Amore e Vendetta (Ley del Silencio 2)- Lorena Fuentes-holaebook

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Amore e Vendetta Lorena Fuentes Serie Ley del Silencio II

La familia para ellos es todo, pero la mafia no perdona la traición.

Amore e Vendetta Lorena Fuentes Todos los derechos reservados © Lorena Fuentes, 2020 Edición y revisión: Isaura Tapia Diseño de cubierta: Lorena Fuentes Diseño Interior: Lorena Fuentes Primera edición: octubre 2020 ISBN: 9798699533619 Sello: Independently published Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la fotocopia y el tratamiento informático

Tabla de Contenido PRÓLOGO CAPÍTULO 1 CAPÍTULO 2 CAPÍTULO 3 CAPÍTULO 4 CAPÍTULO 5 CAPÍTULO 6 CAPÍTULO 7 CAPÍTULO 8 CAPÍTULO 9 CAPÍTULO 10 CAPÍTULO 11 CAPÍTULO 12 CAPÍTULO 13 CAPÍTULO 14 CAPÍTULO 15 CAPÍTULO 16 CAPÍTULO 17 CAPÍTULO 18 CAPÍTULO 19

CAPÍTULO 20 CAPÍTULO 21 CAPÍTULO 22 CAPÍTULO 23 CAPÍTULO 23 CAPÍTULO 24 CAPÍTULO 25 CAPÍTULO 26 CAPÍTULO 27 CAPÍTULO 28 CAPÍTULO 29 CAPÍTULO 30 CAPÍTULO 31 CAPÍTULO 32 CAPÍTULO 33 CAPÍTULO 34 CAPÍTULO 35 CAPÍTULO 36 CAPÍTULO 37 CAPÍTULO 38 CAPÍTULO 39 CAPÍTULO 40

CAPÍTULO 41 CAPÍTULO 42 CAPÍTULO 43 CAPÍTULO 44 CAPÍTULO 45 CAPÍTULO 46 EPÍLOGO BONUS EXTRA AGRADECIMIENTOS SOBRE LA AUTORA LO PRÓXIMO DE MI COMPAÑERA MIRIAM MEZA. PRÓLOGO CAPÍTULO 1 CAPÍTULO 2

Dedicatoria

A Joanna Mendes… Eres la definición perfecta de serendipia.

"Un hombre que no vive con su familia, no puede ser un hombre" Mario Puzo.

Prólogo ALESSANDRO Dos años antes…

—¡No! —grito con mi hermana en brazos—. ¡Valentina! En mi campo de visión aparecen mis padres y mi hermano lívidos por la escena, tengo el cuerpo de mi hermana sin vida en mis brazos. Mi pequeña hermana, la luz de nuestro hogar y ahora se ha apagado. —Esto es tu maldita culpa —reclamo a Maurizio que palidece. Mi madre comienza a llorar en los brazos de mi padre, mi hermano va a decirme algo, pero se contiene cuando mamá trata de acercarse, sin embargo la detienen. —¡Tina! —solloza mi madre desesperada—. Mi niña, Vito, nuestra niña, no, no, no, ¡maldita sea esta familia! Mi padre la abraza muy fuerte mientras mamma se resiste con todo su ser. Cuando logra zafarse, se tira en el piso y gatea como un animal herido, me arrebata a Tina de los brazos para pegarla a su pecho, mira al cielo soltando un alarido de dolor que me hiela la sangre. —¡Malditos todos! —vocifera desesperada—. Todos estamos malditos, la mafia acabará con todos nosotros. ¡Mi hija! —Mamma… —murmura Maurizio. —Vendetta! —ruge—. Vendetta! Su llanto desconsolado me parte el corazón, no dejo de observarlas y me fijo que mi hermana tiene la ropa hecha girones, su panti está enredada entre sus tobillos. Los malditos la violaron, violaron a Valentina, todo fue tan rápido que no me dio tiempo de salvar a mi hermanita, mi niña… —Alessandro, toma a tu hermana y colócala en su cama —me ordena mi padre mientras se acerca a mi mamá para levantarla, pero se resiste—. Vamos, Sylvana, vamos. —No, Vito, nuestra bebé, tu niña, se llevaron a nuestra niña —llora mientras la mece en sus brazos como una bebé. —Papá… —murmura Maurizio—, yo lo ayudo. —Sylvana, vamos —le ruega papá y sé que por dentro está muriendo como todos nosotros. —¡Maldita sea la mafia! —grita con dolor mi madre—. ¡Malditos estamos todos! ¡Mi hija, nuestra hija! Aprovecho la oportunidad para quitarle el cuerpo de mi hermana, mi padre la alza del suelo y mamma se aferra a sus brazos, mi hermano trata de ayudarme y solo le doy una mirada furibunda. Camino lentamente hasta la cama y pongo sobre ella el cuerpo sin vida de Valentina. Acaricio su rostro y mentalmente le pido perdón por no llegar a tiempo. Me quedo mirándola y por mis pensamientos pasan miles de recuerdos, sé que algún día estaré acompañándola como siempre, yo en el Infierno y ella en el Cielo, tratando de que Dios perdone todos mis pecados. Toco su mano y está fría, está su cuerpo ahí frente a mí, pero su alma se ha ido.

Quisiera tanto que esto fuera una maldita pesadilla, que todo lo que estoy viviendo sea mentira. —Tenemos que vengarla —espeta con rabia Maurizio. —Tú y yo hablaremos luego —le advierto. —Valentina… —Escuchamos la voz de Angelo. Angelo siempre ha amado a Valentina, trató de detener todo esto. Él entra a la habitación y al verla en su cama comienza a negar sin poder creerlo. Se sube a la cama y comienza a llorar en silencio, nunca había visto a un hombre llorar por una mujer, trata de cerciorarse que aún tiene vida y posa su oído en su corazón. ¡Muerta! Mi hermana ha sido asesinada delante de mis ojos. —Ale, necesitamos vengar a Tina —repite mi hermano. —Lo haremos —le aseguro a mi hermano. —Tienes que acabar con ellos —me exige Maurizio. —Tenemos —le recuerdo—. Esta es nuestra vendetta. Y me doy vuelta para salir de aquí, nuestra casa parece un campo de batalla, hay cadáveres en todas partes. Nuestros hombres comienzan a recogerlos, uno de mis numerales se acerca a mí y me informa: —Solo tenemos a uno. —Ya sabes qué tenemos que hacer. Me alejo de ahí y camino hasta la habitación de mis padres. Entro sin tocar, se me cae el alma al encontrarlos llorando juntos. Tengo treinta y dos años, nunca había visto a Vito Lombardo, al Capo di tutti Capi llorar, por algo dicen que siempre hay una primera vez para todo. Me arrodillo ante ellos y tomo la mano de mi madre. —Perdóname —le ruego a mi mamá—, no pude salvarla. Ella niega y acaricia mi rostro. —Estamos malditos, los voy a perder a todos —solloza—, perder a mis hijos me llevará a la tumba. —Mamma… Prometo que voy a vengarla —le aseguro tomando su mano y besándola. Sus ojos han perdido todo el brillo y creo que en unos minutos mi madre ha envejecido, mi papá la abraza fuertemente. —Hijo, organiza todo —me pide mi padre—. Dile a Rizzo que me debe un favor y ha llegado el momento que me lo devuelva. Asiento con mi cabeza, pero mi madre me toma de la mano. Sus ojos me observan con tristeza. —¡Sálvate, salva a Maurizio! —Sylvana… —murmura mi padre. —Maldigo el día en que nací en el corazón en la mafia —maldice mi madre. Me levanto y, así como ella lo dice, me siento maldito por ser un hombre de honor, pero, ¿qué honorabilidad tengo al asesinar, extorsionar y vender drogas? Nacimos para esto y somos educados para morir, pero nunca pensé que podría ver a mi hermana irse al infierno delante de mis ojos.

Capítulo 1 ALESSANDRO La vida puede ser un ir y venir de constantes emociones, no puedo creer que han transcurrido cuatro meses desde que uní mi vida a la de Giovanna, ciento veinte días en los cuales su amor me ha convertido en el hombre más feliz del mundo, porque no puedo negar que solo ella es capaz de pintar mi mundo de colores intensos. Al llegar de nuestra luna de miel pasamos unos días en La Toscana junto a Alan, pero volvimos a Palermo en donde estoy cumpliendo con los negocios de la organización, parece que ella se ha adaptado a su nueva vida y realidad, que lo que renegó de su padre, ahora lo acepta de mí. Soy un mafioso, un hombre de honor, un criminal buscado en toda Italia y parte del mundo. Mis manos están manchadas de sangre, pero ella ha aceptado lo que soy y no le importa. Hemos descubierto que su padre nos acecha de cerca, que tal vez muy pronto aparecerá sin ser invitado, sin embargo, ese pequeño detalle no parece importarle a mi esposa. Cada día que pasa se convierte en una Lombardo, mientras mi papá la adora como a la hija que perdió. Terminaré creyendo que vino a llenar el vacío que dejó mi hermana Valentina después de su muerte. Su dulzura es capaz de atrapar a las almas más crueles, todos dentro de la casa comienzan a apreciarla, desde la servidumbre hasta los hombres que la adoran y le muestran su respeto. ¡Ella es la reina de mi Reino lleno de Caos! Maurizio y Giovanna llevan una relación de perros y gatos, muchas veces me parece divertido cuando la listilla de mi mujer le toma el pelo a mi hermano, lo cierto es que es digno de admirar con mis propios ojos que el amor puede descongelar los corazones más fríos. Mi padre, mi hermano y yo, después de la muerte de mi hermana y mi madre olvidamos el significado de la palabra familia, nos centramos en una Vendetta que en algún momento llevaremos a cabo, por ahora sanamos esas heridas y vivimos el regalo más hermoso que el destino puso en mi camino. Amore, grande amore. Eso significa esta mujer es para mí, tal vez tenga muchas posesiones y dinero para ofrecerle, pero lo único que ella busca es que su amor sea correspondido. Nuestra historia puede parecer algo apresurada para muchos, solo que no para nosotros, puesto de que nuestros sentimientos han sido capaces de iluminar los rincones en donde teníamos el alma oscura. Ella sabe muy bien que la adoro, esa es un arma a su favor, quisiera que nuestra relación tuviera alguna similitud a un hermoso cuento de hadas, pero a medida que el tiempo pasa me doy cuenta de que muy pronto viviremos un cuento de terror, solo le ruego a Dios que esté preparada para esto. Espero poder alcanzar el cielo y no que este no se desplome encima de nosotros. No puedo creer que mañana vamos a confirmar si seremos padres o no, confieso sentirme muerto de miedo, aunque en la luna de miel me parecía una idea genial tener un hijo. Ahora, cada vez que tengo que planear nuestro futuro me lleno de terror, ya que vamos a traer a un niño a este mundo lleno de odio y no estoy preparado. ¿Es complicado? Lo es para mí, porque siempre me imaginé soltero, por años evité enamorarme. Sin embargo, todo lo que planeé cambió cuando Giovanna llegó a mi vida, simplemente derrumbó todas mis paredes, esas que creí de acero y no eran más que muros

de cartón. Un hijo. Mi padre siempre nos asegura que su mayor éxito fue ser padre, un bebé es algo extraordinario, para mí tiene un significado transcendental, ese pequeño ser proviene de nuestro amor, suena extraño decirlo y al mismo tiempo me da un desasosiego. Un hijo, te crea expectativas de si serás o no un buen padre. Sé que, si es positivo el resultado, será el ser que amaré más que a nada en el mundo, por mi familia daría la vida si fuera necesario. Giovanna está muy emocionada con la idea de ser madre, tanto que no para de hablar del bebé y de lo que significaría para nosotros, me comenta todo lo que pretende hacer en nuestro hogar, también me describe todo lo que desea comprar y lo que más me sorprende de su felicidad, es que no está cien por ciento segura de que está embarazada, pero lo desea y lo ama con toda su alma. Ese pequeño sería el fruto de nuestras noches de pasión, de nuestros momentos juntos y de nuestro amor. Tengo que exteriorizar que, entre todo mi miedo, también estoy emocionado y anhelo que ese niño sea la verdad absoluta para unirnos aún más. Realmente, creo que nuestro hijo, podría evitar que su padre le haga daño a la mujer que amo y lo único que me importa en esta vida. Creo que perderla significaría la muerte para mí. Giovanna es la luz que necesitaba. Giovanna es paz. Giovanna es todo. No puedo perder lo único que realmente me ha importado en la vida, siempre pensé que el amor era para idiotas y que no lo necesitaba, pero desde que mi ángel se cruzó en mi camino, soy capaz de creerme digno del amor. Mi vida sigue siendo una montaña rusa muy peligrosa, cada subida empinada me indica que al bajar será espeluznante, que tal vez pueda morir. Sigo mirando encima de mi hombro, pues mis manos están manchadas de la sangre de los hombres que he asesinado, solo que dentro, muy dentro, quisiera volver al lugar paradisíaco en donde pasamos nuestra luna de miel y nunca más salir de ahí, para poder ser felices y siempre estar alejados de todo el peligro que nos persigue. ¿Puedo ser digno de un ángel? Muchas veces me hago esa pregunta sin encontrar respuesta. Mientras tanto seguiré cuidando de mi esposa, porque si Dios me ha dado el regalo de ser padre, no voy a descansar hasta acabar con cada uno de mis enemigos y poder vivir en paz. ***** —Felicidades, señora Lombardo, está embarazada —nos anuncia el doctor. Giovanna grita de emoción, mientras que en mi pecho se forma un sentimiento que no logro explicar. ¿Cómo puedo amar a alguien sin conocerlo? ¿Cómo puedo creer en el amor sin palparlo? Interrogantes que se están formando antes de tener la certeza de que mi esposa estaba embarazada y que pronto seremos padres. Padres, seis letras, dos sílabas y una palabra que encierran un montón de responsabilidades, un sinfín de emociones por vivir y muchísimos momentos de alegría, frustración y hasta rabia. ¿Estoy preparado para ellos? Abrazo a mi esposa y le susurro al oído que estoy feliz por ser padre, no miento, me siento muy feliz, porque de nuestro amor viene un ser humano en camino y a pesar de que he arrebatado muchas vidas, el destino me premia una vez más con algo que es hermoso.

Un bebé… Un hijo… Un hijo de Giovanna y mío. El doctor me saca de mis pensamientos, escucho con atención todo lo que debe evitar mi esposa, también lo que debe tomar y los síntomas que pueden presentarse. Luego nos entrega una serie de órdenes para realizarle los exámenes de rutina a Giovanna, para saber cómo viene el bebé y que todo está bien con ella. Felicidad, ¿qué es la felicidad? La felicidad es un estado que los seres humanos siempre tratamos de buscar como el Santo Grial, digamos que muchos pasamos la vida en cruzada perpetua y resulta que muchas veces la tenemos delante de nuestros ojos. Salimos de consultorio, por supuesto que seguimos rodeados por un anillo de seguridad que es imposible de quebrantar, mientras tanto abrazo a mi mujer para protegerlos, ahora también protejo a nuestro hijo. La escolto hasta el todoterreno que nos llevará a casa de mi padre para darle la noticia, que seguramente lo volverá loco de alegría. —¿Estás bien? —inquiere cuando subimos, la respuesta todavía es incierta, pero la emoción que hay en sus ojos es algo que siempre deseo mirar. —Lo estoy… —contesto y me acerco para dejar un beso casto en su frente. —Parece que no te emociona la idea de ser padre —me recrimina. «Lo hace, pero tengo mucho miedo, mucho miedo de que algo pueda sucederles». Susurro en mi mente y prefiero mentir. —Todo es nuevo para mí, solo eso. —La halo para que se acurruque en mi pecho, ella suelta un suspiro de alivio y me siento el peor hombre del mundo ya que debería dejar las preocupaciones de lado—. Hasta hace pocos meses solo pensaba en follar y en los negocios, en la vinícola. Sabía que algún día regresaría y mira, henos aquí, pero desde que llegaste a mi vida tengo todo lo que jamás creí merecer y no te mentiré al decirte que no tengo miedo de que algo pueda sucederles. —Alessandro… —En este tema deberás tenerme un poco más de paciencia. —Serás un buen padre, lo sé. —Deja un beso en mi pecho—. Solo tienes miedo. Respiro hondo, calmándome, porque muchas veces no entiendo cómo ella lograr adivinar todo lo que alberga mi corazón. Acaricio su cabello hasta que se duerme en mis brazos, tardamos un poco pues tomamos un camino diferente a casa de mi padre por precaución, Palermo es precioso, yo crecí entre sus calles, este es el corazón de mi organización y negocios. Sonrío observando el mar azul mientras pienso que mi hermano va a alucinar con la noticia y que papá no podrá contener la felicidad, tal vez un niño es lo que necesita la familia para poder resurgir de las cenizas, pero al mismo tiempo tengo muchísimo temor a que los demonios que están afuera acechando deseen llevárselo a él o ella. Debo confesar que deseo sea una ella, una dulce niña que me robe el corazón desde el primer momento que oiga su llanto. Giovanna tiene razón y lo único que tengo es miedo; miedo a lo desconocido y al peligro que representa ser parte de la Cosa Nostra. ***** Mi padre celebra como un niño al que le han dado lo que tanto ha deseado, a la par que mi hermano simplemente no puede creer que pronto será tío. Nuestra familia crece y toda esta alegría la trajo Giovanna, el ángel que se cruzó conmigo en la Catedral de Santa María del Fiore, parece mentira que hasta hace pocos meses ni siquiera yo deseaba estar en esta casa, no lograba mirar a

mi padre ya que le había fallado, no hablaba con mi hermano por temor a que me recriminara algo, no obstante, ahora todos vivimos en un eterno regocijo desde que mi papá me dio su bendición para casarme con la hija de nuestro enemigo. —Brindemos. —Mi padre alza su copa del champán que producimos en mi viñedo, me siento orgulloso de que pueda disfrutarlo. —Por el nuevo Lombardo —brinda mi hermano con orgullo. Giovanna se ríe emocionada y cuando chocamos nuestras copas me da un beso en los labios. Realmente, creo que ha nacido para convertirse en madre, porque es capaz de amar sin conocer, la belleza de su interior se refleja en su exterior, la felicidad que siente por la noticia, la hace brillar. Tomo un trago y no puedo evitar darle otro beso casto, mi corazón sigue confundido por los sentimientos, pero tampoco deja de latir emocionado por la certeza de que el amor de mi mujer me hará bien, pues si tengo su amor nada me faltará. —Supongo que estás feliz —me comenta mi padre. —Lo estoy, pensé que nunca más volvería a estarlo. —Me quedo mirando a mi esposa y ella se sonroja, me duele romper la burbuja de felicidad y les anuncio—: Nos toca ser más precavidos, no puedes salir de la casa sino justo lo necesario. —Pero, Alessandro… —me interrumpe Giovanna molesta. —Alessandro tiene razón —concuerda mi hermano—. Estoy esperando a que Enzo nos confirme un rumor, pero Mario está más cerca de lo que creemos y todos sabemos que a quien quiere es a ti. Ella esconde la mirada en su plato. —Es el precio que pagamos, hija —le dice mi padre con voz tierna—. Nuestra vida no es como la de cualquier ciudadano, te irás acostumbrando a esto. —Lo sé —acepta Giovanna con voz triste. Muchas veces, he deseado que nuestra vida fuera completamente diferente, que yo no perteneciera a una organización criminal, su familia no estuviera en el bando enemigo, tal vez todo sería un poco más fácil para los dos. Efectivamente, solo quisiera ser el millonario dueño de los viñedos y no tener secretos escondidos bajo la alfombra, no tener pesadillas con todos los rostros de las personas que he asesinado, no tener que mirar encima de mi hombro, porque tengo miedo de que alguien pretenda tomar venganza y hacerme pagar todo el daño que seguro le he causado. Mi familia lo es todo, siento que a lo largo de los años les he fallado y en este momento que tengo más razones para temer, no puedo disfrutar de lo bueno que la vida me regala. A lo mejor, por eso muchas veces desearía tener una existencia solitaria, no tener a nadie a quién responder y no poseer una familia a la que tengo que cuidar, pero simplemente las cosas son como son, la mafia es una familia; una grande, que está formada por cientos de personas y cada uno de los miembros nos protegerá y nosotros los protegeremos a ellos. —¿Seguro que estás bien? —me pregunta con voz preocupada Giovanna. Me giro para contestarle, cuando me encuentro con su mirada me pierdo en sus ojos azules que brillan de manera especial esta noche. —Lo estoy —respondo alejando todo el miedo de mi mente, porque me propongo ser valiente una vez más por ella y por nuestro bebé. —Serás un buen padre, lo sé —me asegura nuevamente. —Y, tú, la mejor madre de todas. Dibuja una sonrisa tan hermosa que cualquier pintor quisiera inmortalizar en cuadro, una vez más caigo enamorado de ella como la primera vez, parece que siempre tendrá el poder de

hacerme ver colores en mi mundo gris. Mi esposa es una persona dotada de bondad, amor y dulzura. Es mi ángel y será la que sostendrá mi mano cuando tenga que caminar por ríos de sangre.

Capítulo 2 GIOVANNA No puedo creer cómo la vida da muchas vueltas y te lleva al mismo punto de partida, hui de casa pensando en dejar atrás el pasado sucio de mi familia y, aquí estoy, convertida en la esposa de un mafioso y no justificaré sus crímenes, pero es el hombre que escogió mi corazón para amar y la persona que me ha dado el regalo más hermoso, ser madre, ¿qué significa ser madre para mí? Realmente significa muchas cosas, pero ciertamente es el comienzo de algo puro, siempre lo soñé, porque desde niña jugando a las muñecas imaginé cómo sería mi hijo, siempre deseé una pequeña, creo me pasaba el día pendiente de qué usaría mi muñeca favorita a la hora del té, si estaría bien en la casa mientras estaba en la escuela, hasta que me enviaron al internado. Sin embargo, ahora tengo una familia a la cual proteger y por la cual daría mi alma al diablo, porque desde que llegué al hogar de los Lombardo, no logro distinguir qué era lo que vivía en mi propia casa, puesto que a ese lugar no puedo llamarlo hogar. Continuamente pensaba que poseía la familia perfecta, el padre intachable, una magnífica madre, los tíos amorosos, seamos sinceros, todo era muy ideal en ese lugar. Ciertamente éramos el sueño idílico de la familia americana, pero de buenas personas no teníamos nada e indudablemente solo éramos una familia disfuncional. Un grupo de personas que no se decían la verdad y que tenían un clóset lleno de muertos y mentiras que, si salían a luz, terminarían por separarnos y lamentablemente así sucedió. Qué triste fue darme cuenta de que toda mi vida fue una farsa, que todo lo que siempre viví no era cierto. Una mentira muy elaborada y con muchos lujos como beneficios, no voy a engañarlos diciendo que no disfruté de cada centavo, pues si algo es cierto es que me gusta vestir con las mejores marcas y usar zapatos de firmas como Prada o unos Manolos, comer en los mejores restaurantes mientras recorría el mundo. Creía que era feliz con todo lo que tenía, pero siempre me faltó algo, no sé cómo explicarles, podemos tener todo el dinero del mundo, pero no ser felices y yo me sentía incompleta. Admiraba a mi padre, pensaba que era un hombre honesto y trabajador, además me había regalado la libertad de estudiar lo que deseaba, porque siempre soñé con ser la mejor ingeniera agrónomo de la historia. Todo inició con un viaje que hice a Napa con mi madre, donde disfrutamos el recorrido de una de las vinícolas más hermosas que tiene el estado, fue constatar con mis propios ojos la pasión con que hablaba su dueño y el orgullo que había en su voz por lograr lo que tanto había soñado, para que yo quedara enamorada. Creo que por un momento me imaginé siendo dueña de un gran viñedo en Napa o en La Toscana, viviendo relajada con un esposo y una gran familia, lo cierto es que siempre fantaseé con tener una familia como aquella película Un Paseo por las Nubes, donde el protagonista es Keanu Reeves y se enamora de la chica que es mexicana, pero sinceramente lo que más me gustó de la historia fue la tradición familiar, eso era lo que los mantenía realmente unidos a todos. En mi mente se quedaron grabadas las palabras que le dijo el abuelo de Victoria a Paul cuando toda la cosecha se incendió: «Esa es la raíz de tu vida. De nuestra vida, nuestra familia, y tú ahora eres nuestra familia.

Y nunca más volverás a estar solo». Eso fue lo que nunca tuve con la mía, mi papá a pesar de ser lo que es, nunca se sintió orgulloso, estoy segura que esa es la razón por la cual me ocultó la verdad, en cambio, la familia de mi esposo no se avergüenza de lo que son. Si miro un poco mi vida en retrospectiva, poseo el viñedo, el esposo y el hijo viene en camino, pero también poseo un legado que nunca pensé asumir. Mi padre es parte de la mafia, sin embargo, la organización a la que pertenece es la enemiga de los Lombardo. Hace cuatro meses dejé de ser Giovanna Falcone y me convertí en Giovanna Lombardo, la esposa del segundo al mando de una organización legendaria llamada la Cosa Nostra. Estoy segura de que, como yo, ustedes muchas veces creen que la mafia no es más que un mito, pero las leyendas existen y desde hace algunos meses soy parte de ella, estoy comprendiendo que existe el mundo que conocemos y que hay otro, el que se rige por sus propias leyes, creencias y preceptos. —¿Estás bien? —pregunta mi cuñado. Me he escapado de la cena para pensar un poco, vine al jardín para tomar algo de aire. Lo cierto es que el miedo que siente Alessandro, me lo ha trasmitido a mí y comienzo a tener dudas de si este es el momento correcto para tener un hijo, no obstante, estoy feliz con la noticia de ser madre, muy a pesar de todos los peligros que nos acechan allá afuera. —Necesitaba un poco de aire, solamente eso —contesto dibujando una sonrisa en mi rostro. —No tienes nada por lo cual preocuparte. —Camina para acercarse y dejar su cazadora en mis hombros—. Ahora eres una Lombardo, vamos a protegerte a ti y a mi sobrino —me asegura sonriente. —Deberías decirle eso a tu hermano —le sugiero en modo de broma tratando de quitarle un poco de importancia al asunto. —Hermanita, tienes que entender que nuestra vida nunca ha sido fácil. —Niega cerrando los puños—. Alessandro ahora tiene a alguien más a quién proteger, para él es importante mantenerte a salvo, porque tu padre está afuera acechando y el exnovio que te gastas es un psicópata de mierda. —Maurizio se acerca y me da un abrazo que calma un poco la ansiedad que me embarga —. Mi hermano te ama con locura y daría su vida antes de que algo te sucediera y ten por seguro que hará lo mismo con su hijo, pero entre nosotros, espero sea una niña a la cual malcriar con todos sus caprichos. —Suelta una carcajada—. Digamos que son cosas de tíos, o de gente que les gusta sacar de quicio a su hermano mayor. —Estás loco. —Lo que sea por joderle la paciencia a Alessandro. No puedo evitarlo y me contagio de su alegría, suelto una carcajada que hace que entre en calor borrando de mi mente todo lo que me preocupa, por un instante me siento una mujer normal que acaba de enterarse que se será madre. Mi cuñado tiene razón, estoy segura que Alessandro moriría antes de permitir que algo nos suceda a su familia. Finalmente comprendo que todo lo que le hagas a la mafia, se paga con la familia y el precio es la sangre. Yo misma desde hace meses me preparo para una guerra, ya que pienso proteger a mi esposo, a mi cuñado que se ha convertido en mi hermano y a mi suegro que se convirtió en un verdadero padre para mí, no como el mío, que me persigue como una presa, a la cual pronto cazará, para colgar en una pared como un trofeo. Por ahora voy a vivir, voy a disfrutar de lo que tengo y dejar atrás el miedo, necesito que mi esposo también esté a mi lado y en sintonía a lo que nos merecemos.

Nos merecemos que nos sucedan cosas buenas, pero, sobre todo, merecemos ser felices. ***** Me acuesto en nuestra cama con deseos de hablar, pero Alessandro está a mi lado leyendo un libro de ciencia ficción, lo cierto es que sospecho que, o es muy entretenido o que no desea prestarme atención. Tal vez soy una paranoica, pero estos últimos días percibo cierto distanciamiento entre nosotros y eso comienza a mortificarme. Suspiro tratando de calmar mi ansiedad, quizá esta es solo una de esas noches en las que simplemente desea que me acueste a su lado, me quede en silencio mientras me acaricia hasta dormirme. Deja de repente su libro en la mesita de noche y apaga la lámpara, se gira un poco hasta quedar frente a mí, me sorprendo cuando lleva su mano hasta mi vientre y comienza a dibujar círculos, sus caricias me hacen sonreír borrando cada uno de esos ridículos pensamientos de inseguridad. Llevo la mía hasta la suya presionando suavemente contra mi panza inexistente, él deja escapar todo el aire contenido en sus pulmones y respira hondo, creo que de cierto modo este contacto es lo que los dos necesitamos. Indudablemente tanto como él y yo tenemos mucho temor debido a todo lo que está por ocurrir. No soy tonta, sé que cada día están más cerca de nosotros. Me estremezco de solo pensarlo y él me acerca a su cuerpo, me acurruco en su regazo buscando su calor. Estoy segura en sus brazos, nunca imaginé sentirme como en casa. Subo mi rostro para darle un suave beso en sus labios, sin embargo, los suyos atrapan los míos, como siempre todo se intensifica entre nosotros; dejo escapar un gemido cuando sus manos recorren mi piel y van subiendo hasta el valle de mis pechos, pellizca mis pezones sensibles y arqueo mi espalda en respuesta, realmente en busca de más. Alessandro es fuego y yo soy yesca entre sus manos. Por supuesto que mi esposo sabe siempre lo que deseo y rompe la conexión para seguir besando mis mejillas, mis orejas y recorrer su con su lengua todo mi cuello, casi de manera mágica me quita el camisón, quedo solo vestida con unas braguitas de encaje de color blanco. Se aleja de mí y desde ese instante lo echo de menos, decepcionada suelto un resoplido que ignora, porque él me está admirando como si fuera una obra de arte, sus ojos de color castaño se oscurecen por el deseo, muchas veces pienso que en ellos puedo ver todo el amor que contiene su alma. —Eres preciosa —expresa con voz ronca y a estas alturas todavía tiene el poder de hacerme sonrojar con sus halagos. —Tú eres el hombre más guapo que he visto —le confieso. Alessandro sonríe y vuelve a besarme como si el mañana no existiera, deteniendo el tiempo, pues, como siempre, me hace recordar que fuimos hechos para estar juntos. Su mano se cuela dentro de mis braguitas y me penetra con su dedo del corazón, mientras su pulgar a acaricia mi clítoris, casi de manera involuntaria dejo escapar un gemido y él sonríe contra mis labios. Sin pensarlo dos veces rompe mis bragas e introduce dos dedos, que resbalan dentro de mí. Interrumpe la conexión de nuestros labios, para besar, chupar, morder y lamer mi cuello, porque sabe que esa combinación me enloquece. —Estoy cerca —le informo cuando un cosquilleo y una oleada de calor atraviesa todo mi cuerpo. —No, te correrás cuando te lo ordene —me advierte. Sigue siendo mi hombre mandón y conoce mi cuerpo mejor que nadie, soy suya en cuerpo y

alma. Me saca los dedos, gimo frustrada mientras toma su pene, me penetra de una sola estocada haciendo que arquee mi cuerpo para recibirlo. Estoy tan húmeda que resbala y los dos jadeamos de placer. Alessandro se queda quieto por un minuto y sé que lo hace para no correrse, sin embargo, necesito más de él, porque en este momento deseo que se mueva tan profundo que me pueda llevar al éxtasis, ese que solo puedo sentir cuando me hace el amor. Me muevo en busca de más, comienza a penetrarme con suavidad para enloquecerme, pero a medida que vamos entrando en calor y el deseo nos invade, sus embestidas se vuelven un poco más rápidas y fuertes, al mismo tiempo que correspondo a cada una de ellas. Sus manos en mis caderas, su boca en mi pezón, todo es una combinación perfecta de placer, pues de nuevo me azota el mismo cosquilleo que hace un rato, esa electricidad que recorre mi columna vertebral y todo se nubla ante mis ojos. —¡Oh, Alessandro! —grito. —Córrete para mí —me pide con voz ronca—. Hazlo por mí. Sus palabras son órdenes y el orgasmo explota como una bomba cósmica que me lleva al infinito y más allá, me corro gimiendo su nombre mientras él musita palabras de amor. Me sigue luego de varias arremetidas, la verdad no llevo ni la cuenta en este instante, solo sé que lo hace gritando mi nombre. Su cuerpo cae sobre el mío, escondiendo su rostro en el hueco entre mi cuello y hombro, nuestras respiraciones poco a poco se van calmando, sale de mí y me lleva con él para que me acurruque contra su torso perfecto. —Te amo, Giovanna —murmura. —Y yo te amo a ti, Alessandro. Desde que conocí a mi esposo creo vivir en un libro de romance erótico, que soy la protagonista de una historia de amor que debe ser inmortalizada, sin embargo, todas esas historias tienen villanos, bueno, el nombre correcto es antagonistas. Ellos son capaces de todo con tal de separar a los personajes principales, puesto que la felicidad es un camino que está lleno de baches, cuestas empinadas y hasta laberintos de espinas, pero de la mano de Alessandro estoy segura que nada de eso importa. Si pudiera ponerle un título a mi historia de amor, se llamaría Amor y Venganza, porque el amor fue lo primero que nos unió, la venganza no separó y al mismo tiempo fortaleció nuestro amor, ¡qué contradictorio! La venganza es la ausencia del amor, por eso creo que mis padres nunca me han querido y si vienen a hacerle daño a mi familia, van a tener que vérselas conmigo.

Capítulo 3 MARIO Con el pasar del tiempo he aprendido que la venganza es un plato que se come frío, como un buen tiramisú, tienes que sentarte a saborearlo, ya que la combinación del café con el queso es única. Así que poco a poco voy probando lo que será mi gran momento, estudio cada uno de los movimientos del hombre que me ha robado lo único que he deseado en mi existencia, ELLA, no sé si saben lo que esa sola palabra puede abarcar para mí en mi vida. Me pertenece. Observo a la chica que está tirada en la cama, su cuerpo yace inmóvil y de sus ojos se ha escapado la luz. Gianna llevaba meses conmigo y en mis días más oscuros había hecho el trabajo de cuerpo cálido, supongo que las drogas sí terminan por asesinar a las personas, alzo mis hombros, era una perra que encontraron en un club de noche. Solo sé que es italiana, me la trajo Valerio después de que pagara miles de dólares por ella en una subasta, eso fue lo que me dijo y le creo. Luchó conmigo hasta estos últimos días que finalmente se rindió, me dejaba hacer lo que deseaba con ella y la follé hasta que su corazón dejó de latir, la volví a follar después de muerta, imaginado que algún día Giovanna será la que yacerá debajo de mí, me gusta follar a mis víctimas después de muertas, porque me hace sentir poderoso. Giovanna, mi dulce chica de labios rojos; mis deseos de amarla y matarla al mismo tiempo, hacen batallas en mi corazón, son sentimientos discordantes el amar y el matar. Sé que ella debería pagar por los pecados de su padre, pero al mismo tiempo la he amado tanto que no podría hacerle daño, por eso se lo hago a estas mujeres. Frente a sus ojos asesinaré a Carlo y al maldito que la posee en este momento, esa será la única manera de doblegarla, perderá a las dos personas que más ama y yo la obtendré para siempre, no puedo tener mejor premio. Me visto y le doy órdenes a mis hombres para que se deshagan del cadáver, creo que es momento de que busque un reemplazo. Nadie nunca va a llenar el espacio vacío que ha dejado el amor de mi vida. Las calles de Nueva York son más peligrosas de lo que pueden imaginar, aquí hay muchas maneras de cometer crímenes, los de cuello blanco son los peores. Nadie está seguro en ningún lugar del mundo, aquí soy el rey sin corona, pero muy pronto la tendré y buscaré a mi reina. Llamo a mi socio en Nápoles al subirme al todoterreno. —Genovese. —¿Qué noticias me tienes? —Están en Palermo, no sé nada de ellos, sabes que desde que asesinaron a su hermana el anillo de seguridad de la organización se cerró, son más cuidadosos, te envié las últimas fotos suyas. —La necesito de vuelta —expreso entre dientes apretando con fuerza mi móvil—. La necesito de vuelta. —Lo que tengo que decirte no va a gustarte —me informa Valerio.

—Habla… —Estaban en una clínica de salud, soborné a la enfermera. —Aprieto un poco más mi móvil—. Está embarazada. Maldigo y tranco la llamada sin darle las gracias. Alessandro Lombardo ha destruido todo lo que he deseado, pero ahora voy a acabar con él, la Cosa Nostra conocerá a la mafia americana, todos creen que soy un simple peón, pero realmente en mi tablero de ajedrez estoy aguardando para mover la ficha ganadora. ***** —¿Qué sabes de Giovanna? —me pregunta Carlo delante de Valentino. Valentino se ha ganado la confianza de mi suegro, lo que ha entorpecido cada uno de mis planes, porque ahora no puedo ejecutar uno a uno con la libertad con la que lo venía haciendo, se ha convertido en mi maldita piedra de tranca. Él está en mi lista de próximos asesinatos y disfrutaré hacerlo como un mafioso americano, pero ahora solo tengo mente para traer a mi ángel de vuelta. Cierro los ojos y respiro hondo. —Carlo, temo que debo informarte que Giovanna está embarazada —informo con voz rota. Debo fingir que estoy afligido, que esto no me causa más deseos de ahorcarla con mis propias manos, pero ya quitaré del medio al bastardo y solo podrá llevar en su vientre a mis hijos. Estoy seguro que tendremos una hermosa familia. —¡Cristo Santo! —susurra afligido—. ¿En qué está pensando Giovanna? —Carlo, creo que vas a tener que dejarla ahí, no creo que ella abra la boca —le sugiere Valentino metiéndose en mis asuntos y yo lo fulmino con la mirada—. No estamos preparados para una guerra, no creo que la organización nos apoye y hasta ahora ellos no han hecho nada en contra nuestra. —Tú no sabes nada de la organización —espeto molesto—, ellos son los que nos están ayudando a encontrar la información. —Valerio no es La Camorra —me ataca Valentino. —Aún tengo más rango que tú, comienza a meterte en tus asuntos —le recuerdo con rabia—. Me debes respeto. Valentino pone los ojos en blanco. —Deja de actuar como un psicópata y lo tendrás —contesta lanzándome de nuevo el pañuelo del desafío. —Maldita sea… —susurro molesto—. Carlo, tenemos que sacarla de ahí. —¡Cállate, Mario! —me ordena mi suegro. Carlo tiene la mirada perdida en una foto de su hija, la verdad es que no comprendo cómo es que todo se salió de nuestras manos. Ella simplemente burló su anillo de seguridad, estuvo oculta sin darnos señales de vida y su único error fue llamar a su padre, Giovanna es inteligente, tanto, que estoy seguro de que sabe que Alessandro Lombardo es un criminal como todos nosotros. —Ella sabe quién es Alessandro —murmuro cuando ese pensamiento golpea mi mente. —No lo creo —contesta Carlo. —Estoy seguro de que lo sabe —les aseguro con convicción—. Tal vez debes pensar en una manera de escarmentarla Valentino niega y le susurra algo a Carlo, este nos deja irnos, este problema está afectando mi relación con mi suegro quien me ha relegado a un segundo plano. Estoy perdiendo terreno, debería

actuar antes de que ellos lo hagan a mis espaldas; ya que estoy seguro que Valentino quiere desaparecerme, pero antes de matarlo tengo que lograr que encuentre la manera de comunicarme con Giovanna, debe saber que muy pronto voy a tenerla entre mis brazos y luego la asesinaré. Necesito una perra a quien pegarle y descargar todo lo que siento, es momento que encuentre a un coño en el cual enterrarme y romperla hasta que suspire su último aliento.

Capítulo 4 GIOVANNA Sinceramente

los días en Palermo son asfixiantes, pues siento que no tengo la libertad que poseía en la Toscana, a excepción de las tardes que comparto con mi suegro, de algún modo él hace que me sienta tranquila, que puedo considerar este pedacito de Italia mi hogar. Creo que la seguridad ha aumentado desde que saben que estoy embarazada, aunque lo nieguen cada vez que les pregunto sobre el tema, pero tengo la certeza que solo lo hacen para maternos a salvo a mi bebé y a mí. Estoy disfrutando un pequeño placer culposo, ya que me escudo en el embarazo para comer todas las tardes tostadas untadas de Nutella, el invierno se ha largado unos días y el frío hace que ingiera alimentos como una osa que se irá a hibernar. A este paso voy a rodar a los nueves meses. Me encanta leer, este hábito lo descubrí de niña y por una cosa u otra lo fui dejando a un lado, como no tengo empleo poseo mucho tiempo libre para retomarlo, me ha seducido más de un thriller, sin embargo, no sé si es que estoy viviendo en un eterno idilio porque ahora disfruto leer romance, he ido descubriendo que hay mucha variedad desde lo más rosa a las novelas llenas de erotismo. Me he enganchado con la autora Penelope Sky, realmente me encanta cómo transforma el síndrome de Estocolmo en amor, no estoy diciendo que sea correcto, pero es ficción, ¿todo debería valerse? Eso de los antihéroes y antivillanos, puede ser un mundo interesante. Leemos para escapar de la realidad, pero muchas veces podemos sentirnos identificados con frases o hasta situaciones, quizás si contactara a la escritora, ella haría una novela sobre mi vida. ¿Mafia? Te lo tengo. ¿Enfrentamientos? Te lo tengo. ¿Familia disfuncionales? Te lo tengo. Realmente debería escribir mi propia novela, aunque me cueste creerlo me casé en dos meses con el hombre que considero el amor de mi vida, la verdad, nunca creí que un sentimiento tan grande se podría crear en tan poco tiempo. Si me pongo a observar mi vida con detenimiento, pasé años creyendo que debía casarme con alguien y resultó que nunca sentí nada por él. El amor no es cuestión tiempo y tampoco de costumbre, es solo cuestión de sentimientos. Mario fue esa persona que nunca pude amar, realmente creo que mis padres idealizaron nuestra relación y con tal de complacerlos decía sí a todo, por eso cuando acepté el anillo pensé que era lo correcto, porque la verdad es que llegué a pensarlo y no era así, no podía amar a alguien que solo me causaba miedo y asco, que su presencia me incomodaba. Muchas veces pensé que sacrificar mi felicidad, por hacer felices a mis padres era lo correcto, les contaré una verdad universal: no debemos hacer nada por hacer felices a otros, debemos ser felices primero nosotros. Ahora, me doy cuenta de que nunca viví por miedo a no complacerlos, que mi vida comenzó cuando me escapé, ya que al fin era libre, porque a pesar de la verdad que acababa de descubrir y que me apresaba, podía vivir lejos del yugo que me estaba afectando. —¿En qué piensas? —me pregunta Vito

—En mi familia —contesto con voz apesadumbrada y escondo mi rostro porque me sonrojo. —No debes sentir vergüenza por extrañarlos —me tranquiliza—, amamos a la familia a pesar de sus errores. —Son tus enemigos —susurro, aunque me apena no tenerlos cerca, estoy segura que mi padre es implacable y no me perdonará. —La Camorra, no ellos, pero ellos son parte y tienen que seguir los lineamientos. —Mi suegro hace señas y todos alrededor desaparecen—. Giovanna, todos en el crimen organizado tenemos enemigos, no solo es la Camorra, son muchos los que nos quisieran muertos y por eso es que Alessandro te protege, aquí es tu lugar, tú eres su todo, perderte sería algo que ninguno de nosotros va a soportar. —Lo entiendo —respondo, pero trago un nudo que se me ha formado en la garganta. —No, no lo haces y es normal, sinceramente no entiendo las razones por las cuales tu padre te mantuvo la verdad oculta por tanto tiempo, te lo diré así, cuando acepté ser parte de la Cosa Nostra, sabía a lo que estaba a punto de enfrentarme y Sylvana sabía todo lo que debía ser al aceptarme, una mujer que permitiera y entendiera que los negocios son primero y que nuestros hijos iban a ser parte de ellos. —Es un juramento de sangre —afirmo, lo sé, porque he estado leyendo—. Y la organización es primero que todo, hasta tu esposa. Vito sonríe. —Sí, aquí entras con vida y sales sin ella. —Exhala como si el peso de todos estos años cayera sobre sus hombros—. Todos se convierten en tu familia, tienes que velar por ellos y nosotros los sicilianos lo llevamos en la sangre, son muchos siglos en donde la mafia ha sobrevivido. Aunque siempre puse a mi mujer primero que a todos. —¿Y la policía? —pregunto. —Muchos tienen la ilusión de acabar con nosotros, otros simplemente se rinden ante los sobornos, por eso cuando salimos a la calle prefieren llegar después y recoger los destrozos, los superamos en número de hombres y armas. Yo tengo un sobrino que es policía y me informa de todo. —¿Así de simple? —Muchos de los carabinieri y detectives son parte de la mafia, pequeña. —Abro los ojos sorprendida—. Nos entregan la información que necesitamos y ayudan a no cometer errores como dejarse atrapar, todo a cambio de dinero. —¿Están muy bien organizados? —Bueno, podría decirse que en el caso de nuestra organización somos un sistema piramidal y cuando revisas podemos decir que somos una pirámide de Kelsen. —¿Derecho? —inquiero asustada. —Exactamente, también tenemos leyes… Suspiro. —Sabes, soy muchas veces más feliz aquí que en casa de mis padres. —Aquí te hablamos con la verdad. —Creo que es eso. —Pequeña, no solo encontraste el amor, también tienes una familia que está dispuesta a morir por ti. —Sabes muy bien que lo haría por ustedes. —Por eso creo que Alessandro eligió a la esposa perfecta.

Vito sonríe y me da un abrazo antes de levantarse, sale de la habitación dejándome de nuevo con mis pensamientos, pero prefiero desconectar e irme con mi Rey Escocés. ***** Salgo del cuarto de baño terminando de esparcir la crema hidratante en mis brazos. Alessandro está tecleando en su laptop, levanta la mirada y sonríe cuando me ve. Miles de mariposas vuelan en mi estómago, no me canso de pensar que el amor verdadero debe sentirse así. Que todo lo demás se borre cuando estamos juntos. —Eres preciosa —me halaga. —Gracias… —Me sonrojo. Cierra su computadora para dejarla en la mesita de noche, se levanta de la cama acercándose, me toma por la cintura para pegarme a su cuerpo. Su mano atrapa mi cuello y sus labios se acercan con una sonrisa dibujada, estoy segura de sus intenciones, no me sorprendo cuando mi sexo se humedece. Me besa con hambre y con el deseo que puede sentirse a flor de piel, su lengua irrumpe de manera violenta, penetrándome y robándome el aliento, se me escapa un gemido cuando me muerde el labio inferior. Sonríe maliciosamente, para comerse mis labios, sus manos me acarician de norte a sur, recorriendo cada curva de mi cuerpo, cuando se detiene en mis pechos, ya mis pezones están erectos. No sé por qué siempre creo que estoy a punto de hacer combustión espontánea cuando me toca. Los pellizca y gimo, porque ellos están sensibles por causa del embarazo, lo hace de nuevo por lo que suelto algo ininteligible, los amasa en sus manos mientras me empuja con delicadeza hasta la cama, caigo sobre ella y reboto causando que me ría, pero apenas veo el deseo que hay contenido en sus ojos y guardo silencio inmediatamente, se posa encima de mí mientras se mueve a gatas sobre mi cuerpo dejando un rastro de besos desde mi vientre a mis labios. —Eres preciosa —murmura contra ellos. —Hazme el amor —le ruego. Las hormonas o, mejor dicho, que mi esposo está para comérselo con los dedos, untarlo con Nutella y lamer cada cuadrito de su abdomen perfecto, ya que se ejercita cada mañana antes de que el sol despunte en el cielo, hacen que me vuelva un volcán en erupción. Uno puede tratar de contenerse, pero cuando amas a alguien, la verdad es que deseas tenerlo dentro de ti cada vez que puedas y sentir que tu cuerpo y él pueden tocar una escala perfecta de sinfonías de amor. Sus dedos se abren paso por mi cuerpo hacia el sur, cuando se cuelan por mis braguitas aprieto el trasero ante la expectativa, estoy chorreando y eso hace que se le escape un sonido gutural de su garganta. Esta noche tengo planes diferentes, deseo probarlo, ya que muy pocas veces me lo permite. Me incorporo un poco y él saca sus dedos ligeramente extrañado. —Quítate las bragas —me ordena. —Quítate el bóxer —lo contradigo. Esboza una sonrisa lobuna, se levanta dándome una vista perfecta de su cuerpo cincelado por los malditos dioses romanos. Su liga tiene la marca de Emporio Armani, los baja y su polla se irgue como un mástil, todo su cuerpo es perfecto. Mi hombre puede que no sea un héroe, pero para mí sí lo es, me salvó. Camino a gatas hasta el borde de la cama. —Arrodíllate —me ordena. —Pero… —titubeo.

—Hazlo —me manda usando un tono un poco más fuerte. Obedezco ya que en su mundo sé que no puede cederme el control, pero de cierta manera yo lo necesito, porque fuera de la cama hago lo que quiero y cuando quiero. Cuando estoy frente a él, toma su polla entre sus manos y me roza los labios, mi lengua sale tentada a probarlo. —Abre tu boca. —Lo hago, mete su polla dentro de ella y de manera instintiva mis labios la atrapan—. Sí —gime lanzando su cabeza hacia atrás. Sus dedos se enredan en mi cabello y me lleva hasta que su glande toca mi garganta, se me escuecen los ojos y sonríe cuando ve unas lágrimas salir. Mantengo mi mirada puesta en su rostro y él la suya en el mío. Subo y bajo por su tallo disfrutando de darle placer, de vez en cuando me detengo para darle atención a su capullo que lamo como si fuera una piruleta de cereza. Su garganta emite una cacofonía de sonidos guturales. Dicta la velocidad de mi mamada, pero también me deja llevar mi propio ritmo. —Sí, Dios, sigue así, preciosa. Su abdomen se contrae del placer y yo clavo mis uñas arañándolo. Hace una coleta con mi cabello y comienza a follarme la boca con tal fuerza, que creo que no voy a soportarlo, pero me humedezco disfrutando la sensación de dominio. Se corre sin avisarme, esta es la primera vez que lo hace y abro los ojos. Sale y me pide con voz dulce: —Trágatela. Lo hago y abro mi boca para mostrarle, me sorprendo al ver que todavía está excitado y duro. Me levanta y ordena: —Quítate las bragas. Obedezco y me las quito con torpeza, mientras tanto él mira cada uno de mis movimientos con atención. Me acuesta en la cama con delicadeza, tanta, que es capaz de sorprenderme. —Abre las piernas —demanda con autoridad, nunca me había tratado de esta manera y es de lo más excitante. De nuevo hago lo que me pide, él levanta mi cuerpo un poco hacia el suyo, pone de nuevo sus manos en mi pecho y lo masajea, aplicando un poco de fuerza haciendo que sea placentero. En segundos mis pezones se ponen duros, baja su rostro hasta mi coño, lo lame abriéndose paso hasta mi clítoris, una oleada de placer recorre mi cuerpo y de manera espontánea me pego a sus labios, su lengua comienza a dibujar pequeños círculos en mi botón cuando su dedo se introduce y mis piernas se abren más dándole la bienvenida a mi interior. —Sabes a gloria —murmura. —Por favor —le ruego. Y muchas veces me he preguntado las razones por cuales rogamos en la cama, pero en este momento tengo la mente en blanco, solo deseo que me lleve a lo más alto del placer y poder sentirlo. Introduce dos dedos más en lo profundo de mí, se deslizan de adentro hacia afuera, una ola de calor me sobrepasa, el cosquilleo comienza a acumularse en la parte baja de mi vientre. —¡Me voy a correr! —grito. Pero parece que tiene otra idea diferente, me saca los dedos y gimo en protesta, pero esto dura poco, pues inmediatamente siento que introduce en mí de una sola estocada que nos arranca un jadeo a los dos. Me da un beso en labios y susurra: —Te deseo, Giovanna. Comienza a moverse lento, luego cambia sus movimientos por unos más rápidos, respondo a cada uno de sus empujes, comenzamos a movernos como uno. —¡Oh, Dios! —gimo—. Alessandro.

Lo oigo gemir mi nombre cuando de nuevo siento el mismo cosquilleo, mis piernas tiemblan por el placer, sé que me acerco de nuevo a la cúspide. Sus movimientos se aceleran, se vuelven casi salvajes y me catapultan al orgasmo. —¡Giovanna! —grita en mi oído y unos cuantos embistes después deja de moverse y se desploma sobre me mí. Sale de mi interior y me doy la vuelta para observarlo, respira profundo tratando de calmar los latidos de su corazón, me acurruco contra su cuerpo, me siento protegida, cierro los ojos pensando que en sus brazos nunca podrá pasarme nada, que todo va a estar bien y que juntos somos poderosos.

Capítulo 5 ALESSANDRO Estamos

por entrar de nuevo al club del americano para cobrar las cuotas atrasadas, pero tengo un presentimiento en mi pecho desde que salí del centro de comando a las afueras de la ciudad. Tomo la medalla de San Miguel que siempre llevo conmigo, normalmente no necesitamos más de cinco hombres, pero esta vez mi hermano trae al menos unos veinte, ya que desea dejar en claro que con nosotros no se juega. Enciendo la pantalla de mi teléfono y me quedo mirando la foto de Giovanna para calmarme. —¿Está todo listo? —le pregunto a Maurizio y levanto mi mirada. Él va en el asiento de copiloto, me mira por el espejo de retrovisor y asiente afirmativamente con su cabeza, su respuesta no me calma, porque sabe que ahora que estoy casado, siempre deseo volver al lecho con mi esposa y cuidar de mi bebé. Estacionamos al frente alrededor de cinco todoterrenos con vidrios tintados, los transeúntes saben de lo que se trata, porque comienzan a caminar despavoridos huyendo de nosotros, para ponerse a salvo de la mafia. Apenas cae el ocaso en la ciudad Palermo, seguro ahora ella está junto a mi padre leyendo, como todos los días. Es lunes, por lo cual en teoría hoy el local no tiene actividad al público, pero algo va mal, ya que hay mucha actividad fuera del mismo y eso enciende una alarma en mi cabeza, alguien les ha dado el pitazo de que venimos. —Maurizio… —murmuro el nombre de mi hermano. —Lo sé, también lo creo —responde él adivinando mis pensamientos—. Nos esperan dentro, así que vamos a darles una fiesta inolvidable —anuncia por la radio. Él muchas veces es mil veces más sanguinario que yo. Da la orden para bajar y nuestro grupo es el último que lo hace, nos escabullimos por la puerta de atrás. Deslizamos nuestros pasamontañas para que nadie nos reconozca, lentes de visión nocturna y máscaras de gas. Escucho disparos, se supone que eso no debería estar sucediendo. Mi hermano nos hace señas indicando el camino, nos encontramos de frente con un grupo de las fuerzas policiales que están apostados en la parte trasera, no se dan cuenta de cuando entramos y lanzo una bomba de humo que les quita visibilidad, pasa en cuestiones de segundos. Disparamos a matar, peleamos cuerpo a cuerpo con seis hombres armados hasta los dientes. Vigilo que todo esté bien con Maurizio, siempre voy a pensar en él como el niño que caía y yo le curaba las rodillas raspadas. Un hombre se atraviesa y rápido saco la daga de los Messina y primero lo apuñalo, la saco para luego cortar su cuello, casi como un animal acechando su presa. Las detonaciones se hacen más fuertes a medida que vamos avanzando. Peter nos ha tendido una trampa con la policía y con eso ha puesto precio a su cabeza. Ellos nos duplican, pero mis hombres son los mejores asesinos cuerpo a cuerpo que puedan imaginar, logramos neutralizarlos poco a poco usando la astucia que nos caracteriza. Cuando llegamos a la pista de baile usamos las armas, las detonaciones son como una sinfonía que anuncia la muerte, ayudamos a nuestros hombres y acabamos con cada uno de los enemigos. Maurizo se acerca a mí arrastrando a un hombre que llora desesperado pidiendo piedad,

cuando logro distinguir su rostro sonrío con malicia, si miran alrededor parece un campo de batalla con muchos cuerpos tirados. La sangre se disfraza con el parqué oscuro. Colocan una silla en medio y lo sientan, todos nos quitamos las máscaras y pasamontañas, dejando al descubierto nuestros rostros. Al fijarme puedo darme cuenta de que somos solo doce en este momento, maldigo por las bajas y eso me da un subidón de adrenalina, Peter tiene que pagar. —Vaya, vaya, Peter, qué recibimiento más interesante nos has dado —le comento—. Quien te avisó es una sucia rata, ya me encargaré de asesinarlo y hacerle saber que llorabas como una niñita. —No me mates —ruega entre lágrimas. —Miren cómo llora —apostilla divertido Maurizio. Todos mis hombres se ríen, uno de ellos entra a la cabina del DJ, aprovecho las risas para acercarme a Peter, le doy un golpe en todo el esófago, que le roba el aire. Lloriquea como un niño y lo tomo por el cabello, para que observe el rostro de quien va a quitarle la vida. Siempre me aseguro de que sepan que soy yo quien tiene su destino en mis manos. —Te subestimé, primero me engañas y prometes pagarme, ahora me tiendes una emboscada con la policía y tratas de matarme. —Chasqueo la lengua contra el paladar—. Juré que nos habíamos entendido la última vez, pero te recuerdo que con Alessandro Lombardo no se juega. —Perdona, perdona —gimotea—. Ellos me obligaron, le debo dinero a mucha gente. —Claro… —murmura Maurizio—. ¿Quién te obligó? —Lo agarra del cabello y lo tira contra el suelo para patearlo. Nuestro hombre activa la música y Thunder de Imagine Dragons comienza a sonar, me acerco a Peter y le susurro: —Casi no vuelvo a casa por tu culpa y yo solo pensaba darte un susto, pero ahora te voy a matar y voy a disfrutarlo, no sé si comenzar rompiéndote las piernas o solo hacerlo a golpes. —¡Piedad, piedad! —me ruega llorando. Y como dice la canción me convierto en un trueno, lo golpeo sin ninguna piedad, entre mi hermano y yo le dislocamos los brazos, grita de dolor y eso solo me alienta a seguir. Me turno con Maurizio cuando mis nudillos quedan destrozados. ¿Alguna vez han sentido la adrenalina correr en sus venas? Es como un subidón que hace que su cuerpo se estremezca y el pulso se acelera, estás un poco más alerta de todos los movimientos alrededor, aunque no es más que una hormona, siempre he pensado que es esto lo que deben sentir los adictos cuando se drogan. Lo matamos a golpes y cuando terminamos, dejamos un mensaje claro, pueden tratar de meterse con nosotros, pero con la mafia no se juega. Cuando subimos a los todoterrenos escuchamos a lo lejos el sonido de las sirenas, tarde, hemos barrido el sitio y asesinado a los pocos policías que quedaban con vida. —Envíale un mensaje a Enrico, que nos informe qué fue lo que sucedió aquí —le ordeno a Maurizio. —Estoy en ello —contesta, se gira con una sonrisa en los labios y agrega—: Fue como en los viejos tiempos. Enrico es mi primo y, como yo, es el jefe de su familia, somos parientes porque mi madre era la hermana de su padre, pero no nos llevamos. Guido Messina era mayor que mi mamá, ellos siempre han odiado a mi padre, no me extrañaría que todo esto sea una artimaña de ellos y estoy a punto de matarlos a todos. —¿Escuchaste? —me pregunta Maurizio.

Asiento, no tengo nada que decir, me comporté como el asesino que soy, pero pensar que no iba a volver a casa con mi mujer e hijo, sacó el demonio que llevo dentro de mí. —Deseo un informe completo y saber el por qué no fuimos avisados de esta emboscada. —Mi voz está cargada de rabia—. Esto no puede volver a suceder. —¡Cálmate! —pide mi hermano. —Mañana, vas a averiguar en qué banco tenía el dinero Peter, vamos a usar nuestros contactos y vaciar su cuenta bancaria. —¿Estás loco? —exclama Maurizio—. Eso nos pondría en evidencia, pueden rastrear la transferencia. —Todos saben quiénes somos y aún estamos libres, esos idiotas que estaban ahí los usaron para enviarnos un mensaje, deseo averiguar de qué se trata. —Las neuronas no te están funcionando tan bien como esperaba —me dice. —Maurizio… El tono que uso lo hace callar, sabe que lo menos que puede hacer es desafiarme en este momento. Cuando llegamos a casa, voy directo a otra habitación y me quito toda la ropa llena de sangre para darme una ducha, nunca obligaría a Giovanna a verme de esta manera. Muchas veces me detengo a pensar qué sucedería si mi esposa conociera esta parte de mí, la que disfruta asesinar personas, que la tortura es como un modo de escape. Que un monstruo duerme a su lado, ella es como el carcelero de mis demonios y cuando los dejo salir parecen disfrutar de la libertad que les ha sido robada, son capaces de cometer atrocidades. Al terminar, voy hasta nuestra habitación y me olvido por un segundo de todo, la encuentro dormida abrazando mi almohada, su cabello está desperdigado por la suya y la serenidad que ilumina su rostro es capaz de transmitir paz. ¿Será que ella siente lo mismo cuando está conmigo? Muchas veces me siento indigno de Giovanna, como si caminara por la cuerda floja, podría darme la vuelta y darme por vencido, sin embargo, prefiero afrontar lo que venga, siempre y cuando ella camine de mi mano. Muy pronto la tormenta estará azotándonos, ella tendrá miedo de caer y yo estaré ahí para tomar su mano, para saltar si es necesario. El tiempo marcha y nosotros solo vivimos el día a día, sé que hay lágrimas que aún no derramamos, pero esas lágrimas van a desvanecerse, porque ese es el precio que pagamos por amar. Y muchas veces dudo, pero estoy seguro de que juntos podemos afrontar lo que venga. Me acerco y beso su cabello, me acuesto a su lado y por unas horas olvido todo lo que sucedió esta noche, dejo que la tranquilidad que me envuelve cada vez que estoy a su lado me lleve al sueño y me duermo soñando con que puedo estar siempre con ella. ***** Estamos desayunando en familia cuando Enrico interrumpe la conversación, pocos en la organización conocen a mi esposa. Solo hay órdenes de que deben protegerla, sin embargo, nadie puede acercarse a ella. Mi padre ha respetado esta decisión, claro está, luego de explicarle que después de la muerte de mi hermana no confío en nadie, ni en mi propia sombra, porque cuando no hay luz ella me abandona. Me tenso y ella parece darse cuenta de ello, ya que baja su mano y aprieta mi muslo para calmarme. Mi hermano se levanta y le hace seña para que no se acerque, pero este parece no entenderlo, sin ninguna muestra de respeto me tira sobre el plato las fotos de la escena del crimen.

—Tu emboscada de anoche, me puso contra la espada y la pared —sisea molesto—. Tío, lo siento por interrumpir su comida de esta manera, pero tus hijos no aprenden. Maurizio se acerca y lo toma del brazo, pero este se zafa, mi primo siempre ha deseado todo lo que nosotros poseemos y si a alguien creo capaz de traicionarme sería él. —Enrico —lo llama mi padre y parece por un momento calmarse hasta que posa su mirada en Giovanna—. Estas cosas no se arreglan en la mesa. Mi mujer se levanta y cuando la observo todo el color se le ha ido del rostro, su mirada horrorizada pasa de todos nosotros a las fotos. Maldigo por lo bajo y antes de que pueda atraparla, sale corriendo de la habitación. —La próxima vez que te atrevas a hablarme así, voy a pegarte un tiro y me importará una mierda que tengamos la misma sangre —amenazo a Enrico—. Padre, si me disculpas. Mi primo palidece y mi padre me ordena que vaya por Giovanna, salgo corriendo tras de ella, al no encontrarla le pregunto a mi gente si la ha visto. Uno de ellos me dice que está en el jardín, tomo unos abrigos, pues conociéndola seguro salió sin uno. Estamos en febrero y el invierno parece eterno, la consigo sentada en la hierba, llorando en silencio, la abrigo mientras me siento a su lado. No me acerco respetando su espacio, pero por dentro me muero por abrazarla. Los segundos se convierten en minutos, cada minuto bajo el castigo de su silencio es una tortura, sin embargo, soy incapaz de decirle algo más, me da miedo perderla. —Alessandro… —me llama. Tomo su mentón y giro su rostro, se me cae el alma a los pies al percatarme de que este no es su mundo, que le estoy haciendo un daño irremediable a su alma, pero soy un egoísta, porque no puedo dejarla ir, no puedo permitir que se aleje de mi lado, sin ella no sería nada. —Mírame —le pido. —Eso… —Se le rompe la voz y a mí el corazón al mismo tiempo. —Sí, eso sucedió anoche —le digo—. Giovanna, yo… —¿Iban a matarte? —pregunta. Asiento con mi cabeza y ella gira bruscamente su rostro, se abraza a sí misma, creo que entre los dos hay un campo invisible que no me deja acercarme, cuando la realidad es que deseo hacerlo, para abrazarla, consolarla y amarla. Es complicado explicarlo, junto a mi esposa me siento menos, indigno y muchas veces la odio por eso. —Tengo miedo de que te pase algo, si algo te sucediera…, yo… Dejo escapar todo el aire contenido en mis pulmones, la abrazo y Giovanna rompe a llorar en mis brazos, qué idiota he sido, ella no tiene miedo de mí, tiene miedo de que me suceda algo y eso me hace amarla un poco más, si eso es posible.

Capítulo 6 GIOVANNA Si a Alessandro le sucediera algo, sería capaz de acabar con la vida de esa persona y luego suicidarme. Me desplomo en sus brazos luego de confesarle que tengo miedo a perderlo, que si él no está a mi lado me siento perdida, como anoche que me costó conciliar el sueño pues estaba afuera y no sabía nada de él. Desde que llegó a mi mundo, se convirtió en mi vida y desearía que entendiera que no me da miedo estar rodeada de peligro, pero sí que él salga lastimado. —Solo pensaba en volver, por eso mi primo está tan molesto —me cuenta tratando de calmarme—. Si me matan, volvería a la tierra solo por estar contigo, desafiaría al mismo Dios si fuera necesario. Alza mi rostro y con sus pulgares borra cada una de mis lágrimas, se acerca para dejar un beso en mi frente, pero parece que alguien ha abierto la llave, porque no paro de llorar. Besa y lame una de ellas, repite lo mismo bebiéndose todas. —Nunca te dejaría —me asegura con voz ronca. —No podría soportarlo —sollozo—. No estoy segura qué es lo que me hace sentir así, creo que es la forma como te mueves, como me hablas y me haces sentir segura, pero necesito que te quedes a mi lado. Alessandro sonríe y me pega más a su cuerpo, amar debe doler hasta los huesos, porque debes sentirlo. Solo puedes sentirte a salvo al lado de esa persona, por eso estoy segura de que lo que siento por él es amor de verdad. —Prometo que no voy a dejarte —asegura con voz ronca—, corrijo, dejarlos a ustedes. Lleva su mano a mi vientre y yo pongo las mías sobre ella, nos quedamos un rato callados, permite que llore todo lo que deseo hasta que finalmente me calmo. Dicen que hay silencios que no dicen nada, pero otros que dicen tanto que nos hacen reflexionar, nunca me he sentido tan cómoda con alguien como con Alessandro, no necesitamos palabras para decirnos lo que deseamos. Suelto un suspiro y él aprovecha la oportunidad para besarme en los labios, sus besos son capaces de transmitirme todo lo que siente. Este es apasionado y a la vez tierno, no es violento como cuando hacemos el amor. Mientras me besa siento que hay palabras no dichas y te amos no susurrados, refleja que de alguna manera siempre encontraremos el modo de estar bien, siempre que estemos juntos, y que todo puede lograrse unidos, de la mano. Cuando rompemos la conexión sonreímos contra nuestros labios y él de nuevo limpia mis lágrimas, se levanta de un salto para ofrecerme su mano y ayudarme a ponerme de pie. Caminamos abrazados hasta llegar a la terraza, antes de entrar pienso en lo felices que siempre logramos estar en los viñedos, porque la magia que hay encerrada en ellos es capaz de hacernos olvidar nuestra realidad. —¿Podemos ir a los viñedos? —pregunto. Maurizio sale junto a Enrico, sé que es primo de Alessandro, sin embargo, mi esposo prefiere

mantenerme alejada de todos y entiendo sus razones, por lo cual tampoco me intereso en conocer a los demás. Ellos se acercan y su primo le dice: —Hey, hombre, lo siento, pero armaron una bien complicada y me toca desviar la atención sobre la organización. Maurizio alza sus hombros y me sonríe, articulando con sus labios me pregunta si estoy bien y yo asiento para que se tranquilice. —Nunca más vuelvas a hacerlo —sisea mi esposo—. Si nos disculpan, mi esposa y yo vamos a tomar un avión y no hemos hecho las maletas. Sonrío, porque sus palabras me confirman que una vez más va a cumplir mi petición. Ellos se apartan de nosotros, vamos hasta nuestra a habitación y metemos en un bolso solo lo necesario, porque desde que nos mudamos a Palermo, tengo dos clósets con ropa para vestir a unas cuarenta mujeres. —Extraño a Alan —murmuro. —Lo verás en cuanto lleguemos. Nos despedimos de Vito con la promesa de llamarlo todas las noches y que no voy a intentar escaparme del anillo de seguridad, que va a seguirme en Radda que es donde vivimos. Uno de los hombres de Alessandro le entrega un paquete con un lazo y pienso que es un regalo que ha ordenado para mí, prácticamente se lo arrebato de las manos mientras él escucha lo que le informan —Giovanna, no —me ordena. Pero es muy tarde y lo he abierto, cuando saco el objeto del montón de pelotitas de polietileno, se me cae el alma a los pies, ya que es un portarretrato y en el que hay una foto mía con Mario, mi rostro está hecho añicos y cuando leo lo que dice se me resbala de la mano. Escucho el sonido del cristal romperse y de las voces a mi alrededor, pero la frase de mi exprometido se repite en mi mente como si fuera él mismo quien la susurrara en mi oído. «Voy a encontrarte y luego desearás nunca haberte ido, te amo, pero voy a matarte». Todo se vuelve negro y lo último que escucho antes desvanecerme es a Alessandro gritando mi nombre. ***** —Giovanna, despierta, vamos, nena… —Escucho a Alessandro rogándome. Abro los ojos y me siento un poco ida después de desmayarme, recuerdo absolutamente todo, me siento de golpe hiperventilando. Mi esposo me abraza cuando los temblores de mi cuerpo se convierten en sollozos. —Nada va a pasarte, nada —asegura mientras me pega contra su cuerpo. —Me encontraron, Alessandro, me encontraron… —Me aferro a su cuerpo—. No deseo volver, no puedo volver, van a matarme y tengo miedo. —Shutt, nena, nada ni nadie va a hacerte daño mientras yo viva. —Rompe el abrazo y con sus besos borra mis lágrimas, deja un beso en mi coronilla y cuando sonríe creo que mi mundo tiene sentido desde que él está en mi vida—. Nadie, ¿lo entiendes? —Nos encontró… —Nunca nos escondimos, Giovanna. —Sonríe para calmarme—. ¿Crees que vamos a dejar que ellos te lleven? —Niego segura de que no—. Ahora, tú eres parte de nuestra familia, lucharemos y mataremos por ti. Y la convicción de sus palabras me hace saber que estoy segura, sin embargo, me da terror que

la maldad de mi padre y Mario nos alcance. Tengo la certeza de que no descansarán hasta hacerme pagar y van por mí. —En todas las organizaciones… —Se me quiebra la voz, tratando de aceptar que mi propio padre sería capaz de lastimarme. —Pregunta lo que deseas —me pide Alessandro con el rostro serio, sé que en el fondo le preocupa que los tentáculos de la Camorra vuelvan a infiltrarse. —¿Crees que mi padre me haga pagar con sangre? —pregunto muerta de miedo. Alessandro lleva su mano a mi rostro y me acaricia la mejilla, su otra mano va a mi vientre para proteger a nuestro pequeño, llevo las mías ahí en donde hay una vida formándose. Toda nuestra relación ha sido una carrera sin parada a los pits, pero me enamoré de lo que me daba miedo, pensé que todas las personas dentro de las organizaciones criminales eran malas, pero él tiene un corazón grande que me ha enseñado a amar, su familia me ha recibido a pesar de que soy como Helena de Troya, el enemigo puede invadirlo y tal vez, sea la causa de una guerra. —Los voy a proteger con mi propia vida si fuera necesario —me jura. —Alessandro… —Y sí, Giovanna, la traición se paga con la vida. Sin pensarlo, lo abrazo para calmarme, suspiro cuando me recibe dejando un beso en mi cuello. Alessandro me da vida y estoy segura de que no hay nadie más que pueda hacerme feliz, puede que nuestra historia de amor sea complicada, rápida y hasta sacada de una novela, pero estoy segura de que toco la gloria cada segundo a su lado, no deseo pensar qué pueda pasar mañana. Lo beso soñando despierta que puedo escarpar de las garras de Mario y mi padre, porque cada vez que abro las ventanas y sol entra, tengo la certeza de que puedo ser feliz, porque amo a Alessandro hoy, mañana y para siempre. Cuando separamos nuestros labios susurra: —No sé si esto que voy a decirte es una locura, pero creo que mi corazón solo aguardaba por ti. —Y el mío por ti —musito emocionada por sus palabras. —Vivo en guerra desde que tengo memoria, pero eres luz en toda mi oscuridad, no voy a permitir que les suceda nada, creo que nací para protegerlos. —¿No te parece que todo ha sido rápido? —le pregunto llena de miedo. Alessandro se separa y se queda mirándome por largo tiempo, en silencio, estoy en Italia bajo la protección de criminales, pero había huido de eso, me enamoré de un mafioso y renegué de mi padre por serlo. —No lo es, porque en mi vida nada es seguro y no sé qué es lo que puede suceder mañana. — Me da un beso casto en los labios—. Inventemos nuestro propio tiempo y mundo, donde no hay mafia y miedo a la muerte, seamos uno solo contra ellos, tú eres como un viento fresco que alegra nuestros momentos y vivamos deteniendo el tiempo, en donde nuestro hijo no va a esconderse y seremos felices lejos de los terrores que nos acechan, te amo, Giovanna. Suspiro tratando de alejar las lágrimas. —Te amo, Alessandro. Me besa de nuevo intentando trasmitirme toda la seguridad de sus palabras. Nos quedamos en nuestra habitación, sin hacer nada más que observarnos en silencio, porque hay algunas miradas capaces de decir lo que las palabras no pueden expresar. —Si me muero, no me importa si es por ustedes… Cuando escucho esas palabras estoy convencida de que también daría la vida por Alessandro y mi hijo.

Capítulo 7 MARIO Sangre,

estoy sediento de sangre porque siempre he sido un animal, un monstruo capaz de destruir todo a mi paso. Recuerdo el día en que me convertí en uno, a mi padre le pareció buena idea que a los diez años matara al primer hombre, había sido un tonto con deudas de juego que no pagó a tiempo, pero cuando se negó a saldar su deuda creyendo que mi padre jugaba con él, este me entregó el revólver y yo disparé. Disparé y lo volvería hacer. Ese día descubrí que, que te teman te hace poderoso, que el miedo puede hacer estragos en las mentes de las personas. Estoy seguro de que Giovanna está ahora cagada del miedo, si salió corriendo por lo que vio, no puede imaginarse lo que tengo preparado para ella, pero pagará, saldará la deuda que tiene conmigo y después le quitaré la vida. Escucho el gemido de dolor de la zorra que se desangra a mi lado, me trae a la realidad y observo con beneplácito mi obra de arte, tiene un parecido físico a la única mujer que me ha despreciado, tal y como deseo tenerla algún día, está cubierta de su sangre, la que disfruté derramar. Así son todas, mi última chica me la trajo Valerio de Italia, pero murió. —No debes confiar en todos —expreso de manera burlona. —Eres un monstruo —solloza. —Ni se acerca a lo que soy… —Sonrío maliciosamente acariciándome la polla—. Soy la personificación de tus pesadillas. Sus manos están amarradas, me acerco y ella se hace un ovillo sobre la cama, de los cortes de su piel emanan sangre. Me toco la polla mientras observo su cuerpo, me excita mirar el líquido que sale de sus heridas. Su piel olivácea resalta con el rojo, su cabello castaño está enmarañado de las veces que le follé la boca. —Déjame ir —me pide llorando—. Prometo que no voy a denunciarte. Sonrío y paso mi lengua por mis labios. Tomo sus piernas y lucha tratando de soltarse, las abro para saborear el líquido que sale de sus heridas. —No, por favor —chilla. —Me excita que me ruegues, sigue haciéndolo. Me arrodillo frente a su cuerpo, yo tengo el poder y ella es nada. Todavía no he disfrutado su culo, seguro que chilla. Le doy vuelta y las ataduras de sus muñecas se marcan, quemándola. Me pego a su cuerpo restregándome contra la abertura de sus nalgas. —No, por favor, no más —me ruega. Tomo mi polla y sin piedad me entierro en su ano, que se rehúsa a recibirme. Chilla del dolor y grita, la follo sin piedad, muerdo su cuello hasta arrancarle un pedazo de piel. La jalo del cabello para obligarla a besarme, bebo de sus lágrimas y me alimento de su dolor. Me derramo dentro de ella y queda desmayada en la cama, busco el estimulante y se lo inyecto en el cuello. Abre los ojos y al darse cuenta de que no es una pesadilla, comienza a llorar. La sangre se dispara de nuevo y me endurezco, no estoy saciado. Busco mi navaja y en su

muslo derecho escribo mi nombre con ella, llora desesperada. —Eres mía… —Eres un loco —solloza—. Mátame —me ruega. —Lo haré, pero primero voy a disfrutarte. Le abro las nalgas y lamo mi semen junto a su sangre, la he desgarrado. Ella llora bajito mientras disfruto de su cuerpo. ***** Entro a casa y encuentro a mi madre sentada en el sofá, la mirada de desprecio que me echa hace que me enerve. Siempre ha detestado en lo que me he convertido. Sin embargo, se queda callada, no soy lo que quiso, pero soy lo que deseaba mi padre. Tal vez pocos saben que la mafia es una gran familia, quien nace en el seno de ella no tiene escapatoria, sea hombre o mujer, todos tenemos un deber dentro de la organización. Es como el sistema romano, como un sistema patriarcal con muchas ramificaciones. Mi padre era primo lejano de Falcone, por eso terminaron juntos cuando se encontraron aquí en los Estados Unidos. Nosotros somos una organización atípica, porque no somos leales a ninguna organización. Nos movemos según los intereses de cada uno, por muchos años ha sido la Camorra con la cual hemos trabajado, pero mi madre llegó a Nueva York, siendo hija de numerale de la Cosa Nostra, que escaló posiciones hasta hacerse con el puesto del jefe. —¿Tanto me odias? —le pregunto sirviéndome un vaso con whisky. Mi madre centra su atención en la revista Vogue, sabe que la estoy provocando, ya que últimamente necesito descargar toda mi frustración en alguien. Se viste ocultando sus golpes y el maquillaje hace milagros con los cardenales del rostro. —Te hice una pregunta —insisto. —Mario… —me increpa—. Ve a follarte a una puta y déjame a mí en paz. Sonrío con su respuesta y me tomo el trago, al terminar me limpio con el dorso del brazo. Ella observa cada uno de mis movimientos con atención, sabe que solo la estoy provocando, no obstante, se levanta y deja la revista sobre el sofá. A pesar del daño que le causo, todavía es capaz de hacerme frente, sin embargo hace muchos años le perdí el respeto, solo es una perra que me tuvo, pero nunca ha sido una verdadera madre. Le interesa el dinero y yo soy el medio para ese fin. —Nunca pensé que serías tan débil, eres una decepción —expresa despectivamente—. Todo este drama, porque Giovanna se fue y es la oportunidad perfecta para darle un golpe a su padre. ¿Por qué no lo haces? ¿Acaso eres un maldito cobarde? —Madre —siseo en modo de advertencia. —Madre, madre… —repite con odio—. Eres un monstruo, pero no eres capaz de hacer nada para llegar al poder y todo por una mujer, cuando puedes tener a cualquier otra. Me acerco y levanto mi mano para darle una bofetada, pero me detengo a pocos centímetros de su rostro. Ella nunca ha sido el ejemplo de mamá querida, desea lo que no puede tener a pesar de poseerlo todo. —Ni eso puedes —se burla provocándome, creo en el fondo disfruta de mi maltrato—. Crie un débil y no a un hombre. —Eres una maldita, una puta que se quedó con mi padre —la insulto. —¿Crees que me hieres? —me pregunta—. Ojalá un día salgas y te peguen un tiro, eres un maldito blandengue que Giovanna manipulaba a su antojo.

Sin pensarlo la golpeo, olvidando que soy su hijo, que le debo respeto ante todo. —No soy un débil, no hay otra mujer que desee que no sea Giovanna. Cuando termino, mi madre queda tirada en el sofá y me voy a mi habitación, pero a mi paso destruyo todo lo que encuentro. Alrededor todo es traición y miseria, nadie es nuestro amigo o familia, no enseñan que la familia es primero, sin embargo muchas veces es la primera que nos traiciona. Mi padre me lo advirtió antes de morir, creo que de cierta forma él fue traicionado, le preocupaba morir y no conseguir el bienestar de los suyos, pensaba que algún día yo podía volverme un hombre poderoso y mover los hilos que dictan los pasos del mundo externo, donde no hay más que senadores y personas corruptas, debía ser un Don y terminé siendo nadie, porque la mujer que debía amarme me dejó y ahora está en los brazos de otra persona. Todos vivimos en una sociedad llena de secretos, quien menos esperas es un criminal, muchos los llaman criminales de cuello blanco, nada está salvo, nadie debería dormir en paz. Mi madre me cree débil, pero en realidad solo espero el momento preciso para matar y convertirme en el rey de todo y todos. Giovanna será mi reina o mi esclava, todo queda a decisión de ella, pero espero que sea lo primero, me dolería realmente tener que matarla. Mientras tanto seguiré simulando ser el peón, cuando realmente hago lo que quiero y solo Carlo Falcone pagará por todo.

Capítulo 8 MAURIZIO Marena es preciosísima, nunca había visto una mujer así y estoy obsesionado con ella. Ahora visito a Enzo más seguido de lo que lo hacía antes, pero esta vez lo hago para darle una noticia que va a desatar la verdadera guerra y estoy nervioso de ser el mensajero de tan mal presagio. Suspiro tomando valor. Bajo del avión y un todoterreno que no conozco me espera, alrededor hay muchos hombres armados. La puerta trasera del piloto se abre y se baja Nicola Calabrese, segundos más tarde lo hace Enzo. Esta no es la bienvenida que esperaba, pero sé muy bien que, al nombrar a su sobrina, mi socio iba a crisparse y lo peor es que las noticias que traigo no son las mejores. —Sube al auto, Maurizio —me ordena Enzo con voz de pocos amigos. Me planto frente a ellos, no demuestro ni ápice de inseguridad, hacerlo sería perder y no es lo que deseo. —¿Qué sucede, Enzo? —pregunto con voz neutral—. Vine a darte una noticia, no merezco esta bienvenida. —Estás en mi territorio, soy quien decide qué bienvenida te mereces —contesta. —Pensé que éramos amigos, esto parece una emboscada —comento cruzándome de brazos, no me dejo intimidar o él ganaría terreno. —¿Qué sucedió con mi hija? —me pregunta Nico. Me quedo mirando a mi alrededor, al hangar en el cual aterricé, está completamente limpio y solo, sé que ellos cuidan cada aspecto de su seguridad como nosotros, estamos en Milán, pero este hombre no es mi familia, es capaz de asesinarme, mis hombres se apostan a mi alrededor tratando de protegerme. En un acto de buena fe les ordeno que no hagan nada, exhalo cansando y resignado a que esto no va a ser nada fácil, que ellos están predispuestos a cualquier noticia, decido contarles lo que me ha informado mi infiltrado en Nueva York. —Siento mucho traerles esta noticia, pero me han informado que Gianna ha muerto. —Nico se tambalea y su hermano lo toma por el brazo para estabilizarlo—. Estoy haciendo todo lo posible para sacar el cuerpo de la morgue, ya que la policía está investigando su muerte, deseo traerlo para que puedan darle cristiana sepultura, estoy sobornando a muchas personas para lograrlo. — Doy un paso hasta ellos y pongo mi mano en el hombro de Enzo—. Somos familia, mi dolor es tu dolor. Enzo asiente con su cabeza y les hace un gesto a sus hombres, en menos de cinco minutos aparece otro todoterreno mientras que ellos bajan sus armas. —Esta noche te quedarás en casa —me anuncia. El dolor de perder a su hija se ve reflejado en el rostro de Nico, sé que esto será el inicio de la guerra que tanto he esperado. Es hora de vengar a Valentina, a Gianna y poder encontrar la paz que necesita mi familia, subimos a los autos, me queda claro que ahora contaré con el apoyo de Enzo, que esta vendetta será épica. *****

Uno de los hombres de Enzo me ha despertado a mitad de la noche, lo acompaño en silencio a donde me llevan. Bajamos las escaleras y me arrepiento de haber aceptado la invitación de quedarme en su casa, salimos al patio y hay un círculo de hombres, en el medio están Enzo y Nicola frente una mesa. Esto es un rito de iniciación, cada organización tiene uno. El jefe que toma el juramento muchas veces evoca a tres caballeros españoles de quienes, según una antigua leyenda, descienden las tres mafias más importantes de Italia: la Cosa Nostra siciliana, la Camorra napolitana y la ‘Ndrangheta calabresa. Los tres caballeros son Osso, Mastrosso y Carcagnosso, quienes, de acuerdo con la mitología mafiosa, pertenecían a un orden de caballería fundada en Toledo en el año 1412. Cuentan que se vieron obligados a escapar de España en el siglo XVII, por haber matado al violador de su hermana, tomaron caminos separados y reencontraron en la isla de Favignana, a siete kilómetros de Sicilia, fue allí donde elaboraron las reglas de honor y código de la mafia, a la que denominaron la “sociedad del honor”: Osso fundaría la Cosa Nostra, Mastrosso la ‘Ndrangheta y Carcagnosso la Camorra. En la iniciación se utilizan varios objetos cargados de gran simbolismo, en este caso en la mesa hay un limón, una aguja y una pastilla. El limón simboliza la tierra y representa lo ácido de la vida. El pinchazo con la aguja en un dedo sella la hermandad de sangre. La pastilla de cianuro es el veneno que se deberá tragar en caso de fracaso, infamia o deshonra. —Hoy, desde este momento en adelante, no te juzgarán los hombres, te juzgarás tú solo. Hay dos alternativas. Si en la vida una negligencia grave, no deben ser sus hermanos quienes los juzguen. Debes ser tú quien admita la negligencia y el camino. Aquí hay una pastilla de cianuro. O se envenenan o toman esta pistola que se disparará. De todas las balas del cargador, deben reservar siempre una. La última es para ustedes. —Enzo Calabrese me ofrece el limón y la aguja, los tomo y me pincho el dedo, luego me entrega la pistola y la pastilla—. Si te preguntan de quién eres hijo, tienes que responder: mi padre es el sol y mi madre es la luna. —Cruzamos nuestras miradas y él esboza una sonrisa, le estoy jurando lealtad—. Precisamente en esta santa tarde, en el silencio de la noche y bajo la luz de las estrellas y el esplendor de la luna, formo la cadena. En nombre de Garibaldi, Mazzini y La Marmora, con palabras de humildad firmo la santa sociedad. Se queda en silencio y trato de recordar. —En el nombre de Garibaldi, Mazzini y La Marmora, con humildad, ¡formo parte de la sociedad santa! Juro renegar de toda la séptima generación, de toda la sociedad criminal que he reconocido hasta ahora, para defender el honor de mis sabios hermanos. Enzo se acerca y me da dos besos y luego dos palmadas, soy parte de la ‘Ndragheta, ellos me abrieron las puertas, ahora todo será más fácil, pero antes de separarse me susurra: —Si te acercas a Marena, te mataré con mis propias manos. Y su advertencia es una sentencia de muerte, porque no puedo acercarme a su hija, a la hermosa mujer que me roba el sueño desde que la conocí.

Capítulo 9 MARENA Bajo

hasta el comedor y me sonrojo al encontrarme con Maurizio Lombardo, mi padre se levanta para sacarme la silla y yo trato de esconder que me llama la atención el invitado. Su amigo me hace un gesto, pero mi atención cae en el rostro demacrado de mi tío Nico. —Marena, pequeña, tengo algo que comunicarte —me anuncia mi padre con voz triste. —¿Gianna? Nombro a mi prima y observo cómo todos se miran entre sí, sé que Maurizio viene seguido por cosas de la organización, que la desaparición de mi prima tiene que ver con esto. Entendí hace mucho tiempo que la mejor manera de alejarme es hacerme monja, pero desde que lo conocí entiendo lo que Gianna me decía, no había conocido a nadie por quien valiera la pena luchar. —Hija, temo decirte que tu prima… Me levanto y comienzo a negar, no estoy preparada para escuchar esas palabras. Maurizio lo hace y se acerca a mí, mi padre lo fulmina con la mirada cuando me atrapa entre sus brazos y yo comienzo a llorar. —Dime que la encontraste. —Lo tomo de la camisa y me quedo mirándolo, sus ojos castaños se llenan rabia y no necesita decirme más, pero me aferro a la esperanza de que mi prima volverá y yo la ayudaré—. Ella volverá, lo sé. Maurizio respira hondo y me aleja de su cuerpo, con sus pulgares barre mis lágrimas y sostiene mi rostro entre sus manos. —Lo siento, Marena, te fallé porque Gianna está muerta. Cuando escucho sus palabras mis labios comienzan a temblar y me suelto de su agarre, escucho a lo lejos cómo mi padre lo amenaza por acercarse a mí. Yo salgo corriendo al patio y bajo las escaleras, pero resbalo cayendo en el césped. Un hombre de mi padre se acerca y le grito: —¡Vete!, ¡quiero que te largues, déjenme sola! Es lo único que deseo, quedarme conmigo misma y mi dolor; la única persona que siempre estuvo a mi lado, mi única amiga, mi todo. Lloro y arranco el césped tratando de drenar la rabia que tengo dentro, reniego de Dios, yo que siempre voy a misa, siempre ayuno para entregar mi sacrificio para milagros, que cumplo con los mandamientos, pero esto es una maldición, todos los que nacemos en el seno de estas organizaciones tenemos que vivirlo en carne propia. Mi prima fue arrancada de nosotros por un maldito y ahora no está, los meses de búsqueda solo han dado como resultado su muerte. —Gianna… Musito su nombre y un aluvión de recuerdos vienen a mi mente, el dolor de perderla me hace abrazarme, siento que me han arrancado parte mi alma. Unas manos se meten entre mis brazos y me resisto a que me levanten, cuando me giran me encuentro con Maurizio. —Sé que sientes que nada vale la pena, que todos te hemos fallado, pero… —Se arrodilla frente a mí y abro los ojos—. Prometo vengarla y traerte al culpable. Observo a mi padre y mi tío acercase, comienzo a negar y todos esperan una respuesta por mi

parte. Maurizio toma mis manos y yo se las quito al sentir que su toque me eriza la piel. —Yo no quiero venganza, solo quiero a Gianna… Me suelto de su agarre y trato de caminar, pero me duelen las piernas. Mi padre niega y me alza en sus brazos, me dejo llevar a mi habitación mientras lloro. Nos acuesta en mi cama y me acurruco junto a su cuerpo, él es todo lo que tengo. Nunca conocí a mi madre, ni siquiera tengo una foto de ella, pero si de algo estoy segura, es que tuvo que ser una mala mujer para abandonarme cuando era una bebé. —Duerme, duerme, pequeña —susurra mi papá mientras me acaricia—. Que aquí estoy para cuidar de tus sueños. ***** Me acomodo el vestido y salgo de la habitación, el cuerpo de Gianna ha llegado. En la sala me tropiezo con Maurizio que está de pie leyendo un libro. Casi siempre tiene uno entre sus manos, trato de esforzarme para leer el título, pero percibe mi presencia y lo cierra. —Marena —murmura mi nombre. Trato de sonreír, pero es que se me han quitado las ganas de todo y creo que estoy a punto de desmayarme, sin embargo, tengo que ser fuerte y es lo que quisiera mi prima. —¿Qué leías? —inquiero sacando mis guantes de mi bolso para colocármelos. —Cumbres Borrascosas… Me quedo observándolo en silencio y él esboza una sonrisa que me hace temblar el cuerpo, se acerca y toma una de mis manos antes que las enfunde en los guantes. —La oscuridad siempre es atraída por la luz —murmura. Su toque me trastoca, no sé cómo explicarlo, nadie nunca se ha atrevido a acercarse y él siempre busca la manera de traspasar las barreras impuestas por mi padre o por mí. —No debes tocarme —le digo nerviosa. —¿Cómo es que una chica como tú desea ser monja? Su pregunta me toma por sorpresa, nunca me he detenido a pensarlo, tal vez es la única manera de encontrarle la redención a todos los pecados que día a día mi padre comete. —Solo sé que es lo que quiero… —contesto. Maurizio toma mi mentón y me obliga a mirarlo, cierro mis ojos cuando se acerca peligrosamente a mis labios, pero el ruido de pasos acercándose nos avisa que alguien viene y me suelta, abro los ojos y observo cómo se aleja. Mi padre aparece, se queda observándonos y niega, sabe que algo sucede y no quiero que se decepcione de mí. Me ofrece su brazo y lo tomo, salimos con rumbo a la capilla familiar. Dentro de mi corazón hay un cúmulo de tristeza, sé todo por lo que pasó Gianna y nunca podré perdonarme que ya no esté con nosotros.

Capítulo 10 ALESSANDRO En La Toscana todo es más tranquilo, siempre puedo encontrar esa paz que pierdo en Palermo y parece que a Giovanna le sucede lo mismo. Para mis empleados estamos pasando por un mal momento familiar y he tenido que trasladarme por tiempo indeterminado, pero son estos instantes los que uso para dejarles claro a mis trabajadores, que estoy más cerca de lo que creen, que no me tendrán por mucho tiempo lejos. Mi amada esposa conversa animada con Alan mientras leo algunos documentos de interés de la vinícola, pero no puedo sacarme de la cabeza la razón por la cual estamos aquí, el maldito de Mario Genovese ha logrado de nuevo burlar mis anillos de seguridad, asesiné a golpes a un hombre y sospecho que mi primo sería capaz de venderme con tal de quedarse con la organización. ¿Acaso puedo confiar en alguien? No, no puedo confiar en nadie, por eso en este momento solo desearía alejar a Giovanna de todo esto, pues algo me dice que pronto me alejaré de su lado, que la guerra será más que una batalla, que todo será una locura. La escucho reírse junto a nuestro amigo y creo que es música para mis oídos. Levanto la mirada los papeles y me quedo observándolos, ella le muestra una revista de decoración, porque está ilusionada y ahora solo habla de nuestro hijo. Eso es lo que necesito para confirmar que es pura, que es mi ángel y que nunca me abandonaría. A veces, creo que fue enviada por mi madre y hermana, para devolvernos los deseos de vivir a todos. —¿Por cuánto tiempo se quedan? —pregunta Alan. Hay algo en él que me produce algo de suspicacia, pero es nuestro amigo y estoy seguro de que no sería capaz de traicionarnos. Pero ya que conoce mi verdadera naturaleza, sabe que está protegido, solamente que en mi entorno solo puedo desconfiar, muchas veces me cuesta creer que hay personas con intenciones nobles a mi alrededor. —No lo sé, pero cuando ponga todo al día aquí, regresaremos —contesto por Giovanna. Mi esposa alza sus hombros en señal de que no le importa, realmente creo que en el fondo disfruta de estar en Palermo junto a mi padre y Maurizo, aunque en estos últimos meses mi hermano ha pasado más tiempo en Lombardía que en casa, pero sé que la alianza con ‘Ndrangheta es lo que necesitamos para ganar la guerra. —Mi suegro está ilusionado y ahora que estoy embarazada, parece que ha tomado otro aire, que le regresaron las ganas de vivir —le comenta Giovanna tomando la mano de su mejor amigo y lo que dice es cierto—. Siempre regresaremos aquí. —Se queda observándome con sus ojos de color azul intenso y sonríe—. Este es nuestro lugar de paz. —Me acostumbré a tenerte en casa y sin Jean… —Se le rompe la voz a nuestro amigo. Me levanto y me acerco hasta el mueble, le doy dos palmadas en silencio mientras mi dulce esposa le toma las manos. —Te necesito aquí y llevarte a Palermo les haría creer que estás traicionándolos, por ahora nos conviene que crean que están chantajeándote, ¿estás con nosotros?

Le hago esa pregunta y él esconde su mirada, algo que hace crecer un poco más mis sospechas hacia él. —Tienen a mis padres —murmura. —Y pronto los traeré de vuelta. Es una sentencia, porque mi palabra es ley en la mafia y lo que prometo, lo cumplo, es hora de que Alan comience a entenderlo. —Nunca imaginé que eras parte de la mafia —murmura en forma de reproche. —Alan… —musita Giovanna tomando su mano—. Yo tampoco lo imaginé, vivimos en un mundo de máscaras. —Ya lo creo… —reconoce en voz baja—. He llevado una por años. No quiero seguir prestando atención a esto, salgo dejándolo solos. Hay algo que no me deja confiar cien por ciento en él, pero seguro es paranoia. Alan es nuestro amigo. ***** Giovanna se encuentra dormida en nuestra habitación, desde hace más de una semana no sé nada de Maurizio, lo que me causa recelo. Normalmente me llama dos veces diario, pero desde que se fue a darles la noticia a Enzo Calabrese y su hermano, no tengo noticias sobre él. Agobiado por las decisiones decido llamarlo, pero me cae directo al contestador. Llamo a Angelo y sucede lo mismo, lo cual hace que se detenga mi corazón. «¿En qué te has metido, hermano?». Pienso. Perder a mi hermanito sería un golpe muy duro para todos, creo que estoy paranoico, que seguro está bien y está follándose a alguna prostituta. Por momentos deseo que todos pudiéramos tener una vida normal. Mi teléfono celular vibra en la mesa y cuando leo el nombre de mi hermano respiro hondo. —Mau… —susurro el diminutivo que Valentina hace muchos años le puso. —Ale… —contesta con el mío. —¿En dónde estás metido? —le pregunto—. Hace menos de cinco minutos te he llamado y salía directo a la contestadora. —Acabo de bajar del avión, voy a tu casa junto a Angelo y espero que no te moleste —me informa. —¿Aquí? ¿La Toscana? —pregunto. —Sí, necesito contarte muchas cosas y no vas a creer lo que ha sucedido. —Te espero… Me siento en la butaca y escucho el crepitar del fuego, la puerta se abre y no tengo que adivinar de quién se trata, solo ella se atrevería a entrar sin tocar. Aparece en mi campo de visión con un camisón de seda de color rosa pálido que hace resaltar su piel, su cabello está suelto y un poco desordenado, me imagino que estuvo dando vueltas en la cama hasta despertarse sin mi presencia. —¿Vamos a dormir? —susurra. —No, ve tú. —Giovanna se sienta en mi regazo y me abraza—. Maurizio está en camino y necesito que vayas a descansar por el bebé. —¿Qué te preocupa, amor mío? —me pregunta. —Tu seguridad. —Acaricio su muslo y ella se estremece en mis brazos—. Nuestro hijo, hasta que no asesine a Mario, nunca estaremos tranquilos. —Quedaría mi padre —musita con pánico en su voz.

—Algo me dice que tu padre solo hace lo que le dice Mario —murmuro. Frunce el ceño, escuchamos autos detenerse y exhala cansada pues en los negocios ella no tiene permitido estar. Me da un beso casto en los labios, se levanta de mi regazo dejándome a solas. Cierro los ojos cansado de esta vida tan cruel que nos ha tocado vivir, escucho voces acercarse y espero que Giovanna no se haya tropezado con mi hermano. La puerta vuelve a abrirse, aún llevo la camisa y el pantalón del traje que me puse esta mañana, los negocios no descansan y la mayoría de los nuestros se llevan en las tinieblas. Cuando mi hermana aparece en mi campo de visión me quedo lívido, debo estar alucinando, sonríe como solía hacerlo cuando estaba conmigo. Me levanto y trato de tocarla, pero se desvanece delante de mis ojos. Maurizio entra y se queda mirándome. —Parece que has visto un fantasma —me comenta. Angelo entra tras él, cerrando la puerta, me siento de nuevo con el corazón latiéndome a mil por hora. ¿Era ella? ¿Me estaré volviendo loco? —Alessandro. —Acabo de ver a Valentina —murmuro. —¿Qué? —inquiere Angelo. —Seguro estás cansado, no puedes haber visto a Valentina, porque Tina está mue-rta —recalca cada sílaba de la palabra muerta, la voz de mi hermano se congela y delante de nosotros vuelve a aparecer, impresionados nos vemos los tres a la cara, mi hermanita nos sonríe y camina hasta la ventana de mi despacho—. Tina… Mi hermano susurra su diminutivo y ella niega como tratándonos de decir que no puede hablar, sonríe y se sale dejándonos atónitos a todos. —¿La vieron? —pregunto. —¿Estamos locos? —inquiere Angelo pasmado, sentándose frente a mí. —¿Qué fue eso? —pregunta Maurizio. —Si los tres vimos lo mismo, debe ser un mensaje —les digo y Angelo me mira, es una mirada extraña—. Valentina en donde esté, está feliz. —Estás loco —murmura Maurizio negándose. Llevo años sin colocarme, por lo que, lo que acabo de ver no es una alucinación a causa de las drogas, estoy seguro de que mi hermanita trata de decirnos algo, que esto es real. Me quedo mirando a mi hermano y su mejor amigo, ellos tienen la suerte de haberse encontrado, que su amistad es real en un mundo en cualquiera podría traicionarte. Respiro hondo tratando de calmarme y le pregunto a Maurizio: —¿Por qué te desapareciste? Los dos se observan y yo niego poniendo los ojos en blanco, algo me ocultan y creo que no va a gustarme. Aún trato de adivinar si es que estoy alucinando y ellos conmigo, pero ver a mi hermana ha enajenado mis pensamientos. —Si te lo contamos, no vas a creernos —murmura Angelo saliendo de su estupor. —Es mejor que lo hagan —exijo. Maurizio está aún turbado por la experiencia paranormal que acabamos de tener, pero Angelo, aún con un brillo extraño en la mirada, me cuenta sobre su aventura en Milán, me narra con lujo de detalles lo que sucedió mientras estuvieron en casa de los Calabrese. Me quedo mirándolos fijamente cuando llega a la parte del juramento. —¿Me están jodiendo? —les pregunto—. Ustedes juraron lealtad a ellos. —No teníamos opción —me asegura Maurizio—, ya que con eso sellábamos la alianza que

necesitamos. —¿Están conscientes de lo que han hecho? —inquiero molesto y me levanto, ninguno de los dos me contesta—. Una cosa es una alianza, pero ustedes ahora son parte de ellos, yo no he jurado lealtad, espero que Enzo esté claro con eso. —Los necesitamos —ratifica con convicción Maurizio—. No creo que Falcone vaya contra Giovanna, sería un padre abominable, pero Mario tiene conexiones con Valerio. Valerio Caputo, mano derecha de nuestro peor enemigo, respiro hondo y creo que es hora que vaya poniendo todo al día. —Deseo que le informes a Enzo, que tú y Angelo son leales, pero Alessandro Lombardo solo es fiel a la Cosa Nostra y esto lo vamos a mantener en secreto de nuestro padre. —Los dos asienten con su cabeza—. Ahora deseo que me cuentes sobre Enrico. Mi hermano se encorva como si le cayera un peso muy grande sobre sus hombros, esto no me da buena espina. Vengo sospechando de mi primo desde hace un tiempo, solamente que me he negado a ver las pistas. —Tenemos que irnos mañana —les ordeno. —¿Qué le dirás a Giovanna? —me pregunta Maurizio. —Nada, pero mañana mismo visitaremos a nuestro primo. —Está vendiéndonos —me asegura Angelo—. Lleva meses haciéndolo. Asiento con mi cabeza, lo peor todo esto es que Enrico es familia y su madre es nuestra tía. —La familia siempre es lo primero y es momento de que todos entiendan, que con nosotros no se juega. —Padre… —murmura mi hermano. —Comprenderá la decisión que he tomado, todo lo que sea por el bien de nuestra familia, lo aceptará. Angelo, convoca una reunión con las familias y no expliques nada, pero es tiempo de que entiendan que no me ando por las ramas y que pagarán cada traición con sangre. —Hecho. —¿Entonces? —pregunta Maurizio. —Ha llegado la hora de limpiar nuestra organización. Ha llegado el momento que tanto he temido, pero creo que mi padre estará encantado de dejar la organización. Haré todo lo que esté en mis manos para proteger a mi familia, no me importará matar a quienes se atraviesen por el camino.

Capítulo 11 GIOVANNA Al despertar me encuentro con Alessandro sentado a mi lado, sonríe y ese pequeño gesto es capaz de calmar mi corazón. Realmente amo a este hombre más que a nada en este mundo. Al romper el contacto, sus ojos oscuros brillan con una llamarada que siempre aparece cuando vivimos el éxtasis del placer. Muerdo mi labio inferior, creo que nunca tendré suficiente de él. —No te muerdas el labio —me pide mientras que su pulgar lo hala. Mi esposo es todo lo que muchas mujeres sueñan, alto, moreno, cabello de color castaño oscuro, un cuerpo esculpido creo que por un maestro del renacimiento, es así como un actor, pero de los porno, porque está buenísimo. —Te deseo —murmuro. Así vestido solamente con un pantalón de pijama, ¿cómo no hacerlo? Su sonrisa se ensancha. Sabe que mi mente está volando, me quita la colcha y aprecia mi cuerpo en solo una bata de seda. —Eres preciosa —susurra con voz ronca. —No tanto como tú. Me levanto y pongo mis abrazos alrededor de su cuello, me toma por la cintura y me sienta a horcajas sobre su regazo. —¿Cómo te sientes hoy? —me pregunta. Me restriego descaradamente sobre su erección, sabe muy bien que no llevo nada debajo. —Cachonda —contesto. Y de su garganta se escapa un sonido gutural, las hormonas han creado un monstruo, ahora necesito que mi esposo esté dentro de mí todo el tiempo y él parece entenderlo. Sube mi bata acariciando mis muslos y una de sus manos se cuela a mi entrepierna, su contacto me enciende como una hoguera. Dos de sus dedos se introducen en mi vagina y ahí está, todo lo que necesitaba. Mi cuerpo lo recibe y gimo complacida. —Siempre estás húmeda para mí —murmura atrapando mi labio inferior con sus dientes mientras saco su polla del pantalón. —Te quiero dentro —le digo. Solo me alzo un poco y con mi mano coloco su pene en mi abertura, sentir su cabeza me nubla los pensamientos, sus manos atrapan mis nalgas. Me meso suavemente en su erección buscando el goce, saca uno de mis pechos y lo lleva a sus labios, sus dientes muerden mi pezón causando una mezcla de dolor y placer. Tiro mi cabeza hacia atrás. —Tu coño fue hecho para mi polla —murmura mientras sus dedos retuercen mis pezones—. Tu cuerpo sabe que soy su dueño, que me perteneces. Jadeo por sus palabras. —Me gusta ver cómo te retuerces de placer por mí —me confiesa con voz gutural. Y lo beso, él me sostiene de las caderas y me penetra, sus arremetidas son constantes, fieras. Me corro gritando su nombre, pero Alessandro esta mañana tiene planes diferentes para mí, unos que me llevarán al infinito y más allá. Sale de mí y me rompe la bata, muerdo mi labio porque me excita que sea posesivo y a la vez use la fuerza en mí. Me pone en cuatro y se introduce en mí de

una sola estocada. Jadeamos, en esta posición la sensación es mucho más placentera. Me da una nalgada que me deja ardiendo la piel, me toma por el cabello y comienza a moverse, primero en círculos y después con movimientos constantes, de vez en cuando me vuelve a pegar, aumentando mi excitación como nunca lo pensé. Su pulgar comienza a acariciar mi entrada trasera de manera circular. —Cuando tengamos al bebé, voy a prepararte para que me recibas por ahí. —¡Joder! —grito. No sé qué puede ser más erótico, pero me gusta que mi hombre me hable así, que me diga lo que desea. En un momento sale y me posa de lado en la cama, se acuesta detrás de mí y me abre las piernas, su polla entra de manera resbaladiza en mi coño, que se contrae casi instintivamente. Sus manos aprietan mis pechos y sus labios dejan besos en mi cuello, hombros y espalda. Mi cuerpo se convierte en un cúmulo de sensaciones, su mano acaricia mis terminaciones nerviosas y se despierta cada centímetro de mi piel, sus labios me llevan a otro lugar mientras sus penetraciones hacen que grite sin sentido, pensé que el punto G era un mito, pero con este hombre creo que existe. —Córrete para mí, amor mío —me pide con voz ronca y sus labios se quedan en mi cuello. Y su palabra es ley, mi cuerpo lo obedece y me corro gimiendo su nombre, él me sigue, depositando toda su semilla en mi interior. Me abraza fuerte hasta que nuestras respiraciones se ralentizan, creo que es mi primer orgasmo cósmico. Me da un beso y sale de mí, gimo en forma de protesta, me gusta de verdad sentirlo siempre dentro de mí. —Buenos días, amor mío —me dice. —Buenos días, amor mío —contesto. Me abraza pegándome a su cuerpo, entrelaza nuestras manos y se queda mirando nuestros anillos. —Tenemos que volver —me anuncia. Suelto un suspiro de decepción. —Puedo quedarme con Alan —murmuro, pero Alessandro se tensa a mi lado—. Sabes que nunca permitiría que me hicieran daño —lo contradigo. —¿Al igual que al novio? —espeta molesto—. Volvemos a casa, luego vendremos y, si lo deseas, nos quedamos más tiempo, pero por favor no me pidas que te deje sola. —Alessandro, pero… —No hay peros, Giovanna. Resoplo cruzándome de brazos, muchas veces me encantaría llevar la voz cantante, pero él siempre tiene la razón. —Estoy harta de esto, sé que es lo que escogí, pero me gustaría que fuéramos normales. —Giovanna… —A veces solo lo deseo y no me da pena aceptarlo. No me contesta y se levanta de un salto dejándome sola en la cama. Me siento mientras lo observo entrar al cuarto del baño. Lo sigo para tratar de calmarlo, lo encuentro con sus manos sobre el mármol del lavabo, su cabeza está enterrada en su pecho, parece que sobre él hay una carga que no puede soportar. Quisiera que todo esto cambiara de la noche a la mañana, pero es imposible. Exhalo todo el aire contenido en mis pulmones, me acerco y lo abrazo. —No te molestes —le ruego. Suelta un suspiro.

—No puedo dejarte aquí, no confío en nadie. —Lleva su mano y la coloca encima de la mía, nuestras miradas se cruzan a través del espejo—. Eres tú, no podría confiar en nadie, ni siquiera en mi hermano para protegerte. —Suspiramos—. Nunca me pidas que me aleje de ti, no puedo. —Alessandro. —No puedo dejarte aquí, haré algo que traerá consecuencias dentro de la organización y debo demostrar mi poder. —No entiendo. —Muchas veces es mejor que te mantengas al margen de lo que soy… —Lo que somos —le recuerdo. —Tú eres buena, yo soy un monstruo. —Sonríe triste—. Yo disfruto asesinar con mis manos, hacerlo me da subidones de adrenalina. —Me tenso—. ¿Ves? Te doy miedo, muchas veces te odio porque me siento insignificante a tu lado. Su confesión me deja sin palabras, jamás me habla sobre la mafia, además del error de ver las fotos el otro día, nunca había visto nada más. Aunque ahora sí conozco la verdadera naturaleza de mi familia, trato de mantenerme alejada de todo lo que tenga que ver. Lo único bueno de la Cosa Nostra es que las mujeres solo representamos un papel en la familia. —Alessandro, te amo a pesar de lo que haces. —Tenemos que volver, tengo asuntos que resolver y tomar las riendas de todo. —¿Y tu padre? —le pregunto. Se gira entre mis brazos y toma mis mejillas entre sus manos, detrás de su mirada castaña puedo ver algo que nunca había distinguido, se me corta la respiración. —Voy a hablar con él, esto es algo que habíamos conversado, pero lo dejé a un lado con la boda y, ahora, con el bebé, no puedo retrasarlo más. —¿Qué no puedes retrasar más? —inquiero con miedo —Convertirme en el nuevo Jefe de la Cosa Nostra. Y sus palabras me roban el aliento, me quedo en silencio y solo asiento. No puedo decir que me siento feliz con su confesión, solo puedo decirles que me toca aceptar, por él y por nuestra felicidad.

Capítulo 12 ALESSANDRO Con el paso de los años todo en la mafia ha cambiado, antes seguíamos diez mandamientos, así como los de la ley cristiana. No recuerdo las palabras exactas, pero van algo así: 1. No prestarás dinero directamente a un amigo (utilizarás un tercero de ser necesario). 2. No desearás la mujer de otro. 3. No entablarás amistad o cualquier tipo de relación con un policía. 4. Un hombre de honor jamás se dejará ver por bares y círculos sociales. 5. Si el deber llama, deberás estar disponible, incluso si tu mujer está a punto de parir. 6. Se tendrá puntualidad y respeto de manera categórica. 7. Se debe respetar a la esposa. 8. Siempre se debe decir la verdad a cualquier pregunta y en cualquier situación entre mafiosos. 9. No se robará dinero de otras personas, menos de otras familias, por dignidad. 10. La familia nunca aceptará a nadie que tenga un familiar en las fuerzas del orden, traicione a su mujer o no, demuestre valores morales. Lo de entablar alguna relación con un policía, lo hemos flexibilizado con los años, ya que es muy importante para nosotros tener la información policial antes de dar cualquier golpe. Enrico Messina es el hijo del hermano mayor de mi madre, por supuesto es uno de los integrantes de una de las familias que dirigimos la Cosa Nostra. En total somos cinco. La familia Lombardo somos ahora la cabeza de la organización, mi padre se hizo el jefe de todos los jefes cuando asesinó a Tony Greco. Llevamos en el poder casi cincuenta años. La familia Messina, en ella, la cabeza es mi tío Guido Messina, aunque mi primo Enrico está a al mando desde hace algún tiempo, lo cual ha sido un problema ya que desea hacerse con el puesto de Jefe de todos los jefes, creo que no lo ha hecho por respeto a mi padre. Sin embargo, la emboscada de hace días fue una declaración de guerra, lo único que no sabe es que estoy dispuesto a todo. La familia Vella, entró al concilio luego que su jefe, Santino, tomara su vendetta contra la familia Vaccaro. El hombre es despiadado al asesinar a sus víctimas, es una de las familias más fieles a nosotros y sé que me jurará lealtad. La familia Vitale, dirigida por Luigi Vitale y Angelo, es la segunda familia más fiel a nosotros. Angelo es el mejor amigo de Maurizio y además estuvo enamorado de Valentina. Luigi es mi padrino de bautismo y además uno de los más grandes amigos de mi padre. La familia Spadaro, dirigida por Matteo Spadaro un hombre relativamente nuevo en la organización, hijo del difunto Dante, que fue en vida un gran amigo de mi padre. Es un hombre dos

años mayor que yo, todos conocemos sus conexiones con la mafia rusa y japonesa, pero hasta ahora no sé cuáles son sus intenciones con nosotros. Aquí estamos todos reunidos, mi tío Guido junto a Enrico y su consejero Filippo, ellos representan a la primera familia. Santino Vella junto a su consejero, ellos representan la segunda familia; Luigi y Angelo que es el consejero de su padre. Matteo Spadaro junto a su consejero. En la cabeza está mi padre junto a Maurizio y, por supuesto, estoy yo. Alrededor hay hombres fieles a nosotros, que estarán a nuestra disposición, por si llegara a suceder algo. El murmullo de todos es silenciado cuando mi padre se levanta, el respeto que siente la gran mayoría es evidente en la habitación. —Quiero agradecer a las cinco familias, por estar aquí el día de hoy. Los Messina, Los Spadaro, Los Vella, Los Vitale y a todos los asociados que han venido de otros territorios del país. Los he llamado a este concilio, porque todo hombre sabe cuándo se acerca el final y el mío está muy cerca. —Todos en la sala guardan silencio, pero en sus rostros se puede leer la sorpresa por las palabras de mi padre—. Mis ojos han visto pasar por esta mesa a muchos jefes, cada familia que pertenece a nuestra organización tiene el respeto de la familia Lombardo, por años he preparado a mi hijo Alessandro para que sea el sucesor. —Cada uno de ellos posa sus miradas en mí—. Siempre he cuidado y velado por la paz entre las familias, mis hijos saben que sin ustedes nada tendría sentido, pero algo que no sabemos perdonar es la traición. Me quedo observándolos a todos cuando los murmullos comienzan a escucharse nuevamente, mi padre ha dejado en claro sus intenciones, se sienta de nuevo y el primero en levantar la mano para pedir la palabra es mi tío Guido, por dentro sonrío, ya que no sabe que lo primero que haré es pegarle un tiro a su hijo. —Con todo el respeto que tengo por ti, Vito. —Dibuja una sonrisa falsa en su rostro—. Si nos llamas a concilio para imponernos a tu hijo, estás perdiendo el tiempo. —Todos fijamos nuestra atención en él, al mismo tiempo mi hermano y yo nos miramos, pues sabíamos que él se opondría —. Cualquiera de los miembros de alguna de las cinco familias podría ser tu sucesor, sabemos que Alessandro desapareció por dos años y todavía no nos explican las razones por las cuales lo hizo. Mi padre asiente moviendo su cabeza, pero sé que por dentro muy fácil sacaría su arma y le dispararía, solo por llevarle la contraria. —¿Alguno más piensa igual? —inquiere divertido. Todos murmuran entre ellos, cada miembro consulta con su consejero. Muevo mi pierna, incómodo, él me pone su mano tratando de calmarme. Nuestros hombres solo esperan una orden y la reunión que podía terminar en tranquilidad, puede convertirse en una carnicería. Matteo Spadaro carraspea y pide la palabra. —A ver, Matteo, puedes hablar. —Yo doy mi apoyo a la familia Lombardo, ya hemos sufrido bastantes guerras a lo largo de estos años y sé que aún falta la peor de todas, ya que Alessandro se ha casado con la hija de un camorrista. Además, yo renuncio a mi derecho de ser jefe; primero, deseo la paz y, segundo, pienso que ninguno de nosotros sabe lo que realmente caerá sobre sus hombros. Le hago un gesto con mi cabeza y él corresponde, la verdad es que no esperaba ningún tipo de apoyo de su parte. Guido niega, pero el resto de las familias me dan su apoyo y soy nombrado el nuevo Jefe de todos los Jefes de la Cosa Nostra. —El concilio ha votado, mi sucesor será mi hijo Alessandro —anuncia mi padre luego del consenso de todas las familias.

Me levanto y sin mediar palabras saco mi pistola y le apunto a Enrico, mi tío y él abren los ojos con sorpresa. —No sé por qué razón hemos llegado tan lejos cuando somos familia, por mis venas corre la misma sangre Messina que la tuya, Enrico. —Todos se quedan observándome, conteniendo la respiración—. Iniciaste una guerra silenciosa y trataste de dar el golpe maestro en el club de Peter, pero aún tengo ojos y oídos en muchos lugares. —Enrico va a hablar y niego—. No, no, no, Enrico, sabes muy bien que toda traición se paga con sangre. Y sin agregar más, vacío el cartucho de balas en el cuerpo de mi primo. Mi tío me observa horrorizado y mis hombres sacan sus armas en advertencia. —Nunca he mentido o traicionado, he sido fiel a la organización y espero que tu otro hijo me muestre respeto, tío. —Sonrío—. Tu hijo trató de matarme y le he pagado con la misma moneda. La pregunta es: ¿estás dispuesto a iniciar una guerra? Guido niega. —No, no lo estoy… —murmura aturdido. —Mi familia tiene una vendetta con la Camorra, tengo dos años tratando de dar el golpe y ahora estamos más cerca que nunca. —Le hago una seña a Maurizio y este se levanta para abrir la puerta, Enzo Calabrese entra a la sala—. Les presento a Enzo Calabrese, jefe de la ‘Ndrangheta y nuevo aliado de la organización, con vuestra ayuda y, la de ellos, daremos el mayor golpe de nuestras vidas. Giro mi rostro y me quedo mirando el cadáver de mi primo Enrico, alguna vez les dije que era un demonio que estaba encarcelado en el infierno, pues ahora lo están conociendo. —¿Qué garantías tendremos de esta guerra? —pregunta Santino Vella. Me siento y le susurro a mi hermano que explique todo lo que obtendremos. Ganaremos terreno en tráfico de drogas junto a la ‘Ndragheta, tendremos contacto directo con senadores, jueces y políticos en toda Italia y extenderemos nuestros dominios, recuperaremos a los asociados de los Estados Unidos. Todos parecen conformes y terminamos la reunión. Los hombres de mi tío recogen el cuerpo de Enrico, me acerco a él y me da una mirada de odio, en sus ojos puedo ver el más profundo de los desprecios y, les seré sincero, me importa muy poco lo que piense. Sin embargo, podemos decir que esto es político y tanto él como yo debemos ser corteses por conveniencia, le doy un abrazo y susurro: —Perdóname por asesinar a Enrico. Mi tío Guido se acerca para darme dos besos y vuelve a abrazarme, no pronuncia ninguna palabra, pero estoy seguro que este es el beso de Judas y él va a traicionarme en cualquier momento, solo que antes pienso asesinar a toda su familia.

Capítulo 13 GIOVANNA Dos meses después

Mi vida dio un giro de ciento ochenta grados desde que salí de Nueva York, sigo huyendo de mi padre y de Mario, pero ahora no le tengo miedo a la mafia, me siento parte de ella. Alessandro fue nombrado el nuevo Jefe de todos los jefes de la Cosa Nostra, cada día siento en el aire el olor de la venganza y de la sangre. Las calles de Palermo se han llenado de horror, porque han descubierto infiltrados de la Camorra y los han asesinado, se libran batallas campales en cada rincón de Sicilia, sé que detrás de todo están ellos, y mi esposo solo trata de protegernos. Maurizio me da lecciones de tiro a escondidas de su hermano, todas las tardes salimos con la excusa de que me lleva a comer un helado y Alessandro se lo permite. Lo cierto es que vamos a muy cerca y he aprendido a manejar un arma, también he conocido a Angelo, su mejor amigo, porque los dos me están enseñado a defenderme. Si alguna vez tengo que hacerlo, podré usar un arma sin problemas. Tengo cinco meses de embarazo, la realidad es que pensé que todo sería más fácil llegado este momento, pero la verdad es que casi no duermo con toda esta revolución que hay en casa. Mi suegro me pide que espere paciente, mas no puedo poseer paciencia cuando por las noches mi esposo regresa muchas veces lleno de sangre de algún enfrentamiento y dura horas duchándose tratando de borrarla para siempre de sus manos. Tal vez toda mi nostalgia se trate de que muy pronto cumpliré mi primer año fuera de casa, la Giovanna que dejó todo atrás, no es la misma de este momento. Si me dieran la oportunidad de vivir una historia diferente, no lo haría. He aceptado que era la princesa de la mafia y aquí me he convertido en la reina, no podemos renegar por siempre de lo que somos, nací en el seno de la mafia ítalo-estadounidense y estuve con una venda en los ojos, que cayó de la manera más cruel. No tengo síndrome de Estocolmo, porque Alessandro no me secuestró y cuando descubrí que era un criminal, ya era muy tarde, porque me había enamorado de él. El amor es algo muy complicado, la verdad es que creo que muy pocos seres humanos llegamos a comprender qué tan intenso podemos amar, así, de la misma manera en que podemos odiar. Cuando amamos entregamos todo lo que tenemos, muchas veces sin esperar nada a cambio, muchas veces somos capaces de alejarnos de todos los seres que amamos por estar con esa persona y más cuando somos correspondidos con la misma intensidad. Podemos decir que Alessandro y yo somos el significado de la palabra: amor. Normalmente es él quien cuida de mis sueños, pero esta noche no he podido dormir, estoy inquieta, dentro de mi pecho se ha formado un sentimiento de zozobra, ¿recuerdan el prólogo de la Comunidad del Anillo, de J.R.R. Tolkien?, la canción de Galadriel: “El mundo ha cambiado. lo siento en el agua, lo siento en la tierra, lo huelo en el aire”.

Mi mundo ha cambiado, claro que lo ha hecho, mi esposo duerme y yo sé que se acercan, algo me lo dice, pero lo que ellos no saben es que estoy dispuesta a matar por todo lo que he conseguido aquí, ahora los Lombardo son mi familia y estoy dispuesta a todo por defenderlos. ***** —Eres toda una Lombardo —me expresa con orgullo Maurizio. Bajo el arma mientras Angelo va a buscar el blanco de silueta que hemos usado este día, dibujo una sonrisa. —Eres un buen maestro —halago guiñándole el ojo. —Vaya… —Silba Angelo—. Creo que la alumna ha superado el maestro. Nos muestra el blanco y realmente hasta yo me impresiono, le he atinado a todos los puntos que Maurizio me marcó como letales. Los dos comparten una mirada de asombro y sonríen. —Creo que pondría mi vida en tus manos y sé que estaré a salvo —me asegura mi cuñado con una sonrisa. —Deberías —le digo dándole un puñetazo en sus brazos de concreto. Mi cuñado es guapísimo y de verdad me encantaría que encontrara una chica que lo hiciera feliz. Al igual que Angelo, los dos poseen corazones puros, a pesar del mundo lleno de oscuridad en que se han criado. —Ahora sí, vamos por el helado —pido cuando mi bebé da una patada. Maurizio pone los ojos en blanco. —¿No crees que deberías dejar de comer un poco? —me pregunta. —¡Maurizio! —lo llama Angelo asustado y señala hacia el camino rústico de esta propiedad. Engatillamos nuestras armas cuando varios todoterrenos derrapan en la propiedad y los hombres de mi cuñado forman un anillo de seguridad a mi alrededor. Prácticamente se me detiene el corazón, cuando la puerta de copiloto de uno estos se abre y veo bajar a Alessandro, suelto el aire contenido en mis pulmones, pero al darme cuenta de que está molesto, tiemblo. Estoy segura que ha descubierto mis clases clandestinas y no le gustan nada. —Estoy en problemas —murmuro bajito. —Estamos —concuerda Maurizio. —Giovanna, vámonos —me ordena gritando mientras se acerca. Mi cuñado y yo nos miramos, ponemos los ojos en blanco. Creo que sabía que esto iba a suceder tarde o temprano, pero no estaba preparada para que fuera tan pronto. —Alessandro, cálmate —pide Maurizio. Mi esposo se acerca y le da un puñetazo a su hermano que lo tumba al suelo, me sorprendo y trato de agacharme para ayudarlo, pero me toma por el brazo y me aprieta con fuerza. Estoy segura que está molesto, pero realmente no acepto este tipo de comportamiento con la familia. —¡Me estás haciendo daño! —chillo—. ¿Te has vuelto loco? —No me sigas desafiando —me advierte rechinando sus dientes. Maurizio se levanta y Alessandro lo fulmina con la mirada, no entiendo cuál es el problema de que aprenda a defenderme sola. «Que le pediste ayuda a su hermano y no a él». Susurra una voz en mi mente. —Suéltala —le ordena Maurizio. —No te metas en esto, seguro toda esta locura es tu idea. —Alessandro, suéltame —le ordeno y me zafo de su agarre—. Fue idea mía, no de Maurizio. Exhala cansado, sé que esto le toca la paciencia, pero es momento que se dé cuenta de que soy

capaz de cualquier cosa por él. Un chico me entrega mi bolso y lo coloco en mi hombro. —Es mentira —me contradice Maurizio. —Giovanna, sube al todoterreno —me pide en modo de orden. —¡Deja de mangonearme! —le grito. —Por una vez en tu vida, hazme caso —dice con un tono de voz que me hace temblar de pies a cabeza. Niego blanqueando los ojos, me acerco a Maurizio y le reviso el golpe. Le está sangrando la nariz por mi culpa, por lo cual me siento mal. Le doy un abrazo y le susurro al oído: —Perdóname, sabíamos que podía suceder. —Lo sé, ve tranquila —me pide. Me separo y paso a un lado de Ale, no sin antes fulminarlo con la mirada, subo al auto y uno de los hombres se sube conmigo. Algo hace que se me ponga la piel de gallina, al instante escucho los seguros pasarse. —Tenemos que esperar a Alessandro —le ordeno. —No vamos a esperar a nadie, porque estamos completos. Esa voz me corta la respiración y cuando el copiloto se gira a verme, deseo morirme, frente a mí tengo a quien puedo identificar como Guido Messina, que me apunta con un arma. —Lo vas a pagar caro —le advierto. El tío de mi esposo sonríe, provocando que se me ponga la piel de gallina. —No tanto como tú cuando te entregue a Mario. Mi mundo se congela en el maldito infierno, frente a mí tengo a un traidor de la familia. Ojo por ojo, pero prefiero morir antes de volver a las manos del hombre que odio.

Capítulo 14 MARIO Bajo del jet en la pista de privada de Guido Messina, estamos a tres horas de la ciudad de Palermo y él debe tener ya a Giovanna en sus manos. La excitación corre por mis venas, porque pronto estará mi lado. Soy como el que reparte las cartas y aquellos con los que juego nunca sospechan de mi verdadera naturaleza. Hace mucho tiempo que dejé de jugar por dinero, lo hago para ganar el respeto de la mujer que amo. Barajeo las cartas tratando de encontrar la respuesta que me llevará al corazón de ella. La frustración es lo que me ha llevado a ser el hombre más sanguinario que puedas imaginar. —Pronto la tendrás en tus manos —me comenta Valerio sonriendo. —Lo sé… —murmuro. Valerio se ha convertido en una especie de amigo, creo que sucede cuando dos personas poseen cierta afinidad, los mismos gustos, la misma personalidad. —Lo que todavía no entiendo es, ¿por qué ella cuando puedes tener a cualquier otra? — inquiere. ¿Por qué ella? ¿Por qué Giovanna? —Porque sí, ella es mía, crecí creyéndolo, es así… —Estamos jugando mucho por traerla, pero será divertido joder a los Lombardo de nuevo. —Tu venganza no es la mía —le recuerdo. Le echo un vistazo y Valerio sonríe, nunca imaginé que mi socio tendría una afrenta que cobrar a la familia, pensar que ahora me da la oportunidad de tenerla de nuevo, un chance más para conquistarla, pero aún hay odio, resentimiento en mi mente. ¿Qué hace una chica como ella en un mundo como el nuestro? Yo pertenezco aquí, pero ella siempre fue perfecta, pura y ahora ha sido corrompida por él. ¿Cuáles son las probabilidades para que acepte que me pertenece? Una en un millón, lo primero que haré es deshacerme del bastardo que lleva en su vientre, disfrutaré haciéndola sufrir. Miro mi reloj esperando que aún no encuentren el cuerpo de mi madre, disfruté asesinarla. Bianca, la esposa de Carlo, llamó preguntando por ella y le dije que había salido de viaje, luego fui a su casa y me la follé en la cama de mi suegro. En fin, la realidad es que mi madre está en el congelador de mi casa. Cuando la golpeé la dejé inconsciente y luego le corté la garganta con un cuchillo, y después la decapité. Violé su cabeza cortada. Cuando terminé, puse la cabeza en un estante y le grité durante una hora que yo era el pusilánime que había creado, el débil que no era capaz de hacer nada. Después desmembré su cuerpo y guardé cada pieza en bolsas para congelarlo. Ahora mi única reina será Giovanna. —Pronto la tendrás de vuelta… —me asegura Valerio. —Lo sé, tarde o temprano volverá a mí.

—¿Sabes qué es lo que me gusta de ti? —pregunta. —Sé que te gusta darle por el culo a los hombres —le contesto—, pero no me gusta. Te puedo dejar al amigo marica de Giovanna. Sonríe. —Disfruto cuando les saco información, normalmente violar a hombres es más divertido que violar a las mujeres. —Estás enfermo —espeto con asco. —Y tú igual. —Se ríe mientras enciende un cigarro—. Tú y yo nos parecemos más de lo que deseamos, tú quieres a Giovanna y yo deseo a Marena, pero los dos hacemos esto por vengar a nuestros padres. —Tú quieres a alguien que ni siquiera conoces, solo deseas joder un poco más a los Calabrese y a los Lombardo. —Exacto, pero las dos familias son culpables de la muerte de mi familia, al menos tienes una madre. —Una loca que repite que soy un pusilánime —espeto y recuerdo que está picada en el congelador. —Te pediré algo… —murmura. —Lo que sea —le aseguro. —Quiero estar cuando violes a tu mujer por primera vez, no te pido probarla, pero sí ver qué harás, cómo ella te pedirá piedad. Aprieto mis puños, porque nadie verá mi intimidad con ella. Solo yo puedo hacerle daño y mostrar lo que hago la rompería. Saca su daga y se da un corte en el brazo, toma de su sangre y luego me la ofrece, hago lo mismo. —Ahora somos hermanos —afirma. —Pero no te dejaré ver nada —le informo entre dientes—. Te debo mucho y me gusta divertirme contigo, pero no voy a hacerle eso a Giovanna. —Realmente la amas… Y me quedo sin palabras porque nunca he conocido el amor, pero Giovanna es lo más hermoso que tengo en mi vida. Ella siempre fue buena conmigo, de pequeña era capaz de sonreírme y de grande estaba a mi lado a pesar de que no me amaba, creo que el fondo me vio como un amigo, ese que nunca amarás, con tal de estar a su lado me conformaba. Siempre imaginé dañarla por no amarme, pero nunca me atreví, solo que ahora la rabia y el dolor me llevan a desear hacerlo. Cinco víctimas, mujeres que se parecen a ella y desde que probé violarlas, doblegarlas, humillarlas y asesinarlas, deseo lo mismo para Giovanna. Ahora que lo pienso, debí violar el coño de mi madre, para que desde el infierno observara que no soy un pusilánime. —La quiero para mí y nada más —contesto y me sumo en mis silencios, esos en que mi mente se tiñe de sangre.

Capítulo 15 ALESSANDRO Nunca

en mi vida me habían desobedecido, pero Giovanna es la única capaz de hacerlo, renuente acepté que ella saliera casi todas las tardes con mi hermano, sin embargo él es el único a quien le confiaría mi vida, por eso permito que lo hagan. Enterarme que todo este tiempo no han ido por helado, sino más bien están practicando con armas, me molesta y me llena de ira, porque él no tiene derecho para enseñarle nada a mi esposa. Escucho el todoterreno arrancar y mi vida entera va ahí adentro, Maurizio palidece al darse cuenta de lo que acaba de suceder. —¿Quién va con Giovanna? —me pregunta con voz asustada. —No lo sé —contesto. Saco mi móvil y le marco el chofer, pero no obtengo respuesta. Y ahí está lo que tanto he temido por meses, todo se ha materializado. Se la han llevado y todo por la irresponsabilidad de ellos dos. —¿Quiénes subieron a ese todoterreno? —grito a mis hombres. Todos se observan entre ellos y yo solo deseo una respuesta, saco mi arma y apunto al primero que aparece en mi campo de visión. El numerale más joven, es aprendiz y además es el primo de Santino Vella, me lo confió pensando que podía aprender de los mejores. —Guido Mesina —responde y señala con su arma a cuatro de mis hombres—, y ellos le ayudaron. Al percibir que todo está perdido sacan sus armas, pero mis soldados y los de Maurizio son más rápidos logrando desarmarlos. Son cuatro contra una veintena de hombres entrenados para matar. Me acerco a uno y le doy una patada en el estómago que lo deja sin aire. —¿A dónde llevaron a mi esposa? —le pregunto con una falsa calma y saco mi daga—. Si confiesan todo, tal vez, solo tal vez, pueda ser benevolente con ustedes. Silencio y solo tengo un poco más de miedo. Mi tío desea vengar a Enrico y la mejor manera es arrancarme lo que más amo, Giovanna y mi hijo. —Ya tengo la ubicación —me informa Angelo. Sonrío y me acerco al chico que ha sido fiel a mí, no recuerdo su nombre, pero ya me ocuparé de saberlo en el momento indicado. Le ofrezco mi daga y mi hermano me observa impaciente, antes de salir corriendo detrás de mi esposa, dejaré en claro que conmigo no se juega. —Esta daga perteneció a mi abuelo, precisamente ha estado en la familia Messina por muchas generaciones. —Sonrío y me dirijo a todos—. La fidelidad es a la Cosa Nostra, las familias respetamos ese acuerdo desde tiempo milenarios, pero si una cosa no sabemos perdonar es…, a ver dime tú, ¿qué es? —me dirijo al chico. Titubea un poco, pero responde seguro: —¡La traición! Asiento y en un movimiento rápido me abalanzo sobre el primer traidor y le corto el cuello. —¡Mátenlos a todos! —declaro—. Vamos por mi mujer —le ordeno a Maurizio. Corremos hasta el camino y subimos a los vehículos, mi hermano toma el asiento de piloto y

Angelo sube con otro hombre, armados. Cierro los ojos tratando de entender que mi propia familia ha tratado de destruirme desde hace mucho tiempo, sangre de mi sangre. He llegado a la conclusión que detrás de la muerte de Valentina, estuvieron mi tío y mi primo Enrico, lo que no sabe mi tío es que si le toca un solo cabello a Giovanna, lo voy a matar con mis propias manos. —Tenemos que desaparecer a todos los Messina —ordeno en voz alta. —Lo siento —murmura Maurizio—. Solo trataba de ayudar, ella me lo pidió. —Me mintieron —le reclamo. Un silencio denso se crea entre mi hermano y yo, sabe que si le llega suceder algo a Giovanna me volveré loco. Ella es la única capaz de sacar lo poco que hay bueno dentro de mí, no sé cómo explicarlo. Soy un villano, un hombre que ha asesinado a personas inocentes y a otras que no lo eran, disfruté muchas veces hacerlo, pero las veces que maté a alguien, lo hice por honor, por mi familia, por esos mandamientos, por ese juramento y esa es mi divisa, vivo para la organización, crecí en este mundo y desde pequeño sabía que amar a una persona, era la excusa perfecta para destruirme. Ella y mi hijo no nacido van camino al calvario, esto no era lo que planeaba, necesito detenerlo. Prefiero morir. —Giovanna tiene un arma en su bolso —avisa Angelo. Me doy media vuelta y él sonríe tratando de calmarme. —Ella lleva meses aprendiendo a disparar —me informa—, es buena y yo hace un mes le regalé una Glock 26. —¡¿Le regalaste un arma a mi esposa embarazada?! —inquiero al borde de perder la paciencia con ellos dos. —¡Le di una manera de defenderse, todos tenemos la culpa de que Valentina esté muerta! — Angelo me grita consternado y por primera vez es capaz de saltarse el respeto que me debe, habla el amigo de años, el hombre que amaba a mi hermana—. Nunca la dejaron aprender a defenderse, pero Giovanna es capaz de desobedecerte, porque quiere luchar para quedarse a tu lado, deja de ver a tu mujer como una débil, porque es mejor tiradora que cualquiera de nosotros. —Angelo… —lo llama Maurizio. —Van camino a la finca Messina —contesta distante, sumido en sus pensamientos. —Ustedes y yo arreglaremos esto luego —les advierto. Saco mi móvil para llamar a Santino Vella y Matteo Spadaro, les informo lo que acaba de suceder y ellos saben las consecuencias de esto. La familia Messina ha iniciado una guerra, creen que soy débil, solo que en realidad no conocen la capacidad que tengo de maquinar venganzas, prefiero planificar metódicamente la manera en que pienso ejecutar los planes. Ellos no saben que puedo llegar a ser un sádico a la hora de torturar y asesinar, me gusta ver sufrir a las personas. —Espero que sepa cómo defenderse —susurro. —Lo hará, Giovanna no es estúpida —me asegura Maurizio. —Esto es tu maldita culpa —le espeto molesto y al mismo tiempo asustado—. ¿Cómo no lo vi? —Guido es un viejo lobo, mi padre nos advirtió que podía suceder. —Eso lo sabía, pero ustedes mintiéndome… —Exhalo cansado—. Si ella… —Cállate —me pide Maurizio—, ni lo pienses. —Ella es la única capaz de arreglar todo mi mundo —murmuro. —No la perderás —declara confiado Angelo—. Ahora más que nunca todos necesitamos de ella. —Tengo esperanzas de que Giovanna sabrá defenderse —asegura Maurizio.

—Si la pierdo, nunca más volveré a mirarte. Niego, ella se apareció aquella tarde con ese helado, era la visión de un ángel, no lo sabía, pero en ese mismo instante me enamoré de Giovanna. Es todo lo que he deseado, lo que cualquier hombre bueno podría buscar. La encontraré y haré pagar a todos por esta ofensa. Soy un simple peón en un tablero de ajedrez inmenso, todos creen que tengo el poder, pero realmente la única que lo tiene es ella, la mujer a la que pertenece mi corazón. —Alessandro, mira —me señala Maurizio. Todo mi mundo se destruye en una centésima de segundo, Maurizio derrapa para frenar. Me niego a perderla, no podría aceptar nunca que nuestra historia termina así. Sería difícil abrir los ojos y no verla a mi lado, porque ahora el vehículo en donde mi esposa iba, está volcado en la vía. Bajamos y creo que por primera vez las piernas no me responden, pero me obligo a seguir, escucho a lo lejos a mi hermano llamarla. Confundido, siento que he entrado en agonía, que todo lo que estoy viviendo es una maldita pesadilla. Giovanna es mi vida, ¿por qué me la quitas Dios? —Está viva —grita Maurizio. Caigo arrodillado en el piso y miro al cielo dándole gracias. —¡Sáquenla de ahí! —les ordeno.

Capítulo 16 GIOVANNA Minutos antes…

Guido Messina es el hermano de la difunta Sylvana Lombardo, la madre de Alessandro. Hace meses conocí a Enrico, su hijo mayor, el día que mi esposo fue nombrado el nuevo Capo, él había descubierto que su primo le había tendido una emboscada en un club y lo asesinó. Recuerdo como si fuera ayer las palabras exactas que pronunció luego de contarme todo: —Vendrán por ti, tú y nuestro hijo son lo que más me importa y mi tío lo sabe. —Me dio un beso que me hizo sentir todo su amor—. Ahora más que nunca debo protegerte. Aquella tarde tomé la decisión que debía aprender a protegerme, mi seguridad no solo debía caer en los hombros de los hombres de mi familia, sabía que mi papel era estar en casa, darle hijos a mi marido y hacer su vida más fácil. Trataba de hacerlo, pero cada vez estaba más interesada en los movimientos de la mafia, no es porque desee poder, la verdad es que es la única manera de comprender el mundo que me fue escondido por tanto tiempo. Sé que estoy conviviendo con un montón de criminales, sin embargo, es la forma en que ellos defienden cada una de sus acciones y la convicción con la creen en sus preceptos, aun así, los admiro. Nunca pensé decir algo como lo que estoy a punto de afirmar, pero los mafiosos viven bajo códigos de lealtad, honor y respeto. Tienen altos valores familiares y morales, por los cuales son capaces de matar. —Me divertiré cuando te entregue —me indica con voz burlona. Pongo las manos sobre mi bolso y siento el arma que me regaló Angelo hace meses, no imaginé que la usaría, creo que ha llegado el momento—. Al menos no eres de las que chillan o gritan, tienes temple. Lo fulmino con la mirada. —Te vas a arrepentir de esto —le aseguro. Suelta una carcajada que a cualquiera podría ponerle los nervios a mil, solo que pienso en mi hijo y que cualquier paso en falso podría afectar mi vida entera, así que no dejo que me afecte. —No, creo que quien se está arrepintiendo de matar a mi hijo es Alessandro. —No solo lo traicionas a él, me estás entregando a la Camorra y no creo que las familias vayan a estar conformes con eso. Observo cada uno de sus movimientos, doy gracias a cada advertencia de Maurizio y Angelo, que nunca debía apresurarme. Siempre me pusieron en situaciones en las cuales podría estar en peligro y esta es una de ellas, ser secuestrada. El primer error de Guido fue no quitarme el bolso y atarme, supongo que no lo hizo porque estoy embarazada. Mi hijo, lo único que me importa en este momento es mantener a salvo a mi pequeño. —¿Y qué sabes tú de las familias? —me pregunta de manera burlona. —Soy una Lombardo, pero te puedo decir que este tiempo he aprendido mucho de mafia, así que sé que ojo por ojo y diente por diente. —Sonrío—. Alessandro mató a Enrico, pero tú prefieres entregarme a Mario para que haga lo que tú no puedes, sabes que el niño que llevo

dentro es tu sobrino. —¡Asesinó a mi hijo! —grita y se guarda el arma, creo que en este momento mi corazón está a punto de explotar—. Quiero que sufra, deseo que Mario le informe de cada cosa que te haga, cada corte, cada tortura… Fuerzo una sonrisa en mis labios. —¿Crees que Mario me tocará? —inquiero sarcásticamente—. Me casé con tu sobrino, lo engañé para que no se vengara de mí, haré lo mismo con Mario. Guido centra toda su atención en mí y yo alzo una ceja acentuando mi sonrisa. Cualquier cosa con tal de manipularlo, cuando vuelve su mirada a la carretera, tomo el arma, su segundo error fue no poner un hombre a mi lado que estuviera pendiente de todos mis movimientos, lo cual pienso aprovechar. —Entonces es una mentira que lo amas —murmura sorprendido. —Eres tan solo un títere al que todos manipulan —le pico sacando mi la pistola. —Así que… —Deja las palabras a medias cuando apunto su cabeza con mi arma—. No te atreverías. —Entonces no sabes de lo que soy capaz. —Me giro y me dirijo al chofer—. Si me ayudas, hablaré con mi esposo para que sea bueno. Los dos se ríen burlándose de mí, una de las cosas que me molestan de este tipo de hombres es que creen que las mujeres somos unas princesas que debemos ser salvadas. —Hazlo —me ordena Guido y veo que intenta tomar su arma, sin pensarlo dos veces aprieto el gatillo y le vuelo los sesos. El gatillazo me impulsa hacia atrás y el hombre que va al volante pierde el control, trata de mantenernos en la vía, hasta que lo logra y saca su arma. La adrenalina que corre por mis venas me ciega sin pensar en las consecuencias y disparo nuevamente mi arma, le doy en el brazo. —Detén el auto —le ordeno—. ¡Detén el auto o te mato! Suelta una carcajada. —Si no lo matabas tú, lo haría Alessandro y eso sucederá conmigo —me dice aceptando mi destino, se gira para verme y suelta el volante. Escucho la corneta de un camión y todo sucede en cuestión de segundos, colisionamos contra él y el vehículo da vueltas con nosotros. Grito y todos los vidrios explotan, nos recorren como una lluvia de granizo, él es expulsado del vehículo por el parabrisas y cuando finalmente nos detenemos, creo que ha llegado el final. Todo se queda en silencio, cierro los ojos buscando la calma. Quisiera tanto poderle decir adiós a Alessandro, asegurarle que el tiempo junto a él, ha sido el más feliz de mi vida. Le pediría que se volviera a enamorar, pues desde el cielo me encantaría verlo sonreír. —Dios, solo te pido más tiempo —sollozo adolorida. Trato de salir, pero mis piernas no me responden, la muñeca que me fracturé en Burdeos me duele horrores. Con la otra mano me toco la cabeza y veo el montón de sangre, el cuerpo de Guido está inerte en el asiento de copiloto. No dejo de pensar en Alessandro, imaginado el dolor que va a causarle perdernos. —No es el momento, bebé, te juro que no es el momento —le aseguro. Mentalmente le pido a Dios que se mueva, que me dé una señal de que mi hijo está vivo. Lloro desconsolada, trato de alcanzar el bolso, pero no lo encuentro y me frustro, maldigo a Mario Genovese, cuando tenga la oportunidad seré yo la que le quitaré la vida. —¡Giovanna! —gritan.

—Maurizio, Maurizio —musito y las lágrimas se salen solas. —Giovanna, Giovanna —me llaman. —Aquí estoy —contesto gritando—. ¡Sácame de aquí! —¡Está viva! —vocifera mi cuñado. —Sáquenla de ahí. Se suben al vehículo y veo a Angelo junto a Alessandro, los dos palidecen al verme. Cierro los ojos pensando que lo más seguro es que he perdido a mi hijo. —Ya te sacaremos, amor mío —me asegura Ale con voz asustada. —Ale, tengo miedo —sollozo—, me duele todo y… nuestro hijo. Comienzo a llorar desconsolada, entre varios logran quitar la puerta y mi esposo con ayuda de Maurizio me saca. Chillo de dolor mientras ellos maniobran para sustraerme, cuando por fin lo hacen, mi esposo me toma entre sus brazos. —Te tengo, te tengo, mi vida —me repite con voz asustada. —Te amo —le susurro tratando de tocarlo. Y todo se vuelve oscuro, las tinieblas me llevan a un lugar muy lejano en donde no hay dolor, en cual floto sin saber en dónde estoy.

Capítulo 17 ALESSANDRO —¡Giovanna!,

¡no! —grito cayendo de rodillas con ella en mis brazos—. Reacciona, mi

amor. La tomo por su mentón y le doy una palmada tratando de que reaccione, impotencia crece en mi corazón junto al miedo de perderla. —Alessandro, vamos —me pide mi Maurizio, asustado—. No podemos perder tiempo, tenemos que llevarla al hospital. Me levanto haciéndole caso, subimos al primer vehículo. Mi hermano toma el asiento de copiloto y le pide a uno de sus hombres que maneje por él. Me siento atrás con ella, reviso cada rincón de cuerpo, su ropa está manchada de sangre y sus brazos llenos de rasguños, verifico su pantalón y no veo hemorragias visibles. —Giovanna, amore mio, sei l’amore della mia vita, resisti e vivi per noi, per nostro fliglio[1] —le susurro desesperado en italiano—. Por favor, por favor, no me dejes —ruego preso del miedo. —No la vamos a perder —me asegura Maurizio. —Todo esto mi culpa y tuya también… —le reprocho. —Alessandro… —murmura mi hermano. —Ella no debió salir de la casa, sabía que Guido haría cualquier cosa por vengarse —espeto —. Nos traicionaron. —Ya matamos a todos lo que lo hicieron —asegura mi hermano—. Y ella mató a Guido. —Queda un Messina y quiero que lo encuentres, Mariano tiene que morir —le digo. —Alessandro… —Giovanna me llama al mismo tiempo que abre sus ojos y vuelve a cerrarlos —. Alessandro… salva a nuestro hijo. —Amor mío, vamos, amor, lucha… —le suplico. Se desmaya en mis brazos nuevamente y mi vida entera está en ellos. Le ordeno a mi hombre que se apresure y Maurizio me asegura que pronto llegaremos. Mi mujer me ha dejado en una encrucijada, si tuviera que escoger, no podría. Aunque ser padre me llena de miedo, debo confesar que perderlos me aterroriza, ya no tengo pesadillas con Valentina por las noches, mi única pesadilla es perder a mi esposa e hijo. Sabía que me faltaban lágrimas por derramar, pero esperaba que el dolor se alejara de nuestras vidas. He visto muchas personas morir, hasta a mi propia hermana, pero no estoy preparado para ver partir a la mujer que amo. ¡Maldita mi suerte! ***** Tomo la mano de Giovanna, el sonido del monitor que registra sus signos vitales me atormenta. Ella se ha ido muy lejos, los médicos alegan que, a pesar de sus fracturas, se encuentra bien junto a mi hijo, sin embargo, está dormida y siento un vacío inmenso, mi mujer está presente, pero al mismo tiempo ausente. —Despierta, por favor, despierta —le suplico.

Y lloro, por primera vez en vida me permito llorar, demostrando que soy solo un simple hombre que se cree invencible. Si la pierdo, solo tendré recuerdos, su dulzura se diluirá en el tiempo y viviré un invierno eterno, nunca volveré a amar. No puedo creer que se castiguen mis pecados de esta manera, sé que en mi mundo, el ojo por ojo y diente por diente, es una de nuestras divisas, pero no estaba preparado para esto. Necesito a la chica que sabe enfrentarme, la que me abraza por las noches y me susurra que ama, a la mujer que se enciende entre mis brazos. Quiero a la mujer tierna, enfurecida y fuerte que la vida me dio, no puedo verla así, en la cama y a punto de perderla. La puerta se abre y Maurizio entra, me fijo en él percatándome de que su ropa está salpicada de sangre. —¿Algún cambio? —me pregunta. —No… —Ale… —Ahora no, Maurizio. —Exhalo cansado—. Esto podía pasar tarde o temprano. —No podemos perderla —me susurra. —Ella está dormida, pero estoy seguro de que volverá… Mi hermano niega, creo que está tan asustado como yo. Giovanna para todos nosotros ha sido una bocanada de aire fresco. Me levanto y me acuesto a su lado con cuidado de no hacerle daño. —Lo tenemos —informa. —Hoy no —le contesto—. Ha sido un largo día, déjanos solos. —Alessandro. —Maurizio, déjame solo con mi familia —pido cansado. Asiente y se gira, el peso de la culpa se nota en sus hombros. Mi hermano es la persona más fiel del mundo, mi único amigo. Sé que tuvo las mejores intenciones de enseñarle a Giovanna a defenderse, pero en este momento el dolor no me deja pensar. Antes de salir se detiene. —Perdóname… —Ya hiciste todo para que te perdonara… Y lo hizo cuando encontró al maldito que queda, sé que ellos ahora se congelarán en la Caina. Sale dejándome a solas con mi mujer, la abrazo con fuerza y me aferro a las dos personas que amo. Son las cinco de la mañana, han transcurrido catorce horas de toda esta pesadilla y lo único que deseo es que ella despierte. ***** Mi mente está en el hospital junto a Giovanna, mi hijo y mi padre. Sin embargo, el deber me llama y es momento que demuestre de lo que estoy hecho. Tenemos recintos en todas partes, pero este está alejado de Palermo. Estamos en Mondello, un pequeño pueblo muy cercano a la ciudad. En el puerto poseemos un barco abandonado que usamos para ciertas actividades. Suspendidos del techo con cadenas están Mariano, el hijo menor de mi tío Guido, y varios de sus hombres. Sus cuerpos ya están maltrechos por los golpes, alrededor estamos todos los jefes de las familias. —¿A dónde llevaban a Giovanna? —lo interrogo. Mariano escupe sangre antes de hablar, esboza una sonrisa y se queda mirándome. Algo me dice que lo que escucharé no me gustará, le hago señas a uno de mis hombres para que lo baje. Me obedece y cuando está mi altura lo golpeo con todas mis fuerzas, gime de dolor y me contesta: —En algún momento la alcanzará y tú la vas a perder, tarde o temprano alguien va a

traicionarte —se burla—. Se la íbamos a dar a él, a tu peor pesadilla. Se me hiela la sangre pensando en Mario Genovese, no puedo creer que mi propia familia sea capaz de traicionarme, pero necesito saber la maldita verdad. Mi hermano se acerca para golpearlo, pero lo detengo alzando mi mano. —Una última pregunta —le informo. —¡Mátame de una maldita vez! —exige. Sonrío y niego haciéndole saber que el único que manda soy yo. Escupe sangre y algo dentro de mí se rompe un poco más. Enrico y Mariano son mis primos, crecimos juntos como hermanos, jugábamos a los policías y ladrones en los jardines de nuestras casas. Mi primo Enrico y yo nos iniciamos al mismo tiempo, el mismo día que juré lealtad a la Cosa Nostra, él lo hizo. Soy un monstruo, como retrató Dante, por mí espera el noveno círculo del Infierno en donde está La Caina, donde son castigados aquellos que traicionaron o asesinaron a sus familiares, enterrados en el hielo hasta el cuello; debe su nombre al personaje bíblico Caín. En ese pequeño lugar del Cocito me veré junto a mi tío y primos. —¿Ustedes tuvieron que ver con la muerte de Valentina? —¡Ding, ding, ding! —contesta burlón—. Al fin lo descubriste. —¡Maldito pedazo de mierda! —Angelo aparece en mi campo de visión y lo golpea descargando todo su dolor y odio sobre él—. Brucerai all’inferno[2] . —¡Angelo! —grito—. Maurizio, detenlo —le ordeno a mi hermano. —Debimos matar a todos los Lombardo, solo los Messina podemos ser los jefes de la Cosa Nostra —confiesa—. Yo no tengo miedo de morir, nos veremos todos en el infierno. —Maldito —sisea mi hermano escupiendo su rostro. —Todos han escuchado que han traicionado a mi familia —grito a todos los presentes. —¡Sí! —contestan. Con toda la tranquilidad del mundo saco la daga de la familia Messina. Mariano abre los ojos asustado, puede asegurarme que no tiene miedo de morir, pero cuando se acerca el momento, todos terminan temiendo. —Tienes razón, solo los Messina pueden ser los Jefes. —Le muestro la daga—. Quizá por eso mi abuelo me dio la daga a mí y no a ninguno de ustedes. —¡Maldito! Te veré arder conmigo en el infierno —amenaza. —Lo sé. —Le entierro la daga en el hígado, grita de dolor cuando la saco desgarrando su órgano—. Esto es por Valentina. —Apuñalo su abdomen—. Esto es por mi madre. —Me observa con terror mientras lo torturo—. Y esto es por Giovanna. —Clavo la daga en su corazón y la retuerzo, veo cómo la luz de sus ojos se escapa—. Asesinen a todos y recuerden que conmigo no se juega, Alessandro Lombardo no perdona. Escupo el cadáver de mi primo. —Nos veremos en la Caina… Me despido de él dejando atrás una verdadera carnicería, tengo que proteger a Giovanna, ya que, así como mi tío y mis primos fueron capaces de vendernos, cualquiera lo haría. Nunca permitiría que alguien les hiciera a mis hijos todo lo que me hicieron a mí, me imagino a los míos con mi ángel, estoy seguro de que ella será buena madre. Respiro y lo imagino todo.

Capítulo 18 MARIO Una mujer decente no deambula por las calles a las nueve de la noche. Una chica es mucho más responsable de una violación que el violador. Las mujeres nacieron para el trabajo doméstico y no para andar circulando por discos o bares de noche, haciendo cosas equivocadas, usando la ropa inadecuada. Solo un porcentaje de las mujeres son buenas. Y ahí entra Giovanna. Mi ángel. Observo a mi víctima, tiene cierto parecido a ella. La encontré en un bar después de que me informaran que de nuevo la mujer que amo está fuera de mi alcance. Solo en mis pensamientos soy capaz de hacerle daño, pero realidad la amo como nunca lo había pensado. Valerio está violando a otra chica frente a mí, corta su piel y bebe de su sangre, sediento. Los dos pensamos que todo hombre tiene el derecho de darles una lección, que ellas deben aceptar lo que les damos sin chistar. No deben luchar por defenderse, porque se merecen ser castigadas y recordarles cuál es su lugar, disfruto de los alaridos de dolor de la víctima de mi compañero. Me recuesto al lado del cuerpo inerte de la mía, ya en un rato la volveré a violar y la desmembraré. Las vidas de estas mujeres no poseen ningún valor para mí, son basura. Necesito a la única que me hace sentir vivo, ella es la luz de mi oscuridad. Cierro los ojos imaginándola a mi lado, reinando junto a mí. Giovanna sabe cuál es lugar, ser mi princesa; mi madre la odiaba porque es mejor que ella, pero hasta la perra callejera que da a luz a sus cachorros es mejor mamá que la mía. —Amore —le susurraría al oído. —Cielo —contestaría ella… Giovanna embarazada de seis meses, su vientre hinchado con mi semilla, sonreiría mientras cocina el desayuno para Mario y Andrea, nuestros primeros hijos. Se acercaría y me daría un beso tímido en los labios, observaría la marca de mis dientes en su cuello y dejaría un beso ahí. —Tuya —me diría en un tono casi inaudible, solo para mí—. Solo tuya. Comeríamos en familia, ella atendiéndonos como debe ser, dispuesta a mí. Despacharíamos a nuestros pequeños y la follaría de pie contra la encimera, le daría fuerte por el culo y mi mujer callaría su dolor, bebería sus lágrimas y mordería sus labios, permitiéndome descargar todo mi placer para ella. Al terminar, bajaría su vestido y me diría: —Te amo, Mario. Besaría sus labios con ternura y la haría mía de nuevo, un poco más gentil, pero infligiendo dolor, dejando pequeñas marcas en su piel, recordatorios de a quién pertenece. —¿La mataste? —me grita Valerio. Abro los ojos y lo fulmino con la mirada por sacarme de mis sueños. Recuerdo que la chica yace fría a mi lado, el hedor a sangre y sexo me excitan de nuevo. —Sí —contesto. Pone los ojos en blanco.

—Deseaba probarla —me recrimina—. Allí te espera la mía. Excitado por mi sueño voy hasta ella, tomo una bolsa de plástico y se la enseño. La chica abre sus ojos asustada. —No, por favor, no… —me ruega. No se parece a ella, por eso cubro su cabeza y la abro de piernas, me entierro en su coño húmedo de su sangre y del semen de Valerio, la violo sofocando sus gritos, hasta que da su último aliento, lo sigo haciendo y escucho a mi compañero gemir, giro mi rostro y lo veo mancillando a mi primera víctima. «Giovanna, muy pronto yacerás debajo de mí». Pienso mientras continúo follando el cadáver. ***** Le besan la mano a Carlo mostrándole su respeto, cada una de las personas que llegan a pedirle un favor. Espero algún día ser yo a quien le muestren su respeto. Estoy regresando después de mi intento fallido de traer a Giovanna conmigo, espero que todos pidan lo que tengan que pedir para tomar mi turno de hablar con él. A veces creo que estoy enfermo, pero justifico cada una de mis acciones. Mi padre me educó de esta manera, no conozco nada más. Después que Valerio me informara que el hombre que admiré por años, fue el que asesinó a mi padre, mis deseos de venganza emergieron. Nunca tuve una familia feliz, mi madre me odiaba y mi padre solo me usaba para que hiciera sus mandados, pero seamos sinceros, nadie puede amar en un mundo como el nuestro. Desde pequeño demostré interés por Giovanna, sin embargo, era criada con una venda en los ojos, mientras yo era educado bajo los códigos de la mafia. Ella no podría gobernar, pero su padre buscaría al hombre adecuado y, yo lo era, siendo su ahijado y como un hijo para él. Al lado de mi papá y de Carlo aprendí todo lo que es el crimen organizado, comprendí que aquí todos somos malos y que perdemos el alma al matar la primera vez. La amo con todo mi corazón, creo que es la única razón que me detiene para asesinarla, deseo tanto que se quede a mi lado, puedo vengarme arrebatándole todo lo que más ama. —Mario, has llegado —anuncia mi presencia. Valentino me observa a su lado, circunspecto, unos días fuera y ahora cree que puede desplazarme. —Sí —contesto. —Salgan todos —ordena—, no tú. —Toma el brazo de Valentino. Esperamos a que cada uno salga de la habitación, estoy impaciente para poder hablar con él. —Me has fallado de nuevo —murmura con desprecio cuando estamos solo los tres. —Perdón —le pido acercándome y besando su mano. —¿Qué sucedió? —pregunta con rabia. —Tuvieron un accidente —murmuro. —¿Giovanna? —pregunta con la voz llena de miedo. —Vive —contesto. Carlo se levanta y me golpea, aprieto mis puños mientras descarga toda su ira. Lo dejo porque en el fondo lo necesito. Ellos saben que estoy a punto de explotar, por eso se detiene y se aleja de mí. —Comienzo a exasperarme, Mario —me advierte—. Tú muy bien sabes lo que sucede cuando esto sucede. —Yo la quiero a mi lado —le confieso.

Carlo niega y me echa un vistazo por encima del hombro. Me levanto y me tambaleo a causa de los golpes. Se acerca a mi lado y me da una palmada en el hombro. —Te quiero como un hijo, pero si a mi hija le sucede algo, lo único que te espera es la muerte. —Carlo… —lo llama Valentino cuando saco mi arma y apunto a mi suegro—. No te atreverías. —Mario, baja el arma —me ordena Carlo con la voz cargada de miedo. —Mario, nosotros no somos el enemigo —tercia Valentino tratando de mediar, sonrío—. Entiende que es su hija. Bajo el arma y escupo toda la sanguaza que tengo en mi boca. Respiro hondo tratando de calmarme. —Eres como un padre para mí, pero no tengo miedo de matarte —le advierto. —Ve a descansar, por ahora te perdono esto, pero sal de mi vista. Obedezco porque sé que estoy tentando a mi suerte. Al salir me doy cuenta de que sus hombres no están para protegerlo y me quedo escuchando. —Está loco —le dice Valentino—. Tenemos que ver cómo lo neutralizamos. —Mario no se atrevería a matarme, pero tendré cuidado —murmura apesadumbrado Carlo—. Necesito que averigües cómo está ella, no me importa nada más, soy capaz de lanzar una tregua con tal de que Giovanna esté bien. —Estoy pensando que es lo mejor —concuerda Valentino. Salgo de ahí molesto, tengo que hacer algo, porque si ellos hacen eso, nunca va a volver y tendré que asesinar a todos. Cada día la alejan más de mí y cada minuto solo la deseo más. La alcanzaré y le haré pagar por este sufrimiento, en cuanto a Carlo, ha firmado su sentencia de muerte. Ha llegado el momento de que la mafia ítalo-americana tenga un cambio de mando.

Capítulo 19 ALESSANDRO Esta noche es larga y oscura, estoy bajo las luces incandescentes del hospital esperando a que Giovanna despierte. Si saliera de aquí me arroparía la luz de luna, pero necesito poner mis pensamientos en orden. De alguna manera sé que la busqué por años sin saberlo, es que definitivamente no sabía que estaba esperándola, porque cuando me crucé con esos ojos de color azul intenso supe que era la mujer de mi vida. Solo cuando está a mi lado creo que puede estar todo bien, estos días han sido un maldito infierno. Mi esposa precisaba descansar, pero necesito que abra sus ojos, estoy loco, estoy loco por ella. Soy como un tonto que se apresura en cada carrera, pero es la mujer de mi vida y no puedo perderla. No puedo dejar de tener pensamientos negativos cuando la desgracia es el plato del día en mi vida, es como negar que me siento de una manera completamente diferente cuando estoy a su lado, estoy seguro de que mi mujer siente lo mismo, porque estoy enamorado de ella y es que me pilló en mi momento de mayor debilidad y supo cómo adueñarse de mi corazón. Ella es esperanza. Giovanna es la única razón por la cual deseo vivir esta vida, solo por ella, pues cuando está a mi lado todo está bien. Su sonrisa es capaz de calmar a mis demonios y verla así tendida en una cama me está matando. —Aférrate a mí, por favor te lo pido —le susurro besando su mano—. Siénteme, amor mío, estoy aquí sosteniéndote, no voy a dejarte ir. Giovanna abre los ojos y respira tratando de obtener todo el aire que pueda. Tose varias veces y yo me quedo observándola. —Alessandro. —Estoy aquí, amor mío —susurro emocionado. Instintivamente lleva sus manos a su vientre, nuestro hijo sigue ahí, bajo su cobijo. Un milagro, eso fue lo que me informó el médico, que para la magnitud del accidente no se desprendió la placenta causando la muerte del feto. Casi lo golpeo por llamar de esa manera a mi hijo, pero respiré aliviado. —Están a salvo —le informo besando su mano y humedeciéndola con mis lágrimas—. Los dos están a salvo. —No llores —me pide. —Pensé que no deseabas despertar… —murmuro escondiendo mi rostro ya que siento vergüenza por llorar. —Lo siento, hice todo para volver a ti —musita—. Maté a Guido solo para volver contigo. Alzo mi rostro y la observo con los ojos abiertos, mi dulce ángel ha entregado su alma a la oscuridad. —Giovanna, ¿qué te he hecho? —inquiero apesadumbrado. —Amarme, una noche te dije que sería capaz de todo por volver a ti —me recuerda y me acaricia el rostro—. Aprendí a defenderme, porque llegada la hora haré cualquier cosa, así

sacrifique parte de mi alma. —Amor mío —murmuro. Esboza una sonrisa, pero contrae su rostro con dolor. Ella no sufrió tantas contusiones como las que debió, de cierto modo parece que los milagros existen y mi pequeña mujer fue protegida por una burbuja invisible. —Ya no tengo miedo —confiesa—. Solo pensaba en volver contigo, no me importaba nada. —¿Qué sucedió? —le pregunto. —Ustedes subestiman a las mujeres, por eso Guido creyó que no sería capaz de volarle los sesos y lo hice. —Respira hondo dándose cuenta de lo que significan sus palabras—. No me tembló el pulso. —Nena… —Me iba a llevar con Mario… —me informa—. Le tengo más miedo a él, que a mi propio padre. —Cariño, te seguíamos, eso no iba a suceder. —Lo sabía, pero prefería no llegar a verlo nuevamente. —Acaricia mi rostro, entierra sus dedos en mi barba espesa—. Estoy segura de que me seguirías hasta el fin del mundo, pero, si puedo defenderme sola, lo haré. —Exhala cansada—. Siempre volveré a ti. —Solo tú. —Me acerco para dejar un beso en su frente—. Tú me enseñas lo que es amar, lo que significa la palabra amor. —Tengo que respirar para no llorar y me trago mi orgullo—. Eres todo lo que amo y no estoy dispuesto a dejarte ir. —Y yo tampoco, te seguiré al infierno si es necesario. —Toma mi rostro entre sus manos—. Ahora bésame. Y sin dejarla esperando lo hago, nuestra conexión es mágica. Nuestros labios se unen de forma magnética, dejando que demostremos todo lo que sentimos. Mientras la beso, le pido a Dios con fe que nunca me la arrebate, que ella muera a mi lado cuando estemos viejos y que sea para siempre. Estos han sido los días más difíciles de mi vida, pero espero que pronto podamos volver a casa para estar juntos. ***** Mi padre me ha ordenado que por ahora vivamos en su finca, creo que es la manera en que todos estaremos a salvo. Maurizio ha aceptado de mala gana, pero pasa la mayor parte del tiempo que está en casa junto a Giovanna, sé que de cierta forma mi hermano se siente culpable por el accidente. Hoy nos encontramos reunidos en el despacho los jefes de las familias, estamos a punto de comenzar una guerra, pues los que eran fieles a los Messina desean vengarse. Sin embargo, cada uno de los que están aquí me ha demostrado su lealtad, por lo cual me siento conforme. Después de asesinar a Mariano, hemos hecho investigaciones y mi propia familia fue la que orquestó la muerte de mi hermana, imaginando que ese sería el golpe que nos destruiría. —Estamos aquí reunidos porque debemos movernos rápido, debemos ver quiénes serán los que se alcen para ser la familia que tome el territorio que dejó la familia Messina, pero antes de preocuparnos por los asociados fieles a ellos, tengo información que darles —me dirijo a ellos. Luigi, el padre de Angelo asiente, Matteo Spadaro está recostado de forma despreocupada en la chimenea. Santino Vella está de pie al lado del sofá, en donde está sentando mi padre escuchando. —Luego de investigar a fondo estos días, la única conexión que tenía mi tío y sus hijos con La

Camorra es Valerio Caputo. Lo que no sabemos es si su jefe está al tanto de lo que hace su mano derecha, él y Mario Genovese han llevado su locura a niveles impensables, nuestros infiltrados nos han informado que los dos trafican con niños que son explotados sexualmente. —Malditos —exclama Santino—. Prefiero cortarme las manos antes de caer tan bajo. —Sé que todos aquí podemos ser los más despiadados asesinos, pero ninguno traficaría con humanos —aseguro, todos los presentes asienten de acuerdo conmigo—. Además, el modus operandi de ellos es un patrón, secuestran a mujeres para violarlas y asesinarlas, la última víctima de él es la sobrina de Enzo Calabrese. —Deseo ver cómo va a divertirse Enzo cuando lo tenga en sus manos —se burla Matteo—. Seguro le corta la polla y lo deja desangrarse. —Creo que todos tenemos valores contra la violación y la trata de blancas, pero en este momento no sé si lucho contra La Camorra, por eso deseo que todos ustedes comiencen a ventilar que Alessandro Lombardo desea reunirse con su jefe. —¿Crees que es lo mejor que podemos hacer? —me pregunta Angelo. —No estoy seguro, pero creo que detrás de esto está Valerio, mi padre me ha contado que envió a alguien para asesinar a su padre cuando tan solo era un crío, su hermano trató de tomar venganza y lo asesinaron —les informo—. Sabemos que todos tenemos una gran lista de venganzas, tal vez esto solo sea una de ellas y han involucrado a la organización, pero por ahora solo son conjeturas. —Cuentas con nosotros —me asegura Matteo—, yo le debo todo lo que soy a tu padre. —Igual conmigo —concuerda Santino—. Entré a este concilio y ustedes me recibieron sin juzgar mis acciones, tú y tu padre son como mi familia y debemos demostrar que con la Cosa Nostra no se juega. Mi padre se levanta y todos guardamos silencio, aunque soy el jefe, él de cierta manera inspira respeto. —Gracias a todos, sé que Luigi hará lo mismo, pues nos conocemos desde que éramos unos críos. Que ustedes me ayuden a vengar a mi hija significa más que un acto de lealtad, lo que sucedió con mi amada Valentina, puede sucederle a cualquiera de ustedes y saben que no estamos a salvo, he movido mis hilos dentro de la policía, inclusive dentro del FBI, llegado el momento de confirmar que fue Valerio la mente maestra de su muerte, les ordeno a todos que lo traigan con vida, estoy dispuesto a pagar una gran suma con tal de ser yo quien lo mate. —Padre… —murmuro. —Alessandro ha demostrado de la casta de la que fue hecho, ustedes son leales a él, porque son fieles a mí y se los agradezco, pero es tiempo que comiencen a confiar en su nuevo jefe, creo que llega un momento en que todos necesitamos un simple descanso. Luigi carraspea y mi padre asiente dándole la palabra. —Querido Vito, es cierto que llega un momento en que nos cansamos de estar a la cabeza, por eso aprovecho este concilio, para informarles que la familia Vitalle ha llegado al consenso de que mi hijo Angelo, me remplace como el jefe. Sonrío con beneplácito. —Todos los nuevos Don somos contemporáneos en edad, por lo cual nos ayuda a estar de acuerdo con las decisiones, yo no soy perfecto, aunque sea el jefe estoy abierto a objeciones, pero nunca voy a permitir traiciones. Deseo que nuestra organización esté en paz, que las familias convivamos bajo los valores y mandamientos milenarios. ¿Están de acuerdo? Se escuchan cuando murmuran el sí, mi padre me observa con orgullo cargado en los ojos.

—Todos vamos a apoyarte, la familia Vella está con contigo —me asegura Santino—. Mi primo te adora, parece que pasaste a ser su ídolo. —Tu primo me demostró que es leal y yo le estaré eternamente agradecido. Conversamos sobre las finanzas de la organización y los nuevos negocios, estamos esquivando a las autoridades y el tráfico de drogas en conjunto a la ‘Ndrangheta están generando cuantiosas ganancias. Todavía somos fieles a nuestros antiguos métodos, seguimos extorsionando por seguridad, realmente estar bajo nuestra protección es más seguro que bajo el cuidado de la policía, ningún ladrón de poca monta se atrevería a meterse con la Cosa Nostra. Al terminar, Matteo Spadaro se queda relegado. Maurizio y Angelo están a mi lado cuando él se acerca y me ofrece su mano para despedirse. —Me alegro de que todo resultara bien con tu esposa —me asegura. —Gracias —murmuro incómodo. —Tienes suerte, yo no corrí con la misma —me confiesa—, la mujer que amé fue emboscada y asesinada. —Lo siento. —Ella es valiente, no es fácil asesinar a nadie a sangre fría cuando no estás acostumbrado. — Sonríe—. Tienes la compañera perfecta para el mundo en que vivimos. —Lo agradezco, Matteo. —Le doy una palmada en su hombro y él se saca un sobre. —Uno de mis informantes en América me ha entregado esto, deseaba ponerlo en tus manos yo mismo, esta carta es del padre de Giovanna para ella. Abro los ojos sorprendido y lo cojo sin pensarlo. —Gracias. —Sé qué piensas que todos deseamos traicionarte, pero no es así, no soportaría llevar todo el peso de la organización en mis hombros, me conformo con dirigir a mi familia en paz —se despide—. Tienes mi respeto y lealtad, Alessandro. —Y tú el mío. Sale de la habitación mientras me quedo mirando el sobre, tiene el nombre de Giovanna escrito a mano. Deseo abrirlo para leerlo, pero me detengo pensando que mi mujer es lo suficientemente fuerte para aceptar todo lo que diga esa carta, además estaré a su lado y no me iré a ninguna parte.

Capítulo 20 GIOVANNA Querida hija: Te escribo esta carta porque me han informado que estuviste al borde la muerte, debo confesar que eres todo para mí y solo te deseo de vuelta, pero con vida y, si es posible, que perdones mis pecados. Estoy seguro de que conoces el mundo en el que vives actualmente y a qué se dedica tu esposo, eres una chica inteligente, no descubriste la verdad en casa, porque te mantuve lejos, aquel asesinato fue una trampa de mi verdugo, tengo el enemigo más cerca de lo que creía. Mi mayor error fue ocultarte lo que soy, pues en el fondo me abochorno ante ti, porque eres como un alma pura que nació en este mundo de oscuridad. Desde pequeña pedías donaciones para los más pobres, siempre demostraste tener un noble corazón, posees muchas dignidades que ni Bianca posee, eres virtuosa, por eso te ruego que, aunque las circunstancias te obliguen, nunca olvides que eres una maravillosa mujer. Pequeña, mi mayor deseo es que estés feliz, acabo de comprender que nunca debí obligarte a un matrimonio sin amor, menos con Mario, esta carta es mi promesa de que nada de mi oficio va a alcanzarte a ti o tu familia. Yo no tengo que vengarme de nadie, soy fiel a mí mismo, a ti y al dinero, solo deseo que vuelvas en algún momento con los ojos llenos de ese amor inmenso que me tenías, eres y serás lo más hermoso que tengo. Me estoy divorciando de tu madre, lo único que me mantenía a su lado eras tú. Te estaba condenando a vivir la misma vida que yo estuve viviendo. Sé que estás a la espera de tu primer hijo, haré todo lo posible para que la locura de quien era mi segundo al mando y un hijo para mí, no te alcance. No me temas, tu esposo te tiene blindada y ahora con mis contactos haré lo mismo. Te ordeno que no trates de comunicarte conmigo, cada vez que pueda te haré llegar una carta hasta que sea seguro volver a vernos. Prometo que te veré así sea en el lecho de mi muerte. Tu nueva familia tiene una estirpe muy famosa dentro de Italia y fuera de ella, espero que de ellos puedas sentirte orgullosa, quizá a su lado puedas aprender lo que por vergüenza no te enseñé. Siempre me arrepentiré de ocultarte mi verdad, porque te he perdido. Comprendo ahora las razones que te llevaron a huir, no lo quise ver y ahora me duele tenerte lejos. Hija mía, espero que algún día puedas perdonar a tu padre y recuerda que soy simplemente un hombre, soy oscuridad y tú luz, ellos tienen suerte de tenerte. Por tus venas corre la sangre de un legado, recuerda que nuestras acciones son el reflejo de lo que hemos creído por años, solo dejaré la mafia cuando muera y espero que cuando llegue ese día, haya podido verte por última vez.

Te amo, pequeña. Tu padre… Carlo Falcone. —¿Qué dice? —me pregunta con voz preocupada cuando comienzo a llorar. Le entrego la carta y espero pacientemente a que la lea, esa es la caligrafía de mi padre. Rudimentaria, porque una vez me confesó que le costaba aprender cuando estaba en la escuela. —Amor mío —susurra Alessandro y me abraza—. ¿Estás segura de que es suya? —Sí, lo es… —Esto es algo que podría ayudarnos, voy a hablar con Matteo para que nos ayude a contactarlo, tal vez podamos lograr auxiliarlo y desaparecer a Mario. —No lo sé, me duele leer todo eso, pero siento desconfianza, ya que el tiempo que llevo a tu lado me ha enseñado a no creer en nadie. —Lo sé, pero puede caber la posibilidad de que sea totalmente cierto —me asegura. Me quiero aferrar a eso, pero después de ver que la familia es capaz de hacer daño dentro de la mafia, no me fío. Han pasado dos semanas desde el incidente con Guido y estoy viva de milagro, mi momento kamikaze casi le cuesta la vida a mi bebé. Es un niño, un nuevo Lombardo y estoy feliz por ello. Mi esposo, mi cuñado y suegro se han empeñado en que la vida los sorprenda, por lo cual se niegan a saber el sexo. Estoy asustada, casi pierdo a mi hijo y mi propia vida, sé que muchas veces no puedo confiar ni en mi sombra. Mi único amigo es Alan, las personas con las que estuve en el internado eran chicas que solo les importaba su vida y su estatus social, muchas llegaron a pensar que sería monja por mis aptitudes, pero nunca sentí el llamado de Dios. En la universidad me centré en estudiar, tuve compañeros, pero sabía que al regresar a Nueva York no podría estar en contacto con ellos, sin embargo, con él fue el único con quien verdaderamente conecté, aunque Alessandro no confíe en él, yo pondría mi vida en sus manos. Ya no me escudo bajo el canto de que no crecí en el mundo de la mafia, tengo pesadillas con el instante en que le quité la vida a Guido, nunca pensé que las circunstancias me llevarían a asesinar a una persona, no me arrepiento. La verdad es creo que el ser humano es un animal, reacciona según lo que vida le pone al frente, así como en el reino animal todos se defienden para preservar su existencia, así ocurre con nosotros. La carta que me ha enviado mi padre me rompe el ama, pero al mismo tiempo me recuerda que todos nos arrepentimos de nuestros actos, que nunca terminamos de conocer a nadie, así vivamos con esa persona, y que definitivamente no todo es lo que parece. Alessandro me pega a su cuerpo mientras una de sus manos acaricia mi vientre, en ese segundo nuestro niño patea y los dos nos miramos con una sonrisa en los labios. —Haré todo lo que pueda para hacerte feliz —me asegura. —Lo haces, todos los días —le respondo colocando mis manos sobre las suyas—. Te voy a pedir dos cosas, solo dos. —Puedes pedir lo que quieras. —Primero que le pidas disculpas a Maurizio y Angelo. —Alessandro se remueve incómodo en la cama—. Tal vez no debimos ocultarte lo que hacíamos por las tardes, aprendí la lección... —Casi te pierdo por la imprudencia de los tres —me reclama interrumpiéndome. —Pero si ellos no me hubieran enseñado cómo defenderme, tal vez estaría en manos de Mario.

—Respiro hondo—. No tengo idea de lo que pueda suceder si eso pasa, pero usaré todo lo que he aprendido para regresar a ti. —Lo haré, ¿qué es lo otro? —Trae a Alan, sé que desconfías de él, pero si está traicionándonos, deseo averiguarlo. —Giovanna, creo que no deberíamos involucrarlo más. —Tienen a sus padres. —Enzo está trabajando en eso. —Tráelo —le ordeno—. Es mi único amigo y solo deseo saber si me traiciona. Alessandro cierra los ojos, sabe que no tiene las de ganar. Tiene que entender que esto que estoy viviendo poco a poco me cambia, ya no soy el ángel que creía, soy completamente diferente. —Lo haré. Sonrío, pero ni siquiera es una auténtica sonrisa. Dentro de mi corazón hay tristeza, quisiera que esta ridícula guerra acabara de una maldita vez. —Ahora también tengo las manos machadas de sangre… —musito. —Ángel… —Me atrapa entre sus brazos y da un beso en mi cabello—. Sigues siendo pura, para mí lo eres todo. —Eres un héroe tratando de salvarme, pero sabía que al estar contigo me convertiría en pecadora. —Nunca quise corromperte —murmura. —Creo que está en mis venas, soy la hija de un criminal y matar está en mis genes, mataría hasta a mi padre, solo por regresar a ti. —Yo te buscaré hasta el fin del mundo —me asegura. Lo beso como si el mañana no existiera, porque estoy segura que sobre nosotros las nubes presagian la mayor de las desgracias. ***** Mudarnos a la casa de Vito me ha acercado más a la familia de cierta manera y me gusta, por ahora reina una especie de tranquilidad. Las calles de Palermo están un poco más calmadas, los bares y las discos reciben a los turistas. He conocido formalmente a los miembros del concilio en una cena, quedé impresionada con los modales impecables de hombres a los que no les tiembla el pulso a la hora de matar. Estoy sentada disfrutando de un poco de fruta cuando escucho pasos, me giro y al ver a Alessandro junto a Alan me levanto. Corro hasta los brazos de mi mejor amigo que me abraza tan fuerte que está a punto de romperme. —Estás inmensa —me dice en forma de saludo—. Hermosa. Me rio. —Estoy gorda —le contesto alejándome de él. Ale se acerca para darme un beso en labios y me susurra bajito al oído. —Los dejo a solas. —Se separa y se aleja dejándome con Alan. Tomo su brazo y lo llevo hasta la mesa, en ella hay servido un banquete de comida. Alrededor merodean al menos unos cuarenta hombres con armas, me he ido acostumbrado a que nunca estaré sola. —¿Cómo estás? —le pregunto tratando de no lanzarme de lleno a la situación incómoda. —Mal —murmura tomando mi brazo—. Siéntate. Me fijo en las bolsas debajo de sus ojos, que está muchísimo más delgado y que la tristeza ha

inundado su mirada. Este no es mi mejor amigo, ni siquiera se parece a él y me asusta, la verdad temo que tenga que decirme algo. —Mario asesinó a mis padres —me confiesa y me entrega su móvil. Cuando le toca la pantalla se reproduce el video. Abro los ojos cuando veo a Mario y a los padres de Alan sentados en una silla. Su madre tiene la ropa desgarrada y llora desconsolada. Quien iba a ser mi esposo sonríe hacia a la cámara y habla: —Hola, hola, mariquita, y estoy seguro que Giovanna verá esto… —Pronuncia mi nombre de forma lasciva—. Alan, me has mentido, me has engañado y creías que no podría ser capaz de asesinar a tus padres, pero soy capaz de eso y más, en algún momento voy a alcanzarte, pero por ahora tengo otros planes para hacerte pagar cada señuelo falso que le diste a Valerio, que por cierto te envía saludos. Ahora, tú, cariño mío, estoy cansándome de esperarte y estoy muy aburrido sin ti, ya estaríamos casados y yo disfrutando de tu coño prieto, pero decidiste joder nuestros planes, maldita la hora en que Carlo te ocultó todo. —El tono de voz que usa está cargado de odio—. Alan se ha negado a decirme qué es lo que está sucediendo contigo, así que para pasar el rato violé el coño usado de su madre y un amigo me ha ayudado con su padre, le dio una probada de lo que disfruta su hijo, me imagino que gozó que le dieran por el culo, lo mejor de todo es que cada uno fue espectador de los momentos de placer que les dimos. Su madre es una perrita que gemía mientras le reventaba el culo, toda una zorra. —Abro los ojos cuando sin siquiera voltearse apunta al padre de mi mejor amigo y dispara directo a su cabeza. Además, que sus palabras me causan repulsión—. ¡Oopps! Uno menos, cariño, estoy esperando por ti, por ahora me toca divertirme con otras, sin embargo, pienso hacerte la mujer más desdichada del mundo hasta que pueda perdonar tu engaño, pero prometo que cuando quedes embarazada de nuestro primer bebé olvidaré todo, porque esto es un pequeño desliz que estoy por dejar pasar. — Sonríe y me lanza un beso—. Ahora vamos con el espectáculo, espero, Alancito, que disfrutaras ver cómo violé a tu mami y le daban a tu papi, contemos juntos. —Le habla a alguien y otras voces junto a él comienzan a contar—: Uno, dos y… —Se gira para disparar a la madre, en pocos segundos vacía el cartucho de su arma en los dos cuerpos, aguanto las ganas de vomitar—. Tres… Voy por ti, Alan, y luego te encontraré, mi amor, te voy a hacer a mía y espero con ansias a que te resistas, prometo que lo disfrutaré, te amo, Giovanna. El video se detiene y todo mi cuerpo tiembla, giro mi rostro y encuentro a mi mejor amigo llorando. Él borra las lágrimas que no sabía que estaba derramando y niego con mi cabeza. —Alan, yo… —musito sobrepasada por todo lo que acabo de ver. —Lo sé, nunca te entregaría porque eres todo lo que tengo —me asegura—. Alessandro tiene todo esto, me pidió que no te lo mostrara, pero… —¿Viste cómo los violó? —inquiero al borde de las lágrimas. —Sí… —Se le quiebra la voz—. Mi madre gemía del dolor y le pedía que no lo hiciera, pero nunca se detuvo. —¡Santa Rosalía! —exclamo al borde de las lágrimas. —Giovanna, ¿soy mal hijo por protegerte? —me pregunta. Y me quedo mirando los ojos del mismo color que los míos, están opacos del dolor. Alan es mi familia, yo haría lo mismo por él, porque la suya solo lo desterró por ser homosexual, no es un pecado, al menos no lo veo de esa manera. —Ellos no supieron amarte, por eso me pusiste primero. —Tomo sus manos—. Prometo que los vengaré, que voy matar a Mario con mis propias manos. —Giovanna, deberías alejarte de él…

Sopeso muy bien las palabras que voy a pronunciar y respiro hondo antes de hacerlo en voz alta. —Mis planes para Mario son completamente diferentes a los de mi esposo, he pensado en ser el Caballo de Troya y no Helena… —Estás loca… —Todo sea por asesinarlo…

Capítulo 21 MARENA Maurizio llega a nuestra casa y salgo con mi padre a recibirlo, esta es la tercera visita que nos hace en menos de un mes. Cada vez que lo veo siento mariposas en mi estómago, se ve tan joven y normal vestido con un jean desgastado, una camiseta negra y una cazadora de cuero. Sus ojos castaños, que muchas veces pueden ser verdes, están ocultos bajo unos lentes de aviador. Trago el nudo que se ha hecho en mi garganta cuando se acerca. —Lombardo, ¿me extrañas? —se burla mi padre. Le ofrece su mano y este la acepta, esboza una sonrisa y me encantaría mirarlo siempre sonreír. Llevo mi mano a la medalla de Santa Teresita del Niño Jesús. Yo no debería ni mirarlo. —Vine a traerte una información importante —le informa a mi padre y se fija en mí, se quita las gafas de sol y me recorre con su mirada de pies a cabeza—. Marena… Susurra mi nombre y se acerca para dejar un beso en mi mejilla, me sonrojo ante el atrevimiento, ningún socio de mi padre se atrevió antes a tocarme, cuando se aleja ladea su sonrisa. —Hija, ¿no tienes que ir a la iglesia? —pregunta mi padre. Asiento sin poder moverme, él le hace un gesto a Maurizio y los observo perderse dentro de la casa. Suelto todo el aire contenido en mis pulmones y subo al todoterreno. —¿A dónde, señorita Marena? —me pregunta el chofer. —Al orfanato —contesto. Hace mucho tiempo mi padre me rogó que entrara al convento para mantenerme a salvo, sin embargo, una mañana sentí el llamado y desde hace un tiempo contemplo la posibilidad de entrar al noviciado en una congregación de la Carmelitas Descalzas. Solo que ahora mi corazón no sabe si puedo servir al señor desde afuera, porque estoy hechizada por Maurizio Lombardo. ***** Salgo distraída a la terraza de nuestro jardín, pierdo la mirada en el verde de la grama. Una decena de hombres armados la recorren. Nunca he podido estar completamente sola en mi casa, siempre hay alguien cuidándome. —Marena… Esa voz… Ese hombre… Cierro mis ojos y respiro hondo, dibujo una sonrisa en mis labios y me giro, Maurizio está sentado en la mesa disfrutando de un té helado y un libro. Siempre que lo encuentro a solas está leyendo y se ve tan increíblemente guapo cuando lo hace. —Maurizio… —Siéntate y acompáñame un rato —me pide mientras deja el libro sobre la mesa abierto boca abajo. Camino hasta la mesa y halo la silla para sentarme, al hacerlo aliso la falda de mi vestido corte

tubo de color naranja. Llevo en la muñeca una pequeña esclava de oro que perteneció a mi madre y comienzo a jugar con ella. —¿Qué lees? —le pregunto evitando mirarlo. —La Dama de las Camelias… —contesta. —Nunca lo he leído, ¿de qué trata? Maurizio sonríe. —Una joven como tú debería leer un poco más —comenta y yo me sonrojo—. Es una obra escrita por Alejandro Dumas, el mismo autor de los Tres Mosqueteros. —Ese es uno de mis libros favoritos —murmuro. Guiña un ojo. —Se ambienta en París a mediados del siglo XIX. Inicia con los funerales de la protagonista, Marguerite Gautier, una joven mujer de gran preciosidad que se enferma de tuberculosis. Se narra la vehemente, pero extraordinariamente trágica historia de amor entre un joven burgués y esta bella cortesana apodada “La Dama de las Camelias”, por su hábito de llevar un ramo de estas flores cuando aparecía en público. —Suena a una historia muy triste… —comento. —Lo es… —contesta—. ¿Has ido alguna vez a la ópera? Niego, mi padre siempre me ha criado alejada de las miradas públicas. No entiendo cómo permite que él interactúe conmigo. Mi única amiga fue Gianna, que siempre fue rebelde e hizo lo que deseaba, suspiro al recordar a mi prima y me quedo mirando la esclava de mi madre. —Del mundo exterior solo conozco la iglesia y la escuela —contesto y sonrío triste—. Mi padre me protege como su mayor tesoro. Maurizio atrapa mi mano y siento como si entre los dos saltaran chispas, la quito y él solo niega. —También te protegería de la misma manera —murmura con voz ronca—. Te preguntaba, porque Giuseppe Verdi, basa su obra La Traviata en esta novela, espera… —me pide y saca su móvil—. Demos gracias que Verdi es italiano. —Me guiña el ojo y hace que vuelva a sonreír—. Como no puedo llevarte a la ópera, la traigo a tu casa… Por los altavoces suena la voz de una mujer que le pide una carta a su amante, pero él le dice que la amará por siempre y ella le jura que nada podrá separarlos, que está segura que la ama. Se me parte el alma porque está desesperada por saber si la ama, le pide que la ame como ella lo ama a él. —Por Dios, qué triste… —musito—. ¿Y muere? —Sí, ella muere… Me seco las lágrimas y él, no sé de dónde, saca un pañuelo, me las seca y deja una caricia casi imperceptible en mi mejilla. —Eres preciosa… —murmura. Me alejo de su toque, me levanto de la silla y salgo corriendo de ahí, voy hasta mi habitación. Me siento en mi cama y poso la mano en donde sus dedos me tocaron, cierro mis ojos recordando el instante efímero. «No puedes enamorarte de él, no puedes amar a un hombre». Me repito en mi mente, busco mi computadora y coloco los audífonos, escucho toda La Traviata, cuando termina no puedo imaginar final más triste que amar y no ser correspondido, que sea un amor imposible.

Capítulo 22 MAURIZIO Estoy en Milán, luego de asociarme con Enzo me toca cumplir de cierto modo obligaciones con ellos, lo cual me ha acercado un poco más a Marena. La chica tiene dieciocho años, es joven e impetuosa, al mismo tiempo es un ángel que ayuda a los más necesitados, me gusta regalarle libros de historias de amor y pueda así entender que la cortejo, prefiero usar el amor cortés con ella, llegar a su corazón por medio de las letras, así como Paolo Malatesta y Francesca da Rimini. Ellos estaban enamorados, pero sus familias se encontraban en guerra. Para negociar la paz el padre de ella la ofreció en matrimonio a Gianciotto, un hombre deformado y violento que era el heredero de los Malatesta, pero por desgracia, también era el hermano de Paolo. Según cuenta la historia original del siglo XIII, todo ocurrió cuando ellos leían dos historias del amor cortés, dicen que todo ocurrió con un beso. Cuando los amantes se besaban fueron descubiertos por el esposo, que lleno de ira, los apuñaló hasta la muerte. Muchas veces pienso que sería como Gianciotto, porque soy un manipulador y todo lo malo que puedan imaginar. He vivido mucho más que mi dulce Marena, soy un hombre que ha probado las mieles y los pecados de esta vida, tengo treinta y dos años, pero nunca me imaginé que me podría hechizar una mujer de la manera en que ella lo hizo, cada vez que la miro creo que me estoy enamorando. «Para, Maurizio, detente…», pienso, porque ese sentimiento me congela. No estoy enamorado…, ya ni sé qué es lo que está pasando por mi mente, creo que me estoy obsesionando debido a que no puedo tenerla. Muchas veces contemplo la idea de que tal vez ella podría ser ese igual que necesito a mi lado, que, a diferencia de Giovanna que vivió a las sombras y alejada de nuestro mundo, Marena conoce y sabe cuáles son los negocios de su padre. Cada día que paso cerca de esta chica, creo que me intereso más en ella y me vuelve loco la idea de que entre a un convento, que no pueda ser para mí y al mismo tiempo, sé que es lo más seguro, que estaría protegida detrás de esos muros y todos podríamos estar tranquilos. —Maurizio… —me llama Enzo. Estamos cenando con algunas mujeres en el centro de la ciudad, aquí todo el mundo sabe quién es él, pero ninguno se atrevería a tocarle un pelo. Esta organización es amada y odiada al mismo tiempo, pero saben que con Enzo Calabrese no deben meterse, que hacerlo sería sinónimo de muerte. —Lo siento, estoy muy distraído. —Enzo toma un sorbo de su trago mientras me escudriña con su mirada—. Estaba pensando cómo estarán por Palermo, mi hermano requiere de mi presencia… —le miento, porque me ha amenazado con asesinarme, si vuelvo acercarme a Marena más de lo permitido. Sonríe y con un gesto despacha a las chicas, son prostitutas, no se engañen. Solo deseamos mojar la polla y descargar ese instinto animal que todos los hombres llevamos dentro. Por eso envidio lo que Alessandro tiene con Giovanna, pero al mismo tiempo respiro tranquilo al no tener

que proteger a nadie. —Te tengo noticias —me anuncia. —¿Buenas o malas? —inquiero alzando una ceja. Enzo es del tipo de persona que todo lo demuestra con gestos, hace ademanes con sus manos y mueve su cabeza, como tratando de darme a entender que es como vaya a tomarla y pronuncia en voz alta: —Pues es depende desde el punto en que las cojas. —Alza sus hombros—. Ya que creo que son buenas noticias. Pongo los ojos en blanco, me gusta que me informe todo sin rodeos, no estoy acostumbrado a tanto misterio y este juego de cómo voy a tomar algo que ni puta idea, ya que no sé de qué se trata, me hastía al punto de desear golpearlo, porque si un idiota me sale con esto en la Cosa Nostra, simplemente saco mi arma para darle un tiro en la frente. —Habla… —Trato de no sonar como si no fuera una orden, pero fallo en el intento pues él ensancha su sonrisa. —Muchas veces no sé si pegarte un tiro o golpearte por insolente, pero comienzo a apreciarte, Lombardo, y eres jodidamente valiente al hablarme así. —Soy tu socio, no uno de tus soldados —le recuerdo. Resopla fastidiado, sabe que conmigo no debe jugar, que estoy aquí porque los dos tenemos un objetivo en común, Mario Genovese, también tenemos una venganza. Él vengar a su sobrina y yo a la Camorra. —Un pajarito me ha contado que Carlo Falcone está rompiendo con la Camorra, lo cual desataría una guerra. —Maldita sea, a veces me olvido que Enzo tiene, como nosotros, ojos y oídos en todas partes—. Nueva York fue desde los años veinte hasta los noventa, parte de la Cosa Nostra, pero este Al Capone moderno, no le es leal a nadie. Así que desde ya te digo que deseo expandir los tentáculos de mi organización hasta ese pedacito de tierra prometida, vivir el sueño americano. —Nosotros no estamos interesados en América —le aseguro. —Son buenas noticias, porque no creo que Falcone esté actuando por locura, esto es un acto de un padre tratando de evitar un daño a su hijo. —Asiento con mi cabeza de acuerdo con lo que dice y tomo el vaso de whisky para beberlo—. Doy gracias a Dios que Marena será monja y no tengo que preocuparme. Me repatea el recordatorio de que Marena nunca será mía, pero trato de hacerme el loco. —No sabemos nada sobre Falcone y sus decisiones, solo puedo decirte que mi cuñada no desea saber nada de su padre, porque Giovanna es una Lombardo. —Los lazos de sangre nunca se rompen, ya que eso sería traición. —Enzo, no te estoy pidiendo clases de moralidad y menos de código de honor. —Doy un sorbo a mi bebida—. En nuestro mundo la lealtad puede ser algo ambiguo, la familia muchas veces es la que primero te traiciona, por eso estoy jodidamente seguro de que Giovanna no desea nada con su familia, porque cada vez que se acerca solo le queda arrepentimiento. —No entiendo cómo un hombre no puede estar orgulloso de lo que es y ha construido, soy un maldito criminal y no me tiembla el pulso a la hora de matar a nadie y mi hija lo sabe, solo mato a aquellos que se atraviesan en mi camino y le pido a Dios que me perdone por las personas inocentes. —El tono de orgullo que usa es el mismo que usa mi padre al hablar de su vida como un hombre de honor—. Marena es la luz de mi vida, pero sabe que todo el dinero que usa para darle a los pobres, está manchado con sangre y las vidas de quienes mueren consumiendo mis

productos. —Somos criminales, pero estamos orgullosos de eso. —Igual no quiero un hombre como tú para mi hija —me advierte—. Ella no es de este mundo Me levanto y saco seis billetes de cien euros, los lanzo en la mesa. Aliso las arrugas de mi pantalón. —Mientras más me alejes de tu hija, más cerca voy a estar de ella. —Sonrío desafiándolo y él niega con su cabeza—. Soy todo lo que ambicionas en tu familia, te molesta lo que te expreso, porque en el fondo sabes que me respetas y soy tu igual, pero comparto que Marena merece algo mejor que un criminal, pero al mismo tiempo, solo uno podría cuidarla del mundo exterior. No lo dejo refutarme, estoy harto de todo su maldito juego. Salgo del lugar ya que esta noche no tengo cabeza para follarme a una prostituta por el culo. En mi mente solo está un ángel que me enamora con su sonrisa tímida. ***** He vuelto hace veinticuatro horas de Milán, no he dormido nada. Frente a mí está un policía encubierto, estoy demostrándole a mi hermano que puedo ser el más cruel de los consejeros. Mis hombres lo han golpeado preparando el terreno y yo estoy a punto de comenzar a divertirme. Me quedo observándolo y de su cabeza emana sangre que baja por su rostro, uno de sus ojos está tan abultado que casi no puede abrirlo, solo se pueden escuchar sus gemidos de dolor. Estamos a las afueras de Palermo, tenemos una serie de galpones vacíos que usamos como centro de mando. Estamos en uno de ellos, alrededor hay una centena de hombres armados y en el medio está el sucio y asqueroso FBI, un incauto. Por meses estuvo dentro de la organización, respaldado por Enrico, creyendo que podía engañarnos. Me acerco a él dándole una calada a mi cigarrillo y lo tiro en el suelo, restriego mi zapato y le digo de manera jocosa: —¿Sabes qué? Creo que ha llegado el momento de cantar, pajarito. —Me río burlándome de cómo abre los ojos, la cinta de embalaje no le permite hablar y agrego—: Bueno, ¿en qué estábamos? Le arranco sin piedad la cinta de la boca y suelta un alarido. Comienza a hablar sintiéndose desesperado, pues está al borde de la muerte. —Ya se lo he dicho, le aseguro que no sé nada sobre una emboscada policial, llevo meses encubierto trabajando sobre el tráfico de drogas, solo eso, pero... —titubea al verme acercarme —. Hace dos meses que no tengo contacto con mi superior —suspira resignado—. Puede torturarme todo lo que quiera, pero no sé de qué habla. Enciendo otro cigarrillo y me acerco a él. —Torturarte. —Me acaricio el mentón con una sonrisa en mis labios—. Creo que es una buena idea y déjame decirte que me gusta que desees que te torture. —Sacudo la ceniza de mis pantalones sopesando qué puedo hacerle para que confiese—. Es una muy buena idea, tienes razón, te voy a torturar. Suelto una carcajada. —¡Ya le dije que no conocía a Enrico! —grita—. Se lo he dicho a tu jefe. —Pero mi jefe, como dices, me ha dado la orden de sacarte todo lo que sabes. —Me acerco y lo tomo del mentón—. ¡Habla, hijo de puta! ¡Habla! Lo cojo con tanta fuerza que palidece, no juego cuando deseo atormentar a mis prisioneros. Soy implacable al momento de llevar a cabo mis maquiavélicos planes.

—Está bien, está bien, diré lo que quieras —me segura desesperado. Chasqueo la lengua contra el paladar, fastidiado de que me ponga las cosas tan fáciles, apenas estoy comenzando y él ya desea terminar. —Verás, no voy a engañarte, me importa una puta mierda lo que puedas decir o no. —Camino hasta la mesa que tenemos cerca y tomo la cinta para sacar un pedazo para callarlo—. Voy a torturarte de todas maneras, pues me resulta divertido torturar a los policías, siempre he sido el ladrón cuando jugábamos a los policías y ladrones. —Palidece cuando le guiño el ojo y lo rodeo, desde atrás lo amordazo de nuevo y le afirmo—: Solo te queda rogar una muerte rápida, lo cual no vas a conseguir ya que me pienso divertir contigo. Me alejo de nuevo hacia la mesa y enciendo el sistema de audio, por los altavoces comienza a escucharse a Barney, que es un dinosaurio muy amigable. Toda la noche lo hemos golpeado con esta canción, gritó muchas veces que no lo soportaba, pero en otras confesó que era un espía de Enrico. Esto demuestra que no hace falta arreglar una canción para sacar de quicio a nadie, basta con utilizar algunas de las melodías más conocidas del modo adecuado, para volver loca a una persona. Aunque esto se juzgue como una clase de broma, existen canciones que son usadas para torturar a un prisionero. Todo tiene su sentido, ya que la música tiene propiedades extraordinariamente idóneas para alterar enormemente nuestro humor o nuestra capacidad cognitiva. En la mesa encuentro una serie de cuchillos, navajas, pinzas y cualquier arma punzante que puedan imaginar. Mientras nuestro amigo morado canta, tomo el hacha de cocina, me doy vuelta con una sonrisa y se la muestro. Comienzo a cantar: —Barney es un dinosaurio, que vive en nuestra mente y cuando se hace grande es realmente sorprendente. —Me acerco blandiendo el hacha como una espada—. Él le brinda su amistad a grandes y pequeños, después de la escuela juegan todos muy contentos. Lanzo mi brazo y el filo le hace el primer corte, chilla y me acerco de golpe, me siento a horcajadas sobre sus piernas y lo tomo del rostro. Mientras canto, tomo su oreja y hago el primer corte, se resiste al daño que estoy por causarle. —Ven acá, no te resistas, hijo de puta. —Al tanto que el filo va cortando el cartílago, escucho sus gritos sofocados por la mordaza, al terminar, mis hombres comienzan a cantar de nuevo la canción que se encuentra en modo de repetición—. Eres un maldito llorón. ¿Escuchas? —le pregunto hablándole a la oreja y burlándome, su respiración está entrecortada y las lágrimas corren junto a la sangre por su rostro—. ¿A que es divertido? No sabes cómo me divierte hacer esto, para mí es como tomarme una pastilla de éxtasis. Le hago un gesto a uno de mis hombres y se acerca con un bate, le entrego el hacha y comienzo a abanicar como si fuera una estrella. —Ustedes los polis meten sus narices en donde no deben, pero lo poco que has dicho y lo mucho que sabemos, nos ayuda a seguir y demostrar que con los Lombardo no se juega. —Estrello el bate en su hombro, en toda la cabeza del húmero y así todos a mi alrededor saben que lo que acabo de afirmar es cierto. Repito los golpes, primero las costillas, luego otra vez los brazos y luego el estómago. Cuando estoy satisfecho, busco un galón de gasolina y lo derramo sobre su cabeza. Se estremece mientras lo hago, sabe que estoy a punto de asesinarlo —¡Maurizio! —grita mi nombre Alessandro. Me giro y me observa con los ojos oscuros llenos de odio. Poco a poco estamos desenmarañando toda la red de mentiras que Enrico tejió en nuestra contra, junto al antiguo

consejero de mi padre. Ya que a veces la familia jode más que los amigos, por eso estamos asegurándonos de que todos sepan que no estamos jugando. —Mátalo —me ordena. —Sus deseos son órdenes, señor. —Le rindo pleitesía al capo, al jefe de todos los jefes, a mi hermano. Saco mi encendedor y se lo lanzo, el policía arde ante nuestros ojos. El olor a carne quemada inunda el ambiente, me doy media vuelta y camino hasta donde me espera impaciente mi hermano, al sonreírle pone los ojos en blanco pues ve mi camisa blanca manchada de sangre. —Muchas veces eres un sádico —me espeta. —Lo sé, pero me encanta torturar a los polis. —También a mí, pero ahora tengo la mente puesta en otra cosa —me informa. —Soy todo oídos. Alessandro me cuenta que ha decido engañar a Valerio, daremos pistas falsas en las cuales vamos a trasladar a Giovanna a una de las casas de las islas para que tenga a su bebé. La idea es atraer a Mario de nuevo, sabemos que todavía dentro de la organización hay personas que son capaces de vendernos por un poco de dinero, para nuestra desgracia. Me pongo de acuerdo con él y le informo que después de esto iré unos días a Milán, porque necesito ver a Marena y he comprado un piso en la ciudad. Me recuerda que soy su consejero y que no puedo pasar tanto tiempo lejos, muchas veces me gustaría restregarle que estuvo dos años desaparecido y ahora es el jefe, pero me muerdo la lengua por respeto. También porque hace mucho que lo perdoné. Nos subimos al todoterreno y vamos directo a casa, ahora vivo de nuevo en la mansión de mi padre por todos los acontecimientos, ya han transcurrido dos meses desde que Guido intentó hacerse de Giovanna; además, lo que les hizo Mario a los padres de Alan es imperdonable, nosotros a personas inocentes somos incapaces de hacerles daño, nuestra maldad tiene sus límites. Sabemos obtener lo que deseamos de maneras poco ortodoxas, pero tampoco somos unos malditos psicópatas, no he violado a ninguna mujer, aunque no las respeto a la hora de follarlas, obligar a alguna a ser mi mujer va en contra de mis principios. —¿A dónde vamos? —le pregunto. —A casa, Giovanna ha comenzado el trabajo de parto —me anuncia con una sonrisa. Una vida, muy pronto conoceremos al nuevo Lombardo y estoy feliz de que mi hermano pueda tener paz en este mundo tan miserable y lleno de traición.

Capítulo 23 ALESSANDRO —Se adelantó —me informa Alan. —Unas semanas —contesto tranquilo. —¿Por qué no la llevas a un hospital? —me pregunta. —Es mejor que lo tenga en casa —contesto. Subo las escaleras hasta el ala de la casa que hemos convertido en un hospital. Ninguna de las decisiones que he tomado son a la ligera, realmente ante de tomar cualquier elección, pienso muy bien los pros y los contras. Lo cierto es que no deseo que mi esposa o hijo corran peligro fuera de mis confines, soy capaz de todo por su seguridad, así eso signifique gastar miles de euros para obtener lo que quiero. Al abrir la puerta y entrar no pueden distinguir si están en una habitación hogareña o la de un hospital. —Alessandro… —me llama Giovanna ofreciéndome su mano. —Ángel…. —Me acerco y mi padre se levanta de la silla. —Los dejo a solas —pronuncia. Tomo su mano y en ese preciso momento le viene una contracción, lleva catorce horas de trabajo de parto y yo no podía dejar los negocios, los mandamientos no me lo permiten. Me aprieta la mano con toda la fuerza que puede mientras yo bordeo a mi padre para llegar a ella y susurrarle: —Estoy aquí, ya no te dejaré, estoy aquí... Mi padre se queda observándonos con una sonrisa y luego se gira para dejarnos a solas. El dolor pasa y ella se recuesta en la cama, me acerco a la mesita y tomo unos pañuelos para secar su sudor, mientras lo hago me recrimina: —Tardaste catorce horas en venir. —Lo sé, pero debía atender asuntos. —¿Más importantes que el nacimiento de tu hijo? ¡Dios mío! —grita cuando otra contracción le sobreviene haciendo que llore de dolor. Observo mi reloj y una enfermera entra en ese momento, apenas ha transcurrido un minuto desde la última. La mujer se asoma debajo de las sábanas y al salir anuncia: —Estamos listos, ya viene. —Se levanta—. Iré por la doctora. Beso a mi esposa y trato de calmarla, si alguien hace un año me hubiera dicho que estaría casado y esperando un hijo, les aseguro que nunca le creería. Giovanna fue un rayo de luz en mi mundo de oscuridad, regresó la alegría que se perdió en esta casa. Todavía pensamos vengar a Valentina, pero mi padre todos los días se derrite por mi mujer, demostrando que ella se ha convertido en alguien especial para los Lombardo. Giovanna es mi vida entera, mi mundo comienza y termina con mi mujer. Ahora entiendo a mi padre que aún llora a mi mamá, que su vida no es vida, porque ella no está. Si perdiera a mi esposa, creo que sería capaz de quitarme la vida. En un cerrar y abrir de ojos, la doctora que ha atendido a Giovanna luego de que nos

confirmaran que estaba en estado de gravidez, entra a la habitación para asegurarse de que todo está listo. Todos en Palermo saben quién soy, muchos me temen, otros me respetan y otros como ella callan por dinero. —Giovanna, sé que esto va a doler, pero te prometo que será un dolor que valdrá la pena por el resto de tu vida —tranquiliza la doctora. —Tú puedes, Ángel —le aseguro besando su cabello, tratando de motivarla. —Tengo miedo, no puedo, no puedo —confiesa al borde de las lágrimas. Tomo su mano y casi interrumpo a la doctora cuando le recuerdo todo lo que ella es en voz alta: —Eres la mujer más fuerte que he conocido, cuando crees que vas a caer sale la verdadera esencia de tu ser, puedes con esto y mucho más. —Beso su coronilla—. Tú puedes, Giovanna, vamos, que en nada tendremos al fruto de nuestro amor. —Vamos, Giovanna, puja —pide la doctora. Mi esposa obedece gimiendo del dolor, me aprieta las manos y yo la sostengo, al hacer el esfuerzo se esconde en mi pecho llorando. —No puedo, tengo miedo, no quiero que le suceda nada malo —solloza. —Vamos, Giovanna, que todavía falta pujar un poco —le pide mirando el monitor—. En la que viene hazlo con todas tus fuerzas. —Ale, prométeme que vas a protegerlo, que nunca Mario se le va a acercar —me ruega llorando—. Promételo. —Los protegeré con mi vida. —¡Puja! —le ordena y mi esposa respira hondo, saca la mujer valiente que conozco y lo hace con todas sus fuerzas. —Coronó —nos informa la enfermera. —Vamos, Ángel, tú puedes, eres la mujer más valiente del mundo y serás la madre más maravillosa que jamás he conocido… —susurro. —Vamos, Giovanna, un último esfuerzo —exhorta la doctora. Y una vez más saca toda su casta y lo hace, escucho: “lo tengo” de la de la doctora, beso a mi esposa y en cuestión de un instante, se escucha un llanto… No sé si pueda explicarlo con palabras, pero algo nuevo nace en mí, me llaman para cortar el cordón y lo hago temblando. La enfermera toma a nuestro hijo, ¡Dios mío, tengo un hijo! Y se lo lleva por unos segundos, beso a mi esposa y bebo sus lágrimas de felicidad. La doctora hace todo lo que debe con mi esposa, mientras limpian a nuestro amado hijo. La enfermera regresa y le baja la bata de hospital a Giovanna, coloca a nuestro bebé en su pecho. De forma instintiva trepa hasta que llega a su pezón logrando atraparlo con sus pequeños labios. Me quedo admirando la escena. —¡Felicidades! —expresa la doctora—. Es un precioso bebé. —Gracias —murmuro. Giovanna no le quita la mirada a nuestro hijo, las acompaño hasta la puerta y ella me asegura que todo estará bien, que esta noche va a quedarse para monitorearlos a los dos y un pediatra que es de su entera confianza está por venir. Me felicita de nuevo y me asegura que dará las buenas noticias a mi familia. Al cerrar la puerta paso el pestillo y regreso con ellos, me siento a su lado y me quedo admirándolos en silencio. ¿Cómo puedo merecer esto? He sido un hombre despiadado, hasta pensé asesinarla cuando me sentí traicionado, pero aquí

estoy, enamorado un poco más del ángel que me robó el corazón aquella tarde frente a la Catedral de Santa María del Fiore. Definitivamente, Giovanna llegó a mi vida para llenarla de colores, antes, mi existencia era en escala de grises, ni cuando vivía mi hermana imaginé algo así, pero esto es lo que hace el amor verdadero, cuando llega la persona indicada todo cambia, nunca más verás las cosas de la misma manera. Ella toma su manita y él aprieta sus deditos sosteniendo el índice de su madre. —Es precioso —murmura. —Es idéntico a ti… —le aseguro observándolos, enamorado—. ¿Cómo lo llamaremos? Ella levanta su mirada y me echa un vistazo, pero sigue con toda su atención puesta en nuestro hijo. —Desde hace meses he leído el significado de los nombres, por lo menos sé que el tuyo calza a la perfección contigo, porque Alessandro significa “protector” y tú solo me proteges, ahora sé que lo harás con nuestro hijo. —Giovanna… —He buscado muchos nombres, pero estoy segura de que nuestro pequeño es la luz que nos iluminará en este camino oscuro. —Carraspea—. Cuando Guido trató de llevarme, solo pensaba en volver a ti y ponerlo a salvo a él, no recuerdo nada mientras estuve dormida, mentiría si te digo que vi la luz al final del túnel. Simplemente necesitaba descansar. Acaricio su cabello, esos días quise morirme pensando que podía perderla. Creo que por eso no me tembló el pulso a la hora de exterminar lo que quedaba de la familia de mi madre. —¿Cuál nombre te gusta? —le pregunto. Alza su mirada y sonríe, nunca la había visto tan feliz y al mismo tiempo tan hermosa. Pongo un mechón suelto de su cabello detrás de su oreja y contesta: —Luciano, porque significa “portador de luz” y sé que nuestro hijo será capaz de muchas hazañas, no vamos a lograr que reniegue de lo que somos, pero él será diferente, Alessandro, nuestro hijo lo será todo. —Luciano… —repito—. Luciano Lombardo. —Te amo… —musita pegando su cabeza a mi pecho—. Soy la mujer más feliz del mundo en este momento. Y aunque no olvido la confesión de sus miedos hace tan solo unos instantes. Tomo su mentón entre mis dedos y le doy un beso apasionado en los labios. Confieso que, como ella, también tengo miedo de que todo lo que arrastro algún día pueda alcanzarlos, pero haré todo lo que está en mis manos para que eso no ocurra. —No te prometo, te juro, que haré todo lo posible para mantenerlos a salvo. —Me levanto y saco de la funda que escondo en mi pierna, mi daga, la misma que perteneció a mi abuelo. Mi esposa abre los ojos horrorizada cuando me corto la mano y tomo la suya para hacer lo mismo. —¡Cristo! —exclama. —Hace meses te prometí que te amaría hasta que la muerte nos separe, pero ahora te prometo con mi sangre que nunca voy a descansar hasta alejar todo lo que nos acecha. —Tomo su mano y la entrelazo con la mía—. Por las venas de Luciano corre tu sangre y la mía, así como la que se derrama en este momento. Yo no sé hacer juramentos en vano, todo lo que prometo es hasta la muerte, te dije una vez que la mafia es lo único que conozco, pero que por ti sería capaz de todo, pues hoy, te reitero lo mismo, por ustedes soy capaz de subir montañas, nadar en los mares e ir hasta el fin del mundo con tal de tenerlos a mi lado. No temas, aunque te alcancen, no voy a

descansar hasta que estés a salvo, pues estoy dispuesto a dar mi vida por ustedes si es necesario. Observo sus ojos brillar por las lágrimas y se las seco. —Esto es juramento de sangre, pero yo también te juro que no me temblará el pulso para asesinar a alguien con tal de defenderlos. Cuando me enamoré de ti tuve la certeza de que era capaz de morir por ti, ahora más que nunca lo reitero, por ti y por Luciano me convertiré en la verdadera reina que todos desean que sea. La beso y al romperlo, tomo algunas gasas, aunque el corte no es profundo y prácticamente hemos dejado de sangrar, me quedo en paz sabiendo que ella está segura de que nunca la abandonaré y que daré mi vida con tal de salvarlos. ***** Entro al salón y encuentro a mi padre con mi hermano brindando. Hace pocos momentos dejé a Giovanna junto a Alan, que nos tocó la puerta hasta que por fin me condolí y lo dejé entrar. —Un varón —anuncia mi padre alzando su copa. —Un Lombardo —indica orgulloso mi hermano. Me siento en el sofá y exhalo todo el aire contenido en los pulmones, mi padre se queda mirando la venda de mi mano y muerdo mi labio. Recibí un buen regaño de la doctora por cortar a Giovanna y otro por hacerlo conmigo, al final las heridas ameritaron dos puntos. —Mejor no preguntes —le advierto. Mi padre niega poniendo los ojos en blanco. Sabe que nosotros somos un poco más sanguinarios que él. —¡Enhorabuena, hijo! —me felicita con orgullo—. Ahora sabes que la familia es algo más. —Lo sé —murmuro. Muero del sueño, llevo cuatro noches sin dormir desde que Angelo descubrió al infiltrado, ya que hemos estado trabajando en seguir desenmarañando todo lo que Enrico había planeado, estaba a punto de entregar a la organización que tanto anhelaba con tal de verme destruido. Nunca entenderé qué fue lo que hice para que mi familia me odiara. —Perdón por interrumpir. —Angelo entra y me entrega un sobre—. Solo que esto no podía esperar. —Gracias —murmuro. —Enhorabuena, hombre… —me felicita Angelo. Abro le sobre y me quedo mirando las fotos de los cadáveres de los padres de Alan. Cierro los ojos pensando que debo proteger a mi familia de Mario. —¿Ya los traen? —pregunto. —Sí, los cuerpos deben llegar en cuarenta y ocho horas, podremos darles cristiana sepultura cuando lo dispongan. Le ofrezco las fotos a Maurizio. —Tengo planeado pagarle a una mujer que se parezca Giovanna y enviarla a la isla Levanzo — le informo—. Que use algo para fingir que sigue embarazada. —Es arriesgado, pero podría funcionar —murmura mi padre. —Mis informantes acaban de darme una noticia —revela Angelo. —¿Cuál? —Carlo Falcone está en Nápoles… Mi padre se levanta y va hacia la chimenea, se queda observando la última foto que nos tomaron como familia, fue en este mismo lugar. Cierro los ojos, pensar que hace tres años huía de

todo esto y, aquí estoy, de nuevo haciendo cosas imperdonables. —Consigue una cita con Carlo —le ordena mi padre a Angelo. —¡Papá, no! —le advertimos al unísono Maurizio y yo. —Hace mucho tiempo que hago lo que quiero, digamos que sigo siendo el jefe emérito —nos expresa con seguridad—. Deseo una cita con Carlo y ahí estará Lucky, ese día tal vez tengan que enterrarme, pero yo habré conseguido la mia vendetta… —No estoy de acuerdo, eso podría ser una locura, un suicidio, y no estoy dispuesto a enterrarte todavía —siseo entre dientes. —Papá —murmura Maurizio. Angelo se queda en silencio como un espectador, esto es personal y aunque él daría la vida por vengar a mi hermana, esto es cosa nuestra. —Hace mucho tiempo espero a la muerte como una amiga, solo puedo decirle que llegado el momento la voy a abrazar y así podré reunirme con mi amada Sylvana. —No estoy de acuerdo —refuto desesperado. —En todo caso, no estoy pidiendo tu opinión. —Se gira y al pasar al lado de nuestro amigo le señala—: Angelo, haz lo que te ordeno. —Ni se te ocurra… —le advierto a Angelo. Me levanto y subo hasta la habitación de Giovanna, aunque estoy molesto termino calmándome, ya que mi padre está sentado sosteniendo a su nieto mientras ella los observa con una sonrisa. Él me ha entregado su sentencia de muerte, pero en este momento no sé si pueda aceptarla. Aunque es lo más seguro que tenemos, no deseo perderlo.

Capítulo 24 GIOVANNA Un hijo… Mi hijo… Nuestro hijo… Un Lombardo. Luciano Lombardo Nunca en mi vida creí llegar a pensar en esto y menos sentirme orgullosa, pero esta familia es una de las dinastías más largas de la Cosa Nostra, ahora tienen un nuevo heredero. En un año las circunstancias me hicieron madurar de un golpe, al punto de que no me avergüenzo de la estirpe a la que pertenezco, ni siquiera la de mi padre. Tal vez su miedo a corromperme lo llevó a ocultarme todo, pero luego de leer su carta tomé la decisión de perdonarle. Si antes sostuve que mi familia es disfuncional, ahora lo mantengo, ya que tengo un año fuera y mi madre no ha tratado de ponerse en contacto conmigo, creo que nunca le importé, que todo era una manera de manipular a mi padre. Ahora que mis papás se están divorciando, entiendo que aquel lapso vivido en Nueva York, solo fue un espejismo. Una mentira bien elaborada, para que nunca viera la verdadera esencia de lo que éramos. Con cada paso que doy dejo de ser el ángel del cual se enamoró a Alessandro y me convierto en uno oscuro, podemos decir que me arrancaron las alas y ahora camino como una mortal, pecadora y pervertida. Observando a mi pequeño hijo, me convenzo de que sería capaz de matar a cualquiera que se atreva a hacerle daño a mi familia y no puedo negarles que he perdido el miedo de morir, si lo hago, el corto tiempo en el que he sido feliz, lo vale más que cualquier cosa. Alessandro cambió mi vida y me hizo encontrarme con ese lado oscuro que nunca pensé poseer. La puerta se abre y Vito entra con una sonrisa dibujada en su rostro, cada vez que lo detallo, me convenzo más de que se parece a mucho a Anthony Hopkins en la película Conoces a Joe Black, con la diferencia que él no tiene el cabello blanco, pero ya su característico castaño oscuro está salteado por las canas. Alan se levanta y se acerca para dejar un beso en mi cabello. Mi mejor amigo ha encontrado un hogar en este lugar, mi esposo y yo lo recibimos como parte de la familia. Sí, sé que en algún momento tuve mis dudas sobre él, pero luego de ver lo que le hizo el malnacido de Mario a su familia, creo que nunca debí desconfiar y me arrepiento de haberlo hecho. Se despide de forma silenciosa y nos deja a solas. —Vienes a visitar a tu nieto… Se acerca y me conmuevo al darme cuenta de que tiene los ojos vidriosos a causa de las lágrimas. Me da un beso en la coronilla haciéndome sentir amada, creo que este poco tiempo lo he considerado un padre. Toma a su nieto entre sus brazos y se sienta en el sillón. —Gracias —murmura emocionado. —No hay nada que agradecer —le aseguro. Niega con su cabeza y aquí está el hombre, no el jefe de todos los jefes, el asesino o el hombre

que se enorgullece de sus crímenes. Solo está Vito Lombardo, el padre amoroso. —Hay mucho que agradecerte, niña… —musita y toma la manito de mi hijo entre la suya—. Tú has traído amor a una casa en la que solo reinaba el odio, nos redimiste sin darte cuenta de que lo estabas haciendo y poco a poco encendiste la bondad que nos habían dejado al morir mis amadas Sylvana y Valentina. —Vito… —Ahora me das la dicha de conocer a mi primer nieto. —Sonríe, pero ese pequeño gesto está lleno de tristeza. Sospecho que hay algo que lo atormenta. —¿Sucede algo? —le pregunto. —Hay cosas que no pueden arreglarse, hija mía, y el corazón es una de ellas. —Pasa su dedo por el rostro de Luciano—. Cuando mi amada esposa murió de tristeza, supe que nada sería igual, que todo mi mundo había cambiado. Ya mi corazón había sufrido una fractura, perder a mi niña fue un dolor que aún me persigue. —Respira hondo cuando se le quiebra la voz—. Mi hijo se fue creyendo que no podía hacerlo mejor, estaba tan cansado que no podía dormir y lo entiendo, yo también llegué a pensar que estaba atascado en esta vida. Lloré las tres pérdidas, porque mi esposa y mis dos hijos son algo que no podré reemplazar nunca. Alessandro no estaba muerto, pero se había ido. —Lo siento… —Creo en el poder del destino y en el suyo estaba escrito que iban a estar juntos, todo esto lo llevó a ti y luego las circunstancias los trajeron a casa. Tú nos curaste, sanaste nuestros corazones con tu sonrisa, con tu amor puro y desinteresado, ahora, nos das un nuevo integrante. —Yo los amo, ustedes también me dieron algo que nunca tuve. —Alza su rostro y se queda mirándome, no puedo evitar llorar—. Me dieron una familia, una verdadera, en donde todos nos aceptamos con defectos y virtudes. —Vengo a ver a mi nieto y a despedirme de ti… —Se levanta para entregarme a Luciano que comienza a llorar. —¿De qué hablas? —inquiero asustada. —Cuando llegas a esta edad dentro de este mundo tan cruel, creo que es un premio, he vivido una vida larga y feliz a pesar de todo. —Acaricia mi cabello cuando comienzo a darle pecho al bebé—. Niña, ser la esposa de un mafioso es una cruz muy pesada, pero estoy seguro de que serás capaz de llevarla, cuando te conocí creí en ti y ahora eres mi hija, te amo como tal y te pido que cuides de mis dos hijos. Tomo su mano y la aprieto, comienzo a llorar ya que no entiendo lo que está sucediendo y las razones por las cuales se despide de mí. —No puedes dejarnos —sollozo casi rogándole—. Eres mi padre. Vito sonríe. —Y tú mi hija, tienes la responsabilidad de cuidar de mis tres hombres ahora. —Besa mi coronilla—. Naciste para ser madre y serás la mejor de todas. —Vito… —No le cuentes nada de esto a Alessandro —me pide—. Debes prometerlo, esto es un secreto entre tú y yo. Cabeceo negándome, no soy capaz de ocultarle nada a mi marido. —No puedo prometerte algo que me está rompiendo el alma —le recrimino. —Ha llegado el momento de la venganza, pero si debo abrazar a la muerte, estoy dispuesto a

hacerlo, pequeña, necesito reunirme con ellas. —Pero te voy a perder… —Siempre voy a vivir en tu corazón. Sin más qué decir, besa la cabecita de Luciano y luego la mía, sale dejándome completamente confundida y destrozada. No sé qué significa todo esto, pero estoy segura que algo tiene en mente. ***** —Amore mio —murmura Mario contra mi oído. Estoy en el piso frío, atada y sangrando, alrededor de mí están los cuerpos de mi padre, Alessandro y Maurizio. —¡Te odio! —le grito—. En cuanto pueda te mataré. Suelta una carcajada y toma un bate de béisbol, comienza a golpearme mientras me grita que lo aprenderé a amarlo, así sea a golpes. No lloro, ya que ahora que conozco su verdadero yo, sé que le encanta ver las lágrimas que derramo. Cuando se da por satisfecho tira el bate y se sienta a mi lado, me hago un ovillo tratando de protegerme y de que no me toque. —¿Ves lo que me obligas a hacer? —me pregunta triste—. Yo te amo, no me gusta golpearte, voy a tener que domarte de otra manera, ya que ni viendo a tu Alessandro muerto, me amas. —Nunca voy a amarte… —le aseguro. —Entonces nunca verás a tu bastardo. —¡Aléjate de mi hijo! ¡Te voy a matar, hijo de puta! —Giovanna, vamos, despierta —me pide Alessandro con voz dulce. —¡No! —grito desesperada—. ¡No, no! Abro los ojos y me siento extraviada, tengo una sensación de desasosiego y cuando me tocan me separo de Alessandro arisca. —Ángel, soy yo —susurra atrapándome entre sus brazos y me echo a llorar—. Estoy aquí, no me iré… —Ale… —sollozo y me escondo en su pecho, sus brazos son cálidos, son mi hogar. —Estoy aquí, por favor deja de llorar —me ruega. Niego cabeceando y me separo de él cuando recuerdo a mi hijo, lo busco hasta que lo veo durmiendo en su pequeña cuna a mi lado. Me levanto de la cama y lo alzo en brazos, lo beso y mi esposo me sigue, nos abraza desde atrás. —¿Qué soñabas? —me pregunta con cautela. —Es mejor que no lo sepas… —murmuro. —Dímelo… —Mario… Su agarre se hace más fuerte, sé que también le crispa la piel pensar todo lo que podría hacer el retorcido de mi exprometido, pero debo encontrar la manera de asesinarlo, así eso me cueste mi vida. En este momento entiendo a Vito, que nunca podremos ser completamente felices en este mundo. —Nunca dejaré que ese maldito se acerque a ustedes —me asegura. Me zafo de sus brazos y me siento desprotegida, pero si algo he aprendido en este tiempo, es que debo ser valiente ante las adversidades. Los miedos solo son eso, pero cuando nos enfrentamos a nuestra mayor fobia, solo debemos agarrar el toro por los cuernos y luchar contra él. —Si llegara a suceder, lo único que te pido es que dejes que tome lo que quiere y cuides de

Luciano. —Giovanna, ¡basta! —sisea entre dientes—. Esta noche he tenido suficiente, primero mi papá y ahora tú… —¿Tu papá? —inquiero y se me quiebra la voz. —Son cosas de trabajo —me contesta. Pongo los ojos en blanco y coloco a Luciano en la cuna, la verdad comienzo a hartarme del todo ese cuento que las mujeres no tenemos papel dentro de la mafia, pero esta es mi familia y no pienso permitir que nada la destruya. Acaricio el rostro de mi bebé y él susurra detrás de mí: —Es hermoso. —Lo es —concuerdo y me alejo. Al girarme y encontrarme con su mirada, puedo darme cuenta de que le molesta mi rechazo. Este es el hombre que amo, sus ojos de color castaño oscuro, su nariz aguileña, su mejilla y mentón cubiertos de una densa barba. —No recuerdo la última vez que te afeitaste —le comento Toca su barba y sabe que tengo razón, desde que descubrí que es un mafioso en Burdeos se la dejó. —Este es mi yo mafioso —expone en voz baja porque se avergüenza. —Vale… —Giovanna, ¿qué sucede? —me pregunta preocupado. Exhalo cansada. —Soy tu esposa, soy tu compañera de vida y también tu amiga, pero me saca de mis casillas cuando me dices cosas tipo... —Hago un gesto con los dedos como si fueran comillas—. Son cosas de trabajo y así. —Perdóname —me pide arrepentido y puedo ver cómo se suaviza su mirada—. Solo trato de mantenerte alejada del peligro. Pongo los ojos en blanco. —Nunca voy a estar a salvo, solo da un vistazo al pasado. —Niego con mi cabeza, exasperada. —No quiero corromperte —confiesa. Sonrío y me acerco a él, llevo mi mano hasta su mejilla y entierro mis dedos en su densa barba. —Ya no tengo miedo de perder el alma, porque hace un año la perdí cuando te entregué todo lo que soy. Toma mi mano y la lleva a sus labios para besarla. —Giovanna. —Mi alma son ustedes y estoy dispuesta a todo por mantenerlos a salvo, no me mantengas ciega, porque el peligro que nos acecha tiene que ver conmigo. —Cierra sus ojos—. No soy una muñeca de porcelana, entiéndelo. —La organización no lo permitiría. Esbozo una sonrisa. —Eres el señor de la Cosa Nostra, el Jefe de todos los jefes y yo soy la señora de la organización, creo que es momento que comiencen a verlo. —¿Confías en mí? —pregunta inseguro. —Mi vida la pondría en tus manos, pero entiende que es nuestro hijo el que está en medio de todo, además, tu padre, Maurizio y tú, si los pierdo, ¿quién va a protegerme? Defenderé lo que es mío con uñas y dientes, por eso necesito que me prometas que cualquiera cosa que suceda, primero pondrás a salvo a Luciano.

—Giovanna… —¡Hazlo, maldita sea! —le exijo. Alessandro cierra los ojos rindiéndose ante mi arrebato. Nunca permitiría que algo tan atroz le suceda a mi hijo. —Lo haré. Sin pensarlo me acerco y lo beso en los labios, como siempre sucede entre nosotros, la pasión y el fuego se desata. ¡Que se abran las puertas del Infierno que ha llegado la Reina de la Mafia!

Capítulo 25 MARIO —¿Estás bien? —me pregunta Carlo. Estamos preparando su sorpresivo viaje a Nápoles, no me gusta que Lucky lo haya llamado a él y no a mí, se supone que soy el representante en Italia. —Sí —murmuro. Desde que regresé de Italia todo ha sido un maldito fiasco, él ha dejado de confiar en mí y, lo sé, porque cada vez delega más responsabilidades en Valentino. He quedado relegado para traer a Giovanna de regreso a casa. Cuando soy mucho más que un mandadero. —Necesito que te quedes aquí, hay negocios que no pueden abandonarse —me ordena Carlo —. Solo tú sabes cómo manejar todo en mi ausencia. —Lo haré, nunca te he fallado —le espeto. La puerta se abre y Valentino entra sin tocar, aprieto los puños con rabia y me levanto molesto por su insolencia. Camino hasta la repisa en donde están todas las fotos de Giovanna. Ella cree que está en un mejor lugar al lado del maldito Alessandro Lombardo, pero no es así porque ahí no sufre de los abusos a los que deseo someterla, estoy seguro de que terminará amando cada herida que voy a infringirle. La debería de odiar por dejarme aquí, porque me dejó por elección, pero no puedo, la amo como nunca imaginé hacerlo. Codicio encontrar el medio para hablar con ella, para expresarle que la estoy esperando, que pronto voy a disfrutar de observarla llena de su bella sangre roja, mi color favorito. —¡Mario! —grita mi nombre con fastidio mi suegro. Me giro molesto y esbozo una sonrisa falsa, algo me dice que voy a tener que hacerme el jefe antes de tiempo. —Lo siento —me disculpo fingiendo dolor—. Pensaba en ella. —Necesito que dejes de pensar en mi hija y te pongas a trabajar —me ordena. —Lo haré —contesto con la sangre hirviendo. —Ahora vete, necesito hablar con Valentino a solas. —Su voz está cargada de odio. Les lanzo una mirada de odio y salgo de la oficina, ofendido de que me esté reemplazando con el idiota de Valentino, de salida me encuentro a Bianca, que me hace una seña para que la siga. Lo hago y entramos a la habitación de invitados, sin dejarme hablar me besa en los labios, pues desde hace meses follamos como animales y me gusta hacerlo, porque deseo todo lo que es de Carlo Falcone. Le pienso arrebatar todo lo que posee y eso incluye su vida. La halo del cabello y la bajo para que me chupe la polla, aunque disfruto de las violaciones, también me gusta esto. Es lo que deseo con Giovanna algún día, después de hacerla pagar todo lo que me ha hecho. Cuando era un adolescente era inseguro, creía que nadie iba a quererme ya que mi madre siempre me detestó, pensaba que ninguna mujer me podría amar. Me gustaba la soledad, porque en ella podía ser yo y nadie me rechazaba. Llegado el momento en que perdí mi alma, acepté que era

frío, que estaba destinado a hacer las más infames maldades y comencé a disfrutarlo. Me descargo en su boca y ella sonríe. —Necesitas una mujer, Mario —comenta levantándose y limpiando sus labios. —Te tengo a ti —le aseguro. Me guardo la polla y salgo de la habitación, pensando en el Mario que descubrió que no tenía que esconderse, el mismo que perdió el miedo, aunque para mí el miedo siempre estará vivo y buscará la manera de alimentarse de ti. Sé que soy llamativo para las mujeres, arma que uso a mi favor, baso mi apariencia para encontrar placer, no tengo conciencia, la perdí hace mucho tiempo. Solo espero que algún día Giovanna se fije en mí. Les aseguro que la belleza solo es un estado mental, todo está dentro del cerebro. ***** Estoy sentado en uno de los restaurantes que suelo frecuentar, disfrutando de mi plato favorito, un sangriento Bistec a la florentina. Esperando que todo se cumpla, a mi lado está Carlo, lo he invitado para averiguar qué es lo que se trae entre manos. —Entonces no sabes nada —repito asegurándome de que no me miente. —Te he dicho que no, que solo es una reunión en donde solo estaremos los jefes. —Mira su reloj—. Valentino se está tardando. «Y no llegará». Contesto en mi mente mientras observo mi reloj. —Llegar tarde es de tan mala educación —murmuro fingiendo fastidio. Carlo me echa un vistazo de desconfianza. Mi móvil suena y lo tomo, cuando abro el mensaje sonrío satisfecho. Toco con mi dedo la foto y la amplío para enseñársela a mi querido suegro. —Creo que no va a llegar —comento y le muestro la imagen. Palidece ante a mí, aunque tengo que decirles que mis hombres han retratado el mismo asesinato que el planeó para su antiguo jefe. El cuerpo de Valentino yace en el suelo frente al edificio en donde vivía. Su traje hecho a la medida está destrozado por los disparos. —¿Qué hiciste? —me pregunta. —Me encargué de los asuntos —le contesto. —Asesinaste a Valentino —sisea entre dientes—. El único que da este tipo de órdenes soy yo, ¿acaso debo recordarte cuál es tu puesto? Tomo el cuchillo en mi mano y lo aprieto, pero él toma mi mano y la aplasta hasta hacer que lo suelte. —Carlo… —No me hagas olvidar que eres un hijo para mí. Sonrío tratando de no echarme a reír en su rostro, no puedo soportar más las mentiras que me dice. Quisiera haber acabado con él hace mucho tiempo. —No eres mi padre, no te importó dejarme huérfano —lo ataco. Carlo palidece por mi afirmación y me llama en señal de advertencia. —Mario… Me levanto de la mesa y abrocho mi americana, los ojos azules de Carlo se vuelven dos témpanos de hielo. Deseo tanto que venga y trate de derrumbarme, lo que acabo de hacer es solo un recordatorio de lo que soy capaz. —No iniciemos una guerra, somos familia —le advierto—. Pronto voy a casarme con tu hija. —Eres un maldito retorcido. —Es momento que recordemos cuál es nuestro lugar —espeto.

Carlo se levanta y alrededor de él lo hacen una veintena de hombres, saca su arma y sin pensarlo me da un tiro en el hombro que me derrumba. Caigo en el suelo por el impacto y me quedo mirándolo con odio. —El que debe recordar su maldito lugar eres tú, no me va a temblar el pulso si tengo que matarte —me señala. Sonrío y llevo mis manos manchadas de sangre a mi boca, la lamo y comienzo a reírme. Soy un maldito loco, lo sé, disfruto de ver su cara llena de terror. Sale del local y me deja en el piso. Muy poco dejo ver este lado de mí, lo mantengo enjaulado, pero son estos momentos en que no puedo controlarlo, soy una bestia. La rabia me lleva a hacer las más desquiciadas acciones, no puedo evitarlo, soy un monstruo y así me decía mi madre. Hace mucho que perdí mi alma… Mis hombres me levantan y me suelto, salgo del local para curarme, pero lo que no sabe Carlo Falcone es que acaba de firmar su sentencia de muerte

Capítulo 26 CARLO FALCONE Al

descender del avión, observo que en la pista de aterrizaje se baja de un auto de color oscuro Donato “Lucky” Tocci, el Jefe de La Camorra en Italia. Alrededor de veinte hombres armados hasta los dientes cuidan de su espalda, cinco de ellos se acercan y me requisan buscando armas. He viajado hasta aquí haciendo creer a todos que estoy por romper relaciones con la organización, pero él sabe que vengo a ponerle un final a todo este asunto con la Cosa Nostra y, sobre todo, tratar de arreglar las cosas con mi hija. —¡Está limpio! —grita uno de ellos. Donato se acerca y me da un abrazo, luego dos palmadas en la mejilla. La realidad que nadie conoce es que somos primos por parte de mi madre, ya que su padre y ella eran hermanos, pero eso es algo que siempre hemos callado, por muchas razones; mi padre huyó de Nápoles pues había traicionado a alguien y ese alguien necesitaba venganza. Ni Mario conoce esto, ya que él cree que es mi contacto directo con la organización. —Carlo… —Sonríe—. Tanto tiempo. —Lo sé… Se aparta y me señala el auto, caminamos en silencio y me subo primero que él. Sube el vidrio que separa al chofer y a su guardaespaldas. —Primo… —murmura—. Esto es un vidrio insonorizado, lo que hablemos no saldrá de aquí. —Es lo mejor que puedes hacer. —Los negocios los llevo con discreción —me asegura—. Así que Giovanna ahora es una Lombardo. Cierro los ojos, porque si algo caracteriza a mi primo es que no se anda por las ramas. Donato debe su apodo a que por un golpe de suerte se convirtió hace más de treinta años en el Jefe de la Camorra. —Lo es —confirmo—. Sé que ellos tienen algo contra ustedes, pero llegado el momento deseo que mi hija quede fuera de todo, ella es tu familia. Me fijo en mi primo, los años no han pasado en vano, de aquel joven atlético que dejé al aliarme, ya no queda nada. Me he encontrado con un hombre con sobrepeso y calvo, aunque estoy seguro de que posee una salud envidiable y una maquiavélica mente. Niega con su cabeza y me observa, el color azul de los ojos es hereditario por parte de mi madre, él posee el mismo tono de azul grisáceo que yo. —Todavía no entiendo qué fue lo que sucedió con los Lombardo, ellos nos han declarado una guerra, una que no entiendo, nunca he hecho nada contra ellos. Sobre nosotros, tú y yo somos familia y siempre te dije que debías contarle lo que somos a tu hija, mira en todo lo que te has metido. —Lo sé, pero es que mi hija… —Terminó siendo la mujer de un mafioso —me interrumpe. No contesto, porque tiene toda la razón—. ¿Qué es lo que deseas, Carlo?

—Deshacerme de Mario… —Vaya, vaya y yo de Valerio. Tu socio y el mío están causándome muchos problemas, ha llegado el momento de deshacernos de ellos. —Niega cabeceando—. Valerio cree que no sé de sus movidas, pero tengo ojos y oídos en todas partes. Y así, Valerio y Mario han sido sentenciados a muerte. —Creo que Mario descubrió que asesiné a su padre —murmuro—. Lo que no sabe, es que lo hice siguiendo tus órdenes, nadie roba a la organización y yo debía cumplir con lo que habías mandado. —Siempre te he reprochado no haber exterminado a la familia completa —me reclama. —Y ahora veo mi error y tenías razón, él era un peligro. Sin embargo, Mario era como un hijo para mí y no me imaginé que todo el odio borraría los años de cariño que le di, fui duro con él solo porque sería mi sucesor, necesitaba ser digno del cargo y el mejor esposo para mi hija. —Eres al único al que le permito cometer esa clase de errores —me recuerda—. Solo porque te considero un hermano, pero desde hace tiempo tu amado ahijado me está trayendo muchos problemas junto a Valerio. —Necesito deshacerme de él lo antes posible… —Lo haremos, vamos, que Vito Lombardo nos espera… —me anuncia con una sonrisa. —¿Lombardo? ¿Está ella aquí? —pregunto con miedo. —No, esta es una reunión de capos. Exhalo todo el aire contenido en los pulmones. No confío cien por ciento en nadie, tantos años en la mafia me enseñaron que hasta tu familia es capaz de venderte, no deseo a Giovanna cerca de la organización, tal vez entre todo este caos, ella esté más segura con los Lombardo que a mi lado. Me quedo mirando a través de los vidrios tintados. Nápoles fue la ciudad que me vio nacer, tenía alrededor de cuarenta años que no la pisaba, pero llegado el momento, algún día pienso volver aquí y morir.

Capítulo 27 ALESSANDRO Siempre la voy a amar, por siempre y para siempre amaré a mi pequeña hermana. Desde que tuve la conversación mi padre, no dejo de pensar que no he terminado de vengarla y necesito hacerlo para quitarme la maldición. Mi madre renegó de su pasado, de su tradición familiar, al ella morir me pidió que me salvara, pero no he podido dejar la mafia y tampoco lo deseo. Entendí que esto es lo que soy… Esta es una de esas noches en que tengo que recibir a las personas que vienen por mi protección, tengo que protegerlos a ellos y a mi familia. Muchas veces creen que ser el Capo di tutti Capi es fácil, pero llegado el momento nadie conoce las responsabilidades que nos vienen encima, que cuidamos de todos y al mismo tiempo hacemos lo mismo con nuestros seres queridos. Mi padre se ha ido y he descubierto que muy cerca está el traidor. Estoy a solo un paso de perder mi fe, respiro hondo tratando de no caer en el borde angosto en que estoy caminando. Solo soy un hombre, no soy un superhéroe, también necesito que alguien que me salve de todo el odio que me acecha. Esto es solo una maldita guerra más, es otro asesinato, desde hace tiempo comenzó la cuenta atrás para destruirnos y después de que nosotros ganemos, quedarán más familias desgarradas. Hoy es tan solo otro día en el mundo en que nací. Todas las mañanas me despierto pensando en que debo pelear otra batalla, hablo constantemente conmigo mismo, escucho a mi propia voz decirme que tengo que hacer una jugada para adelantarme a todos, pero estoy exhausto, soy un hombre, uno que puede sangrar al igual que todos ellos, aunque crean que soy un dios, tan solo soy un humano lleno de defectos. No tengo miedo de dar mi vida si eso significa que se salvará mi familia, en este momento creo pelear por lo correcto, por lo que debo. Necesito detener a Mario Genovese antes de que se acerque a mi amada esposa y necesito vengar a Valentina. Escucho las últimas palabras del hombre que me está hablando y le hago un gesto despidiéndolo, se levanta de su silla y se acerca para besar mi mano en forma de respeto. La gente me venera, me respeta como si un clérigo de alto rango se tratara, como si fuera un monarca, pero recuerden que soy el maldito rey de los infiernos. —¿Te sientes bien? —me pregunta Maurizio. —Sí, ¿Giovanna y Luciano? —Están protegidos… —asevera. —¿Cuántos faltan? —pregunto. —Este era el último —me aseguro—. ¿Estás bien? —Sí… —le contesto, pero sé que sabe que miento. Mi pequeño hermano y consejero se sienta a mi lado. Me quedo observándolo y le doy una palmada—. Hay mucho que no puedo decirte, Maurizio, y no es falta de confianza, eres el único en quien confío en este maldito mundo. — Suspiro cansado y él se rasca la cabeza, ya que está confuso por mis palabras—. Creo que tengo el enemigo en casa, Alan es un hombre de buen corazón, pero luego de perder a su familia deseará

matarme. Él resopla. —Alessandro, tú eres mi hermano. Y por eso pondré este peso sobre su espalda, solo él puede ayudarme a proteger a mi familia como si fuera yo. —Tú te harás cargo, serás el Don… —Le entrego el anillo de la familia—. Si lo que creo que ha sucedido, sucedió, me iré esta noche de aquí, te cedo todo el poder. Superior a todas las familias, te estoy confiando la vida de mi esposa y de mi hijo, el futuro de la familia. Él cabecea negándose a asumir la verdad. —¿Papá? Asiento y él esconde la mirada asustado. —Sí, el traidor está dentro y está muy temeroso de ser descubierto —le aseguro—. Debes tener cuidado. —¿Quién? —pregunta mirándome a los ojos y puedo ver el fuego del odio en ella. —Verás, toda nuestra gente es de negocio, su lealtad se basa en eso y una cosa aprendí de mi padre, tenemos que pensar como las personas a nuestro alrededor. —Ale… —No puedo recibir a nadie más, déjame despedirme de mi esposa e hijo —le pido. Mi hermano asiente y exhala cansado. —Necesito que te cuides, no puedo perderte —afirma mostrándose vulnerable ante mí—. Eres mi hermano. Me levanto y beso su cabeza, cierro los ojos ya que tal vez, esta sea la última ocasión en que vea a mi hermano y él a mí con vida, saldré de aquí, pero no sé si regresaré. —No dejes nunca a Giovanna, tu deber es protegerla —le ordeno—. Y no dejes a Alan cerca, necesito que tengas ojos y oídos en todas partes. —Te lo juro por Santa Rosalía. —Y yo te juro que espero volver a verte. Salgo por la puerta secreta del despacho, esta noche llegó el momento de la despedida, lo que tanto he temido. Mi padre se ha ido y estoy seguro de que no va a volver. ***** Me quedo observando a Giovanna y a Luciano que duermen plácidamente en nuestra cama, fuera de la habitación están los hombres que nos cuidan, pero llegó el momento en que no puedo confiar en nadie, siento que me he caído y ahora va a ser muy difícil levantarme, ya que lo menos que deseo en esta vida es despedirme de las personas que amo. Llega un momento en la vida, que debes enfrentarte a lo que más le temes. Acaricio el rostro de mi mujer y se remueve, abre los ojos varias veces hasta que me enfoca y esboza una sonrisa. Esa es la que deseo llevarme grabada esta noche para poder aferrarme a ella cuando esté tentando mi suerte. —Ale… —musita bajito. Me acerco y le doy un beso en los labios, ella gime contra mi boca. Me separo renuente mientras se queja—. ¿Qué sucede? —Necesito que me escuches… —le pido con voz ronca—. Todo lo que voy a decirte y pedirte debes hacerlo, por primera vez necesito que hagas lo que te pido. Ella parece entender que en este instante necesito que no me lleve la contraria, quisiera creer que en Nápoles encontraré a mi padre, que solo estoy pasando por un susto y que nada de lo que

estoy imaginando es cierto, tal vez esto solo sea un mal presentimiento, pero es que muy pocas veces me equivoco y la experiencia me ha enseñado a distinguir el peligro cuando me acecha de cerca. —Dime… —susurra. Exhalo cansado y me siento frente a ella, que automáticamente cruza sus brazos en modo de protección. —Tengo que salir de viaje y no sé cuándo pueda regresar. —Me va a interrumpir, pero niego cabeceando—. Sé que a cualquier lugar me seguirías, pero en este momento necesito que te quedes a salvo en casa. —Pero, Alessandro… El dolor en su voz es una daga en mi corazón. —Esta vez no hay peros, Giovanna, tienes que entender que estoy todavía aprendiendo a amar, pero estoy seguro de que, quien ama, es capaz de proteger a esa persona y colocarla por encima de todo y de todos. Sus ojos se llenan de lágrimas. —¿Te estás despidiendo? —pregunta al borde de las lágrimas. Cierro los ojos y me trago mi orgullo. —Ustedes son todo lo que amo, por eso necesito que estén a salvo. —Rebusco en mi pantalón y le entrego la daga de mi abuelo—. Sé que mi padre te ha contado todo sobre nosotros, llegado el día que tengas la seguridad de que no voy a volver y que nuestro hijo pueda entender, entrégale esto a Luciano. —Se la ofrezco y ella niega llorando—. Necesito que seas fuerte por él. —Me estás abandonando para ir a morir y, me pides que sea fuerte, no puedes ser más cruel — solloza tomando la daga—. ¿No entiendes que quiero que te quedes? Quisiera hacerlo, pero no puedo. El deber antes que todo. —Prometo volver. Giovanna se lanza a mis brazos y llora como una niña pequeña, saca todo ese miedo que lleva escondido dentro desde que dejó a su familia. Sabíamos que llegado el momento esto tenía que suceder, que debíamos separarnos por un corto tiempo. Cierro mis ojos orando a Dios que sea así y que tal vez no sea para siempre. —Si no vuelves a mi lado, nunca más volveré a amar —murmura haciéndome una promesa. Sonrío y acaricio su rostro —Por lo menos tenemos la oportunidad de despedirnos y no esperaba más, porque si te perdiera, nunca más podría enamorarme. Ella suelta un lamento y cabecea negándose a que esto sea real. —Me estás rompiendo el corazón —solloza alejándose de mí—. ¿Cuándo te vas? —Esta noche. «Te amo», susurro en mi mente. «Eres todo para mí». —Ale… —Cuando te conocí, creía que nunca podría enamorarme, lo que menos imaginé es que podría encontrar al verdadero yo entre tus brazos —afirmo abriendo los míos y ella se lanza a refugiarse en ellos nuevamente—. Eres otra parte de mí y nuestro hijo es una extensión de nosotros. —¿Por qué te vas? —inquiere preocupada—. Aquí estamos a salvo. La alejo y tomo su rostro entre mis manos, se queda mirándome con sus ojos llenos de lágrimas. —Nunca estaremos a salvo, necesito que llores lo que tengas que llorar antes de irme y luego

saques a la mujer que amo con todas mis fuerzas. —Bebo de sus lágrimas—. Cada vez que la noche caiga, voy a imaginarnos juntos, para así volver a tu lado. —Llévanos —me ruega—. Primero tu padre y ahora tú… Frunzo el ceño. —¿Mi padre? —Tu padre se despidió y hace dos días que no viene a visitarme. Exhalo cansado. —Voy por él, pero presiento que encontraré una guerra. Ella niega y se aleja de mi lado mientras se levanta de la cama. Esta noche lleva una de mis camisetas para dormir. Tomo a nuestro hijo y lo beso, falta cada vez menos para irme, el reloj que marca las horas, está marcando el momento en que debo decir adiós. —Estamos malditos, estamos malditos —repite y eso me hace rememorar a mi madre —. Me estás dejando para ir a morir y quieres que me quede tranquila, no puedes hacerme esto. No puedo creer que dude de mí, no voy dispuesto a morir, realmente voy dispuesto a todo por ella. —Te estoy dejando para salvarte y recuerda de que te hice un juramento de sangre. Se queda paralizada y camino hasta ella con nuestro hijo, quisiera que nunca amaneciera para quedarme con ellos. Solo me quedan estas horas para disfrutar a su lado. —Debes regresar a mí —espeta decidida—. Si no, te traeré de vuelta. Sonrío. —Nunca te he dedicado una canción —le comento. Ella dibuja la más hermosa de las sonrisas. —Nunca —concuerda. Saco mi móvil y busco en el reproductor, hace mucho tiempo la llamo así, por eso cuando escuché esta canción en el auto de Maurizio, supe que era para ella. Las notas de Grande Amore de Il Volo comienzan, llevo al niño a la cuna y la tomo entre en mis brazos. Comenzamos a danzar y le canto bajito al oído. Giovanna esconde su rostro en mi pecho para que no la vea llorar, pero no puede ocultarlo pues sus lágrimas mojan mi camisa. —Eres lo más grande que tengo —le confieso. —Tú igual, te amo. —Lo dice la canción, todo lo que no puedo expresarte —susurro—. Tu amor será mi guía, volveré a ti porque te amo más que a mi vida. —Alessandro… —Ángel, cuídate. —Beso su coronilla—. Los amo. Me separo de ella y comienza a llorar en silencio, con todo el dolor de mi alma me alejo para irme. Así, en esta noche, dejo a las personas que más amo en el mundo. Es solo el sacrificio para volver a su lado, porque solo vivo por ella y nuestro hijo. Al salir me encuentro con Maurizio que asiente. —La mujer ha salido para una de las islas y la otra a La Toscana —me avisa. —Gracias. Mi hermano me sujeta del brazo. —¿Estás seguro de esto? —inquiere. —Lo estoy, por eso te estoy confiando mi vida —reitero. Pasa su mano por su cabello, preocupado, nuestro padre salió hace dos días sin avisarnos. Sé que fue a Nápoles a reunirse con Carlo Falcone, los informantes de Matteo lo han confirmado, iré

por él, pero no sé qué es lo que puedo encontrar allá y si tengo que perder la vida, estoy dispuesto a eso y más. Me alejo y sin pensarlo me despido nuevamente del lugar que me vio nacer, esto es todo lo que conozco, he tratado de dejarlo, pero nunca he podido, estoy atado con un juramento de sangre, deseo volver, necesito hacerlo para poder disfrutar del más grande regalo que me dio la vida. Mi familia.

Capítulo 28 VITO LOMBARDO Llego a Nápoles junto a mis hombres, hace muchos años que no vengo a esta ciudad. Angelo me ha ayudado para concertar esta cita. Ha llegado el tiempo en el que destino decidirá lo que resta de mi existencia. —Llegamos, señor —me anuncia el chófer. Me despedí de mi familia, porque todo hombre sabe cuándo su muerte está cerca y la mía está a la vuelta de la esquina. Entro al edificio y subimos en ascensor hasta el ático, nadie se atreve a tocarme, ya que me deben respeto. Tal vez nosotros tengamos una guerra, pero soy mucho más respetado que Donato Tocci. Las puertas se abren y me reciben dos hombres sentados en un sofá, imagino que es una de las casas de Lucky. Todo está decorado de modo sobrio, los colores vino, crema y el marrón de la madera sobresalen. Mi enemigo se levanta con una sonrisa dibujada en sus labios, hace mucho tiempo que aprendí que la diplomacia es la mejor arma. En las organizaciones somos como los políticos; camino hasta ellos y me encuentro con un par de ojos de color azul que me observan circunspectos y no tengo que adivinar quién es. Carlo Falcone, el padre de Giovanna está delante de mí. —Querido Vito, bienvenido —me dice en modo de saludo Donato. —Donato —lo saludo ofreciéndole mi mano. Nos damos un fuerte apretón y me invita a tomar asiento junto a Carlo Falcone, observo todo a mi alrededor, hay cinco hombres que vigilan cada uno de mis movimientos y cada cierto tiempo se alternan cuatro más. —Te presento a Carlo Falcone, el suegro de tu hijo —declara con burla y me señala—. Carlo, te presento al gran Vito Lombardo, el suegro de Giovanna. Se siente seguro porque está en su ambiente, sin embargo, nunca estaremos completamente a salvo así sea nuestro propio hogar, lo viví con mi propia hija. —Donato, quiero agradecerte por organizar esta reunión —le comento con calma—. También a Carlo por aceptar venir, gracias. —Tomo el vaso de whisky y doy un sorbo—. No entiendo qué hicimos para ofender a La Camorra y llegar tan lejos, fue tan infortunado y tan innecesario, tú has perdido hombres, Donato, y yo perdí a mi hija que fue violada y asesinada en mi propia casa. —Tampoco entiendo nada de esta guerra absurda —concuerda Donato—. Nunca envié nadie a asesinar a tu hija y menos a violarla. Cierro mi puño y trato de calmarme, sabía que él iba a mentir sobre esto, pero no pensaba que llegaría a hacerlo en mi rostro. Diplomacia, me toca sacar todo lo que he aprendido. —Si aceptas, estoy dispuesto a continuar como antes… —le ofrezco el pañuelo blanco de la paz. —Todos hablan de que usted es un hombre de principios, que cumple su palabra y si he venido desde Nueva York a esta reunión —me interrumpe Carlo—, es solo por mi hija Giovanna. Sonrío, el dulce ángel que mi hijo llevó a casa. Esa chica es un alma pura que creció en mundo

lleno de oscuridad, solo ella pudo regresarme aquella alegría que creía perdida. —Es muy modesto de tu parte el venir aquí a buscar la paz —agrega Donato. —Aún no puedo perdonarte la muerte de mi hija, pero los tiempos cambian y vengo a velar por la seguridad de mi familia. —Me quedo observando a Carlo y le anuncio—: Eres abuelo, Giovanna ha dado a luz a un pequeño que lleva por nombre: Luciano —suspiro—. Esperaba que al venir aquí pudiéramos llegar a un acuerdo y encontrar una manera pacífica de acabar con esto. —Estamos de acuerdo —acepta Carlo. —Sin embargo, necesito una garantía de que no se meterán más en mis asuntos, además, todos sabemos que tú, querido Vito, tienes enlace con el gobierno, jueces y demás, por algo eres uno de los capos más antiguos de la mafia. —Sonríe Donato maquiavélicamente—. Te pido protección. Se hará la paz si doy una garantía, debería aceptar y ya, porque somos hombres honorables. —La tienes —acepto. —¿No intentarás una vendetta? —inquiere Donato. —Renuncio a la venganza de mi hija, si es lo que pretendes —aseguro. Donato se levanta y me ofrece un abrazo, hago lo mismo metiendo las manos en bolsillos. Cuando me acerco me da dos palmadas y en un movimiento rápido saco la daga y la clavo en su corazón. —Nunca voy a renunciar a vengar a mi hija —le susurro al oído—. Esto es por ella y por mi familia. Escucho las armas cargarse, Carlo se levanta y se queda mirándome con los ojos abiertos. —¡Mátenme! —grito—. Hagan lo que muchos desean, ¡desaparecer al gran Vito Lombardo! Los desafío con la mirada, algunos de los pali me observa con respeto y otros con odio. —¡Alto! ¡No disparen! —ordena Carlo. —Yo vine dispuesto a morir —le confieso. Carlo niega. —¿Ella está bien? —me pregunta—. ¿Es feliz? —Giovanna está protegida y es feliz —confieso. Las puertas del ascensor se abren, estamos completamente rodeados, reconozco a Valerio Caputo entre ellos. —¿Mario? —inquiere Carlo asombrado—. ¿Qué haces aquí? —¡Asesínenlos! —ordena Valerio. Cierro los ojos y toda mi vida pasa delante mis ojos mientras recibo los disparos, mi niñez en las calles de Palermo, mi boda con Sylvana, el nacimiento de mis hijos, nuestro juramento a la Cosa Nostra. Cuando los abro, distingo a Carlo muerto frente a mí y yo estoy tendido en el suelo, ni siquiera me di cuenta el momento en que me desplomé, una luz brillante me ciega. —Sylvana… —murmuro el nombre de mi mujer cuando la veo sonreírme—. Has venido por mí. Un hombre apuñala a Carlo y ella se va asustada cuando Valerio Caputo aparece frente a mí. —Ha llegado la hora de pagar, Lombardo —me anuncia—. Que disfrutes el infierno, me saludas a mi padre por mí. Clava un puñal en mi corazón y Sylvana llega con Valentina a buscarme…, soy feliz de nuevo, ha llegado la hora.

Capítulo 29 MARIO Minutos antes…

Valerio y yo hemos organizado el golpe perfecto para hacernos con la organización, él sería el jefe de Nápoles y yo el jefe de Nueva York, me gusta mi ciudad y a mi lado imagino a Giovanna, ella será mi reina, como estaba dispuesto. Carlo no se imagina que estoy en la ciudad y me he saltado sus órdenes, la reunión con Lombardo es el momento perfecto para iniciar mi ascenso. «Ya lo ves, mamita, no soy el débil que creías». Susurro en mi mente. —¿Preparado? —me pregunta Valerio. —A Carlo, me lo dejas a mí —le advierto. —Pronto tendrás a tu mujercita —comenta en tono de burla. No le contesto porque cada día que pasa la paranoia de no encontrarla va floreciendo. Todo esto solo intensificará mis relaciones públicas, estaré más cerca de mis objetivos y reanudaré el tráfico de drogas en conjunto con la trata de blancas, y así, mientras unos estarán atontados, las perras del mundo serán folladas y yo seré uno de los hombres más poderosos del planeta. Mi mayor codicia es matar a Carlo Falcone y luego encontrar a Giovanna, voy a ejercer el control mental sobre ella, voy a revolucionar su mente mostrándole mi mundo, la voy a golpear hasta abrir sus ojos. La adrenalina corre por mi sistema sanguíneo, porque estoy más cerca de mi reinado, La Camorra, finalmente voy a ascender mi bandera. La puerta del ascensor se abre salimos con nuestros hombres, Valerio me detiene ante la escena que encontramos. Vito Lombardo tiene a sus pies a Donato Tocci mientras Carlo observa todo con los ojos abiertos. —¿Mario? —inquiere Carlo mientras Vito tira el cuerpo sin vida del antiguo Jefe de la Camorra—. ¿Qué haces aquí? —¡Asesínenlos! —ordena Valerio. La ráfaga de tiros comienza y sonrío al ver el cómo ha llegado el tiempo de acabar con la supremacía Tocci y Falcone. Cuando alzo mi mano para que se detengan, lo hacen y satisfecho corro hasta el cuerpo de Carlo, lo encuentro aún con vida y saco un puñal, porque soy yo el único que debe arrebatarle la vida, su último aliento debe ser de mi mano, mis ojos y desprecio deben ser lo que vea al morir. —Mario… —musita. —Sí, soy yo, maldito hijo de puta, no sabes las ganas que tenía de que al fin llegara este momento… —Mi hija… Esbozo una sonrisa. —La verás muy pronto en el infierno… Y sin mediar más palabras, clavo la hoja de mi arma en su corazón tantas veces como creo

necesario. Los ojos azules de Carlo se apagan delante de los míos y sonrío al escuchar a Valerio: —La Camorra tiene nuevo jefe y ese soy yo, ¿quién se atreve a desafiarme? —Lanza un tiro al aire. Al levantarme veo la carnicería que acabamos de provocar, nuestros hombres tienen de rodillas a los pali que todavía son fieles a Donato. —Deseo muertos a todos —ordena—, quienes no sean fieles al nuevo Capo, deberán morir. —Esto solo traerá guerra —le grita un hombre. Me giro y lo veo resistiéndose a dos hombres, tomo mi arma y lo apunto. Sin darle tiempo de decir nada más, le doy un tiro en la frente, cae de rodillas para luego desplomarse entre mis hombres. —¡Matadlos a todos! —ordeno—. Jefe. —Le muestro el sillón a Valerio. Este se sienta y yo a su lado, contamos hasta tres cuando una nueva ráfaga de disparos se escucha en la sala. Mientras los dos sacamos unos habanos para fumarlos y, cuando todos están muertos, sonrío como nunca lo he hecho. Nuestras manos derechas salen de las habitaciones con las dos hijas de Donato. Una es una preciosa morena de ojos azules y atraído como una polilla a luz, me acerco a ella. Tiembla al verme y sonrío. ¡La violaré! Me deleitaré con sus carnes mientras me alimento poco a poco de su miedo. —¡Son unos malditos! —pronuncia ella y señala a Valerio—. ¡Pagarás con sangre, Valerio Caputo! Sin pensarlo le doy una bofetada que la hace callarse, cuando vuelve a mirarme sus ojos están llenos de odio. —No me das miedo —me desafía. —¿Puedo, jefe? —le pregunto a Valerio girando mi rostro. —Toda tuya… —contesta. Sin siquiera mirar a mi alrededor la tomo por el cabello y la arrastro hasta el sofá, mi socio sienta el cadáver de su padre y ella ahoga un sollozo al mirarlo. Le abro el vestido dejándola expuesta. —Eres un maldito —grita. —Y no tienes idea de cómo lo disfruto —me mofo regocijándome de ello. Su piel es olivácea y el conjunto de lencería color blanco, la hace resaltar. La polla se me endurece cuando comienzo a golpearla, su llanto inicia y solo logra incitarme, me alimento de eso. Rompo sus bragas y con mi pistola la penetro rompiendo todo, el grito de dolor solo hace que me excite un poco más. Su hermana llora gritando que somos unos malnacidos, pero ella tendrá el mismo destino, cuando la perra por fin se desmaya, me levanto y al ver mis manos manchadas de sangre, es el aliciente que necesito. Sin pensarlo, me giro y voy en búsqueda de mi nueva víctima. —Disfruten de esa, porque ahora esta es mía… —le indico a todos. —¡No, no, no! —grita presa del miedo tratando de resistirse a mis hombres. Cuando me acerco, la tomo por el cabello y la obligo a mirarme. Tiene los ojos de color verde, tan intenso como las hojas de los árboles. —¿Cuál es tu peor pesadilla? —pregunto. No contesta y la beso, lloriquea y muerdo su labio inferior hasta que pruebo el sabor metálico de la sangre. Rompo el contacto y la golpeo tan fuerte, que cae en el piso. La tomo por una pierna arrastrándola hasta una de las habitaciones. Al llegar, la aviento contra la cama, se hace un ovillo frente a mí y le susurro mientras comienzo a desvestirme:

—Yo seré tu peor pesadilla. ***** Salgo de la habitación satisfecho, ella está ahí, amarrada al pie de su cama mientras salgo a manejar los asuntos. La sala está limpia y Valerio está dando órdenes a nuestros hombres. Al percatarse de mi presencia sonríe. —¿Satisfecho? —pregunta en tono de burla. —Si deseas un poco, está aún con vida —le informo. —Luego, por ahora es momento de organizarnos. Me señala el pasillo del frente y comienza a caminar, los hombres trabajan para limpiar la sangre y dejar todo como si no hubiera sucedido nada. Lo sigo con una sonrisa en los labios hasta que abre la puerta y entramos a una oficina. —Este fue el despacho de Donato por mucho tiempo —me informa—. Me gusta este piso, podría vivir aquí. —¿Y los cuerpos de Carlo y Vito? —pregunto. —Pensé que sería lindo enviar sus cabezas a Sicilia —me expresa en modo de burla. —Quiero enviarle un mensaje a Giovanna. —Puedes hacer lo que quieras —me asegura—, por ahora necesito que me ayudes a organizar todo y lograr que todos sean fieles a mí. —Mis hombres estarán aquí —asevero—. Yo iré con las cabezas a Palermo. —Tienes que saber que acercarte a ella es tu sentencia de muerte —me advierte. —Tengo mis métodos. Alcanzaré a Giovanna, aunque eso me cueste la vida. —Después de que te hagas con ella, necesito que vuelvas a Nueva York. —Asiento aceptando —. Alan le informó a mi infiltrado de que tuvo al niño. Me siento frente a él, paso las manos por mi cabello y sonrío. Eso es una excelente noticia y ahora solo necesito que alguien lo robe. —Fija un lugar e infórmale a Alan que iré a Palermo, necesito que tome al bastardo y esa será la única manera en que Giovanna vendrá a mí —le pido. —Tus deseos son órdenes —me contesta—. Ahora, eres el jefe de Nueva York y tienes mi agradecimiento por haberme ayudado a llegar aquí. —¿Qué planes tienes para los Lombardo? —inquiero. —Ellos vendrán a mí y los asesinaré, así como ellos hicieron con mi padre —responde y algo me dice que toda esta venganza tiene algo más—. Si algo nos ha enseñado esta vida es que se puede asesinar a cualquiera, pero la venganza siempre estará a la vuelta de la esquina. —Entonces, ¿tu vendetta no ha terminado? —pregunto. —Solo estoy comenzando, ojo por ojo y diente por diente, ellos me quitaron a mi padre y familia, ahora yo les quitaré poco a poco lo que aman. Me levanto de la silla ya que el momento de estar con Giovanna cada vez está más cerca. —Nos veremos pronto —me despido—. Ve y disfruta de la perra que está en la habitación, no le rompí el culo, para dejártelo a ti. —Lo haré, que tengas buen viaje. Salgo de ahí, voy directo al hotel en donde me alojo. Siempre he pensado que la autoridad italiana nunca ha estado realmente interesada en acabar con la mafia. La carnicería de esta tarde, tuvo que escucharse a miles de kilómetros, nadie vino a detenernos. Sé que con Valerio camino en

arena movediza, ya que en La Camorra nadie se salva, nunca podrás confiar en nadie. Aquí todo es cuestión de intereses, realmente muchos se burlarían de mí por no hacerme con la organización, pero no me gusta Italia, prefiero mi ciudad en donde los policías se rinden ante los sobornos y, en la clandestinidad, soy el Rey y Señor de la Cuidad que nunca duerme. Voy por ti, amor mío. Tu pequeño bastardo será quien te lleve a mis brazos y después disfrutaré de hacerte sufrir, porque solo de esa forma aprenderás a amarme y lo nuestro será para siempre.

Capítulo 30 GIOVANNA Salgo de la habitación en búsqueda de Maurizio, entro al

despacho sin tocar y lo encuentro reunido con los jefes de las familias. Todos al verme fruncen el ceño, no he podido dormir desde que Alessandro salió de aquí, no tenemos noticias de Vito y algo me dice que todo esto solo traerá desgracias. —Giovanna, te atenderé más tarde —me advierte mi cuñado con el rostro irritado. —No —contesto desafiándolo—. Puede que ahora seas el jefe, pero Alessandro sigue vivo y yo soy mujer, así que estoy en todo mi derecho de estar aquí. —Señora Lombardo, los negocios son asuntos de hombres —se burla Matteo Spadaro. Voy vestida con un traje de pantalón y chaqueta, para la sorpresa de todos, de uno de los bolsillos saco el arma que me ha dado Angelo y lo apunto. —Los negocios son asuntos míos de ahora en adelante —lo amenazo e invito a todos a desafiarme—. ¿Quién se atreve a desobedecerme? —¡Giovanna! —sisea mi nombre Maurizio. Matteo esboza una sonrisa en sus labios y giro mi rostro para observar a mi cuñado. Sus ojos castaños son iguales a los de mi esposo, puedo ver la incertidumbre dibujada en ellos. —¡Cállate! —reto a mi cuñado—. Creo que es momento que dejen de ser unos malditos trogloditas, mi esposo me ha dejado para ir en busca de su padre. ¡Tu padre, Maurizio! —le recuerdo—. Y yo no estoy dispuesta a perder a nadie. Uno de ellos se ríe y es Vella —¿Qué propone?, señora Lombardo —inquiere Santino Vella—. ¿Que vayamos como usted, apuntando a todos? Así no funciona la mafia. Lo fulmino con la mirada. —No. —Bajo el arma—. Lo que deseo es piensen como el enemigo y nadie conoce a Mario mejor que yo. Maurizio niega. —Ni se te ocurra —me advierte mi cuñado. —Él me desea a mí, estoy segura que el tal Valerio es solo una marioneta en todo esto —le aseguro—. Pónganlo a prueba. —Vaya, vaya, Lombardo. —La voz de Enzo Calabrese se escucha—. No sabía que la reunión incluiría a la esposa de tu hermano. Maurizio resopla. —Disculpen a mi cuñada —les comenta a todos—. Son las hormonas y que ella no está acostumbrada a este mundo. Empuño mi arma y lo apunto, no me temblará el pulso. Abre los ojos sorprendido, lo que no sabe mi cuñado, es que por su hermano soy capaz de todo. —Giovanna, baja el arma —me pide Angelo. —En Sicilia, las mujeres son más riesgosas que un hombre con una escopeta —se burla Enzo.

—Exijo estar en el concilio, su guerra es la mía y no pienso irme hasta que aceptes, Maurizio —lo desafío. Mi cuñado levanta sus manos en señal de rendición y poco a poco se incorpora, sabe que tiene todas las de perder. —Está bien, Giovanna —acepta—, puedes quedarte. Ahora guarda esa arma y quédate a mi lado. Obedezco y camino hasta él, todos los hombres me observan con interés. Estoy dispuesta a demostrarles que soy capaz de cualquier cosa por mi familia. El concilio da inicio y, sin dar mucha información, Maurizio les trasmite que Alessandro ha partido en busca de su padre. Todos hablan y se quejan de que mi marido no debió cederle de esa manera el poder, sin embargo, todos son silenciados cuando él demuestra que es un Lombardo de pies a cabeza y se levanta para darle un tiro a un asociado que ha venido desde las islas Eolias. Abro los ojos, porque sabía que él podía ser despiadado, mas nunca imaginé cuánto, y asesinar a sangre fría es un acto para demostrar poder en la mafia. —Las elecciones de mi hermano no son cuestionables y soy la persona indicada para ocupar su lugar —anuncia con voz siniestra—. Mientras él esté fuera de Sicilia, seré el jefe y nadie tiene el derecho de cuestionarlo, esto no es una democracia, todos lo sabemos y aquí respetamos a quien está al mando. —¿Estamos en guerra? —pregunta Santino. —Lo estamos y deseo que se preparen, vamos a buscar a Valerio Caputo y Mario Genovese hasta debajo de las malditas piedras. Enzo se levanta y pide la palabra, Maurizio asiente cediéndola. Este se ajusta la americana de su traje, fijando su mirada color verde en nosotros dos. —Mis informantes me han contado que en Nápoles hubo una movida muy importante hace dos noches. —Cierro los ojos y respiro hondo, casi de manera inmediata poso mi mano en el hombro de mi cuñado—. Temo que capturar a Valerio Caputo será un poco más difícil ahora que es el nuevo Capo de la Camorra. —¿Y Tocci? —pregunta un asociado. —Ha muerto… —anuncia. Tocan a la puerta y Angelo va hasta allí, la abre y un soldado le informa que tiene un paquete urgente que entregar. Maurizio acepta y una inmensa caja de cartón es puesta en el medio del lugar. La abren hasta descubrir una heladera portátil, mi cuñado camina hasta ella y la destapa. Al ver que se tambalea corro a su lado, pero Angelo trata de detenerme, lo piso con mi tacón y me zafo, cuando llego mi mundo se cae a mis pies. —¡Dios mío! —grito. Sumergidas en hielo están las cabezas de mi padre y Vito, siento que voy a desmayarme cuando unos brazos me atrapan. —Fue él —susurro—. ¡Lo voy a matar! —añado plagada de dolor y odio. —Sáquenla de aquí —ordena Maurizio. —¡¡No!! —gruño desesperada y me suelto, tomo la cabeza de Vito y la enseño a todos, ninguno demuestra nada—. Así los querrán ver Valerio y Mario, esto es solo un mensaje de lo que son capaces de hacer, si son hombres honorables van a buscarlos y traerlos aquí con vida, quien cumpla con esto tendrá el eterno agradecimiento de Giovanna Lombardo. Maurizio niega cuando coloco la cabeza sobre la mesa y salgo de ahí, todo mi cuerpo tiembla con una mezcla de ira y dolor que aumenta a cada paso que doy. Mario no se imagina que ha

abierto las puertas del infierno, que se prepare, ya que no descansaré hasta matarlo con mis propias manos. ***** Estoy llorando en silencio al tanto de que meso a Luciano en mis brazos, los últimos meses aguardé la ilusión de poder encontrarme con mi padre. Ahora todo es eso, un sueño que nunca podrá volverse realidad, estoy esperando a Maurizio ya que estoy segura de que lo que hice traerá consecuencias. Ahora entiendo esa frase que leí: “Nadie puede vivir una vida normal, sin tener pesadillas de vez en cuando”. No entendía a Vito la noche en que nació mi hijo, ahora sé que se estaba despidiendo y preparándome para su muerte. Cierro los ojos tratando de solo recordar su rostro sonriente y no su cabeza decapitada. Nunca en mis pesadillas más profundas imaginé algo así, necesito hacer algo para mantener a salvo a mi familia. La puerta se abre y Alan entra con el rostro pálido, desde que vive aquí, mi amigo no es ni la sombra del hombre que conocí, mi mundo consiste en cambiar las almas nobles y yo soy un ejemplo, nunca pensé tener sed de venganza, tengo deseos de asesinar a quien hizo esto. Estoy segura de que Mario está detrás de esto, que solo es un aviso más de lo que es capaz de hacer para conseguirme. —¿Estás bien? —me pregunta. —No —contesto levantándome para dejar a Luciano en su cuna—, pero la Giovanna que huyó de Nueva York, ya no es la misma que tienes frente a ti. —Asesinaron a tu padre —murmura. —Lo sé y el mismo que lo hizo, asesinó a los tuyos —le recuerdo llena de odio, me giro para estudiar a mi mejor amigo y él esconde su mirada mientras que yo comienzo a sospechar de todos —. Alan —lo llamo y él levanta su rostro para mirarme—. ¿Qué no se perdona en la mafia? Abre los ojos sorprendido por mi pregunta y cuando comienza a respirar aceleradamente, escondo mi mano en el bolsillo de mi pantalón. Tomo el arma esperando su respuesta. —La traición —contesta. —¿Debo desconfiar de ti, Alan? —lo interrogo. —¡Cristo, Giovanna! ¡Soy yo! ¡Tu mejor amigo! —me asegura haciéndose el ofendido y yo trato de leerlo—. Vine hasta aquí después lo que hizo tu ex. Alzo mi ceja y sonrío. —Si algo he aprendido en este tiempo es que todo es como en los negocios, un asunto de conveniencia, quiero confiar en ti, necesito hacerlo, pero hay algo que me lo impide. —¿Qué? —pregunta. —Las personas son capaces de cualquier cosa cuando las ciega el dolor, nunca tuviste una buena relación con tus padres, pero eran las personas que te amaron hasta que rechazaron tu naturaleza, nunca dejamos de amar a nuestros padres por muy malos que sean. —Pero… Camino hasta él con las manos escondidas en mis bolsillos, su nuez de Adán sube y baja con nerviosismo. Tal vez estoy sufriendo un ataque de paranoia, pero no termina de convencerme su lealtad. Me siento a su lado y saco la mano del bolsillo descubriendo el arma, los abre un poco más. —No me importa lo que has hecho, me importa lo que harás para demostrarme tu lealtad —le

aseguro. —¿Te has vuelto loca? —inquiere nervioso. Esbozo una sonrisa, lo que él no sabe, es que los seres humanos por proteger a los que amamos somos capaces de todo. —Me vas a llevar con Mario y prometo dejarte vivir —le ordeno, niega al mismo tiempo que tomo su mano y coloco el arma sobre esta—. Lo harás porque me lo debes, viniste a mi casa a engañarnos y estoy segura de eso. Alan se echa llorar y algo dentro de mí se rompe. —Valerio me obligó, me obligó a hacerlo para poder vivir —solloza—. Perdóname, Gio, soy el peor amigo de este mundo. Me levanto y me quedo mirándolo, no puedo creerlo. Cierro los ojos para respirar profundo y calmarme. —Debiste intuir que, si no te mataba él, lo haría yo… —sentencio—. Haz lo que tengas que hacer y llévame con Mario. —No puedo… —murmura—. Te hará daño. —Ya lo veremos, ahora sal de aquí y no vuelvas hasta que hayas conseguido lo que te pido. Alan se levanta y camina hasta la puerta, se detiene justo frente a ella. Me quedo observándolo. —Espero que algún día me perdones —susurra. —No sé si pueda hacerlo… —le aseguro y se me rompe la voz. Abre y sale dejándome con mi hijo, corro hasta ahí y le paso el pestillo. Me siento en el piso a llorar desconsolada. ¿En qué clase de mundo vivo? En uno miserable que es capaz de llevar a una persona a traicionar a los que ama, me siento engañada. Necesito actuar con la cabeza fría. Solo hay una cosa que puedo hacer… Asesinar a Mario Genovese.

Capítulo 31 MAURIZIO Escondo mi cabeza entre mis manos mientras pienso con claridad, el dolor de perder a mi padre me está cegando y no logro localizar a Alessandro. Mi cuñada está al borde de la locura y la organización está molesta con que sea el nuevo Jefe. ¡Todo es un maldito desastre! —Maurizio —me llama Angelo. Paso las manos por mi cabello sintiéndome desesperado, delante de mí están él y Enzo Calabrese esperando una respuesta. Tengo asuntos que atender y solo puedo pensar en que ahora mi padre está muerto. —Lombardo, es hora de decidir, luego piensa en llorar —expresa Enzo. Sus palabras me hacen levantar el rostro, me quedo observándolo y él asiente en respuesta. Este es nuestro mundo, perdemos a quienes más amamos. —Necesito a tus hombres —le pido—. Te juré lealtad, pero necesito a tus hombres. Enzo sonríe. —Tu cuñada tiene el valor que muchas mujeres en la mafia necesitan —comenta sin responderme y se levanta para caminar hasta el bar—. Pensé que se echaría a llorar, porque estaba la cabeza de su padre, pero resultó que exigió venganza y lealtad. —Giovanna es una Lombardo —siseo. —Y a los Lombardo se les debe respeto —me dice en forma de burla—. Todos estos años han perdido poder, pero estoy dispuesto a ayudarlos con una sola condición. Angelo se levanta y me observa tratando de decirme que no acepte nada de parte de él, pero es tarde, necesito con fuerzas vengar a mi familia. —¿Cuál? —inquiero. —Necesito alejar a Marena un tiempo de Lombardía, tú convertirás esto en una fortaleza por tu cuñada y sobrino, protege a mi hija y yo te daré a mis hombres. Sonrío. —Lo haré —acepto sin pensarlo. Enzo se sirve una copa de brandy y la toma de un solo trago, me está trayendo lo que más deseo a mi casa, así que de alguna manera estoy ganando. —Espero que tengas respeto por ella, ya que ha tomado los hábitos hace poco y le han dado permiso de salir mientras pasa todo esto. —¿Qué dices? —inquiero asombrado. Ahora el que sonríe es él. ¡Maldito! —Te dije que mi hija no era de este mundo y menos para ti, así que aleja tus ojos de ella y limítate a protegerla. Resoplo y Angelo se aclara la garganta. —Te damos nuestra palabra de que no correrá peligro. —Entonces es hora de un pequeño viaje —anuncia—. Ahora que tenemos casus belli[3] . —Se

abrocha su americana—. La suerte está echada. Sale de la habitación dejándome con mi miseria, tenerla cerca y no poder tocarla será una maldita locura. Angelo se sienta frente a mí. —¿Estás bien? —pregunta. —No, pero lo estaré cuando asesine a esos dos malditos —le aseguro. Me levanto y salgo de ahí, hay algo que tengo que hacer y creo que va a traerme problemas, no tengo que ir muy lejos pues me topo con Giovanna que está dando órdenes a la servidumbre. —Rosas blancas —les dice mientras sostiene a Luciano en brazos. —Giovanna —la llamo. Centra toda su atención en mí y me observa con altivez, cierro los ojos, ya que, lo que menos deseo es otro enfrentamiento con ella y le ordeno al servicio—: Déjennos a solas. No tengo que pedirlo dos veces cuando lo hacen, ella camina hasta el salón y se sienta en el sofá, mi sobrino está envuelto en una manta que pertenecía a Valentina. Tiene una L bordada en hilo dorado. Me acerco para mirarlo y sonrío, él es la única alegría entre tanta desgracia. El brillo se ha opacado de los ojos de mi cuñada, ahora son dos glaciares llenos de odio. —Giovanna… —Lo haría de nuevo —me asegura adivinando mis pensamientos—. No me importa nada, te dije que moriría por todos ustedes. —No puedes hacer eso nunca más—le ordeno con voz dulce y me siento a su lado—. Solo trato de mantenerte a salvo. Los negocios son de los hombres. Ella cierra los ojos y una lágrima se escapa de uno de ellos. Exhalo cansado, imaginé cualquier cosa para este día, pero nada se compara a esto. —Mantenerme alejada de lo que sucede no lo cambiará, tu padre y mi padre están muertos, Alessandro está fuera y no sabemos nada de él y tenemos una maldita guerra iniciando, soy mujer, pero no una tonta —me contesta—. Yo también voy a protegerlos. Suelto el aire de mis pulmones y tomo a Luciano en mis brazos. Hay algo en la apacibilidad de los bebés cuando duermen, que te da paz. —Mi padre sabía que ese podría ser su final y fue lo que escogió… —Paso el dedo por su regordeta mejilla y le digo a mi cuñada—: Mi padre aseguraba que odiar a tus enemigos, solo nubla tu juicio. —¿Cómo pretendes que no los odie? —pregunta—. Mario asesinó a mi padre, puede que no fuera el mejor de todos, pero era mi padre —solloza—, también hizo lo mismo con Vito, enviar sus cabezas lo hizo para recordarme que está cerca. Exhala cansada. —Recuerda que la venganza es un plato que se toma frío —le recuerdo. Se levanta y comienza a caminar de un lado a otro, imagino que la rabia y el dolor es lo que la hace actuar de esa manera—. Giovanna, lo único que te pido es que no cometas una locura, si te sucede algo, Alessandro nunca me lo perdonaría. Ella se detiene. —Él me dejó sola —murmura con rabia. Niego y me levanto, me acerco a ella y le entrego a mi sobrino, lo toma en sus brazos y la abrazo. Mi cuñada se derrumba llorando, demostrándome que está tan rota como todos nosotros. —Vendrá alguien, necesito que la hagas sentir en casa —le pido. Ella sorbe y se queda observándome por unos segundos más. —No podremos darles cristiana sepultura a dos cabezas —solloza—, quiero los cuerpos de

nuestros padres. Cierro los ojos… —Lo haremos con lo que tenemos y vas a ser la mujer fuerte que demuestras ser, necesito que mantengas la cabeza fría y pienses con claridad, salir a arriesgar tu vida puede terminar mal. —Maurizio… —Por favor… —le ruego—. No puedo perderte a ti también. La suelto y me voy caminando hasta salir de casa, los hombres me siguen de cerca y les hago seña que no lo hagan. Recorro el patio trasero hasta los límites de la mansión, me siento en el árbol en donde mis hermanos y yo tallamos nuestros nombres. Y pienso, tratando de encontrar el camino hacia la venganza. En el momento en que mi hermano decidió irse, debí detenerlo, porque es muy difícil decirles adiós a las personas que amas. ***** Los días pasan mientras que por las calles de Palermo y Nápoles corren ríos de sangre, hace una semana que a nosotros se ha unido la mafia Foggiana; al parecer tanto ‘Ndrangheta, ellos y nosotros estamos sedientos de la sangre camorrista. Salvatore Luciano es el capo de esta organización, que es considerada la cuarta en toda Italia, también la más hermética y sangrienta. Al tanto que nosotros tenemos más de cien años, ellos aparecieron a la vista de todos hace cuarenta años. Ellos llevan tiempo tratando de destruir a La Camorra y aprovecharán esta oportunidad, para hacerlo. Le hemos dado cristiana sepultura a mi padre y al padre de Giovanna, aunque ella se siente infeliz por solo tener una cabeza y no el cuerpo completo de los dos. Esta noche espero a Enzo y la llegada de Marena es inminente, mi socio me ha demostrado lealtad y ahora tengo que cumplir mi maldita promesa. Giovanna baja las escaleras con Luciano en brazos, a mi lado están Angelo y Matteo. Mi cuñada parece una reina, aunque el dolor ha borrado la alegría de sus ojos. Mi mejor amigo se aparta y deja que ella se coloque a mi lado. —Tanta bomba por una monja —murmura Matteo con fastidio. Uno de los hombres abre la puerta mientras fulmino con la mirada a mi socio. Enzo entra y detrás de él lo hace Marena, vistiendo una falda anticuada que le llega a los tobillos, una camisa cerrada hasta el cuello, un crucifijo guinda pendiendo de este y su cabello cubierto por una maldita cofia. Nunca he renegado tanto de Dios como en este momento. —Gianna… —susurra Marena al ver a Giovanna. Enzo la sostiene cuando se desmaya delante de todos nosotros, corro hasta ellos y se la arrebato a su padre. La levanto para llevarla al salón. —¿Qué ha sucedido? ¿Quién es Gianna? —pregunta Giovanna. —Gianna es su prima. —Escucho que le contesta Enzo mientras trato que vuelva en sí—. Te pareces tanto a ella. —Enzo, no digas nada más —le advierto. Él viene hasta donde estoy, Giovanna le pide al servicio que traiga alcohol. Matteo y Angelo se mantienen alejados. —¿Qué no va a decirme? —me pregunta ella y veo que le entrega a Luciano a Matteo, quien mira al niño con cara de circunstancias—. ¿Seguirás ocultándome todo? —Señora Lombardo —la llama Matteo, porque está a punto de que le dé un síncope. —Es un bebé, ¡por Dios! Si disparas un arma, puedes sostener un bebé —le recrimina ella con

rabia, y en otro momento me burlaría de eso—. A ver, Palermo es un río de sangre, traen a esta chica a mi casa y cuando se encuentra conmigo, ella se desmaya, porque parece haber visto un fantasma, mejor me ponen al día o comienzo a dispararle a todos. Angelo suelta una carcajada y Enzo esboza una sonrisa a mi lado, pongo los ojos en blanco y en ese instante, Marena abre sus párpados. Al verme sonríe y acaricia mi rostro. —Maurizio… —musita—, me regresaste a Gianna. —Marena, pequeña, ella no es Gianna —le susurra su padre—. Ella es Giovanna Lombardo. Se incorpora y se queda mirando a Gio, me parte el alma cuando comienza a llorar desconsolada. Llevo mi mano a su mejilla y mi cuñada frunce el ceño con mi gesto, pero la bajo para esconder lo que siento por ella. Se acerca a Marena y toma asiento a su lado sujetando su mano. —Bienvenida a nuestra casa, Marena —le dice. —Papá, se parece tanto a Gianna… —musita aún desconcertada. —Lo sé… —acepta Enzo. —¿Quién es Gianna? —le pregunta Giovanna. Comienzo a negar con mi cabeza, pero Marena ha centrado toda su atención en mi cuñada, antes que podamos hacer algo, le contesta: —Mi prima, ella fue asesinada… —¿Quién lo hizo? —pregunta Giovanna. —Giovanna… —la llamo para captar su atención. —Mario Genovese… Mi cuñada se levanta lívida y por primera vez en el tiempo que llevo conociéndola, puedo ver el terror en su rostro. Ha comprendido que no estamos tratando con tan solo un mafioso, Mario Genovese es un psicópata que ha llevado su obsesión por ella muy lejos. Se acerca a Matteo y le quita su hijo. —Eres bienvenida, Marena —afirma y comienza a caminar—. Estaré en mi habitación, por si me necesitan. Me siento frente a ellos, la chica parece tan desconcertada que creo que no fue para nada buena idea traerla aquí. —Angelo, acompaña a Enzo y Marena al ala en que se alojarán —le pido—. Matteo, tenemos que salir. Me levanto, necesito un poco diversión y sé en dónde podré encontrarla. Salimos de la casa y subimos al Ferrari de mi socio. —Al centro de operaciones —le ordeno. Matteo sonríe.

Capítulo 32 ALESSANDRO Salvatore

Luciano se limpia la sangre mientras los hombres amarran al jefe de uno de los barrios de Nápoles. Hacernos con él fue una carnicería, entramos al bar que frecuenta con sus palis y luchamos cuerpo a cuerpo hasta que acabamos con todos. Lo encontramos en el baño, escondido, tratando de pasar desapercibido por nosotros. Ni me molesto en lavarme, deseo que observe al mismo demonio que va a quitarle la vida. —Las leyendas son ciertas —se burla Luciano. —Lo son —acepto. Se carcajea, este tipo puede pasar por un nórdico, alto, lleno de músculos y tatuajes, el cabello rubio se le oscurece por la sangre y sus ojos verdes son letales, pero nació en las calles de Foggia. Cuando acudí a él para pedirle ayuda hace un mes, estuvo a punto de asesinarme con sus manos por atreverme a llamarlo gallina. —Eres tan sádico como todos nosotros —me asegura. —Nadie conoce sus más bajos instintos hasta que defiende a los que ama —le contesto mientras observo al hombre resistirse. —Por eso es mejor follar que enamorarse… Prieto Esposito está desnudo sobre una silla, me acerco ignorando la última frase de mi compañero de crímenes. —Prieto, Prieto, Prieto —repito su nombre en una letanía—. Es de cobardes abandonar a tus soldados en plena batalla y esconderte como una cucaracha. Me detengo frente a él… —Maldito hijo de puta, vas a pagar caro todo lo que estás causando —me grita saltando sobre la silla. Sonrío y tomo una soga gruesa del piso, la punta está hecha un nudo que al golpear contra el cuerpo puede causar hemorragia. Depende siempre de la fuerza que se use. —Los capos de la Camorra deberían dejar de comer pizza y entrenar algo más que sus pollas —me burlo. Todos mis hombres comienzan a reírse, camino a su alrededor enrollando y desenrollando la soga. —Maldito —me maldice cuando lo rozo con ella. Lanzo el primer latigazo con fuerzas y el hombre llora. —Me encanta escucharte, Prieto, —me río—. ¿Sabes? Desde los catorce años aprendí a torturar observando a mi padre, ¿lo recuerdas? Vito Lombardo, al que llevaste a casa de Donato y luego viste morir asesinado por tu jefe. —Guardo silencio cuando pierde el color de su rostro—. En fin, pero lo que nunca entendí hasta ahora, que todas esas torturas elaboradas, solo crean un poco más de terror. —Le doy vuelta a la soga y lo golpeo en el estómago—. Es tan simple causarle un hombre tanto dolor, más del que puede soportar. Gime quejándose… Tiro la soga en el suelo. Estoy de traje y corbata, lo crean o no, llevo

apenas cinco horas en la ciudad, fue bajarnos del avión e ir por el eslabón más débil. Valerio Caputo solo ha desatado al monstruo, ahora me convertiré en la peor de sus pesadillas. Me desato el lazo de la corbata para finalmente deshacerme de ella y abrir mi camisa en los tres primeros botones, me despojo de la americana y me doblo las mangas. Tomo un banco y me siento frente a él, le doy una bofetada y él me escupe lo pies. —Tengo una sola pregunta para ti, querido Prieto, ¿en dónde encuentro a Valerio Caputo? —No voy a decirte nada, pedazo de mierda —responde—, te veré arder conmigo en el infierno. —Quiero una respuesta —le ordeno levantándome, tomo la soga y lo golpeo no una sino dos veces, solo se escuchan sus gritos de dolor—. Es mejor que colabores o vas a quedar irreconocible, tanto que, la puta de tu mujer no podrá ni mirarte. —¡No te diré nada! —grita. Lo golpeo con rabia, descargando todo el odio que siento por Valerio y Mario. Luego que uno de sus palis me contara llorando debido a mi tortura, cómo ellos asesinaron a mi padre y al padre Giovanna, solo deseo hallarlos para causarles el peor de los dolores. Me detengo y comienzo a rodearlo. —Es una única respuesta la que debes darme —le recuerdo. —No voy a decirte nada —manifiesta escupiendo sangre—. Vas a morir y nada de lo que me hagas podrá evitarlo. —¿Voy a morir? —le pregunto. —Sí, porque somos más fuertes que tú, van a pagar todo lo que están haciendo. —¡Salvatore! —llamo a mi socio y este sale de las penumbras con una cadena en sus manos y le comento—: Este pedazo de mierda cree que vamos a perder. Prieto abre los ojos cuando Salvatore comienza a girar la cadena riéndose. Le da el primer golpe justo en su polla, llora como un auténtico marica. Comienzo a reírme mientras él toma su turno para torturarlo. Al detenerse, me acerco y le exijo de nuevo: —Vamos, dime dónde está Valerio y te dejaré ir en una pieza. Prieto comienza a reírse. —No te diré nada —asegura. Rasco mi frente cansado de su negativa, saco mi arma y le doy un tiro en la frente, me acerco para rematarlo hasta que no queda nada en el cartucho. —Van y tiran su cuerpo en una plaza, lo queman para que Valerio Caputo se entere de que con un Lombardo no se juega —les ordeno a los hombres. Camino hasta donde dejé la americana y la recojo, salgo de ahí para irme al refugio, de cerca me sigue Salvatore y varios hombres que cuidan nuestras espaldas. —Nunca pensé que podría verte en acción —comenta divertido. —Eso es solo una muestra de lo que soy capaz de hacer —le digo. —A los amigos mantenerlos cerca y a los enemigos aún más cerca —murmura—. No ambiciono tenerte de enemigo. —No lo hagas…. Subimos a los todoterrenos, al llegar a un búnker subterráneo, camino hasta una habitación, tiro mi bolso en la cama y voy hasta el baño para darme una ducha. El agua caliente va barriendo la sangre de todos los que asesiné el día de hoy, se hace un charco de ella alrededor de mis pies. Cierro los ojos y pego las manos en los azulejos dejando caer el agua, el peso que llevo sobre mi espalda es lo único que me da fuerza para seguir, ahora solo quedamos Maurizio y yo, nadie más,

nuestra familia ha sido reducida a nada y estoy a punto de enloquecer. Necesito a Giovanna lejos de todos, necesito que se mantenga a salvo. Termino de lavarme, así de alguna manera logro borrar todos mis crímenes. Sabía que por ella sería capaz de matar de nuevo y no me arrepiento nada, solo requiero acabar con esta guerra, la primera de muchas que tendré que enfrentar. ***** Tomo el teléfono satelital y marco el número de Maurizio, cierro los ojos esperando que conteste. —¡Alessandro! —contesta jadeando. —¿Estabas follando? —pregunto en todo de burla. Mi hermano suelta una carcajada. —Mejor que eso, estaba torturando —me contesta. —Te estoy llamando rápido para saber cómo va todo allá —le comunico. —Bueno… —titubea y algo me hace pensar que se trata de Giovanna—. Deberías llamar a tu esposita y recordarle cuál es su lugar. —¿Qué sucedió? —inquiero esbozando una sonrisa. —La tarde del concilio irrumpió en el despacho, apuntó a todos con una maldita arma y luego exigió quedarse… —«Esa es mi chica». Susurro en mi mente—. Lo peor fue cuando llegaron con la encomienda de Valerio. Exhalo cansado. —¿Se puso a llorar? —pregunto. —Nada que ver, tomó la cabeza de papá y exigió su vendetta… —me informa, puede intentar sonar hastiado, pero noto el orgullo en su voz. —¿Que hizo, qué? —Lo que oyes, no sé qué es lo que está pasando por la cabeza de tu mujer, pero tengo miedo de que termine haciendo alguna tontería —me responde y se ríe—. Y pensar que no sabía nada de la mafia y ahora es toda una mujer de honor, espero que se calme con la llegada de Marena. —¿Quién es Marena? —La hija de Enzo Calabrese, —suspira—. La mujer más hermosa que he visto en mi vida, pero me la robó Jesucristo. —Maurizio, déjate de chorradas —le ordeno—, escucha lo que tengo que decirte, pues es importante, primero, por favor, no te vayas por tanto tiempo de casa ya que creo que el traidor está más cerca de lo que imaginamos, no puedes confiar ni en tu sombra en este momento y, segundo, creo que Mario está en Palermo, debes tener cuidado. —Pero, ¿quién es el traidor? —pregunta. —No lo sé, pero cuando lo descubra, va a sufrir la peor de las muertes… —No puedo creer que alguien de nuestro círculo se atreva a traicionarnos —murmura y escucho el eco sus pasos. —Te lo dije, es claro que ellos harán cualquier cosa por destruirnos. Espero que algún momento nombre a papá, pero no lo hace y doy gracias a Dios por ser educados para enterrar a nuestros muertos, para después centrarnos en la venganza. —Tendré cuidado —me asegura—. Mantendré a salvo a Gio y Luciano. Cierro los ojos pensando en mi hijo. —Por favor, esa es tu tarea…

—Alessandro… —pronuncia mi nombre y lo escucho accionar la alarma de su auto. —¡Maurizio!, ¡noo! Alguien grita detrás de mi hermano y segundos después escucho una explosión, la línea se queda muerta. Mi corazón se paraliza una vez más, no puedo perderlo también a él. Estrello el aparato contra la pared y maldigo en voz alta, la puerta se abre y Salvatore entra. —¿Sucede algo? —Es urgente que llames a Matteo —le ordeno—, necesito saber si mi hermano vive. —¿Vive? ¿No estabas hablando con él? —¡Hazlo! Salvatore parece entender y sale dejándome a solas, me siento en el piso y paso mis manos por el cabello. Estoy rozando en la locura, no puedo perderlo a él, no puedo perderlo a él también. Tengo que detener esto hasta que no me quede nada, esta maldita guerra que inició cuando mi padre exterminó a la rata de Caputo, ahora su hijo es un grano en culo que está causando más molestias de las que debe. No puedo dejar Nápoles, necesito encontrarlo, a él y a Mario Genovese. Cierro los ojos pensando en lo que acaba de contarme mi hermano, mi dulce ángel se ha convertido en una vengadora. Estoy seguro de que cuando todo esto acabe nunca más seremos iguales, su alma ha sido corrompida y yo perdí la mía. La miseria que trae este maldito mundo no es lo que tenemos, podemos ser asquerosamente ricos, pero no podemos vivir completamente felices, siempre ocurrirá algo que perturbará la paz de nuestras vidas. Me levanto y salgo, afuera encuentro a los hombres preparando las armas para nuestro próximo asalto. Mi socio se acerca con el rostro serio y temo que lo peor ha pasado. —No logro comunicarme —me avisa—, pero ya debemos salir o perderemos esta oportunidad. Paso mi mano por mi rostro y me quedo observándolo por unos segundos, asiento sin decir nada más. La mejor demostración de amor es cuando eres capaz de iniciar una guerra por las personas que amas. Al subirme al todoterreno beso la medalla de Santa Rosalía y cierro los ojos pensando en ella… Mi ángel… Nos imagino a los dos en nuestra casa en La Toscana, nuestro pequeño Luciano caminando entre las vides. Ella riendo junto a él, jugando a atraparlo mientras yo los sigo de cerca, me aferro a esto desde que salí aquella noche dejando a mi esposa sola y con nuestro bebé. Ellos son la razón para estar lejos de casa. No me importa mancharme las manos de sangre las veces que sean necesarias hasta encontrar a los malditos que están provocando todo. Nuestro amor es lo que me hace resistir, puede que ahora estemos separados. Sé que Mario no descansará hasta llevársela, pero yo no cesaré hasta matarlo. Ya no deseo vivir mi vida con miedo, no quiero esperar mil años para tan solo volver a ver sonreír a mi esposa. Aún arde en mis labios ese último beso. —¿Listo? —inquiere Salvatore sacándome de mis pensamientos. Sonrío. —Nunca he estado más listo para matar… Bajamos de los autos cuando las primeras detonaciones de las granadas se escuchan, nuestros hombres lanzan bombas de humo y bajamos nuestras caretas para respirar. Otro barrio, otro capo y muchas muertes. Estoy cerca y lo voy a conseguir.

Capítulo 33 MARENA Sostengo a Luciano mientras Giovanna se queda observándome, desde que llegué a casa no me he despegado de ella. Se parece tanto a mi dulce Gianna, mi amada prima, quien tuvo el peor de los destinos. —¿Por qué decidiste tomar los hábitos? —me pregunta rompiendo el silencio. Escondo mi mirada, la verdad es que desde hace un tiempo estoy dudando si es correcto ser monja. «Desde que él llegó», susurra una voz maliciosa en mi mente. —En el mundo en donde nacimos es muy fácil corromperse, pienso que todas las almas tienen salvación y espero que Dios de esta manera perdone a mi padre. —Muy dantesca tu visión de la salvación —se burla—. Yo también pensaba como tú, pero las circunstancias te llevan a cometer crímenes para salvar a los que amas. Me remuevo incómoda. —¿Has cometido alguno? —inquiero y poso mi mirada en el bebé. Giovanna guarda silencio y busco su rostro, cuando nuestras miradas se cruzan no necesito escuchar su respuesta. El mundo la ha endurecido. —Haré cualquier cosa por mi familia —contesta—, así tenga que asesinar. —Asiento cabeceando, cuando mi padre me contó sobre la muerte de Gianna, deseé con todas mis fuerzas asesinar al malnacido que le hizo eso. Nunca pensé que podría desear algo así—. Igual no entiendo tu razón para ser monja, puedes salvar el alma de cualquier persona sin entrar a un convento. —El camino a la santidad no es lo que busco. —¿Qué buscas? —Paz… —Eres hermosa, Marena. —Sonríe cuando Luciano comienza a llorar—. Es hora de comer. Observo el reloj, son las diez de la mañana y Maurizio no ha dado señales de vida, normalmente hablamos todas las mañanas cuando tomo un pequeño paseo en su jardín. Estos días aquí me han traído mucha confusión. Él me inspira a pecar y me conquista dejándome libros en la puerta mi habitación todas las noches, cuando los abro encuentro sus notas y las frases subrayadas. El último que dejó fue Cumbres Borrascosas, nunca me había interesado en leer, la verdad siempre me aburrió, pero ahora en la soledad de esa habitación no puedo dejar de hacerlo y, más, porque cuando leo cada frase siento que estoy conociendo algo de él. Las puertas de la casa se abren bajo gritos a modo de órdenes. Giovanna me entrega al niño y saca del bolsillo de su falda un revolver. Abro los ojos asustada cuando me ordena: —No te muevas y cualquier cosa corre con él. —Giovanna… Matteo aparece ante nosotras lleno de sangre y lívido, ella lo apunta con el arma temiendo lo peor. —Baja el arma, Giovanna —le pide y levanta sus manos en señal de rendición—. Es Maurizio.

Ella se tambalea y baja el arma, siento que se abre la tierra y que estoy a punto de caer. Las dos salimos corriendo, veo bajar a Alan y la toma por el brazo. —No puedes ir allí —le ordena. —Suéltame o te pego un tiro —lo amenaza y él lo hace. —¡Cada día está más loca! —Lo escucho murmurar cuando paso por su lado siguiéndola. Giovanna se abre paso entre los soldados que se apartan cuando ella pasa, todos la observan con respeto y admiración. Se detiene ante la puerta de una habitación y un hombre que se llama Angelo le susurra algo, ella niega y la abre. La sigo y mi padre me detiene. —Tengo que entrar —le pido. —Quédate aquí con el niño —me ordena. Todos a mi alrededor están llenos de sangre, parece que estaban en alguna mortandad exterminando a cualquiera que se les atravesara. Mi padre afloja su agarre y aprovecho la oportunidad para colarme dentro. Lo que menos me esperaba era encontrarme con una sala médica dentro de la casa. Giovanna está llorando sobre el cuerpo inconsciente de Maurizio y me tambaleo. —No puedes dejarme, ¡tienes que luchar, maldita sea! —le exige. —Giovanna… —la llamo y ella se fija en mí. Siento el calor de mis lágrimas correr por mi rostro, Matteo y mi padre entran junto a Angelo. —¿Por qué él está así? —les exige—. Y ustedes no tienen un maldito rasguño. Silencio… Silencio… —Alguien puso una bomba en su auto —contesta finalmente Matteo—. Tenemos un traidor entre nosotros. Giovanna pierde el color de su rostro y se levanta, camina hasta donde ellos están y les ordena: —Busquen a Alan… Matteo acepta y sale de la habitación, ella se vuelve hacia a mí y sonríe. —Tengo que pedirte que te quedes con Luciano y Maurizo. —Se acerca y acaricia mi rostro—. Eres un ángel. —Ve, no te preocupes. —Todo lo que necesites para Luciano te lo dará la servidumbre, le pediré a Apolonia que te ayude. Sale dejándome con mi padre que niega al verme, escondo mi mirada y él sonríe. Sé que solo desea lo mejor para mí, pero creo que no es esto. —Tanto cuidarte y llevé el pecado a nuestra propia casa —murmura. Acaba de leer mi corazón. —Papá… —Ve y siéntate con él, tal vez eso lo traiga de vuelta —me ordena. Me acerco con Luciano mientras mi padre busca una silla y la coloca a un lado de la cama. Maurizio está conectado a un monitor, parece que está dormido. Temblando llevo mi mano a la suya, la tomo cerrando los ojos. —Aquí estoy, Maurizio… —susurro. Cuando vuelvo a abrirlos tengo la ilusión de que pueda escuchar mi voz, la puerta se abre y giro mi rostro observando salir a mi padre. Luciano se mueve inquieto y lo meso tratando de calmarlo. —¡Oh Dios mío! —musito bajito, sonriéndole al bebé—. Si lo salvas, prometo entregarme a ti.

—Prefiero morir —expresa una voz gruesa. Levanto mi mirada y unos ojos castaños me observan con intensidad, una que es capaz de abrasarme. —Maurizio —susurro su nombre mientras él aprieta mi mano. —No temas, no voy a morir, no hoy, no mañana. —Se queja de dolor cuando trata de respirar —. No voy a morir hasta que seas mía, entonces sí podré hacerlo en paz. Sus palabras me roban el aliento, nunca imaginé sentir algo así por un hombre. Se suponía que sería del Señor, pero mi corazón late cada día más por Maurizio Lombardo.

Capítulo 34 MATTEO SPADARO Giovanna Lombardo entra decidida a la habitación en donde estamos, Enzo y yo trajimos a Alan como ella lo ha pedido. Parece un Reina a punto de ejecutar a un enemigo, se acerca al hombre dándole una bofetada que le voltea el rostro. Mi compañero me da un codazo llamando mi atención, sonríe y leo “ardiente” con sus labios. Ahora entiendo qué fue lo que vio Alessandro en ella, la Bestia tiene a su Bella. Esa mujer es fuego. —¿Qué coño hiciste? —inquiere al chico que la echa una mirada de odio—. Si me estás traicionando, no me va a temblar el pulso para matarte yo misma. —¡No hice nada! —grita su amigo. Ciega de rabia de ver a Maurizio herido, vuelve a cachetearlo. Sonrío, podría ir a interrogar a cualquier prisionero. —Te pedí que me llevaras con él, no que mataran a mi cuñado, ¡idiota! Enzo y yo nos miramos con sus palabras, el hombre es el maldito infiltrado y ella lo sabía. —No fui yo, te lo juro —le contesta y comienza a reírse histéricamente—. Mírate, saliste hace un año huyendo y eres igual a ellos, una asesina. Ella alza su mano para pegarle, pero se detiene a mitad del camino. Todos conocemos su historia. Camina hasta el escritorio y posa sus manos encima, su cuerpo se dobla y comienza a temblar a causa del llanto. —Hubiera hecho lo mismo por ti. —Se gira y le muestra su vulnerabilidad a Alan—. Eras el hermano que me dio la vida. —Tu exprometido violó a mi madre y su secuaz me ha violado miles de veces, ¡¡te odio!!, ¡¡te odio!! —le grita. Todos guardamos silencio por su confesión, pero Giovanna se recompone ya que tiene un objetivo y todo el dolor que pueda estar sintiendo, cualquier rato de empatía lo convierte en odio. —¿Qué hiciste? —exige. —Esta vez no hice nada, tal vez deberían buscar entre ustedes y ver quién los está traicionando —le contesta. La chica cierra los ojos y niega tratando de aceptar su nueva realidad. Se gira hacia a nosotros. —Lo que escuchen aquí, no puede salir de estas paredes —nos advierte—. Tú. —Me señala —. Harás lo que te pido y, tú. —Señala a Enzo—. Ni pienses en contarle nada de esto a Maurizio. —No recibo órdenes de una mujer —contesta Enzo poniendo los ojos en blanco mientras yo guardo silencio—. Dios, me libre. —Lo harás por Gianna —le contradice ella. Mi compañero niega perdiendo el color de su rostro, Giovanna camina hasta a mí y me revisa hasta encontrar mi móvil. Regresa sobre sus pasos y desata a Alan, le pega el móvil en el pecho. —Llama a Valerio —le ordena—. Llámalo y dile que yo quiero irme con Mario. —Giovanna, no —interrumpo pensando en Violleta—. Piensa en tu hijo y en Alessandro.

Ella me echa un vistazo, me fulmina con la mirada y vuelve a darle el móvil. —¡Hazlo! —le exige—. Lo mantienes en altavoz. —Alan niega, y por primera vez en todo este rato puedo ver el terror pintado en su rostro, ella le importa, lo que dijo hace rato es solo producto de todo lo que causó nuestro mundo en él—. ¡Hazlo, maldita sea! Cierro los ojos cuando su amigo acepta y marca, se escuchan los tonos y cuando por fin creemos que no va a responder, lo hace y se hace un silencio perturbador. Ella le hace señas con su rostro que hable. —Soy yo… —murmura en hilo de voz—. Alan… —Estaba esperando por ti —le contesta Valerio con voz seductora—. Extraño enterrarme en tu culo. —Giovanna y Alan hacen una mueca de asco, él cierra los ojos y respira hondo—. Estaba esperando por ti, tengo órdenes, tienes que hacerte con el bastardo de Alessandro y llevárselo a Mario, la quiere a ella y su hijo será el medio para un fin. Ella comienza a negar y su amigo parece entender. —No es necesario, Giovanna descubrió la verdad y quiere ir con él por voluntad propia —le anuncia. Y al escuchar la sentencia de muerte de Giovanna, mi mente viaja cinco años atrás a Via Roma. Violleta me besaba con pasión, la misma que poseía por ella, aquella noche íbamos a cenar a su restaurante favorito y bajo estrictas normas seguridad. Desde que la vi en aquella reunión, lo supe, algo en mi corazón me dijo que era la mujer de mi vida. Los días siguientes me obsesioné, ya que necesité volver a verla, tocarla, besarla y poco a poco Violleta Scordato se convertiría en mi obsesión. Ella me vio y sintió lo mismo. Pero no era para mí… Era la mujer de un capo de Bratvá, que era socio de mi padre en el tráfico de armas. —Eres mía —le susurré al oído. —Tuya —me contestó en voz baja. El auto se detuvo frente al local y bajé primero para ayudarla, me ofreció su mano y el destello de la roca que había puesto en su dedo me hizo sonreír. Salió del interior con una sonrisa, esa mañana nos habíamos casado en secreto, era mía y nadie podría arrebatármela. El sonido de unas motos de alta cilindrada llamó mi atención, cuando volteé, dos venían hacia nosotros a toda velocidad, no me dio tiempo de reaccionar cuando el hombre que iba atrás sacó un arma y apuntó directamente a su cabeza, un tiro certero. Ante mis ojos Violleta se tambaleó y la sujeté entre mis brazos, conmocionado caí al suelo con ella y ya su cuerpo estaba laxo en mis brazos. Le di unas palmadas a su rostro. —Mia amata, mia amata, guardami[4] —le rogué. De su frente manaba sangre y la besé tratando de revivirla, aunque sabía que estaba muerta. Que nunca más encontraría una mujer como ella. Al abrir mis ojos, Giovanna le ha quitado el móvil a Alan y me lo entrega, lo tomo negando ya que Alessandro no soportará perderla, toda esta guerra para nada. —Rastreen el número —me ordena—. En dos noches, ustedes me llevarán junto a Alan. La puerta se abre y Angelo entra, todos guardamos silencio. Giovanna frunce el ceño y lo observa de modo extraño. —¿Dónde estabas? —le pregunta. —Tratando de averiguar quién fue —contesta Angelo después de un breve silencio. Sus palabras no cuadran en todo esto y parece que Giovanna también lo intuye.

—Vamos, que deseo ver a mi cuñado —le pide. Sale con él y nosotros nos quedamos dentro del despacho. Enzo suelta un silbido y yo me quedo en silencio. —Esa mujer acaba de firmar su sentencia de muerte. Alan se levanta y se arrodilla frente a nosotros, me quedo mirándolo sintiendo ira por él, porque es un maldito traidor. —¡Mátenme! —nos pide—. No me obliguen a llevarla con él. Niego y me acerco, le escupo el rostro. —Morirai pezzo di merda[5] Salgo de la habitación directo a mi casa, necesito un descanso de todo esto o los malditos recuerdos van a atormentarme.

Capítulo 35 ALESSANDRO Tengo

tres días sin saber nada sobre mi familia, empiezo a sentir miedo por lo que está sucediendo en Palermo. Estoy seguro de que algo le sucedió a mi hermano. ¿Ahora quién protegerá a Giovanna? Desde que llegué a Nápoles mis manos están manchadas de sangre, por más que quiera borrarla siempre terminan rojas y no puedo evitar sentirme un asesino. Mantengo la fe de reencontrarme con la mujer que amo, cada pérdida, cada muerte y cada disparo solo tienen como objetivo volver a ella y a mi hijo. —¿Estás bien? —me pregunta Salvatore. —No... —murmuro mientras como una hogaza de pan. Ya he vivido guerras, recuerdo que en la primera apenas tenía dieciocho años, mi padre se enfrentaba a un socio de una de las Islas, Sicilia entera ardía en llamas y yo solo era un aspirante a ser soldado de la Cosa Nostra. La segunda guerra que enfrentamos fue contra los jueces de la ciudad, cierro los ojos recordando cada extorsión que llevé a cabo para conseguir un solo objetivo, asesinar. A Vito Lombardo todos lo respetaban, nadie se atrevía a enfrentarlo, aquel que pasara esa línea terminaba muerto. Benévolo cuando debía, despiadado cuando imponía su ley. Esto es lo que somos, por más sueños de paz que podamos poseer, nunca la alcanzaremos. Quisiera una muerte tranquila, pero acepté que puedo morir asesinado por algún traidor o enemigo. Algo que no logran entender las personas es que eres amigo de la mafia o eres su enemigo, aquí no tenemos grises, es blanco o es negro, es bueno o es malo, eres leal o no lo eres. La lealtad es todo para nosotros, primero es la organización y luego tu propia familia. Muchas veces suena absurdo que pensemos de esta manera, solo que fuimos criados para eso, a veces creo que viene en nuestros genes. Mi padre me preparó para su muerte desde pequeño, aunque soñé que lo haría en la tranquilidad de su hogar, murió vengando a su hija, supongo que lo hizo en paz. Hay muchos que después de probar lo agrio de este mundo se arrepienten y desean desertar, pero es imposible. Yo mismo creí que podía escapar de toda la miseria y la tragedia, pienso y sostengo que somos caos, buenas personas saben explotarlo y otras simplemente lo reprimen. Sabía que solo tenía dos opciones, regresar o morir, mi padre me concedió un indulto y me dio la oportunidad de encontrar la felicidad. La traición es el pecado más grande para nosotros. Traicionar a tus hermanos es sinónimo de muerte, pensamos que es mejor morir antes que hablar, prefiero la muerte que romper el código del silencio. Omertà... Salvatore se burla de nosotros por todos los mandamientos y lineamientos, su organización es considerada la cuarta mafia de Italia y también es impenetrable. Ellos no tienen ritos, no tienen leyes, la mafia es lo que son, la mafia es su familia y prefieren morir antes que hablar, porque la familia lo es todo. Extraño esos tiempos en que todos respetábamos lo que significaba la familia de la Cosa Nostra y no íbamos como canarios cantando lo que ha estado oculto por más de cien

años. Mi socio me pasa su móvil y creo que voy a llorar por la sensación de tranquilidad que me invade al leerlo, Matteo le ha escrito dos palabras en un mensaje, que me dan solo ansías de descubrir quién es el traidor. ¡ESTÁ VIVO! Palmea mi espalda y se levanta, estamos en una cueva a las afueras de la ciudad. Hemos asesinado a seis de los jefes de la familia de la Camorra, todos se resisten a decirme en dónde está Valerio Caputo, todos menos uno y como no hago tratos con traidores, le di una muerte digna de uno. —¿Pudiste localizar la dirección? —le pregunto. —Sí, tengo a seis hombres vigilando el lugar. —Sonríe—. Valerio se cree intocable, pero les ha tocado las pelotas a muchos, así que su reinado será muy corto. —¿Genovese está con él? —Esa maldita sanguijuela es muy escurridizo, pero mis informantes me han asegurado que no saben en dónde está. —Necesito alcanzarlo —le aseguro. —Siempre he creído que amar destruye a las personas, pero también sé que es inevitable hacerlo. —Niega cabeceando—. Te comenté que prefiero tenerte de amigo que de enemigo, pero también puedo asegurarte que te admiro y eso es algo que no le digo a todo el mundo, nunca había visto tal lealtad y amor de alguien por los suyos. —Gracias —susurro. —Crecí en la calle, me hizo la calle y soy el resultado de mis acciones y las decisiones que he tomado a lo largo de mi vida. A diferencia de ti, no conozco lo que es el amor de una madre o de un padre, mi única familia son los socios de la organización y, sin embargo, sé que no puedo depender de ellos, porque hasta mi sombra me abandona cuando oscurece. —Alzo mi rostro cuando dice esa última frase ya que pienso lo mismo que él—. Te admiro ya que perdiste a tus padres y a tu hermana, tuviste la incertidumbre de creer perder a tu hermano, pero todavía estás luchando por defender a tu familia, tu hijo debe sentirse orgulloso del padre que tiene y si mueres en esta batalla, tu mujer debería recordarle que viene de una larga familia de tradición. —Realmente no sé qué contestarte, tal vez solo darte las gracias y asegurarte que, sin saberlo, necesitaba escuchar tus palabras. Salvatore niega cabeceando y se gira para irse, respiro hondo sopesando sus palabras y tratando de enfocarme en lo único que me hace sobrevivir a estos momentos de angustia. Giovanna y Luciano. ***** Prepararnos para una guerra siempre es difícil, más cuando tienes tanto para perder. Salvatore y yo estamos dándoles palabras de aliento a nuestros hombres, pues fielmente luchan por nosotros. Ha llegado la hora, nos han confirmado que Valerio sí está en ese lugar, de ser cierto, podré vengar a mi papá antes de lo pensado, si no es así, vamos a una muerte segura. Subimos a los todoterrenos, muchos de mis soldados están bajo el efecto de las drogas, lo que les da la adrenalina para poder seguir, en mis inicios también la probé así que no los culpo por hacerlo y menos los juzgaré. Tomo la medalla de Santa Rosalía en mis manos y le ruego que me saque con bien de todo esto, le pido que esté Mario ahí para poder asesinarlo con mis propias manos y liberar a mi esposa de

las garras de ese infeliz. Salvatore enciende el sistema de sonido y sé que le gusta el rock, Whispers in the Dark de Skillet comienza a escucharse a través de ellos. Cada quien tiene sus ritos para prepararse antes de una batalla, soy católico, crecí y creo en Dios, aunque sé que no tengo derecho de aspirar al reino de los cielos, pero aun así le pido a los Santos que me protejan. Los días que tengo conociendo a Salvatore, me ha demostrado que la calle es capaz de cambiar a cualquier persona, él no cree en nadie, solo cree en él y en lo que pueda conseguir, desde mi punto de vista es triste, porque no me imagino vivir una vida así. Bajamos y lo primero que escucho son las detonaciones de las granadas, seguido por las bombas de humo, él y yo decidimos entrar de una manera poco ortodoxa, cargados con dos AK47, una nueve milímetros y una daga. Rompemos los vidrios de las ventanas y entramos en búsqueda del hombre que ha iniciado toda esta carnicería. A medida que avanzamos por el sitio encontramos a alguien que significa un obstáculo y luchamos cuerpo a cuerpo, si muero esta noche antes de vengar a mi padre, creo que volvería solo para hacerlo y así conseguir la paz que necesito. Llegamos al centro y todos nuestros hombres han sometido a los palis de Valerio. Sin embargo, no hay rastro de él por ninguna parte. —¡¡Quién me entregue a Valerio Caputo vivirá!! —grito—. Y el que no hable, morirá. —¡Van a morir! —exclama un pali cerca de mí. —¿Eso crees? —le pregunta Salvatore divertido—. Ni él y ni yo tenemos algún rasguño, en cambio, todos ustedes están sometidos ante nosotros y su vida pende de nuestras decisiones, muchas veces hay que saber escoger el lado ganador, porque les aseguro, ustedes en este momento están en el bando perdedor. —Se acerca a él y lo apunta con su arma—. ¿Tienes hijos? El hombre vacila para contestar, pierde el color de su rostro y no necesitamos ninguna respuesta, el miedo que podemos ver en sus ojos lo dice todo. Muchos de ellos tienen padres, hermanos, esposas e hijos a los que desean proteger, sin embargo, sus crímenes son castigados con la muerte de sus seres más queridos. A diferencia de otras guerras, en esta solo me he limitado a eliminar a los secuaces de mi enemigo, sus familias han sido perdonadas por mí contra la voluntad de nuestros socios. —Sí, la repuesta es sí, puedo ver en tu rostro que tienes familia e imagino que deseas que estén a salvo, ¿cierto? —Lo acaricia con el arma—. A diferencia de Alessandro Lombardo, yo no perdono, estoy de acuerdo en asesinar a todos aquellos que puedan ser un problema en un futuro, no sé si tu hijo pueda buscar venganza más adelante. ¿Quieres salvarlos? —Sí —murmura el pali con miedo. —Dime en dónde está Valerio Caputo y salvaré a tu familia, pero si es mentira, me aseguraré que los veas en el infierno. —Sicilia —contesta—. Valerio viajó a Sicilia junto a Mario Genovese. Mi corazón se paraliza con su respuesta, mis dos peores enemigos están cerca de las personas que amo y yo estoy aquí, tratando de salvarlos, no debí irme y dejarlos ya que al Judas lo tengo dentro de mi propia casa. Mientras todos le gritan traidor y que es un pedazo de mierda, solo puedo pensar en que Giovanna y mi hijo están desprotegidos, mi hermano postrado en una cama y yo aquí escuchando la traición de un hombre en un intento por salvar a su familia. —Traidor —gritan al unísono sus compañeros. —¿Tu apellido? —le pregunta Salvatore. —Palazzo.

—Soy un hombre de palabra, soy un hombre de honor y por eso te prometo que tu familia vivirá —le asegura mi socio y luego se dirige a nuestros hombres—. Asesínenlos a todos y que nadie quede vivo. —Mi familia… —murmura el hombre. —Vivirá —le promete Salvatore apuntándole y finalmente apretando el gatillo para matarlo. Se fija en la desesperación de mi rostro y me hace seña con su cabeza para que lo siga, corremos hasta los todoterrenos, no hay tiempo que perder, tengo que tomar el primer avión que consiga para regresar a Palermo y poder salvar a mi familia. Ellos no van a descansar hasta destruirnos y yo no voy a descansar hasta detenerlos. Esta noche he aprendido que el amor lo puede todo y es que ese hombre me demostró que solo somos humanos, que estamos llenos de defectos y virtudes, que tenemos la capacidad de amar y también de odiar, que sufrimos al igual que todos los demás, que nos importan los seres que amamos y somos capaces de hacer todo para mantenerlos a salvo. Nos ven como hombres despiadados, lo somos, ya que fuimos formados para que no nos tiemble el pulso a la hora de matar. No tengo miedo a morir, pero le tengo terror a que mi familia sufra por los crímenes que he cometido. En este momento juego al héroe, cuando realmente soy un villano. He cometido las transgresiones más horrendas que puedas imaginar, pero me enamoré y amo con toda mi alma a esa mujer, sabía que por ella volvería a matar y no me arrepiento, ha llegado el momento. Le ruego a San Miguel Arcángel y a Santa Rosalía que protejan a todos en casa mientras puedo llegar. —Me estoy comunicando con Matteo para dar las noticias e informarle que vamos para allá — me avisa Salvatore mientras escribe algo en su móvil. —Tengo al traidor en casa —comento agobiado—. Nunca me voy a perdonar si le sucede algo a mi familia. —Llegaremos a tiempo —me asegura. «Eso espero», pienso cerrando los ojos y guardando silencio, en este momento solo necesito enfocarme en lo que necesito hacer y en cómo voy a enfrentarme a lo que pueda conseguir al llegar. Cuando hui de casa solo deseaba un poco de paz y la encontré en los brazos de ella, pero ahora algo en mi corazón me dice que estoy a punto de perderla.

Capítulo 36 GIOVANNA Si hace un año me hubieran dicho que me iba a casar con un mafioso, mi respuesta iba a ser que estaban locos. Cuando dejé mi casa pensaba que había dejado todo eso atrás, ya que enterarme de que mi padre era un criminal, marcó un antes y un después en mi vida, pero no podemos huir de lo que somos, tratando de descubrir lo que soy encontré Alessandro y él era todo lo que pensé detestar, no tenía conocimiento de lo que significaba ser parte de la mafia. Mi padre en un intento de no corromper mi corazón, me mantuvo lejos y muy tarde se dio cuenta del daño que me causó. Poco a poco descubro el mundo al cual pertenezco y puedo decir que me siento parte de ellos, dentro de mí hay un poco de maldad y comprendí que en mi naturaleza también está el sentido de sobrevivencia, si tengo que asesinar para vivir, lo haré. Vito me enseñó lo que significa ser un hombre de honor, pensé que la vida en la mafia era como en El Padrino, por mucho tiempo romanticé a los criminales, pero después de esta guerra les puedo asegurar que su honor es solo conveniencia, porque la traición está a la vuelta de la esquina y nunca sabes quién es verdaderamente fiel a ti. Tengo el corazón roto de tantas maneras, que ahora frente al espejo no me reconozco. La chica que creía en Dios, la que tenía fe en que había algo bueno en las personas y que todas las almas tenían salvación se ha ido, ahora hay una mujer que está dispuesta a todo por salvar a su familia. Entiendo el punto de Alan para traicionarme, pero no puedo perdonarlo ya que lo consideraba mi mejor amigo, realmente lo he considerado parte de mi familia. Si pudiera devolver el tiempo, no cambiaría nada ya que no me arrepiento de las decisiones que he tomado a lo largo de este. Todo sería tan fácil si no doliera el desamor, la traición de nuestros amigos y la pérdida de nuestros seres queridos, porque si pudiéramos detener un instante el tiempo en esos momentos que más añoramos y revivir a esas personas que se han ido, tal vez muchas veces pudiéramos pasar la página, nuestras acciones y, no las de otros, son las que nos determinan como personas. Hace tres días tomé la decisión que cambiará el rumbo de nuestras vidas y sé que pase lo que pase lo hago para mantener a salvo a mi hijo. Nunca imaginé que debía escoger entre mi vida y la de él, pero una madre es capaz de todo por sus hijos. Salgo a la habitación y encuentro a Marena con Luciano en sus brazos, sonrío ya que ella me recuerda tanto a mí a su edad, con la diferencia que nunca quise ser monja claro está, pero siempre pensé que todos teníamos algo bueno dentro. Maurizio no pudo encontrar mejor persona para enamorarse, aunque no desee verlo en este momento, sé que también ella está enamorada de él y que se niega a aceptarlo por miedo a sus decisiones. De cierto modo envidio su relación con su padre, pues Enzo Calabrese no siente vergüenza de ser un criminal y se muestra tal y como es delante de su hija. Me acerco a ella y me siento a su lado en la cama, se fija mí y esbozo una sonrisa que me da calma. Estoy a punto de pedirle algo que cambiará su vida para siempre. —Tengo que pedirte algo —expreso mientras me quito el colgante de Santa Rosalía que me regaló mi suegro, tomo una de sus manos y lo deposito en ella, la cierro y pongo una de las mías

—. Tal vez fue el destino que te envió o la mismísima Virgen al escuchar mis ruegos, apenas tengo unos días conociéndote y confiaría todo lo que poseo en tus manos. Ella agacha su mirada. —Giovanna —susurra. —Necesito que me escuches y prestes atención a lo que voy a decirte, sabes muy bien que estamos en una guerra y que Maurizio perdió a su padre, que también perdí al mío y la persona que está detrás de esto es la misma que asesinó a Gianna. La levanta y me escudriña el rostro tratando de adivinar qué es lo que me traigo entre manos y me contesta: —Lo sé… Sonrío con tristeza. —En la vida hay momentos en que tienes que decidir qué es lo que debes hacer por el bien de tu familia y, llegó el mío, dentro de poco partiré y te ruego que veas por Luciano, mi hijo es el futuro de la Cosa Nostra. Además, él no tiene la culpa de los pecados que hemos cometido su padre y yo, estoy segura de que serás la mejor madre y que Maurizio será el mejor padre para él, se los ruego —suelto un sollozo que me hace guardar silencio. —Pero yo no puedo, no puedes dejarlo… —musita llorando, sostiene mi mano y en sus brazos mi pequeño hijo duerme—. No puedo estar con él, estoy aquí por un permiso especial y nada más, pero al terminar todo esto debo volver, para terminar el noviciado y recibir los hábitos. Niego cabeceando y me divierte que ella no pueda aceptar que está enamorada de Maurizio, sé que en el fondo de su corazón lo sabe, que ellos están destinados a estar juntos. —Esta medalla perteneció a mi suegro, no he tenido el momento y tampoco la oportunidad de bautizar a mi hijo, pero me gustaría que ustedes lo hicieran y que esta fuera su medalla de bautismo. —¿Estás segura de lo que me estás pidiendo? —inquiere asustada. Dejo de sonreír y pienso por un instante, por mi mente pasan miles de preguntas, que no sé…, la verdad es que no sé si estoy cien por ciento segura, pero tengo que hacerlo por mi hijo. Respiro hondo tomando el valor que hace pocos segundos perdí y le contesto: —Nunca he estado más segura en mi vida. —Dejo la medalla en sus manos y tomo a mi hijo—. Por favor, no le cuentes de esto a Maurizio, solo después de que Matteo le informe, puedes contarle todo. —Nuestro mundo es muy injusto, aquí las circunstancias nos obligan a decidir y muchas veces esas decisiones están basadas en el bienestar de las personas que amamos. —Lo sé, ¿podrías dejarme a solas con mi hijo un momento? —le pido. Asiente cabeceando, se agacha para dejar un beso en mi cabello y camina hasta la puerta. Antes de abrir pronuncia las palabras que nunca voy a olvidar: —Tengo fe en que vas a volver y que todo esto será una pesadilla, que podrás ver crecer a Luciano junto a sus hermanos y que toda esta pesadilla será el inicio de tu felices para siempre junto al hombre que amas, pues si Alessandro se parece solo un poco a Maurizio, estoy segura que debajo de esa fachada de hombres malos, nosotros podemos ver que son unos grandes hombres. —Respira hondo—. Ve con Dios, que voy a cuidar de Luciano hasta que regreses. Sale dejándome con mi pequeño en brazos, sin pensarlo empiezo a llorar pidiéndole fuerza a la Virgen para poder salir de todo esto y que me dé la oportunidad de vivir para ver a mi hijo crecer. *****

Matteo maneja el auto que me lleva a mi destino, Enzo está sentado en el asiento del copiloto mientras que Alan y yo estamos en la parte de atrás. No he logrado dirigirle la palabra a mi amigo, lo siento, tengo que retractarme: a la persona que fue mi amigo, ya que después de la llamada a Valerio algo dentro de mí murió, probar el dolor de la traición de la mano de alguien que amas, es como el filo de una daga que se clava en tu corazón. Él no deja de mover la pierna, nervioso, cuando dieron a conocer el lugar, el día y la hora exacta pensé que había firmado la sentencia de mi muerte. Alan toma mi mano y la aprieta como tratando de calmarme, todo es su maldita culpa, porque si hubiera hablado antes, estoy segura que Alessandro habría logrado salvar a sus padres. Ya no me importa nada, puede ser que este sea el consuelo que necesito para perdonarlo. —Estamos a tiempo de volver y que nadie se entere de esta locura —me asegura Matteo mirando por el retrovisor—. Si Alessandro se entera de todo esto, nos matará a Enzo y a mí, pensará que nosotros somos los traidores, cuando en realidad siempre lo tuvieron dentro de su casa. Le echa una mirada fulminante a Alan y yo niego tratando de tranquilizarlo. —Todo seguirá dentro del plan y Alessandro no los va a culpar de nada, me encargué de dejarle una carta en donde le explico que fue decisión mía y no de ustedes —suspiro cansada, tengo miedo de no volver a verlos nunca más—. Gracias a Maurizio y Angelo aprendí a defenderme, me enseñaron a disparar un arma y también a combatir cuerpo a cuerpo. Solo me queda pedirles que cuiden de mi familia y nada más. Le quito la mano a Alan y fijo mi mirada en los acantilados de la hermosa Sicilia, nunca me imaginé vivir en el paraíso, las playas del Mediterráneo son preciosas, sus habitantes son las personas más nobles que pueden encontrar. Entre toda la perfección siempre vamos a encontrar algo malo y tal vez eso sea la mafia, para mí, la familia lucha por sus ideales y de cierto modo aprendí a respetarlos. —Perdóname —me susurra Alan—. Nunca les conté nada que pudiera perjudicarlos, soporté las más horribles vejaciones de ese hombre, solo intentaba salvar a mis padres y ahora no tengo nada, porque en el camino lo perdí todo, los perdí a ellos y te estoy perdiendo a ti, que eres la única persona que me ha aceptado tal y como soy en mi vida. —Ya te perdoné, el problema está en que te pueda perdonar mi esposo y espero que lo haga, porque deseo que Luciano conozca a su tío Alan. —Giovanna —murmura sorprendido. Lo perdoné, mi amor por él es más grande que toda la rabia que pueda sentir. —Hemos llegado —anuncia Enzo. Estamos entrando a una propiedad abandonada, cierro los ojos aceptando mi destino y tratando de recordar el último beso que me dio mi gran amor. Al detenerse el auto me doy cuenta de que no puedo volver atrás y es hora de despedirme. Bajamos y por primera vez en el poco tiempo que llevo conociendo a Enzo, me ofrece su mano en forma de apoyo. Puedo ver esa empatía, la mirada que me da, es la misma que un padre le daría su hija y pienso en el mío, en la manera tan horrenda en la que fue asesinado. —Eres la mujer más valiente que he conocido en mi vida —me asegura Enzo en forma de despedida. —Gracias —murmuro. A medida que nos vamos acercando a la propiedad, puedo visualizar a los hombres y reconozco a uno de ellos. Ese chico de treinta y tantos años, que creció junto a mí y estaba

destinado a ser mi esposo. Ese mismo hombre, ya no era un chico el día que me enteré de toda la verdad y me demostró que en realidad era un monstruo. Mario Genovese puede ser atractivo para cualquier mujer, por eso acepté mi destino cuando mis padres me impusieron casarme con él, agradecí que al menos no era un feo, qué estúpida podía ser, aceptar algo que no deseaba solo por complacerlo. Él es un hombre alto, cuerpo atlético, su rostro tiene un aire angelical que oculta su verdadera naturaleza, su cabello siempre va patinado hacia atrás y cuando los rayos del sol lo iluminan, puedes ver hebras doradas en él. Quizá su belleza sea el arma perfecta para atraer a sus víctimas, pero de alguna forma fui inmune a él y mientras más trataba de acercarse, más intentaba yo alejarme. —Al fin eres mía —grita en tono de burla cuando estoy frente a él, suelto todo el aire contenido en mis pulmones y trato de ocultar todo el asco que siento por él—. Sabía que no ibas a fallarme, Alan. —Te fallé hace mucho tiempo, no la he traído yo, ella ha venido por su propia voluntad, porque si en mis manos estuviera la oportunidad de no permitírselo, ten por seguro que no estaríamos aquí. —Alan lo enfrenta y me quedo sin palabras—. Solo eres un maldito con suerte y espero que algún día alguien te haga pagar todos los crímenes que has cometido. Me tenso a su lado. —¡Bravo! —le responde Mario aplaudiendo y al mismo tiempo, el que reconozco por su tono de voz como Valerio Caputo, suelta una carcajada que hace que se me erice la piel—. Excelente actuación para el traidor de la familia Lombardo. Me tenso con su declaración, deseo creer cada palabra de mi mejor amigo y que todo esto sea una pesadilla. —¡Ya basta, ustedes dos! —les ordeno sacando una fuerza interior que no sabía que tenía—. Si lo que ambicionabas era a mí, aquí estoy frente a ti, Mario —grito dando un paso hacia adelante —. Me quieres y aquí estoy, pero esta guerra tiene que acabarse ahora, porque esta no es tu guerra, esto es un incordio entre Valerio contra los Lombardo y tú eres una marioneta más. —Giovanna, no eres nadie para venir a ordenarle a Mario que acabe con esta guerra —me contesta Valerio con una sonrisa sádica en sus labios—. Tu marido ha acabado con media organización y pretendo obtener mi venganza, por mi familia y por los míos, esto sin más favorece a Mario, los dos nos unimos y lo ayudé para que pudieras volver y estar con él. Lo fulmino con la mirada. —¿Me quieres? Tienes que detener esto, si no, me voy por donde he venido. Mario y Valerio al mismo tiempo sueltan una carcajada, burlándose de mí, misma que me anuncia que nada de lo que pienso hacer dará resultado, ya que ellos no van a descansar hasta destruir a mi familia, la única manera de detenerlos es estando adentro, así eso signifique perder la vida. Doy un paso hacia adelante y el rostro de Mario se transforma por la alegría, cree que ha ganado esta batalla, pero lo que no sabe que estoy a punto de matarlo. —He aquí Giovanna Falcone, la reina de Nueva York y de mi mundo de destrucción —anuncia Mario con morbo—. Tardaste mucho en regresar, amor mío —me reprocha agarrándome del brazo y halándome hacia su cuerpo. —Yo no soy tu reina, Mario, y soy Giovanna Lombardo. —Ante mi corrección, se le borra la sonrisa de los labios y me da una cachetada. El rechinar de neumáticos frenando en el camino le hacen abrir los ojos, un centenar de hombres salen armados y apuntan hacia Matteo, Alan y Enzo. De un todoterreno distingo bajar al

hombre que amo y desde aquí puedo sentir la intensidad de su mirada. —¡Giovanna!, ¡¡no!! —grita Alan robándole el arma a Enzo.

Capítulo 37 ALESSANDRO Todo sucede en cuestión de segundos, Alan le grita a Giovanna y le arrebata el arma a Enzo. Una ráfaga de disparos inicia mientras Mario Genovese arrastra a mi esposa dentro de la propiedad. Todas las muertes y todo por lo que he luchado ha sido en vano, ya que ella decidió entregarse como un carnero para ir al matadero. Disparos van y vienen a la misma velocidad con la cual todos cambiamos los cartuchos. Trato de moverme rápido, pero es casi imposible poder llegar a ella y salvarla, logro llegar a donde está Matteo y lo asesino con la mirada. —¿Por qué le permitieron hacer esto? —le pregunto al mismo tiempo que le disparo a alguien que está a punto de matarlo por la espalda. —Ojalá cualquiera de mis hombres tuviera las bolas que tiene tu mujer —me contesta mientras apunta encima de mi hombro. Cierro los ojos pensando en mi pequeño hijo, que está en brazos de una chica que ni siquiera conozco. Ella no me dio tiempo y me contó todo lo que estaba sucediendo, presa del miedo de que algo pudiera sucederle a mi esposa mientras que mi hermano no dejaba de mirarla anonadado por todo lo que nos estaba contando, pude ver en su rostro que la misión que le había dejado la loca de mi mujer, era una carga muy pesada y se sentía culpable por haberla dejado ir. Escucho el sonido de un helicóptero encenderse y mi corazón se rompe en miles de pedazos, mi mujer seguro está en ese aparato y yo no podré hacer nada para rescatarla. Maldigo a todos y a todas las personas que estuvieron involucradas en esta decisión. Sin pensarlo, esa bestia que llevo dormida dentro emerge desde las mismísimas puertas del infierno y comienzo a matar a todo el que se me cruza por el frente, para poder llegar a Giovanna antes de que sea muy tarde. Pistola en mano voy disparando a todo el que se me atraviese por el camino, cuando ya no tengo más balas y estoy cerca de la propiedad, tomo mi AK47 y comienzo a disparar, voy dejando una estela de cuerpos a mi alrededor. Cuando giro mi rostro, me encuentro con Salvatore y Matteo, que están cuidando a mi espalda. La lucha cuerpo a cuerpo se inicia y me voy abriendo camino a medida que voy matando a cada hombre con una daga. Lo único que pasa por mi mente es poder llegar a ella y salvarla. Cuando al fin puedo accesar a la parte trasera de la propiedad, observo el helicóptero al vuelo y a Giovanna luchar con alguien dentro. Pega su rostro del vidrio mientras caigo de rodillas en el suelo, porque todo lo que amo va ahí. —¡¡Giovannaa!! —grito con todas mis fuerzas. Siento que alguien pone su mano en mi hombro y me levanto, esta noche caerán cabezas y mataré a todo aquel que sea capaz de traicionarme. —Quiero a Alan —le ordeno a Matteo. Este asiente y salen en búsqueda de la única persona que llegué a pensar que podría ser mi amigo, pero en ese entonces él creía que me llamaba Frank y que era el dueño de unos viñedos, todo cambió cuando descubrió la verdad y se vio envuelto en mi mundo de desgracia. Un soldado me informa que me esperan afuera y camino observando el desastre que hemos causado, a mi lado

se encuentra Salvatore, silencioso y expectante a cualquier orden que pueda dar. No puedo creer que este hombre haya expuesto su pellejo, muchas veces más que mis propios soldados, y solo para cuidarme la espalda. En las escaleras consigo a Enzo sosteniendo el cuerpo de Alan, cuando me acerco puedo ver que está herido gravemente y mi socio taponea la herida para que no se desangre. —Me traicionaste y es momento de que pagues, como lo haría cualquiera de mis hombres o mi propia familia —lo sentencio con voz siniestra. Alan empieza a llorar y a negar con su cabeza. Una vez más algo dentro de mí se rompe, ya que entiendo que nunca podré confiar en nadie. —Tienes que salvarla, no puedes permitir que nada le suceda a Giovanna —solloza—. No hice nada, todo lo que les decía era mentira y era por salvar a mis padres. Cierro los ojos entendiendo las razones que lo llevaron a esto. —La trajiste y es lo único que sé, nunca podré perdonarte —espeto molesto. —El traidor está entre ustedes y lo conoces muy bien, tienes que alejar a Maurizio de él. — Frunzo el ceño al escuchar sus palabras y me acuclillo para tomar su mano cuando me lo ofrece—. Por favor, cuando estés con ella pídele que me perdone. Cierro los ojos. —Dime quién es el traidor, dímelo Alan —le ordeno con voz rota. —Angelo —murmura mientras que sale sangre de su boca—. El traidor es Angelo. Alan exhala su último aliento y mi mundo se desploma por sus palabras, quien creía que era de mi familia, es la persona que me ha estado vendiendo todo este tiempo. Nunca terminaremos de conocer a nadie y ahora me doy cuenta de eso. Me levanto y busco a Salvatore con la mirada, no tengo que ordenarle qué hacer, porque ya lo sabe y asiente antes de irse. —Reúnan a todos los sobrevivientes del bando contrario —ordeno a mis hombres y me dirijo a Enzo—: Lleva su cuerpo a casa y que reciba cristiana sepultura, por favor. Mi socio acepta y se levanta llevando el cuerpo a uno de los autos. Trago el nudo en mi garganta, necesito saber hacia dónde se dirigía ese helicóptero y así poder llegar a mi esposa. Angelo no debe imaginarse que lo hemos descubierto, pero llegará su momento de matarlo y le concederé ese honor a mi hermano, ya que la traición la ha acometido hacia él. Matteo se acerca y observa todo en silencio, sabe que no es el momento para hablar y que estoy a una décima de segundo de pegarle un tiro. Sin embargo, toma una respiración profunda y me explica: —Alan trató de evitar que Giovanna hiciera esta locura, no justifico sus acciones, pero escuché todo lo que le hizo Valerio y cómo Mario asesinó a sus padres. —Cierro los ojos recordando el video—. Justo antes de bajarnos le pidió perdón, tu mujer tiene un corazón tan noble, que se lo concedió, la verdad es que él intentó detenerla y ella subió por su propia voluntad, lo que observaste al bajar del todoterreno fue un acto de valentía de un hermano tratando de salvar a su hermana, pero el chico no tenía buena puntería y Valerio aprovechó la oportunidad para deshacerse de él. —¿Por qué aceptaste? —inquiero apretando los puños. —Una vez te dije que toda esta situación me recordaba algo que pasó hace mucho tiempo, Giovanna es fuego y aunque ella se cree débil, te aseguro que es más fuerte de lo que todos pensamos. Tuvo los pantalones para enfrentarse a nosotros en un concilio y demostró su temple cuando Maurizio llegó herido a casa. —Respira hondo—. Aceptáramos o no, ella había tomado

esta decisión hace mucho tiempo y nadie podría detenerla, solo debemos aguardar la esperanza de que regrese con nosotros con vida. Sus palabras me hacen sentir orgulloso de la elección que tomé, ella me prometió que lucharía por volver a mí y en silencio rezo para que así sea. Esta noche de terror nunca la podré olvidar, conocí del amigo la traición y estoy seguro de que nunca más podré confiar en nadie. Cuando me reúno con mis hombres, apenas quedan cinco de los palis de Valerio y tengo la seguridad de que ninguno de ellos va a hablar, no obstante, mi hambre de sangre no está saciada y pienso divertirme un poco con ellos antes de asesinarlos. Me detengo al lado de Matteo y me quedo mirando al hombre del cual desconfié la primera vez que lo vi en un concilio. Su padre fue leal a mi padre y, hasta ahora, él ha demostrado ser fiel a mí, espero que con el tiempo las cosas no cambien y suceda lo mismo que con Angelo. —¿Alguna vez sospechaste de él? —le pregunto. —No confío en nadie, pero estos últimos días tanto Giovanna como yo, no confiábamos en él, lo estuve vigilando, pero el muy maldito sabe cómo hacer las cosas y también vigilé a Alan de cerca, puedo asegurarte que el chico era una víctima de las circunstancias. —Yo apreciaba a Alan, cuando estuve encubierto fue la única persona en la que confié y lamento mucho que se haya visto envuelto en todo esto. —Exhalo cansado—. Pero si no fuera por Alan, nunca hubiera conocido a Giovanna y ella es la única mujer a la que amo y he amado. Matteo palmea mi espalda y algo me dice que esa historia de la mujer que amaba, que tuvo que ver con un suceso con la mafia rusa y su familia se vio involucrada, mi padre tuvo que intermediar. —Te prometo que la traeremos de vuelta, yo no voy lanzando promesas a todo el mundo y lo único que te pido es que confíes en mí, no pienso traicionarte y no ambiciono nada, todo lo que quería ya lo perdí. Le ofrezco la mano y mi agradecimiento, soy un hombre de pocas palabras, la única que era capaz de hacerme decir cosas está ahora lejos de mí. Es hora de divertirnos y de hacer pagar a estos ilusos por creer que podían destrozarnos. Comienzo a torturarlos en compañía de mi socio, cortamos su piel exigiendo respuestas, los golpeamos hasta que quedan inconscientes y los despertamos con agua helada, para seguir haciéndolo. Llegado el momento, uno de ellos abre la boca pidiendo piedad. —¡Florencia! ¡Van a Florencia! —grita—. Piedad, piedad, no me maten. Me acerco a él y le sonrío, un verdugo pidiendo piedad es lo más divertido que puedes encontrar, ya que les aseguro que él nunca le daría la oportunidad a ningún hombre. La mente de un camorrista es difusa, tal como su lealtad. —¿Ves a algún sacerdote aquí? —le pregunto señalando a mis hombres. —Te he dicho lo que pedías, ahora déjame vivir —contesta. Lo jalo por el cabello y saco mi navaja del bolsillo de mi pantalón, la pongo en su cuello y la aprieto cortándolo superficialmente con la hoja afilada. —Los verdugos no piden clemencia, mueren callados, gracias por la información si es cierta y ahora muere, maldito. Le corto el cuello y hago lo mismo con los cinco que quedan vivos, uno a uno los voy degollando y disfrutando cómo caen al suelo desangrándose. Les doy órdenes a mis soldados y le pido a Matteo que me acompañe, antes de partir a Florencia hay alguien que tiene que corroborar esa información y pienso divertirme torturándolo, porque con Alessandro Lombardo nadie se mete y es momento de que todos en la organización lo sepan.

Capítulo 38 MATTEO Al dejar a Alessandro salí en búsqueda de Angelo, no puedo creer que al traidor siempre lo tuvimos a la vuelta de la esquina. Estaba ahí, frente a nuestras narices y juzgué tan mal a Alan, ahora entiendo la razón por la cual me rogó que no le permitiera a Giovanna hacer la locura que hizo. Enzo encontró a la maldita rata en uno de los centros de recolección de dinero, planeaba robarnos, pues imaginaba que estaba por ser descubierto. Llego a casa de los Lombardo y encuentro a Maurizio caminando de un lado a otro como un león enjaulado, detrás de mí llega Alessandro. Los dos nos miramos y asentimos, es momento. —¿Y Giovanna? —pregunta al percatarse de nuestra presencia. —Se la llevó… —murmura Alessandro. —¡Maldita sea! —exclama desesperado. Me quedo relegado, esto es algo que no me compete, aunque Angelo no solo traicionó a la familia Lombardo, lo hizo a toda la organización y eso se paga con sangre. —Necesito que te sientes —le pide Alessandro con autoridad—. Tengo algo que informarte. —¿Sucede algo? —indaga extrañado. Se escuchan los pasos apresurados de alguien y el gorjeo de un bebé. Marena Calabrese aparece y al ver que estamos solos niega sabiendo que Giovanna está en manos del maldito de Mario Genovese. —Necesitamos hablar contigo a solas —le explico. Parece darse cuenta de que la chica está aquí y niega cabeceando. Sabe que nosotros no permitimos que las mujeres se inmiscuyan en los asuntos de la organización. —Ella puede quedarse —contesta desafiándome. Pongo los ojos en blanco, en este momento tengo en la cabeza cómo voy a castigar al maldito traidor. —Pues no perdamos tiempo, siéntate y escucha lo que tengo que decirte —agrega Alessandro exasperado. Maurizio obedece y yo lo sigo, Marena se sienta muy cerca de él. Sonrío porque hay que ver cómo el destino teje los hilos de las personas. La monjita resultó estar enamorada del socio de su padre y la chica no es para nada fea, la verdad es que es preciosa y ese aire inocente la hace bastante interesante. —Maurizio, voy a ir en busca de Giovanna a Florencia, no puedo perder tiempo y tengo que comunicarte que Alan ha muerto y antes de morir nos confesó quién es el traidor. El rostro de este se transfigura ante la noticia que está escuchando y entiendo que Alessandro no desee quedarse. Necesita encontrar a su mujer, en su posición también haría lo mismo. —¿Quién es? —inquiere con voz siniestra. Alessandro me observa y yo me aclaro la garganta, creo que es mejor que se lo digamos sin ningún tipo de filtros. —Angelo Vitale —anuncio. Tanto él como la chica palidecen y me levanto, no podemos seguir

perdiendo más tiempo—. Maurizio, creo que el mayor afectado aquí eres tú, todos sabemos que lo considerabas tu hermano. —¡Bastardo! ¡Hijo de puta! —me insulta—. Mientes, tienes que estar mintiendo. —Maurizio —sisea su nombre Alessandro y él posa toda su atención en su hermano—. No miente y tampoco Alan, lo confesó en su lecho de muerte y le creo. Me aclaro de nuevo la garganta. —Enzo se ha hecho con él y creo que estamos perdiendo tiempo, antes de irte a Florencia, sugiero que vayas y dejes en claro que eres el jefe, Alessandro, y después delegar todo en nosotros, estoy seguro que Maurizio hará lo que debe hacer. Marena se acerca y le entrega a su hijo, luego vuelve con el menor de los hermanos Lombardo para darle un abrazo. La escena me incomoda un poco, desearía tener a alguien que se preocupara por mí, pero al mismo tiempo sé que eso solo traería un problema. —Vayan y hagan lo que tengan que hacer —nos pide Marena—, pero traigan de vuelta a Giovanna. Maurizio se levanta y deja un beso en su coronilla, luego le da una palmada a su hermano, al acercarse a mí me comunica: —Vamos a matar a ese maldito. Sonrío y asiento, salimos de la casa y dejamos a Alessandro para que pueda disfrutar un poco de su hijo mientras nosotros hacemos el preámbulo perfecto para su llegada. ***** Maurizio coloca Panama de Van Halen a todo volumen por los altavoces apenas llegamos a una de las cuevas que usamos para este tipo de operaciones. Se está anunciando y le está dejando en claro a Angelo, quién va a ser su maldito verdugo. Cada uno de nosotros tiene su manera de torturar, pero a mi compañero le encanta usar la música como método, puede ser tormentoso escuchar las mismas notas una y otra vez. Cuando aparecemos me doy cuenta de que Santino ya se ha divertido con él, está sentado en una silla prácticamente desmayado de la paliza que le ha dado. Me quedo de pie junto a Enzo que solo me hace un gesto con su cabeza y yo sonrío. Maurizio se acerca y lo toma por el cabello para obligarlo a mirarlo, no puedo creer cuando Angelo sonríe con satisfacción. No puedo entender qué fue lo que lo orilló a traicionarlo. Todos en la organización sabíamos que esa dupla era letal, que su amistad de años era algo digno de admirar, daba esperanzas que había personas que podían ser amigos más allá de los negocios. —¿Por qué? —le exige Maurizio. —¿Por qué crees? —contraataca Angelo. —¡Cuélguenlo! —ordena Maurizio. —Comenzó la diversión —murmura Enzo. Los numerales hacen lo que ha pedido su jefe, toman a Angelo que se resiste a su destino. Tiran de las cadenas y lo sueltan para colgarlo en forma de equis. Maurizio se acerca y llama a Santino, al tenernos a todos reunidos nos informa: —Todos tendrán su momento con él, pero necesito quebrarlo. Hago una mueca y le recuerdo: —Tienes dos costillas rotas, deberías dejar… —No voy a dejar nada en manos de nadie. —Todos guardamos silencio—. A Angelo Vitale lo consideré un amigo, casi un hermano, no era un simple socio y va a pagar todo lo que ha hecho. En ese instante se apaga el sonido, por nuestro flanco derecho entra Alessandro junto a

Salvatore Luciano. Maurizio cuadra sus hombros y va junto a su hermano, que se detiene frente a Angelo. —Has sentenciado a tu familia a muerte —le anuncia con voz siniestra. —Pero tu mujer también va a morir —se burla—. Le harán todas tus pesadillas realidad y no podrás hacer nada. Alessandro saca su daga y la clava en su hombro, sin aviso y sin piedad provocando que sonría. Me encanta cuando las torturas comienzan así. Sin embargo, está hecho de la misma madera que nosotros y no grita, solo los observa con ojos de odio. —Eras de la familia —espeta Maurizio lleno de odio. —¿Por eso nunca me dejaron acercarme a Valentina?, la amaba y deseaba ser todo para ella. Todos nos callamos, porque el nombre de Valentina Lombardo ha traído desgracias desde su muerte. —Ella no te amaba, era una decisión suya y no nuestra, nunca te detuviste a pensar que Valentina tenía voz, pensaba y su amor no fue para ti —contesta Alessandro, se gira y grita para que todos lo escuchemos—: Estos últimos meses la organización ha sufrido diferentes traiciones, todas va en mi contra, sin embargo, termina afectando a todas las familias y asociados. Los negocios se tratan como eso, porque todos ganamos de ellos, pero la traición no es tolerada en ninguna parte, esta noche somos los Lombardo los que hemos sido traicionados, pero mañana pueden ser los Spadaro, los Vella o cualquiera de nuestros asociados, no voy a permitir que este tipo de actos siga dentro de la Cosa Nostra, quien no esté de acuerdo en cómo llevo la organización, que hable ahora o calle para siempre. —Vuelve a girarse—. Angelo Vitale, tú has roto la confianza que se te fue depositada, por eso tu castigo será la muerte y solo una persona será el encargado de llevar tu sentencia a cabo, Maurizio. Este da un paso al frente con bate de béisbol en las manos. —A sus órdenes… —Espero que se diviertan… —¡Ustedes la vieron al igual que yo!, aquella noche que se presentó ante nosotros comprendí que me daba un mensaje, que debía traicionarlos, que ella necesitaba ser vengada, porque ustedes nunca lo hicieron y sí, los traicioné, lo hice por Valentina, por su recuerdo, porque ustedes necesitaban sentir lo que yo sentí aquella noche, la amaba como nunca he amado a nadie y ahora tú sabrás qué se siente perder a alguien que amas. Angelo grita eso y Alessandro se gira cuando Maurizio se abalanza contra a él para golpearlo, lo primero que hace es darle en las costillas y luego descarga toda su rabia contra él. Enzo sonríe mientras me quedo callado, nunca imaginé todo lo que estoy escuchando y por un momento mi mente piensa en lo que haría por vengar al amor de mi vida. Cuando se da por satisfecho, grita: —Maldito traidor, pedazo de mierda, creías que nunca nos daríamos cuenta de que nos estabas traicionando. Camina hasta las poleas y abro los ojos cuando las tensa, haciendo que el cuerpo de Angelo se extienda. Gritos, los primeros de la noche y estoy seguro de que no serán los últimos, extiende sus brazos prácticamente hasta que logra dislocarlos. Al darse por satisfecho lo deja en paz y se vuelve a acercar. Los dos se quedan observándose el uno al otro y el maldito traidor le escupe el rostro. Ni siquiera se limpia, cuando chasquea los dedos y uno de sus hombres le entrega unas pinzas. —Mierda, parece que estamos viendo una tortura de la inquisición —murmura Santino. —A ver si escarmientan y dejan de tratar de jodernos —comento.

—Me parece divertido, espero que a todos nos deje un pequeño turno —agrega Enzo—, de verdad que Maurizio sería un yerno excelente. Giro mi rostro y me quedo observándolo, cuando un nuevo grito de Angelo me hace poner toda la atención. El menor de los Lombardo le ha colocado las pinzas y lo muestra. Alessandro se acerca y saca la daga del hombro. —Matteo —me llama. Camino hasta ahí y le muestro todo el respeto que siento por ellos—. Deseo a la familia Vitale muerta, esa es tu misión, que nadie quede vivo y deseo que a cada soldado que no esté con nosotros, le cortes la cabeza, deseo ver el Spadaro que llevas dentro. —Esperaba que me dejaran un poco de diversión y estaré complacido de hacerlo. Me acerco a los pies de Angelo y lo escupo, me giro para regresar sobre mis pasos y besar el anillo de la familia Lombardo, soy un capo, el jefe de una de las familias, pero Alessandro Lombardo ha demostrado ser il Capo di tutti capi, no ambiciono llevar el peso que sostiene su espalda. Estoy demostrando una vez más que los Spadaro somos fieles a ellos. Salgo en búsqueda de la familia Vitale, pensando que nada de lo que va a sufrir Angelo será comparado con esto, saber que por su traición sus hermanas, sus padres y todo aquel que intente hacerme frente, estará muerto. Al hacernos con él no le dio tiempo de informar a nadie, le aviso a mi numerale de confianza que se organice, que en pocos minutos estaremos haciendo lo que más nos divierte. Espero que llegado el momento, pueda contar con los Lombardo y vengar a mi amada Violleta, pero para eso debo contarles todo lo que sucedió y aún no estoy preparado para ello.

Capítulo 39 MARIO Nunca

he estado más feliz en mi vida como en este momento, ella está mi lado y ahora reinaremos. —Muero por estar a solas contigo —le susurro al oído mientras que la obligo a mirarme. Vamos en el auto con dirección al piso alquilado en Florencia, se zafa de mi agarre y me hace sonreír disfrutando, quizá en este instante puede hacerlo, pero todos los planes que tengo para su persona, incluyen obligarla a hacer todo lo que deseo. De Giovanna ambiciono todo o nada, esto último significaría la muerte para ella. —Me encanta que te resistas, no sabes todo lo que tengo preparado para ti —indico en tono te burla con la vista fija en su persona. Me fulmina con la mirada, lo cierto es que todo este tiempo lejos de mí, solo la ha hecho un poco más hermosa y no creí que pudiera ser posible. Siempre la idealicé a mi lado en mis noches y días. —Puedes hacerme cualquier cosa y aun así voy a luchar contra ti —me desafía. Sus palabras solo hacen ensanchar mi sonrisa, la repaso con la mirada y detallo cada parte de su cuerpo, de su rostro y de su cabello que siempre me volvió loco. Tomo un mechón y me acerco a olerlo, sigue oliendo a rosas. Verla vestida con un jean y camiseta blanca, me causó un poco de molestia, siempre he pensado que ella tiene que estar radiante, gloriosa y vestir con ropa de diseñador, es mi reina y le daré todo lo que me pida. Cuando el auto se estaciona, la obligo a bajar, trata de echar un vistazo de un lado a otro, pero no se lo permito. La tomo fuerte del brazo y la insto a caminar, cuando encontré este sitio pensé que era perfecto para nosotros dos. Un piso lujoso muy parecido al de su padre en Nueva York. Sin embargo, parece que nada puede impresionarla, después de haberme tomado tantas molestias, no dice nada, simplemente está ahí de pie resignada a estar conmigo. Su silencio comienza a perturbarme y prefiero sus gritos. —Quítate esa ropa —le ordeno—. Mereces vestir seda y los mejores textiles. Eso parece llamar su atención y se da vuelta, me da una mirada de odio y la disfruto, porque dentro de muy poco se convertirá en una de amor, estoy seguro de ello. Camino lentamente hacia ella y con mi dedo índice acaricio su rostro. Me detengo en su boca acariciando sus labios, por fin consigo una reacción cuando su cuerpo tiembla y me excita sobremanera que me tenga miedo. —¿Qué quieres de mí? —inquiere girando el rostro y le sujeto del mentón con fuerza, puedo apreciar cómo mis dedos se quedan marcados en su piel blanca. —Todo lo que me negaste al irte de Nueva York. Sonríe y de nuevo logra soltarse de mi agarre. Giovanna cree que esto es un juego, me quito la americana de cuero y la tiro en el suelo, poco a poco me voy despojando de mi ropa hasta quedar completamente desnudo delante de ella. Tomo mi polla entre mis manos y comienzo a masturbarme, apreciando su cuerpo, su belleza y su rostro de ángel, puedo darme cuenta del asco que siente al mirarme y me da igual, necesito disfrutar de sus reacciones.

—¿Te quitas la ropa o te la quito yo? —pregunto divertido. —No te atrevas a ponerme tus asquerosas manos encima —me advierte—. Te voy a matar, maldito enfermo. Y esas palabras son las que me alientan, me lanzo sobre ella hambriento y le doy un puñetazo en el rostro, el primer golpe es por todos sus rechazos. Levanta el rostro tocándose la mandíbula y al ver sus labios manchados de sangre, la tomo del cabello y la obligo a besarme. Giovanna me golpea y se resiste, pero uso todas mis fuerzas y la lanzo al suelo. Me siento sobre ella y aprovecho su aturdimiento para romperle la camiseta, sus pechos están más grandes, me imagino que por la lactancia. —¡Eres un maldito enfermo! —grita insultándome—. Puedes violarme, puedes creer que estás poseyendo mi cuerpo, pero nunca vas a poseer mi alma. Sus palabras me hacen ver todo rojo y el dolor del rechazo me ciega, comienzo a golpearla mientras le voy quitando la ropa. Giovanna no se queja, no llora y simplemente me deja hacer con ella todo lo que deseo; desnuda y debajo de mí, cumplo el más grande de mis anhelos, marcarla con cada puñetazo, muerdo su cuello hasta que creo que puedo romperla, necesito quebrar su mente y que pueda entender que estamos destinados. Me detengo cuando está inconsciente y llena de sangre, su rostro está casi irreconocible por la paliza que acabo de propinarle, me levanto para tomarla entre mis brazos y la llevo a nuestra cama, me acuesto su lado y la contemplo. En mi mente pasan miles de preguntas: ¿Por qué no me ama? ¿Por qué me dejó? ¿Acaso no puede ver lo mucho que la amo? Culpo a su maldito padre, nunca debió ocultarle que somos criminales, todo esto es consecuencia de sus mentiras. Por eso muchas veces quisiera despertar y que ella me amara, tener la familia perfecta, y juntos gobernar el Inframundo de Nueva York. No obstante, lo único que recibo de Giovanna es su hiriente rechazo y odio a todo lo que hago, lo que no comprende es que todo lo hago por su bien. Debo admitir que me siento vulnerable delante de ella y la única manera de ocultar mis verdaderos sentimientos es mostrarme como un monstruo. ***** Aprecio cuando su cuerpo tibio se remueve a mi lado, escucho cuando se queja de dolor y abro mis ojos para mirarla. Pasé casi toda la noche observándola, pensando que es un ángel enviado por el mismo Dios para salvarme, finalmente me dormí con la satisfacción de tenerla a mi lado. —¿A dónde vas? —le pregunto cuando quita mi brazo de su cadera y trata de taparse con la sábana. No responde y se sienta en la cama, empieza a tocarse el rostro y no puedo evitar sonreír al ver los cardenales que le he provocado. Me acerco y le robo un beso, se resiste y muerde mi labio. Cuando me alejo no puedo evitar sonreír, no se imagina lo que me excita que haga ese tipo de cosas. Llevo mi mano hasta su cara, pero ella la gira para evitar que la toque y parece que de alguna manera u otra me la va a poner difícil. —No sabes cuánto deseé tenerte así, solo para mí. Ella me desafía con la mirada y se tapa con la sábana, se la arrebato, estoy cansado de que me prive de lo que me pertenece. Me acerco y la someto tomándola por las muñecas, sus senos saltan a mi vista y muerdo uno de sus pezones hasta que sangra, toma respiraciones profundas evitando llorar. La obligo a acostarse y comienzo a besarla, por cada beso le doy un mordisco marcándola como mía. La sujeto fuerte con una de mis manos y con la otra, la fuerzo para abrir sus piernas, comienza a subirlas resistiéndose y le doy una bofetada, la tomo por las mejillas hasta que me mira.

—Eres mía —le aseguro y aunque sus ojos están llenos de odio, estoy seguro que en algún momento ese sentimiento se transformará en amor—. Ya le entregaste a él lo que me correspondía, pero ha llegado el momento de que sepas a quién perteneces. Comienza a reírse tomándome por sorpresa, porque de la chica tímida y sumisa que conocí, no queda ni un rastro. —Hazlo, viólame, hazme lo mismo que le haces a todas esas mujeres que se parecen a mí, eres un enfermo, un pobre títere que se agita según muevan sus cuerdas. —Le doy otra bofetada. —Cállate —le ordeno. —No me voy a callar, yo no te pertenezco y nunca voy a pertenecerte. —Sus palabras me hieren y me levanto de la cama, aprovecha la oportunidad para cubrirse de nuevo—. No me importa nada de lo que me hagas, puedes matarme a golpes o violarme, pero nunca conseguirás que te ame. —¡Cállate, maldita sea! —le grito y me acerco tan rápido que no le doy tiempo de reaccionar cuando la tomo del cuello—. Eres mía. Ella lucha para que la suelte, sus ojos se abren y se llenan de lágrimas. Me clava las uñas en los brazos. Cuando estoy satisfecho, me alejo y le doy la espalda. —Te odio, Mario, no eres más que un engendro. —Aséate y vístete —ordeno—. Te recomiendo que no pruebes mi paciencia o vas a lamentarlo. Salgo de la habitación y comienzo a destruir todo a mi paso, no puedo creer que no pudiera violarla. Sus palabras hicieron el efecto inverso, de algún modo quiero que acepte que me pertenece y que la puedo violar, pero nunca se va a entregar a mí voluntariamente. Además, todo el amor que siento por ella me detiene y no puedo hacerle daño. Giovanna, eres capaz de volverme loco de amor y de odio, dos sentimientos contradictorios. No entiendo por qué tiene que resistirse a mí, ella me pertenece, siempre lo hizo, matar a su padre solo fue el camino que me trajo de vuelta a su lado. Ver mis marcas en su piel blanca me excitan, pero sus malditas palabras son como puñales que se clavan en mi alma y son capaces de bajarme la erección. Prefiero que se resistan en silencio a que hablen, llevo un maldito año pensando en este momento y no puedo creer que no sea capaz de tocarla. Anoche creí que tocaba el cielo con las manos, cuando abracé su cuerpo y puse mi cabeza en su pecho, escuchaba los latidos de su corazón y el sonido de su respiración. Sin pensarlo regreso a la habitación y la encuentro sentada llorando, le doy una bofetada y la empujo contra la cama. Cierra los ojos cuando me subo y la obligo a abrir las piernas, me entierro en su coño disfrutando por fin del paraíso y la violo mientras ella guarda silencio. Me olvido de sus palabras y le arrebato lo que es mío. Si ella no me llega a amar, la voy a asesinar con mis propias manos.

Capítulo 40 ALESSANDRO No

pude aguardar para interrogar a Angelo, mi mente solo tiene un pensamiento y ese es: Giovanna. Que en su afán de salvarme cometió el peor error de su vida y ahora está en manos de Mario Genovese. Llegando a casa lo primero que hice fue a ver a Luciano, mi pequeño hijo tiene los ojos del mismo color que su madre y necesito traerla de vuelta, para que los tres podamos conseguir la felicidad. Salvatore me acompaña y creo que ya no es solo vengarse de Valerio, el hombre realmente desea ayudarme y se lo agradezco, me atormenta lo que pueda estar sucediendo con mi esposa en este momento, ella no es ese ángel que pensé, hace pocas horas me di cuenta de que es una mujer increíble, capaz de enfrentarse a su más grande miedo por amor a nosotros y eso no lo hace cualquier persona. Me siento agobiado, me siento asustado y no puedo negar que rezo a Dios para que no permita que algo malo le suceda, mi corazón aguarda la esperanza de que él no le haga nada que no pueda olvidar. —Mis contactos en Florencia están trabajando para encontrarla —me comenta Salvatore mientras veo el infinito cielo a través de la ventana del jet. —Los míos también están trabajando en ello, pero algo que no sabe Valerio o Mario es que Florencia es mi ciudad, así pues, si tengo que destruirla no me importará, solo necesito encontrarla. Salvatore esboza una sonrisa ladeada y se queda mirándome por unos segundos, quizá él no puede entender lo que estoy sintiendo en este momento, solo aquellos que amamos de la forma en que yo amo a Giovanna podrían entender una mínima parte de mi tormento. —Es digno de admirar cómo te entregas a tu familia y eres capaz de defenderlos. —Niega cabeceando, como tratando de entender qué es lo que sucede y lo que pasa por mi mente—. Alessandro, no soy de los que va entregando su amistad a cualquier persona, pero en estos momentos puedo decirte que cuentas con mi lealtad y mi amistad, te ayudaré a llevarla de vuelta a tu casa. —Gracias —murmuro. —La vida que yo llevo no es la misma que tú llevas, creo que a mí me ha tocado vivir cosas que nunca desearías para tu hijo, pienso que tener familia me hace débil ante mis enemigos, pero llegaste tú y me demostraste que es mentira. —Mi familia me hace fuerte, pensaba igual que tú hasta que conocí a Giovanna y no sabes lo mucho que dudé de ella cuando descubrí que era hija de Carlo Falcone. —Respiro hondo cerrando los ojos al recordar todo lo que he pasado—. Este es el año más intenso que he experimentado en toda mi existencia, ninguna guerra se compara a esta, porque en aquellas solo luchaba por un territorio o por demostrar la supremacía de la organización, aquí está en juego mi vida entera, mi felicidad, y no me avergüenzo por mostrarte esta parte de mí, soy un maldito ser humano y lo más importante en el mundo es mi familia, creo que cualquiera pensaría igual que yo. —Tú naciste en este mundo mientras yo caí por casualidad, no tienes que avergonzarte de

mostrarte débil ante mí, sino más bien creo que eso solo demuestra lo que tú expones, somos humanos y nada más, te ayudaré porque considero que personas como Mario Genovese no deben existir, soy un maldito asesino, pero nunca haría algo tan atroz como todo lo que me han contado sobre él. —Eres un hombre de honor y no debes provenir de una familia mafiosa para serlo, tienes principios y códigos, sé que tu organización es completamente diferente a la mía, pero entiendo que ustedes creen y defienden que la mafia es su familia. Sonríe. —Y pensar que te iba a dar un tiro por atreverte a llamarme cobarde. —Me ofrece su mano—. Espero que este sea el inicio de una larga y leal amistad. —Eso espero. Le doy un apretón y exhalo todo el aire contenido en mis pulmones, ya que no puedo creer que después de tanto luchar he llegado hasta aquí, recuerdo perfectamente aquella noche cuando Giovanna tuvo una pesadilla y apenas descubríamos que nos amábamos, me pidió que la dejara ir pues ella buscaría la forma de volver a mí, espero que eso sea cierto, porque perderla significaría que nada valió la pena. Me cuesta confiar en las personas, solo tengo que mirar un poco a mi alrededor y darme cuenta de que algunos están a mi lado solo por negocios, los que pensamos que son nuestros amigos nos traicionan, contarle a mi hermano que su mejor amigo es el traidor fue muy doloroso para mí. Ver cómo su rostro se transfiguraba entre la decepción y el odio por alguien en quien creyó, fue muy lamentable. En esta vida que nosotros llevamos sabemos que ese es el plato del día, pero muchas veces nos toma por sorpresa ese tipo de acciones y son los momentos en los cuales pensamos en si es esto lo que deseamos. Sí, soy el jefe de todos los jefes, sin embargo quisiera poder tener de nuevo la vida que llevaba cuando solo era Frank Messina, el dueño de los viñedos y Alan era el mejor enólogo que tenía, pero también era mi amigo y podía confiar en él, quisiera devolver el tiempo y quedarme para siempre con Giovanna aquella tarde en que la llevé a mi palacete, caminamos por mis vides y descubrí que ella era el amor de mi vida. ***** Florencia es una de las ciudades más hermosas que tiene Italia y fue aquí en donde vi por primera vez a mi ángel, la vi cruzar la calle frente a la catedral de Santa María del Fiore y fue un sueño, uno del que deseo no haber despertado. “No hay mayor dolor, que recordar los tiempos felices desde la miseria”. Razón tenía Dante al decir esto, llevo tres días destrozando la ciudad y buscando hasta por debajo de las piedras a Mario Genovese, Salvatore y yo hemos usado todos los contactos que tenemos dentro de la ciudad, hasta el mismo Enzo Calabrese ha contactado con políticos y la policía para poder dar con ellos, pero parece que se los ha tragado la tierra y no quiero perder la esperanza de encontrar a Giovanna. No deseo imaginar lo que el degenerado le podría estar haciendo, observo mi reflejo en el espejo y este soy yo, el hombre que siempre termina manchado de sangre, no busco ser un héroe, solo necesito encontrar a mi esposa y nada más. Me lavo el rostro y el agua se pinta de rojo, enjabono mis manos y mis nudillos están destrozados de la última tortura que he propinado. Me seco y salgo del cuarto de baño, estamos en mi piso en la ciudad, voy en búsqueda de Salvatore y lo encuentro en el salón fumándose un

habano. Saco mi móvil y llamo a Maurizio para tener noticias sobre Palermo. Espero hasta el último tono y cae la contestadora, cierro los ojos frustrado y vuelvo a marcar, mi hermano quedó con dos costillas rotas por culpa de la explosión, pero parece que Marena es lo que él necesita para estar bien. Por fin contesta. —¿La encontraron? —No hay saludos, solo una única pregunta sin respuesta. —No —¿Te ha dicho algo? —inquiero refiriéndome a Angelo. —No, y te aseguro que hemos sido implacables a la hora de torturarlos. —¿Estás bien? —le pregunto porque hace pocos días fue impulsado por una onda expansiva y casi muere. —Fue él… —murmura—. Fue Angelo quien puso la bomba mientras me encargaba de nuestros asuntos. —Exhala cansado—. Asesiné a toda la familia Vitale, son dos familias menos, deberías pensar qué asociado puede subir al concilio Suspira mientras me alejo para tener mayor privacidad, comprendo a la perfección a mi hermano y todo lo que pasa por su mente en este momento. Fue prácticamente lo mismo que yo pensé cuando mi tío y mis primos nos traicionaron, por muchas corazas que podamos tener, nos duele no poder contar con nadie realmente. —Maurizio, creo que deberías delegar todo esto en manos de Enzo y Matteo —le comento. —No, haré todo lo que pueda para sacarle la información, deseo de vuelta a Giovanna tanto como tú. —Cierro los ojos y me quedo mirando la cúpula de la catedral—. Además, fue él quien llevó a nuestro padre a las puertas de la muerte, me lo confesó riéndose de nosotros. Cierro los ojos mientras niego decepcionado. —Todavía no puedo creer que él fuera el traidor —murmuro—. ¿Y Santino? Le pregunto por uno de los jefes, necesito saber todo sobre las familias. Deseo sacar toda la basura, para poder reorganizar la Cosa Nostra. —Tuvo su momento con Angelo, al parecer todos sospechaban de él y me pregunto: ¿Cómo es que no lo vi? —me contesta. —Nadie, todos pensamos en Alan y era quien menos lo creíamos. —Alessandro, concéntrate en buscar a mi cuñada y déjame al maldito de Angelo a mí, tanto Enzo como yo tenemos muchos métodos por explorar, tarde o temprano va a confesar algo. — Respira hondo—. No es solo Mario, tenemos que encontrar a Valerio. —Lo sé… —Solo confío en ti, tus palabras fueron innegables al asegurarme que no podía confiar en nadie —me expresa decepcionado. —Solo nos tenemos a nosotros. Escucho el eco de voces detrás de él, sé que el momento de decir adiós ha llegado. —Estoy en la casa de cambio en el centro de Palermo, llegaron con noticias y tengo que dejarte. Cuelga y me quedo mirando la ciudad, sé que en algún rincón está ella y la voy a encontrar. Nunca pensé que me iba a tocar vivir esto con la mujer que amo, sabía que teníamos el peligro cerca, pero sus ansias de salvarnos la llevaron a cometer el peor de los errores, creía que de verdad podíamos superar cualquier cosa, pero siempre estando juntos. Estos son solo los grises del amor, mi madre decía que el amor viene acompañado de lágrimas y que no todo es miel en hojuelas, que la vida nos pone pruebas que debemos superar y siempre me burlaba de ella cuando se ponía filosófica, pensaba muchas veces que simplemente se estaba

volviendo vieja, que eran cosas de la edad que le hacían decir todo eso y ahora me doy cuenta de que simplemente me preparaba para estos momentos. Los seres humanos no sabemos lo que tenemos hasta que finalmente lo perdemos y es ahí adonde comenzamos a añorar a esas personas que ya no están con nosotros, mirando un poco el pasado y después de escuchar a Salvatore comentarme su niñez, puedo asegurarles que tuve la familia perfecta, los padres amorosos que cuidaban de nosotros y nos amaban, de vez en cuando nos jalaban las orejas. Una noche leí por casualidad el libro que Giovanna tenía en su mesa de noche, la fastidié por días junto a Maurizio, era un libro sobre la mafia y el protagonista maltrataba a la chica, le sostuve diciéndole: “La realidad es mejor que la ficción y ahora eres la esposa de un mafioso, nunca te humillaría y menos te pegaría, si algo tenemos nosotros es que somos fieles creyentes de Dios y la familia es todo”. La melancolía de tenerla lejos y no saber qué sucede con ella, me hace recordar cosas tan superficiales como esa. —¡La encontramos! —anuncia Salvatore sacándome de mis pensamientos. Me doy vuelta y me quedo mirándolo, asiente sonriendo y creo que la vida me ha vuelto, exhalo todo en el aire que tengo contenido en mis pulmones y le pregunto: —¿Estás seguro? —Sí, hace unos días hubo un movimiento en el centro de la ciudad, me cuentan que Valerio y otro hombre compraron un piso, envié mi gente a investigar y está rodeado con hombres vigilando, me informaron que al menos hay unos cien apostados en el lugar. —¿Alguna trampa? —inquiero. —La única sería que ellos dos no estuvieran ahí, también me informaron que en el sitio hay dos pisos alquilados y entre los dos pisos, este lugar. —Analizo con atención lo que me está diciendo y aunque quisiera ir ahora mismo a rescatarla, sé que no puedo—. Entre tus hombres y los míos formamos al menos unos ciento cincuenta, creo que tenemos que pedir apoyo, y Matteo estaría encantado de ayudarnos. —No puedo creer que ya la hemos encontrado —murmuro. —Solo debíamos tener un poco de fe, nadie paga un millón de euros en efectivo y las descripciones son calcadas a ellos. —Se acerca y me da dos palmadas en los hombros y recalca —: Solo debíamos tener un poco de fe. Salvatore parece de todo menos un mafioso, no usa traje hecho a la medida, simplemente usa jeans desgastados, camiseta y zapatillas deportivas, su cuerpo lleno de tatuajes se puede adivinar por encima de su ropa, tiene el cabello largo y usa la barba abundante. Realmente a veces me pregunto cómo fue que se convirtió en el jefe de la cuarta mafia y me ha enseñado que muchas veces los extraños te apoyan más que aquellos que creías tus amigos. —Gracias —le digo. Vamos al despacho y planeamos todo lo que tenemos en mente para poder atacar a Mario, si ella está ahí, tengo que velar por su seguridad y que nada más le suceda.

Capítulo 41 MAURIZIO Esta

noche es el momento de la ejecución de Angelo, estamos en una de las cuevas en las cuales nosotros llevamos a cabo nuestros juicios. Somos solo las familias que quedan y dos asociados que nos han apoyado. Enzo está en tercer plano por ser de otra organización, sin embargo, los dos tenemos planes para quien osó engañarme. Está amarrado en forma de cruz en una de las piedras, mientras Matteo y Santino se turnan para golpearlo. Llevamos alrededor de tres noches torturándolo de diferentes formas y entre el dolor ha confesado algunos de sus engaños. Nunca había sido traicionado, pero creo que ningún hombre lo hará después de todo lo que tengo pensado para él. —¡Basta, basta! —les ruega llorando como un niño—. Les diré todo lo que sé. Enzo y yo nos miramos, este me señala a Angelo y camino hasta él, me detengo justo al frente y me cruzo de brazos. —Habla —le ordeno. —Maurizio… —murmura mi nombre y su cuerpo tiembla del miedo—. Yo soy tu amigo, no puedes hacerme esto. —¿Mi amigo? —inquiero divertido y levanto la ceja. —Sí, mi amigo. —Me acerco y lo golpeo en el pómulo, mejor dicho, lo que queda él y suelta un grito de dolor, finalmente lo he quebrado, ya no va a burlarse de nosotros y comenzará a hablar de todo lo que hizo en nuestra contra—. Yo no soy tu amigo. Levanta su rostro y me observa con odio, el mismo que siento por él. —Habla… —Solo sé que la llevarían a Florencia, no tengo la ubicación ni nada y Valerio salió del país. —¿A dónde? —lo interrogo y él comienza a toser, exhalo hartándome y le ofrezco un acto de redención—: Si me dices todo lo que sabes, seré bueno y te daré un tiro al terminar. —Tú a mí no puedes engañarme —se burla—. Me conozco todos tus trucos, crecimos juntos, ¿lo recuerdas? Esbozo una sonrisa y me acerco a él, tomo su rostro y lo obligo a mirarme. Que se atreva a decirme esto es su última manera de recordarme que logró engañarme. —Es mejor que hables, ya comencé a hartarme de tus estupideces —le advierto y señalo a Enzo—. Tienes cuentas pendientes con la ‘Ndragheta y al pagarlas, si todavía vives, seré yo quien te quite la vida. Se ríe. —No me importa morir —contesta. Lo suelto mientras bulle dentro de mí toda la ira contenida en días, saco el arma y la pongo en su sien. Abre los ojos y sabe que esta es su última oportunidad. —Moscú, Valerio está en Moscú con unos socios de la Bratvá, fue lo último que me informó después de hacerse con Giovanna. Me quedo mirándolo a los ojos y sonrío.

—¡Espero que ardas en el maldito infierno! —espeto iracundo. Me alejo y les hago señas a todos para decidir la manera en que vamos a matarlo. A pesar de prometerle que sería rápido, deseo que sea lenta y dolorosa. —Yo amaba a Valentina, pero ustedes no creían que nadie sería digno de ella y vino un maldito camorrista y la asesinó, odio a los Lombardos desde esa madrugada que sostuve en mis brazos el cuerpo de la mujer que amaba —me grita desesperado—. Espero que los dos sufran el mismo destino, porque en este momento seguramente Giovanna es solo un cuerpo vacío… y cuida a Marena, porque la van a alcanzar y la matarán. —Se ríe trastornado—. Valentina estaría viva, seguro lo estaría, si hubieran aceptado que ella era para mí, pero ustedes siempre se creyeron invencibles, todos tenemos hambre de destruirlos, nunca fui tu amigo, porque esto solo se trata de los negocios, conveniencia y tú mejor que nadie lo sabes… Sus palabras solo hacen que se encienda el fuego que hay dentro de mí y se despierte la bestia que duerme muy dentro. Me giro y sin pensarlo apunto directo a su cabeza, lanzando un grito inentendible lo remato vaciando todo el cartucho en su cuerpo. El odio hacia él me hace ver rojo y saco mi cuchillo de la pechera y lo clavo en su cuello, abro su cuerpo en canal dejando que todas sus vísceras sean expuestas. Comienzo a acuchillarlo, pero entre Matteo y Santino me detienen. —Está muerto, para, para, Maurizio —me pide Matteo. Busco a Enzo que me observa lívido por las palabras de Angelo y le indico: —Prefiero perderla para siempre, pero estará más segura con ellos que con nosotros. Él cierra los ojos mientras me suelto del agarre de mis socios, siento el dolor de las fracturas, pero lo ignoro cuando mi móvil suena y veo el nombre de Alessandro. Contesto y lo escucho: —La encontramos. Al menos algo bueno hemos hecho, escucho los planes en silencio, ni siquiera pienso hablarlo con Matteo, Santino y Enzo hasta que los asociados se larguen. Cuelgo la llamada y doy mi última orden como jefe: —Quiero que se deshagan del cuerpo, quemen su casa y confirmen que aquellos soldados que no se unan a nosotros terminen muertos. —Todos guardan silencio—. Los necesito a los tres en mi casa en media hora. Ellos asienten, llevamos tres noches sin dormir y al parecer seguiremos de la misma manera por unos días. ***** Al llegar a casa encuentro a Marena en el salón con Luciano en sus brazos, me quedo observándola en silencio. No sabía que en algún momento de mi vida iba a desear algo así, contemplarla con mi sobrino en brazos me hace anhelar todo lo que tienen Giovanna y Alessandro, lo mismo que tuvieron mis padres. Estos días se ha despojado de sus hábitos de novicia y está usando vestidos conservadores, pero su belleza no es opacada ni siquiera cuando está vestida de monja. El poco tiempo que estuve en cama me atendió como la mejor enfermera, escucharla ofrecer su vida por la mía me dio la esperanza de que tal vez siente algo por mí. Sin embargo, luego de la confesión de Angelo, prefiero tenerla lejos, prefiero que viva a que le suceda algo y vivir con ese peso el resto de mi vida. Ella termina de darle el biberón a mi sobrino y parece percatarse de que no está sola, levanta su mirada y sonríe. —Llegaste —murmura.

Y yo esbozo una sonrisa, me acerco a ellos y le doy un beso en la coronilla a Luciano y luego dejo uno en la suya. —¿Cómo va todo? —le pregunto—. ¿Luciano está bien? Ella trata de dibujar una sonrisa en su rostro, pero algo me dice que lo que está por decirme solo pondrá un peso más sobre mis hombros. —Casi no come, se tomó este biberón porque encontré una camisa de Giovanna que aún posee su olor y al parecer pude engañarlo, pero la extraña y sinceramente yo también. Exhalo cansando. —Nosotros también, pero pronto estará de vuelta con nosotros —le contesto y me alejo porque al estar cerca de ella, comienzo a poner en duda la decisión que tomé. Sin embargo, Marena toma mi mano y me detiene, sus ojos verdes se quedan mirándome de una manera que me muero por descifrar, cierro los míos tratando de romper el contacto. —Quédate —me pide. Respiro hondo y me siento a su lado, me quedo sin moverme muy cerca, lleva su mano tímidamente a mi rostro y yo la tomo para besársela. No puedo creer que exista la gente que odia a otros solo porque tocan la gloria y ellos no, por eso no tengo más remedio que dejarla ir. Necesito mantenerla alejada de todo el peligro que nos ronda de cerca. —Cuando regresas siento mi corazón acelerarse. —Suelta una risita como si no pudiera creer lo que está diciendo—. Me estoy enamorando de ti, Maurizio. —Exhalo todo el aire contenido en mis pulmones y la halo para pegarla a mi cuerpo, no me arrepiento de amarla—. Nunca creí desear tanto estar a tu lado o de cualquier persona, pero algo en mí cambió, fue algo en mi corazón. Cierro los ojos tratando de grabar estas palabras. —Marena… —murmuro su nombre abriéndolos de nuevo y ella levanta los suyos. Codicio solo un momento con ella. No puedo creer que mi Bella al fin haya mirado a su Bestia, todo lo que siento por esta chiquilla me hace replantearme mi vida entera, pero no puedo estar a su lado. —No tienes que morir para que esté contigo —me asegura. Y cuando pronuncia esas palabras, me provoca llevarla a mi cama y reclamarla como mía. Solo que esta vez debo contenerme, acaricio su rostro y me acerco lentamente para sellar con un beso el que nuestras almas se tocaron y que por mucho tiempo voy a amarla. Creo que en el fondo pedía a gritos una persona como Marena, porque ella es capaz de hacerme soñar con lo imposible y cuando la encontré, supe que era la mujer de mi vida, en el momento en que nuestras miradas se cruzaron, yo me rendí ante la pureza de su alma. Nuestros labios se mueven lentamente, trato de ser lo más delicado posible y me embebo de ella, pero con este pequeño contacto nunca quedaré satisfecho, ya que la amo con toda mi alma, pues mi corazón es suyo, esto es amor y lo siento correr en mis venas. Rompo el contacto y pego mi frente en la suya, prefiero perder esta guerra que perderla a ella. Sonríe tímida y escucho el gorjeo de mi sobrino. Si hubiera la manera de cambiar todo lo que soy, encontrar algún modo para que se quede a mi lado…, sé que lo que le diré va a romperle el corazón, pero no hay boleto de vuelta para esto. —Lo nuestro es imposible —susurro muy cerca de sus labios—, al terminar todo esto, te dejaré ir… —Maurizio… —Puedo ver cómo sus ojos se llenan de lágrimas—. Yo te… La callo con un beso casto, porque si escucho esas palabras, creo que no podré dejarla ir

nunca. Me imagino que en este momento soy difícil de entender para ella, pero deseo ser el héroe de sus sueños y protegerla, porque la amo: Marena ilumina mi corazón con su ternura, bondad y amor. Marena es la mujer de mi vida, seco sus lágrimas y se separa, dolida por mi rechazo. —A veces amar puede destruirnos, conoces en el mundo en que vivimos. —Se levanta cuando Luciano comienza a llorar—. En ese lugar estás más segura que aquí. Ella niega decepcionada. —No puedo creer que un hombre como tú sea un cobarde. —Si ponerte a salvo me hace un cobarde, prefiero serlo a pasar por una situación similar a esta. —Me iré apenas regresen con Giovanna. —Se aleja dejándome con el corazón hecho mil pedazos, se detiene y de espaldas a mí me dice—: No sé de qué están hechas las almas, pero la mía y la suya son una sola. Cita a Emilie Brontë. Y yo le contesto con la misma autora lo que pienso de ella: —Era un ángel entonces. Verdaderamente, era imposible no desear proporcionarle todas las alegrías que fuera posible. Así como en todas las novelas que he leído y que están marcadas con la tragedia, observo a mi amada salir. Este corto momento siempre existirá en mi mente, pero de verdad prefiero dejarla ir y que esté lejos de todo lo que estoy viviendo. Me queda la satisfacción de que me ama y el mejor regalo que puedo darle es no estar cerca de toda esta maldad. Seamos sinceros, este mundo no es el más apropiado para ella, porque aquí reina la traición y la violencia, como sostenía la escritora de Cumbres Borrascosas, estas dos son un arma de dos filos que puede herir a quienes la manejan. Angelo no consiguió nada aliándose con Valerio, porque su dolor era mío, Valentina era mi hermana y aún me destroza el corazón haberla perdido, pero no puedo permitir que las venganzas que estamos por enfrentar terminen por dañar a Marena, la amo tanto que prefiero perderla. Esta guerra apenas inicia y nosotros solo hemos ganado unas pocas batallas, no sé si en una de esas muera y termine dejándola sola; prefiero que ame a Dios, porque ahí adentro nadie descubrirá que es hija de un criminal y podrá pedir por la salvación de nuestras almas.

Capítulo 42 GIOVANNA Odio sentirme así, sin esperanza, y realmente lo odio a él. He luchado con Mario desde hace cuatro días, cuando me viola entro en un estado comatoso y solo pienso en mi familia. Sé que le gustaría oírme gritar, que estoy perdiendo la batalla contra él y no pienso darle la satisfacción de verme derrotada. Lo único bueno es que la exaltación de tenerme al fin, lo hace cometer errores y solo espero la oportunidad para asesinarlo. Estamos en Florencia, anoche cuando me obligó a cenar con él y me regaló una vista de la ciudad, lo supe. Estamos en un edificio muy cerca de la catedral y sé que hay al menos un centenar de soldados vigilando que nadie pueda hacernos daño, hacen cambio de guardia cada ocho horas. Tal vez no se da cuenta de que cada vez que me hace daño, tomo mi dolor y lo convierto en odio. No me veo en el espejo, porque estoy segura de que sus golpes me han desfigurado, muchas veces me golpea tan fuerte que me desmayo, creo que aprovecha esos momentos para violarme. En mis cinco sentidos solo lo ha hecho dos veces y en esos momentos he deseado no vivir, no respirar y solo he anhelado morirme, pero hice un juramento de sangre y tengo sed de ella, porque mis demonios comienzan a despertar, cuando tenga la oportunidad volveré a casa. La puerta se abre y entra con un ramo de rosas, si supiera que esas son las flores que no me gustan. Ni siquiera me conoce, cree conocerme y eso también es un arma que jugaré a mi favor, porque en el momento menos pensado lo voy a matar. —Amor mío, hoy tengo preparadas muchas sorpresas para ti. Sonrío y aunque el rostro me duele al hacerlo, trato de ser lo más cruel que pueda con él, puedo ver en sus ojos que odia cada rechazo y lo mejor de eso, es que puedo ver que realmente lo lastima. —No quiero nada de ti, ¿cuándo vas a matarme? Mi pregunta lo hace abrir los ojos, su sorpresa solo hace acentuar mi sonrisa. Bajo las piernas de la cama y me pongo de pie, a duras penas puedo sostenerme, pero saco las fuerzas pensando en mi hijo. —Eres un idiota si crees que trayendo flores y organizando cenas, voy a amarte. —Me río y él las baja, comienza a respirar con dificultad—. Me golpeas, me violas y asesinaste a mi padre, nunca podría amar a un maldito loco como tú. —Giovanna —pronuncia mi nombre en señal de advertencia. —Querías una reina para ir a Nueva York, ¿en serio creíste que lo haría? —Lo hago, porque esta es la única forma en que entres en razón, porque en el fondo me perteneces —espeta señalándome con el ramo. Señalo mis golpes. —Quien ama no hace daño, ¿sabes? Solo un sádico lo haría y eso es lo que eres. —¡Cállate, maldita sea! —grita y pasa su mano libre por cabello—. Lo haces para provocarme y no quiero hacerte daño.

El tono de voz que usa es de angustia, como si verdad le doliera dañarme, pero seguro lo hace para manipularme. —¿Seguro? —lo desafío tentando mi suerte—. Tus manos están manchadas de sangre de chicas inocentes, porque a ellas les hacías lo mismo que a mí. —¿No lo entiendes? —me pregunta y siento asco por él—. En mis sueños te he asesinado, pero no puedo hacerlo en persona, porque mi amor no me lo permite, por eso te golpeo, a causa del tiempo que estuve lejos de ti, solo me has hecho sufrir y cometer errores. Eres mía… —Nunca te pertenecí, ¿crees que tengo miedo? —le pregunto tirando el ramo en el suelo y comienza a quitarse el cinturón para darme una paliza y agrego—: No hay poder en la tierra y tampoco en el Infierno que me hagan amarte, no me robas mi paz, pero en cambio sé que yo sí te la robo a ti. Mario se acerca molesto y lanza el primer latigazo que no sé cómo logro atrapar con mi mano, el golpe arde en mi mano. —No me tientes, Giovanna, porque soy capaz de matarte —me advierte halándolo. Le respondo gritándole con todas mis fuerzas: —¡Hazlo, maldito cobarde! —Abre los ojos—. Porque si no me matas tú, te mataré yo y disfrutaré cuando la luz de tus ojos se acabe. Niega con su cabeza sin creerse mis palabras. —No quiero pegarte —me asegura tratando de seducirme. —¿Por qué mataste a mi padre? —Jala el cinturón y me corta la mano, la sujeto con la otra y me quedo mirándola mientras él se aleja cuando me ve sangrar. —¡¿Viste lo que me haces hacerte?! —vocifera. —Responde, no sé qué es lo que pasa por tu mente dañada, pero nunca voy a estar con el hombre que asesinó a mi padre. —¡Él asesinó al mío! —grita, me doy cuenta de que sus ojos me observan desorbitados, estoy tentando mi suerte y su confesión me duele—. Y yo solo le pagué con la misma moneda, le arrebaté todo, me follé a su mujer y tú eras el mayor de mis premios. —Sus palabras me golpean, mi madre no es un dechado de virtudes, nunca ha tratado de ponerse en contacto conmigo, ¿pero acostarse con Mario?—. Te da asco —se burla—. Tu madre es una puta que sabe comerme bien la polla, seguro tienes los mismos genes y espero probarlo. —Eres un maldito enfermo. Esta vez vuelve a pegarme y mi cuerpo tiembla resentido por el golpe, cuando el cuero choca contra mi brazo, lo vuelvo a sostener y le aseguro con odio: —Vas a pagar todo lo que has hecho. —Eso está por verse. Sonríe diabólicamente, siento mi corazón asustarse y se abalanza sobre mí finalmente para asfixiarme, no lucho con él y lo que hago es buscar la manera de quitarle su arma, sé que la tiene en la pechera y normalmente me la muestra en forma de amenaza, cuando logro hacerme con ella, trato de ser muy rápida y la pongo en su frente. Mario abre los ojos, sorprendido, porque creo que no se lo esperaba. Afloja su agarre y se lleva las manos a su miembro, lo acaricia riendo, no es más que un maldito enfermo y yo voy a quitarle la vida. —Es mejor que lo hagas —me advierte—, porque si no, la paliza que pienso darte vas a recodarla toda tu miserable vida —me amenaza. —Te odio —murmuro. Esboza una sonrisa burlona mientras le quito el seguro y engatillo, en ese instante se escuchan

una ráfaga de tiros y él se descuida, lo que me da oportunidad de actuar y sin pensarlo lo primero que hago es bajar el arma y le disparo en su polla. Mario cae en el suelo y grita: —¡¡Maldita!! —¡Eso es por Gianna! —le grito. —¡Te voy a matar!, ¡perra! El sonido de una explosión me hace sobresaltarme, escucho al hombre que cuida mi puerta gritarle a Mario que debemos irnos. —No voy a permitir que nadie me quite el placer de asesinarte —le expreso llena de odio. Afuera parece estar librándose una batalla y no puedo permitir que nadie me quite ese placer, comienza a reírse como un loco y me exterioriza: —Hasta después de muerto pienso venir a buscarte. Apunto a su hombro y disparo, tocan a la puerta mientras Mario se retuerce de dolor. Uno de los soldados le pregunta si está bien, pero el maldito pasó el pestillo, lo que me da la oportunidad de continuar. —Vamos, dile que estás bien. —Lo apunto y él me observa a punto de desear asesinarme. Como un maldito demonio se levanta y se abalanza contra mi cuerpo, me tumba sobre la cama tratando de quitarme el arma. Los disparos cada vez se oyen más cerca, escucho cómo me maldice mientras forcejeamos, mi cuerpo comienza a sucumbir por los golpes que me ha dado y con su brazo sano me da un puñetazo en el rostro que me aturde, porque me lo da muy cerca del oído. Pienso en mi hijo y que tal vez esta sea la oportunidad de volver con él. Me niego a soltar el arma, los golpes en la puerta y el sonido de una ametralladora se escuchan. Mario trata de quitarme el arma y saco todas mis fuerzas, lleva mis manos sobre mi cabeza y sin querer la acciono. —¡Suelta el arma, Giovanna! —me grita ciego de la ira—. Suelta el arma… Le doy en las bolas y, con el dolor, logro que afloje su agarre. Tumban la puerta y escucho que gritan: —¡¡Déjala, maldito!! —grita Alessandro—. ¡Giovanna! Y no sé si es el golpe lo que me hace alucinar, pero Mario se gira y cede en su agarre, entre el dolor y la sorpresa, aprovecho la oportunidad para girar el arma y dispararle. El impacto me estremece pegándome contra la cama. Gira su rostro y abre los ojos, observo cómo unas lágrimas salen de ellos. —Giovanna —murmura, de su boca comienza a salir sangre y vuelvo a disparar. Se desploma sobre mí—. ¿Por qué? —inquiere con voz rota—. Siempre te ha amado. La luz de sus ojos se apaga cuando me confiesa su amor, su cabeza cae en mi pecho. Grito tratando de quitármelo, siento cómo lo levantan y comienzo a llorar. La desesperación me hace luchar. —Giovanna, Giovanna Escucho su voz y creo que es parte de un sueño y cuando despierte, volveré a la pesadilla, me llama mientras trata de quitarme el arma, pero las lágrimas comienzan a salir solas y me desplomo llorando al mismo tiempo que me resisto, cuando me alzan veo borroso el rostro de mi esposo. —Soy yo, ángel… —me susurra—. Mírame, por favor, mírame. Y logro enfocarlo, encontrándome con el hombre que me robó el aliento desde la primera vez que lo vi, suelto el arma y me lanzo a sus brazos. Alguien entra y él apunta. —Alessandro… —Soy yo —pronuncia una voz que no reconozco, giro y veo un hombre robusto lleno de tatuajes, se dirige a Alessandro—: Tenemos que irnos.

Me toma entre sus brazos cubriéndome con una sábana, me susurra que no vea nada a mi alrededor, que todo estará bien y por primera vez en el tiempo que llevamos juntos, obedezco escondiendo mi rostro en su pecho. Camina a prisa para sacarnos del maldito lugar, cuando una nueva ráfaga de tiros comienza y tiemblo entre sus brazos, llena de terror. —Te cubro la espalda, abajo te esperan mis hombres —le indican. —¿Y Maurizio? —inquiere Alessandro. «Todos vinieron por mí», murmuro en mi mente. —Luciano —musito. —Prometo llevarlo de vuelta —le asegura el hombre. —Luciano te está esperando en casa —murmura—. Necesito que hagas lo que te pido, tengo que sacarte de aquí. —Hazlo —le ruego sollozando. No escucho nada más y él se mueve conmigo, las detonaciones se hacen más fuertes a medida que avanzamos. Percibo disparos muy cerca que me aturden y me hacen estremecerme del miedo, comienzo a llorar pensando que Mario va a despertar y seguirnos, que esto es parte del sueño. Grito cuando algo impacta contra Ale y él se tambalea, pero al mismo tiempo siento un pellizco que me arde en mi hombro izquierdo. —Maldita sea —murmura y la misma sensación se repite en mi espalda, el dolor me hace gritar en medio del llanto. Se detiene y me destapa el rostro, me fijo que su hombro está sangrando, pero me observa con ojos terror. —Giovanna… —murmura y mis ojos están llenos de terror. Un dolor profundo me atraviesa y llevo mi mano al lado izquierdo de mi pecho, siento el calor de mi sangre y levanto mi mano para verla, suelto un gemido de sufrimiento—. Resiste, por favor. Acaricio su rostro y sonrío, escucho cómo va cesando el sonido de las detonaciones, esta historia de amor es para siempre, lo amaré hasta la muerte. Sabía que de esto podría salir de dos maneras. —Te amo —musito y tomo una respiración profunda—. Cuida de Luciano. Alessandro toma mi mano y comienza a negar, sonrío porque recuerdo las palabras de su padre, llega el momento en que debemos aceptar la muerte como una amiga y abrazarla. —Resiste, por favor, por nuestro hijo —me ruega—. Me hiciste un juramento, no puedes dejarme. —Te amo —pronuncio esas dos palabras. Y todo se vuelve negro, siento que algo me hala y me hace cerrar los ojos. Escucho el eco de voces, por mi mente pasa una película de mi vida entera, mis padres, Alan, y mi vida junto a Alessandro, mi padre junto a Vito aparecen sonrientes, ellos me ofrecen su mano y una luz cegadora los envuelve, dejo de oír y una especie de tranquilidad me envuelve, camino hasta ellos en busca de paz.

Capítulo 43 ALESSANDRO —Te amo —musita tomando su último aliento. Caigo de rodillas cuando ella cierra sus ojos y comienzo a llamar a alguien que me ayude, cesan las detonaciones, ante mí aparecen Salvatore y mi hermano, le doy palmadas a Giovanna susurrando su nombre. Su rostro está irreconocible a causa de los golpes, solo estuvo cuatro días con ese malnacido y le hizo de todo, me culpo por no haber llegado antes. —Ángel, vuelve a mí —le ruego abrazándola y pegándola a mi cuerpo—. No puedo perderte, no me hagas esto. Maurizio se acerca pálido mientras lloro con el cuerpo de mi mujer entre mis brazos, trata de quitármela, pero se lo impido lleno de la angustia de haberla perdido. Hemos jurado amarnos hasta la muerte, no puedo perderla. —La perdí —musito cuando nuestras miradas se encuentran y él niega. —Déjame revisarla —me pide tratando de tocarla—. Déjame, por favor. Niego desesperado, pero él logra tocar su cuello buscando su pulso, al mismo tiempo que creo que la vida se me ha ido, que esta es una maldita tragedia y que nada de lo que hice valió la pena. Hace meses creí perderla, pero ahora es cierto. —Tiene pulso —grita y me obliga a levantarme, cuando consigue ponerme de pie, me la arrebata de los brazos, toma la sábana para detener la hemorragia, al hacerlo se dirige a mí y me ordena—: No llores por alguien que no está muerta, vamos, que aún podemos salvarla. ¡Ayuden a mi hermano! No me doy cuenta cuando me tambaleo, pero Salvatore me sostiene y me ayuda a bajar las escaleras mientras seguimos a Maurizio. El eco de las sirenas a los lejos se escucha cuando logramos salir del edificio, arriba se inicia otra serie de disparos y nos cubrimos cuando explota el piso inferior al que se encontraba. Nos subimos al todoterreno, mi hermano sube por la puerta trasera y, en ese espacio, trata de detener el sangrado de mi esposa, al mismo tiempo que mi socio taponea mi herida. —Al maldito hospital —ordena—. ¡Ahora! —Alessandro. La voz débil de Giovanna se escucha y me suelto del agarre de mi socio, tomo su mano y le ruego: —Lucha, Giovanna, no te rindas. —Alessandro… Mi hermano y yo nos miramos, él niega con su cabeza mientras yo me quedo observando el cuerpo maltrecho de la mujer que amo. —No puedo perderla —le aseguro y sus ojos se llenan de lágrimas. —No lo harás —me promete—. Giovanna no es Valentina. Sus palabras son como una ventisca de aire frío que me hace temblar, logro tomar la mano de mi esposa, no sé qué haría sin el cielo de sus ojos, creo que mi vida sería peor de triste y vacía, su

amor fue lo único que me ayudó a volver y vivir de nuevo en este maldito mundo. Derrapamos frente un hospital y puedo leer el letrero en mayúsculas de color rojo que dice: EMERGENCIA. Nos bajamos y él entra corriendo con ella, un grupo de enfermeras se la quitan, trato de seguirlos, pero alguien me detiene y es Salvatore que niega con su cabeza. —Ellos van a salvarla. Me asegura y me quedo de pie, ahí, hasta que los veo perderse detrás de una puerta, pero no puedo quedarme sin saber nada. Mi hermano murmura que deben revisarme la herida y me niego, porque en este momento solo me importa ella. Oigo a mi socio negociar con los vigilantes para que no den parte a la policía, camino por inercia y me detengo justo frente a las dos puertas, por la ventanilla puedo ver cómo los doctores se abocan a estabilizarla, abro una ellas, en la sala todos corren alrededor de mi esposa mientras una doctora trata de entubarla, un doctor que revisa su cuerpo nota mi presencia y me ordena: —No puede estar aquí, tiene que salir. —No voy a irme, ella es mi mujer. Lo desafío a desobedecerme y él grita ordenando: —¡Que lo saquen! —Una enfermera se acerca y me empuja, pero todo mi mundo se cae en pedazos cuando un maldito pitido aturdidor suena y el médico grita desesperado—. La perdemos, preparen las paletas y cinco miligramos de epinefrina. —Comienza a darle compresiones de pecho. —¡Tienen que salvarla! —rujo y trato de abalanzarme sobre ellos, pero unos brazos me atrapan —. ¡Giovanna! —¡Sáquenlo! —grita al mismo tiempo que tratan de sacarme. Una de las doctoras les ordena: —Despejen. El sonido del desfibrilador cargando, me ofusca mientras me jalan y yo lucho para quedarme, lo último que distingo es el cuerpo de Giovanna levantarse antes que logran sacarme. Me giro y le doy un puñetazo a Maurizio. —Tengo que entrar —le digo fuera de mí y Salvatore me sujeta. —Alessandro, tienes que quedarte aquí —me pide mi hermano. Me suelto mientras la puerta se abre y la sacan corriendo, los sigo y tomo del brazo a una de las enfermeras, ella parece entenderme. —Logramos estabilizarla, pero deben operarla de emergencia —me informa y puedo ver sus ojos un brillo que me da paz—. Deje todo en nuestras manos. La suelto y me siento en el piso mientras ellos se llevan a mi vida entera en esa camilla, mi hermano se acuclilla frente a mí. —La salvarán —me asegura. Puedo ver que sus ojos están llenos de tanto miedo como el que siento, pero necesito aferrarme a esas dos palabras. —No puedo perderla —murmuro. —No lo harás —me asegura. —No voy a soportarlo —confieso y él asiente—. Mi mundo va a derrumbarse, necesito que se salve. —Lo hará. Mi hermano me abraza y yo me quedo en silencio, porque no me salen las palabras para expresarle todo lo que sucedería, en silencio le pido a Dios que la salve, porque la necesito a mi

lado y mi hijo nos espera, si mi esposa no está, me voy a morir junto a ella. Esta noche solo soy un hombre a punto de perder a la mujer que ama, no la puedo perder, no puede irse de mi lado. ***** Llevamos cinco horas sentados en la sala de espera, aquí lograron atenderme y vendar la herida de bala ocasionada por el enfrentamiento. Matteo llegó dos horas más tarde después de nosotros, mi hermano no me deja ni un segundo mientras Salvatore y mi socio se sientan aguardando en silencio. Matteo nos informó que después de la última explosión no quedó ninguno de los hombres de Mario, hemos ganado esta batalla, pero en el fondo creo que la hemos perdido, la idea era que mi mujer saliera con vida. Él se sienta a mi lado, observo a Maurizio conversar con Salvatore, pero bajo la mirada a la medalla de Santa Rosalía. —El día que hice mi juramento, me quemé con la estampilla —murmura Matteo—. Somos fieles creyentes a pesar de todo el daño que infringimos, ruégale a ella que la saque de ahí. — Respira hondo—. Te repito, ojalá alguno de mis hombres tuviera las pelotas que tu mujer tiene. — Niega con un gesto—. Es una luchadora nata y va a salvarse, te lo aseguro. —Palmea mi espalda —. Salvatore me contó que ella asesinó a Genovese y era lo que necesitaba, esa batalla era suya, por más que quisimos ser los héroes. Sonrío. —Lo único bueno que hizo Angelo fue enseñarla a disparar. —No todos corremos con tu suerte… —Fijo mi mirada en él—. Te dije que también había encontrado la mujer ideal y la perdí. Las puertas del quirófano se abren y reconozco a los dos doctores que la estaban atendiendo, me levanto y me acerco: —¿Y mi esposa? El hombre me echa una mirada reprobatoria, sabe lo que somos, todo el hospital lo sabe y no le queda otra cosa que aceptar que estamos aquí. —Logramos estabilizarla, en la herida del hombro la bala entró y salió, pero tocó la arteria humeral ascendente. —Respira hondo y comparte una mirada con la doctora. —¿Sucede algo? —pregunto. —Lo que más nos preocupada era la herida en la región lumbar, llamamos a traumatología y neurología. La bala quedó alojada entre la tercera y cuarta vértebra lumbar, no tocó los nervios, pero sacarla sería un riesgo y si la paciente sana, hay probabilidades muy altas de que no pueda volver a caminar. —Pero… —Exhalo cansado—. ¿Mi esposa está bien? Ellos asienten y la chica me contesta: —Nos toca esperar, porque tiene múltiples traumatismos y debemos aguardar a que reaccione, por ahora está en un coma inducido que la ayudará a sanar internamente, pero todo lo queda es esperar a ver cómo su cuerpo responde a al tratamiento. —Necesito verla —les digo. —Está en la sala de recuperación y luego pasará a unidad de cuidados de intensivos, lo siento, pero no puede. Maurizio se acerca y le sonríe. —Todo es posible y si él dice que necesita verla, ustedes van a permitírselo.

El tono que usa es uno que no admite objeciones, los dos terminan suspirando resignados y pidiéndome que los acompañe. El doctor me entrega un uniforme verde y una bata de hospital, me pide que me cambie porque con la ropa llena de sangre no puedo entrar, lo hago y cuando salgo me hacen lavarme las manos, me entregan unos guantes y me los coloco junto a una mascarilla y un gorro. Me acompañan a una habitación llena de aparatos, en la cama está semisentada Giovanna, detallo que de su boca sale un tubo y múltiples cables están conectados a su cuerpo, el sonido del respirador me aturde y me acerco, el hombre pone una silla. —Solo puede estar unos minutos —me avisa. Tomo asiento y sujeto la mano que tiene la intravenosa, la llevo a mi boca besándola, luego la sostengo entre mis manos, sintiendo dentro de mi corazón que le fallé, que debí cuidarla para que nada de esto le sucediera. Comienzo a orar en silencio y le pido a Dios que ella se salve, que no me deje. Giovanna es el amor mi vida, es la única capaz de quebrar mi espíritu si la pierdo. Ella me regaló un mundo colores, nunca creí verlo de esa manera, mi mente siempre estuvo en los negocios y en cumplir todo lo que mi padre deseó, sin embargo, ella vino y pensé que era un ángel, pero el destino nos iba a juntar para cambiarlo todo con su llegada. —Cuando Maurizio me dijo que éramos como Romeo y Julieta, no pude evitar reírme —le susurro—. Tu Romeo está sangrando creyendo que vas a dejarlo, pero no puedes hacerlo, porque no podré sobrevivir. —Beso sus dedos—. Te amo, ángel, y te prometo que estaré para siempre contigo cada vez que me necesites, y te demostraré que eres todo lo que requiero para ser feliz, por favor lucha, Giovanna. —Trago el nudo de emociones que se me forma en la garganta—. Nuestro hijo te necesita —declaro suavemente—, yo te necesito, porque mi vida sin ti será triste y vacía, no llegamos tan lejos para que me dejes. —Lo siento, sé que desea estar a su lado, pero debe salir —me informa la doctora. Me acerco y bajo mi mascarilla para dejar un beso en su coronilla, salgo del lugar con el alma guindando en las manos de mi mujer. Me estoy quitando todo cuando entro a la sala de espera. Matteo le informa a Maurizio: —Valerio acaba de tomar un vuelo a Japón. —Lo deseo vivo —les ordeno. Los tres se giran, Salvatore sonríe y asiente, pero mi hermano y Matteo niegan. Saben que en este momento solo habla el dolor. —Tienes que centrarte en Giovanna —me pide Maurizio. —No necesito tus consejos, estamos en guerra y esto no ha terminado, porque en el momento que nos descuidemos, pasará algo peor. —Lo sé, pero no es momento para salir a buscar a Valerio —me contradice mi hermano. Lo fulmino con la mirada y me dirijo a Matteo: —Infórmale a Santino que lo que tanto ha pedido, le será concedido. —Mi socio abre los ojos, porque de los cuatro, el más despiadado es Santino y sabe que prácticamente estoy enviando un sicario a cazar a Valerio Caputo—. Pero que le ordeno que lo traiga con vida. Asiente y se aleja marcando su móvil, Salvatore se acerca y me da una palmada. —Volveremos a vernos, Lombardo —me dice en forma de despedida—. Estaré al tanto de lo que sucede con tu mujer, pero es momento de que vuelva a casa, a vigilar mis negocios y a prepararme para esta guerra. Se gira y le da un apretón a Maurizo, me quedo mirando a mi hermano, porque sabe que nada de lo que diga me hará cambiar de opinión. La guerra solo ha iniciado, Italia muy pronto arderá.

—Cuando ella despierte y volvamos a casa, serás el segundo al mando y Matteo tomará tu lugar como consigliere. Niega y se gira para irse, me importa una mierda lo que pueda estar pensando, solo sé que mi mujer se debate entre la vida y la muerte, sin embargo los negocios son los negocios, allá afuera aguarda una guerra y hasta que no asesine a Valerio Caputo, no podré descansar.

Capítulo 44 MARENA Llevo

una semana en La Toscana cuidando de Luciano, volver al convento será un choque emocional, creo que me estoy dando cuenta de que no deseo volver. Disfruto de las tardes con el niño, mi padre lo único que hace es observarme, pues sabe que, llegado el momento despedirme de los Lombardo, será algo doloroso. Mi vida entera está llena de adioses no pronunciados, puesto que, desde que tengo memoria solo hemos sido mi padre y yo, en casa no hay ni una sola fotografía de mi madre. Cualquiera pensaría que un día simplemente alguien me dejó frente a su puerta y, a diferencia de mi tío, que tuvo un hogar constituido, mi tía Alfonsina fue la figura materna que necesité y Sor María de la Cruz, ellas dos se encargaron prácticamente de mi educación. Él niño duerme en la carriola mientras observo el infinito dorado que cubre en este momento las montañas, el otoño va pintando de color ocre cada hoja, para despojar a los árboles de ellas y dar paso al invierno. En mi corazón desde hace días llueve sobre mojado, luego del rechazo de Maurizo y a pesar de todo lo sucedido, sigue dejando libros en la puerta de mi habitación y reproductores de música con canciones de amor y óperas enteras. Suspiro pensando en que todas esas historias románticas que me hacía leer, eran declaraciones de amor, pero Maurizio es la amargura de lo efímero, me enseñó que podía amar para luego tirarme en el piso. Escucho unos pasos acercarse y espero que sea Alessandro para darme noticias de Giovanna. —Marena —susurra mi nombre. Y oír esa voz es causarme un ahogo en el pecho, me tenso y me levanto. Respiro hondo y me giro para observarlo frente a frente, él lo hace de arriba abajo, he vuelto a los hábitos del noviciado y parece desagradarle. —Maurizio —lo saludo. —No sabía que estabas aquí —murmura apretando sus puños. —Siento mucho que te moleste mi presencia —le digo atacándole y me giro para tomar la carriola e irme. Cuando paso por su lado me toma del brazo deteniéndome, cierro los ojos tratando de contenerme. —Por favor… —murmura. —Déjame ir —pido tratando de soltarme. Maurizio me hala y me toma entre sus brazos, se me corta la respiración cuando me fijo en su rostro, tiene días sin afeitarse y una sombra de vello oscuro cubre su mentón. Lleva su mano a mi cofia y me la quita, cierro los ojos tratando de concentrarme y pidiéndole a Dios que me dé las fuerzas para alejarme. Respiro y abro mis párpados de nuevo, toma un mechón suelto y lo enreda entre sus dedos. —Es un sacrilegio verte vestida así —masculla con rabia—. Tenerte cerca y al mismo tiempo tan lejos, me está matando.

—Suéltame —ruego con voz temblorosa. Acerca su rostro a mí y sus labios rozan peligrosamente los míos, me estremezco entre sus brazos. —Te necesito tanto… —me asegura diciéndolo como si le doliera—, eres inigualable, te necesito tanto como respirar y me jugaría la vida por ti. —Me da un beso casto en los labios. —Maurizio… Musito su nombre cuando se separa, parece que el universo conspira contra nosotros, para que no podamos estar juntos. Fantaseo con él todos los días, mientras que en las noches lloro en silencio debido a su negativa y finjo delante de todos que estoy bien. Me he vuelto una maestra del engaño, para esconder que lo amo. —No puedo engañarte, te quiero para mí. Deseo tanto poder reclamarte como mía, pero le hice una promesa a tu padre —me confiesa rompiéndome el corazón—. Además, tú eres tan pura, pareces un ángel y no perteneces a este mundo. Se separa girándose para partir y esta vez soy la que lo toma de su camisa, se detiene de espalda a mí, porque necesito que me escuche. —Me iré pronto, pero el día en que lo haga, será para siempre y no podrás recuperarme. — Cierro los ojos para evitar llorar—. Tú llegaste a mi vida para encenderme y luego apagarme, sí, me iré, porque tienes razón, no soporto estar en este mundo maldito, pero sé que mientes y la decisión de dejarme ir es tuya, solamente tuya, mi padre sabe que te amo —le aseguro—, pero no eres la persona que pensé. —Marena… —Adiós Paso a su lado empujando la carriola, cuando estoy a punto de entrar a la casa, grita: —Conservar algo que me ayude a recordarte, sería admitir que te puedo olvidar.[6] Me alejo de Maurizio, cuando entro a la casa tomo a Luciano y corro hasta la habitación, me acuesto en la cama, empiezo a llorar y no puedo creerlo, estoy enamorada de ese hombre y él prefiere dejarme ir. Tomaré los hábitos y me iré para siempre, he decidido cambiarme al claustro y así nunca más oír de la mafia, dedicarme a las personas que verdaderamente me necesitan. Tal vez esto solo sea una prueba del maligno, me tienta con él ya que Maurizio es la personificación del pecado, intentando alejarme de mi camino. Cierro los ojos tratando de creer eso y me duermo junto a Luciano, intentando olvidarme de su tío.

Capítulo 45 ALESSANDRO Voy a casa para ver a Luciano y compartir con él, Marena fue una bendición entre toda esta tragedia, ha cumplido su promesa de cuidar a mi hijo, ha sido tan afanosa que no se ha despegado un momento de él. La evolución de Giovanna ha sido lenta, sufrió una hemorragia severa que derivó en una infección, cada vez que entro a la habitación creo que poco a poco puedo ver su rostro. Los exámenes revelaron que el maldito de Mario abusó de ella y estoy dispuesto a ayudarla a superar toda esta pesadilla. Mi mujer me demostró que es más valiente que yo y fue la mejor elección de mi vida. No creo que pueda encontrar a nadie como ella, recuerdo todavía cuando la besé por primera vez, fue como magia, algo como una especie de hechizo. Extraño ver sus ojos azules, sus palabras de amor y la manera en que era capaz de enfrentarme. «Dios, solo necesito que mejore, prometo que voy a cuidarla cada día de mi vida y que nunca la dejaré ir. Solo requiero otra oportunidad para amarla, porque para ella tenga todo lo que pida y lo que no tengo también, le entregaría mi ser». Cierro los ojos y recuesto mi cabeza en su vientre. —Regresa a mí… Desde hace dos días ya respira por cuenta propia, los doctores aseguran que puede despertar, pero lo hará a su tiempo. No puedo creer que esta sea la segunda vez en menos de un año que estemos en la misma situación. —Luciano te espera en casa, mi amore, por favor despierta. —Sonrío, mi hijo tiene el mismo color de ojos que su madre, dicen que después de unos meses pueden cambiarle y yo solo le pido a Dios que no lo hagan—. Marena pregunta por ti cada vez que voy a casa, los dos desean verte. —Me separo tomando su mano—. Sé que cuando te enteres que Alan se ha ido, vas a preguntarme si lo perdoné, lo hice, porque murió tratando de salvarte, por eso tienes que luchar y despertar. Y como si ella escuchara mis ruegos, abre los ojos y toma todo el aire que puede. Observa alrededor, descontrolada, y me acerco para que pueda mirarme. —Ángel… —Alessandro… —Enfoca sus ojos y comienza a llorar. Temo acercarme y ella busca mi mano, se la entrego y me hala débilmente. La tomo entre mis brazos, mi esposa se sacude entre ellos y llora. —Estoy aquí —le susurro. —Mario, Mario —repite ese nombre y quisiera nunca más lo hiciera. —Está muerto —le aseguro y se aleja, sus ojos me observan llenos de miedo—. ¿Recuerdas lo que sucedió? —Sí —afirma en un susurro y cierra los ojos, cuando vuelve a abrirlos puedo ver que algo dentro de ella ha cambiado—. Solo lo hice para volver a ti. —Giovanna… La atraigo de nuevo y se abraza muy fuerte a mí, como tratando de entender que esto no es

mentira. Cada día que pasa me doy cuenta de que el amor es algo para toda la vida, solo que nunca he sido bueno con las palabras, así que espero que ella pueda sentirlo. Su respiración se calma y cuando bajo mi mirada, me encuentro con la suya. Nos quedamos en silencio, no sé cuánto recé para que volviera, fue tanto, que en mis oraciones hice un compromiso, mi promesa fue, que si tenemos una hija, le colocaremos por nombre Rosalía, espero mi esposa lo acepte. —Te amo —murmuro. Ella se tensa y me imagino todo lo que está pasando por su cabeza, la alejo un poco y le sonrío para que pueda darse cuenta de que nada ha cambiado. —Llegaste cuando fui a entregarnos para salvarlos —farfulla en modo de disculpa—. Vi cuando Valerio le disparó a Alan. Suelta un sollozo. —Iría por ti al mismo infierno, pero eso ya tienes que saberlo —le aseguro pegando mi frente en la suya—. Nunca vuelvas a abandonarme a así. Cierra los ojos arrepentida. —Pensaba que podría detenerlo, pero él nunca entendió que esta no era su guerra… Exhalo aliviado, que esté despierta me devuelve la vida. Todos los días poco a poco se apagaba mi existencia, sin ella a mi lado. —No, no era su guerra, lamentablemente los días transcurren y afuera nos aguarda al peligro de una guerra. —Se estremece por mis palabras—. Solo te pido que no vuelvas a dejarme, creí que iba a morirme cuando por un segundo te perdí. —Quiero ir casa —me pide. —Deberías esperar a recuperarte, me da miedo que no estés completamente sana para volver a Palermo. Ella se aleja y ladea su cabeza, su cabello cae enmarañado alrededor sus hombros. —¿Dónde estamos? —me pregunta. —En Florencia… Giovanna esboza una sonrisa radiante y me enamoro un poco más de ella, tomo sus manos entre las mías. —Llévame a casa, nuestra casa es aquí —me asegura. —¿Estás segura? —pregunto con miedo. —Quiero ver a nuestro hijo y deseo salir de aquí, si me quedo en este hospital, Mario habrá ganado y no es así. ***** Tres semanas después… Llego a casa y escucho por el sistema de sonido la primera canción que bailé con Giovanna, la busco y, la encuentro junto a Marena y Luciano. Ven a mí, de Andrea Bocelli canta y me quedo mirando cómo conversan mientras mi hijo duerme en los brazos de su madrina. Al volver del hospital, mi esposa decidió que la chica y Maurizio serían los padrinos, aunque Marena se opuso al principio, mi mujer supo cómo convencerla para que lograra aceptar, en pocos días partirá rumbo a Francia para entrar de nuevo al convento, he tratado de hablar con mi hermano, pero se cierra al punto de que tomó la decisión de irse a Palermo con la excusa de los negocios. No ha sido nada fácil que Giovanna se adapte de nuevo a nuestra normalidad, todas las noches se despierta llorando con pesadillas y se niega a contarme qué fue lo que sucedió todo el tiempo

que estuvo fuera de casa; afortunadamente la bala que se alojó en su parte lumbar no ocasionó un daño, pero debemos encontrar la manera de extraerla. Además, ella cree que ocultándome todo puede olvidarlo y la verdad creo que lo mejor que puede hacer para sanar es contármelo. Sé que es fuerte, pero hay cargas que es mejor llevarlas entre dos. Allá afuera, toda mi organización sigue buscando a Valerio, esta guerra solo acaba de iniciar, mientras los lazos con La Camorra están completamente rotos, se han fortalecido los que poseemos con la ‘Ndragheta y la Foggia, hace poco tuve una reunión con el jefe de la Sacra Corona Unita, en donde me ofreció su apoyo en la búsqueda. Al parecer, todos tenemos negocios pendientes con el maldito. La rubia parece darse cuenta de mi presencia y me señala, Giovanna gira su rostro y sonríe. Los cardenales poco a poco han ido desapareciendo, pero sé que las marcas que no están visibles ante mis ojos, son en las que tengo que ayudarla a sanar. Me acerco a ellas y le doy un beso de pico a mi esposa, el contacto físico entre nosotros es mínimo y espero paciente a que ella dé el primer paso. —¿Cómo están? —le pregunto. —Bien —contesta Giovanna—. Le estaba pidiendo a Marena que se quede un poco más. La chica niega. —Realmente, me estabas ordenando que me quedara. Sonrío y Giovanna pone los ojos en blanco mientras tomo a mi hijo, ellas comienzan a discutir. Sé que solo intenta ayudar a Maurizio, pero creo que él tiene sus razones para alejarla. —Debo pagar el noviciado, te dije que elegirme como madrina no era la mejor opción — expresa con tristeza—. Voy a extrañar mucho a Luciano. Me siento en el sillón, lo cierto es que nunca le he agradecido todo lo que hizo por nosotros mientras mi esposa estuvo fuera. Me aclaro la voz y centran su atención en mí. —Si deseas quedarte, sabes que eres bienvenida para hacerlo —le aseguro y Giovanna me sonríe—. No te he dado las gracias correctamente, pero debería. —No tienes por qué hacerlo —me asegura sonrojándose—, fue una promesa y Giovanna es muy especial. Dibujo una sonrisa en mis labios mientras niego cabeceando, claro que sí tengo que agradecerle. —Sé que mi esposa prácticamente te obligó a quedarte con nuestro hijo, pero pudiste irte y no lo hiciste, por eso cuando ella te eligió como madrina bautismal de Luciano, pensé que no pudo elegir a mejor persona. —Respiro hondo—. Piensa si realmente deseas ir al convento, pero si algo te lo impide, en cualquier lugar que estemos mi familia y yo, también será tu hogar. —La chica se seca las lágrimas y yo me aclaro la garganta. —Gracias, pero lo mejor es que vuelva al convento —responde con tristeza y sé que en toda esa negativa hay algo más que el deseo de servir a Dios. «Maurizio, vamos, idiota, lucha por ella», pienso. —Pero… —Giovanna va a refutarle, pero ella la interrumpe. —Mi padre llegará en dos días —nos anuncia—. Y me iré, todavía no he tomado la decisión de si iré a claustro, pero les escribiré para hacérselo saber. —Maurizio es un idiota —profiere Giovanna. —No es su culpa —nos asegura—. Es mi vocación. Pero sé leer a las personas y estoy seguro que miente, Matteo se asoma y yo me levanto para entregarles a mi hijo. Le doy un beso a mi esposa y otro a Marena, salgo para reunirme con mi

consejero. Entramos al despacho, tenía una semana sin saber de él. —¿Cuándo llegaste? —le pregunto. —Hace dos horas, pasé primero por el hotel y luego vine hasta acá. Le indico que tome asiento mientras tomo el mío, para mi grata sorpresa, Matteo estudió abogacía y me ha ayudado en muchos asuntos, pero uno de los que más me interesa es saber qué pudo averiguar estando en Rusia. —Mis contactos me aseguraron que Valerio está escondido en los Estados Unidos y que las pocas familias que quedan le han dado la espalda. —Era lo más lógico —le aseguro. —El nuevo jefe contactó conmigo y quiere una reunión contigo, creo que desea alzar la bandera de la paz —me informa. —Solo será alzada cuando alguno de ellos lo traiga vivo ante mi presencia —contesto. Asiente. —Las familias Sanfilippo y Leonardi han pedido entrar al concilio, debemos restructurar las cinco familias y esas dos son las más fuertes, además han jurado fidelidad a ti. —¿Qué negocios me ofrecen de buena fe? —le pregunto. —Gianluca Sanfilippo es uno de los extorsionistas más eficientes, además cuenta con contactos dentro del gobierno. —Muevo mi cabeza sopesando sus palabras—. Fabio Leonardi es amigo de Enzo, tiene la distribución en las zonas turísticas y además es uno de los traficantes de armas más respetados de la región. Cierro los ojos y recuerdo cuando acompañaba a mi padre, Luca le aconsejaba y yo solo escuchaba. Ahora yo, soy el único que toma las decisiones. Mi padre tenía tantos planes para mi futuro. —¿Me estás escuchando? —me pregunta Matteo. —Sí, lo siento —contesto. —Lo encontraremos —me asegura. —Esto solo me ha enseñado que podemos matar a cualquiera. —Matteo asiente—. Pero, ¿vale la pena? —Creo que cualquier cosa que hagamos por el bienestar de nuestra familia, valdrá la pena. —Entonces, sigo contando contigo en esta guerra —afirmo por él. Matteo asiente y mientras hablamos de negocios, no puedo dejar de pensar en todo lo que me trajo hasta aquí. Muchos daban por destruida la organización, pero solo demostré mi supremacía, las demás organizaciones ahora exigen alianzas. La casi extinta Cosa Nostra de nuevo se ha convertido en la reina y señora de Italia, se han abierto los infiernos y mientras, en mi imperio, todo aquel que se atreva a traicionarme, morirá. La vida me ha enseñado que debemos mantener la cabeza fría, así el corazón esté ardiendo. Me levanto y Matteo hace lo mismo, me acerco, le doy un abrazo y le advierto: —Debes tener mucho cuidado en quién confías. —Matteo se queda mirándome—. Debes recordar que Satanás era un ángel y se volteó contra Dios. —Solo confío en ti —me asegura—. Tienes mi lealtad hasta el día en que muera. Le doy dos palmadas en su mejilla. —Nos vemos en dos semanas en Palermo. —Nos veremos, saludos a Giovanna. Lo observo salir, todavía tengo asuntos que atender en La Toscana, pero tengo que regresar y ocupar mi lugar, me toca restructurar todo y eso significa que lo más seguro es que tenga que

aceptar el consejo de mi consigliere. Los negocios son los negocios, así que es momento de que me centre de nuevo ellos, afuera me aguarda una guerra.

Capítulo 46 GIOVANNA Seis meses después…

Si alguien tiene una paciencia infinita ese es Alessandro, que ha curado mis heridas con cada palabra y demostración de amor. Puede ser el hombre más despiadado con sus enemigos, pero con su hijo y conmigo es todo lo contrario. Estoy en nuestra cama leyendo un libro, cuando él entra, deposito el libro en la mesita de noche. Decidí que era tiempo de dejar todo atrás, sé que viene de un concilio, pero necesito mucho a mi esposo. Se acerca y coloca un beso tímido en mi coronilla, comienza a despojarse de la ropa y me embebo de su cuerpo perfecto, lo deseo como aquella primera vez. Se quita la camisa, sin decirme nada se queda mirándome. He necesitado tiempo para poder ser tocada por él, se va al baño y yo me levanto de la cama, me quito mi vestido y ropa interior. Camino hasta el baño completamente desnuda, el vapor del agua lo rodea y me quedo admirándolo. Mi esposo es pecado y yo me convertí en pecadora, perdí parte de mi alma, ahora soy capaz de asesinar y no me arrepiento, cuando amas, harías cualquier cosa por esa persona, como todo lo que ha hecho por mí. Camino hasta él, al abrir la puerta se gira y sus ojos me abrasan cuando su mirada me recorre. —Giovanna… —murmura mi nombre con voz ronca—. ¿Qué haces? Y puedo apreciar el miedo en su pregunta, por todo este tiempo no he podido estar con él, me siento sucia. Me paro frente a él y agua cae sobre nosotros, pongo las manos en su pecho y cierra sus ojos. Siento que las gotas que recorren mi cuerpo me lavan todo lo que me hizo Mario, mi cuerpo posee cicatrices, nunca podré olvidarlo, pero estoy segura de que su amor puede sanarme. —Te necesito… —murmuro. Abre sus ojos y puedo ver el deseo contenido, me toma entre sus brazos y me besa trasmitiéndome todo su amor. Sus besos son capaces de hacerme olvidar mis heridas, nada de lo que pueda sucederme podrá dañarme de nuevo. Baja por mi cuello dejando un reguero de besos y me observa para tomar uno de mis pechos, asiento dejándole saber que estoy lista, que nada puede hacerme daño. Toma entre sus labios mi pezón y suelto un gemido al mismo tiempo que de su garganta se escapa un sonido gutural. Mis manos salen a recorrer su espalda y lo tomo de los glúteos para pegarlo a mí, me carga y rodeo su cadera con mis piernas, el glande de su polla roza mi entrada y le pido: —Por favor…, necesito sentirte. Alessandro no se hace de rogar y se entierra en mi interior, nuestros cuerpos comienzan a moverse al unísono, mientras sus labios son capaces de encender cada molécula de mi cuerpo. Sonrío porque no entiendo cómo sobreviví tanto tiempo sin esto, el orgasmo llega a mí azotándome y mi hombre me sigue derramándose dentro de mí. Me refugio en su pecho, se gira y

gradualmente se deja resbalar hasta que se sienta en el piso conmigo. Todavía lo tengo dentro y puedo sentir cómo poco a poco se endurece nuevamente. Ni siquiera lo dejo hablar cuando comienzo a balancearme, me apoyo en la pared para subir y bajar sobre su miembro, sus ojos se oscurecen y sé que este es el hombre con el que deseo hacer el amor toda mi vida, tengo la certeza de que ya nada me importará. ***** Llevamos minutos sobre nuestra cama solo compartiendo nuestras miradas, nunca me ha preguntado, pero es momento de que le confiese todo. —La primera noche, solo me golpeó, no pudo violarme porque mis palabras realmente le afectaban. —Ángel, no tienes que contarme nada —me asegura pegándome a su cuerpo. Tomo su rostro entre mis manos, porque Alessandro no es capaz de darse cuenta de que su amor es lo único que puede sanarme. —Necesito contarte —le pido y él asiente aceptando—. A la mañana siguiente tenté mi suerte, pensé que me había salvado. —Cierro los ojos y siento cómo se tensa—. Fue la primera y única vez que me violó consciente, creo que lo hacía cuando me desmayaba, para no ver en mi mirada lo mucho que lo odio. —Santa Madonna —profiere. —Me golpeaba ya que deseaba quebrantarme, que perdiera mi alma y yo solo luchaba para no hacerlo. —Escondo mi mirada—. La noche que viniste por mí, estaba resignada a morir, pero fuiste capaz de salvarme. —¡Mírame! —exhorta subiendo mi rostro—. Nunca estarás sola, me tienes a mí y pase lo que pase, siempre te haré volver a mí. —Alessandro… —He esperado por ti, porque sabía que mi amor podría curar tu alma y te esperaría cien años más… —Te amo —susurro. Él sonríe y deja un beso casto en mis labios, me pega más a su cuerpo y lo que no puede expresar en palabras, me lo dice entre caricias y jadeos. Me hace el amor tan lento que creo que voy a morir, porque de alguna manera mi corazón se detiene cuando estoy con él. Ahora entiendo que a veces tenemos que dar lo mejor y, si no resulta, siempre tendré unos brazos a los que puedo acudir para que me sostenga. Alessandro tiene la capacidad de curarme, porque todas las luces siempre me guiarán a casa y sus brazos son mi hogar. Y por él soy capaz de morir, su piel me enciende, cuando me acaricia de la manera en que lo está haciendo en este momento, todo se vuelve hermoso y sé que de ese modo me dice que me ama. Llegamos juntos al clímax y en el momento en que todo es calma, me susurra: —Intentaré decirte que te amo todos los días y el día que no lo haga, debes recordármelo. Sonrío y me besa. —Te amo, tonto. —Esta noche me estás abriendo tu corazón para dejarme entrar de nuevo, te puedo asegurar que nunca pediré nada, porque eres la única mujer a la que amo y eso será hasta la muerte. —Ale… Sujeta mi rostro entre sus manos y pega su frente a la mía. —No me importa nada de lo que sucedió, porque estás conmigo y no me importa nada más.

Y me besa, no me arrepiento de haberlo escogido. Terminé aceptando que soy la reina de la mafia, en el fondo perdoné los errores de mi padre y pude vengar su muerte. Mi vida es mi familia y por ellos sería capaz de todo. A mi madre se la ha tragado la tierra, no hay señales de ella por ninguna parte y lo cierto es que tampoco la necesito. Sé que afuera aguardan mayores peligros, que la guerra solo ha iniciado, pero como una vez dije: Moriría por él. Mataría por él. Renunciaría a mi familia por él. Alessandro se convirtió en mi mundo y, Luciano y yo, somos el centro de su universo. Lo seguiría a cualquier lugar, así eso signifique descender al mismísimo infierno.

Capítulo 47 VALERIO CAPUTO Estaciono frente al convento de la congregación de Carmelitas Descalzas, todavía no puedo creer que después de buscar por años a mi hermana, después de maldecir por tanto tiempo a los Lombardo, era Enzo Calabrese quien me había arrebatado lo único que me quedaba. Víktor Rostavili, el capo de Bratvá me entregó todo. Marena Calabrese es mi hermana. Cierro los ojos arrepentido, pensé muchas veces en hacerme con ella para lograr mis planes de venganza, pero ahora siento que ni Dios será capaz de perdonarme todo lo que imaginé para ella. Alessandro y Maurizio Lombardo creen que esta guerra ha terminado y solo encendieron la llama, necesito reorganizar La Camorra. Está en mi destino convertirme en el dueño y señor de Italia. Irme a Moscú me ayudó a crear lazos y también a descubrir los puntos débiles de mis enemigos. Bajo y entro a la iglesia a escondidas. Marena está postrada ante un sacerdote a punto de recibir los hábitos, saco mi arma y doy un disparo al aire. Ella gira su rostro y me observa con ojos llenos de miedo, pero mi objetivo se detiene frente a mí y sonrío satisfecho. —Eres muy valiente o un idiota por atreverte a venir hasta aquí… —me grita Enzo Calabrese. Me apunta con su arma, sé que está solo y no le permitieron que ninguno de sus malditos soldados le cuidaran la espalda. Se siente seguro e invencible, pero en realidad solo es un pedazo de mierda y va a morir. —Lo sé todo —le contesto—. Vengo a buscar lo que me quitaste. Palidece. —Papá… —Observo cómo ella se levanta y él antepone su cuerpo para protegerla—. Papá, ven conmigo. Las monjas la jalan por sus brazos y silbo, los hombres que me ha prestado Víktor salen, revelando que no estoy solo. Mi pequeña hermana abre los ojos asustada. —No sé de qué hablas —asegura Enzo y me apunta—. Solo uno quedará vivo esta noche. —Y ese seré yo… —¡Papá! —grita Marena cuando uno de mis hombres lo coge desde atrás y lo apuñala. Ella trata de correr hacia él, pero dos sacerdotes se lo impiden y doy la orden de que la tomen. Sin embargo, logran sacarla y furioso me acerco a mi peor enemigo. Mis hombres lo tienen de rodillas mientras él trata de soltarse. —Pensaste que nunca me iba a enterar —le digo y escupo su rostro. Enzo sonríe. —Deberías agradecerme, a tu lado solo sería una puta que tus palis hubieran follado —me rebate desafiándome—. Hice de tu hermana una mujer diferente. Le propino un puñetazo en la mandíbula, con todas las fuerzas que me da mi odio. Giro su rostro, pero Enzo Calabrese me demuestra que no le tiene miedo a nadie y sonríe. —Es mi hermana… —Y la amo como a amé a tu madre —me confiesa—. Ella era mía y por eso me la llevé.

—¡Maldito! Lo escupo y le apunto, lleno de rabia cierro mis ojos para poder hacer lo que necesito, al abrirlos de nuevo, el odio me impulsa a dispararle.

Epílogo ALESSANDRO Mi

esposa y yo celebramos el primer cumpleaños de Luciano junto a nuestros socios, mi hermano abraza a mi pequeño y luego me sonríe. Desde que se fue Marena no ha vuelto a ser el mismo. La guerra sigue, los que son fieles a Valerio aún intentan destruirnos tratando de ayudarme. Giovanna está radiante, apenas hace días nos enteramos que espera nuestro segundo hijo. Nunca imaginé tener la gracia de poseer una familia, pero así fue y no me arrepiento. Sé que en donde estén mis padres y hermana están felices por ella. Vivo por ellos, son los que me dan mi fuerza de verdad y los que me alientan a luchar hasta conseguir la paz. Estamos en mi palacete en Chianti, el lugar en donde todo comenzó, me acerco a mi esposa e hijo. Apenas hemos invitado a Matteo y Salvatore, los dos me han demostrado ser mis amigos, como Giovanna aún se niega a conocer a chicas para tener amigas, me pidió que ellos vinieran, también invitamos a Enzo que declinó muy amablemente. Le doy un beso y se sonroja, ella siempre me muestra el camino para volver a casa cuando tengo que regresar. Luciano se lanza a mis brazos y lo abrazo, le cantamos cumpleaños. Mi ángel es feliz y nada me importa más que protegerlos, estamos los cuatro mirándola jugar con mi hijo y Salvatore me dice: —Tienes suerte de haberla encontrado. Sonrío. —Lo sé. Matteo apaga su cigarrillo en el cenicero y sé que, aunque es momento de celebración, no han venido solo a eso. —Creo que he dado con su localización —anuncia. Todos nos fijamos en él, Maurizio y yo compartimos una mirada. Deseamos vengar a mi padre y hacerle pagar por todo lo que nos ha hecho. —¿Dónde? —pregunta él. —Lisieux, Francia. Mi hermano se levanta como un resorte y todos nos quedamos atónitos por su reacción. —¡¡Marena!! —farfulla desesperado. —Maurizio —lo llamo. Él niega y me observa con miedo, mi mujer se acerca con mi hijo y no se queda callado. —Marena está ahí, él está ahí por ella. Todos nos miramos y mi esposa palidece al escucharlo. Se acerca a mi lado y guarda silencio. —Iremos por ella… —le aseguro. Salvatore se levanta y niega poniendo los ojos en blanco, todavía es joven y le falta entender que la familia lo es todo. —¿Cuándo salimos? —me pregunta Salvatore. —Ya mismo —contesta Maurizio. Giovanna aprieta mi hombro y yo me levanto, tomo su mano y la alejo de todos. Cuando

observo su rostro, puedo ver el miedo reflejado en su mirada. —¿Me dejas? —pregunta. Miro al cielo pidiéndole a Dios por los dos, porque desde que la amo me he vuelto en creyente ferviente. —Debo ir con él. —Asiente—. Volveré a ti… —Siempre… —me asegura y se pega a mi cuerpo, abrazo a mi familia en silencio—. Te amo. Susurra y nuestras miradas se cruzan, puedo asegurarles que es una caricia al alma. La beso agradeciendo al cielo por mi ángel. Nadie me ha hecho sentir como ella, ni todas las mujeres que probé antes, esta es todo lo que amo. Rompe el beso y sonríe, Giovanna era la princesa de Nueva York y ahora se ha convertido en la Reina de la Mafia, el amor en nuestro mundo es algo complicado, salir a la batalla da miedo, pero saber que tenemos una familia a la cual regresar nos hace fuertes. Nunca olvidaré el día que me obligó a ver El Padrino y él dijo: Un hombre que no pasa tiempo con su familia, nunca puede ser un hombre de verdad. —Volveré a ti —le prometo—, te amo. Y ella asiente, porque ahora está segura de que pase lo que pase, volveré a su lado, pero me detiene y me giro para mirarla. —Este es el momento para decirte que para mí es un honor que me ames también. Maurizio se acerca y se queda mirándonos a los dos, sabe que me estoy despidiendo, sin embargo, irme en este momento, me cuesta tanto. Se pasa las manos por su cabello y sonríe triste, quisiera abrazarlo, nuestros socios nos esperan. —Creo que es mejor que te quedes —me anuncia y niego pensando que es mala idea—. Voy a ir por ella y la sacaré del maldito convento a rastras si es necesario. —Mau… —murmura Giovanna. —Los mantendré informados, si lo encuentro prometo traerlo, porque tarde o temprano lo vamos a encontrar. —Se acerca y le da un abrazo a mi esposa y luego a mí—. Confía en mí. Susurra y yo asiento aceptando, mi esposa buscó refugio en mí. Nunca tendremos un momento de paz, mientras soy feliz con mi familia, fuera hay una guerra. Cierro los ojos orando a Santa Rosalía, para que mi hermano vuelva con vida y que al fin pueda tener a la mujer que ama. Beso la coronilla de mi esposa y juntos caminamos con nuestro hijo entre las vides, ahora cumplo el sueño de estar con ellos en el lugar que tanta paz me dio; mientras la guerra espera, yo disfrutaré de los momentos de felicidad a su lado.

Fin…

Bonus extra MATTEO Cuatro meses después

Maurizio se sienta a mi lado y me quedo en silencio, estamos en París, fue aquí la última pista de Valerio con Marena, parece que cada vez que nos acercamos huye. Pedimos un café y nos quedamos esperando a Enzo. Llegamos justo a tiempo, creímos por un momento que lo habíamos perdido, pero pudimos salvarlo y lograr que se estabilizara. Cuando nos confesó la verdad sobre Marena casi no podía creerlo, que la madre de Valerio es la misma que la de la chica, y que este lo descubriera cambió la suerte de ella. —Necesito encontrarla —murmura. —Lo sé —contesto. Una chica morena deja las tazas y cuando me fijo en su rostro creo estar soñando, la verdad no puedo creerlo. —Violleta —musito conmocionado. —Oui? —Lo siento, me equivoqué… Mi compañero se queda mirándome, sabe que también tengo un pasado que escondo, que aún no estoy preparado a contarlo, todavía no. Me levanto y entro al local, me acerco a la chica y la tomo del brazo, necesito observarla de nuevo. —Suélteme —me pide en inglés. La detallo con la mirada y recuerdo que mi dulce Violleta tenía una hermana. Es ella, estoy seguro de que es ella. —Eres tú… —asevero en italiano. —No lo conozco, está loco —contesta en el mismo idioma, algo que la traiciona. —Entonces, ¿por qué me contestas en el mismo idioma?, eres su hermana… —Por favor, aléjate de mí —me pide desesperada—, no te pueden ver cerca de mí. —¿Quién no te puede ver cerca de mí? ¿Por qué nunca me buscaste? La chica niega cabeceando y logra zafarse de mi agarre, sé muy bien la respuesta, al regresar encuentro a Enzo sentado, aún lleva un cabestrillo en su brazo. Al ver lo conmocionado que estoy, comenta: —Parece que viste un fantasma. —Lo hice —contesto. —Al parecer todos aquí tenemos secreto. Me hago que no he escuchado nada e inquiero: —¿Qué sabes de tu hija? —El maldito de Valerio va borrando sus pasos a medida que se mueve, parece que encontrar a

mi hija será imposible. —Alessandro ha movido a todos, sabemos que está aquí, pero no sabemos en dónde. —Pensé que el convento sería más seguro, pensé que podría ser más fácil así. —Todos pensamos así —asegura Maurizio—. Tengo a mis hombres rastreando todos los barrios de París. —Tengo que encontrarla, tengo que explicarle tantas cosas a mi hija… La chica sale de nuevo a dejar un pedido y al pasar por nuestra mesa, deja un papel que no pasa desapercibido por mis compañeros. Lo tomo y lo abro para leerlo: Sí, soy Antonella, pero no puedo acercarme a ti, tienen a mis padres y han amenazado con asesinarlos. No puedo, no quiero que nada les suceda, ya se llevaron a Violleta por tu culpa, no voy a permitir que ahora se lleven a mis padres. Por favor, no vuelvas por aquí. Arrugo el papel con rabia y deseo asesinar a todos, no puedo creer que después de todos estos años, siga sucediendo igual, que ellos tengan poder sobre mi vida y sobre ellos. —Matteo —me llama Maurizio. —Esta noche voy a volar a Moscú —informo—. Necesito atender unos asuntos… —¿Y mi hija? —inquiere Enzo. —Te aseguro que las conexiones de Valerio con Bratvá me ayudarán a saber en dónde están, en este momento estamos jugando al gato y al ratón, por ahora él está ganando y me parece que no es lo que deseamos. —Haz lo que tengas que hacer —me pide Maurizio. Me levanto, pero me detiene tomándome de la muñeca. —Matteo, sé que guardas un pasado lleno de dolor y todos supimos lo que sucedió con Violleta, si necesitas vengarla, sabes que puedes contar con nosotros, pero por ahora te pido que me ayudes a encontrar a Marena, yo necesito encontrarla. Me siento de nuevo y me acerco: —La chica es su hermana, tengo cosas que hacer y todo nos llevará a Marena, estoy con ustedes, les aseguro que tarde o temprano ella volverá. Esta vez me levanto y salgo de ahí, ver a Antonella, quien estuvo años en Rusia me ha traído recuerdos. Los padres de Violleta eran simples obreros en Sicilia, no tenían nada que ver con la mafia, pero al fijarse él en ella, su vida cambió. Nunca lo imaginé, pero la vida nos cambiaría todos. Cierro los ojos al subirme al auto, nunca la conocí, pero verla, encontrármela, removió recuerdos que me atormentan, es ella, pero al mismo tiempo no lo es. Tengo una deuda con el amor de mi vida y voy a tratar de pagarla.

Agradecimientos A Dios y la Virgen, Santa Teresita del Niño Jesús por estar en mi vida guiando mis pasos y llevando con cada respiro. Ahora más que nunca sé que mi musa llega por ustedes. A mi familia por el apoyo infinito. Quiero agradecerle a mi mamá que es la mujer de mi vida. Te debo todo lo que soy, te amo y lo sabes, muy a pesar de mis arranques locos. A mis mejores amigos por siempre alentarme, Rubén y Lisbeth gracias por siempre ser parte de mi vida. A Dianita, marica ahora tenemos que echarle más a la vida. Gracias por ser tan especial. A Isaura, nunca me imaginé encontrar a nadie que entendiera tan bien mi trabajo como tú, gracias por subirte a este unicornio que estaba bastante drogado, por alentarme y corregir, también por descubrir aquellas ideas que quedaban inconclusas. Prometo que usted, señora Spadaro (Lo siento chicas, ella lo vio primero) disfrutará de lo que viene. Espero seguir encontrando ese lado oscuro que he descubierto. A Joanna, bueno manita gracias por llegar y quedarte, por calmarme y demostrarme que hay todavía personas que son sinceras. Gracias por leerme con ojos críticos y sobretodo apoyarme con tu cuenta. A Leidys, mi niña preciosa tus palabras luego de leer la versión beta me ayudaron muchísimo a borrar esos miedos. A Isa, yo no sé la razón porque creo que eres chiquitica y te digo que eres la beba de mis betas, pero gracias por el apoyo incondicional. A mis chicas de Olimpo entre libros, mis diosas ustedes me ayudaron a enfocarme en la mafia y espero que ahora si digan que tiene ese no sé qué que faltaba. A mi Nela, gracias por estar conmigo y ser esa lectora beta, ya llevamos varios libros y eres la mejor de todas. A Irene, amiga gracias por leerme y espero que te actives, extraño tus reseñas. Tú por supuesto que eres mucho, tenemos ya cuatro años juntas y espero que sigamos hasta que deje de escribir. A Bet, gracias por apoyarme, sé que Omertà fue lo primero que leíste de mi trabajo, pero has estado ahí. A Pao, chama gracias por estos tres años de apoyo incondicional, por siempre dedicarme un post, siempre ayudarme en los momentos que te pido ayuda, eres una de esas personas que de verdad quiero muchísimo. Siempre voy agradecer a las cuentas de Instagram, creo que sin su trabajo nosotros los autores no podríamos proyectarnos, gracias por todo su apoyo. En especial a: Leer es Increíble, Locas por

la lectura, Amor por los libros, El teorema de libros, Viviendo entre Libros, Books Pasion and Soul, Kinkybookshenry y Las Chicas del Reiki, Mil libros por leer, Libros que dejan huella por todo lo que hacen por mí. Y aquellas que no nombro o se me pasaron, me lo dicen y prometo que en el tercero de la mafia haré algo especial. Gracias a todos que llevan cinco años apoyándome, a mis nuevos y viejos lectores, por creer que los unicornios existen. ¡Mil veces gracias!

Sobre la autora LORENA DEL VALLE FUENTES P. (Maracay, Venezuela, 1985) nació en la Ciudad Jardín de Venezuela, es Administradora mención Tributaria y desde pequeña le gusta leer. Su primer libro fue Platero y yo, pero se enamoró de la historia de niños que enseña a los adultos: El Principito, la obra más famosa del escritor y aviador francés Antoine de Saint-Exupéry. Amante de las Artes en todas sus expresiones, pertenece al movimiento Coral del Edo. Aragua y también al Movimiento Guías Scouts de Venezuela. Siempre trazándose metas, entre ellas el proyecto de Leyendo con Lorena Fuentes, donde tuvo la oportunidad de compartir entrevistando a grandes autores de la rama de la literatura romántica. Con Soy Tuya incursiona por primera vez en el mundo de la literatura que tanto le deleita, manteniéndose en los primeros lugares de venta por más de seis meses seguidos. Redes Sociales: Facebook: https://www.facebook.com/lorenafuentesescritora/ Instagram: @lorenafuentes2 Twitter: @lore2811

Lo próximo de mi compañera Miriam Meza.

PRÓLOGO Diez años antes. Algunas veces se debía hacer algo malo para conseguir algo bueno; o al menos eso era lo que se repetía Reed Maxwell para convencerse de haber tomado la decisión correcta. Años de escuchar discurso sobre la ética en el tratamiento de la información, sobre la moral en el ejercicio de su carrera, y solo bastó que su mejor amiga desapareciera para hacerlo reconsiderar todo lo que había asumido como cierto hasta entonces. Durante la primera semana que pasó tras la desaparición de Leah, Reed había acampado en las oficinas de la policía del campus, y cuando se dio cuenta de que no conseguiría ayuda allí llevó sus demandas a la sede de la policía de Boston. Sin embargo ninguno de sus esfuerzos lo conducían a nada. No había pistas, y si debía ser honesto consigo mismo, tampoco había mucha disposición de ayudarlo en el departamento. Lo que le decían es que no había evidencia de que fuera secuestrada, y era cierto; pero tampoco había pruebas de que se hubiera marchado voluntariamente, y eso era lo que mantenía a Reed batallando por encontrarla. Al inicio de la segunda semana empezó a seguir la actividad en línea de su amiga en los días previos a su desaparición, y eso lo había llevado a descubrir que Leah tenía algunos secretos guardados. Su situación financiera, por ejemplo, no era tan estable como le había hecho creer; sí, ella tenía una beca en la universidad, pero eso apenas cubría su matrícula y la renta del dormitorio que compartía con otra chica. Su historial de búsqueda estaba lleno con enlaces de sitios con ofertas de empleo, pero la mayoría exigía un compromiso a tiempo completo y eso no le convendría a Leah a menos que abandonara la universidad; eso haría que perdiera su beca, y por tanto incrementaría sus gastos, por lo que terminaría siendo un problema más en lugar de una solución. Estaba a punto de darse por vencido en su búsqueda cuando encontró un sitio que parecía demasiado bueno para ser real, y ya saben lo que dicen de esas cosas ¿no? Un par de semanas después estaba seguro de haber encontrado a los responsables de la desaparición de Leah, pero también el rastro de otra veintena de chicas desaparecidas en las mismas circunstancias. Todas ellas eran estudiantes, de entre diecinueve y veinticinco años, matriculadas en alguna de las ciento catorce instituciones universitarias del estado de Massachusetts. Para entonces había transcurrido un mes y seguía sin conocer el paradero de su amiga, y eso terminó de empujarlo por un camino peligroso y oscuro. Se creó una identidad virtual, buscó brechas de seguridad en diferentes, explotó sus debilidades y se infiltró para buscar respuestas; y mientras más profunda era su exploración, más preguntas surgían. Hasta que repentinamente se encontró con el muro que lo separaba de la verdad, o al menos eso parecía; y cuando lo atravesó empezó a experimentar el más profundo arrepentimiento. Las personas que estaban detrás de la desaparición de Leah eran importantes, pertenecían a lo más

exclusivo de la sociedad, eran parte de círculos políticos… eran intocables; lo más urgente del caso es que no tendrían miramientos para acabar con cualquier obstáculo que se les presentara, y eso los incluía tanto a Leah como a él. Y al llegar hasta ellos se dio cuenta de que si todas esas personas estaban en el juego, alguien aún más grande estaba moviendo los hilos. Reed se sentía como un niño al que engañaban con un dulce. Había caído en una trampa, y eso lo supo apenas encontró esa información; liberándola en un acto impulsivo. No le costó mucho trabajo, solo algunas líneas de código; pero luego pensó que no debió ser tan fácil. Conocía sus talentos y confiaba en sus habilidades tras un ordenador, pero aun así, fue demasiado sencillo. Un par de rutinas que cualquier niño podría escribir, y todo estaba hecho. Fue tan rápido que, cuando se dio cuenta de lo que había liberado, ninguna combinación de teclas o instrucción de emergencia podría revertir el daño. La tormenta era irreversible, y el único culpable era él mismo. Debió tomar precauciones, se dijo. Leer la data y verificarla antes de dejarla libre, pero ya no valía la pena lamentarse. Semanas de búsqueda finalmente estaban rindiendo frutos, y un error de principiante lo estaba devolviendo a la caseta de partida. —¡Eres un idiota! —Gruñó golpeando el teclado de su ordenador con el puño. Sabía que podría crearse un nuevo alias. La red era un lugar vasto y lleno de posibilidades. Pero reiniciar sus operaciones de inmediato levantaría sospechas, y lo último que necesitaba era a la policía siguiéndole los pasos en lugar de investigar crímenes reales. Técnicamente lo que estaba haciendo era ilegal, pero lo hacía por una buena causa ¿no? Debía pensar en algo, se dijo. No podía quedarse con los brazos cruzados y dejarlos salirse con la suya. —Un maldito control de daños, imbécil, eso es lo que debes hacer —se dijo en voz baja mientras abría una nueva pestaña en su navegador. Tenía que minimizar el efecto de sus acciones, o provocar una ola aún más grande para que el error que había cometido pudiera pasar desapercibido. Sus dedos volaron sobre las teclas, mientras que las cadenas de caracteres aparecían en la pantalla. Luego una ventana de autenticación saltaba frente a sus ojos, y él no dudó en colocar los datos correspondientes. Un nuevo nombre, una dirección IP que lo colocaba virtualmente en un lugar remoto y una nueva instrucción. Una rutina que se iniciaría con un simple golpe de tecla. Una nueva identidad virtual y un universo de posibilidades. —Después de esto tendré que desconectarme hasta que las cosas se calmen —pensó en voz alta —. Quizás si desaparezco piensen que alguien se ocupó del problema. Un tiempo fuera del radar le daría oportunidad de cambiar de locación físicamente, así como su actividad virtual acababa de mudarse. Aunque una migración física requería más trabajo y explicaciones. No es como si pudiera desaparecer simplemente. Su familia haría preguntas, igual que sus profesores y compañeros de la universidad. —Leah no tuvo a nadie que hiciera preguntas —susurró negando con la cabeza mientras pensaba en su amiga. Había hecho cosas que iban en contra de sus creencias, había quebrantado leyes, acechado personas cual cazador tras su presa, y cuando creía estar cerca de resolverlo todo, consiguen hacerlo caer en una trampa. Él no era un hombre orgulloso. Era capaz de admitir cuando cometía errores. Y con su negligencia había comprometido no solo su seguridad, sino también la de Leah. «Si es que sigue con vida».

Apartó el pensamiento mientras se concentraba en empaquetar sus archivos para depositarlos en una máquina virtual, y luego configurar el portal de acceso en un servidor seguro. Hizo un par de respaldos en la nube y programó las mejores rutinas de seguridad de las que fue capaz. Entonces empezó a limpiar los rastros de su actividad en línea. Las huellas digitales eran una marca permanente, pero solo para quien no tenía idea de cómo cubrirlas. Ese no era su caso. Él se había preparado para ser un fantasma en caso de necesitarlo y el momento, por lo visto, ya había llegado. Así como confiaba que llegaría el momento en que ya no necesitaría una máscara ni la protección de la red para ir tras las personas que se llevaron a Leah y a las otras chicas. —Pero ese día no es hoy —se recordó. Y con esas palabras sellaba el destino de su identidad virtual. Un par de golpes de tecla después aparecía un mensaje de confirmación. Su transacción había resultado exitosa. El viejo perfil que creó para seguir el rastro de Leah había dejado de existir. Tenía una hoja en blanco, un nuevo nombre y la oportunidad de una nueva búsqueda, sin embargo el objetivo seguía siendo el mismo. —Y no descansaré hasta que los responsables por la desaparición de Leah paguen por ello — se prometió a sí mismo mientras respaldaba su nueva información de usuario. Al finalizar el proceso limpió su historial, cerró el enrutador cebolla que usó para trabajar u tomó el vaso de té helado que estaba bebiendo, lanzándolo con fuerza contra el ordenador encendido. El líquido generó una reacción instantánea contra las partes electrónicas conectadas a la fuente de energía, provocando que el humo empezara a salir. «Está funcionando, pero no es suficiente». Entonces tomó un yesquero que la compañera de Leah mantenía en su escritorio, lo usó para encender un trozo de papel y lo lanzó en el interior del case del ordenador. Fue entonces cuando iniciaron las pequeñas explosiones. Tomó el extintor que la chica mantenía en el dormitorio, y extinguió el fuego. Luego empacó el ordenador convertido en chatarra, y lo metió en su auto para deshacerse de él de camino a su casa. No podía dejar evidencia de su presencia en aquel dormitorio, así que poco a poco se encargó de colocar las cosas tal y como las había encontrado. Nadie extrañaría el viejo ordenador de Leah, así como tampoco la extrañaban a ella. La compañera tal vez piense que la administración ha decidido finalmente poner sus cosas en una unidad de almacenamiento y darle el lugar a alguien más. —Tal vez le pida a alguien que se encargue de sus cosas —se dijo mientras abordaba su auto para poner en marcha la siguiente parte de su maniobra de control de daños. Sacó su móvil del bolsillo y marcó el número de su casa, y cuando su madre contestó le dijo que tendría que salir de viaje. —Es un programa de intercambios —mintió —. Sólo será por un par de meses. —Pero falta tan poco par tu graduación —de lamentó su madre. —Sí, lo sé, pero estaré a tiempo para la ceremonia —dijo, aunque de eso no estaba totalmente seguro. Tras otra ronda de explicaciones falsas, y promesas que no estaba seguro de cumplir, se despidió de su madre y luego le marcó a su tutor académico, explicándole que debía ausentarse debido a una emergencia familiar. —No te preocupes —dijo el profesor—. Tus unidades curriculares ya han sido evaluadas, y tus calificaciones son las mejores. Ve con tu familia, una breve ausencia no afectará demasiado tu

calificación final —le aseguró. —Bien —respondió aliviado. —Una cosa más, muchacho —añadió el profesor—. Aprovecha la ocasión para discutir con tu familia la oferta que te hice. —Profesor Westwood… —Tienes talento, muchacho —lo interrumpió —. Y con la agencia podrás usarlo para servir a tu país. Piénsalo, consúltalo con tu familia y con la almohada, y luego me das tu respuesta. —Está bien —respondió—. Lo pensaré. —Eso es todo lo que pido. —Me tengo que ir ahora —se despidió de su tutor y desconectó la llamada, entonces puso su auto en marcha sin saber muy bien a donde ir. Lo único que sabía es que su vida cambiaría después de ese día. Había cometido un error y caído en una trampa. Se vio forzado a crear una nueva identidad virtual, mentir a su familia y a su profesor. La oferta de un trabajo con los federales le resultaba atractiva. La posibilidad de usar sus recursos para completar su búsqueda y hacer pagar a los culpables. Pero, ¿y si su secreto se descubre? ¿Y si, en lugar de poner tras las rejas a los que se llevaron a Leah, quien termina en la cárcel es él? Por eso necesitaba un bajo perfil, se dijo, además de calma para meditar. Y mientras pensaba en el futuro le daría oportunidad a las cosas para que se calmaran. Luego sería trabajo de su alter ego virtual. Luego sería T0rm3nt0r quien se encargue de poner todo en su lugar.

CAPÍTULO 1 En la actualidad. El tiempo es uno de los remedios más efectivos para acabar con los idealistas; el trabajo y la rutina solo sirven para sellar el ataúd. Eso era lo que pensaba Reed Maxwell mientras leía el informe preliminar que su equipo había preparado sobre Nova Tech, una empresa privada dedicada al diseño y desarrollo de equipos militares y armamento, quienes eran una contratista del Departamento de Defensa y habían reportado un ciberataque a sus servidores. Había pasado tiempo desde que empezara a trabajar con el FBI, casi diez años para ser exactos, y unos cuatro desde que se le permitiera formar su propio grupo especial dentro de la agencia. Su misión era bastante especial, pero pensó le daría la suficiente autonomía para perseguir sus propios monstruos; sin embargo en la práctica las cosas no eran tan sencillas, y no existía tal cosa como la autonomía cuando trabajabas para el gobierno. Quizás el problema no era la agencia, sino su propia visión de la justicia; lo cierto es que la emoción casi infantil que sentía al inicio de su carrera en el FBI, cuando un mundo de posibilidades se abría ante sus ojos, había sufrido una muerte lenta y trágica, y en su lugar ahora se encontraba una profunda sensación de hastío. Todas las misiones se resumían en lo mismo, limpiar el desastre que otro había hecho, generalmente alguien que se creía demasiado inteligente como para cometer errores. Otra cosa que no había resultado según sus planes fue la búsqueda de Leah. Reed logró descubrir quién la había secuestrado, pero el criminal era solo un peón en un tablero; uno que era fácilmente descartable por sus jefes, por lo visto, pero un empleado leal porque nunca los delató. Pasó mucho tiempo antes de que pudiera dar con su amiga, un año exactamente, y lamentablemente ella nunca pudo contarle exactamente lo que pasó el día en que desapareció. De Leah James solo aparecieron sus restos sin vida, y la identificación definitiva para darle cierre al caso fue casi tan complicada como el hallazgo, ya que su cuerpo estaba bastante descompuesto. La lluvia golpeaba contra las ventanas de su apartamento, y la fría brisa del exterior formaba una capa blanquecina en los cristales. Reed no podía evitar pensar que el clima de la ciudad ese día era tan gris como su humor; pero un poco de lluvia y una mala actitud no eran excusas para faltar al trabajo, y su equipo contaba con él para avanzar en el caso. A la agencia no le interesaba si ese día se cumplieran diez años de la desaparición de su amiga, y nueve de que apareciera su cadáver; así como tampoco les importaba si él seguía arrastrando la culpa por no haberla hallado a tiempo. Otra cosa que tampoco era importante para ellos que él dedicara su tiempo y recursos a perseguir y castigar a personas que hacían a otras personas lo mismo que hicieron con su amiga. O tal vez sí, pero no se los preguntaría. El agente Reed Maxwell volvió a posar su mirada sobre el informe que debía analizar, deteniéndose en la columna de vulnerabilidades encontradas por sus técnicos, Zeke Astin y Virginia Rivers, para empezar a formar teorías sobre la forma en que los perpetradores habían

realizado su ataque. Eran muchas, se fijó, el documento con las políticas de seguridad de la compañía estaba lleno de tantos agujeros que era ridículo que el Departamento de Defensa siguiera haciendo tratos con ellos; pero cómo el estado gastaba el dinero de los contribuyentes no era asunto suyo, decidió. Reed pensaba que al detallar las políticas de seguridad de una empresa, que eran como la hoja de ruta para controlar toda la actividad en línea, se debía ser cuidadoso con la redacción. Mientras más detallados fueran, menos probabilidades habían de dejar cosas al azar, o de que quedaran agujeros como los que él estaba detectando apenas en papel en la estructura de Nova Tech. Mientras avanzaba con su lectura descubría diferentes brechas de seguridad explotables, pero todas se hallaban en lugares que no se relacionaban directamente con el ataque; entonces empezó a considerar alternativas. ¿Qué tipo de información había en el servidor atacado? ¿Qué clase usos podrían darle? ¿El atacante simplemente tomó lo que quería, o dejó algo más en el sistema? Y de haber plantado algo en los servidores ¿con qué propósito lo hizo? ¿Es que acaso no habían conseguido lo que necesitaban? Reed pensaba que para resolver un crimen informático debías pensar como las personas que los realizaban, era una suerte para la agencia que él haya reclutado un par de hackers profesionales. Su otra carta bajo la manga era su propia experiencia en las profundidades de la Web, pero eso era algo que no reportaría en ningún informe y que no diría voluntariamente a sus jefes, pensó mientras dejaba el informe en la mesa y caminaba hasta la cocina para servirse un café. Era difícil seguir analizando un ataque leyendo simples hojas de papel, se dijo Reed mientras tomaba un sorbo del líquido caliente; pero la documentación de un sistema de seguridad, las políticas y mecanismos planificados para proteger la información, le daban una idea sobre los pasos iniciales que siguieron los hackers que perpetraron el ataque. Ellos también debieron estudiar a Nova Tech del modo en que él lo hacía ahora. El siguiente paso sería sumergirse en el sistema, analizar el código y tratar de seguir la huella digital del hacker. Toda actividad en línea tendía a dejar un rastro, una firma; y los ciber criminales tendían a ser, en cierto modo, como los grupos terroristas por lo que no sería de extrañar que dejaran un mensaje. Un yo pude hacerlo y nadie me detuvo. Ya eso había sucedido antes, más veces de las que pudiera contar, y a Reed le daba cierta satisfacción demostrar que él era mejor, que si bien no pudo detener el ataque que los puso en el radar, era quien pondría fin a su carrera criminal. No todos los hackers eran malvados, se recordó, ni estaban pasado el punto de redención; de ser así Zeke y Virginia tendrían historias diferentes que contar ahora. Pensar en sus muchachos, como los veía, no fallaba en animarlo cuando las cosas parecían ir mal; y seguramente ahora estaban considerando sus propias maneras de atacar el problema que tenían entre manos. Cada uno de ellos tenía una forma peculiar de resolver acertijos, y no tenía dudas de que entre todos lograrían llegar hasta quien se infiltró en los servidores de Nova Tech. Eso, se dijo, no resolvía las obvias fallas de seguridad que tenía la empresa; pero les daría una idea clara de sus vulnerabilidades, y así podrían poner los correctivos necesarios para evitar que volviera a suceder. Cuando Reed terminó de tomar su café volvió a la mesa en la que había dejado el informe, tomó la carpeta y la guardó dentro de un bolso mensajero en el que además llevaría su ordenador portátil y algunos dispositivos electrónicos que él mismo había diseñado y construido.

A Reed Maxwell no solo le apasionaban los sistemas informáticos, sino producir tecnología, y de no trabajar para el FBI seguramente habría encontrado su camino como desarrollador. Pero esa idea, por ahora, era solo eso. Un sueño, un plan de respaldo tal vez. Uno al que podría dedicarse cuando se cansara de perseguir criminales, o cuando lograra finalmente llegar hasta la cabeza de la organización criminal que había acabado con la vida de su mejor amiga. No importaba si hacía tiempo que mantenían un bajo perfil, ellos seguían allí afuera. A ellos, seguramente, tampoco los detendría la lluvia; así como tampoco parecía detenerlos la posibilidad de ser atrapados. Pero todos, absolutamente todos, terminan enfrentando a la justicia. «Y aunque no le respondan a un tribunal, sí tendrán que responderme a mí». Con ese pensamiento terminó de recoger su chaqueta y las llaves de su camioneta, caminó hacia la puerta de su apartamento y salió. Atravesó el pasillo con largas zancadas hasta el ascensor, y mientras hacía su descenso hasta el estacionamiento pensaba en la ruta más eficiente para llegar a la oficina. Ese día no solo debía considerar el tráfico, como normalmente lo hacía, sino la lluvia; porque a veces un poco de agua podía sacar lo peor de las personas, especialmente en una ciudad como aquella.

CAPÍTULO 2 Stella Westwood estaba sentada frente al mesón de su cocina, mirando las noticias en la televisión mientras tomaba su primera taza de café del día. La reportera del noticiero entrevistaba al ciber activista Blake Fisher sobre el nuevo ataque de T0rm3nt0r, un hacker que había ganado notoriedad en los últimos años. En esta ocasión, sus acciones habían dejado al descubierto a importantes nombres de la política del país, involucrados en una red de tráfico de personas. Para Stella el nombre de ese hacker no era desconocido, así como tampoco resultaba sorprendente que con su ataque se produjera un gran escándalo. Empresarios, políticos, criminales…, en algún momento sus caminos se cruzaban, amparándose en el dinero para cubrir sus negocios, y el hacker no dudaba en exponerlos. La primera vez que Stella leyó sobre T0rm3nt0r, fue después de que un conocido banco sufriera una intrusión a su sistema de seguridad y se hiciera público a través de un boletín colgado en la página principal de su sitio Web que la institución bancaria servía de frente para el lavado de activos. Luego un conocido actor declaró a los medios que fue víctima de un ciber ataque, para que horas después se conociera que tenía en su propiedad grandes cantidades pornografía infantil, además de vídeos y fotografías que usaba para extorsionar a personas del ambiente artístico. De ahí en adelante los ataques de volvieron más frecuentes, más brutales y más notorios. Todas sus incursiones estaban enfocadas en castigar a esas personas con suficiente dinero y poder como para pensar que estaban por encima de la ley. Ella admiraba eso, aunque nunca pudiera admitirlo en voz alta pues, a pesar de que ambos hicieran lo mismo, estaban en diferentes bandos. Por suerte su trabajo consistía en recibir y clasificar documentos, estudiar y diseñar protocolos, y servir de enlace con las unidades tácticas, no saltar al campo a perseguir delincuentes, porque de lo contrario no estaba segura de sus acciones respecto a este criminal en específico. Eso la preocupaba, sin embargo. Como oficial del FBI, la misión de Stella, y de otros como ella, consistía en poner a los criminales a las órdenes de la justicia, pero el caso de T0rm3nt0r la enfrentaba a un grave dile a moral, pues si bien es cierto que había contribuido a encerrar a delincuentes de alto perfil, eso no significaba que él mismo no fuera uno. El hacker podría tener medios, motivo y oportunidad de exponer esos delitos, pero él no era un tribunal ni un juez para determinar el castigo, no seguía las mismas reglas que una agencia de seguridad, ya fueran policías o federales, y sus métodos muchas veces incluían actos que violaban las leyes que Stella había jurado defender. No podía negar que era extraño que este hacer usara sus conocimientos para mantener el orden dentro de la red, que era el equivalente a su trabajo fuera de ella, independientemente de la forma. En los pocos años que tenía en el buró, eran muchos los ciber criminales que había conocido y todos ellos tenían algo en común. Usaban sus habilidades para hacer dinero. Los niveles de ambición variaban, sin embargo el factor económico era el que determinaba qué trabajo hacían y

para quién. Traspasar brechas de seguridad en cajeros automáticos, clonar tarjetas de crédito, robar documentos sensibles de la nube y subastarlos en línea…, esos eran los casos frecuentes. ¿Hackers exponiendo corruptos y depravados? No tanto. Y aunque las acciones de T0rm3nt0r habían estado escalando, este era su golpe más ambicioso. Hasta la fecha el ciber criminal se las había arreglado para mantenerse fuera del radar, o al menos de ganar suficiente simpatía en las autoridades como para que se hicieran de la vista gorda. Este último ataque que comentan en televisión, sin embargo, le hacía pensar que la suerte no le duraría mucho tiempo. Ese era el pensamiento que cruzaba por su mente cuando sonó su teléfono móvil. Tomando un sorbo de su café miró la pantalla, descubriendo el nombre de su jefe parpadeando junto a los iconos para aceptar o rechazar la llamada. Aunque la segunda alternativa le resultaba tentadora, Stella decidió responder. —¿Estás mirando las noticias? —Le preguntó apenas contestó la llamada. Su jefe no perdía el tiempo con cosas tan nimias como la cortesía. —Sí, las estoy mirando —respondió ella. —El director quiere una unidad operacional siguiéndole la pista de inmediato —comentó el hombre. Eso tampoco sorprendía a Stella. El hacker había ganado demasiada atención, y no podían seguir pretendiendo que no sucedía nada. —Oh, ok… —Stella murmuró en respuesta sin saber exactamente qué era lo que su jefe esperaba de ella. —Tú serás parte del equipo —añadió él entonces. Eso sí había logrado cogerla desprevenida. —¿Cómo dices? —Te integrarás a la unidad que realizará la búsqueda… —empezó a repetir su jefe. —Eso lo he escuchado —lo interrumpió ella—. Pero, ¿por qué? —Tienes tres años en la agencia desde que yo te recluté, y cada uno de esos años los has pasado analizando y descifrando patrones y protocolos que otros agentes, con mayor rango y experiencia, son incapaces de entender. No, no lo digo para que aceptes, lo digo porque es la verdad y porque me gusta tomar crédito por ello pues yo mismo te entrené —explicó, haciéndola sonreír—. Esta no es una asignación que te dan porque seas mi sobrina, sino porque te la mereces. Porque yo peleé por ella para ti, para que tengas la oportunidad de probar a otros lo que yo ya sé —añadió. —Está bien —aceptó—. Puedo ayudar a buscarlo, pero… —Sé que lo harás —ahora el turno de su tío para interrumpirla—. El resto está ocupado en otro caso, tú puedes ocuparte de esto mientras tanto. —¿Puedo preguntar con quién trabajaré en este equipo? —No solo vas a trabajar, Stella —la corrigió—. Vas a dirigirlos. —¿A dirigir un equipo, tío? —Chilló con incredulidad—. ¿El director aprobó eso? —No exactamente, pero confío en que podrás guiarlos hacia donde necesites que vayan sin que lo noten —le explicó su tío—. Es una misión delicada para dejarla solo en manos de la unidad de crímenes informáticos. —Estás diciendo que voy a infiltrarme en la unidad, voy a investigar mi propio caso y usarlos a mi conveniencia para atrapar a este hacker… ¿entendí bien? —repitió las palabras sin estar completamente segura de seguir el ritmo de Craig. —Justamente eso es lo que te estoy pidiendo. —¿No están exagerando? —Sugirió Stella, porque la idea de seguir las instrucciones de su tío

no sentaba del todo bien con ella—. Es solo un hacker, y la agencia tiene a los mejores… —quiso restarle importancia. —No a los mejores, y no es solo un hacker —le recordó—. Quien quiera que esté detrás de ese nombre ha sido capaz de echar abajo una de las redes de trata de personas más grande de la que se tenga registro, ha expuesto casos de corrupción, porno-venganza, lavado de activos…, y aunque sus acciones parecen honorables, eso no significa que no actúe al margen de la ley —dijo él, haciendo eco de los propios pensamientos de Stella—. Pero, ¿y si un día se aburre de jugar al Robin Hood? ¿Tras quién irá cuando se canse de ser el héroe? Porque yo tengo un par de ideas y ninguna de ellas me gusta —sugirió su tío. «Y a mí me gustan todavía menos». —¿Te has preguntado para quién trabaja ahora? ¿Qué gana con todo eso? —siguió diciéndole —. Porque yo sí, Stella y no tengo la más remota idea. Y creo que es mejor si nosotros conseguimos esas respuestas antes de que un enemigo de la nación lo haga y use esa información para dirigir al hacker hacia nosotros. —Pero no somos criminales, tío Craig —se defendió Stella. —Eso no es lo que todo el mundo piensa —respondió él. —Mierda… —Stella se quejó entre dientes. —Eso es en lo que estaremos nadando el día que este hacker decida que somos el enemigo, Stella —insistió su tío. —Bien, bien… —ella se rindió, al fin y al cabo su tío tenía razón. Siempre la tenía—. Yo me encargo del equipo —dijo finalmente. —Si todo esto sale bien, la dirección podría considerar esa propuesta en la que has estado trabajando, para crear el equipo de enlace con seguridad nacional —comentó él. —No voy a hacerme ilusiones con eso todavía —respondió ella negando con la cabeza, aunque su tío no podía mirarla. —Harás cosas grandes, Stella —le dijo su tío—. Yo te crié para eso, y tú nunca me decepcionas. «Espero que esta no sea la primera vez, entonces». —Ojalá yo tuviera la confianza que tú tienes en mí —se lamentó ella. —Un día la tendrás, muchacha —respondió él, y Stella estaba segura de que sonreía—. Nos vemos en la oficina cuando llegues. —Hoy era mi día libre —dijo ella. —Acabas de decirlo. Era. Ya no más —le recordó—. Y mucha suerte con tu misión. —Gracias —dijo simplemente. «Dios sabe que la voy a necesitar». Mientras Stella Westwood se preparaba mentalmente para tomar riesgos en su carrera, Hannah Jones temía por su vida. Ella había metido la pata muchas veces, se dijo; y mientras más complicada era su situación económica, más frecuentes eran sus deslices. Sin embargo, cuando estuvo frente aquel edificio abandonado supo que había tocado fondo. Ella era muy consciente de que los milagros no existían, y mucho menos para beneficiar a jovencitas desesperadas, esas que tenían más deudas que sentido común. ¿Cómo iba a creer entonces en uno de esos anuncios en línea ofreciendo un trabajo ridículamente sencillo por un sueldo tan maravilloso? Era demasiado bueno para ser real. Y eso era porque, efectivamente, no era real. —Y aquí yacen los sueños rotos de otra estudiante universitaria —había murmurado la noche

anterior mientras se sacaba el móvil del bolsillo para enviar un mensaje a su compañera de dormitorio. Volver a casa no era una alternativa que la hiciera feliz, y no porque tuviera una mala relación con su familia sino porque la idea de decepcionarlos, después de todo lo que sacrificaron para enviarla a la universidad, le revolvía el estómago. Conseguir una plaza en el MIT no había sido sencillo ni barato, pero su mamá, sus tíos y su abuela creían en ella, confiaban en que aprovecharía la oportunidad y se convertiría en la primera persona de la familia en conseguir un título universitario. Pero entrar a la universidad, con todas sus complicaciones, resultó ser la parte fácil. Mantenerse dentro estaba demostrando ser el verdadero reto. No por sus calificaciones, que eran buenas, sino por los gastos que estaban resultando más altos de lo que ella podía cubrir. De allí su desesperación por encontrar un trabajo, y que terminara acudiendo a aquel lugar. —¡Qué fraude! —Se quejó mientras volvía a guardarse el móvil en el bolsillo y empezaba a deshacer sus pasos hacia la parada de autobuses más cercana. Con suerte llegaría a tiempo de coger uno y llegar al campus con tiempo para su clase de Auditoría de sistemas. Mientras caminaba se preguntó cuántos de esos anuncios que encontró en el periódico de la facultad eran iguales al que ella había atendido. Cuántos estudiantes aburridos, y obviamente con dinero, usaban la necesidad ajena como chiste para entretenerse. Apresuró el paso para atravesar el trecho de calle más oscuro, ese en el que las farolas parecían negarse a funcionar, Hannah Jones tomó la decisión de llamar a sus madres en la mañana para decirles que pediría un nuevo crédito para sus gastos, que probablemente tenga que reducir su carga académica y que buscará un trabajo, aunque pague poco, para continuar sus estudios. Pero que si el siguiente término las cosas no mejoran, ella tendrá que abandonar la carrera y optar por la universidad comunitaria. «Es lo que debiste hacer desde el principio, idiota». Hannah entonces negó con la cabeza pensando que tal vez lo mejor fuera rendirse de una vez, y tal vez por estar tan concentrada en su debate interno que no notó el par de sombras que la seguían. Entonces las pocas farolas que seguían funcionando en aquella calle desistieron de funcionar, arrancando una maldición de los labios de Hannah. Una risa ronca hizo que de le erizada la piel. Sabía que debía seguir avanzando pero no podía ver nada, y sacar su móvil para usarlo como linterna sería tan útil como quedarse plantada en el sitio y esperar a que la atrapen. —¿Ya te marchas? —Preguntó una voz frente a ella—. ¿Y ni siquiera ibas a darnos oportunidad de conocerte? —Había burla en esa voz. Superioridad. Pero también había algo más. Algo oscuro y siniestro. Todos sus instintos se pusieron en alerta, haciéndola más consciente de sus alrededores y gritándole que corriera. Pasos se aproximaban desde varias direcciones, confundiéndola y provocando que su pánico aumentara. —A estos caballeros les divierte la cacería —le explicó la voz—. Así que tu huida no habría servido de mucho. Hannah seguía escuchando, petrificada, cuidándose de no hacer ruido para no delatar su ubicación. —Pero si te portas bien —continuó diciendo el hombre—. Y si les ofreces una buena experiencia, es posible que te vaya mejor que a las otras. «¿Otras? ¿Han engañado a otras chicas así?»

Y de repente todas las historias que escuchó durante la semana de iniciación volvieron a ella. Historias sobre chicas que desaparecían en la noche sin dejar rastro. Historias que creyó eran falsas. Tal vez leyendas del campus para obligarla a ser cuidadosa. Debió prestar atención, se dijo. Pero su mente no se detuvo por mucho tiempo en las lamentaciones, sino que de inmediato empezó a explorar todos los escenarios posibles y a preguntarse si lograría salir de aquel embrollo a salvo. Habían pasado varias horas desde que se hiciera esa pregunta, y todavía no estaba segura de la respuesta. ¿Quieres seguir leyendo esta historia? Sigue a la autora para no perder detalles de su publicación: Facebook | Twitter | Instagram | Blog | Newsletter

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Giovanna, amor mío, eres el amor de mi vida, resiste por nosotros, por nuestro hijo. Arderás en el infierno. [3] Causa de guerra… [4] Amada mía, amada mía, mírame. [5] Morirás, pedazo de mierda. [6] Maurizio cita a Shakespeare en Romeo y Julieta [2]
Amore e Vendetta (Ley del Silencio 2)- Lorena Fuentes-holaebook

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