Teresa Southwick - Besos Que Enamoran

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Besos que enamoran Teresa Southwick

3º Marchetti

Besos que enamoran (01.12.2004) Título Original: With a little T.L.C. Serie: 03 Marchetti Editorial: Harlequín Ibérica Sello / Colección: Julia 1174 Género: Contemporáneo Protagonistas: Joe Marchetti y Liz Anderson

Argumento: La enfermera Liz Anderson tenía los típicos síntomas del amor. Cuando veía a Joe Marchetti, su corazón se aceleraba, sus mejillas enrojecían y sentía un intenso deseo de arrojarse a sus brazos. Lo malo era que no había ningún tratamiento infalible. Lo único que podía esperar era que su estado fuera contagioso... ¡y que Joe sintiese lo mismo por ella! Quizás podría transmitírselo besándolo...

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Capítulo 1 —¿Que quieres ser voluntario maternal? La enfermera Liz Anderson se quedó mirando al caballero que tenía delante de su mesa. Y para su orgullo, lo hizo sin la boca abierta. Algo que no era fácil pues el hombre daba un nuevo significado a la frase alto, moreno y apuesto. Uno noventa como mínimo. Unos ojos marrones, casi negros, llenos de intensidad, encanto y humor. Era tan guapo que se alegraba de que su voz hubiese sido capaz de formular la pregunta. —Parece sorprendida —dijo él. —Es que lo estoy. Él se cruzó de brazos sobre un pecho imponente. Hacía casi un año ella lo había sacado por la oreja de la habitación de su hermana, porque se negaba a irse cuando terminó la hora de las visitas. Teniendo en cuenta ese impresionante pecho, ¿cómo demonios se las había arreglado para hacerlo? —¿Por qué le sorprenden mis intenciones? Su voz grave le produjo a Liz un hormigueo en la nuca y en los hombros. —No todos los días recibo una oferta así de un hombre. —Ellos se lo pierden. Era un ligón. Liz conocía muy bien a los de su calaña. —Yo me tomo la atención a los bebés muy en serio, señor Marchetti. —Me recuerda —dijo él, frotándose la oreja—. Me preguntaba si lo había hecho. —Es bastante difícil de olvidar —murmuró ella quedamente. —¿Ah, sí? —dijo él, con una sonrisa más amplia. oído.

Ella no había pretendido que lo oyera. Por lo visto también tenía un estupendo

En lugar de haber instalado su formidable cuerpo en una de las dos sillas para las visitas, se había sentado en la esquina de su mesa, a pocos centímetros de ella. Se había aflojado la corbata y desabrochado el botón de arriba de la camisa blanca, por donde asomaba el vello de su pecho. Y se había remangado, luciendo unos brazos fuertes y bronceados. La tela gris de sus pantalones se ceñía a sus musculosos muslos. Y su colonia añadía el golpe mortal a la compostura de Liz. La maravillosa fragancia masculina la envolvía, provocándole un revoloteo en el estómago que se sumaba al hormigueo de su nuca. Además de eso, Liz podía ver la barba incipiente en sus mejillas y su barbilla. Miró el reloj de su mesa... las seis y media de la tarde. ¿No era hora de que se fuese a casa a afeitarse?

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https://www.facebook.com/novelasgratis Liz se dio cuenta de que se había quedado mirándolo. Sabía que le había hecho una pregunta, pero no podía recordar cuál. Como si le hubiese leído el pensamiento, él preguntó: —¿Qué más recuerda de mí? Que la había amenazado con encerrarla en el armario de las escobas cuando ella le dijo que la hora de las visitas había terminado. Que había salido con una de las enfermeras y la había dejado plantada de una manera desagradable e hiriente. A Liz no le gustaba especialmente la mujer, pero nadie se merecía encontrarse al hombre con el que salía con otra mujer en la cama. —Recuerdo que salió de aquí con una rubia muy guapa —dijo ella. El frunció el ceño un momento, como si intentase recordar. Entonces asintió con la cabeza. —Mi secretaria. Su marido la estaba esperando en el coche. Habían traído un regalo para el bebé de mi hermana. A Liz no le importaba la relación que tuviese con esa mujer. No era asunto suyo. —Déjeme que le haga una pregunta. —Muy bien. —¿Está aquí realmente para trabajar de voluntario? —Sí —respondió él, señalando el impreso naranja de voluntariado que ella le había dado al entrar en su despacho—. Eso dice aquí. —¿Teniendo a los bebés en brazos? El asintió con la cabeza. —Esa es mi intención. —Solo quiero asegurarme de que estamos hablando de lo mismo. Porque costaba creer que él estuviera interesado en pasar su tiempo con niños. El noventa y nueve por ciento de los voluntarios eran mujeres con hijos lactantes a las que les encantaban los bebés. El otro uno por ciento eran hombres retirados que buscaban algo con lo que llenar su tiempo. Y Joe Marchetti era un probado playboy al que le encantaba flirtear. —¿Sabe en qué consiste, señor Marchetti? —Joe, señorita... —¿Perdón? El miró la placa dorada sobre su mesa. —Liz —dijo él, mirándola de nuevo—. Llámame Joe. Haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad y otros atributos de su carácter, Liz resistió el poder de su encantadora mirada.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —De acuerdo, Joe —dijo ella con más calma de la que sentía—. Te lo preguntaré otra vez. ¿Sabes en qué consiste? —Sí, eso creo. Ella se inclinó hacia delante en su silla, intentando parecer profesional. —No me imaginaba que un hombre como tú pudiera estar interesado. —Define «un hombre como tú». —Un próspero hombre de negocios, soltero y... —ella vaciló. —¿Y? —la animó él, levantando una de sus oscuras y bien delineadas cejas. Liz estuvo a punto de decir «apuesto». —Y muy ocupado. —Todo eso es cierto. Aunque me gustaría saber cómo sabes que soy soltero. Su actitud insinuante era una gran pista, aunque Liz no podía decirlo. Una lección que había aprendido en el pasado era que flirtear no era exclusivo de los hombres solteros. Los hombres casados también iban detrás de las faldas. —No llevas ningún anillo —entonces levantó su impreso—. Y lo dice aquí. El miró la hoja de papel y luego se miró la mano. Ella siguió su mirada y no se le pasó por alto el hecho de que tenía los dedos largos y que poseía una gran fuerza en su mano y en su muñeca. —Tengo la impresión de que dudas de mi sinceridad. ¿Cómo puedes juzgarme si solo me has visto una vez? —Y cuando tu hermana fue paciente de este hospital —le aclaró ella. —Cuando nació mi sobrina —añadió él, frotándose de nuevo la oreja. Ella sonrió, recordando el incidente. —Estabas saltándote las normas. La hora de las visitas había terminado. —Un simple «por favor, váyase» habría bastado —dijo él, fingiendo indignación—. No tenías que haberme tirado de la oreja. Ella no pudo evitar reírse. —¿No estamos siendo un poco melodramáticos? —Los Marchetti nunca hacemos nada a medias. No digas que no te lo advertí. —¿Por qué iba a necesitar una advertencia? —Porque eres la enfermera encargada de los voluntarios. Nos veremos mucho. —¿Eso crees? —Sí. —Mira, Joe. Este programa no es algo superfluo. Los niños necesitan el mejor inicio posible en este mundo frío y cruel. Las estadísticas demuestran que los bebés que han sido estimulados con caricias ganan peso más rápidamente.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Eso he oído. —Y lloran menos, duermen mejor y son capaces de tranquilizarse y consolarse solos. —Comprendo. —Las personas a las que no acarician mucho cuando son niños, no acarician mucho cuando son adultos y el ciclo continúa. Los voluntarios trabajan con bebés de familias en situación de riesgo. Este programa está diseñado precisamente para romper ese ciclo. —Estoy aquí para colaborar. No tienes que convencerme. —No. Pero tengo que estar segura de ti. —¿Qué significa eso? —Déjame preguntarte algo primero —dijo ella. —De acuerdo. Soy todo oídos —dijo él, frotándose la oreja de la que le había tirado. Liz contuvo la sonrisa, negándose a que la distrajera con sus mañas. —¿Por qué quieres ser voluntario? El se quedó pensativo. —Cuando me sacaste de la habitación de mi hermana estuve en el nido. Iban a cerrar las cortinas, pero las empleadas las dejaron abiertas un rato para mí. Teniendo en cuenta su aspecto de estrella de cine, Liz no podía culparlas. —Vi a los voluntarios con los bebés en brazos —continuó él—, y me dirigí a una de las enfermeras, que me explicó todo lo que me acabas de decir. Me sentí impresionado. —Pero si no recuerdo mal, tu hermana tuvo a su hija hace casi un año. ¿Por qué has tardado tanto? El se encogió de hombros. —Se me ha ido pasando el tiempo. —¿Y por qué ahora? Una sombra atravesó el rostro de Joe mientras recordaba. —Mi secretaria ha dado a luz recientemente a una niña con problemas de desarrollo. —Eso es muy duro —dijo Liz, compadeciéndose sinceramente—. ¿Y qué ha sucedido? —Parece que está mejor, pero han estado a punto de perderla. Han tenido que dedicarle mucha atención y estimulación. Y yo he perdido a la mejor secretaria que he tenido nunca. —¿En serio?

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Dejó el trabajo para ocuparse de la niña. Admiro su entrega, porque lo van a pasar mal económicamente. Bueno, la cuestión es que después de dar a luz, ella no podía tener al bebé en brazos veinticuatro horas al día. Los voluntarios lo hicieron por ella. Y yo decidí que era algo que merecía la pena hacer. —Me alegro de que la niña esté mejor —dijo Liz—. Pero piensa una cosa. Nuestros voluntarios deben estar disponibles en todo momento. Tú has visto de cerca lo importante que es eso. Él frunció el ceño. —¿Y? —Eres un hombre soltero con una apretada agenda social. —¿Cómo lo sabes? —Porque pareces... —ella se detuvo—. Da igual. Imagínate el siguiente escenario... conoces a alguien con quien te gustaría salir. Pero tienes que estar aquí con los bebés —levantó una mano—. Aquí tenemos a la señorita —levantó la otra mano—. Y aquí a un bebé berreando. ¿A quién crees que elegirías? Él se frotó la barbilla. —Difícil elección. ¿La señorita es rubia o morena? —¿Por cuáles te inclinas más? —Por las pelirrojas altas. Con una involuntaria y ligera desilusión, Liz pensó que una morena baja como ella estaba a salvo de él. —Muy bien, supongamos que la señorita es una atractiva pelirroja —ella suspiró, sacudiendo la cabeza—. No aparecerías por estar con ella, y los bebés saldrían perjudicados. Las caricias son críticas en el desarrollo de los niños. Necesitamos gente con la que poder contar. —Me estás prejuzgando. —No a ti específicamente, sino a los hombres en general... —Así que este tercer grado tiene que ver con el hecho de que soy un hombre. «Más de lo que imaginas», pensó ella. Pero solo dijo: —La mayoría de nuestros voluntarios son mujeres. —¿No hay leyes contra la discriminación de sexos? —No es discriminación. Se trata de proteger a los bebés. —Yo nunca les haría daño. —No estoy diciendo que fueses a hacerles daño deliberadamente, sino que los descuidarías. Él se levantó repentinamente, y su agradable fachada desapareció.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Yo no descuidaría a los niños, Liz. Creo que son nuestro recurso natural más preciado. —En eso estamos de acuerdo —dijo ella, levantándose también. Curiosamente, le gustaba más su enfado que su encanto. —Se supone que debería aceptar a cualquiera que se ofreciese. —Cierto. Pero no admitiría a ningún voluntario que pudiera desacreditar el programa. Todavía no está bien establecido. —¿No? Ella sacudió la cabeza. —Solo lleva un año. Pronto pasaremos una revisión, y algunos miembros de la junta directiva del hospital creen que los voluntarios podrían ser utilizados en otra parte. No quiero darles ningún argumento para suspender el programa. Debo insistir en altos valores. Él bajó su mirada hacia ella. —¿Cuáles son? —La formalidad es imprescindible. Y un compromiso mínimo de tres horas a la semana. Tienes que trabajar cuatro semanas en el nido antes de pasar a cuidados intensivos —Liz se encogió de hombros—. Esas son las normas. —¿Cuándo es el curso de orientación? —El sábado. A las diez de la mañana. En punto —Liz miró su impreso, asegurándose de que lo hubiese rellenado bien—. No hay excusa para un retraso. —Aquí estaré. —Tienes que leer y firmar esto —dijo ella, pasándole un papel por encima de la mesa. Él lo recogió y lo leyó por encima. Era un acuerdo de aceptación de las normas del hospital en cuanto a seguridad y confidencialidad. También decía que el voluntario podía ser expulsado del programa por cualquier razón que considerase el director de voluntarios. Liz no esperaba que Essie Martínez echase a Marchetti antes de empezar por ser demasiado guapo. —¿Me dejas un bolígrafo? —preguntó él. Esperando no estar cometiendo un grave error, Liz le dio uno y él firmó el papel. —¿Entonces te veremos el sábado por la mañana temprano? —preguntó Liz. —Aquí estaré. Liz recogió una carpeta de su mesa y se dirigió a la puerta. —Ahora, si me disculpas... —¿Adónde vas con tanta prisa? ¿Algo importante? —le preguntó él, saliendo delante de ella. Escaneado por Mariquiña/Naikari y corregido por Sira

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Más o menos. Tengo una reunión de apoyo para madres primerizas los martes y los jueves por la tarde —Liz pensó algo mientras cerraba su despacho—. Tarde o temprano todos los voluntarios tienen que asistir. Creo que da al programa una continuidad. A lo mejor te gustaría venir ahora. A menos que tengas que ir a algún sitio. —No, ahora está bien —dijo él sin vacilar. «Bien», pensó ella, preguntándose si eso probaría su entereza. Si se iba a asustar, mejor cuanto antes. Joe se sentó en una silla de plástico gris en una larga mesa del aula dos y observó a Liz. Con unos pantalones de vestir azul marino y una chaqueta a juego con un suéter debajo, se la veía con mucho estilo y muy profesional mientras iba saludando en la puerta a todo el mundo. Las mujeres que llegaban, llevaban niños y parecían cansadas. Joe estudió a la señorita Liz Anderson. Era muy menuda, lo que había herido su orgullo masculino cuando lo había sacado de la habitación de Rosie por la oreja. Pero también había sido eso lo que le había llamado la atención. Era atractiva, pero no de esas mujeres que dejaban embobados a los hombres por la calle. El pelo corto, de un tono castaño muy normal, le sentaba muy bien. Unos enormes ojos color avellana dominaban su pequeño rostro. Si tuviese que elegir una palabra para describirla sería «linda». Se fijó en que su actitud con las nuevas madres era afectuosa y amable. A todas les daba un abrazo. Y cuando miraba a los bebés, su rostro se suavizaba, con una ternura que la embellecía. Se preguntó si tendría hijos. No llevaba anillo... pero eso no significaba necesariamente que no tuviese pareja. —Creo que deberíamos empezar —dijo Liz, dirigiéndose a la mesa. Varias de las madres con sus bebés se sentaron alrededor de la mesa, colocando toquillas, pañales y bolsas caprichosamente sobre otras sillas. Observaron a Liz mientras se sentaba, presidiendo la mesa. Joe se sentó en una silla junto a ella. Liz lo miró. —Tenemos un invitado esta noche. Señoras, les presento a Joe Marchetti. Está interesado en unirse al programa de voluntarios maternales del hospital. Joe saludó con la cabeza a las mujeres. Algunas de ellas estaban dando discretamente el pecho a sus bebés. Otras estaban de pie, meciéndolos de un lado a otro. Las más afortunadas estaban sentadas con sus bebés dormidos en los brazos. —Hola —dijo él, comprendiendo por fin la expresión «gallina de otro corral». Liz se aclaró la garganta. —Dejaremos la puerta abierta. Siempre hay rezagadas. Ya sabéis que con un nuevo bebé no hay garantía de llegar a ninguna parte a la hora. ¿Andie, qué tal te ha ido dándole el pecho a Valerie esta semana? ¿Has mejorado algo?

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Creo que sí —dijo una mujer morena al otro lado de la mesa, que tenía oscuras ojeras—. Ya no estoy tan dolorida. Joe se concentró en mostrarse impasible. Al fin y al cabo aquello era lo más natural del mundo. Su hermana había dado el pecho a su sobrina delante de él sin turbarse. No había razón para sentirse incómodo. —Estupendo —Liz movió la cabeza afirmativamente a la mujer—. ¿Alguien tiene preguntas, problemas de los que le gustaría hablar? Una rubia levantó la mano. Estaba dando el pecho discretamente a su bebé con una toquilla sobre el hombro. —¿Sí, Bárbara? —preguntó Liz. —A mi marido le preocupa que metamos a Tommy en la cama con nosotros — empezó Bárbara, mirando amorosamente al niño que tenía en los brazos—. Le he explicado que cuando me despierta a medianoche, para mí es más fácil darle el pecho tumbada. De esa manera no pierdo tanto sueño. Pero mi marido tiene miedo de que el bebé se acostumbre y que hasta que no vaya a la universidad no tengamos intimidad. Ya sabes a qué me refiero —terminó. Joe sintió que todo el mundo de la habitación lo miraba, incluida Liz. Estaban esperando su reacción. Decidió que podía actuar de dos maneras. Turbarse, ante una conversación tan íntima, o tratarlo como algo normal, como la vida misma. La mujer que había iniciado el tema no se había cohibido ante su presencia. ¿Por qué iba sentirse él incómodo? —Las necesidades de un niño frente a la intimidad es un dilema al que se enfrentan muchas parejas —dijo Liz—. Ya que tenemos un invitado masculino, ¿qué tal si le preguntamos a él? ¿Señor Marchetti, le importaría darnos su opinión? Él se puso de pie y se aclaró la garganta. —Nunca he estado casado, pero mis padres llevan juntos treinta y cinco años. Según mi madre, es importante para un hombre y una mujer hacer que su relación funcione. Es la base de la familia. Si se debilita, a la primera crisis, todo se viene abajo. —Buen consejo —dijo Liz, con cierta sorpresa en la voz—. Pero si añadimos un exigente recién nacido a la dinámica de la pareja, ¿qué necesidades considera prioritarias? ¿Qué piensa de lo de meter al niño en la cama? Joe observó que la mayoría de las mujeres asentían con la cabeza interrogativamente. Liz estaba poniéndolo a prueba deliberadamente. Pero él nunca daba la espalda a un reto. Tenía algo que demostrar a la enfermera Anderson. Intentó recordar lo que Rosie había dicho cuando su hija era un bebé. Se aclaró la garganta. —A la hora de dormir, hay que acostar al niño en su propia cama. Pero si se despierta durante la noche, y no parece que vaya a dormirse fácilmente, entonces es cuando hay que tomar la decisión de si meterlo o no en la cama contigo.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Se hizo un murmullo general cuando las mujeres comentaron unas con otras. Como estaban asintiendo con la cabeza y sonriendo, Joe se imaginó que lo había hecho bien. Otra mujer levantó la mano. —Señor Marchetti, me gusta meter a mi hijo en la cama con nosotros. Creo que refuerza los vínculos familiares. A mí marido no le importa, pero últimamente se ha estado preguntando si él y yo podemos... bueno, ya sabe —terminó ella, encogiéndose de hombros con una tímida sonrisa. «Tranquilo», se dijo a sí mismo. Tenía que evitar que se notase que preferiría estar levantando pesas antes que aconsejar a unas madres primerizas sobre «ya sabe». —Supongo que se refiere a lo que mi madre llama «el delirio» —las risas generales relajaron el ambiente—. Cuando el bebé se duerma y la oportunidad llame, abran la puerta —dijo él simplemente—. Intenten establecer una rutina de acostar a los niños temprano de manera que tengan tiempo para ustedes. En ese preciso momento, el niño de Bárbara, que acababa de terminar de comer, empezó a llorar. Ella se levantó y empezó a mecerlo de un lado a otro. —No es fácil establecer una rutina. Cada vez que lo hacemos, el jefe —dijo ella mirando al lloroso bebé— cambia las normas. —¿Le importa que pruebe? —preguntó él. —¿Bromea? —replicó Bárbara—. Encantada —dijo, dándole al bebé. Joe se acercó y tomó a Tommy en brazos. Hacía tiempo que su sobrina ya no era tan pequeña. Al principio se sintió incómodo, con el pequeño cuerpecito en los brazos. El pequeño rostro se retorció y empezó a llorar. Nervioso, Joe se puso al niño en el hombro. Nada. El llanto aumentó. Era como si el niño supiese que estaba en unos brazos extraños. Joe no sabía qué hacer, excepto mecerlo en sus brazos. —Ustedes hablen —dijo él por encima del llanto—. Tommy y yo daremos un paseo por la habitación. Si le parece bien —le dijo a la madre del bebé. Ella asintió con la cabeza. —Es usted quien me preocupa. Él puede pasarse así horas. ¿Cuánto tiempo puede aguantar usted? —Soy un tipo duro —dijo él con más confianza de la que sentía. Y empezó a pasearse por la habitación. El llanto del bebé disminuyó, pero no del todo. Joe se quedó quieto en lugar de moverse de un lado a otro. Casi instantáneamente el bebé dejó de llorar. Todas las cabezas de la habitación se volvieron hacia él con la boca abierta. Incluida Liz, que lo miraba como si tuviese dos cabezas. —No puedo creerlo —dijo la madre del niño.

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https://www.facebook.com/novelasgratis «Ni yo», quiso decir Joe, pero sabía que así arruinaría su logro. Esperaba que esa fuese la última prueba para demostrar a Liz que tenía lo que había que tener para su programa. Era algo que quería hacer. Por encima de todo, como director de Recursos Humanos de la empresa Marchetti, estaba dirigiendo una investigación para ver si era o no factible instalar guarderías en el lugar de trabajo. Siempre estaba buscando ideas en beneficio de sus empleados. —Estoy impresionada, Joe —dijo Liz. —Gracias —respondió él, devolviendo a un Tommy dormido a su madre. Otro bebé empezó a lloriquear. Valerie Andie, su madre, lo miró suplicantemente. —¿Quiere ir a por el segundo? —Claro —respondió él, tomando a la niña y probando la misma técnica. En pocos minutos, la niña se calmó. Durante el resto de la tarde, Joe se convirtió en la niñera. Y dio a las madres la oportunidad de hablar sin interrupción. Y a él le dio la oportunidad de demostrar algo a Liz Anderson. No sabía por qué era algo tan importante para él, solo sabía que lo era. Cuando acabó el tiempo, las madres se despidieron de él con una radiante sonrisa. Así que eso era todo lo del grupo de apoyo a las madres primerizas. Estaba deseando aprender más sobre el programa. Y sobre la intrigante, y excepcionalmente linda, enfermera Anderson. Andie levantó la vista hacia él. —¿Contrata sus servicios? —le preguntó con nostalgia. Él sacudió la cabeza. —Lo siento. —¿Estará aquí la semana que viene? —preguntó Bárbara. —Tendré que consultar mi agenda. Bárbara le sonrió. —Sería un padre maravilloso, Joe. No puedo creer que todavía no lo hayan atrapado. Él se encogió de hombros, mirando al grupo de mujeres. Entonces se quedó solo con Liz. Ella lo miraba de una forma extraña. —Ha sido una experiencia interesante. —¿Buena, o mala? —preguntó él, cruzando un tobillo sobre el otro mientras se apoyaba en una de las sillas de plástico grises. —Diría que buena —respondió ella lentamente.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —No pareces muy convencida. Creo que está claro que me adoran —dijo él. —Esas mujeres están tan cansadas que adorarían a Godzilla si les diese un minuto de paz y tranquilidad. —¿Me estás comparando con ese lagarto gigante que se comió Tokio? Ella se rió. —Es una broma. No hay duda de que has estado maravilloso esta noche. Un verdadero héroe. —Gracias, señorita. Entonces sonó su teléfono móvil. Joe lo abrió y dijo: —¿Sí? —¿Joe? Soy Abby. —Oh, vaya. Abby. Habíamos quedado, ¿verdad? —se golpeó la frente al recordar que había quedado con su futura cuñada para comprar un regalo a su hermano—. Estoy a diez minutos de allí. Llegaré lo antes posible. Perdona, Ab. Te compensaré. —Te tomo la palabra. Cerró el teléfono y se encontró con la mirada de Liz. —Era la prometida de mi hermano... Ella levantó una mano. —Por favor, no insultes a mi inteligencia diciendo que era la prometida de tu hermano. —Es cierto. Era Abby. —No puedo creer que tengas tan poco respeto por ella —Liz sacudió la cabeza. —Abby es como mi hermana. —Vamos, Joe. Soy yo. No tienes que fingir. No me impresionas. Soy inmune. —No estoy intentando impresionarte. Es la verdad. Había quedado con Abby para comprarle un regalo a... —No. Lo que hagas o dejes de hacer en tu vida privada es asunto tuyo. El programa de voluntarios es mío —se dirigió hacia la puerta—. Si cumples con esa obligación, estaré impresionada. —¿Liz? Ella se detuvo y lo miró por encima del hombro. —¿Qué? —Estaré aquí temprano para el curso de orientación. Seré el mejor voluntario maternal que hayas tenido nunca.

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Capítulo 2 Joe levantó el pequeño pañal desechable y lo dio vueltas una y otra vez, mirándolo desde todos los ángulos. Le dirigió a Liz una mirada entre maliciosa y desconcertada... y cien por cien seductora. A Liz le dio un vuelco el corazón e intentó sentirse molesta. Pero solo consiguió suavizar un poquito la fuerza de su atracción. —Hasta una bolsa de palomitas de microondas tiene instrucciones —dijo él—. ¿Cómo es que este empapador no tiene al menos una flecha para indicar la parte de arriba y la de abajo? —Un tipo listo como tú puede averiguarlo. Este es el examen final. No valen trampas. Liz estaba sola con él en el nido. Era el único voluntario, por desgracia. Habría ayudado el que hubiese otros voluntarios allí. Estaba de pie a su lado, junto a la mesa de cambios. Delante de él había una muñeca de trapo para prácticas. Ella esperaba que la bata verde que llevaba Joe disminuyese su atractivo. Pero no tuvo suerte. El sacudió la cabeza. —Nunca dijiste que tuviese que cambiar pañales cuando estabas intentando desanimarme respecto al voluntariado. —¿Echándose atrás tan pronto, señor Marchetti? —Te gustaría, ¿verdad? —Nunca he dicho que quisiera que lo dejases. —No con esas palabras —replicó él—. Pero mi experiencia laboral tiene que ver con las personas. He aprendido a leer entre líneas, a descifrar el lenguaje humano corporal. —Eso es algo que tenemos en común entonces. Yo también tengo experiencia con la gente. En mi caso, nueve de cada diez, te fallan. —Entonces tendré que demostrarte que soy el décimo —dijo él, dirigiéndole una maliciosa mirada infantil. —Todo el mundo necesita un reto. El mío es asegurarme de que puedes hacerte cargo de nuestros angelitos. Dar cariño es una experiencia más satisfactoria para todos si el bebé está limpio y seco. El miró ceñudamente el pañal que tenía en la mano. —Pues dame las instrucciones de esto. Ella sonrió.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Eso díselo a otro. Después de ver tu actuación del otro día, me parece que sabes más sobre bebés de lo que demuestras. La pregunta es por qué estás intentando engañarme. Podían llamarla machista a la inversa, pero le costaba creer que un hombre se ofreciera voluntario maternal. Y más un hombre como Joe Marchetti. Aunque le costase admitirlo, era demasiado guapo, demasiado encantador y demasiado simpático. Tendría que ser de piedra para no sentir nada por él, pero debía ignorarlo. Ella no creía en una relación feliz y duradera con ningún hombre, y menos con un playboy como el señor Marchetti. Su propio padre había sido uno. Sería una tonta si se dejase seducir por Joe para que la dejase plantada, o para pasar años de sufrimiento como su madre. —¿Engañarte? —Joe le dirigió a Liz una falsa mirada de dignidad—. Me ofendes, Liz. Mis intenciones son completamente honestas. Parece que crees que tengo un motivo oculto. —Digamos que tengo mis dudas —Liz le sonrió dulcemente. —¿Quieres decirme por qué? Ella sacudió la cabeza. —Quiero esperar y ver. Joe se encogió de hombros. —Como quieras. —Después de todo, has firmado un contrato de voluntario por un mínimo de tres meses, tres horas a la semana —Liz sonrió y se frotó las manos—. Eso significa que eres mío, querido, los tres próximos meses... pase lo que pase. —Define «pase lo que pase». —Da igual. Tú haz que me sienta orgullosa. La vida de este programa puede estar pendiente de un hilo. —Está bien —entonces volvió a mirar el pañal, y a la muñeca—. Pero si alguna vez le dices a alguien que he estado jugando a las muñecas, ese contrato no valdrá el papel sobre el que está firmado. —Trato hecho —dijo ella, mirando las cunas vacías del nido—. Hoy es un día tranquilo, si no te dejaría que me demostrases tu habilidad con bebés de verdad. —¿Confiarías en mí? —preguntó él, fingiendo humildad en la voz. —¿Ahora estás buscando cumplidos? Como he dicho, la forma que tuviste de manejar al grupo de apoyo la otra noche me convenció de que tenías cierta experiencia. Pero recuerda que esos ya tenían varias semanas. Aquí vas a manejar bebés que apenas tienen unas horas de vida. Es diferente. —Pan comido. Es como montar en bici. Nunca lo olvidas. Ella asintió con la cabeza.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Pues conozco muchos hombres que no quieren saber nada de bebés, y menos de niños. «Mi padre incluido,» pensó ella sin poder evitarlo. —Mi hermana Rosie me enseñó con mano dura a hacer de niñera. Liz lo miró de arriba abajo, desde su cabeza, pasando por los pantalones vaqueros desteñidos que asomaban por el borde de la bata, hasta las puntas de sus mocasines gastados. Era alto y fuerte, y Liz recordaba a Rosie Marchetti. La hermana pequeña de Joe no era lo suficientemente fuerte para obligarlo a hacer nada que él no quisiera. —¿Cómo está tu hermana?—preguntó Liz, con verdadero interés. —Bien. Liz se puso una mano en la cadera y sacudió la cabeza. —Ya veo que no has heredado el don de charlar. —¿Qué? —¿Bien? —repitió ella—. ¿Eso es todo lo que tienes que decir? Joe se quedó mirándola un momento, entonces procedió a poner el pañal a la muñeca hábilmente. Finalizada la tarea, le prestó a Liz toda su atención. —De acuerdo. Stephanie, mi sobrina, está preciosa y sana, y en proceso de ser malcriada por sus tíos y abuelos, que la adoran. Mi hermana y su marido están extasiadamente felices, y encantados de ser padres. Por un momento, Liz creyó notar una mirada nostálgica en los ojos de Joe al mencionar a la familia. Pero desapareció y ella supuso que lo había imaginado. Deseaba aceptar que él se había ofrecido voluntario por las razones que le había dicho, y dejar a un lado su escepticismo, pero sabía que tenía que tener un motivo oculto. O bien planeaba utilizar la experiencia para dar publicidad a su cadena de restaurantes, o estaba allí para conocer mujeres. Pero fuese cual fuese su motivo, ella haría lo que fuera necesario para proteger el programa. —¿Hay algo más que quieras saber de Rosie? — preguntó él. —No. Creo que es suficiente —dijo ella dulcemente. —Bien. ¿Ya tienes todo? ¿Sobre mi orientación? Ella asintió con la cabeza. —Menos el turno que quieres. Justo en ese momento, se abrió la puerta del nido. Entró Samantha Taylor. Era una enfermera de maternidad, alta y pelirroja. —Hola, Sam —dijo Liz. —Hola, jefa —miró a Joe como si intentase situarlo, y luego otra vez a Liz—. ¿Qué haces aquí? —Este es Joe Marchetti —dijo Liz como si eso respondiese a la pregunta. Escaneado por Mariquiña/Naikari y corregido por Sira

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Hola —Sam le tendió la mano—. Su cara me suena. —Nos conocimos hace un año —dijo él, estrechándole la mano—. Mi hermana tuvo aquí a su bebé. —Sí —dijo Sam, asintiendo con la cabeza—. Ya me acuerdo. Hablamos esa noche, sobre el programa de voluntarios maternales. —Es verdad —dijo él, con esa encantadora sonrisa suya de anuncio de pasta de dientes. Liz sonrió a Sam. —Parece que tus argumentos causaron una profunda impresión en el señor Marchetti. Ha decidido ser voluntario. Le estoy dando el curso de orientación. —Ah, eso explica que estés aquí en tu día libre —dijo la otra mujer—. Solo he venido a por mi bolso para ir a comer. Joe miró su reloj. —¿Es ya esa hora? Sam se río. —No necesito reloj. Mi estómago me dice que es hora de ir a la cafetería. —Ahora que lo mencionas, yo también tengo hambre —dijo él. Liz tenía que reconocer que Joe tenía mérito. Acababa de realizar la perfecta introducción de playboy para ir con Sam a comer, y preparar el terreno para su conquista. Sam ya era mayorcita. Podría manejarlo. Realmente harían una pareja muy atractiva. Parte de ella se reveló ante ese pensamiento. La otra parte se alegró de que él mostrase sus verdaderas intenciones. —Estupendo —dijo Liz—. Sam puede enseñarte el hospital de camino. —¿De camino a dónde? —preguntó él, con expresión perpleja. —A la cafetería. —¿Tanta prisa tienes por librarte de mí? —Joe levantó una oscura ceja interrogativamente. Sam se aclaró la garganta, y dijo: —Debería tenerla. Él la miró un momento, luego se río. —Voy a suponer que no tenías intención de decir eso de la forma que lo que has dicho. —No era mi intención —dijo la enfermera tímidamente—. Quería decir que esta mujer pasa demasiado tiempo aquí... una media de seis días a la semana. No debería haber venido hoy. Joe sacudió la cabeza. —Ha sido culpa mía.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —No. Siempre hay algo que hacer —dijo Liz—. Así que os dejaré que... —ahogó un grito cuando Joe la tomó por el codo y la llevó hacia la puerta. Joe miró por encima de su hombro y sonrió a Sam. —Encantado de conocerte. Estoy seguro de que podré descubrir dónde escondéis la cafetería en otro momento. Después de arruinar su día libre, le debo a esta mujer un poco de descanso y esparcimiento. Adiós. Treinta minutos después de dejar el hospital Encino, Joe aparcó su descapotable en una playa del Océano Pacífico. Había mesas para comer esparcidas por la arena. Se volvió a mirar a Liz. Se le había rizado el pelo encantadoramente alrededor del rostro. Sus mejillas se habían sonrosado. Unas gafas de sol ocultaban sus inteligentes ojos. Pero lo que realmente le llamaba la atención era su sonrisa. Un raro fenómeno que él estaba empezando a descubrir. Y era una pena. Porque era increíblemente atractiva. —Este es el lugar del que te hablaba —dijo él. Ella suspiró. —No recuerdo la última vez que vine a la playa. Joe sacó la bolsa de papel con los sándwiches que había comprado de camino y salió del coche. Rodeándolo, le abrió la puerta a Liz y recogió el cartón de bebidas que ella llevaba en su regazo. —Sentémonos allí —dijo él, señalando una de las mesas—. Hay una vista estupenda. Ella asintió con la cabeza y se bajó del coche. Ya en la mesa, se sentó en el banco, de cara al océano. Joe se sentó a su lado, rozándola con el brazo, y Liz se estremeció ligeramente, apartándose un poco hacia un lado. —¿Tienes frío? —preguntó él. —No —ella sacudió la cabeza—. Y menos después de esa carrera salvaje en tu descapotable. Es muy bonito —añadió, mirándolo con un suspiro exagerado. Al Joe le encantaba su deportivo rojo. Pero no sabía si ella realmente lo había dicho en serio, o si había una sutil crítica en su voz. —Me gusta —dijo él cautelosamente. Liz volvió a mirar el vehículo. —No tiene asientos atrás. Eso es bueno y malo. —¿Cómo es eso? —preguntó él. —Pues lo bueno es que ese coche es un imán para las chicas. —Si uno está buscando atraer chicas. Ella lo estudió. —¿No es eso lo que hacen los playboys?

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https://www.facebook.com/novelasgratis —No lo sé. —Bueno, si no lo has escrito entero, apuesto a que has contribuido por lo menos con un capítulo al libro de cómo ligar para solteros. —¿Y porqué crees eso? —preguntó él. —Encajas en el perfil. —¿Y eso qué significa? —Eres apuesto, inteligente y tienes un gran trabajo. —Gracias. —Es una observación, no un cumplido —Liz dio un sorbo a su refresco—. Con esos atributos, las mujeres deben de volverse locas por ti. —Haces que parezca el cebo de un motel lleno de cucarachas. Ella se rió. —La imagen de insectos es tuya, no mía. Pero en serio, serías estúpido si no tanteases el terreno... Él dio un bocado a su sándwich y masticó pensativamente. —Diría que soy desconfiado con las relaciones —dijo—. Prefiero eso a estúpido. —¿Y esa desconfianza empezó con Trish Hudson? Joe recordaba su corta relación con la enfermera. Algo en ella no le había gustado y había terminado con ella con franqueza. —¿Qué pasa con ella? —¿No salisteis juntos? —Salimos un par de veces —respondió él cautelosamente. —¿Qué sucedió? Liz parecía tensa, como si fuese a abalanzarse sobre su respuesta. —Las cosas no funcionaron —dijo él finalmente. —¿Así es como tú lo llamas? —preguntó ella, con cierta dureza en la voz. —¿Qué? —preguntó él, honestamente perdido. —No importa —Liz se quedó mirando el agua durante unos momentos antes de preguntar—: ¿Desconfiado? ¿Significa eso que no tienes líos con mujeres? — preguntó escépticamente. —Solía tenerlos. Ya no. —¿Y no flirteas? —Flirtear es un tema relativo. Soy una persona de gente. Amistoso. Una cualidad como director de Recursos Humanos de la compañía Marchetti. —Y en tu posición, puedes examinar el terreno de buenas a primeras.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —¿Qué significa eso? —preguntó él enseguida. —Que puedes examinar a las nuevas empleadas. —Luz roja —dijo él, sacudiendo la cabeza—. De ninguna manera. Mi trabajo es asegurarme de que no ocurran esa clase de cosas. —Eso podría explicar por qué eres voluntario. Joe se preguntó qué habría querido decir ella con eso... nada bueno probablemente. —¿Qué comportamiento he exhibido para que pienses tan mal de mí? —La primera vez que te vi, intentaste impresionarme con tus encantos. —Y tú casi me arrancas la oreja. Por lo que se ve, necesito afinar mi técnica. Hacer un curso para ponerme al día. Ella sacudió la cabeza. —No malgastes el tiempo conmigo. Soy inmune. Joe se limpió las manos en una servilleta. —Déjame preguntarte algo. —Dispara —dijo ella, masticando con satisfacción. —¿Cuánto tiempo llevas divorciada? Liz casi se atragantó. —¿Qué te hace pensar eso? —Camuflas muy bien el resentimiento con humor. Pero llevas equipaje a cuestas, señorita. Ella lo miró con los ojos como platos, y él esperaba que le rebatiese sus palabras. Pero solo dijo: —Afortunadamente no se trata de ningún divorcio desagradable. Para empezar tendría que haber estado casada —Liz jugueteó con el envoltorio del sándwich—. Me siento orgullosa de decir que nunca he tenido ese placer. Estoy soltera y satisfecha, y pienso seguir así. —Entonces alguien te ha dejado. —¿Tú crees? ¿Cuál es tu primera pista? —Que recelas de los hombres. Uno no es así porque sí. Y yo estoy pagando por lo que hizo otro tipo. Joe supo que había dado en el clavo cuando ella apartó la mirada. Observando su perfil, pudo ver que ella apretaba los dientes. —No recelo de los hombres —dijo ella finalmente—. Solo tengo problemas con los que se saltan las normas. —¿Y crees que yo pertenezco a esa categoría?

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https://www.facebook.com/novelasgratis —La primera vez que nos vimos me amenazaste con encerrarme en el armario de las escobas. Si no recuerdo mal, tus palabras exactas fueron que las horas de visita eran para todo el mundo menos para ti. —Estaba bromeando sobre el armario de las escobas. —Lo sé. Pero no en cuanto a lo de saltarte las normas. —Compréndeme, enfermera Anderson, mi hermana pequeña acababa de tener un bebé. El primero de la familia. Quería estar más tiempo con ella. —¿Y tú crees que eras el único tío que se sentía así? Imagínate lo que sucedería si todo el mundo actuase como tú. —La planta de maternidad estaría llena de tíos felices. —Probablemente. Seguido rápidamente por la anarquía y el caos —sacudió la cabeza—. No si yo puedo evitarlo. ¿Madres y bebés corriendo riesgos? Completamente inaceptable. Es mi trabajo mantener el orden. Joe no pudo evitar admirar el hecho de que ella se tomaba su trabajo muy en serio. Los pacientes a su cuidado eran afortunados. Tenía la sensación de que cualquiera por el que ella se preocupase sería afortunado. Pero llevaba un caparazón protector a su alrededor, emocionalmente hablando, y se preguntaba por qué. —¿El hecho de que me haya ofrecido voluntario del hospital no altera tu opinión sobre mí? —Lo haría si no sintiese que detrás de tus buenas intenciones quieres saltarte alguna norma. Una falda esperando a ser perseguida, por así decirlo. —¿Por qué crees eso? —Solo nos hemos visto dos veces, y te he visto con tres mujeres diferentes — levantó la mano y empezó a contar con los dedos—. La rubia con la que te vi cuando visitaste a tu hermana en el hospital, Trish Hudson, y Abby, la mujer a la que casi diste plantón el otro día. —¿No conoces la frase «conceder el beneficio de la duda»? —preguntó él irónicamente. —Sí. Pero no puedo evitar sentir que tú no conoces la palabra sinceridad. Y tu corazón es una puerta giratoria. Lo siento, pero por lo que he visto, me cuesta mucho creer que tus motivos no sean interesados. Joe tuvo que reconocer que desde el momento que había entrado en el despacho de Liz, había estado engañándola sin reprimirse. Había llegado el momento de poner las cosas en su lugar. Hizo una bola con el envoltorio de su sándwich y lo arrojó a una papelera cercana. Entonces se volvió hacia Liz. —De acuerdo —le dijo seriamente—. Tú ganas. Te diré mi motivo oculto.

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Capítulo 3 Liz creía que no había oído bien. —¿Vas a contarme la verdad? —Sí. —Se trata de Samantha, ¿verdad? —preguntó ella. —¿Samantha? —Es alta y pelirroja. Es comprensible que quieras llegar a conocerla. Aunque por qué te metes en todo este lío del voluntariado es algo que no entiendo. Una simple llamada telefónica hubiese bastado. Por cierto, ¿por qué no la acompañaste a comer? Has perdido una oportunidad de oro... —Liz se interrumpió al darse cuenta de que él no había dicho ni una palabra. —¿Has terminado? —preguntó él. —Puede ser. —Bien. Porque estás equivocada. —¿Ah, sí? —preguntó ella cautelosamente. —En primer lugar, sinceramente quiero dedicar un poco de tiempo al hospital como voluntario por las razones que te dije. Y por el hecho de que mi hermana y mi sobrina recibieron un cuidado maravilloso. —De acuerdo, si tú lo dices. —En segundo lugar, y aquí viene lo mejor —dijo él con una expresión tan llena de emoción que casi la convenció de que le estaba diciendo la verdad—. He estado pensando en algo relacionado con el trabajo. —¿Qué? —preguntó ella, bebiendo su refresco. —En guarderías para los empleados de los restaurantes. Ella se quedó mirándolo. —Dilo otra vez. —Parte de mi trabajo consiste en hacer de enlace entre la dirección y los empleados. Para mí eso no es solamente supervisar el personal y controlar los beneficios. Uno de los grandes problemas que veo es el cuidado de los niños. Encontrar ayuda de confianza es muy difícil. —Podrías haber contratado a una empresa que lo hiciese por ti. Joe sacudió la cabeza. —Marchetti es un negocio familiar. Parte de nuestro éxito se debe a que lo dirigimos personalmente. Es mi bebé.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Liz se quitó las gafas de sol y lo miró. ¿Era posible que su primera impresión de Joe Marchetti fuese errónea? ¿Que no fuese el desaprensivo mujeriego por el que lo había tomado? —¿Y qué esperas conseguir observando el nido del hospital? —preguntó ella. —Me dará una idea de si es factible o no cuidar a los niños en el lugar de trabajo. No estoy seguro de que podamos ser de mucha ayuda. —Pero es una etapa muy importante. —Lo sé. Es un momento de una gran vinculación afectiva entre madres e hijos. —Has hecho tus deberes —lo agasajó ella, antes de que el corazón le diese un respingo ante la atractiva sonrisa con que él la obsequió—. ¿Y qué ocurrirá después de que hagas una crítica a nuestro servicio? Liz se dio cuenta de que le estaba gustando la idea. El hecho de que él estuviese dándole al tema tanta importancia lo elevaba ante sus ojos. —Necesito observar diferentes ambientes de cuidado infantil para ver si podemos proveer adecuada atención para todas las edades anteriores al período escolar. Ella sacudió la cabeza con incredulidad. —Vaya. —¿Qué? —Este es un tema importante. No solo para tu compañía, sino para todas partes. Tal como está la economía, normalmente son necesarios dos sueldos para sacar adelante una familia. Joe asintió con la cabeza pensativamente. —Un gran porcentaje de nuestra plantilla son mujeres. Las más afortunadas tienen familia que cuidan a sus hijos. Pero hemos perdido trabajadoras muy buenas porque no podían encontrar personas de confianza que cuidasen a sus hijos. Ya te he contado lo de mi secretaria. Liz asintió con la cabeza. —Nosotros tenemos el mismo problema en el hospital. —Es un efecto dominó. Si la niñera no aparece, alguien no se presenta a trabajar porque no puede dejar a sus hijos desatendidos. Yo las comprendo, pero tengo un negocio que sacar adelante —la estudio un momento—. Y aquí en el hospital eso podría significar la vida o la muerte. —Es un poco exagerado. Pero, en el peor de los casos, podría ser —convino ella. En su entusiasmo, él inclinó su cuerpo hacia ella, provocando que sus piernas se rozasen. El contacto provocó en Liz una oleada de calor que la recorrió de arriba abajo. —He estado examinando los pros y los contras del cuidado infantil —dijo él.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —¿Y qué has encontrado? —preguntó ella, encantada de que su voz sonase relativamente normal. —Dejar a un niño pequeño con alguien que no sea uno de sus padres no tiene por qué ser negativo. Se acostumbran a estar con otras personas y se hacen menos tímidos. —Estoy impresionada, Joe. —¿En serio? La complacida sonrisa de Joe produjo una reacción en cadena en Liz que era una parte temor, y tres partes rendición. Era inaceptable. —Puedes estar seguro —dijo ella—. Sea cual sea tu verdadero propósito para el voluntariado, le has dedicado mucho tiempo y un gran esfuerzo. La mayoría de los hombres no son tan imaginativos. eso.

Nada más salir las palabras de su boca, ella quiso recuperarlas. Él no se merecía —Comprendo.

Las palabras de Liz habían extinguido el calor y la pasión de los ojos de Joe. La frialdad en ellos la hicieron estremecerse. También la entristeció. Hacía un momento los labios de Joe estaban sonrientes y tiernos... tanto que ella no había podido evitar preguntarse si serían cálidos y suaves contra los suyos. Pero su boca se había puesto tensa, furiosa. —¿Qué ocurre? —preguntó ella. —Sigues pensando que solo quiero ligar. Ella no se molestó en negarlo. Jugar no era su estilo. —Es una suposición razonable. —Porque soy soltero, atractivo y tengo un buen trabajo —su voz sonó incluso más grave de lo usual, con un tono que indicaba lo molesto que estaba. —Eres completamente opuesto a nuestro voluntariado habitual. Si estuvieses en mi lugar, ¿no tendrías dudas? Él resopló. —No estoy interesado en salir con nadie. Me parece una pérdida de tiempo. Tengo mejores cosas que hacer que pasar noches incómodas con alguien solo para descubrir que no conducen a nada. Parecía completamente sincero. Liz se preguntó si debería concederle el beneficio de la duda. Pero sacudió la cabeza. No podía permitírselo. Era demasiado duro cuando se equivocaba. —Lo que yo piense no importa —dijo Liz, poniéndose de pie—. Has firmado un contrato y te has inscrito en mi programa. Mientras te presentes a tus turnos y te comportes de manera que no pongas en peligro a los bebés ni al programa, lo que hagas, para mí es irrelevante.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —De acuerdo —dijo él, levantándose también—. Si has terminado de comer, te llevaré de vuelta al hospital. Era muy extraño, pero ella no quería volver al hospital. Sin embargo, tuvo que reconocer con tristeza que probablemente era lo mejor. —¿Qué estás haciendo aquí, Joe? —Flor Marchetti miró a su segundo hijo como si tuviese dos cabezas. —¿No puedo pasar a saludar a mi madre preferida? —Joe se inclinó y la besó en la mejilla. Ella se levantó y dio la espalda a las plantas mientras se quitaba los guantes de jardinería. Era alta, tenía el pelo plateado, y todavía era una mujer muy atractiva. Joe entendía que hubiese mantenido el interés de su padre durante tantos años. El pensamiento le produjo un extraño sentimiento, como si algo malo hubiese sucedido. Sacudió la cabeza, para disipar esa sensación. Colocándose las gafas encima de la cabeza, Flor lo miró fijamente. —¿Qué te ocurre? Morena. Uno sesenta aproximadamente, delgada, ojos castaños. Nombre, Elizabeth Anderson. Su confrontación con ella lo había dejado nervioso e inquieto... había sido incapaz de enfrentarse a su apartamento vacío. Así que se había detenido a ver a sus padres. —¿Dónde está papá? —preguntó él, mirando hacia la casa. —Jugando al golf con Nick y Steve. Te llamaron para jugar unos dobles, pero no estabas en casa. ¿Dónde has estado? «En un curso de orientación para un programa de voluntarios maternales». Algo que no quería que fuese de dominio general. Así que solamente dijo: —Dando una vuelta con el coche por la playa. —Problemas con alguna chica —dijo ella comprensivamente. Era difícil guardar secretos con su madre. —Por el amor de Dios, mamá. ¿Por qué sacas esa conclusión solo con lo que te he dicho? —Tengo razón. Me haces una pregunta en lugar de negarlo. Me alegro. —¿De que tenga problemas con una chica? —¿Lo ves? —levantó la paleta hacia él—. Sabía que tenía razón. —Yo no he dicho eso. No puedo creer que te alegres de que tenga esos problemas. —No me alegro de ello. No exactamente —añadió. —¿Qué significa eso?

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ella.

Flor se sentó en el porche y le señaló una silla para que se sentase enfrente de

—Eres mi hijo, y te quiero. Le sacaría los ojos a cualquier mujer que te hiciese daño. Pero... —Continúa —la animó. Sabía que se iba arrepentir, pero por alguna razón necesitaba oír lo que ella tenía que decir. —Bueno, ya no eres ningún niño. Cada vez es más difícil que encuentres buenas chicas sin compromiso. Él pensó en Liz, en el hecho de que ella nunca se hubiese casado. Y, como su madre había expresado tan categóricamente, estaba en la edad adecuada para ello. —No lo estoy buscando, mamá. —Bien. —¿Bien? —preguntó él, desconcertado. —Por supuesto. Cuando no lo buscas, es más probable que el amor te encuentre. —No exactamente. No tengo intención de salir en serio con nadie. —¿Y eso por qué? —preguntó ella. —Papá y tú. —¿Qué pasa con tu padre y conmigo? —preguntó ella bruscamente. Él la miró sorprendido. Su reacción parecía excesiva. —Solo quiero decir que sois una pareja perfecta. Yo no querría cometer un error. —Todo el mundo comete errores, hijo. No es el fin del mundo. Tienes que superar eso —lo miró—. Rosie dio el paso. Y Nick y Abby se casarán en junio — suspiró—. Estoy deseando que sea la boda. ¿Ya tienes acompañante? Él negó con la cabeza. —¿Mamá, no te cansas de entrometerte? Flor suspiró mientras sacudía la cabeza. —No tienes acompañante. Siento tener que decirte esto, Joey. No puedes seguir esperando. Serás demasiado viejo, ya sabes... para «el delirio». Ahí estaba ese «ya sabes» de nuevo. Si eso era todo, sería fácil. Liz tenía razón en que las mujeres estaban locas por él. Pero él estaba buscando... ¿qué? ¿La mujer perfecta? Sabía que no existía. ¿Una relación perfecta? Ídem. —Mamá, no es tan fácil ahora como en vuestra época. —¿Crees que entonces era fácil? —preguntó ella, de nuevo en ese tono brusco tan poco habitual en ella.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —¿Para papá y para ti? Claro —Joe se pasó la mano por el pelo—. Casi todas las personas que conozco se han casado y divorciado al menos una vez. Todos los días veo madres solteras. Y qué decir de los padres que tienen que pagar la manutención de sus hijos y verlos un fin de semana sí y otro no —sacudió la cabeza—. Yo no. He decidido permanecer libre y sin ataduras en lugar de formar parte de la estadística de fracasos. —Hay algo que nunca cambia. Si quieres que algo salga bien, tienes que esforzarse para ello. —O no intentarlo. Ella volvió a levantar la paleta hacia él. —Yo no he criado cobardes, Joseph Paul Marchetti. Oh, oh. Cuando ella utilizaba sus tres nombres, era hora de cambiar de tema. —¿Entonces cuándo han decidido papá y los chicos ir a jugar al golf? —Esta mañana —ella chasqueó los dedos—. Por cierto, acabo de acordarme de algo. La fiesta de cumpleaños de tu sobrina será aquí en casa dentro de unas semanas. ¿Vendrás? La mención de su sobrina Stephanie, le hizo recordar el día que nació. Steve era un hombre afortunado. Un hombre de familia. El recuerdo de ese día le recordó a Liz Anderson. Una vez que su enfado con ella había remitido, se dio cuenta de que probablemente no había nacido cínica. Algo le había sucedido para que se comportase así. Y decidió averiguar qué era. —No me perdería el cumpleaños de mi sobrina por nada del mundo. Puedes contar conmigo. —¿Con acompañante? —No insistas, mamá. A las cuatro y media de la mañana, Liz empujaba una cuna por el pasillo hacia el nido. Estaba cansada tras una larga noche. Su mente se centró en la conversación que había tenido hacía unos días con Joe Marchetti. Sobre los empleados que no se presentaban a trabajar. Había sucedido esa noche. Y era su trabajo cubrir las ausencias. Había muchísimos nacimientos a primeras horas de la mañana. Como esa dulce niñita, cuya madre estaba descansando tranquilamente. Liz la llevó al nido y puso la cuna junto a otra vacía. Se inclinó sobre la pequeña recién nacida y le sonrió. —No parece justo, pequeñina. Durante nueve meses, la vida es buena. Entonces, entras en el mundo, que te despoja de tu dignidad. Te prometo que mejora, princesa.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —¿Y eso lo sabes por experiencia personal? Liz se dio la vuelta ante el sonido de esa grave voz familiar. Joe. —¿Qué estás haciendo aquí? —Podría preguntarte lo mismo. —Yo trabajo aquí. —Y yo soy voluntario aquí —dijo él. Eso Liz ya lo sabía. Esas últimas semanas, él había mantenido su promesa y se había presentado en el turno de seis a nueve de la noche. A veces trabajaba más de una vez a la semana. Había visto su hoja de voluntariado. —Entiendo. ¿Y por qué tan temprano? —preguntó ella, sacudiendo la cabeza—. Mejor dicho, no es tan temprano, es prácticamente de noche. ¿Estás loco? —Sé que no es la hora acostumbrada —fue todo lo que él dijo. —¿Eso es todo? —ella sacudió la cabeza—. Tienes un molesto hábito de ser demasiado escueto. Él se encogió de hombros. —Soy un hombre de pocas palabras. Joe tomó a la niña con confianza en sus brazos mientras se sentaba en la mecedora. Liz observó su barba incipiente en las mejillas y la barbilla, y su cabello negro despeinado como si acabase de levantarse de la cama. Una imagen que le provocó cosas extrañas en su interior. —Este no es el turno que habíamos acordado. Ya estás saltándote las normas — bromeó ella, sorprendida de sí misma. Era imposible enfadarse con un hombre tan guapo con un recién nacido en brazos. —¿Y desde cuándo trabajas tú en este turno? —preguntó él, mirándola. —Lo cubro cuando es necesario —dijo ella, encogiéndose de hombros. Joe cambió de postura en la mecedora. —El hospital tiene suerte de contar con alguien con tanta entrega. El cumplido la reconfortó. —Gracias. Yo creo lo contrario. Estoy agradecida de tenerlos a ellos —dijo, señalando con la cabeza al bebé que él tenía en brazos—. Es bonita, ¿verdad? Él la miró y sonrió, una tierna mirada que agitó el corazón de Liz. —Sí —dijo él. —Es alucinante, ¿verdad? La vida es una hoja en blanco para esta niña. Tiene que aprender a andar, hablar... todo. Joe la miró.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Cuesta creer que hace un año mi sobrina fuese así de pequeña. Ahora ya anda. —¿En serio? —preguntó Liz, con verdadero interés, y luego sonrió con nostalgia—. Lo malo de este trabajo es que nunca vuelves a ver a los niños cuando se van. Me encantaría poder verlos periódicamente. Joe se quedó mirándola un momento. —Pues ven a su fiesta de cumpleaños. —¿De quién? —De mi sobrina. Es este sábado. En casa de mis padres, porque tienen una casa más grande, y cabe toda la familia. Va ser en el jardín, al aire libre. Muy informal. —No sé... —Irán mis hermanos... —Ah, ya lo entiendo. —¿Qué? —Quieres terminar el trabajo que empezaste hace un año y encerrarme en el armario de las escobas. Él se rió. —Te prometo que no hay armarios con llave en ninguna parte —dijo él, colocando mejor al bebé en sus brazos. Liz recordaba a sus hermanos. Todos los Marchetti eran excepcionalmente atractivos. Aunque creía que Joe era el más guapo. Desde un punto de vista estrictamente observador. Y era encantador ver cómo querían y protegían a su hermana Rosie. Una familia muy unida. Aunque no fuese por otra cosa, deseaba ver cómo era. Descubrir si algo así realmente existía. Por su experiencia, solo existía en la fantasía y los cuentos de hadas. —En ese caso, estaré encantada de ir —aceptó ella. Él se mostró momentáneamente sorprendido, pero se recobró rápidamente y simplemente dijo: —Bien. Varias horas después, Liz avanzaba por el pasillo. Era la hora del cambio de turno. Las enfermeras del turno de día llegarían en quince minutos. El libro de los voluntarios estaba sobre el mostrador, junto al reloj de fichar. Joe estaba allí, entre varias mujeres que lo rodeaban. Liz sintió que se le encogía el estómago. Y mientras se acercaba, distinguió a Samantha y la oyó decir: —Estoy deseando que llegue el fin de semana. Salimos casi todos los sábados.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Nos lo pasamos muy bien —dijo Jeannie Drummon, una morena rellenita—. Es solo una cena, pero nos reímos mucho. Elegimos un lugar donde quien quiera pueda bailar. Deberías venir con nosotras, Joe. En su entusiasmo, la ingeniosa rubia Tanya Quinn lo agarró por el brazo. —Buena idea. Vamos, Joe. Será divertido. Lo pasaremos bien. Según le llegaba la conversación a Liz, su espíritu se fue desinflando como un balón pinchado. Hasta ese momento no se había dado cuenta de lo que la invitación de Joe la había ilusionado. ¿Pero qué mujeriego en su sano juicio dejaría pasar una oportunidad como la que se le presentaba por ir a una reunión familiar? Por fin tenía la confirmación de lo que siempre había creído que era su motivo oculto. Pero no experimentaba ninguna satisfacción por tener razón. Se sentía furiosa... y triste. —Parece que sabéis pasarlo bien —dijo él. —Claro que sí —admitió Jeannie—. Di que vendrás. —¿Entonces te veremos allí? —preguntó Tanya. El sacudió la cabeza. —Lo siento. No puedo. Pero vosotras pasadlo bien. Hasta la semana que viene. Se soltó del brazo de Tanya mientras Liz levantaba, metafóricamente hablando, la barbilla del suelo. ¡Las había rechazado! De plano. Si no lo hubiese oído, no lo habría creído. Vio cómo se despedía del grupo con la mano. Entonces se dirigió hacia ella con una sonrisa que hizo que a Liz se le doblaran las piernas y el corazón empezase a palpitarle con fuerza. Se detuvo y la miró. —Eres justo la persona que estaba buscando. —¿Yo? —Quería decirte que pasaré a recogerte para ir a la fiesta a casa de mis padres —Joe empezó a andar otra vez—. Ya quedaremos, ahora tengo prisa. Tengo que prepararme para ir a trabajar. Adiós —dijo con una sonrisa, despidiéndose con la mano. Y se fue. Antes de que el pulso acelerado de Liz volviese a la normalidad. Antes de que pudiese decirle que sentía haberlo juzgado mal. O comprobar si tenía fiebre. Había rechazado una invitación de tres mujeres para estar con su familia, ¡y con ella! Sacudió la cabeza. Aquello no tenía nada que ver con ella. Solo le estaba dando la oportunidad de ver a su sobrina. Y ella quería verlo en su ambiente familiar. Eso le daría la oportunidad de ver lo que movía a Joe Marchetti. No estaba segura de por qué, pero quería saber si realmente era un buen tipo.

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Capítulo 4 Joe vio la expresión de terror en el rostro de Liz mientras miraba boquiabierta la casa de sus padres y todos los coches aparcados en la entrada. Creía que la audaz enfermera no tenía miedo de nada. Era interesante descubrir ese punto débil en ella. Resultaba entrañable... como si lo necesitase. Hasta ese momento, ella siempre había actuado como si no necesitase a nadie. Y menos a un hombre. —La casa no es tan grande como parece. Es una especie de ilusión óptica —dijo él mientras avanzaban hacia la puerta. —Vale. —Tú no te separes de mí. No dejaré que te suceda nada. —Vale. Pero ella continuó mirando con asombro la enorme casa y los elegantes vehículos. Cuando Joe bajo la vista hacia ella y vio la forma en que el sol reflejaba las mechas rojas de su pelo de duendecillo y hacía florecer las rosas de sus mejillas, la idea de que permaneciese junto a él le aceleró el corazón. No recordaba la última vez, si había habido alguna, que una mujer le había provocado unos pensamientos tan poéticos. —No tengas miedo. Prometo que esto no te hará ningún daño. Liz tragó saliva, apretando el regalo de cumpleaños que llevaba en la mano. —Me dijiste que era una fiesta familiar. —Lo es —admitió él—. Pero recuerda que tengo hermanos. Están todos aquí — Joe examinó la fila de coches en semicírculo de la entrada—. Mejor dicho, todos menos Nick. —Es un poco abrumador para alguien que ha sido hija única. —No me imagino cómo debe haber sido eso —dijo él mientras pasaban por el porche—. Me gustaría oírlo. Me gustaría conocerte mejor. Liz sacudió la cabeza. —No creas. Es muy aburrido. —Lo dudo —respondió él. Nada de ella era aburrido. Y menos su aspecto. Joe se fijó en sus zapatillas deportivas blancas, su camiseta roja y unos pantalones cortos blancos. Cuando ella le había dado su dirección para que pasase a recogerla, él le había dicho que se vistiese de manera informal porque la fiesta iba a ser en el jardín y se rumoreaba que iba a hacer calor para ser mayo. La forma en que la camiseta perfilaba sus pechos y desaparecía por la estrecha cintura de sus pantalones blancos, acentuando la curva de sus caderas y... bueno era más que un hecho que la temperatura de Joe había subido uno o dos grados en cuestión de segundos, y continuaba subiendo. Escaneado por Mariquiña/Naikari y corregido por Sira

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https://www.facebook.com/novelasgratis Antes de que pudiese pensar más en eso, Joe abrió la puerta y escuchó. casa.

—No se oye nada. Deben de estar en el jardín —dijo él, conduciéndola por la

Cuando Joe miró por encima del hombro y vio que ella no estaba, retrocedió y se la encontró admirando el salón. —Esta habitación es más grande que el apartamento donde crecí —dijo ella—. Debería haber traído migas de pan para poder encontrar la salida. —Solo tienes que disparar una bengala y alguien acudirá a rescatarte. —De acuerdo —Liz sacudió la cabeza con admiración—. Los muebles son preciosos. Me encantan los sillones de flores y esa alfombra de ese tono beis —dijo—. Es una casa maravillosa. —Espera a ver la parte de atrás. La agarró de la mano para no volver a perderla, y le resultó muy agradable que ella no la retirase. Pasaron por el comedor y la cocina, y salieron por la puerta de atrás al jardín. —Hola a todos —dijo él, saludando con la mano. —Joe. Su madre se levantó de la mesa y avanzó hacia ellos. Le dio un abrazo Joe, y sonrió cariñosamente a Liz. —Mamá, esta es mi amiga, Liz Anderson. Trabaja en el hospital donde Rosie tuvo a Stephanie. —Me acuerdo —dijo Flor—. Eres prácticamente una leyenda en esta familia, por la forma en que te hiciste cargo de Joe. —No fue nada —dijo Liz con una sonrisa. —No la animes, mamá. Liz me dijo el otro día que nunca vuelve a ver a los niños cuando se van a sus casas, así que la invité a la fiesta. —Florence Marchetti —dijo su madre, sonriendo afectuosamente mientras le estrechaba la mano a Liz. —Es un placer volver a verla, señora Marchetti —respondió Liz. —Flor, por favor. Y ese es el padre de Joe, Tom. Y allí está la niña del cumpleaños, cavando en mi jardín —dijo ella, apesadumbrada. Joe vio a su sobrina con su padre, Steve, riéndose mientras ella llenaba sus puñitos regordetes de tierra y la arrojaba al aire. —La última vez que la vi —dijo Liz—, era pequeñísima. Mírala ahora. Todo ese pelo negro. Y esos estupendos rizos. Es adorable. —Por favor, no la mires hasta que la haya lavado —Rosie había abierto la puerta detrás de ellos justo a tiempo de oír lo que Liz decía—. Hola, Liz —la sonrisa de la hermana de Joe era genuinamente amistosa.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Hola, Rosie —respondió Liz. —Ya veo que no necesitáis presentaciones —dijo Joe a su hermana. —Es una enfermera inolvidable. No todos los días una mujer de su tamaño te saca de una habitación de hospital como hizo ella. Me descubro ante ti. —¿Tú también? —dijo Joe—. Toda mi familia se ha vuelto contra mí. Ignorándolo, Rosie dijo: —Me alegro de volver a verte, Liz. —Lo mismo digo —dijo Liz, riéndose—. Parece que vamos a volver a verte en el hospital muy pronto. Compungida, Rosie se miró la redonda tripa. —Solo me quedan cuatro semanas. —Espero estar de servicio cuando ingreses. —Yo también. Joe también lo esperaba. Después de verla en el hospital, sabía que su hermana y el nuevo bebé estarían en buenas manos. Señaló a los dos rufianes que jugaban al tenis. —Los recuerdas. Alex y Luke. —¿Quién es quién? —preguntó Liz. —Alex es el más alto —dijo Rosie—. Perdona. Voy a ver si puedo convencer a mi hija de que la tierra no es un juguete y que tiene que dejarla en el jardín de la abuela. —Buena suerte —dijo Liz—. Parece que se lo está pasando muy bien. Rosie suspiró. —Puede que necesite tu ayuda, tío Joe. Nadie la distrae mejor que tú. Joe sonrió a Liz. —Te juro que no la mimo mucho. —Sí, claro —se burló ella. Joe sabía que aunque Liz estaba bromeando, todavía estaba recelosa. Pero él tenía un plan. Antes de que terminase el día, ella sabría a ciencia cierta que él era un buen tipo. Los siguientes minutos, Joe los pasó prácticamente haciendo el pino para que Stephanie no se diese cuenta de que la estaban apartando de la tierra. Cuando volvió a ver a Liz, se dio cuenta de que Alex y Luke estaban hablando con ella. Joe frunció el ceño. Ella se estaba riendo de algo que había dicho Alex. Si él hubiera sido celoso, los habría desafiado a un partido de tenis por la forma en que se cernían sobre Liz. Pero uno tenía que estar comprometido emocionalmente para sentir celos. Y eso era lo último que tenía en la cabeza. Sabía que no existía la

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https://www.facebook.com/novelasgratis mujer perfecta. Y el fracaso no era una opción para él. Había visto demasiadas vidas destrozadas tras un doloroso divorcio. Se acercó al trío. —¿Se están portando bien? —preguntó a Liz. —Perfectamente —dijo ella. —Sería la primera vez —Joe esperaba que no se hubiese notado cierta irritación en su voz. Pero se dio cuenta de que no había tenido suerte cuando Luke silbó. Y a Joe no se le pasó por alto la irónica expresión de los ojos de su hermano. Joe decidió aclararles las cosas cuando estuvieran solos. Estaba a punto de llevarse a Liz a otro lado cuando se abrió la puerta de la cocina y entró Nick con su prometida. Ahí estaba su plan para demostrar a Liz que era un buen tipo. Estaba deseando presentárselos a Liz. Después de que los dos tortolitos saludaron a la familia, hizo señas a su hermano para que se acercasen. Joe se aclaró la garganta. —Liz Anderson, me gustaría presentarte a mi hermano Nick y a su prometida, Abby. Joe miró a Liz, esperando su reacción. No lo decepcionó. Liz puso los ojos como platos y se ruborizó. Su sonrisa vaciló cuando lo miró, y apartó la vista rápidamente. —Encantada de conoceros —dijo Liz, dándoles la mano. —Lo mismo digo —dijo Nick, rodeando a Abby por la cintura. Abby apoyó la cabeza rubia en su hombro, acurrucándose en su abrazo. Joe no pudo evitar pensar en lo afortunado que era su hermano. El pensamiento fue breve, pero la punzada de envidia fue más larga y aguda. Hacían una pareja estupenda. —Dentro de unas semanas, Abby será mi «hermana» —dijo Joe. Sabía que era un golpe bajo, pero no pudo evitar el énfasis de la última palabra después de como lo había tratado ella. En los carnosos labios de Liz se dibujó una lánguida sonrisa. —¿Ah, sí? Los ojos azules de Abby brillaron de felicidad. —Ya no puedo esperar más. No solo me llevó al mejor hombre del mundo, sino que también voy a formar parte de la mejor familia del mundo —frunció el ceño pensativamente—. ¿Joe, te he dado ya las gracias por ayudarme a elegir mi regalo de boda para Nick? Joe sonrió. —No, pero ya lo estás haciendo —dijo, encontrándose con la avergonzada mirada de Liz.

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—Liz, es una monada —Rosie la miró después de abrir el regalo que había llevado a su hija, que estaba más interesada en el papel que en el propio regalo—. Es un puzzle de madera con el nombre de Stephanie —dijo, levantándolo para que todo el mundo lo viera. —Me alegro de que te guste —dijo Liz. Después de una barbacoa de carne, patatas asadas y una gran ensalada italiana, la familia se había reunido para abrir los regalos. Rodeada por un triciclo, un coche de plástico, y otros juguetes demasiado grandes para envolverlos, Rosie y Steve habían iniciado la tarea de abrir el enorme montón de regalos. Liz suspiró, deseando que la afortunada niña pudiese recordar ese momento y cuánto la quería su gran familia. Si todos los niños conociesen ese sentimiento, su crecimiento sería tan despreocupado como debería ser. No pudo evitar desear que su infancia hubiese sido más apacible. Liz estaba sentada en una mecedora con Joe a su lado. Desde que la había encontrado con Alex y Luke, no se había apartado de ella. También le había restregado que se había equivocado al pensar lo peor de él cuando Abby lo había llamado para ir de compras. Se había sentido más rastrera que una serpiente y sabía que ese sentimiento no la abandonaría hasta que no le pidiese perdón. —Es hora de traer la tarta —dijo Flor. Tom y ella entraron en la casa y sacaron dos, una para los adultos y otra pequeña con una vela para la niña, a quien habían sentado en una sillita alta. Cuando su abuelo puso la tarta sobre la bandeja, la tocó con uno de sus deditos. Después de saborearla, se abalanzó sobre ella con entusiasmo. A Liz le encantó cuando la pequeña metió las manos en el pastel y se lo restregó por el pelo, acompañada de los gemidos de sus padres. Cuando diezmó la tarta, Rosie le dijo a su marido: —A bañarla... otra vez. Asintiendo con la cabeza, Steve la sacó de la silla, y los tres desaparecieron en el interior de la casa. Flor dejó su plato vacío en la mesa. —Sabes, acabo de pasar nuestras películas familiares a vídeo. ¿Te gustaría verlas? —le dijo a Liz. —Me encantaría —respondió ella sinceramente. Tenía curiosidad por ver cómo era Joe de niño. ¿Había sido siempre tan encantador? ¿O había adquirido el talento en la pubertad con la llegada de la atracción por el sexo opuesto? La familia entró en fila a la casa y Liz estaba a punto de hacerlo cuando Joe le puso una mano en el brazo. —No querrás aburrirte viendo películas, ¿verdad? —Todo lo contrario, me divertirá mucho ver al pequeño Joey —dijo ella con una sonrisa.

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https://www.facebook.com/novelasgratis El sacudió la cabeza y le cortó el paso. —Tendrás que pasar por encima de mí —entonces levantó las manos y ella vio su sonrisa—. ¿Pero qué estoy diciendo? Si estoy hablando con la señorita que o haces lo que te dice o te retuerce la oreja. Liz no pudo evitar reírse, aunque tenía sentimientos mezclados sobre su difícil elección. Dentro era más seguro, rodeada de su familia. Fuera hacía una encantadora noche de verano con un romántico cielo inundado de estrellas. Pero le debía una disculpa. Mejor hacerlo. Cuando Joe la llevó junto a la piscina, ella no protestó. La noche era cálida, con una ligera brisa. Las luces de Malibú iluminaban el jardín. Joe se sentó en el borde de la piscina y metió los pies desnudos en el agua. Dio unas palmaditas en las baldosas junto a él y ella solo vaciló un segundo antes de aceptar su invitación. Se quitó las zapatillas deportivas y metió los pies en el agua relajante. Dejó escapar un gran suspiró de placer. Estaba asombrada de lo a gusto que se sentía con él una vez que había bajado la guardia. Pero antes de que pudiese relajarse completamente, tenía que hacer una cosa. —Joe, quiero disculparme contigo. —Muy bien. —Siento haber dudado de ti aquel día. Cuando llamó Abby, supuse automáticamente que era una mujer... —Y tenías razón. —No vas a ponérmelo fácil, ¿verdad? —Liz resopló—. De acuerdo. Supongo que me lo merezco. Mi única excusa es que cada vez que te veía, había una mujer diferente. —Ah sí. ¿Qué dijiste exactamente? Que mi corazón era como una puerta giratoria —sonrió—. No es que te deba ninguna explicación, pero la rubia alta con quien me viste era mi secretaria. Ya te hablé de ella, la que tuvo el bebé. —De acuerdo —ella asintió con la cabeza, resignada a lo que él quisiera dispensarla—. Sin embargo, en mi defensa, tengo que decir que no habría sacado conclusiones de no haber sido por la manera en que traicionaste a Trish. Él se puso tenso. —¿Trish Hudson? La mencionaste el día de la playa. Liz vio la intensa mirada en el rostro de Joe y tuvo la sensación de que aquello no iba a gustarle. —¿Qué? —Eso me gustaría saber a mí. Yo no llamaría traición al hecho de que lo dejásemos. —Te encontró con otra mujer. —¿Qué? —Joe se puso de pie con las manos en las caderas.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Incluso en la tenue luz, Liz pudo ver la indignación en su rostro. ¿Qué ocurría? Ella también se levantó. —Trish dijo que rompió vuestra relación cuando te encontró con otra mujer en tu apartamento —dijo Liz dubitativamente. Él sacudió la cabeza con un gesto amargo en la boca. —Interesante interpretación. Y una total invención. ¿Pero por qué ibas a creer a un tipo que no conoce el significado de la palabra sinceridad? —Inténtalo. La sorpresa brilló en los ojos de Joe. Entonces asintió con la cabeza. —Salimos unas cuantas veces. Ella se estaba volviendo muy posesiva. Yo no sentía lo mismo. Preferí ser honesto y decírselo. Le dije que me gustaría que continuásemos siendo amigos. Fin de la historia. ¿Me crees? —Sí —dijo ella, sabiendo que estaba diciendo la verdad—. Ahora me siento más estúpida todavía. A Trish le han pillado en un par de mentiras —sacudió la cabeza—. Joe, no sé cómo decirte cuánto lo siento. ¿Me perdonas? Él se paseó por el borde de la piscina un momento, luego se detuvo delante de ella y la miró. La fragancia de su loción para después del afeitado la invadió, haciéndola estremecerse. Estaba tan cerca, que podía sentir el calor de su cuerpo. Deseaba que la tocase, que la abrazase. ¿Que la besase? Sí, eso también. Sobre todo eso. Finalmente él dijo: —Sí, te perdono. —¿Así nada más? —preguntó ella, más relajada. —¿Qué puedo decir? Soy un gran tipo. —Estoy empezando a verlo. Cualquiera lo habría visto desde el principio. Cualquiera menos yo. —¿Y eso por qué, Liz? —preguntó él con una voz cálida que invitaba a la confidencia. lado.

Liz suspiró y se sentó en una silla junto a la piscina. Él se sentó en otra a su

Sus pies desnudos se rozaron, y una descarga eléctrica la recorrió de arriba abajo. Pero dejó a un lado esa sensación. Joe se merecía una explicación. —Ya te dije que soy hija única. Al menos por lo que yo sé. —¿Qué significa eso? —Tú me recuerdas a mi padre, Joe. —Con una introducción así, no estoy seguro de querer oír el resto —Joe se rió sin ganas. Ella lo miró a los ojos. Escaneado por Mariquiña/Naikari y corregido por Sira

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Lo que quiero decir es que te estaba atribuyendo comportamientos basados en lo que hizo mi padre. —¿Y qué fue lo que hizo? —Era guapísimo. Y también era un playboy infiel que le destrozó el corazón a mi madre. Cuando de pequeña me despertaba, la encontraba esperando que volviese a casa. A veces no aparecía y cuando lo hacía, normalmente apestaba a perfume y no se molestaba en ocultar las manchas de carmín de su camisa. Joe envolvió con sus grandes manos las de Liz, más pequeñas. Ese gesto reconfortante le dio a Liz una sensación de seguridad y protección. Era algo que nunca había sentido. Era un sentimiento maravilloso, pero tan extraño a la vez, que le daba miedo. Cuando intentó retirar las manos, él no la dejó. Se las sujetó, suave pero firmemente, y se las apretó de modo tranquilizador. —Lo siento, Liz. Debe de haber sido muy duro para ti. Y me ayuda a entenderte. —Hay más. Él sacudió la cabeza. —No tienes que contármelo. Puedo ver que esto te duele mucho. —Sí, pero necesito sacármelo. Me he portado muy mal contigo y no te lo merecías. Estoy muy avergonzada. Lo menos que puedo hacer es contarte todo. Él asintió con la cabeza lentamente. —De acuerdo. Liz se aclaró la garganta. —Mis padres no se separaron. Por mi bien. Pero él nunca estaba allí —Liz pensó en sus cumpleaños y se rió con amargura—. ¿Te puedes creer que tenía envidia de Stephanie esta noche? —¿Por qué? —Porque toda su familia la quiere lo suficiente para sacar tiempo de sus ocupadas vidas y celebrar su primer cumpleaños —Liz miró la luz del fondo de la piscina—. En mis cumpleaños solo estábamos mi madre y yo. —¿Tu padre no aparecía ni siquiera en tu cumpleaños? Ella sacudió la cabeza, deseando que las lágrimas que nunca había vertido no brotasen en ese momento. —Ni en mi graduación, ni en entregas de premios, ni en nada. ¿Por qué iba a hacerlo cuando la chica del mes era mucho más excitante? oído.

—¿Dónde está ahora? —había un tono irritado en su voz que Liz nunca le había

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Murió el año que empecé en la escuela de enfermeras. Mi madre pensaba que tendría un seguro de vida. Pero él se había gastado todo el dinero en impresionar a las mujeres. Así que nos tuvimos que trasladar a un apartamento más pequeño, y yo tuve que trabajar mientras estudiaba. —¿Y qué pasó con tu madre? —Murió un año después que él. Sospecho que por un corazón destrozado. Lo amaba, a pesar de que él no conocía el significado de la palabra fidelidad. Al contrario que tus padres. —Sí —dijo él con gravedad—. Gracias a ellos, ya no busco a nadie.

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Capítulo 5 —No lo entiendo —dijo Liz, verdaderamente interesada en lo que él había dicho. Joe le soltó las manos y se pasó los dedos por el pelo, en un gesto casi furioso. Se levantó y su enorme cuerpo bloqueó las luces de Malibú, dejando a Liz en la oscuridad. —Soy una persona muy competitiva —dijo él—. No soporto perder. —Qué curioso, yo creía que estábamos hablando de amor. Él se volvió y la miró a los ojos. —He visto a compañeros míos de la universidad enamorarse, luego fracasar por una razón u otra, y de pronto ser todo dolor y culpa y tener que pagar una pensión alimenticia a la persona a la que supuestamente amaban. Y no digamos del coste emocional. Un amigo mío está pasando un infierno en este momento. Su ex está utilizando a sus hijos contra él, le está haciendo la vida imposible. Es repugnante. — Es una pena. Así todo el mundo sale perdiendo. Sobre todo los niños. Te lo dice alguien que lo sabe. Él se puso en jarras. —Me parece un error utilizar el sistema legal para vengarse. Esa parte de Joe sorprendió a Liz. Pensaba que era todo encanto y superficialidad. Por alguna razón, sintió la necesidad de encontrar fallos en su cinismo, en su entusiasmo infantil. —Estoy segura de que hay parejas felices. ¿Qué me dices de Rosie y Steve? Joe se encogió de hombros. —Eso es diferente. Se conocen desde que eran niños. Siempre han estado enamorados. —No estoy tan segura de que sea diferente. Pero, de acuerdo —ella pensó un minuto—. ¿Nick y Abby? —Lo mismo. Llevan juntos mucho tiempo. Nick le dio a ella su primer trabajo y la ayudó cuando sus padres murieron en un accidente de coche. —¿Y repentinamente surgió el amor? —Yo no lo describiría así exactamente. Creo que siempre han estado enamorados, pero tardaron en darse cuenta —la miró a los ojos—. De acuerdo, y también están mis padres, que llevan juntos más de tres décadas. Es vergonzoso ver cómo todavía se agarran de la mano, se lanzan miraditas, etc. —Pues yo creo que es muy tierno. eso?

—Sí. Pero dadas las estadísticas de divorcio de hoy en día, ¿quién puede igualar

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https://www.facebook.com/novelasgratis —¿Así que tú no vas a intentarlo? —Lo he intentado. —¿Mucho? —preguntó ella. El sonrió. —Supongo que sí. He conocido a unas cuantas mujeres. —Me sorprendería que no lo hubieras hecho. —No me has dejado terminar. He salido con muchas, pero no creo que el amor esté en mi destino. —¿Por qué? —No ha habido ninguna especial en el camino. Y con el ejemplo de mis padres y todo el dolor que he visto... —¿Así que te has rendido? —Yo no diría eso. He dejado de buscar, así es como yo lo veo. Hay una diferencia. —Supongo —Liz se estremeció. —¿Tienes frío? —Está refrescando —admitió ella. —Yo puedo hacer algo al respecto —le tendió la mano. El corazón de Liz pálpito a doble velocidad cuando puso su mano fría en la cálida y fuerte que él le tendía para ayudarla a levantarse. —¿Qué tienes en la cabeza? —preguntó ella, levantando la vista hacia él. Él entrelazó los dedos con los de ella y la condujo por la piscina hacia la casa iluminada. —Voy a llevarte dentro antes de que te pongas enferma. Liz sintió una punzada de desilusión, y de frustración. Nueve hombres de diez habrían optado por combinar el calor corporal, y probablemente por un beso. ¿Pero por qué le molestaba tanto que él hubiese escogido esa opción para demostrarle de nuevo que era el décimo? Joe se estaba tomando un descanso en su turno de voluntario mientras los bebés estaban con sus madres. De camino a la cafetería, pasó por el aula dos y se dio cuenta de que era la tarde que Liz celebraba su reunión de madres. Asomó la cabeza por la puerta, diciéndose que solo era para ver qué pasaba. No porque hiciese dos días desde que habían estado juntos en casa de sus padres. Y no por que él desde entonces no hubiese visto su linda, curvilínea, y alegre personita. Liz estaba escuchando atentamente a una de las madres y no se dio cuenta de que él había entrado en la sala y se había sentado en la parte de atrás.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Esa noche, Liz llevaba un uniforme de hospital. A pesar de la ropa blanca y amplia, a él le parecía que estaba muy guapa. La vio morderse el labio mientras se concentraba en las palabras de la mujer. ¿Por qué no se había dado cuenta de lo deseable que era la boca de Liz hasta que no la había besado? Desde que le había contado su historia, no había podido concentrarse mucho en otras cosas excepto en ella. Imágenes de Liz bajo las estrellas aparecían continuamente en su cabeza. Había pensado en besarla. Lo había deseado. Cuando ella había levantado la vista hacia él con sus enormes ojos, él había sentido que ella también deseaba que la besase. Pero decidió que era mejor no alimentar sus expectativas. Desafortunadamente, su cuerpo no aceptaba la lógica. Cuanto más la miraba, era peor. Tal vez la ausencia era el antídoto. Pensó que era mejor irse. Pero cuando se levantó, hizo ruido con la silla, y todas las cabezas de la sala se volvieron hacia él. Se quedó petrificado. —Hola, Joe —Bárbara lo saludó con la mano—. ¿Tienes más palabras de sabiduría? —¿Perdón? —dijo él. Andie, la madre con problemas para dar el pecho a su bebé intervino: —Estuviste asombroso la última vez que estuviste en el grupo. Apuesto a que puedes darnos algún buen consejo sobre esto. Joe había estado tan concentrado en la boca de Liz que no tenía ni idea de lo que estaban hablando. Pero seguro que fuese lo que fuese, no era para los oídos de un hombre. —No pretendía molestar. Solo he venido a sentarme un minuto hasta que termine la hora de las visitas y los bebés vuelvan al nido. Los ojos de Liz brillaron cuando dijo: —Déjame presentarte a las nuevas madres. Este es Joe Marchetti, nuestra más reciente incorporación al programa de voluntarios maternales. —Hola —dijo él, saludando con la mano. Reconoció a Andie y a Bárbara. Había un par de madres más a las que reconoció y varias que parecían nuevas. —Estábamos hablando de lo que podríamos llamar el síndrome de ausencia de libido postparto —dijo Liz—. He intentado dar algunas sugerencias para combatir este fenómeno en las madres recientes. Él gruñó por lo bajo. Otra vez el «ya sabes». Miró su reloj. —Es casi la hora. No querría descuidar mis responsabilidades de voluntario. Mi jefa es muy dura... —No tan deprisa, Joe —dijo Bárbara, meciendo a su niño dormido—. Estamos hablando de «el delirio». ¿Recuerdas? Siempre. Desde la noche bajo las estrellas con Liz, era en lo único que podía pensar. En eso y en lo bien que olía. En la suavidad de su piel cuando tomó sus Escaneado por Mariquiña/Naikari y corregido por Sira

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https://www.facebook.com/novelasgratis pequeñas manos entre las suyas. En lo delicadas y femeninas que eran esas manos y en cómo deseaba protegerla. Y eso lo llevó a desear más... como la textura y el sabor de sus labios... si se hubiese atrevido a besarla. —¿Qué pasa con eso? —preguntó él, esperando que no hubiesen notado que su voz sonaba ronca. —Es lo que me ha traído a este precioso niño. Pero me siento mal por mi marido. Lo amo. Pero temo que nunca querré volver a estar con él. Tú que eres un hombre... —Genial, Bárbara —dijo Andie con una carcajada—. ¿En qué lo has notado? —La barba y los músculos son una buena pista —dijo una mujer cuyo nombre Joe desconocía. —Está bien, Christina —dijo Liz, riéndose—. No violentemos a nuestro invitado. —¿Te estamos haciendo sentirte incómodo, Joe? —preguntó Bárbara. —No —dijo él sinceramente. Solo una mujer de la sala le hacía sentirse incómodo. Llevaba ropa amplia de hospital y tenía una boca deseable. —¿Tienes algún consejo? —preguntó Liz, tocándose el labio superior con un dedo. —Bueno —dijo él, tragando saliva—. Empezaría con un beso. —¿Cómo es eso? —preguntó Liz, un poco entrecortadamente. —Seguid los pasos de un niño —continuó él ante las risas del grupo—. Vuestros maridos y vosotras habéis pasado por la experiencia más íntima que puede compartir una pareja. Tener un bebé os une más. —Yo pondría algún pero —dijo Christina. Él asintió con la cabeza. —Las exigencias de un bebé pueden abrir una brecha entre vosotros si no tenéis cuidado. Dedicaos tiempo el uno al otro. Empezad besándoos, sin esperar nada el uno del otro. Luego abrazaos. Antes de que os deis cuenta, «el delirio» sucederá. —Haces que parezca muy fácil —dijo Bárbara, suspirando profundamente. —Lo es. —¿Cómo sabes tanto sobre esto? —preguntó Christina—. ¿Estás casado? Él negó con la cabeza. —Pero tengo una hermana que ha pasado por todo esto. Y ya está esperando su segundo hijo. —Creo que lo dejaremos aquí —dijo Liz, mirando su reloj—. Buenas noches, señoras. Hasta el próximo día. Gracias, Joe. Tu consejo ha sido básico, pero

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https://www.facebook.com/novelasgratis contundente. Creo que a veces olvidamos lo importante que es acariciarse y abrazarse. Un murmullo de gracias salió de las mujeres que recogían a sus bebés, bolsas y pertenencias antes de salir en fila. —Es un gran elogio, viniendo de una mujer estricta y exigente como tú —Joe la miró. —Es lo que pienso —Liz sonrió y se dirigió a la puerta—. Ya nos veremos. Buenas noches. —Buenas noches —dijo él a su espalda. A Joe le hubiese gustado que ella se hubiese quedado un rato. ¿Pero por qué le importaba que no lo hiciese? Ella había visto los inconvenientes de un compromiso y él había dejado de creer. Tal vez era lo mejor. Definitivamente era lo mejor. Liz había dedicado una hora a poner al día sus papeles e iba camino de la salida cuando oyó que la llamaban por los altavoces. El teléfono más cercano estaba en el mostrador donde firmaban los voluntarios. Desafortunadamente, allí estaba Joe Marchetti. A Liz le estaba costando no pensar en él. En su conversación íntima bajo las estrellas donde su voz grave la había hipnotizado. Y en que no la había besado. Era una combinación difícil de resistir. ¿Por qué no había intentado nada con ella? ¿Era porque su familia estaba solo a unos pasos dentro de la casa? ¿No la encontraba atractiva? ¿O le había dicho la verdad y realmente no estaba interesado en una relación seria? Joe término de firmar, y levantó la vista hacia ella. Cuando la vio, una amplia sonrisa se dibujó en su boca. —Hola. ¿No acaban de llamarte? —Sí —respondió ella, levantando el auricular junto a él y dándole la espalda para que no viese que le temblaba la mano—. Liz Anderson —dijo en el teléfono. —Soy Ernie, del almacén de muebles. —Por favor, dime qué mi mesa de ordenador ya está montada —suplicó ella. —Desearía poder hacerlo. Ojalá pudiera. Pero tengo empleados enfermos y llevamos dos o tres semanas de retraso. —¿Tres semanas? —gritó ella—. Tengo el ordenador por ahí tirado. No sé dónde ponerlo. —Lo siento. Estaríamos encantados de devolverte tu dinero si quisieras mirar en otra parte. —No. Me encanta esa mesa. Va perfecta con la decoración de mi casa. Y el precio es demasiado bueno —Liz suspiró—. Si he esperado tanto tiempo, supongo que puedo esperar otras tres semanas.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Liz sintió que le daban en el hombro y se volvió. —¿Puedo ser de alguna ayuda? —Joe esperó con expectación. —Un momento, Ernie —dijo ella en el teléfono, y miró a Joe—. ¿Qué? —No he podido evitar oírte. Has comprado una mesa, y van a tardar semanas en montártela. Me ofrezco para hacerlo yo. Soy un manitas. Ella no pudo evitar mirar sus anchos y fuertes brazos, que asomaban por su camisa remangada. Buenas manos. Y no estaba pensando precisamente en montar mesas. —¿Te estás ofreciendo para montarme la mesa? —Sí. —¿Estás seguro? No tienes ni idea de cómo es. —Absolutamente, es lo que hacen los amigos — dijo él—. Pero tiene un precio. —¿Un precio? ¿Y cuál es? —preguntó ella, nerviosa ante lo que pensaba que podía ser una insinuación. —Tú te encargas de pedir la pizza. —De acuerdo —aliviada, asintió con la cabeza y volvió a ponerse el auricular en la oreja—. ¿Ernie? —El reparto del sábado empieza a las ocho en punto de la mañana —respondió Ernie—. Una pizza de carne y una cerveza deberían saldar su cuenta. —Gracias, Ernie —dijo ella, riéndose. Colgó y se volvió hacia Joe. —¿Quién es ese Ernie? —preguntó él con el ceño fruncido. —¿A qué hora puedes estar allí el sábado? —dijo ella, ignorando su pregunta. —¿Conoces mucho a ese tipo? —Las partes de la mesa y las instrucciones estarán en mi casa a las ocho. Si quieres dormir hasta tarde, por mí puedes venir a las doce. —A las ocho menos diez está bien. Llevaré bollos. —Creía que la comida era responsabilidad mía. —Tus responsabilidades son solo las mesas y las pizzas. Estaré allí a tiempo para ayudarte. No puedes confiar en un tipo que se llame Ernie. Y dicho eso, se giró sobre sus talones y se dirigió hacia las puertas de salida que se abrieron automáticamente. Y Liz se preguntó si podía confiar en un tipo llamado Joe.

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Capítulo 6 Joe cerró la puerta de la casa de Liz detrás del transportista y volvió a la cocina donde ella estaba preparando café. Lo necesitaba y esperaba que ya estuviese listo. Había tenido problemas con el insomnio toda su vida. Pero desde que conoció a Liz, parecía haberse intensificado. Y cuando finalmente se quedaba dormido, lo perturbaban sueños sobre ella. Llegar a su casa temprano no había sido un problema. Llevaba despierto desde las cuatro de la madrugada. Contuvo un bostezo mientras se apoyaba en el mostrador y la observaba reunir tazas, leche y azúcar. —¿Te acostaste tarde anoche? —preguntó ella. —Me he levantado temprano esta mañana —dijo. —¿Te apetece decirme su nombre? —preguntó ella, mirándolo por encima del hombro. Entonces se volvió y sirvió dos tazas de café. —No hay ninguno —mintió él, pensando que su nombre era Liz—. Así que ese era Ernie —dijo, cambiando de tema, y aceptando la taza que ella le ofrecía. A Joe no le había gustado verla hablar y bromear con otro hombre. Y no le había hecho ninguna gracia que ella llevase una camiseta amarilla por dentro de unos pantalones cortos color caqui ceñidos a sus caderas y enseñando sus torneadas piernas a ese tipo. Y encima con los pies descalzos. No sabía por qué, pero su piel desnuda, incluso en cantidades limitadas, hacía que todo pareciese mucho más íntimo. Sutilmente sexy. —¿Quieres leche y azúcar? —preguntó Liz, sirviéndose ella edulcorante y un poco de leche mientras él negaba con la cabeza—. En respuesta a tu pregunta, sí, ese era Ernie. Sintiéndose un poco tonto por su desproporcionada reacción, Joe decidió cambiar de tema. —Tienes una casa muy bonita. Él había estado en su casa en otra ocasión, cuando la recogió para ir a la fiesta de cumpleaños de Stephanie. Pero entonces ella no lo había invitado a entrar. Lo había recibido en la puerta con el bolso en la mano y se habían ido. —A mí me gusta —dijo ella, mirando la cocina—. Ya tiene un año, pero me trasladé aquí cuando estaba recién terminada. —¿No fue mucho trabajo? ¿Cortinas? ¿Jardín? —Aprendí a ser manitas. Y quería que todo fuese nuevo. Sin malas historias. Solo buenos recuerdos. Al contrario que la forma en la que ella había crecido. Joe deseó poder aligerarle esa carga tan pesada. Pero creía que no era posible. Aun así podía demostrarle que

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https://www.facebook.com/novelasgratis no tenía que temer nada de él. No quería nada de ella. Al menos nada más que amistad. —Bueno, has hecho muchas cosas en la casa en un año —dijo él. Estaban de pie sobre un suelo de madera. Brillantes baldosas de color crema cubrían el amplio mostrador central. Las paredes estaban pintadas de color habano y las puertas y los marcos eran blancos. Todas las ventanas estaban cubiertas por pequeños estores. Al fondo del cuarto de estar, había una chimenea de ladrillo. Delante de ella, un sofá a cuadros verdes y granates, y dos butacas en un tono a juego. La habitación estaba bien decorada, y al mismo tiempo era acogedora. Al menos a él se lo parecía. Después de mirar a su alrededor, Joe la miró a los ojos. —¿Cuántas habitaciones tiene? —Un dormitorio y un estudio. Cocina y cuarto de estar— comedor. Es pequeño, pero perfecto para mí. Perfectamente calculado para mantener su espacio personal sin admitir a nadie más. Eso notó Joe. Pero era una mujer que sabía lo que quería. Y a él le gustaba eso. De hecho le gustaba todo de ella. —Adivino que la mesa va en el estudio —dijo él, soplando su café y dando un sorbo. Fingiendo asombro, ella sacudió la cabeza. —Estás lleno de sorpresas, Joe. No eres solo músculo. Hay algo de inteligencia tras ese atractivo rostro. —Sí, sí. Soy una persona de palabra, señorita. No tienes que halagarme para que haga el trabajo. —Hablando de trabajo, esas cajas están esperando en el estudio. —¿Hay más de una? —dijo él con escepticismo—. Debe de ser una mesa muy grande. Liz le llevó por el corto pasillo a la habitación que había enfrente de su dormitorio. —No digas que no te lo advertí. Joe observó el seductor balanceo de sus caderas y reconoció compungidamente que hubiera necesitado una advertencia, pero no sobre cómo montar la mesa. Liz tenía una esbelta espalda y una estrecha cintura. Ella no le había advertido de sus gráciles y sexys movimientos. Y qué decir de las deliciosas curvas de sus muslos que se estrechaban en esas torneadas pantorrillas y tobillos. No era para nada su tipo. A él siempre le habían gustado altas y esculturales pelirrojas. Liz era compacta, curvilínea y monísima. Su redondo trasero tenía la forma perfecta y parecía tierno... la clase de ternura que invitaba a un hombre a tocar. «Caramba, Joe». Repentinamente se alegró de que Liz mantuviese las distancias, porque pensamientos así podrían llevarle a un lugar al que no quería ir.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Pero no pudo evitar echar un vistazo a su dormitorio. La rápida mirada le dio una impresión de total feminidad. Cama mediana, colcha de flores, montones de almohadones en tonos verdes, granates y rosas. Y encaje. Toda esa delicadeza pedía la presencia de un hombre, aunque solo fuese para enredar las sábanas bajo esa tentadora colcha. Apartó ese pensamiento, preguntándose si no había sido un error ofrecerle su ayuda. Entró en el estudio y examinó las dos largas cajas de cartón rectangulares. —Aquí está —dijo Liz—. Cuesta creer que la enorme mesa de tres dimensiones de la que me enamoré quepa en esas pequeñas cajas. —No temas —dijo él—. Marchetti está aquí. —Me sentiría mejor con esa afirmación si fueses un trabajador de la construcción en lugar de una persona normal y corriente —ella apoyó las manos en las caderas que él acababa de admirar—. No creo que un director de Recursos Humanos tenga mucha experiencia en montar muebles. —Recursos es la palabra clave —dijo él—. Yo soy un hombre de recursos. Ningún trabajo es demasiado grande, demasiado pequeño, ni demasiado desafiante. —Iré a por mí caja de herramientas. Él levantó una ceja. —¿Liz Anderson tiene caja de herramientas? Ella sonrió. —¿Joe Marchetti, carpintero? El sonrió también. —Touché. Liz se levantó de la mesa de la cocina, recogió el plato vacío de Joe y el suyo. Una cena tardía. Pero bien lo merecía, ya que su mesa estaba montada y organizada. Joe había hecho un buen trabajo, sobre todo cuando las instrucciones eran tan largas como Guerra y Paz y tan complicadas como una traducción en ruso. Había pedido una pizza para comer, pero cuando pasaron las horas de frustrante trabajo decidió que lo que ese hombre se merecía era una buena comida casera. —Déjame ayudarte con los platos —dijo él, levantándose también. —¿Estás de broma? —protestó ella—. Has trabajado hoy más de lo que puede resarcirte una simple comida casera. De ninguna manera vas a ayudarme a fregar. —Ese pollo estaba buenísimo —dijo él. —No estaba buscando cumplidos. —Y yo no lo he dicho solo para halagarte. Sinceramente me ha gustado. Sé cortés y dame las gracias.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Gracias. Te creeré. Viniendo de una persona acostumbrada a restaurantes como tú, es todo un halago. —Todavía quiero ayudarte a fregar los platos —dijo él, poniendo las manos en sus estrechas caderas revestidas de vaqueros. Liz no estaba preparada para su fuerte respuesta física ante la presencia de Joe. Se quedó sin aliento ante esa postura tan masculina, y qué decir de la ceñida camiseta que incitaba a su imaginación sobre lo que había debajo. Su imaginación estaba calentándose, mientras su mirada descendía por los pantalones vaqueros gastados que cubrían sus musculosos muslos. Aquello era un tormento para sus nervios. Por muy agradecida que estuviese de tener ya su mesa instalada, se estaba preguntando si no había sido un error aceptar su ayuda. No quería que su casa tuviese recuerdos, pues bien, ese día había acumulado un montón de ellos, y en todos el protagonista era Joe Marchetti. —Está bien, puedes ayudarme con los platos —dijo ella, con la voz más ronca de lo normal. Joe asintió con la cabeza, y en dos zancadas se acercó al fregadero y abrió el grifo. Empezó a lavar un plato, e hizo una mueca de dolor cuando le entró agua en un corte que se había hecho de carpintero. —Muy bien, héroe, vamos a curar esa herida —dijo Liz, cerrando el grifo. El se miró el pulgar, donde se había hecho un largo corte al escurrírsele el destornillador. —Es una herida superficial. No tiene importancia. —No temas, la enfermera Anderson está aquí. Ninguna herida es demasiado grande, demasiado pequeña o demasiado desafiante. Espera aquí mientras voy a por hilo y aguja. Una mirada escéptica atravesó el rostro de Joe antes de meterse la mano en el bolsillo. —No quiero ofenderte, enfermera Anderson, pero me gustaría un poco de anestesia con mi sutura. —¿Tú? ¿Marchetti? —ella sonrió—. No seas cobardica. Tengo un trozo de goma que puedes morder —dijo y se fue por el pasillo. —Liz —la llamó—. De verdad, no es necesario que hagas esto. —No querrás tener una enorme y fea cicatriz estropeando tu perfecto cuerpo, ¿verdad? —dijo ella, mientras revolvía en el armario de las medicinas. Cuando llegó con las cosas a la cocina, Joe miró el desinfectante, la pomada y las vendas que ella dejó sobre la mesa. Una irónica expresión se dibujó en las comisuras de su atractiva boca. —Me estabas tomando el pelo —la acusó.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —¿Crees que yo haría eso? —Sí. Y te produce una gran satisfacción asustarme —añadió él. —Pues ahora no estoy bromeando, Joe, esto hay que limpiarlo. Una infección sí que puede ser dolorosa —le dijo ella, tomando su enorme mano en una pequeña de las suyas. Sus manos parecían más delicadas y femeninas, comparadas con las de él, fuertes y masculinas. Ese pensamiento agitó a Liz por dentro. Joe tenía unas manos muy bonitas, con largos y fuertes dedos. ¿Cómo serían esas manos abrazándola, acariciándola? Liz frenó ese tren de pensamientos antes de que llegase más lejos. Tomando la botella del desinfectante, lo llevó hasta el fregadero. —Esto te va a doler un poco —dijo ella con un malicioso brillo en los ojos. —Has dicho que estabas bromeando –protestó él. —No seas niño. No te va a doler tanto. Mientras le sujetaba la mano sobre el fregadero, uno de los pechos de Liz rozó el brazo de Joe y ella sintió que él contenía el aire. Pero le estaba desinfectando la herida al mismo tiempo, así que no sabía si había sido el escozor lo que había provocado su reacción. —Tenemos que esperar un rato —dijo ella. Le gustaba sujetarle la mano. Le gustaba estar cerca de él, y disfrutar de la fragancia de su loción para después del afeitado. Liz se preguntó cuánto tiempo podría mantenerlo en esa posición sin que él sospechase. —¿Después de recoger la cocina, quieres ver una película de vídeo? Las palabras salieron de la boca de Liz sin pensarlas. Parte de ella deseaba no haberlas pronunciado. Parte de ella tenía miedo de que rechazase su ofrecimiento. —Desde luego —dijo él. —He sacado una película de acción y suspense del vídeo club. Él levantó su mano herida. —¿No has visto bastante sangre hoy? —También tengo un antiguo musical que te aseguro que limpiara la habitación de testosterona en cinco segundos. —Veamos mejor el primer vídeo. No me gustaría privarte de tu dosis de plasma —dijo él, mientras ella le echaba un poco más de desinfectante en el pulgar—. Hay algo que me gustaría preguntarte. Liz se puso tensa. Su reacción instintiva fue pensar que había algo malo en lo que él iba a preguntarle. Pero intentó controlar ese sentimiento. Odiaba que su padre y su infidelidad crónica la hubieran hecho tan desconfiada. —De acuerdo, pregunta —dijo con una radiante sonrisa. —Como sabes, mi hermano Nick se casa dentro de cuatro semanas.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Ella asintió con la cabeza. —En junio. ¿Y qué? —¿Te gustaría acompañarme? Ella dejó de limpiarle la herida. —¿Yo? —Sí. Somos amigos, y me harías un gran favor. —¿Cómo es eso? —preguntó ella. —En primer lugar, a callar a los meticones de los Marchetti. Mi madre nunca pierde la oportunidad de hacer de cupido y no deja de preguntarme si voy a llevar a alguien. Y en segundo lugar, necesito que me protejas. —¿Cómo dices? —preguntó ella. —En todas las bodas en las que he estado hay alguna mujer sin compromiso, esperando irse a casa con un tipo sin compromiso —respondió él—. Si vienes conmigo, no tendré que preocuparme de las mujeres depredadoras y podré disfrutar de la boda de mi hermano. —¿Tú protectora? —preguntó ella. —Podría decirse. ¿Entonces qué? ¿Vendrás conmigo? —Sí. Por dos razones. En primer lugar, me gusta tu familia y me encantará volver a verlos. En segundo lugar, así podré devolverte el favor de montarme la mesa, protegiendo tu virtud. —Estupendo —dijo él. Después de ponerle pomada en la mano, Liz terminó con un buen vendaje. —Mantén este vendaje limpio y no lo mojes —le dijo a Joe con una seria mirada de enfermera. Él le hizo un saludo con la mano. —A sus órdenes. En ese caso, ¿te importa que haga una llamada? —Claro que no. El teléfono está en el estudio. Él asintió con la cabeza. —Mientras esté allí, haré una anotación de la fecha de la boda en tu calendario. Cuando se fue, Liz no quiso ceder a las sospechas de que estuviese llamando a otra mujer. Tenía derecho a llamar a quien quisiera. Tal vez a uno de sus hermanos. Pero no era asunto de ella. Unos minutos después él volvió. —¿He estado fuera el tiempo suficiente para librarme del trabajo? —bromeó. —Has calculado el tiempo perfectamente —respondió ella, doblando el trapo y dejándolo sobre el mostrador—. Ahora vamos a relajarnos.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Lo condujo hasta el cuarto de estar y puso la cinta de vídeo. Con el mando a distancia en la mano se sentó en el sofá, demasiado tarde para darse cuenta del error de no haber escogido su territorio antes. Él se había sentado justo a su lado, tan cerca que sus brazos y sus muslos se rozaban. ¿Sentiría él las chispas y el calor que sentía ella? Pero decidió no decir nada. No quería que Joe pensase que tenía otros sentimientos hacia él que los de una amistad. Él dejó escapar un suspiro. —Cuando quieras puedes poner la cinta —dijo. Ella apretó un botón y vio cómo aparecía la película en la pantalla del televisor. Joe la rodeó con el brazo. ¿Era eso lo que hacían los amigos? Ella había salido con otros hombres, incluso había llegado a intimar con uno. Pero ningún hombre había sido nunca su amigo. No tenía experiencia en ello. De nuevo decidió que protestar provocaría más escrutinio a sus sentimientos de los que ella quería. Liz se concentró en las imágenes de la pantalla para mantener su mente alejada del hombre que tenía al lado. Pero la agradable fragancia de su piel y el calor de su cuerpo agitaron su respiración. Se le produjo un revoloteo en el estómago y se le aceleró el pulso. Lo miró disimuladamente. Lo que vio le permitió inspeccionarlo tanto como quiso. Tenía los ojos cerrados. Su respiración era profunda y regular. Su cuerpo estaba distendido y relajado. ¡Estaba dormido! —No pretendía que se relajase tanto —dijo ella irónicamente. Esperó a que abriese los ojos, pero él no se movió. Cuando Liz intentó levantarse, él la apretó con el brazo por la cintura. No podía romper su abrazo sin despertarlo. A pesar de su desilusión, había trabajado duro y no tuvo el valor de molestarlo. —Supongo que realmente no somos más que amigos —dijo Liz con un profundo suspiro. Ese pensamiento debería haberla complacido. Sin embargo la tristeza invadió su alma. Y por su vida que no sabía por qué.

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Capítulo 7 Joe sintió un movimiento a su lado y estrechó su abrazo sobre el cálido y curvilíneo cuerpo allí acurrucado. Con una sonrisa, pensó que era Liz. La sensación de tenerla junto a él era increíblemente agradable y profundamente relajante. Deseaba quedarse así para siempre. Sintió que volvía a quedarse dormido. Pero un pequeño ruido llamó su atención y la relajación se desvaneció. ¿Era un sollozo? Abrió un ojo. Su sueño había sido tan profundo que no le fue fácil. Hacía mucho que no descansaba tan completamente. Él estaba de lado, con la espalda de Liz presionada contra la parte delantera de su cuerpo, y le rodeaba a ella la cintura. Estaban poniendo los rótulos finales de una película en la televisión. Se dio cuenta de que se había quedado dormido en el sofá. ¡Qué estúpido! Pero eso no era lo peor. Ella estaba llorando. Joe se incorporó rápidamente, intentando no culparse por sentirse más repuesto y descansado de lo que se había sentido en mucho tiempo. —Eh —dijo él, acariciándole la cara con la mano—. Detesto los finales tristes — añadió, esperando que fuese eso lo que la hacía sollozar. —Eh tú, dormilón. Buen intento, pero no creas que no sé que te has pasado durmiendo toda la película. —Sí. Supongo que montar la mesa me ha cansado más de lo que mi orgullo admitiría. Ella se sentó en la esquina del sofá y se agarró las rodillas contra el pecho. —No te preocupes. A Joe no le pasó por alto la expresión herida de los ojos de Liz. Después de lo que le había contado sobre las juergas de su padre, seguramente ella pensaba que estaba cansado porque había salido con alguien la noche anterior. Aunque ella mantenía un tono bromista y una apariencia alegre, vio que estaba molesta. —¿Liz? —¿Hmm? —Solo quiero que sepas que no estoy saliendo con nadie más. Ella había empezado a pasarse una mano por su pelo de duendecillo y se detuvo, quedándose completamente inmóvil. —¿Saliendo? ¿Nadie más? Joe levantó su mano derecha. —Palabra de honor. Es cierto lo que te dije de que había dejado de buscar una relación. Hoy estaba cansado, pero no porque anoche saliese con otra mujer. —Te creo. Y no cuestiono lo que dices. Eres tú quien elige las palabras.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —¿Qué palabras? —preguntó él. —Una en realidad. Una muy importante. Saliendo. Él sacudió la cabeza. No tenía ni idea de adónde quería llegar Liz. —Vas a tener que ser un poco más explícita. He dormido tan profundamente que estoy un poco atontado. ¿Qué hay en la palabra saliendo que no entiendas? —Supongo que sí había supuesto que estabas saliendo con alguien. Lo que no sabía es que era conmigo. Él asintió con la cabeza. —Eso ha sido culpa mía. Supongo que olvidé algo. Joe intentó abrazarla. Cuando ella se resistió, le rodeó las piernas con un brazo y la espalda con el otro y la alzó delicadamente sobre su regazo. Poniéndole una mano en la suave mejilla, Joe descendió su boca hacia la de ella. El simple contacto, que solo pretendía tranquilizarla, desató algo en él, algo salvaje que había estado intentando ignorar y suprimir. El débil suspiro de placer de Liz alimentó la sensación en él, agitando su respiración. Joe acarició el contorno de sus labios con la lengua, persuadiéndola, animándola a que los abriese para él. No lo desilusionó. Los labios de Liz se abrieron y sintió su dulce aliento en el rostro, agitado. Lenta y cautelosamente, dándole a Liz la oportunidad de cambiar de idea, aunque rogando para que no lo hiciera, se introdujo en el melifluo hueco de su boca. Pecho contra pecho, Joe sintió el rápido palpitar del corazón de Liz, sus tiernos pechos apretados contra él. Sintió que se moría y se iba al cielo. Y quería llevarla con él. Deslizó los dedos por su sedoso cabello y le sujetó la cabeza por detrás, haciendo más firme el contacto de sus bocas. La palma de la mano de Liz se curvó en su nuca, y luego sus dedos se deslizaron por su pelo, acelerándole a Joe el corazón. Inquietamente, ella movió la mano, recorriendo su oreja con el dedo. La sensación envió a Joe una descarga de electricidad que recorrió todo su cuerpo. La sangre se aceleró en sus venas, dolorosa e insistentemente. La deseaba. Pero por mucho que la desease, tenía que ir despacio con ella. Le había costado mucho conseguir que ella confiase en él. Tenía que esperar hasta que estuviese preparada. Le puso una mano en su esbelta espalda, y le dio pequeños besos en la mejilla, en la barbilla, y encontró un dulce huequecillo justo debajo de su oreja. Joe presionó allí su boca y sonrió cuando ella ahogó un grito de placer. Estaba deseando descubrir el espíritu libre que su pequeña enfermera tanto protegía. Volvía a dirigirse a su boca cuando sintió que ella le empujaba los hombros. —¿Qué ocurre? —preguntó él. —Para. Por favor. —¿Qué ocurre? —volvió a preguntar él—. ¿He hecho algo que te molestase?

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https://www.facebook.com/novelasgratis —No. Todo lo que has hecho ha estado demasiado bien —susurró ella, poniéndole un dedo en la boca, con una expresión asustada en los ojos que inquietó a Joe—. Por eso tenemos que fingir que esto nunca ha ocurrido. —En primer lugar, creo que eso me supondría más imaginación y concentración de la que poseo —dijo él, respirando hondo al notar su voz alterada.— En segundo lugar, ¿por qué? Besarla había sido la experiencia más satisfactoria que había tenido en mucho tiempo. De ninguna manera quería apartarlo de su mente y fingir que nunca había sucedido. Quería recordar cada detalle. Quería seguir besándola para tener más detalles que recordar. Como si pudiera leer sus pensamientos, Liz dijo: —No puede volver a suceder. —¿Por qué no? —preguntó él, intentando dominar su irritación. —Porque nosotros no somos una pareja. —¿Qué diferencia marca una etiqueta? —preguntó él—. Somos amigos, ¿no? —Sí. Pero los amigos no se besan. —¿Y eso es una norma fija? Ella asintió con la cabeza. —Incuestionable e inquebrantable. —¿Y eso dónde lo pone? —preguntó él con sarcasmo. Ignorándolo, Liz continuó. —Para mantener una buena amistad, salir en plan de pareja está estrictamente prohibido. —Define salir en plan de pareja —dijo él. Ella se retiró de su regazo y volvió a la esquina del sofá. —Salir como pareja es cuando pasas tiempo con alguien para ver si sois compatibles. Si os gustáis el uno al otro. Y si quieres pasar el resto de tu vida con esa persona. —Estás haciendo esto terriblemente complicado —dijo él. —Tú lo has empezado. —¿Con un beso? Ella hizo una mueca ante la palabra, pero asintió con la cabeza. —De acuerdo —dijo él—. Dime cuál es la norma otra vez. —Nada de besos. —Y si no nos besamos, ¿podemos salir como pareja?

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Eres imposible —Liz intentó ponerse seria, pero su boca se levantó en las comisuras—. Cuando dos personas salen como pareja es porque piensan que pueden tener una relación seria. Y ya que ninguno de nosotros quiere eso, salir juntos es completamente incuestionable. Joe se preguntó si ella temía lo que sentía porque era más de lo que quería sentir. Tenía la sensación de que si seguían discutiendo sobre el tema llegarían ahí. Pero no estaba preparado para eso. Retirarse era una muestra de valor. —De acuerdo. Oficialmente no estamos saliendo. —Bien. —Aclaremos las cosas entonces. ¿Todavía vas a acompañarme a la boda? —Sí. Pero no como pareja. Es un favor a cambio de haberme montado la mesa. —Como quieras llamarlo —Joe se levantó—. Le diré a mi madre que cuente con una persona más. —De acuerdo. —Creo que es hora de que me vaya a casa. —Sí, se está haciendo tarde —convino ella. Más tarde de lo que ella podía imaginar. Demasiado tarde para que él recuperase ese beso. Joe se dirigió a la puerta, y ella lo siguió. —Buenas noches, Joe. Y gracias otra vez por la mesa. —Buenas noches, Liz —dijo él sin mirarla. Abrió la puerta y salió. Cuando Joe oyó el cerrojo, se preguntó cuánto tardaría Liz en abrir el cerrojo de sus defensas. No estaba seguro de nada, excepto de que se alegraba de que ella no hubiese cambiado de idea respecto a acompañarlo a la boda. Fuese cual fuese la etiqueta con la que ella se sentía a gusto para definir sus extrañas vibraciones, a Joe le daba igual. Solo sabía que quería seguir viendo a Liz. Cuando llegó al hospital el lunes, Liz todavía estaba intentando quitarse a Joe Marchetti de la cabeza. Pero cuando fichó, el libro de firmas de voluntarios le recordó a él. Más concretamente, le recordó su beso demoledor. Allí en el trabajo, igual que en su casa, había recuerdos de él. Cada vez que miraba su sofá, ardía por todas partes recordando la forma en que sus labios la habían hecho estremecerse. El contacto, el sabor... la tentación había sido demasiado fuerte. Le había puesto fin al darse cuenta de que deseaba más. Eso la asustaba. Pasar el punto de no retorno con Joe sería un desastre. Liz sacudió la cabeza y entró en la sección de maternidad a través de las puertas dobles. Automáticamente miró el tablón de ingresos para ver cómo estaba la planta. Leyó el primer nombre... Rosemarie Schafer. ¿La hermana de Joe? Todavía le faltaban dos semanas para salir de cuentas.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Liz corrió hacia la sala de partos. Rosie estaba con el camisón del hospital, conectada a un monitor fetal y Joe estaba sentado en una silla junto a ella. Liz iba a preguntar qué pasaba cuando Rosie gimió. —Aquí viene otra —agarró la mano de su hermano y se puso de cara a la pared—. Presióname la espalda. Él se levantó e hizo lo que ella le pedía. —¿Así? —Más fuerte —gimió ella. —Cielo, si aprieto más fuerte, te voy a estampar contra la pared. Su tono era una mezcla de preocupación e irritación, que Liz sabía que dirigía contra sí mismo porque no podía aliviar el malestar de su hermana. No queriendo molestarlos, Liz salió de la habitación. Sabía que Rosie estaba atendida por Sam y por tanto en buenas manos. Un millón de preguntas pasaron por su mente, empezando por dónde estaba Steve. ¿Por qué no estaba con su esposa cuando ella estaba de parto? ¿Qué hacía Joe allí? Pero ese no era el momento. Varias horas después, Liz se dejó caer por la habitación de Rosie y la encontró dando el pecho a su hijo recién nacido. La madre levantó la vista y sonrió, cansada pero radiante. —Hola. Me preguntaba si estarías trabajando. —Hola —Liz sonrió—. Te vi al empezar mi turno. Me asomé, pero estabas un poco ocupada. Joe estaba aquí y estabas en buenas manos con Sam, así que decidí no interrumpiros. —Sam ha sido maravillosa. Pero me habría sentido más cómoda contigo — Rosie se rió—. Aunque después de un rato no creo que me importase. No te ofendas. —En absoluto —Liz se acercó a la cama para ver mejor al bebé—. Va a ser un rompecorazones. Se parece mucho a su padre. Rosie miró a su hijo con orgullo. —Creo que sí se parece a su padre. Pero rompecorazones es la última palabra que utilizaría para describir a Steve. —Hablando de él, ¿dónde está? —Estaba en un viaje de trabajo. No quería dejarme sola, pero todavía me faltaban unas semanas y yo insistí en que se fuese. De camino al paritorio, me tiraba de los pelos. —Has tenido suerte de que Joe estuviese aquí. —No ha sido suerte. Joe sabía lo del viaje. Cuando Steve se fue, se trasladó a mi casa. Cuando no ha estado vigilándome personalmente, no ha dejado de llamarme por teléfono.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Liz recordó la noche anterior cuando él le había pedido utilizar su teléfono, y una oleada de afecto invadió su corazón. —Pensaba que esta habitación estaría llena de Marchettis —dijo Liz, mirando las flores que estaban en un rincón de la habitación. Rosie se rió. —Los he mandado a casa. A Steve también. Está agotado. Se ha pasado toda la noche intentando llegar a tiempo para el nacimiento. —¿Y lo consiguió? —preguntó Liz. Rosie asintió con la cabeza. —En el último momento. Este pequeño nos ha sorprendido a todos, incluidos su padre y yo. —¿Y cómo te encuentras? —preguntó Liz. —Maravillosamente. ¿Y por qué no? Liz pensó que lo tenía todo. Otro precioso hijo, un apuesto marido que la adoraba, una familia encantadora. Liz estaba empezando a odiar los adjetivos. Todos los buenos podían aplicarse a Rosie, y Liz y la envidiaba. Ojalá pudiera encontrar un hombre como ese. Una imagen de Joe, besándola, invadió su mente. Su beso la había asustado. Había parecido sincero, que realmente sentía algo por ella. ¿Pero podía confiar en que fuese una honesta expresión de sus sentimientos? Liz se sentó en el borde de la cama. Otra punzada de envidia se apoderó de ella cuando vio el puñito del bebé apoyado en el pecho de su madre. Todos los días cuidaba a los hijos de otras mujeres. Y le encantaba su trabajo. Pero no podía dejar de preguntarse si ella tendría alguna vez su propio hijo. No, a no ser que se enamorase, y eso parecía muy improbable. —¿Ya habéis decidido el nombre? —preguntó Liz. Rosie asintió con la cabeza. —Joseph Steven Schafer. Como su tío Joe. Liz sonrió. —Suena muy bien. Y ha llegado en muy buen momento. Habrás recuperado tu figura para la boda de tu hermano. Rosie asintió con la cabeza. —Eso había pensado yo también. Ahora podré ver a mi hermano mayor casarse. Ha esperado mucho tiempo para encontrar a la mujer adecuada. Por cierto, me alegro de saber que vas a ser la pareja de Joe en la boda. Liz asintió con la cabeza. —Voy a ir. Pero no como su pareja.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —¿En serio? —Rosie la miró, levantando una ceja. —Solo somos amigos. Los dos queremos evitar complicaciones. —¿En serio? —volvió a decir Rosie, con más incredulidad que la primera vez. Liz se sintió obligada a defender su caso. —Sí —dijo—. De hecho Joe se quedó profundamente dormido en mi casa. Creo que eso demuestra que no hay nada serio entre nosotros. Rosie se incorporó un poco en la cama. —¿Se quedó dormido? —En el sofá —añadió Liz, como si esa información aclarase todo. —No puedo creerlo —dijo Rosie, sacudiendo la cabeza. —Es cierto. Pero no me importó —mintió Liz—. Solo había ido a mi casa para ayudarme a montar una mesa. —¿Sabías que Joe lleva años padeciendo insomnio? —Rosie miró a Liz. —No. —Es cierto. Ha intentado todo para superarlo. Pero nada le ha funcionado. ¿No te ha hablado de ello? Liz negó con la cabeza. Aquello explicaba por qué se lo había encontrado en el nido a media noche una o dos veces. —No me ha dicho ni una palabra —dijo Liz—. Supongo que lo bueno es que somos amigos, y que yo no soy muy excitante. —Todo lo contrario, creo que se sentía tan a gusto y relajado contigo que fue capaz de dormirse fácilmente. Es una señal, Liz. —¿Una señal de qué? ¿De que entre el insomnio y el cuidado de los bebés finalmente se ha sumergido en un profundo estado de agotamiento y que no había ningún estímulo lo suficientemente poderoso que le impidiese dormir? —No. Es una señal de que vosotros... —Rosie levantó una de sus oscuras cejas insinuantemente—. Ya sabes. —Creo que no —replicó Liz. —¿Y qué me dices del hecho de que se ofreciese voluntario para montar la mesa? —¿No le gusta hacer esas cosas? —preguntó Liz, esperanzada. Rosie sacudió la cabeza. —Desde que era niño se le han dado muy mal ese tipo de cosas. Liz se encogió de hombros.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Entonces supongo que es una de esas personas a las que les gusta ayudar a la gente. Y el insomnio explica por qué aparece en el hospital a medianoche. —¿Qué? —Rosie parecía confusa. —El programa de voluntarios maternales. Rosie se rió. —Joe es muy maternal, pero no sabía que estuviese en un programa organizado para ello. Por primera vez, Liz tuvo un mal presentimiento. —¿Nunca te ha hablado de su trabajo de voluntario? —No. Y ninguno de mi familia ha dicho nada tampoco. Si lo supiesen, no es la clase de información que ignorarían. A Liz se le agolparon las ideas en la cabeza. ¿Por qué no le había dicho nada a su familia? ¿No planeaba utilizar su experiencia en el programa para beneficio del negocio familiar? —Liz, creo que su trabajo de voluntario tiene algo que ver contigo —los ojos de Rosie brillaron con complicidad mientras asentía con la cabeza. —¿Conmigo? —Sí —admitió Rosie—. Llamaste su atención la otra vez que tuve un bebé — miró a su hijo que dormía plácidamente en sus brazos—. Y ahora que estoy aquí otra vez, descubro que mi hermano mayor tiene una relación secreta contigo. —¿Relación secreta? —Liz sacudió la cabeza—. Yo no diría que entre nosotros haya una relación. —Hazme un favor. Decide rápido como llamar a lo que hay entre Joe y tú. No me hagas tener otro hijo para definirlo. A pesar de sus recelos, Liz no pudo evitar reírse. —Rosie, créeme. No hay nada que definir. Joe y yo nunca seremos nada más que amigos. —¿Te has dado cuenta de que cuando alguien protesta demasiado, siempre dice «créeme»?. Nadie conoce mejor que yo los defectos de Joe, pero a pesar de ellos, es un buen tipo. Liz estaba luchando contra eso. No había razón para que Rosie hubiese mentido sobre su insomnio y su ignorancia respecto a su compromiso de voluntario. Eso significaba una cosa. Joe Marchetti era tan maravilloso como parecía. Vaya. Aquello le iba a hacer muy difícil mantener las distancias. A menos que encontrase un serio defecto al que agarrarse, Liz tenía que afrontar el hecho que estaba metida en un lío. Siempre había creído que la confianza era la piedra angular de una relación. Había descubierto que podía confiar en Joe y que lo que ella sentía era mucho más que una simple atracción. Escaneado por Mariquiña/Naikari y corregido por Sira

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Capítulo 8 Había una vez una joven que se llamaba Cenicienta... Joe reconoció esa familiar voz femenina y se asomó por la puerta que comunicaba el nido con la sala donde empleados y voluntarios se lavaban y se vestían, preparándose para el contacto con los bebés. Acababa de dejar a su hermana, que se iría a casa al día siguiente por la mañana. Esa noche su marido y ella estaban tomando una tranquila cena en la habitación del hospital. Liz estaba sentada en la mecedora con un bebé en los brazos. Una niña. La toquilla rosa y el gorrito a juego eran una pista. No tenía la cara de enfermera seria y eficiente de siempre. Tenía una expresión que él nunca había visto antes. Un brillo de cariño, preocupación, compasión... Joe no sabía muy bien cómo describirlo. Siempre le había parecido muy guapa, pero en ese momento estaba preciosa. Probablemente porque había bajado la guardia. Joe sabía que eso no era nada personal. Como todos los niños, ella era producto de su ambiente. Su padre le había enseñado que no se podía confiar en los hombres. Pero la expresión vulnerable de su rostro le hacía desear tomarla en sus brazos y no permitir que nadie volviese a hacerle daño. Nunca había experimentado un sentimiento tan fuerte hacia una mujer. En ese momento se impuso una nueva misión. Demostrar a Liz que no todos los hombres eran unos indeseables. Algunos eran personas normales y corrientes que luchaban diariamente por hacer lo correcto. Y él era uno de ellos. Observó a Liz, de perfil, mirando amorosamente a la niña que tenía en brazos. —Cenicienta tuvo un día muy duro, pero la mayoría de los días eran duros con una malvada madrastra y dos exigentes hermanastras quejándose continuamente. Pero las cosas mejoraron para ella. La vida no es un cuento de hadas, pero creo que te gustará. Mañana será mejor. Joe se quedó muy quieto con su bata en la mano, temiendo que cualquier movimiento la alertase de su presencia y destruyese el hechizo que ella había creado. Se quedó en la puerta, escuchando mientras Liz terminaba el cuento quedamente. —¿Qué te parece, chiquitina? —preguntó Liz, sonriendo a la niña. Unos ruiditos fueron la única respuesta del bebé que tenía en brazos. Pero Liz no se desanimó. —Ahí es donde te equivocas, cielito. Las cosas le fueron muy bien a Cenicienta. Recuperó su zapato, y se convirtió en princesa. Consiguió su sueño, y a su príncipe azul. No ha sido así para mí. Pero tú —sonrió con cariño a la niña—. Tu vida es una hoja en blanco. Puedes ser lo que quieras, hacer lo que quieras. Ve a por ello con entusiasmo. Joe se preguntó por qué ella estaba tan segura de que sus sueños no iban a hacerse realidad. ¿Qué se interponía en su camino? En su trabajo, Joe había aprendido a evaluar a la gente rápidamente, y le parecía que Liz sería una madre de

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https://www.facebook.com/novelasgratis primera, y una esposa maravillosa para un tipo lo suficientemente inteligente como para apreciarla y valorarla. Sería una compañera en todos los sentidos. Pero ella no lo creía. Si Joe no hubiese visto malograrse tantas relaciones, intentaría que cambiase de opinión. No, no pensaba renunciar a su condición de soltero. Lo que le preocupaba, sin embargo, era que Liz era la primera mujer que le había hecho pensar «y si». Ninguna mujer le había llamado nunca tanto la atención. Ella levantó la vista y lo vio en la puerta. Una tímida expresión cruzó su rostro. —No sabía que estabas ahí. —No quería interrumpir tu cuento. ¿Desde cuándo participas también en el programa? —Siempre que tengo tiempo. Me gusta venir aquí. Es el único lugar que conozco donde puedes conseguir un momento de absoluta perfección solo teniendo en tus brazos un cálido cuerpecito. —Sé exactamente a qué te refieres —dijo él quedamente. Los grandes ojos castaños de Liz se hicieron un poco más grandes y se volvieron de un tono verdoso ante sus palabras. Sus miradas se encontraron durante un intenso momento. La expresión de Liz le dijo a Joe que creía que él entendía esas palabras expresadas directamente desde su corazón. Fue un momento profundo en que los dos sintonizaron completamente. Era una pequeña ventana de oportunidad que él sabía que si la abría, podría haber algo especial entre ellos. Las mejillas de Liz se sonrojaron y apartó la mirada, rompiendo el hechizo. Y la ventana se cerró de golpe. Joe no sabía si sentir alivio o pesar. Pero supuso que estaba bien. Si ella no hubiese retrocedido, lo habría hecho él. —¿Qué pasa con el cuento? —preguntó él. —No sé. Supongo que es tonto —dijo ella, suspirando—. Tal vez solo es una evasión de la realidad. Esta pequeña ha tenido un día muy duro. Estaba calentita y feliz dentro de su madre, y en un momento una enorme mano la ha sacado de allí y ha empezado a succionarla. Es una brusca entrada en el mundo. —Parece cruel —convino él. —No deja de mirarme con esos enormes y confiados ojos como preguntándome «¿que piensas hacerme ahora?» —Cuidado, enfermera Anderson, está mostrando su lado sensiblero. —No es cierto. Soy dura como una piedra. No tengo ningún lado débil, ningún talón de Aquiles. Si alguien dice lo contrario, miente —bromeó ella—. Y hablando de blandengues, no recuerdo haber visto tu nombre en el turno de voluntarios. ¿Qué haces aquí? Esa era una cosa que le gustaba de ella. Era lista y atrevida. Mantenía a un hombre alerta. Interesante, divertida, cariñosa, encantadora. Suficiente para toda una vida.

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https://www.facebook.com/novelasgratis «No vayas ahí, Marchetti», se advirtió a sí mismo. —Estaba aquí de todas formas por Rosie y el bebé. Pero las horas de visita han terminado, y quiero que sepas que he abandonado la habitación de mi hermana a la hora establecida. Ella se rió. —¿Quién iba a decirme que se te podía educar? —Es mi mejor cualidad. —¿No tienes ningún defecto? —preguntó ella. Joe vio que Liz se había puesto muy seria. —Tú deberías saber la respuesta mejor que nadie —dijo él—. Desde que nos conocimos, has estado reprendiéndome por todo. —Sí, y equivocándome constantemente. ¿Por qué no me dijiste que padeces insomnio? —¿Dónde has oído ese malvado rumor? —Me lo ha dicho tu hermana. Dice que has tenido problemas para dormir toda tu vida. ¿Por qué no me lo mencionaste? —En primer lugar, Rosie siempre ha sido muy dramática. No es para tanto. En segundo lugar, no es algo de lo que un hombre hable cuando está intentando impresionar a una chica. Rosie se sonrojó, pero continuó mirándolo, mientras mecía al bebé. —El insomnio explica muchas cosas. Como que aparezcas por aquí a medianoche. Y que te quedases dormido en mi sofá. Realmente el insomnio no explicaba la última parte en absoluto. Él no podía quedarse dormido en su apacible apartamento. ¿Por qué entonces en el sofá de Liz? ¿O había sido por ella? —Quedarme dormido en tu sofá es uno de esos fenómenos inexplicables, como la forma en que un bebé no mayor que mi antebrazo atrae la atención de veinte adultos en una habitación. —Si tú lo dices. —Lo digo —admitió él. —Bueno, háblame más de tus defectos —justo entonces sonó su busca, y Liz se levantó y dejó a la niña dormida en su cuna—. Me están llamando. —¿Cuándo acabas de trabajar? —preguntó él. Ella miró su reloj. —Como dentro de una hora. Joe asintió con la cabeza.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —¿Por qué no me dejas llevarte a cenar? Conozco el mejor restaurante italiano de la ciudad. —No estoy segura de que sea... Él levantó un dedo. —¿Quieres una lista detallada de mis defectos? Liz sonrió. —Realmente sabes como camelar a una chica. —Es mi estilo. —Te esperaré junto al reloj de fichar —dijo ella. —Tal vez necesites llevarte una grabadora. Tengo una carpeta llena de defectos. Grandes, pequeños, medianos. Un verdadero popurrí. Liz sacudió la cabeza, pero se estaba riendo. —Lo recordaré. —¿Estás segura de que no te importa ir a mi casa? —volvió a preguntar Joe—. He pensado que tal vez te apetecería poner los pies en alto. En los restaurantes no les gusta que hagas ese tipo de cosas. —No me importa. Estoy deseando ver la central playboy con mis propios ojos —dijo ella, mirándolo tras el volante de su deportivo. Él le lanzó una rápida mirada y al ver la expresión burlona en los ojos de Liz, sonrió. —Es un apartamento normal y corriente. Esperó que no te sientas decepcionada. Ella aspiró el maravilloso olor de la misteriosa bolsa que él había recogido en el Restaurante Marchetti. —Si la comida sabe también como huele, no creo que nada de lo que hagas pueda decepcionarme. —¿Quién iba a decirme que la forma de conquistarte era la mejor pasta del valle, una buena salsa y pan de ajo? —Que sea nuestro pequeño secreto. Joe torció a la izquierda y ascendió por las colinas del valle de San Fernando. Finalmente entró en un complejo de apartamentos y aparcó. —Ya hemos llegado —dijo él, apagando el motor. —Vamos. Estoy hambrienta. Joe se bajó, rodeó el coche para abrirle la puerta a Liz, y le tendió la mano para ayudarla a bajar. Ella puso los dedos en su cálida palma y contuvo el aliento cuando

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https://www.facebook.com/novelasgratis sintió un estremecimiento ante el contacto. Esperaba que su fuerza de voluntad estuviese en buena forma. De otra manera era un gran error estar allí con él. Lo siguió hasta su apartamento y esperó mientras él abría la puerta. Cuando encendió el interruptor de la entrada, el salón resplandeció de luz. Una moqueta gris se extendía delante de ella hasta la zona del comedor con su mesa de cristal y ventanales del suelo al techo desde donde había una fabulosa vista de las luces del valle. Muebles cromados y de piel decoraban la habitación. Pensó que a él la decoración de su casa debía de haberle parecido cursi. Liz miró su interrogativa expresión. —De momento no tengo otro comentario que tu gusto en mobiliario se inclina hacia el tipo masculino impersonal. —Estupendo. Creo —añadió con una expresión desconcertada, y la tomó de la mano mientras en la otra llevaba la bolsa de comida—. Ven conmigo. La llevó a la cocina, combinación de sala de estar. Ya había encontrado algún defecto en él. El fregadero estaba hasta arriba de platos con restos de comida. Había periódicos en el mostrador, el sofá, y la mesa, y camisetas, pantalones vaqueros y camisas esparcidas por todas partes. —Esto es una mina de oro —dijo ella, asintiendo con aprobación—. ¿Quién iba a decirme que eras un dejado? El dejó la bolsa de comida sobre el mostrador de azulejos beis y sacó los platos de un armario de roble. —No puedo evitar sentir que es un cumplido con segundas. —¿Cómo es eso? —No es tanto que sea un dejado, sino que puedo ocultarlo tan bien que nadie se daría cuenta. Liz se rió mientras abría la bolsa, sacaba la ensalada y la ponía sobre la mesa. Abrió un cajón que tenía cerca, y encontró una cuchara y un tenedor de servir. —Eso se llama compensar tus defectos. Joe sirvió dos vasos de vino y los puso sobre la mesa. Luego sacó dos platos llenos de pasta. —La cena está servida. Liz se sentó mientras él abría la nevera y sacaba un recipiente. —¿Qué haces? —Sacar un poco de queso rallado parmesano. Mientras se lo echaba sobre la comida, Liz aspiró el delicioso aroma. —Tus habilidades culinarias definitivamente no son una mancha en tu expediente. —Es un alivio —dijo él.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Finalmente se sentó a la derecha de Liz, levantando su vaso y dijo: —Propongo un brindis. Ella levantó también su vaso. —¿Cuál? Sin un momento de vacilación, Joe dijo: —Por mi nuevo sobrino. Paz y larga vida para Joseph Steven Schafer y familia. —Por ellos —dijo ella, brindando con él antes de dar un sorbo. Interesante que su primer pensamiento fuese brindar por la familia. Él había hablado mucho de renunciar a buscar lo que sus padres compartían, pero Liz sentía que él deseaba eso, y lo que tenía su hermana; y el amor que su hermano Nick había encontrado. Lo que no entendía era por qué estaba perdiendo el tiempo con ella. La vida le había enseñado que el mayor dolor sucedía a causa del amor. De ninguna manera ofrecería en bandeja su corazón a ningún hombre. Ni siquiera a uno como Joe Marchetti, que rallaba la perfección. —¿A qué esperas? —dijo él, observándola con detenimiento—. Al ataque. —Realmente tiene una pinta estupenda. Comieron en silencio durante unos minutos, hasta que Liz lo miró. —Hablando en serio, Joe, hemos estado bromeando sobre tus defectos. Pero todo el mundo los tiene. Si pudieras cambiar algo de ti, ¿qué sería? —Soy muy testarudo. —¿Y ves eso como un defecto? —Puede serlo. Un temperamento obstinado puede reducir tu habilidad para saber cuándo quedarte y luchar y cuándo arrojar la toalla —pinchó un poco de ensalada y la masticó pensativamente durante un momento—. ¿Y tú? ¿Cuáles son los rasgos de tu carácter más débil y más fuerte? —El escepticismo —dijo ella sin vacilar, y añadió—: Y el escepticismo. —¿Quieres explicar eso? —Me enorgullezco de ser cínica. Nadie va a aprovecharse de mí. Los acontecimientos de la vida hacen que seamos como somos. —Ojalá hubiera una manera de deshacer lo que hizo tu padre. Desafortunadamente te dejó con una visión irreal del mundo en general, y de los hombres en particular. —¿Qué quieres decir? —No todos los hombres son unos canallas infieles y calculadores que desconocen el significado de una promesa. Liz lo miró, sorprendida al ver su expresión. Parecía enfadado. Limpiándose los labios con una servilleta, dijo:

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https://www.facebook.com/novelasgratis —No fue solo mi padre. Hace tiempo estuve prometida. Pensaba que tenía todo resuelto. Era un tipo normal, dedicado a ventas de productos farmacéuticos. Lo conocí en el hospital. Yo creía que queríamos lo mismo y el hecho de que fuese tan normal jugaba a mi favor en cuanto a la fidelidad. Pero no fue así. —¿Qué sucedió? —preguntó Joe, bajando su tenedor y mirándola con una furiosa expresión. Liz sintió que se le aceleraba el corazón al darse cuenta de que su enfado era por ella. Vaya. No recordaba cuándo un hombre la había defendido. Pero podía ser una mina en el campo de la amistad. —Descubrí que estaba saliendo con otra persona —dijo ella. —Lo siento, Liz. Ella sacudió la cabeza. —Fue hace un par de años. Pero yo estaba endurecida para superarlo. —El problema con endurecerse es que uno no deja salir la parte más sensible. —¿Estás diciendo que fue culpa mía que él saliese con otra persona? ¿Que yo era demasiado dura? Joe se encogió de hombros. —Estoy diciendo que fue un canalla. Y que estás mejor sin él. —Muy diplomático, señor Director de Recursos Humanos. —Gracias. —Ahora ya conoces mi secreto más oscuro. Háblame más de ti. Él dejó su tenedor y le dirigió una intensa y seria mirada. —Me enfado cuando no puedo salirme con la mía, no me gustan las verduras. Me gusta comer el postre primero. —Vaya, un tipo verdaderamente malo —dijo ella, sacudiendo la cabeza. —Incorregible, solía decir mi madre. A Liz le encantaba bromear con él. Le divertía mucho. Y no solo eso. Repentinamente deseó tomar su atractivo rostro entre sus manos y besarlo hasta que apenas pudiese respirar. Deseaba sentir la cálida ternura de sus labios. Deseaba que la envolviese en sus brazos y acurrucarse allí sana y salva. Aquél era un enorme error. allí.

Liz se levantó bruscamente y llevó su plato al fregadero. Al momento Joe estaba —¿Liz? —le quitó el plato de las manos, y la hizo volverse hacia él. La expresión de preocupación en los oscuros ojos de Joe casi la hicieron llorar. —¿Qué ocurre? —preguntó él—. ¿Qué te pasa?

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Capítulo 9 ¿Cómo podía decirle que besar era su problema? Concretamente besarlo a él. Estaba pasando un infierno, resistiendo la necesidad de rodearle la cintura y el cuello con los brazos hasta que... «No vayas allí. Volver sería imposible». Y todo porque había entrado en la guarida del playboy y había descubierto que era entrañablemente humano. —Estoy cansada, eso es todo —mintió, encontrándose con la mirada preocupada de Joe—. Y también me siento culpable por haber pensado siempre lo peor de ti. —¿Culpable? —preguntó interrogativamente.

él,

levantando

una

de

sus

oscuras

cejas

Ella asintió con vehemencia. —Es una pesada carga para una chica. Y siento que debo disculparme una vez más. Necesito declarar que eres uno de los hombres más decentes que he conocido. Joe le tocó la frente como comprobando si tenía fiebre. —¿Quién eres tú y qué has hecho con la Liz Anderson escéptica, airada e incrédula? —Joe retrocedió un poco, fingiéndose impresionado—. No sé qué decir. —Pensaba que tú nunca te quedabas sin palabras —dijo ella con una sonrisa. —No esta vez. —Es cierto. Eres un hombre verdaderamente estupendo, te gustan los niños, acudes a la llamada del deber cuando tu hermana está de parto y su marido está fuera, y eres encantador con tu madre. —Tampoco soy ningún santo —dijo él rápidamente. —Dios nos libre —Liz se apoyó en el mostrador y se cruzó de brazos—. Pero tampoco eres el granuja de mal corazón que he estado intentando pintar. Eso es todo lo que quería decir —se detuvo—. Bueno, una cosa más. Me alegro de contarte entre mis amigos. Joe frunció el ceño. —¿Amigos? Ella asintió con la cabeza. —Créeme, es un honor. Creo que nunca he tenido un amigo. Demasiado complicado. Pero tú eres diferente, en el buen sentido. —Gracias —dijo él, y añadió por lo bajo—: Eso creo. —Y ahora, amigo mío, creo que es hora de que me vaya a casa. Antes de que ella olvidase los límites de la amistad. Antes de que se acercase a él y levantase su boca para ese beso que anhelaba... y temía. Antes de que no pudiese decir no a la voz que dentro de ella la urgía a comprobar si esa boca era tan tierna, Escaneado por Mariquiña/Naikari y corregido por Sira

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https://www.facebook.com/novelasgratis cálida y excitante como recordaba. Tenía que salir de allí antes de cometer otro error con él. —¿Me llevas a casa? —Claro. ¿Para qué están los amigos? —dijo Joe. No parecía muy contento y Liz no sabía muy bien por qué. Semanas más tarde, Joe seguía resentido con que ella le hubiese puesto la etiqueta de amigo con tan alegre tenacidad. No sabía muy bien cómo persuadirla para que saliese de su fortaleza. ¿Pero que había mejor que una boda en un jardín idílico para hacer florecer el amor en una chica? Era la boda de su hermano Nick. La familia y los amigos se habían reunido en el jardín de sus padres. Nick esperaba inquieto junto a la pérgola cubierta de rosas y Joe estaba a su lado. A continuación llegó Steve. Joe se sintió en inferioridad entre los dos casados de la familia. Detrás de él estaban Luke y Alex, engalanados con los tradicionales esmóquines negros. Joe miró a su hermano mayor. —Todavía estás a tiempo de echarte atrás. Nick sacudió la cabeza. —Ni hablar. He esperado demasiado tiempo para ver a Abby con su vestido blanco. Nada va a impedirme convertirla en la señora de Nick Marchetti. Antes de que Joe pudiera evitarlo, la envidia le retorció las tripas. Buscó a Liz entre la multitud. Su velada había terminado tan bruscamente la última vez en su casa, que casi esperaba que se echara atrás. Pero se alegró de que no fuese así. Estaba deseando verla, pasar tiempo con ella. Antes de que pudiera pensar más en ello, el cuarteto de música de cámara empezó a tocar la tradicional marcha nupcial. Las damas de honor de Abby, incluida su hermana Sara y la abogada de la familia Marchetti, Madison Wainwright, ocuparon sus lugares al otro lado de la pérgola. A continuación, del brazo del padre de Joe, la novia rubia de ojos azules avanzó por el pasillo entre las filas de invitados. Joe vio a Liz, sonriendo cariñosamente a Abby, que con un largo vestido blanco hasta los pies y una larga cola estaba impresionante. Joe pensó que Liz también estaba espectacular. Nunca la había visto arreglada y tenía que admitir que el vestido verde hasta la pantorrilla que llevaba con una chaqueta corta a juego resaltaba sus hermosos ojos castaños. Su pelo de duendecillo era una mata de rizos, recogido a un lado con un broche, en un estilo sexy y sofisticado. El reverendo sonrió a Tom Marchetti y a la mujer que se convertiría en su nuera en unos momentos. —¿Quién entrega a esta mujer para casarse con este hombre? —preguntó. Escaneado por Mariquiña/Naikari y corregido por Sira

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https://www.facebook.com/novelasgratis —En recuerdo de sus padres, mi esposa y yo —respondió Tom con la voz alta y clara, y se volvió hacia la novia, levantándole un poco el velo y besándola en la mejilla—. Has sido con una hija para Flor y para mí durante mucho tiempo, Abby. Estamos orgullosos de que nuestro hijo mayor te convierta en una Marchetti oficial y legalmente. Joe se retorció por dentro. Los términos oficial y legal le produjeron un sudor frío. Hasta que miró a Liz, y sintió algo muy parecido al deseo. Tom Marchetti tomó la mano de la novia y la puso en la palma de su hijo mayor. Nick miró a Abby como si no pudiera mirarla suficiente. Habían pasado mucho juntos y Joe esperaba sinceramente que desafiaran a las estadísticas y fuesen una pareja feliz. Cuando los novios ocuparon sus lugares delante del reverendo, el hombre abrió el libro que tenía en las manos. Leyó un inspirado pasaje sobre la santidad del amor, los votos y la fidelidad. Joe pensó que eso haría feliz a Liz, y deseó poder volverse para ver su sonrisa. Finalmente, el predicador realizó las preguntas pertinentes, y concluyó: —Por el poder que me otorga el estado de California, yo os declaro marido y mujer. Puedes besar a la novia. Nick le levantó el velo a Abby, descubriendo su encantador rostro. —Hola, señora Marchetti —susurró él. —Señor Marchetti —respondió ella. Entonces Nick presionó sus labios sobre los de su esposa, inclinándola hacia atrás sobre su brazo durante un largo beso, que no terminó hasta que la risa y los silbidos llamaron la atención de la pareja. Riéndose jadeantemente, los novios se volvieron hacia sus invitados. El reverendo los presentó. —Damas y caballeros, les presento al señor y la señora Marchetti. Los aplausos invadieron el aire mientras la pareja recién casada recorría el pasillo. Joe le dio el brazo a una de las damas de honor, la hermana pequeña de Abby, Sara, y siguieron a la pareja, saliendo entre las filas de invitados. Antes de que pudiese ir a buscar a Liz, el fotógrafo se los llevó a la casa para una sesión familiar de fotos. Cuando terminó, salió ansioso por encontrar a Liz. Sonaba la música y los invitados bailaban sobre una pista que había sido instalada en una esquina del jardín, junto al cenador. Se había puesto el sol y las luces estaban encendidas. Había un ambiente romántico, de cuento de hadas. Le resultó difícil encontrarla por su estatura, pero finalmente la distinguió con Alex y Luke. Rápidamente se fijó en que ella se estaba riendo y hablando con ellos, completamente relajada. Él apenas había tenido oportunidad de cruzar dos palabras con Liz, y allí estaba ella charlando animadamente con sus hermanos... sus hermanos solteros. ¿Habría ido a la boda por su familia? ¿Le atraían más sus hermanos que él? Escaneado por Mariquiña/Naikari y corregido por Sira

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Al demonio —murmuró, celoso de su propia familia. Flor Marchetti apareció a su lado. —¿Así que eres un soltero empedernido? —comentó su madre con un suspiro, sacudiendo la cabeza—. Creía que cuando trajiste a Liz a la fiesta de Stephanie, y ahora a la boda, era porque habías cambiado de opinión. —De ninguna manera —dijo él demasiado vehementemente—. Déjalo, mamá. Ahora que Nick ha mordido el anzuelo, me toca a mí imponer las normas a mis jóvenes e influenciables hermanitos. —Entiendo —dijo ella, en un tono de incredulidad—. Y por eso estás a punto de ir allí y pelearte con tus hermanos por tu pareja. Joe la miró. —Ahora ya sé de dónde ha sacado Rosie su carácter melodramático. Su madre iba a protestar, pero dijo: —¿Por qué no sacas a Liz a bailar? —Buena idea, mamá —respondió él. —Ese es el espíritu, cariño —su madre le dio unas palmaditas en la mejilla. Joe se acercó al trío. —Hola —dijo, mirando intencionadamente a sus hermanos—. Gracias por hacer compañía a Liz, pero vengo a reclamar un baile a la mujer que ha venido conmigo. Joe miró a Liz, desafiándola a que rechazase su proposición. Ella no dijo una palabra, pero él sintió que se había puesto tensa. —Toda tuya, hermano —dijo Alex—. Voy a ver que hace la hermana de Abby. Luke se pasó una mano por el pelo. —Yo le he pedido a Madison un baile. Y me ha rechazado de plano —sonrió—. Creo que intentaré que cambie de opinión. Sin valor, no hay gloria. Los dos hermanos desaparecieron entre la multitud y Joe y Liz se quedaron solos. —¿Te apetece bailar? —preguntó él. —Vale —dijo ella, algo distraída, mirando hacia dónde se habían ido sus hermanos. —Pues vamos —dijo Joe. El cuarteto estaba tocando un vals. Joe puso una mano en la esbelta cintura de Liz y envolvió sus dedos con los suyos, llevándola en los lentos pasos. Joe sentía la tensión de Liz en la rigidez de su cuerpo. —¿Te he dicho lo guapísima que estás? —preguntó él. Ella asintió con la cabeza.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Cuando me recogiste, dijiste las cosas apropiadas. —Pues te lo vuelvo a decir. Y me gusta cómo llevas el pelo. —Gracias —dijo ella, apartando la mirada un poco tímidamente—. ¿Te he dicho yo lo guapísimo que éstas? Joe negó con la cabeza. —Pero sospecho que nunca has visto a un hombre que no mejorase con un esmoquin. —Eso no te lo discuto —dijo Liz, sonriendo—. Pero no sería honesta si no dijese que tú mejoras el traje. Él le devolvió la sonrisa. —Eso es todo un progreso. —Sí —admitió ella, observando a los novios que bailaban a su lado—. Nick y Abby parecen felices —comentó—. Solo tienen ojos el uno para el otro. —Es cierto —dijo él, deslizando un brazo más firmemente alrededor de su cintura. Mientras hablaban, Joe había sentido que ella se relajaba, y la atrajo sutilmente hacia él. Ella subió la mano por su brazo hasta su hombro, y finalmente la curvo alrededor de su cuello. Joe no entendía por qué él tardaba tanto en que ella se relajase mientras sus hermanos lo hacían solo con aparecer. Cuando ella le había dicho que era un hombre estupendo, pensó que había hecho algún progreso. ¿Estaba equivocado? Liz estaba sentada sola en la mesa por primera vez desde que Joe había vuelto de la sesión de fotos. Era como si hubiese establecido un perímetro a su alrededor, desafiando a los otros hombres a traspasarlo. Parte de ella estaba aterrada, y parte de ella estaba encantada. Era halagador y hacía palpitar con fuerza su corazón. Lo que Joe no sabía era que él era el único que podía ser una amenaza. Era tan arrolladoramente masculino. Tan atractivo. Tan dulce y divertido. Se alegraba de que se hubiese ido unos momentos. Necesitaba estar sola. Para recuperar el aliento. Para poner sus defensas en su lugar para el siguiente asalto. A pesar de sus temores, no se arrepentía de haberlo acompañado esa noche. Estaba pasándolo estupendamente. Gracias a la presencia de Joe. Flor Marchetti se sentó en una silla a su lado. —Hola, Liz. —Señora Marchetti... —Flor, por favor. ¿Puedo sentarme? —Por supuesto —dijo ella—. ¿Cómo está?

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https://www.facebook.com/novelasgratis Para una mujer de más de cincuenta años estaba estupenda, y muy atractiva. Con el cabello plateado ensortijado en torno a un rostro casi sin arrugas en un estilo muy favorecedor. Llevaba un vestido largo de color melocotón con una chaqueta a juego que realzaba su esbelta figura. —Estoy bien, querida. Gracias por preguntar. —De nada. Ha sido una boda preciosa. Nick y Abby parecían muy felices al irse de luna de miel. —Es verdad que parecían felices —dijo Flor—. ¿Y tú lo estás pasando bien, querida? —Oh, sí —respondió ella con fervor—. Estupendamente. Todo es perfecto. Flor se puso seria. —¿Incluido Joe? —preguntó, y cuando Liz la miró, añadió rápidamente—: No me gusta andarme con rodeos. ¿Qué hay entre mi hijo y tú? En un momento creo que vais en serio, y al poco rato Joe o tú parecéis completamente aterrados. ¿Tienes algo contra él? Liz no sintió hostilidad en la mujer, solo un verdadero deseo de comprender y ayudar. —No —dijo ella, sonriendo tristemente—. Nada. ¿Qué se puede tener en contra de Don Maravilloso? Flor se rió. —¿Es así como lo llamas? —No delante de él —admitió ella. —Bien. Si no, se pondría insufrible. —Hace poco hice una lista de sus defectos —dijo Liz. —¿Por qué —preguntó Flor. —Porque no quiero sentir nada por él. —¿Y por qué? —volvió a preguntar Flor, frunciendo el ceño, desconcertada. Liz suspiró. —No sé lo que le habrá contado de mí. —Ni una palabra —le aseguró la mujer. —Bueno, mi familia... —No tienes que contármelo —se apresuró a decir Flor—. No pretendo entrometerme. —Me gustaría hablar de esto, si no le importa —dijo Liz, y cuando la otra mujer asintió con la cabeza, continuó—: Mi padre era un mujeriego atractivo y encantador. Desconocía el significado de la palabra fidelidad. —¿Y tu madre se quedó con él?

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Sí. ¿Cómo lo sabe? —Si lo hubiese dejado, probablemente no acarrearías tanto dolor. —Ella lo amaba —dijo Liz, encogiéndose de hombros. —Entonces espero que su recompensa sea igual a la energía que puso en la relación. —No lo sé. Nunca lo sabré. Murió. —Lo siento. —¿Pero qué quiere decir con lo de recompensa? —preguntó Liz. —La única razón para quedarte con alguien es que seas más feliz con él que sin él. Si tu madre recibió suficiente a cambio por su lealtad, entonces diría que la situación le fue bien. Si no... —se encogió de hombros. —¿Cómo puedes recibir algo bajo esas circunstancias? —preguntó Liz, recordando a su madre con el rostro surcado de lágrimas. Flor sacudió la cabeza comprensivamente. —Dos personas que permanecen juntas deberían estar enamoradas. Si no lo están, no es bueno para nadie, menos para los niños, que son muy sensibles. —El divorcio también es doloroso —señaló Liz. Flor asintió con la cabeza. —Pero al menos la separación te da tiempo para rehacerte. Para que cicatricen las heridas. Liz pensó en sus palabras. —¿Cómo ha llegado a estas conclusiones en este tema? Joe dice que el señor Marchetti y usted llevan casados felizmente más de treinta y cinco años. Una expresión preocupada cruzó el rostro de la otra mujer. —La mayoría de esos años hemos sido felices. Pero tuvimos nuestros más y nuestros menos. Estuvimos separados un tiempo. —¿En serio? Flor asintió con la cabeza. —Fue culpa mía. No de mi marido. Por lo que sé, él nunca ha estado con otra mujer durante nuestro matrimonio. Y eso que es muy atractivo —dijo significativamente—. Joe es su vivo retrato. —Me he dado cuenta de su gran parecido físico. Liz se sintió tentada de decirle a la mujer que no malgastase su tiempo en persuadirle de que Joe era un tipo estupendo. Ya lo sabía. Pero decidió guardarse la información. En ese momento estaba pendiente de la asombrosa noticia de que los padres de Joe habían tenido problemas en su matrimonio. ¿Lo ignoraría Joe?

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Tom y yo arreglamos las cosas porque nos dimos cuenta de que nos amábamos. De que éramos mucho más felices juntos que separados. Dos personas con suficiente motivación pueden mantener unido un matrimonio. —¿De verdad cree eso? —Lo he vivido —Flor le apretó la mano a Liz—. No des la espalda a algo que podría ser maravilloso —añadió. Liz asintió con la cabeza. —Nunca lo había visto así. Se dio cuenta de que Joe se acercaba, con un vaso de ponche en cada mano. Su estómago se agitó. Se sentía más ligera y animada, como si la pesada carga que había arrastrado toda su vida finalmente hubiese desaparecido. Tenía el corazón henchido de un sentimiento que era demasiado frágil y nuevo para nombrarlo. ¿Lo mejor de todo? Ya no tenía miedo.

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Capítulo 10 —Pero mira quién está aquí —Liz abrió la puerta de su casa de par en par. —Perdona por aparecer sin llamar —dijo Joe. Ella sonrió radiantemente. ¿Se alegraba de verlo? Desde luego parecía que sí. Le asustó ver cuánto había necesitado estar con ella. Las señales de advertencia sonaron en su cabeza, pero él las ignoro. —La verdad es que iba a llamarte —dijo ella. —¿Por algo en concreto, o porque soy un tipo estupendo? —No vas a dejarme olvidar que dije eso, ¿verdad? —Tal vez. Cuando iguale la paliza que me diste al principio. Bien, ¿por qué ibas a llamarme? —Hay una recepción para los voluntarios del hospital el viernes por la noche. Una pequeña fiesta para daros las gracias. La Junta Directiva ha decidido continuar con el programa de voluntarios maternales. He pensado que a lo mejor te gustaría ir. —¿Estarás tú? Ella asintió con la cabeza. —El personal llevará la comida. Nosotros nos encargaremos de los agradecimientos. —Entonces no me lo perderé. Ni la oportunidad de verla. Habían pasado dos días desde la boda de Nick. Joe apenas había podido pensar en otra cosa que en Liz. Había pasado un día deprimente y al final había acabado en la puerta de su casa. Instintivamente sabía que Liz era una buena medicina para su dolencia. —Pasa —dijo ella—. Estoy preparando una ensalada para cenar. ¿Si añado un filete te gustaría acompañarme? —Me encantaría —dijo él con naturalidad, intentando no sonreír de oreja a oreja. —Parece como si hubieses estado corriendo. ¿Te apetece una cerveza? — preguntó ella. —Te lo agradecería —respondió él. Ella se volvió y abrió el frigorífico, inclinándose para sacar lo que quería. La mirada de Joe se posó sobre su redondeado trasero, revestido por unos confortables pantalones de deporte, y a Joe le dolieron las palmas de la necesidad de tocarla, de acariciarla. Cuando ella se volvió con una botella en la mano, él hizo un esfuerzo por mirarla a los ojos. —¿Has tenido un día muy duro? —preguntó ella, dándole la cerveza. —¿Lo parece? Escaneado por Mariquiña/Naikari y corregido por Sira

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Sí —dijo ella comprensivamente—. Vamos a sentarnos al sofá y le cuentas a la enfermera Liz tus síntomas. Yo te daré la receta adecuada. A Joe le gustaba que ella pudiera leer su estado de ánimo y supiese qué hacer. Tal vez demasiado. Cuando se sentaron en el sofá, algo hizo que Joe tomase su mano. Ella no solo no la retiró, sino que entrelazó los dedos con los de él y le dirigió una tierna mirada. Repentinamente, él deseó estrecharla entre sus brazos y no soltarla nunca. Deseó besarla, acariciarla y abrazarla hasta que todo lo malo desapareciera. La intensidad de su necesidad le hizo retroceder, así que no hizo nada sino acariciarle el dorso de la mano con el pulgar. —¿Bueno, qué ocurre? —preguntó ella—. ¿Qué ha agotado todas tus energías? —Hoy he ido al juzgado. Para apoyar moralmente a un amigo que está pasando por un desagradable divorcio. Están discutiendo la cuestión económica —Joe se encogió de hombros—. Fui el padrino de su boda y ahora están repartiéndose la cubertería, los muebles y los niños. Incluso la mascota de la familia. —Lo siento —dijo ella—. ¿Qué les ha pasado? —Diferencias irreconciliables —dijo él con amargura—. Una manera fría de decir que ya no están enamorados. —¿Estuvieron realmente enamorados alguna vez? —preguntó ella. Él lo pensó un momento. Volvió a la época de la universidad, cuando Bill y él se corrían grandes juergas. Bill conoció a Jennifer y le gustó mucho. Salieron juntos durante mucho tiempo hasta que ella le dio un ultimátum. Quería hijos y una casa, y estaba dispuesta a dejarlo si no lo obtenía. Joe tenía la sensación de que para Bill ella no era el amor de su vida. Su amigo solo quería estar con alguien. —Buena pregunta —dijo él finalmente—. Supongo que solo ellos pueden decirlo. ¿Por qué lo preguntas? —Por algo que me dijo tu madre en la boda. —Oh, oh —dijo él—. Debería haberte advertido de que no hicieses mucho caso de lo que dice Flor. Es una descarada celestina. De hecho es culpa suya que Nick y Abby estén juntos. ella.

—¿Culpa? Interesante elección de palabras. ¿Qué hizo tu madre? —preguntó

—Nick y Abby se fueron a una cabaña a las montañas y ella aceptó ir con mi hermano porque íbamos a ir el resto de la familia. —¿Y qué sucedió? ¿Acabaron solos? Joe asintió con la cabeza. —Gracias a mi madre. Amenazó con enviar incriminatorias fotos de cuando éramos pequeños al periódico local si alguno de nosotros aparecía en las montañas. —¿Y que tuvo eso que ver con que Nick y Abby acabasen juntos? —Necesitaban un tiempo solos para enamorarse.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Pues parece que funcionó. No deberías ser tan duro con tu madre. —¿No? Liz sacudió la cabeza. —Es una mujer maravillosa... fuerte, encantadora. Muy humana. ¿Cómo puedes no admirar a una mujer que haría cualquier cosa por sus hijos? —Es de suponer. —No puedes apreciarla verdaderamente porque no conoces otra cosa. Pero ella me dio una perspectiva diferente sobre las relaciones. Y nunca me habías dicho que tus padres estuvieron separados durante un tiempo. Aquello lo dejó paralizado. Un malestar lo invadió. Un recuerdo infantil de dolor, temor y confusión. —¿Se separaron? —Eso es lo que me dijo tu madre. ¿No lo sabías? —Sí —dijo él con aire vacilante—. Creo que lo sabía. Pero yo era muy pequeño. Mis padres nunca hablaron de ello con nosotros. ¿Te contó lo que sucedió? Liz sacudió la cabeza. —Pero fuese lo que fuese, ella asumió toda la culpa. Lo importante, según Flor, es el amor. Dos personas que tienen eso y una apropiada motivación pueden hacer funcionar una relación. En caso contrario, no deberían molestarse. —¿Como tus padres? Liz se encogió de hombros, haciendo que Joe se fijase en la forma en que su camiseta se ceñía seductoramente a sus pechos. —He pensado mucho después de hablar con Flor. Creo que mi madre era como tu amigo Bill. Se quedó con mi padre porque era mejor que estar sola. No estoy convencida de que realmente lo amase. Pero fue su decisión. Yo preferiría estar sola antes que dejar entrar a alguien en mi vida que me hiciese infeliz. Tal vez tus amigos están siendo más sensatos de lo que crees. Si no tienen lo que necesitan para estar juntos, tal vez es mejor que se separen. Joe se quedó mirándola. El siempre había pensado que la relación de sus padres era perfecta. Pero ella le había recordado que una vez las cosas no fueron tan maravillosas. —Mi madre pasó por alto su vocación —dijo él bruscamente—. Debería haber sido asesora familiar. Liz sonrió. —Es maravillosa. De hecho toda tu familia es sensacional. —¿En serio? —preguntó él, sintiendo ese retortijón familiar de celos. Ella asintió con la cabeza.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Hablé un poco con Nick y Abby, y tengo la sensación de que su matrimonio será un éxito. —Eso espero —dijo él cautelosamente. —Están tan enamorados que casi se puede tocar el aura que los rodea cuando se miran el uno al otro —dijo ella. —Abby es buena gente, y Nick es el mejor. Espero que no acaben en el juzgado, repartiéndose la vajilla. Liz lo miró interrogativamente. —Caramba, qué cínicos estamos. —He aprendido de ti. —Pues escucha, señor pesimista, tus padres son estupendos. Tus hermanos son fantásticos. Muy divertidos y guapos. —¿Ah, sí? —dijo él, más celoso todavía. —Sí. Y viendo a tus padres, es fácil ver de dónde habéis sacado vuestro atractivo. —No me digas. —Flor y Tom son muy guapos, pero lo más importante son sus valores. Me parece muy sugerente que tuvieran problemas y los solucionasen porque estaban realmente enamorados. Joe asintió con la cabeza. —Sí, como he dicho, han establecido un modelo imposible de alcanzar. Y yo he dejado de intentarlo. Ella frunció el ceño. —Nunca he creído que realmente pensases eso. —Pues créetelo. Me siento afortunado de haber encontrado un hueco en el programa de voluntarios maternales. —¿En serio? ¿Los bebés satisfacen todas tus necesidades emocionales? Él asintió con la cabeza. —Mucho. Es como la familia que probablemente nunca tendré. ¿No te cubre a ti esas necesidades? —Supongo —dijo Liz. Joe tuvo la sensación de que ella no hablaba con el corazón, y que de alguna manera la había defraudado. —El programa es una buena cosa —dijo él, intentando reparar el daño—. Me ha dado muchas ideas para el cuidado de los niños en los restaurantes. Y sobre todo, tú y yo nos hemos hecho muy buenos amigos. —¿Y tú estás contento con la amistad? —preguntó ella, con el ceño fruncido. —Absolutamente —dijo él, asintiendo con la cabeza. —Entiendo —Liz le soltó la mano.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Aquello ya era bastante malo. Pero fue la sombra de la desilusión y la tristeza en los ojos de Liz lo que zarandeó el mundo de Joe más todavía. Liz estiró el mantel de papel rojo, blanco y azul que cubría una de las largas mesas instaladas en la cafetería para los aperitivos. Essie Martínez y ella habían convenido en utilizar la decoración del Cuatro de julio para la recepción a los voluntarios, ya que solo faltaba una semana para esa fiesta. El ambiente entre los voluntarios del centro médico regional era de gran entusiasmo. Un voluntario alto, moreno y muy atractivo apareció en su cabeza. Seguido rápidamente por una punzada de dolor. ¿Quién iba a decirle que llamar amistad a la relación que compartían le produciría tanto dolor y humillación? Se tiraba de los pelos por haber roto su norma de no ser amiga de un hombre. Era complicado. Sobre todo si se enamoraba de él, y él no quería más que amistad. —¿Liz? Levantó la vista y vio a Sam delante de ella. Sacudiendo la cabeza ligeramente para despejarse, dijo: —Hola, Samantha. ¿Cuánto tiempo llevas ahí? —Bastante. Estabas muy pensativa. ¿Tiene algo que ver con nuestro voluntario más apuesto? —Podría ser —admitió Liz—. Pero si lo cuentas por ahí, lo negaré. Sam se hizo una cruz sobre el corazón. —No lo sabrán por mí, jefa. ¿Hay algo que pueda hacer para ayudar? Liz negó con la cabeza. —No hace falta ayuda. Solo somos amigos —dijo, poniendo un amargo énfasis en la última palabra. —¿Hay algún problema con eso? Liz miró a la otra mujer a los ojos. Aquello no era algo sobre lo que quisiera hablar. —No, en absoluto. —Bien —Sam señaló la puerta con la cabeza—. Porque viene hacia aquí. Liz intentó no mirar en su dirección, pero no tuvo fuerza de voluntad. Joe se había convertido en alimento para su alma. Su corazón empezó a palpitar con fuerza, su estómago se agitó, y lo peor de todo, empezaron a temblarle las piernas, amenazando con acabar con su trasero en el suelo de la cafetería. Estaba guapísimo. Ese mechón de pelo negro que le caía por la frente. Su amplia y amistosa sonrisa mostrando sus dientes blancos. Su camisa blanca arrugada tras un día de oficina, igual que sus pantalones azul marino. Una corbata de seda roja y azul colgaba del cuello abierto de su camisa, arrastrando la atención de Liz hacia su amplio y musculoso pecho.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Liz se estremeció. Conocía la sensación de estar en sus brazos, contra ese robusto pecho. Y la magia de su beso. La fragancia de su loción para después del afeitado la invadió cuando él se detuvo a su lado. —Hola, señoritas. —Hola, Joe —dijo Sam—. Tengo que irme. Él fingió una expresión dolida. —Eso no es muy bueno para mí autoestima. Según aparezco, tú te vas. —¿Adónde vas con tanta prisa, Sam? —preguntó Liz, preocupada por quedarse a solas con él. —Tengo que volver al trabajo. Solo me han enviado a robar algún aperitivo. Liz se rió, aunque su corazón gritaba que no la dejase sola con Joe. —Ya sabes que siempre sobra comida en estas cosas. Llévate un plato grande para todos. —Sí, señora —dijo Sam, haciendo un saludo con la mano. Entonces su amiga se fue y Joe le sonrió. Con el corazón rebosante de amor, y al mismo tiempo de dolor, Liz levantó la vista hacia su sonriente y atractivo rostro. —Y… —dijo Joe, bajando la vista hacia ella. —Y… —respondió ella, balanceándose sobre sus tacones y entrelazando las manos a su espalda—. Sírvete un café y algo de comer. Después la directora del servicio de voluntarios para el hospital va a entregaros unos diplomas de reconocimiento. Liz empezó a irse, para perderse entre la multitud de voluntarios que llenaban la habitación. —Eh —Joe frunció el ceño. —¿Qué? —¿Adónde vas? Llevó todo el día esperando verte. A Liz se le animó el corazón ante sus palabras. Entonces recordó que solo se trataba de amistad. Tenía que dejar de esperar algo más. Y solo se le ocurrió una manera de hacer eso. —Joe, tengo que estar con todo el mundo. Tú no eres el único voluntario del programa. Él frunció el ceño, con las manos en los bolsillos de sus pantalones. —Me parece que estás molesta. ¿Qué te ocurre? Ella miró a su alrededor. —No creo que éste sea el lugar adecuado para hablar de ello. —O sea, que realmente algo te preocupa. Esperaba estar equivocado. Escaneado por Mariquiña/Naikari y corregido por Sira

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https://www.facebook.com/novelasgratis —No estás equivocado, pero no puedo hablar de ello aquí... ¡Oh! Joe la tomó repentinamente del brazo y la condujo hacia una puerta que daba a un patio. Cambiaron el aire acondicionado de la cafetería por el balsámico aire de la noche veraniega. Cuando las puertas se cerraron tras ellos, Joe bajo la vista hacia ella y dijo: —Ya estamos solos. Así que dime qué ocurre. Liz barajó brevemente la idea de inventarse algo, pero rápidamente la abandonó. No era una cobarde. Una de las más maravillosas cualidades de Joe era su sinceridad. No se merecía menos. —Dijiste que estabas deseando verme. No quiero que vuelvas a hacerlo. Y, por favor, no vengas a mi casa. —¿Qué estás diciendo? —preguntó él con un tono de enfado en la voz. —Estoy diciendo que no puedo volver a verte. —¿Por qué? No lo entiendo. —Queremos cosas diferentes. —¿De qué estamos hablando? ¿De coches, de películas, de qué? —dijo él, irritado. —Para empezar, tú quieres una amistad. Joe se quedó pasmado. —Tú eras la que insistías en lo de la amistad. Yo no... —Cuando lo dije, supongo que no tuvo mucho sentido. Pero me he dado cuenta de que quiero encontrar el cuento de hadas y tú has dejado de creer en él. —Pero acabar una bonita amistad... ¿Por qué, Liz? —Antes de que alguien salga herido —dijo ella, orgullosa de que su voz sonase firme. —Eso son tonterías. ¿Qué he hecho que te haya molestado? —preguntó él, pasándose la mano por el pelo mientras la miraba furioso—. Nunca te haría daño — añadió, levantando el dedo en el aire para puntuar cada palabra. Ella le puso la mano en el antebrazo, desnudo bajo la camisa remangada. Los músculos se contrajeron bajo sus dedos, y Liz sintió el calor de su piel por última vez, agradecida de que él no apartase el brazo. —Sé que nunca me harías daño deliberadamente. —¿Qué significa esto? —preguntó él bruscamente—. ¿Por qué cambias repentinamente de opinión? Liz sacudió la cabeza, incapaz de explicar que todo había cambiado al darse cuenta de que se había enamorado de él y que él nunca la correspondería. —No tiene ningún sentido seguir hablando de esto. No vayamos a decir algo que luego lamentemos. Escaneado por Mariquiña/Naikari y corregido por Sira

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Yo ya lamento lo que has dicho —bramó Joe. —Solo despidámonos —le rogó ella. Liz sabía que era un error, pero no pudo resistir la necesidad de besarlo una última vez. Se puso de puntillas, con intención de darle un beso en la mejilla. En el último segundo, él volvió su rostro y capturó su boca.

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Capítulo 11 Joe deslizó el brazo alrededor de la cintura de Liz y la atrajo hacia sí. La adrenalina alimentada por su enfado, mezclada con una saludable dosis de testosterona, corrió por sus venas. Un buen beso lo arreglaría todo. Le demostraría a Liz que no podía decirle adiós. Le puso la mano en la parte de atrás de la cabeza, haciendo más firme el contacto de sus bocas. Con la lengua no tuvo dificultades para persuadir a Liz de que separase los labios, y la deslizó dentro del melifluo hueco de su boca. El suspiro de satisfacción de Liz, seguido de un gemido de rendición lo lleno de triunfo. Sentía algo por él. Joe lo sabía. Cambiaría de opinión. Le dio pequeños besos en las comisuras de la boca, y a Liz se le agitó la respiración, como la de él. Siguió por su mejilla hasta encontrar el lugar de debajo de su oreja, que sabía que la haría saltar en cuanto le dedicara atención. Ella se arqueó, como si quisiera disolverse en él. Joe habría apostado todo lo que poseía a que ya había olvidado esa tontería de separarse. Le pasó los nudillos por la suave mejilla mientras ella le deslizaba la mano por el pecho y curvaba la palma en su cuello. Joe sonrió contra la boca de Liz. —Demasiado para no volver a vernos —dijo él. Cuando Liz se tensó en sus brazos, supo que había cometido un error. Ella le puso las manos en el pecho, y lo empujó. —Suéltame. —Liz, por favor... Ella sacudió la cabeza. —No. Esto ha sido un error. —Eso no es lo que decían tus gemidos. —Lo digo en serio, Joe. No puedo hacer esto. Por favor, suéltame —susurró ella desesperadamente. Él dejó caer las manos a sus costados, pero tardó unos momentos en retroceder, respirando jadeante. —Liz, no lo entiendo —se pasó una temblorosa mano por el pelo—. ¿Por qué ahora? —preguntó ásperamente—. He intentado convencerte de que yo no soy como tú padre. Incluso has dicho que soy un tipo estupendo. Esto no tiene sentido. —Me has demostrado que puedo tener todo, pero no contigo. Solo podemos ser amigos. —Estamos bien como amigos. Me gusta tenerte en mi vida.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Soy una mujer de todo o nada, Joe —Liz cruzó los brazos sobre su cintura en un gesto protector—. Ese es mi defecto. —No puedes besarme así y decir en serio que no quieres volver a verme. Ella se llevó los dedos a los labios inflamados por su beso. —Lo digo muy en serio. —Muy bien, pero no entiendo esa actitud de todo o nada. Ella lo miró con los ojos suplicantes. —Joe, por favor, no hagas esto más difícil. He tomado una decisión. Joe se dio cuenta de que ella realmente quería decirle adiós. No había nada que pudiera hacer para que cambiase de opinión. El dolor y el enfado dieron paso a la frustración y a la furia cuando sintió perdida la batalla de mantenerla en su vida. Se paseó de un lado a otro durante unos momentos. Entonces se detuvo delante de ella y la miró. —Tomaste una decisión sobre mí el día que te entregué el impreso para el programa de voluntarios. Hiciese lo que hiciese, nunca habría sido suficiente. Ella levantó la mano hacia él. —Joe, por favor... —Tengo un consejo para ti, enfermera Anderson. La próxima vez que un hombre quiera ser tu amigo, adviértele que tiene que ser capaz de andar sobre el agua. La frustración y la furia desaparecieron mientras el dolor explotaba dentro de él. Nunca había sentido nada parecido a esa aplastante desolación. Pero jamás dejaría que ella se diera cuenta. Sin otra palabra, se dio media vuelta y se fue. —Pregúntaselo. —¿Crees que soy estúpido? —preguntó Luke a su hermano Alex—. Pregúntaselo tú. Recostado en una tumbona junto a la piscina de sus padres, Joe abrió un ojo al darse cuenta de que no podía ignorar a esos dos. ¿Cuándo se habían vuelto sus hermanos tan irritantes? —Largaos —gruñó Joe. —No podemos —Alex se sentó enfrente de él. —Claro que podéis. Poniendo un pie delante de otro. Es muy fácil. Luke acercó una silla. —Nos ha enviado mamá. No podemos presentarnos ante ella sin la información que nos ha pedido.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —¿Y qué información es esa? —gruñó Joe, como si no lo supiese. —¿Qué demonios te pasa? —preguntó Luke. —Eso tendréis que adivinarlo —respondió Joe automáticamente. Su respuesta fue tan infantil que se sintió como si tuviese diez años otra vez. No se sentía tan desgraciado desde que su hermano mayor le había quitado el yoyó. Pero ya era un hombre. Nick estaba felizmente casado. Y Liz le había quitado algo mucho más preciado que un juguete. El dolor que arrastraba desde esa noche lo oprimió aún más. Cerró los ojos detrás de sus gafas de sol. —Bueno, hermano, supongo que ha llegado el momento de que saques tus grandes armas —dijo Alex. —Mamá —dijeron los dos al unísono. Joe sintió que se alejaban, y estuvo tentado de irse él también. Momentos después, oyó el ruido de sandalias en las baldosas de la piscina. Entonces el extremo de su tumbona se hundió. —¿Joseph, qué es toda esta tontería? ¿Cuántas veces tengo que decirte que si no puedes decir nada agradable, no digas nada en absoluto? —Ellos se lo han buscado, mamá. Los hombres saben cuándo retirarse. Luke y Alex deberían saberlo. —¿Me vas a echar a mí la bronca también? —No —Joe abrió los ojos y se enderezó en la tumbona, haciéndole más sitio a su madre—. ¿Qué quieres de mí, mamá? —Quiero saber lo que le has hecho a Liz. Joe se levantó las gafas de sol sobre la cabeza y la miró enfadado. —¿Qué te hace pensar que yo le he hecho algo a ella? —preguntó. —Que tuve una larga y satisfactoria conversación de corazón a corazón con ella en la boda. —Precisamente quería hablar contigo de eso. Había sido justo después de la boda cuando Liz le había dicho que no podía volver a verlo. ¿Lo había saboteado su madre? Flor le levantó el dedo. —Sé con certeza que está profundamente enamorada de ti. Él la miró sorprendido. —Pues tiene una graciosa manera de demostrarlo. —Tienes que poner algo de tu parte. Me habló de su familia, de la infidelidad de su padre y del fracaso de su relación. Pero la convencí de que merecía la pena dar una oportunidad al amor. —Así que todo esto es culpa tuya —dijo él, apretando los dientes.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Define «esto» y te diré si acepto o no la responsabilidad. —Liz me dijo que no podía volver a verme. Me dijo que quería todo o nada. —Bien por ella —dijo Flor con aprobación. Él miró a su madre como si estuviera loca. —Todo iba estupendamente entre nosotros hasta que hablaste con ella —dijo él—. ¿Qué demonios le dijiste? —No hables así, cariño. —Lo siento. Pero las cosas iban bien entre nosotros. ¿Por qué me ha dejado? —¿Le dijiste lo que sentías por ella? —preguntó ella. —¿Yo?¿Por qué tenía que decirle algo? —Porque eres un hombre, cariño. No puedes evitarlo. —Me gano la vida como director de Recursos Humanos, mamá. He aprendido a evitarlo. —Tú nunca has estado enamorado antes. Eso inutiliza el cerebro de un hombre. Pero otras partes de su cuerpo se tensan para... ya sabes. Allí era donde él no quería llegar. No con su madre. Hablar del «ya sabes» con el grupo de apoyo a las madres era una cosa. Pero discutir su libido, sobre todo en relación a Liz, con su madre era otra muy distinta. —Ese rollo masculino es un argumento barato —dijo él—. Soy tu hijo. ¿Cómo puedes ponerte de parte de Liz? —No me estoy poniendo de parte de nadie, cariño. Solo estoy intentando llegar al fondo de esto. Ella estaba bien en la boda. Nunca la había visto tan guapa. Sé que su corazón estaba más ligero después de que hablamos. Y mi radar del amor nunca falla. La tenías en tus manos. ¿Qué sucedió? Joe lo pensó un momento. —Pasé por su casa el día que fui al juzgado con Bill. —Ese amigo tuyo que está divorciándose —dijo ella. Él asintió con la cabeza. —Liz y yo hablamos de ello. Le dije que me alegraba de que fuésemos tan amigos. Flor gimió. —Dime que no le dijiste eso. —Ella empezó a hablar del amor y de la familia. De lo devotos que erais papá y tú. Yo estuve de acuerdo. Habéis establecido un modelo imposible de igualar. He dejado de intentarlo. Es mejor ser amigos. Ella volvió a gemir.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Ya veo el problema. En cuanto Liz bajó la guardia, tú alzaste la tuya. Y tengo la sospecha de que lo hiciste a propósito. Joe empezó a irritarse. ¿Por qué tenía él la culpa? Recordó lo que Liz le había contado de la separación de sus padres. —¿Te apetece hablarme de la separación de papá y tú cuando yo era pequeño? Flor se puso tensa a su lado, y suspiró. —Creía que no lo recordabas. —Solo un poco. Es casi como un sueño. —Una pesadilla —dijo ella—. Y sí, me gustaría hablarte de ello. Para empezar, todo fue culpa mía. —¿Cómo? Ella vaciló tanto tiempo que Joe pensó que no iba a decir nada. Finalmente enderezó los hombros y respiró hondo. —Fui infiel. Aquello lo dejó helado. No sabía si quería oír más. —Mamá, no tienes que hablar de esto... —Es hora de que lo haga. Tu padre y yo pensamos que era mejor no volver a sacar nunca este tema tan doloroso. Ahora veo que esa decisión puede haberte perjudicado. —No lo entiendo —dijo él, sacudiendo la cabeza. —Estuve con otro hombre, Joe. Fue breve. Era una época en la que yo tenía tres niños pequeños, y tu padre apenas estaba en casa. Trabajaba mucho para sacar el restaurante adelante —Flor tragó saliva y sacudió la cabeza—. No pretendo excusarme. Solo intento que entiendas como fue. Estaba casada, pero nunca me he sentido tan sola. —No sé qué decir, mamá. —No hay nada que decir. Fue algo entre tu padre y yo. Él se fue de casa. —Lo recuerdo. Nunca te había visto llorar. Ella asintió con la cabeza. —Tú fuiste el único que me vio sufrir. Rosie y Luke todavía no habían nacido, Alex era demasiado pequeño, y Nick solo quería saber cuándo volvería su padre de su viaje de trabajo. Pero ver el terror en tu pequeño rostro —su voz se quebró y se detuvo, tratando de controlarse, entonces sacudió la cabeza y dijo—: Fue lo peor que me ha pasado nunca. Y lo mejor. —¿Lo mejor? —dijo él, perplejo—. Ahora sí que me he perdido. —Papá yo nos dimos cuenta de que nos amábamos. Él volvió y me prometió pasar más tiempo juntos, alimentar nuestra relación. Desafortunadamente también

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https://www.facebook.com/novelasgratis prometimos no volver a hablar nunca de aquella época, ni entre nosotros, ni con vosotros. Ahora veo que fue un error. —¿Por qué? —Piensa en ello, Joe. Nunca te has permitido enamorarte. Durante años has presumido de nuestros treinta y cinco años de perfecta felicidad. —Papá y tú habéis sido felices durante treinta y cinco años. Ella negó con la cabeza. —Hemos estado juntos. Pero no siempre hemos sido felices. Ha habido más épocas buenas que malas. Pero no ha sido perfecto. No existe tal cosa. Y es hora de que afrontes eso. —¿Lo amabas, mamá? ¿Al otro hombre? —preguntó Joe. No sabía cómo sentirse respecto a ello, pero necesitaba saber la respuesta. Ella suspiró. —La respuesta honesta es no. Lo respetaba y lo admiraba. Me gustaba. Él me dijo que me amaba, que quería casarse conmigo. Yo estuve tentada, pero no pude hacerlo. —¿Por qué no? —Porque sabía que tu padre era el amor de mi vida, y siempre lo sería. A pesar de aquella horrible época, me volvería a casar con Tom Marchetti sin dudarlo. Estoy profundamente agradecida a aquellos malos momentos. Joe sacudió la cabeza. —No sé qué decir, mamá. —Está bien, cariño —su madre le puso la mano en el brazo—. Yo puedo hablar de ello con calma porque sucedió hace muchos años. Pero tú estás descubriéndolo ahora. —¿Lo sabe alguien más? Ella negó con la cabeza. —No te voy a hacer prometer que lo mantengas en secreto. Si sientes la necesidad de compartirlo con tus hermanos, tienes mi permiso. Porque tengo la sensación de que tu recuerdo infantil de aquella época te ha dejado una cicatriz que no sabíamos que estaba ahí. Joe se quedó mirándola, con el cabello plateado brillando a la luz del sol. Todavía no sabía muy bien qué tenía que ver aquello con él, ni a qué cicatrices se refería su madre. —¿Papá y tú estáis bien ahora? —preguntó él. Ella pensó su pregunta y sonrió, borrando la tensión. —Somos amigos, confidentes, amantes... —No sigas, mamá. Escaneado por Mariquiña/Naikari y corregido por Sira

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https://www.facebook.com/novelasgratis Ella se rió. —Estamos mejor que bien —dijo ella con una expresión y un tono que convencieron a Joe de que la base de la familia estaba firme—. Pero tú no. —Lo superaré. —Huir del amor ha sido tu pauta de conducta durante toda tu vida adulta. Y es hora de que dejes de hacerlo. Párate y pelea por la mujer a la que amas. Sal de tu comodidad. Por eso he sacado esta antigua historia. Quiero verte con alguien que sea el amor de tu vida en los momentos malos y en los buenos —lo miró a los ojos—. Y apostaría a que ese alguien es Liz. La ira y el dolor se arremolinaron en su interior porque Liz nunca sería suya. Pero no pudo evitar preguntar: —¿Por qué crees que es ella? —Por lo del programa de voluntarios. —¿Sabes eso? —preguntó él, sorprendido. —Rosie me lo dijo. Para nosotros está claro que después de conocer a Liz no pudiste olvidarla. El ofrecerte voluntario ha sido una manera de llegar a conocerla mejor, de acercarte a ella. Él negó con la cabeza. —Ella no está de acuerdo. —Hazle cambiar de opinión —dijo su madre con una voz que le recordó a su infancia, cuando alguno de ellos hacía algo mal. —Lo intentaré —dijo él. Flor sacudió la cabeza con desaprobación. —Esa no es la actitud de un hombre decidido a ganarse a la mujer a la que ama. Por primera vez desde que había dejado de ver a Liz, Joe tuvo ganas de sonreír. —Qué dura eres, mamá. Ella sonrió. —Tengo que serlo, cariño. La maternidad no es para peleles. —De acuerdo. Haré que cambie de opinión. —¿Cómo? —No te rindes, ¿verdad? —Nunca, y tú tampoco deberías. —No sé cómo lo haré, pero no me rendiré hasta que haya logrado mi objetivo. —Bien hecho, cariño.

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Capítulo 12 —Pareces el enanito Gruñón de Blancanieves. Liz levantó la vista de los papeles de su mesa y vio a Sam en la puerta. —No dejes que el ceño fruncido te engañe. Por dentro estoy saltando de alegría. —Y yo soy una supermodelo que trabaja de enfermera —Sam se puso una mano en la cadera—. No tendrá esto nada que ver con nuestro voluntario especial y vuestra situación de amistad, ¿verdad? —antes de que Liz pudiese negarlo, Sam levantó la mano y dijo—: La verdad, por favor. Liz suspiró y se recostó en la silla, intentando que el dolor no atravesase sus defensas. Entrelazó los dedos y puso las manos sobre su abdomen. Esa noche tenía grupo de madres y llevaba el traje azul marino, el mismo que había llevado cuando Joe había cautivado a las agotadas madres. —De acuerdo. La verdad es que echo de menos a Joe —dijo Liz, sintiendo una punzada de dolor en la zona del corazón. —¿Por qué? Él está aquí todo el tiempo. No se ha saltado ninguno de sus turnos de voluntario. De hecho, la mitad de las veces aparece a medianoche. No sé cuándo duerme ese hombre. Liz tampoco. Se preguntó, preocupada, si se le habría agudizado el insomnio. —¿Cómo está? —no pudo evitar preguntar. —Como Gruñón, también —respondió Sam—. ¿Qué sucedió entre vosotros aquella noche? La verdad, por favor —volvió a decir. —Le dije que sería mejor que no volviésemos a salir. —¿Qué te hizo decir algo así? —El solo quiere amistad. —¿Te lo dijo? —Claramente —respondió Liz. —¿Y lo crees? —No tengo motivos para no hacerlo. Sé que Joe Marchetti no miente. Sam sacudió la cabeza, irritada. —Nunca he visto a dos personas más empeñadas en ignorar lo obvio. —¿Y qué es? —Que estáis locos el uno por el otro. —Habla en singular. Yo estoy loca por él. Él no siente lo mismo. —Creo que en eso te equivocas.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —¿Entonces por qué solo quiere que seamos amigos? —Puede haber cientos de razones —dijo Sam, entrando en la habitación—. Está siendo cauteloso, porque no quiere asustarte. O le da miedo una relación por algún motivo. Pero en mi modesta opinión, mi diagnóstico de vuestra dolencia es amor. Liz pensó que había llegado el momento de cambiar de tema. De ninguna manera alimentaría sus esperanzas. —No has venido a mi despacho para darme consejos de amor. ¿Qué te trae por aquí, Sam? Su amiga le lanzó una mirada que le dijo que sabía que estaba evadiéndose. —Quiero pedir un fin de semana libre antes de que organices los turnos. —De acuerdo —Liz anotó la fecha—. No creo que haya ningún problema. ¿Algo más? Tengo un grupo de apoyo dentro de unos minutos. Sam negó con la cabeza. —Nada, excepto que no permitas que tu orgullo herido se interponga en tu felicidad. —No lo haré —dijo Liz—. Gracias, Sam. —De nada. Entonces se quedó sola, y la invadió una oleada de soledad después de hablar de Joe. La mayor parte del tiempo se había mantenido lo suficientemente ocupada para no pensar en él. Pero de pronto, la invadía su recuerdo, tan vívido y tan doloroso que la dejaba sin aliento. Se levantó de la mesa y se acercó a la ventana, mirando la entrada del hospital. Por lo menos tenía una profesión que le encantaba. No podía tenerse todo... amor, familia, y un gran trabajo. Sin duda estaba destinada a casarse con su trabajo. El pensamiento le produjo otro agudo dolor en torno al corazón. —¿Liz? ¡Joe! Esa maravillosa voz... profunda, ronca, cálida como el buen brandy... le arrebató el aliento. Cómo lo había echado de menos. Apoyó la mano en la pared para sujetarse. Entonces se volvió. —Hola —dijo Liz—. ¿Puedo ayudarte? —Espero que sí. Joe estaba en la puerta, tan sexy, guapo y atractivo como siempre. Con su camisa arrugada, su corbata aflojada y sus pantalones de pinzas grises parecía un modelo tras un duro día de trabajo. —¿De qué se trata? —He venido a decirte que tenías razón. Ella parpadeó. ¿Quería decir que ella tenía razón en lo de no volver a verse? Eso le dolía aunque hubiese sido idea suya.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —¿Sobre qué? —preguntó ella. —Cuando entré en el programa de voluntarios, insinuaste que mis motivos tenían algo que ver con conocer mujeres. Tenías razón. —¿Ah, sí? El asintió con la cabeza. —Pero solo se trataba de una mujer y su nombre es Liz Anderson —los ojos castaños de Joe estaban llenos de sinceridad—. La conocí cuando nació mi sobrina y nunca he podido olvidarla —se frotó la oreja—. Tírame de la oreja y te seguiré a cualquier parte. Liz temía creerlo. —Joe, yo... Él levantó una mano. —Escúchame. Lo menos que puedo hacer es explicarme. Tuve una larga charla con mi madre. —¿Sobre su separación? —preguntó ella. Joe asintió con la cabeza. —Y de cómo me afectó. Dijo que yo había estado huyendo del compromiso toda mi vida. Liz se rió y sacudió la cabeza tristemente. —Vaya par de traumados. —Olvidas lo más importante. —¿Y qué es? —He estado poniendo excusas para evitar una relación seria. Vi a mi madre llorar cuando mi padre se fue. Entonces enterré lo que pasó, pero ha estado siempre ahí. —Tenías razón. Tu madre debería haber abierto una asesoría. —Y tú tenías razón en otra cosa. —¿En qué? —preguntó ella, asombrada. —Habría sido un gran error ser solo amigos. Liz sintió como si un cuchillo le atravesara el corazón. Luchando por mantener la voz firme, dijo: —¿Un error? —Sí. Porque la amistad no describe exactamente lo que siento por ti. Te a... —¡Dios mío! —dijo ella, mirando su reloj—. Llego tarde al grupo —y pasó por delante de él, hacia la puerta. —Liz, espera. Tengo que decirte...

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https://www.facebook.com/novelasgratis Ella sacudió la cabeza. —A las madres de recién nacidos les cuesta mucho llegar a su hora. Lo mínimo que puedo hacer es no hacerlas esperar. Liz salió al pasillo y corrió hacia el aula dos. —¿Qué ocurre? —dijo Joe en el despacho vacío—. De ninguna manera voy a esperar. Y corrió tras ella, dispuesto a pelear. Solo había cuatro madres con sus bebés en la habitación. Joe reconoció a Andie y a Bárbara. Las otras dos mujeres eran desconocidas. —Liz, antes de que empieces, quiero aclarar las cosas entre tú y yo. —Este no es el lugar ni el momento. —Lo siento —se volvió a las madres—. Os pido disculpas por irrumpir así, pero Liz y yo tenemos un asunto pendiente. —¿Un asunto amoroso? —preguntó Andie, dando el pecho a su bebé. —Sí —respondió él. —Entonces adelante —dijo ella—. Sois más entretenidos que una telenovela. Liz miró a la mujer y sacudió la cabeza. —Contaba con vuestro apoyo. Bárbara se echó su larga cabellera rubia por detrás de los hombros. —Parece muy decidido, Liz. Ya sabes como se ponen los hombres cuando tienen una idea fija en la cabeza. —Pues la verdad, no —dijo Liz. —Entonces déjame que te lo enseñe —dijo Joe—. Te quiero en mi vida... —¿En tu vida? —preguntó ella en tono irónico—. ¿Como qué? ¿Como amiga? Ya hemos pasado por eso. Eres un soltero empedernido. —Me precipité con eso —admitió él—. Tuve una larga charla con mi madre... —Oh, oh —dijo Andie—. No serás un niño de mamá, ¿verdad? —Por supuesto que no —se burló el—. Pero me explicó algunas cosas que sucedieron cuando yo era niño, una situación que apenas recordaba —se volvió a Liz—. Me dijo que te habló de ello en la boda. Ella asintió con la cabeza. —Lo recuerdo. —Esa situación me afectó negativamente ya que era un niño muy sensible. —Estabas tan decidido a renunciar a lo que tienen tus padres. ¿Cómo es que has cambiado de opinión? —lo desafió Liz.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Ahora veo las cosas de forma diferente. Sé que no existe una relación perfecta. —Puedes estar seguro —intervino Andie. Joe sonrió a la mujer, luego volvió a mirar a Liz a los ojos, deseando que lo creyese. —Cuesta mucho ser una pareja. Estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para que nuestra relación funcione, Liz. —No sé —dijo ella, sacudiendo la cabeza—. Estabas tan empeñado en que fuésemos solo amigos... Bárbara gimió. —Te dijo eso, ¿verdad? Cuando la cosa se pone demasiado seria, seamos amigos. —No fui yo —se defendió él, señalando a Liz—. Era ella la que insistía en que fuésemos amigos. —Liz, ¿en que estabas pensando? —preguntó una morena con un bebé dormido en los brazos. Liz la miró. —Jessica, no fue así. Me asustaba una relación seria por lo que sucedió en mi familia —miró a las madres, y luego a Joe. Joe levantó la mano. —Juro solemnemente, delante de este grupo de madres, que nunca te seré infiel. —Creo que habla en serio —dijo una pelirroja, que mecía a su bebé. —No es tan sencillo —dijo Liz. Joe se volvió a las madres. —Ayudadme. ¿Por qué no quiere volver a verme? ¿Por qué no quiere escucharme? —Tal vez no estás diciendo lo que necesita oír — dijo Andie. —¿Y qué es? —replicó Joe. Andie movió al bebé en sus brazos. —Que la amas. Y que no puedes vivir sin ella. Que quieres casarte con ella — miró a Liz—. ¿Te ha dicho eso? —No —respondió Liz—. No me ha dicho nada de eso. —De acuerdo —Joe se arrodilló delante de ella, mirándola a los ojos, le tomó la mano y tuvo la satisfacción de ver que ella también estaba temblando—. Liz, te amo. Te echo de menos. No puedo vivir sin ti. ¿Quieres casarte conmigo? A Liz se le llenaron los ojos de lágrimas. —Joe, yo... —se detuvo y tragó saliva, sacudiendo la cabeza. Escaneado por Mariquiña/Naikari y corregido por Sira

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Cualquiera puede ver que te ama —dijo Bárbara—. Liz, serías tonta si lo rechazases. Liz asintió con la cabeza. —Tienes razón. He sido la más tonta del mundo —miró a Joe—. Tenía miedo de que solo quisieras una amistad. Tenía que protegerme. Sé que dices la verdad y que me amas. El alivio se filtró a través de la tensión que Joe había soportado todo el día. —¿Cómo lo sabes? —Por tu beso —Liz hizo que se levantase—. Ahora me toca a mí. Necesito decirte cuánto te amo. Tomó el rostro de Joe con sus manos y se puso de puntillas. Acercando sus labios a los de él en una tierna y sincera demostración de amor, suspiró contra su boca. Él la rodeó con sus brazos y profundizó el contacto. Cuando se detuvieron para respirar, Joe miró a su alrededor y se dio cuenta de que estaban solos. —He echado a tu grupo. Lo siento. —Yo no —Liz le sonrió—. ¿Que te apuestas a que se han ido a casa a hacer «ya sabes» con sus maridos, que serán unos hombres felices? —Y yo sería el hombre más feliz del mundo si me explicases por qué estabas tan relajada con mis hermanos y a mí me costó tanto que admitieses que yo era un tipo estupendo. —Siempre pensé que eras Don Maravilloso. Y yo no me sentía atraída por Luke y Alex. No podían hacerme daño como tú. Él la estrechó con fuerza. —Nunca te haría daño. No soy tu padre. —Lo sé —dijo ella, asintiendo con la cabeza—. Y yo no soy mi madre. Soy una mujer fuerte e independiente y que puede superar los obstáculos que se le pongan por delante —le sonrió—. Me di cuenta de algo cuando hablé con tu madre en la boda. —Si es algo bueno, le debo a mi madre más de lo que pensaba. —Me di cuenta de que te amaba. Por eso cuando te empeñaste en lo de la amistad, pensé que me estabas diciendo que nunca podrías corresponderme. Para mí era muy doloroso verte bajo esas circunstancias, así que decidí romper. Aunque era imposible. Gracias por no abandonar. —De nada. Siento haberte hecho pasar por esto. Intentaré no volver a ser nunca tan estúpido. —Eres el tipo más maravilloso que conozco. Y tu madre también me ha hecho ver que si me niego el amor de una relación, mi padre gana.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —No podemos dejar que suceda —Joe la miró, expresándole cuánto la amaba— . Y sé una manera de que ganemos. —Soy todo oídos —dijo ella. Liz.

—Sería el hombre más feliz del mundo si me dijeras que te casarás conmigo,

—Me casaré contigo —dijo ella sin vacilar—. Eres el hombre de mi vida, Joe Marchetti. —Y tú eres mi felicidad eterna, Liz Anderson. Y, por cierto, lo antes posible tu apellido será Marchetti. —Estoy deseándolo —Liz inclinó la cabeza hacia atrás y le dirigió una descarada mirada—. ¿Entonces de verdad sientes algo por mí? —Desde el momento en que te vi. —¿Y cómo sé que es amor? —preguntó ella. —Por mi beso —respondió él, sabiendo lo que ella quería. Joe acercó sus labios a los de Liz. Sin palabras, le transmitió el amor que había en su corazón. Durante los cincuenta años siguientes, pensaba comunicarle sus sentimientos de forma regular.

Fin.

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Teresa Southwick - Besos Que Enamoran

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