Recuerdos al corazón

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Ediciones Frutilla

Romantilla 2019

Recuerdos en el corazón

Estoy abrumado, quizás asustado de estar en un lugar que me transmite rabia, confusión y dolor. Con solo estar aquí, me siento ansioso y con ganas de salir corriendo, pero su fragancia me lo impide, ella me mantiene en calma, justo en este instante en donde el sol irradia el cielo despejado encima de nosotros. —¿Cómo crees que vas? —me pregunta mirándome a los ojos. La observo detenidamente como si fuera la primera vez. Ojos marrones, facciones delicadas y su bonito pelo cobrizo con el que disfrutaba jugar todas las tardes, es ondulado y le cae hasta la mitad de la espalda. Su sonrisa ilumina su rostro. Respiro hondo antes de contestar a su pregunta y pienso muy bien en lo que siento en este momento: amor. Mi corazón late con fuerza y las manos me sudan. Con sus dedos coloca un mechón de pelo rebelde detrás de su oreja. —Puedes contármelo. Lo sabes —dice ella en voz baja —Sabes que no estoy muy bien. Tengo problemas en casa, en la universidad y tú te has ido. —Todos nos vamos algún día de la vida de alguien, John. No podemos permanecer para siempre, las personas vienen y van, ¿lo recuerdas? Tú creías eso, me lo dijiste una vez. —Empiezo a pensar que fue mala idea. —Nada de lo que hicimos estuvo mal. Lo disfrutamos, ¿no? Le he entregado todo a esta chica. Mi alma, mi cuerpo, le hice ver una nueva perspectiva del mundo al igual que ella a mí. Recuerdo que nos conocimos a los siete años y desde entonces fuimos inseparables, nunca vi a alguien como la veo a ella. Me pregunto varias veces por qué nunca me fijo en las otras chicas y la respuesta es que estoy completamente enamorado de ella, mis pensamientos los ocupa ella en todo momento y no le dejo espacio a los demás. —No te arrepientes de nada, ¿verdad? —me pregunta y en sus ojos veo desesperación, mientras frunce los labios. —¿Cómo crees que me voy a arrepentir de lo que hemos pasado juntos? Eres el amor de mi vida y eso nunca cambiará. —Pero tenemos que buscar nuevas personas, o al menos es lo que tú deberías hacer —replica. ¿Cómo puede sopesar esa idea? Lo nuestro acabó hace unos días, estoy destrozado, me cuesta despertar por las mañanas y solo saber que no estará a mi lado me lastima. Mis ojos se llenan de lágrimas ante el pensamiento de que ya no es mía, de que nos alejamos y que lo nuestro no va a volver a resultar. Miro al piso y me paso las manos por el pelo, la necesito más de lo que yo pensaba. Se ha vuelto indispensable para mí. El amor me era indiferente. Jamás supe lo que significaba hasta que la encontré y ahora pretende que encuentre a alguien más así de fácil. Como si nuestra historia fuera un pedazo de papel que se puede desechar, debe estar loca si piensa que puedo superarla tan rápido, ¡es el amor de mi vida! No puedo sacarla de mi corazón, así sin más.

Ediciones Frutilla

Romantilla 2019

Recuerdos en el corazón

No después de todo lo que pasamos juntos. Quiero gritarle que la quiero de vuelta, que la necesito. —Al menos dame un tiempo, ¿vale? No puedo dejarte ir, Ana, y lo sabes. Llevamos muchos años juntos, ¿esperas que te olvide de la noche a la mañana? —digo con sequedad. Ella suspira y me acaricia la espalda. —Nunca dije que lo hicieras de la noche a la mañana, solo quiero que seas feliz y no miserable porque me fui de tu vida. Me miro las manos, están temblando gracias a la impotencia que siento. Estoy enfadado con el destino, con lo que sea que haga que las cosas pasen. Odio que ella ya no sea mía, que ya no la pueda tocar como antes. ¡Joder! La amo demasiado. Me quito la mochila y saco un ramo de margaritas. —¡Margaritas! —Sé que son tus favoritas porque… —Las rosas me parecen muy cliché —sonríe, al igual que yo. Se me hace un nudo en el estómago y siento que las lágrimas amenazan con salir, pero las retengo. No quiero empezar a llorar y darle lástima, quiero que sea feliz y no se quede aquí solo porque estoy triste. La quiero demasiado y aunque me duela bastante sé que tengo que dejarla ir. —Fuiste mi gran amor, John, sabes que cuando quieras hablar conmigo, yo estaré dispuesta a escucharte. Sabes que siempre voy a estar aquí. —Pone su mano sobre mi pecho, justo donde está mi corazón—. Si me tienes ahí guardada, nunca me olvidarás. —Te amo, Ana. No entiendo por qué te fuiste. —Porque era mi momento, John, daría lo que fuera por volver, pero no puedo. Te amo, siempre lo haré. Entonces su esencia se desvanece frente a mí y comienzo a llorar. Apoyo el rostro en las rodillas y dejo que todo el dolor salga. Mi madre siempre me ha dicho que debo dejar ir lo que amo cuando ya es tiempo. Ana ya no está y sé que ha llegado la hora de hacerlo, de dejar que su espíritu vuele a donde quiera que sea. Pongo el ramo de margaritas frente a la cruz que fue clavada a un lado de la autopista unos días después de que su cuerpo fue encontrado aquí, frio y solitario. Sin que yo haya podido ayudarla. Me limpio las lágrimas con el dorso de la mano y me despido. Me subo al auto y me digo a mí mismo que siempre estará en mi corazón.

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Sam

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