Normalización filosófica y ética de la técnica (Leonardo Garcia-Jaramillo)

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Normalización filosófica y ética de la técnica

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Jueves, 20 Diciembre 2007 08:43

Normalización filosófica y ética de la técnica por Leonardo García-Jaramillo

Somos en nuestro filosofar funcionarios de la humanidad

Husserl

La "normalización" de la filosofía en Colombia y el papel de Cruz-Vélez El filósofo argentino Francisco Romero, promotor insigne de la filosofía hispanoamericana y quien a juicio de Cruz-Vélez ejerció una decisiva influencia en la apertura del horizonte filosófico en Colombia[[Ver la entrevista que le concedió a Rubén Sierra: "Danilo Cruz-Vélez: filósofo sin supuestos", en: Boletín Cultural y bibliográfico, Vol. 2, No. 4, 1985. Ver también, Rubén Sierra, La época de la crisis. Conversaciones con Danilo Cruz-Vélez. Cali: Universidad del Valle, 1996.]], acuñó el término "normalización" para señalar el momento en el cual la filosofía académica, o mejor digamos profesional, se convierte en una función normal de la cultura en un lugar y tiempo determinados[[Cruz-Vélez asume este concepto también para referirse a la "normalización" de la filosofía en España y América. Ver en general, Leonardo Tovar, "La normalización de la filosofía en Colombia". Referenciado aquí a partir de la versión facilitada por el autor. Manuel Guillermo Rodríguez, La filosofía en Colombia. Modernidad y conflicto. Rosario: Laborde, 2003, parte 5.]]. Sin atisbo de exageración podría afirmarse que tal suceso aconteció en este país a partir de la fundación del Instituto de Filosofía y Letras de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional, en 1946[[En algunos ensayos se presentan imprecisiones sobre este punto ya que, si bien el Departamento fue creado por el acuerdo 19 del 6 de diciembre de 1945, se fundó un año después. Sobre este acontecimiento, ver Rubén Sierra, "Temas y corrientes de la filosofía colombiana en el siglo XX", en: Revista ECO. No. 194. Bogotá, 1977; (ed.) La filosofía en Colombia (siglo XX). Bogotá: Procultura, 1985. Leonardo Tovar, "Trayectoria y carácter de la filosofía en Colombia". Disponible on-line. Rubén Jaramillo, Colombia: la modernidad postergada, Bogotá: Argumentos, 2da ed., 1998. Parte II, II.]]. Rafael Carrillo fue el primer director del Departamento y estuvo acompañado por Danilo Cruz-Vélez, Jaime Jaramillo-Uribe, Cayetano Betancur, Luis Eduardo Nieto Arteta, Jaime Vélez-Sáenz y Abel Naranjo-Villegas, quienes integraban un grupo de intelectuales que, provenientes en su mayoría de la provincia colombiana y educados -formalmente- en las aulas jurídicas, coincidieron en Bogotá en los años treinta del siglo pasado y, con el paso de los años entre tertulias filosóficas, literarias y poéticas,

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decidieron darle forma a la idea de incorporar la academia colombiana en las nuevas corrientes de la filosofía occidental. Con este objetivo en mente algunos de ellos viajaron a Europa (particularmente a Alemania y Francia) y a Estados Unidos para estructurar y profesionalizar sus intereses en la filosofía. Cuando estos juristas con postgrados en filosofía regresaron al país se convirtieron en los primeros filósofos profesionales, por lo que no resulta impreciso afirmar que el surgimiento de la filosofía moderna en Colombia, y la primera filosofía profesional que se practicó fue, en su casi totalidad, filosofía jurídica[[Cruz-Vélez fue una excepción en este interés por la filosofía del derecho, la cual sí ocupó a la mayoría del resto de filósofos pioneros en Colombia, a saber, Nieto Arteta, Carrillo, Cayetano Betancur (Ensayo de una filosofía del derecho, Introducción a la ciencia del derecho y La vida del derecho) y Abel Naranjo Villegas (Filosofía del derecho). El jurista Jaime Vélez Sáenz se doctoró en Filosofía en Estados Unidos.]]. Conforme a Rubén Sierra la primera obra de Cruz, Nueva imagen del hombre y de la cultura (1948), fue el último de tres hitos literarios que marcaron decisivamente el inicio de la filosofía moderna en Colombia[[Rubén Sierra, Ensayos filosóficos. Bogotá: Colcultura, 1978. Los otros son: Lógica, fenomenología y formalismo jurídico (1942) de Nieto y El ambiente axiológico de la teoría pura del derecho (1947) de Carrillo.]]. Estas obras, a su vez, significaron una ruptura con la tradición filosófica neo-tomista que imperaba hasta ese entonces en los claustros universitarios, lo cual se vio favorecido por la revolución en marcha del gobierno de López-Pumarejo por cuyas reformas educativas se allanó el camino para la implementación de un tipo de filosofía más liberal y menos teológica, es decir, laica. Pueden ser entonces reseñados dos momentos decisivos y casi simultáneos en la historia de la filosofía en Colombia sobre los cuales Cruz-Vélez ejerció una influencia definitiva: su normalización a partir de la fundación del Instituto y la publicación de tal obra pionera, la cual favoreció el inicio de la filosofía moderna en Colombia y fue un paradigma en la paulatina profesionalización de la actividad filosófica. Por su papel como estudioso precursor del vínculo intelectual entre Husserl y Heidegger en Filosofía sin supuestos[[Danilo Cruz-Vélez, Filosofía sin supuestos. Buenos Aires: Suramericana, 1970. Reimpreso en la Universidad de Caldas en 2001.]], se le reconoce asimismo el haber sido un importante difusor de la fenomenología en Latinoamérica[[Ver, VV.AA. Tendencias actuales de la filosofía en Colombia. Actas del IV Congreso Internacional de Filosofía Latinoamericana. Bogotá: Universidad Santo Tomás, 1988.]]. En su discurso de inauguración del Instituto de Filosofía, el 20 de marzo de 1946, Carrillo manifestó algo que interesó y ocupó permanentemente a Cruz-Vélez en su obra: "por la fundación del Instituto, más que a través de ninguna otra institución, la universidad podrá en adelante proyectarse sobre la vida nacional"[[Numas-Armando Gil, Rafael Carrillo. Pionero de la filosofía moderna en Colombia. Barranquilla: Universidad del Atlántico, 1997, pp. 73 y ss. Énfasis añadidos. De su autoría consúltese sobre Cruz-Vélez, Reportaje a la filosofía. Bogotá: Punto Inicial, 1993 (vol. 1).]]. Si bien es cierto que algo nuevo surge con la aparición en nuestro medio del cultivo universitario de la filosofía y de una producción filosófica de cada vez mayor nivel, podría preguntarse: ¿será que efectivamente ha cumplido la filosofía en Colombia con la influencia decisiva sobre la sociedad que Carrillo le atribuyera en su discurso? Medio siglo después el examen a tal afirmación no deja de revestir validez porque, pese a que es unánime el reconocimiento del ascenso que en Colombia ha tenido el cultivo profesional y serio de la actividad y producción filosóficas, no podemos desconocer que, ciertamente, los filósofos en muchos contextos de nuestra sociedad no han tomado plena conciencia de que la actividad filosófica debe involucrarse en los accidentes de la historia y recorrer la aventura humana para transformar el mundo sustantivo. Muchas veces los filósofos no prestan la debida atención a la demanda que se les dirige por parte de los ciudadanos, o de profesionales de otras disciplinas, que reclaman un lugar más protagónico

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y activo de la actividad filosófica, la cual debe estar en capacidad de responder de una manera más comprometida y creativa a la crítica recurrente de que los escritos filosóficos sólo corresponden a disertaciones especulativas cerradas en sí mismas, muchas veces curiosas e interesantes, pero que no procuran articularse con la labor y las experiencias reales de la sociedad. El profesor Danilo Cruz-Vélez Además de caracterizarse por el rigor conceptual y argumentativo, por situar a la filosofía lejos del culto al lenguaje incomprensible y casi esotérico del escolasticismo redivivo, y por el dominio de las fuentes primarias en sus idiomas originales y de las secundarias más relevantes, a Cruz-Vélez debe reconocérsele su estilo filosófico diáfano y profundo para el especialista, pero comprensible para el neófito en la filosofía. Desde sus primeros ensayos demostró que los sempiternos problemas filosóficos pueden expresarse en un estilo comprensible, sobre lo cual puede evocarse a Nietzsche, uno de los filósofos presentes en su obra: "Quien se sabe profundo se esfuerza por ser claro, y quien se sabe superficial se esfuerza por ser oscuro". La obra de Cruz-Vélez es testimonio de la necesaria atención que la reflexión filosófica debe dispensarle a los asuntos que aquejan la realidad social y humana, insertada en los contextos reales más que en los exclusivamente abstractos e ideales, y a partir de un lenguaje y un estilo filosófico que no cree distanciamientos artificiales entre los filósofos y los ciudadanos. La perspectiva que sustenta en su obra y en su vida intelectual representa un ejemplo del saber filosófico asumido desde y para la sociedad y sus necesidades acuciantes, con miras a que se constituya en un saber acerca del presente y comprometido con las dinámicas transformaciones que actualmente hacen dramática aparición en el paisaje de las sociedades. Aunque seguidor de Nietzsche, Cruz-Vélez no lo secundaría cuando se preguntaba si la filosofía no es más que un tipo intelectual de inutilidad disfrazada[[Consúltese: Para qué ha servido la filosofía. Bogotá: Revista Colombiana, 1967.]]. Diría que Cruz-Vélez sigue en su obra, y en particular en los trabajos de los que nos ocuparemos en este ensayo[[Particularmente Tabula rasa. Bogotá: Planeta, 1989. Ver también La época de la crisis. Op. cit.]], el convencimiento hegeliano (Carta a Niethammer, 1808) en virtud del cual "el trabajo teorético produce más en el mundo que el práctico; si se revoluciona el reino de la representación, la realidad no puede aguantar"[[Cit. en Georg Lukács, El joven Hegel. Barcelona: Grijalbo, 1976, p. 489.]]. Husserl, de quien Cruz-Vélez se ocupó con rigor de auténtico intelectual y a partir de la reflexión que se expresa como epígrafe de este ensayo, puso de presente que el filosofar no se debe sólo a la universidad y a los especialistas, sino a la sociedad. Hay que insistir en que históricamente la filosofía ha estado lejos de la quietud de las épocas tranquilas[[Recuérdense los numerosos ejemplos en los que obras filosóficas fueron influyentes en el curso de acontecimientos histórico-políticos: San Agustín y Santo Tomás en el orden medieval; Locke y Bacon en la revolución inglesa, así como Rousseau y los enciclopedistas en la francesa; Jefferson, Adams y Franklin en la norteamericana; y Marx, Engels y Hegel (a quien leía asiduamente Lenin) en la soviética.]], y asimismo que no nació en la universidad sino en los centros de la vida política, religiosa y económica de la ciudad griega, es decir en el Ágora, y particularmente en las escuelas donde la filosofía era requerida para la solución de asuntos acuciantes, tales como el Liceo (Aristóteles), la Academia (Platón) y el Jardín, para cuyo fundador (Epicuro) es vana la palabra del filósofo que no remedia ninguna dolencia humana "pues así como ningún beneficio hay de la medicina que no expulsa las enfermedades del cuerpo, tampoco lo hay de la filosofía si no expulsa la dolencia del alma"[[Citado por Allain de Botton, Las consolaciones de la filosofía. Madrid: Taurus, 2003.]]. De sus atributos excepcionales como profesor han dado en otros textos y contextos, y darán en esta Revista, fiel testimonio algunos de sus "alumnos en vivo" (como expresó Carlos-Enrique Ruiz en su 3 of 7

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lección de ofrecimiento del doctorado h.c. que le confirió la Universidad de Caldas). Por la distancia temporal, y si acaso, puedo considerarme un alumno "en diferido", pues ya publicaba su quinto libro (Nietzscheana) el mismo año que yo apenas nacía. Me concentraré aquí entonces, y atendiendo la amable invitación del profesor Ruiz, en lo que a mi juicio representa uno de los legados más significativos en la obra de Cruz-Vélez, y que había merecido la atención de su profesor en Freiburg[[Martin Heidegger, "La pregunta por la técnica", en: Conferencias y artículos. Madrid: Debate, 1994.]], a saber, su preocupación por la relación entre el hombre y el cada vez mayor protagonismo de la técnica, así como por lo incisiva que debe ser la reflexión ética en el sistema ciencia-tecnología, asunto que le presentó dramáticos interrogantes sobre lo que es realmente imprescindible debatir en la filosofía. Hacia una "ética de la técnica" que comporta un "nuevo humanismo"

La época de la técnica es una época histórica y,

como toda época histórica, tuvo un comienzo y

tendrá un fin. Lo único que la diferencia de

las épocas anteriores es que en ella existe la

posibilidad de la terminación de la historia

humana a causa de la posible

destrucción del hombre. Danilo Cruz-Vélez

Vivimos en una época muy curiosa...

Descubrimos con asombro que el progreso

ha sellado un pacto con la barbarie. S. Freud 4 of 7

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Comprometido con la actividad filosófica en la sociedad, Cruz-Vélez ha contribuido a desdeñar la imagen peyorativa que la filosofía padece en muchos contextos donde se la califica como una cómoda actividad de escritorio que pocas veces trasciende el espacio tranquilizador de las aulas universitarias[[Hay igualmente ejemplos de la "peligrosidad" de la labor filosófica: la condena a Sócrates, la muerte de Séneca por orden de Nerón, la Holanda de Spinoza en tiempos de la guerra con España; Thomas Moro en la corte de Enrique VIII y Galileo ante la Santa Inquisición. Locke debió exiliarse en Holanda para evitar represalias de Carlos II. Los intelectuales soviéticos fueron tildados de burgueses y los norteamericanos de comunistas. Gramsci fue encarcelado y Cassirer, Horkheimer, Fromm, Adorno, Marcuse, Bloch, Arendt y Löwith fueron forzados al exilio por los nazis. El final de Benjamin fue más trágico: al intentar cruzar los Pirineos hacia España, en procura de alcanzar un barco hacia Estados Unidos, es capturado por la policía francesa y, al saber que iría a un campo de concentración, se suicidó. Sobre la polémica por la afinidad de Heidegger con el régimen Nazi, ver de Cruz-Vélez El mito del rey filósofo. Recuérdese que tiene 40 años cuando se adhiere al partido y será miembro hasta el final, por lo que se puede decir que no se trata de un error de juventud ni de un compromiso efímero. En el acto de investidura como Rector de la Universidad de Freiburg, Heidegger expuso su programa para "nazificar" la Universidad, de la que fue nombrado Führer. Las tropas francesas que ocuparon Freiburg requisaron la casa de quien consideraban un "nazi típico". Consúltese, entre muchos, Christian Delacampagne, Historia de la filosofía en el siglo XX. Barcelona: Península, 1999.]]. Sus reflexiones se encaminan hacia el fomento de la convivencia racional de manera que nos sea posible habitar con los antagonismos en la interpretación de lo que acontece en sociedades que, como la nuestra, están dominadas e invadidas por el imperio de los objetos y por los mecanismos de la razón instrumental, los cuales continuamente aparecen en el paisaje de nuestra cultura obnubilando nuestras capacidades de asombro y reflexión crítica en torno a la dimensión ética de sus verdaderos aportes y, más que nada, de sus consecuencias -en muchos casos- nefastas para el ecosistema y el ambiente. A partir de la anterior cita de Cruz-Vélez se pone de presente la paradoja que se endereza respecto a la técnica, la cual si bien en sus inicios contribuyó singularmente con la humanización del hombre, en la actualidad que ha desplegado su plenitud, puede destruirlo. Podría subrayarse el fortalecimiento de la crítica en la actividad filosófica, cuya etimología alude al ejercicio de separar y de discriminar o diferenciar. La relevancia de la crítica en la filosofía se sintetiza e ilustra con la frase de Popper: "la crítica es la savia de la filosofía"[[Karl Popper, "Mi concepción de la filosofía", en: En busca de un mundo mejor. Barcelona: Paidós, 1994, p. 239.]]. Fue precisamente a partir de esta advocación que Cruz-Vélez enderezó una estructurada y sugestiva crítica hacia la inmediatez irreflexiva del desarrollo tecnológico contemporáneo y sus implicaciones en la sociedad, los cuales tienen a la humanidad en una encrucijada por poner en peligro el ser del hombre debido a las cada vez mayores posibilidades de modificación de su morada sobre la tierra a causa de la contaminación del aire, de los ríos y de la tierra, y la extinción de especies animales y la desaparición de clases de plantas; la alteración destructora del ambiente por el (casi) maniático saqueo a la naturaleza reduce las condiciones de posibilidad de la existencia humana. Advierte Cruz-Vélez: "No sabe uno en qué pueda parar todo esto"[[Rubén Sierra, "Danilo Cruz Vélez: filósofo sin supuestos". Op. cit.]]. Ante la industrialización que ha hecho posible la técnica científica, la labor filosófica se concibe como orientadora de la sociedad por lo encandilada que mantiene debido al desmedido protagonismo de un progreso técnico que asume una concepción del hombre como amo y señor absoluto de la naturaleza y a quien todo le está permitido en cuanto al despliegue de su poder de modificación y alteración de ella por un (supuesto) "bien superior" transmitido por la técnica. La naturaleza ontológica de -incluso- la técnica

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es un reto a la filosofía, por lo que a los ‘apologetas' a ultranza de lo técnico-práctico conviene enseñarles la denuncia heideggeriana que Cruz-Vélez acoge en su trabajo: "La esencia de la técnica, no tiene nada de técnica"[[Martin Heidegger, "La pregunta por la técnica". Op. cit.]]. La preocupación reflexiva de Cruz-Vélez sobre la técnica evoca la imagen de Wittgenstein según la cual el oficio del filósofo consiste en "mostrar a la mosca la salida de la botella cazamoscas"[[Ludwig Wittgenstein, Investigaciones filosóficas. Barcelona: Crítica, 1988, p. 253.]]. Las sociedades tecnificadas se arrastran velozmente hacia un fin que nadie puede prever, tarea que le compete a los filósofos, quienes deben presentar alternativas de cambios sociales viables y realistas que permitan, como nos lo enseñaron los griegos, el retorno del estudio combinado de lo que es deseable pero factible para la organización de nuestras sociedades. La reflexión filosófica puede sacar a la sociedad de la hipnosis sometida por la aparatosa opulencia desplegada por los avances técnicos. Entre nuestra comunidad filosófica debe predominar la enseñanza de Cruz-Vélez de que su actividad sitúe en el centro del debate los factores éticos que han de limitar el desarrollo tecnológico llevado a cabo también debido a la competencia desenfrenada por el liderazgo tecnológico entre las naciones y las grandes corporaciones. Sosteniendo la tesis de que la manipulación de la sustancia vital del hombre puede llevar a una transformación de su esencia, ha puesto de presente que ni a la ciencia ni a la técnica puede permitírsele todo lo que puedan realizar desde su propia capacidad de transformar nuestro entorno socio-cultural. Para Kant la ciencia revela el ser del mundo (conocimiento mediante descripción del ser) pero no dice cómo debe ser (prescripción ideal del ser) ni podrá darnos la única interpretación de su propia esencia. Cruz-Vélez se halla dentro del enfoque kantiano respecto al deber de priorizar lo práctico-moral sobre lo teórico-científico, pues la ciencia sin la moral no representa bien alguno ni para el hombre ni para la sociedad. Además de las que impone la propia técnica, la ética debe constituirse en una de las restricciones más poderosas al avance de las maquinas y los mecanismos, pues una técnica sin ética ha pervertido el estatuto de la morada del hombre sobre la tierra[[En "La ciudad frente al campo" (Revista Eco, 1978) Cruz-Vélez analiza esta problemática y sus implicaciones en nuestro entorno sociocultural.]]. Las enseñanzas de Cruz-Vélez permiten concebir la filosofía como un saber comprometido con la sociedad y concernido por la urgencia de ejercer un impacto sobre ella al tomar su lugar dentro de la controvertida cuestión por lo determinada y configurada que está la sociedad actualmente por el protagonismo de los avances tecnológicos. Desde este punto de vista la filosofía se concibe a sí misma para construir creativamente el presente, encontrándole así respuestas nuevas a la pregunta por cómo debemos vivir en la sociedad de la era tecnológica, la cual progresará realmente por razón de un trabajo que siga el buen ejemplo de la ciencia y la tecnología, pero que esté permeado por la reflexión ética suscitada por un debate filosófico que cuestione y critique el enorme protagonismo y aceptación general de la ciencia y sus (muchas veces) perversos efectos sobre la morada del hombre. Y en esto precisamente consiste su propuesta de una "ética de la técnica" (o "nuevo humanismo") en virtud de la cual se debe filosofar en procura de encontrar un equilibrio entre el propio destino de la naturaleza y la pretensión humana de dominarla para convertirla en un solo caudal para surtir las necesidades derivadas de la técnica. Esta propuesta consiste en la reflexión sobre la esencia de la técnica en relación con la naturaleza ontológica del hombre. Cruz-Vélez destaca en este punto el que la morada humana y la ética aparecen unidas en su génesis debido a que los griegos, de una parte, inventaron la ética y, de otra, designaron con la palabra ‘ethos' la morada del hombre[[Danilo Cruz-Vélez, Aproximaciones a la filosofía. Bogotá: Colcultura, 1977; La técnica y el humanismo. Bogotá: Universidad de los Andes,

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1983. Ver también, Numas-Armando Gil. Reportaje a la Filosofía. Op. cit.]]. Es aquí donde se podría buscar una reflexión ética sobre la técnica en cuanto perturbadora de la morada del hombre sobre la tierra, ya que no es posible alcanzar el ser pleno del hombre si no posee un adecuado lugar para vivir en armonía con la naturaleza. Cruz-Vélez ha expresado la necesidad del verdadero filósofo de establecer una estrecha articulación entre los ámbitos de la filosofía con la cultura y la sociedad, por lo que es un filósofo que ha hecho responsable su actividad del presente de su sociedad. Consciente de que entre cielo y tierra hay más cosas de las que sueña la pasión tecnológica, insertó la reflexión ética en la actividad filosófica a través de la cuestión por la esencia de la técnica y su papel real en el desarrollo de sociedades que, como la nuestra, convive en la perplejidad del avasallante e irreflexivo progreso material y, encerrada, se agita en la estructura de la ciencia y la tecnología como la mosca de Wittgenstein dentro de la botella cazamoscas.

* Agradezco a Heriberto Santacruz y Carlos-Alberto Ospina por sus precisiones estilísticas y metodológicas sobre una versión anterior de este ensayo, así como a Numas-Armando Gil, Orlando Londoño y Juan Cepeda por sus observaciones críticas. Pablo R. Arango presentó útiles comentarios sobre el manuscrito definitivo ¡por lo que, sin duda, es a él a quien deberán atribuírsele los errores que aun subsisten! Visto 1074 veces Twittear

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