Principios de cuentos y novelas

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Maestría: Principios de cuentos y novelas Yo que he servido al rey del Inglaterra, Bohumil Hrabal Prestad atención a lo que os voy a contar ahora. Cuando llegué al hotel Praga, el jefe me cogió de la oreja izquierda, me dio un buen tirón y dijo: “Tú aquí eras un aprendiz, así que recuerda. No has visto nada ni has oído nada. ¡Repítelo!”. Así que dije que dentro del establecimiento no he visto ni oído nada. Y el jefe me dio un nuevo tirón, esta vez de la oreja derecha y dijo: “ Pero recuerda también que debes verlo todo y oírlo todo. ¡Repítelo!”. Entonces, extrañado, repetí que me iba a fijar en todo y escucharlo todo. Y así fue como empecé. Cada mañana... Los papeles de Aspern, Henry James Yo había hecho de la señora Prest mi confidente. La verdad es que, sin ella, poco hubiera adelantado, porque la idea que convenía al asunto había brotado, íntegra, de sus labios amigos. Ella fue quien acertó a cortar el nudo gordiano.

La figura en el tapiz, Henry James He hecho unas pocas cosas y ganado un poco de dinero. Quizás incluso haya tenido tiempo para empezar a pensar que soy mejor de lo que podrían sugerir los beneficios que recibo, pero cuando estimo el alcance de mi pequeña carrera (un hábito apresurado, pues de ninguna manera ha terminado) sitúo mi verdadero punto de partida en la noche en que George Corvick, sin aliento y afligido, vino a pedirme un favor. Él había hecho más cosas que yo, y ganado más dinero, aunque hubo oportunidades para una persona inteligente que, según mi opinión, a veces desaprovechó.

Vida de familia, Liliana Heker Hay individuos particularmente no emotivos. Nicolás Broda pertenecía a esa especie. Con seguridad que si al mirar hacia arriba cualquier noche hubiera visto dos estrellas rodando por el cielo en sentido contrario y a punto de chocar, en vez de esperar el cataclismo se habría puesto a reunir las informaciones necesarias y a la mañana siguiente, después de mucho manipular las ecuaciones de Lagrange aplicadas a la mecánica de tres cuerpos, 1

habría llegado a comprobar que, en efecto, un satélite lanzado treinta y ocho días atrás y otro lanzado hacía apenas cuatro días, debían crear la ilusión de choque desde el lugar y a la hora en que él había estado contemplando el cielo. La mañana del 7 de julio se despertó porque una olla o algo metálico acababa de caer en la pieza de al lado. Cada casa suena de una manera distinta. Y durante un instante tuvo la intención de indagar por qué se le había cruzado la palabra "distinta".

La verdad sobre el caso del Sr. Valdemar, Edgar Allan Poe De ninguna manera me parece sorprendente que el extraordinario caso del señor Valdemar haya provocado tantas discusiones. Hubiera sido un milagro que ocurriera lo contrario, especialmente en tales circunstancias. Aunque todos los participantes deseábamos mantener el asunto alejado del público -al menos por el momento, o hasta que se nos ofrecieran nuevas oportunidades de investigación-, a pesar de nuestros esfuerzos no tardó en difundirse una versión tan espuria como exagerada que se convirtió en fuente de muchas desagradables tergiversaciones y, como es natural, de profunda incredulidad. El momento ha llegado de que yo dé a conocer los hechos -en la medida en que me es posible comprenderlos-. Helos aquí sucintamente: Durante los últimos años el estudio del hipnotismo había atraído repetidamente mi atención. Hace unos nueve meses, se me ocurrió súbitamente que en la serie de experimentos efectuados hasta ahora existía una omisión tan curiosa como inexplicable: jamás se había hipnotizado a nadie in articulo mortis.

La muerte y la brújula, Jorge Luis Borges De los muchos problemas que ejercitaron la temeraria perspicacia de Lönnrot, ninguno tan extraño -tan rigurosamente extraño, diremos- como la periódica serie de hechos de sangre que culminaron en la quinta de Triste-leRoy, entre el interminable olor de los eucaliptos. En verdad que Erik Lönnrot no logró impedir el último crimen, pero es indiscutible que lo previó. Tampoco adivinó la identidad del infausto asesino de Yarmolinsky, pero sí la secreta morfología de la malvada serie y la participación de Red Scharlach, cuyo segundo apodo es Scharlach el Dandy. Este criminal (como tantos) había jurado por su honor la muerte de Lönnrot, pero éste nunca se dejó intimidar. 2

Lönnrot se creía un puro razonador, un Auguste Dupin, pero algo de aventurero había en él y hasta de tahúr. El primer crimen ocurrió en el Hôtel de Nord - ese alto prisma que domina el estuario cuyas aguas tienen el color del desierto.

Cosmos, Witold Gombrowicz Voy a contar ahora otra aventura, aún más extraña... Sudor. Fuks avanza. Yo tras él. Pantalones. Zapatos. Polvo. Nos arrastramos. Arrastramos. Tierra, huellas de ruedas en el camino, un terrón, reflejos de piedrecillas brillantes. Resplandor. Calor infernal, hirviente. Un sol cegador. Casas, cercas de madera, campos, bosques. Este camino, esta marcha, de dónde, cómo, para qué hablar más. La verdad era que estaba harto de mis padres y de toda la familia; quería superar al menos un examen y disfrutar del cambio; alejarme, pasar algún tiempo en otro sitio. Me fui a Zakopane y cuando andaba por el camino de Krupowki, buscando una pensión barata, me encontré con Fuks, rubio desteñido, ojos saltones y mirada abúlica.

Transatlántico, Witold Gombrowicz Me siento en la necesidad de comunicarle a mi Familia, a mis parientes y amigos, el comienzo de mis aventuras, que duran ya diez años en la capital argentina. No pretendo invitar a nadie a gustar de estos viejos Fideos míos, de este Nabo tal vez crudo que nada en una olla de Estaño, Magra, Mala y Vergonzosa, en el aceite de mis Pecados, de mis Vergüenzas, de esta Cebada pasada, Oscura, revuelta con negro alforfón. ¡Ay, cuánto mejor sería no llevármela a la Boca para evitar mi Condenación eterna, mi Humillación a lo largo del interminable camino de esta Vida mía, que asciende una Montaña dura y fatigosa! EL veintiuno de agosto de 1939 llegué a bordo del Chrobry a Buenos Aires.

Sombras sobre vidrio esmerilado, Juan José Saer ¡Qué complejo es el tiempo, y sin embargo, qué sencillo! Ahora estoy sentada en el sillón de Viena, en el living, y puedo ver la sombra de Leopoldo que se desviste en el cuarto de baño. Parece muy sencillo al pensar “ahora”, pero al descubrir la extensión en el espacio de ese “ahora”, me doy cuenta 3

enseguida de la pobreza del recuerdo. El recuerdo es una parte muy chiquitita de cada “ahora”, y el resto del “ahora” no hace más que aparecer, y eso muy pocas veces, y de un modo muy fugaz, como recuerdo. Tomemos el caso de mi seno derecho. En el ahora en que me lo cortaron, ¿cuántos otros senos crecían lentamente en otros pechos menos gastados por el tiempo que el mío? Y en este ahora en el que veo la sombra de mi cuñado Leopoldo proyectándose sobre los vidrios de la puerta del cuarto de baño y llevo la mano hacia el corpiño vacío, relleno con un falso seno de algodón puesto sobre la blanca cicatriz, ¿cuántas manos van hacia cuántos senos verdaderos, con temblor y delicia?

Patrón, Abelardo Castillo La vieja Tomasina, la partera se lo dijo, tas preñada, le dijo, y ella sintió un miedo oscuro y pegajoso: llevar una criatura adentro como un bicho enrollado, un hijo, que a lo mejor un día iba a tener los mismos ojos duros, la misma piel áspera del viejo. Estás segura, Tomasina, preguntó, pero no preguntó: asintió. Porque ya lo sabía; siempre supo que el viejo iba a salirse con la suya. Pero m’hija, había dicho la mujer, llevo anunciando más partos que potros tiene tu marido. La miraba. Va a estar contento Anteno, agregó. Y Paula dijo sí, claro. Y aunque ya no se acordaba, una tarde, hacía cuatro años, también había dicho: –Sí, claro. Esa tarde quería decir que aceptaba ser la mujer de don Antenor Domínguez, el dueño de La Cabriada: el amo.

La señorita Cora, Julio Cortázar No entiendo por qué no me dejan pasar la noche en la clínica con el nene, al fin y al cabo soy su madre y el doctor De Luisi nos recomendó personalmente al director. Podrían traer un sofá cama y yo lo acompañaría para que se vaya acostumbrando, entró tan pálido el pobrecito como si fueran a operarlo en seguida, yo creo que es ese olor de las clínicas, su padre también estaba nervioso y no veía la hora de irse, pero yo estaba segura de que me dejarían con el nene. Después de todo tiene apenas quince años y nadie se los daría, siempre pegado a mí aunque ahora con los pantalones largos quiere disimular y hacerse el hombre grande. La impresión que le habrá hecho cuando se dio cuenta de que no me dejaban quedarme, menos mal que su padre le dio charla, 4

le hizo poner el piyama y meterse en la cama. Y todo por esa mocosa de enfermera, yo me pregunto si verdaderamente tiene órdenes de los médicos o si lo hace por pura maldad. Pero bien que se lo dije, bien que le pregunté si estaba segura de que tenía que irme. No hay más que mirarla para darse cuenta de quién es, con esos aires de vampiresa y ese delantal ajustado, una chiquilina de porquería que se cree la directora de la clínica. Pero eso sí, no se la llevó de arriba, le dije lo que pensaba y eso que el nene no sabía dónde meterse de vergüenza y su padre se hacía el desentendido y de paso seguro que le miraba las piernas como de costumbre. Lo único que me consuela es que el ambiente es bueno, se nota que es una clínica para personas pudientes; el nene tiene un velador de lo más lindo para leer sus revistas, y por suerte su padre se acordó de traerle caramelos de menta que son los que más le gustan. Pero mañana por la mañana, eso sí, lo primero que hago es hablar con el doctor De Luisi para que la ponga en su lugar a esa mocosa presumida. Habrá que ver si la frazada lo abriga bien al nene, voy a pedir que por las dudas le dejen otra a mano. Pero sí, claro que me abriga, menos mal que se fueron de una vez, mamá cree que soy un chico y me hace hacer cada papelón. Seguro que la enfermera va a pensar que no soy capaz de pedir lo que necesito, me miró de una manera cuando mamá le estaba protestando...

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