Grace Green - Buscando Una Oportunidad

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Buscando una oportunidad Grace Green

Buscando una oportunidad (2000) Título Original: New year… new family (1998) Editorial: Harlequín Ibérica Sello / Colección: Bianca 1135 Género: Contemporáneo Protagonistas: Zack y Lauren Alexander

Argumento: Zack y Lauren Alexander habían sido la pareja perfecta, pero no habían vuelto a verse en tres años. A pesar de ello, ninguno de los dos podía olvidar a la hija que habían perdido ni su fracasado matrimonio. Los dos sabían que necesitarían un milagro para volver a estar juntos… Un milagro en forma de niña huérfana de ocho años. Cuando Zack descubrió que Lauren y él habían heredado la custodia de Arabella, se prometió a sí mismo que la niña tendría una familia. Pero antes tenía que convencer a Lauren de que le diera una segunda oportunidad… porque nunca había dejado de amarla.

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Capítulo 1 —¡Chico, menuda fiesta! Zack Alexander hizo un esfuerzo para sonreír al alegre invitado que lo saludaba levantando su vaso de whisky. —Gracias. Me alegro de que lo estés pasando bien. Todo el mundo parecía disfrutar de aquella ruidosa fiesta. Todo el mundo excepto el anfitrión. Zack estaba aburrido y deseaba que sus invitados se fueran a casa. Especialmente la voluptuosa pelirroja que, diez minutos antes, se había pegado a él como si fuera un pulpo. Zack hizo otro esfuerzo para despegarse de los tentáculos de… ¿cómo se llamaba? ¿Melissa, Clarissa, Alyssia? —Cariño. Tendrás que perdonarme, pero creo que está sonando el teléfono — murmuró, intentando zafarse. Sin hacerle caso, la pelirroja deslizó las manos por debajo de la cinturilla de su pantalón y, con el mayor descaro, le sacó los faldones de la camisa—. Perdona, Melissa —insistió él, apartándola—. Tengo que atender el teléfono… podría ser una llamada importante, algo de mi empresa. —¡Me llamo Alyssia! —dijo la mujer cuando él le dio la espalda. Zack levantó los ojos al cielo y entró en su despacho, cerrando la puerta tras él. Había mentido, por supuesto. No había sonado ningún teléfono. Además, Jerry Macinaw, el gerente de la compañía electrónica Alexander nunca llamaba a su jefe a casa. Pero alguien había dejado un mensaje en el contestador porque la lucecita roja estaba encendida. —Señor Alexander, mi nombre es Donna —decía una voz de mujer—. Son las cinco y media, jueves, diecisiete de diciembre. Llamo de parte de Tyler Braddock del bufete de abogados Braddock y Black. El señor Braddock querría entrevistarse con usted mañana a las once en su despacho para un asunto urgente. ¿Podría dejarnos un mensaje confirmando que puede asistir? Muchas gracias. Después de eso, la mujer daba un número de teléfono y las instrucciones para llegar a las oficinas de Braddock y Black. ¿Tyler Braddock? Nunca había oído hablar de aquel hombre. Zack se pasó una mano por el cabello negro mientras con la otra marcaba un número de teléfono. Los ojos azules de Lauren Alexander brillaban de satisfacción mientras entraba en el lujoso vestíbulo de su apartamento. Una hora antes le habían ofrecido un ascenso en la empresa. Además, su jefe, Jack Perrini, de Seguros Perrini, le había dado dos semanas de vacaciones para pensarse la oferta. ¡Como si necesitara pensárselo! Pero él había insistido.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —No has tomado vacaciones en tres años —le había dicho—. Y, después de Navidad, serás la nueva directora de nuestras oficinas en Toronto. Lauren no había tenido el ascenso asegurado hasta el último minuto porque el puesto se barajaba entre ella y Ángela Marwick. Aunque los porcentajes de venta de la otra candidata eran tan buenos como los suyos, Ángela tenía un hijo de dos años y Jack Perrini había planteado en el Consejo de Administración que sería mejor contar para ese puesto con una mujer que pudiera dedicarle a la empresa todas las horas del día. Y Lauren Alexander había sido la elegida. Lauren se quitó el abrigo y entró alegremente en la cocina para sacar de la nevera una botella de champán que había comprado especialmente para la ocasión. —¡Por el éxito! —brindó, mirando el espumoso líquido que burbujeaba en su copa de cristal. El brindis sonaba hueco en aquella solitaria cocina de paredes blancas. Lauren apartó aquel pensamiento de su cabeza y, con la copa en la mano, empezó a pasear por el apartamento, disfrutando de la paz y el silencio que se respiraban, admirando la sofisticada decoración, disfrutando de la vista panorámica de Vancouver. Cuando volvía a la cocina, observó que la lucecita del contestador estaba encendida y pulsó el botón. —Señorita Alexander, mi nombre es Donna —decía una voz de mujer—. Son las cinco y media, jueves, diecisiete de diciembre. Llamo de parte de Tyler Braddock del bufete de abogados Braddock y Black. El señor Braddock querría entrevistarse con usted mañana a las once en su despacho para un asunto urgente. ¿Podría dejarnos un mensaje confirmando que puede asistir? Muchas gracias. Después de eso, la mujer daba un número de teléfono y las instrucciones para llegar a las oficinas de Braddock y Black. Tyler Braddock. Nunca había oído hablar de aquel hombre. Lauren se pasó una mano por el cabello rubio mientras con la otra marcaba un número de teléfono. A las once menos cinco del viernes, dieciocho de diciembre, Zack Alexander llegaba con su Porsche metalizado al aparcamiento de las oficinas de Braddock y Black. A su izquierda, un Mercedes blanco que había aparcado diez segundos antes que él. Mientras apagaba el motor, la conductora del Mercedes salía del coche y se dirigía con paso seguro ala puerta del edificio. Zack solo tuvo oportunidad de ver un cabello rubio ceniza sujeto severamente en un moño, un abrigo negro y unas medias de color claro antes de salir del coche y

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https://www.facebook.com/novelasgratis dirigirse con tranquilidad hacia las oficinas, disfrutando del aire helado que golpeaba su cara. El vestíbulo del edificio estaba desierto. Zack se dirigió hacia el grupo de ascensores y, cuando volvió la cabeza, vio la espalda de la rubia desaparecer en el servicio de señoras. Probablemente para comprobar que no se le había movido un pelo de su sitio, pensó. Por su arrogante forma de caminar podía imaginar que era una estirada. Y no había nada que molestase más a Zack que una mujer estirada. Impaciente, esperaba que algún ascensor se dignase a bajar y, cuando por fin se abrieron las puertas frente a él, Zack entró y pulsó el botón del piso diecinueve. Las puertas se estaban cerrando cuando escuchó el ruido de unos tacones por el pasillo. —¡Espere! —escuchó la voz de una mujer. Zack obedeció y pulsó el botón de apertura de puertas. La rubia entró en el ascensor como una exhalación, murmurando unas palabras de agradecimiento. —¿A qué piso va? —preguntó él, sin mirarla. —Al diecinueve. De modo que iban al mismo piso. ¿Sería abogada? ¿Trabajaría para Braddock y Black?, se preguntaba Zack. El perfume femenino flotaba en el ascensor. El aroma era sofisticado y caro. Muy adecuado para una mujer como aquella. De repente, Zack sintió la tentación de mirarla. Pero se resistió. La rubia no era su tipo, lo sabía por el perfume. Demasiado fría, demasiado distante… a él le gustaban las mujeres más apasionadas, más románticas. Metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta, se apoyó en la pared del ascensor y mantuvo la mirada fija en el panel de botones… cinco, seis, siete… Lauren miraba la espalda de su marido. Su antiguo marido, se corrigió a sí misma. Habían pasado más de tres años desde que ella lo había abandonado. Más de tres años sin verlo. ¿Qué perverso giro del destino los había juntado en aquel momento?, se preguntaba. Zack no se había dado cuenta de que era ella. Aún. Pero la vería cuando se abrieran las puertas del ascensor. Lauren intentaba apartar la mirada del hombre, pero sus ojos parecían clavados en los rasgos que tan bien recordaba, desde el cabello negro hasta las anchas espaldas, las largas y poderosas piernas o los zapatos del número cuarenta y dos. La chaqueta de cuero negro era nueva, los vaqueros, usados, y los zapatos de ante, impecables. El paquete completo era la fantasía de cualquier mujer. Él estaba silbando bajito, un hábito por el que ella lo había regañado muchas veces. Los recuerdos llenaban su corazón, pero Lauren intentaba alejarlos.

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https://www.facebook.com/novelasgratis En ese momento, se abrieron las puertas del ascensor. Con las piernas temblorosas, Lauren se adelantó intentando ocultar la cara. Cuando vivían juntos, nunca se recogía el pelo en un sofisticado moño, ni vestía de forma tan elegante. Con un poco de suerte, podría… —¿Lauren? Tenía que escapar. Pero aquel, obviamente, no iba a ser su día de suerte. Las puertas del ascensor se cerraron mientras ellos se miraban en medio del lujoso pasillo. —Zack. Qué sorpresa… Lauren intentaba disimular su turbación. Zack había cambiado. Las arrugas que se habían formado alrededor de su boca la impresionaron tanto como la mirada vacía de sus ojos grises… esos ojos que empezaron a brillar de repente. —No te hubiera conocido aunque hubieras pasado a mi lado en la calle —dijo él—. Has cambiado mucho, Lauren. —El tiempo hace esas cosas —murmuró ella, mirando su reloj—. Perdona, pero tengo que irme… —¿Tienes tiempo para tomar un café? —Lo siento, pero tengo una cita a las once. Lauren se volvió y empezó a caminar por el pasillo, rezando para que Zack no fuera en la misma dirección. Sus tacones no hacían ningún ruido sobre la espesa moqueta, pero tampoco lo habían hecho las pisadas del hombre y no se dio cuenta de que estaba tras ella hasta que Zack se adelantó para abrir una puerta en cuya placa podía leerse Braddock y Black, Abogados. —Permíteme —sonrió. —Gracias —dijo Lauren secamente. —¿Qué tal si tomamos un café después de…? —Me gustaría que dejaras de seguirme —lo interrumpió ella, dirigiéndose hacia la recepcionista—. Buenos días, soy Lauren Alexander. Tengo una cita a las once con Tyler Braddock. —Siéntese, por favor —dijo la joven—. Le diré al señor Braddock que está aquí. Lauren se dio la vuelta y su corazón dio un vuelco al ver que Zack seguía allí. Decidida a ignorarlo, se sentó en uno de los sofás, pero su nerviosismo aumentó cuando él se sentó a su lado. Podía oler su colonia, la misma que siempre había usado. Sus sentidos se pusieron alerta. Le hubiera gustado dejarse caer en sus brazos.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Zack… —empezó a decir, quitándose uno de sus guantes de piel —no tenemos nada que decirnos. Por favor, vete. A menos que quieras provocar una escena. —La Lauren que yo conocía no hacía escenas. —La Lauren que tú conocías ya no existe —replicó ella, quitándose el otro guante y guardando los dos en el elegante bolso negro—. Han pasado más de tres años, Zack. La gente cambia. idea.

—Sí —murmuró él—. Supongo que sí. Olvídate del café… no ha sido buena

Lauren esperaba que se levantase, pero en lugar de hacerlo, Zack cruzó las piernas y se quedó mirando un cuadro que había en la pared. Cuando iba a protestar de nuevo, un hombre alto y calvo con traje de rayas salió de su despacho y se dirigió hacia ellos. —¿Los señores Alexander? —saludó. Los dos se levantaron a la vez—. Buenos días. Vengan conmigo, por favor. Lauren se quedó perpleja. ¿El señor Braddock también quería ver a Zack? ¿Qué estaba pasando allí?, se preguntaba. Los dos juntos, en el despacho de un abogado… Zack quería el divorcio. La respuesta fue un golpe tan violento que casi la hizo perder el equilibrio. Por supuesto, tenía que ser eso. ¿Cómo podía haber sido tan tonta? Zack quería ser libre y había preparado aquella reunión para pedir legalmente el divorcio. Lauren se sentía enferma mientras el abogado tomaba amablemente su abrigo y la chaqueta de Zack y los colgaba en un perchero detrás de la puerta. Zack había conocido a alguien, se había enamorado… Y había planeado volver a casarse. Ella siempre había sabido, en un rincón secreto de su corazón, que aquello ocurriría tarde o temprano. Pero no estaba preparada. Nunca estaría preparada para eso. La oficina de Tyler Braddock tenía una vista fabulosa de la bahía de Vancouver. En otra ocasión, Zack habría hecho algún comentario, pero en aquel momento solo podía pensar en la repentina palidez de Lauren. Sentado frente al escritorio de Braddock, se preguntaba qué hacían en el despacho de un abogado los dos juntos. —Deben estar preguntándose por qué los he llamado —empezó a decir el hombre—. Déjenme explicarles. Un bufete de abogados de Los Ángeles se ha puesto en contacto conmigo para tratar de un asunto… digamos, peculiar —siguió diciendo, mientras tomaba unos papeles—. Ustedes eran amigos de los difuntos Mac y Lisa Smith, ¿no es así?

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https://www.facebook.com/novelasgratis ¿Los difuntos Mac y Lisa Smith? —Mac y Lisa han… —empezó a decir Zack, perplejo. —¿No lo sabían? Lo siento —se disculpó el abogado—. El señor y la señora Smith murieron en el incendio de su casa hace tres meses. Zack se volvió en la silla para mirar a Lauren. —¿Tú lo sabías? Ella negó con la cabeza y Zack la vio tragar saliva como si tuviera un nudo en la garganta. Pero no había ni una lágrima en sus ojos. Una chica fuerte, pensó Zack amargamente. Nada podía hacer mella en el bloque de hielo que tenía por corazón. Zack creía haber superado las emociones que eso le provocaba, pero se daba cuenta de que no era así. Eran el fuego y el hielo. Él, el fuego. Ella, el hielo. Le habría gustado ver que una diminuta fisura rompía la fría e impertérrita fachada de Lauren. Le hubiera gustado golpear la mesa con el puño. Le hubiera gustado ponerse a llorar. Zack se levantó de la silla y se dirigió a la ventana. Pero no podía ver lo que había frente a él, solo veía„el pasado. Mac y Lisa, una vez sus mejores amigos, se habían casado el mismo verano que Lauren y él. Arabella, la hija de Mac y Lisa, había nacido el mismo mes y en el mismo hospital que… Temblando, Zack cerró los ojos para evitar las lágrimas. Tenía que controlarse. Contó hasta diez. Hasta veinte. Y se volvió. —¿Y su hija? —Preguntó Zack—. ¿Ella también…? —Esa es la razón por la que están aquí —dijo Braddock, haciéndole un gesto para que se sentara de nuevo—. A la niña no le ha ocurrido nada. La noche del incendio estaba durmiendo en casa de una compañera del colegio. —¡Gracias a Dios! —exclamó Zack con vehemencia. —Desde la muerte de sus padres, ha estado viviendo con su pariente más cercano… —el hombre volvió a mirar los papeles—, su tía Dolly Smith. —¿Dolly? —repitió Zack, incrédulo. —¿La conoce? —¡Y cómo! Dolly es una vieja bruja que…

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Señor Braddock, —lo interrumpió Lauren —la noticia de la muerte de Mac y Lisa Smith es… terrible, pero no entiendo por qué me ha pedido que venga a esta reunión. Hace años que yo no mantenía relaciones con esa familia. —Estoy llegando a ese punto, señora Alexander. Están aquí por el testamento —dijo el abogado, quitándose las gafas—. Se encontró hace unos días en la caja de seguridad de un banco de Vancouver. —Mac y Lisa vivieron aquí muchos años antes de irse a California —intervino Zack—. Supongo que la razón por la que estamos aquí es que Mac y Lisa nos legaron algún recuerdo. —¿Un recuerdo? —Sonrió el abogado—. Bueno, puede llamarlo así. Un recuerdo pequeño. Sí, tiene gracia —rió Braddock, como si fuera una broma privada. —Señor Braddock… —dijo Lauren, mirando su reloj. —Sí, perdóneme —se disculpó el hombre—. Voy a leerles el párrafo que les atañe: «Nosotros, Mac y Lisa Smith, declaramos por el presente documento que, en caso de muerte de los dos, la guarda y custodia de nuestra hija, Arabella, deberá recaer en nuestros queridos amigos Zack y Lauren Alexander». Por un momento, Zack pensó que había oído mal. Y, cuando se dio cuenta de que no era así, se sintió mareado. Las circunstancias de la vida habían hecho que perdiera el contacto con Mac y Lisa, pero nunca había dejado de sentir cariño por ellos. Y, en aquel momento, después de la trágica noticia, lo único importante era Arabella. En un rincón de su corazón, un rincón que había creído muerto, sintió que renacía la esperanza. Zack se volvió hacia Lauren con una débil sonrisa en los labios. Una sonrisa que desapareció al ver la expresión helada de ella. —Señor Braddock, ese testamento fue escrito hace ocho años —dijo Lauren, apretando el bolso con fuerza—. Cuando Zack y yo estábamos casados… —Seguimos casados, Lauren —intervino Zack. —¡Solo de nombre! Llevamos más de tres años separados. De hecho, cuando me di cuenta de que veníamos a la misma reunión, pensé que querías pedir el divorcio —lo corrigió ella—. En cualquier caso, no hay sitio en mi vida para un hijo —añadió, levantándose de la silla—. Si decides aceptar la custodia de Arabella, tendrás que hacerlo solo. Zack se levantó, pero cuando Lauren tomó el abrigo de la percha y salió del despacho, no la siguió. Había dicho que no había sitio en su vida para un hijo. Podría haber dicho también que no había sitio en su vida para el amor, porque eso era en realidad lo que había querido decir.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Zack se preguntaba por qué había permitido, siquiera por un momento, que dentro de él renaciera la esperanza. Por qué había pensado, siquiera por un momento, que podría calentar el corazón helado de Lauren. La puerta se cerró tras ella y Tyler Braddock se aclaró la garganta. —¿Señor Alexander? Zack se volvió con un gesto de disculpa. —Señor Braddock, tiene que entender… —Oh, lo entiendo, lo entiendo —se apresuró a decir el hombre—. En esta situación, es difícil para usted y su… esposa compartir la custodia de Arabella Smith. Y entiendo, por la actitud de la señora Alexander, que a ella no le gustan los niños. —En eso se equivoca —dijo Zack, sintiendo como si le ahogara la pena—. Le encantan los niños. —Entonces, ¿por qué…? —Tuvimos una hija, señor Braddock. Murió cuando tenía cuatro años y mi mujer nunca ha podido recuperarse.

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Capítulo 2 Lauren entró en el servicio de señoras y se acercó, temblorosa, al lavabo para mojarse la cara. El dolor la hacía sentir deseos de gritar. Era terrible. Primero, ver a Zack, y después enterarse de la muerte de Mac y Lisa. Y el golpe final, el golpe que la había hecho apretar los dientes para no derramar lágrimas era Arabella. Mac y Lisa no habían cambiado el testamento que redactaron ocho años atrás. El testamento que los designaba a Zack y a ella como guardianes de la pequeña. El destino era increíblemente cruel. Pero más cruel que el destino había sido la expresión en los ojos de Zack al enterarse de la noticia. Lauren siempre había podido leer en ellos como si fueran un libro abierto. Y lo que había visto en sus ojos la había hecho sentir un escalofrío. Zack veía a Arabella como una especie de milagro que había llegado a sus vidas para unirlos de nuevo. Pero eso no iba a ocurrir. Nunca dejaría que Arabella entrase en su vida. No quería volver a sufrir como había sufrido cuando perdió a Becky. No pensaba arriesgarse a que se le partiera el corazón de nuevo. Era una mujer cobarde y esa era su debilidad y su vergüenza. Pero también la única manera que conocía de sobrevivir. Con manos temblorosas, tomó una servilleta de papel y se miró en el espejo. Estaba pálida como una muerta. Lauren se pasó la servilleta húmeda por la cara y sacó la bolsita de maquillaje del bolso. Solo cuando consiguió que su cara no mostrase lo que sentía por dentro, salió del cuarto de baño. Zack seguiría en el despacho del abogado, pensaba mientras caminaba hacia el ascensor. Habría muchas cosas que discutir y papeles que firmar. Pero cuando llegó al aparcamiento, Zack estaba apoyado en su coche, esperándola. —¿Cómo sabías que era mi coche? —preguntó. —Porque te vi llegar en él —contestó Zack—. Lauren, tenemos que hablar. Hay una cafetería en la esquina. —No tenemos nada que… Zack le puso la mano en la espalda y la empujó suavemente. Lauren se daba cuenta de que la obligaría si hiciera falta y decidió no protestar.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Una vez en la cafetería, Zack pidió dos capuchinos y se mantuvo en silencio hasta que el camarero los dejó sobre la mesa. —Lauren, no puedes seguir huyendo —dijo entonces. —¿Quién dice que estoy huyendo? —Yo —contestó él—. Estás huyendo de la responsabilidad. Los dos estuvimos de acuerdo en que Mac y Lisa nos designaran como guardianes de Arabella en caso de que les ocurriera algo. Y nosotros hicimos lo mismo. —Mac y Lisa sabían que nos habíamos separado. Era su responsabilidad cambiar el testamento. —Supongo que sí. Pero, obviamente, no lo hicieron. ¿Has cambiado tú el tuyo? —No, pero eso es diferente. —¿Por qué? —insistió él. Lauren se quedó mirando el contenido de su taza de café. —No me hagas esto, Zack. —¿Por qué es diferente? —repitió él la pregunta. Lauren no contestó—. ¿Porque nuestra hija ha muerto? Ella lo miró entonces y, por un segundo, Zack creyó ver en sus ojos el brillo de una lágrima. Pero, antes de que pudiera reaccionar, Lauren tomó su bolso y salió de la cafetería a toda prisa. Zack la alcanzó cuando estaba a punto de entrar en el Mercedes. —No he terminado —dijo, tomándola del brazo. —¡Suéltame! —exclamó ella. Sus ojos tenían el brillo aterrorizado de un cervatillo en una trampa. —Deberías haber esperado a escuchar lo que Tyler Braddock tenía que decir. —No estoy interesada en… —Dolly Smith envió a Arabella a un internado dos semanas después del incendio —la interrumpió él—. ¡Dos semanas después de haber perdido a sus padres, por amor de Dios! ¡Cuando necesitaba amor y cariño más que nada en el mundo! Lauren, tu padre te envió a un internado cuando murió tu madre… —Eso es historia, Zack. —Sí, historia. Pero se está repitiendo y nosotros, tú y yo juntos, podemos evitarlo. Esa pobre niña estará sufriendo horrores. Ha perdido a sus padres y la han metido en un internado que… —¡No es mi responsabilidad, Zack! Él dio un paso atrás. Los ojos de Lauren brillaban, pero no con un brillo de miedo, y tenía la barbilla orgullosamente levantada. Zack apenas podía reconocer a la mujer a la que una vez había amado con ternura y pasión. La mujer que había concebido a su hija.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Tienes razón —suspiró—. Arabella no es tu responsabilidad. Mac y Lisa deberían haber cambiado su testamento —añadió en voz baja—. Pero Mac era mi mejor amigo y no pienso defraudarlo. He arreglado con Braddock que Arabella venga a pasar las vacaciones de Navidad conmigo. Llegará a Vancouver mañana por la tarde y estará aquí dos semanas. Un período de prueba, como si dijéramos. Si le gusta vivir conmigo y desea quedarse, solicitaré su custodia permanente. —¿No será un obstáculo para tu vida social? —preguntó ella, con tono sarcástico—. Todas esas fiestas que haces en casa… se han convertido en noticia para las columnas de sociedad. —Mi vida ha estado vacía desde que te fuiste —dijo él. Lauren apretó los labios, pero no dijo nada—. Y supongo que la vida de Arabella también estará muy vacía en este momento. Quizá podamos ayudarnos el uno al otro. La tensión entre ellos era tan fuerte que ninguno de los dos se atrevía a moverse. Entonces, tomándolo completamente por sorpresa, Lauren levantó la mano y acarició suavemente la cara del hombre. —Eres un buen hombre, Zack —susurró—. Te deseo lo mejor. Él cubrió aquella mano con la suya. —Lauren, ¿no quieres…? Ella se apartó bruscamente y, un segundo más tarde, entraba en el Mercedes y salía del aparcamiento. Y de su vida. De nuevo. Dejándolo solo, con los hombros caídos y la mirada perdida. Más solo y más desesperado que el día que ella lo había abandonado por primera vez. Aquella noche, Lauren tuvo pesadillas. Unas pesadillas dominadas al principio por la malvada cara y las perversas palabras de Dolly Smith. Palabras dirigidas a una Arabella llorosa, que corría para esconderse… Después el sueño cambiaba. No era Arabella quien corría, sino ella misma cuando tenía siete años, perdida en la maraña de pasillos del colegio St. Elizabeth, aterrorizada, buscando desesperadamente a una madre que no podía encontrar. Lauren se despertó en ese momento, con el camisón de seda empapado en sudor. Estaba temblando. Apartó las sábanas y se levantó para abrir la ventana. El cielo estaba limpio de nubes y Lauren se llenó los pulmones del aire fresco de la mañana. Aquella tarde, Zack iría al aeropuerto para buscar a Arabella. Zack.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Si su corazón no estuviera roto, se habría roto cuando acarició la mejilla del hombre y vio la tristeza en sus ojos. Justo cuando estaba empezando a mirar hacia el futuro, justo cuando su carrera empezaba a despegar, Zack había aparecido de nuevo en su vida, amenazando destruir con su presencia el precario equilibrio que Lauren había logrado a fuerza de trabajo. Afortunadamente, ella se marcharía a Toronto unos día más tarde. ¡Estás huyendo!, las palabras de Zack se repetían en su cerebro. ¡Estás huyendo, huyendo! Pasándose la mano por la frente, Lauren intentaba borrar aquellas palabras. No estaba huyendo. Estaba cambiando de vida. Era diferente. —¡Por favor, señora Potter, se lo ruego, no se marche! ¿Cómo puedo traer a una niña a esta casa? —imploraba Zack, señalando con el brazo a su alrededor. La mirada airada de la señora Potter recorrió el caos. Botellas vacías, vasos sucios, ceniceros llenos de colillas, platos con restos de comida y la moqueta llena de manchas. —¡Señor Alexander, le dije la semana pasada que me marcharía si seguía organizando fiestas! ¡Por el mismo dinero que usted me paga puedo limpiar la casa de una familia decente donde lo peor que se puede encontrar debajo del sofá es la envoltura de una chocolatina! Zack se puso la mano en el corazón y sonrió con su sonrisa más cautivadora. —No más fiestas, señora Potter, lo juro. Y un aumento de sueldo ahora mismo. —Señor Alexander, usted necesita ayuda —dijo la mujer, quitándose el mandil de flores. —¡Pues ayúdeme! —No estoy hablando de limpiar su casa. Estoy hablando de su alma —replicó ella, mirando a Zack con santa indignación—. No va a encontrar lo que busca en esas fiestas, señor Alexander. —Pero si a mí no me gustan… —Entonces, ¿por qué las organiza? —preguntó la señora Potter, mirando la pared con gesto de desagrado. Siguiendo la dirección de su mirada, Zack observó una mancha de grasa sobre la chimenea. ¿Por qué las organiza? La pregunta de la señora Potter se repetía en su cerebro. Para llenar el hueco que hay en mi corazón, podría haber contestado. Pero no lo hizo. —Adiós, señor Alexander —dijo la señora Potter, tomando su bolso del sofá.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Pero, al hacerlo, movió uno de los cojines y lanzó una exclamación de horror. Debajo del cojín había un sujetador de encaje negro. Zack no tenía ni idea de cómo había llegado allí. La señora Potter se volvió hacia él y tiró el sujetador al suelo como si le quemara en las manos. Zack se quedó inmóvil hasta que escuchó el portazo y después, suspirando, miró el reloj. Si se daba prisa, podría arreglar un poco aquel desastre antes de salir hacia el aeropuerto. Pasándose una mano por el pelo, se preguntaba por dónde debía empezar. La mancha de grasa en la pared, se dijo. Era lo más fácil. Zack llenó un cubo de agua caliente y buscó en los armarios de la cocina hasta que encontró una esponja. Después, colocó una silla frente a la chimenea y, estirando el brazo al máximo, se dispuso a limpiar la pecaminosa mancha. Un centímetro más arriba y habría tenido que buscar una escalera, pensaba, maldiciendo en voz baja. Lauren estaba lavando un racimo de uvas en la cocina cuando sonó el teléfono. Con expresión de fastidio, cerró el grifo, se secó las manos con un primoroso paño bordado y tomó el auricular. —¿Dígame? —¡Gracias a Dios estás en casa! —Zack —murmuró ella, apoyándose en la pared—. Estás perdiendo el tiempo. No pienso… —Lauren, necesito ayuda… —Lo siento, pero no puedo —lo interrumpió Lauren—. ¿Desde dónde llamas? Hay mucho ruido. —Desde el hospital —contestó él, después de una pausa. —¿Qué? —Estoy en el hospital de Vancouver. —Zack, ¿qué ha pasado? —Me he roto un tobillo —contestó él—. Nada serio, pero no me dejan salir de aquí hasta que me hayan escayolado. ¡Y no tengo ni idea de cuándo van a terminar porque los pasillos están llenos de gente! Lauren, Arabella llegará al aeropuerto dentro de una hora y no voy a poder ir a buscarla. Sé lo que te estoy pidiendo, pero… Lauren se quedó mirando por la ventana, sin decir nada. Tenía un nudo en la garganta. —Tiene que haber alguien a quien puedas…

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https://www.facebook.com/novelasgratis —¡Las autoridades del aeropuerto no van a darle a la niña al primero que llegue, Lauren! —¿No puedes llamar al aeropuerto para contarles lo que ha pasado? — preguntó ella, insegura. —¿Y crees que van a aceptar la palabra de cualquiera por teléfono? ¡Lauren, estamos hablando de una niña de ocho años! Mira, nosotros somos sus guardianes y nuestros nombres están en la declaración que Arabella lleva con ella. Uno de los dos tiene que ir a buscarla. Si no es así… Después de unos segundos, Lauren se rindió. —No tengo alternativa, ¿verdad? —Gracias a Dios, cariño. Lauren sintió que se le ponía la piel de gallina. Cariño. Nadie la llamaba así. Solo Zack. —Iré a buscar a Arabella y la traeré a mi casa —dijo con su tono más profesional—. Pero llámame en cuanto salgas del hospital. La dejaré en tu casa y, después de eso, no quiero saber nada más. —Parece que estás hablando de un paquete. —Dame el número de vuelo, por favor. Zack apenas podía escuchar su propia voz entre el barullo de voces del hospital. —¿Me has oído? —Sí. Nos vemos luego. Y Zack… —¿Sí? —Sé que odias los hospitales. ¡Animo! Cuando colgó el auricular, Lauren se dio cuenta de que estaba acalorada y salió al balcón para calmarse, pero el frío la obligó a cruzar los brazos sobre el pecho. Lauren respiró con fuerza. El tiempo iba a cambiar. Podía olerlo. El cielo estaba lleno de nubes grises y, diez pisos más abajo, las últimas hojas de otoño eran barridas por el viento. Arabella. En algún armario debía conservar fotografías de la niña. Pero no necesitaba ninguna fotografía para reconocer a la hija de Mac y Lisa Smith. Arabella sería delgada, con el cabello pelirrojo y enormes ojos verdes. La viva imagen de su madre hasta en las graciosas pecas sobre la nariz. Becky, sin embargo, había sido igual que su padre. La viva imagen de Zack. Lauren sintió un escalofrío y apartó las manos de la barandilla de hierro del balcón. Por fin, miró su reloj y entró de nuevo en la casa. Era hora de salir hacia el aeropuerto.

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Zack apretó los dientes mientras el doctor manipulaba su dolorido tobillo. El último sitio en el que deseaba estar en aquel momento era en la camilla de un hospital, con una bata de color verde como única indumentaria. —¿Qué ha pasado? —Preguntó el médico—. ¿Un accidente deportivo? Zack tomó aire cuando el dolor llegó a su rodilla. Termina de una vez, pensaba. —Me caí de una silla —contestó, mirando al hombre de la bata blanca. La impasible expresión del médico no se modificó. —No deja de asombrarme la cantidad de gente que… —¡Ay! —¿Le he hecho daño? —Pues sí. —Ya —murmuró el médico, escribiendo algo en el informe—. Tendremos que hacer una radiografía —añadió, dirigiéndose a la enfermera. Zack se quedó mirando al techo. ¡Qué momento tan oportuno para romperse un tobillo! Irritado, se pasó la mano por el pelo, pensando en Arabella. Por lo que recordaba, era una niña simpática y alegre. Pero, en aquel momento, debía sentirse sola, perdida y necesitada de consuelo. Como se había sentido él cuando Becky murió. Como seguía sintiéndose. él.

Zack cerró los ojos un momento. Se había acostumbrado al dolor. Era parte de

Al principio, había sido terrible. En aquellos días oscuros había luchado con todas sus fuerzas, pero cada día era un infierno. Quería ser fuerte para Lauren y había intentado ocultar su propia pena para consolarla. Pero Lauren no quería consuelo. Zack se había dejado llevar por el dolor solo cuando Lauren lo abandonó. Entonces había llorado y renegado del Dios cruel que se había llevado a su hija… y entonces habían empezado las fiestas. Se había lanzado de cabeza a una vida frenética, como si aquello pudiera hacerle olvidar su pena. Pero no había funcionado, tenía que admitirlo. Y a la pena había añadido la rabia contra Lauren por no haberlo dejado consolarla y por no haber sabido consolarlo a él. Aquel día había tenido que delegar en su mujer para que fuera a buscar a una niña sola y perdida al aeropuerto. No tenía otra opción. Pero si Arabella buscaba consuelo en Lauren, ¿sería ella capaz de dárselo o, hundida en su propio dolor, rechazaría a Arabella como lo había rechazado a él?

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Señor y señora Alexander, diríjanse a la puerta 79. Señor y señora Alexander… Cuando Lauren escuchó el anuncio por el altavoz, se levantó de su asiento y corrió hacia la puerta. —Soy la señora Alexander —le dijo a una azafata. —Ah, sí. Ha venido a buscar a Arabella Smith, ¿verdad? —Eso es. —¿Puede enseñarme su tarjeta de identidad? —Claro —contestó ella. La azafata devolvérsela.

comprobó

concienzudamente

la

documentación

antes

de

—Gracias. Tiene que firmar estos papeles —dijo la joven, dándole un formulario—. Me temo que la niña se ha puesto enferma durante el vuelo, pero ya se encuentra mejor. Ah, ahí está —sonrió la azafata, mirando por encima de su hombro. Cuando Lauren se volvió y vio a la niña que se dirigía hacia ella de la mano de una azafata, tuvo la extraña sensación de que el mundo se había detenido. Arabella llevaba una chaquetita verde, vaqueros y una mochila. Las suelas de goma de sus zapatillas de tenis chirriaban un poco sobre las baldosas. Cuando estuvo a su lado, Lauren vio que estaba tan pálida que las pecas de su cara resaltaban como manchitas de chocolate. La niña la miraba nerviosa, confusa. Pobrecita, pensaba Lauren. Parecía aterrorizada. —Hola, Arabella —sonrió. La niña alargó los brazos hacia ella y… Lauren se quedó inmóvil. Era como una de sus pesadillas, en las que quería correr y sus pies no se movían del suelo. Abrázala, le decía una voz en su interior. Abrázala… por fin pudo salir de aquel marasmo, pero se dio cuenta de que era demasiado tarde. Arabella había bajado los brazos y sujetaba la mochila con fuerza, como si tuviera que agarrarse a algo—. Arabella… —Hola, tía Lauren —dijo la niña, apartando la mirada—. Gracias por venir a buscarme. En el viaje desde el aeropuerto, Lauren intentaba encontrar temas de conversación, pero no se le ocurría nada que pudiera romper el hielo. No podía preguntarle a la niña por sus padres y tampoco quería hablar de su tía Dolly. Al final, decidió que lo más seguro era preguntarle por el colegio. Arabella se encogió de hombros. —No está mal —dijo, mirando por la ventanilla—. Y si no me gusta, la directora me dijo que podía pasar las vacaciones en su casa, como hace con otras chicas cuando sus padres se van al extranjero.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Quería hacerla creer que le daba igual donde pasase las navidades, pero Lauren se dio cuenta de que no era así. —Tu tío Zack está muy ilusionado con estas dos semanas que vais a pasar juntos —murmuró, mientras giraba el Mercedes hacia la calle Granville—. Seguro que lo vas a pasar muy bien con él. Por el rabillo del ojo, vio que la niña volvía la cabeza. —¿Tú no vas a estar con nosotros? —No. Tú tío Zack y yo estamos… bueno, ya no estamos casados. No vivimos juntos. Yo tengo un dúplex aquí al lado y él vive en Lindenlea, en nuestra vieja casa. —¿El tío Zack se ha quedado con la casa? —Sí… es que fui yo quien se marchó. Además, yo no quería la casa —contestó Lauren. Demasiados recuerdos. —¿Vives sola? —Sí. —¿Tienes novio? —No. —¿Y el tío Zack vive solo? Lauren no estaba segura de cuál era la respuesta. Pero se había torturado suficiente pensando en ello. —Tendrás que preguntárselo a él. —¿Dónde está? ¿Por qué no ha ido a buscarme? —Porque se ha roto un tobillo esta mañana. Está en el hospital. En cuanto salga, me llamará y te llevaré a su casa. —Me acuerdo del tío Zack —dijo la niña—. Era muy gracioso. —Sí —murmuró Lauren, entrando en el garaje—. Muy, muy gracioso. Zack no llamó hasta pasadas varias horas. —¿Dónde estás? —preguntó Lauren. —Sigo en el hospital —contestó él—. ¿Cómo está Arabella? —Bien. Se puso mala en el avión, pero ahora está mejor. Está viendo la tele. ¿Cuándo puedo ir a llevarla a tu casa? —Me temo que hay un cambio de planes. Quieren que me quede aquí esta noche. Cuando me caí… —NO me has contado qué te pasó. ¿Cómo te caíste? —Me caí de una silla en el salón. Y me di un golpe en la cabeza contra la mesa de café —contestó él rápidamente, como si no quisiera seguir hablando del asunto—.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Bueno, el caso es que tengo una leve contusión y el médico quiere vigilarme esta noche. Si todo va bien, mañana por la mañana saldré de aquí. —¿Eso quiere decir…? —Que Arabella tendrá que dormir en tu casa esta noche. —Zack, ese no era el trato. No pienso… Un ruido hizo que Lauren volviera la cabeza. Arabella estaba en la puerta de la cocina. —¿Lauren? —la voz de Zack parecía llegar desde muy lejos—. ¿Estás ahí? —Sí —contestó ella, sin dejar de mirar a la niña—. De acuerdo. Llámame por la mañana… espero que hayas salido del hospital para entonces. —Gracias, Lauren, te debo una. —Más de una, Zack —dijo ella, antes de colgar. —¿Voy a dormir aquí esta noche? —preguntó Arabella. —Sí —sonrió Lauren. —¿Dónde? Solo tienes un dormitorio. —Hay un sofá-cama en el salón. Y creo que es muy cómodo. —¿Puedo bañarme antes de irme a la cama, tía Lauren? —Claro que sí. ¿Necesitas ayuda? —preguntó Lauren, mientras se dirigían al salón. —No —contestó Arabella, abriendo una de sus maletas—. Soy muy autosuficiente. Es una de las cosas que nos enseñan en el colegio. Arabella entró en el salón cuando Lauren estaba terminando de preparar la cama. Parecía un ángel con aquel camisón de florecitas. —He limpiado un poco la bañera, tía Lauren —dijo la niña, colocando su ropa doblada sobre una silla. —¿Te has lavado los dientes? —preguntó Lauren automáticamente. Arabella se acercó a ella y le enseñó unos dientes blanquísimos. Lauren se quedó inmóvil. Era el mismo gesto simpático que hacía su hija Becky todas las noches antes de irse a dormir. —¡Blanquísimos! —murmuró, intentando disimular—. Más blancos que la nieve. Vamos, métete en la cama. Arabella se metió en la cama y Lauren la arropó hasta la barbilla. —Supongo que no… —¿Eh? —No, nada, tía Lauren. Buenas noches.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Lauren dudó un segundo, pero Arabella había cerrado los ojos. —Buenas noches, Arabella —dijo, inclinándose para besarla en la frente. El suave tacto de su piel y el olor a jabón la hicieron cerrar los ojos durante un segundo, asaltada por los recuerdos—. Que sueñes con los angelitos. Cuando salió del salón, dejó la puerta entornada y se apoyó en la pared. No era justo. No era justo que Zack se hubiera roto el tobillo, no era justo que estuviera en el hospital, no era justo que ella tuviera que soportar el dolor lacerante de tener una niña en su vida de nuevo. Pero solo era por una noche. Seguro que podría soportarlo. Un ruido la despertó en mitad de la noche. Lauren se quedó inmóvil, alerta… alguien estaba abriendo la puerta de su dormitorio. No se atrevía a respirar, ni siquiera a abrir los ojos. Su corazón latía acelerado y estaba a punto de ponerse a gritar. Entonces, en la semioscuridad, vio una figura que se dirigía hacia su cama. Una figura pequeña. Con un camisón blanco. Arabella. Lauren casi soltó una carcajada. Estaba a punto de preguntarle a la niña si se encontraba mal cuando sintió que levantaba el edredón con mucho cuidado. Después, el colchón se hundió tan suavemente a su lado que no se habría dado cuenta si hubiera estado dormida. Un cuerpecito cálido se apretó contra ella. Lauren escuchó un suspiro de contento y, treinta segundos más tarde, la respiración de Arabella se había hecho rítmica y profunda. Se había quedado dormida. A la mañana siguiente cuando Lauren se despertó, estaba sola en la cama. Y si no hubiera encontrado un pelo rojo sobre la almohada, habría pensado que aquel episodio no había sido más que un sueño. Zack llamó por teléfono a las nueve y media. de…

—Me han dicho que puedo marcharme. Voy a tomar un taxi y estaré allí dentro

—Olvídate del taxi. Te recogeré en la puerta del hospital en media hora y te llevaré a casa. —No, no quiero…

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https://www.facebook.com/novelasgratis Lauren colgó el teléfono. No quería que Zack fuera a su apartamento. Aquel hombre tenía un talento increíble para salirse con la suya y, una vez allí, sería imposible sacarlo. Y tenía que hacerle entender que lo que había habido entre ellos en el pasado había terminado. Tenía que convencerlo de una vez por todas. No por ella, sino por él.

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Capítulo 3 —¡Malditas muletas! —Exclamó Zack, tirándolas sobre el asiento trasero del Mercedes—. Gracias por venir a buscarme. —De nada —dijo ella, mirando al hombre por el retrovisor. —¿Cómo estás, Arabella? —preguntó Zack después, dirigiéndose a la carita que lo miraba entre los asientos. —Bien. Gracias —contestó ella, un poco insegura. Pero cuando Zack alargó la mano para estrechar la de la niña, Arabella la apretó con fuerza. —Me alegro mucho de volver a verte. —Yo también —respondió la niña, volviéndose de nuevo. Zack se dejó caer en el asiento, agotado por el esfuerzo de aparentar que no pasaba nada. Le dolía terriblemente el tobillo y presentía que aquella situación estaba abocada al desastre. Lauren se pondría furiosa cuando viera la debacle que había en su casa. Y tendría razón. Tenía que hacer lo que fuera para que no viera el interior de la casa que una vez había sido un hogar y que, tres años después, no era más que un sitio lleno de muebles. Lo que le faltaba era… el corazón. El pensamiento era tan deprimente que Zack no podía encontrar la energía necesaria para mantener una conversación, pero cuando estaban a punto de llegar a su casa, se obligó a sí mismo a salir de su estupor. —¿Te importaría parar en la farmacia de la esquina? —preguntó—. Tengo que comprar unas medicinas. —Muy bien —asintió Lauren. Unos minutos después, paraba el coche frente al establecimiento—. Si me das la receta, yo iré por ellas. —Gracias —sonrió él—. Tú irás más rápido. Cuando Lauren salió del coche, Arabella se puso de rodillas sobre el asiento y se quedó mirándolo. —Tío Zack, en realidad no eres mi tío, ¿verdad? —No, cariño. Pero soy un tío honorífico, igual que tu tía Lauren. La verdad es que es mejor que ser tus tíos de verdad. —Como la tía Dolly, ¿no? —suspiró la niña. Zack tuvo que esconder una sonrisa y decidió que sería mejor no hablar de aquella vieja bruja. —Tu padre y yo crecimos juntos y luego nos casamos casi al mismo tiempo. Además, tu madre y tu tía Lauren también eran amigas. —Mis padres estaban muy disgustados porque no ibais a visitarlos después de que… Becky muriese.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Ya, cariño —murmuró Zack. Habría dado cualquier cosa por volver atrás en el tiempo, pero no podía ser. Cien veces había descolgado el teléfono tras la muerte de Becky para hablar con su viejo amigo, para contarle todo el dolor y la amargura que había en su corazón. Pero se había imaginado a los tres, Mac, Lisa y… Arabella. Sabía que si escuchaba la voz de la niña rompería a llorar. Y nunca había llamado. Después, cuando Lauren lo abandonó, se apartó deliberadamente de todas las parejas que solían tratar. Había sido un error. Zack se daba cuenta. Se había perdido muchas cosas y ya era demasiado tarde—. Perdimos el contacto —añadió, con la voz rota por la emoción. —Porque estabas triste —dijo Arabella, pensativa. Zack veía en los ojos de la niña una tristeza que conocía bien—. Tío Zack, ¿tú vives solo? —Sí. —¿Y voy a quedarme contigo para siempre? El corazón del hombre se llenó de compasión. —Si eso es lo que quieres, cariño… pero no tienes que decidirlo todavía. —¿Tú quieres que me quede? —Sí. Quiero que te quedes. Creo que tardaremos un tiempo en acostumbrarnos el uno al otro, pero estoy seguro de que, al final, todo saldrá bien. —¿Y no tendré que volver al internado? —¿No te gusta? —preguntó Zack. Se daba cuenta de que la niña esperaba una respuesta ansiosamente. —Es mejor que vivir con la tía Dolly, desde luego. Pero no es igual que tener una familia —contestó, volviendo a sentarse de nuevo—. No es igual. Lauren tuvo que abrocharse el abrigo cuando volvía al coche. Pero no era tanto por el frío como por la angustia que le producía el aspecto de Zack. El pobre tenía ojeras y estaba pálido. Cuando se dirigía hacia el coche desde la puerta del hospital parecía estar a punto de derrumbarse. ¿Tan nervioso le ponía tener que cuidar de Arabella? No era posible. Lauren se preguntaba si tendría un ama de llaves. Probablemente, se decía. Él nunca había podido mantener la enorme casa de Point Grey limpia y arreglada. Pero Zack sabría cómo resolver el problema. Y si no… bueno, no era asunto suyo. Y no volvería a serlo nunca. —¡Luces de Navidad! ¡Son preciosas, tío Zack! —Exclamó Arabella, cuando llegaron a la entrada de la enorme mansión—. La tía Lauren todavía no ha decorado su casa.

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https://www.facebook.com/novelasgratis El corazón de Lauren dio un vuelco. Ella no había celebrado la Navidad durante los últimos cuatro años. —Es que voy a estar fuera de la ciudad durante dos semanas —explicó, mientras paraba el coche frente a la puerta—. Me voy de vacaciones pasado mañana. —¡Eso no me lo habías dicho! —Exclamó Zack—. ¿Dónde vas a ir? —A Toronto. —¿A Toronto? ¿Por qué no a Hawai, al Caribe, a… a las Bermudas? ¡Por favor, Toronto en invierno no es precisamente un sitio para ir de vacaciones! —No voy de vacaciones, Zack —dijo ella, mirándolo a través del retrovisor—. He conseguido un ascenso y me traslado allí. Voy a dirigir las oficinas de mi empresa en Toronto —añadió. Los ojos de Zack tenían una expresión tal de sorpresa que Lauren se sintió como una traidora—. Bueno, Arabella, ya hemos llegado. Espero que te vaya muy bien con tu tío Zack. —Gracias —dijo la niña, abriendo la puerta del coche—. Tía Lauren… —Dime, cariño. Arabella se mordió los labios. —Tía Lauren… anoche me metí en tu cama —dijo en voz baja—. Solo quería que lo supieras. Me sentía triste porque echaba de menos a mi mamá. Lauren sentía como si alguien hubiera atado una cuerda en su cuello y estuviera apretando. Quería hablar, pero sabía que si lo hacía, rompería a llorar. Arabella se dirigió hacia la casa con los hombros caídos y Lauren pensó que nunca había visto una figura tan triste en toda su vida. Estaba haciendo un esfuerzo para que Zack no se diera cuenta de lo que sentía, esperando su estallido de furia. Pero lo único que escuchó fue el sonido de las muletas sobre la gravilla y el de la puerta del maletero que Zack cerró bruscamente. A través de las lágrimas, lo observó mirar las maletas que había dejado en el suelo, como si no supiera cómo demonios iba a cargar con ellas. —¡Maldita sea! —murmuró Lauren, limpiándose las lágrimas. Decidida, salió del Mercedes y tomó una maleta en cada mano—.Yo las llevaré. —¡No! —protestó él—. ¡Puedo hacerlo yo! —¡Sí, claro! Lauren se dirigió a paso rápido hacia la casa, donde Arabella estaba esperando. ¿Por qué había protestado Zack ante su oferta de ayuda? ¿Era porque se sentía humillado como hombre o habría algo más?, se preguntaba. Por fin, Zack abrió la puerta. —Muy bien. Ya puedes marcharte.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —¿Dónde quieres que deje las maletas? —preguntó Lauren, mirando alrededor—. Supongo que en… Lauren dejó la frase a medias cuando observó el estado del salón. Durante unos segundos se quedó mirando, sin decir nada. Después, dejó las maletas en el suelo y caminó como un robot hacia la puerta. Su mirada recorrió el caos, desde la butaca volcada, el cubo de agua, la desagradable mancha de grasa en la pared, los vasos y platos sucios, las botellas y el olor a tabaco rancio que provenía de los ceniceros atestados de colillas. Y, por fin, se fijó en el sujetador de encaje negro que había en la alfombra, al lado del sofá. Una fotografía de la escena no iría mal en la portada de alguna revista escandalosa. ¿Y aquel era el ambiente en el que pensaba criar a Arabella?, se preguntaba, furiosa. —Llama inmediatamente a una empresa de limpieza, Zack —dijo, con una falsa sonrisa—. Voy a enseñarle a Arabella su habitación y después tú y vamos a tener una pequeña charla. Zack estaba apoyado en la pared del vestíbulo, con las páginas amarillas en la mano. Había llamado a todas las empresas de limpieza que aparecían en la guía, pero ninguna parecía dispuesta a hacer el trabajo inmediatamente. —¿Hoy? —Rió una mujer al otro lado de la línea—. ¿La semana antes de Navidad? ¿No sabe que todo el mundo quiere que le limpien la casa en estas fechas? ¿Por qué no busca en las páginas amarillas y…? —Eso es lo que estoy haciendo —la interrumpió él, agotado—. De la A a la Z. Usted es mi última esperanza. Por favor, es solo una habitación. ¿Cuánto pueden tardar en limpiarla? Al otro lado del hilo, hubo un silencio. —¿Solo una habitación? —Sí, solo una. Mire, acabo de… digamos, heredar una huérfana de ocho años y necesito que la casa esté limpia. —¿En qué calle vive? —preguntó la mujer, suavizando el tono. Zack le dio el nombre de la calle y contuvo el aliento. —Muy bien. Hoy es su día de suerte. Pero le va a costar un dineral —la mujer fijó un precio y Zack levantó los ojos al cielo—. ¿Le parece bien? —Sí, sí, lo que usted diga. —Miriam, una de nuestras empleadas, está por esa zona. La llamaré y le diré que se pase por su casa.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Zack colgó el teléfono con un suspiro de alivio. Quizá lograría ablandar a Lauren si le preparaba una taza de café, se decía. Un café solo y sin azúcar. Como a ella le gustaba. Como siempre le había gustado. Sí, se decía con una sonrisa de satisfacción, mientras se apoyaba de nuevo en las muletas para ir a la cocina. El sol empezaba a brillar aquella mañana. —Esta era tu habitación la última vez que viniste a visitarnos —dijo Lauren, dejando las maletas en el suelo—. ¿Te acuerdas? Arabella se quedó mirando la habitación pintada de azul, con las cortinas blancas y los muebles de mimbre. —Sí, me acuerdo. Estaba al lado de la habitación de Becky. Pero la de Becky estaba pintada de color rosa. ¿Sigue siendo rosa? —No —contestó Lauren, dirigiéndose a la ventana, desde la que podía ver el jardín, el cenador y la piscina cubierta—. Después de sacar todas sus cosas, pintamos la habitación… no recuerdo el color —murmuró, encogiéndose de hombros—. Color piedra, creo. Sin vida, gris, como ella misma. Después de la muerte de Becky, había llamado al Ejército de Salvación para donar todos los muebles de la habitación de Becky, ropa y juguetes incluidos. Lauren había mirado, sin ver, cómo una furgoneta blanca se llevaba los recuerdos de su hija. Apenas había escuchado la voz de Zack rogándole que no lo hiciera. Y más tarde, después de arrancar la moqueta rosa, había llamado a los pintores para que cambiaran el color de las paredes y las pintaran de color… piedra. ¿La habría vuelto a pintar Zack después de su separación?, se preguntaba. —Voy a sacar mis cosas, tía Lauren. Lauren se volvió y vio a Arabella sacar un montón de libros y Barbies de una maleta. —Te espero abajo, ¿de acuerdo? —Sí. Lauren salió al pasillo y se dirigió a la escalera, pero cuando pasaba por delante de la habitación de Becky, se paró bruscamente. Lo último que deseaba hacer era entrar en aquella habitación, pero algo la impulsó a abrir la puerta. La habitación estaba vacía. Las paredes eran de color piedra, las ventanas sin cortinas, el suelo de madera donde antes había una moqueta rosa en la que tantas veces había jugado con su hija… Lauren se apoyó en la pared, temblando. Las imágenes de su vida pasada eran como dagas que atravesaban su corazón y, por un momento, perdió la noción del tiempo.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Cuando escuchó el timbre despertó de su estupor, como si acabara de volver de un viaje. Con el corazón acelerado, Lauren cerró la puerta y siguió caminando por el pasillo. El timbre volvió a sonar. —¡Yo abriré! —dijo, bajando la escalera. Cuando abrió la puerta, se encontró frente a una impresionante pelirroja, apoyada lánguidamente en la pared. Llevaba un abrigo de visón falso y cuando vio a Lauren, sus labios se curvaron en una igualmente falsa sonrisa. Desde luego, no podía ser la señora de la limpieza, pensó Lauren cínicamente. Pero entonces, ¿quién era? —¿Sí? —Estoy buscando a Zack. —Ah, entre, por favor. Está por ahí. La pelirroja entró en la casa llevando con ella una asfixiante nube de perfume y, cuando se abrió el falso visón, reveló una minifalda roja y un par de piernas interminables colocadas sobre los tacones más inverosímiles que Lauren había visto nunca. La mirada de la mujer se deslizó por la blusa de color crema y los pantalones clásicos de Lauren. —Usted debe de ser su ama de llaves, ¿no? —Preguntó, mirando alrededor, como distraída—. ¿Le importaría avisar a Zack? Lauren estaba a punto de explicarle a aquella fresca que ella no era el ama de llaves de nadie cuando escuchó el sonido inconfundible de las muletas de Zack. —Señor Alexander —dijo, con su tono de voz más suave—, tiene usted una visita. ¿Señor Alexander? Zack frunció el ceño. Aquel tono tan sarcástico le daba mala espina. Pasara lo que pasara, una taza de café no iba a solucionarlo. —¿Es la empresa de servicio doméstico? —preguntó. Cuando vio a la pelirroja, lanzó una maldición en voz baja—. Ah, no, no es… vaya, hola… —empezó a decir, estrujándose el cerebro para recordar—. ¿Alyssia? Alyssia sonrió, toda llena de dientes y de labios color fucsia. —Zack, cariño, cuando llegué a casa el otro día me di cuenta de que me había dejado algo aquí. Zack levantó las cejas. ¿Se había dejado algo? En ese momento, vio que Lauren se daba la vuelta. Era un detalle por su parte dejarlos solos para que pudieran hablar.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —¿Qué te dejaste? —preguntó Zack, acercándose a Alyssia. Ella abrió la boca para contestar, pero antes de que pudiera hacerlo, Lauren salió del salón y le dio un golpecito en el hombro. —¿Es esto lo que está buscando? —preguntó. Lauren tenía en la mano algo negro, de encaje… Zack tragó saliva, deseando que se lo tragara la tierra. Él no le había quitado el sujetador, de eso estaba seguro. Pero, ¿cómo iba a convencer a Lauren?—. Vamos a comprobar si es suyo… —dijo, echando un vistazo sobre la prenda—. A ver, talla noventa. ¿Es suyo? —Sí. Tengo una buena… delantera. Todo el mundo me lo dice —sonrió la pelirroja, respirando profundamente para mostrar sus encantos. Lauren la tomó firmemente del brazo y la condujo a la puerta—. Oiga, espere —protestó ella—. ¿Qué está haciendo? He venido a ver a Zack… —Pues ya lo ha visto —la interrumpió Lauren, colgándole el sujetador del brazo—. Así que ahora puede irse. —Cariño, haz algo —rogó Alyssia, mirando por encima de su hombro—. ¿Cómo dejas que tu ama de llaves trate así a tus invitados? —No soy su ama de llaves —replicó Lauren, sin dejar de empujarla—. ¡Soy su mujer! —añadió venenosamente antes de cerrar la puerta en sus narices. Si Arabella no hubiera elegido precisamente aquel momento para bajar al vestíbulo, Zack estaba seguro de que Lauren lo habría despellejado vivo. ¿Por qué la había molestado tanto la presencia de Alyssia?, se preguntaba. Había sido Lauren quien lo había abandonado. Había sido ella quien le había dicho que tenía que rehacer su vida… ¿Sería posible que, después de tantos años, sintiera celos? La posibilidad hizo renacer sus esperanzas. —¿Ya has deshecho las maletas? —estaba preguntando Lauren a la niña. —Sí —contestó Arabella—. ¿Quién era esa señora? —Una amiga de tu tío Zack —contestó ella, lanzando sobre Zack una mirada que parecía querer fulminarlo. —¡Pues parecía Cruella de Vil! Lauren soltó una carcajada y Zack rió también, pero su risa se cortó en seco cuando Lauren le lanzó una mirada de advertencia. —Se llama Alyssia, cariño —dijo, sarcástica—. ¿Verdad que es un nombre muy original? ¡Si todas las amigas de tu tío son como esa Alyssia, esta casa debe de ser una fiesta continua! Zack estaba seguro de que la niña había detectado el sarcasmo, pero aparentó ignorarlo. —He hecho café —carraspeó—. Vamos a la cocina…

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https://www.facebook.com/novelasgratis En ese momento, sonó el timbre de nuevo. Pero aquella vez era Miriam, de la empresa de servicio doméstico. Zack le mostró el salón, le dio instrucciones y después se dirigió a la cocina. Cuando entró, encontró a Lauren mirando en la nevera. —¿Dónde está Arabella? —preguntó. —Ha subido a su habitación a buscar un libro —contestó ella, irritada—. La nevera está vacía, Zack. Él se acercó, cojeando, y miró por encima de su hombro. —Bueno, hay cerveza y vino blanco, y… queso. Zack dio un paso atrás cuando Lauren cerró la puerta de la nevera de un portazo. —Voy a comprar comida —dijo, furiosa—. Traeré lo suficiente para que podáis comer durante unos días. Pero vas a tener que espabilarte si piensas cuidar de Arabella… En ese momento, empezó a sonar el teléfono y Zack aprovechó la ocasión para escapar. —Señor Alexander, soy Tyler Braddock. —Hola, señor Braddock. Dígame —dijo Zack, mirando a Lauren. Durante unos segundos, estuvo escuchando sin decir nada—. Sí, entiendo… sí. Ya veo que es un problema… sí. Bien, lo pensaré y le daré una respuesta lo más rápidamente posible —añadió, antes de colgar. —¿Qué ocurre? —preguntó Lauren. —Lo que ocurre es que Dolly Srnith se ha enterado de que tú y yo estamos separados y ha solicitado la invalidación del testamento. Quiere que le devuelvan la custodia de Arabella porque, según ella, es su deber cuidar de la niña y hará lo que sea necesario para conseguirlo. —¡Pero esa mujer debe tener noventa años! —Setenta y cinco y está como un roble. —¡Oh, Zack! —Murmuró Lauren, apoyándose en la mesa—. No puedes dejar que vuelva con su tía Dolly. Esa niña necesita alguien que la cuide y que la quiera de verdad, no alguien que lo haga por obligación. —Ya lo sé, pero no es así como va a verlo un juez. En la disyuntiva de entregar la custodia de una niña a un pariente como Dolly o a un hombre separado, famoso por sus fiestas… —empezó a decir Zack, pasándose la mano por el pelo—. Lauren, no creo que tenga opción alguna. —¿Tío Zack? Lauren se dio la vuelta y vio a Arabella en la puerta de la cocina. Su carita de pena le rompía el corazón.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Cariño… —empezó a decir Zack. —He oído lo que has dicho de la tía Dolly —lo interrumpió la niña, intentando controlar las lágrimas—. Quiere que vuelva con ella y tendré que hacerlo, ¿no es verdad? La expresión de Zack era indescifrable para cualquiera, excepto para Lauren. Ella sabía que se sentía culpable, pero Zack había aceptado cuidar de la niña, comprometiendo su vida, mientras ella… Arabella no pudo evitar un sollozo antes de salir corriendo de la cocina. Zack la siguió, apoyado torpemente sobre sus muletas. Lauren se quedó inmóvil. Nunca se había sentido tan confusa. No podía soportar la idea de que aquella vieja y fría tía Dolly tuviera la custodia de la niña. Y sabía que si ella no hacía algo, eso ocurriría sin remedio. Pero si lo hacía, perdería su puesto en Toronto. Y tendría que irse a vivir con Zack. Conseguiría otros ascensos, se decía. Y solo tendría que vivir con Zack hasta que le concedieran la custodia. Y quizá un poco más. Hasta que Arabella se sintiera segura y feliz. Hasta que ella, Lauren, estuviera convencida de que Zack podía efectivamente cuidar de la niña. Entonces podría marcharse. Si tenía mucho cuidado, podría evitar una relación demasiado profunda con la niña. Si tenía mucho cuidado, evitaría que Arabella se metiera en su corazón. Podía hacerlo. Y lo haría. Lauren respiró profundamente después de haber tomado aquella decisión. Salió de la cocina y encontró a Zack subiendo penosamente la escalera. —Espera un momento, Zack —le dijo—. Vendré a vivir aquí. Pero solo hasta que consigas la custodia de Arabella. Nada ha cambiado entre nosotros —añadió rápidamente cuando vio el brillo de esperanza en los ojos del hombre—. Dormiremos en habitaciones separadas y viviremos vidas separadas. Estaremos juntos solo en apariencia. ¿De acuerdo?

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Capítulo 4 —No, Lauren, no estoy de acuerdo. Las palabras de Zack se repetían en su cerebro media hora después, mientras empujaba un carrito en el supermercado. Su negativa la había dejado perpleja. —¿Por qué no? —había preguntado ella. —Para empezar, porque sería una mentira. —Pero en este caso, el fin justifica los medios… —¿Porque Arabella estaría bajo mi custodia en lugar de con su tía Dolly? —¡Sí! —Vale. ¿Y cómo crees que se sentiría cuando tú te fueras? Se sentiría abandonada, Lauren. Esa niña necesita desesperadamente una madre. Le gustas y se encariñaría contigo —siguió diciendo—. Mira, yo no estoy dispuesto a formar una familia para quitársela dentro de unos meses. Arabella necesita estabilidad y seguridad y eso es lo que pienso darle. Ya sé que te ofreces con la mejor intención, pero a veces las buenas intenciones no son suficientes. —Entonces, ¿qué vas a hacer? —Tendré que buscar una niñera. Después de eso, volvió a colocarse las muletas y siguió subiendo la escalera. Una niñera. Lauren se paró frente a la estantería de la fruta. Sí, una niñera sería la solución. Una niñera que fuera cálida y agradable y viera las cosas de una forma práctica. No una mujer como ella, que se enfrentaba a la vida siempre llena de temores. El temor que la hacía rechazar a Zack. El temor que la había hecho rechazar el amor. —Me siento tan inútil —gruñó Zack mientras observaba a Lauren colocar bolsas de la compra sobre la mesa. Tenía las mejillas coloradas y la capucha del abrigo llena de nieve—. ¡Dame algo que hacer, por favor! —¿Por qué no haces una lista con las condiciones que debe reunir la niñera? — sugirió ella, colocando varios cartones de leche en la nevera. —Ya he llamado a una agencia. Empezaré a entrevistar a las candidatas a finales de esta semana. La mujer con la que he hablado me ha dicho que tiene cinco o seis disponibles —dijo él, apoyándose en la mesa. —Eso suena bien —sonrió Lauren, sacando los paquetes de azúcar—. ¿Le has contado a Arabella lo de la niñera? —Sí —contestó él. Cuando Lauren levantaba el brazo para colocar los paquetes de azúcar, la mirada de Zack resbaló por la suave curva de sus pechos bajo la blusa

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https://www.facebook.com/novelasgratis de seda. El encendido deseo de tocarla lo tomó por sorpresa, pero pudo controlarse— . La verdad es que no le ha hecho mucha gracia. Ninguna, en realidad —seguía diciendo Zack, apartando la mirada—. La verdad es que le ha dado una pataleta. Dice que es demasiado mayor para tener niñera, que solo los niños pequeños la tienen y que no piensa permitirlo. Que no soy su padre. ¡Tenías que haberla visto, mirándome con esos ojos verdes como si quisiera fulminarme! —sonrió. Lo que no le dijo fue que, un momento después, la niña se había tirado sobre la cama sollozando amargamente. «Si la tía Lauren me quisiera, no me haría falta ninguna niñera», había dicho Arabella. Zack la había tomado en sus brazos para consolarla y le había dicho que la tía Lauren seguía echando tanto de menos a Becky que no tenía sitio en su corazón para nadie más. —¿Zack? —la voz de Lauren lo sacó de sus pensamientos. —¿Sí?… Ah, perdona, me he perdido. —¿Has podido convencerla? —Sí. Se ha dado cuenta de que eso es mejor que volver con la tía Dolly. La he convencido de que, teniendo una buena niñera, sería mucho más fácil conseguir su custodia. —Me alegro. —Y después casi me rompo el cuello al bajar la escalera —bromeó él—. Así que he decidido usar el dormitorio de abajo hasta que me quiten esta maldita escayola. —¿Dónde dormirá la niñera? —preguntó Lauren. —He pensado que… en la habitación de Becky. De ese modo, estará cerca de Arabella. El aire de la cocina pareció quedarse parado por un momento. Zack esperaba, en tensión, la respuesta de Lauren. —Tendremos que redecorar la habitación —dijo ella un momento después, sin inflexión—. Es… muy fría. No es nada acogedora. —Creí que ibas a enfadarte. —Es una habitación, Zack, no un altar. Si quieres… Zack hizo un gesto de dolor y, apresuradamente, metió la mano en el bolsillo para sacar una caja de pastillas. —Debería haber tomado estas pastillas hace dos horas —murmuró—. ¿Te importa darme un vaso de agua? —¿Te encuentras bien? —preguntó, dándole el vaso. —Sí. No te preocupes. —No tienes buen aspecto, Zack. ¿Cómo vas a cuidar de Arabella si ni siquiera puedes moverte? Tendrás que cocinar y… —No te preocupes por nosotros, nos arreglaremos. Este fin de semana intentaré no hacer esfuerzos y la semana que viene no iré a trabajar… ¡Oh, no! ¡Maldita sea!

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https://www.facebook.com/novelasgratis —¿Qué ocurre? —Tengo que ir a la oficina el martes y el miércoles porque viene una delegación japonesa a visitar la fábrica —dijo él, pasándose la mano por el pelo. Durante unos minutos, el único sonido que se oía en la cocina era el de la nevera. —Muy bien —suspiró Lauren—. Voy a cancelar mí viaje a Toronto, Zack. Me ocuparé de Arabella durante las dos próximas semanas, hasta que contrates a una niñera. Necesitas que alguien te eche una mano… —Lauren dejó de hablar cuando escuchó pasos rápidos en el pasillo. Arabella apareció en la cocina con expresión emocionada. Estaba deseando decir algo, pero se mordió los labios cuando se dio cuenta de que los había interrumpido—. Entonces, decidido. Me quedaré en Vancouver dos semanas más. La niña parpadeó. —¿No te vas a ir a Toronto? —No. Voy a quedarme aquí para pasar las vacaciones contigo. —¡Qué bien! —Exclamó la niña—. Tía Lauren, está todo lleno de nieve. ¿Podemos salir a jugar con el trineo? —preguntó, con los ojos brillantes. —Sí, desde luego —contestó ella, después de una casi imperceptible pausa—. Pero tendré que ir a casa para ponerme unas botas. —Será mejor que vayas ahora, antes de que las carreteras se pongan imposibles —dijo Zack suavemente—. Y ya que vas, —añadió, temerariamente —podrías traer tus cosas. Yo suelo levantarme muy temprano y no me gustaría dejar sola a Arabella por las mañanas. Sé que es una lata, pero… sería mejor si te quedaras a dormir aquí, Lauren. Lauren tomó un jersey de lana del armario y lo guardó con el resto de sus cosas en la maleta. No podía creer lo que estaba haciendo. Pero la verdad era que solo iban a ser dos semanas y que eso era lo que tenía que hacer. Si seguía nevando, las carreteras se pondrían imposibles y su casa estaba demasiado lejos de la de Zack. De modo que allí estaba, haciendo las maletas para irse de vacaciones… pero no a Toronto como había previsto. Había llamado a la agencia de viajes para cancelar su billete de avión y, cuando salió de su apartamento, estaba oscureciendo. Lauren conducía con mucha precaución porque las carreteras estaban heladas y, cuando llegó a Lindenlea, llevaba el volante tan apretado que se le habían dormido los dedos. La furgoneta del servicio de limpieza había desaparecido y las luces del salón estaban encendidas. Cuando salía del Mercedes vio una pequeña figura frente a la ventana.

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https://www.facebook.com/novelasgratis ¡Becky! Durante un segundo, Lauren había creído que era su hija. Pero enseguida volvió a la realidad. Una realidad fría y cruel. Nunca volvería a ver a Becky. Lauren tomó aire, se pasó una mano por los ojos y salió del coche, con la maleta en la mano. Estaba a punto de llamar al timbre cuando Arabella abrió la puerta. —Hola, cariño —saludó Lauren. —Tía Lauren… —empezó a decir Arabella. Lauren frunció el ceño al ver la expresión preocupada de la niña. —¿Qué ocurre? —Verás, tía Lauren, nunca te podrías imaginar… —¡Ah! —Escuchó la voz de Zack—. Ya has vuelto. Su expresión era aún más preocupada que la de Arabella. —¿Ha ocurrido algo? Zack se pasó la mano por el pelo y Lauren, que conocía el gesto, se dio cuenta de que ocurría algo malo. —Algo no, alguien —contestó él. —¿Qué quieres decir? Un ruido en la escalera hizo que girase la cabeza. Al principio, no reconoció a la persona que la miraba desde arriba. —¡Dolly! —murmuró Lauren. La mujer empezó a bajar la escalera como lo haría una reina. La luz del candelabro enviaba sombras sobre su cara, alargando su larga y aristocrática nariz, acentuando sus pómulos, marcando las bolsas debajo de los ojos. —Sí, soy yo —dijo la mujer, con voz seca. Tenía el pelo blanco, peinado con una especie de fantástico moño, la ropa negra. Capas y capas de ropa, cubriendo desde el arrugado cuello hasta las botas. Parecía una figura de una novela victoriana, pensaba Lauren. La clase de mujer que pondría el deber por encima de todo lo demás. Desde luego, la clase de mujer que era Dolly Smith. —La tía Dolly acaba de llegar de Los Ángeles —la informó Zack, aclarándose la garganta. —Qué bien —Lauren creía que no podía emitir ningún sonido, pero consiguió hacerlo.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —He venido a visitar a Arabella —dijo Dolly, abriendo el bolso que llevaba colgado del brazo y sacando un pañuelo, con el que se sonó ruidosamente—. Niña, quiero hablar con tus tíos. Sube ahora mismo a tu habitación y no te quedes escuchando, ¿me oyes? Lauren, indignada, iba a decir algo, pero la mirada de advertencia de Zack se lo impidió. —Arabella, ¿quieres hacerme un favor? —Sonrió Zack, dirigiéndose a la niña—. He dejado preparada la bandeja del café en la cocina. ¿Te importaría traerla al salón? —La tía Lauren ha comprado galletas. ¿Quieres que las ponga en un platito? —Gracias, cielo. —De nada, tío Zack. Arabella pasó al lado de su tía Dolly como si esta fuera un animal rabioso y después salió corriendo por el pasillo. Cuando Dolly Smith había aparecido en su casa, el primer instinto de Zack había sido darle con la puerta en las narices. Pero sabía que no debía hacerlo. —Jovencito, sube esto a mi habitación —había dicho ella a modo de saludo, poniendo una maleta en su mano—. Y después, me gustaría tomar una taza de café. Un buen café, no uno de esos que sirven en los aviones. Zack había aceptado su destino y había cerrado la puerta tras ella. ¿Qué otra cosa podía hacer? ¿Echarla de su casa? ¿Dejarla en la calle, en medio de una tormenta de nieve? Aquella mujer era la única pariente de Arabella y podía causarle muchos problemas a la niña. Cuando entraron en el salón, Zack miró la pared. La desagradable mancha de grasa había desaparecido como por arte de magia. Miriam había hecho un trabajo excelente. ¿Cuál habría sido la reacción de Dolly Smith si hubiera visto el salón por la mañana? Zack sintió un escalofrío. —Zack, ¿te encuentras bien? —preguntó Lauren. —Ah… pues, tengo un poco de frío —contestó—. Voy a encender la chimenea. Zack se inclinó para abrir la llave del gas. Inmediatamente, las llamas saltaron alegremente en la chimenea. No tenía frío, pero aquello le daba unos segundos para pensar. Dolly se había sentado en un sillón y Lauren en el sofá, frente a ella. Zack se sentó a su lado y dejó las muletas en el suelo.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —No esperaba encontrarte aquí —dijo Dolly, mirando a Lauren—. Según mis noticias, estabais separados. ¿Es que ha cambiado la situación? Zack miró a Lauren. Sus ojos eran claros y limpios y sabía, sin preguntar, que su oferta seguía en pie. Podía decirle a Dolly que habían vuelto a vivir juntos. Si creía que Arabella iba a crecer en una familia normal, dejaría de ofrecer resistencia. Dolly Smith tenía más de setenta años. ¿Qué mujer de esa edad querría aceptar la responsabilidad de cuidar de una niña de ocho años?, se preguntaba. Pero Zack tenía dudas. Lauren tomó su mano para darle seguridad y él se quedó inmóvil. Sería tan fácil… —Aquí está el café, tío Zack —escuchó la voz de Arabella. La niña sujetaba la bandeja con las dos manos para no tirarla—. Siento haber tardado tanto, pero se me ha caído un poco de azúcar al suelo. Podría haberla barrido debajo de la nevera, pero sé que eso no se hace —seguía diciendo la niña sin apartar los ojos de su preciada carga—. Mi mamá me decía que había que hacer las cosas bien aunque nadie te estuviera mirando. Así que lo he limpiado todo. Zack se tragó las palabras que había estado a punto de decir. La mentira que había estado a punto de pronunciar. En silencio, observó a Arabella dejar la bandeja sobre la mesa y la vio salir del salón después de darle las gracias. —Entonces, ¿estáis juntos de nuevo? —Preguntó Dolly en cuanto estuvieron solos—. Tengo que admitir que eso… —No. —¿No? —repitió ella, mirándolo con suspicacia. —No, Dolly. No estamos juntos. Lauren se ha ofrecido a vivir aquí hasta que yo encuentre una niñera para Arabella. Estará con nosotros durante dos semanas y después se irá a vivir a Toronto. Zack se daba cuenta de que había pillado a la vieja bruja por sorpresa. Por una vez, parecía no encontrar palabras y se limitaba a mirarlos con sus ojillos penetrantes. —Bueno, chica, no te quedes ahí parada como una tonta. ¡Sirve el café! Lauren sacó la bandeja del horno y la colocó sobre la mesa. Cuando apartó el papel de aluminio, el delicioso aroma a pollo con laurel, pimienta y tomillo inundó la cocina. No había preparado aquella receta en mucho tiempo. Habría sido una tontería preparar aquel plato para ella sola y la última vez que lo había hecho había sido en… aquella misma cocina.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Mientras sacaba tres copas del armario, pensaba en lo extraño que era estar en su antigua cocina. Era como volver atrás en el tiempo. Nada había cambiado. Las mismas cacerolas, las mismas sartenes, el mismo horno, la misma mesa… Cuando escuchó el sonido de las muletas de Zack en el pasillo, se puso tensa. Pero él entró muy sonriente y se dirigió a la nevera. —Tengo un vino estupendo para la cena. ¿Me pasas el sacacorchos? El sacacorchos estaba donde siempre había estado. Lauren se lo dio y apartó la mano rápidamente. Se ponía nerviosa estando con él. Seguía habiendo una enorme atracción física entre ellos y ninguno de los dos parecía poder evitarlo. —¿Quieres que abra una lata de sopa? —preguntó ella, metiéndose las manos en los bolsillos del mandil. —¿Qué has hecho de cena? Lauren señaló la bandeja de pollo. —Pollo a las finas hierbas. —¿Hay postre? —Melocotones y helado de vainilla. —Entonces, no hace falta sopa —murmuró él, sirviéndose una copa de vino, sin dejar de mirarla a los ojos—. Pero estoy hambriento —añadió, acercándose. En la cabeza de Lauren empezó a sonar una alarma. Sabía que debía apartarse, pero antes de que pudiera hacerlo, él le había pasado los brazos por la cintura. —Zack, esto no es buena idea. —Solo quiero hablar —murmuró él—. Mira, sé que no es fácil para ti estar aquí, con Arabella. —Solo será durante un par de semanas. Podré soportarlo. ¿Podría él soportar estar cerca de su mujer?, se preguntaba Zack. Su cuerpo ardía de deseo al estar tan cerca de ella. Su perfume, el perfume que había despertado su curiosidad en el ascensor, seguía siendo demasiado sofisticado, pero en aquel momento lo excitaba. Era un reto. Tenía que saber si, bajo la fachada de mujer fría y distante, seguía existiendo la mujer que, una vez, lo había amado con pasión. Pero tenía que ir despacio. No quería asustarla. Tenía dos semanas para enterarse de lo que quería saber. De modo que se apartó después de darle un suave beso en el cuello. Como los que solía darle… Zack se apoyó sobre la mesa y la miró detenidamente. Lauren parecía mareada, confusa, con las mejillas rojas, los labios llenos y húmedos… Como si hubieran estado esperando, preparados, para un beso.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Zack se daba cuenta, sorprendido, de que a pesar de que había pretendido rechazarlo, ella también lo deseaba. Lo deseaba tanto como él y no sería difícil meterla en su cama. Pero él quería más, mucho más que sexo. La quería como esposa, amante, amiga, compañera del alma. Todo lo que habían sido antes. No sabía si podría conseguirlo, pero sí sabía que el sexo entre ellos en aquel momento sería algo vacío. Sin ningún valor. Como su casa, no era nada porque no tenía corazón. Y el corazón de Lauren estaba helado. Zack tenía dos semanas para descongelarlo. Dos semanas antes de que ella se fuera para siempre. Y sabía que aquella era su última oportunidad. La última oportunidad para salvar su matrimonio.

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Capítulo 5 —¿Tía Lauren? —Dijo Arabella, chupando la cuchara del postre—. ¿Hace demasiado frío para salir a jugar con el trineo? —Hace demasiado frío y es de noche, Arabella. Pero si deja de nevar mañana por la mañana… —Mañana por la mañana, Arabella y yo iremos a la iglesia —interrumpió Dolly. —La iglesia más cercana está a dos kilómetros de aquí —intervino Zack, aclarándose la garganta. —Entonces, nos llevará Lauren en el coche. —Eso dependerá del estado de las carreteras. Y de si Lauren quiere o no hacerlo. ¿No te parece, Dolly? —¡Pues claro que querrá hacerlo! ¿Verdad? —No me importa, pero como ha dicho Zack, depende de cómo estén las carreteras. —¿Aquí no hay máquinas quitanieves? Este es un barrio elegante. ¿Es que no pagáis vuestros impuestos? —insistió Dolly, inasequible al desaliento. —Mi madre decía siempre que era una grosería preguntarle a la gente por cosas de dinero —dijo Arabella. Cuando Lauren miró a Zack, este se había tapado la cara con la servilleta, pero por el brillo de sus ojos, supo que se estaba riendo. Solo los niños dicen la verdad, pensaba Lauren. —¿Y no te dijo que era una grosería discutir con los mayores? —preguntó Dolly, clavando en la niña una mirada helada. —Bueno, ya veremos mañana —intervino Lauren, para poner paz—. Zack, ¿por qué no le explicas a Arabella cómo se pone el lavavajillas mientras yo sirvo café en el salón? —Me parece bien —dijo Dolly—. Pero antes tengo que lavarme las manos. Ese pollo era demasiado grasiento. Si alguna vez Lauren había tenido que soportar una cena desagradable, había sido aquella. Dolly no había querido probar el vino y se había quejado agriamente porque el pollo estaba salado y el helado demasiado frío… Lauren suspiró, mientras colocaba la bandeja del café en el salón. Después, se acercó a la ventana y apoyó una rodilla en el asiento, como solía hacer. La tormenta de nieve seguía golpeando con fuerza los cristales. Zack y ella solían sentarse allí con Becky para explicarle los nombres de las constelaciones. Su favorita era la Pléyade. Las Siete hermanas.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Y de todas las estrellas de esa constelación, su favorita era Maya. No era la más brillante, pero según Zack, la primera que nació y la más hermosa. —A mí me gustaría tener hermanas —había dicho Becky con su vocecita—. Así nunca se sentiría sola. —Tu mamá y yo estamos en ello, Becky —había dicho Zack, mirándola con aquellos ojos grises que tanto amaba—. Espero que no tengas que esperar mucho tiempo. Aquellos recuerdos hacían que las lágrimas asomaran a sus ojos y Lauren tuvo que hacer un esfuerzo para contenerse. —¿Estás bien? —preguntó Zack, tras ella. Lauren se sobresaltó—. No puedes soportar a Dolly, ¿verdad? —¿Puedes soportarla tú? Zack le puso una mano en el hombro. El calor de sus dedos parecía atravesar la blusa y el roce enviaba sensaciones por todo su cuerpo. —Puedo soportarla —dijo él, apartando la mano—. Lo que no puedo soportar es la idea de que puede llevarse a Arabella. Con un suspiro, Lauren se dio la vuelta. Zack estaba tan cerca que podía oler su colonia. —Te admiro por no mentir a Dolly —murmuró. —Estuve a punto de hacerlo. Pero no sería justo ni para Arabella ni para ti. —Ni para ti, Zack —dijo ella—. ¿Te importa si te hago una pregunta? —Zack la miró, interrogante—. ¿Tienes una relación seria con alguien en este momento? —No. —Zack… —empezó a decir Lauren, pasándose la mano por el pelo—. No debes seguir teniendo esperanzas… —¿Esperanzas de qué? —Ya sabes… —¿Esperanzas de que tú y yo volvamos a estar juntos? —Lauren se mordió los labios—. ¡Yo nunca quise que nos separásemos, Lauren! —Zack, tienes que olvidar… —¿Yo? ¿Y tú qué? ¿Cuándo vas a olvidar tú? —Yo ya lo he hecho —contestó ella, después de una larga pausa. —No estoy hablando de mí —dijo él, amargamente—. Estoy hablando de Becky. —No quiero hablar de eso —dijo Lauren, casi sin voz. —Lauren, terminarás como Dolly —murmuró él—. Sin querer a nadie, sin ser querida por nadie. ¿Es eso lo que Becky hubiera querido? —Preguntó, tomándola por la barbilla para mirarla a los ojos—. ¿Es eso lo que…?

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https://www.facebook.com/novelasgratis Zack interrumpió la frase al escuchar a Dolly en el pasillo. —Vamos, niña, entra de una vez. Ah, estáis aquí. No sabía dónde os habíais metido —dijo la mujer, sentándose aristocráticamente en el sillón—. Arabella, por favor, sírveme el café. —Sí, tía Dolly —obedeció la niña. —Y después sube a mi habitación y trae mi cesta de punto —ordenó. Cuando Arabella salió del salón, la mujer volvió a sonarse—. Ya veo que no tenéis televisión. ¡Gracias a Dios! ¡La televisión es un invento del demonio! Zack la miró y después miró a Lauren. Su mensaje era claro. ¿Era así como quería terminar? Y, cobarde como era, Lauren huyó de la habitación. —¿De qué quería hablar tía Dolly con vosotros antes, cuando me mandó a mi habitación? —preguntó Arabella en la cocina. Lauren miró aquella carita llena de pecas que la observaba con curiosidad. —Pues… —empezó a decir, pensando la respuesta —quería saber si el tío Zack y yo… estábamos juntos otra vez. —Pero no lo estáis, ¿verdad? —No. —¿Y si estuvierais juntos, la tía Dolly se habría vuelto a casa? —Es posible. —¿Por qué cree que el tío Zack no va a poder cuidar de mí? ¿Es que cree que es un mal padre? —No sé cuáles son sus razones, Arabella. Pero si es eso lo que piensa, está muy equivocada. Tú tío Zack ha nacido para ser padre. Siempre ha querido tener muchos niños porque él no tuvo una familia cuando era pequeño. Lauren estaba metiendo la bandeja en el lavaplatos y se paró, perdida en los recuerdos. Recuerdos del día que Zack le había pedido que se casara con él, recuerdos de lo que él había dicho cuando ella había aceptado. —Quiero tener muchos niños —le había dicho, apretándola contra su corazón— . Muchos niños y una casa muy grande, llena de risas y de alegría. —Oh, Zack. Yo también. —Vamos a ser muy felices, Lauren. Seremos la familia más feliz de la tierra. —¿Tía Lauren? —Sorprendida, Lauren levantó la cabeza—. He terminado de limpiar la mesa. ¿Qué más quieres que haga? —Nada, cariño. —¿Puedo ir al cuarto de estar para ver la tele?

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Claro. —Tendré que verla mucho mientras esté aquí por si acaso tengo que volver con la tía Dolly. Ella no tiene televisión —suspiró Arabella—. Y en el internado, solo nos dejan ver documentales. Arabella se fue a la cama a las diez y, poco después, la tía Dolly guardó el punto, con el gesto de alguien que ha cumplido su deber en la vida. —El que temprano se acuesta, temprano se levanta —dijo, con acento virtuoso—. Lauren, si no te importa, me gustaría que me llevases un vaso de agua caliente a las siete de la mañana. A las siete y media en punto, estaré abajo para desayunar. Té, con tostadas y mantequilla. —¿Eso es todo, Dolly? —preguntó Zack. —Eso es todo —replicó ella—. Buenas noches. Cuando la mujer desapareció, Zack murmuró una maldición. —¿Cuánto tiempo crees que se quedará? —preguntó Lauren. —No tengo ni idea. —¿Qué le pasa, Zack? ¿Por qué crees que es como es? —¿De verdad quieres saberlo? —Sí. —Muy bien —dijo él, poniéndose las manos tras la nuca—. Dolly Smith nació en Inglaterra. Estaba prometida con Jack Straw, un chico al que había conocido en el colegio y pensaban casarse. Pero entonces Jack tuvo que irse a la guerra. Un año después lo mataron, justo una semana antes de que volviera a Londres. Dolly lo tenía todo preparado para la boda. —Vaya, es muy triste —murmuró Lauren—. Pero eso debió ocurrir… hace cincuenta años. ¿Qué ocurrió después? —No pasó nada —los ojos de Zack estaban clavados en los suyos—. No quiero decir que la vida se parase. Ella emigró a Canadá con sus padres cuando tenía veinticinco años y después se fueron a vivir a California, donde abrieron un lujoso restaurante. Dolly estudió alta cocina y, cuando sus padres murieron, ella se hizo cargo del negocio. —No sabía que Dolly fuera chef de cocina —sonrió Lauren—. Por eso mi cena le ha parecido tan mala. Pero su intento de poner humor en el ambiente no funcionó. Zack seguía absolutamente serio. —Se retiró cuando cumplió los setenta. Desde la muerte de sus padres, siempre ha vivido sola. Lauren se encontró a sí misma deseando levantarse, incómoda por la mirada del hombre.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Entonces, ¿nunca mantuvo otras relaciones? —Nunca —contestó Zack—. No lo hizo porque no quería hacerlo. Dolly Smith ha perdido medio siglo porque ha vivido con un fantasma. Y eso es lo que va a pasarte a ti, Lauren. ¿Es que no lo entiendes? —Dijo, levantándose del sofá—. Vas a terminar como ella… sola, triste y miserable. ¡Han pasado casi cuatro años desde la muerte de Becky, por Dios bendito! ¿Cuánto tiempo vas a estar llorándola? Zack nunca podría olvidar la expresión de Lauren. Y nunca se perdonaría a sí mismo por hacerle daño. La imagen de aquellos ojos humedecidos se repetía en su mente, acusándolo. —No lo entiendes —había dicho ella en voz baja—. Nunca lo has entendido. Ella era parte de mí, Zack. De mi cuerpo… —Yo también la quería, Lauren. —¡Lo sé, lo sé! Pero no es lo mismo para un hombre. Tú quieres que la olvide, pero nunca podré hacerlo. Zack nunca había querido perder la esperanza de que algún día podrían empezar de nuevo, de que tendrían una segunda oportunidad. Pero cuando vio su expresión, el dolor y la pena que ahogaban aquellos ojos, se dio cuenta de que su esperanza, por fin, había muerto. Zack se quitó la camisa y la tiró sobre la cama. Lauren seguía sufriendo y eso le rompía el corazón. Ella tenía razón. Debería olvidar sus esperanzas de una vez por todas. Por la mañana, le diría que podía marcharse. Debía irse a Toronto, como había previsto y él la ayudaría en todo lo posible para que empezase una nueva vida. Después, no podría hacer nada más. Lauren había elegido como dormitorio una pequeña habitación que daba al oeste. En realidad, la única que quedaba libre, sin contar el dormitorio de matrimonio y la habitación de Becky. Después de ponerse un pijama de seda, salió de puntillas para comprobar que Arabella dormía. La puerta crujió un poco al abrirla. Las cortinas blancas dejaban pasar la luz y la vio, con un dedo metido en la boca, el pelo rojo desparramado sobre la almohada. Respiraba profundamente. Había un libro tirado sobre la alfombra y Lauren, sonriendo, lo colocó sobre la mesilla. Pero, al hacerlo, una de las muñecas de Arabella cayó al suelo. Arabella suspiró, sacando un brazo de entre las sábanas. —Mamá —murmuró la niña, en sueños.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Lauren tenía un nudo en la garganta. Con cuidado, volvió a arroparla. Arabella era una niña muy valiente. Debía sentirse tan sola y triste… y, sin embargo, no pedía nada. Y, cuando lo pedía, lo hacía de un modo tan dulce. Como cuando le había preguntado si podían ir a jugar con el trineo. Ella le había dicho que no y Arabella no había insistido. Simplemente, aceptaba la negativa. Lauren miró con ternura la carita pecosa, los labios gordezuelos un poco abiertos, las largas pestañas. Al día siguiente, aunque estuviera nevando, irían a jugar con el trineo. Dolly Smith podía ponerse a gritar si quería. Que se fuera sola a la iglesia, si tantas ganas tenía de ir. Arabella quería jugar con el trineo y jugaría con el trineo. —Buenas noches —murmuró, acariciando su pelo—. Que sueñes con los angelitos. A la mañana siguiente, el cielo era azul, el aire limpio y las calles estaban cubiertas de nieve. —Me temo que no podrás ir a la iglesia, Dolly —dijo Zack, mientras desayunaban—. A menos que quieras ir esquiando. —Jovencito, te agradecería que no fueras impertinente —replicó ella, lanzándole una mirada helada—. Ya sé que las calles están impracticables, de modo que escucharé misa en la radio y Arabella la escuchará conmigo. —Lo siento, Dolly, —dijo entonces Lauren —pero como sabía que no podría llevaros a la iglesia, le he prometido a Arabella que saldríamos a jugar con el trineo. —Ah, pues una promesa es una promesa —dijo Zack—. Por cierto, Lauren, quiero hablar contigo antes de que os vayáis. —¿Ocurre algo? —preguntó ella, mirando al hombre. Zack llevaba un jersey azul marino con cuello de pico sobre una camiseta blanca. El azul resaltaba sus ojos grises. Tenía unos ojos tan bonitos… Lauren apartó la mirada. —No, nada —dijo él. —Puedes hablar con ella ahora, no te preocupes. Voy a subir a mi habitación y, cuando baje, espero que me tengáis preparada una radio en alguna parte. —¿Dónde está Arabella? —preguntó Zack, cuando Dolly salió del comedor. Lauren llevaba un jersey de cachemira beige y el pelo sujeto en una trenza. Sabía que a Zack le gustaba su pelo suelto y sabía que él se daba cuenta de que el nuevo peinado era parte de su armadura. Todo en ella era como una señal de prohibición. —Creo que está viendo los dibujos. ¿De qué querías hablarme? —Quería decirte que puedes marcharte cuando quieras.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —¿Qué? —preguntó ella, sorprendida. —Me he dado cuenta de que esto es muy difícil para ti, Lauren. Sé que no puedo hacer las cosas por mí mismo, pero ya que Dolly parece haberse instalado aquí, es hora de que empiece a ganarse la comida. Además, dentro de una semana habré encontrado una niñera y he pensado contratar una interna para que cocine y se encargue de la casa —dijo Zack, sin mirarla—. En cualquier caso, no tienes que quedarte. Puedes ir a Toronto cuando quieras. Yo te conseguiré los billetes —añadió. Lauren no podía creer lo que estaba oyendo. ¿La estaba dejando libre? ¿La dejaba salir de su vida sin intentar retenerla? Eso era lo que ella quería. ¿O no? Debería sentirse aliviada. Entonces, ¿por qué no era así? ¿Por qué sentía como si estuviera cayendo al vacío?—. ¿Lauren? —Ah, perdona —intentó sonreír ella—. Yo… no sé, es una sorpresa. —Creí que eso era lo que querías. Lo que siempre habías querido. —Y… lo es. —¿Entonces? —Es lo que quiero —intentó decir ella con seguridad—. Tú sabes que yo no quería quedarme. Cuanto más tiempo me quede, más difícil resultará la separación. Lo mejor es que me vaya. —Muy bien. —Pero estoy preocupada por ti, Zack. Anoche me advertiste de que terminaría como Dolly. Sin amar, sin ser amada. ¿No te das cuenta de que tú corres el mismo peligro? Si sigues esperando que, un día, tú y yo… —Déjalo, Lauren —la interrumpió él—. He estado pensando y ya no tienes que preocuparte por eso. Tengo que aceptar que, por fin, hemos llegado al final. Verás, voy a hacer lo que tenga que hacer para conseguir la custodia de Arabella, pero me he dado cuenta de que, si la consigo, te habré perdido a ti para siempre. —¡Esto no tiene nada que ver con Arabella! —Sí tiene que ver —dijo él—. Lauren, recuerda el día que estuvimos en el despacho de Braddock. Te pusiste pálida cuando viste que entrábamos juntos porque creías que iba a pedir el divorcio. Tú misma me lo has dicho. Sigues sintiendo algo por mí, Lauren… —Zack ignoró el murmullo de protesta—. Sigues queriéndome, pero no quieres admitirlo porque tienes miedo. Y tienes miedo porque has aprendido que el amor no tiene garantías. Tú trabajas en el negocio de los seguros, así que eso lo sabes mejor que yo. Hechos y números. Que a un cliente se le rompe una ventana, se le pone otra. Que a una persona se le rompe el corazón, pues no hay nada que se pueda hacer. No hay dinero en el mundo para garantizar un corazón roto. —Sigo sin ver por qué involucras en esto a Arabella. —Te da miedo quererme, pero te da más miedo aún querer a Arabella. La idea de encariñarte con ella te da pánico, ¿verdad? Por Becky. —Zack, por favor… —empezó a decir ella, pálida. —¡Sé sincera contigo misma por una vez, Lauren! —Su amor por él la estaba destrozando. La mirada dolorida en sus ojos rompía su alma.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Sí, tengo miedo —las palabras eran un susurro—. No quiero volver a sufrir como sufrí con Becky. —Si alguna vez yo te dijera: «vamos a volver a estar juntos, Lauren, vamos a vivir juntos, sin hijos, los dos solos para siempre», ¿lo considerarías…? —Zack —lo interrumpió ella, con un nudo en la garganta—. Tú siempre has querido tener una gran familia. Yo quiero que seas libre para conocer a alguien, para que puedas volver a formar una familia y tener una casa llena de niños. Zack se había quedado pálido. —¡Por Dios bendito! —exclamó, horrorizado—. Es eso, ¿verdad? Siempre ha sido eso. Me rechazaste al principio porque no podías soportar la muerte de Becky, pero después… Lauren, dime que no es verdad. Dime que esa no es la razón por la que… —¡Zack, solo tienes treinta años! —volvió a interrumpirlo ella, levantándose—. Puedes volver a casarte y tener todo lo que siempre has soñado. Zack golpeó la mesa con los puños y, apoyándose en las muletas, se acercó hasta que solo los separaban unos centímetros. —¿Qué clase de hombre crees que soy? —dijo, con los dientes apretados—. ¡Solo te quiero a ti… siempre te he querido a ti! ¿Niños? ¡Claro que quería niños! Pero contigo, Lauren. ¿Por qué no me has dicho esto antes? —Porque te quiero —dijo ella—. ¡Por eso! Te lo he dicho mil veces y vuelvo a decírtelo… solo quiero lo mejor para ti, Zack. ¡Y eso nunca podrás tenerlo conmigo! —Sigues queriéndome —murmuró Zack, angustiado—. Debería haberlo sabido. Debería haber creído lo que me decía el corazón. Pero has esperado demasiado, Lauren. Si me quieres ahora, tendrás que aceptar a Arabella porque no pienso separarme de ella. Lauren sentía que su corazón se estaba partiendo. Amaba a Zack y lo deseaba tanto que le hacía daño, pero tenía que pensar en Arabella. No se permitiría a sí misma amar a aquella niña. El riesgo era demasiado grande. Sollozando, salió del salón y Zack la dejó marchar.

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Capítulo 6 —¡Mira, Tía Lauren! —exclamó Arabella, que arrastraba alegremente el trineo por las calles llenas de nieve. Lauren miró hacia donde señalaba la niña y vio un puesto de árboles de Navidad. Un árbol de Navidad representa regalos, adornos… recuerdos. Cosas que Lauren no quería que fueran parte de su vida. —Lo siento, pero no he traído mi bolso… —¡Espera! —Dijo la niña, metiendo la mano enguantada en el bolsillo—. El abogado me dio esto —explicó, sacando un billete de diez dólares—. Dijo que era por si tenía alguna emergencia. Y esto es como una emergencia, ¿verdad? Lauren tragó saliva. Se sentía atrapada. ¿Cómo podía negarle a Arabella un árbol de Navidad? —Tendrá que ser uno pequeño. —Uno pequeñito —asintió la niña, con los ojos brillantes—. ¡Aunque sea enano! —Pero ¿cómo vamos a llevarlo a casa? —Podemos atarlo al trineo, tía Lauren. ¡Lo llevaremos arrastrando! Una enorme máquina quitanieve estaba limpiando frente a la casa. —¡Rápido, apártate! —gritó Lauren, tirando del trineo. La máquina limpiaba la calzada lanzando montañas de nieve sobre la acera. —Si no nos hubiéramos apartado, nos habría enterrado —rió la niña. —¡Lauren Alexander! Al oír su nombre, Lauren se dio la vuelta y vio a Janice Fleetwood, su antigua vecina, que se acercaba a ella con los brazos abiertos. —¡Janice! —Sonrió Lauren—. ¿Cómo estás? —¡No me lo puedo creer! —dijo la mujer, abrazándola—. La semana pasada hablé con Zack y no me dijo que os habíais reconciliado. ¡Es maravilloso! Espera que se lo cuente a Mort, se pondrá loco de alegría. —No estamos juntos, Janice —explicó Lauren, subiéndose el cuello del abrigo— . Solo estoy aquí para… —La tía Lauren se va a quedar dos semanas —intervino Arabella—. El tío Zack va a pedir mi custodia y ella se va a quedar con nosotros estas navidades. Y lo vamos a pasar muy bien, ¿verdad, tía Lauren? Lauren sintió una punzada de remordimiento al ver el brillo alegre y confiado en los ojos de la niña. Zack no le había dicho que se marchaba.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Arabella… —¿Sí? Lauren abrió la boca, pero cuando iba a hablar se dio cuenta de que la expresión de Arabella se había oscurecido. Sus ojos verdes se nublaron, como si esperase escuchar algo terrible. ¿Cómo podía desilusionar a una niña que, a los ocho años, había sufrido ya todas las desilusiones que la vida podía ofrecerle? Lauren tuvo que disimular un suspiro. Y, en lugar de decir lo que pensaba decir, tomó la mano de Arabella y la apretó con fuerza. —Iba a decirle a Janice que nos vamos a casa para decorar el árbol de Navidad. —Es un árbol precioso —sonrió Janice. —Lo eligió ella misma. Va a quedar muy bien en el cuarto de estar. —¡Claro que sí! —sonrió la mujer. Cuando se despidieron, Janice la abrazó con fuerza, como si no quisiera decirle adiós—. Ese hombre te echa de menos, Lauren — susurró—. Todos te echamos de menos. Mort y yo rezamos todos los días para que volváis a estar juntos. Zack las ayudó a colocar el árbol, pero decidieron dejar los adornos para después de comer. Lauren preparó un asado con zanahorias, patatitas y coles de Bruselas y una tarta de fresa, el postre favorito de Zack. —Una comida estupenda —dijo él, cuando Lauren se levantó para retirar los platos—. ¿Verdad, Dolly? —¡Bah, comistrajos! —Se quejó la mujer—. Pero al menos, es mejor que la comida que dan en los aviones. Lauren se mordió los labios al ver la expresión divertida de Zack. Dolly no había dejado nada en el plato a pesar de sus quejas. —Me toca limpiar los platos —dijo él, levantándose. —¡Vamos a hacerlo todos juntos! —Exclamó Arabella—. Bueno, tú no tía Dolly, tú eres una invitada. Pero podemos hacerlo los tres. Cuantas más manos, mejor. —Lo que pasa es que tienes prisa por decorar el árbol —bromeó Lauren. —¡Pues sí! —rió la niña. A las tres habían terminado de limpiar la cocina y, cuando se dirigían al cuarto de estar, Lauren sugirió invitar a Dolly a decorar el árbol de Navidad. —Yo se lo diré —dijo Arabella, corriendo al salón. —No creo que se apunte—dijo Zack.

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https://www.facebook.com/novelasgratis El cuarto de estar siempre había sido la habitación favorita de Lauren. Con grandes ventanales, sofás de cuero y una mullida alfombra india, era la habitación más acogedora de la casa. —Ya lo sé —suspiró, apartando las cortinas para que entrase más luz—. Es una aguafiestas. —Bueno, vamos a ver si podemos escuchar algún villancico —sonrió Zack, mientras encendía la televisión—. Ah, mira. Lauren miró la pantalla. Un coro de niños muy bien peinados estaba cantado villancicos en un precioso paisaje nevado. La emoción hizo que sintiera un nudo en la garganta. —¿Dónde están los adornos? —preguntó, para disimular. —Siguen en el mismo sitio. —¿Los has… usado alguna vez? —No. Sigo poniendo las luces fuera de la casa, pero no he vuelto a tener un árbol. ¿Y tú? —No —contestó ella—. Yo tampoco. Arabella entró corriendo en el cuarto de estar. —La tía Dolly dice que está demasiado ocupada como para perder el tiempo poniendo bolitas en un árbol. —Menuda… —Zack se mordió la lengua—. ¿Te importa ir a buscar la caja de los adornos, Arabella? Está en el armario del pasillo. —Claro. —¿Quieres que te ayude? —preguntó Lauren. Arabella ya había salido de la habitación. —No hace falta —gritó desde el pasillo. Cuando se quedaron solos, ninguno de los dos habló durante un rato. —Bueno, ¿cuándo te marchas? He hablado con mi agencia de viajes y me han dicho que pueden conseguir un billete para mañana por la tarde. —Zack, ¿por qué no le has dicho a Arabella que me marcho? —Eres tú quien se marcha, Lauren. ¿No se lo has dicho? —No. —Pues ya puedes decírselo. ¡No querrás que se haga ilusiones para nada! —Es demasiado tarde —suspiró Lauren. —¿Cómo que es demasiado tarde? —Voy a quedarme, Zack —murmuró ella. Zack la miraba, sorprendido—. No podía decírselo. Nos encontramos con Janice en la puerta y Arabella empezó a

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https://www.facebook.com/novelasgratis contarle lo bien que lo íbamos a pasar estas dos semanas… me di cuenta de que tú no se lo habías dicho y no encontré valor para hacerlo. La pobre Arabella ya ha sufrido demasiado. —Tienes razón. Estas son las primeras navidades sin sus padres y va a ser un momento difícil para ella. —Entonces, ¿no te importa que me quede? —No… mira yo no sé… bueno, Arabella sabe que te marcharás definitivamente dentro de dos semanas, así que está bien. La niña no se hará ilusiones… y yo tampoco. —Zack, te he dicho que no debes… —¡Ya sé que no debo! —Por favor, Zack, no quiero discutir. —No, tú prefieres huir. Para quedarse y luchar hay que tener valor. —Sí —susurró ella—. Es verdad. Y algunas personas no lo tienen. —Lauren, lo siento… —empezó a disculparse Zack. Pero dejó de hablar al oír los pasos de Arabella en el pasillo. La niña entró en la habitación con una enorme caja en la mano. —Hay dos cajas más —dijo alegremente, antes de salir corriendo de nuevo. —Arabella no debe saber lo que pasa entre nosotros —dijo Lauren. —Tienes razón. Debemos ser cautos —musitó Zack, pasándose la mano por el pelo—. Pero es una niña muy lista. —Zack, los dos queremos que sea feliz. ¿No podemos dejar de lado nuestras diferencias y concentrarnos en que lo pase bien durante estas vacaciones? ¿Qué te parece si declaramos una tregua? —De tregua, nada. ¿Por qué no hacemos las paces, Lauren?

Hicieron las paces y la siguiente hora transcurrió en paz y armonía. La tía Dolly entró en el cuarto de estar cuando Lauren estaba colocando el angelito dorado en la punta del árbol. Arabella, muy concentrada, colgaba el espumillón artísticamente sobre las ramas. Zack estaba sentado en el sofá, guardando en una caja grande las cajitas que contenían las bolas y figuritas de Navidad. La televisión seguía encendida y el coro de niños cantaba Noche de paz. —Nosotros cantamos ese villancico en el colegio, pero no lo hacíamos así de bien como esos niños —dijo Arabella.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —¡Tan bien como esos niños! —la corrigió agriamente su tía. —¿No te parece que cantan bien, tía Dolly? —preguntó la niña. El coro estaba cantando las últimas notas del villancico. La pureza, la belleza de aquellas voces hizo que los ojos de Lauren se llenaran de lágrimas. Dolly abrió su bolsito, del que no se desprendía ni dentro de la casa, y sacó un enorme pañuelo. Se sonó ruidosamente, como era su costumbre, y después volvió a guardarlo. —¡Los he oído peores! —gruñó. Lauren creyó haber visto un brillo sospechoso en los ojos de la anciana. ¿La habría conmovido el coro?, se preguntaba—. He preparado un poco de té para todos —dijo entonces Dolly—. Arabella, ve a la cocina a buscar la bandeja. Después de eso, la mujer se dio la vuelta y se dirigió muy dignamente al salón. —¿Te has dado cuenta…? —Me ha parecido que… Zack y Lauren se miraron. —Vaya, vaya —murmuró Zack—. Es posible que la vieja bruja no sea tan mala como nos quiere hacer creer. —Es posible. —¡Pero no se va a quedar con Arabella! —exclamó Zack. —No. Eso nunca. Aquella noche, cuando Lauren estaba arropando a Arabella, escuchó un golpecito en la puerta. —¿Puedo entrar? Era Zack. —Creí que te costaba mucho subir la escalera. —Me estoy acostumbrando a las muletas —dijo él—. Además, he decidido volver a dormir en mi habitación… supongo que recuerdas lo cómoda que es la cama. Lauren sintió que enrojecía hasta la raíz del pelo. —Acabo de decirle a Arabella que la llevaré de compras mañana —dijo, intentando disimular su turbación—. Tenemos que comprar regalos y he pensado mirar muebles para la habitación de la niñera. ¿Tengo carta blanca para hacerlo? —Sí, claro. Toma mi tarjeta de crédito —dijo Zack, sacando la cartera del bolsillo—. ¿Te gusta tu habitación, Arabella? Arabella se incorporó un poco. —Me encanta, tío Zack —dijo la niña—. Y lo que más me gusta es cómo está colocada la cama. Desde aquí puedo mirar las estrellas.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —¿Sí? ¿Y…cuál es tu favorita? —Sirius, la estrella que tiene forma de perro. Me gusta esa porque nunca he tenido un perro de verdad. —Claro, tu padre era alérgico a los perros y los gatos —sonrió Zack—. Qué rollo, ¿verdad? —Sí, por eso elegí esa estrella. ¿Becky tenía una estrella favorita? —Sí. A Becky le gustaban las Siete Hermanas… ¿verdad, Lauren? Sus ojos se encontraron y se dio cuenta de que los dos pensaban lo mismo. —Sí. Esas eran sus favoritas —intentó sonreír Lauren. Arabella bostezó y volvió a recostarse—. ¡Hora de irse a dormir, jovencita! —murmuró después, besándola en la frente. Pero, antes de que pudiera apartarse, Arabella alargó los bracitos y los enredó en su cuello. —Buenas noches, tía Lauren. Lauren sintió la tentación de apretar a la niña contra su pecho. Pero se resistió. No solo por ella, sino por Arabella, tenía que mantener las distancias. De ese modo, separarse no sería tan duro. Y pronto la niña tendría una niñera en la que podría poner todo su amor. —Buenas noches, cariño —susurró. Cuando se echó hacia atrás, Arabella apartó los brazos. Probablemente había aprendido la lección en el aeropuerto. A su tía Lauren no le gustaban esas cosas. Zack se acercó y acarició el pelo de la niña. —Buenas noches, cosita. Compra todo lo que quieras —sonrió—. Navidad es solo una vez al año. Zack mantenía una expresión disgustada. Él no era un experto en niños, pero se daba cuenta de que Arabella había esperado que Lauren le devolviera el abrazo, que la apretara fuertemente contra su pecho como habría hecho su madre. Hubiera deseado decirle a Lauren palabras amargas, pero consiguió evitarlo. Sus pensamientos, sin embargo, seguían siéndolo. Lauren cuidaba de Arabella y era amable con ella, eso era cierto. La había llevado a montar en el trineo, le había comprado el árbol de Navidad, había colocado los adornos con la niña y la había enseñado a hacer galletas. Nadie podría acusarla de ser fría y distante. Pero había algo más. Y ese algo era la Lauren que él conocía. La mujer llena de dulzura y generosidad que había robado su corazón años atrás. Lauren lo esperaba al final de la escalera mientras él, con las muletas en una mano, bajaba apoyándose en la barandilla. El candelabro hacía que su cabello rubio brillara como el oro. Aquel moño que llevaba… Zack estaba deseando deshacerlo. Y lo haría…

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https://www.facebook.com/novelasgratis Pero la frialdad en los ojos azules de ella le decía que no era el momento. —¿Quieres que te lleve a la oficina mañana? —No, gracias. Pediré un taxi. —¿Y las niñeras? ¿Vas a entrevistarlas en tu oficina o en casa? —Haré las entrevistas en la oficina y después le pediré a las que más me gusten que vengan a conocer a Arabella. —¿Puedo hacer algo, Zack? —La verdad es que no tiene mucho sentido que te involucres en esto, pero sí podrías hacer algo —dijo él. Lauren se sentía dolida por el comentario, pero sabía que Zack tenía razón—. Quiero comprarle un cachorro a Arabella. —¡Qué idea tan estupenda! —¿Recuerdas a Jerry Macinaw, mi gerente? —Sí, claro. ¿Bettina y él siguen viviendo en Aldergrove? —Sí. Siguen viviendo en la granja. Tienen una collie preciosa que acaba de tener cachorros y me gustaría elegir uno. ¿Podrías llevarme mañana? —Claro. ¿Arabella irá también? —No. Quiero que sea una sorpresa —sonrió Zack. —Un cachorro —murmuró Lauren—. Nosotros pensábamos tener uno, ¿te acuerdas? —Sí. Becky estaba loca por tener uno. Pero le dijimos que tendría que esperar hasta que fuera un poquito mayor. —Arabella podrá cuidar de un cachorro. Es una niña muy responsable. —Sí. Y será bueno para ella tener un animalito al que abrazar. Había dicho aquello sin pensar, pero Lauren se quedó pálida. —Sé por qué lo dices, Zack —murmuró—. Pero estás siendo injusto. No quiero encariñarme con Arabella, pero no es solo por mí. Es por ella. —No quería criticarte… Lauren no esperó a que terminara la frase. Dándose la vuelta, se dirigió al salón. A la mañana siguiente, cuando Lauren miró el despertador, se dio cuenta de que eran las siete y cinco. Dolly estaría furiosa esperando su agua caliente. Levantándose a toda prisa, se puso una bata de satén rosa y se atusó el pelo. Afortunadamente, Zack se habría marchado a la oficina y no podría verla con ese aspecto. La cocina estaba desierta, pero el agradable aroma a café recién hecho consiguió despertarla del todo.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Lauren llenó un vaso de agua y lo metió en el microondas. Mientras esperaba los dos minutos de rigor, encendió la radio. Estaban cantando villancicos. A través de la ventana, podía ver el cielo azul. La nieve empezaba a derretirse en las hojas de los árboles. —Buenos días. Su corazón dio un vuelco. Zack. No lo había oído entrar. Cuando se volvió, lo vio en la puerta, apoyado en las muletas. Llevaba la chaqueta negra de cuero, un jersey gris de cuello vuelto y pantalones del mismo color. —Creí que te habías marchado —dijo, sorprendida. Pero él no la estaba escuchando. La miraba de arriba abajo, acariciando cada centímetro de su piel con los ojos. El pelo suelto, la cara limpia de maquillaje, la bata de satén ajustada sobre sus curvas… que revelaron su excitación ante la atenta y cálida admiración masculina. Lauren cruzó los brazos sobre el pecho. Y sintió los endurecidos pezones rozando sus muñecas—. ¿No deberías estar en la oficina? —preguntó, con voz entrecortada. —Estoy esperando mi taxi —dijo él, con voz ronca—. Está a punto de llegar. Zack la miraba con los ojos entrecerrados y Lauren presintió que iba a acercarse. Sin darse cuenta, dio un paso atrás. —Zack… —Tienes el mismo aspecto que… yo recordaba. —Debería haberme duchado antes de bajar, pero tengo que llevarle el agua a Dolly porque si no lo hago se pondrá de mal humor y… —empezó a decir ella, sin saber lo que decía. En ese momento, sonó el pitido del microondas y Lauren casi dio un salto—. Ah. Esto ya está. Zack estaba en el umbral de la puerta, impidiéndole el paso. Y no se movía. —Perdona —dijo ella, mirándolo a los ojos—. No quiero que se me caiga el agua. Está hirviendo… Zack se inclinó y la besó en los labios. Lauren no podía moverse bruscamente porque, si lo hacía, se quemaría las manos. Estaba atrapada y él lo sabía. El beso seguía y seguía, haciéndose cada vez más profundo. Lauren sentía en la cara el vapor del agua caliente y, en su interior, un calor que hacía tiempo no sentía. Y después, nada más que los labios del hombre quemando los suyos, cálidos y suaves como lo habían sido siempre. Zack besaba mejor que ningún otro hombre en el mundo. Sus besos eran dulces y apasionados, exigentes. Solo tocaba sus labios, pero ella sentía que la tocaba por todas partes. Olía a champú, a jabón y a deseo. Lauren hubiera deseado tirarse al suelo y arrastrarlo con ella.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —¡Guau! —exclamó él, entonces, apartándose—. ¡Eso sí que es un beso! —Y eso —dijo Lauren, al oír un claxon —es tu taxi. —¡Vaya, qué suerte! —rió Zack. —Pues sí… mira. He tenido suerte —dijo ella, tontamente. —No me refería a ti, Lauren —dijo él, mientras se alejaba por el pasillo. Lauren enrojeció. Zack la conocía mejor que ella misma y se había dado cuenta de que lo deseaba tanto como él. Había sido como en los viejos tiempos, pensó con nostalgia. Los dos en la cocina, ella en bata, él dispuesto a irse a trabajar. En más de una ocasión, un beso como el que acababan de compartir los había hecho salir corriendo escaleras arriba, besándose sin parar durante el camino. Si pudiera volver a ser así de nuevo, pensaba… —Hola, tía Lauren. Ella levantó la mirada y se encontró con Arabella en la puerta de la cocina, bostezando. La realidad golpeó a Lauren como una bofetada. Nunca volvería a ser así. Zack había dejado perfectamente claro que Arabella y él no iban a separarse. Y Lauren no podía abrir su corazón a otra niña. Nunca podría hacerlo.

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Capítulo 7 Después de limpiar los platos del desayuno, Lauren fue al salón para hablar con Dolly. La encontró sentada rígidamente en el sillón, cerca del fuego, haciendo punto furiosamente. Arabella estaba en la ventana. Había colocado a todas sus Barbies frente al cristal para que vieran a los pájaros que acudían a comer a la casita de madera que había construido Zack. —¿Dolly? —¿Sí? —dijo la mujer, sin levantar la vista. —Arabella y yo nos preguntábamos si querrías venir con nosotras a comprar los regalos de Navidad. Queremos salir pronto para no encontrar las tiendas atestadas de gente. Dolly levantó la cabeza y lanzó sobre Lauren una mirada oscura. —La Navidad no tiene nada que ver con los regalos. Arabella se dio la vuelta. —Bueno, en parte sí, tía Dolly. Los regalos son bonitos, pero lo que cuenta es por qué se hacen. —Comprar regalos es gastar dinero a lo tonto —protestó la mujer. —Comprar regalos es gastar dinero —insistió la niña—. Pero entregar regalos es dar amor. Cuando te pones a buscar un regalo para otra persona es que esa persona te importa mucho. ¿Verdad, tía Lauren? —Cariño, hace mucho frío y estoy segura de que la tía Dolly estará mucho más cómoda en casa —dijo Lauren, deseando cambiar de conversación—. ¿Qué te parece si te pones las botas y nos ponemos en camino? —Vale. Arabella sonrió antes de salir del salón. No la había molestado que no le diera la razón. Aquella cría era tan alegre como triste era la tía Dolly. Lauren se sentía aliviada de que la anciana no hubiera querido ir con ellas de compras, porque les habría arruinado la diversión. —Seguramente comeremos fuera, Dolly. ¿Seguro que quieres quedarte sola? —Llevo arreglándomelas sola más tiempo del que puedo recordar, jovencita. —¿Dolly? —¡Sí! —Te agradecería que dejaras de llamarme jovencita. Soy una mujer madura… —¡Entonces actúa como una mujer madura! —la interrumpió la mujer, furiosa—. ¿Cómo es posible que hayas abandonado a tu marido? ¿No hiciste una promesa al casarte con él? ¿Es que esa promesa no significa nada para ti?

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Tenía mis razones… —¿Razones? ¡Ja! ¡Lo que ocurre es que no has podido soportar lo que el destino ha puesto frente a ti! ¡No tienes carácter! Perdiste a tu hija y eso fue una tragedia. ¡Pero no era una tragedia solo para ti, también lo era para tu marido! Y Zack Alexander tuvo que soportar suficiente dolor en su niñez como para aguantar más. ¡De modo que seguiré llamándote jovencita hasta que me demuestres que eres una persona madura y sabes aceptar lo que la vida pone en tu camino! El ataque había sido tan fiero, tan inesperado que, por un momento, Lauren se quedó inmóvil. Pero, de repente, un resorte dentro de ella pareció saltar. —¡No tienes ningún derecho a hablarme así! —¡Alguien tiene que hacerlo! El padre de Zack abandonó a su familia cuando Zack tenía tres años y su madre le hizo la vida imposible desde entonces porque se parecía a su padre y ella no podía soportarlo. Pero supongo que ya sabes todo eso porque Zack nunca ha tenido secretos para nadie. Lo único que ese chico ha querido toda la vida es tener una familia y supongo que pensó que la tendría casándose contigo. Lo que no sabía era que tú eras una floja. A mí tampoco me lo pareciste el día de la boda —siguió diciendo la mujer, volviendo su atención hacia el punto—. No, no me lo pareciste. Dolly hacía punto a tal velocidad que sus manos se convertían en un borrón. Para ella, la conversación había terminado. ¡Pero no para Lauren! —¿Y quién eres tú para hablar así? ¡Según me han contado, cuando tu prometido murió te apartaste del mundo y no durante unos años sino durante toda tu vida! ¿Quién eres tú para criticar…? —¿Tía Lauren? —La voz alegre de Arabella llegaba desde el vestíbulo—. ¿Nos vamos ya? Durante unos segundos, Lauren se quedó mirando a Dolly, que seguía haciendo punto. —¡Vamos, márchate! ¡No hagas esperar a la niña! Lauren abrió la boca para decir algo que sabía que lamentaría más tarde, pero antes de que pudiera hacerlo, sintió las manitas de Arabella en su espalda. —¿Tía Lauren? —Ya voy, cariño —suspiró, frustrada. Salió al vestíbulo y cerró la puerta del salón con suficiente fuerza como para que Dolly Smith se diera cuenta de lo enfadada que estaba—. Voy a buscar mi abrigo. Estuvieron comprando durante tres horas, pararon para comer y después siguieron comprando. Cuando volvieron al coche, cargadas de bolsas, eran casi las dos.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —No has comprado nada para el tío Zack —decía Arabella mientras guardaban las bolsas en el maletero del Mercedes—. ¿Por qué, tía Lauren? —La verdad es que no sé qué comprarle —dijo Lauren, cerrando el maletero—. Pero no te preocupes. Pensaré algo antes del viernes. Mientras volvían a casa, la niña iba hablando alegremente sobre los regalos que habían comprado, incluida la capa de terciopelo granate para la tía Dolly. —Pero ella nunca se pone nada que no sea de color negro —decía la niña—. ¿Tú crees que le gustará? —Eso espero. El granate es un color de Navidad. A lo mejor hace que se sienta un poco más… alegre. Pero, a pesar del tono optimista, Lauren no tenía muchas esperanzas de que a Dolly le gustase la capa. Ella le había señalado a la dependienta la de color negro, o al menos eso creía, pero la joven le había llevado la granate y, alegremente, había empezado a envolverla. Y ella había pensado que si a Dolly no le gustaba, siempre podría cambiarla. —Ya verás la cara que va a poner el tío Zack cuando le digas todo el dinero que nos hemos gastado —rió la niña mientras cruzaban el puente de Burrard. —Probablemente dirá: ¿Solo os habéis gastado eso? —¿El tío Zack está forrado, tía Lauren? —Sí, más que forrado —rió ella, ante la ocurrencia de la niña. —Mis papas no tenían mucho dinero y la casa no estaba asegurada contra incendios. Pero dejaron suficiente para pagar el internado y la universidad. Si tío Zack no quiere que viva con él, siempre podré vivir con la tía Dolly —dijo Arabella— . ¿A ti te gusta la tía Dolly? Lauren miró por encima de su hombro, antes de cambiar de carril para tomar la calle Granville. —En cierto modo, la admiro —dijo, evitando una respuesta directa—. Siempre dice lo que piensa y eso no es muy habitual. —Pero a veces cuando dices lo que piensas, haces daño a la gente. —Sí, ese es el riesgo. —Ya… ¡ah! —Exclamó la niña, mirando por la ventanilla—. ¡Mira, esa es la empresa del tío Zack! ¿Podemos parar para decirle hola? —Pues… —Por favor, tía Lauren. Le hará mucha ilusión. —Cariño, tenemos que volver… —¡Ahí está! ¡Tío Zack, tío Zack! —llamó la niña. Zack iba caminando por la acera, apoyado en sus muletas. El viento removía su cabello negro—. ¡Rápido, tía Lauren, toca el claxon! —exclamó. Lauren dudó un momento y la niña alargó el brazo para hacerlo ella misma. Estaban casi a la altura de Zack en aquel momento y

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https://www.facebook.com/novelasgratis él volvió la cabeza automáticamente. Arabella daba saltos en su asiento—; Para, tía Lauren! ¡Mira, allí hay un sitio para aparcar! Lauren hizo una mueca. No podía hacer nada. —Vale, de acuerdo —suspiró, por fin, poniendo el intermitente. —Mira, viene para acá. Zack se acercó al coche y se inclinó para hablar con ellas. —Hola. ¿Habéis comprado todo lo que queríais? —¡Sí! —Contestó Arabella—. ¿Podemos entrar en tu oficina! —¿Qué te parece? —Preguntó Zack, mirando a Lauren—. ¿Tenéis tiempo? Todo el tiempo del mundo, le hubiera gustado decir a ella, mirando aquellos ojos grises que la derretían por dentro. —Bueno, supongo que podemos hacer una visita rápida —dijo, encogiéndose de hombros. Zack sonrió a Arabella y, sin darse la vuelta, Lauren supo que la niña sonreía también. Zack las precedía por la elegante oficina enmoquetada, con sus modernas pinturas y muebles de diseño. Todo estaba igual que tres años atrás, pensaba Lauren. Pero cuando vio a la joven secretaria inclinada sobre los archivos, se dio cuenta de que algo había cambiado. Zack tenía una nueva secretaria. Una joven secretaria que llevaba minifalda. La mujer que trabajaba antes con él, la eficiente señora Agerton, debía de haberse jubilado. Aquella mujer era mucho más joven y sus interminables piernas no se parecían en nada a las de la señora Agerton. —Hola, Patsy —dijo Zack. La joven se volvió, sonriente. Era muy atractiva. Llevaba la chaqueta desabrochada y, debajo, una ajustada camiseta azul, del mismo tono que sus ojos. Tenía el cabello castaño y un hoyuelo en la mejilla—. Lauren, te presento a Patsy, mi secretaria. Ella es quien controla todo por aquí. No sé cómo he podido arreglármelas sin ella. Patsy, te presento a la señora Alexander y —añadió, tocando la cabeza de la niña —esta es Arabella. —Hola, señora Alexander. Encantada de conocerla. —Lo mismo digo —dijo Lauren, esperando que su voz sonara amistosa. —Hola, bonita —dijo la joven, mirando a Arabella—. Tú tío Zack me ha dicho que has venido a pasar las vacaciones. Espero que lo estés pasando bien. Lauren no oyó lo que contestó la niña. Estaba demasiado ocupada preguntándose qué clase de relaciones mantendría Zack con aquella chica

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https://www.facebook.com/novelasgratis aparentemente tan eficiente. Le había dicho que no mantenía relaciones serias con nadie, pero podría tener una aventura con ella. Aunque, claro, él tenía derecho a mantener las relaciones que quisiera… —Patsy, ¿ha habido algo importante mientras estaba fuera? —Nada especial —contestó la joven—. ¿Les apetece tomar un café? —Gracias, pero acabamos de tomar un helado —dijo Lauren. —Patsy, llama a Charles Goldman y cancela la reunión. Dile que lo llamaré en cuanto me sea posible. —Ahora mismo. La secretaria llevaba perfume. Uno muy suave. Lauren no lo había notado hasta que pasó a su lado. Pero cuando dejó el despacho, el aroma se quedó en el aire, un perfume de jazmín, suave y seductor… ¿Se lo pondría para Zack? —Lauren, ¿me estás escuchando? —Ah, perdona… ¿qué decías? —Estaba diciendo que he entrevistado a un par de candidatas para el puesto de niñera, pero ninguna me ha gustado. —¿Por qué? —preguntó Arabella, que se había sentado en el sillón giratorio de Zack y estaba dando vueltas. —Porque una me dijo que se comía a las niñas pequeñas como desayuno y la otra que las prefería como cena. —¡Eres tonto, tío Zack! —rió la niña. —¿Vas a entrevistar a alguna más? —preguntó Lauren. —Tres más. Una viene mañana por la mañana y las otras dos, el jueves. —Esperemos que alguna de ellas te guste —murmuró Lauren para que Arabella no la escuchase. Pero la niña estaba muy ocupada jugando con los bolígrafos de su tío—. Necesitas encontrar una lo antes posible. —¿Crees que no lo sé? —preguntó él, irritado—. Cuanto más tiempo paso con Dolly, más cuenta me doy de que Arabella no puede vivir con ella. —Hay otras agencias —dijo Lauren, intentando animarlo—. No puede ser tan difícil encontrar una niñera. —No estoy buscando cualquier niñera, Lauren —dijo él, mirándola con beligerancia—. Estoy buscando lo más parecido a una madre. Y, por lo que veo, ese tipo de persona es muy difícil de encontrar —sentenció. Después, hizo una pausa—. Bueno, pero no habéis venido aquí para escuchar mis problemas. Arabella, ¿te gustaría ir a la fábrica? —¡Claro! —exclamó la niña bajando del sillón.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Patsy estaba sentada frente a su escritorio en la oficina anexa y levantó la mirada cuando los vio salir. Lauren tuvo la impresión de que no apartaba sus ojos de Zack hasta que desapareció de su vista. Le hubiera gustado preguntarle a Zack si alguna vez había salido con ella. Pero se moriría antes de hacerlo. —¿Dónde vais, tía Lauren? Habían terminado de cenar y Arabella, sentada sobre la cama de Lauren, observaba a su tía abrochándose la blusa. A buscar un cachorro para ti, cariño, le hubiera gustado decir. Pero, por supuesto, no lo hizo. —A dar una vuelta —contestó, sujetando su pelo con un pasador de terciopelo azul. Después, se puso un poco de sombra gris en los ojos y se repasó los labios con un poco de brillo. —Patsy es muy simpática, ¿verdad, tía Lauren? —preguntó la niña. —Sí—dijo Lauren—. Es muy agradable. —Me gusta el pelo castaño. Ojalá yo no fuera pelirroja —murmuró Arabella. —Pero si tienes un pelo precioso. Muchas mujeres darían lo que fuera por conseguir ese color. —Al tío Zack también le gusta mi pelo. —Es que el tío Zack tiene muy buen gusto. —Y también le gusta Patsy. El corazón de Lauren se paró durante una fracción de segundo. —¿Cómo lo sabes? —Porque le he preguntado y me ha dicho que la encuentra muy guapa —dijo la niña, saltando de la cama—. Voy a envolver los regalos mientras estáis fuera. ¿A qué hora vais a volver? —Sobre las once. Pero tú te irás a la cama a las nueve, ¿de acuerdo? —Vale —dijo la niña. Las dos salieron al pasillo y, de repente, Arabella la tomó por la cintura—. Me gusta hablar contigo, tía Lauren. Bueno, hasta mañana. Antes de que Lauren pudiera decir nada, la niña salió corriendo hacia su habitación, dejándola con una inusitada tristeza. ¿Se sentía culpable por no abrazar a Arabella? ¿O eran celos porque Zack encontraba guapa a su secretaria? Mientras bajaba al salón, Lauren intentaba encontrar la respuesta y llegó a la conclusión de que se sentía culpable, celosa y… deprimida. Lauren llamó con los nudillos antes de entrar en el despacho de Zack. Él estaba hablando por teléfono y, cuando la vio, frunció el ceño.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —¿Te importa esperarme en el salón? —dijo, poniendo la mano sobre el auricular—. Solo tardaré un minuto. Lauren se quedó inmóvil. ¿De qué y con quién podría estar hablando para echarla del despacho? Molesta, se dio la vuelta y se dirigió al vestíbulo. ¿Qué había dicho Dolly aquella mañana sobre Zack? Que no tenía secretos para nadie. ¡Ja! Pues bien que se había equivocado la vieja bruja. Zack había dejado claro que no quería que escuchase la conversación. Y ella le dejaría claro mientras se dirigían a Aldergrove que, fuera lo que fuera o quien fuera que él quería esconder, ella no tenía el menor interés. Zack no mencionó la conversación. De hecho, no parecía inclinado a hablar en absoluto. Y, como Lauren tampoco tenía ganas de hacerlo, el viaje hasta Aldergrove transcurrió casi en absoluto silencio. Solo cuando llegaron a la granja y Jerry los llevó al cobertizo, los dos empezaron a comportarse de forma normal. Resultaba inevitable. Los cachorros eran cuatro adorables bolitas de pelo que no dejaban de correr y jugar. Lauren tuvo que reírse cuando, en lugar de elegir al cachorro, fue el cachorro el que eligió a Zack. Era uno de los más pequeños, con los ojos brillantes y lleno de alegría. En cuanto vio a Zack, se tropezó con sus patitas en su anhelo de correr hacia él. Inmediatamente se hicieron amigos. El asunto estaba decidido. —¡No hemos tardado mucho! —Rió Jerry Macinaw, mientras Zack acariciaba al travieso cachorro—. Bueno, te lo llevaré a la oficina el jueves. Pero sabes que no vas a pegar ojo durante unos días. Se pondrá a llorar como un niño y tendrás que darle un biberón, ponerle un despertador debajo de la almohada en su camita… —¡Son tan ricos, Jerry! —Sonrió Lauren, jugando con los cachorros restantes—. Ojalá pudiéramos llevarnos los cuatro. —Zack me ha dicho que te vas a vivir a Toronto —dijo Jerry—. ¿Te han ascendido? —Pues sí. Mientras Lauren le daba algunas explicaciones, se preguntaba cuánto de su vida personal le contaba Zack a sus colaboradores. Ella no hablaba nunca de Zack en su empresa. —Te deseo mucha suerte —sonrió Jerry—. Bueno, ¿tenéis tiempo para tomar una taza de café con Bettina y conmigo? —Claro, pero tendrá que ser rápida. Hemos dejado a Arabella con Dolly y será mejor que volvamos cuanto antes. A Zack siempre le había encantado visitar a los Macinaw.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Y a Lauren también, recordaba mientras entraban en la agradable cocina. Los habían visitado a menudo antes de la muerte de Becky. Pero Zack no había vuelto desde que Lauren lo abandonó. Bettina, con un mandil en la cintura, estaba sacando una bandeja de galletas del horno. La cocina olía a vainilla, canela y café recién hecho. Los hijos de Jerry y Bettina estaban viendo la televisión en el cuarto de estar, separado de la cocina por dos escalones y Saúl, el mayor, se volvió hacia Zack al verlo entrar. —Hola, señor Alexander, ¿qué cachorro ha elegido? —Uno de los más pequeños —contestó Zack. —Menos mal que no ha elegido el más grande. Mi padre me ha dicho que podemos quedarnos con él —dijo el crío, antes de volver su atención a la televisión. Zack dejó las muletas en una esquina y movió una silla para que Lauren se sentase, antes de hacerlo él a su lado. Un error. Su perfume le llegaba por encima del olor de las galletas. Aquel perfume que había empezado a turbarlo… era un reto. —Jerry, ¿quieres poner las tazas? Zack se inclinó hacia Lauren. —¿Cómo demonios se llama ese perfume que llevas? —le susurró. —¿No te gusta? —Preguntó ella en voz baja—. ¿Es demasiado sofisticado para ti? A lo mejor te gusta más el perfume de tu secretaria. —¿Patsy? —preguntó él, sorprendido—. ¿A qué viene eso? —A ti te gusta el café solo, ¿verdad, Lauren? —preguntó Bettina. —Gracias, tienes buena memoria —sonrió ella. —Zack, ¿te importa venir a mi despacho un minuto? Hay una cosa de la empresa que me gustaría comentarte. —Sí, claro. Jerry besó a su mujer en la mejilla antes de salir de la cocina. —Enseguida volvemos, cariño. Bettina siguió a su marido con la mirada, apretando su taza de café en las manos. —Qué buen hombre es Jerry —murmuró, como para sí misma—. Y pensar que estuve a punto de perderlo… ¿Perderlo? ¿Qué quería decir?, se preguntaba Lauren.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —¿No me digas que tuvo una aventura? —preguntó. Al fin y al cabo, hacía casi cuatro años que no sabía nada de ellos y habían podido pasar muchas cosas en aquel tiempo. —¿Jerry? —Rió Bettina—. No, Jerry es como Zack en ese aspecto. No, me refería a cuando estábamos recién casados. Mucho antes de que tú y yo nos conociéramos. Creo que no te lo he contado nunca porque era demasiado doloroso. —¿Por qué dices que estuviste a punto de perderlo? Bettina dejó la taza de café sobre la mesa y se sentó a su lado. —Jerry y yo… tuvimos que casarnos. Bueno, pensábamos hacerlo en cualquier caso porque estábamos locamente enamorados, pero no tan pronto. Yo solo tenía dieciocho años. —Pero ahora tienes… treinta y dos, ¿no? —Treinta y tres. Y Saúl, el mayor, solo tiene ocho años. No salen las cuentas, ¿verdad? —sonrió. Confusa, Lauren negó con la cabeza—. Saúl no fue mi primer hijo. Nació cuando Jerry y yo llevábamos mucho tiempo casados. El primer niño lo perdí. —Oh, Bettina, cuánto lo siento… —La pérdida de ese niño casi destrozó nuestro matrimonio. Yo no podía soportarlo y rechacé a Jerry. Creí que él no me entendía. El niño no había sido parte de él como había sido parte de mí. Un escalofrío empezó a recorrer la espalda de Lauren. Bettina nunca le había contado aquello. Y no era una coincidencia. Ni era una coincidencia que ella estuviera allí con Zack, eligiendo un cachorro. No. Todo estaba preparado. Zack le había pedido a Bettina que se lo contara. La excusa de Jerry para sacar a Zack de la cocina era parte de la trampa. Furiosa, Lauren tenía que hacer un esfuerzo para no levantarse y marcharse de allí. —Yo quería apartar a Jerry de mi lado —seguía diciendo Bettina—. Hasta que un día me di cuenta de que mi marido sufría tanto como yo. Yo… me di cuenta de que lo necesitaba. Y eso fue todo. Desde entonces, no nos hemos separado nunca — añadió, con lágrimas en los ojos—. Cuando miro a mis hijos ahora… pensar que yo… —Bettina no podía seguir. Las lágrimas inundaban sus ojos—. Perdona un momento, Lauren. Tengo que buscar un pañuelo. Cuando la mujer salió de la cocina, Lauren se levantó, furiosa. ¡Zack! ¡Cómo se atrevía a hacerle aquello! Nunca lo perdonaría. Su situación era muy diferente de la de Bettina. Perder un niño que no ha nacido no es lo mismo que perder una adorada hija de cuatro años. Lo que Zack quería probar… Lauren escuchó la voz de Jerry en el pasillo y se puso el abrigo. Cuando los dos hombres entraron, estaba preparada para marcharse. —¿Dónde está Bettina? —preguntó Jerry.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —En el baño —contestó ella—. Zack, tenemos que irnos —añadió, intentando que su voz no sonase alterada—. No estoy tranquila dejando a Arabella sola con Dolly. —Lo que tú digas —dijo Zack. —Despídenos de Bettina, Jerry —dijo Lauren, abriendo la puerta. —Lo haré. Dos minutos después, Lauren conducía el Mercedes por la estrecha carretera que llevaba a la autopista, mirando fijamente hacia adelante. No diría nada hasta que llegaran a casa. Pensaba decirle a Zack lo que pensaba de él y sus estrategias y no quería estar frente a un volante cuando lo hiciera.

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Capítulo 8 Zack se había dado cuenta de que pasaba algo en cuanto entró en la cocina, pero no dijo nada. Imaginaba que lo esperaba una bronca, pero como Lauren no decía nada, decidió encender la radio. Mientras las notas de Feliz Navidad llenaban el interior del coche, se reclinó en el asiento y cerró los ojos. Lauren le diría lo que tuviera que decirle cuando le diera la gana. Por el momento, pensaba si lo que la había enfadado tanto sería el comentario sobre el perfume. ¿Qué tendría que ver Patsy en todo aquello?, se preguntaba. Mujeres. Nunca las entendería. Había esperado que aquella visita a la granja los acercara un poco. Podría haberle pedido a Jerry que lo llevara él mismo, pero quería pasar algún tiempo a solas con Lauren. Y también había esperado que volver a ver a los Macinaw la suavizaría un poco. Pero algo había ido mal. Distraídamente, Zack empezó a silbar y esperó lo que tendría que llegar. Cuando llegaron a casa, eran casi las once. Lo primero que Zack vio al abrir la puerta fue una nota sobre la mesa del vestíbulo. —Es una nota de Dolly —dijo, tomando el papel. Eran las primeras palabras que habían intercambiado en una hora—. «Arabella está durmiendo y yo también. Espero que no hagáis ruido al entrar» —leyó en voz alta—. La vieja bruja — murmuró, arrugando el papel. Cuando se volvió, vio que Lauren se había quitado el abrigo y lo miraba con ojos furiosos. —Tengo que hablar contigo. —Ya me lo imaginaba —suspiró él, colgando la chaqueta en el perchero—. A ver, ¿qué pasa ahora? —Eres despreciable —dijo Lauren sin levantar la voz. Si no fuera porque en sus ojos había un brillo de furia, Zack habría pensado que estaba tan tranquila. —¿Yo? —preguntó él, pasándose la mano por el pelo. Despreciable. Aquello era peor de lo que había pensado—. ¿Te importaría decirme por qué? —¿Creías que no iba a darme cuenta de por qué me has llevado a la granja? — preguntó—. Ha sido una trampa. —¿Una trampa? Pero, ¿qué estás diciendo? —No te hagas el tonto, Zack. Sabes muy bien de qué estoy hablando. Me has llevado allí con un propósito. ¿Vas a negar que podría haberte llevado Jerry?

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https://www.facebook.com/novelasgratis —No pienso negarlo… —Entonces, ¿para qué me has llevado? —¡Porque quería pasar un rato a solas contigo, maldita sea! —Es mucho más que eso. —Lauren, no sé de qué demonios estás hablando —dijo él, intentando controlar su furia. —¿No? ¿No me digas que no has sido tú quien le ha pedido a Bettina que me contara lo de su aborto…? —¿Qué aborto? ¿De qué estás hablando? —No empeores las cosas haciéndote el tonto —dijo ella, dirigiéndose a la escalera—. Solo quiero que sepas que no soy idiota. Y que lo que has hecho es indigno. Hacer que Bettina pasara un mal rato… me marcho, Zack —añadió—. No quiero seguir aquí contigo. Mañana intentaré explicárselo a Arabella. Ella había empezado a subir la escalera, pero Zack se colocó inmediatamente a su lado, con una velocidad que a él mismo lo dejó sorprendido. Alargó la mano para sujetarla, pero ella se soltó y siguió subiendo. Zack la siguió y llegó a su lado cuando estaba a punto de cerrar la puerta de su dormitorio. —¡Espera un momento! —ordenó, tomándola del brazo. Las muletas le estorbaban y las dejó caer al suelo, sobre la alfombra. Lauren intentaba apartarse, pero el hombre la apretaba con fuerza, atrayéndola hacia él. Tan cerca, como no habían estado en casi cuatro años—. Muy bien. Vamos a aclarar esto de una vez. —¡Tú sabías que Bettina y Jerry habían perdido un hijo! —lo acusó ella—. ¡Tú sabías que su matrimonio había sufrido porque Bettina había rechazado a su marido y…! —¡Yo no sabía nada de eso! —la interrumpió él—. Pero aunque fuera verdad, que no lo es, no entiendo porque eso me convierte en un ser despreciable. —Creíste que la historia de Bettina me convencería, ¿no es verdad? —¡Eres la mujer más irritante que he conocido en mi vida, Lauren! —¡Y tú el hombre más insufrible del mundo, Zack! —¡De lo único que soy culpable es de querer pasar un rato a solas contigo! ¿Lo entiendes? ¡No ha sido ninguna trampa! —exclamó él—. Yo no tenía ni idea de lo que les había pasado a Jerry y Bettina. ¡Solo quería… —Zack empezó a zarandearla. No con violencia, pero sí con fuerza suficiente como para hacer que se le cayera el pasador que sujetaba su pelo —solo quería estar contigo! —Lauren tenía los ojos abiertos de par en par. Zack alargó una mano y la enredó en el suave cabello rubio—. Cariño, eres tan preciosa… —murmuró. Lauren intentaba soltarse de su abrazo pero, al hacerlo, se pegaba más a él. Zack murmuraba su nombre y los ojos de Lauren se llenaron de lágrimas. ¿Qué se estaban haciendo el uno al otro? ¿Por qué habían llegado a eso?—. Cariño, no llores, por favor.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Oh, Zack —murmuró ella. Las lágrimas rodaban por sus mejillas—. Siento mucho haber dicho esas cosas. Creía que… Zack la besó. Y ella se derretía entre sus brazos. Lauren levantó los brazos para enredarlos en el cuello del hombre, apretando su pecho contra el torso masculino. Zack la besó, acariciando su pelo, deslizando una mano por su espalda, apretando su trasero contra él. Habían estado casados. Habían hecho el amor más veces de las que podía recordar. Y sus cuerpos parecían hechos el uno para el otro. Una unión perfecta. El perfume de Lauren aumentaba su deseo. Ella abrió los labios y él la sedujo con su lengua. La oía gemir dulcemente entre sus brazos. Zack alargó una mano para abrir la puerta y, sin separarse un centímetro, torpemente, entraron en el dormitorio. Cuando Zack cerró la puerta, el sonido los asustó a los dos. —¿Quieres esto, Lauren? —preguntó hundiendo la cara en su pelo. —Sí… Sin apartarse, llegaron hasta la cama, besándose frenéticamente, él abriéndole la blusa, ella metiendo las manos por debajo de su camisa. La piel de ella era como seda bajo sus dedos, la sensual textura intensificando el ritmo de su corazón y la urgencia de sus manos al abrir la blusa… Lauren se quedó inmóvil de repente. —Zack… —¿Sí? —Calla… Los dos se quedaron escuchando. Zack oyó una respiración. Cuando los dos miraron hacia la cama, vieron una pequeña figura de pelo rojo. En la mesilla, una Barbie vigilando su sueño. —Oh, Arabella —murmuró Lauren. —Eso digo yo —murmuró Zack, frustrado—. Oh, Arabella… —Debe de haberse sentido sola. —Supongo —dijo Zack, aclarándose la garganta—. ¿Vas a llevarla a su habitación? Lauren sabía lo que significaba aquella pregunta. —No. Es mejor no molestarla. —¿Estás segura? Ella asintió. —Espera un momento. Voy a buscar tus muletas. Lauren salió de la habitación y, un segundo después, volvía con las muletas en la mano.

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https://www.facebook.com/novelasgratis En la semioscuridad, sus ojos se encontraron. La tensión sexual entre ellos era tan fuerte que Lauren sentía que se ahogaba. Más que nada en el mundo, quería rodearlo con sus brazos y apoyar la cara en su pecho. Y quedarse allí para siempre. —¿Estás segura? —volvió a preguntar él. Ella asintió de nuevo. Era, probablemente, lo más difícil que había tenido que hacer en su vida—. Ya sabes dónde está mi habitación —dijo Zack, acariciando su pelo—. Si cambias de opinión… —No lo haré, Zack —dijo Lauren, casi sin voz—. Lo que ha estado a punto de ocurrir… habría sido un error. —Ya —dijo él, dirigiéndose a la puerta—. Pero tú lo deseabas tanto como yo — añadió, antes de salir del dormitorio. A la mañana siguiente, Lauren se despertó a las siete menos cuarto. Bostezó, estiró las piernas… y se dio cuenta de que había otra persona en la cama. ¿Zack? No podía ser… Con el corazón en la garganta, se volvió. Y a la luz del amanecer que se filtraba por las cortinas, vio un cabello rojo sobre la almohada. Arabella. Se sintió aliviada, pero… el recuerdo de los besos de Zack, tan apasionados, tan irresistibles… Arabella se movió y Lauren contuvo el aliento. La niña se movió hacia ella, murmuró algo en sueños y sacó un brazo de entre las sábanas. Cuando encontró el cuerpo de Lauren, se apretó contra ella. Había ocurrido tan rápido que Lauren no había podido evitarlo. Estaba atrapada. Atrapada por el calor de aquella niña de ocho años. ¿Había algo en el mundo más tierno que un niño durmiendo? Lauren sintió que algo se derretía en su interior. Igual que los primeros rayos de sol derriten el rocío de la mañana. Sus ojos se llenaron de lágrimas y tuvo que ahogar un sollozo. Sin pensar, alargó una mano y abrazó a la niña. El frágil cuerpecito de Arabella, envuelta en el camisón blanco, era suave y cálido. —¿Tía Lauren? —murmuro la niña, medio dormida. —Duérmete —dijo Lauren, besando la carita pecosa—. Aún no es hora de levantarse. —Me metí en tu cama porque te echaba de menos… —No pasa nada, cariño. Vuelve a dormirte. Unos segundos después, Arabella estaba de nuevo dormida.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Lauren se levantó con cuidado para no despertarla y, después de vestirse, se quedó un momento mirando la pequeña figura encogida en la cama. Y, de repente, sintió pánico. Se sentía como si caminara por la cuerda floja, sin red. Decidida a llegar al otro lado sin caerse. A pesar de su intención de no encariñarse con Arabella, cada día era más difícil. Y querer a aquella niña era un riesgo que no estaba dispuesta a aceptar. Zack se había marchado a trabajar antes de que ella bajara a la cocina y no se vieron hasta por la tarde. Cuando volvió, Lauren estaba preparando la cena. —¡Hola! —sonrió él. —Hola —dijo ella. Zack llevaba un jersey azul marino de cuello vuelto y vaqueros. Tenía el pelo mojado—. ¿Sigue lloviendo? —Sí. Y dicen que no va a parar —contestó él, mirando alrededor—. ¿Puedo ayudar en algo? —No, gracias. Todo está controlado. —¿Todo? —preguntó él. —Zack… —empezó a decir ella. Zack se acercó. —¿Por qué demonios insistes en hacerte ese moño? —preguntó, levantando una mano. Lauren sabía que iba a soltarle el pelo y dio un paso atrás. —No, por favor. —No voy a hacerte nada —dijo él—. Bueno, ¿qué tal has pasado el día? —Arabella y yo hemos estado haciendo un pastel y después salimos a comprar algunos regalos que nos faltaban —contestó ella. Lo que no dijo fue que los regalos eran para él—. Le he comprado un libro de astronomía a Arabella, ya que parece tan interesada por las estrellas. Lauren pensó que los ojos de Zack se habían oscurecido. ¿Estaba pensando en Becky? —Me alegro. ¿Y para la vieja bruja? ¿Una escoba? Lauren tuvo que disimular la risa. —Una capa de terciopelo. —Espero que a mí no me hayas comprado nada —dijo entonces Zack muy serio—. Lo único que quiero por Navidad es algo que no se puede comprar con dinero. —Zack, por favor…

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https://www.facebook.com/novelasgratis —¿Qué tal Arabella esta mañana? —cambió él de tema rápidamente—. ¿Te dijo por qué estaba en tu cama? —Se sentía sola. —Pobrecita. En las palabras de Zack había una ligera crítica, o eso pensaba Lauren, y fue suficiente para que se pusiera en guardia. —Si quieres ayudar en algo, puedes decirle a Arabella que vaya a lavarse las manos. La cena estará enseguida —dijo, con frialdad. —Esta noche voy a salir. ¿Dónde vas a ir?, hubiera querido preguntar Lauren. —¿Necesitas que te lleve a alguna parte? —No. Patsy vendrá a buscarme. El monstruo de ojos verdes despertó en ella inmediatamente. —Ah, muy bien. —Tú también estás invitada… —Gracias, pero no me gustan las fiestas. Zack no pudo replicar porque, en ese momento, escucharon los pasos de Arabella en el pasillo. —¡TÍO Zack! Me pareció haber oído el taxi en la puerta. —Has oído bien, enana —sonrió el hombre, acariciando la cabecita de la niña que se había lanzado a abrazarlo—. La cena está lista, así que tienes que ir a lavarte las manos. Yo iré a decirle a tía Dolly que nos espere en el comedor. Sus voces se perdieron por el pasillo. Y Lauren se quedó apoyada en la mesa de la cocina, pensando: Zack iba a salir con Patsy. Zack pensaba que Patsy era guapa. A Patsy se le daban bien los niños. A Arabella le gustaba Patsy. Arabella necesitaba una madre. Lauren nunca había sido particularmente buena en álgebra, pero sumara como sumara aquellos factores siempre le daba el mismo resultado, ella lo sabía muy bien, significaba familia. Cuando el timbre de la puerta sonó a las ocho de la tarde, Arabella estaba en el cuarto de estar viendo la televisión, Dolly en el salón haciendo punto y Lauren colocando las tarjetas de Navidad sobre la chimenea.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Lauren ignoró el timbre y aguzó el oído para escuchar las pisadas de Zack. Pero no escuchó nada. El timbre volvió a sonar. Dolly dejó su punto sobre el regazo y la miró, sorprendida. —¿Es que no has oído el timbre, jovencita? ¡Ve a abrir la puerta! Lauren apretó los labios para no contestarle como se merecía y salió al vestíbulo. No había ni rastro de Zack. Cuando abrió la puerta, esperando encontrarse con Patsy, se quedó sorprendida. Frente a ella, había un joven atlético, con el pelo muy corto y unos ojos verdes que brillaban alegremente. —¿Señora Alexander? —preguntó el chico. Lauren asintió—. He venido a buscar a Zack. Lauren miró por encima de su hombro y vio un coche verde aparcado frente a la puerta. —Creí que Patsy… —empezó a decir. —Los gemelos se han puesto muy pesados, así que ella irá más tarde a la fiesta. —¿Los gemelos? —Chuck y Dani. Acaban de cumplir dos años y están imposibles… pero perdone, no me he presentado. Soy Ben, el marido de Patsy. Sus padres dan hoy una fiesta para celebrar nuestro cuarto aniversario… —Hola, Ben —saludó Zack, tras ella. —Hola, Zack. ¿Estás listo? —Sí —contestó él, pasándole un brazo por los hombros a Lauren—. ¿Os habéis presentado? Lauren se puso tensa. ¿Se habría dado cuenta de que sospechaba que tenía una aventura con Patsy? ¿Se habría dado cuenta de que estaba celosa? —Sí. Señora Alexander, usted también está invitada a la fiesta. A los padres de Patsy les encantaría conocerla. —¿Seguro que no quieres venir? —preguntó Zack. Llevaba una chaqueta de ante marrón y, debajo, un jersey de cachemira de color caramelo. Probablemente llevaría vaqueros o pantalones de lana marrón, pero Lauren no quería mirar. —Gracias —murmuró—. Pero tengo un millón de cosas que hacer esta noche, envolver regalos y cosas así. —Muy bien. Lauren se apartó cuando Zack empezó a moverse hacia la puerta. —No me esperes levantada. Es posible que llegue tarde —dijo, antes de entrar en el coche.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Acababa de cerrar la puerta cuando Arabella apareció a su lado, con expresión alegre. —¡Tía Lauren, mira lo que he encontrado! —Dijo la niña, con una cinta de vídeo en la mano—. Pone «Los cumpleaños de Becky». ¿Podemos verlo? Lauren estaba frente a la ventana de su dormitorio, observando la tormenta que sacudía los árboles del jardín. No podía olvidar la cara de desilusión de Arabella cuando se había negado a ver la cinta de vídeo. —Esta noche, no, cariño —le había dicho, intentando disimular sus sentimientos—. Por favor, deja la cinta donde la has encontrado. Otro día la veremos. Había sido una reacción automática. Cuando se había marchado de aquella casa, lo había dejado todo atrás. No quería recordar. Se preguntaba si Zack habría vuelto a ver aquella cinta. Una fiesta de cumpleaños tras otra, cuando Becky cumplió un año, mostrando su primer diente, cuando cumplió dos, con el pelo oscuro enmarcando su carita de ángel. A los tres, con un tutu blanco, y a los cuatro, nadando en la piscina sin flotador… Lauren cerró los ojos. Estaba a punto de meterse en la cama cuando vio los faros de un coche que paró frente a la casa. Zack salió de él torpemente con las muletas y se despidió de Ben. allí.

Y entonces levantó la mirada hacia su ventana, como si esperase encontrarla Lauren sabía que la había visto. No había tenido tiempo de apartarse. Él le hizo un gesto para que bajase y después desapareció dentro de la casa. Como un naufrago, Lauren se dirigió a la puerta. —Te dije que no me esperases despierta —dijo Zack. —No te estaba esperando… es que no podía dormir. —¿Ha pasado algo? —preguntó él, quitándose la chaqueta. —No. No ha pasado nada. —Entonces, ¿por qué no podías dormir? —¿Te apetece tomar un té? —¿Qué tal un poco de chocolate caliente? —Vale. Lo llevaré al cuarto de estar.

Lauren fue corriendo a la cocina. Zack estaba tan guapo aquella noche, con el pelo revuelto por el viento y las mejillas un poco coloradas, quizá del frío… quizá del whisky.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Calentó dos tazas de leche en el microondas y añadió el chocolate, removiéndolo con la cucharilla. Después, se dirigió con las tazas al cuarto de estar. Zack estaba de pie frente a la ventana, mirando las estrellas. —Ahí están —murmuró él—. Las Siete Hermanas. —Toma —dijo Lauren—. Ven a sentarte. La chimenea del cuarto de estar era la única de la casa que funcionaba con leña y las brasas seguían encendidas a aquella hora. Lauren echó unos troncos que pronto empezaron a arder alegremente y, cuando se volvió, Zack estaba sentado en el sofá. —Ven, siéntate. Estuvieron en silencio durante unos minutos, escuchando el sonido del viento al otro lado de las ventanas. —He estado pensando —dijo Zack—. En ti. —¿Y qué has pensado? —He pensado en lo que dijiste ayer sobre el perfume de Patsy. No sabía por qué lo habías dicho, pero me he dado cuenta de que estabas celosa. —¡Está casada, Zack! —Sí, pero tú no lo sabías. Creías que había algo entre nosotros —dijo él. Ella iba a protestar, pero Zack no se lo permitió—. Supongo que Arabella te dijo que yo la encontraba guapa. —Y lo es. Muy guapa —dijo Lauren, intentando parecer indiferente. —¿Te dijo Arabella lo que dije después? —No —contestó ella, encogiéndose de hombros. —Ella me preguntó si Patsy me parecía guapa y yo le dije que sí. Pero también le dije que, para mí, la mujer más guapa del mundo era la tía Lauren —dijo Zack, quitándole la taza de las manos y dejándola sobre la mesa—. Lauren, te pedí que te casaras conmigo porque eras la única mujer para mí. Lo dije con todo mi corazón entonces y vuelvo a decírtelo ahora. —No eres tú, Zack —dijo ella, soltando su mano—. Soy yo. —Es por Arabella, ¿verdad? —suspiró él—. He hablado con Jerry esta mañana y me ha contado lo que Bettina te contó a ti. Ellos sufrieron mucho, pero pudieron salir adelante… —Zack, la situación de Bettina es completamente diferente de la mía —lo interrumpió ella, levantándose. Le temblaban la voz y las manos—. No fue culpa de Bettina que perdiera a su hijo. —Por Dios bendito, Lauren —dijo Zack, levantándose del sofá con ayuda de las muletas—. ¡No fue culpa tuya que Becky muriese! Lauren lo miró, pero no podía verlo por culpa de las lágrimas.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Yo iba conduciendo el coche, Zack —dijo entonces—. Yo era quien conducía el coche.

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Capítulo 9 —¡Fue un accidente, por Dios bendito! —¡Por favor, no me grites! La tensión entre ellos era tremenda. Zack apretó los puños, intentando controlar los furiosos latidos de su corazón. —Cariño, tú sabes que fue un accidente —suspiró—. Ese hombre se saltó el semáforo… —Lo sé, lo sé. Pero no puedo dejar de preguntarme a mí misma por qué elegí esa ruta —lo interrumpió ella—. Normalmente, cuando iba a llevar a Becky a clase de ballet, solía tomar otra calle y… Él le puso un dedo sobre los labios. —No te hagas eso, Lauren. Tú ibas por tu carril, a velocidad normal y ese crío se saltó el semáforo… —Zack, lo sé. Sé que no fue culpa mía, pero no puedo dejar de pensar que debería haber tomado la ruta que tomaba siempre… Zack la abrazó. Ella estaba temblando. —No puedo soportar verte así —murmuró—. Si pudiera hacer algo para… Ahogando un sollozo, Lauren se apartó. —Nunca podré olvidarlo, Zack. Nunca. —Entonces, tendrás que aprender a vivir con ello, Lauren. —Lo estoy intentando —murmuró ella, con los ojos llenos de lágrimas—. Estoy… Zack no puedo seguir hablando de esto. —Ya —dijo él, aclarándose la garganta. Tenía que cambiar de conversación—. Durante estos días no vamos a vernos mucho. Mañana llegan los japoneses y tendré que estar con ellos hasta el jueves. Volveré a casa a las cinco y media… con el cachorro. Lauren hizo un esfuerzo para sonreír. —A Arabella le hará mucha ilusión. Eres muy bueno con ella, Zack. —Y sería bueno contigo. Si me dejaras… —Lo sé —murmuró ella, acariciando su cara—. Ojalá… —pero no podía seguir—. Buenas noches, Zack. —Buenas noches, cariño. Zack la observó salir del cuarto de estar, desarmado. Le hubiera gustado salir tras ella, pero sabía que si Lauren conseguía olvidar algún día tendría que hacerlo ella sola.

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—¿Qué hay en este paquete, tía Lauren? —preguntó Arabella, tocando uno de los regalos. —¡No pienso decírtelo! —sonrió ella. Era el día antes de Navidad y la niña estaba emocionada. Había colocado y recolocado los regalos debajo del árbol unas veinte veces y, en aquel momento, se los ponía en el oído para intentar descubrir qué contenía cada uno. —Yo creo que esto es una caja de pinturas. —¿Ah, sí? —fingió inocencia Lauren. —Y esto… —rió la niña, tomando un paquete envuelto en papel de color cereza con un lazo plateado —tiene que ser un libro. Y este es tu regalo para el tío Zack. Mientras Arabella seguía investigando, Arabella recordó el regalo que había comprado para Zack. Un suave albornoz de cachemira del mismo color gris que sus ojos. Lauren se mordió los labios, insegura. Quizá debería haberle comprado algo menos personal. Pero ya era demasiado tarde. —Me parece que al tío Zack no le gusta mucho comprar regalos —dijo la niña. —¿Por qué dices eso? —preguntó Lauren, disimulando una sonrisa. —Pues, por ejemplo, la capa de la tía Dolly. Lleva el nombre de los dos en el paquete, pero la compraste tú sola. Y todos los regalos que hay aquí los has comprado tú. No hay ninguno del tío Zack. —A lo mejor él va a colocar sus regalos cuando vuelva de la oficina. Pero Lauren no esperaba nada. Y la verdad era que no necesitaba nada. Cuando su matrimonio se había roto, Zack le había regalado el dúplex y una cuenta corriente en el banco con más dinero del que podría gastarse nunca. Además, Zack le había dicho que no quería ningún regalo y Lauren suponía que él tampoco iba a comprarle nada. No debería sentirse desilusionada. Y, sin embargo, lo estaba. —¡Es la una! —Oyeron la irritada voz de Dolly desde la puerta—. ¿Por qué no está el almuerzo en la mesa? Lauren tuvo que morderse los labios para no contestarla como se merecía. —Iba a llamarte en cinco minutos. Pero hoy comeremos en la cocina. —¿Por qué no comemos en el comedor? —preguntó la anciana, indignada. —Porque ya he preparado la mesa del comedor para la cena de esta noche. Si no quieres comer en la cocina, te llevaré una bandeja al salón. —¡Por supuesto que no quiero comer en la cocina! —Exclamó Dolly—. Llévame la bandeja, jovencita, y no me hagas esperar. Lauren levantó los ojos al cielo.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Voy a lavarme las manos, tía Lauren —dijo Arabella. Lauren había preparado sopa de tomate, salmón marcado y crema de castañas como postre. Lo colocó todo en una bandeja y salió de la cocina. Cuando pasó por delante del cuarto de baño, oyó que Arabella hablaba sola. Probablemente, estaría jugando con alguna de sus muñecas. —Espero que el tío Zack encuentre una niñera porque si no la encuentra, tendré que irme con la tía Dolly y ella no me aguanta. Bueno, no solo a mí. No aguanta a nadie. Pero la tía Lauren sí me quiere. Mucho. Lo que pasa es que no quiere tener otra familia porque lo pasó muy mal cuando Becky se murió. El sonido del grifo sobresaltó a Lauren que, con el corazón encogido, tuvo que dejar la bandeja sobre la mesita del vestíbulo para calmarse. Pobre niña, pensaba. Se había dado cuenta de todo. Haciendo un esfuerzo, Lauren volvió a tomar la bandeja y entró en el salón. —Aquí está tu almuerzo, Dolly. —¡Ya era hora! Lauren dejó la bandeja de golpe sobre la mesa y se volvió para mirar a la insolente anciana. —¡Ya está bien! —exclamó—. Nadie te ha invitado a venir aquí, Dolly. ¿Qué pretendes, arruinarnos la Navidad? Pues te voy a decir una cosa… se acabó. O empiezas a portarte como una persona normal o vuelves a tu casa. ¡Zack es demasiado amable para echarte de su casa, pero yo no lo soy! Así que… De repente, su furia se convirtió en una tristeza inmensa y, escondiendo la cara en las manos, empezó a sollozar. No podía soportar aquella situación. Una niña huérfana hablando sola, una anciana insoportable que quería llevársela y… ella no podía hacer nada por evitarlo porque tenía demasiado miedo. Lauren corrió hacia la escalera y subió a su habitación. Se tiró sobre la cama, llorando, con una angustia que la impedía respirar. No podía soportarlo más. Lo único que quería hacer era escapar. —¿Lauren? —la voz de Zack llegaba desde el pasillo, como un eco, como un sueño. Lauren se despertó con los ojos pegados, el cuerpo entumecido. La habitación estaba a oscuras—. Lauren, ¿te encuentras bien? No era ningún sueño. Zack estaba golpeando suavemente la puerta y Lauren se incorporó. —Estoy… bien —contestó, apartándose el pelo de la cara. —¿Puedo entrar? Lauren miró el despertador de la mesilla. Eran las seis menos veinte. Llevaba cinco horas durmiendo. —No —contestó—. Yo… bajaré dentro de un rato.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —La cena está lista —dijo él, antes de alejarse. Lauren se levantó de la cama y entró en el cuarto de baño para darse una ducha. Estaba pálida, con los ojos llorosos y despeinada. Parecía un fantasma. Había pensado pasar una Nochebuena agradable con Arabella y Zack. Pero los había decepcionado a los dos. Su boca se torció en una amarga sonrisa. Y ella había acusado a Dolly de arruinarles la Navidad… Zack se pasó la mano por el pelo, mientras esperaba a Lauren en el vestíbulo. ¿Qué demonios habría ocurrido mientras él estaba en la oficina?, se preguntaba. Había vuelto antes de lo previsto y se había encontrado a una silenciosa Arabella secando los platos en la cocina y a una aún más silenciosa Dolly colocando los cubiertos. —La tía Lauren está en su habitación, descansando —le había dicho la niña—. No quiere que la molesten —añadió, muy seria. —Dolly, ¿qué está pasando aquí? —Es mejor que la dejemos —dijo la anciana, sin mirarlo. Y eso había hecho Zack. Hasta que Dolly había anunciado que la cena estaba lista. —¿Zack? Lauren tenía los ojos llorosos y parecía más delgada y pálida que nunca. Su vestido rojo de punto acentuaba su palidez. —Has estado llorando. —No… no ha sido nada. Estaba cansada, pero ahora estoy bien —dijo ella, mirando hacia la cocina—. ¿Quién ha hecho la cena? Pasara lo que pasara, era obvio que no quería hablar sobre ello y Zack decidió no insistir. —Parece que Dolly ha estado en la cocina toda la tarde. —¿Dolly? —¡La cena está lista! —llamó Arabella desde el comedor. —Zack —susurró Lauren—. ¿Qué ha pasado con el cachorro? —Lo metí en casa sin que nadie se diera cuenta —contestó él, en voz baja—. Está en mi habitación. —¿Y las niñeras? ¿Has tenido suerte? Él negó con la cabeza. —No. Ya veremos qué pasa después de Navidad.

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Dolly había preparado asado con piña y cerezas, que sirvió en platos calentados al horno, con una salsa que Lauren no había probado nunca. Además, había hecho un soufflé y, como postre, unas natillas con canela que eran ambrosia. La cena transcurrió en silencio. La tensión era evidente, pero nadie aclaraba nada y Zack estaba a punto de saltar. Arabella pidió que la excusaran después del postre. —Claro —dijo Lauren—. Pero antes de nada, ve a lavarte los dientes. Más tarde, Dolly sirvió el café, pero en lugar de sentarse con ellos anunció que tomaría el suyo en el salón. —¿Quieres que te lleve una bandeja? —preguntó Lauren, mirando directamente a Dolly por primera vez desde la pelea. Al hacerlo, le sorprendió el aspecto triste y cansado de la mujer. Sus ojos negros no tenían brillo y parecía haber envejecido. —Gracias —dijo Dolly—. Puedo hacerlo yo. —La cena ha sido estupenda. Dolly sacó un enorme pañuelo del bolsillo y se sonó la nariz ruidosamente. —Esta mañana se me ha recordado que no soy bienvenida en esta casa —dijo entonces—. De modo que haré las maletas y me iré por la mañana. He estado aquí el tiempo suficiente como para ver por dónde van las cosas. Lauren la miró, perpleja. —¡No puedes irte! —Dijo Zack—. Al menos, no mañana. Mañana es Navidad, Dolly. —Zack tiene razón —dijo Lauren—. Además, no conseguirás un billete de avión el día de Navidad. —Con las conexiones de Zack, eso no será un problema. Además, mañana no viaja nadie. Los aviones estarán vacíos. Lauren notó el temblor en su voz y, de repente, sintió compasión por la anciana. —¿Sabes una cosa? —Preguntó Zack cuando Dolly salió del comedor—. ¡Estaba empezando a acostumbrarme a esa vieja bruja! —Zack, es culpa mía. Esta mañana tuvimos una pelea y… perdí la cabeza. Le dije que se fuera. Me siento fatal… —Tenía que pasar. Si no hubieras sido tú, habría sido yo. Esa mujer volvería loco a cualquiera. —Parece decidida a marcharse. ¿Podrás conseguirle un billete para mañana? —No sé. Será mejor que empiece a hacer gestiones ahora mismo. —Lo que ha dicho Dolly… sobre que se ha dado cuenta de por dónde van las cosas. ¿A qué crees que se refería?

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Es muy obvio, Lauren —dijo él—. Sabe que no estamos juntos y que no he encontrado una niñera, así que solicitará la custodia de Arabella. Lauren suspiró. —Qué horror… —¡Tío Zack! ¡Tía Lauren! —escucharon la voz de la niña. Los dos salieron corriendo al mismo tiempo. La niña bajaba la escalera corriendo, con los ojos brillantes de alegría, el pelo con un halo rojo a su alrededor. En los brazos llevaba una bolita de pelo con la nariz rosa y unos inquisitivos ojos marrones—. ¡Mirad lo que he encontrado! —gritó—. Iba al cuarto de baño del tío Zack para buscar pasta de dientes y entonces… —la niña abrazó al cachorro tan fuerte que el pobre lanzó un gemido —me encontré esto en una cesta. ¿Qué estaba haciendo ahí, tío Zack? —¿Tú qué crees que estaba haciendo, enana? ¡Te estaba esperando! —¿Es mío? —preguntó la niña, incrédula. —Todo tuyo, cariño. —¡Tío Zack! —Exclamó Arabella, mirándolo con adoración—. ¿Puedo elegir el nombre? —Claro. ¿Cómo quieres llamarlo? —No lo sé. Tengo que pensarlo —dijo Arabella, estrujando al pobre animal—. Tío Zack, ¿por qué no lo has puesto debajo del árbol? —Pues… todos sabemos lo que los cachorros hacen en los árboles. ¿No es verdad? Arabella soltó una carcajada de felicidad. —¡Ah, es verdad! Voy a tener que enseñarlo. ¿Has comprado una correa? —Sí. Está en mi habitación. ¿Por qué no vas a buscarla y después salimos con… como se llame a dar un paseo por el jardín? Arabella salió corriendo escaleras arriba y Lauren abrió la puerta del armario para sacar la chaqueta de la niña. —Hace mucho frío, Zack. —Lauren —murmuró él, tomando su mano—. También tengo un regalo para ti. Te lo daré cuando Arabella y Dolly se hayan ido a la cama. —No tenías que… —Quería hacerlo, Lauren. Resultó que el regalo de Zack no era un regalo terrenal. Pero pasaron varias horas hasta que le dijo lo que era. Estaban en el cuarto de estar, el fuego crepitando alegremente en la chimenea, Arabella jugando con el cachorro en la alfombra. Parecían una familia.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Dolly, que había rechazado la invitación de Zack de reunirse con ellos, se había ido a la cama a las diez. Habían acordado que, aquella noche, el cachorro dormiría en el cuarto de baño de Zack, donde habían colocado papeles de periódico por si acaso ocurría algún… accidente. —Puedes empezar a entrenarlo mañana —dijo Zack, cuando por fin lograron convencer a Arabella de que se fuera a la cama—. Tendrá que aprender que tiene que hacer sus necesidades en el jardín. —No te preocupes, tío Zack —sonrió la niña, sacando las manitas de entre las sábanas. De repente, se puso seria—. Tío Zack, ¿qué pasará si tengo que irme a vivir con la tía Dolly? A ella no le gustan los perros. —El cachorro es tuyo —dijo Zack—. Ocurra lo que ocurra, siempre podrás pasar las vacaciones aquí. Y ya sabes que los perros tienen más memoria que los elefantes. No se olvidará de ti. —Voy a llamarlo Poochie —dijo la niña, bostezando—. Poochie es un nombre bonito. Buenas noches, tío Zack, buenas noches tía Lauren. Se había dormido antes de que salieran de la habitación. —¿Te apetece tomar una copa? —preguntó Lauren, mientras bajaban por la escalera. —Sí. Ya que insistes, un whisky no me vendría mal. —Yo no he insistido —rió ella. —¿Ah, no? Zack esperaba en el cuarto de estar, mirando por la ventana. El cielo estaba limpio, las estrellas brillaban como diamantes y el viento seguía moviendo los árboles del jardín. Sus ramas se retorcían y las copas dejaban caer sus hojas. Aquellos árboles eran un peligro, pensaba. Eran demasiado delgados como para soportar el viento de Lindenlea y deberían haberlos cortado hacía tiempo, pero la regulación municipal lo prohibía. —¡Aquí estoy! Cuando se volvió, vio a Lauren con una bandeja en la mano. —Lauren, quiero darte tu regalo. —Yo primero —dijo ella, tocándose el moño con gesto nervioso. El vestido rojo marcaba las curvas de su cuerpo, unas curvas que Zack deseaba acariciar. Lauren se inclinó para tomar un paquete envuelto en papel de plata. Se había puesto colorada—. Es solo… un… —Lo mejor será que lo abra —dijo él, dejando las muletas sobre el asiento de la ventana—. Ah, qué bonito —sonrió, lanzando un silbido de admiración—. ¿Cómo

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https://www.facebook.com/novelasgratis sabías que el viejo se me estaba cayendo a pedazos? ¿Has estado espiando en mi habitación? —¡Claro que no! —Era una broma —sonrió él, volviendo a guardarlo en la caja—. Ven aquí — dijo en voz baja. Lauren no se movió—. Ven aquí. ¡No voy a comerte! —insistió. Como una niña tímida, Lauren dio un paso hacia él—. Más cerca —ella obedeció y Zack la besó en la frente—. Gracias. Me encanta tu regalo. Lauren llevaba aquel perfume, el que lo había echado para atrás el primer día, en el ascensor. Y, en aquel momento, lo excitaba. Mucho. Pero Zack sabía que no era el momento. —Me alegro de que te guste —dijo Lauren. —Ven a ver lo que yo tengo para ti —dijo él, volviéndose hacia la ventana. Lauren se colocó a su lado, nerviosa—. ¿Las ves? —preguntó—. ¿Las Siete Hermanas? Ahí están todas. Y Maya. —Según el mito, la primera en nacer y la más hermosa de todas. —Y la más brillante, según dicen. Más brillante que Alción —murmuró Zack. Lauren lo miró, con los ojos llenos de recuerdos—. Cariño, sé cómo te gusta mirar las estrellas y que, cuando lo haces, te acuerdas de Becky —siguió diciendo él, mientras sacaba algo de detrás de las cortinas. Era un mapa del firmamento, con algo escrito— . ¿Recuerdas el lunes, cuando entraste en mi despacho y yo estaba hablando por teléfono? Estaba hablando con un observatorio y no quería que escuchases la conversación. Zack le dio el mapa y Lauren empezó a leer. Al hacerlo, sintió un escalofrío. Esto certifica que Lauren y Zack Alexander han puesto nombre a una estrella de la constelación Tauro y que, desde el día 25 de diciembre, esta estrella estará registrada en el observatorio astronómico de Vancouver con el nombre de Rebecca Alexander. ¿Una estrella? ¿Para Becky? —Me enteré de que se podía hacer —dijo Zack en voz baja—. Se puede registrar una estrella si no tiene nombre asignado. Es una forma de recaudar fondos para el observatorio. A partir de ahora, cada vez que mires al cielo y veas la estrella de Becky, quizá puedas encontrar… consuelo. —Oh, Zack —murmuró ella, apoyando la cara en el pecho del hombre—. Qué idea tan maravillosa… —Oye, no quería que te pusieras triste —dijo él, tomando su barbilla—. Quería hacerte feliz. —Lo soy, Zack. De nuevo, deseaba besarla. Deseaba besar aquellos labios temblorosos, pero Lauren parecía tan frágil y vulnerable que sería como aprovecharse de ella. De modo que se sentaron en el sofá y tomaron la copa en silencio.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Cuando terminaron, ella llevó la bandeja a la cocina y Zack la esperó al pie de la escalera. Subieron juntos y se desearon feliz Navidad.

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Capítulo 10 Lauren no podía dormir. No era sorprendente, ya que había dormido durante toda la tarde. Nerviosa, se puso la bata y bajó a tomar una copa de coñac, pensando que la haría dormir. Con la delicada copa en la mano, entró en el cuarto de estar y encendió la televisión. Estaba a punto de sentarse cuando vio la cinta de vídeo que Arabella había encontrado el día anterior. El vídeo de los cumpleaños de Becky. Debería estar con las otras cintas, guardada en la estantería. Lauren dejó la copa sobre la mesa y tomó la cinta para guardarla… pero no podía hacerlo. Algo le pedía que viera aquella cinta, una especie de fuerza interior. Algo la impulsaba a meter la cinta en el aparato. Como si tuviera puesto el piloto automático, apretó el botón y, después, caminando hacia atrás como un robot, se sentó en el sofá. Y, en la pantalla de televisión apareció la imagen de Becky. Era como sentir un puñal en el corazón. Lauren tuvo que hacer un esfuerzo para no levantarse y apagar el aparato. ¿Por qué estaba haciendo aquello?, se preguntaba. Hasta aquel momento había evitado con todas sus fuerzas cualquier cosa que pudiera recordarle a su hija. Pero estaba como hipnotizada. No podía moverse. No podía apartar los ojos de la pantalla. Frente a ella, imágenes de momentos felices, tan cálidas, tan llenas de amor que creía no poder soportarlo. Hasta aquella noche, no había podido soportar la idea de volver a ver aquellas imágenes. Y, sin embargo, estaba mirándolas, como una estatua, mientras la cinta de vídeo mostraba a su hija. Becky nadando en un día caluroso, con cuatro amiguitas a su lado. Arabella era una de ellas. Mac y Lisa habían ido a visitarlos aquel año. Las niñas llevaban un año sin verse, pero era como si no hubiera pasado un solo día. Eran inseparables. Becky con un bañador rosa, Arabella con un bikini blanco, las dos niñas nadando, riendo, gritando…

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https://www.facebook.com/novelasgratis Hasta que llegó la última imagen y la pantalla se volvió gris… Lauren no sabía cuánto tiempo había estado allí sentada. Ni siquiera sabía que estaba llorando hasta que las lágrimas empezaron a ahogarla. Se sentía como si hubiera estado nadando contra corriente durante años y, de repente, una ola la hubiera lanzado a la playa. Exhausta, pero a salvo. Lauren se limpió los ojos con la manga de su bata. Le costaba trabajo respirar. Pero su corazón se sentía ligero. Más ligero que nunca. Lauren se levantó y empezó a rebobinar la cinta. Mientras tanto, fue hacia la ventana. La tormenta seguía soplando con fuerza y, en la distancia, escuchó sirenas. Levantó los ojos al cielo. Y miró la estrella de Becky. —Feliz Navidad —murmuró—. Feliz Navidad, hija mía. La estrella brillaba con más fuerza que nunca. Aquella estrella especial, la más brillante y más hermosa de todas. —¡Despierta, tía Lauren! —Gritó Arabella subiéndose a la cama de su tía—. ¡Es Navidad! Lauren murmuró algo, medio dormida, y abrió un poco los ojos. A través de las pestañas podía ver la carita radiante rodeada de rizos pelirrojos. Y se emocionó. Lo que sentía por aquella niña era más que afecto; mucho, mucho más. —Feliz Navidad, cariño —sonrió. Después, alargó los brazos y abrazó a Arabella con fuerza. Para su asombro, la niña se apartó un momento y la miró con los ojos llenos de lágrimas antes de devolverle el abrazo con tal fervor que la dejó sin respiración. —¡Feliz Navidad, tía Lauren! —dijo después—. No quería despertarte, pero son más de las ocho y… —¡Más de las ocho! —exclamó ella—. ¡Dios Santo, tu tía Dolly! —No te preocupes. El tío Zack se ha encargado de todo. Le ha puesto el desayuno, té con tostadas y mantequilla —sonrió la niña—. Y el tío y yo vamos a sacar a Poochie al jardín. —Ah, Poochie —murmuró Lauren, pasando la mano por el pelo rojo de aquella deliciosa cría. Siempre alegre, siempre dispuesta, nunca asustada de mostrar su cariño aunque se arriesgara al rechazo. Una niña valiente—. ¿Se portó bien anoche? —Bueno, no mucho. —Ya aprenderá —rió Lauren.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Sí. Eso es lo que dice el tío Zack —dijo Arabella, saltando de la cama—. Tengo que irme. ¿Vas a bajar pronto? —Dentro de cinco minutos —contestó Lauren, estirándose perezosamente. Había dormido bien. Sin sueños, sin pesadillas. Se sentía descansada y llena de una extraña alegría. Sonriendo, se levantó y se dirigió a la ventana. Apartó las cortinas y vio que el viento no había dejado de soplar. Las ramas de los árboles seguían agitándose peligrosamente en el jardín. Estaba a punto de darse la vuelta cuando vio salir a Zack y Arabella. Zack llevaba sus muletas y Arabella sostenía la correa de Poochie, que tiraba de ella ansiosamente. Lauren se quedó mirándolos. Zack, a quien ella había amado tanto y nunca dejaría de amar. Y Arabella, a quien había intentado no querer y… le había resultado imposible. Sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas. Zack y Arabella. Eran una familia. ¿Cómo podía habérselo negado a sí misma? Debería haberlo sabido desde el día que Tyler Braddock les había dicho que se habían convertido en guardianes de la niña. Zack le había dicho que tenía que olvidar. Y lo había hecho. Por fin, lo había hecho. No sabía cuándo había ocurrido. Quizá cuando Zack le había mostrado la estrella de su hija, o cuando había visto las imágenes de Becky. Pero no importaba. Lo que importaba era que, por fin, lo había aceptado. Nunca la olvidaría, la llevaría en su corazón para siempre y seguiría adelante. Estaba preparada para enfrentarse con el futuro. Estaba deseando contárselo a Zack porque sabía que él se sentiría tan feliz como ella. Una familia era lo que él siempre había querido. Y lo que quería Arabella… pero Zack sería el primero en saberlo. El primero en saber que volverían a ser marido y mujer. Que serían una familia. Un golpe de viento más fuerte de lo normal interrumpió sus pensamientos. Lauren miraba por la ventana y… no podía creer lo que veía. ¡No! ¡No podía ser! Uno de los árboles del jardín había sido arrancado por el viento, un gigante destructor al lado de Arabella que, ajena a lo que pasaba, seguía jugando con el cachorro. Zack estaba de espaldas a la niña. Lauren lanzó un grito de terror. —¡Arabella, Arabella! Pero ella no podía oírla.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Zack se volvió en ese momento y, al ver el árbol arrancado, intentó advertir a la niña. Aterrado, soltó las muletas y corrió hacia ella tan rápido como pudo… pero no iba a llegar. No era humanamente posible llegar antes de que el árbol la golpeara. Lauren se dio la vuelta y corrió hacia la puerta, ahogando los sollozos, con el corazón a punto de estallar. La puerta de la habitación de Dolly se abrió en ese momento. —¿Qué te pasa, por qué gritas? —¡Llama a una ambulancia, rápido! —gritó, bajando la escalera a saltos. Cuando abrió la puerta, el viento golpeó su cara como un látigo. Pero el miedo golpeó su corazón con más fuerza cuando vio a Zack apartar desesperadamente las ramas del árbol caído buscando a Arabella. Lauren corrió hacia ellos y, cuando llegó a su lado, Zack había encontrado su preciosa carga. Tenía una mancha de sangre en la frente que enrojecía la nieve a su alrededor. Poochie estaba tumbado a su lado, gimiendo, con la correa enganchada en una de las ramas. —Zack… —No quiero moverla —la voz de Zack estaba ahogada de emoción mientras acariciaba la carita ensangrentada—. No me atrevo… —La ambulancia está en camino, no te preocupes —murmuró Lauren. La sala de espera era diminuta y asfixiante. Zack, sentado sobre una silla de plástico, cerró los ojos y volvió a rezar. Dios bendito, haz que viva. Repetía las palabras una y otra vez en su cerebro porque no podía decirlas en voz alta. Lauren estaba sentada en una silla frente a él, como una muñeca rota. Estaba pálida, tensa, con las manos debajo de la barbilla, como si estuviera rezando. —¿Lauren? Ella lo miró. —¿Por qué… por qué tardan tanto? —Tienen que hacerle muchas pruebas. —El médico ha dicho que no tiene ningún hueso roto, solo contusiones. Excepto en… la cabeza. Zack se levantó y miró a un lado y otro del pasillo. No había nadie. Si hubiera estado pendiente de ella, si no le hubiera dado la espalda…

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Dios —murmuró él. —¿Zack? —No puedo dejar de pensar que fue culpa mía —dijo, apoyándose en la pared. —¿Por qué? Zack levantó los hombros, infinitamente cansado. —Debería haber visto que… —¡Zack! —la voz de Lauren temblaba—. No digas eso… —Debería haber estado vigilándola. Sólo es una niña… —No ha sido culpa tuya —dijo ella, tomando sus manos—. Zack, tú mismo me has dicho un millón de veces que no fue culpa mía que Becky muriera. Esto es lo mismo. ¿No te das cuenta? Ella tenía razón, por supuesto. En su interior, sabía que tenía razón. Pero recordaba lo que ella había dicho: «No podré olvidarlo nunca». Sabía que él se sentiría igual si Arabella moría. Nunca lo olvidaría. Si no hubieran salido al jardín… si hubiera estado pendiente de ella… Zack soltó su mano y la abrazó, desesperado. Lauren lo amaba tanto que no podía soportar verlo así. Si Arabella moría, ¿estaría su matrimonio roto para siempre? Sabía que Zack la amaba, pero ¿la perdonaría por haber rechazado el amor de la niña? Aquello corroería su relación para siempre. Podría decirle que había conseguido abrir por fin su corazón a Arabella y que estaba deseando que los tres fueran una familia. Pero, ¿la creería él? ¿Creería que había tomado esa decisión horas antes del accidente? Ella no le había dado ninguna razón para creerlo. Si le dijera que quería a la niña, que la quería con todo su corazón, ¿no dudaría él de su sinceridad? —Lauren… —¿Sí? —¿Qué le dijiste esta mañana a Arabella? —Pues… no sé. —¿Le diste un abrazo? Lauren asintió, con un nudo en la garganta. —Sí. Un abrazo muy fuerte. —Cuando bajó, me dijo que ibas a ser su mamá. Que lo sabía porque le habías dado un abrazo muy fuerte. —Zack… —empezó a decir Lauren. ¿Sería verdad, estaría ocurriendo aquel milagro?—. Es verdad. La quiero mucho, Zack…

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Cariño, acabas de hacerme el hombre más feliz del mundo. —¿Señor Alexander? —¿Sí? —dijeron los dos a la vez. Era el médico. Tras sus gafas, los ojos del hombre brillaban de compasión. —Arabella está en coma… Lauren se cubrió la boca con la mano y Zack le pasó un brazo por los hombros. —Tranquila, cariño —murmuró, con voz ahogada. —Pueden entrar a verla, si quieren. Lo siguieron por un largo pasillo y Lauren tuvo que apretar la mano de Zack cuando el médico abrió una cortina. Arabella tenía los ojos cerrados. Su carita era tan blanca como la venda que cubría su frente. Sus labios no tenían color. Lauren se apoyó en Zack. —Enseguida la subiremos a una habitación —dijo el médico. —¿Podemos estar aquí un momento? —preguntó Zack. —Claro. —¿Cuánto tiempo cree que durará el coma? —preguntó Lauren, temblando. —No lo sabemos. Lo único que se puede hacer ahora es esperar… y rezar. El día de Navidad pasó en un suspiro. Como los días que siguieron. Lauren y Zack hacían turnos al lado de Arabella para que nunca estuviera sola. Y, cada hora, su ansiedad y su pena aumentaban. Pero la vida tenía que seguir. En la mañana del día treinta y uno, Zack fue a la oficina y, por la tarde, Lauren fue a ver a su jefe, Jack Perrini. Jack era un hombre obsesionado por el trabajo, de constitución delgada y ojos penetrantes. Aquellos ojos la escrutaban mientras entraba en su despacho. —¿Qué demonios te ha pasado? —preguntó él—. Tienes un aspecto horrible, Lauren. Te di dos semanas de vacaciones y parece que las has pasado en Siberia. —Eso hubiera sido más divertido —murmuró ella. —¿Cómo? Lauren le contó a su jefe lo que había sucedido en su vida durante aquellas dos semanas. Los ojos del hombre se llenaron de compasión al escuchar la historia. —Vaya. Es terrible.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Lo que he venido a decirte es que voy a rechazar la oferta de ir a Toronto, Jack —dijo Lauren—. Voy a quedarme aquí, con Arabella y mi marido. Sé que es una decepción para ti, pero mi familia es lo más importante. —Pero eso no significa que vayas a dejar de trabajar con nosotros, ¿verdad? —¿Quieres que me quede? —¡Por supuesto! —No puedo tomar ninguna decisión en este momento. —Lo entiendo —dijo Jack—. No quiero presionarte. Pero si la niña se pone bien, puedes volver aquí cuando quieras. Puedes trabajar tres días a la semana, si te parece. —No puedo pensar en eso ahora, Jack —dijo Lauren, levantándose—. Pero significa mucho para mí que digas eso. Gracias —añadió, besándolo en la mejilla. —Cuídate. Y llama de vez en cuando. ¿Vas a casa ahora? —No. Voy al hospital. Me quedaré con Arabella hasta las once y media. Zack se quedará el resto de la noche. —Espero que todo salga bien, Lauren. —Eso espero yo también —murmuró ella. —Dolly está desconocida —le dijo Zack cuando llegó al hospital—. Contesta el teléfono, saca a Poochie y hace la comida. Es increíble. —Afortunadamente está en casa —murmuró Lauren—. Yo no he podido pensar en nada desde… —sus palabras se perdieron en el aire cuando miró a la niña. Arabella seguía con los ojos cerrados, los labios pálidos, casi inmóvil. Zack acarició la mano de la niña. —¿Hay algún cambio? —preguntó. —El médico ha dicho que ve una leve mejora, pero yo… a mí me parece que está igual —suspiró ella—. ¿Qué ha hecho Dolly de cena? —preguntó, para cambiar de conversación. —Ah, una tortilla muy original. Yo no tenía hambre, pero ella ha insistido en que comiera. —Tienes que comer. Además, cocina mucho mejor que yo —intentó sonreír Lauren. —Y eso la mantiene ocupada. —Ha cambiado mucho, ¿verdad? Ya ni siquiera me llama jovencita. Creo que la hemos juzgado mal, Zack. Anoche me dijo que había enviado a Arabella al internado porque pensaba que sería mejor que estuviera con otras niñas de su edad. Y que había contratado a una psiquiatra particular en el colegio. Quizá es por eso por lo que Arabella parece haber aceptado tan bien la pérdida de sus padres.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Sí, a mí también me lo ha contado —murmuró Zack, mirando su reloj—. Es tarde. Deberías irte. —Quiero quedarme, Zack. Hoy es treinta y uno de diciembre y quiero pasar el fin de año contigo y con Arabella. —En ese caso, llamaré a Dolly. Le había dicho que llegarías a las doce. —No sabes cuánto me alegro de que haya decidido no solicitar la custodia de Arabella —dijo Lauren—. Es el mejor regalo de Navidad que podía hacernos. —Ella sabe que la niña estará mejor con nosotros —sonrió Zack, tocando su hombro—. Ahora tiene una familia y sus padres están locos el uno por el otro. —¡Aunque sigan durmiendo en camas separadas! —Intentó reír Lauren—. Zack, ¿seguro que no te importa? Yo creo que ha llegado el momento de… —Cariño, yo siento lo mismo. Pero es mejor esperar. Aunque te advierto que, cuando Arabella se ponga bien, vamos a recuperar el tiempo perdido. En la pared había un pequeño aparato de televisión y, poco antes de medianoche, Zack la encendió. —¿Tú crees que nos oye cuando hablamos? —preguntó Lauren. —Es posible. —Me siento un poco egoísta por haber dejado a Dolly sola esta noche. ¿Crees que debería irme a…? Lauren interrumpió la frase al escuchar ruido en el pasillo. Era una discusión. La puerta se abrió en ese momento, justo cuando en la televisión empezaba la cuenta atrás para el nuevo año. Lauren se dio la vuelta y se quedó sorprendida al ver a Dolly, con la capa de terciopelo color granate. Tras ella, una angustiada enfermera que se quedó boquiabierta cuando Dolly le dio con la puerta en las narices. —¡Dolly! —exclamó Lauren cuando la vio entrar con Poochie. —¡Esa mujer es idiota! —exclamó la anciana, irritada—. ¿Es que no sabe que los animales son buena terapia para los enfermos? Cinco, cuatro, tres, dos, uno… En la televisión escucharon el estallido de voces de alegría y Zack abrazó a su mujer. —Feliz año nuevo, cariño —dijo, antes de besarla. Después se volvió hacia Dolly, que se había sentado sobre la cama y estaba colocando al cachorro sobre Arabella. El animalito puso las patas en el hombro de la niña y empezó a ladrar, como si quisiera despertarla. —Por favor, Dolly, esto no puede ser. Nos van a echar a todos… De repente, Zack dejó de hablar y se quedó mirando, incrédulo, a Arabella. La niña se había movido. ¿Se había movido?

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https://www.facebook.com/novelasgratis —¿Arabella? —murmuró Zack, incrédulo. Lenta, muy lentamente, vieron cómo movía las pestañas. Y lenta, muy lentamente, sus ojos se abrieron. Lauren rezaba, pero su corazón se paró cuando la niña abrió los ojos. Los tenía abiertos, pero eran como una página en blanco. Mordiéndose los labios, Lauren se acercó a la cama y tomó su mano. Zack puso la mano sobre la suya. —Oh, Zack —murmuró, asustada. —Tranquila, cariño. Esto es bueno. Tiene que ser bueno… ¿Habría salido del coma sin daño o, como les había advertido el médico, habría sufrido un daño permanente en el cerebro? Arabella emitió un suave gemido, como si tuviera una pesadilla y Lauren contuvo el aliento. De repente, abrió los ojos y Lauren pudo ver sus preciosas pupilas verdes. La niña parecía estar mirando a Zack. —Cariño… —la voz de Zack estaba llena de emoción. Arabella tragó saliva y se pasó la lengua por los labios resecos. —Me duele la cabeza —susurró. Lauren sintió que la emoción iba a ahogarla. —Cielo —murmuró, inclinándose sobre ella. Arabella volvió a cerrar los ojos. —¡Zack, tenemos que llamar al médico! Sin atreverse a respirar, todos observaron cómo la niña volvía a abrir los ojos lentamente. Parecían enfocar mejor. —Arabella, ¿puedes vernos? —Puedo verte, tío Zack —dijo Arabella, con un hilo de voz—. Y a la tía Lauren. —¿Y a mí no me ves? —preguntó Dolly. —Sí, tía Dolly —contestó la niña. —Has estado tumbada en esa cama durante una semana, niña —dijo Dolly entonces, recuperando su tono imperativo—. Ya está bien. ¡Te has perdido las navidades! —¿Me he perdido las navidades? —Hoy es uno de enero —dijo Lauren, sintiendo que sus ojos se llenaban de lágrimas—. Feliz año nuevo, Arabella. Zack se aclaró la garganta, tan emocionado como ella, y Dolly sacó uno de sus enormes pañuelos para sonarse tan ruidosamente como de costumbre. —¿Estoy en un hospital? —preguntó, mientras Zack pulsaba el timbre de la enfermera.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Sí, cariño. Has tenido un accidente. Estábamos en el jardín y un árbol… —Ya me acuerdo… estaba paseando a mi cachorro —dijo la niña. Sus ojos empezaron a brillar entonces—. ¿Dónde está? En ese momento, Poochie se subió a la almohada y empezó a ladrar. Después, moviendo la cola alegremente, empezó a lamer la nariz de Arabella, como si creyera que las pecas eran de chocolate. —Ahí estás —dijo Arabella, levantando una mano para acariciar al perrito—. Feliz año nuevo. Y gracias por venir a visitarme. La puerta se abrió y la enfermera que había estado a punto de llegar a las manos con Dolly entró en la habitación. Cuando vio la escena se quedó inmóvil durante unos segundos. Después, sus facciones se suavizaron y se acercó a la cama. —Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí? Arabella miró a su tío Zack, a su tía Lauren y a su tía Dolly y, finalmente, a su cachorro. Después miró a la enfermera y le regaló una beatífica sonrisa. —Lo que tenemos aquí es a mi familia.

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Epílogo Hawai 18 de marzo Querida señora Fleetwood: Le escribo para darle las gracias por cuidar de Poochie por mí. Espero que se esté portando bien. Hawai es preciosísimo. La tía Lauren y el tío Zack me llevaron esta mañana en un barco y después se fueron a la cama. Creo que el sol les da sueño porque pasan mucho tiempo en la cama últimamente. A mí no me importa, porque me dejan en buenas manos, como ellos dicen. Y, como estamos en vacaciones, tengo muchos niños para jugar. Echo de menos a Poochie. Dígale que volveré dentro de una semana. Menos mal que le han quitado la escayola al tío Zack porque aquí el agua del mar es transparente y se nada muy bien. P. D. La tía Dolly acaba de leer esta carta y me ha dicho que corregir mi redacción, pero como le he dicho que no tengo borrador se ha sonado la nariz y ha dicho que qué se le va a hacer. P. D. 2. Perdone si la carta huele rara. Por accidente, se me cayó un poco de la colonia de mi tía Lauren en el papel. Por si está interesada, mi tía me ha dicho que se llama Nuit Etoilee o algo así y que quiere decir «Noche estrellada». Y después miró al tío Zack y yo creí que se iban a echar a llorar, pero entonces él me tomó en brazos y dijo que nos íbamos de excursión y todos me abrazaron y casi me espachurran. No se olvide de abrazar a Poochie por mí. Lo echo de menos. Con mi cariño para usted y para el señor FleetWord y para Poochie, claro. Un saludo. Arabella Smith Alexander, desde Hawai.

Fin

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Grace Green - Buscando Una Oportunidad

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