Autoestima y teoría del apego

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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE CAMPECHE FACULTAD DE MEDICINA LIC. MÉDICO CIRUJANO

Unidad de aprendizaje: Introducción a la salud mental

Alumna: Daniela Gpe Barbosa Ruiz

Docente: Francisco A León Cruz

RESUMEN DE AUTOESTIMA Y APEGO

Ciclo escolar: 2020-2021 fase 1

Semestre y grupo: 1ºA

Autoestima Branden plantea la autoestima como una sensación fundamental de eficacia y un sentido inherente de mérito, y lo explica nuevamente como la suma integrada de confianza y de respeto hacia sí mismo. Se lo puede diferenciar de autoconcepto y de sí-mismo, en que el primero atañe al pensamiento o idea que la persona tiene internalizada acerca de sí misma como tal; mientras que el sí-mismo comprende aquel espacio y tiempo en que el Yo se reconoce en las experiencias vitales de importancia que le identifican en propiedad, algo así como el mi. Entre los 3 y 5 años, el niño recibe opiniones, apreciaciones y críticas acerca de su persona o de sus actuaciones. Su primer bosquejo de quién es él proviene, entonces, desde afuera, de la realidad intersubjetiva.Durante la infancia, los niños no pueden hacer la distinción de objetividad y subjetividad. Todo lo que oyen acerca de sí mismos y del mundo constituye realidad única. La conformación de la autoestima se inicia con estos primeros esbozos que el niño recibe, principalmente, de las figuras de apego, las más significativas a su temprana edad. En la adolescencia, a partir de los 11 años aproximadamente, con la instauración del pensamiento formal, el joven podrá conceptualizar su sensación de placer o displacer, adoptando una actitud de distancia respecto de lo que experimenta, testeando la fidelidad de los rasgos que él mismo, sus padres o su familia le han conferido de su imagen personal. El adolescente explorará quién es y querrá responderse en forma consciente a preguntas sobre su futuro y su lugar en el mundo. La crisis emergente tendrá un efecto devastador si el joven ha llegado hasta aquí con una deficiente o baja valoración personal. La obtención de una valoración positiva de sí mismo permite en el niño un desarrollo psicológico sano, en armonía con su medio circundante y, en especial, en su relación con los demás. En la situación contraria, el adolescente no hallará un terreno para aprender, enriquecer sus relaciones y asumir mayores responsabilidades. En 1998 Clemes y Bean propusieron cuatro factores condicionantes para que este proceso marche en forma equilibrada en el entorno familiar: •





Vinculación: El niño necesita sentirse parte de algo, ya sea su familia, sus hermanos o una pandilla. Necesita ser escuchado, tomado en cuenta, que le permitan participar y dar sus opiniones. Singularidad: Corresponde a la necesidad de saberse alguien particular y especial, aunque tenga muchas cosas en común con sus hermanos u otros amigos. También, un espacio para que el niño se exprese a su manera, pero sin sobrepasar a los demás. La imaginación también se relaciona con la singularidad. Poder: implica que el niño cree que puede hacer lo que se planea y que en la mayoría de las veces obtendrá éxito. En las excepciones será de vital



importancia que comprenda la verdadera razón de los impedimentos y cómo ellos se relacionan con sus futuros propósitos. Pautas: se relacionan con el sentido que el niño le otorga a su existencia y a lo que realiza. Requiere de modelos positivos, que cuando los imite obtenga resultados satisfactorios y alentadores, a través de los cuales aprenda a distinguir lo bueno de lo malo.

Coopersmith (1967), planteó algunas condicionantes diferentes complementaban las anteriores. 1. El niño experimenta una aceptación de sus sentimientos, pensamientos y del valor de su existencia. 2. El niño se mueve dentro de límites bien definidos, pero justos, razonables y negociables. 3. El niño siente respeto por su dignidad como persona. Los padres se toman en serio las opiniones y demandas del niño. Ejercen autoridad, pero no autoritarismo 4. Los propios padres gozan de autoestima positiva. La ausencia o distorsión de cualquiera de estas condicionantes repercutirá en la manera en la que el adulto se ve a sí mismo y a los demás. La carencia de pautas en el individuo conllevará al desinterés y a la desadaptación. La falta de poder desembocará en la dependencia, inferioridad e inseguridad. Las relaciones del individuo tendrán connotación de sumisión y/o arbitrariedad. Si se ve limitada su demanda de singularidad, presentará inhibiciones en el contacto social, y con afán de perfeccionismo. No obstante, estas condiciones distan de transformarse en reglas. Como vimos en el tema de resiliencia, hay casos de niños que crecen en un medio con factores de riesgo social y situaciones de estrés, llegan a tener una vida saludable después de todo. Algunos autores han explicado esto mediante la afectividad, o el hecho de que estos niños reciban cariño incondicional de al menos una persona, lo que puede ser una intervención positiva que altera el curso del desarrollo. Kotliarenco (1994), plantea que existen casos de niños que a pesar de crecer rodeados de un medio con factores de riesgo social y de vivir permanentemente en situaciones de estrés, logran no adaptarse a los modelos de su medio y, contra todo pronóstico, llegan a tener una vida saludable, alcanzan metas académicas, realización personal y logros económicos. En lo corporal y lo relativo a la gesticulación, es posible identificar ciertos indicadores que revelan la presencia de un adulto con autoestima positiva. Algunos de ellos, adaptados de Branden (1993) se indican a continuación:

• Ojos vivaces y brillantes. Mirada clara. • La voz modulada con intensidad adecuada a la situación. Pronunciación clara. • El rostro exhibe un color natural y una piel tersa (salvo casos de enfermedad). • El mentón está erguido de manera natural. • La mandíbula, el cuello, los hombros y las extremidades están relajadas. • La postura es erguida, el andar es resuelto. Una persona neurótica tiene distintos rasgos que lo identifican como tal, como por ejemplo: Esas personas quieren a recibir afecto, aun cuando son incapaces de sentirlo o de ofrecerlo. Pueden mostrarse amables, afanosos y solidarios, pero entre líneas se puede distinguir que actúa bajo compulsión y no por calor afectivo. Por otra parte son inseguros, lo que los lleva a sentirse menos o actuar de manera inadecuada. Estos son algunas de las características en un adulto con baja autoestima (García, D’Anna et al): • • • • • • • • • •

Autocrítica dura y excesiva Hipersensibilidad a la crítica, además de echarle la culpa de frustraciones y fracasos a los demás o a la situación en sí. Indecisión crónica por miedo a equivocarse. Deseo innecesario de complacer a los demás. Perfeccionismo como autoexigencia. Auto culpabilidad neurótica, así como la exageración de sus errores. Irritabilidad a flor de piel, aún con cosas de poca importancia. Tendencia defensiva, así como generalizar negativamente todo.

También se pueden distinguir dos tipos de autoestima baja al mometo de clasificarlas terapeúticamente; son la baja autoestima baja situacional y la baja autoestima caracterológica.

Teoría del apego John Bolwby desarrolló la teoría del apego, postula una necesidad humana universal para formar vínculos afectivos estrechos. Como núcleo de la teoría se encuentra la reciprocidad de las tempranas relaciones (Hofer,1995). Las conductas de apego del infante humano son correspondidas con las conductas de apego del adulto, y estas respuestas refuerzan la conducta de apego del niño hacia ese adulto en particular. La experiencia de seguridad es el objetivo del sistema de apego, que es, por tanto, primero y por encima de todo, un regulador de la experiencia emocional (Sroufe, 1996). La conducta del infante hacia el final del primer año es intencional y aparentemente basada en expectativas específicas. Sus experiencias pasadas con el cuidador/a son incorporadas en sus sistemas de representación (sistema de creencias) a los cuales Bowlby (1973) denominó "modelos internos activos". Por tanto, el sistema de apego es un sistema regulador bio-social homeostático abierto. La segunda gran pionera de la teoría del “attachment”, Mary Ainsworth desarrolló el bien conocido procedimiento de laboratorio para observar los "modelos internos activos" de los infantes mientras éstos estaban transcurriendo. Los infantes, brevemente separados de la persona que los cuida, en una situación no familiar para ellos muestran uno de cuatro patrones de su conducta: 1. Seguros: En presencia de su cuidador, exploran; y se sienten ansiosos ante la presencia de un extraño. Cuando el cuidador se va y regresa, el infante busca el contacto para reasegurarse y seguir explorando. 2. Ansiosos/evitativos: Son los que, después de la separación, pueden no parecer ansiosos ni buscar la proximidad con el cuidador una vez regresa. Estos infantes sobre regulan su afecto para evitar situaciones perturbadoras. 3. Ansiosos/resistentes: Muestran limitada exploración y juego, tienden a ser altamente perturbados por la separación; y tienen dificultad para reponerse después. Estos infantes tienden a sub- regular su afecto, incrementando su expresión de malestar. 4. Desorganizados/desorientados: Presentan conductas aparentemente no dirigidas a algún fin; como inmovilización, golpeteo con las manos o la cabeza, etc. Se sostiene que aquí el cuidador ha sido fuente de temor y de reaseguramiento, por lo que se producen reacciones conflictivas. Las relaciones de apego juegan un papel clave en la transmisión transgeneracional de la deprivación. Los adultos seguros tienen 3 ó 4 veces más probabilidad de tener niños que están apegados con seguridad a ellos (van IJzendoorn, 1995). Los teóricos del apego han supuesto que los adultos con apego seguro son más sensibles a las necesidades de sus niños por lo cual promueven la expectativa en los infantes de que la desregulación será rápidamente y efectivamente enfrentada (Belsky, Rosenberger y Cronic, 1995; De Wolff y van IJzendoorn, 1997).

Un cuidador/a reflexivo incrementa la probabilidad del apego seguro del niño, el cual, a su vez, facilita el desarrollo de la capacidad de mentalizar. En nuestro estudio longitudinal de 92 niños, la proporción de niños con apego seguro era doble en el grupo que superó la tarea de falsa creencia, comparado con el grupo que fracasó. La función reflexiva de la madre estaba también asociada con el éxito del niño. El 80% de los niños cuyas madres estaban por encima de la media en la función reflexiva pasaron la prueba mientras que sólo el 56% de aquellos cuyas madres estaban por debajo lo hicieron. El apego al padre también parecía contribuir a este logro en el desarrollo, aquellos que tenían apego seguro con ambos padres fueron más capaces de tener éxito mientras que aquellos que no tuvieron apego seguro con ninguno de los padres fueron menos capaces de lograrlo. El filósofo Hegel (1807) sugirió que es solamente a través de la exploración de la mente del otro que el niño desarrolla una completa captación de la naturaleza de los estados mentales. La capacidad reflexiva en el niño es facilitada por el apego seguro.
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