendo. El miedo inundó su cuerpo haciendo que su corazón palpitara y sus miembros temblaran una vez más como si reviviera la pesadilla. Se quitó la ropa de cama improvisada y se arrastró hacia delante a gatas hasta la entrada de su cueva. ¿Qué es? ¿Qué está pasando? Se frotó el sueño de los ojos, mirando hacia fuera la pista de tierra pantanosa de color verdoso, más arriba, había una pequeña cadena montañosa. Era de madrugada, la temprana luz del sol alienígena proyectaba sombras sobre las tierras bajas. Miró hacia arriba, mientras aumentaba el inconfundible rugido de un motor que atravesaba los pacíficos sonidos de los residentes matutinos, de las criaturas nativas. Whoa. Era difícil no ver la nave, más grande que un edificio de veinte pisos, incluso si estaba de costado, más redondeado y con un brillante color naranja que chocaba con la atmósfera del planeta. Miedo deslizándose por el cuerpo de Celeste. Este nuevo miedo superaba al de vivir el resto de su vida en este planeta alienígena. Desde que encontró la cueva, todos los días había colocado marcas en las paredes, mostrando el paso del tiempo hasta el momento. Había sobrevivido a tres semanas de pantanos, montañas rocosas y plantas extrañas. El barro del pantano le picaba. Los insectos zumbaban a su alrededor sin miedo. Otras cosas en este planeta incluían criaturas tipo mamífero, algunas del tamaño de un perro pequeño,

otras, tan altas como una jirafa, pero azules con largos tentáculos colgantes, moviéndose como un trípode lento, usando pequeñas ventosas para quitar las hojas de las copas de los árboles extraterrestres. Luego estaban las criaturas letales parecidas a dinosaurios, que habían tratado de tomarla para un bocadillo exótico cuando se había ido a una larga caminata por la zona. Esta nave era diferente de la de sus captores, más grande, y podría representar una amenaza para ella más que cualquier cosa en este planeta pantanoso alienígena. Se recostó contra la roca roja mordiéndose el labio inferior mientras contemplaba lo que los recién llegados podrían desear. Miró hacia atrás en su cueva-casa, los suministros que había recogido de la nave de sus ex captores. Le dolía el pecho cuando la culpa la inundó, y ella bajó la mirada hacia la nave rota y las tumbas que había cavado. ¿Por qué había sobrevivido cuando todos los demás perecieron? La culpa constante nunca la dejaba. Era un castigo apropiado que estuviera sola. Aun así, el instinto humano de luchar por la supervivencia era fuerte. Echó un vistazo a sus suministros de comida, adivinando que la durarían otro día, dos o más. Se vería obligada a cazar, o encontrar algo comestible antes de morir de hambre. Tendría que recurrir a su conocimiento de todo lo que había aprendido en las últimas semanas de estar en este planeta. Su vida pendía de un hilo, pero su suerte no duraría para siempre. Observó que la nave se hundía con un ruido sordo en una de las colinas más altas, levantando una nube de polvo alrededor de su lugar de aterrizaje, justo encima del área pantanosa. Notó que ahora estaba casi en el medio entre los recién llegados y los restos de la nave estrellada. Sus motores gimieron y chisporrotearon antes de que muriera lentamente, dejando solo las nubes de polvo ondeando por la fuerza de su abrupto aterrizaje. Humm, problemas en esta nave tal vez? La posibilidad brilló en su mente de que no estaban allí para encontrarla o capturarla. Se giró y arrastró de vuelta a su cueva, recogiendo la ropa y las armas alienígenas que a través de “ensayo y error”, ella misma había aprendido a usar. Decidió que era mejor que permaneciera oculta y simplemente observara hasta saber exactamente con qué tipo de criaturas estaba tratando.

**** Zeb apretó los dientes cuando cada hueso de su cuerpo se sacudió mientras la nave finalmente se posó, más fuerte de lo que había esperado. ―Bienvenidos a nuestro nuevo hogar durante las próximas semanas―. Loc sonrió. Alegremente, se desabrochó y se puso de pie, se movió para sentarse al lado de Kue, quien todavía estaba presionando los controles. ―Dejo la energía auxiliar funcionando para las funciones básicas, comida y baño. Ah, y mientras estemos aquí podríamos limpiar los propulsores externos―. Loc miró a su hermano mayor con una sonrisa. Raz gimió. ―Joder en las Planicies de Hielo, ¿tengo que hacerlo? ―Kue y yo trabajaremos para recalibrar todos los sensores de la nave, así que sí, los ayudaremos tan pronto como se haga ese trabajo. ―¡Es una nave Jorval!― La cabeza de Kue se levantó, mirando a cada uno de sus hermanos. ―¿De Verdad? No son conocidos por chocar, y siempre recuperan sus propias naves―. Zeb se empujó de su silla de mando, moviéndose para pararse sobre el hombro de Kue, mirando los datos. ―También tienen tecnología que nuestro gobierno y muchos otros planetas han tratado de controlar durante años―, señaló Raz. ―¿Pero qué estaban haciendo tan lejos aquí? Kue se encogió de hombros. ―Tu conjetura es tan buena como la mía, a menos que... Zeb no perdió la preocupación que parpadeaba en los ojos de su hermano. Él lo sintió también. Era difícil pasar por alto todas las noticias de su planeta natal. Más de una docena de mujeres humanas ahora vivían en Galafrax, y todas habían sido rescatadas de los esclavistas Jorval. ―Con el nuevo acuerdo firmado, a los Jorval ya no se les permite secuestrar mujeres humanas y venderlas, y están protegidas por nuestras leyes―, dijo Raz, mientras se retiraba de su asiento.

―¿De verdad crees que un tratado les impedirá hacerlo y llevar el comercio a la clandestinidad? Los Jorval valoran las ganancias sobre las leyes―. Loc negó con la cabeza. ―Malditos codiciosos egoístas. ―No todas las especies pueden ser tan perfectos como yo―. Raz se encogió de hombros con una sonrisa petulante. Sus tres hermanos pusieron los ojos en blanco. ―Por los escáneres, estoy seguro de que estos restos tienen más de unos pocos días, así que dudo seriamente que haya sobrevivientes―. Enfurecidos por el mal trato que todas esas preciosas y delicadas hembras humanas habían sufrido, antes de ser rescatadas por su raza, Zeb se puso de pie más recto. Si el Jorval había estado en una misión de secuestro, cualquier mujer humana, debido a sus estructuras frágiles, sin duda murió cuando la nave se estrelló. ―Terminemos con esto. Tenemos mucho trabajo por hacer―. Zeb asintió, endureciendo su resolución, tal como lo había hecho varios años atrás. La idea de cualquier tipo de mujer traía viejos recuerdos dolorosos. Zeb los empujó hacia abajo. Nunca dejaría que una mujer les hiciera lo que ella había hecho. Él nunca querría otra Sheraz. Su traición había dejado una profunda cicatriz en sus corazones y mentes. ―Iremos y exploraremos la nave Jorval antes de comenzar con los propulsores externos. Si todo va según lo previsto, esta travesía podría resultar muy rentable―. Zeb tocó la pantalla y sacó una imagen de la nave Jorval naufragada. ―Suficiente para conseguirnos una nueva maldita nave, espero. Mientras estás afuera, mira si la nave Jorval tiene un acoplamiento Reisin, de lo contrario estaremos aquí mucho más tiempo mientras trato de hacer uno. Loc los saludó con la mano antes de desaparecer por la puerta, sin duda su cabeza ya se había perdido en el trabajo que tenía que hacer. ―Bien entonces―. Raz se frotó las manos. ―Cañones de cadera, creo, que saben qué peligros acechan allí afuera. Zeb rodó los ojos. ―¿Y desde cuándo nos detuvo eso? Un brillo en la mirada de Raz ante la perspectiva de un poco de peligro y aventura. Zeb ya sabía la respuesta a su pregunta. Nada jamás.

**** El ojo agudo de Raz inspeccionó el área a su alrededor, pero no había nada que pudiera detectar o identificar. El haberse retirado del ejército Demos no había embotado sus sentidos en lo más mínimo. Echó un vistazo en silenciosa comunicación con Zeb, que caminaba a su lado mientras descendían por la ladera de las tierras altas vidriosas hacia el pantano, en dirección a los restos Jorval. Raz sabía que Zeb también lo sentía, la aguda conciencia de ser observado. Zeb asintió, y continuaron. ―Nativo, ¿crees? ―¿No había nada en los sensores que sugiriera que había vida inteligente aquí?― Raz colocó su mano sobre la parte superior de su espada, sus sentidos alerta por cualquier amenaza. La vida en las Fuerzas Especiales de Demos les había enseñado a no saltar demasiado rápido, a menos que fuera inmediatamente necesario. ―Quédate alerta. ―Sí, oh poderoso comandante―. El tono de Raz fue de burla, pero Zeb no tuvo que decirle lo que se necesitaba. Una vez comandante, siempre comandante. Zeb era el mayor de sus hermanos, acostumbrado a tener el control y liderarlos. Raz siguió a Zeb mientras caminaba a través del pantano, antes de adentrarse en el agua turbia. La nave Jorval estaba medio incrustada en un terraplén. Uno al lado del otro, miraron hacia el suelo desde su posición. ―Ahora estoy empezando a sospechar que hay un sobreviviente―, dijo Zeb, mientras los dos inspeccionaban varios montículos amontonados prolijamente con rocas. Claramente, alguien había enterrado a los muertos. Zeb sacó un bio escáner de su bolsillo al pie de la primera pila. ―Tres cuerpos Jorval―. Pasó al siguiente, y el escáner emitió un pitido. ―Tres especies desconocidas. ―¿Qué crees que significa esto?― Raz se acercó para examinar las piezas de metal recuperado más o menos juntas, formando una cruz en la parte superior de cada una de las tumbas desconocidas. ―Significa algo para el que los enterró. Estas tumbas indican a alguien con un sentido de empatía, pero no tengo idea del significado de estas cruces―. Zeb se metió el escáner en el bolsillo y se dirigió hacia la nave. ―O eso o lo hicieron para no atraer a los depredadores―, agregó Raz como una ocurrencia tardía.

Empatía e inteligencia. Raz sacó su propio escáner y estudió las lecturas. ―¿Tenemos las actualizaciones para nuestros escáneres con los nuevos datos de especies? ―No―, dijo Zeb, casi en la parte trasera rota de la nave Jorval, que estaba de lado. Toda la parte inferior había sido abierta. ―¿Entonces nuestros escáneres no podrían decir si la especie no identificada era un ser humano? Zeb hizo una pausa y se volvió para mirar a Raz. ―Dos formas de averiguarlo, verificar los registros Jorval o...― Zeb asintió hacia los montículos. Zeb sabía que Raz no querría desenterrar los túmulos funerarios, ni él tampoco. Zeb dirigió su atención a la nave Jorval. Zeb había desaparecido por el lado de popa. Necesitaba encontrar los registros de datos de los Jorval para saber dónde habían estado y qué habían hecho. Ignorando la persistente sensación de ser observado, Raz se puso de pie y corrió tras su hermano.

Capítulo Dos ¿Hombres rojos? Celeste dejó los binoculares. Parecían altos, en una suposición, más de un metro noventa y nueve. Extremadamente guapos con un corte limpio, caras simétricas, labios carnosos y narices aguileñas. Sus cuerpos estaban fuertemente construidos. Sus chaquetas negras no hacían nada para ocultar los músculos bien definidos de los hombros y brazos. El cabello negro de uno colgaba más largo que el del otro, pero podía ver claramente que eran gemelos idénticos. Un aire de peligro letal flotaba a su alrededor, con armas atadas a sus cinturones, mientras miraban a su alrededor con relucientes ojos dorados e inteligentes. Se detuvieron y parecían utilizar algún tipo de dispositivo sobre las tumbas que había cavado. Sí, ella incluso había enterrado a sus secuestradores, sin querer que nada quedara para atraer a ningún tipo de carroñeros del planeta. Además, era lo correcto, incluso si ella había sido la causa de sus muertes. El que tenía el cabello más largo se detuvo para levantar su mirada y ver a su alrededor. Celeste contuvo la respiración cuando su mirada pasó sobre ella. Si la había visto, entonces no mostró signos de ello, y se movió después de que su gemelo desapareció por el rasgado y abierto vientre de la nave estrellada. Ella recogió sus gafas alienígenas de nuevo y miró hacia atrás a su enorme nave. ¿Había otros como ellos? La indecisión la llenó. ¿Le harían daño si se revelaba? ¿Podría seguir viviendo sola en este planeta? Desparecieron en la nave por un largo tiempo, antes de volver a surgir, hablando entre ellos. El que tenía el cabello más largo sacó algo de un bolsillo de su pantalón, abrió un paquete y le dio un mordisco grande. El estómago de Celeste gruñó al ver al hombre rojo comiendo lo que podría haber pasado por una barra de chocolate. Tenían comida, y ella necesitaba comida. Nuevas posibilidades surgieron en su mente. ¿Tal vez podría persuadir a uno de ellos para que le diera comida? Juntos eran más peligrosos que separados. Averigua por qué están aquí ¿y si todo lo demás falla? Ella simplemente dispararía y correría, se escondería hasta que se fueran. No quedaba mucho por perder y ella necesitaba sobrevivir, ¿verdad? Comprobó su ropa mezclada y su cinturón improvisado, levantando lo que había aprendido era una especie de pistola alienígena. Tenía muchas cosas que había sacado de

la nave a la cueva tratando de descubrir qué eran y qué hacían. Hasta ahora, esta había sido muy útil, manteniéndola a salvo de las criaturas más peligrosas de este planeta, y parecía que lo haría de nuevo cuando se formó un plan en su mente.

**** ―Buenas noticias―. Raz empujó la pierna de Loc. Su brillante ingeniero y hermano, con una mente mecánica estaban apoyados sobre su espalda, bajo los paneles del puente, y Kue estaba del otro lado, donde podía oírse el agudo chirrido del calibrador que se encendía y apagaba. ―La nave Jorval tiene un brillante acoplamiento Reisin. Loc salió de debajo del panel para mirar a Raz. ―¿Entonces donde está? Juro por todo lo más santo que hacemos... ―Todavía en la nave―, interrumpió Zeb. ―Conseguiremos el cortador láser y volveremos a salir. No había suficiente poder para recuperar los registros de los Jorval―. Zeb agitó el pequeño chip en su mano. ―Tendré que esperar unas horas más hasta que pueda completar esta parte. Raz y Zeb se miraron y supieron que estaba pasando algo más. ―¿Qué es? ―Hay algo más, es difícil de quitarse la sensación de ser observado―. Raz se dejó caer en su silla. ―¿Los moduladores de alimentos funcionan al menos? Estoy muerto de hambre. Todos ignoraron a Raz. ―Hay túmulos funerarios. Alguien o algo los enterró, y ese alguien o algo nos estaba mirando. El suspiro de Loc fue de paciencia impositiva. ―Haré que los escáneres principales funcionen en una hora, y luego podremos buscar otras formas de vida. ―Ah, pero también necesitamos actualizar nuestra base de datos de especies exóticas. Tres de los muertos eran desconocidos.

Loc frunció el ceño ante el comentario de Raz. ―No podemos hacer eso hasta que las comunicaciones de largo alcance vuelvan a funcionar. Solo puedo hacer una cosa a la vez. Dije que esto tomaría días para repararlo. ¿Y desde cuándo tienen miedo a ser observados? Loc escondió su sonrisa por el gruñido molesto de Zeb. ―Tengo toda la esperanza puesta en un droide sexual que funciona mal―. Raz saltó de la silla. ―Vamos, comandante. Puedes explorar mientras yo obtengo el acoplamiento. ¡Demos arriba!, hermano mayor. Sí, todos querían golpear a Raz a veces, pero siempre hacía el trabajo. ―Cuanto antes tenga el acoplamiento, más rápido podrás comenzar con los propulsores externos. Raz gimió. ―Lo escuchaste―. Zeb le sonrió a Raz. Zeb disfrutaba demasiado atormentando a Raz. ―Tenemos trabajo que hacer, y tengo un misterio por resolver. Raz lo tomó todo con calma. ―Creo que tenemos que salir del negocio de la chatarra y seguir la iniciativa del hermano mayor en la resolución de misterios en toda la galaxia. Loc volvió a rodar los ojos mientras Zeb empujaba a Raz hacia la puerta. Loc volvió a su trabajo. ―Te daré un jodido misterio por resolver―, refunfuñó Zeb. ―Cuando te levantes, puedes resolver el misterio de cuál de nosotros te noqueara por ser un idiota. La risa de Raz resonó a través de la nave cuando salieron de nuevo.

**** Zeb golpeó el panel de control de Jorval. No había poder en ninguno de los sistemas. Sacó su fuente de alimentación portátil y lo conectó a los controles, y se iluminó. Rápidamente, encontró sus registros de viaje y los descargó antes de buscar la esquiva pieza de tecnología que los Jorval custodiaban. Era un misterio cómo el Jorval poseía una tecnología tan avanzada, lo que les permitió doblar el espacio y dirigirse a otras galaxias, mucho más allá de las propias. Una de esas galaxias contenía el planeta del que habían venido a esas hembras humanas, y eso hizo que Zeb se preguntara qué más habían encontrado los Jorval. Sí, eran los principales traficantes de la Galaxia Hellious, pero nadie

sabía mucho sobre quiénes eran en realidad más que unos ladrones codiciosos y egoístas. Pero la galaxia estaba llena de criaturas similares, egoístas y profundamente crueles. Él y sus hermanos habían visto algunos de los peores de la Galaxia Hellious, ya que su antiguo trabajo los había enviado a resolver el peor de ellos, y Zeb se había sentido un poco hastiado y meditando si había algo bueno por ahí en absoluto. El panel emitió una señal sonora exigiendo códigos de acceso, y tocó el paquete de suministro de energía y envió una sacudida simple a través del sistema para cortocircuitar y anular la seguridad interna. Medio sonrió mientras los datos fluían en el chip, y también identificaba en qué parte de la nave se guardaba esa elusiva pieza de tecnología. Si los Demos pudieran controlar esta tecnología, ayudaría en sus esfuerzos para detener el comercio de esclavos entre especies de los Jorval. Algo tintineó justo afuera de la nave. Instantáneamente alerta, Zeb regresó a través del puente hacia el gran agujero abierto de metal retorcido y desgarrado. El alto gemido del cortador láser comenzó, diciéndole a Zeb que Raz estaba ocupado con su trabajo. El suelo estaba blando bajo sus botas negras, y notó que alguien había raspado una flecha. No era sutil. Si el que estaba afuera estaba jugando juegos, Zeb pronto pondría fin a eso. Desenvainó su espada, manteniéndola baja y no amenazante como era posible, decidiendo tomar el cebo y seguir la flecha. ―Muéstrate. No juegues, o no terminará bien para ti―. Él subió la colina hacia un afloramiento de altas rocas. Echó un vistazo alrededor, notando un trozo de tela amarilla sentado en una de las altas rocas a la derecha. Se movió y lo recogió, examinándolo. Se dio cuenta demasiado tarde de que era una distracción, lo que le costó. Zeb se giró por el agudo aguijón en su cuello. Su mano agarrando y tirando de un objeto, registró las marcas de un dardo neutralizador Jorval. Por los Hielos de Demon, no solo estaba envejeciendo, sino que era demasiado lento. Lanzaron la trampa más rápido de lo que pensaba. No había forma de evitar que la droga invadiera su sistema. Su cuchillo chocó contra la tierra rocosa. La droga actuó rápido, sus rodillas se doblaron debajo de él y su cuerpo se estrelló contra el suelo. Se inclinó hacia un lado mientras luchaba contra el lento efecto. Parpadeó rápidamente, mientras una figura se movía en su línea de visión. ¿Estoy alucinando? Un par de pálidos pies, bastante delicados, entraron en su visión oscurecida, y alzó la vista para ver un par de hermosos ojos azul pálido, mirando hacia abajo.

―Sabes que cuanto más grandes son, más duro caen...― dijo una voz femenina y suave, pero su visión era demasiado borrosa como para distinguirla correctamente. Hembra. Joder, siempre supe que una mujer sería la que me derribaría. Él se desmayó.

**** El arrepentimiento instantáneo inundó a Celeste, sus manos temblaban mientras bajaba la pistola alienígena. La tecnología le había salvado la vida, así que siempre lo mantenía en su cinturón. Una semana atrás, mientras exploraba más de la tierra a su alrededor, había sido atacada por una bestia lagartija enorme, mitad peluda, mitad con escamas. Derribándolo, ella volvió corriendo a la seguridad de su refugio en las cuevas. No era la cena de nadie o esclava para el caso. Miró al gran hombre rojo, y recogió su enorme cuchillo mirando por encima de la delicada voluta el mango. Era una hermosa espada. Sacudió su cabeza. Era sensato estar armado aquí. Ella era el menor de los peligros que corrían por este jodido planeta. Deslizó la espada en su cinturón improvisado, antes de agacharse y acercarse con cuidado, en caso de que estuviera jugando a la zarigüeya. Joder, iba a ser un gran alienígena cabreado una vez que se despertara. Sin duda, su hermano gemelo también lo estaría cuando se diera cuenta de que algo andaba mal y la persiguiera. ¡Lo has vuelto a hacer, idiota! Echando la cabeza hacia atrás, maldijo el cielo. ¿Por qué nunca aprendes? Déjalo y corre. Fue uno de los mejores pensamientos que tuvo hoy. En cambio, ella levantó su temblorosa mano y colocó sus dedos contra su garganta. El calor quemó su dedo, hormigueando por su brazo. Lo ignoró, esperando que sus similitudes con los humanos fueran más que superficiales. Dando un suspiro de alivio al sentir su fuerte pulso, retiró su mano. Se quedó mirando su rostro hermoso y limpio, relajado en su estado inconsciente. Era más guapo de cerca, y sus pestañas negras estaban llenas contra el alto ángulo de sus

pómulos. Su mirada se movió a sus labios llenos y sensuales. Apuesto a que estos gemelos eran un éxito para sus mujeres en cualquier planeta del que provengan. Figúrate. Encontrar al hombre más atractivo que había visto y lo había noqueado. Sacudió su cabeza. No dejes que su apariencia te engañe. Es un alienígena peligroso, así que mejor él que yo. No era difícil pasar por alto la forma en que él y su hermano se habían movido con gracia letal a través de la marisma, merodeando con conciencia en cada uno de sus pasos mientras se dirigían hacia la nave accidentada. Sin duda sabían que estaban siendo observados, por la forma en que seguían escaneando su entorno. Estaba medio sorprendida de que hubiera caído en su pequeña trampa. Supuso que su éxito se debía al hecho de que había usado parte de su ropa desgarrada para distraerlo. Ella había permanecido escondida hasta el último segundo, apuntándole rápidamente a su grueso cuello. Asustada de muerte, sintió que no tenía más remedio que atacar primero y derribar al gran hombre rojo. Bien, cachearlo y atarlo. Seguridad primero.

**** Raz se puso rígido, la sensación de hormigueó por su espina dorsal. Una fuerte conexión subconsciente existía entre él y sus hermanos, como con todos los quads Demos. Algo no estaba bien. Uno de ellos estaba... Al no encontrar a Zeb en ninguna parte de la nave, se detuvo para escuchar sus sentidos internos. Si Zeb estuviera muerto, sentiría el corte de su conexión. Esto era diferente, pero eso no significaba que la vida de su hermano no estuviese en peligro mortal. Dejó el cortador láser y se movió en silencio a través de la nave. Manteniendo un perfil bajo, miró por los bordes rasgados a través de la marisma, solo para ver la bota de Zeb deslizarse fuera de la vista alrededor de un conjunto de rocas, justo en la base de la pequeña cordillera, a la derecha de la nave Jorval. Maldita sea, Zeb estaba en peligro. Fuera lo que fuera, se necesitó mucho sigilo y fuerza o mucha estupidez para eliminar a uno de los mejores luchadores Demos conocidos en la Galaxia Hellious. Raz desenvainó su cuchillo. Tendría que estar en guardia y apurarse, antes de saber quién era la criatura que acababa de llevarse a Zeb.

Tocó el comunicador de su muñeca. ―Código cuatro, Zeb ha sido derrotado, rastreador de asalto. ―Entendido, ¿necesitas respaldo en la ubicación? ¿A qué te enfrentas?―, Respondió Kue. Raz pensó rápido. ¿Necesitaba respaldo de sus hermanos? Les tomaría a sus hermanos minutos llegar a ellos. Más vale prevenir que curar. Todavía no sabían lo que el Jorval había estado transportando, y quienquiera que hubiera derribado a Zeb podría haber sido de los restos o algo más en este planeta. ―Agresor desconocido, será mejor que traigan sus culos aquí. La potencia de fuego puede ser necesaria. ―Entendido, espera en resguardo, hermano. Kue fuera.

**** La nebulosa conciencia volvió a la mente de Zeb. Su entrenamiento y años de experiencia en operaciones encubiertas lo habían preparado para todas las situaciones posibles. El instinto le dijo que permaneciera inmóvil y que mantuviera la respiración estable, para no alertar al enemigo. Sus brazos estaban detrás de su espalda, así que flexionó los músculos de sus brazos, y sintió el endurecimiento de sus muñecas atadas. Él contuvo su bufido. Recorrió con el pulgar la fibra cruda con la que había estado atado. No le tomaría demasiado liberarse. ―Sé que estás despierto―. Esa voz. Inconfundiblemente femenina, pero suave, casi musical. Incapaz de contener su curiosidad, abrió los ojos solo para mirar los mismos suaves, azul pálido, unos que había recordado antes de desmayarse, pero estaban llenos de vacilación y miedo. Como un puñetazo en la parte media de su cuerpo, el golpe de la bonita cara redondeada con las mejillas sonrosadas le hizo respirar hondo. Su mirada bajó por su ropa desaliñada. Parecía haber sido diseñado a partir de diferentes revestimientos de la carga. Las tiras subían por sus piernas y por su cuerpo para mantener la ropa improvisada en su lugar. A

pesar de la suciedad, la parte superior de su cabello brillaba en la luz pálida, con una mezcla de marrones oscuros, dorados y rojos. Zeb había visto imágenes de algunas de las hembras humanas en Galafrax y las había visto con indiferencia. Ahora, estar tan cerca de una, estaba completamente aturdido. Sin mencionar que ella arrojó las Llanuras de Fuego sobre él, al administrar un ataque furtivo sorpresa para derribarlo. Al echar un vistazo rápido, no podía sentir que ella le había hecho otro daño que no fuera el pequeño dardo, que su cuerpo había sacado rápidamente de su sistema. ―Yo... yo soy Zeb―. Zeb frunció el ceño ante sus palabras mal formadas. Era un comandante, había liderado muchas misiones exitosas, enfrentó muchas situaciones mortales y sobrevivió. Nunca antes había perdido las palabras, hasta ahora. La perplejidad obvia hizo fruncir el ceño mientras lo estudiaba. ―¿Tú me entiendes? Las piezas ahora estaban cayendo en su lugar. Sus instrumentos no fueron calibrados para detectar la vida humana. Si lo hubieran sido, habrían recogido sus signos vitales en un instante. Loc tenía razón. Necesitaban una nueva nave. ―¿Sí, estabas en la nave Jorval? ―¿Jorval? ¿Así es como esas cosas se llaman? ― Ella negó con la cabeza y se desenganchó algo de su cinturón. Reconoció algunas de las armas y herramientas de Jorval. Notó que le temblaban las manos cuando apuntó con el neutralizador hacia él. ―¿Quién eres tú? ―Soy Zeb. Ella rodó sus bonitos ojos. Detrás de su espalda trabajó en las fibras, que cedieron lentamente bajo su cuidadoso tirón mientras su cerebro volvía a ponerse en marcha. ―Soy el comandante Zeb Nova de la nave de salvamento Reclaimer. Yo y mis hermanos somos Demos del planeta Galafrax. Conozco a tu clase. Eres una hermosa mujer humana. Sus ojos se abrieron un poco sorprendidos antes de estrecharse nuevamente con sospecha. ―¡No soy hermosa!― El pequeño gruñido en su voz repentinamente la hizo muy sexy, pero sus palabras lo preocuparon. ―¡Lo sabía! Sabes que soy humana. Solo apuesto a que estás aquí para salvarme, pero no soy algo que puedas reclamar o salvar. Te lo diré en este momento, comandante Zeb, ¡prefiero morir antes que meterme en otra jaula!

Una mezcla de ira y compasión lo inundó ante sus palabras. Él entendía. Temía que fuera como los Jorval, que maltrataban a las hembras humanas que secuestraban. ―No estamos aquí por ti. Rescatamos naves dañadas y no teníamos idea de que estuvieras aquí. Créeme, teníamos problemas en el motor y teníamos que hacer reparaciones. Mi gente sabe mucho sobre las mujeres humanas, porque ellas...― Desde detrás de ella vio a Raz, pero antes de que pudiera negar con la cabeza en señal de advertencia, Raz saltó sobre su objetivo. Un grito se desgarró de su garganta cuando el pesado cuerpo de Raz se estrelló contra ella, derribando el arma con un grito sofocado y quedando debajo de él. ―Raz, idiota, sal de ahí. ¡Ella es una mujer humana!

**** El bramido del comandante Zeb hizo que el hombre rojo encima de Celeste se congelara. ―¿Mujer humana?―, Repitió el que se llamaba Raz, antes de hacer lo que solo podía describirse como un push-up, levantándose de ella, al mismo tiempo, inmovilizando sus brazos en el suelo. Sus amplios y curiosos ojos dorados la miraron. Ella jadeó para respirar. Su peso y su repentino tacleo la habían dejado sin aliento y en estado de shock, y partes de su cuerpo palpitaban de dolor. Él soltó sus muñecas y se sentó sobre sus talones. Desde su posición de cuclillas, su mirada dorada y fundida la recorrió de la cabeza a los pies. ―Una mujer humana, y aquí estaba pensando que alguna bestia de este planeta estaba planeando hacer de ti una comida, hermano―. Él sonrió, volviéndose hacia su hermano. ―¿Estás herido? Un parpadeo de irritación apareció en la mirada de Zeb mientras miraba a Raz. ―Difícilmente, se necesita más que un neutralizador para hacerme daño―. ¡Preocúpate más por ella, cerebro de hielo! El comandante Zeb seguía sentado junto a la roca que ella había logrado apuntalar con lo que parecía un cuerpo de cien toneladas. Se frotó las muñecas, que ahora estaban libres de sus ataduras. Podría haber jurado que estaban

apretadas. Tragó saliva, al darse cuenta de que había subestimado su fuerza, y que ni una vez había tenido el control de la situación. Joder, estoy realmente jodida ahora. ―Lo sospeché, pero nunca... Estaba sucediendo todo de nuevo. El miedo la cortó profundamente. Lucha, escapa, corre antes de que te empujen a otra jaula o hagan algo aún peor. Respiró hondo y profundamente, mientras la atención de Raz estaba en el comandante Zeb. Ignorando el dolor punzante en su pie izquierdo, ella acurrucó su pierna derecha, antes de golpear su pierna tan fuerte como pudo contra la entrepierna de Raz. Alien o no, por su dolorido gruñido y maldición, había golpeado un punto sensible. De ninguna manera estaba esperando a disculparse o mejor, besarlo. Tan rápido como su cuerpo medio muerto de hambre pudo hacerlo, se revolvió hacia atrás, se puso en pie de un brinco y salió corriendo como el conejo asustado que huye del zorro. ¡Corre! Al no ver hacia dónde iba, la hizo chocar contra algo muy sólido, rebotando en un amplio pecho macizo, pero dos brazos de acero salieron disparados y la agarraron antes de que ella pudiera caer sobre su culo redondo. ―Whoa allí, ¿dónde está la tormenta de fuego? Ella levantó la vista y se quedó sin aliento. Giró la cabeza y vio otra cara idéntica. Por su visión periférica, vio a Zeb y Raz de pie. La cara de Raz estaba ligeramente pellizcada, y él estaba frotándose donde ella le había dado una patada. ―¿Trillizos?― Ella resopló, todavía tratando de llenar sus pulmones de aire. ―Quads en realidad―. Apareció otro hombre rojo idéntico, y él enfundó el arma en su mano. ―¿Es realmente una mujer humana?― El cuarto la miró, sus ojos brillaban con gran interés. ―Paren ustedes dos. ¿No ven que está muerta de miedo?―, Espetó Zeb, todavía irritado. Raz resopló. ―¿Ella está asustada? La pequeña demonio intentó hacerme un no Demos. Mi pobre vara nunca volverá a ser la misma―. No parecía enojado, más bien divertido.

―Cualquier criatura arrinconada y temiendo por su vida ataca. Tercera ley de la naturaleza. Endurécete Raz, ella apenas te tocó―. Zeb empujó el hombro de Raz y se movió hacia donde el otro todavía la sostenía. Ella luchó, el pánico la inundó. Iban a vengarse de ella y lastimarla. ―Tranquila, hermosa, no vamos a hacerte daño. Lo juro por mi honor como un soldado Demos―. Zeb inclinó su cabeza ligeramente, su rostro se relajó en una hermosa sonrisa. ―Técnicamente ya no somos soldados―, dijo el cuarto hermano, y él también le sonrió. ―Hola, bonita, soy Loc, y él es Kue. Miró con los ojos muy abiertos a Kue, cuyas manos en sus brazos parecían bandas de acero. La cabeza de Celeste giró, sin saber qué hacer con las bromas de los quads. Era como una pesadilla que se había transformado en una extraña rutina de comedia. ―Semántica, Loc. El juramento sigue en pie, una vez soldado Demos, siempre lo seremos. El hecho es que somos hombres de palabra y prometemos que no te haremos ningún daño―. Zeb señalo con la mano a sus hermanos. Por lo que ella podía ver, todos tenían características idénticas, aparte de su ropa y cortes de pelo. Su nariz se arrugó. Estaba aún más confundida, no por la promesa de Zeb de que no la lastimaría, sino porque seguía llamándola bella. ¿Por qué no la lastimarían después de haber drogado a uno y pateado al otro? ¿Qué iban a hacer con ella ahora que fue atrapada? ―Tranquila. Respira profundo y calmado, no te preocupes por Raz. Él estará bien. No hiciste nada mal. Solo estás asustada―, dijo Zeb tomándola de los brazos de Kue y gentil pero firmemente girándola para enfrentarlo. ―Maldita sea, estás temblando, pequeña. Por favor, no nos temas. Somos amigos, no enemigos, ¿entiendes? Finalmente, sus palabras comenzaron a filtrarse en su cerebro empañado por el miedo. ¿No me van a hacer daño? ―¿A-amigos?― Balbuceó sintiéndose más tonta con cada momento que pasaba. La sonrisa de Zeb fue amable y comprensiva, aliviando algunos de sus miedos. Ella calmó sus forcejeos y respiró más profundo y más despacio. Miro a los cuatro hermanos. ―¿No van a ponerme en una jaula?

Las cuatro caras se oscurecieron ante sus palabras, sus ojos brillando con el mismo peligro letal que había notado en los dos primeros hermanos, en el momento en que los había visto, incluso desde lejos. ―No, hermosa, sin jaulas. No me importaría matar a los que sí lo hicieron―. Los ojos de Zeb brillaron con una promesa mortal. ―Lo que sí tenemos, encantadora, son baños calientes y comida, camas blandas en nuestra nave, incluida nuestra promesa de seguridad. Nuestra nave es vieja y necesita arrojarse al montón de chatarra, pero mis hermanos de vientre suave no pueden prescindir de sus comodidades―. La media sonrisa de Raz lo hizo parecer más pícaro. Celeste parpadeó con incredulidad. ¿Está coqueteando conmigo incluso después de que le pateé las pelotas? ―No estás enojado conmigo por...― Sintió que el calor le subía por el cuello y bajó los ojos. ―No, encanto, voy a estar dolorido por un tiempo, pero entiendo. Lo siento, salté sobre ti y te asusté. ¿Estás herida de alguna manera?― Ella sacudió su cabeza. ―Yo... no lo creo. ―Solo queremos cuidar de ti, lo juro por la vida de mi comandante―. Raz movió sus oscuras cejas juguetonamente, pero ella solo lo miró. ¡Él está coqueteando conmigo! ―Te pondré en la celda por eso, Raz―, refunfuñó Zeb. ―Técnicamente, tampoco tenemos una celda―. El útil comentario de Loc le valió una amarga mirada de Zeb. Loc no pareció darse cuenta mientras continuaba sonriéndole burlonamente. ―Parece que has estado viviendo duro, pero ahora te protegeremos. Cumpliremos con todas tus necesidades, para que no tengas que preocuparte más―, dijo Zeb. El llamado Kue se acercó más. ―Ven conmigo. Te acompañaré a nuestra nave, si eso está bien. Me gustaría verificar tu salud. Debo decir que estoy impresionado, no solo sobreviviste a ese accidente, sino que, según mis datos, la nave Jorval se estrelló hace catorce días de Galafraxian. Los Jorval son conocidos por usar moduladores de alimentos.

―Había paquetes de comida, pero yo... casi me he quedado sin ellos―. Echó un vistazo a cada uno de ellos, todavía muy insegura en torno a estos musculosos, apuestos y rojos hombres parecidos a los humanos. El calor le quemaba la cara cuando su estómago eligió ese momento para quejarse de su falta de comida. ―Tenemos mucha comida para ti, dulzura―. Kue sonrió amablemente. ―Y el accidente. ¿Cómo...?― Zeb se calló, su rostro volvió a oscurecerse. ―¿A cuántos otros humanos secuestraron? Tragó saliva cuando la culpa renovada nuevamente la atravesó. Ella había sobrevivido cuando las otras no, y era su culpa que estuvieran muertas. ¿Pensarían diferente de ella si supieran eso? Ella no se merecía esto, su amabilidad, especialmente después de que, más o menos, había planeado robarlos. ―Había otras tres, y tres de esas cosas Jorval. La mano de Zeb se deslizó hasta su muñeca antes de dejarla ir por completo. ―¿Cuál es tu nombre, hermosa? Levantó la mirada para encontrarse con la de Zeb. ―Soy Celeste Coleman, de la Tierra. No entiendo cómo puedo entender y hablar contigo si... somos... uh, diferentes. ―Los Jorvals habrán inyectado un traductor justo aquí―. El dedo de Kue se tocó justo detrás de su oreja, antes de sacudirse parte de su sucio cabello hacia atrás. El calor de su toque corrió por su cuerpo, haciendo que su bajo vientre se apriete de repente, y ella jadeó más ante las sensaciones de su toque. Los otros no deben haber pensado así cuando Kue retiró su mano mientras todos sus hermanos lo miraban como si hubiera cometido un crimen atroz. ―Lo siento, dulzura, no quise asustarte. ―Sabemos que fuiste secuestrada por los Jorval. Esos cabrones son responsables de todos los secuestros humanos―. Ella escuchó el duro tono en la voz de Zeb. ―Son una raza codiciosa y egocéntrica, que solo busca ganancias. Las hembras humanas están teniendo una gran demanda y son mercancía rara. Hasta hace poco, porque nuestra gente ha estado rescatando a cada mujer humana que podemos, y poniendo fin a las actividades de los Jorval.

Ella parpadeó, insegura de si creerle o no. ―¿Lo hacen? ―Sí, pero ahora no es el momento de hablar de esas cosas. Kue, Celeste tiene hambre, está cansada y necesita cuidados. Raz, termina de recuperar ese acoplamiento. Loc, vuelve al trabajo, y Kue, toma a Celeste y ve a atender sus necesidades―. Podía ver por qué Zeb era comandante, y los demás asintieron con la cabeza como si estuvieran acostumbrados a seguir sus órdenes. La sonrisa de Kue fue de deleite cuando él le tendió la mano para que la tomara. Vacilante, levantó la mano y dio un paso hacia adelante, gritando cuando un dolor agudo le subió por el pie. Sintiendo miedo y adrenalina con respecto a su situación absolutamente extraña, y desconcertada por estos cuatrillizos Demos, ni siquiera se había dado cuenta de que se había lastimado el tobillo. Ella se desplomó, pero no golpeó el suelo. Los brazos de Kue se dispararon, como un relámpago, envolviéndola antes de tomarla en sus brazos. Demostrando una impresionante fuerza. Eran fuertes, duros, ex soldados acostumbrados a lidiar con situaciones difíciles, en una galaxia muy extraña. No habían sido más que indulgentes y amables desde que la descubrieron. Frunció el ceño incluso cuando dejó que su brazo se enganchara en el cuello de Kue. Le molestaba tener que admitir su necesidad. Sintiéndose a sí misma al final de su tensión y resistencia, sobreviviendo en este planeta, quería confiar en ellos; solo el tiempo diría si realmente eran fieles a su palabra. ―¡Maldita sea, Raz, le hiciste daño cuando atacaste!― Bramó Zeb a Raz, sorprendiéndola aún más que cuando Raz la había atacado. ―Y la estás asustando ahora―. Raz devolvió la mirada a Zeb, acercándose a su hermano, pero se detuvo y se volvió hacia ella. Kue se había movido, acunándola como si fuera un tesoro precioso que acababa de encontrar. ―Lo siento mucho, preciosa, por hacerte daño―. Su mandíbula se abrió al escuchar su sincera disculpa, haciéndola sentir aún más culpable por patearlo. Ella sintió que sus mejillas se calentaban de nuevo. ―Oh no, no. Lo siento por, eh, patearte―. Su mirada se giró hacia Zeb. ―Y a ti por... el eh, dardo. Oh, tu cuchillo―. Se agitó en las manos de Kue para sacar el cuchillo de su cinturón, sosteniéndolo, manejándolo primero. La cara de Zeb se suavizó al instante y dejando atrás al comandante que ladraba y que había visto un segundo atrás. Cogió el cuchillo, lo colocó en una funda del cinturón y sonrió.

―Gracias, Celeste, y por favor no te disculpes. En tu situación, hubiéramos hecho lo mismo―. Zeb asintió con la cabeza a Kue. ―Kue es muy bueno en curaciones y te cuidará bien. ―Um, está bien. ―Entonces, dulzura, ¿tú y yo?― Kue sonrió alegremente. ―Te arreglaré, no te preocupes. Oh chico. Celeste sintió un nudo en el estómago, una repentina sensación de hundimiento diciéndole que estaba cayendo mucho más abajo en un agujero de conejo alienígena.

Capítulo Tres ―Entonces, ¿cuál es tu plan, oh gran comandante?― Raz estaba tratando de plantar su puño en la cara ceñuda de Zeb por sus tácticas de alto rango de antes. Celeste. A él le gustaba tanto su nombre como la mirada salvaje y desconcertada en su encantador rostro redondo y rosado y sus grandes ojos azules pálidos y acuosos. Medio sonrió al ver que ella los había sorprendido a él y a Zeb, algo que no era fácil de hacer. Ella tenía fuego y lucha. Incluso si su ropa era un trapo y su cara un poco sucia por vivir a lo bruto, todavía era una exótica belleza exuberante. No es de extrañar que las hembras humanas tuvieran tanta demanda en Galafrax. Eran tan diferentes de las mujeres de su especie. Frunció el ceño, pensando en su condición, frágiles hembras humanas, tratadas como nada más que cargamento para el Jorval. Medio quería reanimar a los traficantes muertos solo para matarlos de nuevo. El dolor, el miedo y el completo cansancio que vio en los ojos de Celeste se habían sentido como un gran estallido láser en su pecho. Se relajó un poco, sabiendo que Kue se aseguraría de que estuviera bien cuidada. Su hermano menor, a pesar de ser tan mortal como cualquiera de sus otros hermanos, tenía un lado profundo y tierno, uno que Raz sabía que su hembra humana fácilmente aceptaría. Después de tener un sabor muy amargo de lo que las mujeres Demos eran capaces de hacer, nunca quería tratar con ellas de nuevo. Celeste abría una nueva gama de posibilidades, dándole un nuevo sentido de esperanza y propósito. Mía, nuestra A Raz le gustó cómo sonaba eso en su cabeza. ―¿Para qué?― La respuesta de Zeb estuvo medio ausente, irritando aún más a Raz. ―Para Celeste, cerebro de hielo―. Él rechazó el insulto que Zeb había usado. Zeb frunció el ceño mientras miraba hacia arriba desde el otro lado del acoplamiento. ―No hay un plan. Quítate de la cabeza tu jodida vara, ¿o has roto el droide sexual otra vez? Raz dejó el cortador láser, apretando el puño. ―¿Qué quieres decir con ningún plan? Tenemos una mujer humana muy hermosa. ―¿Y que?

―¿Eres tan estúpido? La mantenemos, por supuesto. ―No―. Zeb ni siquiera se molestó en mirarlo. Raz se movió alrededor del motor Jorval y se plantó frente a su hermano mayor. ―¿Qué quieres decir con que no?― Raz no pudo evitar el gruñido de su tono. Zeb eligió ignorarlo, y continuó tirando del acople ahora aflojado. ―Ella es una mujer, y no necesitamos otra complicación en nuestras vidas. Cuidamos de ella, la tratamos con respeto y luego la llevamos a salvo a las autoridades galafraxianas más cercanas. Hermano mayor o no, Zeb era jodidamente estúpido para dejar que sus prejuicios contra la última hembra que compartieron se interpusieran en el camino de ver la oportunidad abierta justo en sus frentes. ―Celeste no es Demos. ―No importa. Las hembras son hembras Solo porque no puedas mirar más allá de tu vara, no significa que yo también deba hacerlo. ―¡Esto no se trata solo de follar!― Raz había alcanzado el umbral de tolerancia para su estúpido hermano mayor. Zeb claramente anticipó su golpe, agachándose antes de que el puño de Raz se conectara con su cara. Bailó hacia atrás. ―Yo ordeno en esta nave, no tú―. ―¡Pon tus prioridades en orden!― El rugido habitual de Zeb no tuvo ningún efecto en Raz. ―¡Mis prioridades están en orden!―, Gruñó Raz. ―Quiero cortejar a Celeste, y nadie me detendrá―. Era una promesa, no una amenaza. ―¿Qué hay de ella? ¿Qué pasa si ella no te quiere?― Las palabras de Zeb detuvieron a Raz en seco. Recuerdos de palabras desagradables e hirientes aparecieron en su mente. Ella se los había dicho en sus caras. La que una vez llamaron "Sheraz". Raz retrocedió un paso e inspiró varias veces para calmar el fuego en su sangre y los latidos de su corazón. Miró a Zeb. Claramente, la disolución de su unidad familiar había quemado a su hermano mayor a un nivel más profundo de lo que él o alguno de sus hermanos se habían dado cuenta.

La lucha se desvaneció de Raz. ―No es lo mismo, hermano. Celeste es humana, y sé que ella no será igual. Ella dijo que lo sentía por los dos y lo dijo en serio. ¿Alguno de nosotros habría hecho eso? Zeb negó con la cabeza. ―No sabes que ella no será igual. He oído que algunas de esas hembras humanas son tan exigentes como las nuestras. Zeb estaba equivocado. Raz podría sentirlo hasta su alma. Celeste no era igual. Podía ver lo especial que era, en sus grandes ojos. La pena llenó a Raz mientras miraba a Zeb, y deseó que hubiera una manera para que su hermano mayor superara su pasado, como lo hicieron él y los demás. ―Haz lo que quieras, hermano, pero no puedes evitar que yo o los demás intentemos ganarla. Zeb frunció el ceño, pero no dijo nada porque sabía que nada desviaría a Raz de su nueva misión. Era curioso cómo todos eran igualmente tercos. Raz oró silenciosamente que tampoco fuera el final de su hermandad.

**** Celeste parpadeó de nuevo a Kue mientras colocaba un pequeño instrumento de forma extraña sobre su tobillo, haciéndole hormiguear. Kue conversó agradablemente, llevando su peso sin quejarse a través del pantano y subiendo por la rampa de su gran nave, a través de un laberinto de pasillos y dentro de una habitación grande, con varias camas altas como cunas sobre el piso, claramente para propósitos médicos. Hasta ahora eran fieles a su palabra, y nada malo había sucedido. En cambio, Kue la trató como si estuviera hecha de vidrio hilado. Fue una especie de shock difícil de absorber, después de tanto tiempo de ser tratada como nada y nadie. Agregue a eso el secuestro y semanas sola, sola luchando por sobrevivir. Aquí estaba este guapo alienígena siendo tan dulce y amable con ella. Las lágrimas pincharon la parte posterior de sus ojos. Ella no merecía ser tratada tan bien, y no merecían encargarse de ella. Bajó la cabeza, tragando el nudo en su garganta. ―Lamento que no tengamos la última carga de datos sobre el tratamiento de humanos. No creo que ninguno de nosotros esperara tener contacto cercano con uno―. Él sonrió de

nuevo, colocando su pie hacia abajo. Kue le dio la espalda para poner los artilugios que había usado para tratar su tobillo. ―Es un esguince simple, así que recalibré el modulador muscular para ayudar a sanar tu estructura muscular más delicada. ¿Hay algo más que te duela? No se había dado cuenta de que estaba de pie frente a ella otra vez mirándola en silencio, estudiándola. Ella vio sus dedos antes de sentirlos moverse debajo de su barbilla, levantando su cabeza, obligándola a encontrarse con su mirada preocupada. ―Belleza, no estás bien, ¿o sí? Ella tragó de nuevo. ―Yo... no quiero ser una carga. Me iré si has terminado―. Ella logró ahogar las palabras. Kue frunció el ceño y miró a su alrededor. Enganchó un taburete ancho con su pie y lo adelantó antes de sentarse. Bajó su volumen a la misma altura de donde estaba sentada, y muy suavemente y con ternura le quitó el cabello sucio y enmarañado de su cara. ―¿Qué te hace pensar que eres una carga? Confía en mí cuando digo que los cuatro de nosotros nunca hemos estado más contentos de que te hayamos encontrado. Es un honor cuidar de ti y de ninguna manera eres una carga. Su visión se volvió borrosa, y los cálidos rastros mojados se quedaron en sus mejillas mientras sus lágrimas se derramaban sobre el borde de sus ojos. ―No sabes lo que he hecho. No merezco esto, eres tan amable. ―Dudo mucho que hayas hecho algo para hacerme pensar diferente. ¿Me dirás por qué piensas esto? Ella no pudo contenerlo por más tiempo. La necesidad de confesar su crimen estalló. ―P-porque maté a todos en esa nave. ―De alguna manera lo dudo, ¿pero me contarás todo lo que puedas recordar? Ella cerró los ojos, su mente volviendo a ese horrible momento en la nave Jorval. Nunca debería haber caminado aquella noche de luna llena.

****

Celeste tiró de su cuerpo drogado y lento, viendo los barrotes que la rodeaban. Era una jaula no más grande que una perrera. Debajo de ella había un piso de metal frío. Estaba en el extremo de una fila de jaulas, junto con otras mujeres en su misma situación. Al principio hubo tristeza. Luego desesperación, a medida que pasaban las horas, se convirtió en ira. Pero Celeste mantuvo su enojo, negándose a dejarlo ir, incluso cuando las otras tres mujeres se habían derrumbado, derrotadas por la humillación y devorando el hambre en sus estómagos. Claramente, estos seres alienígenas tenían a las mujeres humanas de la misma manera que la carga en cajas amontonada a su alrededor. ¿Qué derecho tenían para hacer esto? ¿Pero quién estaba allí para detener a las criaturas con tecnología altamente avanzada? No su especie, que tenía problemas incluso para llegar a la luna. Fue un hecho difícil de tragar. Ella, junto con las otras tres, se alejaban de la Tierra y nunca vería el cielo azul ni respiraría el aire humano nuevamente. Aun así, no detuvo la mente de Celeste, constantemente pensando en escapar y vengarse. Pasaron horas interminables con nada más que agua, y se debilitaron. Su mente se inclinaba más hacia darse por vencida como las otras mujeres. En este punto ella sopesó las posibilidades en su mente. ¿Dónde estaría mejor? ¿De vuelta en la Tierra, sufriendo a manos de su ex idiota, siendo constantemente ignorada y diciéndole lo inútil que era? En la Tierra, al menos, tenía ropa y comida. Aquí estaba desnuda, medio muerta de hambre, con un destino desconocido a manos de criaturas alienígenas. Era una broma cósmica completa. Tragó saliva y se apoyó contra la puerta, jadeando cuando se abrió. Se giró, sentándose sobre los talones, mirando la grieta abierta durante un largo momento, tratando de entender si esto era real o una alucinación. Tentativamente, ella extendió la mano y la abrió más. No, no era una ilusión en absoluto. ¿Era esta la señal por la que había estado orando? Debió haber sido un descuido de parte de sus captores cuando metieron agua en su jaula. Echó un vistazo a las otras mujeres, durmiendo irregularmente en la oscuridad, antes de salir gateando. Le dolían las extremidades y la espalda, y las extendió lentamente, de

pie en toda su altura, con las piernas débiles y tambaleantes. Las vibraciones de la nave la estremecieron desde las plantas de sus pies hasta la parte superior de su cabeza. Miró nuevamente a las mujeres más jóvenes y delgadas. Parecían tan frágiles ¿Sobrevivirían a lo que estos alienígenas tenían reservado para ellas? Habían sido amistosas, solo unas con otras para consolarse a través de esta prueba. Sin duda estarían tan débiles, si no más, después de morir de hambre por lo que parecían días. Echó un vistazo a su desnudo y amplio cuerpo y sus pechos más grandes. Sin duda, sus reservas de grasa la estaban ayudando a pasar este período de hambruna. Tomó una respiración lenta y dio unos pasos hacia adelante. No, ella no las despertaría. Necesitaban descansar. Además, ¿por qué darles falsas esperanzas cuando ella misma no tenía ninguna? Una o más de sus amigas podrían estallar en otro ataque de histeria y traer de vuelta a los alienígenas de orejas grandes y arrugadas para someterlas con más drogas. Ella no podría arriesgarse. Pero, ¿ahora qué? Tenía que estar lejos, una forma de detenerlos antes de que llegaran más lejos de la Tierra. La ira renovada disparó a través de ella. Incluso estar desnuda no la detendría. Ganando impulso, arrancó una pequeña cubierta negra de una caja de metal de carga cercana y la envolvió alrededor de su cuerpo en una toga improvisada. Ella lo amarró con fuerza, pero no tanto como para inhibir sus movimientos. El brillo de varias herramientas dispersas llamó su atención, y tomó un pesado objeto cilíndrico plateado, bastante similar a una llave inglesa grande. En un extremo tenía varias luces parpadeantes. Golpeó su palma sobre el panel de la puerta, como había visto a las criaturas. La puerta siseó cuando se abrió y le dio acceso a un pasillo muy corto. Se dio cuenta de que la nave espacial alienígena no era tan grande, y sospechó era como del largo de un autobús de pasajeros, solo que más ancho y de color extrañamente gris, con naranjas en tonos pastel y salpicaduras de color verde. Olía a sucio y rancio. Negó con la cabeza para eliminar sus pensamientos curiosos, y se centró en lo que era importante. ¿Por dónde? Por las vibraciones que venían de un extremo, supuso que era su sala de máquinas. No había otro plan lógico que detenerlos, detener la nave. Si causaba suficientes problemas, ella tenía la sartén por el mango. Podría exigir que girasen la nave y las

devolvieran a la Tierra. ¿O dejar que ella y las otras tres mujeres vayan a algún planeta seguro y amigable? Le tembló la mano y cerró los ojos. Sabía que había sufrido la mayor parte de su vida adulta y, a pesar de mantenerlas desnudas y en una jaula, estos alienígenas no las habían lastimado, ni las habían vencido. Este era el primer sabor real de libertad que había tenido, pero ¿por cuánto tiempo? Si solo fueran carga, ¿a dónde las llevaban? ¿Serían vendidas en algún mercado alienígena, convertidas en nada más que esclavas? ¡Que se jodan todos! ¡De ninguna manera mi vida terminará así! En el espacio exterior, a manos de alienígenas. Nunca dejaría que otra persona tenga poder sobre ella, para controlar, manipular y abusar. Asintió, más por la seguridad en sí misma, y sus palmas comenzaron a sudar cuando apretó más la llave extraterrestre. La puerta siseó abierta, olores calientes de extraños aceites y otros perfumes mecánicos llenando el aire. Paneles iluminados rodeaban el mamparo de la nave mientras que un sistema de burbujas ovales y naranjas centrales batía un ritmo de estilo tecno mientras aceleraban a través de las estrellas. Destruye el motor. El pensamiento fuerte estalló en su cerebro, pero ¿cómo? Ella lo miró, pero pensó que era demasiado suave. Sus ojos volvieron a los brillantes paneles de la pared. Ahora que podría hacerle algo de daño. Dio tres pasos hacia adelante, luego se detuvo. ¿Qué pasa si daño su soporte de vida? Dos opciones, párate aquí y no hagas nada o arriésgate y comienza a aplastar. No había nada realmente que perder. Con un gruñido, ella balanceó su arma y la derribó con un pesado “PUM”. Partes y chispas volaron a todas partes. Oh, se sintió bien. Ella giró una y otra vez, sin perder ni una pulgada de los controles mientras se movía. Toda su angustia reprimida se derramó y golpeó una y otra vez. ¡No más, no más, no más! Las luces rojas ahora centelleaban y sonaban fuertes alarmas, pero no le importó, incluso cuando algunas de las chispas calientes cayeron sobre su piel, chamuscándola. Oh, ¡a la mierda con todo! Se tambaleó sobre sus pies cuando toda la nave de repente se estremeció violentamente, antes de sacudirse salvajemente, arrojándola contra uno de los paneles.

La puerta se abrió, y extraterrestres de ojos grandes con expresiones de pánico llegaron a la habitación. ―¡Tomen eso, estúpidos cabrones! ¡Aprendan a secuestrar humanos!― Enfatizó sus palabras agitando la llave inglesa hacia ellos. ―¡Has destruido nuestra nave y nuestros propulsores! ¡Nos vas a matar a todos, terrícola tonta!― Bramidos enfurecidos llenaron el aire mientras cargaban hacia ella. Giró violentamente, pero la nave giró repentinamente, arrojando a todos los ocupantes que luchaban en la habitación contra los paneles. Más chispas volaron cuando estalló un incendio. El humo negro llenó el aire. Celeste retrocedió, tropezando con su ropa improvisada, y el dolor explotó en la parte posterior de su cabeza, justo antes de que ella se desmayara.

**** Celeste parpadeó, enfocando la cara pensativa de Kue. Ahora que terminó su historia, contuvo el aliento con el corazón en la garganta, esperando su condena. Ella esperaba su rechazo y ser expulsada y devuelta al áspero y extraño planeta. Lo que ella no esperaba era que la sacara de la camilla y la llevara a sus brazos, que la sostuviera con fuerza y la acunara como lo haría con un niño. Incapaz de manejar su amabilidad, nuevamente se rompió, su cuerpo se llenó de sollozos. Su profunda voz retumbante vibró de su pecho mientras hablaba. ―Eres valiente y hermosa, arriesgando tu vida en tal acción. Nadie en su sano juicio quiere ser esclavizado. No puedo decir que lo que hiciste fue correcto o incorrecto. Si hubiera sido yo o uno de mis hermanos, nosotros también habríamos preferido enfrentarnos a la muerte antes que a un futuro incierto. La falta de condenación solo renovó sus lágrimas. ―P-pero yo... no merezco tu bondad. ―No voy a aceptar eso. No me gusta ver esta carga de culpa que llevas. Intenta dejarla ir. No importa qué, mis hermanos y yo estamos aquí para ti.

―¿Por qué, por qué te importa?― Sus lágrimas disminuyeron lentamente, y los sollozos se calmaron. Cogió un trapo de algún lado para dejarla secarse las lágrimas y sonarse la nariz. ―¿Por qué no debería importarme? No es difícil ver el corazón tierno que tienes en el interior, y alguien que ha sido muy herido. También tengo la sensación de que hay más en tu historia. ¿Realmente la veía con claridad, incluso después de un corto tiempo de conocerla? Ella quería hablar más, pero la fatiga mental y física la agobiaba, haciendo que sus ojos se cayeran y su mente comenzara a nublarse. Era difícil pensar con claridad. Su cabeza se balanceó en un sí, pero no pudo encontrar la fuerza para hablar más. Se dio cuenta de que no había pasado la notificación de Kue. ―Hablaremos de esto nuevamente más tarde. Hice una promesa de cuidarte. Así que baño antes de acostarse. ¿Confías en mí para cuidar de ti?― Ella asintió con la cabeza y, en otra demostración de fuerza, la agarró, él la apoyó en sus brazos.

**** Kue, sumido en sus pensamientos, no se dio cuenta de la entrada de Raz en el comedor hasta que le propinaron un codazo. Muchas cosas le preocupaban acerca de su nueva invitada. Su pecho se tensó por el tormento en sus pálidos ojos azules, tan abrumado por la tristeza y la culpa. Una vez que había logrado limpiarla, su pálida piel brillaba, y su cabello largo hasta los hombros era suave y brillante. Con toda la suciedad desaparecida, ella era aún más adorable de lo que había pensado en un principio. Incluso luchó por mantener las cosas profesionales y simplemente cuidarla, cuando todo lo que quería hacer era besar sus labios llenos y rosados, y explorar toda su suavidad, y protegerla del universo. Todavía no estaba seguro de cómo se sentirían sus otros hermanos, pero sin duda quería conocerla mejor por dentro y por fuera. La experiencia de vida le había enseñado a Kue que nada era tan simple como parecía. Kue levantó la vista de su plato hacia Raz, sacándolo de sus pensamientos sobre Celeste. Él estudió el ceño fruncido de su hermano.

―¿Dónde está ella?― Raz miró alrededor como si esperara que estuviera allí. ―Durmiendo, estaba agotada. La pobre belleza se durmió en la bañera. Se habría ahogado si no hubiera estado allí. La metí en mi cama. ―¿Por qué tu cama? Kue rodó los ojos hacia Raz. ―Fue mi cámara de lavado. ―¿Cómo se ve desnuda? Kue se cruzó de brazos. Típico Raz, siempre pensando en su polla. ―Atractiva, suave, pero no la toqué más que para ayudarla a limpiarse. Yo no soy tú, hermano. Necesitaba cuidado, no ser follada. Raz asintió tomando asiento a su izquierda. ―¿Qué piensas sobre persuadirla de ser nuestra? Directamente al grano, Kue sabía que esto llegaría tarde o temprano de su hermano mayor, al menos lo que respondió a su preocupación inicial. Raz quería retenerla, y él también. Dos abajo, dos para ir. ―Estoy a bordo. Estoy muy atraído por ella. Me dijo lo que sucedió para que la nave Jorval se estrelle, pero me temo que hay más. Si queremos que Celeste sea nuestra, tendremos que pisar con cuidado. ¿Ya has hablado con Loc o Zeb sobre esto? Como si fuera una señal, Loc, viéndose limpio, entró, su mirada también, buscando a la mujer, la misma pregunta en sus ojos. ―Está agotada y durmiendo, así que no te molestes―, dijo Kue antes de que Loc pudiera preguntar. ―¿Es esto una reunión familiar entonces para decidir cómo vamos a cortejarla?― La esperanza brillaba en la mirada de Loc. Kue no pudo evitar su sonrisa. ―Tres de cuatro. ―Podrías decir eso―. Se concentró en Raz cuando Loc tomó el asiento derecho. ―¿Has hablado con Zeb? La apretada mandíbula de Raz y la ira que rodaba de él dijeron más que palabras. Lo había hecho, y no había ido bien.

―Comandante hielo-en su-cerebro está en contra de eso. Pero no me importa Si tengo que romper con él y la tradición, y tomar el primer rango, entonces que así sea. También significa que la tomaré primero. Él puede mantener al maldito robot sexual por compañía por todo lo que me importa. ―¿Él está contra Celeste?― Loc miró a Raz. ―Pero ella es tan... tan pequeña, suave y bonita. ―Zeb es un imbécil, y sigue haciendo referencia a Nazzara. Como si nuestra Celeste alguna vez fuera igual a ella―. Raz se sentó cruzando los brazos, irritado, con su ceño fruncido. Ah, Nazzara, su ahora ex Sheraz. Zeb, más que el resto de ellos, la había considerado la mejor opción para su atención. Habían seguido su ejemplo y habían hecho todo lo que se esperaba de los jóvenes quads exitosos. Ganaron las batallas, la complacieron hasta la satisfacción, le entregaron todos sus caprichos, todas sus demandas. Fue una devoción ciega por parte de Zeb. Todos habían hecho todo lo posible para que las cosas funcionaran, pero el resto de ellos había visto demasiadas grietas inestables en la personalidad de Nazzara como para comprometer su corazón completamente como lo había hecho Zeb. Kue sintió algo muy diferente cuando miró y sostuvo a Celeste, su cuerpo suave y dócil en sus brazos mientras se aferraba a él y lloraba. Sabía que nunca querría dejarla ir. Quería traerle solo sonrisas a su cara y borrar su dolor. Estaba seguro de que los cuatro, bueno los tres de ellos podrían hacer eso. Nazzara había sido demasiado rápida para ir corriendo a los brazos de otros quads, mientras que él y sus hermanos estaban fuera en misiones. Sus vergonzosas acciones los habían enojado. Pero nada de lo que dijeron o hicieron cambió su comportamiento desleal y egoísta. Al final ella se paró frente a ellos y les dijo que solo los había elegido por su posición ascendente en el ejército de Galafrax y que en realidad nunca los había deseado. Los había cortado profundamente, pero en retrospectiva, Kue estaba agradecido de que hubiera terminado antes de poder hacer concebir con Nazzara, como Zeb había querido. Estaba convencido de que la habría ayudado a calmarse. No, si se hubieran convertido en padres, se habría vuelto muy complicado. Después, se habían lanzado al trabajo, Zeb los guiaba en cada misión mortal que se les ofrecía. Luchando por la causa de nadie y descuidando lo que realmente importaba, su vínculo de hermandad. Es evidente que Zeb aún tenía que seguir adelante, al igual que sus hermanos.

―Aconsejo que no nos movamos demasiado rápido, hasta que esté seguro―. Kue se retiró del pasado para dirigirse a sus hermanos otra vez. ―¿De qué?― Raz le ganó a Loc al preguntar, pero ambos lo miraron con expectación. Él había pasado la mayor parte del tiempo con ella hasta ahora. ―Ella está sufriendo. ―¿No la sanaste adecuadamente?― Gruñó Loc, su mirada se entrecerró sobre él. ―No, ella es más como Zeb. El dolor está adentro―. Kue tocó su pecho para enfatizarlo. ―Si ella fuera un hombre Demos, diría que sufrió una gran pérdida y que se separó de sus hermanos. Sus hermanos asintieron en comprensión. No había nada peor que el dolor interno de perder un hermano y romperse. ―Ella ha sido arrancada de todo lo que ha conocido, y sobrevivió en este jodido planeta. Siento que, si podemos conocer la fuente de su dolor, entonces podremos ayudarla a sanar. Lo mejor que puedo pensar es solo seguir brindándole la mejor atención. Mostrarle que nos importa. Los ojos de Raz se movieron hacia él con repentina incertidumbre y un toque de miedo. ―¿Qué pasa si no funciona? ¿Qué pasa si ella nos rechaza? La pregunta quedó suspendida en el aire por un momento. El pecho de Loc se movió con una respiración profunda antes de responder. ―Cada misión en la que hemos estado ha estado plagada de riesgos. Algunos han estado a un pelo de matarnos a algunos de nosotros. Incluso si esta misión es más personal, no podemos simplemente darnos por vencidos antes de siquiera intentarlo. Trataré esto como una misión y le daré más que mi mejor esfuerzo. Raz asintió ante la muestra de sabiduría de Loc, por ser el más joven de ellos. Kue estuvo de acuerdo ciento diez por ciento. ―Cuenta conmigo en ganar a nuestra belleza Celestial. Los labios de Raz se curvaron en una sonrisa. ―Me gusta eso, nuestra belleza Celestial. Incluso Zeb no puede negar que es una belleza, y no necesitamos su aprobación para nuestra misión. Por ahora, estamos de acuerdo en que los tres trabajaremos juntos para cortejarla y ganarla. Todos asintieron con la cabeza. ―Ahora―. La mirada de Raz se movió de Kue a Loc. ―¿Cómo cortejamos y ganamos a nuestra mujer humana?

Capítulo Cuatro Los dolores por hambre en el estómago de Celeste la sacaron de un sueño profundo y sin sueños. Rodó desde su costado sobre su espalda, frotándose los ojos antes de enfocarse en el techo sobre ella. Gris claro, metal rayado miró hacia atrás. Se sentó en una momentánea confusión, mirando alrededor de la habitación que parecía cómoda. La sábana se deslizó revelando su piel rosada desnuda. El calor le infundió las mejillas cuando aparecieron borrosos recuerdos de Kue bañándola y llevándola a esta habitación. Ella no recordaba su voz tranquilizadora y brazos reconfortantes a su alrededor. ¿Rescatada? ¿O era esto una jaula dorada? Una forma de averiguar si realmente era prisionera o no. Al ver algo de ropa que colgaba sobre el borde de la cama, la agarró y tocó el suave material antes de darse cuenta de que era un top negro, al igual que los quads, pero este tenía mangas más largas. Era mucho mejor que las cubiertas de carga, que ella había usado para hacer su ropa. Eran duros, rígidos y le hacían rascar la piel, pero era todo lo que tenía. La parte superior inundó su estructura más pequeña. Había bajado bastante de peso desde que quedó varada en este planeta alienígena. La camisa cayó justo encima de sus rodillas. Recordando un truco que había visto en Internet, sacó los brazos de las mangas para que el cuello de la camisa quedara justo encima de su pecho. Luego se ajustó las mangas y se lo colocó alrededor de su cuerpo antes de atarlo por la espalda. Sonrió ante su obra. Ahora se veía como un pequeño vestido de algodón negro, y también la hacía sentir más cómoda, más humana. Con solo sus dedos para un peine, se los pasó por el pelo antes de acercarse a la puerta. Ella tuvo que alcanzar las pequeñas perillas iluminadas con la mano, pero estaba contenta de que se abriera con un pequeño siseo. En este momento, su estómago ahora controlaba sus acciones. Salivando solo con pensar en la comida, con un giro a la izquierda o derecha para elegir, ella eligió la derecha y la siguió hacia abajo pasando por otras puertas hasta que llegó a un callejón sin salida. De acuerdo, debería haberme ido a la izquierda. Dio media vuelta y se dirigió hacia atrás cuando se abrió otra puerta. Ella se congeló al ver uno de los cuatrillizos. Él no parecía verla, y su mano sostenía una especie de dispositivo plano y cuadrado. Por su pelo corto y su ceño fruncido, se dio cuenta de que era el comandante. ―Uh, ¿Comandante Zeb?

Su cabeza se levantó rápidamente, y ella retrocedió un poco ante su dura mirada., su mirada dorada se suavizó y la recorrió de la cabeza a los pies, solo para volver al ceño fruncido. ―¿De dónde sacaste esa ropa? ―Yo... creo que Kue me dejó la camisa―, tartamudeó, sintiéndose muy insegura con el hombre alto. Era como un gran halcón y ella un ratoncito. Era una sensación extraña, nunca antes se había sentido así entre hombres humanos, pero nunca se había encontrado con un humano de un metro noventa musculoso, con atractivo sexual tan peligroso que ponía su cerebro patas arriba. Aquí el comandante se puso de pie, con los musculosos brazos cruzados, mirándola, y era muy intimidante. Ella dio otro paso atrás, sintiendo que él tomaba todo el aire a su alrededor, por lo que luchó por simplemente respirar. -―Esa es una de nuestras camisetas?― Su tono sugería que no le creía. ―Yo lo cambié, ¿ves?― Ella se giró para mostrarle dónde estaban atados los brazos alrededor de su espalda, mirándolo por encima del hombro. ―Inteligente. Ella se giró, mientras más calor subía a sus mejillas. ―Gracias, realmente lo siento por lo que hice antes. Él agitó su mano. ―Olvídalo. ¿Qué haces aquí en los corredores? ¿Creí que Kue estaba cuidando de ti? De acuerdo, tan claramente el Comandante Zeb no quería que ella vagara por su nave. Ella se movió torpemente de un pie a otro. ―Oh, lo hizo. Lo siento, me desperté y tengo hambre. Disculpa la molestia. Si tan solo me apuntas en la dirección correcta, encontraré mi camino―. Su estómago gruñó de nuevo, y ella hizo una mueca de dolor. ―Te llevaré a la sala de comida, por aquí―. Se giró y marchó por el pasillo. Tenía que correr solo para seguir sus grandes pasos. ―Me preguntaba, comandante, ¿qué va a hacer conmigo? ¿Dijiste que había otros humanos?

―Hay algunas mujeres humanas en Galafrax. No te preocupes. Te dejaremos en el próximo puesto avanzado de Demos, una vez que reparemos nuestra nave, y te llevarán a Galafrax. Sí, se estaba volviendo más claro. Él la quería fuera de su nave. ―¿No puedo irme a casa? Él se detuvo tan de repente que casi se golpeó contra su espalda. A poca distancia de él, respiró su aroma masculino picante. Ella rápidamente dio unos pasos más hacia atrás. ―Galafrax y la gente de Demos te darán la bienvenida. Hay nuevas leyes que otorgan la ciudadanía automática a todas las mujeres humanas. Puede que nunca puedas regresar a la Tierra, pero mi gente se asegurará de que tengas una buena vida allí―. Ella había pensado que no habría regreso a la Tierra, pero aún dolía escucharlo. Apretó los labios con fuerza, pero estaba resoplando por el ritmo acelerado de Zeb cuando abrió la puerta de una enorme habitación, equipada con mesas y sillas metálicas negras, así como otras cosas que parecían máquinas de pinball computarizadas. ―Tengo trabajo que hacer, discúlpame. Observó los poderosos pasos de Zeb mientras caminaba por el pasillo. ―¡Celeste, mi amor, estás despierta!― El entusiasta saludo de Raz la sobresaltó. No fue difícil detectar las diferencias del quad. El cabello del pícaro Raz se apartaba como si pasara los dedos por él. La hermosa sonrisa de Raz era completamente opuesta a la cara ceñuda de Zeb. La sonrisa de Raz iluminaba su rostro, llevándolo de guapo a digno de baba. Él saltó de la silla caminando hacia ella. Tomó sus manos y la llevó a la habitación. ―Ahora esto es impresionante...― La atrajo con una especie de giro de baile mientras inspeccionaba su atuendo personalizado. ―¿Es una de nuestras camisetas? Se ve mucho mejor en ti que en Kue―. Su visión se tambaleó cuando le dio la espalda para mirarla. ―Pero suficiente de esto, debes estar muriéndote de hambre. Kue dijo que estabas tan cansada de tu terrible experiencia que se olvidó de alimentarte. El calor le infundió las mejillas, su adulación y su hambre. ―Yo, eh, podría comer algo―. Un caballo entero, luego perseguir al jinete, si ella pudiera poner sus manos en uno. Ella jadeó cuando él se inclinó, agarró sus caderas y la levantó sobre la silla. La altura de un hombre rojo de metro noventa y ocho habría hecho que le costara subir.

―Toma mi bebida. Se llama purrt. Voy a modularte algo de comida. ¿Qué te gusta, dulce, salado, algo que queme la lengua? ―No nada ardiendo por favor, salado está bien―. No pudo evitar estar infectada por la personalidad vibrante de Raz. Él sonrió ampliamente. ―Como ordene mi adorable Celeste―. Se inclinó con una majestuosa barrida de su brazo. Incapaz de ayudarlo, una risita burbujeó con su descarado trato. Era la primera vez que sonreía, y mucho menos se reía... había olvidado cuánto tiempo. Cogió la taza grande y olió el contenido. Olía dulce, y cuando ella tomó un sorbo, oh wow. Rápidamente dejó que el resto del cremoso sabor a caramelo se deslizara sobre su lengua y se lo tragó, dejando escapar un gemido de placer. Demasiado rápido el resto desapareció en su estómago. Los vapores de agua que la embargaban la asaltaron cuando Raz dejó un gran plato lleno de diferentes alimentos que ella no reconoció, pero no le importó. Le tembló la mano y cogió el utensilio parecido a un tenedor con cinco puntas. ―Gracias―, se las arregló, aguzando algo largo, carnoso y amarillo. Levantándolo a sus labios, tomó una delicada mordida, gimiendo por el completo sabor a plátano con tocino salado. Toda la esperanza de actuar como una dama y comer con más delicadeza, para que Raz no la considerara un cerdo, fue abandonada. Arrancó la carne, masticando y tragando lo más rápido que pudo, tratando de calmar el hambre ardiente. ―Tranquila, te pondrás enferma. Toma un trago entre bocado y bocado―. Colocó una taza alta, claramente hecha para sus manos más grandes, frente a ella. Celeste se obligó a seguir su consejo y aminoró la velocidad, pero al tratar de rodear la taza con una sola mano, casi la deja caer. ―No, esto no servirá―. Raz se sentó junto a ella. Ella habría jadeado si su boca todavía no estuviera llena de comida, cuando la levantó en su regazo y sacó el tenedor de su mano. ―Mejor si te ayudo, Kue me arrancará tiras de piel si te dejo enfermar. Estaba demasiado aturdida por el shock como para protestar, él cortó su comida y la alimentó con el tenedor que le había quitado de la mano. Antes de darse cuenta, había terminado la mitad del plato antes de que su estómago finalmente se apaciguara. Apartó su mano cuando trató de alimentarla más. ―Estoy llena, gracias―. No acostumbrada a sentarse en el regazo de un hombre, y mucho menos en el de un alienígena

atractivo, no sabía muy bien qué hacer. ―Um, puedes bajarme ahora. Estoy segura de que puedo manejarme de aquí en adelante. ―¿Estás incómoda? Ella lo evaluó, su brazo suavemente acariciando arriba y abajo de una manera reconfortante. Ella no estaba incómoda. Simplemente se sentía raro. ―No, pero no estoy acostumbrada a estar sentada así ―¿Ayudaría decir que me gustas tal como eres? Suave y dulce en mis brazos La declaración de nuevo la sobresaltó, y ella levantó la vista para estudiar su rostro, la sospecha entraba sigilosamente. ―¿Por qué dices eso? ―¿Por qué no? Nunca he hablado con nada más que la verdad. Me gustas aquí, me gusta cómo te sientes, y me gusta la forma en que me siento cuando estoy contigo. ―Pero no me conoces, y yo no te conozco. ―¿Qué te gustaría saber sobre mis hermanos y de mí? Pregunta cualquier cosa, y responderemos con toda la verdad. Realmente nos gustaría llegar a conocerte, Celeste. Aún confundida, ella se movió de su regazo, encontrando su propio asiento desde el cual mirarlo, su mente un tornado de confusión. ―Estoy agradecida de que me hayan rescatado, y sé que probablemente nunca volveré a ver mi hogar, pero sé sincero, ¿qué es lo que realmente quieres de mí?―. Ella abrió los brazos. ―Soy solo un ser humano una don nadie sin ninguna consecuencia. He hecho cosas de las que no estoy orgullosa, estoy segura de que Kue ya te dijo eso. De todos modos, el comandante Zeb me dijo que me entregarían al puesto de avanzada Demos más cercano―. Perdió su sonrisa, y su mirada se encontró con la de ella. Ella podía ver su mente funcionando, procesando todo lo que le había dicho. ―Primero, no escuches nada de lo que dice el comandante―. Celeste tragó saliva en el duro tono de su voz y se abrazó. ―Segundo, ¿es eso lo que crees de ti misma, que no eres nadie?―. Él negó con la cabeza. ―Las hembras humanas son raras y más atesoradas en nuestro planeta que incluso nuestras propias hembras. Te convierte en la persona más valiosa de toda la Galaxia Hellious.

―No, yo... ellos...― Las emociones y los recuerdos la inundaron. No valgo nada, nada más que una puta gorda, alguien a quien usar. Debería haber muerto en este planeta, sola. Lágrimas punzantes pincharon la parte posterior de sus ojos. ―Solo soy una mercancía para ti. ―Cariño, no…―. Él le arrebató las manos antes de que pudiera poner más distancia entre ellos. ―En el momento en que vi tu hermosa cara, estaba perdido. Tú has cautivado a mis hermanos y a mí. Queremos que te quedes con nosotros, nos conozcas y nos des la oportunidad de conocerte. La calidez de su mano cubriendo la de ella, la total sinceridad en su rostro la desconcertaba y la ponía a la defensiva. ―Deja de decir basura así. No soy hermosa ni encantadora. Sólo soy… ―¡Basta!― El gruñido de su garganta la sobresaltó tanto como su repentino tirón en su brazo, haciéndola caer contra él, sus manos en sus bíceps, y su mano se aferró a su pelo abrazándola mientras tomaba posesión de su boca. Su boca se abrió en un shock total, lo que permitió que sus labios se amoldaran sobre ella, aliviando la presión mientras tocaba y probaba, levantando y presionando, deslizando suavemente su lengua, a lo largo de su labio inferior mientras la probaba. ¡Oh, dulce misericordia! La mente de Celeste giró ante el calor decadente de su boca, y todo se derritió, pero el tacto y la sensación de su boca se deslizaron sobre los de ella. Sus manos parecían tener mente propia, mientras sus dedos se curvaban sobre la piel caliente de sus brazos desnudos. Sus grandes manos se enredaron en su pelo, inclinando su cabeza para darle un mejor acceso, y con un ruido sordo, Raz profundizó el beso, sus grandes brazos envolviéndose a su alrededor para apretarla más contra él. Su lengua entró, y el sabor masculino de él la envió en espiral hacia un agujero negro. Un fuego salvaje de calor barrió su cuerpo, a diferencia de todo lo que alguna vez había experimentado, instantáneamente adictivo. Demasiado rápido ella quería y ansiaba más de esta carrera apresurada a través de ella. Fue arrastrada por Raz, apenas escuchó la puerta abriéndose, el bajo retumbar de voces.

****

―Sabía que no podíamos confiar en él para mantener sus manos lejos de ella―. Loc se cruzó de brazos, mirando a Raz y Celeste, mientras Raz le saqueaba la boca. La vara de Loc ya estaba tan rígida y dolorida que había retirado su concentración de su trabajo, y descubrió que había tenido que volver a conectar el mismo circuito dos veces. Tomaría mucho más de una semana salir de este rocoso planeta si no encontraba algún alivio pronto. Pero el droide sexual ahora metido en el armario de mantenimiento no tenía atractivo. La mujer suave en los brazos de Raz era todo lo que podía pensar. Kue asintió hacia la mesa. ―Al menos dado el plato medio vacío, la ha estado alimentando adecuadamente. Loc gimió al ver a Celeste presionar sus suaves y grandes montículos contra el pecho de Raz. ―Quiero el próximo beso. Ambos han llegado a sentir su suavidad. Todavía no lo he hecho, y quiero mi turno. Celeste se quedó sin aliento cuando Raz la dejó respirar, con los ojos muy abiertos y completamente aturdidos mientras lo miraba. El brillo regordete de sus labios hizo que Loc lamiera los suyos listos para probar. ¡Malditas sean las llanuras de hielo! ¡Él también quería que ella lo mirara así! ―Hermano, mi turno―. Loc empujó el hombro de Raz al mismo tiempo, buscando a Celeste. Arrebatándola del regazo de Raz, en un movimiento calculado, en sus brazos, Loc sonrió ante su premio robado. ―Te tengo ahora, belleza. ―¿Qué? ¡Oh!― Celeste quedó sin aliento. Era tan liviana y fácil de sostener, con la sensación de los montículos de su pecho presionados contra su pecho, sus dedos agarrando su camisa, sus ojos muy abiertos en confusión, pero ella no luchó. Loc se abalanzó sobre la distancia que seguía Raz. ―Maldita sea, Loc, espera. Ella no… La protesta de Kue cayó en oídos sordos cuando el calor de su boca lo inundó. Ella sabía oh tan dulce, muy diferente de la última mujer que había besado en realidad. Aquí no había un frío desapego, solo una dulce calidez y una suave mujer humana. Oh sí, habían hecho lo correcto al decidir hacerla suya. Algo molesto le daba golpecitos en los hombros, y Loc rompió el beso para fruncir el ceño irritado. El puño de Raz repentinamente se plantó en su rostro y lo hizo tambalearse hacia atrás. Celeste fue arrebatada de sus brazos por Kue.

―¡Idiota!―, Le gritó Raz. Loc estabilizó sus pies mientras se frotaba la mandíbula, sus ojos se centraron en su premio perdido, y luego en un enfurecido Raz. Los ojos de Celeste estaban muy abiertos, en claro estado de shock, mirándolo fijamente, mientras estaba acunada en los brazos de Kue. ―¡Había una buena razón por la que la besé! ¡No significaba que tenías que cometer un error y actuar como un primordial come mierda!

**** El shock la atravesó como un balde de agua fría. ¿Qué demonios está pasando? ¿Qué demonios estaba pensando para dejar que Raz la besara así? No es que lo hubiera esperado, o podría haber protestado por su fuerza y la embriaguez total de su beso. Ser arrebatada de sus brazos a los brazos de su hermano, y el hecho de que tuviera un efecto aún peor en sus sentidos, la dejó completamente perpleja. Sí, ese era el problema allí mismo. Ella no había estado pensando en absoluto, y su cuerpo se había hecho cargo. ―Está bien, dulzura. ¿Estás bien? ¿Te lastimó uno de esos idiotas?― Tardó un momento en darse cuenta de que ahora estaba acurrucada en los brazos de Kue otra vez, sus ojos dorados estudiándola. Lentamente, ella negó con la cabeza, incapaz de encontrar alguna palabra, pero, ―¿Vas a besarme también? Su mirada se posó en sus labios. Todavía podía sentirlos hormigueando por las secuelas de la exploración de Raz y el asalto apasionado de Loc. ―No es que no quiera, pero no te besaré, dulzura, hasta que me lo pidas. ―Oh, está bien―. Pero la pregunta que no pudo evitar dejar escapar. ―¿Por qué lo hicieron? ―Oh, sé por qué―. La voz de Kue se redujo a un gruñido bajo, que envió renovados escalofríos por su espina dorsal.

―Tenía una maldita buena razón―. Raz empujó a Loc fuera de él, acechando hacia ella, haciendo que la mano descansara sobre la solapa de Kue de su parte superior. ―Mis hermanos y yo somos muchas cosas y hemos hecho muchas cosas en nuestro tiempo, pero una cosa que nunca hacemos es decir mentiras―. Su mandíbula cayó ante las palabras feroces de Raz. ―Lamento perder los estribos, pero cuando dijiste que no eras encantadora, tenía que mostrarte la verdad, incluso si no lo creías. ―Solo quería mi turno―. Loc sonrió pícaramente. ―¿Cómo puedo resistir a una mujer tan hermosa? El hielo se deslizó por sus venas cuando de repente quedó muy claro lo que querían. Tres hombres grandes, sin duda muy sexuales, también. Ella no era más que un trozo de carne para ser utilizado por placer. ―Bájame―. Necesitaba espacio entre ella y estos hombres. Alien o no, seguían siendo hombres, caminando por ahí buscando cualquier cosa que les sirviera para meter sus pollas. Por lo que ella podía decir, era la única falda disponible en su nave. Kue obedeció su orden, colocándola cuidadosamente sobre sus pies, su ceño aún fruncido en preocupación, mientras continuaba estudiándola. La cólera hervía en sus venas, y su temperamento se elevó. Había tenido suficiente gente en su vida usándola como si no fuera nada, y de ninguna manera ella creía que el hermoso discurso de Raz sobre que la besaba porque ella no creía que fuera encantadora. ―Veo muy claramente, todo lo que ustedes quieren es joder con cualquier hembra disponible. ¡Bueno, todos pueden irse a la mierda! No soy ese tipo de mujer, ¡así que vayan a buscar a otra persona para meter sus pollas! Con un bufido ella pisoteó hacia la puerta y la atravesó cuando se abrió automáticamente para ella. ―¡Maldito demonio de hielo, Raz! ¿Así es como haces nuestro gran plan para ganarla?― Ella sabía que era Kue quien gruñía a Raz. Escuchó eso mucho antes de que la puerta se cerrara. Celeste estaba de pie en el pasillo, descalza, mirando el largo pasillo, sin saber qué hacer ni a dónde ir. Todo su cuerpo tembló cuando una nueva especie de miedo inundó sus sentidos, esos sentimientos de desesperanza. Era incluso peor que estar sola en este planeta.

Del tipo en que sentías que el estómago te roía, de estar en una multitud de personas, pero aun completamente sola. La necesidad de descomponerse, ya que sus emociones colgaban de un hilo delgado. Apretó su puño y resopló. No, no voy a llorar nuevamente. ¡Estoy harta de llorar todo el tiempo, harta de ser la víctima! La puerta se abrió. ―Encanto, lo sentimos. Por favor, vuelve. No solo te queremos por placer. Incluso si Raz lo tiene en su mente más que el resto de nosotros. Ella giró sobre Kue, su enojo y frustración se desvanecieron. ―No estoy aquí para ser un juguete o ser jodida por ti o por cualquiera. ¡Metan eso en sus enormes cabezas ahora mismo! Sus ojos se abrieron ante su arrebato. Abrió la boca, pero Raz de repente lo empujó hacia afuera. ―No eres un juguete, Celeste. Por favor, déjanos explicarte. Sí, queremos follarte, pero hay mucho más que eso. Queremos que seas nuestra Sheraz. ―¿Eres más lento que un glaciar? No solo dejas escapar tu intención de esa manera―. Kue le devolvió a su hermano. Pecho a pecho se miraron el uno al otro. Por alguna extraña razón, una renovada llamarada de calor la recorrió al ver que intentaban mirarse unos a otros. Tan masculino, tan alfa, entonces... Negó con la cabeza, empujando hacia abajo esos pensamientos, centrándose en su enojo. Ella no sabía lo que era una Sheraz, pero no estaba esperando averiguarlo. ―Realmente no me importa. Está claro que no les importa lo que quiero. ―¿Qué quieres, encantadora?― Kue entró primero. ―¡Quedarme en el infierno sola!―. Miró a cada uno de ellos antes de girar sobre sus talones y marchar por el corredor y girar a la derecha. Después de sus primeros esfuerzos, no tardó en atrapar y seguir el olor familiar y la brisa del aire del planeta. La llevó a la rampa de esta enorme nave. Examinó el área que los rodeaba, luego miró por encima del hombro, medio esperando que uno de ellos la siguiera, medio feliz de no haberlo hecho. Suspiró, sin querer dejar la seguridad y la comodidad que estos alienígenas habían ofrecido, incluso si solo querían meterse bajo sus faldas. Su mente giraba con pensamientos confusos y contradictorios. ¿Sería tan malo? Eran fuertes, y mucho más sexy que cualquier hombre humano que ella había visto nunca más allá de un actor de Hollywood, incluso si eran de color rojo

caramelo. Tenían toda la apariencia de querer cuidar de ella. Se estremeció, a pesar del calor en el aire. Todo en su vida tenía un precio a pagar. Buscó en su memoria mientras caminaba descalza por la rampa y trepó a una gran roca para sentarse y reflexionar sobre las cosas. No importaba cómo lo intentara, no podía recordar haber recibido un toque genuino y amoroso de parte de nadie. Ninguno de los que la cuidaban desde que su madre la dejó. Ella era una carga, pasada, y solo se usaba si alguien quería algo. ¿Por qué estos grandes hombres rojos serían diferentes? Todo lo que querían era usarla y abusar de ella como todos los demás.

Capítulo Cinco Zeb se detuvo en la rampa de la nave. Celeste se sentaba en la cima de una roca, con la espalda encorvada. Admirando la curva de la forma femenina de Celeste, sentada cruzada de piernas, mostrando el blanco cremoso de sus piernas. Gruñó mentalmente ante su díscola vara al alargarse y endurecerse al verla. Empujó los pensamientos en el fondo, incluso si su cuerpo se negaba a cooperar. ¿Qué estaba haciendo ella aquí, en lugar de dentro de la seguridad de la nave? ¿Por qué ninguno de sus necios hermanos la estaba cuidando? Él frunció el ceño, asumiendo que tenían que haber hecho algo para sacarla de la nave. Con sigilo practicado, se movió para pararse detrás de ella. La luz del sol que se desvanecía recogía ricos reflejos de oro y rojo en su cabello limpio, y su cuello pálido inclinado hacia un lado, mostrando una gracia elegante. Ella miró hacia la distancia, claramente perdida en sus pensamientos. Su pecho se sacudió en un triste suspiro. No queriendo asustarla, se aclaró la garganta. Ella se puso rígida. Su cabeza se levantó, la cortina de su pelo ondulándose mientras se volvía para mirarlo. Sus hombros se relajaron visiblemente, y ella giró la cabeza. Sí, sus hermanos habían hecho algo para hacer que quisiera abandonar la nave.

**** ―Tranquilízate, Celeste"―. Una voz profunda retumbó haciendo que se congelara y girara. El alivio la inundó, viendo que solo era Zeb. Este era un hermano que no parecía tener prisa por saltar a sus huesos. Parecía tranquilo y concentrado, sus ojos curiosos. La hizo relajarse un poco. Se sentó en la roca a su lado, sin tocarse, y se unió a ella mientras contemplaba la neblina violácea del crepúsculo que se extendía por la tierra cuando el sol del planeta se hundía detrás del horizonte.

―Honestamente, no entiendo a tus hermanos―. Sus palabras salieron en un suspiro, cuando de repente sintió la necesidad de hablar con alguien. ―¿Qué han hecho esta vez? Celeste vaciló, insegura. Estaba más tranquilo y tenía más control que los otros tres, y ella sentía que podía confiar en su tranquila paciencia. Tomando una respiración profunda, ella levantó sus rodillas. ―No es lo que han hecho, es lo que me siguen diciendo. ―Perdóname, pero dudo que se pusieran a insultarte. ―No lo han hecho. Es solo... Miró hacia abajo, su ceja negra se inclinó sobre su frente roja mientras él permanecía en silencio, esperando que ella continuara. ―Siguen diciendo cosas estúpidas como que soy adorable, hermosa, pero no es verdad―. Allí, los hechos de la situación se presentaron sobre la mesa. ―La última parte es posiblemente cierta. Mis hermanos desean darte placer, pero estoy desconcertado. ¿Por qué no crees que eres hermosa? Por qué lo es de hecho. Oh, Celeste sabía que era como tantas mujeres humanas, su auto imagen pisoteada en la tierra por las consideradas "normas" de la sociedad, delgadas y con aspecto perfecto de modelo. Por supuesto, cuando te dicen algo lo suficiente, comienzas a creerlo. Cuando combinas eso con una crianza de ser desechada como zapatos no deseados de alguien, cortaba en el alma de una persona. ―Mira, seré directa contigo. Soy gorda y fea para un humano, ¿de acuerdo? No he sido más que una carga desde mi nacimiento. Voy por el camino y siempre hago las cosas mal. Demonios, maté a todos en esa nave. No soy nada especial, y si me quedo contigo será el final de tu camino. Él permaneció en silencio, simplemente mirándola, antes de ponerse de pie lentamente antes de ofrecer su mano para ayudarla a bajar. ―Está oscureciendo y no es seguro aquí. Lo mejor es que te lleve de vuelta a la seguridad de la nave.

Su corazón tartamudeó en su pecho. ¿Lo consiguió, lo atrapó, lo que ella creía? Parecía así. El calor se extendió por sus dedos y bajó por su brazo poniendo su mano en la suya. Su agarre era firme pero gentil, y la ayudó a levantarse. ―Sabes, Celeste, quizás deberías dejar de escuchar lo que crees que es verdad y escuchar la verdad de cómo los demás realmente te ven, especialmente mis hermanos y yo. Mis hermanos, tan tontos como son a veces, solo hablan con la verdad. Para nosotros eres hermosa. La creencia no siempre es igual a la verdad. Me gustaría desgarrar al que te hizo sentir fea y una carga, porque no lo eres. Abrió la boca para discutir, pero el firme apretón en su mano y su dura mirada la detuvieron. ―Si me dices que soy un mentiroso, no estaré contento. Acéptalo, ve las cosas a nuestra manera por un tiempo, luego vuelve a evaluar cómo te sientes, ¿de acuerdo? Ella tragó saliva y asintió, su mente girando sobre las palabras de Zeb. Su pulso subió de ritmo, como una pequeña parte de ella todavía no muerta, golpeó las paredes de su corazón, queriendo deleitarse y rodar bajo la luz del sol, en maravillosos sentimientos de creer, de ser adorada y pensar que era hermosa. Ella al menos podría intentarlo. No quedaba nada de su vida que perder de todos modos. Pero había una pregunta inquietante. Si Zeb estaba planeando dejarla en el próximo puerto estelar, ¿por qué se molestó en contarle esto en primer lugar?

**** Zeb miró la puerta cerrada, su mente repasando la conversación que mostraba mucho del carácter de la mujer humana. Lo suficiente como para tener emociones conflictivas luchando dentro de él. De hecho, era todo lo contrario de cualquier mujer con la que se hubiera encontrado, y mucho menos su primera Sheraz. Una completa falta de confianza en su apariencia exterior, mezclada con una dulce naturaleza cariñosa. Ella también demostró valentía y fortaleza interior que encontrarías en un soldado fuerte de Demos. ¿Por qué no podría aceptar su propio valor y belleza? ¿Qué tipo de jodido planeta era la Tierra para tratar a sus mujeres como nada? Tal vez su raza debería pagar a los rateros Jorval. En lugar de prohibirlo, deberían estar pagando a los Jorval para rescatar a estas hembras humanas.

Zeb se rascó la barbilla y se movió para caminar por el pasillo. Las hembras de Galafrax eran criaturas egoístas y mimadas. Podría ser bueno que ahora tuvieran mujeres humanas viviendo entre ellos, para demostrar un comportamiento desinteresado, enseñar consideración y amabilidad. Con cada paso crecía el deseo de mantener a Celeste. Quería ganarse su confianza, mostrarle que importaba, no solo a los ojos de ellos, sino a los suyos. Un gruñido retumbó de su garganta cuando su mente se volvió hacia sus hermanos y cómo casi lo habían jodido, acercándose a ella demasiado rápido. No era demasiado orgulloso para admitir que había sido un ciego tonto, dejando que su prejuicio se interpusiera en el camino de la oportunidad de tener algo maravilloso. Cualquier grupo de quads que se cruzara con Celeste podría ver que ella era realmente especial y la atraparían en un abrir y cerrar de ojos, ¿por qué no ellos? El ritmo de sus pasos creció mientras atravesaba la nave en busca de los idiotas que llamaba hermanos. Innumerables y peligrosas misiones en las que habían estado, situaciones mortales en las que sus vidas pendían de un hilo. Eran inteligentes, decisivos, y siempre sabían cómo mantenerse calmado bajo presión. Pon una pequeña mujer humana en medio de ellos y parecía que todos habían perdido su sentido común, incluso a su mayor edad. Él podía admitir que había estado equivocado. Comparar a Celeste con la última hembra en sus vidas, Zeb se detuvo ante ese pensamiento desenfrenado, que ahora le latía en la parte posterior de su cerebro, y se sintió cerca de perderlo como lo había hecho su hermano. Su mujer. ¿Se habían sentido así todos los otros quads al conocer su Sheraz? Una fuerza tan poderosa, la necesidad repentina de protegerla, aliviar todas sus heridas y hacerla feliz por el resto de sus vidas naturales. Con demasiada facilidad, sus pensamientos volvieron a ser carnales. El deseo como un fuego lento creció. Su cuerpo comenzó a latir, y trató de no pensar en la repentina urgencia de trazar cada curva, hundimiento y hueco de su cuerpo suave y delicado, hacer que sus labios resoplaran por los besos de su boca dominante, después de haberla besado por completo. Se detuvo en seco, dándose cuenta de que no tenía idea de cómo complacer a una mujer humana. Si los rumores eran ciertos, sería mucho más fácil que complacer a una mujer Demos. Malditas llanuras de hielo. Tendría que encontrar esos informes sobre humanas otra vez y estudiar. Lo último que él o alguno de sus hermanos querían era lastimarla.

Sacudió la cabeza. Una cosa a la vez, y lo primero en su mente era hacer que sus estúpidos hermanos volvieran a la línea.

**** Una puerta se abrió a su derecha, y Loc caminó distraídamente con la mirada fija en un panel de datos. Zeb agarró la parte superior de su hermano menor y lo detuvo bruscamente. Loc reaccionó, listo para defenderse, pero se detuvo al ver que era Zeb. Sus ojos brillaban con un "qué carajo" ¿indignado? ―¡Habitación de comida, ahora! Y dile a los demás, es hora de una jodida reunión familiar. Esta no es una solicitud, es una maldita orden, ¿entendido, soldado? Loc entornó los ojos. Enfurecido por haber sido manejado tan bruscamente, se apartó de Zeb, antes de que Loc echara un vistazo alrededor. ―Dónde está ―Ella está de vuelta en la cabina de Kue, descansando. La traje de nuevo adentro después de encontrarla afuera, sola y sin protección―. Una clara preocupación instantáneamente reemplazó la indignación de Loc. ―No estoy de humor para jugar juegos, Loc. Reúne a los demás ahora. ―Se trata de Celeste, ¿está bien?― ―No, se trata de las jodidas rocas en este maldito planeta. Loc puso los ojos en blanco, pero se movió para cumplir. ―Mantén tus malditas botas puestas―. Loc se alejó, frunciendo el ceño. Satisfecho de que sus órdenes se estaban llevando a cabo, Zeb regresó a la sala de comida, pidió una bebida del replicador de alimentos antes de sentarse a esperar. No pasó mucho tiempo antes de que se escucharan las pisadas de todos sus hermanos, justo antes de que la puerta se abriera. Raz lo fulminó con la mirada cuando entró primero, luego se dirigió hacia Zeb. Los otros dos entraron y retrocedieron esperando con expresión pensativa.

―Si le has hecho algo a Celeste...― comenzó Raz. Zeb se puso de pie, empujando a Raz hacia atrás. ―¡No te atrevas a nada después de lo que le hiciste! La confusión frunció el ceño de su hermano. ―¿Lo que hice? Hice lo que me pidió: lo que ella quería era que la dejaran en paz. ―Viniste como tromba y la besaste―, agregó Kue. ―Y soltó que quería que fuera nuestra Sheraz―, dijo Loc. Raz se volvió para mirar a Loc. ―Lo que hiciste fue asustarla, hacerle creer que todo lo que quieres hacer es follarla. Y al dejarla sola, dejó la nave sin protección―, les informó Zeb. La boca de Raz formó una O de sorpresa, antes de que su frente se sumergiera en preocupación. ―No sabía que dejaría la nave. ¿Está bien? Zeb asintió y dio un paso atrás. ―Hablé con ella y la traje de vuelta adentro―. Los hombros de Raz se desplomaron de alivio. ―Pero ella no está bien―. Kue se movió a uno de los asientos. ―Es lo que he intentado decirles antes de que los dos dejaran que sus pollas gobernaran sus cerebros―. Kue miró entre Raz y Loc. ―Mientras que es fuerte en el exterior, sobreviviendo sola en este planeta como lo ha hecho, Celeste tiene profundas heridas, aquí y aquí―. Señaló su pecho y luego la cabeza. Zeb asintió. ―Aunque al principio pensé que era una mala idea tener otra Sheraz, después de hablar con ella, he cambiado de opinión. Sé que Celeste no se parece en nada a Nazzara―. Zeb se tomó un momento para analizar sus sentimientos, y la amargura y la ira de la traición de Nazzara parecían mucho más distantes, fundiéndose en un pasado que ya había empezado a desvanecerse, ahora él había llegado a querer a Celeste como suya. ―La quiero tanto como todos ustedes, pero también me siento protector y quiero ayudar a sanar el dolor y la desconfianza. Vi sus ojos. Su vida ha sido claramente dura, al punto que se ve a sí misma como menos que su verdadero valor. Kue tiene razón al decir que está herida. Raz abrió la boca, pero Zeb lo miró furioso. ―Celeste no es un jodido droide, una fantasía o solo una moda que puedes usar y simplemente descartar. Basta de tu manera, Raz. Esta vez hacemos las cosas a mi manera y nos unimos como debería ser. Si

perseguimos a Celeste, entonces es para siempre. Este es un compromiso total, y no habrá placer si tú o ella no están completamente comprometidos. No olvides que somos machos Demos mayores y en pleno derecho, y ya hemos tenido una Sheraz. Sus hermanos entendieron alto y claro. Si alguno de ellos la complacía corrían el riesgo de implantarla con su semilla. Los labios de Kue se curvaron en una sonrisa, junto con todos sus hermanos, ante la mera idea de que Celeste cargara a sus crías, y sus ojos brillaron con una nueva determinación. ―Nunca comencé esto con otra cosa que la intención de hacerla nuestra. Si podemos implantarla con nuestros bebes...― Raz asintió. Zeb le lanzó una mirada de "no vayas ni siquiera allí". Raz simplemente sonrió en respuesta. ―Ah, tienes un plan, ¿no? No convocarías una reunión como está a menos que ya lo tengas. Zeb asintió, manteniendo su rostro perfectamente derecho. ―Estoy estableciendo varias reglas. Rompe una de ellas y te encontrarás en el bergantín durante un largo mes de Galafraxian. ―No tenemos un bergantín―. Loc frunció el ceño a Zeb. ―Voy a construir uno si tengo que hacerlo. Raz levantó sus manos en señal de rendición. ―No voy a discutir, ya que el objetivo final dará como resultado que Celeste sea nuestra y este redonda con nuestros bebes. ¿Crees que también tendremos hijas gemelas?― Zeb rodó los ojos. ―Céntrate en lo que es importante primero. ―Sí, ¿cómo vamos a curarla y hacer que se vea a sí misma tal como la vemos, absolutamente hermosa?― Kue se deslizó en el largo asiento del banco, esperando. ―Exactamente, y tengo una idea sobre cómo podemos hacer eso. ―Entonces, poderoso comandante―, Raz se sentó junto a Kue. ―¿Cuál es tu gran plan para ganar nuestra belleza celestial? Esta vez Zeb dejó escapar su sonrisa. ―Ella no es Demos, así que vamos a tener eso en cuenta. No tenemos que actuar de acuerdo con las reglas de cortejo Demos, así que podemos

usar tácticas completamente diferentes―. Zeb asintió con la cabeza a Loc. ―Mejor toma asiento, hermano, y escucha.

Capítulo Seis Celeste se sentó al sonido de llamar a su puerta. Había estado al borde de la conciencia, la cómoda cama caliente hacía que le fuera demasiado fácil caer en un sueño sin sueños, a diferencia de la cueva dura como una roca y el suelo de la jaula donde la obligaron a dormir en las últimas semanas. No estaba exactamente segura de cuánto tiempo había pasado desde que la habían sacado de la Tierra. Los golpes sonaron de nuevo, así que sacó la sábana roja de la cama cuando se levantó, se la colocó alrededor de su cuerpo y se dirigió hacia la puerta. Al menos demostraron que se preocuparon lo suficiente como para llamar en lugar de irrumpir. Era su nave, y podían hacer lo que quisieran, si lo deseaban. Buscó la liberación de la puerta que se abrió para revelar a uno de los hermanos. Tardó un momento en darse cuenta de que era Kue. Su cabello estaba recogido hacia atrás como si siempre usara su mano por peine, y había bondad en sus ojos. Él sostuvo un bulto de ropa en sus manos, pero cuando sus ojos recorrieron su cuerpo cubierto de sábanas, la mirada cambió, y él audiblemente tragó. ―Eh, estos, eh, para ti―. Él le arrojó la ropa. ―Tu informe estará en diez minutos en el comedor―. Dio un paso atrás, sus ojos volvieron a encontrarse con los de ella. Se mordió el labio inferior, para evitar jadear ante el crudo calor carnal en sus ojos, como si quisiera abalanzarse sobre ella y devorarla. ¿Realmente me ve hermosa y me desea? ¿Qué había dicho él de nuevo? Ella negó con la cabeza tratando de recordar por qué había venido. Oh sí. ―Um, ¿un informe?― La confusión la recorrió. ―Ahora formas parte de nuestro equipo y se espera que ayudes en esta vieja nave. Zeb quiere informarte sobre tus deberes. Ella parpadeó sorprendida. ¿Esperaba holgazanear y no hacer nada? Por supuesto que no. Su pedido fue muy sensato, pero ¿qué tipo de trabajo se esperaba que hiciera, sin saber nada sobre la tecnología de esta especie? ―Gracias, Kue, estaré allí. Él asintió y alcanzó el panel de la puerta. Se deslizó y se quedó mirando la tela gris y negra que tenía en las manos, alzándola para dejarla colgando. Parecía ser algún tipo de mono y en su tamaño.

Bueno, entonces, será mejor que no los haga esperar. Se apresuró a entrar en el pequeño baño para limpiarse, una pequeña emoción de excitación la recorrió. Sería bueno sentirse útil por una vez, en lugar de indefensa. Zeb la estaba esperando, con las manos a la espalda, en posición militar. Él asintió cuando ella entró. Los nervios hicieron que su vientre se revolviera cuando se paró frente a él. Su mirada dorada bajó por su longitud y el ajuste acogedor de su ropa de trabajo de una sola pieza. ―Es bueno ver cómo te queda la ropa modificada por Kue. ¿Cómo descansaste? Me queda. Ella luchó para no rodar los ojos. El traje se le subía un poco en los pechos, dándole un profundo escote. El resto se aferraba, explotando todos sus bultos e hinchazones, sin embargo, la sonrisa de Zeb fue de pura aprobación. Eh, hombres. Enfócate, esta es mi oportunidad de ser útil para un cambio. ―Um, muy bien, gracias. ¿Kue dijo que querías informarme? Levantó los ojos de su escote para encontrarse con los de ella, su expresión ahora era de intensa seriedad. ―Sí, lo hago, pero primero déjame disculparme, por mí mismo y por el mal comportamiento de mis hermanos hacia ti antes. Créeme, no volverá a suceder―. Ella parpadeó con perplejidad y no pudo evitar preguntar. ―¿No lo harán? Uh, quiero decir que no has sido más que amable conmigo, y en cuanto a tus hermanos y los besos―. El calor se precipitó en sus mejillas ante la palabra. ―Fue, uh está bien, no hay daño. ―Sin embargo, ninguno de ellos debería haberte tocado sin tu consentimiento directo. No malinterpretes mis palabras, Celeste. Quieren tocarte, besarte y hacer más, pero a menos que quieras que lo hagamos, nos abstendremos. Ahora estas bajo mis órdenes y como mis hermanos obedecerás órdenes. No era la primera vez que escuchaba que el "nosotros". Claro, antes, con ella siendo solo una mujer en la nave, su sospecha creció, y pensó que había más en el negocio de "nosotros" de lo que había pensado al principio. ―Uh, ¿qué quieres decir, nosotros?― ―Los quads Demos hacen todo juntos. Estamos unidos; lo hacemos y compartimos todo, incluidos las amantes.

―¿Compartir, como tú compartiendo con otras cuatro mujeres? ―No, siempre ha sido una unidad cuádruple para una mujer―. Su rostro era completamente estoico, como si estuviera acostumbrado a dar este tipo de noticias a mujeres alienígenas. Correcto, cuatro hombres corpulentos para hacer el amor con una sola mujer. ¿Yo? Oh, no, no, no. Caramba, sus mujeres debían ser construidas duras para manejarlo. Un escalofrío recorrió su espina dorsal, mezclando emociones de miedo y excitación arremolinándose dentro de su cabeza. El pensamiento echó raíces en su mente, cuatro juegos de manos tocándola, cuatro bocas sensuales besándola, cuatro cuerpos duros con cuatro largas, duras... ¡Oh Dios, no vayas allí, no vayas allí! Aun así, su mente vagó. ¿Cómo sería tener estos deliciosos, aunque algo locos, hombres extraterrestres, tocándola? Diablos, ¿cómo funcionaba eso? Ella tragó y aplastó la idea, tratando de controlar el aleteo en su vientre inferior. ―Uh, está bien. ―Me alegra que hayamos aclarado ese asunto. Ahora es el momento de comer, antes de tu primer turno con Kue. Él te llevará a hacer un recorrido por nuestra nave y te explicará lo que hacemos. Entonces lo ayudarás a reparar el sistema de circuitos de la nave . ―Pero no sé nada sobre su tecnología. ¿Cómo podría? ―Te enseñará lo que necesitas saber―. El tono de Zeb era definitivo. Aquí estaba el comandante acostumbrado a ser obedecido y no cuestionado. ―Una vez que Kue termine contigo por un día, debes comer y descansar, antes de tu próximo turno con Raz. Tomarás una rotación de trabajo con cada uno de nosotros hasta que la nave esté reparada y lista para partir. Pero tengo una estipulación que debes obedecer. ―Por supuesto―. Ella esperó, aún más emocionada de aprender y trabajar con los hermanos. ―Si en algún momento te sientes cansada o el trabajo es demasiado, debes decirle a la persona con la que estás trabajando. Sin ocultar la verdad, sin pretender. Si tienes alguna pregunta, preguntas. Trabajamos en equipo en esta nave y no guardamos secretos el uno para el otro, y esperamos lo mismo de ti.

Sin secretos. La orden la sobresaltó. Ella parpadeó y respondió con una respuesta automática. ―Sí, señor―. La culpa inmediata la inundó. Había tantos secretos profundos y oscuros que ella tenía dentro. Bajó los ojos, repentinamente asustada de que su penetrante mirada dorada la viera directamente. ―Bien, y, Celeste... Ella levantó la vista hacia la sorprendente y repentina dulzura en su tono, sus ojos se encontraron con los de él. ―Lo creas o no, hay una cosa que nunca hacemos. Nosotros nunca mentimos Eres hermosa para nosotros, y te queremos, pero solo cuando estés lista. Ella parpadeó ante sus palabras cuando su cuerpo se volvió hacia el comandante. Él ya había dado media vuelta, marchando a través de la habitación hacia la máquina de hacer comida, dejando su boca boquiabierta por la sorpresa. ―Ven aquí, Celeste. Te mostraré cómo operar la unidad de modulación de alimentos.

**** ―No me gusta esto. Va en contra de todo lo que nos han enseñado―. Raz pasó por encima de los restos Jorval y se metió en la nave, una vez más, mirando la espalda de su hermano mayor cuando pisó el metal irregular. Zeb no respondió, su mirada fija en su pequeño monitor de pitido. Desde su nacimiento, sus padres, luego sus tutores, e incluso su entrenamiento a través de la milicia Demos, les habían enseñado que las mujeres debían ser apreciadas, protegidas, cuidadas y satisfechas sin importar el costo. Su futuro estaba en complacer a las mujeres Demos para que pudieran criar la futura generación Demos. Zeb hizo que Celeste se uniera a la tripulación y trabajara como un hombre común Demos, se sentía mal. Deberían estar cuidándola, mimándola, y lentamente seduciéndola para que finalmente pudieran tocar y besar cada centímetro de su piel cremosa, antes de hundir su polla profundamente en su suave cuerpo. Quería verla llegar a su punto máximo y que gritara su nombre. ¿Sería muy diferente de una mujer Demos? ¿Cuántos hombres tomaba para llevarla a su punto máximo? El rumor en Galafrax era que era menor que el esfuerzo de equipo requerido de cuatro hermanos.

Zeb chasqueó los dedos frente a la cara de Raz. Raz frunció el ceño a su hermano cuando la imagen de los senos de Celeste desapareció de su mente. ―Enfócate en el trabajo, no en tu polla, Raz. Los humanos no son Demos, y son una sociedad singular. Mi plan funcionará. Sabes que hemos tenido que adaptarnos a muchas situaciones diferentes, con diferentes misiones. Dejar que ella nos ayude no es diferente. La vigilaremos cuidadosamente para que no se canse. ―¿Qué te hizo ser tan experto en humanos, y mucho menos en hembras humanas? ―A diferencia de algunos, de hecho, leí los nuevos informes de nuestro planeta, en lugar de pasar todo mi tiempo en el comedor ganando peso. Raz resopló por la implicación de Zeb de que todo lo que hacía era comer. ―Soy un espécimen más fino de hombre Demos, hermano. He estado entrenando más que tú. ―Follar con el droide sexual no es entrenar―. Regresaron a través de los restos a la sala de máquinas, conectando faros de elevación a cierta parte del mamparo a medida que avanzaban. ―Estás gruñón porque no lo has estado usando en absoluto. Zeb, en su forma habitual, lo ignoró, centrándose en su trabajo. Recuperar una nave de los Jorval era una oportunidad que no iban a dejar pasar. Raz sabía que Zeb tenía el ojo puesto en el premio escondido dentro de la nave. Si podían tomar la bitácora espacial y las coordenadas para el planeta humano, sería alcanzar un alto rango en Galafrax, y también poner a los Jorval en una gran desventaja. ―El objetivo de tener a Celeste trabajando con nosotros es que ella se sienta cómoda y nos acepte. Le ayudará a encontrar su lugar y valor en sí misma. Raz suspiró, sabiendo que el punto de su hermano era más que válido. Lo había echado a perder, frustrado por lo mal que se veía a si misma Celeste comparada con la forma en que la veían. Pero el recuerdo de sus labios suaves y su cuerpo presionado contra el de él, no ayudaba a la causa de intentar mantener su cuerpo bajo control. Dudaba seriamente que lo hiciera hasta que pudieran complacerla apropiadamente. Lamentablemente, era una de las reglas, sin tocar hasta que ella les concediera permiso. Pero eso no significaba que no pudieran usar palabras, miradas y otras formas de convencerla y seducirla. ―Ella es hermosa―. En más de un sentido.

Zeb asintió y colocó otro gancho elevador en una viga de estructura. ―Lo sé, y la ayudaremos a verlo, incluso si nos lleva el resto de nuestra vida. Admito cuando me equivoco. A diferencia de Nazzara. Sé que las cosas serán muy diferentes con Celeste. Será mejor. Mejor era una subestimación. Iba a ser jodidamente fantástico, estaba seguro. Raz le dio una palmada en el hombro a su hermano, y le gustó el hecho de que Celeste ya estaba ayudando a recuperar su vínculo de hermandad, uniéndolos en un objetivo singular. Para hacer de Celeste suya, para siempre.

Capítulo Siete Celeste no tenía idea de cómo iba a sobrevivir sin quemarse. Implacable era la única palabra que podía encontrar para describir a los hermanos en los últimos días. La alabanza fluía libremente en sus esfuerzos por absorber y retener todo lo que enseñaban. Bondad y paciencia si cometía un error. Se arrastró a través de las tuberías y ayudó a realinear brillantes circuitos de naves alienígenas. Ayudó a Raz a restregar los enormes cilindros en el exterior de la nave, incluso si le preguntaba cada pocos segundos si estaba cansada o si estaba haciendo demasiado. Cuando alguno de los hermanos trabajaba, se desnudaban y ella no tenía más remedio que mirar. Era difícil no babear sobre el físico rojo, musculoso y masculino, doblándose y flexionándose, estirándose y sudando. Cuatrillizos de naturaleza cuidadosa y sonrisas sexys, y estaba peleando una batalla perdida. Los hermanos la tenían sofocándose y su vientre inferior revoloteando. Ni siquiera quería pensar en la humedad entre sus muslos. No hacía falta ser un genio en biología para darse cuenta de que su excitación en torno a estos hombres crecía con cada encuentro sudoroso y trabajador. Esto se combinó con las palabras de Zeb que se repetían una y otra vez en el fondo de su mente. Cuatro hombres grandes rojos musculosos, una mujer. Todos podrían ser míos. No, no seas estúpida. Ella luchó contra la idea, incluso si se negaba a abandonarla. A pesar de su combustión interna, se sentía más cómoda a su alrededor, ahora que habían detenido sus avances sexuales directos. Tenía la sensación de que era difícil para ellos tratarla como igual en lugar de una mujer frágil. Raz, especialmente, trató de obligarla a tomar descansos, pidiéndole que buscara agua o un refrigerio en lugar del duro fregado que necesitaban los desintegradores externos de la nave. También tenía un ego escandaloso, presumiendo de que era el quads más guapo de todos los de Galafrax, y que trabajaba más y que se encontraba en óptimas condiciones físicas, a pesar de su edad. Ella amablemente le recordó que tenía la misma edad que sus hermanos quad. Él replicó que ella era peor que Kue, que siempre señalaba lo obvio. Kue era muy dulce. Su preocupación con ceño fruncido rápidamente se convirtió en sonrisas orgullosas mientras trabajaba con él en el centro de comando de naves, aprendiendo las herramientas que usaba. No era demasiado esfuerzo arrastrarse en los

espacios más pequeños bajo su supervisión y pasar los instrumentos por encima de los brillantes cables azules, rojos y verdes. Se rio ante la expresión confundida de Kue cuando gritó por su éxito, haciendo que el panel se iluminara por encima. Ella se arrastró y levantó su mano para chocar los cinco. Una vez que había entendido y respondido gentilmente, había transmitido el conocimiento. Hasta que cada pequeño éxito fue un choque de cinco. Loc era parlanchín, en la sala de máquinas, con grasa de la nave espacial manchándolo en distintas partes de su delicioso cuerpo, haciéndolo irresistible y todo más atractivo para ella. Le habló sobre la vida en su planeta natal, los grandes edificios Qui, que por su descripción parecían ser en forma de pirámides. Le contó sobre los quads con familias, que vivían en unidades, y una esposa se llamaba Sheraz. Finalmente entendió lo que significaba la palabra. Recordando cuando habían hablado de tenerla como su Sheraz. Esposa, ¿me quieren como esposa? ―Oye, ¿estás bien? Ella parpadeó para encontrar a Loc parado delante. Se sacudió su ensoñación y sonrió. ―Estoy maravillosamente bien, gracias. ―No parecías estarlo hace un momento. ―Oh, solo estaba pensando. Él arqueó una ceja expectante, claramente esperando que compartiera sus pensamientos. Sin secretos. Las palabras de Zeb resonaron en su mente como un cuerno. Ella lo miró por un largo momento. ¿Confiaba en él, en ellos, lo suficiente como para compartir sus pensamientos internos? Nunca había confiado en nadie antes. Quizás es hora de empezar. Incluso después de un inicio difícil, no han mostrado nada más que bondad estable y honesta. ―Estaba pensando en los últimos días, y lo que dijiste antes. La sonrisa de Loc era torcida y pícara. ―Dije muchas cosas en las últimas horas, belleza. ¿Qué parte tienes en mente? ―¿Cómo funciona todo?― El calor subió a su rostro. ―Con una esposa, ¿se turnan?

No se rio ni se burló de ella, solo asintiendo con la cabeza mientras sacaba su trapo siempre presente de su bolsillo trasero. Él se limpió las manos antes de seguir adelante y limpiarle algo de su rostro. ―Ahí, sigues siendo una belleza, incluso con la suciedad del motor―. Sintió que se sonrojaba ante su adulación. ―Oye, no te sientas incómoda. Estamos aquí para ayudar, y no deberías avergonzarse de preguntarnos algo. Es una pregunta sensata―. Dio un paso atrás y se apoyó contra el mamparo, con la cabeza inclinada, pensando. ―La primera vez, con una mujer que nos permita complacerla, nuestra costumbre es complacerla comenzando por el mayor hasta el menor―. Barrió su mano de izquierda a derecha. ―Entonces es el juego de cualquiera después de eso, pero las mujeres Demos son bastante diferentes de las humanas. Atrapada en su curiosidad, se enderezó, su rubor desapareciendo. ―¿Qué tan diferente?―. El pensamiento cruzó por su mente que debían ser bellas mujeres amazónicas de piel roja. ¿Cómo alguna vez estaría a la altura? ―Sus pieles son más gruesa y menos sensible, por lo que se necesita el esfuerzo de cada hermano quads para complacerla y llevarla a su punto máximo. Ah, entonces esa es la diferencia. No podía y no quería imaginar cómo funcionaba eso. Ella pensó por un momento. ―Recuerdo que Zeb dijo que tienen mujeres humanas viviendo en su planeta. ¿Cómo funciona eso, eh, con ellas? Loc se encogió de hombros. ―Por todos los informes y rumores, muy bien. Las hembras humanas son muy deseadas, ya que son fáciles de complacer. Pero no puedo hablar por experiencia―. Sus labios se convirtieron en una sonrisa traviesa. ―Eso es, por supuesto, a menos que quieras intentarlo, tú y nosotros. Ella recordó las palabras de Raz de hace unos días. Las hembras humanas son raras y más atesoradas en nuestro planeta que incluso nuestras propias hembras. El calor regresó a sus mejillas, y estaba segura de que su rostro podía combinar con el color de su piel. ―Me encanta cómo te da sombra la piel. Yo, por supuesto, no tocaré ni haré nada sin tu permiso, así que no temas. Ella negó con la cabeza, sintiéndose lo suficientemente a gusto con Loc para dar un poco de vuelta. ―Eso no te detuvo hace unos días.

―Cierto, pero conociendo a mi hermano mayor como lo hago, realmente construirá un bergantín y me empujará dentro durante un mes entero. La risa burbujeó y se liberó. ―Creo que tienes razón. A veces se ve muy severo. Pero también estoy agradecida por todo lo que hizo. ―Entonces me creerás cuando digo que, a ninguno de nosotros nos gusta verte triste, bonita. Por mucho que queramos complacerte, es más importante que encuentres algo de paz y felicidad mientras estés con nosotros. Ella asintió con la cabeza, su corazón era una mezcla de emociones beligerantes, y de querer abrirse más sobre sí misma a estos hombres realmente maravillosos. Ya, al dejarla aprender y ser útil, la hicieron sentirse mucho mejor y confiar en ellos mucho más. Ella se encontró con los ojos dorados de Loc. ―Las palabras tienen poco significado para mí. Cualquiera puede decir que ama y hacen promesas que no tienen la intención de cumplir―. Cínica, sí, ella no creía en el amor real. Era una fantasía de cuento de hadas, compuesta por autores románticos y directores de cine. ―Entonces, ¿cómo vamos hasta ahora? ―Tendría que decir... mejor que nadie que haya conocido... hasta ahora―. Sabía que sus palabras revelaban mucho. Por un lado, todavía no confiaba plenamente en ellos, pero al mismo tiempo sus acciones le hablaban más fuerte que las palabras. Desde la distancia pensativa en los ojos de Loc, estaba segura de que lo entendía. Eran hombres Demos muy astutos. Se alejó de la pared. ―Bueno, aprendiz de ingeniero, ¿qué dices si vamos a atacar el modulador de alimentos?― Ella se rio, contenta de no haber presionado el tema. ―¿Cómo se puede atacar el modulador de alimentos? ―Créeme, con el apetito de Raz, siempre me sorprende que tengamos partículas para modular cualquier cosa. Ella tomó su mano ofrecida cuando subió la escalera fuera del pozo primero. A ella le gustaba cómo la levantaba fácilmente, sin gruñir o incluso sin aliento. Cuanto más conocía a los hermanos, más se ablandaba su corazón hacia ellos.

****

Zeb escuchó su risa antes de llegar a la sala de comida. La puerta se abrió, e hizo una pausa para mirar. El bello y rico cabello castaño de Celeste estaba libre de sus ataduras y fluía por su espalda. Se sentó junto a Kue, con Raz y Loc sentados al otro lado. ―Lo que él dice son mentiras completas. Nunca prendí fuego a la cola de Kalan. Fue un simple accidente, después de todo, se interpuso en mi disruptor―. La sonrisa irreverente de Raz claramente lo delató. Todo su cuerpo se estremeció, y ella se agarró al brazo de Kue por apoyo mientras soltaba carcajadas. Zeb sonrió mientras su hermano se reía con ella. Ahora esto era como debería ser. Tal cambio en solo unos pocos días, claramente se sentía a gusto entre ellos, y el orgullo se hinchó en su pecho por ver cuánta más confianza en sí misma tenía. La hacía aún más hermosa. Loc vio a Zeb de pie junto a la puerta, asintiendo a modo de saludo. La risa de Celeste se convirtió en pequeñas risitas cuando tomó la dirección de la mirada de Loc y se giró en su asiento. Zeb se enorgullecía de su firme autocontrol, pero al ver el brillo de su sonrisa, sintió que su control se deslizaba. Apretó las manos y respiró profundamente para evitar marchar por la sala de comida, estrecharla en sus brazos y besarla sin sentido. Más que nada, la quería debajo de él, gimiendo y retorciéndose de placer mientras hundía su polla entre sus suaves muslos. Ella debió haber captado su mirada carnal cuando su sonrisa cayó y rápidamente apartó la vista. Raz levanto una ceja hacia él, "¿qué jodidos?" Mientras se movía dentro de la habitación dirigiéndose hacia el modulador de comida, sintiéndose menos de metro y medio de alto por sus pensamientos traviesos. Zeb los había guiado en innumerables misiones, y esta misión actual de ayudar a Celeste a encontrar la confianza en sí misma estaba funcionando perfectamente. ¿Cómo iba a hacer en las Planicies de Hielo para que ella los aceptara como algo más que amigos? Dudaba que dejar escapar su intención ayudaría. Simplemente la asustaría nuevamente y la obligaría a retirarse. Zeb ladró su elección de comida a la máquina y esperó. Kue retomó la conversación. ―No todos esos días fueron divertidos, pero todos sobrevivimos. ―¿Por qué rescatar chatarra? Son claramente muy inteligentes. ¿No había otros mejores trabajos que podrían hacer?

―En ese momento teníamos muchas ofertas, pero queríamos algo lejos de estar al mando de otros. Este viejo carguero fue una oportunidad para una especie de libertad―, respondió Kue. ―Eso tiene sentido. Estoy segura de que sé lo que se siente al ser ordenado como un inútil. Quiero decir, sé más o menos lo que quieres decir, estar a merced de los demás. El agarre de Zeb en su bandeja de comida se tensó al escuchar las palabras de Celeste. Echó un vistazo a sus hermanos, queriendo saber de quién era la misericordia a la que había sido sometida. Quería destrozar a los que la habían hecho sentir fea y sin valor. Ninguno de los hermanos la presionó por más de lo que ella ofreció. Raz le sonrió, travesura en sus ojos mientras miraba a Zeb. ―Si no fuera por nuestra elección, encantadora, entonces no habría tenido el placer de ver a Zeb finalmente derrotado―. Zeb gruñó, poniendo los ojos en blanco. ―Esos dos―, Loc señaló señalando entre Raz y Zeb, ―han estado tratando de mejorarse en combate desde que ingresamos al entrenamiento militar de Galafrax, cuando éramos jóvenes. La curiosidad llenó su mirada mientras ella lo miraba, haciendo que su estómago se apretara. Manteniendo la compostura, empujó a Raz para que se deslizara por el banco. ―¿Combate? ―Todos tenemos diferentes habilidades. Somos evaluados por nuestras fortalezas en el entrenamiento, y trabajamos en esas fortalezas hasta que llegamos a ser los mejores. Fue desafortunado que tanto Zeb como Raz se destacaran en el combate cuerpo a cuerpo. ―¿No puede ser todo en lo que sobresalieron? ¿Y tú, Loc y Kue? ¿En qué sobresalieron? ―Um, bien tecnología de armas e ingeniería espacial―, Loc ofreció primero. ―Nada de naves espaciales, no puedo volar, y me especialicé en biología―, dijo Kue. ―Combate cuerpo a cuerpo y entre especies―. Raz se encogió de hombros. ―Tácticas de combate y liderazgo―, redondeó Zeb. Su frente se hundió en un pequeño ceño fruncido. ―¿Son una especie de equipo SWAT rompe culos o algo así?

―¿SWAT?― Todos preguntaron a la vez ―Armas y tácticas especiales. Hacen cosas como enfrentarse a criminales fuertemente armados, realizar rescates de rehenes, irrumpir en edificios blindados o con barricadas y arrestar a los peores criminales humanos. Raz sonrió, bajando su bebida. ―Me alegra saber que no somos la única raza que hace tales cosas. ―No dudo que solo se ocupen de los suyos. Por lo que escuché, la Tierra no tiene viajes espaciales―, agregó Zeb. ―Y tonto es permitir que sus preciosas mujeres sean robadas de sus narices. Celeste lo miró fijamente, pero él no podía percibir su expresión ni sus sentimientos, y eso lo hizo sentir incómodo. ―Tienes razón sobre que no tenemos viajes espaciales, y la humanidad tiene muchos defectos. Estoy dispuesta a apostar que todas las especies en toda la galaxia conocida también tienen problemas. ―Muy cierto, Celeste―. Kue le dio unas palmaditas en la mano. ―Es desafortunado que hayamos visto algunos de los peores que tiene la Hellious Galaxy. Estate cómoda, aunque estemos retirados, siempre te protegeremos―. Su dulce sonrisa robó, sin duda, todas las respiraciones. Zeb notó cómo Raz se movía incómodo junto a él, sin duda tratando de hacer que su polla se comportara. ―Creo que me gusta tener mi propio equipo alienígena SWAT―. Todos se congelaron ante sus palabras. ¿Eran de ella? Lo querían más que nada. Sus ojos se agrandaron cuando se dio cuenta de lo que había dicho, y su sonrisa cayó. ―Yo... quiero decir... ―Oye, ¿olvidaste que también somos apuestos, fuertes y sexys? Por supuesto que soy mucho mejor parecido que cualquiera de mis hermanos―. Raz movió sus cejas, rompiendo la tensión y devolviéndole la sonrisa. Zeb silenciosamente suspiro de alivio, pero no podía permanecer en silencio. Él vio la oportunidad y la iba a agarrar, rezando a los Dioses del Fuego que no la asustara. ―Tienes razón, hermosa―. Zeb se encontró con su mirada, que se levantó para encontrarse con la de él cuando habló. ―Todos decimos la verdad aquí. Somos tuyos Todo lo que debes hacer es tomarnos, pero solo cuando estés lista.

Capítulo Ocho Celeste suspiró por enésima vez y se giró en su cama. Su piel estaba caliente, por lo que se quitó la ropa para refrescarse, pero no hizo nada para aliviar el dolor, la pesadez en sus pechos o la humedad entre sus piernas. La excitación simplemente se negó a irse. Su mente se volvió hacia mañana, un día entero con Zeb. Grande, fuerte, a cargo, Zeb. El mayor, entonces él sería el primero en hacerle el amor. ―¡Auugh!― Ella se dio vuelta agarrando la almohada, empujándola sobre su cabeza. Mis hombres, mis hombres, mis hombres rojos, sexys y protectores. Toca y disfruta por ti misma. En toda su vida nunca había sido capaz de hacer eso, aunque no por falta de intentos. Ella había querido experimentar lo que era tener un orgasmo, incluso si era auto inducido. Comenzaba, solo para llegar a ninguna parte, dejándola frustrada y decepcionada consigo misma. Nunca se había sentido tan excitada por ningún hombre, así que tenía que significar algo, ¿no? Cada vez era más claro que ella nunca pasaría otro día. Demonios, dudaba que incluso pudiera pasar esta noche. Ve a él. No puedo, ¿puedo? Las palabras de Zeb la perseguían. ―Somos tuyos. Todo lo que debes hacer es tomarnos, pero solo cuando estés lista. ―Estoy más que lista―. Celeste se sentó y sacó las piernas de la cama y se levantó, buscando la primera camisa que Kue le había dado, la que ella había convertido en un vestido. Su mano tembló cuando nuevamente la modificó. Sin espejo, esperaba lucir lo suficientemente bonita. ―Puedo hacer esto. Me quieren y los quiero. Esta es una manera de devolver algo por su generosa bondad―. Fue una discusión sólida, y ella asintió y se dirigió a la puerta. ¿Por

qué era más difícil que cuando había encontrado la puerta abierta en su jaula? Ella había tenido coraje alimentado por la ira. Esto fue... ¿qué era? Asegurando un futuro e intentando encontrar algo de felicidad. Necesito comenzar a escucharlos en lugar de a mí misma. Me ven como bella, deseable, así que seré como dicen. El corredor estaba oscuro cuando entró. Entrecerró los ojos, tratando de recordar qué dirección tomar a la habitación de Zeb. Ella estaba en el alojamiento de Kue, y Kue había dicho que tomaría otras habitaciones, ya que había muchas en este nivel. Recordó que él había señalado dónde estaba cada una, en caso de que quisiera algo durante el ciclo de descanso. Zeb, por lo que Kue había refunfuñado, habitaba los cuartos del viejo comandante, el más grande y el mejor de la nave. Como si sus pies ya supieran a dónde ir, no tardó en encontrarse frente a la puerta de Zeb. ¿Por qué parecía más grande e imponente en la iluminación tenue que durante la gira de Kue? Porque estoy aquí para tener sexo y me está asustando. Sería más que solo sexo. Estaba poniendo más que solo su cuerpo en la línea. ―Esto es estúpido ¡Estoy siendo estúpida!― Su coraje huyó, y se volvió para irse al mismo tiempo que la puerta se abría. ―¿Hay algo que necesites, Celeste?― La profunda y aterciopelada voz de Zeb envió un escalofrío por su espina dorsal, renovando los últimos rescoldos de su excitación. ―Yo eh...― Se giró para mirarlo solo para tener su mandíbula caída. ¡Santa vaca! Estaba casi desnudo, a excepción de la toalla negra envuelta alrededor de su cintura. Las gotas de agua aún se deslizaban sobre los contornos ondulados de su pecho esculpido. Cuando sus ojos se volvieron hacia abajo, vio varias líneas levantadas, y lo que parecía haber sido alguna vez heridas crueles. Sus cicatrices no le restaron nada a su sensualidad. No, agregó una capa más profunda de letalidad a este hombre alienígena. Había peleado, había sido herido y había sobrevivido, muchas veces, por las múltiples cicatrices justo en su frente. No tenía dudas de su convicción de poder protegerla. La toalla simplemente se enganchaba en su cadera, y ella podía ver fácilmente la V que bajaba, desapareciendo debajo de su toalla. Él se paraba completamente sexy, incluso por la manera en que se apoyaba en el marco de la puerta, sus brillantes ojos dorados mirándola.

Habla de cero a cien en menos de un segundo. Ella nunca terminaría mañana imaginando todo esto, debajo de su ropa. ―Ah, ¿estás... mojado?― Ella mentalmente se golpeó en la cabeza. Muy elocuente, Celeste. Sus labios se curvaron en una sonrisa. ―Es lo que sucede cuando te bañas―. ―Uh, sí, tienes razón... creo que necesito... irme. Ella chilló de sorpresa cuando de repente la agarró de los brazos, tirando de ella hacia su habitación, y la puerta se cerró tras ellos. ―Puedes irte una vez que me hayas dicho la verdad por qué has venido a mi puerta, hermosa. Verdad, esa palabra otra vez. Ella suspiró mientras la dejaba ir y dio un paso atrás, mirándola con acalorada curiosidad. Era difícil pensar con tanto poder masculino crudo ante ella. Sus dedos estaban ansiosos por tocar, preguntándose si se quemaría si lo intentaba. ―¿Verdad?― Maldita sea, ella chilló la palabra como un ratón. ―Sí, la verdad―. Cruzó sus brazos haciendo que sus músculos se arracimaran. Ella tragó saliva. ¡Puedo hacer esto, puedo hacer esto! ―¡Te quiero!―, Soltó cerrando los ojos, sintiendo sus mejillas enrojecer. ―Celeste―. Un dedo suave debajo de su barbilla, levantando su cabeza, y ella abrió los ojos para encontrarse con su mirada dorada. ―¿Cómo me quieres? ―E-eres el mayor. Loc dijo que tienes que ir primero...― ¿Se había equivocado todo este tiempo? Quizás él no la quería después de todo. Su corazón se hundió cuando un dolor repentino la atravesó. ―Oye, ahora, no hay cara triste―. Su voz se suavizó, y él pasó su mano por su brazo, capturando su mano para sostenerla en la más cálida. ―No estas equivocada. Loc te informó correctamente. Créeme, te quiero más de lo que siempre he deseado a una mujer, y no solo por placer. Su corazón golpeó contra su pecho, haciéndola sentir mareada mientras se acercaba, y el aire a su alrededor se sintió sobrecalentado. ―Me dijiste que viniese a ti cuando estuviese

lista. Estoy tan lista como nunca lo estaré. No podría soportar otro día mirando a todos sin poder tocar. Pero también estoy asustada. El asintió. ―Nunca debes temer de mí ni de mis hermanos, pero sé que, si me aceptas, Celeste, me haré cargo. Haré lo que quieras para darte placer, y aceptarás todo lo que diga y haga―. Se dejó caer de rodillas, llevando su pecho directamente al nivel de sus ojos. Levantó la vista, y casi se quedó sin aliento ante los remolinos de su dorada intensidad, deseo, necesidad que ardía dentro de ellos. ―Lo que debes saber, siempre, dañarte nunca será mi objetivo. Estás a salvo conmigo, siempre. Necesito que confíes en eso en mis manos, a nuestro cuidado...― Pasó su gran mano derecha a lo largo de su brazo, haciendo que su piel hormigueara y su respiración se acelerara ante el contacto, como lava ardiente a través de sus venas ya calientes. ―Serás protegida y atesorada. Los únicos gritos serán de éxtasis, nunca de dolor. Esto no es una fantasía pasajera Te queremos como nuestra Sheraz, nuestra esposa. Haremos nuestro mejor esfuerzo para darte todo lo que necesitas y deseas, por el resto de nuestras vidas. Celeste estaba dividida entre querer llorar por las palabras que derretían su corazón y arrojarse en sus brazos gritando, sí, sí, ¡sí! ¿En qué parte del universo ella encontraría nunca a uno, sino a cuatro hombres tan maravillosos y devotos? Tragó saliva y asintió. De alguna manera, ya sabía que no había marcha atrás, desde el momento en que salió de su habitación. ―Acepto y confiaré. No es fácil para mí confiar en nadie, así que te pido paciencia. Se acercó más, su profunda voz como seda sobre su piel. ―Por supuesto, no vamos a ir a ningún lado. Estamos aquí para ti, siempre, hermosa. ―Yo... no tengo a nadie, nada en la Tierra, y quiero que mi nueva vida esté contigo, Raz, Loc y Kue. Él se puso de pie. Su altura y la intensidad de su mirada la hacían temblar, dio un paso atrás, atrapándose contra la pared. Él apoyó un brazo sobre ella. Luego, él bajó la cabeza, con los labios cerca de su cuello, y cuando sintió el calor de su respiración y su cuerpo tan cerca, inhaló profundamente. Luchó para no gemir mientras los escalofríos eróticos corrían por su columna vertebral, y todavía no la había tocado. Su cuerpo respondió como una perra en celo. Dios, ella lo deseaba, pero todavía estaba desesperadamente tímida, asustada por tocarlo.

―Tú eres...― Él se acercó más, sus dedos rozando contra el interior de su pierna, haciéndola estremecerse. ―Tan hermosa. Necesito una cosa más de ti, Celeste. ¿Puedes, me darás lo que deseo? Ella levantó la vista, confundida por lo que quería decir. Ella no tenía nada para dar, sin embargo, ella tenía todo. ―Yo... sí, sí puedo darlo. Su hermoso rostro era impresionante cuando sus labios se curvaron en una sonrisa sensual. ―¿Me darás el control total sobre ti? Control total, ya había prometido nunca hacerle daño... pero rendirse a él en todos los sentidos, confiar plenamente en él. Su mano se deslizó más arriba, y su otra mano tomó su muñeca levantándola lentamente por encima de su cabeza, como dándole la oportunidad de decir que no. Pero ella lo dejó sostenerla en el mamparo, sintiendo el poder en su fuerza dominante. La derritió aún más, haciéndola querer todo lo que tenía que dar, entonces ¿por qué no debería dar todo a cambio? ―Sí. Su cabeza se hundió, y no pudo contener el suave gemido cuando sus labios rozaron su cuello en un suave beso. Ella sintió sus labios abrirse, y sus dientes rozaron contra su piel mientras su lengua salía saboreándola. ―Sabes delicioso―. Su voz era baja y gruñona. Dios santo, ella iba a incendiarse, hacía tanto calor aquí. Cuando capturo su otra mano, sosteniéndolas contra el mamparo, ella no lo sabía, pero cerró los dedos en un apretado puño mientras continuaba con su asalto a su garganta, dejando un rastro caliente de pellizcos y suaves besos. ―No te vas a negar, ¿quieres, hermosa? Su cabeza se movió de lado a lado, y él levantó la cabeza, mostrando su sonrisa malvada. ―Por favor, tócame―. Su voz era un susurro desesperado. Cuando tocó su piel, fue como si se hubiera liberado electricidad, y onduló a través de ella, haciendo que su piel sonara como guijarros. Sus pezones erectos en sus amplios senos empujaron contra la tela de la camisa. Él liberó sus manos para ahuecar su cabeza. ―Siempre te tocaré, nuestra hermosa Celeste―. Sus labios se encontraron con los de ella, en un beso profundo y estupefacto. Justo como Raz y Loc la habían besado, su cabeza giraba en la absoluta decadencia de su sabor y calor masculino y picante. A través de la

barrera de la toalla negra sintió su dura erección metiéndose en su suave barriga. Ella empujó hacia él vertiendo todos sus días de lujuria y necesidad de besarlo. Las manos tocaron y tiraron de su ropa hasta que desapareció de su cuerpo, y él la levantó contra la pared, besándola más profundamente, empujando su lengua para explorar su boca. Estaba tan cerca, pero aun así no se sentía lo suficientemente cerca, por lo que ella gimió, arañando su piel caliente, su cuerpo dolorido, suplicando por él. De repente se apartó de la pared haciéndola chillar sorprendida. Pero la abrazó con fuerza, manteniéndola drogada y aturdida por sus besos, y sus dedos recorrieron los contornos de sus musculosos hombros. Se sentía tan malditamente bien, como nunca antes. Su último amante había sido flácido, y su ex marido, que tenía sobrepeso, no era nada comparado con Zeb. Cómo amaba sus ondulados abdominales y la fuerza en sus brazos cuando la tomó con facilidad, antes de bajarla a su enorme cama. La empujó hacia abajo, sus manos rozando sus piernas y sobre su estómago. Sus manos parecían explorar y adorar su cuerpo, el temor y el deseo se arremolinaban en sus profundidades doradas. ―No tenía idea de que eras así de suave, tan pálida... tus majestuosos senos―. Sus manos se apoyaron en su pecho. Ella jadeó y gimió cuando él apretó. ―Tu piel es tan sensible. A través de su borrachera de lujuria, se dio cuenta de que nunca antes había estado con una mujer humana. Cuando le abrió las piernas para mirar entre ellas, el calor le escaló en sus mejillas. Ella nunca había sido expuesta o exhibida por alguien. El miedo se apoderó de repente e intentó cerrar las piernas, pero su bajo gruñido la hizo congelarse. ―Zeb, yo… ―No tengas miedo. Déjame explorar tu belleza, Celeste. Tu cuerpo ahora es nuestro y quiero conocer todo sobre ti. No hay nada aquí que yo ya no ame. Mira cuánto me quemas―. Él agarró su mano guiándola hacia su larga y gruesa polla. Ella envolvió sus pequeños dedos alrededor de su caliente y flexible eje. Suave pero dura, y todo por ella. Él gimió cuando apretó con sus dedos. ―Sí, belleza, mira el poder que tienes sobre nosotros―. Él le retiró suavemente la mano. ―Lo mejor es que limites tu toque, ya que te necesito demasiado y puede terminar antes de que comience. Su miedo se derritió, y no pudo evitar la pequeña risa.

―Ahora mantén tus manos aquí―. Él agarró sus muñecas y las colocó sobre su cabeza. ―Permitirás mi exploración. ―Sí, comandante―. Ella le sonrió. Él gruñó bajo, y su cabeza cayó sobre su pecho derecho, haciendo que su espalda se arqueara, pero mantuvo una mano sobre su pecho, inmovilizándola mientras se amamantaba y probaba, antes de pasar al otro. Su atención cambió más abajo, moviéndose entre sus muslos. Él miró fijamente su coño abierto, sus manos cuidadosamente abriendo sus labios externos, pasando su mano sobre su clítoris haciéndola jadear y reírse mientras el placer puro la atravesaba. ―He oído hablar de esto. Tu klei es tan fácilmente accesible y extremadamente sensible―. Él sonrió y luego bajó la boca hasta su coño. Él jugó con su lengua golpeando su raja antes de sumergirla en su agujero, lamiendo sus fluidos que fluían libremente. La cabeza de Celeste se sacudió, y ella se estiró para agarrarse a las sábanas, gimiendo ruidosamente mientras la presión se acumulaba en su cuerpo. Ella lo sabía, lo había sentido antes... pero siempre se había desvanecido. No esta vez. La mantuvo atrapada mientras él continuaba chupando y follándole con su lengua hasta que esa presión explotó, haciendo que todo su cuerpo se sacudiera. Gritó cuando el placer puro la inundó. ―Zeb, oh Zeb, ooh Dios!― Era demasiado, pero aún no lo suficiente. Más, más. Gimió cuando él levantó la cabeza, lamiendo la humedad de sus labios y mentón. ―Agasajándome de ti, encuentro tu sabor hermoso, tan adictivo. Qué fácil fue llevarte a la cumbre. Gimió nuevamente, sus músculos se relajaron completamente mientras se arrastraba sobre ella, y por primera vez vio preocupación en sus ojos. ―¿Estás complacida? Tragó su risa, extendiendo la mano para acariciar su rostro. ―Sí, pero aún no has terminado, guapo.

Soltó un suspiro, y sonrió, ―Tienes razón. Te necesito tanto, así que, con tu humedad y mi lubricación, rezo por los Dioses del Fuego para que puedas tomarme. ―Entonces, ¿qué estás esperando?― Ella deslizó sus manos sobre sus caderas. Su desafío volvió a encender el fuego carnal en sus ojos. Con demasiada facilidad la empujó hacia abajo con una mano. ―Oh, no, belleza, estoy en el asiento del piloto aquí. Necesito que te relajes y me dejes dominar. ―Con gusto, comandante―. Ella soltó una risita, tratando de saludar. Él sonrió ampliamente, inclinándose para robarle un beso. ¿Quién hubiera pensado alguna vez que el sexo sería tan placentero como divertido? Supuso que nunca había estado con el hombre correcto, alguien que estaba dispuesto y queriendo complacerla en lugar de encontrar algo para meter la polla hasta que se viniera. Su sonrisa cayó cuando él abrió sus piernas, su miembro hinchado entre sus piernas y presionando contra su agujero. Mierda que polla. Él era grande, y ella tragó saliva tratando de relajarse mientras su coño ardía, estirándose para acomodar su circunferencia. Al darse cuenta de su incomodidad hizo una pausa, se inclinó arqueándose sobre ella para acariciarla con besos en su cuello, antes de tomar sus labios en un beso profundo y duro. ―Te estoy lastimando―, susurró contra sus labios. ―Sí, pero solo un poco, por favor, yo... no quiero que te detengas―. Si los cuerpos de las mujeres podían empujar bebés, ella podría dejar que la penetrara con su pene. Más que eso, quería sentirlo todo el camino dentro suyo. ―Bésame, distráeme, haz que me desespere por ti. La obediencia fue instantánea, su boca sobre la suya con lentos besos, sus manos se deslizaron en su pelo, manteniendo su cabeza cautiva mientras le mordisqueaba los labios con sus afilados dientes. Ella jadeó cuando sus dientes rompieron la superficie de su piel, y al mismo tiempo empujó una buena mitad dentro de ella, casi forzando a su cuerpo a tomarlo. Él chupó la pequeña herida, calmando la picadura y de nuevo alejando su mente de estar tan estirada. Él sacudió su cabeza hacia atrás y gimió. ―Tan ardiente y apretada, hermosa, no sé si duraré mucho más...― La tensión apareció en su rostro, y ella tuvo que hacer algo para sacarlos a los dos de su miseria.

Metió los dedos entre ellos y acomodó las caderas, obligando a su cuerpo a tomar el resto de su longitud. Sus ojos se abrieron cuando él la miró, y sus ojos se encontraron. Ella podía ver su desesperación salvaje, sus dos cuerpos en llamas. ―Deja que mis hermanos me maten si te hago daño, hermosa, pero no puedo parar ahora. ―Si te detienes, dejaré que tus hermanos te maten―, gruñó, sorprendida por su propia audacia. Se retiró antes de deslizarse dentro de ella lentamente, al principio, pero pronto ganó velocidad, con fuertes y potentes embestidas. La quemadura se había ido, su vientre dolía de adentro hacia afuera cuando un tipo diferente de presión comenzó a acumularse a partir de la fricción constante. El deslizamiento de su polla pareció golpear las sensibles terminaciones nerviosas dentro de ella, haciéndola gemir en voz alta y agarrarse fuertemente a él. Apenas podía creer cuánto estaba dentro de ella, llenándola, al mismo tiempo acercándola a su pecho, mientras sus caderas trabajaban, una y otra vez. Qué maravilloso se sentía, rodeada de Zeb mientras la follaba completamente sin sentido, y ahora que sabía lo maravilloso que era el orgasmo, se sentía codiciosa por otro. Pero el que se estaba construyendo se sentía mejor, incluso más fuerte. ―Sí, oh sí Zeb, ¡por favor, más rápido!― Su cuerpo comenzó a retorcerse de nuevo, y ella se sintió como una diosa siendo follada por un ángel. ―Eres tan hermosa―, jadeó, sus ojos se abrieron, cerrándose con los de ella, cuando su cuerpo comenzó a temblar. ―¡Te sientes tan bien, muy bien, Celeste, mi Celeste! Sus ojos se movieron hacia atrás en su cabeza mientras la follaba tan fuerte y rápido que pensó que moriría por la sobrecarga de placer. Él gimió, y ella se estremeció en ola tras ola de completa dicha, haciendo que su cuerpo se contrajera. La sensación de presión y calor dentro de ella, coincidiendo con su llanto, indicaron su liberación. Sus embestidas disminuyeron mientras su propio cuerpo temblaba, su respiración era pesada cuando su peso cayó sobre ella, aplastando momentáneamente el aliento de sus pulmones. Ella gimió. La tomó en sus brazos, su polla se deslizó de su cuerpo mientras él los giraba para que ella yaciera tendida sobre su pecho sudoroso y agitado. Su mano se movió con dulzura arriba y abajo de su espalda. Su cuerpo lánguido, su mente medio adormilada, un pensamiento medio consciente apareció, que todavía estaban Raz, Loc y Kue que querían hacerle el amor también. Su cerebro, incapaz de enfrentar el pensamiento en ese momento, decidió cerrarse.

Así es como debía ser. Zeb la sostuvo en la seguridad de sus fuertes brazos, y ella se sumergió en la dicha del sueño.

Capítulo Nueve ―Ooh―. Las partes doloridas del cuerpo de Celeste la ayudaron a alejarse de la dicha del sueño, y rodó sobre su espalda sintiendo cada pequeña punzada mientras se movía. El sexo con un tipo tan grande y caliente la dejaba adolorida. A pesar de ello, sonrió cuando los recuerdos de la noche anterior bailaron en su mente. Finalmente, teniendo una experiencia positiva y maravillosa, se lamió los labios, de repente codiciosa de más. ―Ah―. Ella hizo una mueca de nuevo. Bueno, tal vez después de que se haya recuperado. ―Bienvenida en esta mañana, encantadora. Su grito de sorpresa hizo que Raz se sobresaltara de su posición en el borde de la cama, cayendo sobre su trasero mientras ella gateaba agarrando la sábana contra su pecho desnudo. Las pisadas golpearon, y la puerta se abrió, admitiendo a Kue y Loc, preocupados por su expresión mientras miraban a Raz ahora en el piso. ―¿Qué le hiciste?― Loc y Kue miraron a Raz. ―Nada―. Raz se puso de pie y sonrió de nuevo. ―Me sobresaltaste―. Agarró la sábana con fuerza, su corazón aún latía en su pecho. ―Oh, encantadora, tienes que empezar a acostumbrarte a que estemos aquí cuando te despiertes―. Raz volvió a sentarse. ―No olvides que has aceptado no solo a Zeb, sino a todos nosotros. En el fondo de su mente sabía que tendría que enfrentarse a los demás, pero no se dio cuenta de que sería más temprano que tarde. ―¿Estás herida?― Preguntó Kue antes de poder responder la declaración de Raz. ―Ella lo está. Escuche sus gemidos de dolor. Ella frunció el ceño a Raz, levantando sus piernas para hacer una mueca. ―No estoy gimiendo. Sí, estoy un poco adolorida, no herida.

―Entonces, ¿estás complacida con Zeb?―, Preguntó Loc, y todos la observaron expectantes. El calor le infundió la cara. Raz tenía razón. Tendría que acostumbrarse a tener cuatro hombres, no solo uno. Ella asintió con un susurro, ―sí. ―Mira, te dije que no nos tomaría a todos darle placer a ella―. Loc sonrió a sus hermanos con satisfacción. ―Así que, encantadora―. Raz alcanzó la sábana y comenzó a tirar. El breve tironeo terminó con ella desnuda y avergonzada, cubriendo sus pechos con sus manos. ―Eres nuestra esposa, recuerdas, así que no sientas vergüenza. Queremos verte, belleza―. Él le tendió la mano, haciéndole señas para que se alejara de la esquina. Aspiró profundamente. Ella había ido voluntariamente a Zeb, y la había visto desnuda y él amaba su cuerpo. Levantó la mirada observando a los tres hermanos, estudiando sus rostros hambrientos e intensos. Era difícil romper viejos hábitos y acostumbrarse a cosas nuevas. Hasta el momento había sufrido muchos cambios, pero este cambio al menos era para mejor. Todos eran igualmente apuestos, y no se volvían atrás en mostrar cuanto la deseaban. Retiró sus manos de sus pechos, moviéndose a través de la cama grande para colocar su mano confiadamente en la de Raz. ―Es difícil acostumbrarse―, admitió. El calor se movió a través de su brazo cuando una mano más grande envolvió a la más pequeña, su mirada recorrió su cuerpo desnudo. ―Majestuoso, ¿no es así, hermanos? ―Eres belleza suave y pálida―. Loc pasó la lengua por sus labios. ―Absolutamente cautivadora―. Kue le sonrió hambriento por sus pechos. Raz tiró de ella hacia adelante, y chilló cuando perdió el equilibrio y cayó hacia sus brazos que esperaban, antes de que la levantara contra él, acunándola protectoramente. ―Gracias por permitir esto. Sé que es difícil, pero te ayudaremos paso a paso. Confía en nosotros para cuidar de ti. Entonces, ¿cómo suena un baño caliente y algo para calmar tu dolor?

La sorpresa la hizo pestañear y se rio entre dientes. ―¿Crees que somos salvajes hambrientos y exigiríamos nuestro turno contigo? ―Bueno, yo...― Ella asintió, ahora sintiéndose tonta. ―Un baño caliente suena bien. No pensé que su nave tuviera baños. ―Puedes culpar a Zeb por poseerte. No se limitó a tomar los cuartos del viejo comandante por su tamaño. Viene con un área de baño. Ella se agarró a los hombros de Raz mientras se levantaba, llevándola con él. El simple esfuerzo que tomó levantarla la dejó asombrada. Wow, realmente tengo hombres fuertes. Obtuvo su primera mirada real alrededor de la habitación mucho más grande de Zeb. Había sillas de mesa, una gran estación de trabajo y una segunda puerta frente a la entrada. ―Buscaré el inhibidor del dolor. Solo recuerda las órdenes de Zeb―. Kue miró a Raz por un segundo antes de darse vuelta. ―Iré a por la comida de la mañana―. Loc le guiñó un ojo y siguió a Kue fuera de los aposentos de Zeb. ―Um, ¿no debería volver a mi habitación? Realmente no tienes que hacer todo esto por mí. "Ella se movió un poco en los brazos de Raz. "Se supone que debo estar de servicio con Zeb. ―Hoy no, y debes saber, ahora que has aceptado ser nuestra, que las reglas anteriores ya no se aplican. Lo que queremos hacer más en todo este universo, en lugar de darte placer, es cuidarte. Entiende que es lo que cada Demos quad está entrenado para hacer desde el nacimiento. Anhelamos encontrar a alguien especial a quien cuidar, y, encantadora, cuidarte es una alegría total. Ella lo miró sin saber qué decir cuando la puerta silbó detrás de ellos. La habitación estaba distribuida de forma sencilla, con la bañera con un semicírculo negro oscuro atornillado a la pared y una escalera que subía y bajaba por el borde del agua turbulenta. Parecía celestial. Solo acéptalo. ¿Cuándo más en tu vida vas a experimentar alguna vez que alguien te cuide y realmente quiera hacerlo? No soy una carga aquí, con mis hombres. Cuanto más se lo decía a sí misma, más lo aceptaba, solo un poco, rompiendo las paredes que había construido alrededor de sí misma y su corazón. ―En ese caso, Sr. Raz, no me gustaría quitarles ninguna alegría.

Él se inclinó para besar la punta de su nariz. ―Sabía que lo verías a mi manera, pero los otros dudaron de mí. ―¿Soy tan desagradable? Su hermosa ceja roja se arrugó en un ceño fruncido, y era tan lindo. ―¿Persona desabrida?― (La palabra en inglés es Sourpuss, que significa desagradable, desabrida, poco afable, etc.… es por eso su confusión.) Ella soltó una risita. Había algunas expresiones humanas que dejaban desconcertados a los hermanos, y reconoció que se reía un poco al explicarles. ―Alguien que es malhumorado y hosco. ―Tú y tus maravillosos dichos humanos, pero no ese, no, no eres amargada. Has pasado por muchas cosas y has tenido todo el derecho de estar triste y desconfiar de mis hermanos y de mí. Debes saber que solo tenemos los mejores intereses en el corazón. ―Esposa feliz, vida feliz―. Recordó la cita de una película que había visto hace mucho tiempo. Su rostro se iluminó. ―¡Sí! Somos felices cuando sonríes, y seré aún más feliz cuando me dejes entrar en ese hermoso cuerpo tuyo―. Él la colocó en el borde de la bañera, claramente decidido a moverse para un beso. Oh no. Ella ahuecó rápidamente su mano sobre su boca. ―No. Él se retiró, sorpresa en su mirada dorada. ―No es que no quiera besarte otra vez, lo hago, pero um, ¿puedo pasar un tiempo a solas? ―Preciosa, no cometeré ese error otra vez. La última vez que te dejamos sola, te alejaste de la nave. Entonces tuvimos... ¿cómo le dices? nuestros culos masticados por Zeb. Ella soltó un bufido de molestia y empujó su amplio pecho. ―La última vez estabas siendo un asno. En cuanto a ahora, necesito usar las otras instalaciones y orinar antes de un baño. Incluso puedes hacer guardia afuera y esperar―. ―¿No puedo ver? ―Eww, no―. Ella arrugó su nariz con disgusto, y su risa llenó el baño. ―Entiendo que hagamos todo juntos, pero trazo la línea a eso. ¿Por favor?

Ella probó poner ojos de cachorrito. Pareció funcionar mientras él retrocedía. ―¡Raz, a su orden y servicio!― Levantó su brazo sobre su pecho en saludo. ―Tres minutos, el recuento comienza cuando la puerta se cierra. ―Está bien, está bien, vete por favor―. Ella lo ahuyentó agitando sus manos. Él nunca apartó los ojos de ella cuando salió de la habitación y la puerta se cerró entre ellos. Bajó los escalones para encontrar la pequeña habitación que usaban como retrete, y se estremeció de dolor por lo dolorida que estaba mientras lo usaba. Si todos los hermanos fueran tan dotados como Zeb, no sabía cómo su cuerpo podría soportar cuatro pollas tan grandes, y por no hablar una. Me acostumbraré, ¿no? Sin duda, su cuerpo se ajustaría a tomarlos. Placer y dolor, suspiró mientras terminaba, con mucho tiempo libre. Sin duda, irrumpiría por ella si se tomaba su dulce tiempo. Limpiándose, caminó de vuelta a la bañera y se preguntó si debería esperar a Raz o simplemente meterse dentro de la bañera profunda muy tentadora. Kue estaba trayendo algo para el dolor, y recordó que Loc había ido a buscar comida. Entonces el baño tendría que esperar. Ella agarró una de las toallas negras del baño de Zeb y se la envolvió alrededor de su cuerpo, sintiéndose más acorazada para enfrentar a sus hombres. Era hora de probar algunas otras teorías que se arremolinaban en el fondo de su mente. No mucho antes de que el Jorval la tomara, ella había estado creando lentamente una nueva vida, lejos de todas las influencias negativas de su pasado. Quedó impresionada en el momento en que se despertó en esa jaula, pisoteando su recién encontrada libertad en el suelo frío y sin emociones de la nave espacial. No más. No era solo confianza. Sus maravillosos Demos le habían dado una nueva oportunidad y esperanza de una vida muy diferente y positiva, y tal vez... una con amor. Respiró profundamente, sintiéndose cautelosa y en control. Silenciosamente se movió hacia la puerta, tocando suavemente el botón de apertura.

****

―¿Qué estás haciendo aquí?― Loc llevando una bandeja llena de comida y un tazón humeante de purrt, frunció el ceño a Raz. ―¿Le hiciste algo para que ella te echara? Raz rodó los ojos. ―No, hermanito, ella es tímida para aliviarse frente a los demás. ―Oh―. Loc se quedó allí por un momento sosteniendo la bandeja, esperando con Raz. ―¿Qué están haciendo ustedes dos aquí?― Kue entró a zancadas a los aposentos de Zeb. ―Han hecho algo para ofender a Celeste, ¿verdad?― Señaló el inhibidor de dolor acusándoles. ―No claro que no. Celeste es tímida―. Loc golpeó a Raz con la explicación. Kue ladeó la ceja confundido. ―¿Acerca del baño? ―No, la otra cosa. ―Oh―. Kue se unió a los otros dos a la espera, y los tres se quedaron en silencio por un momento. ―¿Cuánto tiempo necesita?―, Preguntó Loc. ―Le di tres minutos―. Raz se cruzó de brazos. ―¿Es suficiente? ¿Cuánto tiempo necesita una mujer humana para tales cosas?― Kue reflexionó tocando el inhibidor contra su muslo. Raz se encogió de hombros. ―Eres el experto en biología, dinos. ―¿Cómo no sabíamos esto antes?―, Cuestionó Loc de nuevo. ―No debería importar. Mira cuánto hemos progresado hasta ahora, así que, si ella necesita un poco de privacidad, lo respetamos. ―¿Y en cualquier otro momento?― Loc balanceó la bandeja con una mano, tomando un pedazo de pan flava replicado y mordiéndolo. Raz sonrió. ―No es una posibilidad, ella es nuestra ahora, y lo más importante, es mi turno con ella. Loc y Kue pusieron los ojos en blanco con un gemido. ―No la canses. Soy el próximo.

―Así que así es como lo hacen, ¿están parados y discutiendo quién está a punto de follarme? Todos ellos saltaron al sonido de la voz de Celeste. Ella estaba parada allí con una toalla negra envuelta alrededor de su cuerpo haciendo que su piel pálida fuera aún más atractiva, como un regalo esperando ser desenvuelto. Loc casi derriba la bandeja de comida, y Kue agarró su inhibidor con fuerza. ―No es una discusión. Es solo la forma de hacer las cosas―. Raz asintió con la cabeza preguntándose cómo en las Llanuras de Hielo ella había logrado acercarse sigilosamente a ellos. Suponía que no era tan difícil cuando todas sus mentes se centraron en sus barreras. ―Bien―. Se cruzó de brazos, mirándolos a los ojos con molesta, haciendo que una corriente de culpa poco común y bastante incómoda pasara por Raz. Se lo quitó de encima. ―Esta es solo la forma en que son las cosas―, ofreció Raz con las palmas abiertas hacia ella. ―Ya veo. Entonces, ¿qué pasa si no suceden a tu manera? ¿Se va a derrumbar el universo si elijo que Loc esté aquí conmigo y no a Raz?

**** Por las tres miradas en blanco, pensó que nunca se les había hecho semejante pregunta. Pero Loc sonrió. ―El universo no se derrumbará en lo más mínimo. Mira, incluso te traje algo de comida. Levantó la bandeja. Celeste negó con la cabeza, pero sonrió. ―Gracias, Loc. ―Loc, baja aquí. Tenemos que trabajar en conectar el acoplamiento para que podamos salir de este maldito planeta―. La voz inconexa de Zeb rugió a través de los altavoces, y la sonrisa de Loc cayó y pareció muy apenado. Con un suspiro dramático se dirigió a la mesa y dejó la bandeja. ―El deber llama, pero no esperes demasiado. Necesitas comida, y se enfriará.

―Gracias, Loc―. Ella sonrió con aprecio. Sus ojos estaban puestos en ella mientras retrocedía hacia la puerta, con los labios abiertos en una sonrisa mientras barría su mirada ansiosamente sobre su cuerpo. Estuvo a punto de golpear el marco de la puerta, y su sonrisa se volvió ridícula antes de desaparecer. ―Antes de que hagas eso, ven aquí―. Kue la tomó de las manos y la llevó a la cama, levantándola fácilmente para que se sentara en el borde. Vio como presionaba el inhibidor de dolor en su muslo. Dio un leve silbido cuando la droga se inyectó en su sistema. ―Eso debería encargarse de cualquier incomodidad, pero todavía tenemos que tener cuidado. Los humanos no son tan fuertes como las hembras Demos―. Kue le dirigió a Raz una mirada penetrante. Raz no pareció darse cuenta. Estaba demasiado ocupado observándola con los ojos entornados, como un halcón mirando su presa. Parpadeó, luego se movió a la bandeja recogiendo una taza y llevándosela. Toda la incomodidad se desvaneció, y apartó su mirada de la de Raz para sonreírle a Kue. ―Aquí, bebe―. Tomó la taza ofrecida. El aroma del dulce purrt llenó sus sentidos. Sorbiendo, descubrió que no estaba demasiado caliente, y bebió rápidamente la mitad antes de devolvérselo. ―Gracias, Raz―. Ella sonrió con cariño mientras retiraba la taza. Kue respiro y se levantó de la cama, con un suspiro casi tan dramático como el de Loc. ―Raz cuidará de ti ahora. Volveré más tarde―. Hizo ademán de alejarse. Un repentino y loco pensamiento se le vino a la cabeza. ―Uh, espera―. Alargó la mano para agarrarse al musculoso brazo de Kue. ―¿Pensé que compartían todo como hermanos? ―Lo hacemos―. Tanto Kue como Raz hablaron juntos y agregaron un estéreo a las dos palabras. Volvió a sonrojarse. Era muy difícil tomar la iniciativa cuando se trataba de sexo. ¡No seas gallina ahora!

No sintió dolor, y su estómago se aplacó durante un tiempo, por lo que un nuevo calor creció en su vientre inferior. Solo su mano en la piel de Kue enviaba pequeñas pulsaciones de calor por su brazo. ―¿Por qué no, entonces, um, comparten? No me importaría. Ambos se detuvieron para mirarse el uno al otro en esa extraña y silenciosa comunicación en la que los cuatro eran muy buenos. ―¿Tal vez podrían ayudarme a lavarme la espalda?― Añadió mientras la preocupación se acomodaba en el fondo de su mente. Raz sonrió y la tomó por los hombros, girándola, llevándola al baño. El calor de su cuerpo se apretó contra su longitud, y en un instante toda la preocupación se evaporó. ―Kue es bienvenido a lavarte la espalda, encantadora, pero recibo la primera llamada para lavar tu frente. El alivio y el descaro de Raz la hicieron reír. ¿Cómo podría una mujer de treinta años sentirse ligera de corazón y lo suficientemente despreocupada como para reírse? El sexo con Zeb había sido divertido y placentero. Con Raz y Kue combinados, el mero hecho de pensarlo hizo que su piel ardiera con calor. Gula por más la pateó, y dejó que sus instintos gobernaran. Sus risas se hicieron eco en el baño. Miró por encima del hombro para ver a sus hombres mirarse con expresiones perplejas. Raz se encogió de hombros y tomó medidas, sus risitas se convirtieron en un chillido mientras atacaba. Él tiró de la toalla de su cuerpo y la tomó en sus brazos. ―Sé lo que quieres, preciosa. Relájate y déjanos ocuparnos de todo. Antes de que ella pudiera parpadear dos veces, él la había levantado y la había arrojado al agua caliente. Con un jadeo, salió a la superficie. ―¡Oye!― Se secó los ojos, levantando la vista para ver a Raz, ahora desnudo, quitándose la última bota. Enamorada por el espectáculo de la sexy carne roja y masculina, se empujó hasta el otro extremo de la bañera para mirar, lamerse los labios y dejar que su mente se empapara en cada hueco y curva de sus musculosos y oh-tan-deliciosos cuerpos, hasta su dura erección roja. Le encantaba cómo estaban construidos sus hombres, guerreros en el exterior, pero corazones de oro en su interior. El hecho de que resultaran ser de piel roja se sumaba a su cruda masculinidad. Su visión se duplicó cuando Kue lo siguió al agua, deteniéndose frente a ella, encerrándola. Una mezcla de miedo y excitación la recorrió, haciendo que su cuerpo se estremeciera. Ella era un pequeño pez en un pequeño estanque de tiburones.

Raz le ofreció su mano, como si le diera la oportunidad de cambiar de opinión. Por mucho que su corazón palpitara y pequeños temblores recorrieran su cuerpo, extendió la mano con más confianza de la que jamás había puesto en nadie. Así como había confiado en Zeb, ella también se colocó en las manos de Raz y Kue. Su agarre fue firme mientras la alejaba de la pared y entre dos cuerpos masculinos duros y calientes. Kue no perdió tiempo en apartar el cabello húmedo de su hombro, mientras el otro brazo rodeaba su cintura, medio sacándola del agua. El calor de sus labios en su piel quemaba su sensible carne, y él suavemente mordió y lamió su camino a través de la parte posterior de su cuello. Sus ojos entrecerrados con puro placer por eso. Una de las manos de Raz ahuecó su pecho lleno flotando justo encima de la línea del agua. ―Tales montículos abundantes, tenemos que lavarlos adecuadamente―. Raz apretó uno suavemente, moviéndose más bajo en el agua, llevando sus pechos casi a la línea del ojo. Jugó con los dos, probando su suavidad, provocando sus pezones haciendo que su cadera se arqueara mientras él los pellizcaba y tiraba de ellos. Una de las manos de Kue se deslizó alrededor de ella, la otra bajó por su cintura. ―Tu piel es tan suave. Nunca tendré suficiente para ver y tocar toda tu redondez pálida. También tienen que lavarse―. Las manos de Kue comenzaron una nueva exploración de su piel expuesta y húmeda. Oh Dios, estos baños con estos hombres nunca serían lo mismo. Parecía tan equivocado, pero se sentía tan bien, no era más que una marioneta colgando entre sus dos titiriteros. Era difícil saber qué manos acariciaban su piel, cuales labios besaban y mordisqueaban, cuales dedos le tocaban. Ella jadeó y gimió, su cabeza cayó sobre el hombro de Kue. Ella necesitaba más y cada vez se sentía más frustrada. Ella necesitaba sentir los labios de Raz sobre los de ella. Su piel fue besada, pero no sus labios. Buscando la cara de Raz, ella abrió sus ojos mirando sus intensos oscuros dorados. Sus labios se curvaron en una sonrisa de complicidad. ―Dime lo que quieres, mi belleza, toma el control de tu placer―, susurró, a solo una pulgada de su boca. ―Somos tuyos tanto como nos perteneces a nosotros. ―Bésame―, casi gruñó, agregando un ―por favor― en un susurro. Él no la decepcionó. Su boca se estrelló contra la de ella, sus labios y lenguas se encontraron en un acalorado intercambio, hasta que uno de ellos deslizó sus dedos a través de su pelo en la base de su cráneo y apretó con más fuerza. Se derritió por completo entre ellos.

Raz rompió el beso, y ella gimió con desilusión. ―Bien, suficiente lavado. Estás limpia, estamos limpios―. Él asintió a Kue. Raz la recogió llevándola del baño. En cuestión de segundos, todos estaban secos y habían sido colocados en la cama de la que la habían sacado. La cabeza giraba por lo rápido que trabajaban, pero ahora estaba desnuda, con ellos de pie junto a ella, por lo que tenía algo de tiempo para orientarse. ―Preciosa, solo queremos brindarte placer, pero debes ayudarnos a guiarnos. Sabemos qué hacer con las mujeres Demos, pero eres más frágil y no hay forma de que queramos hacerte daño. Su preocupación la conmovió. ―Estará todo bien. Confío en ustedes dos―. Sonrió, sus ojos moviéndose entre Raz y Kue, bebiendo su perfección masculina, incluyendo algunas cicatrices en varias partes de sus cuerpos. Simplemente los hizo aún más sexys. A su vez, la hacían sentir sexy, tan deseada y necesitada. Levantó sus manos temblorosas y las pasó sobre su propio cuerpo. Se mordió los labios mientras sus ojos dorados la seguían a cada momento. ―Hagan lo que sientan que es correcto. Mi piel es sensible, y en cualquier lugar que me toquen lo sentiré. Estoy segura de que Zeb ya les ha contado mis partes más sensibles. Si me hacen daño de cualquier manera o me siento incómoda, prometo decírselos. ―Trato―. Raz cayó de rodillas. ―Tienes razón. Zeb nos contó muchas cosas, y cuando nos contó esto, he querido hacerlo―. Un grito sin aliento sonó en la habitación cuando Raz se apoderó de sus caderas, arrastrándola con fuerza hacia el borde de la cama. Empujó sus piernas hacia atrás y enterró su cara entre sus piernas, su lengua arremetió para lamer entre sus pliegues. Su espalda se arqueó, sus manos automáticamente se dirigieron a su cabeza mientras lamía y chupaba su clítoris, antes de sumergirse en su canal, lamiendo sus fluidos jugos. Sus gemidos se elevaron en el aire. Media loca por Raz entre sus muslos, saboreando su tierna carne, alzó la vista para encontrar las manos de Kue rozando su torso, tocando sus pechos antes de inclinarse para tomar un brote en su boca, amamantándose como Raz estaba haciendo con su clítoris. La sobrecarga la golpeó de repente y con fuerza, y en segundos su cuerpo se convulsionó cuando el relámpago líquido hizo que cada terminación nerviosa chisporrotee y cante. Raz se echó hacia atrás, y todo su cuerpo se relajó, haciendo que ambos se detuvieran. ―¿Viste lo rápido que alcanzó su punto máximo?― Se habría reído del orgullo en su voz, si no estuviera simplemente tratando de rellenar sus pulmones con oxígeno.

―Quiero intentarlo. Muévete―. Kue se movió de la cama para sacar a Raz de entre sus muslos. Incluso aturdida, se dio cuenta de lo que estaba por suceder. ―Oh Dios, Kue...― No tenía ninguna experiencia real en tríos, y no tenía idea de qué hacer, cómo comportarse, y decidió que era una buena idea ser guiada por ellos. ―¿Estás herida, preciosa?― Raz estaba inclinado sobre ella ahora, una de sus palmas ya ahuecando su pecho. Ella sacudió su cabeza. ―No, yo solo... no sé si puedo venirme tan pronto. Él sonrió maliciosamente. ―Quiero ver si puedes. Dijiste que confiabas en nosotros. ―Lo hago, ¡oh Dios!― La lengua caliente de Kue azotó su clítoris ya sensible, las manos de Raz en sus senos, trabajando con las palmas y chupando sus pechos como dulces. Kue deslizó un dedo dentro de ella, deslizándolo dentro y fuera al tiempo con cada tirón de su clítoris con su boca. Apenas podía respirar, sus dedos agarraban el suave y espeso cabello negro de Raz, mientras succionaba fuertemente sus pezones. Sobreexcitada e hipersensible, no tardó demasiado, hasta que su mente se nubló, su cuerpo se convulsionó, y un grito se desgarró de su garganta, su cuerpo siguió temblando con réplicas eléctricas. Su mente flotando en una nube de dicha, lentamente volvió a la realidad. Tanto Kue como Raz se habían apartado de su cuerpo y acariciaban suavemente su piel. ―¡Sabía que la habías empujado demasiado lejos!― Raz miró en acusación. ―Fuiste tú el que quiso hacerla venir más de una vez, y tú eres el que nos recordó que es más frágil y necesita un mejor cuidado. ―Pero fue tu boca en ella lo que la hizo correrse. ―No sabía que se desvanecería así―. Kue le dio unas palmaditas en la mejilla. ―Dulzura, ¿te sientes bien? ¿Estás herida? Habla con nosotros, por favor. Celeste se lamió los labios secos. ―Se sabe que la mujer humana puede alcanzar la cima varias veces. Nunca pensé que fuera posible, que alguna vez pudiera venirme una vez, y mucho menos dos veces seguidas.

Ella sin aliento se rio de sus gemelos suspirando en alivio. Sí, ella estaba perdida. Sus afectos aumentaron en cuanto a lo que realmente les importaba. Salió en sus acciones más que en sus palabras. Abrió violentamente los ojos y los vio mirándola llena de curiosidad y lujuria. ―Sí, pero aún no has terminado―. Aunque sus miembros se sentían como plomo, convocó su fuerza y levantó su brazo para acariciar cada uno de sus pechos. ―Me hacen sentir tan maravillosa y quiero complacerles también. ―Preciosa―. Raz se arrastró entre sus muslos, su cuerpo acunó el de ella, le acarició el pelo. ―¿No puedes ver? Nuestro placer es complacerte, cuidarte. Si eres feliz, nos llena de alegría. Sus palabras llenas de emoción hicieron que Celeste se mordiera el labio y las lágrimas llenaron sus ojos. Nadie le había dicho algo así. Estaban derribando todas las defensas que había construido, llenándola de tal esperanza, pero al mismo tiempo haciéndola temblar de miedo, temerosa de que nada de esto fuera real. ―Shhh, dulzura―. Kue empujó a Raz parcialmente hacia un lado. ―Todo está bien. Estamos aquí para ti siempre. Respiró temblorosamente para controlar sus emociones desenfrenadas. Ella quería devolver todo lo que pudiera, y lo único que tenía era ella misma. ―Gracias por cuidarme, pero no te detengas. Hazme el amor, por favor. Raz empujó a Kue hacia atrás, sus labios se torcieron en una sonrisa torcida. ―Tu deseo es nuestro mandato, y es mi turno. Déjame entrar, mi preciosa Celeste. Le abrió más las piernas, y el calor de su polla dura se deslizó a lo largo de su muslo, presionando contra su entrada. Jadeó, su mente giraba ante la sensación de él presionando dentro de ella. Como ya estaba mojada por dos orgasmos, se deslizó fácilmente, estirándola. Gimió y volvió la cabeza, viendo a Kue mirarla con ojos acalorados. ¿Simplemente iba a mirar y esperar? ―Raz, detente. Lo hizo, la preocupación cruzando sus facciones cuando se retiró. ―¿Te lastimé? ―No, yo… ¿cómo hacen el amor con una mujer Demos? ¿Se toman turnos?

―Esfuerzo en equipo, uno folla duro y rápido para ayudar a construir su cima. Luego intercambiamos y continuamos hasta que alcanza su punto máximo, pero tú no eres Demos―, respondió Kue. ―¿Qué está mal? ―Nada, pero todo. Raz, ayúdame, quiero tenerlos a los dos, no solo uno a la vez, por favor. Los hermanos intercambiaron una mirada, ambos aparentemente confundidos, pero aun así Raz obedeció. Él se sentó sobre sus talones, tomándola de los brazos para ayudarla a sentarse, su furiosa polla oscilando y dura entre ellos. ―¿Qué es lo que necesitas? Pasó su mano sobre su pecho, sus mejillas se pusieron rojas. Era difícil hablar de sexo, pero fueron muy pacientes con ella, esperando con impaciencia las instrucciones. Le habían dicho que se hiciera cargo de su placer, y esta era su intención. ―¿Te pondrías detrás de mí y me tomarás de esa manera, para que pueda complacer a Kue al mismo tiempo? Ella enterró su cabeza en el pecho de Raz para ocultar su vergüenza. Raz solo se rio, acariciando su espalda. ―No es algo que hayamos hecho alguna vez, pero no hay límites. Ven entonces―. Él la jaló hacia atrás, y todos se reposicionaron en la cama. La espalda de Raz estaba contra la pared, y ella estaba acostada de costado frente a él. Su enorme cuerpo acunó el suyo, y sus grandes manos rojas comenzaron a vagar por su piel mientras colocaban besos sobre sus hombros y a lo largo de su cuello. ―Me gusta esto―. Los brazos de Raz se volvieron para jugar con sus pechos, una mano serpenteando entre sus muslos. ―Tanto que puedo alcanzar desde esta posición―. Ella siseó cuando sus dedos acariciaron a lo largo de su hendidura, encontrando su clítoris y jugando con el brote endurecido. ―Todavía tan húmedo por nosotros, ¿verdad, preciosa? Tú y tu cuerpo son una maravilla de la que nunca tendremos suficiente. Levantó su pierna izquierda y la suya, y esta vez no perdió el tiempo, deslizándose en su calor húmedo. Ella gimió ante la sensación de estar estirada y llena. ―Tan caliente y apretada alrededor de mi polla. Dedos levantaron su barbilla. ―¿Dónde me quieres? Sus ojos se abrieron para encontrarse con la mirada de Kue. ―Quiero chuparte, Kue, dame―. Ella alcanzó su polla.

Kue con entusiasmo guio su polla a su boca. Ella sonrió al escuchar su fuerte respiración cuando pasó la lengua por la cabeza de su pene. Humm. Ella chasqueó los labios y lamió otra vez, sus ojos se abrieron con sorpresa. Probó una mezcla de dulce y amargo, casi como el chocolate. Mmm Perdió el foco de su nuevo postre cuando la polla de Raz comenzó a moverse dentro, haciéndola estremecerse y gemir. Intentando mantenerse enfocada, agarró la base de la polla de Kue y se la metió en la boca como un salvavidas y un punto de anclaje. Raz se apoderó de su cadera y pecho mientras comenzaba a bombear más rápido. Ella chupó más fuerte, gruñidos y gemidos llenaron el aire. ―Oh, dulzura, oh por los Fuegos Demons, tu boca sobre mí se siente tan bien. Raz apretó su pecho buscando el pezón duro para pellizcar haciendo que el calor de su cuerpo se levantara como un maremoto. Su mente se quedó en blanco centrándose en el placer líquido en sus venas, el sabor del chocolate oscuro en su boca, una ventaja adicional. Ella quería, necesitaba, más y más. Raz la atravesó por detrás, follándola duro y salvaje. Ella tuvo que alcanzar las caderas de Kue para sostenerse. Entre ellos, ambos, sus bocas y caricias más profundas. Su marioneta, le gustaba que la usaran así: se sentía tan caliente y sucia, y la hacía sentir tan viva. ―¡Por los dioses del fuego, no puedo aguantar más!― Raz la agarró con fuerza tirándola hacia Kue. Mientras Raz la follaba con fuerza, ella gimió sintiendo el calor de su semilla que se derramaba profundamente en su vientre. Ella no se había venido, pero sintió que no importaba después de dos orgasmos previos. Raz apenas había terminado, jadeando en su oído. Ella jadeó cuando fue arrancada de sus brazos y arrojada sobre su espalda. Kue estaba ahora sobre su cuerpo, gruñendo cuando él entró en ella con tanta fuerza que le quitó el aire de los pulmones, retomando donde Raz no había podido terminar. Follada con tanta ferocidad, no podía hacer nada más que tomarlo. La incesante fricción la inclinó sobre el borde, y su cuerpo estalló por dentro. Su espalda se arqueó, y ella gritó en silencio mientras luchaba por recuperar el aliento, sus paredes interiores apretaban su polla. Kue gimió, su cuerpo temblando cuando él también se derramó dentro de ella.

Celeste se dejó caer en la cama, completamente exhausta, pero una cosa que no pudo evitar fue la sonrisa de felicidad en su rostro. Kue colapsó sobre ella, su peso era una media frazada de bienvenida, medio aplastándola. ―Aléjate de ella, idiota. No puede respirar. ―Belleza, ¿estás lastimada? ―Miii, estoy biennn. Echó un vistazo a sus risas etéreas, y consciente lo suficiente como para ver sus sonrisas y puñetazos. La movieron entre ellos. Se acurrucó contra Raz, y él le acarició el pelo cuando Kue le acarició el brazo. ―Descansa ahora, nuestra Sheraz. Te mantendremos a salvo, para siempre. Nada había sonado tan bien.

Capítulo Diez Loc sostuvo la pieza de tecnología alienígena. ―Apostaría mi turno con Celeste, los Jorval no inventaron esta tecnología, y no sé quién lo hizo. Desde el viaje grabado, cada vez que lo usaban para saltar de una galaxia a la otra causaba daño a los amortiguadores de integridad. Zeb tomó el dispositivo. ―¿Funcionaría con la tecnología de Galafrax?― ―No sin poner en peligro nuestra nave y nuestra vida. También me hace preguntarme cuántos no han sobrevivido. ―No hay forma segura de saltar galaxias, ¿verdad?― ―Tenemos que comunicar esto a los expertos en Galafrax. Si no pueden hacer algo para mejorarlo, entonces debemos detener las actividades de los Jorval. Está claro que no van a dejar de secuestrar mujeres humanas. Zeb asintió. ―Mantenlo seguro. Saquemos esta basura del planeta y al hogar. Loc suspiró y miró su reloj. ―¿Crees que esos dos ya terminaron con ella? Zeb sonrió. ―Los pasé por el salón de comidas hace poco tiempo. De todos modos, creo que es su turno de volver a trabajar contigo. A Loc no le tomó demasiado tiempo esconder el dispositivo y salir. Justo cuando Zeb había dicho que había encontrado a Celeste en el comedor, sentada junto a Kue bebiendo su purrt. Mantuvo un exterior tranquilo a pesar de la emoción que lo recorría. Era su turno con ella. Todos sus hermanos estaban caminando con sonrisas engreídas en sus caras, compartiendo cuánto placer estaban disfrutando de su delicia femenina. Una vez que Loc la hubiera tomado, entonces se cumpliría el orden del primero y no importaría quién la complaciera después. Ordenando su comida, se movió para unirse a ellos. Ella levantó la vista y le sonrió. Por las Llanuras de Hielo, era hermosa, y sus ojos brillaban con tanta confianza. ―Oye, Loc, ¿qué hay en la agenda hoy?― Le encantaba lo ansiosa que estaba de ayudar. Su belleza no era solo su cara bonita y sus ojos azules; su belleza brillaba desde su corazón.

―Deberíamos terminar de realinear el último de los circuitos, entonces podemos encender el motor. He terminado de conectar el acoplamiento Reisin. ―Suena bien, estoy lista cuando lo estés. ―Me pondré a trabajar. Loc cuidará de ti ahora―. Kue se inclinó y le dio un beso prolongado en los labios. Sonrió soñadoramente a Kue mientras se daba la vuelta, palmeando a Loc en los hombros antes de salir a zancadas de la sala de comidas. Loc tomó un trago de su bebida mientras ella se volvía hacia él. Un sonrojo encantador subió a sus mejillas, y ella miró tímidamente hacia abajo. Incluso después de haber sido complacida por tres de sus hermanos, todavía tenía un aire tan inocente. Sería muy difícil mantener sus manos alejadas de ella hoy, al menos hasta que el trabajo estuviera hecho. Sus hermanos sabían que no debían obstaculizar su tiempo con su hermosa mujer. Ella ahogó un bostezo, y Loc suspiró. Tendría que tener palabras con sus hermanos por no permitirle el descanso apropiado. Al menos él la cuidaría mejor que ellos. ―Vamos, belleza, pongamos a volar este cubo de óxido. Su sonrisa hizo que su corazón saltara. ―No puedo esperar. Tampoco podía él.

**** Celeste sintió que los motores cobraban vida. Vibraba cada parte metálica, incluido el escalón en el que le habían ordenado que se sentara mientras Loc terminaba las últimas reparaciones. Se había sentido un poco soñolienta, gracias a los hermanos mayores de Loc. ―¡Éxito!― Loc movió su cabeza manchada de grasa, mostrándole una sonrisa llena de dientes y un guiño. Sus risitas se mezclaron con el motor que ahora zumbaba. ―¿Entonces no pasará mucho tiempo hasta que podamos abandonar este horrible planeta?

―Una vez que las computadoras, que ahora están actualizadas, ejecuten un diagnóstico completo, volveremos al espacio y luego a Galafrax―. La acechó e inclinó su cabeza, aceptando ansiosamente su breve beso. ―Cerca de una hora para partir, los otros están terminando de arrastrar la vieja nave Jorval a la bahía de salvamento. El consejo de Galafrax se alegrará de haber podido rescatar una parte muy particular de la nave Jorval, lo que me lleva a otra cosa que he querido contarte sobre la nave en la que te estrellaste. Se puso seria mirando los hermosos ojos de Loc. Recuerdos frescos de esa época circulaban en su mente, pero los empujó hacia abajo. Los brazos de Loc se extendieron por su cintura mientras la levantaba del escalón, dejando que su cuerpo se deslizara hacia abajo mientras la ponía de pie, sus ojos nunca se apartaron. Ella extendió la mano, acariciando con su mano su mandíbula. Nunca se acostumbraría a lo apuestos que eran sus hombres. Loc se inclinó para tocar su frente con la de ella. ―¿Cómo tuvimos tanta suerte de encontrarte? Ella contuvo el aliento ante sus palabras suavemente pronunciadas, eran asombro y adoración. Aquí, en sus fuertes brazos, estaba el destello de algo que nunca había creído que existía, y su corazón comenzó a calentarse, ahuyentando las sombras, derritiendo las paredes frías de hielo que había mantenido durante tanto tiempo. Junto con eso, apareció un miedo abrumador que hizo que todo su cuerpo se estremeciera. Este nuevo sentimiento la asustó muchísimo. Él la apretó contra su cuerpo, y ella envolvió sus brazos alrededor de su cuello mientras estaban allí, simplemente abrazándose. No era nada sexual, solo un cálido y reconfortante abrazo, como si sintiera que ella lo necesitaba. Su pecho se movió en un profundo suspiro de satisfacción. Loc se movió, suavemente poniéndola de pie y alejándose. Su mirada permaneció fija en su amplio pecho, y él tiernamente le acarició la mejilla como ella había hecho hacia un momento, sus dedos se arrastraron bajo su barbilla para levantar su cabeza, nuevamente encontrando su mirada preocupada. ―¿Estás bien? Luchando profundamente, ella sonrió. ―Sí, estoy bien. No parecía convencido, pero aceptó sus palabras. ―¿Dijiste que querías mostrarme algo sobre la nave Jorval?

―Ah, sí. Por aquí―. Su mano capturó la de él, la arrastró hacia la bahía de carga principal. ―Zeb y yo hemos examinado la nave y todos los registros anteriores. Descubrimos algo que creo que te resultará interesante―. Apretó el botón que había al costado de las altas puertas dobles, y se abrieron, dejando al descubierto los restos retorcidos y medio quemados de la nave Jorval. A pesar de que lo había visto muchas veces antes, aún traía nuevas memorias de todo lo que había sucedido en esta nave alienígena. Parecía extraño aquí, en lugar de incrustado en el suelo del planeta que habían dejado atrás, tal como lo había recordado. En lugar de dirigirse a los restos, la arrastró hasta el panel de la computadora a lo largo del mamparo junto a las puertas. A los pocos segundos, trajo un esquema de la nave Jorval dentro de las líneas de la cuadrícula, tres puntos brillantes rojos resaltaron algo profundo dentro de lo que ella sabía que era la sala de máquinas. ―Estos, aquí―, señaló Loc, los puntos rojos que brillan intensamente, ―son lo que se conoce como humectadores de integridad. Cada nave en la galaxia necesita esto. Se conecta al acoplamiento Reisin. Son un componente vital para mantener todas las reacciones de poder altamente volátiles contenidas, para impulsar un motor espacial. Sin la contención, la potencia de la nave se filtra y básicamente explota. Es la razón por la que no nos separamos y explotamos cuando nuestros acoplamientos estaban demasiado desgastados. Tenemos ocho de ellos en nuestro motor, y he instalado varios otros en caso de que uno o dos fallen. El Jorval solo tenía tres, lo cual es altamente peligroso ya que es el mínimo necesario para mantener la potencia de los motores contenidos. Sin ninguno de repuesto. Si alguno de estos está dañado, es solo cuestión de tiempo antes de que todo, ¡bueno, boom!―. Expresó la explosión con un barrido hacia afuera de sus manos. Echó un vistazo desde Loc a la pantalla. ¿A qué se estaba dirigiendo? ―Vi los registros de la nave Jorval, desde antes de que escaparas de tu jaula e hicieras daño al motor. Noté que, debido a que los Jorval usaban un dispositivo secreto, que permite un viaje de alta velocidad entre la galaxia humana y la nuestra, ejerció una gran presión sobre los amortiguadores, lo que provocó que se agrietaran. La confusión hizo que su cabeza palpitara levemente mientras trataba de entender lo que eso significaba. Su corazón se aceleró al darse cuenta lentamente de la realidad, y miró a Loc con los ojos muy abiertos.

―¿Quieres decir que la nave iba a explotar de todos modos? Incluso si no hubiera...― Se le secó la garganta, no pudo pronunciar el resto de las palabras. ―Tú junto con todos los demás habrían muerto en una explosión de falla del amortiguador. Tus acciones, aunque no salvaron la vida de nadie más, salvaron la tuya. Dulzura, no eres responsable de la muerte de nadie, y al hacer lo que hiciste para sobrevivir, te salvó la vida. Los Jorval fueron responsables de la muerte de todos, incluso de los suyos, no tú―. Extendió la mano y tocó su nariz con su dedo índice como si fuera el momento de volver a casa. No soy responsable de sus muertes, hubiera muerto junto con todos los demás. Repentinamente le faltó el aire, fue como si se levanta un gran peso de encima, y se sintió mareada y aturdida. Loc estaba allí, sus brazos como apoyo a su alrededor. Había logrado sacar una silla de algún lado, y la levantó para acunarla en su regazo. ―¿Cómo... cómo sobreviví? ¿Por qué no morí con los demás? ―Lo he pensado un poco, aparte de la intervención divina, entregándote a nosotros―. Su sonrisa, derrite-corazones, se mezcló con un toque de arrogancia. ―Lo único que se me ocurre es que fuiste arrojada al foso del motor y el acoplamiento de trabajo restante colocó una barrera a tu alrededor y al motor. Entonces, lo qué debería haberte matado, en realidad te ha salvado la vida. Por los grandes Dioses del Fuego, te agradezco que lo hicieras. Mis hermanos y yo todavía seríamos miserables náufragos sin ti. Una risa instantánea estalló ante sus palabras. ¿Eran náufragos miserables? Parecía difícil de creer. Hombres extraterrestres fuertes, maduros y trabajadores, sexy como el infierno. ―Mi vida no era un lecho de rosas antes de que los Jorval me tomaran. Fue duro, violento. Yo... yo era miserable. Estaba huyendo para comenzar una nueva vida cuando me llevaron. Supongo que realmente encontré una nueva vida después de todo―. Se tragó el nudo en la garganta, sus emociones rebotando por todo el lugar. Ella encontró su mirada fija. Él -no, todos ellos- merecían saber sobre su pasado, tanto como ella quería aprender todo sobre ellos. ―No sé lo que es un lecho de rosas, pero entiendo tu significado. ¿Estás más feliz ahora, con nosotros? Se giró en su regazo, para mirarlo mejor, sonriendo ante sus palabras. ―Sí, y lo digo desde el fondo de mi corazón.

―Un corazón humano tiene cuatro cámaras. ¿A qué parte de eso te refieres? Ella sonrió, dejando que sus manos se alisaran sobre su pecho bien definido, hacia su cuello e imitando su movimiento anterior de ahuecar su cabeza entre sus manos y presionar su frente contra la de ella. ―Lo digo con todo lo que soy. Tú y tus hermanos me han salvado, en más de un sentido. ¿Qué tengo para devolver sino a mí misma? Me doy voluntaria y libremente. Quiero pertenecerles a todos ustedes―. Incapaz de soportarlo más, lo besó, sus brazos cayeron sobre sus anchos hombros, arañando su ropa mientras el beso se hacía más profundo, caliente y hambriento. Ella lo quería. ―Te quiero. Él gimió, ―Por los Dioses del Fuego, yo también te quiero, bonita, pero aquí no. La levantó, como una muñeca viviente, y la sacó de la chatarra. Ella envolvió sus brazos alrededor de su cuello mientras navegaba por un tramo de escaleras hacia la habitación vacía más cercana. Estaba vacía, pero había una litera individual de tamaño Demos, el equivalente a una cama doble en la tierra, solo más larga para acomodar su altura. No importaba Todos los otros hermanos le habían hecho el amor, pero ella todavía quería a Loc.

**** Ni Loc ni sus hermanos desperdiciaban una oportunidad cuando se presentaba. Él tenía su hembra, suave, cálida y dispuesta en sus brazos, y al final era su tiempo con ella. Tan pronto como la bajó, listo para saltar y dar placer a su hembra, y ella presionó su mano contra su pecho. El pauso. ―¿Ha pasado algo? ―No, espera. Quiero hacer esto. Este no es tu turno, Loc, es mi turno. ¿Su turno? Le daría cualquier cosa. Ella era de ellos, y él le daría toda la maldita galaxia si lo quisiera. Ella sonrió y se lamió los labios. ―Yo... quiero estar a cargo―. Deslizó su mano por entre sus piernas, ahuecando su polla. Loc gimió, haciéndolo casi tragar su lengua. No era un joven macho Demos recién salido de la academia. Después de años de misiones con sus

hermanos, había hecho muchas cosas, pero esta era una posición en la que nunca había estado antes. Ella no estaba exigiendo nada, solo preguntando, con su voz suave y sedosa. Era el deber de un hombre Demos hacerse cargo y complacer a la mujer, y no al revés. Ella no es Demos. Ella era aún mejor, y haría todo lo que pidiera, incluso esto. ―Quítate la ropa, por favor, Loc―. Ella mordió su barbilla, plantando pequeños besos a lo largo de su mandíbula. Deseoso de cumplir, se deshizo de todo en un tiempo récord. Ella se lamió los labios, la lujuria brillaba en su mirada mientras rozaba su cuerpo. ―Guau, sus cuerpos son tan increíbles. Tan en forma, tan masculino y sabroso―. Ella se inclinó, lamiendo su pecho. ―Soy una mujer muy afortunada―. Sintió el peso de su mirada. Saber que lo encontraba atractivo, incluso con sus cicatrices de batalla, lo llenaba de orgullo. Él gimió llegando a agarrar sus hombros, de repente necesitándola debajo de él. Quería que sus cuerpos se deslizaran unos contra otros. Pero se contuvo, ya que ella quería tener el control. ―Celeste, por favor, me estás matando aquí. ―Acuéstate, guapo―. Ella tiró de él, se movió y se dejó caer de espaldas. Ella se arrastró sobre él y se acomodó entre sus muslos. ―Tus hermanos son maravillosos, están a cargo y me hacen sentir como nunca antes. Pero esta vez quiero mostrarte cómo puedo complacerte tanto como ustedes a mí. ―Sí, lo que quieras. ―Gracias, Loc―. Besó su pecho, sacándose el mameluco de trabajo, dejando que sus senos se liberaran. Él se humedeció los labios ante la carne pálida y rosada. Ella se inclinó, dejando que sus senos rozaran su pecho, y lo besó suavemente. Sus manos acunaron su rostro mientras profundizaba el beso, su lengua deslizándose a lo largo de su boca. Él extendió la mano hacia ella mientras sus lenguas bailaban y luchaban por la supremacía. Deslizó su mano por su espalda, empujando el resto de su traje sobre su culo redondo y completo. Ella se sentó y llevo el traje sobre las piernas y lo arrojó a un lado, antes de sentarse sobre él y reanudar el beso. Incapaz de ayudarse a sí mismo, agarró un puñado maravilloso de su suave carne, apretándola con fuerza. Ella jadeó, rompiendo el beso. Su hermosa sonrisa estaba llena de travesuras. Por los dioses ella es la criatura más hermosa que he visto en mi vida.

Su mano se deslizó sobre su torso y se deslizó entre sus piernas, cuando ella agarró su polla adolorida siseó con placer y dolor. Nunca en todos sus días una mujer lo había tocado así. Las hembras Demos no tenían interés en explorar los cuerpos masculinos, Loc se dio cuenta de que las hembras Demos usaban a sus machos como droides sexuales, y luego los descartaban. Cuán lejos había caído su raza, no era de extrañar que estuvieran muriendo. Aquí en sus brazos, su hembra suave y amable, estaba mostrando exactamente lo que estaba mal con la sociedad Galafraxiana, y si las cosas no cambiaban, se convertirían en una especie extinta. ¡Su Celeste, su verdadera maravilla, mía, nuestra, para siempre! ―Humm―. Ella ronroneó, claro placer en el acto de agarrarlo, acariciando su polla. ―Tu chico es un chico grande―. Su sonrisa hizo que su corazón se sacudiera, y la amaba, pura y verdaderamente. Él extendió la mano hacia ella, deseando esa boca dulce y picante nuevamente en la suya. ―Bésame otra vez, mi belleza. Ella se lamió los labios, con la mano aún apretada en su polla mientras se inclinaba sobre él, presionando sus labios contra los suyos, él rápidamente ahuecó la parte de atrás de su cabeza, ganando algo de control mientras la besaba con una pasión explosiva reprimida. Ella tiró rompiendo el beso, lamiéndose los húmedos labios. Sus ojos vidriosos. ―Yo... quiero hacer esto, necesito saber qué puedo hacer esto, por favor, Loc―. La súplica en su voz lo sobresaltó, lo conmovió. ―Todo lo que necesites, belleza. Haz lo que quieras, confío en ti, también lo hacen mis hermanos. Su sonrisa le robó el aliento, mientras su cuerpo se movía sobre el suyo, deslizándose hacia abajo, ella besó su pecho en clara gratitud. ―Gracias, Loc. Fuegos del Infierno, debería ser el único con toda la gratitud, no ella. Loc levantó la cabeza y observó cómo examinaba su vara, deslizando sus dedos sobre la piel pre-lubricada y delicada, y se tensó por un momento. ―Después de probar a tu hermano, sé que serás igual de sabroso―. Se lamió los labios con impaciencia, y todo su cuerpo se relajó mientras ella hundía la cabeza en su entrepierna. Él no podía ver a través de la cortina de su cabello, pero sintió su húmeda lengua deslizarse sobre su vara, antes de ser engullida por el calor de su boca.

Sus ojos se volvieron hacia su cabeza, gimiendo ruidosamente, sus dedos agarrados al colchón desnudo debajo de él para detenerse de alcanzarla, volteándola y hundiéndose en el calor entre sus muslos. Los hombres Demos eran conocidos por su aguante y resistencia, pero con su ardiente boca succionando su polla, su lengua girando alrededor de la punta sensible, no había forma de que este o el próximo fuera a durar. El placer total fue más de lo que jamás había experimentado. ―¡Belleza!― Jadeó. ―¡Si sigues... oh, sigue haciéndolo, voy a alcanzar el punto máximo! Necesito darte placer primero. Levantó la cabeza y sus ojos azules brillaron con lujuria. ―Bobadas, no hay regla para decir que no puedo darte placer primero. Además, tienes un sabor increíble. ―Pero voy a mancharte la boca con mi semilla. Las vibraciones de su risa enviaron picos de placer erótico a través de su polla y todo su cuerpo. ―Quiero probarlos a todos ustedes, Loc. No me lo niegues ahora―. Ella volvió a trabajar en su polla, con tirones más fuertes, y donde su boca no llegó, su mano se deslizó hacia arriba y hacia abajo. Oh por los cielos, su sangre hervía en sus venas y su cuerpo temblaba mientras ella lo succionaba y lo empujaba al borde. Gimió en éxtasis cuando alcanzó su punto máximo, derramando su semilla en su boca dispuesta, escuchando sus gemidos de placer cuando finalmente se rindió a lo que ella quería. Loc estaba en un estado de total admiración y nadando en la felicidad de un pico increíble, por una mujer increíble. El calor de su boca lo abandonó, y él abrió los ojos para mirarla. Estaba lamiendo sus labios con una sonrisa de satisfacción en su rostro. ―¿Sabes lo deliciosos que saben tú y tus hermanos? Incapaz de contenerse por más tiempo, la alcanzó, levantándola sobre su cuerpo, echándole hacia atrás el cabello para mirarla a los ojos. ―Me sorprendes, belleza, gracias. ―Escuché de tus hermanos mayores que ninguno de ustedes ha tenido una mamada antes. ―¿Mamada? No soplaste, pero chupaste mi polla. ¿Cómo podrías estar soplando?― Su cuerpo se sacudió encima de él mientras estallaba en un ataque de risitas. (La palabra en ingles seria Blowjob, que significaría soplar-trabajar, es por eso que él no entiende y dice “no soplaste, pero chupaste mi polla”. Se pierde un poco el chiste en la traducción)

―En la Tierra se llama mamada, pero tienes razón, es un trabajo de chupar. Lo hice por Kue y felizmente lo haré una y otra vez. Ustedes saben a chocolate amargo. Él la atrajo hacia sí, los hizo rodar y ahora ella yacía debajo, y su risa se desvaneció cuando lo miró tan confiada. Él tomó sus labios en un beso profundo, saboreando su propia esencia en sus labios y no podía importarle menos. Ahora era un motivo de orgullo y honor que él la complaciera incluso más de lo que ella lo había hecho. Después de las conversaciones con sus hermanos, tenía una muy buena idea de cómo complacer a su mujer humana. ―Tuviste tu turno―. Su mente planeó lo que quería hacer con ella. ―Ahora es el mío. Se movió hacia atrás, permitiendo una visión completa de su cuerpo suave y pálido. Su polla comenzó a endurecerse de nuevo por todas sus curvas, depresiones y huecos para explorar. Sus manos se movieron posesivamente después de su mirada. Toda esta belleza les pertenecía. Él acarició sus pechos, notando cómo sus pezones se endurecían bajo su toque. Qué fácil era de complacer y satisfacer.

**** Celeste tembló mientras sus manos se deslizaban sobre su cuerpo en reverente exploración, tal como lo habían hecho los demás, y ella dejó que se saciara. Se relajó, disfrutando la lujuria y el deleite en los ojos de Loc. Sus dedos se deslizaron más abajo, bajando por sus muslos antes de volver a subir. Usando sus rodillas para abrir sus piernas, bajó la mirada hacia la unión de sus muslos. Sus dedos se deslizaron hacia arriba hasta que sus pulgares se encontraron sobre su coño resbaladizo. Se había excitado mucho al chupar a Loc, pero sabía tan bien que no quería que parara. Ella se estremeció cuando separó sus pliegues y pasó un dedo a lo largo de su hendidura húmeda, examinando suavemente su clítoris lleno de sangre. ―Tan mojada, suave, tienes matices rosados, algo enrojecidos, como nuestra piel y este brote endurecido―. Respiró hondo. Ella sintió su cálido aliento en su sensible carne. ―Y el aroma de tu almizcle es tan dulce y tentador que podría respirar esto por el resto de mi vida. Necesito probarte.

Ella dejó escapar un largo y profundo suspiro cuando sus dedos mantuvieron sus pliegues separados mientras su lengua lamía suavemente su pequeño botón, haciéndola jadear y temblar. Sus ojos se entrecerraron, y su cuerpo se rindió a la sensación, sus paredes internas se tensaron se humedecía más y más. Chispas de electricidad pasaron por su cuerpo mientras su boca de repente reclamaba su coño, pellizcaba y chupaba su clítoris. Todo su cuerpo estaba salvajemente necesitado mientras su otra mano subía por su cuerpo y apretaba hábilmente su pecho, pasando su pulgar sobre su pezón apretando el pico tenso hasta que chilló suavemente en voz baja. Él gimió contra su clítoris mientras ella arqueaba la espalda jadeando con dificultad para respirar. Sintió el espasmo de su coño mientras más jugos se escapaban de su anhelante agujero. Gimió, necesitando sentir su polla deslizándose profundamente dentro. Su respuesta para ese momento fue sumergir los dedos en su húmeda entrada, con un empuje largo y profundo. Celeste chilló mientras empujaba otro grueso dedo junto al primero, retorciéndolo y empujando mientras lentamente los sacaba y los abultaba dentro. La sensación era casi imposible de soportar, haciéndola gemir mientras pulsaba sus labios y su lengua. ―Oh, Loc―, suspiró, su voz cargada de lujuria. ―Vas a hacer que me venga―, le dijo mientras balanceaba sus caderas contra su cara, golpeando su montículo contra su boca. Él gimió contra su coño, sus dedos trabajando su carne de una manera experimentada, lo que la sorprendió. Entonces, nuevamente, todos los hermanos eran estudiantes avanzados, y probablemente también comparaban notas. La risa burbujeante se transformó en un gemido, mientras su cuerpo subía más. ―¡Sí, Loc, allí mismo, por favor!― Su cuerpo comenzó a temblar y su coño hormigueó. Loc retiró los dedos de sus húmedos pliegues y apartó la boca, dejándola retorciéndose y suplicando su regreso. Loc se deslizó sobre su cuerpo, y para detener sus protestas reclamó su boca en un profundo beso. Ella lamió sus propios jugos en su rostro mientras luchaban por el dominio. Celeste se rindió, dejándole besarla como él quería, demasiado desesperada para luchar, especialmente mientras sentía su polla caliente y pesada deslizarse entre sus muslos. ―Quiero verte venir solo con mi polla. Sintió su punta gruesa contra su cálida apertura y presionó firmemente contra ella, deteniéndose solo momentáneamente. Ella se tensó ligeramente sintiéndolo empujar lentamente dentro de su canal aún apretado.

―¿Estás bien?― Él levantó la cabeza, y ella abrió los ojos para sonreírle con tranquilidad. ―Sí, nene, te sientes tan bien dentro de mí. Por favor no te detengas. Él se metió en su interior, empujando lentamente mientras se sumergía en sus cálidas profundidades. Ella jadeó, amando cómo su polla estiraba su interior, haciéndola sentir tan llena, creando una combinación de placer y dolor. ―Celeste, mi belleza―, gimió. ―Te sientes tan bien, tan apretada a mi alrededor. Cuando se retiró, ella casi suspiró por la pérdida, pero tan rápido como la dejó tambaleándose de deseo, hundió su polla profundamente dentro de ella, una y otra vez, empujándose más profundo que antes. Celeste gruñó por la fuerza de su penetración, y él se echó hacia atrás. ―¿Celeste? ¿Estás herida?―. La preocupación estaba grabada en su tono. ―¿Te atreves a parar ahora? Puedo manejar a tus hermanos, Loc, y puedo encargarme de ti. Ahora fóllame, hazme venir. ¡Lo exijo! Él gimió hundiéndose en ella otra vez empujando el aire de sus pulmones, dejándola sin aliento. ―Sí, belleza, llegarás a tu punto máximo. Comenzó con movimientos lentos y profundos, explorando su cuerpo y la forma en que reaccionaba ante él. Pero poco a poco su gran miembro comenzó un ritmo duro y exigente mientras golpeaba su coño, teniendo cuidado de no ir demasiado profundo y chocar contra su cuello uterino. Sus gemidos combinados hicieron eco a su alrededor. Cada vez que empujaba hacia adentro, emitía un fuerte sonido de succión. Solo pareció inspirarlo a follarla más fuerte a medida que aumentaba su velocidad y empujaba un poco más profundo. Las sensaciones la volvieron loca, haciendo que todo su cuerpo hormigueara de placer. Ya cerca del clímax gracias a sus atenciones orales, no le tomó demasiado tiempo para que el éxtasis la cubriera. Ella se apoderó de sus hombros, chilló ruidosamente, arqueando la espalda. ―Sí, oh sí, Loc. Mientras su coño latía contra su polla, la agarró por las caderas y la golpeó más fuerte, más rápido, perdido en la búsqueda de su propio placer. Prolongó su orgasmo, oleada tras

oleada de placer con cada golpe. Echó la cabeza hacia atrás gritando cuando sus músculos se tensaron y se contrajeron alrededor de su gruesa polla. Era demasiado, pero no suficiente. El tiempo perdió todo significado. Tenía el cuello tenso mientras echaba hacia atrás la cabeza, su cuerpo temblaba. ―¡Mía, nuestra, mía, nuestra!― Él gimió, su semilla otra vez se derramó, esta vez en sus profundidades. La sensación desencadenó una serie de mini orgasmos, haciendo que su cuerpo se sacudiera y temblara. Su cuerpo brillaba de sudor mientras se derrumbaba hacia adelante, y ambos lucharon con su respiración ya que simplemente yacían allí, luchando por respirar. El tiempo suspendido mientras yacían juntos. Loc cambió su peso, y ella gimió sintiendo que su polla se deslizaba de su cuerpo, pero demasiado soñolienta como para importarle. ―¿Te lastimé? Perdí el control. Ella encontró suficiente aliento para reír. ―No siempre es malo perder el control, ¿y te parezco herida? La besó en la sien y la tomó en sus brazos. ―Suenas muy satisfecha. ¿Me fue bien entonces? ―¿Realmente necesitas que te levante el ego?― Ella abrió un párpado para mirarlo. Estaba tan desgreñado, sexy, absolutamente adorable, y todo de ella. ―Nunca he complacido sin mis hermanos. No es posible que un solo Demos masculino disfrute a una sola hembra Demos. Celeste luchaba entre sentirse insultada y la sensación de flotar después del orgasmo. ―Y sigo escuchando lo mismo. No es de extrañar que los Demos valoren a las mujeres humanas si somos tan fáciles de complacer. ―Eres mucho más que solo una mujer humana fácil de complacer―. Él capturó su cabeza entre sus manos, cerrando sus ojos. Perdió sus ganas de insultar en ese instante. ―Te has convertido en el corazón que late para nosotros cuatro. Te necesitamos. Por favor, nunca nos dejes―. La completa vulnerabilidad en su súplica la hizo preguntarse. ―Alguien les dejó, ¿no? Una mujer Demos te lastimo y a tus hermanos.

―Sí, parece ahora que fue hace una vida, probamos una unidad familiar, pero nuestra Sheraz elegida no fue fiel. Siempre estábamos lejos en misiones. Creo que le dolió a Zeb más que a ninguno de nosotros, él la eligió, medio basado en la historia familiar de producir descendencia fuerte, y medio esperando que fuera más. Celeste suspiró, tocando su frente con la suya. ―Mi madre me dejó cuando era una niña pequeña―. Suspiró con tristeza, los lejanos recuerdos persistían en su mente. ―Todavía recuerdo haber estado sentada en el suelo, en el pasillo de nuestra casa, llorando, mientras ella salía por la puerta y nunca volvió―. Loc la apretó con fuerza. ―El propietario me encontró unos días más tarde cuando ingresó para cobrar el alquiler atrasado. Me colocaron en hogares de acogida y pasé de casa a casa. Nadie me quería. No todas las casas y cuidadores fueron agradables. Cuando tenía veinte conocí a Ryan. Prometió amarme y cuidarme, así que nos casamos, pero resultó ser un hombre infiel y cruel. Siempre diciéndome lo inútil y fea que era, que nadie me querría nunca. Él me lastimó muchas veces. Cuando escapé, vino detrás de mí y me golpeó por irme. La ley, aunque solo estaba medio de mi lado, no podía hacer mucho más que decirle que se mantenga alejado. Nunca se hizo justicia, gracias al jodido sistema legal humano. Así que decidí irme muy, muy lejos y crear una nueva vida. Justo cuando empezaba a sentirme segura y recuperada, los Jorval me tomaron. Las manos de Loc acariciaron arriba y abajo de su espalda. ―Quiero matar a tu ex marido. Eres muy preciosa. Nunca te haríamos daño, nunca seremos infieles. No le digas a Zeb esto, pero tú nos tienes, belleza, más de lo que crees. Tú eres nuestra belleza celestial. Ella se rio entre dientes. ―Me gusta eso, belleza celestial. El punto es que ahora nos tenemos el uno al otro, y estoy más feliz que nunca. Lejos de la Tierra, lejos del dolor, aquí está mi nueva vida, y realmente la estoy disfrutando―. Ella besó su pecho. ―Gracias―. Ella bostezó adormilada, ―Me has agotado. ¿Puedo tomar una pequeña siesta antes de despegar? Su pecho retumbó con su propia risa suave. ―Por supuesto, belleza, duerme. Te mantendré a salvo en mis brazos. La paz y la satisfacción la llenaban, sabiendo que estaba a salvo. Esto es amor. Los amo. Todas las sombras salieron de su mente. Por primera vez en su larga vida, ella entendió y sintió el verdadero significado del amor.

Capítulo Once Celeste gritó, levantándose. Los brazos de Loc la rodearon, abrazándola fuertemente. Ella parpadeó hacia Zeb parado sobre ella y Loc. Un momento de culpa corrió por su cuerpo como si hubiera estado engañándolo. No, son todos tuyos, no importa quién te haga el amor. Ella se relajó en el abrazo de Loc. ―¡Jodidos Fuegos Demons! Deja de asustar a nuestra Sheraz, idiota―. Loc pasó manos calmantes sobre su espalda desnuda, y la besó en la sien. ―No te preocupes, belleza. Es solo Zeb. Recuerda que eres nuestra ahora. Todavía no podía evitar que el calor le infundiera las mejillas. Zeb rodó sus ojos hacia su hermano, tomó los pantalones de Loc y se los lanzó. ―Lo siento, hermosa, pero el tiempo de diversión ha terminado por ahora. Por mucho que quiera volver a darte placer, tendrá que esperar―. Miró a Loc. ―Tenemos un problema con el que lidiar. Loc, vístete. ¡Necesitamos salir de este planeta, ahora! Aunque el tono de Zeb era tranquilo, ella sintió la urgencia. Loc se puso rígido junto a ella mientras se subía los pantalones y se movía de la cama para ponérselos. Zeb luego recuperó su ropa, y la ayudó a levantarse de la cama, inclinándose rápidamente para plantar un beso en sus labios. ―Te ves deliciosa, hermosa, pero te necesito en el puente y atada para el despegue. ―¿Qué pasa? ¿Por qué la repentina urgencia?― Al instante se olvidó de su desnudez mientras sacudía su atuendo y volvía a ponerselo. Zeb tomó la cremallera invisible y la selló. Suspiró mientras su mirada todavía estaba fija en sus pechos. Ella ocultó su sonrisa. Incluso en tiempos de crisis, los hombres eran hombres. ―No te preocupes, prometimos protegerte―. Sacudió su cabeza y levantó su mirada para encontrarse con la de ella. ―Protegerme, ¿de qué necesito protección a partir de ahora?― Ella frunció el ceño a Zeb. Loc, ahora vestido, se inclinó y la besó brevemente. ―¿Te decepcionamos, belleza?

Ella negó con la cabeza, confiando en sus habilidades, pero eso no le impidió preocuparse por la de ellos tanto como la suya. Miró a Zeb, quien asintió. Estaban haciendo esa extraña comunicación silenciosa otra vez. La conducta de Loc cambió. Se había ido el amante apasionado y tierno de antes. Ahora un guerrero de ojos agudos en alerta, salió de la habitación sin mirar atrás. Zeb tomó su mano y tiró de ella detrás de él, siguiendo a Loc. Giraron a la izquierda y Loc regresó a la sala de máquinas. ―Me vas a decir que está pasando? Sabes qué no decirme es lo mismo que mentir. Zeb gruñó, sacudiendo su cabeza, pero no detuvo su paso. ―No quiero que tengas miedo. ―¿Cómo puedo tener miedo si, como dijiste, están aquí para protegerme? ¿Por favor dime qué está pasando?― Agregó una nota de súplica suave en su tono. Llegaron a la escalera y ella los subió. ―Hay naves que están en órbita sobre el planeta, y si no despegamos ahora, seremos un objetivo demasiado fácil. ―Otras naves, por lo que tomo de tu ceño no son naves amistosas, estamos a punto de ser patos sentados―. (Los patos de feria que son disparados por un trofeo.) ―No sé lo que es un pato sentado. Ella soltó una risita, sin aliento. ―Es lo mismo que dijiste antes. La expresión humana para un blanco fácil es un pato sentado―. Jadeó mientras le explicaba. Él sacudió la cabeza. ―Entonces no queremos ser patos. Tenemos que darnos prisa. Poco tiempo después, los dedos de Celeste se agarraron a los brazos de su asiento, a pesar de que Zeb la había sujetado firmemente al asiento. La vibración de los poderosos motores de la nave hizo que le temblaran hasta los huesos. ―Todo terminará en un momento―. Zeb la miró desde su asiento de comando. Ella habría sonreído ante su tranquilidad si su mandíbula no estuviera apretada y sus dientes apretados. La tierra pantanosa y el horrible planeta se hicieron más pequeños en la enorme pantalla curva, y la llenó de euforia. En poco tiempo, ella había perdido todo, pero había ganado más de lo que jamás podría haber soñado. Las estrellas se hicieron más brillantes a medida que se movían a través de la atmósfera hacia el espacio. El ruido de los propulsores

principales de los motores se cortó, y Celeste dejó escapar un suspiro de alivio cuando sus huesos dejaron de vibrar. Zeb, ya desabrochado, se movió para unirse a Kue, presionando cosas en el panel de instrumentos. ―La nave se ha mantenido bastante bien. El acoplamiento Reisin se mantiene perfectamente, han hecho un buen trabajo―. Zeb miró en su dirección. ―Un problema resuelto, otro con el que lidiar―. Zeb se rascó la barbilla. Se movió hacia su asiento y le desabrochó las correas, una pequeña sonrisa en su rostro mientras tiraba de las correas negras. ―Me gusta la idea de esto―. Se inclinó, manteniendo su voz en un susurro bajo y ronco. ―Atascada e indefensa mientras mis hermanos y yo te damos placer. Un escalofrío erótico recorrió su cuerpo, y tragó saliva cuando su cuerpo respondió a sus palabras, enfocándose en la vida. Su mente instantáneamente imaginó las cosas calientes y perversas que podrían hacerle, mientras estaba atada y a su merced. ―Una vez que esto termine. Zeb suspiró y aflojó la última correa, liberándola, su cara endureciéndose, y se enderezó. ―Necesito que te quedes aquí para la siguiente parte. No quiero que te vean a menos que sea necesario. Ella volvió a la realidad de su situación. ―¿Quienes son? La pantalla cobró vida, haciendo que Celeste se quedara sin aliento al ver por primera vez tres naves amenazantes y bastante grandes. ―Tres buques de guerra Jorval contra una nave de rescate de chatarra―. Raz miró la gran pantalla parpadeante. ―Apenas parece justo―. Le lanzó a Celeste una pícara sonrisa. ―Para ellos. Jorval. Todo su cuerpo comenzó a temblar. ―¿Están aquí por mí?― Ella levantó la cabeza para mirar a Zeb a los ojos. Él la tomó en sus brazos. ―Hermosa, ¿crees que dejaríamos que te lleven lejos de nosotros? ―No, pero mi vida no vale la tuya. Yo, yo soy… ―Vales más para nosotros que nada en toda esta galaxia. Tú nos pertenece y no te vamos a dejar ir. Además, si han escaneado el planeta y han actualizado los signos de vida

biológica humana, supondrán que no hubo sobrevivientes del accidente. Con esta gran potencia de fuego convergiendo en una nave comercial estrellada, quieren evitar que sus secretos sucios caigan en nuestras manos. Él besó la parte superior de su cabeza y la alejó de él. ―Ahora quédate aquí. ―Pero… Celeste se mordió el labio ante su mirada de reproche. Él suspiró, y su expresión se suavizó. ―Sé que no nos conoces desde hace mucho tiempo, y confiar es difícil para ti, pero ¿puedes intentarlo, esta vez, por nosotros? Ella asintió, dándose cuenta de que su miedo provenía de la idea de perderlos. Confía en ellos, confía en ellos. ―No te preocupes, preciosa, podemos estar retirados, pero no hemos perdido ninguna de nuestras habilidades―. Raz le guiñó un ojo. ―Raz puede ser un idiota el ochenta por ciento del tiempo, pero está en lo correcto, debes confiar en nosotros―, agregó Kue. ―Lo hago. Kue sonrió. Ella sabía que él estaba tratando de tranquilizarla. Kue y Raz miraron a Zeb. ―Están bloqueando las comunicaciones salientes y nos están llamando―. Kue miró hacia atrás a su panel. ―Tácticas estándar, si nos hubieran querido muertos, ya habrían disparado. Abre las comunicaciones. Ya sabemos lo que quieren, pero es bueno tener su punto de vista de lo que piensan que quieren. Celeste se presionó contra el mamparo cuando la pantalla cambió a la cara de un Jorval. Se tapó la boca con la mano para evitar que su voz se escuchara. Vio imágenes de pesadilla de su captura y de estar en esa nave, metidas en jaulas con nada más que agua. Los gemidos y las lágrimas de sus compañeras cautivas. Una mano en su brazo la hizo saltar, y se volvió para ver a Loc de pie allí, con los ojos llenos de preocupación. Ni siquiera lo había notado entrar al puente, pero silenciosa y suavemente, la tomó en sus brazos, abrazándola fuertemente mientras temblaba. ―Shh, belleza, te tenemos―, susurró. ―No ellos y nunca lo harán.

―Este es el comandante Zeb de la nave de salvamento Reclaimer. ¿Cómo podemos ayudarte hoy? ¿Tienes algún rescate que desees intercambiar?― El tono de Zeb era tranquilo y parejo. ―Soy el Comandante Reedip de la nave protector Jorval Kiff. El naufragio que rescataste en el planeta abajo nos pertenece. Si tus vidas valen, lo entregarás. ―La ley intergaláctica Hellious establece que los salvadores con licencia tienen todo el derecho a tomar restos no reclamados. ¿Te importaría ver nuestra licencia, Reedip?― Incluso agregó una leve sonrisa. Celeste miraba con total fascinación. Claramente, Zeb sería un gran jugador de póquer. ―No fue no reclamado. Es propiedad Jorval. Eres solo una nave de remolque, no son rival para nuestros buques de guerra. Si no vas a entregar nuestra propiedad, entonces lo destruiremos. ―Vamos, comandante, dudo que haya algún beneficio en la destrucción de nuestra preciosa carga. Puede que te interese saber que salvamos algo más que metal en este planeta inútil. Dime, ¿qué vale ahora una mujer humana en los mercados clandestinos de esclavos? La mirada de Zeb se deslizó hacia donde Loc la tenía en sus brazos, y él asintió hacia Loc. ―No rompemos la ley intergaláctica. Soy consciente de que las hembras humanas ahora están protegidas por tu especie. ―Estás mintiendo. Los Jorval venderían a sus propias madres para obtener ganancias―. Loc siguió susurrando comentarios. ―Soy tan comerciante como tú, y algunas leyes, bueno, no me interesan tanto como otras, cuando no hay ninguna ganancia en ellas. Hablemos y lleguemos a un acuerdo beneficioso mutuo. ―No necesito negociar contigo cuando puedo simplemente tomar lo que quiero, o destruirte―. La piel cremosa del alienígena de orejas grandes se enrojeció de ira. ―Oh no, entonces si nos destruyes estarás destruyendo miles en créditos. Celeste, ven aquí―. Zeb extendió su mano hacia ella, sus ojos se encontraron, suplicando silenciosamente que confiara en él. Wow, ella realmente entendió algo de la comunicación silenciosa que ellos hicieron.

―Juega, belleza. Confía en nosotros, esto es solo para mostrar. Si no podemos probar que tenemos algo de valor, simplemente nos matarán. Necesitamos jugar con su codicia―. Loc le susurró al oído antes de empujarla hacia adelante. Asintió, entendiendo que necesitaban que participara en el juego de póquer. Cruzó el puente y entró en la línea de visión del espectador. Colocó su mano en la de Zeb. Él la atrajo hacia adelante, colocando una gran mano alrededor de su cuello. "Estoy seguro de que este cargamento vale más que los fotones que necesitarías usar para destruir nuestra gran nave". Se enfrentaron al Jorval con el brillante uniforme que los miraba a los dos. Celeste se mantuvo firme, negándose a dejar que el miedo la controlara. Ella tenía a sus Demos, y estas criaturas nunca volverían a poner sus manos viscosas sobre ella. El comandante Jorval resopló. ―¿Qué te hace querer renunciar a una mujer humana? Escuché que Demos las está coleccionando como joyas preciadas. ―Digamos que ya hemos disfrutado de ella, y la mujer ya no es necesaria. Además, tenemos nuestra verdadera Sheraz a la que volver en Galafrax. Celeste tragó saliva. Incluso sabiendo que esto era un juego del gato y el ratón, todavía dolía escuchar esas palabras saliendo de la boca de Zeb. No la habían usado, ¿verdad? Debo jugar. Ella comenzó a luchar en su agarre. ―¡Hijo de puta! ¿Cómo te atreves a usarme así? ¡No me puedes devolver a ellos! ―Silencio, mujer, podemos hacer lo que queramos contigo. Loc, llévala y ponla de nuevo a la espera. Con un empujón ella estaba de vuelta en los brazos de Loc, y él le sonrió. ―Esa es mi belleza inteligente―. Besó su sien, y ella se relajó, pero el juego estaba lejos de terminar. El Jorval se rascó los grandes lóbulos de las orejas, con una clara avaricia brillando en sus ojos. ―El valor de las "mujeres humanas" ha aumentado desde que tu gente las convirtió en ilegal para venderlas como esclavas. Entonces, aquí está el trato, quinientos créditos, la hembra humana, y los restos de la nave que rescataste en el planeta abajo. Zeb se rio. ―Insultar a un Demos, no es un movimiento inteligente, Comandante Reedip. Sugiero cinco mil créditos. La mujer sola vale eso y más. ―Mil, no más alto.

―Cuatro mil y nos olvidamos convenientemente de los cuerpos femeninos humanos en el planeta. La información será borrada por completo de nuestros bancos de datos. ―Danos un momento para discutir esta oferta con mis compañeros comandantes―. La pantalla quedó en blanco. Zeb se volvió rápidamente. ―Lo siento, tuve que hacer eso, Celeste, pero entiendes que no era real. Nunca te vendería ni traicionaría tu confianza. Ella tiró de los brazos de Loc. ―Entiendo. Eres un estratega militar, así que está bien. Haz lo que necesites para derrotar a esos imbéciles. Sabes que soy más dura de lo que parezco y haré cualquier cosa para ayudarte, a todos. Incluso si yo soy el cebo, confío en todos ustedes para mantenerme a salvo. ―Te amo, Celeste―, dijo Loc a su derecha. Aturdida, ella solo se quedó allí, sin saber cómo responder. ―Yo también, preciosa. Te he amado desde el momento en que noqueaste a Zeb y pateaste mi polla―. Raz sonrió, levantándose de su lugar y caminando hacia ella, tomando sus manos entre las suyas. ―Su boca caliente y húmeda me hizo caer―. Gruño Kue. ―Yo también te amo, dulzura. Zeb negó con la cabeza. ―No tenemos tiempo para esto ahora. Pero tengo que sumarme a mis hermanos. Todos te amamos, así que no hay forma de que te deje ir ahora. Celeste abrió la boca para decir algo, cualquier cosa, pero no salió nada. Ella los amaba, pero no podía forzar las palabras. Zeb intervino, como si sintiera su necesidad de ser rescatada. ―No tienes que decir nada ahora mismo. Tenemos que enfocarnos en nuestra situación. Hermanos, ejecutemos el plan gamma catorce. Loc, toma el mando, y Celeste, sé que eres fuerte, pero necesito saber si puedes manejar esto, siendo nuestro cebo y enfrentando a los Jorval. ―Puedo hacerlo. Sé que no dejarás que me pase nada. Estoy totalmente de acuerdo con todo lo que necesites hacer―. Se enderezó, sintiendo que su valor aumentaba. Diablos, con estos cuatro hombres a su espalda, ¿quién no sentiría que podían enfrentarse a cualquiera y vencer?

―No te haría esto a menos que no tuviera otra opción. Lo que necesito es que seas nuestra mujer indefensa y enojada. Vamos a dejar que te lleven. Pero no sin estar preparados. Kue, ve a prepararla y explícale. Kue intercambió una mirada con Loc, agarrando su mano, y no perdió el tiempo en tirar de ella detrás. Trotó con Kue y Raz mientras marchaban por el pasillo, girando hacia un lado y a otro. Perdió la orientación hasta que se abrió una puerta y la condujeron a una habitación completamente vacía. Raz marcó un código junto a la liberación de la puerta y de repente las paredes se abrieron. Ella parpadeó contra las brillantes luces y todo el equipo de comando alienígena de aspecto elegante. ―Wow―. Respiró, su ritmo cardíaco aún más fuerte. Kue comenzó a agarrar una armadura corporal, armas, cuchillos y unirlos a varias partes de su cuerpo. ―Bien, preciosa―. Raz sacó unas correas largas, salpicadas con lo que parecía una envoltura de burbuja negra, y las sostuvo con una sonrisa. ―Déjame explicarte qué es gamma catorce.

Capítulo Doce Debido al tamaño más pequeño y redondeado de Celeste, Raz y Kue tuvieron que hacer modificaciones rápidas en las correas y bolsillos ahora escondidos debajo de su ropa. Raz no quería nada más que envolverla en sus brazos y quitar la preocupación en sus grandes ojos azules. Tan valiente para seguir su plan, iba a ser una madre fantástica, tan pronto como la semilla germinara en su cuerpo. Lo que le preocupó más que su misión actual fue su reacción de sorpresa y casi de pánico cuando todos confesaron sus profundos afectos. Raz y Kue estaban equipados con trajes especiales de sigilo que habían guardado de misiones pasadas. Las ventajas de ser una vez lo mejor en lo que hiciste, algunos juguetes debes conservarlos. Ahora esperaban que Zeb y Loc se unieran a ellos. ―Hey. Ella lo miró. ―Todo va a estar bien. No dejaremos que te pase nada. Respiró profundamente. ―Lo sé, pero ¿quién impedirá que les suceda algo a alguno de los cuatro? Totalmente preciosa, valía más que mil mujeres Demos en Galafrax, se preocupaba por ellos. No tenía que decir nada. Sus acciones y la preocupación en sus ojos decían más de lo que las palabras podían. Pensó en lo que podría decirle para aliviar su miedo. ―Durante unos pocos millones de años de Galafraxian, nuestra genética ha determinado que cada hombre Demos nazca en grupos de cuatro. Pero nuestro vínculo fraternal va más allá de la genética. Es algo más fuerte que no se puede romper. Por eso debemos cuidarnos, protegernos unos a otros. Si perdemos incluso a un hermano, es un dolor peor que la muerte. Debido a nuestro vínculo y nuestra necesidad de cuidarnos unos a otros, hace que nuestra especie sea una de las razas de combate más formidables de la Galaxia Hellious. Kue rápidamente entró, agregando ansiosamente su pieza. ―He cuidado su feo culo muchas veces para contarlo, y él el mío. En grupos de cuatro somos fuertes, pero debes saber, debido a ti, la dinámica ha cambiado. Gracias a ti, ahora somos más fuertes. Debido a que nuestros cuatro ahora son cinco, eres parte de nuestro vínculo justo como debía ser, lo que cada conjunto de Demos necesita y anhela, y su unidad está completa.

―¿Les completé?― Celeste negó con la cabeza. ―Nunca quise completar a alguien. Todo lo que siempre quise fue ser aceptada por alguien, por completo. Raz levantó su barbilla para poder ver los colores de sus hermosos ojos azules. ―Preciosa, no solo tienes a alguien que te acepta, tienes cuatro de nosotros. Así que nunca temas, nunca te dejaremos o te abandonaremos. No importa tu pasado o nuestro futuro, lo aceptamos y amamos. Ella inclinó la cabeza ligeramente, mirando a los dos. Un cabello castaño suave y suelto escapó de sus ataduras, y sin pensarlo, Raz extendió la mano, levantando suavemente el hilo sedoso y colocándolo detrás de su oreja. ―¿Cómo haces eso? Raz miró a Kue. ―¿Hacer qué, belleza? ―Sabes exactamente qué decir para hacerme sentir...― Ella negó con la cabeza. ―Viva, valiosa, necesaria. ―No es difícil cuando es la verdad. Eres valorada, y te necesitamos―. Dijo Raz antes que Kue, quien le lanzó una mirada molesta. Bajó la vista y parecía estar luchando consigo misma. Cuando sus ojos se volvieron a levantar, ella abrió la boca. ―Yo, yo nunca he conocido el amor, nunca me han deseado o necesitado hasta ahora, pero creo que... me siento... Las pisadas pesadas y rápidas hicieron que todos giraran hacia el sonido. Celeste presionó sus labios, mirando a Zeb y Loc mientras se acercaban. Raz estaba molesto por la interrupción, cuando ella estaba a punto de confesar algo. Por otro lado, sabía que su tiempo había terminado ahora que Zeb y Loc se habían unido a ellos. ―¿Todos listos y saben qué hacer?― Zeb los miró uno a uno. ―Estamos retirados, no muertos―. Raz no pudo evitar molestar a Zeb, tratando de aclarar lo que estaban a punto de hacer. En resumen, los Jorval los amenazaron no solo a ellos sino a su nueva familia, y él se encontró con las miradas de sus hermanos y entendió. Los Jorval pagarían. ―Celeste, abordaremos la nave Jorval. Trata de mantener la pretensión de ser una humana asustada por nosotros.

Ella se encogió de hombros. ―No necesito fingir. Estoy asustada en mi mente, pero más de perderlos a que me pase algo. ―Gracias, hermosa―. Zeb se inclinó, y ella levantó la cabeza para aceptar su beso, sonriéndole, antes de tomar las muestras de afecto y seguridad de los demás. ―La nave de Reedip está atracando. Raz y Kue han explicado tu parte? ―Lo hicieron. Estoy lista. Todos se miraron el uno al otro, comunicándose lo que las palabras no podían. Las cosas no siempre iban según lo planeado, así que se prepararon para cualquier cosa. Su misión principal era proteger su Sheraz, incluso si eso significaba el costo de sus propias vidas. Con un movimiento de cabeza se separaron, Raz y Kue moviéndose a través de los corredores de su nave a la cámara de aire en el otro lado. El suave golpe indicó que el buque de guerra Jorval había atracado. El tiempo se había agotado.

**** Sus hombres habían cambiado de tiernos y cariñosos a duros y formidables. Todo lo que Celeste quería hacer era tomar la mano de Zeb o de Loc, para que la reconfortaran un poco, pero ahora no era el momento de dejarlos mimarla por ninguna de sus inseguridades. De cara al juego. Tenían uno, y ella necesitaba levantarse y hacer lo que tenía que hacer. Permitió que el odio por estos Jorval se filtrara en todo su ser. No dudaba de lo que sus hombres le habían dicho era cierto, de que ella y las otras mujeres de la nave en el que había sido secuestrada no eran las primeras mujeres humanas secuestradas y tratadas como carga recuperada. ¿Cuántas habían muerto a causa de los Jorval? ¿Cuántas todavía estaban en la galaxia, que no habían sido rescatados por los Demos de Galafrax? Entraron en la cámara de rescate, y las puertas chasquearon y gimieron antes de silbar los gases a su alrededor. Las puertas se abrieron y la luz inundó la zona. Respiró hondo, mirando de reojo a la cara de póquer de Zeb.

Son míos, tanto como yo soy de ellos. Haré todo lo posible para protegerlos como ellos a mí. Zeb la agarró del brazo, y trató de no hacer una mueca de dolor mientras él tiraba de ella hacia adelante. Todo el mundo está actuando, y somos simplemente jugadores. Dejó que la frase diera vueltas en su cabeza cuando pasó por el borde de la puerta y entró en la nave Jorval. El comandante Jorval esperó con cinco soldados, con las armas apuntando hacia ellos. ―¿Cuál es el significado de esto?― Gruñó Zeb. ―Venimos de buena fe y no tenemos armas en nosotros. ¡Somos simples rescatadores y te atreves a apuntarnos con armas! ―Vamos, comandante. Ustedes son Demos, y no somos tontos. Solo queremos asegurarnos de que no llevan armas. Zeb soltó su brazo y le tendió el suyo. ―Adelante, revisanos. Estamos desarmados, y ahora nos has insultado con esto. ―Disculpe, Comandante Zeb, solo estamos siendo cuidadosos con nuestra propia seguridad. Por favor, pásenos el escáner de armas, así podremos continuar sellando y celebrando nuestra transacción comercial. Los ojos negros y codiciosos de Reedip se volvieron hacia ella. Ella le devolvió la mirada. Zeb le había ordenado que se mantuviera en silencio, y no importaba lo que sucediera, debía dejar que Zeb o Loc hablaran. Por mucho que quisiera dejar al pomposo y advenedizo Jorval en su mente, no quería decepcionar a Zeb y permanecía en silencio a su lado. ―¿Dónde están tus otros hermanos, Comandante Zeb? ―Probablemente follando con el droide sexual, en el puente. Este humano se desgasta demasiado fácilmente―. Agitó una mano desdeñosa hacia Celeste. ―No tienes el último droide sexual actualizado, ¿verdad?― Loc dio un paso al frente. Los ojos de Reedip brillaron. De ninguna manera en el infierno ella confiaba en esta criatura. ―Sí. Estoy seguro de que podemos llegar a un acuerdo. Por aquí por favor, luego podemos negociar.

Sin mirarla, Zeb y Loc, que fingieron una mirada aburrida, siguieron a Reedip por un gran túnel. Quería gritarles que no lo hicieran, pero se mordió el labio y contuvo el aliento, mientras las luces verdes salían disparadas sobre su piel roja y su ropa negra. Sonó y luego nada. Ella dejó escapar un suspiro de alivio. Se había preocupado por nada. ―Te dije que solo queríamos comerciar―, dijo Zeb, mirando al Reedip del otro lado. ―Lo que pasa es que, Comandante Zeb, realmente no necesitamos negociar o comerciar con usted cuando ya tenemos lo que queremos. Hazlo. Un segundo rayo de repente salió disparado. Era rojo, y Zeb y Loc se retorcieron y se convulsionaron en agonía antes de desplomarse en el suelo. Celeste gritó horrorizada al ver a sus hombres heridos. ¿Estaban muertos? ¿El Jorval acababa de matarlos? El pánico la invadió y, sin pensar en su propia seguridad, se precipitó hacia adelante, cayendo de rodillas junto a Loc cuando se desplomó detrás de Zeb. Al lado de Loc, ella agarró la parte superior de Loc y tiró, gruñendo bajo la tensión de su peso mientras rodaba su cuerpo. Un sollozo escapó de ella cuando vio que su pecho subía y bajaba. ―¿De verdad crees que creímos su indiferencia hacia una mujer humana? Ellos son Demos. Nunca te dejarían ir voluntariamente―. El comandante Reedip avanzó hacia ellos. Celeste, incapaz de guardar silencio, fulminó con la mirada al Comandante Jorval. ―¿No están muertos? ¿Por qué no los mataste? ―Porque me dará más placer ver un par de quads desgarrados por dentro. Ella sacudió su cabeza. ―¿Qué quieres decir? ¿Qué vas a hacer?― Ella se aferró a la parte superior de Loc como un salvavidas, mirando al Jorval con lágrimas en los ojos. El comandante la ignoró. ―Llévalos a las celdas y deshazte de esta basura sin valor. Detrás de ellos la puerta se cerró, y los Jorval uniformados se adelantaron. Luchó y forcejeó cuando dos guardias la arrancaron de sus hombres. Se necesitaron cuatro Jorval para sacar a cada uno de sus hombres Demos fuera del área. Estás dejando que tus emociones te superen. ¿Es esto lo que querrían tus quads? No, querrían que ella se mantuviera fuerte. Ella detuvo sus zarandeos y comenzó a prestar atención a su entorno y a dónde los arrastraban.

Después de largos corredores de paredes blancas y un viaje en ascensor, fueron metidos en una gran celda, frente a una pared manchada de gris. Dejaron a Loc y Zeb uno al lado del otro y la arrojaron contra la pared. Ella gruñó cuando el dolor subió por su brazo. Reedip, que los había seguido, apretó un botón y se levantó un escudo, atrapándolos dentro. ―¿No es lindo, la hembra humana y dos de sus amantes?― Los labios purpúreos de Reedip aparecieron en una sonrisa malvada, el color que combinaba con sus ropas rojas y moradas. En una muestra de riqueza, gemas en sus dedos y cadenas alrededor de su cuello brillaban, incluso a la luz más opaca del área del bergantín. Él se paró frente a su celda, mirándola. ―Siempre quise ver los efectos de romper un enlace cuádruple. Escuché que se vuelven locos de pena. Me pregunto qué te van a hacer en su estado de locura. La única forma en que podría suceder era si uno de sus hombres moría. Reedip chasqueó los dedos, y una pantalla parpadeó cobrando vida, mostrando una vista distante del barco de sus quads. La boca del estómago se le cayó y el hielo se deslizó por sus venas al darse cuenta de lo que estaban a punto de hacer. ―Disparen a voluntad―. Hizo un gesto con la mano hacia la pantalla, retrocediendo para dejarle una clara visión de la pantalla. Ella saltó a las primeras luces rojas brillantes que se dirigían hacia la nave. ¡Boom! Los ojos de Celeste se abrieron de par en par con horror cuando golpeo en la nave y estalló en miles de millones de pedazos que dispersaron en una luz azul que envió una onda expansiva al espacio. Kue, Raz! ¡Oh Dios, oh Dios no! Los sollozos se liberaron de su garganta, y ella se arrojó por encima de Loc, aferrándose a Zeb. ¡No, no, no, esto no puede estar pasando! Prometieron que todo iba a estar bien. Habían jurado que la protegerían y a los demás. Se levantó de un salto. ―¡Maldito bastardo, pagarás por esto!― Ella rebotó en el escudo y tropezó con los pies de Zeb, aterrizando en su culo.

El comandante Reedip se rio. ―Tal lealtad, pero no importará una vez que te liquiden. Celeste cerró los ojos sintiendo como si una parte de su alma fuera arrancada, al perder a Raz y Kue, recordando lo que le contaron acerca de los quads que perdían incluso a uno de sus hermanos. Era algo peor que la muerte para ellos. ―Eh, no será divertido hasta que se despierten. Establezcan un curso al hogar. Este será un buen premio para entregar a nuestro Gran Maestro. Realmente valdrá una gran ganancia. El comandante Reedip giró sobre sus gruesas botas de tacón negro y salió del bergantín seguido de todos sus lacayos. Celeste rompió en sollozos de profundo dolor en el pecho de Loc. Entre lo que quedaba de sus hombres, era el único lugar desde donde podía consolarla, y no había manera de que pudiera renunciar a lo que quedaba de su nueva familia. Si los quads enloquecían por la pérdida de un hermano, entonces ella sería la que los ayudaría a salir de allí. Haría lo que fuera necesario. Por la forma en que lo pensó, había dos objetivos principales. Uno era vengarse del Jorval por haber asesinado cruelmente a los hombres que amaba, y dos, por tratar de enloquecer a Zeb y Loc. Una cosa que Celeste hacía bien era sobrevivir, y ahora tenía que hacerlo por lo que quedaba de su nueva familia. Era su turno de ser fuerte por ellos. Ella nunca se daría por vencida y nunca se rendiría.

Capítulo Trece Las cerraduras magnéticas de Kue se engancharon, inmovilizándolo al segundo crucero de guerra Jorval. Observó con disgusto cómo su nave se reventaba en un impresionante destello de luz azul y naranja. Los restos carbonizados y fragmentados pasaron a su lado. Respiró profundamente su aire compacto. Odiaba el sabor, pero estos trajes especiales solo le proporcionaban requisitos básicos, y era mejor que nada de aire. ―Nunca he estado tan feliz de ver desaparecer ese pedazo de basura, pero bastante molesto porque no fui yo quien disparó los láseres de fase―. La voz de Raz sonó en su oído. ―Zeb dio un noventa y ocho por ciento de posibilidades de que lo harían―, murmuró Kue, ocupado en localizar los puntos en la nave que necesitaba para llegar. ―Celeste no va a estar feliz de que no le hayamos dicho la posibilidad de que esto pudiera suceder―, dijo Raz. ―Loc estará aún más molesto después de todo el trabajo que hemos realizado en los últimos ciclos―, señaló Kue. ―Al menos llegó a experimentar el paraíso entre sus suaves muslos antes de este desastre. No puedo esperar para tener mi turno de nuevo. Kue ignoró el primer comentario de Raz, incluso si estaba de acuerdo. ―Celeste nos perdonará, pero el tiempo invertido en ayudar y cortejar a nuestra Sheraz valió la pena. ―No puedo discutir con una lógica simple. Suena bien ¿no? Pertenecer a ella―. Kue no dejó de notar el tono feliz y soñador de la voz de Raz. Sí, todos eran adictos a su pequeña y dulce mujer. Malditos demonios de fuego, ahora me estoy saliendo de la pista. Kue suspiró, sacando una carga y uniéndolo al costado del crucero de guerra. ―Deja de soñar en el espacio. Necesitamos hacer esto y realizar un rescate brillante, antes de que decidan que es hora de abandonar el área. ―Te estás volviendo lento a tu edad avanzada―, incitó Raz. ―Ya he delineado el tubo principal de las armas, en dirección a los propulsores externos. ―Eso es porque tu objetivo estaba más cerca que el mío―. Kue se arrastró a lo largo de la nave como una serpiente tivariana. Cada uno de ellos llevaba una gran bolsa de cargas

explosivas, más grande de lo que la gravedad normal hubiera permitido, ya que el peso del explosivo especial indetectable era extremo incluso para una Demos. Cada una de sus cargas debía colocarse en puntos estratégicos para provocar una reacción en cadena cuando se disparará. Kue sintió el crujido en sus huesos y la tensión en su cuerpo. Había pasado un tiempo desde que habían tenido que entrar en sus trajes de sigilo espacial. Apretaba demasiado incómodamente alrededor de su mitad, sin mencionar que cada vez que pensaba en Celeste se ponía duro. ―Entrenare más una vez que regresemos a Galafrax―, dijo Kue en voz alta, más para él que Raz, que resopló en su oído. ―Le dije a Zeb que te habías estado ablandando desde nuestro retiro. ―Hermano, yo no fui el único que luchó por cerrar el traje de sigilo. Tenemos más motivos para estar en la mejor forma de nuestras vidas. ¿Cómo protegeremos a nuestra Celeste si crecemos demasiado redondeados y respiramos poco para complacerla?― Asoció otro dispositivo y se trasladó a la siguiente ubicación. ―Puedes tener un punto. Lo único que quiero que permanezca suave y redondeada es nuestra Celeste. A diferencia de ti, estoy en gran forma. Le tocó a Kue resoplar a su hermano. ―Apuesto a que puedo terminar esto y abordar la nave antes de que tú puedas. ―¿Cuál es tu apuesta? ―El siguiente en dar placer a Celeste. ―Difícilmente es un desafío, pero estás en camino. Motivados, ambos se movieron más rápido en previsión de una pelea y una follada. Una vez que se hayan colado a bordo la nave de guerra, sería un combate cuerpo a cuerpo, un combate mano a mano. Noquear unas pocas caras Jorval y vengarse de los que se atrevían a intentar tomar a su Sheraz era una dulce perspectiva. Había pasado demasiado tiempo desde que habían peleado con otra cosa que no fueran simuladores de entrenamiento. El tiempo era crítico. Cuanto antes hicieran el trabajo, antes podrían rescatar a su belleza celestial, y luego frotarlo en la cara de Raz cuando perdiera la apuesta.

**** Celeste se movió en el piso, sentada entre sus hombres. Le dolían los hombros, agobiada por todo el equipo que le ataba. Gah, soy una idiota. Sus reacciones naturales habían sido proteger a sus hombres caídos. Hacer estallar la nave de sus hombres la había hecho olvidar temporalmente que ella era una parte importante de su plan. Reponte, concéntrate. El “gamma catorce” era la versión Demos del caballo de Troya de la Tierra. Ella es el caballo, llevaba encima las armas de contrabando. Sus hombres habían sido acertados. El Jorval había estado tan concentrado en someter a sus hombres que no se habían molestado en revisarla. Limpiándose las lágrimas de los ojos, pescó bajo la ropa negra para recuperar uno de los dispositivos médicos que llevaba atados a la parte exterior del muslo. Kue le había dicho que lo usara si alguno de ellos estaba herido o inconsciente. Ella siguió sus instrucciones simples y la colocó sobre el pecho de Zeb, presionando el botón gris. Se iluminó y emitió un pitido varias veces, vibrando en su mano. Zeb gruñó, y sus ojos se abrieron. Contuvo la respiración cuando sus ojos vidriosos se aclararon y se enfocaron en ella flotando sobre él. Dijeron que era un dolor peor que ninguno, perder a uno de sus hermanos. Él extendió la mano ahuecando su rostro, pero ella no podía ver ninguna señal de dolor o angustia, solo preocupación mientras la miraba. ―¿Estás bien, hermosa? Ella sofocó un sollozo. Estaba preguntando por ella cuando sus hermanos acababan de volar en pedazos. Las lágrimas borraron su visión y rodaron por sus mejillas. ―E… volaron tu nave. Raz y Kue, están muertos. Él se sentó y tomó su rostro entre sus manos. ―Oye, ahora, todo está bien. Lo hubiera sentido inmediatamente si hubieran sido asesinados. Le di un noventa y ocho por ciento de posibilidades de que destruirían nuestra nave de rescate. Tardó un momento en asimilar las palabras de Zeb. ―¿Lo sabías?

―No sería un gran estratega si no tuviera en cuenta muchos escenarios diferentes basados en las situaciones. No quería decírtelo porque te preocuparía. Tenemos lo suficiente para tratar aquí. Él limpió sus lágrimas con la yema de su pulgar. ―Kue y Raz estarán aquí lo suficientemente pronto. Hasta entonces, vamos a despertar a Loc. Ella asintió con la cabeza y se recostó mientras sacaba el dispositivo de su pecho y lo colocaba en Loc. Zumbó como lo había hecho en Zeb, antes de que los ojos de Loc se abrieran. Él se enderezó. ―¡Celeste! Su grito de pánico la hizo reír. Su cabello normalmente limpio, torcido, se giró para mirarla confundido. Sus ojos dorados parpadearon, y de repente estaba de vuelta en ella. ―¿Te lastimaron, belleza? Ella se movió hacia el acogedor abrazo de Loc. ―No, cariño, estoy bien. Estaba más preocupada por ti. No fui noqueada por los Jorval. Ustedes dos, si. Loc gimió frotándose levemente la frente. ―Odio el pulso aturdidor―. Levantó la cabeza para mirar a Zeb. ―Y el alto y poderoso comandante sabía que harían este tipo de engaño. Celeste se retorció en los brazos de Loc, levantó una ceja y agregó la frase: ―Sí, pensé que lo harían. Zeb encogió sus grandes hombros musculosos, devolviendo la mirada de Loc. ―Quítatelo de encima, soldado―. Zeb se puso de pie estirando algunos de sus músculos. ―Solo tenemos momentos antes de que se den cuenta de que estamos despiertos. Tenemos un equipo que someter y una nave que tomar. Loc suspiró pesadamente. ―Volaron la nuestra, ¿no? Zeb asintió, y Loc maldijo. £Todo el trabajo que pusimos en ella. ―Valió la pena―. La mirada de Zeb a su hermano se volvió casi asesina. ―Sí―. Los brazos de Loc se tensaron en su cintura, su nariz enterrada en su cabello mientras la inspiraba. ―Valió más que la pena―. Hubiera sido una idiota por no darse cuenta de que estaban hablando de ella. Ella sabiamente mantuvo su boca cerrada, incluso

si su corazón estaba lleno de amor por sus hombres. Ahora entendía que arreglar una nave rota era solo la mitad de su misión. También estaban ayudando a reparar una Celeste rota. Todo lo que habían hecho y continuaban haciendo desde que la conocieron era para ella. Cuando trató de salir del regazo de Loc, él tiró de ella hacia atrás. Jadeó cuando se puso de pie con ella todavía acunada en sus brazos, antes de dejarla pararse. ―Presumido―, murmuró Zeb, acercándose a ella. ―Brazos arriba, hermosa―. Ella obedeció felizmente, dejándoles quitarle las capas exteriores. ―¿Algún otro plan que tengas que no hayas tenido la molestia de informarme o vas a seguir siendo un hombre excesivamente protector?―. Se encontró con la mirada dorada de Zeb. ―No, creo que no. Solo tenemos que tomar el control de esta nave y establecer rumbo al espacio de Galafraxian tan pronto como sea posible. Loc encontró la capa de artilugios y armas, eliminándolas con más facilidad de lo que se las habían sujetado, asegurándose de que pudiera moverse con facilidad. Raz le había dicho que la sustancia impedía que los escáneres internos detectaran las firmas de armas. ―Haces que suene como un paseo por el parque―, dijo, viendo a Loc colocar parte de dispositivos robados en sus bolsillos, y empujar algo pequeño en su oreja. Él levantó la vista y le guiñó un ojo. ―No sé qué es un parque, pero ahora mismo necesito que escuches y obedezcas―. Ella asintió, dándole a Zeb toda su atención. ―Una vez que Loc desactive el campo de fuerza de la celda, sonarán las alarmas. Nos moveremos rápido. Cuando te digo que te agaches o te muevas, entonces muévete, y trata de quedarte entre Loc y yo, ¿entendido? ―Sí, comandante―. Saludó por buena medida haciendo sonreír a Zeb. Él asintió con la cabeza antes de volverse hacia Loc. ―Bien, aquí vamos―. Loc apuntó uno de los artilugios al campo de fuerza de su celda. ¡Disparó chispas azules brillantes antes de desvanecerse con un Bzzzz-pop! Sonó un fuerte HUuuUu HUuuUu de una sirena, y ella hizo una mueca cuando le dolieron los tímpanos ante el tono áspero. Zeb la tomó de la mano ayudándola a pasar por el borde de la celda y la arrastró tras él hasta el final del pasillo del bergantín. Él soltó su mano, y Loc la agarró por los hombros y

la apartó del camino mientras Zeb cargaba contra los primeros soldados Jorval que corrían hacia la celda. Nunca tuvieron tiempo de sacar sus armas, Zeb golpeó tan rápido con una especie de arte marcial, como un hermoso baile. Solo que su baile resultó en los cuatro Jorval inconscientes en el suelo, en unos pocos latidos de corazón. Wow. No exageraban cuando decían que Zeb era el mejor en combate mano a mano. Zeb y Loc se movieron, retirando todas las armas y moviendo los cuerpos de Jorval hacia la celda más cercana. ―Necesitamos llegar a ingeniería. Es más fácil tomar el control de las naves desde allí―, dijo Loc. Zeb abrió las puertas del bergantín. ―Raz y Kue se dirigirán al puente. Se animó cuando Loc mencionó a Raz y Kue. ―¿Ya están a bordo? ―Puedo escucharlos con esto―. Loc golpeó su auricular. ―Parece que están discutiendo sobre quién ganó su apuesta. Ella puso los ojos en blanco y dejó escapar un suspiro de alivio. ―Ni siquiera quiero saber de qué se trató la apuesta―. Conociendo a Raz, sería algo explícito sobre ella. Loc se rio entre dientes. ―Lo sabrás lo suficientemente pronto. ¿Lista para correr? ―¡Por supuesto, vamos!― Sonrió a Loc antes de seguir a Zeb. El lugar más seguro en esta nave estaba justo al lado de sus hombres. De ninguna manera ella no iba a mantener el ritmo ni decepcionarlos.

**** Poco tiempo después, Celeste jadeó, su piel se sonrojó y su cuerpo ardió por aire, mientras Loc la tiraba hacia él por tercera vez. Miró hacia abajo y le guiñó un ojo, antes de tomar su mano y arrastrarla. No solo estaba caliente por correr, agachándose y esquivando las ráfagas de plasma que les disparaban. Los Jorval luchaban como los cobardes que eran, a distancia, siempre tratando de bloquearlos o dispararles o arrojarles algo, en lugar de luchar cara a cara. Cualquier valiente que intentara luchar contra Zeb o Loc quedaba rápidamente inconsciente.

El calor de su excitación provenía del hecho de que seguían utilizando sus cuerpos calientes y sudorosos como escudos, apretándose contra ella, intercalados entre Loc o Zeb y el mamparo. Estaba completamente mal estar excitada al ver a sus hombres flexionarse y pelear, pero no podía evitar las reacciones de su cuerpo. Sí, eran rudos, y ella los amaba. ¡Mis hombres, mis hombres, míos, todos míos! Zeb sabía a dónde ir, siguiendo un mapa en su mente, uno que le había dicho que había memorizado justo antes de embarcarse en esta peligrosa misión. Los techos de la nave de guerra Jorval eran bajos, y sus hombres de casi dos metros trece se agachaban constantemente y caían de rodillas cuando disparaban hacia atrás con precisión mortal, a diferencia de los intentos fortuitos de los Jorval de someterlos. Al igual que la nave comerciante, había paneles de diferentes colores en las paredes y artilugios que parecían haber sido forzados, en lugar de personalizados para adaptarse a la nave. Raz había tenido razón. Los Jorval no habían tenido oportunidad contra sus hombres. Su excitación se sentía totalmente equivocada en medio del caos, pero su mente seguía vagando, soñando con tirar a uno o ambos en el suelo y follarlos sin sentido. Tener relaciones sexuales y pertenecer a un conjunto de quads le despertó una libido furiosa que nunca creyó posible. ―Ya casi llegamos―. Loc la miró fijamente. ―¿Estás bien? Ella asintió ansiosamente, sin confiar en su voz. Él sonrió, ofreciéndole su mano. Una vez puesta en su mano, él la tiró fuertemente contra él, inclinándose para susurrar, ―Puedo oler tu excitación, belleza. Pronto―. Prometió, y ella tragó, con fuerza. ―Una vez que el polvo se asiente, cuidaremos de ti. La levantó en sus brazos mientras pasaba por encima de varios cuerpos inconscientes o muertos de los soldados Jorval. ―Sala de máquinas principal justo delante―. Zeb los miró con una sonrisa. Su cara se sonrojó casi hasta el color de su propia piel. Si Loc pudiera olerla, entonces también Zeb podría olerlo. Suspiró y pensó que no tenía sentido luchar o negar el hecho. Ella los amaba y los quería.

**** ―No puedo soportar toda esta mierda―, se quejó Kue, dirigiendo una mirada fulminante a Raz, cuyas manos todavía estaban libres, de pie sobre otro cuerpo Jorval. Cambió la pila de armas que les había quitado. ―Solo bótalos en alguna parte―, dijo Raz distraído, respirando un poco fuerte. Acababan de atravesar por al menos treinta Jorval. Raz apoyó su brazo derecho, que sufrió una quemadura de plasma menor en una pelea de fuego cruzado después de que habían entrado a través de la cámara de embarque. ―Necesitamos encontrar un nuevo negocio al que entrar. Recolectar no nos está pagando tanto como debería, y somos demasiado viejos para asumir misiones como esta―. Raz pasó por encima del cuerpo, mirando a la vuelta de la esquina, levantando una mano para indicar que estaba claro. ―Ahora no es el momento de pensar en esto. Tenemos que lidiar con otra mierda―. Kue arrojó las armas a un armario de almacenamiento cercano, cerrándola de golpe. ―Oh, solo estás adolorido porque gané la apuesta. ―Solo por una jodida mano―. Kue examinó los cuerpos para ver quién todavía estaba vivo, antes de arrastrarlos a un casillero separado. ―¿No quieres poder proveer adecuadamente a nuestra Celeste?―, Continuó Raz. Kue reprimió su gemido, sellando cada casillero con su codificador de códigos. ―¿Podemos por favor enfocarnos en una cosa a la vez? Como llegar al puente y ayudar a los demás a hacerse cargo de esta maldita nave. Corrió detrás de Raz, quien desapareció a la vuelta de la esquina. ―Solo digo que deberíamos pensar un poco, después de que volvamos a Galafrax, eso es todo. Quiero decir que habrá quads mucho más ricos y jóvenes que querrán cortejarla. ―Acabamos de pasar una semana conociendo a nuestra Celeste. ¿Crees que es el tipo de mujer que se preocupa por la riqueza o lo que podemos darle materialmente? Raz se detuvo al darse la vuelta cuando Kue lo miró. ―No, por supuesto que no, pero ellos no lo saben.

―Entonces tendremos que hacer todo lo que esté en nuestro poder para hacerles saber que ella es nuestra. La sonrisa de Raz nuevamente se convirtió en una de maliciosa intención. ―Como hincharla con nuestros bebes. Ella ya podría estarlo. ¿Es fácil o difícil impregnar a las mujeres humanas? No importa, estoy con ella ahora, así me aseguraré de que sea mi semilla la que sea más dominante dentro. Kue continuó mirando a Raz mientras él divagaba, preguntándose cómo este idiota podría incluso estar relacionado con él. ―Si alguna semilla echara raíces primero sería la de Zeb, lo sabes, ¿verdad? ―Dítelo a ti mismo si eso te hace feliz, pero no voy a dejar de intentarlo. Kue resopló. Sí, tampoco él. Había leído los mismos enlaces de noticias desde casa. No era necesario que los cuatro hermanos impregnaran a una mujer humana. ―Siempre he querido una hija para echarla a perder. Con Celeste, ¿crees que también tendremos gemelas? Como no quería alentar a Raz, Kue decidió no responder. Juntos se acercaron a las puertas del puente, ambos callaron, enfocándose en la tarea de asaltar el puente. Raz tomó la posición de guardia cuando Kue comenzó a trabajar en las cerraduras. En serio, un Demos podría recoger esta mezcolanza de diferentes tecnologías, baratas o robadas. Señales de mano para la cuenta atrás. Tres, el corazón de Kue palpitaba. Dos, sus armas estaban listas. Una, las puertas se abrieron y cargaron adentro.

Capítulo Catorce Los ojos de Celeste se deslizaron hacia los de Zeb, que permanecían inmóviles observándola, en previsión de su reacción. Loc le había dejado pedir prestado el auricular para hablar con Raz y Kue, pero antes de que pudiera decir nada, había escuchado su conversación bastante sincera. Ella tomó un lento aliento dejando que su aturdida sorpresa se desvaneciera antes de quitarse el auricular, y reunir su ingenio. Las emociones mezcladas giraron dentro de ella mientras contemplaba cómo tomar esta noticia. Por el ceño fruncido de Zeb, él también. Todos sabían que existía la posibilidad de que pudieran embarazarla. Soy una tonta. Había estado tan ensimismada, no tenía que detenerse para pensar en el embarazo. Es lo que generalmente sucede cuando tienes relaciones sexuales sin protección, idiota. ―Entonces, ya podría estar embarazada, ¿o sí? ¿Por qué no me dijiste que eso era una posibilidad? Me dijiste que no mentirías. ―Y no lo hice. Loc hizo una pausa en lo que estaba haciendo para mirar entre ellos. Ella se cruzó de brazos para mirarlo. ―Una omisión es solo una forma diferente de mentira, Zeb. Él dio un paso más cerca, elevándose sobre ella. Pero ella se negó a encogerse. Ella no tenía miedo. ―También recordarás que dije que esto no era de pasada, te queremos como nuestra Sheraz, nuestra esposa. Tener hijos es simplemente una parte natural de nuestra relación. Si es algo que temes, entonces lo siento. Ella se acercó a él y lo golpeó en su pecho musculoso. ―No tengo miedo de tener hijos. Lo que no me gusta es que me dejen afuera y me mientan. Ya tuve suficiente de eso en la Tierra. Necesito que ustedes, todos ustedes, hablen conmigo y me digan qué está pasando. Entendido, ¿chico grande? Sus labios se levantaron en una sonrisa. ―Lo tengo, belleza―. De repente, la agarró por la cintura y la atrajo hacia sí, su boca se estrelló contra la de ella en un duro y exigente beso. Su cabeza giró con el calor y el sabor masculino de Zeb mientras tomaba y saqueaba su boca. Ya ardiente y necesitada desde antes, se derritió contra él. De esa manera, pudo

convertir su cuerpo en un montón de necesidad. Él levantó su cabeza, y sus ojos se abrieron. Ella estaba sin aliento y ansiaba más. El bastardo presumido sabía el efecto que tenía sobre ella, pero tampoco le importaba. ―Cualquier niño que tengamos la bendición de tener contigo, será valiente y hermoso, al igual que su madre. Si hubiera estado usando bragas, se habrían derretido. Dejando a un lado la diarrea verbal de Raz, casi quería exigir que la tomaran aquí y ahora para asegurarse de que la embarazaran. Sueños de hijos rudos y fuertes como sus padres o hermosas hijas seguras de sí mismas con ojos dorados llenaron su cabeza. ―¿Podemos intentarlo de nuevo ahora?. La risa alegre de Zeb llenó la sala de máquinas zumbando. ―Pronto, hermosa, pronto―. La besó de nuevo. ―Primero obtengamos el control total de esta situación. ―Sí, lo siento―. Su cara se calentó. Él la besó brevemente. ―No, hermosa, nunca lo lamentes. Por primera vez en su vida, ella no lo hizo.

**** Reedip se rio mientras se enfrentaba a Raz y Kue. ―Podrías tomar el control de esta nave, pero no olvides que hay otras dos afuera, y todas tienen sus armas apuntando hacia nosotros. A mi orden, ellos dispararán. Raz miró a Kue, y ambos sonrieron maliciosamente. ―Tienen una impresionante variedad de armamento en todas las naves. O, mejor dicho, lo tenían―. Sacudió el detonador entre sus dedos, destellando frente a los ojos de Reedip antes de presionar el gran botón rojo del control. ¡Kaboom! Reedip casi tropezándose con su bata, mirando fijamente la pantalla, sus grandes orejas se tornaron de un tono púrpura mientras observaba cómo las explosiones volaban las armas y los principales sistemas de propulsión de cada una de las naves. Ninguno por supuesto

era fatal. A menos que fueras lo suficientemente idiota como para estar en esos sistemas en ese momento. ―Tengo un botón más―. Raz giró su detonador para mostrar el botón azul. ―Este destruye las naves por completo. Ellos tienen...― Se giró para mirar a Kue. Kue se movió para apartar las comunicaciones de los Jorval y abrió un amplio comunicador, para que todas las naves escucharan la transmisión. ―Todas las naves tienen ahora cincuenta y nueve segundos para evacuar o los volaremos con ellas. Me pregunto que tiene más valor para un Jorval, su vida o su muerte. ¡El tiempo comienza ahora!― Raz presionó el botón, casi sintiendo el pánico loco que emanaba de las dañadas naves de guerra Jorval. En doce segundos, las vainas comenzaron a dispararse, sin duda corriendo y luchando por salir antes de que exploten. A los cuarenta segundos ya no quedaban vainas. Muy mal si quedara alguna a bordo. La cuenta atrás terminó, y la última carga que habían colocado justo al lado de los acoplamientos de plasma, que alimentaban directamente al núcleo principal del motor, explotó. Causó una reacción en cadena explosiva completa a través de cada nave. Fragmentos y metralla volaron hacia ellos desde todas las direcciones. ―Muy bien hecho, hermano―. Raz asintió con la cabeza a Kue. ―Gracias, hermano, y lo mismo para ti. ―De nada. Raz y Kue chocaron palmas el uno contra el otro, luego se volvieron hacia el ahora ex comandante de la nave, disfrutando del miedo que vieron en los ojos de la criatura. ―Ahora ordenarás a todos los que estén bajo tu mando que junten a los que están conscientes, o aún vivos y los lleven a las vainas. O eso o enfrentaran la muerte a manos de mis hermanos y yo―. Raz se colocó a su altura amenazante y avanzó hacia el tembloroso Reedip. ―Estoy seguro de que encontrarás en el planeta de abajo, un lugar bastante agradable. Es decir, si las bestias y los insectos no te comen vivo primero―. Agregó Kue para un efecto adicional. ―Trataste de tomar lo que es nuestro. Hiciste explotar nuestra nave y ahora te quitaremos todo. Oh, vivirás, y probablemente incluso serás rescatado... eventualmente. Pero aprenderás ¡Nunca, nunca jodas con un Demos y su Sheraz!

**** Celeste chilló, corriendo hacia adelante y lanzándose a los brazos de Kue. Este la atrapó con facilidad, su boca estrellándose contra la de ella. Se aferró a él como una ventosa espacial, besándolo con la misma pasión reprimida. ―Oye, ¿dónde está mi saludo?― Raz hizo un puchero, mirándola con avidez. ―Estás en la perrera, hermano―. Zeb sonrió, con los brazos cruzados, mirando todo. Claramente sabía más que Raz por el brillo en sus ojos. ―¿Por qué? ―Ella tomó prestado el auricular de Loc antes. ―Oh―. Raz escuchó lo que Zeb quería decir. ―¿Cuánto?―. La preocupación lo atravesó. Zeb se encogió de hombros. ―Tanto como yo lo hic. Lo que significaba que estaba jodido. Suspiró y esperó hasta que Kue terminó y la puso de pie. Giró sus ojos azules hacia Raz, y se quedó sin aliento. ―Personalmente lo haría sufrir―. Dijo Zeb, y ella le dio una palmada en el brazo. ―Si todos estamos en esto juntos, entonces debo ser capaz de tomar decisiones informadas. Sufrí lo suficiente en la Tierra, de aquellos que trataron de quitarme mis opciones y tratarme como si no fuera nada. Necesito saber qué está pasando. Necesito poder opinar en decisiones importantes como tener hijos. El corazón de Raz sintió como si se rompiera en su pecho por sus doloridas palabras. Su boca estaba seca. ―Lo siento, Celeste. No quise decir... fue solo... Ella salió de Kue y se acercó a él. ―Está bien, porque a diferencia de mi pasado, esta vez confío en que quieres lo mejor para mí y para todos nosotros.

La esperanza lo llenó, y se sintió un poco mareado por eso. Era una sensación tan poco común, prefería pelear que tener que lidiar con el dolor en los ojos de Celeste. ―¿Entonces no estoy en la perrera? Su sonrisa lo derritió de adentro hacia afuera. Malditos cada Planicie de Hielo Demos. No había nada que él no hiciera por ella. ―No, no puedes evitar ser quien eres, y te amo por ello. Los amo a todos por ser tan maravillosos y cariñosos, por ayudarme a encontrar valor y un propósito cuando pensé que no tenía ninguno. Los cuatro se congelaron ante sus palabras. Era la primera vez que decía las palabras en voz alta. Sus ojos azules brillaban con expectación, y no había forma en esta vida, o en la próxima, que él o sus hermanos alguna vez la defraudarían. ―Sé que tuvimos que tomar el control de esta nave, pero ¿podemos llegar a donde vamos lo más rápido posible? Sigue siendo una nave Jorval, y me da escalofríos. ―Hermanos, escucharon lo que dijo nuestra esposa, y no podría estar más de acuerdo. Vamos a casa y a la mierda con la nave. El corazón de Raz latió más rápido mientras su mirada se deslizaba sobre todos ellos en reverente adoración. Él ya no podía controlarse a sí mismo. Arrebatándola, jaló su suave cuerpo contra el suyo y la besó apasionadamente.

**** En el viaje de tres días a gran velocidad hacia el espacio de Galafraxian, aprendió más sobre los Jorval de lo que quería saber. A pesar de que los Jorval eran codiciosos, cuando se trataba de sus fuerzas armadas, sorprendentemente mantenían un alto nivel de limpieza. Sus hombres intentaron persuadirla para que entrara en los aposentos del viejo comandante, que estaban llenos de lujosos muebles, para descansar, pero ella se negó, eligiendo quedarse en el puente, que tenía que estar vigilado todo el tiempo, o en la sala de máquinas con Loc. Como solo tenían cuatro tripulantes, ella ayudó donde pudo, sentada con Loc en los controles mientras le mostraba cada botón y su función. Cuando estaba

cansada dormitaba en la silla de comando, a menudo despertando para encontrarse acunada en los brazos de uno de sus hombres. Las alarmas sonaron a través de la nave. Celeste se despertó bruscamente, para encontrar a los cuatro hombres de pie, de espaldas a ella, con los brazos detrás de la espalda y los pies ligeramente separados. Ella había visto esto en los militares en su país. Estaban en posición de firmes. Parpadeó, sacándose el sueño de sus ojos cuando vio en la pantalla iluminada a otros hombres Demos, con uniformes negros de aspecto oficial. ―Bien hecho, Comandante Zeb, usted y sus hermanos han logrado lo que hemos estado tratando de hacer desde hace un tiempo. No pasará desapercibido, y serás recompensado por esto. ―Eso no es necesario. Obtuvimos más de lo que esperábamos de esto―, dijo Zeb. De alguna manera, ella sabía que estaba hablando de ella. ―Traigan la nave a la base lunar, y serán interrogados tan pronto como desembarquen. ―Alto comandante, solo dos de nosotros estaremos en la sala de informes. Tenemos nuestra Sheraz para cuidar. El alto comandante agitó una mano desdeñosa. ―Si ha esperado tanto por ustedes... ―Alto comandante―, espetó Zeb cortando al otro hombre Demos. ―Nuestra nueva esposa es humana. Dos de nosotros estaremos con ella todo el tiempo. Ella fue una de las cautivas Jorval. La sorpresa reemplazó la irritación del alto comandante al ser interrumpido por Zeb. ―Necesitamos que se forje nuestro vínculo. ―Debido a los acontecimientos recientes, nuestros Altos Señores aprobaron una nueva ley por la que todas las mujeres humanas deben someterse a pruebas y ser liberadas de cualquier influencia biológica que puede afectar su decisión de vincularse con un conjunto de quads. Los hermanos se miraron el uno al otro, sorprendidos por la noticia. ¿Qué significa eso para mí?

―El proceso se explicará una vez que hayan atracado. Su humano será puesto bajo custodia protectora hasta entonces. Se quedó sin aliento por las palabras del Alto Comandante. ¿Me van a alejar de mis hombres? ―Joder que lo harán. Ya no somos militares Demos, y ella se quedará con nosotros―, gruñó Raz. El Alto Comandante suspiró. ―Es la ley. Rómpanla y se arriesgan a ser encarcelados. Celeste ya no podía permanecer en silencio. ―¿No puedo opinar sobre esto? Los cuatro voltearon a mirarla. Loc rompió rango, caminando hacia la silla de comando para tomar su mano, ayudándola a salir de la plataforma elevada. Él la acompañó a pararse entre él y Kue. ―Esta es Celeste Coleman, y ella ha hecho una muy buena pregunta. ¿Tiene algo que decir al respecto? El Alto Comandante exhaló un largo suspiro. ―No cree las leyes relativas a los humanos y la vinculación quads. Estas son hechas por los Altos Señores, que tienen su propia Sheraz humana. Estoy obligado a hacer cumplir la ley. Estoy seguro de que una vez que se establezca que no hay coacción o que no la están drogando, se reunirán. ―Todavía no me gusta esto―. Celeste se cruzó de brazos. ―Puedo decirle en este momento que amo a mis quads. No hay coacción o drogas. Nunca he conocido a un grupo de hombres más amable y maravilloso en toda mi vida. Entonces, si esta es la ley, esas pruebas se harán malditamente rápido. Todos sus hombres la miraron con absoluto asombro. Ella sintió que sus mejillas se calentaban. ―¿Qué? Solo estoy diciendo lo que es verdad, y no quiero que ninguno de ustedes se meta en problemas e ignore las leyes por mi culpa. ―Eso puede ser así, Celeste Coleman, pero creo que estas garantías se pusieron en marcha por una razón. Algunos conjuntos de los quads han sido excesivamente torpes con algunas hembras humanas, y las han forzado a formar enlaces que no querían. Le solicito que cumpla con esto tanto como lo deberán hacer los quads―, dijo el funcionario en la pantalla. Celeste suspiró sabiendo que tendría que conceder. ―Está bien, estoy de acuerdo.

Zeb asintió. ―También estamos de acuerdo, pero como ella dijo, es mejor que sea un marco de tiempo corto. Atracamos dentro de una hora. La pantalla se quedó en blanco. Cuatro pares de ojos dorados, relucientes de amor y lujuria, se volvieron hacia ella. ―También te queremos, hermosa―. Sabía que Zeb hablaba por todos. ―No sé sobre los demás, pero quiero asegurarme de que no nos olvides ni por un segundo cuando estemos separados―. Raz se acercó para rodearla con su lado izquierdo. ―Oh―. Bromeó, sintiéndose alegre y juguetona. ―¿Cómo te propones hacer eso? Estando demasiado ocupados manejando su nave Jorval robada, nadie la había tocado sexualmente en lo que parecía una eternidad. Confiaba en su atrevido y magnífico Raz para hacer de abogado del diablo. Ella estaba más que dispuesta a jugar. Sus hermanos dieron un paso atrás, y la atrajo hacia él, su dura polla metiéndose en su suave barriga. ―Quiero marcarme en tu piel y en tu cuerpo para que nunca olvides cómo te hacemos sentir. Se estremeció ante su imaginería. Le rodeó el cuello con sus brazos, susurrando roncamente: ―Sí, hazlo, márcame. ―Tenemos un máximo de cuarenta minutos hasta que atraquemos―. Zeb siempre fue la voz de la razón. Solo sus ojos brillaban con tanto hambre como los de los demás. ―Entonces será mejor que no pierdas el tiempo, comandante. ―Voy a poner la nave en piloto automático―. Loc arrastró los pies hasta el asiento del piloto, y ella se volvió y alcanzó a Zeb. Él no la decepcionó, robándola de los brazos de Raz, levantándola a los suyos. Gimió sintiendo su boca sobre la suya, una pasión hambrienta entre ellos. Sus labios y dientes se enfrentaron cuando ella lo besó con igual ferocidad. Sus dedos se clavaron en su cabello, sosteniéndolo apretado en una exhibición dominante, y se derritió en rendición. La tensión sexual en el puente a su alrededor se espesó. Su cuerpo ardía de deseo, hasta le picaba la piel, volviéndola loca de necesidad. Su corazón se aceleró ante la mera idea de que la tocasen de golpe. Y luego lo hicieron, sus manos tirando de su ropa. Con tres de ellos trabajando juntos, la desnudaron en cuestión de segundos. Adivina, el trabajo en equipo tenía beneficios después de todo.

Más ropa cayó al suelo, y no pasó mucho tiempo antes de que todos estuvieran tan desnudos como ella. Había pasado demasiado tiempo desde la última vez que vio a cualquiera de sus maravillosos y musculosos de piel roja, desnudos. Cada fuerte bulto y ondulación era una absoluta perfección a sus ojos. Tal fuerza a su disposición, tal placer. Crearon un nido debajo de ella, con la ropa desechada. Zeb rompió el beso y la acostó en la pila. Las manos rozaron su torso, acariciándole los pechos y pellizcando sus pezones. Más manos se unieron en la refriega, y era difícil seguir de quién eran las manos. ―Kue, prepárala para nosotros―, retumbó Zeb, antes de agarrar un pecho, chupando con fuerza, haciendo que su espalda se arqueara y gimiera. Siempre el comandante, y lo amaba estando a cargo. La hacía sentir más caliente, más húmeda. Loc siguió la iniciativa de Zeb, inclinándose para mamar y tomar el pecho izquierdo. Kue se movió entre sus piernas, doblando sus rodillas para extenderla ampliamente. Jadeó cuando él no perdió tiempo buceando entre sus piernas para lamer y chupar. Kue gimió de placeres mientras su lengua se movía para lamer sus fluidos y jugos antes de moverse para amamantar su clítoris. ―¿Cuántos puedes tomar?― La pregunta de Zeb se filtró en su cerebro, y ella levantó la vista, parpadeando confundida. Su cuerpo se estremeció, y se retorció debajo de ellos cuando Kue la acercó al borde. ―¿Tomar? ―Cuántas veces puedes alcanzar la cima en un lapso de tiempo corto, porque todos te queremos, y no hay manera de que te haga daño, hermosa. Sus ojos se agrandaron, y la boca de Kue dejó su coño codicioso. ―Uh, tres hasta ahora, pero no estoy segura de cuántos más. P-pero averigüémoslo. Por favor no te detengas. Ellos asintieron, la rodearon y le acariciaron la piel. ―Tenemos que ser más rápidos en esto de lo normal. Entonces, hermosa, espera. Esto puede ser duro. Te empujaremos, pero sabes que nunca te haríamos daño. Ella dejó escapar un suspiro exasperado por el discurso de Zeb. ―Sí, Zeb, te amo y confío en todos ustedes. ¿Ahora podemos hablar menos y joder más? ―Como desees―. Fue respondida con suaves risas.

―He estado esperando hacer esto―. Raz se sentó a horcajadas sobre sus hombros, sus rodillas a cada lado de su cabeza y su deliciosa polla gruesa roja apuntando a sus labios. Ella los lamió, salivando en anticipación a su gusto. En el momento en que la cabeza de su polla tocó sus labios, ella gruñó, el aire se expulsó de sus pulmones cuando uno de los hermanos le levantó las piernas hasta los hombros y se deslizó profundamente dentro de ella. Ella amaba el poder crudo de sus hombres. Mientras uno de ellos la follaba salvajemente, Raz deslizó su polla sobre su labio inferior. Abrió la boca para aceptarlo, chupando la punta bulbosa antes de llevarlo tan profundo como pudo sin ahogarse. ―Por los Dioses del Fuego, tan bueno―. Gimió Raz, mientras ella trataba a su polla como una piruleta, chupando y lamiendo todos los deliciosos aceites naturales que producían. En cuanto a su pre-semen, era aún más sabroso. El fuego entre sus piernas y su vientre creció ante el poder crudo que se apoderó de ella. No había forma de que durara a este ritmo. La mamada gemela en sus pechos hizo que todo fuera una carrera hacia su clímax, y se sacudió y convulsionó bajo Raz. Su cuerpo tembló, y sus caderas se sacudieron. Debió haber sido demasiado para el hermano entre sus piernas también, porque gimió y llegó al clímax con ella al mismo tiempo. Raz salió de su boca y se bajó de ella. Jadeó al ver que Kue se tiraba de entre sus piernas, moviéndose, empujando a su hermano fuera del camino para besar tiernamente sus labios. Estaba lejos de haber terminado, y su cuerpo ansiaba más. Como un asador, sus hombres cambiaron de posición. La levantaron, voltearon su cuerpo y la colocaron sobre Raz, a horcajadas sobre sus caderas, y él alineó su gruesa polla con su cuerpo y la empujó hacia abajo. ―Por los dioses, siempre estás tan apretada alrededor de mi polla―. Él la agarró por las caderas y bombeó, fuerte y rápido. Otra polla presionó sus labios, y levantó la vista para ver a Zeb, sabiendo que solo Zeb y Raz eran a quienes ella no había chupado todavía. Sin duda querían experimentar lo que tenían sus hermanos. Ella ansiosamente chupó su pene en su boca caliente, su otra mano se sujetó a su cadera, dejando que otra mano jugueteara con sus pelotas gruesas, triunfante, haciendo que Zeb gimiera de placer. Loc y Kue ayudaron a mantenerla estable con las manos en la espalda y los senos, acariciando su piel sensible al mismo tiempo. Raz la follaba tan salvajemente como Kue, solo que se sentía más animalista, más rudo, y le encantaba, gimiendo alrededor de la gruesa polla de Zeb. Raz nunca había sido superado por ninguno de sus hermanos, así que alcanzó y frotó su clítoris mientras los golpes en su cuerpo se volvían más rápidos, más duros.

Su placer aumentó, pero su grito repentino fue amortiguado por la polla de Zeb. Los gritos de éxtasis de Raz llenaron el puente cuando él se vino y se vació dentro de ella. Él jadeó durante un largo momento antes de retirarse, y ella era medio consciente de Zeb y Loc volteándola sobre sus manos y rodillas, mirando por encima, amando cada segundo de eso. ―¡Sí, oh sí, oooh!― Zeb comenzó a gemir, el sudor bañaba sus cuerpos. Él comenzó a jadear. Ella sintió que él comenzaba a hincharse dentro. La fuerza la golpeó, haciéndola gritar cuando el tsunami de placer la inundó en cada terminación nerviosa, estallando en completa dicha que alteró su mente. Zeb dejó escapar un rugido animal. Él le soltó las piernas y se dejó caer sobre ella mientras se venía, el calor se extendió por su vientre. Apenas podía pensar, y mucho menos hablar. Zeb se retiró, soltó sus muñecas y se dejó caer a su lado. Se sentía como una muñeca de trapo floja y mal rellena, su mente y su cuerpo todavía en un capullo flotante cuando uno de sus hombres la levantó en sus brazos. ―Gracias, dulzura―. Kue tiernamente besó sus párpados cerrados mientras la sacaba de la habitación. Se sentía relajada, sabiendo que siempre la cuidarían. Poco tiempo después estaba limpia y todavía felizmente atontada, de pie junto a un sonriente Kue. Se había encargado de asegurarse de que estuviera limpia y no sufriera ningún dolor antes de abandonar la nave. Él mantuvo su brazo alrededor de su cintura por si ella se deslizaba en un charco de post-combustión en el piso. Todos sus hombres se veían presumidos y orgullosos de haberla dejado en este estado de felicidad. Ella podría enfrentar casi cualquier cosa ahora. Las puertas de su embarcación de guerra Jorval se abrieron y la escoltaron. Aparte del horrible planeta en el que se había estrellado, nunca había sido tan feliz de dejar un lugar. Esperaba que le hicieran las pruebas y terminaran con su vida para poder comenzar una nueva vida juntos aquí en el planeta natal de sus hombres. Un contingente de quads en uniforme militar estaban parados a lo largo de los corredores. Celeste no pudo evitar mirarlos con los ojos muy abiertos. Sus hombres le habían dicho que todos los machos nacían en grupos de quads, pero ver docenas de cuatrillizos idénticos, todos con brillantes ojos dorados mirándola, era un poco desconcertante. Sus hombres parecían saber a dónde ir, y nadie los detuvo cuando caminaban por la estación espacial. La llevaron a otra nave y la ayudaron a amarrarla en otro asiento, Zeb explicando que era una lanzadera para llevarlos al planeta.

Podía sentir la tensión aumentando a medida que más conjuntos de quad se unían a ellos. La separación temporal pendiente los tenía a todos con los pelos de punta. Ella suspiró y se acurrucó en los brazos protectores de Kue tanto como las correas lo permitían. Loc se sentó en el otro lado tomando su mano, sonriendo con tranquilidad. Suspiró, sin estar segura de qué pensar de todo este silencio y la postura de sus hombres. ―Pronto terminara, no te preocupes. Suspiró confiada y apoyó la cabeza en el brazo de Kue, bostezó y cerró los ojos.

Capítulo Quince Su cuarentena duró dos largos días. Ver a sus hombres dar media vuelta y marcharse casi hizo que sus ojos lloraran, pero todos la besaron profundamente y le aseguraron que pronto volverían a reunirse. Las piernas de Celeste se balancearon desde la mesa de examen. Ella no había podido hablar con sus hombres, por la cuarentena. Su médico, Pat, sonrió. ―Felicidades, todo está claro, y no hay señales de drogas o coacción. Ella se cruzó de brazos. Era difícil estar enojada con los quads que eran tan dulces. ―Se los dije, la única coacción que he sufrido desde que fui rescatada por mis quads es estar separada de ellos y forzada a soportar todas estas pruebas. ―Lo sentimos, Celeste, pero te explicamos por qué. Sí, lo hicieron. Aparentemente, una pobre mujer humana había sido drogada y casi obligada a casarse con un grupo de quads que ella no quería. Fue rescatada a tiempo por los quads que había elegido. Fue bueno que pusieran estas protecciones en su lugar. Celeste también supo que había hasta veinte mujeres humanas viviendo en Galafrax, una de ellas incluso con los Altos Señores, algo así como los reyes del planeta. A Celeste en realidad no le importaba. Mientras tuviera con sus hombres, estaba más que feliz. ―Otra cosa, los resultados de la prueba revelaron algo que deberías conocer. Aconsejaré a tus quads cuando los vea, para que te cuiden muy bien. Sus piernas balanceándose se detuvieron mientras lo miraba fijamente. ―¿Por qué? ―Llevas la próxima generación Demos. Tardó un momento en comprender lo que quería decir, antes de que la golpeara. ―¿Estoy embarazada?― Su voz se elevó con súbita sorpresa. El médico se tensó, y se acercó para tomar sus manos entre las suyas, mirándola a los ojos. ―¿No es bienvenida esta noticia? ¿Estás segura de que no te obligaron a aparearte con ellos? No temas decirme la verdad, Celeste. Es un alto crimen impregnar a una mujer no dispuesta. Tal como están las cosas, es algo raro de hacer, porque hasta que te apareas

todos los quads tienen semen anti-fértil. Entonces ninguna mujer puede quedar embarazada sin una unión. Tus quads son diferentes al haber estado previamente unidos. Ella frunció el ceño ligeramente. Loc había mencionado algo sobre eso hace unos días, pero había otros asuntos más importantes con los que lidiar. ―No, no, no, estaba dispuesta. Todo lo que hicimos, yo lo quise. Estoy sorprendida. Quiero decir que sabía que esto podría pasar, y quiero tener hijos con ellos, pero no tan pronto. ¿Estás seguro? Quiero decir que solo ha pasado una semana desde que comenzamos―. Sus mejillas se enrojecieron. ―No conozco muchos avances médicos humanos, pero en Galafrax podemos decirlo en cuestión de días―. Soltó sus manos y se movió para tocar su pantalla. ―¿Estás segura de que estás bien? ―Oh sí, estoy mejor que bien, grandiosa realmente. No puedo esperar para dar la noticia a mis quads. ¿Cuándo puedo volver a verlos? ―Todo está seguro. Tus guardias te acompañarán a tu casa ahora mismo si lo deseas. La emoción burbujeó dentro de ella mientras asentía con entusiasmo. ―Sí―. Saltó de la mesa de examen con demasiada ansiedad por estar de vuelta con sus hombres. Los extrañaba con cada latido de su corazón. Tenían tanto de qué hablar y mucho para planificar. Su grupo de guardias la recibió en la puerta. No había aprendido sus nombres, ya que estaba demasiado ansiosa por volver con sus hombres. ―Ella está completamente segura. Llévenla con sus quads―. El médico Pat asintió con la cabeza a los guardias, quienes asintieron en respuesta. Perdida en sus propios pensamientos y excitación, no prestó demasiada atención a dónde la llevaban, a través de los corredores y por un largo tramo de escaleras a uno de sus vehículos de transporte. Miró por la ventana, amando cómo Second City le recordaba una versión moderna del antiguo Egipto, de aquellos que había visto en los libros ilustrados cuando era niña. La gente de Demos vivía y trabajaba en estructuras tipo pirámide. Las casas se llamaban domicilios, y los edificios oficiales Qui. El Qui enorme en el centro de la ciudad era el gran palacio donde vivían y trabajaban los Altos Consejeros. Al parecer, eran el equivalente a un primer ministro. Los Altos Consejeros también respondían a los Altos Señores de Galafrax, los reyes. Aun así, parecía que todas

las sociedades tenían sus problemas, y los pueblos Demos eran poco diferentes de los humanos, aparte de la estructura social de tener una esposa con cuatro hermanos. Funcionaba para ellos, y para ella, entonces quién era para cuestionarlo. ―El domicilio Nova―. Levantó la vista para ver que se habían detenido frente a un domicilio piramidal bastante grande. ―¿Nova? ―Sus quads, señorita Celeste, su nuevo hogar. Ella sonrió. ―¡Gracias, amigos!― Salió del vehículo, sin mirar atrás, y se apresuró a subir los escalones. La puerta se abrió, y ella entró, de pie dentro de una gran entrada. ¿Por qué no había nadie allí para recibirla? ¿Dónde estaban sus hombres? Comenzó a preguntarse si el centro médico les había informado sobre su regreso. O si la habían dejado en el lugar correcto. De hecho, ni siquiera recordaba que le hubiesen dicho que tenían un domicilio. El leve ruido de voces la arrastró por el pasillo. A pesar de ser quads, sus voces tenían ligeras diferencias, y ella reconoció el profundo estruendo de Zeb. ―Todo fue un gran error, todo. ¡Uno que nunca volverá a suceder!― Celeste se congeló ante la fuerte declaración de Zeb. ―Lo sé, y es por eso que estoy aquí. Todos hemos cometido muchos errores, pero no hay necesidad de preocuparse por eso, Zeb querido. Dejemos atrás el pasado. El hielo se deslizó de repente a través de las venas de Celeste al sonido de la voz de una mujer. Se inclinó hacia adelante para ver a una mujer Demos alta, musculosa y muy delgada, su espeso cabello negro se balanceaba alrededor de sus hombros, envolviendo sus brazos alrededor del cuello de Zeb, su otra mano serpenteando y frotando contra su entrepierna. ―Nazzara, hay…― Raz se puso detrás de ella. ―Raz, todos podemos estar juntos, como lo estuvimos y como deberíamos estar―. Se volvió para mirar seductoramente a Raz mientras se aferraba a Zeb. ―Ahora que han vuelto a Galafrax, héroes y tan ricos, me siento tan entusiasmada con ustedes. Nadie puede igualar la destreza de mis quads en placer. Siempre fueron lo mejor. Exijo que me complazcan de nuevo, aquí y ahora.

Solo le llevo un momento darse cuenta de que esta era la ex Sheraz que Loc había mencionado brevemente. La ex esposa, y parecía que no era tan ex después de todo. ―Nazzara―, gruñó Zeb, agarrando los brazos de Nazzara y empujándola hacia Raz. ―Un error fue suficiente, Nazzara. No cometeremos otro. Nuestra elección ha sido hecha. Nazzara solo sonrió, alcanzando detrás de ella para tirar de la cadena de su parte superior. Hizo que toda la escasa vestimenta roja cayera por su delgado y esbelto cuerpo. ―Recuerda que me elegiste primero, Zeb, y todo esto es tuyo otra vez, y eres mío. Celeste se enderezó. Se tapó la boca con la mano para contener el jadeo, retrocediendo lentamente, fuera del alcance auditivo del resto de la conversación. ¿Podría ser? Era lo que acababa de escuchar verdad. ¿Realmente no la querían? Un escalofrío recorrió sus venas y pudo sentir su corazón encogerse en su pecho ante su traición. Se le revolvió el estómago y la bilis se le subió por la garganta cuando giró, caminó por el pasillo, salió por la puerta principal, pasó las puertas y salió a la calle. Allí se detuvo, mirando hacia atrás. Tal vez debería regresar y hablar con ellos, ver si esto era realmente el caso. Pero parecía no poder darse la vuelta y regresar a la casa. Toda su vida había sido nada, nadie. Ahora, acababa de demostrar lo perdedora que era en realidad, permitiéndose no solo confiar sino dejarse amar. Su corazón se rompió en un millón de pequeños pedazos. Sigue avanzando. Era la forma en que se las arreglaba en momentos como este. Caminó por las oscuras calles, preguntándose cómo el mejor día de su vida se había convertido en el peor en cuestión de minutos. Descubrir que estaba embarazada y reunirse con sus hombres, darse cuenta de que no era más que un error. ¿Por qué querrían una estúpida chica humana sobre su especie? Una solitaria lágrima cayó por su mejilla, antes de que se la quitara obstinadamente. Nunca más, nunca más, nunca más. Había sobrevivido al abandono de su madre, había sobrevivido a todas esas casas de acogida, había sobrevivido a su ex abusivo, había sobrevivido a ser secuestrada por Jorval, había sobrevivido al accidente y vivió en un duro planeta alienígena. Su corazón y su mente se balanceaban al borde del colapso total. ¡No! Ella aspiró profundamente. Voy a sobrevivir a esto, también.

No tenía idea a dónde ir o qué iba a hacer. Se detuvo para orientarse, su mirada hacia el alto y brillantemente iluminado palacio-Qui. Si los humanos estaban protegidos por los Demos, tal vez estos Altos Consejeros ayudarían a protegerla y a su hijo por nacer. No era un gran plan, pero era todo lo que tenía. Al pasar a los hombres de Demos en la calle, algunos en parejas, se detuvieron para mirarla. Un hombre fuerte Demos en uniforme se acercó a ella. ―No es seguro para una mujer humana vagar por las calles. ¿Puedo ser de ayuda, bonita humana? Ella lo miró, forzando una débil sonrisa. Nunca más, nunca más, nunca más. ―¿Podrías acompañarme al palacio por favor? Deseo hablar con los Altos Concejales. Ofreció su brazo, y su otro hermano se movió en su otro lado. Se asintieron el uno al otro, y ella reconoció el brillo de esperanza en sus ojos. Ella nunca dejaría que nadie volviera a acercarse a su corazón. ―Yo soy Ben, y este es mi hermano Pep. Será un honor acompañarte al palacio.

**** Zeb gruñó con frustración. Si sus hermanos lo hubieran permitido, habría tomado a la mimada egoísta Demos sobre su rodilla y le enseñaría algo de humildad. Nazzara siempre tuvo el talento de olfatear riquezas. Su nueva riqueza y la menor mención de que trajeron una nave de guerra Jorval, y la tecnología que la mitad de la galaxia había estado buscando durante muchos años en Galafrax, han estado en las noticias. Dado que su informe y el hecho de saber que Celeste estaría en reclusión durante dos días, se habían ido a trabajar, buscando y comprando un nuevo hogar para su belleza celestial. Trabajaron todo el día, para prepararlo para cuando fuera liberada. Estar en una nave Jorval tuvo grandes beneficios. Muchos de los Jorval que habían sido expulsados de la nave que habían tomado habían dejado archivos abiertos y muchos registros financieros. Todos lo que Loc necesitaba para acceder a esos archivos y transferir todos los créditos a su propia cuenta. Fue una compensación justa para ellos, por explotar su fuente de ingresos. Después de todo, tenían una nueva esposa y, finalmente, una familia por cuidar.

Nazzara había aparecido en la puerta, entrando de prisa cuando se abrió como si fuera dueña de su nuevo domicilio, tratando de abrirse camino en sus vidas, con mentiras y seducción. Ninguno de ellos lo estaba teniendo. ―Nazzara, lo único que haces es llenarme de disgusto―. Zeb la empujó hacia Raz, que se inclinó rápidamente y le subió el vestido, atándolo en un nudo para que no pudiera deshacerse fácilmente otra vez. ―¡Me dirías que no a mí! ¿La más bella de todas las mujeres Demos? ¡Todos los hombres me quieren!― La indignación llenó sus ojos dorados. Loc se movió rápidamente sujetando su muñeca antes de que pudiera golpear a Zeb. ―Sí, te digo que no. No te queremos No te hemos querido desde hace mucho tiempo, así que sal de nuestro hogar, antes de que llegue nuestro verdadera Sheraz. Ella siempre será mucho mejor que la criatura mentirosa, infiel y codiciosa que eres. ¡Vete! Ella jadeó en estado de shock. Estaba claro que nadie le había hablado así nunca. Era hora de que más Demos tomaran una posición en contra de cómo consentían y malcriaban a sus mujeres en exceso. Las convertía en criaturas como Nazzara. ―Hablando de eso, me informaron momentos antes de esto...―, se burló de la mujer, ―...al parecer, llamó un médico y dijo que nuestra verdadera esposa fue autorizada a irse y que la escoltaban a nuestra nueva propiedad. Ella llegará muy pronto―. Raz levantó la vista de su cronómetro. Esto significaba que no podían permitirse el lujo de tener a su ex en las instalaciones. ―Kue, podrías tú y Loc sacar esta basura, y luego asegurarse de que no pueda volver a entrar―. Agitó su mano desdeñosamente hacia Nazzara, sin sentir nada por ella y dándose cuenta de que en realidad nunca lo hizo. ―¿Cómo te atreves a despedirme? Nunca me trataron con tal... tal... falta de respeto en toda mi vida―. Ante sus palabras, gritó e intentó lanzarse hacia Zeb. Loc y Kue la interceptaron fácilmente sujetándola firmemente entre ellos. ―¡Lamentarás esto!―, Escupió con veneno. ―Nazzara, ya lo hicimos―, dijo Raz secamente mientras Loc y Kue la sacaban. Ella luchó y trató de liberarse, pero fue de poca utilidad.

Cómo la forma flexible y delgada de la mujer Demos alguna vez le había atraído, nunca lo sabría. Ahora lo sabía mejor. Todo lo que él y sus hermanos podían pensar era en su hermosa, suave y redonda Celeste. Por fin el sonido se desvaneció, él y Raz caminaron hacia la puerta principal. Se miraron el uno al otro. ―¿Dejaste la puerta abierta? Raz negó con la cabeza. ―No, está programado solo para abrirse para nosotros y Celeste. ―¿No podría haber llegado temprano? Miedo frío se deslizó por la espina dorsal de Zeb mientras miraba a su segundo hermano nacido. ―Verifica con el centro médico, para ver cuándo se fue. Esperaré aquí en caso de que aparezca el transporte. Raz asintió girando sobre sí, corriendo en lugar de caminar por el pasillo. Todos sabían que, en lo que respecta a Celeste, nunca podrían ser demasiado cuidadosos. El tiempo marcho con agonizante lentitud. Incapaz de permanecer en un lugar, caminó hasta el final del camino para explorar la calle. Estaba empezando a oscurecer, y las luces de la Segunda Ciudad de Galafrax cobraron vida. Todavía la ciudad tenía secretos en las sombras. Los pasos que atravesaban su domicilio lo hicieron regresar al interior. ―El medico dijo que se fue con sus guardias, y los guardias dijeron que la dejaron y la vieron entrar. El pánico repentinamente se apoderó de Zeb reflejado en los ojos de Raz. ―No piensas que… ―Sí―. Zeb tragó saliva, conociendo la línea de pensamiento de su hermano. Ella había visto y escuchado a Nazzara tratando de seducirlos. Les había costado un gran esfuerzo ganarse su confianza solo para que se rompiese en cuestión de segundos. ―Esto está completamente jodido, ¿dónde está ella?― Raz lo empujó más allá y se condujo por el camino. ―No lo sé, pero no puede haber ido muy lejos. Consigue a nuestros hermanos, date prisa, extiéndete y haz una búsqueda en la grilla.

Media hora después, los cuatro se encontraron en su domicilio. ―Varios Demos me dijeron que vieron a una bonita mujer humana caminando por la calle, pero que fue rápidamente escoltada por dos hermanos en uniforme―, informó Kue, su cuerpo tan tenso por la preocupación y el pánico como todos ellos. ―¡Ella fue capturada!― Los ojos de Raz brillaron con sed de sangre ante la idea de que le arrebataran a Celeste. Pero su teoría no encajaba, aunque debía tenerse en cuenta. ―Tenemos que llamar a los guardias de la ciudad. Quienquiera que la haya tomado morirá por nuestras manos―, escupió Loc al unirse al miedo creciente de Raz. Kue solo frunció el ceño, perdido en sus propios pensamientos oscuros. ―Tranquilos hermanos―. Zeb puso sus manos sobre los hombros de Raz y Loc. ―No podemos seguir actuando irracionalmente. No nos beneficiará a nosotros ni a nuestra Celeste. No creo que ella haya sido tomada. La teoría de que atrapo el final equivocado de nuestro rechazo a Nazzara es más probable. Si es así, estará lastimada, si cree que la traicionamos. ―Nunca lo haríamos―. Kue habló con demasiada calma para el gusto de Zeb, y se encontró con la mirada de Zeb. ―Los Demos dijeron que caminaron en dirección al QuiPalace. Sería lógico que buscara la protección de los Altos Consejeros. Zeb asintió con la idea de Kue. ―Vayamos al palacio y recemos que Kue tenga razón. Para el otro...―. Miró entre Loc y Raz. ―Esperemos que no sea cierto. ―Sin embargo, no importa―, dijo Kue, ―El punto es que ella es nuestra. Nos pertenece, y todos ustedes saben que no hay nada que no hagamos para reclamarla. Todos asintieron, unidos como hermanos en total acuerdo. Celeste era la sangre de su propia vida, el aire que respiraban, y la necesitaban de vuelta donde pertenecía, con ellos cuatro.

Capítulo Dieciséis Un rayo de luz apareció en la habitación de Celeste, despertándola de su sueño, pero no se movió, no quería alertar a quien estaba en la puerta de su dormitorio que estaba despierta. ―Ella ha estado dormida por casi diecinueve horas. Se veía tan triste y perdida cuando entró, mi corazón duele por ella―. La suave voz de Daisy le susurró a su hombre, y Celeste se relajó. ―Amor, no deberías preocuparte por eso, y necesitas descansar con nuestros bebes tan cerca de venir al mundo―. El profundo estruendo vino de uno de sus maridos. Después de llegar al Qui-Palace, los guardias habían ido a buscar a los Altos Consejeros, y ella fue rápidamente conducida a su casa, donde su adorable Daisy, su esposa de cabello blanco y muy embarazada, le dio la bienvenida. Celeste les había dicho que no podía quedarse con sus hombres por más tiempo. La habían lastimado, y ella no quería volver a verlos nunca más. Ella había enfatizado las palabras "nunca más". Los Altos Consejeros le aseguraron que estaba bajo su protección y que nunca más sería perjudicada. Lo cual era más fácil decirlo que hacerlo, cuando el dolor profundo que palpitaba en su corazón se negaba a disminuir o irse. Daisy le había dado comida y luego la había llevado a una habitación de invitados donde se había acostado y había dormido profundamente sin sueños. Hubo un estruendo de uno de los Altos Consejeros, no estaba segura de cuál era, a pesar de que habían sido presentados. Su voz profunda devolvió su mente al presente. ―El medico nos ha informado que Celeste está embarazada. Ella necesita descanso y los nutrientes adecuados. ―¿Pero ¿qué hay de sus hombres? ¿Has hablado con ellos? ¿Qué hicieron para lastimarla tanto? El esposo de Daisy dejó escapar un suspiro de paciencia. ―Han estado afuera exigiendo verla. Dijo que hubo una confusión en su domicilio. Pero los guardias los han rechazado. Todavía no hemos llegado al fondo de esto, pero lo haremos. Hasta que Celeste esté descansada y lo suficiente despierta como para decirnos lo que sucedió, no confiaremos en su palabra.

―¿No deberías arrestarlos? Podrían ser como los antiguos altos consejeros y tratar de hacerle lo que me hicieron a mí. ―Esto es más complicado, porque todas las pruebas que pusimos en marcha para garantizar que ninguna mujer humana estuviera bajo coacción, fueron aprobadas por ella. El médico informó que estaba ansiosa por reunirse con sus hombres. Algo sucedió y ese algo no está bien, pero ahora no es el momento para que te preocupes. Ven, mi amor, estás cansada y necesitas tu descanso. Dejemos a Celeste con el suyo. Vamos a resolver las cosas. Después de todo, es lo que mejor hacemos. Daisy suspiró. ―Confío en que hagan lo que es correcto para ella, y me siento un poco cansada. ¿Crees que podría obtener otro masaje de pies? ―Por supuesto, mi belleza―. La risa suave y feliz de su marido se desvaneció cuando la puerta se cerró. Celeste se volteó. Estiró sus doloridos y cansados músculos antes de sentarse. Parpadeó a la luz apagada e hizo una mueca ante la presión sobre su vejiga. Aturdida, se levantó de la cama y se tambaleó por el dormitorio hacia el baño contiguo, para hacer sus necesidades y lavarse. Al salir, se quedó en el centro de la habitación, sin saber qué hacer. Su mente repasó la conversación de Daisy y su esposo. Una confusión en la casa. ¿Tal vez se había equivocado y había escuchado mal lo que realmente estaba pasando? Tal vez debería ver a sus hombres y dejarlos explicar. Sus hombres. No había forma de pasar el hecho de que todavía los veía como suyos. Pensó en lo duro que habían trabajado para ganarse su confianza. No lo tirarían así. Las emociones la inundaron. Cómo quería que todo esto no fuera más que un error tonto, cuánto anhelaba que la sostuvieran en sus brazos, sentir sus labios sobre su piel. Incluso ahora los ansiaba como un fuerte narcótico. La larga cortina carmesí en el balcón de su habitación revoloteó en la cálida brisa de la ciudad. El aire se arremolinaba a su alrededor mientras caminaba, sin recordar que estaba abierta cuando se había despertado. Se movió a través del material, empujando la puerta del balcón para abrir aún más, mirando por encima del balcón del enorme Qui-Palace. Se agarró a la barandilla y suspiró de nuevo. El pelo en la parte posterior de su cuello picaba. Fue la única advertencia que recibió cuando una gran mano se estampó repentinamente sobre su boca. Otra se enrolló alrededor

de su cintura, y su grito quedó amortiguado cuando la levantaron de sus pies y la arrastraron adentro. Ella ni siquiera tuvo tiempo de luchar cuando los cuatro hombres enormes vestidos de negro de pies a cabeza la arrojaron sobre la cama. Se movieron rápidamente para atar sus muñecas y tobillos juntos. Le levantaron la barbilla y algo se presionó contra su garganta, justo antes de que le quitaran la mano. Sus ojos se agrandaron, dándose cuenta de que podía respirar, pero no emitir ningún sonido. ―Mantén la calma, preciosa. Esto es para tu beneficio tanto como el nuestro. Raz. Ella se sorprendió al principio, pero al escuchar su voz dejó que su cuerpo se relajara. Confía en ellos para hacer algo estúpido, como entrar en una instalación de alta seguridad. No tenía sentido luchar, y en el fondo sabía que nunca la dañarían físicamente. ―Te dijimos que éramos buenos en lo que hacemos, incluso si estábamos jubilados. Ninguna criatura viva podría alejarnos de ti. Nos perteneces―, Zeb retumbó, levantándola en sus brazos. ―Te llevaremos a casa y podrás gritar y maldecir todo lo que quieras, pero al final hablaremos y sabremos la verdad de por qué huiste de nosotros. ―Celeste. Respira normalmente Pusimos un inhibidor vocal en tu garganta para que no puedas gritar. Intenta respirar normalmente, dentro y fuera―, dijo Kue. Trató de hacer lo que le dijo y respiro lo mejor que pudo, a pesar de que la habían atado como un pavo. ―¿Podemos apresurarnos? Tenemos que sacarla de aquí antes de que la seguridad sepa que irrumpimos en el Qui-Palace y en el hogar de los Altos Consejeros―, dijo Loc. Sí, la necedad abundaba. Todo lo que Celeste podía hacer ahora era aguardar y esperar.

**** Loc se apoyó contra la pared y se cruzó de brazos al contemplar la subida y la caída del pecho de Celeste. El material delgado de su ropa de dormir hizo que sus pezones fueran claramente visibles. Apartó los ojos para mirar hacia la puerta, sabiendo en todo momento que los guardias reales podían atravesarla y sacarla de allí.

Cada parte de él estaba rígida con excitación y ansiedad. La ansiedad provenía de estar sin ella no solo a través del proceso de cuarentena, sino al descubrir que se había alejado y había dicho a los Consejeros Superiores que no quería volver a verlos nunca más. Lo dejó con una sensación sofocante, como si lo expulsaran al espacio sin un traje. Nunca antes él y sus hermanos habían estado tan enfocados y decididos en todas sus vidas, a pesar de las innumerables misiones mortales. No quería cuestionarse por qué esta hermosa y frágil mujer humana había cambiado sus vidas y los había acercado más. Seguro por las Planicies de Hielo no quería que las cosas volvieran a ser como eran antes. ¿Cómo podrías arrancar una parte vital de ti y no morir con ella? Había sido un esfuerzo conjunto eludir toda la seguridad y escabullirse sin ser detectado en el Qui-Palace para tomar lo que ya les pertenecía. Ahora solo tenían que volver a convencer a Celeste de ese hecho, y antes de que fueran capturados y encarcelados por secuestro. ―¿Está bien?― Preguntó Zeb. Una vez que despejaron el Palacio, la trasladaron a una posición más cómoda, llevándola acunada en los brazos de Kue. Debió haberse quedado dormida mientras caminaba por las calles oscuras. Era extraño, porque si no quería verlos, ¿no estaría más tensa e incapaz de relajarse tanto? La mirada de Loc se volvió hacia Zeb y Kue, que se inclinaron sobre ella, Kue comprobando sus signos vitales. ―Su ritmo cardíaco y respiración están bien. Ya habían eliminado los enlaces y el inhibidor vocal. ―Tenemos que aclarar este desastre rápidamente―. Incluso Zeb sonaba forzado. Loc contuvo el aliento, sosteniéndola mientras Kue acariciaba suavemente la mejilla de Celeste, llamándola por su nombre. Loc dejó escapar el aliento cuando ella abrió los ojos. Echó un vistazo alrededor tomando nota de dónde estaba y con quien. Sus bonitos ojos se movieron de un hermano a otro, antes de levantarse y sentarse contra la cabecera de la cama principal. Ella se lamió los labios, obligando a Loc, y sin duda a sus hermanos a contener un gemido de deseo.

―No entres en pánico, ¿sabes que no te haríamos daño físicamente, Celeste? Sus ojos se volvieron hacia Zeb, quien se sentó en el borde de la cama, su mirada siempre vigilante. Lentamente, ella negó con la cabeza. ―Sé que no me lastimarías. Yo... solo...―. Lágrimas llenaron sus ojos. ―Tengo la sensación de que reaccioné de forma exagerada y lo arruiné―. ―No, hermosa, primero cuéntanos lo que viste y oíste―, exigió Zeb. Loc quería gruñir a su hermano mayor. Él estaba jodiendo las cosas. ―Estaban con su ex, y parecía que no me querías sino a ella. Zeb había tenido razón. Ella había escuchado y visto parte de su encuentro con Nazzara. Loc se apartó de la pared. Era hora de dejar las cosas claras, y como había sido el único que había hablado con Celeste sobre su ex hasta ahora, sabía que le correspondía a él explicar las cosas. ―Belleza, ¿recuerdas cuando hablamos justo antes de dejar ese planeta? Descubriste que nosotros habíamos sido lastimados por una mujer Demos. Esa mujer era Nazzara. Egoísta y codiciosa, descubrimos que los quads con los que nos engañaba eran más ricos y de mayor rango. Nunca fue sobre el amor o la familia con ella. Se trataba de riqueza y prestigio. Ella siempre tuvo nariz para olfatear la riqueza. La nariz de Celeste se frunció levemente. ―Pero no son ricos, ¿verdad? Recuerdo que tú también me lo dijiste. ―Nuestro Loc aquí es un quad muy inteligente―, dijo Raz con una pequeña sonrisa. ―Logró transferir unos pocos millones de créditos de las cuentas Jorval a la nuestra. Te sorprenderíamos, pero ahora somos bastante ricos. Este gran domicilio en el que nos encontramos ahora, lo compramos para ti―. Ella parpadeó y miró a Raz, tragando saliva. ―¿Para mí?― Raz asintió tranquilizadoramente. ―Hacemos todo por ti, preciosa. ―No sabemos cómo, pero de alguna manera nuestra ex se enteró de nuestra riqueza recién adquirida, y esa perra pensó que podía entrar y exigir que la volviéramos a tomar―, agregó Zeb. ―Dinos, ¿oíste la parte en la que le dije que no era más que un error, y no queríamos tener nada que ver con una mujer egoísta y consentida? ¿Viste cuando Kue y Loc la echaron?

―¿O cómo mordió y araño, cuando hizo una rabieta, cuando supo que nunca volverá a ser parte de nuestras vidas?― Murmuró Kue, frotándose el brazo donde Nazzara le había puesto algunos arañazos. ―Incluso cambié la seguridad para nunca permitirle la entrada a nuestro domicilio―, agregó Loc por si acaso. Celeste se quedó quieta, tratando de absorber todo lo que le habían dicho. ―¿Podría tomar algo para beber, por favor? Kue saltó primero para salir corriendo de la habitación, regresando un momento después con una taza, entregándosela a ella. Oh, qué mal Loc quería tomarla en sus brazos y solo abrazarla cuando vio que le temblaban las manos mientras tomaba el agua. Zeb debe haber sentido su intención, pero negó con la cabeza. Loc entendió que tenía que llegar a término con las cosas por su cuenta. Ella le devolvió la copa vacía y miró a Zeb. ―Creo que estaba equivocada después de todo. He pasado por tantas cosas en mi vida, mi confianza se ha roto demasiadas veces. Sobre reaccioné y pensé que solo me estabas usando para el sexo y jugando conmigo como una tonta. Sé que todos han trabajado tanto para ganarse mi confianza. Lo siento mucho, me fui. Tiendo a actuar en vez de pensar cuando me lastiman. ―Nunca pensamos poner en peligro lo mejor de nuestras vidas. Nuestros corazones laten solo por ti, nuestra belleza celestial. No hay necesidad de disculparse―, dijo Raz en voz baja, sentándose en la cama y ahuecando su rostro. ―Realmente no tienes idea de cuánto poder tienes sobre nosotros. Estaríamos encantados de dar nuestras vidas por ti, y en este momento nos arriesgamos a ser encarcelados por robarte del Qui-Palace. Pero realmente no me importa mientras sepas la verdad―. Loc asintió, sentándose en el extremo de la cama. Lentamente, todos habían venido a rodearla mientras veían las emociones jugar en su rostro expresivo y en sus ojos. ―Dejarnos fue como cortar nuestros corazones, y no sé cómo demostrarlo más que mostrarte mis rasguños―, agregó Kue, girando su brazo para mostrar las débiles marcas. Más lágrimas llenaron sus ojos, rodando por sus pálidas mejillas. ―Lo siento. He sido una completa idiota. Deben odiarme por... ―No, no te culparás por un simple error. Te amamos, y todos estamos obligados a ser, como dices, idiotas a veces. No significa que el amor se detiene por eso.

Extendió la mano hacia Zeb y la llevo a sus brazos. ―Lo siento―. Todos la rodearon y tuvieron que tocarla y consolarla. Cada uno tomó su turno para abrazarla, secándole las lágrimas mientras sollozaba entre ellos, hasta que yacía acurrucada en el regazo de Loc. Él le acarició el pelo, y sus sollozos disminuyeron. ―Yo... no sé si les dijeron―, susurró ella, ahora en calma y emitiendo suaves suspiros. ―¿Quién nos dijo qué, belleza?― Preguntó Loc primero. ―Supongo que el plan de ustedes funcionó después de todo―. Dirigió su mirada hacia Raz. Loc se tragó su excitado gemido ante su tímida sonrisa. Fue una bendición simple que ella volviera a sonreír. ―¿Nuestro plan? ―De noquearme. El gesto de confusión de Loc fue reflejado por sus hermanos. ―¿Es este otro dicho humano?― Preguntó Zeb. Su risa hizo que su corazón se sintiera repentinamente liviano. ―Sí, significa que tengo un bollo en el horno―. Ella soltó una risita. ―Estoy embarazada, con bebes. Todos van a ser padres. La campana sonó en su cabeza, y durante los primeros treinta segundos, se congelaron en estado de shock. Entonces Raz dejó escapar un fuerte grito, su puño en el aire. Todos comenzaron a darle muchas vueltas y plantaron besos en la cara de Celeste. ¡Boom! La puerta se abrió de golpe, y los guardias entraron corriendo, apuntando con diminutos cañones de pulso hacia ellos. ―Hermanos Nova, liberen a la mujer humana. ¡Todos están bajo arresto!

Capítulo Diecisiete ―Celeste, deja de caminar y ven a sentarte. Zeb sabe lo que está haciendo―. Cuando ella no obedeció, Kue le agarró la muñeca y la arrastró hasta su regazo. Su mano se deslizó automáticamente sobre su vientre suave. Aún lo tenía impresionado por el hecho de que sus crías yacían en su interior. ―¿Y Raz?― Ella arqueó una adorable ceja hacia él, y Kue sonrió. ―Él sabe que no debe abrir la boca y dejar que Zeb maneje las cosas. ―Es mi culpa que estén en este lío. ―Hemos hablado de esto. Sin culpa, ¿recuerdas? Accidentes y errores están destinados a suceder, pero es solo la forma en que tratemos con ellos lo que importa. ―Me gustaría tratar con tu perra ex. ―Por los dioses, me encanta lo combativa que eres, al mismo tiempo deliciosamente dulce. Tiene todo el derecho de reclamarnos tal como nosotros lo hacemos. Toma posesión de lo que es tuyo―. Incapaz de ayudarse a sí mismo, él se aprovechó de su posición, ahuecó su cuello y la atrajo hacia un beso largo y adictivo. Su mano se aferró a su parte superior cuando finalmente tuvo el suficiente sentido común para separarse. Ninguno de ellos la había tocado desde la noche del secuestro. Ella rápidamente les explicó a los oficiales lo que había sucedido y que todo había sido un gran malentendido. Le habían permitido quedarse con ellos, pero enfrentarían una acción disciplinaria por su descarada decisión de entrar en el Qui-Palace y robarla. La puerta se abrió, y Celeste se revolvió de su regazo, pero aún se aferró a su mano cuando Zeb, Raz y Loc salieron, seguidos por dos de los Altos Concejales de Second City. Kue no estaba seguro de qué hacer con las expresiones de desconcierto en los rostros de sus hermanos. Los Altos Concejales se acercaron y Celeste le apretó la mano con fuerza. ―Les agradecemos por explicarnos. A nuestra Daisy le gustaría invitar a todos a que vengan a una comida, una vez que estén instalados. ―Um, a mí, nos gustaría eso―. Miró a su alrededor, y todos asintieron con aprobación. ―¿Pero ¿qué pasa con, eh, ya sabes, que me robaron?

―Las acciones de sus quads, entendemos, y nos ha llamado la atención la necesidad de actualizar gran parte de la seguridad de nuestra ciudad, incluida la nuestra. Si pudieron entrar, otros pueden. Es por eso que les hemos ofrecido el trabajo de supervisar la seguridad de la ciudad, empezando por la nuestra. ―¿Es eso algo que quieren hacer?―, Preguntó, encontrando la mirada de cada uno de ellos. ―Nos mantendría ocupados, pero no aceptaremos ningún trabajo sin que todo esté bien para ti―, dijo Zeb. Su rostro se iluminó con una sonrisa brillante. ―Creo que es una oportunidad increíble, no más perseguir basura espacial. Yo digo que lo hagan. Zeb asintió con la cabeza a los Altos Consejeros, ofreciéndoles su mano. ―El trato está hecho. ―Excelente, esperemos poder trabajar con ustedes. Una cosa más antes de irnos. Vengan por aquí, por favor. Siguieron al Alto Consejero Tos por un pasillo y entraron en una habitación donde al menos media docena de quads tenían la vista en los escritorios y miraban las pantallas de las computadoras. ―Si pudiera tener su atención, por favor―, gritó el Alto Consejero Tos. Todos se detuvieron y miraron. ―Bien―. Se volvió hacia él, y una sensación vertiginosa se movió a través de Kue al darse cuenta de lo que estaba sucediendo. ―Celeste Coleman, ¿aceptas a los Quads Nova como tus maridos? ¿Serás su Sheraz desde este momento y hasta el fin del universo? Ella parpadeó, sus ojos girando de emoción mientras también entendía lo que estaba ocurriendo. ―Uh, sí, sí, los quiero. ―Por mi poder como Alto Consejero, y frente a estos testigos, les anuncio que están unidos. Felicitaciones a sus nuevos esposos, Sra. Celeste Nova. Cuiden de ella, Demos. Todos los humanos son preciosos aquí en Galafrax. Con eso Tos se alejó. Los otros volvieron a lo que estaban haciendo. ―Estamos casados, ¿así?

―Sí―, dijo Zeb mirando al Alto Consejero. ―¿No deberíamos tener una fiesta o una celebración? Yo, uh, quiero decir que no todos los días alguien se casa y tiene un nuevo trabajo el mismo día―. ―Supongo que no―, dijo Raz pensativamente. ―Deberíamos celebrar. Ella respiró hondo dejándolo salir lentamente. ―¡Vayamos a casa y celebremos!― Se acercó furtivamente a Zeb, pasando sus manos por su pecho. ―Entonces, comandante, ¿podemos celebrar en cada parte de nuestro nuevo hogar, desnudos?― Ella se lamió los labios, agitando los párpados. Los cuatro gimieron de hambre sexual. Ella chilló cuando Raz la robó de Zeb, levantándola en sus brazos y caminando hacia la salida. ―Puedes perder tu tiempo embobado, pero yo no. ¡Tenemos un nuevo hogar y una nueva esposa con quien celebrar!―, Gritó por encima del hombro. Kue negó con la cabeza mientras se apresuraba a alcanzarlo, amando la manera en que la risa de Celeste era despreocupada. Sí, las cosas ciertamente estaban mejorando.

**** Por más que Kue protestara, apenas se había cerrado la puerta, Raz estaba sobre ella como un sarpullido, quitándole la ropa, deslizándose entre sus muslos y tomándola fuerte y rápido en el piso del pasillo. Los otros lo asistieron. Sus hermanos besaron y lamieron su cuerpo hasta que se sacudió y gritó su placer. Raz rodó sobre ella, y los dos jadeaban en el piso con una gran sonrisa. ―Wow, ¿muchas ganas?― Jadeó, abriendo los ojos para mirar a los demás. ―¡Mi turno!― Loc tomó sus manos, ayudándola a levantarse. ―Uh, esto no dañará a nuestro bebe ¿lo hará, follarla todos?― Zeb se volvió para mirar a Kue, como si supiera todas las respuestas. Kue se encogió de hombros. ―Tendré que preguntar a la asistencia médica. ―Por supuesto que no―, intervino Celeste. ―Tenía una amiga embarazada que tenía relaciones sexuales regulares hasta que rompió fuentes. De hecho, nunca me he sentido más

sexy, o más cachonda―. Pasó sus manos sobre su cuerpo desnudo. Cuatro pares de ojos dorados siguieron sus manos. ―Ten misericordia, dulzura―, gimió Kue, acariciando su hinchada polla roja. Ella se lamió los labios, ansiosa por más. Se giró, dejando que sus desnudas caderas se movieran mientras caminaba por el pasillo, lanzando una mirada de despedida por encima del hombro. ―Entonces, mis apuestos maridos, ese era el pasillo. ¿Cuántas otras salas hay para hacer el amor? ―¿Qué hacemos cuando nos quedemos sin habitaciones?― Loc la siguió. Ella sonrió maliciosamente. ―Comenzamos todo, nuevamente. Zeb gruñó, empujando a sus hermanos y tomándola en sus brazos. ―Yo, por mi parte, como manda la tradición. Quiero atarla en nuestra cama. ―Solo porque se está volviendo blando en su vejez―, bromeó Raz, ahora poniéndose de pie. ―No es tradición atar a ninguna mujer, tampoco―, dijo Kue inútilmente. Pero a ella también le encantaba eso de él, y soltó una risita. ―Podemos comenzar nuestras propias tradiciones―. Le dio un beso a Kue, y él sonrió. ―¿Podemos expulsar a Raz del dormitorio?― Zeb rodó los ojos. ―Sí, cariño, pero solo me follará en otra parte de nuestra casa, como lo hizo en el pasillo en este momento. ―Ella tiene un punto, oh gran comandante―. Raz movió sus cejas juguetonamente. ―¿Ustedes dos dejarán de pelear y seguirán jodiendo? Hay más en esta familia que vosotros dos, sabéis―, gruñó Loc. Todos se detuvieron para ver sus pechos agitarse con la risa de su corazón. ―No es de extrañar que los quiera mucho a todos. ¿Qué haría sin alguno de ustedes? ―Eso, nuestro amor―, dijo suavemente Kue, ―es algo que nunca, nunca querríamos contemplar. Eres nuestra y somos tuyos para siempre.

Ella no podría estar más de acuerdo. La ley universal dictaba que la vida nunca era perfecta, pero no importaba. No necesitaban perfección. Todo lo que necesitaban, lo tenían: el uno al otro. Celeste sabía que lo que viniera lo resistirían, cada brisa o tormenta juntos, con la confianza y sobre todo el amor. Las cosas, desde su punto de vista, solo mejorarían.

Fin
Angela Castle - Quads of Galfrax 04 - Celestial beauty

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